CARTAS DE ESPAÑA Nuevas vienen de allá; mano querida Llama a mi corazón: recuerdo evoca Del tiempo en que hizo sol para mi vida, Y palpitan los versos en mi boca, Y espacio buscan, y en el aire ponen— Buen mensajero a la enemiga playa— Pensamientos de amor que la coronen Y un beso fiel que hasta sus besos vaya. Allá en París, la tierra donde el lodo Con las flores habita y el misterio, Hay una tumba que lo dice todo Con la solemne voz del cementerio. Allí llegué: la vida enamorada Esparcí con placer por la arquería; Mi mano puse en la columna helada Y mi mano de vivo era la fría! Y es que a la sombra de los arcos graves, Y sobre el mármol que coronas pisa, Bajo los trozos de extinguidas naves Duerme Abelardo al lado de Eloísa. Y recuerda, oh mezquino, a quien arredra El perpetuo calor de la arquería, Que allí junté mi mano con la piedra, Y mi mano era allí la única fría! * * * Tiene ¡oh mujer! con esta carta fiesta Mi corazón sobre tu amor dormido: ¡Cuánto lloran los solos! ¡Cuánto cuesta Mover al pobre huérfano afligido! Besos me mandas: pídesme de abrazos Porción que pueda sofocar tus males: ¡Oh, flor perpetua, cariñosos lazos De los amores buenos y leales! Pobre! Tú lloras, y yo aquí—callado De manera que al muerto en mí revelo— Tengo siempre algún beso preparado Que dar no puedo y que te mando al cielo! Pobre! mi dueño, quejumbrosa mía! Piensa que todo con vivir perece, Pero que honrado amor, gala del día, Con cada sol revive y amanece! * * * Se aduerme, hasta se acalla, hasta se esconde En la sombra que en sí genera el vivo: Tú palpitas en mí; yo no sé dónde, Pero sé que yo estoy en ti cautivo. Oye: me angustio; de dolor me duermo A una luz miserable en cama dura, Y soy ¡oh mi alma! Un infeliz enfermo De extraños males que no tienen cura. Y así dormido, cuando el rudo exceso De la carnal labor mi cuerpo rinde, Dicen que han visto palpitar el beso Que es fuerza, ya sin ti, que al cielo brinde. Y es que en la tierra, la mujer amada Copia es y anuncio del celeste anhelo, Y cuando de ella el alma está alejada, El alma solo puede alzarse al cielo. * * * Mi pobre, mi muy bella: todavía Nuestra pálida luz no se consume, Y esperamos llorando un mismo día, Y aquella pobre flor tiene perfume. Todavía ¡oh mi bella! el pensamiento Que sembramos en hora de dolores, El cierzo vence, abate al rudo viento: Todavía el rosal tiene dos flores! * * * Y ¡cómo es fácil al doliente triste La vida por amor! Hoy era un día Amargo de viudez, en que se viste De luto el sol, y el alma está vacía. Hoy hizo noche: si para otros hubo Un sol caliente que mi mal no ha visto, Yo solo sé que acá en mi sombra estuvo Algún dolor diciéndome que existo. Día de vigor de la fatal cadena, Hoy fue más grande el solitario abismo; Hoy cavó más mi corazón la pena; Hoy sentí más el peso de mí mismo. Llegó la noche, y cuando un rayo blando Alumbró mi dolor con luz de luna, Supe que aún vives mi memoria amando: ¡Oh, tenue luz, imagen de fortuna! Y de repente, con vigor que llamo Resurrección, en súbitos placeres Se enciende el sol, recuerdo que te amo, Y siento en mí la vida de dos seres. * * * Y es que a la sombra de los arcos graves Y sobre el mármol que coronas pisa, Bajo los trozos de extinguidas naves, Duerme Abelardo al lado de Eloísa! JOSÉ MARTÍ México, 17 de octubre de 1875. Revista Universal, México, 22 de agosto de 1875. [Mf. en CEM]