VASOS COMUNICANTES ENTRE ESPAÑA Y FRANCIA: Iberia de Debussy, La vida breve de Falla «Todo lo escrito es lo que Debussy me ha dicho hoy 10 de octubre de 1911». Así cierra Falla unos apuntes tomados durante uno de sus encuentros con Debussy, en el que éste le dio consejos relativos a La vida breve y a la composición de una próxima ópera. Este influjo de Debussy en la primera obra maestra de Falla tiene su correspondencia, en este atractivo concierto, en las claras huellas dejadas por la música española en la Iberia del maestro francés; Francia en Falla, España en Debussy, fructífero diálogo que pone de relieve una de las etapas más brillantes de los intercambios musicales entre los dos países. Claude Debussy. Iberia Debussy proyectó componer doce Imágenes, tres de ellas para dos pianos y orquesta. Finalmente, terminó nueve de ellas: dos series de tres piezas para piano y las tres Imágenes para orquesta (19051912): Iberia, compuesta entre 1905 y 1908, constituye la segunda de éstas. Se estrenó el 20 de febrero de 1910, en los Conciertos Colonne de París, bajo la dirección de Gabriel Pierné; el propio Debussy dirigió en París, el 26 de enero de 1913, el estreno del conjunto de las tres Imágenes para orquesta. Imagen es una palabra ligada a la voluntad de Debussy de no describir, sino de evocar sensaciones, de sugerir ambientes. Se trata de traducir impresiones y, mediante un profundo trabajo compositivo, concebir su correspondencia en el mundo de los sonidos. En cuanto a la utilización de las fuentes populares, Debussy rechaza el color local superficial, y combina ritmos, sonoridades instrumentales y giros folclóricos españoles con una técnica moderna plenamente ajustada a las exigencias de esta materia y a las necesidades orgánicas de la obra. Cada una de las piezas que integran Iberia posee un carácter muy marcado, pero no se trata, de ningún modo, de una mera yuxtaposición de tres piezas orquestales, pues el tríptico se organiza siguiendo el contrastante y clásico ciclo en tres movimientos (rápido-lento-rápido), en este caso: I. «Por las calles y los caminos»; II. «Los perfumes de la noche»; III. «La mañana de un día de fiesta». Dos piezas llenas de vida y color enmarcan el episodio central, «Los perfumes de la noche», lánguida y misteriosa música nocturna. Por otra parte, gracias a la utilización de varios temas que circulan en toda la obra, Debussy confiere a su Iberia una clara unidad formal. Así describió Manuel de Falla, en 1920, el carácter y el ambiente de la Iberia de Debussy: «En lo que respecta a Iberia, Claude Debussy dijo expresamente en la primera audición, que él no había tenido intención de hacer música española, sino más bien traducir en música las impresiones que España despertaba en él… Apresurémonos a decir que esto ha sido realizado de manera magnífica. Los ecos de los pueblos, en una especie de sevillana –el tema generador de la obra–, parecen flotar sobre una clara atmósfera de luz centelleante; la embriagadora magia de las noches andaluzas, la alegría de un pueblo que camina danzando a los festivos acordes de una banda de guitarras y bandurrias…, todo esto gira en el aire, aproximándose, alejándose, y nuestra imaginación, despierta incesantemente, se queda deslumbrada por las fuertes virtudes de una música intensamente expresiva y ricamente matizada». Manuel de Falla. La vida breve Falla afirmó en numerosas ocasiones que La vida breve era la primera verdadera obra de su catálogo. Así de claro se lo dijo a Georges Jean-Aubry en carta del 3 de septiembre de 1910: «Lo que he publicado antes de 1904 no tiene el menor valor. Son nada menos que tonterías escritas entre los 17 y los 20 años, aunque publicadas después. [...] Como ya se lo he dicho, La vida breve es la primera de mis obras con la que empiezo a contar un poco e incluso es quizás la que prefiero». Primera obra importante de don Manuel, La vida breve aparece también como el primer fruto de las lecciones de composición que recibió durante dos años (1902-1904) del compositor y musicólogo catalán Felipe Pedrell. El origen de La vida breve es un concurso de obras musicales convocado el 5 de julio de 1904 por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para premiar, entre otras composiciones, una ópera en un acto compuesta sobre un libreto inédito y en castellano. Carlos Fernández Shaw, libretista, entre otras muchas obras, de la inmortal zarzuela de Chapí La revoltosa (1897), le proporcionó el argumento y el libreto. Gracias a un intenso trabajo, Falla compuso la obra en menos de ocho meses. El 13 de noviembre de 1905, La vida breve consiguió por unanimidad el primer premio del concurso pero, a pesar del apoyo de la Academia y de las numerosas gestiones del libretista, no logró subir a la escena. Bastante desalentado, Falla aprovechó un contrato como pianista y director de orquesta de una compañía de pantomima para viajar por Francia, Suiza, Alemania y Bélgica. Se instaló en París durante el verano de 1907 y La vida breve constituyó su mejor tarjeta de visita: músicos como Albéniz, Debussy, Dukas y Viñes le ofrecieron inmediatamente su apoyo. Siguiendo los consejos de Debussy, Dukas y Messager, retocó minuciosamente la orquestación de su ópera y transformó su estructura: en esencia, la dividió en dos actos, añadió un interludio entre los dos cuadros del Acto II, y desarrolló considerablemente la segunda danza. La vida breve, en adaptación francesa de Paul Milliet, se representó por primera vez el 1 de abril de 1913 en el Casino Municipal de Niza, estrenándose en la Ópera Cómica de París el 6 de enero de 1914. El estreno español tuvo lugar el 14 de noviembre de 1914 en el madrileño Teatro de la Zarzuela. Al comenzar la composición de La vida breve, Falla se documentó ampliamente sobre Granada – ciudad a la que no viajaría hasta 1915– y realizó lo que podríamos llamar «estudios de campo»: a título de ejemplo, existe en el Archivo Manuel de Falla un manuscrito autógrafo fechado «Miércoles 24 de agosto de 1904» que lleva apuntes de ritmos y sonidos de fragua. En lo que se refiere a las fuentes de inspiración, la música popular andaluza y el flamenco desempeñan en esta obra un papel esencial, pero Falla estiliza estos elementos y evita los tópicos en su utilización. Por lo que concierne a la organización de la obra, hemos de destacar la utilización de temas recurrentes, más ligados a una atmósfera que a un personaje. El principal tema conductor de La vida breve no aparece en los compases introductivos, pero lo canta inmediatamente después el coro. Se trata de una copla andaluza que circula en todo el primer acto –cantada por el coro, por un tenor (una voz en la fragua) o por Salud–, y vuelve al final del primer cuadro del segundo acto, en uno de los momentos más dramáticos de la obra: cuando Salud canta asomada a una de las ventanas de la sala donde se desarrolla la fiesta de bodas de Paco, el hombre que la ha traicionado. Esta copla evoca el martinete, cante del gitano en la fragua que expresa el lamento y la resignación ancestrales de un pueblo perseguido. El martinete se interpreta sin acompañamiento de guitarra, de castañuelas, de palmas o de tacones; sólo necesita el golpear rítmico del martillo sobre el yunque, sonoridad que también utiliza Falla en La vida breve. He aquí unos versos significativos de esta copla: «¡Ande la tarea, / que hay que trabajar! / Y pa que disfruten otros, / nosotros, siempre nosotros, / ¡lo tenemos que sudar!». Nos interesa destacar que si esta copla, y otros temas y motivos de la obra, reaparecen periódicamente, no se les puede analizar sin embargo como leitmotive. En efecto, los leitmotive wagnerianos se transforman en los momentos críticos de la acción dramática, participando así en su evolución. En La vida breve, los temas y motivos recurrentes, aunque también tienen un valor simbólico, se parecen más bien a citas, dado que reaparecen casi idénticos en el curso de la obra. Su función es doble: anunciar la atmósfera de lo que sigue –pero no se transforman en función de la situación– y contribuir a la solidez y coherencia de la arquitectura de la obra. Cerraremos este texto señalando otro nexo de unión entre los dos compositores, relacionado con este concierto: en su Homenaje para Le Tombeau de Claude Debussy (1920), para guitarra, Falla elabora uno de los elementos temáticos a partir del perfil melódico de un pasaje de «La mañana de un día de fiesta». Emocionante integración en su propia obra de la música de Debussy, a la que Falla consideraba como «el punto de partida de una nueva era en el arte de la música». © Yvan Nommick