America Latina en disputa

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© Alfredo Serrano Mancilla
© Fundación Editorial El perro y la rana, 2015
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Diseño de portada
David Herrera
Edición
Enrique González Atay
Corrección
José Jenaro Rueda R.
Diagramación
María Victoria Sosa
Hecho el Depósito de Ley
ISBN 978-980-14-3080-3
Depósito legal lf 40220158002713
Impreso en la República Bolivariana de Venezuela
La Colección Alfredo Maneiro, Política y sociedad, publica obras
puntuales, urgentes, necesarias, capaces de desentrañar el
significado de los procesos sociales que dictaminan el curso del
mundo actual. Venezuela integra ese mundo en formación, de allí
la importancia del pensamiento, la investigación, la crítica, la
reflexión, y por ende, de las soluciones surgidas del análisis y la
comprensión de nuestra realidad.
Firmes propósitos animan a esta colección: por una parte, rendir
homenaje a la figura de Alfredo Maneiro, uno de los principales
protagonistas de los movimientos sociales y políticos que
tuvieron lugar en Venezuela durante los duros y conflictivos años
sesenta, y por la otra, difundir ediciones de libros en los cuales se
abordan temas medulares de nuestro tiempo.
Cuestiones geopolíticas: esta serie pretende servir de foro para la
creación de una nueva cartografía contra-hegemónica del poder
mundial, a través de la exploración en los ámbitos económicos,
sociales, políticos y culturales de las relaciones norte-sur y
sur-sur, sus estrategias e implicaciones para la humanidad.
Agradecimientos
Esto de agradecer no es ninguna cuestión protocolaria, es uno
de los mejores momentos que tiene escribir un libro. Dar las gracias
a aquellas personas que son fundamentales para que este proyecto
haya acabado en buen puerto, es un verdadero placer.
Es por ello que me gustaría, sin más rodeos, dar las gracias a
quien ha estado en todo momento detrás, delante, en medio en este
libro: Gisela Brito, quien, además de ser mi compañera de vida, en
este caso ha sido también la mejor compañía para que este libro
sea lo que finalmente es. Ha sido ella quien ha estado pendiente en
cada detalle de forma (con una gran capacidad editora), discutiendo
cada idea de fondo, proponiendo e interpelando, cuestionando para
profundizar en cada discusión; gracias, Gise, por esta tarea tras
bambalinas, y soy consciente de que estas gracias se quedan cortas
para explicar todo lo que tienes que ver en este libro. Seguramente
hubiera sido más justo que aparecieras también en la portada,
porque ha sido mucho tu buen trabajo para que el libro tenga todas
las virtudes que tiene (los errores son míos). Nuevamente, gracias.
Gracias a todas esas personas que te encuentras en este camino
recorrido por América Latina; a todas esas personas que te obligan
a discutir, a repensar cada idea, a bucear en nuevos conceptos, a
replantear cada tesis, a abrir los ojos ante un nuevo desafío. Gracias
a ellos porque son los que hacen que este libro tenga más vida
que otros. Gracias a Ricardo Patiño, Jorge Arreaza, René Ramírez,
Patricia Villegas, Pedro Brieger, Atilio Borón, Guillermo Oglietti,
Esteban de Gori, Sergio Martín, Íñigo Errejón, Teresa Morales,
Juan Carlos Monedero, Ricardo Menéndez, Carmen Meléndez,
Guillaume Long, Sergio Pascual, Alejandro Fierro, Franklin
Ramírez, Jacques Ramírez, Julio Peña, Emir Sader, Álvaro García
Linera, Kris González, Solka Agudelo, Carlos Marx Carrasco, Mauro
Andino, Nicolás Oliva, Sebastián Carvajal, Simón Zerpa, Ximena
Amoroso, Roberto Aguilar, Txema Guijarro, Mariela Pinza, Javier
Jiménez, Manolo Monereo, Amílcar Salas, Iván Orosa, Pablo Imén,
Manuel Canelas.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Gracias a Agustín Lewit y Sabrina Flax porque también tienen
que ver con los inicios de este proyecto. Ellos están también
presentes en este libro; gracias por apoyar en la investigación
cuando este libro apenas había asumido forma alguna.
Gracias al Celag (Centro Estratégico Latinoamericano de
Geopolítica) porque es indudablemente el detonador de este libro;
desde este espacio, con muchos compañeros, comenzaron los
debates en torno a esta América Latina en disputa.
Gracias también al Instituto de Altos Estudios Nacionales de
Ecuador, cuyo apoyo ha permitido la elaboración de este libro y al
programa Prometeo de Ecuador.
Gracias a mis padres por saber convertir la lejanía en tanta
cercanía. Gracias a ellos porque cada día me demuestran apoyo
en esta decisión mía de estar tan lejos del lugar donde uno nace.
Gracias, papá, por haberme ayudado a querer siempre conocer qué
acontece en este continente latinoamericano, fruto de tus lecturas e
inquietudes; gracias, mamá, por haberme dado tanta buena onda y
energía (a veces imagino que tú has de haber nacido en Venezuela,
por tu forma de ser). Gracias a ambos por haber aprendido a usar el
skype y ahora el whatsapp porque así es todo más próximo (risas).
Introducción. América latina en movimiento
Ryszard Kapuściński, en su libro Ébano, alega sobre África que:
… este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo
un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de
una riqueza extraordinaria. Solo por una convención reduccionista,
por comodidad, decimos África. En la realidad, salvo por el nombre
geográfico, África no existe.1
Algo similar se podría afirmar para América Latina, salvando
las distancias. Definitivamente, hablar de América Latina como un
todo siempre resulta arriesgado y ciertamente inapropiado; tal definición no puede ser usada para describir un lugar uniforme y monolítico. Es una categoría geográfica que en la última década se viene
constituyendo sólidamente como un enclave geopolítico, pero eso
no significa que esta región pueda ser concebida como un espacio
homogéneo, ni en lo cultural ni en lo histórico, y tampoco en lo que
concierne a la actualidad política y económica. Se emplea asiduamente este término, ‘América Latina’, para invocar a una historia
que tiene evidentemente muchos factores en común, muchos
elementos culturales compartidos, una relación dependiente con
1Ryszard Kapuściński. Ébano, Editorial Anagrama, Barcelona, España:
2000.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
el mundo desde que se insertara colonizadamente, como bien lo
explica Aníbal Quijano en su artículo “El fantasma del desarrollo
en América Latina”2. Sin embargo, estas identidades y semejanzas
no deben llevarnos a percibir a América Latina como si se tratara de
un continente idéntico y simétrico.
Esta aclaración es tan obvia como necesaria por tratarse de
un libro que abusa titulándose América Latina en disputa. Aunque
es absolutamente cierto que América Latina es un continente
en disputa y movimiento, este texto no se dedica a toda América
Latina, sino que su título tiene como finalidad llamar la atención
sobre lo que sucede, en términos generales, en la región para
centrarnos más especialmente en algunos países que se mueven
más que el resto; o mejor dicho, se mueven más a contracorriente
de lo que vienen haciendo otros países que siguen moviéndose al
son que se les marca desde afuera, con el consentimiento de las
élites desde adentro. El objetivo principal de este escrito es poner
la mirada sobre aquellos países que han transitado por una senda
completamente diferente a aquella que estaba marcada desde el
epicentro del neoliberalismo desde los años ochenta. No es fácil
salirse del raíl hegemónico sin descarrilar; no ha sido, ni es todavía,
tarea sencilla buscar la manera de labrar un nuevo camino distinto
a aquel establecido en la escuela del pensamiento único3, como
resultado del cierre del universo del discurso impuesto por la clase
política dominante y los medios.
Al afirmar que no es fácil salirse del paradigma dominante
es preciso considerar que: 1) no es fácil proponer otras alternativas (porque la hegemonía suele limitar excesivamente la capacidad para imaginar otras opciones), 2) no es fácil convencer a la
mayoría de que realmente hay otras alternativas posibles y viables,
3) tampoco es fácil llevarlo a la praxis, y 4) a pesar de que es muchas
2 Aníbal Quijano. “El fantasma del desarrollo en América Latina”, en: Revista de Economía y Ciencias Sociales: 2000.
3 Véase más detalle en Herbert Marcuse. El hombre unidimensional. Ensayo sobre la ideología de la sociedad industrial avanzada, Joaquín Mortiz,
México DF: 1965.
12
INTRODUCCIÓN
veces minusvalorado y/u olvidado, es mucho menos fácil continuar
prolongadamente llevando a cabo esa otra propuesta social, económica y política, siempre con el apoyo de la mayoría. Son estas las
fases que se deben atravesar para consolidar un cambio de época:
no solo es cuestión de tener capacidad para cumplir exitosamente
con una primera etapa en la que sí se puede obtener el apoyo
popular, sino que el objetivo histórico es que ese respaldo inicial
deje de ser efímero y esporádico para que acabe siendo el verdadero músculo vigoroso sobre el cual iniciar la segunda fase, y así
hasta llegar a que el proceso de cambio sea irreversible, y no haya
marcha atrás porque ni la mayoría social lo desee, ni la nueva hegemonía constituyente permita que la hegemonía constituida tenga
capacidad para revertir todo lo conseguido.
Son fases de un nuevo ciclo histórico y político que vienen atravesando algunos países en la región, algunos habiendo cumplido
casi a rajatablas con cada uno los requisitos en cada una de ellas y
otros, tal vez, en una versión light apelando a un posibilismo relativo. Pero de una manera u otra, con las especificidades de cada
uno es indudable que en América Latina, en diferentes países, se
han producido cambios significativos que han permitido contrarrestar la propuesta neoliberal inaugurada en aquel Consenso de
Washington (acuñado en 1989 por el economista John Williamson,
pero que venía comandado desde finales de los setenta y principios de los ochenta por Margaret Thatcher y Ronald Reagan; y con
previas experiencias piloto como la dictadura de Pinochet en Chile
y la dictadura cívico-militar en Argentina). El nuevo sentido común
existente en algunos países de la región, con efecto (parcial) de
contagio sobre los otros, es una muestra inequívoca de que, además
de haberse resistido a la hegemonía neoliberal, se ha conseguido
consolidar un cambio de época que va más allá de un ciclo electoral
favorable.
Se trata de un nuevo ciclo político abierto en muchos países de
América Latina, que en los casos de Venezuela, Bolivia y Ecuador se
cristalizó en procesos constituyentes que culminaron en la elaboración de un nuevo pacto social; esto es, una nueva Constitución.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Nuevas reglas de convivencia para un nuevo tiempo que se abría,
poniendo punto y final a la época neoliberal. Son tres escenarios
que difieren del resto precisamente por este aspecto central: no
aceptaron ninguna refundación que no fuera edificada sobre las
bases de un nuevo contrato social, económico y político, sellado por
la nueva mayoría ciudadana. Venezuela, Bolivia y Ecuador constituyen realmente la máxima expresión de este cambio de época en
América Latina, lo cual no quiere decir que no haya habido casos
como, particularmente, el argentino o el uruguayo –también el
caso paraguayo hasta la destitución de Fernando Lugo– y quizás
también (aunque en menor medida) Brasil, que no sean ejemplos
de procesos políticos que están participando muy activamente en
este nuevo cambio de época abierto en la región. Pero son los casos
específicos de Venezuela, Bolivia y Ecuador los que más han avanzado, tanto en el cierre de la época neoliberal como en la inauguración de otra época totalmente diferente, que además marca el
rumbo a otro horizonte estratégico. Venezuela con su Socialismo
Bolivariano del siglo xxi, Bolivia con su Socialismo Comunitario
del Vivir Bien, y Ecuador con su Socialismo del Buen Vivir, marcan
un destino superador del capitalismo, interpelándolo desde sus
entrañas, desde sus propias raíces, proponiendo un tránsito que va
más allá de una época simplemente postneoliberal.
Es por esta razón que este libro se centra en esos tres países
y no en otros, a pesar de que sin duda hay otros escenarios donde
el proceso de cambio ha sido notable y ha inaugurado una época
que no podría ser encorsetada desde ningún prisma neoliberal. El
caso argentino es, seguramente, el más simbólico en este sentido
y por ello se apelará a él en muchos aspectos para mostrar cómo
también se ha logrado fundar un cambio de época, a pesar de no
haber habido una refundación constitucional. También el caso de
Brasil ameritaría estar presente a lo largo del texto (tanto por lo
que representan los cambios adentro, pero fundamentalmente por
la influencia que tiene fronteras afuera) y, seguramente, lo mismo
para el caso de Uruguay, pero el propósito de este libro es realmente presentar una caracterización de los cambios más notorios y
14
INTRODUCCIÓN
significativos que se han producido en América Latina, en aquellos
lugares donde los procesos políticos han supuesto un verdadero
punto de inflexión, una ruptura con lo que venía sucediendo, al
mismo tiempo que han logrado avanzar desde un nuevo paradigma
constitucional, marcándose así nuevos desafíos estratégicos en lo
económico, en lo político y en lo social. Esto no resta importancia al
resto de procesos, ni pretende competir con ellos. No se trata aquí,
como muchas veces se plantea, de discutir como si todo análisis
debiera circunscribirse a una carrera de caballos entre los unos y
los otros; no es riguroso realizar ciertas comparaciones (odiosas)
ignorando las divergencias entre cada caso.
Es cuestión de explicar por qué el libro centra mayoritariamente su atención en estos tres países y no en el resto, pero sin que
ello signifique que para tener una panorámica integral, amplia y
rigurosa, se debería considerar también a esos otros países que
también han sido capaces de poner en jaque al modelo imperante. También sería preciso hurgar al interior de otros países que
aparentemente han cambiado poco (o mejor dicho, se han movido
más como se pretendía desde afuera, desde los poderes económicos
dominantes), para observar qué es lo que se está tambaleando en
esos pactos firmados por arriba, descuidando lo que le pasa a la
mayoría de abajo. Es, sin duda, necesario y urgente afrontar todas
las aristas de este complejo entramado que realmente es América
Latina. Este ensayo es solamente un primer acercamiento, con el
objetivo de poner encima de la mesa cómo se caracteriza y problematiza esta particular América Latina en movimiento-disputa; que
ha sido capaz de dejar atrás las décadas neoliberales perdidas, a
favor de unos años que han supuesto una década ganada para la
mayoría social. Han sido, estos últimos, unos años que conforman
la primera fase de una época ganada, de este cambio de época que
nació con el siglo xxi.
A partir de aquí, el desafío es no quedarse paralizado, vanagloriándose con halagos y virtudes propias y características de
esta década ganada para Venezuela, Bolivia y Ecuador, y también
para Argentina y Brasil y Uruguay. No se trata de pesimismos
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
paralizantes (ese ‘todo está mal’ que esteriliza cualquier proceso
de cambio), pero tampoco de exceso de triunfalismo en retrospectiva. El gran reto es dar un paso más, un nuevo salto adelante para
afrontar lo que resta por venir: los nuevos objetivos estratégicos e
históricos para identificar las nuevas adversidades coyunturales
(tanto adentro como afuera); de qué viento a favor se dispone, cuáles
son las nuevas demandas de la mayoría social para así encontrar
las respuestas, cómo se puede lograr irreversibilidad de todo lo
conquistado, cuáles son las actuales y futuras contradicciones y
tensiones para que sigan constituyendo la base-motor creativa del
proceso de cambio. Son muchas las dimensiones impostergables
que deben encararse para seguir de cerca rigurosamente el futuro
de esta América Latina en disputa.
Después de las décadas perdidas, llegó una década ganada
como parte de un cambio de época y, a partir de ahora, los próximos
años constituyen una década en disputa, una nueva pugna en torno
al sentido común de la siguiente etapa en este actual ciclo político
ampliado de transformaciones sociales y económicas que tiene
lugar en el continente.
Esa secuencia presentada gráficamente a modo de décadas,
perdidas-ganadas-en disputa, constituye la base sobre la que se
ordena este libro. No es posible discutir prospectivamente acerca
de los ejes disputados en la región sin antes conocer cuál fue la
estructura de dominación neoliberal característica de las décadas
perdidas, pero tampoco es apropiado profundizar sobre la disputa
sin haber ahondado en la década ganada, como punto de partida
del cambio de época en América Latina. No se trata de presentar los
capítulos como si estos fuesen compartimentos estancos. El objetivo
es precisamente lo contrario: presentar cada etapa a partir de un
diálogo fluido con las otras, porque solo así se pueden complejizar
las interpretaciones sobre la disputa abierta en América Latina,
fortaleciendo la argumentación y la fundamentación del análisis en
torno a las múltiples dimensiones en las que esta se libra.
El capítulo siguiente representa este primer momento analítico: las décadas perdidas en América Latina en la época neoliberal.
16
INTRODUCCIÓN
Saber de dónde se viene y cómo funcionaba estructural y orgánicamente el modelo neoliberal en la región, y muy especialmente en
los tres países que son objeto de máxima atención, se convierte en
asunto prioritario para iniciar este recorrido geográfico, histórico y
geopolítico. La intención no es únicamente presentar cuáles fueron
los efectos devastadores de las políticas neoliberales en América
Latina; además de ello, es importante conocer en detalle cómo se fue
implementando la matriz dominante neoliberal y en qué principios
rectores se basó la nueva propuesta económica-organizadora del
capitalismo para esa casa4 llamada América Latina a partir de los
años ochenta. Desentrañar qué es lo que realmente existe detrás
del decálogo de Washington es imprescindible para comprender
todo lo que avanzó el neoliberalismo y cómo llegó a ser en muchos
momentos concebido como un orden económico y político irreversible. Resulta preciso conocer en profundidad al neoliberalismo,
más allá de un simple recetario. Se trata de comprender el neoliberalismo como ese orden hegemónico capaz de consolidar el metabolismo social del capital, esto es, capaz de fundar y sostener un
determinado conjunto de relaciones y reacciones laborales, comerciales, productivas, financieras y sociales (y también culturales),
ocurridas al interior de un patrón económico siempre a favor de
unos pocos, en detrimento de una mayoría.
Es tan vigorosa la concepción mundializadora de esta propuesta
hegemónica neoliberal, que es obligado describir analíticamente
los hilos de la interdependencia de América Latina con el centro
de gravedad del capitalismo global. Todo ello abona la comprensión
acerca de por qué los efectos sobre la población latinoamericana
fueron, como ya es de sobra conocido, décadas perdidas que bien
podrían haberse llamado de cualquier otra forma; décadas sufridas,
décadas arrancadas, décadas en la que se expropiaron la soberanía
y el derecho a disfrutar de una vida digna para la mayoría popular
4 El término ‘economía’, en su origen etimológico, proviene del griego oikonomia: oikos, hogar, y nemein, administración. La economía, desde esta
premisa básica, ha de responder precisamente a esa esencia: cómo ‘organizar la casa’.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
en cada país. El endeudamiento y empobrecimiento social masivo
conforman un pasado que no conviene olvidar, a pesar de que el
presente y el futuro vayan marcando otros novedosos desafíos.
Ni Estado de Bienestar ni Estado de bienestar en miniatura: el
neoliberalismo hizo desaparecer la seguridad jurídica que debía
garantizar los derechos sociales de la mayoría ciudadana, a favor
de una seguridad jurídica en materia de tratados bilaterales de
inversión, de tratados de libre comercio que fueron en detrimento
del bien común y en favor del enriquecimiento de unos pocos.
Fue ese el punto de partida –y no otro cualquiera– el marco de no
convivencia en el que emergieron nuevas propuestas que canalizaron esas demandas; aparecieron movimientos e instrumentos
que transformaron el desencanto en esperanza. América Latina
se configuró, como afirma Emir Sader5, en el eslabón más débil de
la cadena mundial neoliberal, y ello es un hecho fundacional que
marca y condiciona la prisa con la que se fueron articulando inicialmente aquellos procesos de cambio que buscaban, como fuere,
enterrar la larga y sufrida noche neoliberal.
El capítulo segundo se dedica a presentar lo que ha significado la década ganada, como fase inicial de un cambio de época
en América Latina, concentrando la atención en lo acontecido en
los tres países-eje del análisis: Venezuela, Bolivia y Ecuador, sin
dar la espalda a otros casos que también suscitan interés para
comprender más ampliamente lo que supone este ciclo político de
transformaciones en toda la región. Cualquier radiografía analítica
de este período ha de iniciarse inexorablemente por una primera
etapa de irrupción popular-plebeya, nacional-popular, que interpela y cuestiona en su totalidad al modelo vigente en esos años. No
sería posible comprender esta década ganada, si no es atendiendo
a este sujeto movilizador como ese nuevo topo, con potencia y capacidad emancipadora.
5 Emir Sader. El nuevo topo: los caminos de la izquierda latinoamericana,
Editorial Siglo XXI, Buenos Aires: 2009.
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INTRODUCCIÓN
Con ese precedente, emergen los liderazgos de Hugo Chávez en
Venezuela, el de Evo Morales en Bolivia y el de Rafael Correa en
Ecuador; también el de Néstor Kirchner en Argentina, el de Lula
da Silva en Brasil, el de Pepe Mujica en Uruguay y el de Lugo en
Paraguay. Son procesos que no surgen de la nada ni de ningún laboratorio. Son propuestas constituyentes para los casos de Venezuela,
Bolivia y Ecuador con el objetivo de refundarse; de renovar el pacto
social, económico y político, incluyendo a la mayoría; de reapropiarse de todo lo que había sido expropiado por el neoliberalismo,
de recuperar la soberanía controlando la riqueza estratégica existente en cada país, de abandonar la inserción subordinada y dependiente en el sistema-mundo.
Es otro paradigma que resurge para saldar, en una primera
etapa y de la forma más urgente posible, la deuda social heredada
que afectaba injustamente a cada ciudadano en su vida más cotidiana. No había paciencia que soportase las paupérrimas condiciones en las que vivía la mayoría social. Esta coyuntura adversa
era el primer obstáculo para saltar porque a partir de ahí se podría
pensar en las transformaciones estructurales y estratégicas necesarias para sostener este proceso de cambio en el futuro. Es por
ello que el capítulo describe y repasa cómo se lograron en Venezuela, Bolivia y Ecuador, en tiempo récord, avances sociales sin
parangón en la historia de cada país. Se recorre paso a paso aquello
que supone hoy una década ganada en lo económico, en lo social
y también en lo político, y que ha permitido consolidar un cambio
de época en América Latina. No solo ha habido avances sociales en
materia de salud, educación, vivienda, servicios básicos, empleo y
salario real, desnutrición y natalidad, etc., también se ha avanzado
en cambios estructurales muy considerables en diferentes ámbitos
de la política económica. De hecho, la consolidación de nuevos
espacios de integración en América Latina (ALBA, Unasur, Celac
y un nuevo Mercosur), con mayor grado de independencia de los
países centrales, así como las nuevas alianzas geoestratégicas con
otros polos geoeconómicos, son un pilar fundamental del nuevo
cambio de época para esos países, pero también ha supuesto un
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
gran influjo en el resto de países en el modo de concebir el nuevo
paradigma geopolítico.
El último capítulo es tal vez el más desafiante y novedoso en
relación con los anteriores en tanto que procura abrir, a modo de
aperitivo, un debate a futuro exhibiendo los ejes de disputa en
América Latina para los próximos años. Es un primer intento de
determinación de una suerte de decálogo en disputa en América
Latina, esto es, dibujar los principales nudos gordianos que sí o sí
se deben afrontar en los próximos años. Si el cambio de época es tal
por las sustanciales modificaciones que se han producido, entonces
será primordial realizar un sano ejercicio de inventario para identificar aquello que ya no es igual a lo de antes y, en consecuencia,
surgirán seguramente exigencias y demandas de las mayorías,
nuevos temas en discusión, en tensión, nuevas y viejas contradicciones, sean al interior del bloque o derivadas de la confrontación
con el exterior. Son nuevos desafíos que aparecen tanto por errores
propios, como por la necesidad de revisiones de los cimientos, o
por reacomodos precisados para reequilibrar desfases y desequilibrios ocasionados por el mismo proceso de cambio. Estas son las
claves para discutir acerca de la viabilidad y la sostenibilidad de
este cambio de época; la irreversibilidad será más efectiva en tanto
sea posible enfrentar los próximos años en disputa, acertando en la
identificación de las nuevas tensiones y contradicciones surgidas al
calor de la propia dinámica del vertiginoso proceso de cambio. Pero,
además, hay un mundo ahí afuera que ha dejado de ser el mismo de
antes, geopolítica y geoeconómicamente.
Más vale tarde que nunca porque va siendo hora de actualizar
ese oportuno debate que abrió García Linera en relación con las
contradicciones creativas de los procesos de cambio. Esto fue hecho
hace unos años, cuando tal vez algunos procesos aún no habían
tenido el tiempo necesario para consolidar suficientemente el
nuevo proyecto hegemónico y, por tanto, sin perspectiva temporal
amplia para saber con exactitud qué tipo de tensiones se debían
afrontar como prioritarias, como aquellas que podrían ser denominadas de primer orden. Es, por tanto, momento oportuno para
20
INTRODUCCIÓN
aprovechar la ventana que se quedó entreabierta después de esos
planteamientos, y así seguir contribuyendo al debate en relación con
la reformulación de cuáles son actualmente las nuevas tensiones,
al calor de lo que se vive hoy en día en la región latinoamericana,
siempre teniendo en cuenta el cambiante contexto geoeconómico
y geopolítico. El objetivo es fijar la mirada en la agenda abierta en
disputa para los próximos años en América Latina a partir de las
contradicciones, tanto aquellas que surjan al interior de los procesos
de cambio como las que sean fruto de confrontación con otros
modelos antagónicos aún vigentes en el continente y fuera de él.
Es preciso preguntarse por la relación dinámica entre aquello
que se desea conservar como irreversible y todo lo que aún resta
por revertir, por las posibilidades de gestionar exitosamente las
urgencias de la coyuntura sin perder de vista las transformaciones estructurales; por la gestión estatal como nuevo tempo de
la política; por la disputa por la nueva renta en destino y el papel
del rentismo importador en esta pugna; por la dimensión productiva como centralidad económica estratégica para estos años; por
la dialéctica entre las posibilidades reales de distribución (desde
las raíces) y el camino exclusivo de las políticas redistributivas;
por cómo conciliar el plano nacional con el supranacional; por la
disputa geoeconómica mundial que plantea un punto de bifurcación entre la subordinación atlántica y la inserción bricsiana, y
cómo esta última también tiene sus ventajas e inconvenientes; por
cómo debe afrontarse la confrontación con una nueva otredad: la
nueva derecha regional y mundial; y por último, preguntarse por
el nuevo relato apropiado para una nueva época (acorde con los
cambios respectivos). Los próximos capítulos invitan a discutir
este movimiento: de las décadas perdidas a la década ganada y, en
adelante, la década en disputa.
21
Capítulo 1. Era neoliberal: el tiempo de
las décadas perdidas
Emergencia y consolidación del neoliberalismo
como paradigma hegemónico a nivel mundial
Durante los años setenta, el sistema capitalista comenzó a
mostrar síntomas de ralentización y agotamiento respecto a su
proceso de acumulación. La tasa de ganancia del capital en los
países centrales fue desacelerándose, hasta llegar a estancarse.
El establishment político y económico dominante respondió de
inmediato buscando culpables, con un único objetivo: encontrar el
nuevo orden económico para los próximos años, poniendo punto y
final al modelo keynesiano que había venido imponiéndose para
gestionar el capitalismo de forma global desde el fin de la Segunda
Guerra Mundial. Conjuntamente y sin fisuras, la política en los
países centrales, los organismos financieros internacionales y la
teoría económica hegemónica alertaron en esos años setenta sobre
la necesidad de otro mundo posible, que debía tener la responsabilidad de hacer renacer al capitalismo con más fuerza y vigor, y con
más solidez para que volviera a hacer crecer la tasa de ganancia en
forma sostenible para las siguientes décadas. Ello exigió una nueva
forma de organizar la casa-mundo económica y políticamente; se
23
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
trataba de una reconfiguración del nuevo orden global del capitalismo, de tal forma que se asignaran renovadas funciones utilitarias
y diferenciadas para cada uno de los actores que participan en este
juego-mundo.
La guerra fría seguía como telón de fondo en esos años, aunque
con menor intensidad que en las décadas previas6. Todo parecía
indicar que la disputa entre ambos bloques se decantaba progresivamente a favor del capitalismo y en detrimento del campo socialista, quien continuaba perdiendo fuerza y aliados. Pero a pesar
de que el enfrentamiento en clave geopolítica seguía vigente, el
capitalismo –desde los países centrales– estaba más preocupado,
en primera instancia, por reorganizarse en su seno para luego
poder iniciar una ofensiva que le permitiera lograr, definitivamente, que los países no alineados ni a un lado ni al otro acabaran
siendo aliados o, mejor dicho, alineados según el orden capitalista
mundial. De esta forma, el objetivo era desmembrar progresivamente el campo socialista hasta terminar con la Unión Soviética,
que no pasaba por su mejor momento económico.
En esta pugna, la discusión por el modelo económico que debía
predominar y dominar no fue una cuestión baladí. ¿Cuál debería
ser el modelo de acumulación capitalista para los próximos años?
He aquí una de las principales cuestiones de fondo de ese momento
histórico en plena disputa. En la búsqueda de culpables para la
crisis, el Estado se llevó casi toda la responsabilidad y, en vez de
discutir acerca de qué Estado era necesario para salir adelante, el
planteamiento eran tan maniqueo como irresponsable: si el Estado
(supuestamente) no funciona, entonces es preciso eliminarlo o
reducirlo a la mínima expresión (solo suficiente para garantizar el
orden capitalista que se pretendió implementar). La idea fue realmente acabar con el rol protagónico que había tenido el Estado en
CAPÍTULO I
las políticas keynesianas y transitar hacia un modelo donde eso que
llaman mercado7 jugara un papel cada vez más preponderante.8
Aunque en muchas ocasiones se ha explicado la llegada de este
nuevo modelo económico con base exclusiva en la dicotomía entre
Estado/mercado, la nueva organización de la casa-mundo abordó el
nuevo reto mucho más integralmente. Se llevó a cabo una rediscusión completa del modelo y se realizaron propuestas determinadas
para cada uno de los aspectos que el capital exigía para que todo
estuviera bien ordenado, permitiendo nuevamente un repunte
sostenible de la tasa de ganancia. Se redefinieron los roles y tareas
para todos los países insertados, subordinadamente, en el sistema
capitalista. Para que se entienda aún más, simplemente, los países
centrales precisaron que a partir de entonces la periferia fuera
dependiente no solo a una velocidad –la comercial–, sino también
a múltiples velocidades: por la vía productiva, tecnológica y financiera; todo ello sin olvidar la necesidad de seguir construyendo la
dependencia epistemológica que facilitara, de esta manera, construir una verdadera hegemonía cultural y académica.
De esta forma, volvieron muchas de las ideas del liberalismo,
pero tan rejuvenecidas y actualizadas y con tantos matices, que
incluso se constituirían en un nuevo paradigma en sí mismas, muy
diferente al corpus de ideas de donde procedían; porque el neoliberalismo no es ni siquiera una nueva versión del liberalismo, es una
ecuación económica y política propia, con características únicas,
que se convirtió en la nueva fórmula hegemónica de gestionar el
capitalismo. Muchos autores siguen empecinados en hablar del
neoliberalismo como una corriente política que parte del liberalismo. Esto podría ser aceptado en el momento de su nacimiento,
a fines de los setenta, pero después de haberlo visto evolucionar
7 Las explicaciones en torno al eufemismo que usa la hegemonía neoliberal sobre el término ‘mercado’ se darán en próximas líneas.
6 Ello no quiere decir que la tensión hubiese terminado, porque aún persistían situaciones complejas, como cuando Estados Unidos no aceptó el
triunfo del Partido Comunista afgano en 1978 y detonó una guerra civil.
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8 Así, muchos autores defendieron por aquel entonces que el Estado de
Bienestar había llegado a su estadio de agotamiento. Por ejemplo, Vito
Tanzi. “El papel del Estado y la calidad del sector público”, Revista de la
Cepal: 2000.
25
América Latina en disputa
se puede afirmar rotundamente que es un paradigma económicopolítico en sí mismo, que se asienta sobre concepciones filosóficas
propias de este nuevo momento histórico de finales de siglo xx.
El neoliberalismo fue (y sigue siendo) la llave mágica para
ordenar el mundo capitalista, subordinando al ser humano y a la
naturaleza a merced de la tasa de ganancia del capital privado.
Ante tal desafío, el sistema capitalista procedió a diseñar un plan
estratégico de largo aliento, estableciendo nuevos meta-objetivos y
objetivos específicos, acompañados de un nuevo lenguaje para un
renovado y moderno relato que facilitase la implementación de las
medidas necesarias en materia de políticas económicas. Además,
fue necesaria una arquitectura institucional internacional que
funcionara como gran garante de este nuevo proyecto hegemónico;
es por ello que donde aún había mucho por hacer aparecerían las
nuevas instituciones y, en otros casos, se trató de afianzar las instituciones existentes, encaminándolas a los nuevos retos y desafíos.
Mucho se ha hablado de neoliberalismo desde uno u otro punto
de vista político y académico, a favor y en contra de sus principios
y sus políticas económicas, de sus diagnósticos y sus recetas. Justamente, una gran victoria de esta estructura dominante ha sido el
ser discutido desde su propio plano, a partir de visiones maniqueas,
como si todo se tratara de una variable dicotómica de sí o no, de
todo o nada, como si no se pudiera discutir con matices sobre la
veracidad de los supuestos sobre los que se construyen sus propios
modelos, sobre los efectos y variables que nunca son considerados
por tratarse de temas sociales que no deben ser objeto del debate
económico, etc. Justamente, para evitar caer en esta trampa analítica, en las próximas líneas se presentan en forma resumida, pero
rigurosamente, las principales bases estructurales del neoliberalismo, que son el sostén de este nuevo orden económico mundial
hegemónico, instaurado para la gestión global del sistema capitalista. Sin conocer bien cómo funciona el neoliberalismo, metabólica
y orgánicamente, es imposible luego entender sus consecuencias y su responsabilidad en las décadas perdidas en América
Latina. El conocimiento sobre la caracterización estructural del
26
CAPÍTULO I
Alfredo Serrano Mancilla
neoliberalismo y, por tanto, cómo opera en clave estructural, es
un prerrequisito fundamental para posteriormente comprender
por qué fue tan complicado disputar su irreversibilidad y por
qué, además, a pesar de la década ganada del cambio de época en
América Latina, en el siglo xxi todavía perduran ciertos retales no
marginales de esta hegemonía que impide, muchas veces, mayores
avances a favor de la mayoría social.
Anclaje en la Teoría Económica Neoclásica
El neoliberalismo se ancla en el paradigma teórico de la
economía neoclásica, conformado a fines del siglo xix y principios del xx y, partiendo de este, diseña las políticas económicas que
convienen al capitalismo para revitalizar el proceso de acumulación y concentración anhelado, virtuoso para el capital privado y
vicioso para las mayorías populares. Hay que tener este punto claro
como el cristal: no es que la economía neoclásica sugiera tal o cual
cosa, sino que es al revés: es la política, los objetivos políticos los
que se ponen encima de la mesa, y luego es la economía neoclásica la que logra sustentarlo con base en hipótesis marcianas que
nada tienen que ver con la realidad. La esencia neoclásica facilita
esta secuencia –esta forma de actuar– porque siempre parte de
reducir la realidad a los supuestos que le interesan para demostrar
el resultado que se ha propuesto demostrar. La teoría económica
neoclásica no sirve, no vale, porque inventa un objeto de investigación, porque provoca la reducción del objeto de la ciencia económica. Son muchos los ejemplos con los que se puede mostrar cómo
se trata de una economía del fraude9 en que se engaña desde las
hipótesis, pero que, además, abusa de un aparataje instrumental
metodológico, siempre cuantitativo, para presentarse como estudio
técnico y, por tanto, neutral. Ahí está el otro punto fuerte del neoliberalismo: siempre presentar los análisis para lograr un objetivo
9 Como diría John Kenneth Galbraith. La economía del fraude inocente,
Crítica, Barcelona: 1984.
27
América Latina en disputa
disfrazado como algo de índole técnico y neutral, es decir, postpolítico. Este aspecto es fundamental para comprender que no hay
ciencia económica ni herramienta metodológica neutral ni fuera de
los confines políticos. Sin embargo, después de repetirlo hasta la
saciedad, el neoliberalismo logró en sus albores posicionarse como
una propuesta tecnocrática, siempre objetivando a su manera cualquier subjetividad posible y tratando de situarse imparcialmente,
mostrándose indiferente frente a las parcialidades de la historia.
De esta manera el neoliberalismo, con la economía neoclásica
como bandera, pretendía desplazar la disputa política por una
disputa entre expertos, en la que el pueblo no tuviera nada que
decir, acallándolo frente a las grandes sentencias de un grupo de
técnicos muy cualificados que sabrían qué hacer para que las cosas
fueran mejor para todos. Lo que no decían es que esa técnica estaba
al servicio de un interés político determinado, que respondía a la
desigual correlación de fuerzas económicas imperante en el mundo
capitalista. El neoliberalismo usa la teoría neoclásica para conseguir un desplazamiento de eje político por uno exclusivamente
técnico, permitiendo, así, excluir a las mayorías del debate político;
todo ello es posible porque realmente sí hay una sintonía absoluta
entre la teoría económica neoclásica y el neoliberalismo, al partir
(ambos) de un mismo contenido en términos de filosofía política.
Esa unidad se puede observar en cómo coinciden en relación con:
1) el individuo como sujeto de estudio y política, es decir, en la visión
antropocéntrica del mundo, 2) la existencia de una visión colonizadora de la racionalidad suprema que permitirá homogeneizar cualquier heterogeneidad subjetiva y cultural, 3) la mercantilización
del objeto de estudio económico (todo lo que no sea susceptible de
ser mercantilizado no es de interés de esta nueva economía), y 4)
la superioridad del valor de cambio en el mercado por encima del
valor de uso. Son estas y otras coincidencias las que explican por
qué hay que entender el neoliberalismo entendiendo la economía
neoclásica.
28
CAPÍTULO I
Alfredo Serrano Mancilla
Con relato y lenguaje
Aunque la economía preponderante lo trata formalmente con
desprecio, el lenguaje es parte de la economía, porque la economía
desde su etimología –organizar la casa– es política. Gracias al
lenguaje, las políticas económicas se justifican y también se hacen
más atractivas y digeribles. Para ello, el neoliberalismo usó una
batería de términos, casi todos en tono muy positivo, buscando que
no generaran rechazo. Fueron muchas las expresiones que permitieron al neoliberalismo un lenguaje propio, embaucador, capaz
de enredarse en una narrativa muy sagaz y convincente, que era
fundamental para servir como intermediario entre los técnicos y
el pueblo. La ecuación perfecta: la política quedaba relegada a
un plano invisible porque era este lenguaje, de publicidad (puro
marketing), el que se ocuparía de narrar aquello que las mayorías
deseaban escuchar, y luego eran otros, los expertos tecnocráticos,
quienes se dedicaban a escribir la letra pequeña de cada una de las
políticas económicas a implementar.
Por ejemplo, en el neoliberalismo, el término ‘modernidad’
se utilizó como pretexto para ‘norteñizar’ a todo el sur cuando se
trataba de la periferia, porque, ¿a quién no le convence la idea
de ser más moderno? Sí, seguramente algunos dirían no, pero la
mayoría popular estaría dispuesta a aceptar cualquier cosa por ser
más modernos después de siglos en los que el mito de lo moderno
vino inoculado desde el Norte, como parte de un patrón de dominación económica y cultural. Así, con este término se permitieron
modificar, por ejemplo, buena parte del Estado, reformulando su
rol para convertirlo en garante de los postulados e intereses económicos del bloque dominante.
En el caso de las políticas económicas, estas venían bajo
la proclama de ‘programas de ajuste’ y ‘planes de estabilización’. Comenzar por ajustar es aceptar una etapa previa: que hay
desajuste. Y nuevamente, ¿a quién le gusta estar desajustado? Lo
mismo si hablamos del vocablo ‘estabilidad’. También subyace una
condición aceptada porque da calma y sosiego. Lo que no se llegaba
29
América Latina en disputa
nunca a decir en un primer momento es qué se ajustaba y a qué
se quería dar estabilidad. De hecho, nunca se estabilizaron unas
condiciones salariales favorables y se ajustó la tasa de ganancia,
sino que lo que sucedió fue todo lo contrario: el ajuste era sobre el
ser humano y la estabilidad para el capital o, dicho de otro modo, lo
que se vino con el neoliberalismo fueron programas de desajuste y
desestabilización para los seres humanos.
Otra palabra bien empleada por el neoliberalismo fue el ‘consenso’,
más concretamente en referencia al Consenso de Washington, como
receta de las políticas económicas fundamentales del neoliberalismo para la mayoría de países de América Latina. Realmente,
este llamado consenso fue el mayor de los disensos porque nunca
estuvieron de acuerdo con él la mayoría de los pueblos, sino que
fue un pacto entre muy pocos: algunos organismos internacionales
bajo el auspicio de Estados Unidos, con la anuencia de las élites
gobernantes, acostumbradas a ejercer el poder subordinadas a
intereses foráneos. Se dio por válido como consenso el documento
What Washington means by policy reform (“Lo que quiere decir
Washington con reformar orientaciones políticas”), de Williamson10,
porque el lenguaje supo imponer su habilidad frente a una realidad
que distaba mucho de ser el contenido de ese significante.
Otro término muy recurrente para el neoliberalismo –y para
la economía neoclásica– es el de ‘libertad económica’. Este sí que
viene del liberalismo y su revolución liberal burguesa en Francia.
La ‘libertad’ fue la palabra que condicionaba a cada una de las políticas económicas: libre comercio, liberalización financiera, libre
mercado, etc. ¿Quién podría cuestionar que algo fuera libre? Nadie,
pero sí hay que aclarar que la premisa de libertad está subordinada a una condición previa aún más importante; en otras palabras, ¿de qué sirve ser libre para comer, si no tienes qué comer?
10 Elaborado también en un documento como trabajo para una conferencia
organizada por el Institute for International Economics, al que pertenece
John Williamson (John Williamson. “What Washington means by policy reform”, en: John Williamson, (ed.), Latin American adjustment: how
much has happened, Institute for International Economics, Washington:
1990).
30
CAPÍTULO I
Alfredo Serrano Mancilla
Es trascendental ser libre para elegir qué comer, siempre y cuando,
previamente, se haya solventado el problema de disponer de los
recursos necesarios para poder elegir qué comer; por ello, el neoliberalismo manipuló constantemente el sentido de la libertad para
llegar a una situación solo deseada para aquellos que han resuelto
la etapa previa, es decir, disponer de las condiciones materiales
para ejercer esa libertad en lo económico.
Estos son solamente algunos ejemplos de los eufemismos utilizados por el neoliberalismo para no decir lo que realmente hacen.
Con ellos, y con una estrategia mediática afinadísima, el neoliberalismo fue construyendo su propio idioma, su propio relato, su
propia narrativa, con capacidad de ir creando un sentido común de
época, base fundamental para consolidar su hegemonía.
Economía de (libre) mercado
Conviene aclarar, desde un inicio, que el término mercado –desde
el neoliberalismo– es siempre utilizado como eufemismo para
no decir verdaderamente que esa institución de intercambio de
bienes y servicios es un lugar donde solo hay pocas empresas que
tienen todo el poder económico. El mercado realmente esconde
la estructura económica detrás de cada lugar de intercambio, y la
llamada economía de mercado es una suerte de adaptación del
darwinismo en materia económica y social: un sálvese quien pueda,
una suerte de ley del más fuerte pero que se da con condiciones
de partida desiguales, después de que unos pudieran entrenar en
las mejores condiciones y otros no tuvieran ni para comer. Cuando
se habla de economía de mercado se pretende mostrar una fotografía de un instante determinado, en estático, a partir del cual,
sin historia ni pasado, se determinan las condiciones de precio
del bien en cuestión. Y esto es válido para comprar cualquier bien
suntuario, así como también para los bienes más básicos para el
ser humano y para los que constituyen derechos sociales. Todo ha
de ser mercantilizado, incluso la fuerza de trabajo (cuestión que
se verá en un siguiente punto). La economía de mercado es una
31
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
apuesta por la mercantilización de todo lo que es intercambiable.
Con esta defensa, el neoliberalismo pretendía ampliar el abanico
de negocios posibles para que el capital privado pudiera participar,
lucrándose a partir de transacciones en cualquier materia, sea en
vivienda, salud, educación, acceso a servicios básicos (agua, luz,
gas), etc.
Realmente, el mercado neoliberal es la antítesis del verdadero
mercado en el que concurren muchas empresas, que da como resultado un precio a partir de esa competencia infinita. La economía
de (libre) mercado del neoliberalismo es sencillamente la forma
encubierta de ejercer un poder económico determinante, para
establecer condiciones de intercambio favorables para el capital
concentrado en pocas corporaciones. El mercado es la más ingeniosa manera de hacernos creer que hay una mano invisible que
regula las condiciones finales de precio en cualquier intercambio
económico de bien o servicio. Aunque parezca mentira, esto aún se
explica en las aulas de muchas universidades que dicen ser muy
prestigiosas. Así, el neoliberalismo despersonalizó la gran disputa
de economía política existente en cada intercambio; con ello, la
economía de (libre) mercado pretendió siempre apartar a la puja
distributiva de la controversia económica.
El papel del Estado
La discusión acerca del rol del Estado es el centro de gravitación
del neoliberalismo y, por ende, de los abordajes teóricos y metodológicos de la economía neoclásica. El neoliberalismo logró instalar
un falso debate entre Estado sí-Estado no, y dejar de lado el verdadero debate en torno a qué Estado se quiere, al servicio de quién,
en beneficio de qué modelo económico, favoreciendo qué patrón
de acumulación. El neoliberalismo retomó decididamente el tópico
del liberalismo clásico: laissez faire, laissez passer –dejar hacer,
dejar pasar– para hacer especial referencia a la desaparición del
Estado en la economía. Pero esta dicotomía es falsa porque el neoliberalismo jamás se planteó la desaparición del Estado, en tanto
32
CAPÍTULO I
este era necesario como guardián de la nueva política económica
y sus consiguientes firmas de adhesión a tratados internacionales
en materia comercial, financiera y de inversiones; se necesitaba,
además, un Estado asegurador ante cualquier riesgo de impago
de la deuda pública a los acreedores internacionales. Nótese,
en este punto, que en América Latina, esta deuda pública fue en
gran medida ocasionada como mecanismo de transferencia de
recursos hacia sectores privados, a pesar de que estos no habían
cumplido sus responsabilidades económicas en materia de desarrollo industrial.
En concreto, el Estado con el neoliberalismo no debía evaporarse sino reducirse, relocalizarse, pero sin perder la autoridad para
poder comenzar controladamente un período de privatizaciones de
derechos sociales básicos (educación, sanidad, vivienda, pensiones,
etc.) y sectores estratégicos (petróleo, otros sectores energéticos
como la electricidad, recursos naturales como el agua, etc.). El capitalismo, por tanto, gozaría entonces de nuevos sectores económicos
en los cuales imponer su lógica mercantilista y comercial, pudiendo
obtener adicionales tasas de ganancia. Se abrían nuevas posibilidades que ampliarían mercados para que el capital pudiera diversificar sus negocios, acumulando a una mayor velocidad. Todo ello
se haría bajo el nombre de la modernización del Estado, como eufemismo para ocultar que comenzaría un largo camino de privatizaciones de sectores económicos muy rentables en tanto constituían
piezas fundamentales en la economía, con una demanda cautiva en
el caso de los servicios públicos.
Hay que aclarar esto: no se trató de privatizar lo que no funcionaba, sino que en la mayoría de las ocasiones se realizó una privatización de muchos sectores con alto nivel de rentabilidad económica.
Este proceso de privatización fue en realidad el vaciamiento de los
sectores estratégicos en la mayoría de países de América Latina,
que comenzaba a transitar por la larga noche neoliberal. En los
casos de la mercantilización de derechos sociales, esto suponía
conceder al capitalismo la posibilidad de subordinarlos a la tasa
33
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
de ganancia; la prioridad era el beneficio empresarial frente a ese
derecho social.
Así, se hablaba de ‘ajuste’ para implementar una política
de reducción de inversión social e inversión pública, gracias a la
privatización de los sectores estratégicos y la pérdida de derechos
sociales. Sin embargo, lo que no se decía es que la despatrimonialización pública por venta de activos públicos importantes, vinculados a sectores energéticos y estratégicos, generaba un ingreso a
corto plazo (por los ingresos de la venta) mejorando así las cuentas
públicas, pero una pérdida de ingresos públicos en el largo plazo
porque en el futuro no habría empresas públicas. Pan para hoy,
hambre para mañana. Esta política de reducción del gasto público
perjudicaba claramente a aquellos que necesitaban de políticas
que compensaran las injusticias heredadas de décadas y siglos
pasados; más que una política de ajuste, fue una política de exclusión, desajuste y desestabilización debido a una deuda social que
iría creciendo enormemente. El neoliberalismo impuso que las
políticas del Estado en educación, sanidad, vivienda, fueran consideradas de gasto público y no como una inversión social, una clara
muestra de su concepción política respecto a garantizar estos derechos sociales.
La otra gran disputa del neoliberalismo, en relación con el
Estado, fue la nueva política fiscal. La nueva corriente política y
económica deseaba poner punto final al modelo keynesiano, y
también a ciertas teorías de Hacienda Pública (neoclásicas, no
marxistas ni institucionalistas) que entendían que el Estado había
de participar siempre y cuando existieran fallas del mercado. Los
impuestos son el mecanismo que permite precisamente disponer
de los ingresos públicos necesarios a partir de la propia riqueza de
un país, para luego llevar a cabo políticas sociales y de inversión
en sectores estratégicos. En este punto, el neoliberalismo lo tenía
fácil porque siempre es más cómodo convencer a las mayorías para
no pagar impuestos, pero esta comodidad lleva aparejada la incomodidad de no disfrutar, en muchos casos, de los bienes básicos
y tener garantizado el acceso a todos los derechos sociales. El
34
CAPÍTULO I
neoliberalismo se encargó de hacer propaganda en contra de los
impuestos presentándolos como una carga fiscal, como una privación de libertad.11
El superávit o equilibrio presupuestario fue el otro gran dogma
neoliberal en esta materia. Era la mejor forma de amputar al Estado
la potestad de ser rector de la planificación económica, o de la capacidad de intervenir y reaccionar frente a situaciones desfavorables.
Además, este dogma tenía que aplicarse año a año en cada ejercicio
fiscal, sin considerar que el horizonte temporal podría ser superior. En oposición al modelo keynesiano de controlar las cuentas
presupuestarias de forma plurianual, el neoliberalismo exigía que
cada año las cuentas públicas fueran equilibradas contablemente,
aunque esto ocasionara desequilibrios sociales. Con esta maniobra
se diferenciaba el sector público de la manera en que operan la
mayoría de las familias o incluso el sector empresarial, quienes
contemplan asumir un nivel de endeudamiento anual, siempre y
cuando haya capacidad para generar ingresos en los siguientes
años. Por el contrario, el neoliberalismo convirtió el déficit en un
problema, cuando en realidad este no es tal si hay capacidad de
generar riqueza suficiente, para ir obteniendo ingresos públicos
que sigan pagando los desfases presupuestarios necesarios para
realizar la inversión estratégica requerida, según la deuda social y
económica heredada.
El neoliberalismo, por lo tanto, lograba hablar de austeridad
fiscal para conseguir su objetivo real: no permitir que el Estado
participara en la economía, salvo en aquellos temas que sí requería
el capital privado: garantizar el pago de la deuda pública, firmar
tratados internacionales, ejecutar privatizaciones de sectores
estratégicos y garantizar las regulaciones pertinentes a favor del
capitalismo corporativo. Este último punto ha sido muy confundido cuando se han enumerado los principios del neoliberalismo,
porque muchas veces se dice que neoliberalismo es sinónimo de
11 Visto así por los más ultraneoliberales que heredaban la tradición pura
más liberal sobre este aspecto.
35
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
desregulación y eso no es cierto, de ningún modo. El neoliberalismo apostó a que el Estado siguiera siendo un ente regulador que
permitiera, justamente, que los capitales tuvieran seguridad jurídica para asegurarse una fructífera tasa de ganancia.
Con relación al Comercio Internacional
La nueva era neoliberal requería, para el capital privado, un
mayor expansionismo hacia nuevos mercados sin barreras arancelarias ni paraarancelarias; el capital necesitaba más territorio.
La mundialización de la economía deseaba acelerarse para transitar hacia una mayor globalización económica capitalista. El modo
de acumulación capitalista tenía que resolver una de sus contradicciones sistémicas mediante la ampliación de las fronteras de
posibilidades de consumo: se necesitaban consumidores por todo
el mundo; se requerían patrones de consumo del Norte por todos
los Sures. América Latina, con una importante población y donde
un largo proceso de colonización cultural había dado significativos resultados, era el lugar ideal para expandir mercados en la
búsqueda del nuevo dorado de consumidores. Para ello, el reducido proteccionismo habría de ser sustituido por tratados de libre
comercio que evitaran regulaciones para corregir asimetrías entre
los países firmantes. Los acuerdos de libre comercio son la mejor
forma de abusar del poder monopolista de unos países frente a
otros o, mejor dicho, de algunas transnacionales sobre algunos
países periféricos. La defensa neoliberal de los tratados de libre
comercio centra toda su atención, pretendidamente, en la discusión sobre aranceles de uno y otro lado, sin atender a los verdaderos
factores económicos fundamentales que determinan los efectos
sociales sobre la población.
Las políticas comerciales han evolucionado mucho desde su
etapa inicial. Las políticas comerciales en los países centrales del
sistema capitalista habían optado desde hacía tiempo por concentrarse en otras modalidades de proteccionismo, abusando de su
posición dominante respecto a la periferia. Este proteccionismo
36
CAPÍTULO I
no requería de aranceles, sino de ingeniería comercial en otros
ámbitos. Fueron muchas las políticas comerciales en ese camino,
pero se podrían destacar dos grandes grupos: 1) barreras paraarancelarias hacia afuera, y 2) políticas proteccionistas hacia adentro.
Sobre el primer punto hay que destacar que desde ese momento
el neoliberalismo comenzó a desarrollar un conjunto de normas
sanitarias y fitosanitarias, que funcionan a partir de un trajinado
principio precautorio y de certificados de calidad exigidos a los
productos externos, a partir de laberínticas metodologías unilaterales por parte de los países centrales. Estas barreras no arancelarias, desde hace años, son políticas mucho más efectivas para
obstaculizar el ingreso de productos periféricos sin la necesidad de
tener que aumentar aranceles.
Sobre el segundo punto, también la posición dominante de
los países centrales sobre la periferia se comenzó a ejercer –con
mucha fuerza después de la Segunda Guerra Mundial– con una
intensa política de subsidios a la producción y a sus exportaciones
de productos primarios. El mejor ejemplo de esto es lo que sucedía
en Europa, cuando surgió la Política Agrícola Común, en 1962, con
la excusa de la soberanía alimentaria, y se comenzó a subsidiar
a los productores de alimentos, haciendo así que su costo real de
producción se redujera mucho, lo que le permitía competir afuera
en condiciones mucho más favorables que las que generaban los
costos de producción de los países periféricos, a pesar de que estos
tenían bajos salarios. Esta política, en muchas ocasiones, llega hasta
el punto perverso de otorgar subsidios por encima incluso del costo
de producción, permitiendo así establecer precios predatorios (el
denominado dumping), poniendo, en consecuencia, un gran obstáculo
a la entrada competitiva de los productos latinoamericanos al territorio europeo, o ayudando a la entrada de productos europeos a
América Latina.
El neoliberalismo, en materia de comercio internacional,
mostraba entonces su trastorno bipolar y su hipocresía, exigiendo
libre comercio afuera al mismo tiempo que protegía adentro a sus
capitales privados nacionales, mediante políticas económicas que
37
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
usaban precisamente al sector público como actor central para
regular vía medidas paraarancelarias o subsidiar producción
nacional. Para asegurarse de que el mundo capitalista asumiera las
reglas y las trampas del libre comercio, se necesitaba de una nueva
arquitectura institucional. Por tal razón, en 1986, en una reunión
del GATT12, se aprobó el comienzo de la creación de un nuevo
organismo internacional, sincronizado con la nueva era neoliberal
del comercio mundial capitalista. El GATT quedaba viejo para las
nuevas pretensiones13. Las negociaciones para disponer de este
organismo, conocidas como la Ronda de Uruguay, tardaron ocho
años hasta consolidarse la Organización Mundial del Comercio
(OMC), que desde entonces se convertiría en el ente regulador a
favor del libre comercio, asegurándose primordialmente que la
periferia tenía que estar insertada en los países centrales mediante
esos candados.
El fenómeno de la financiarización
El neoliberalismo rápidamente entendió que el comercio no era
una cuestión exclusivamente de intercambio material de bienes
y servicios, sino que había otros sectores aún por descubrir, para
que el capitalismo pudiera reactivar su acumulación sin necesidad
de depender únicamente de forjar la dependencia comercial. El
capitalismo mercantil en su primera etapa y el industrial durante
el último siglo habían sido generosos con el proceso de acumulación, pero eran insuficientes en la nueva era para la reproducción
del capitalismo con independencia de una base material. Como
siempre, tan ingenioso, el capitalismo en su etapa neoliberal se
12 Acuerdo General de Aranceles y Comercio, por sus siglas en inglés.
13 Por ejemplo, el GATT era incompetente para el libre comercio porque
su artículo xix permitía que un país miembro impusiera medidas para
proteger sus industrias, siempre y cuando hubiera comprobado que las
importaciones causaban daño a una industria específica (Gustavo del
Castillo. “El proteccionismo estadounidense en la era de Reagan”, Comercio Exterior: 1987).
38
CAPÍTULO I
reinventa no solo en las nuevas reglas para ordenar la casa, sino
también en el objeto de transacción.
Para ello, el capitalismo industrial dio paso a la emergencia de
la financiarización de la economía; esto es, la base de intercambio
podría partir del mundo financiero sin necesidad de seguir imbricada por una base material equivalente. La apuesta, de allí en más,
era que las rentas de naturaleza financiera pudieran incrementar
sustancialmente su proporción dentro de la renta nacional, muy
por encima de la industrial. La financiarización es, en definitiva, el
aumento de la importancia del capital financiero que se traduce en
el creciente protagonismo económico y político de los agentes que
lo representan y, por tanto, en el incremento de su capacidad para
imponer sus intereses.
Así, con esta nueva estrategia de largo plazo, el capitalismo
neoliberal se garantizaba el destino del exceso de liquidez de los
petrodólares, no padecer más la crisis del fordismo, sortear la caída
de la productividad del capitalismo industrial (en parte por agotamiento tecnológico), y no tener que pelear en la puja distributiva
con los trabajadores, puesto que el nuevo sector, el financiero, no es
precisamente intensivo en mano de obra, sino que más bien prescinde de ella. Esto último suponía una gran ventaja a favor del capitalismo neoliberal, financiarizado en relación con el resto de las
modalidades de acumulación capitalista.
Al analizar el neoliberalismo, no es posible no relacionarlo
estrechamente con este fenómeno de la financiarización. A partir
de esta máxima, el programa económico neoliberal comienza a
diseñar un nuevo marco macroeconómico para que el capital financiero sea más protagónico que el Estado y que el capital industrial. La nueva arquitectura institucional será elaborada a favor
del mundo financiero, de los accionistas y acreedores de la deuda
financiera, y también en busca del control de la inflación para evitar
que esta mermara el capital.
El neoliberalismo, además, se caracterizó desde su inicio por
el fomento de la apertura financiera para desconectar la relación
entre ahorro e inversión nacional, porque a partir de ese momento
39
América Latina en disputa
el capital podría volar de un lugar a otro como quisiera, sin pagar
peaje alguno y con viento a favor, gracias a regulaciones a su
medida. No es cierto que se desreguló el mercado financiero; por
el contrario, lo que se hizo fue regular para garantizar la máxima
seguridad jurídica para su tasa de ganancia.
El mito de la Inversión Extranjera Directa (IED)
La Inversión Extranjera Directa es una vía mediante la cual
se abren las barreras para que el capital extranjero se introduzca
en otro país y pueda quedarse –presentándose como inversión–
el tiempo que estime rentable, sin ningún tipo de compromiso de
reinversión de utilidades netas. Se trata, en definitiva, de una buena
manera de extranjerizar el control de empresas de capital nacional,
esto es, un trasvase de poder hacia el extranjero ocasionando una
pérdida de importancia del capital nacional en favor del transnacional.
Esta IED no siempre es productiva ni está asociada con el
ámbito industrial; no siempre va en sintonía con la planificación
estratégica del desarrollo nacional ni con los objetivos económicos
de un país; no siempre es regulada por la legislación nacional de
acogida, sino que trae consigo su propia jurisdicción. Este aspecto
es realmente la gran trampa de este formato de inversión venido
de afuera, porque el país receptor no solo importa capital, sino
que acaba importando legislación extranjera, con la consiguiente
pérdida de soberanía que esto conlleva. Para ello, el neoliberalismo
empleó otro eufemismo, el de la seguridad jurídica, que refiere
sencillamente a que las leyes nacionales de acogida no sirven para
el tratamiento jurídico de la inversión extranjera. Para el neoliberalismo solo hay seguridad jurídica cuando: 1) la legislación nacional
se reforma para acomodarse a los principios internacionales de
regulación jurídica de inversiones o, 2) cuando directamente se
acepta la legislación de afuera como propia a partir de tratados
internacionales.
40
CAPÍTULO I
Alfredo Serrano Mancilla
Justamente para asegurar que la inversión extranjera directa
tuviese trato extranjero y no nacional, el neoliberalismo trajo
consigo dos artilugios, nuevamente presentados como técnicos, pero
que conllevaban un gran trasfondo político. El primero fue la puesta
en valor del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones (Ciadi), una institución del Banco Mundial con
sede en Washington (Estados Unidos) que, a pesar de haber estado
en vigencia desde 1966, en los años del auge del neoliberalismo se
convirtió en el árbitro internacional que dirime cada vez que surge
un conflicto entre la inversión extranjera y la legislación nacional.
El segundo fueron los Tratados Bilaterales de Inversión (TBI), que
constituyen el núcleo de la seguridad jurídica. Un TBI es un contrato
entre países, que permite regular las inversiones extranjeras entre
los mismos de forma aislada en relación con la legislación nacional.
Con esto, la inversión extranjera se asegura de tener un limbo jurídico propio, que nada tiene que ver con la legislación nacional. Estos
TBI se centraron en establecer regulaciones impositivas favorables, exentas de muchos impuestos, sin ningún tipo de obstáculo
en su entrada y salida y, especialmente, permitían que hubiese una
máxima facilidad para el envío de utilidades netas (obtenidas a
partir de la inversión) como remesa a las casas matrices.
Con el paso del tiempo, y dado el escaso compromiso de reinvertir utilidades en la empresa adquirida y participada, la transnacional iba remitiendo las utilidades a su casa matriz en su país
de origen y, por lo tanto, en términos netos, era previsible que la
salida de capital mediante este mecanismo fuera muy superior a la
entrada que se había producido en un primer momento en calidad
de IED. Así, la inversión extranjera directa pasaba de ser una
fórmula para atraer inversiones a considerarse un mecanismo de
fuga de capitales.
Fragmentación geográfica de la producción mundial
El neoliberalismo también modificó la planificación productiva a
escala mundial, en pos de un régimen más cómodo y rentable para el
41
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
capital industrial en esta nueva era de la financiarización. El sistema
fordista comenzó a ser desplazado por un régimen de acumulación
flexible, asentado en la irrupción de un nuevo paradigma
tecnológico (dominado por la electrónica, la biotecnología, la
informática y las comunicaciones). La liberalización comercial y
financiera facilitaba una mayor deslocalización productiva, que
permitía cambiar geográficamente la forma de producir en el
mundo.
El neoliberalismo dispuso que la producción industrial ya no
debía estar concentrada en un país, sino que se podría usar todo el
mundo capitalista para producir a escala global. Lo importante era
que la transnacional controlara todo el proceso productivo, aunque
este se diera en diferentes territorios. De esta manera, en esta etapa
los capitales comenzaron a migrar desde las naciones centrales
hacia aquellas zonas de la periferia que ofrecían mano de obra
barata y/o diversos incentivos económicos (subsidios a la exportación, exenciones impositivas, zonas francas). Los países centrales
se quedaron con las actividades de mayor valor agregado, las más
intensivas en conocimiento y, por el contrario, las que requerían
mayor mano de obra migraron hacia los países periféricos. Esta
nueva etapa de encadenamientos productivos mundiales también
se explica por la reducción de los impuestos aduaneros, bajada del
costo de los transportes y de las telecomunicaciones, el auge de
tecnologías, la movilidad del capital y de los factores de producción,
como asimismo la proliferación de los acuerdos bilaterales y multilaterales de libre comercio.
Los encadenamientos productivos ya no eran nacionales,
sino que pasaban a una dimensión transnacional. A partir de ese
momento, se puede hablar de la importancia, en la era neoliberal,
de las Cadenas Globales de Valor (CGV) como concepto asociado a
transformaciones productivas de la época. La nueva configuración
se caracteriza por una fragmentación geográfica de la producción
mundial. Ahora la fábrica no estaba en un país, sino que existían
infinitas fábricas desagregadas, para una o más fases de la cadena
de producción, repartidas por el mundo. En tal sentido, el imperio
42
CAPÍTULO I
del capitalismo no se circunscribía a su dimensión comercial,
financiera o de inversiones, sino que también el ámbito productivo pasaría a ser rehén de ese expansionismo sin fronteras para
que la acumulación capitalista pudiera optimizar todo el territorio
mundial. Se pasaba del made in USA, a una mercadería made in the
world.14
Con este reordenamiento productivo a escala mundial, de tránsito de lo nacional a lo transnacional, también se modifican las
relaciones geopolíticas y geoeconómicas. Los patrones de dependencia no solo se volverán característicos de los vínculos comerciales y financieros, sino también de un entramado productivo
cada vez más globalizado. El principal desafío para los países en
desarrollo era insertarse en los eslabones más avanzados de esas
cadenas para poder apropiarse del mayor valor agregado posible,
pero esto no será nunca factible porque es el capital privado transnacional quien controlará toda la cadena de valor global, con independencia del lugar donde se produzca cada parte del producto
final. Los países industrializados apostaban al capitalismo financiero y tecnológico y, por ende, comenzaban a defender un proceso
de sustitución de industrialización que delegaban a la periferia,
gracias al control de sus transnacionales.
El neoliberalismo concedía, así, un nuevo rol a la periferia para
que pudiera no industrializarse, pero sí participar en el proceso
mundial de industrialización. Esto cambió significativamente el
modo de acumulación capitalista configurado desde el origen de la
Revolución industrial. A partir de los años ochenta, algunos países
de la periferia capitalista se incorporarían a este proceso productivo mundial, no solo como exportadores de materias primas,
sino esta vez con un patrón productivo con bajo valor agregado,
14 El ejemplo más recurrente en manuales de economía es el de la muñeca Barbie, un producto diseñado por Mattel en California, con una estructura plástica elaborada en Taiwán, un cabello de nailon producido
en Japón, vestidos de algodón originarios de China, moldes y pigmentos
fabricados en Estados Unidos, ensamblada en Indonesia y Malasia, sometida en California a control de calidad, y distribuida y comerciada por
diversas empresas en todos los rincones del mundo.
43
América Latina en disputa
mejorando mínimamente sus términos de intercambio y, muchas
veces, mejorando también el saldo de su balanza comercial.
Flexibilización laboral
La fuerza de trabajo es otro factor clave que debe atender el
capitalismo en su nueva tarea de “reorganización de su casa” bajo
la clave neoliberal. Siempre que hubo una reducción en la tasa de
ganancia, la respuesta del capital fue compensarla de forma inminente por la vía laboral, con reducción de salarios o por despido.
El neoliberalismo no iba a cambiar esa forma de resolver la puja
distributiva, pero la alteraría parcialmente.
Para ello, el neoliberalismo comenzó hablando de ‘flexplotación’ con el objetivo de disponer de la máxima flexibilidad en la
gestión de las condiciones laborales, para lograr una sostenible
rigidez de los beneficios empresariales. Jamás se habló de flexibilidad con relación a la tasa de ganancia; esta solo era circunscrita a
la fuerza laboral, que sí debía ser elástica para que la acumulación
capitalista siguiera su ritmo.
La financiarización y la reconfiguración productiva permitían
que el neoliberalismo diseñara nuevas formas de reorganizar el
trabajo. Los métodos tayloristas o fordistas seguían prevaleciendo
en la producción industrial, a partir de entonces más concentrada
en la periferia. Sobre este tejido laboral se aceleraba el proceso de
segmentación del mercado laboral; cuanto más dividido fuera el
colectivo laboral gracias a individualizadas condiciones contractuales pactadas con los trabajadores, menos opciones había para
que estos se unieran en demandas comunes, porque sencillamente
no las había. Esta suerte de balcanización en lo laboral permitía
una negociación asimétrica desfavorable para el trabajador, que
veía así mermado su poder de negociación de las condiciones laborales frente a la empresa. La flexibilización fue el proceso por el
cual los salarios se tenían que ajustar a cualquier antojo de la tasa
de ganancia. La subordinación del salario a la acumulación capitalista es lo que el neoliberalismo llamó flexibilizar. Se tenían que
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CAPÍTULO I
Alfredo Serrano Mancilla
preparar las legislaciones para evitar nuevamente una confrontación entre la fuerza trabajadora y el capital, que pusiera en riesgo la
salud de la tasa de ganancia.
En la nueva periferia industrializada el trabajador se insertaba en una división internacional del trabajo en sectores económicos de bajo valor agregado y, por tanto, la productividad laboral
era baja, y así su salario. Desde ese momento, el capitalismo en su
versión neoliberal diseñó una gran cantidad de nuevas modalidades de contratos que precarizan la fuerza de trabajo; aparecen
los contratos por horas15, según la necesidad volátil del capital; se
reforma la legislación laboral, abriendo nuevas posibilidades en las
que el despido es procedente.
Sumado a esto, la Organización Internacional de Trabajo16
en el año 1982, a partir de una especie de malabarismo jurídico,
permitió que se considere ‘ocupado’ aquella persona que hubiera
trabajado al menos una hora en su última semana de referencia.
Así se contabilizan cifras macroeconómicas muy saludables para
la economía dominante, pero que desvirtúan la esencia básica de
la fuerza de trabajo. Ese nuevo mercado laboral, digno para unos
pocos y empobrecedor para la mayoría, se exportó –con particularidades– también desde los países centrales hacia la periferia, lo que
contribuyó a que el neoliberalismo dejara de ser un sistema cualquiera para ser el hegemónico en todas las dimensiones posibles de
la economía, de la política y de la sociedad.
Desarrollo Humano y Sostenible
El neoliberalismo afrontó la dificultad de tener que revivir un
paradigma muy criticado, después de su fracaso en el ámbito social
y ambiental. El desarrollo, a secas, no podría seguir erigiéndose
en la bandera de las décadas pasadas, puesto que los resultados
15 Aparecen los contratos parciales y temporales.
16 Es una organización dependiente de Naciones Unidas, nacida en el año
1919.
45
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
en materia social y ambiental no eran aceptados ni desde adentro
del propio sistema. Para ello, las organizaciones internacionales
debían proponer alguna reforma (invisible) del paradigma desarrollista, que sin acabar con él pudiera seguir nucleando todas las
expectativas para las mayorías. Era inadmisible defender que el
desarrollismo había triunfado en plenitud, porque este siempre
había sido desigual y nunca pudo evitar las cifras paupérrimas en
cuestiones sociales. Incluso en los países centrales comenzaron,
desde el propio seno de la corriente principal (economía neoclásica), a cuestionar las tasas de pobreza y desigualdad, por ejemplo,
con los trabajos de Atkinson, Sen y Townsend, en Reino Unido,
y luego replicados para el resto de países de Europa y Estados
Unidos17. Suponía una dificultad seguir hablando de desarrollo en
medio de crecientes protestas, al mismo tiempo que muchos estudios iban apareciendo para llamar la atención sobre las cifras de
empobrecimiento salarial y de desigualdad del ingreso. Siempre
dentro del mainstream de la economía, esta nueva corriente teórica
y metodológica –que pasó a llamarse Economía de la Desigualdad
y de la Pobreza, comandada, entre otros, por Amartya Sen18– ponía
en jaque al propio sistema, mostrando empíricamente que había
pobreza y desigualdad en los países centrales, y no desde teorías
marxistas o contrahegemónicas.
Esta corriente propuesta tenía serias limitaciones: 1) el carácter
negativo de los objetivos estudiados: desigualdad y pobreza en
vez de igualdad y riqueza; 2) el uso de la igualdad en lugar de la
equidad; 3) el orden de dicho sintagma nominal, de tal manera que
17 Anthony Atkinson. Poverty in Britain and the Reform of Social security,
University Press, Cambridge: 1970a; Anthony Atkinson. “On the measurement of Inequality”, Journal of Economic Theory: 1970b; Amartya Sen.
On Economic Inequality, Clarendon Press, Oxford: 1973; Amartya Sen.
“Poverty: An Ordinal Approach to Measurement”, Econometrica: 1976;
Amartya Sen. Sobre la desigualdad económica, Editorial Crítica, Barcelona: 1979; Peter Townsend. “A plan to help the low paid: the reform of
earned income relief”, Poverty: Journal of the Child Poverty Action Group:
1971.
CAPÍTULO I
se relega a un segundo término a la desigualdad (en vez de decir la
equidad de la economía), y 4) dejaba fuera del análisis la acumulación originaria y todo aquello que fuera riqueza; solo se centraba
en el ingreso salarial cuando eso hace que se deje de considerar
toda la desigualdad existente en términos de riqueza y patrimonio,
que no necesariamente es renta salarial. Sin embargo, a pesar de
las infinitas limitaciones que tiene este nuevo tópico económico
(en la economía neoclásica), era capaz de interpelar al proclamado
éxito del desarrollo, que no era suficiente para garantizar sosteniblemente niveles bajos de desigualdad y pobreza ni en los países
centrales.
Frente a esto, el paradigma desarrollista hegemónico tenía
también que reinventarse para evitar cualquier reconocimiento
expreso del fracaso del mismo. Lo más fácil fue la adjetivación
del término: de desarrollo a desarrollo humano. Con esta etiqueta
se pretendía humanizar al desarrollo, ponerle rostro humano a
un paradigma que hasta el momento solo se había concentrado
en el crecer económicamente, para que la acumulación capitalista siguiera siendo sostenible en el tiempo. Entonces, desde los
primeros años del neoliberalismo se comienza a correr en la dirección de la búsqueda de un nuevo desarrollo, pero sin salirse de lo
esencial de lo viejo. La solución fue, y sigue siendo, el término de
‘Desarrollo Humano’ como nueva meta social.
Así, el neoliberalismo favoreció la creación de la idea de una
suerte de capitalismo bueno, que busca resolver el conflicto de
justicia social, de equidad, de tensión distributiva, mediante el logro
del Desarrollo Humano. Este nuevo término es coetáneo con el
neoliberalismo y nace de la mano de, justamente, el hombre que
había denunciado los elevados índices de desigualdad y pobreza
en los países centrales: de Amartya Sen, quien comienza a trabajar
en el concepto durante la década inicial de los ochenta. Luego, a
partir del año 1990, el término Desarrollo Humano tomó especial
relevancia debido al Informe de Desarrollo Humano redactado por
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
18 Quien luego fuera premio Nobel de Economía en el año 1998.
46
47
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
A partir de entonces, abusando del reduccionismo cuantitativo –derivado de la economía neoclásica–, nace el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que se calcula a partir de PIB, esperanza
de vida y tasa de alfabetismo. Este índice se calcula a partir del
valor promedio (en PIB per cápita, en esperanza de vida), denostando así cualquier perspectiva distributiva. El desarrollo, esta
vez con apellido humano, apuesta por un Estado que debe pensar
en la bondad del mercado como resolución de problemas, lo cual
se explica porque nunca se desmarcó del neoliberalismo como
modelo de acumulación capitalista.
Pero el problema no solo había sido de índole humano y social
en las décadas de oro del capitalismo, sino que también sobrevino
la preocupación ambiental, siempre vista desde la óptica de la
dependencia del capitalismo por el medio ambiente como insumo
productivo. Esa crisis medioambiental era la crisis del capitalismo
dependiente de recursos naturales en manos de otros países periféricos más soberanos, que se reapropiaban de los mismos y los
vendían, pero con nuevas condiciones y a precios más elevados.
La guerra de Yom Kipur en 1973 de Israel contra algunos países
petroleros árabes, en un primer momento, y luego la denominada
crisis del petróleo de 1979 por la guerra entre Irán e Irak19, volvió
a generar incertidumbre en la provisión del petróleo y una consiguiente subida de los precios del mismo.
Hasta el capitalismo había dado la espalda a las discusiones
explícitas en torno a la importancia de los recursos naturales en
el modelo de acumulación. El informe Meadows había alertado
ya sobre esto20 y ahora, nuevamente, en este nuevo momento
19 Esa guerra tiene lugar en el momento en que la revolución islámica iraní
acaba con el régimen del sah y desea acabar también con la relación imperialista de los Estados Unidos. Esto no gustó nada a los norteamericanos, y menos porque aún prevalecía como telón de fondo una guerra fría
en la que la Unión Soviética se veía como el principal aliado del nuevo
Irán.
20 En el año 1968, en Roma, se reunieron científicos, investigadores y políticos, preocupados por los cambios medioambientales que estaban afectando a la sociedad y al planeta. Se funda el Club de Roma, precursor
48
CAPÍTULO I
de organizar la casa, el nacimiento del neoliberalismo también
requería de un capitalismo verde que pusiera el otro lado de la cara
a su voracidad por consumir naturaleza. Por todo ello, el concepto
de desarrollo se acomodó sobre el término de sostenibilidad; a
partir de entonces, el desarrollo iba a poseer otro calificativo, el
de ‘sostenible’. Una nueva adjetivación que permitía justamente
responder desde el sistema capitalista a otra demanda importante:
la medioambiental.
El desarrollo sostenible incorpora el aspecto intergeneracional
a través de la cuestión ambiental, pero siempre vinculante a la
mirada del consumo bajo un modelo capitalista: poner en peligro
a generaciones futuras por consumir muchos recursos naturales
hoy; que el consumo actual pueda poner en peligro al consumo
de mañana. A partir de este término, el neoliberalismo resuelve el
problema de justicia ambiental promoviendo programas de responsabilidad ambiental, de reciclaje, de los mercados de emisión, de
mejoras tecnológicas, pero nunca poniendo al medio ambiente en
el marco de un sistema holístico, integral, que coevoluciona con
el resto de sistemas (económicos, culturales, políticos); o más allá
del sentido crematístico (monetario), o considerándolo un recurso
estratégico y no una simple mercancía (commodity). En síntesis,
con ese híbrido, de desarrollo humano y desarrollo sostenible, el
neoliberalismo sortea la decadencia del paradigma desarrollista
y lo reinventa a partir de dos nuevos adjetivos que responden a
la justicia social y ambiental, pero siempre interpretado desde la
estructura de acumulación capitalista.
En definitiva, la verdadera propuesta del neoliberalismo son
estos diez puntos expuestos y no aquel que se denominó Decálogo de Washington. El decálogo de verdad nada tenía que ver
con el decálogo de mentira que se escondía en estos diez mandamientos: 1) disciplina presupuestaria, 2) racionalidad en el gasto
del desarrollo del Informe Meadows –presentado por Dennis Meadows
y editado en Estados Unidos en el año 1972–, con el objetivo claro de investigar sobre la problemática ambiental: es la primera vez que se plasma la grave crisis ecológica que afecta al planeta.
49
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
público, 3) reforma impositiva, 4) liberalización financiera, 5) política cambiaria competitiva, 6) liberalización del comercio internacional, 7) eliminación de las barreras a las inversiones extranjeras
directas, 8) modernización del Estado, 9) desregulación de los
mercados, y 10) protección de la propiedad privada.
Esta nueva propuesta política y económica había comenzado a
tomar forma en las reuniones que se venían dando a mediados de
los setenta entre el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco
Mundial (BM) y la Reserva Federal norteamericana, para resolver
la caída de la tasa de ganancia que ponía en peligro el ritmo de
acumulación capitalista. Sin embargo, se usaron otras coartadas
para crear la necesidad de una nueva forma de organizar la casa
del capitalismo con el fin de disimular ese verdadero objetivo: recuperar la tasa de ganancia en forma sostenible y, lo que fue mucho
más importante, que esto se hiciera en forma irreversible, sin posibilidad de dar marcha atrás.
Una de las coartadas fue la inflación galopante, que realmente
afectaba al capital financiero internacional emergente a inicios de
la década de los ochenta. Si la preocupación hubiese sido el poder
adquisitivo de los trabajadores, la solución inmediata hubiera sido
velar por la mejora de los salarios en lugar de buscar obsesivamente que no subieran los precios. Pero los precios definitivamente
perjudican el valor real del capital financiero; la inflación nunca
fue cuestionada como resultado de un tema de disputa distributiva ni de economía política. Era preferible eclipsar el debate
acerca de quiénes son los formadores de precios. Toda la atención
se concentró por la vía de la demanda, esto es: 1) con menos gasto
público, 2) con restricción monetarista (que redujera el dinero en
circulación haciéndolo más costoso, aumentando la tasa de interés
y, por tanto, reduciendo la inflación), y 3) sin aumentos salariales
que encareciesen los costes de producción ni que presionaran a los
precios por una mayor disposición a consumir.
La otra gran coartada fue la deuda que se había venido generando en buena parte del mundo, a favor de la banca privada
mundial. La verdadera razón de esta deuda financiera –en la
50
CAPÍTULO I
mayoría de países de la periferia y, muy especialmente, en América
Latina– se puede sintetizar en el mecanismo siguiente: el Estado
asumía préstamos financieros procedentes del exterior, con alto
costo, para llevar a cabo un proceso de industrialización que ni era
planificado ni contaba con las condiciones de partida adecuadas
para ello; luego, el Estado delegaba en cierto sector privado esta
tarea y, entonces, volvía a prestar los recursos financieros a favor de
dicho sector privado, pero a coste cero o a muy bajo coste, o incluso
sin obligación de retorno. En la mayoría de los casos, estas empresas
privadas no tenían incentivos ni interés, ni el know-how suficiente
para acometer tal labor y, por tanto, nunca se llevaba a cabo la industrialización prevista, pero en cambio sí se había producido una
transferencia de recursos a favor de cierta élite privada nacional,
generándose así un endeudamiento público externo innecesario e
improductivo.
Esta política suponía un negocio perfecto a favor de unos pocos
que recibían préstamos sin necesidad de devolverlos, debido a que
la obligación quedaba en forma de deuda pública. Este sistema de
endeudamiento ilegítimo, en forma de deuda externa, fue definitivamente usado como chantaje para la implementación de políticas
económicas venidas como salvadoras. “O pagas o te explicamos
cómo puedes pagar”: algo así era el lema llegado desde afuera a
muchos países de América Latina. En este sentido, el Plan Brady
fue una de las principales propuestas para reestructurar la deuda
de la periferia contraída con los bancos comerciales21. Este plan
se basaba en permitir que la deuda vencida fuera pagada sustituyéndose por otra deuda futura, siempre a mayor tasa de interés,
sujeta a nuevos compromisos de política económica impuestos
desde afuera. Un esquema que permitía una renegociación de la
deuda, trasladándola hacia el futuro, pero con un gran aumento
del costo (por los nuevos intereses). Se constituía así una suerte de
deuda eterna que acababa atrapando al país bajo el mandato de los
21 El Plan Brady comenzó oficialmente en 1989, pero ya llevaba años poniéndose en práctica. Se llama así por el nombre de su creador, secretario del Tesoro de Estados Unidos.
51
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
organismos internacionales, que desde entonces podían imponer la
política económica por control remoto. La nueva política económica
aconsejada –de facto, de obligado cumplimiento– se enfocaba en
vender todas las empresas públicas para pagar la deuda pasada a
la mayor velocidad posible. Además, era aconsejado perseverar con
la estructura primario-exportadora, porque así se podrían obtener
ingresos suficientes que permitirían el pago de dicha deuda con los
acreedores privados internacionales.
Las justificaciones económicas estaban preparadas, pero
faltaban los líderes políticos y tomadores de decisiones que implementasen todas las recetas aconsejadas. Sin embargo, esta vez, las
políticas neoliberales no solo fueron recomendadas para la periferia, sino que en el epicentro de los países centrales del sistema
capitalista mundial también se venía desarrollando una nueva
forma de hacer política económica, acabando definitivamente con
el modelo keynesiano que proponía al Estado como agente contracíclico. Las victorias de Margaret Thatcher en 1979, en el Reino
Unido, y de Ronald Reagan en 1980, en Estados Unidos, son hechos
claves en este sentido22. El triunfo de coaliciones de ultraderecha
en los países capitalistas centrales marcó un punto de inflexión
irreversible en el futuro de la economía en el mundo capitalista. Los
dos líderes de partidos ultraconservadores pusieron en práctica
una versión sui géneris del modelo liberal: el neoliberalismo. Paradojas de la historia, dos conservadores se convirtieron en adalides
del neoliberalismo, coincidiendo en casi todo: oposición férrea
contra la Unión Soviética hasta acabar con el campo socialista,
reordenamiento mundial para que el neoliberalismo fuera el modo
de gestionar global y hegemónicamente el capitalismo, y puesta
en práctica de los pilares del modelo neoliberal, usando los organismos internacionales para disciplinar a los países periféricos.
22 Thatcher ganó al desgastado Partido Laborista con el 43,9% de los votos, y estuvo en el cargo durante tres mandatos hasta 1990. Reagan fue
Presidente entre 1981 y 1989 por el Partido Republicano, ganando las
elecciones ante Jimmy Carter a fines de 1980.
52
CAPÍTULO I
El capitalismo neoliberal surgió, en efecto, de estos dos países
centrales, pero rápidamente se propagó por el mundo durante
la década siguiente como si se tratara de un arma de destrucción masiva. Entró en vigor, así, el “neoliberalismo de verdad”; un
modelo hegemónico mundial para gestionar la acumulación capitalista en las siguientes décadas: décadas que serían ganadas para
unos pocos a costa de ser perdidas para la gran mayoría social. Lo
que muchos llaman la era de la información, de las tecnologías, de
la globalización, del período postfordista, de la financiarización, del
libre mercado, es solamente una forma de llamar eufemísticamente
al capitalismo en su nueva forma: la neoliberal.
Pero a pesar de que los portavoces de la ortodoxia dominante
prosiguen afirmando que Reagan y Thatcher fueron los pioneros
del neoliberalismo, el nuevo capitalismo neoliberal ya había sido
ensayado antes en algunos países de América Latina, y no precisamente por la vía de la democracia, sino que había sido inoculado
forzosamente mediante dictaduras. Así sucedió en varios países
del cono sur. Las experiencias del neoliberalismo vía dictadura en
América Latina, antes de los ochenta, son manifestaciones muy
evidentes de que el sistema también buscaba por la vía no electoral
probar estas recetas en países importantes de la región. Los casos de
Chile, con Pinochet, y Argentina, con Videla, son pruebas de dictaduras cívico-militares que impusieron los postulados neoliberales
para cambiar el modo de acumulación capitalista en esos países. El
primer experimento neoliberal fue en Chile. El golpe militar contra
Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, pretendía evitar la
emergencia de un nuevo campo socialista en la región23. Luego,
la dictadura de Pinochet fue el laboratorio perfecto para que los
países centrales ensayaran cómo implementar el neoliberalismo.
Paradoja: los Chicago Boys decidían el destino del pueblo chileno.24
23El golpe militar fue precedido por una planificada guerra económica
contra Salvador Allende: se cortaron préstamos del exterior, se indujo
una inflación acelerada y galopante, acompañada de desabastecimiento
empresarial para sembrar malestar, etc.
24 La Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad de Chicago
53
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Milton Friedman, padre de la escuela de Chicago y gurú en la
gestación del neoliberalismo, acuñó el término ‘el milagro chileno’
para referirse a la disciplina ejemplar de la política económica en
ese país, que se sintetizaba en un documento clave en la historia
económica del neoliberalismo en América Latina, curiosamente
llamado El ladrillo25. El texto base de la revolución neoliberal en
América Latina recogía los postulados básicos del nuevo sistema,
aún no hegemónico en la región, pero con pretensión de serlo en
las décadas siguientes. En Argentina, bajo la dictadura cívicomilitar comandada por el general Videla, y con Martínez de Hoz26
como ministro de economía, se inició apresuradamente el camino
hacia el neoliberalismo, favoreciendo al concentradísimo sector
agroexportador mediante políticas de (mega)devaluación del tipo
de cambio, y en contra de cualquier burguesía industrial que optara
por el desarrollismo nacional. Además, se practicó una reforma
financiera que preparó al país para su inserción neoliberal en el
mundo financiarizado. La desindustrialización y el sobreendeudamiento estaban asegurados. Como diría el economista Aronskind,
“Martínez de Hoz fue exitoso en subdesarrollar al país”.27
Estos son solo dos ejemplos que se adelantaron a los tiempos
neoliberales. En ambos países se aplicaron algunas políticas económicas neoliberales, pero aún parcialmente, porque el paquete integral neoliberal vino con el mal llamado Consenso de Washington,
en auxilio de la hiperinflación y la crisis de la deuda externa de
firmaron un convenio en 1956, para que estudiantes chilenos hicieran
postgrados en esa universidad de Estados Unidos, donde Milton Friedman era profesor. De ahí viene la vinculación de los Chicago Boys con
Chile.
25Escrito, entre otros, por Álvaro Bardón Muñoz, presidente del Banco
Central en la época de Pinochet (1977-1981), y Sergio de Castro, ministro
de Economía (1973-1976) y ministro de Hacienda (1976-1982), doctor en
Economía por la Universidad de Chicago.
26Hijo de la oligarquía agroexportadora, expresidente de una petrolera (Petrosur) y una importante cementera (Acindar), con vínculos con
Rockefeller y muy relacionado con los organismos internacionales.
27 Ricardo Aronskind. “Exitoso en subdesarrollar al país”, en: Página 12, 30
de abril de 2010.
54
CAPÍTULO I
la mayoría de los países de América Latina, ya en la década del
ochenta. El truco era infalible: primero se inducía a la hiperinflación y se generaba deuda externa, y luego se acudía a solucionarla,
fundamentalmente, para que el neoliberalismo se impusiera hegemónicamente dentro de cada país.
Con el trasfondo de la caída del muro de Berlín y la pérdida de
poder de la Unión Soviética, el neoliberalismo se consolidó en las
décadas de los ochenta y noventa, definitivamente, como modelo
económico en casi todos los rincones del mundo. Pocos lugares
tomaron un camino diferente a aquel que se proponía desde el
centro de gravitación del nuevo patrón de acumulación capitalista
mundial. El neoliberalismo se convirtió entonces en la religión
económica en mayúsculas, por elección u obligación; cualquiera
que se saliera de ella, o pretendiera cuestionarla, tendría un castigo
inminente, económico y político. El imperialismo norteamericano
encontraba, así, su receta perfecta para transitar hacia el capitalismo del siglo xxi.
El sistema-mundo dominante obligó a que todo –absolutamente todo– girara en torno a la acumulación capitalista, gracias
a unos mandamientos neoliberales resumidos eufemísticamente
en programas de ajuste y estabilidad. Sin embargo, lo que realmente venía sucediendo (y siguió ocurriendo) era lo contrario a
dicho eslogan neoliberal: un gran desajuste e inestabilidad económica, política y social, para la mayoría de los ciudadanos sometidos
a estas recetas. Todos los indicadores de endeudamiento social a
nivel planetario, en todas sus zonas periféricas, mostraron que el
remedio era peor que la enfermedad y, sin embargo, la economía
dominante no les concedió a esos datos la más mínima importancia.
La economía real quedó absolutamente desplazada por variables
nominales; la economía financiarizada tomó el máximo protagonismo en esa nueva utopía neoliberal. Los organismos internacionales hegemónicos siguieron con la construcción del nuevo
orden económico mundial, en formato neoliberal, evitando que
pudiera ocasionarse cualquier grieta posible y, en el caso que esta
55
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
se produjera28, siempre debería existir el margen de maniobra para
evitar que las estructuras del sistema se desvanecieran. El orden
hegemónico global planificó precisamente cualquier situación
adversa que pudiera sucederse como consecuencia de las propias
contradicciones al interior del mismo sistema. Su pretendida irreversibilidad debía, justamente, construirse sobre esa base; sobre la
necesidad de dotarse de dispositivos de acción y reacción, de ajuste
y reajuste, en el caso de que algún desequilibrio se produjese, como
bien se observa en el momento en que llegó la recesión económica a
Estados Unidos, a inicios de los años noventa.
En el epicentro del capitalismo mundial, Estados Unidos,
el Gobierno de Bill Clinton29 intentaba poner punto final a los
años de recesión de la era Bush, en 1991-1992. Con su eslogan de
campaña “Es la economía, idiota”, Clinton concentraba su atención
en subrayar la importancia de la economía en las discusiones políticas. El nuevo modelo económico para Estados Unidos navegó en
la ortodoxia neoliberal, pero intentando rescatar los roles de otro
Estado, un rol más importante que aquel que proclamaba el neoliberalismo por ese entonces; pero siempre un Estado corporativo,
28 Por ejemplo, una situación adversa sobrevino a principios de los años
noventa: el mundo capitalista volvió a tener una recesión económica
mundial, no tan abrupta como la de otros momentos históricos, pero sí
con efectos negativos en términos de crecimiento económico, empleo,
productividad. Por ejemplo, algunos datos que constatan esa recesión
económica son los siguientes: Estados Unidos tiene una tasa negativa de
crecimiento económico en 1991 (-0,8%); Gran Bretaña sufre la recesión
más fuerte desde 1945; en Suecia, la recesión es la más violenta desde la
postguerra. Aunque la recesión se retrasa en Alemania y en los demás
países de Europa occidental, estalla, sin embargo, a mediados de 1992
y se prolonga durante 1993-1994; en 1993, la producción industrial de
Alemania cae un 8,3 % y para el conjunto de países de la Unión Europea
la producción total cae un 1%; Japón, desde 1990, cae en un estado de
recesión. El desempleo a nivel mundial bate nuevos récords históricos:
en 1991, los veinticuatro países de la OCDE eliminaron seis millones de
puestos de trabajo; entre 1991 y 1993 se destruyeron ocho millones de
empleos en los doce países de la Unión Europea. Nuevamente, el capitalismo tuvo una recaída económica por causa estructural.
29 Bill Clinton, en representación del Partido Demócrata, venció a George
W. Bush en las elecciones de 1992, con el 43,01% de los sufragios. Clinton
retuvo el mandato en las elecciones de noviembre de 1996.
56
CAPÍTULO I
corporativizado, tan necesario, útil y proactivo, para que muchas
empresas estadounidenses pudieran volver a crecer y disponer de
todas las ventajas, dentro y fuera del país, en su actividad económica transnacional. Es decir, Clinton no aplicó con exactitud el
omnipresente Decálogo de Washington, aunque esto no significa
que su propuesta económica fuese keynesiana. El principal objetivo de su política económica fue el crecimiento económico, con
estabilidad presupuestaria (incluso la obtención del máximo superávit fiscal posible) y bajo control inflacionario, sin dar marcha
atrás en la ya madura financiarización de la economía de Estados
Unidos y a nivel mundial.
Clinton tampoco rechazó la política de producción afuera pero
con control adentro, esto es, una política económica a favor de las
empresas transnacionales, que fragmenta la producción geográficamente a nivel mundial, aprovechando los bajos costes salariales
de la periferia y las ventajas institucionales en materia de inversión y comercialización que les eran provistas. En otras palabras,
Clinton continuó la política desindustrializadora de años anteriores, de tal forma que Estados Unidos aprovechara el control
imperial sobre una gran fábrica-mundo. Así, se descentralizó la
producción mundial, pero centralizando los beneficios empresariales en manos de las transnacionales que tenían la casa matriz en
suelo norteamericano.
Esta nueva economía, por tanto, estuvo basada en un creciente
endeudamiento comercial externo, que solo podría ser sostenido
por la gran expansión monetaria, permitida gracias a la hegemonía mundial de la moneda estadounidense. Clinton no alteró
nada del patrón de acumulación heredado de Bush en cuanto a
su distribución, y solo modificó algunas herramientas de política
económica para asegurarse crecimiento económico con estabilidad inflacionaria, para que el capital financiero no sintiera ningún
tipo de depreciación. La política de austeridad fiscal proclamada
existió solamente para muchos ámbitos sociales que necesitaban
compensar la continuidad de una política pública intensamente
armamentística; así se podría lograr un mayor control del déficit
57
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
presupuestario. Clinton ordenó las cuentas públicas con base
en una privatización del sistema sanitario, de educación, de la
ciencia y tecnología, etc., reduciendo así el gasto público, al mismo
tiempo que seguía manteniendo un alto desempeño de su política
pública de defensa. De esta forma, manifestaba internamente que
su propuesta económica era una tercera visión30, procurando, de
esta manera, alejarse del salvaje neoliberalismo donde todo era
cuestión de mercado, y también del exceso de Estado amparado
por las teorías más keynesianas. En definitiva, Clinton disputó el
sentido del neoliberalismo sin cuestionar su esencia ni sus metas
y objetivos.
Al mismo tiempo que esto sucedía, en el otro gran polo económico del capitalismo, Europa, se fue conformando un proceso
de integración con el máximo respeto a la lógica neoliberal. Los
criterios de Maastricht31 dejaron claro que la convergencia entre
los países de Europa era marcada por variables nominales, como
la inflación, tasa de interés, déficit público y deuda pública, sin
mencionarse absolutamente nada acerca del empleo, desigualdad
o pobreza, salarios o productividad. Todo era cuestión de crear
un gran mercado para que el capital europeo y mundial pudiera
disponer de todas las ventajas posibles, para que el negocio fuera
aún más rentable. Con esta ordenación intraeuropea, parecida a
la que disponía en el mundo, se distinguió entre países centrales
(Alemania y Francia) y periferia (España, Portugal, Grecia y, quizás,
también Italia), cada uno con roles diferentes, con patrones de
inserción distintos, con reparto de valor agregado desigual.
Europa se reconfiguró internamente a doble velocidad, con
centro y periferia, para seguir siendo considerada como bloque
30 Como lo dijera, explícitamente, Joseph E. Stiglitz cuando era el jefe del
Consejo de Asesores Económicos y responsable técnico del Reporte de
Bill Clinton.
31 Los criterios de convergencia, o criterios de Maastricht, son los requisitos que deben cumplir los Estados pertenecientes a la Unión Europea
para ser admitidos dentro de ellas a todos sus efectos. Los criterios vienen establecidos en el artículo 121 del tratado que establece la Comunidad Europea.
58
CAPÍTULO I
central en el sistema capitalista mundial. Sin acabar del todo con
el Estado de Bienestar, comenzaron a desarrollarse unas políticas
públicas de obsesión por el déficit público, que tuvieron su continuidad en la ola de privatizaciones de muchos países periféricos,
desmantelando todo el sector público. Fue la forma más inmediata
de disponer de recursos públicos en el presente, solventando la
exigencia del déficit en el corto plazo, aunque esto implicara, en el
medio plazo, perder capacidad futura de generar ingresos públicos
(tal como se demuestra en estos años). Se vendieron las empresas
públicas más rentables, se perdió soberanía mediante una suerte
de expropiación de los sectores estratégicos, se cedió soberanía por
amputación de la política monetaria, mediante la creación de un
Banco Central Europeo32 que solo priorizó la estabilidad monetaria
y el control inflacionario. La moneda única, el euro33, fue sin duda
el destino final de la paulatina pérdida de soberanía monetaria y
cambiaria. Como dice Jacques Sapir34, la moneda única fue la mejor
forma de evitar posibilidades futuras de otras políticas económicas,
a pesar de las diferentes estructuras económicas heredadas de cada
país. Europa optó, entonces, por convertirse en un gran mercado
en el que cualquier derecho social podría ser mercantilizado, en
busca de una suerte de ‘unión del capital europeo’ que obedeció a
patrones neoliberales en todas las relaciones económicas, políticas
y sociales. Europa cumplió, a rajatablas, con todos sus deberes para
conformar un nuevo polo económico, con diferente rol al que había
32El Banco Central Europeo (BCE) fue establecido por el Tratado de
Amsterdam en el año 1998; fue el sucesor de Instituto Monetario Europeo,
que fue creado en el año 1994 con el objetivo de manejar los problemas de transición a la nueva moneda, por parte de los países que iban a
adoptar el euro, y para preparar la creación del propio BCE.
33 El nombre de euro fue adoptado oficialmente el 16 de diciembre de 1995
y se introdujo en los mercados financieros mundiales como una moneda
de cuenta a inicios de 1999. Las monedas y billetes del euro entraron
en circulación el 1.o de enero de 2002, en los doce estados de la Unión
Europea que adoptaron el euro en aquel año.
34 Jacques Sapir. Cuatro pistas para salir de la crisis, El Viejo Topo, Madrid: 2010.
59
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
tenido en el pasado para subordinarse plenamente a la configuración económica mundial, diseñada por Estados Unidos.
Al otro lado de los países centrales estaba una extensa periferia
que, a pesar de presentarse como un todo monolítico, no se puede
afirmar de ninguna manera que fuera homogénea. No toda la periferia estuvo (ni está) en el mismo nivel de velocidad de inserción
al sistema capitalista, ni bajo las mismas características de relacionamiento. Por ese entonces, también se produjo la crisis financiera
asiática35, explicada en gran medida por su política de atracción de
capital a cualquier precio, caiga quien caiga. Tal como recomendaron los organismos internacionales, la alta retribución del capital
financiero fue la política económica de incentivos de buena parte
de los países asiáticos; esto ocasionó, en consecuencia, que por
ejemplo hasta 1997 Asia atrajera casi la mitad del total de capital
llegado a los países en desarrollo. Este hecho, unido a una inexistente política de economía real a favor de incrementar la productividad, hizo que la burbuja financiera asiática saltara por los aires.
El panorama en América Latina no coincidía con la situación
asiática porque ya había padecido su crisis –la de la hiperinflación
y la deuda externa–, y desde entonces fue una región plenamente
encauzada en la senda neoliberal. Los problemas que América
Latina le presentaba al capitalismo ya habían sido solventados; sin
embargo, ahora los problemas eran otros, de índole social y económico, pero no afectando a la tasa de ganancia del capital, sino que,
35 La crisis financiera asiática fue un período de máxima complejidad financiera, que tuvo lugar en la mayoría de países de Asia en 1997 y que
ocasionó un gran temor mundial por contagio financiero. También fue conocida como la crisis del Fondo Monetario Internacional. Muchos autores
consideran que esta comenzó el 2 de julio de 1997 con la devaluación
de la moneda tailandesa, y que luego, por efecto dominó, le sucedieron
otras devaluaciones en Malasia, Indonesia y Filipinas, repercutiendo también en Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. Sin embargo, la devaluación no fue la razón, sino un detonante que posee causas estructurales
como, por ejemplo, la fuerte dependencia del capital financiero extranjero. Krugman, en 1994, adelantó que el milagro económico asiático solo
sería sostenible si este venía acompañado de un aumento sostenido de
productividad de los diferentes factores productivos (Paul Krugman. “The
Myth of Asia’s Miracle-A Cautionary Fable”, Foreign Affairs: 1994.
60
CAPÍTULO I
por el contrario, el impacto negativo se cebó en contra de la mayoría
ciudadana en todos los países del continente. La deuda financiera
externa comenzó a estar acompañada por la galopante deuda
social. Cada gobierno latinoamericano siguió obedeciendo a pie
juntillas todo lo que se determinaba en el epicentro capitalista en
materia de política económica. Las políticas económicas no entendían de nacionalidades, ni de historia propia, ni de condicionantes
culturales: todo era un copiar-pegar independientemente del país
que se tratara.
El neoliberalismo había logrado homogeneizar de manera
forzada cualquier heterogeneidad; siempre la misma receta para
cualquier país sin importar que el paciente tuviera un historial
clínico diferente el uno del otro. El pretexto radicó en igualar el
diagnóstico (país en desarrollo, antes llamado país subdesarrollado) y los objetivos, con independencia del tipo de sociedad que se
tratara (siempre lo mismo: progreso, bienestar, crecimiento, desarrollo, desarrollo humano, desarrollo sostenible). Entonces, una
vez conseguido este patrón de igualación, el camino irrevocablemente debía ser el mismo. Así, ningún país podría salirse ni un milímetro del sendero marcado, porque siempre existía la posibilidad
–por parte del organismo internacional de turno (fuese FMI, BM
o BID)– para chantajear con estrangulamiento financiero externo,
con promesas sobre las futuras oportunidades de inversión y con
políticas comerciales a su favor.
Pero para completar el análisis es imprescindible precisar que
el neoliberalismo no solo tenía presente el hoy, sino también el
mañana; fue siempre muy precavido a la hora de planificar el orden
económico mundial, por ello se fue radicalizando cada vez con
mayor énfasis para que no hubiera posibilidad de punto de retorno.
Esto es, buscó cómo dotarse de las estructuras necesarias, políticaseconómicas-sociales-culturales-institucionales, que impidieran
cualquier marcha atrás. Las políticas económicas neoliberales
procuraron efectivamente edificar una hegemonía irreversible, en
la que no cupiera ninguna otra alternativa capaz de desmantelarla.
Todas las reglas políticas, económicas y culturales persiguieron
61
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
que solo ese mundo fuera posible. Así, las nuevas instituciones
dominantes centraron su máxima atención en que todo el mundo
se insertara en esa nueva lógica económica internacional, resultando muy costoso estar fuera de ella. A medida que la expansión
del capitalismo neoliberal crecía, más difícil era esquivar caer en
sus redes; las nuevas reglas mundiales, además, procuraron que
la hegemonía fuera duradera y, para ello, tuvo que asegurar que
frente a cualquier potencial crisis/tambaleo del sistema capitalista,
las soluciones solo podrían ser pensadas desde adentro del mismo
sistema de acumulación. Esta fue la victoria neoliberal de esos
años, de la segunda mitad de la década de los noventa, que aseguró
que las alternativas exclusivamente fueran consideradas factibles
y adecuadas, si estas no cuestionaban el orden imperante.
Evitar el éxito de cualquier intento contrahegemónico sería,
desde sus inicios, uno de los grandes desafíos para el proceso
neoliberal como mecanismo expansivo y calibrador del patrón
de acumulación capitalista; para ello, el sistema, con sus infinitas
extremidades, logró tejer un laberinto del cual era difícil salir. La
hegemonía económica neoliberal vino de la mano de una gran
hegemonía política, social y cultural. Todo aquello que se propuso
a fines de los setenta e inicios de los ochenta, en el famoso decálogo
neoliberal, había tenido tiempo suficiente para desarrollarse, constituyéndose hacia fines del siglo xx como una matriz dominante en
materia de política económica. Las universidades trabajaron con
mucho empeño para dar el sostén teórico y metodológico a esta
batería de órdenes políticas. La economía neoclásica (como vimos
antes) consiguió un matrimonio perfecto con la economía neoliberal; la primera se encarga de enseñar en el sacrosanto mundo
académico toda la teoría e instrumentos metodológicos, mientras la
segunda se dedica a mostrar que solo hay un único camino posible,
una única economía posible, una única forma de ordenar la vida
económica de todos, aunque sea solo a favor de unos pocos.
La estrategia elegida fue presentar lo uno disociado de lo otro,
esto es, la economía neoclásica como algo técnico absolutamente
separado de la economía neoliberal como proyecto político; así, se
62
CAPÍTULO I
generaba una falsa desvinculación que converge hacia el pensamiento único económico. Esta economía, presentada en forma de
postpolítica, aparentemente neutral y siempre circunscrita a un
tema técnico, es el atajo propicio para evitar que se debata sobre
objetivos políticos, tanto en lo táctico como lo estratégico, para
decidir qué hacer en materia de economía. El neoliberalismo logró
esta sintonía virtuosa para acabar haciendo lo que realmente quiso,
apenas sin cuestionamientos de las escuelas de pensamiento
económico. O mejor dicho, la escuela del pensamiento único económico desplazó a todas aquellas que se opusieron o cuestionaron
muchos de los aspectos asumidos como dudosas verdades por
los modelos matemáticos, característicos de la economía neoclásica, para explicar lo que habría que implementar en sociedades
caóticas sin comportamiento matemático ni modelizable. Por estas
razones, no fue fácil que apareciese cualquier alternativa a la única
economía posible; todo estuvo poderosamente en contra para la
emergencia de otra economía posible, ni en los países centrales y
menos aún en lugares periféricos ampliamente conquistados por la
doctrina neoliberal del Consenso de Washington.
Con todo este sistema hegemónico neoliberal consolidado, ya
hacia fines de siglo xx se había alcanzado el objetivo de hacer crecer
exponencialmente los intercambios comerciales, pero siempre
bajo condiciones de reparto desigual a favor de una minoría, que
era quien se quedaba con el mayor porcentaje del valor agregado
que se venía generando. En esta tarea también tuvieron una labor
fundamental las políticas de la Organización Mundial del Comercio
y su fomento de los Tratados de Libre Comercio (TLC), los Acuerdos
sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual en
Materia de Comercio (Adpic)36 y los Tratados Bilaterales de Inversión (TBI); todo ello ayudado y garantizado gracias a un árbitro
36 El Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (Acuerdo sobre los Adpic o, en inglés,
Trips), aparece en el Anexo 1C del Convenio por el que se crea la OMC,
firmado en 1994. Establece la privatización del conocimiento con base en
un complejo régimen de la propiedad intelectual. Para ver una revisión
crítica de ello, léase a René Ramírez, La virtud de los comunes, El Viejo
Topo, Barcelona, España: 2015.
63
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
mundial, juez y parte, como es el Centro Internacional de Arreglo
de Diferencias relativas a Inversiones (Ciadi).
El libre comercio logró realmente sostener una determinada forma de repartir los beneficios comerciales: con injusticia
y desigualdad. La lógica del libre comercio parte de una premisa
falsa: todos los países están en la misma línea de salida para
competir a ver quién puede obtener más ventajas comparativas
en la producción de determinado bien o servicio. Esto es lo mismo
que creer que el mundo comienza ahora, sin importar la historia
pasada, ignorando cómo se fueron conformando las ventajas que
ahora son de partida, acumuladas por la dominación de unos sobre
otros. A partir de ahí, entonces, se procura convencer apelando al
trato igualitario en cada acuerdo comercial, desconociendo precisamente cuán desiguales son las condiciones de partida para cada país.
El trato igualitario de dos países que son desiguales entre sí siempre
es la manera más injusta de aplicar una política económica.
Las políticas de subvenciones y ayudas públicas, por ejemplo,
en Estados Unidos (EE.UU.) o en la Unión Europea (UE) mediante
la Política Agrícola Común (PAC), también fueron claves en estas
décadas neoliberales con el objetivo de abaratar los costes de
producción de los productores privados de los países centrales,
protegiéndolos e incluso impulsándolos a conquistar el Sur con
exportaciones de bienes agroalimentarios. Las políticas de discriminación de precios vía dumping37 y las infranqueables barreras
paraarancelarias siguieron siendo la norma desde los países
centrales para obtener esas ventajas competitivas frente a los
países periféricos.
Estas son únicamente algunas de las políticas económicas
impuestas a favor de un comercio-intercambio desigual, siempre
a favor de los mismos. Pero también siguió funcionando toda
37 En este sentido, puede verse la problemática del dumping, derivada de
muchas ayudas públicas en países centrales que superaban los costes
de producción de bienes, permitiendo que salieran a competir afuera a
precios más que competitivos; es decir, a cualquier precio posible porque
siempre había ganancia garantizada por la política de subsidios de los
países centrales.
64
CAPÍTULO I
la locomotora neoliberal en materia financiera, haciendo de la
economía un ámbito más financiarizado que real. La llamada liberalización financiera fue precisamente eso: una forma de establecer reglas de juego afines a los capitales financieros para que
estos pudieran moverse, a diestro y siniestro, sin tener que pedir
permiso, convirtiéndose en aves de paso con capacidad de obtener
rentabilidades exageradas a partir de simples movimientos especulativos. La economía real quedó desplazada en un segundo plano
y siempre supeditada al poder de las finanzas.
En lo laboral, los países centrales acometieron reformas en pro
de flexibilizar los salarios y las condiciones laborales (y de despido)
de los trabajadores, con el objetivo de garantizar la rigidez de una
alta tasa de beneficio para las grandes empresas. En materia de
inversiones, el propósito fue permitir el desembarco de las transnacionales en cualquier rincón que tuviera potencial de rentabilidad; las privatizaciones en muchos sectores estratégicos se
constituyeron en el lugar preferente para la llegada de la inversión
extranjera directa. Donde antes había un derecho social como, por
ejemplo, el derecho a disponer de luz eléctrica, suministro de agua
o recolección de basura, el neoliberalismo lo convirtió en un gran
bazar para un negocio en el que nunca llegó a haber competencia
sino, más bien, todo lo contrario: muy pocas empresas que pudieron
conformar estructuras oligopólicas que controlaron mercados con
alta demanda cautiva. Este fue el resultado del neoliberalismo en
materia de ordenamiento empresarial: mientras la teoría económica seguía aplicando modelos explicativos ficticios, basados en
una supuesta libre competencia que nunca existía en la vida económica real, los mercados eran controlados por muy pocas grandes
firmas transnacionales. La concentración empresarial fue un hecho
que perdura hasta el día de hoy.
En suma, el nuevo orden económico neoliberal fue confeccionando un nuevo mundo a su medida en las regulaciones laborales,
en lo financiero, en lo comercial, en lo productivo, en las políticas
públicas; en un Estado corporativizado, garante del cumplimiento
de los compromisos a favor del nuevo orden económico mundial.
65
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Indudablemente, el neoliberalismo logró durante esas décadas
construir su nuevo sentido común de época. Oponerse, cuestionarlo
o proponer cualquier otra alternativa contrahegemónica por aquel
entonces podría ser tan perseguido como lo fue Galileo Galilei en
su época.
La llegada del neoliberalismo a América Latina
El proceso vivido a partir de los años setenta, en que el capitalismo se reinventó a sí mismo, reorganizándose y marcando un
nuevo horizonte de época para seguir reproduciéndose hacia
adelante bajo la novedosa forma del neoliberalismo no es un
proceso inédito en su trayectoria histórica como modo de organización de la economía mundial. Siempre fue así: desde que el capitalismo existe, este siempre ha sabido cómo afrontar cualquier crisis
interna a partir de una suerte de intratransición que nunca permite
una salida por afuera, sino que la misma surge y se desarrolla en
el mismo seno del sistema. Así fue en la crisis de sobreproducción
de 1870; el mismo hecho se repitió en el período de entreguerras
con el New Deal, o después de la Segunda Guerra Mundial cuando
el capitalismo reordenó la casa-mundo desde la nueva hegemonía
estadounidense, con el patrón dólar que sustituía al oro como referencia mundial, con todo lo acordado en Bretton Woods, con una
nueva arquitectura internacional (OTAN, NNUU, FMI, GATT) y con
nuevas reglas de inserción de la periferia en el sistema-capitalistamundo.
América Latina, como pieza en este tablero geoeconómico,
fue objeto subordinado en aquella reconfiguración mundial de la
postguerra. Según dictaban las necesidades del capitalismo internacional, buena parte de la región se insertó al sistema mundial
por la vía fallida del modelo de Industrialización por Sustitución
de Importaciones (ISI). Muchos países cumplieron fielmente el rol
impuesto desde el centro del capitalismo global, como proveedores
de materias primas sin valor agregado y como consumidores (pero
66
CAPÍTULO I
a velocidad periférica, nunca capaces de lograr los niveles de desarrollo de las economías desarrolladas).
Como se explicó anteriormente, con un nuevo horizonte de época,
con el objetivo del nuevo desarrollo como bandera, el capitalismo
central se autolegitimó para poder implementar todas las recetas
políticas y económicas que realmente fueron convenientes para
seguir construyendo el orden económico global más deseado por el
capital internacional. En el reparto de roles, a los países de la periferia latinoamericana les tocó el de economías en vías de desarrollo.
La teoría hegemónica del momento obviaba a propósito una cuestión
central: el potencial desarrollo de los mismos países desarrollados
estaba relacionado e interconectado con el mismo subdesarrollo de
los países subdesarrollados, esto es, el patrón de dependencia existente entre los unos y los otros era más que significativo desde que se
mundializara la economía. Esto iba a ser un condicionante determinante en la relación de los unos con los otros mientras perdurasen
los mecanismos de interdependencia entre ellos.
Además de este hecho ignorado en los planteamientos que
llegaron desde el Norte con el objetivo de manejar el rumbo del Sur,
existían también premisas e hipótesis sobre las que se diseñaron las
propuestas de política económica que eran absolutamente falsas.
Se presumían escenarios de partida que distaban enormemente de
aquello que mostraba la realidad económica y política; es decir, las
políticas en busca del modelo de Industrialización por Sustitución
de Importaciones (ISI) chocaban con una realidad que no tenía las
condiciones objetivas para su éxito: no había un sector empresarial privado con deseos de alterar su rentable actividad económica
derivada de las exportaciones. La incipiente burguesía importadora
tampoco deseaba asumir riesgo alguno en una actividad industrial,
teniendo justamente garantizado su nicho de mercado por comprar
afuera aquel bien que vendía fronteras adentro, obteniendo una
notable tasa de ganancia.
Así, en muchos países pequeños de América Latina, los
mercados internos no eran suficientes para ser atrayentes para
esa oligarquía agroexportadora que prefería seguir vendiendo
67
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
afuera bienes sin valor agregado. Y en casos de países más grandes,
algunos habían tenido un éxito moderado en esos modelos ISI
más centrados en bienes con escaso valor agregado, muy alejado
del proceso de industrialización cada vez más complejo de los
países desarrollados. Otros países, como Venezuela, tenían tal
cultura rentista petrolera (impuesta desde el Norte), que no hubo
ninguna intención real de salir de ese patrón primario exportador;
pero en todos los casos, sea en países pequeños (por ejemplo,
Bolivia y Ecuador), en países grandes (como Argentina, México y
Brasil), y también en un caso tan atípico como el venezolano, todos
se insertaron al sistema capitalista como este había decidido: 1)
dependientes porque sus exportaciones eran materias primas
demandadas por los países centrales, ejerciendo así el poder de
monopsonio (poder de compra); 2) dependientes por la vía importadora; 3) dependientes tecnológicamente; y 4) dependientes financieramente, gracias a los préstamos que venían de los organismos
internacionales de crédito (del sistema capitalista) para la implementación de políticas económicas que buscaran, a sabiendas de
que no era posible, el modelo ISI.
Este último punto fue determinante a la hora de entender por
qué se fue generando una gigantesca deuda financiera con los
países centrales, de tal magnitud que luego sería utilizada como un
mecanismo de presión en los años siguientes. Esa deuda pública,
en la mayoría de las ocasiones, venía explicada en gran medida por
la existencia en esos años de un Estado que René Zavaleta denominó ‘aparente’38; un Estado de élites poco democratizado y democratizador, que se dedicaba a hacer una intermediación desigual,
prestando al sector privado cantidades ingentes para que este se
dedicara a aquello que no quería dedicarse, es decir, a industrializarse, a costa de un endeudamiento que acabaría pagando toda
la mayoría social años después. Esta transferencia de recursos del
sector público al sector privado, sin contraprestación obligatoria
38 René Zavaleta. El Estado en América Latina, Editorial Los Amigos del
Libro, La Paz-Cochabamba: 1990.
68
CAPÍTULO I
alguna por parte de este último fue la causa central de un endeudamiento público del Sur con el Norte iniciado fundamentalmente
en las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial. Este era
el camino trazado desde el Norte y eran pocos los ejemplos en
América Latina que buscaron salir de él, y aquel que lo intentara
siempre tuvo una réplica vehemente por parte del sistema capitalista en forma de golpes de Estado y dictaduras.
Luego, como ya se ha descrito en el apartado anterior, el mundo
capitalista volvió manos a la obra a reorganizarse hacia adentro
para afrontar otra nueva crisis del sistema a finales de los setenta.
Latinoamérica no fue tampoco ajena a este proceso: la crisis de
la deuda y la hiperinflación fueron las excusas perfectas para el
desembarco de las políticas económicas neoliberales durante
los años ochenta y noventa, comandadas y piloteadas desde el
denominado Consenso de Washington, que bien podría haberse
denominado el Disenso del Sur frente a la Imposición del Norte. El
capital privado internacional supo diseñar la estrategia previa que
luego pudiera permitir la intervención en modo de auxilio desde
afuera, pues la llegada a la región de esa primera onda expansiva
neoliberal en los años ochenta, precisamente, fue justificada a
partir del rescate de la deuda externa y la hiperinflación que venía
generándose hacía una década.
Esa suerte de etapa preneoliberal vino también acompañada de
la conquista teórica y metodológica para impedir cualquier salida
keynesiana (en el seno del marco capitalista) u otra opción de corte
socialista. No obstante, en América Latina, la corriente teórica más
influyente en muchas propuestas nacional-populares que se desarrollaron, algunas cuestionando el capitalismo y otras no, fue la
teoría de la dependencia de la Cepal que, con una fuerte impronta
desarrollista y nacionalista, planteaba el objetivo de reconquistar
la soberanía y la independencia. Son los casos, por ejemplo, de
Torrijos en Panamá, Alvarado en Perú, también –a pesar de su corto
tiempo– de Torres en Bolivia (antes también con el Movimiento
Nacionalista Revolucionario en Bolivia, en el año 1952), y con Perón
69
América Latina en disputa
CAPÍTULO I
Alfredo Serrano Mancilla
en Argentina, Getúlio Vargas en Brasil, y anteriormente Lázaro
Cárdenas en México.
Con este marco previo, el neoliberalismo para América Latina
tenía, por tanto, que combatir contra el imaginario de carácter
nacionalista y popular de esos modelos que sí habían tenido una
notable influencia en el pasado y que todavía, a inicios de los años
ochenta, tenían más importancia en el sentido común de lo que
pudiera imaginarse. Si el neoliberalismo quería por ese momento
imponer a esta periferia latinoamericana nuevas condiciones
para una inserción subordinada, entonces debía afrontar la labor
de terminar de una vez con esta idea nacionalista-desarrollista
del pasado que, a pesar de sus errores, quedó en el imaginario de
la mayoría popular como una forma real de obtener la verdadera
independencia política y económica, tan anhelada desde la misma
creación de los Estados-nación latinoamericanos.
Sin perder tiempo, el neoliberalismo se aplicó meticulosamente a esta tarea. Se empeñó en aplicar la totalidad del decálogo
de Washington, sin dejar absolutamente nada que se escapara de lo
trazado en el guion mundial. Comenzó una primera etapa repleta
de eufemismos útiles e instrumentales para decir una cosa y hacer
la contraria. Llegaron las proclamas de la racionalidad instrumental, la competencia perfecta, el mercado, la seguridad jurídica,
la flexibilidad, la libertad económica, la eficiencia y la competitividad. Son todos términos con un claro doble rasero que permitieron acometer, indudablemente, duras acciones, pero siempre
con un lenguaje económico y político suave. El arte del nuevo relato
es todavía un hecho poco estudiado en los manuales de economía,
a pesar de su importancia en la efectividad de las medidas económicas que se quieran tomar. El neoliberalismo supo de esta importancia y no disoció lo uno de lo otro, la explicación y la narrativa
eran iguales o más importantes que la propia política económica.
Aunque la teoría económica dominante, la neoclásica, puso todo su
énfasis y empeño en lo cuantitativo y en la discusión tecnocrática,
la realidad económica y política contradijo esta tesis.
El Consenso de Washington dictaminó desde afuera los lineamientos para combatir la crisis de la deuda y la hiperinflación
que azotó a los países de América Latina mediante reformas y
programas de ajuste estructural, orientados a: 1) una mayor disciplina fiscal con restricción del gasto público y reforma tributaria,
para un adelgazamiento y debilitamiento del Estado; 2) gestión
privada de los medios de producción; 3) defensa del derecho de
la propiedad privada por sobre los derechos económicos, sociales
y culturales; 4) liberalización de la tasa de interés y desregulación de mercados financieros; 5) tipo de cambio competitivo, y 6)
la inserción de las economías emergentes en el comercio mundial
mediante una apertura sin condiciones.39
Se vino el paquete integral de medidas económicas en formato
rescate, que debían ser implementadas en cada país latinoamericano; para ello, fue preciso también disponer de los socios partidarios en cada lugar para que así implementaran estas medidas,
siempre apelando a que la mayoría social había sido quien había
elegido democráticamente esta propuesta. La vieja partidocracia,
que había jugado un papel clave en las décadas anteriores, nuevamente asumía la tarea de ser quien sirviera como intermediario
de garantía para aplicar los dictámenes venidos de afuera. No era
necesario, muchas veces, disponer de una mayoría social porque se
eligieron presidentes con menos del 25% del total de votos, gracias
a las alianzas partidarias entre la misma casta política. De hecho,
no existían por aquel entonces muchas opciones diferentes en el
sistema partidario, porque el mismo sistema se dotaba de mecanismos legales (pero no legítimos) para expulsar cualquier alternativa que no compartiera la centralidad de ese pacto social entre las
élites. Y en el caso remoto de que una alternativa contrahegemónica llegara a ganar unas elecciones, esta tenía una corta duración
asegurada, fuese por golpes de Estado, por muertes supuestamente
accidentales o, simplemente, por una asfixia exterior a través de los
múltiples dispositivos económicos y financieros internacionales.
39 J. Williamson. Op. cit.
70
71
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
En esta disputa, el rol del Estado fue sin lugar a dudas uno de
los principales campos de batalla. Uno de los principales objetivos
del orden hegemónico neoliberal siempre fue reformar el nuevo
Estado, adaptándolo a las necesidades y nuevas reglas de juego.
En el ámbito económico, las políticas neoliberales fueron encaminadas a destruir al Estado como productor, como controlador de los
sectores estratégicos, y a dejarlo como un regulador a favor de una
asignación con mera lógica capitalista. Así, el neoliberalismo logró
que el Estado transformara su rol, pero sin hacerlo desaparecer.
Mucho se ha escrito sobre la eliminación del Estado durante la
época neoliberal, pero esto nunca sucedió de esta manera; más bien
habría que precisar que el nuevo Estado en época neoliberal fue
responsable de facilitar la entrada de América Latina a las lógicas
de la OMC (Organización Mundial del Comercio), mediante la firma
de los Tratados de Libre Comercio, de los Tratados Bilaterales de
Inversión y del sometimiento al Ciadi (Centro Internacional de
Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones).
El nuevo Estado neoliberal no dejó nunca de ser regulador
de las relaciones económicas, siempre a favor de unos pocos en
detrimento de la mayoría. La soberanía de cada país en América
Latina fue extirpada así a favor de intereses ajenos, a favor de
una inserción subordinada y desigual en el mundo. El patrón
primario exportador fue fortalecido en los países de la periferia;
las escasas fuerzas productivas industrializadoras que existieron antes de la llegada del neoliberalismo desaparecieron;
los índices de desindustrialización llegaron a su máximo nivel,
pero lo más preocupante es que, además, se consiguió que cualquier futuro intento de industrializar fuera casi misión imposible. Lograr irreversibilidad en este proyecto dominador fue
siempre el gran objetivo estratégico.
Tal como lo dictaba el nuevo paradigma, la demanda interna fue
casi siempre satisfecha por una intensa política de importaciones,
que generó una fuerte dependencia de la satisfacción de necesidades respecto a las empresas transnacionales. De esta manera
se vino moldeando en su etapa inicial lo que luego podríamos
72
CAPÍTULO I
llamar una suerte de ‘rentismo importador del siglo xxi’ (aspecto
que veremos en el capítulo cuarto). El capital transnacional fue el
actor principal como sustituto del intento de producción interna. El
modelo productivo en esos años fue designado según las exigencias
mundiales; en consecuencia, la transferencia de valor hacia el exterior estuvo asegurada, las relaciones de intercambio fueron absolutamente inequitativas y el patrón productivo nacional, en tanto
a productos y productores, estuvo en fuerte grado de dependencia
con los patrones productivos internacionales.
Este intercambio desigual entre centro y periferia fue reforzado por la hegemonía de las políticas económicas neoliberales y
por sus instituciones internacionales (FMI, BM, BID), que a su vez
también generó un intercambio ecológicamente desigual, en el que
los recursos naturales de los países periféricos estaban dispuestos
para la expoliación de las multinacionales de los países centrales,
a cambio de bajos salarios y una multitud de pasivos ambientales.
América Latina reforzó así su “especialización en perder”, resultado
de sus grandes dotaciones en recursos naturales que eran requeridos desde los países centrales del sistema-mundo capitalista. El
capitalismo (neoliberal) por desposesión, como dice Harvey, fue
puesto en práctica desde ese entonces.40
En síntesis, durante la larga noche neoliberal se implementaron
todas las políticas necesarias para que se produjera una transferencia de valor de unos a otros, de una mayoría popular (empobreciéndose) a una minoría (enriqueciéndose). En términos generales,
Latinoamérica padeció y sufrió en carne propia el fracaso de ese
modelo económico. A partir de entonces, la deuda verdadera pasó
a ser humana, social, laboral. Las nuevas recetas derivaron, a
contrapelo de lo que se auguraba, en la implementación de políticas económicas que tuvieron un alto impacto en la fragmentación
social y económica de todos los países de la región: incremento de
la pobreza, exclusión económica-social-política-cultural, aumento
de la desigualdad, desempleo, precarización de las condiciones de
40 David Harvey. The new imperialism, Oxford University Press: 2003.
73
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
trabajo y erosión de la naturaleza, fueron moneda corriente en los
países de la región, lo cual profundizó la debacle de las condiciones
de vida de la inmensa mayoría de la población.
En relación con la articulación supranacional, en este período,
la región nunca miró hacia sí misma, los escasos espacios de integración estaban diseñados desde el centro del sistema-mundo,
atendiendo estrictamente a una óptica comercial y dejando de lado
absolutamente el aspecto productivo, el financiero, el social y el
cultural. Única y exclusivamente se valoraba la integración comercial, centrada en facilitar las mejoras estructurales para que el
comercio fuera asimétricamente libre y creciera, de tal forma, que
en las economías nacionales no se pudiese garantizar un cambio
real en el patrón de acumulación a favor de las mayorías excluidas.
Como herencia, el triunfo del neoliberalismo en el terreno
político y simbólico dejó sociedades fragmentadas con escaso
poder de organización. Los valores individuales desplazaron cualquier discusión acerca de lo colectivo. Se disoció cada día más la
relación entre lo que cada uno hace y el destino colectivo de las
sociedades; lo público también pasó a estar tan estigmatizado, que
cualquier iniciativa privada era bien vista; el descrédito de la política fue traducido a favor de una política en petit comité; el colonialismo epistemológico se exacerbó más y más, dando la espalda
a cualquier debate que surgiera desde la propia raíz histórica de
cada lugar; y lo que sí fue verdaderamente crucial es la capacidad
que tuvo el neoliberalismo de arrebatar las esperanzas de que otro
mundo fuera posible, porque se habían encargado ellos de fijar el
único horizonte de época posible.
Algunos resultados de las décadas perdidas: Venezuela,
Bolivia, Ecuador y apuntes sobre el resto de América Latina
En este apartado se trata de presentar en detalle cómo el neoliberalismo se implementó, provocando varias décadas perdidas
para los tres países que son objeto de máxima atención en este
libro. Como se ha argumentado en el capítulo introductorio, la
74
CAPÍTULO I
elección de estos países –Venezuela, Bolivia y Ecuador– no tiene como
objetivo restar importancia a todo lo sucedido en el resto de la región,
y especialmente en otros países que sí han tenido un papel protagónico en esta América Latina en movimiento, en constante disputa. La
selección de estos tres países responde a que en ellos se dieron, en
este tránsito de décadas perdidas a década ganada, procesos de refundación constituyente que transformaron en forma drástica el pacto
social, de raíz, sustituyendo aquel que fuera realizado por arriba, por
otro en el que la nueva mayoría social participa activamente. Son,
además, tres procesos de cambio que dan una identidad significativa
al cambio de época regional en marcha, porque hacen posibles horizontes estratégicos que van más allá de poner punto y final al neoliberalismo, abogando por la construcción de otros marcos de convivencia
que permitan disputar la hegemonía capitalista mundial.
En las próximas líneas se presentan los casos específicos de
Venezuela, Bolivia y Ecuador, y cómo en estos países fue penetrando la hegemonía neoliberal, ocasionando varias décadas
perdidas para la mayoría social. Indudablemente, tomar estos tres
países por sí solos no sirven, si queremos extraer conclusiones
generalizadas para toda América Latina, porque en cada país el
neoliberalismo se fue implementando con sus particularidades y
especificidades a pesar de existir un patrón común. No obstante, la
centralidad de este libro reside en el intento de caracterizar e identificar esta América Latina en movimiento y, para ello, es fundamental atender a aquellos países que han tenido un papel más
que destacado en esta disputa, contribuyendo protagónicamente a
impulsar este cambio de época regional.
Ello no resta importancia a otros países como Argentina,
Uruguay y Brasil, y otros como Nicaragua, El Salvador o Paraguay, durante los años de Lugo, que son también piezas claves para
entender mejor lo que está sucediendo en todo el continente latinoamericano. El libro, a fin de profundizar en uno de los principales
ejes troncales de esta América Latina en disputa, se concentra
en los tres países mencionados porque son ellos los principales
lugares donde los procesos de cambio han sido más vigorosos,
75
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
más determinantes y, seguramente, los que más influencias han
tenido para que la región haya transitado de las décadas perdidas
a la década ganada. Por tal razón, en esta sección, con el propósito
de conocer cuál fue la caracterización de este cambio de época, es
preciso aproximarse y conocer en detalle lo que supuso el neoliberalismo en estos países, cómo penetró y se implementó y, finalmente, cuáles son los rasgos característicos de las décadas perdidas
para la mayoría del pueblo venezolano, boliviano y ecuatoriano.
Esta primera radiografía permitirá más adelante entender
mejor la dimensión del cambio de época. Saber de dónde se parte
ayuda a comprender la magnitud de los cambios, el tránsito hacia
la década ganada y, especialmente, facilitará abrir la discusión –a
futuro– en torno a los principales ejes estratégicos que están en
disputa en la región (abordados en el capítulo tercero).
Venezuela
El Pacto de Punto Fijo, firmado por los partidos de la élite gobernante en 1958, marcó la historia de Venezuela durante las últimas
cuatro décadas del siglo xx e instauró, de facto, un sistema de alternancia bipartidista entre Acción Democrática (AD) y Comité Organización Política Electoral Independiente (COPEI), vigente hasta
el triunfo de Hugo Chávez en 1998. Durante ese período, la democracia pactada del puntofijismo se caracterizó por una concentración de los poderes económicos y de la renta petrolera con la
exclusión de las mayorías. La Gran Venezuela era la Venezuela de
unos pocos que seguían lucrándose con la explosión petrolera, sin
ningún tipo de viraje hacia el cambio de una matriz productiva. La
política social, por su parte, se redujo a un Estado de Bienestar en
miniatura, apenas lo indispensable para amortiguar el descontento creciente de la población, que veía pasar de lejos las grandes
transferencias de recursos públicos que se realizaban a favor de un
sector reducido de la sociedad venezolana.
Durante los años setenta y ochenta, a pesar de la alta recaudación de ingresos públicos gracias a la renta petrolera (por altos
76
CAPÍTULO I
precios del petróleo), el Estado venezolano comenzó a endeudarse
sin base en equivalencia industrializadora. El dinero llegó a las
manos de una pequeña élite económica dominante, que no lo usó
para invertir adentro, sino para ahorrar afuera lo que le sobraba de
consumos internos excesivamente suntuarios. La nueva actividad
económica, fuera de la esfera petrolera, consistió en la importación
de todo aquello que comenzaba a demandarse internamente, obteniendo una tasa de ganancia fácil y sin necesidad de emprender
ningún camino riesgoso.
De esta forma, al igual que en buena parte de los países latinoamericanos, durante esta década se fue constituyendo en Venezuela una masa de deuda externa que no tuvo un destino social ni
mucho menos productivo; solo tuvo un destino ocioso a favor de una
minoría que la transfería al exterior. La deuda externa venezolana
fue realmente utilizada como ahorro externo de la élite económica
dominante del país, que la depositó fuera de Venezuela, aunque el
compromiso de pago a futuro se quedó internamente en manos del
Estado venezolano. Comenzaba así un período de externalización
de la renta petrolera que se extendería, profundizándose durante
las siguientes décadas.
En 1983 tuvo lugar una especie de detonante –que funcionó
también como excusa–, lo cual permitió, a la postre, facilitar y
acelerar la vía para que el neoliberalismo desembarcara en Venezuela. Dicho acontecimiento es conocido como el Viernes Negro, y
consistió principalmente en una megadevaluación –el dólar pasó
de valer 4,3 bolívares a 15 bolívares– que devino inmediatamente
en una importante hiperinflación. En lo inmediato, la exportación de petróleo que se realizaba siempre en dólares, pasó, en
consecuencia, a generar más bolívares, permitiendo así aliviar las
finanzas internas. Pero este efecto positivo de la devaluación, que
siempre favorece al exportador –en el caso venezolano, el sector
público, exportador de petróleo, dominado por intereses privados–
tenía grandes inconvenientes. En primer lugar, la devaluación
encareció las importaciones y, por tanto, tuvo un fuerte efecto inflacionario; en segundo lugar, provocó una gran fuga de capitales. Y
77
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
además, esa devaluación no resolvió de ninguna manera el grave
problema de la deuda externa en dólares, contraída por todos los
gobiernos del puntofijismo para contentar a una burguesía nacional
que no llegó nunca a producir nada porque, por el contrario, se
especializó cada vez más en el sector importador. Un cuadro macroeconómico vulnerable que se sumaba a un descontento social cada
vez más intenso.
La posterior política económica implementada bajo la presidencia de Lusinchi (1984-1989), quien dio inicio a la larga noche
neoliberal en Venezuela bajo el absurdo lema de “Un gobierno de
austeridad y sensibilidad social”, se debe entender en el marco de
la ola (inicial) llegada a América Latina a inicios de los ochenta, en
auxilio de la deuda externa y como forma de combatir la inflación.
Venezuela, además, no es un país pequeño ni que pase desapercibido en el sistema-mundo, porque su renta petrolera no es en
absoluto desestimable y su papel proveedor de petróleo resultaba, en ese momento, más determinante que nunca para diversificar y reducir la dependencia de los países árabes. Por todo ello,
el neoliberalismo también acudió al país caribeño rápidamente
para procurar ordenar esa casa, tal como la acumulación capitalista
exigía en el cambio de época global.
La situación venezolana fue aún más compleja cuando los
precios del petróleo comenzaron a bajar, en el momento en que
el capital logró controlar el devenir de ciertos países árabes. Con
ello, los ingresos públicos se vieron fuertemente afectados, situación que se agravó por la dependencia exclusiva del Estado frente
a los mismos y la ausencia de una reforma tributaria que recaudase
ingresos públicos procedentes de la generación de riqueza interna.
A ello cabe sumarle que la gestión de Pdvsa, siempre en manos estatales pero liderada por directivos de Exxon, Shell y Mobil –quienes
le impregnaron una lógica privada–, fue encaminándose en versión
neoliberal a contemplar al Estado como un contrincante en vez de
como su propietario. En esta década el pulso interno en Pdvsa fue
decantándose claramente a favor del interés privado hasta acabar
desencadenando, años más tarde, con Carlos Andrés Pérez en 1990,
78
CAPÍTULO I
en lo que luego se llamó la Política Petrolera de Apertura, que no
fue más que política de reversión al capital privado transnacional
de parte de la actividad productiva petrolera41. A decir verdad, esta
política pseudoprivatizadora de Pdvsa ya venía desde 1983 y se fue
consolidando a medida que transcurrieron los años (neoliberales),
hasta llegar al punto de disponer de escaso nivel real de renta
petrolera en manos del Estado.
Inmediatamente después del Viernes Negro, y como antesala del Plan Brady42 que viniera más tarde, se renegoció la deuda
externa venezolana para evitar el impago del corto plazo a cambio
de pasarla a deuda de largo plazo, incrementándola por la vía de
la amortización de intereses. Así se fue pasando de deuda externa
a una deuda eterna a favor de los acreedores internacionales (la
banca privada en su mayoría), y bajo el control de organismos internacionales afines y protectores de esos intereses.
Las elecciones de diciembre de 1988 designaron a Carlos
Andrés Pérez para un segundo mandato como presidente de la IV
República43. Acción Democrática renovaba así el cargo al frente del
gobierno venezolano para culminar lo que se había empezado en la
etapa anterior: una Venezuela neoliberal en el sentido más integral
posible. La tensión en el país fue cada vez más significativa porque
las políticas económicas no lograron atender a las necesidades
sociales ni a las demandas básicas de la mayoría del pueblo, cada
vez más empobrecido y excluido. En su discurso inaugural, Carlos
Andrés Pérez hizo hincapié en la necesidad de transformaciones
41 Alberto Montero. “Petróleo, el maná de la discordia”, en: Juan Torres López, (coord.), Venezuela, a contracorriente. Los orígenes y las claves de la
revolución bolivariana, Icaria, Madrid: 2006.
42 El Plan Brady fue una herramienta muy útil, diseñada por Estados Unidos en clave geopolítica, porque fue permitiendo controlar a países periféricos según las necesidades en materia de deuda. Se trataba de una
renegociación de la deuda, intercambiando deuda presente por deuda
futura, pero a costa del aumento de costes e intereses y siempre sujeto a
determinantes en la política macroeconómica que se debía llevar a cabo.
43 Resulta electo con 3.879.024 votos (52,91% de los votantes); hasta esa
fecha, el mayor número de votos en términos absolutos.
79
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
importantes y radicales. La traducción de estas palabras se concretó
en el programa neoliberal más de moda por esos años en América
Latina, tutelado por Washington. A escasísimo tiempo de asumir la
presidencia, el 16 de febrero de 1989 el presidente electo anunció
que el Gobierno había firmado un acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional, aceptando el programa neoliberal como mandato
del Norte de obligado cumplimiento. En esa línea, también se renegoció la deuda externa en el marco ampliado de los planes de reestructuración mediante el Plan Brady.44
Venezuela seguía intercambiando deuda presente por deuda
futura, pero a costa de aumentar el capital adeudado y sus servicios de amortización mediante artilugios muy creativos e ingeniosos. La deuda externa era cada vez más eterna. La fórmula fue
como un juego de magia para niños ingenuos: se prometió un gran
descuento en el corto plazo (entre 20-50%), pero luego, gracias a la
obligatoriedad de tomar ciertas medidas en política económica, el
acreedor se aseguraba nuevos beneficios por otras vías y transferencias de recursos a su favor, derivados de políticas de privatización y también compromisos para condiciones muy ventajosas en
el marco de un endeudamiento futuro. Dentro de este plan había
infinitas formas de garantizarse que el acreedor cobrara a futuro
todo lo que se descontaba en el presente, por ejemplo, mediante la
concesión de preferencias vía instrumentos financieros, como el
swaps45, que facilitaba el intercambio de deuda por inversiones.
Paralelamente a esta negociación de la deuda externa, la política petrolera se hacía más servil a favor de los intereses transnacionales. Venezuela dejaba atrás mucho de lo conquistado cuando se
había alineado con la política de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP); por el contrario, por esas fechas inició un
44 Venezuela había sido el primer país en aplicar el Plan Brady; este plan
fue asumido luego de un viaje del presidente Carlos Andrés Pérez a Estados Unidos.
45Un swap, o permuta financiera, es un contrato por el cual dos partes
se comprometen a intercambiar una serie de cantidades de dinero en
fechas futuras; los intercambios de dinero futuros están referenciados a
tipos de interés.
80
CAPÍTULO I
período de acercamiento a los países consumidores (países industrializados) nucleados en la Agencia Internacional de la Energía
(AIE). Pdvsa abandonó la política de la maximización de beneficios
(por la vía de un equilibrio entre precios y cantidades) para pasar a
una política de maximización de los volúmenes de producción, para
satisfacer las exigencias de los países rectores del neoliberalismo46.
Además, aprovechando un viejo artículo (el 5.°) de la Ley Orgánica
que Reserva al Estado la Industria y el Comercio de los Hidrocarburos en el Congreso Nacional, que el mismo Carlos Andrés Pérez
había dispuesto cuando fuera presidente en los años setenta, se
permitió que el capital privado acudiera en casos especiales.
Esa ventana permitió la entrada masiva del capital privado
a la industria petrolera venezolana, para expropiar la máxima
cantidad posible de renta petrolera al Estado y transferirla a favor
de la acumulación capitalista mundial. Así comenzó un proceso de
internacionalización de la industria petrolera venezolana con una
expansión hacia el exterior, adquiriendo diecinueve refinerías en
todo el mundo, lo que permitió que Pdvsa pudiera transferir fuera
del alcance del fisco un importante volumen de sus ganancias, utilizando el mecanismo de los precios de transferencia47. El efecto
inmediato de esta apertura petrolera fue la reducción de ingresos
públicos, no solo por la caída del precio del petróleo, sino también
por la fuga de ingresos derivada de la privatización. Lo esperado:
la llegada de inversión extranjera directa se convirtió en tiempo
récord en fuga de riqueza.
46 Según A. Montero, op. cit., esta expansión de la producción se trató de
justificar sobre unas proyecciones de la demanda de hidrocarburos exageradamente optimistas para el medio plazo, y acabó desembocando en
un conflicto continuado con la OPEP.
47 Según Mommer, en la segunda mitad de los noventa Pdvsa transfirió
fuera de Venezuela en torno a 500 millones de dólares anuales en beneficios, y durante los dieciocho años que duró la ‘apertura petrolera’ las
filiales extranjeras de Pdvsa nunca pagaron beneficios a la compañía
matriz en Caracas (Bernard Mommer. Petróleo global y Estado nacional,
Editorial Comala, Caracas: 2003).
81
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
De esta manera, la renegociación de la deuda y la nueva política
petrolera, junto con la neodependencia en otras dimensiones de la
política económica, implicaron una absoluta pérdida de soberanía
porque el pueblo no había votado al FMI, ni al programa de políticas
económicas del verdadero Decálogo de Washington. Carlos Andrés
Pérez explicó que El Paquetazo (tal como se conoció a ese conjunto
de medidas neoliberales) constituía una necesidad impostergable
para facilitar la inserción del país en el sistema mundial. Lo que no
explicó es que se trataba de una inserción dependiente y subordinada al sistema capitalista mundial y a su tasa de ganancia. Se
trataba de incorporar a Venezuela obedientemente al patrón de
acumulación capitalista mundial, con una absoluta pérdida de
soberanía.
De todas las medidas que el FMI preveía implementar, en
sintonía con el Banco Mundial, hubo dos de ellas que fueron ejecutadas en forma inminente: 1) aumento de precios internos de venta
de combustible, y 2) eliminación del cambio diferencial. Cuando
entró en vigencia ese aumento en la gasolina el 26 de febrero de
1989, los precios de los pasajes urbanos de los transportes públicos
se incrementaron en forma exorbitante y la respuesta del pueblo no
tardó en producirse48. Al día siguiente, 27 de febrero las ciudadesdormitorio de Caracas, como Guarenas (municipio de la periferia
caraqueña), amanecieron con manifestaciones de protesta que
fueron expandiéndose a lo largo de todo el país, aunque se concentraron especialmente en la capital. Los acontecimientos que se
suscitaron a partir de la expansión de estas protestas es lo que se
conoce como El Caracazo.
Las protestas continuaron hasta el día siguiente. El presidente
Carlos Andrés Pérez declaró suspendidas las garantías constitucionales, decretando el toque de queda bajo el Plan Ávila y ordenando
la represión de los desórdenes, a modo de advertencia de que el
48 Se aumentó el precio de la gasolina y otros derivados del petróleo en el
mercado nacional, durante tres años, con un primer aumento de 100%
(cinco centavos de dólar) en el precio de la gasolina y un 30% en el del
transporte.
82
CAPÍTULO I
gobierno no toleraría acciones de semejante naturaleza. Mucha
gente murió –no existen cifras precisas– producto de la gran represión de ese día. El Caracazo cristalizó la protesta popular frente a la
reciente historia económica y política de Venezuela. Los detonantes
fueron ciertas medidas concretas, propias de una línea neoliberal
estructural. La subida de precios en combustible, en un escenario
progresivo de empobrecimiento de las mayorías, era un golpe duro
para la pérdida de poder adquisitivo. La otra medida fue la unificación de un tipo de cambio flotante, fijada sin control alguno, dependiente de aquellos (con poder de mercado) que compran y venden,
eliminando así el tipo de cambio preferencial para algunos bienes y
servicios que requerían importarse por necesidad.
Esto condujo inexorablemente a un incremento de precios en
bienes básicos que afectó negativamente a la población de bajos
recursos. Ambas medidas, que provocaron El Caracazo, solo fueron
una parte marginal de lo que aún estaba por venir con todos los
Programas de (des)Ajuste Estructural y los Planes de (des)Estabilización en los próximos años. No obstante las fuertes movilizaciones, la ofensiva neoliberal continuó con el capital internacional
como gerente. Carlos Andrés Pérez se había comprometido ya
en ser el representante de la filial venezolana del neoliberalismo
y anunció El Gran Viraje, en la misma línea de las medidas que
habían provocado El Caracazo.
Este nuevo programa se basó en las siguientes políticas económicas: 1) aceptar permanente supervisión del FMI con el objetivo
de volver a endeudarse (cifra que llegará a los 4.500 millones de
dólares en los tres años siguientes); 2) fijación de la tasa de interés
bajo los poderes del mercado (hasta un tope temporal fijado en
alrededor del 30%); 3) barrer los controles sobre los precios de
todos los productos, a excepción de dieciocho renglones de la
cesta básica, permitiendo así que los grandes oligopolios pudieran
fijar su tasa de ganancia mediante el precio de su máximo interés;
4) incremento gradual de las tarifas de servicios públicos como
teléfono, agua potable, electricidad y gas doméstico, y aumento
inicial de las tarifas del transporte público en un 30%; 5) reducción
83
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
del déficit fiscal (imponiendo como tope el 4% del PIB), mermando
así el –hasta entonces raquítico– Estado de Bienestar; 6) privatización de las empresas públicas estratégicas, tales como la Compañía
Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (Cantv); y 7) eliminación de aranceles de importación, provocando así una alta dependencia importadora.
Este último aspecto era vital para dejar atrás los viejos sueños
del desarrollismo nacional, basado en el modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (de la teoría de la dependencia), e ir transitando hacia su opuesto: subdesarrollo mediante
otro modelo, el ISP: Importación por Sustitución de Producción.
Así, el neoliberalismo consolidaba la inserción dependiente del
patrón primario exportador de Venezuela como periferia del
sistema-mundo capitalista. Las medidas, conocidas como el Gran
Viraje, se reforzaban con la mencionada renegociación de la
deuda mediante los planes de reestructuración –principalmente
el Plan Brady– y la continuación del plan pseudoprivatizador del
sector petrolero, que no cejaron en ningún momento.
En la misma línea económica, durante la siguiente presidencia, la de Rafael Caldera (1994-1999) se hizo oficial el IX Plan
de Desarrollo de la Nación 1995-1999, bautizado por sus autores
como ‘un proyecto de país’, que constituyó la denominada Agenda
Venezuela dictaminada por el FMI para los próximos años. El Plan
se centró literalmente en cinco puntos: 1) la inserción estratégica
del país en el contexto internacional, con el proyecto estratégico
Venezuela en la sociedad global del siglo xxi; 2) la transformación
del aparato productivo: una estrategia macroeconómica para
el desarrollo con equidad; 3) la construcción de una economía
competitiva con equidad, ambiente y ordenamiento del territorio
para sustentar el nuevo desarrollo; 4) el proyecto de solidaridad
social: calidad de vida y solidaridad social; y 5) la transformación
de la educación y el conocimiento, y la reforma del Estado para el
nuevo proyecto de país.
Toda esta retórica, como parte de un relato basado en eufemismos, escondía lo que verdaderamente se explicó en el
84
CAPÍTULO I
apartado primero de este capítulo (el verdadero decálogo del
neoliberalismo). Cuando se decía inserción estratégica en el
contexto internacional, significaba apostar por la recién nacida
Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) en Miami, en la
Cumbre de las Américas, para que el país fuera una pieza subordinada definitivamente en su rol primario exportador e importador
de valor agregado, dependiente de los países centrales; cuando se
hablaba de estrategia macroeconómica, realmente quería decirse
que se debían asumir todos los programas de ajuste y planes
estructurales macroeconómicos del neoliberalismo; la reforma
del Estado se usaba para evitar afirmar que se debía privatizar
lo público, dejando siempre un resto mínimo estatal que garantizara la seguridad jurídica a favor de los capitales; se aludía a
la solidaridad social sin decir que esta estaba condicionada a la
evolución de la tasa de ganancia. Este era el verdadero significado del proyecto de país de Caldera para Venezuela.
En definitiva, por debajo de nombres rimbombantes, fuese El
Gran Viraje o la Agenda Venezuela, la política económica siguió la
secuencia marcada por el neoliberalismo mundial. Frente a ello, los
cambios prometidos no se hicieron realidad y las políticas económicas presentaron paupérrimas cifras, tanto en materia económica
como social49. Los efectos fueron, a grandes rasgos, similares al
resto de los países analizados:50
49 En los artículos de Torres y Montero se puede observar el complejo escenario, justo antes de que Chávez llegara a ser presidente (Juan Torres
López y Alberto Montero Soler. “¿Ha hundido Chávez la economía venezolana?”, Observatorio de la economía latinoamericana: 2004; y Juan
Torres López, “La economía: tiempos de convulsión, luces y sombras”,
en: Juan Torres López, (coord.), Venezuela, a contracorriente. Los orígenes
y las claves de la Revolución Bolivariana, Icaria, Barcelona: 2006).
50 Para más detalle de estos impactos negativos del neoliberalismo, véase el libro El Pensamiento económico de Hugo Chávez (Alfredo Serrano.
El pensamiento económico de Hugo Chávez, Vadell Hermanos, Caracas:
2014).
85
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
- La tasa de pobreza en 1980 era del 22%, mientras que a fines
de los noventa ya estaba entre el 54% y 70%. La pobreza extrema en
1998 estaba próxima al 40%.51
- En promedio, el PIB per cápita se había mantenido constante
(crecimiento 0%) durante los años noventa (y un 75% por debajo del
PIB per cápita de 1977).
- Entre 1990-1998 el 70% de los puestos de trabajo creados
fueron en el sector informal.
- Venezuela era en ese momento el tercer país más desigual del
mundo; en el año 1997 el 30% de los hogares más ricos disfrutaban
del 61,3% de la riqueza; entre 1975 y 1997 la clase media venezolana
se redujo del 56,9% al 31,3%.52
- En 1998 la dependencia importadora era de tal magnitud, que
se compraba afuera de Venezuela el 70% del consumo de alimentos
del país.
- En el período 1983-1998, la devaluación promedio anual fue
del 795%.
- En 1995 el gasto social en relación con el PIB se situó alrededor del 7,6%.
- El gasto público en salud había bajado a mediados de la
década, en relación con 1990. En 1999 había 194 médicos por cada
cien mil habitantes y existía un 20% de enfermedades crónicas sin
control.
- Los ingresos petroleros pasaron de un 18,3% del PIB en 1991,
al 3,9% en 1999, lo cual colocó a Venezuela como el octavo país
productor de petróleo. El ingreso petrolero por persona cayó de
310 dólares en 1994 a 225 dólares en 1998; en el período 1990-1998
la producción petrolera aumentó en 50%, mientras sus costos de
producción lo hicieron en un 175%.
- El 30% del gasto del Gobierno central se destinaba al pago de
la deuda pública en el año 1998.
51 Por ejemplo, en el año 1994 la pobreza en Venezuela afectaba al 60% de
la población.
52 Patricia Márquez y Ramón Piñango, (eds.). En esta Venezuela. Realidades
y nuevos caminos, IESA, Caracas: 2003.
86
CAPÍTULO I
- Los precios seguían aumentando de manera sostenida. La
inflación promedio en los últimos veinte años fue del 44% anual;
en el período 1989-1998 los precios crecieron a una tasa promedio
anual del 53%.
Además, el mayor endeudamiento social venía acompañado de
un cuadro macroeconómico paupérrimo en términos cuantitativos.
Ni un economista ortodoxo daría por bueno el análisis de coyuntura económica de Venezuela en 1998, que se podía sintetizar en:
1) baja sustancial del ingreso petrolero de exportación; 2) fracaso
del modelo sustitutivo de importaciones; 3) desequilibrio en la
balanza de pagos; 4) incremento de la deuda externa y agotamiento
de las reservas internacionales; 5) aceleración inflacionaria y encarecimiento desmedido del costo de la vida; 6) devaluación continua
del bolívar, con la concomitante dolarización de la economía;
7) decrecimiento de la actividad productiva de la nación;
8) desajuste del Producto Interno Bruto y disparidad intersectorial
de productividad; 9) crisis de financiamiento de la gestión económica y social del Estado; y 10) liberación de precios y eliminación
de subsidios53. Estos diez ejes constituyen el verdadero decálogo
en cuanto a los efectos macroeconómicos, como consecuencia de
aquel decálogo de auxilio y rescate que acabó siendo de hundimiento económico y social.
En definitiva, las consecuencias sociales y económicas del
período neoliberal en Venezuela dejaron como saldo un país en
ruinas, que comenzaría a ser refundado a partir de la llegada a
la presidencia de Hugo Chávez, ya en el ocaso del siglo xx. Hasta
ese momento, el país presentaba un alto grado de fragmentación
social con un Estado al servicio de unos pocos, desatendiendo por
completo la deuda social que afectaba a la mayoría del pueblo venezolano.
53 Adolfo León Atehortúa Cruz y Diana Marcela Rojas Rivera. “Venezuela
antes de Chávez: auge y derrumbe del sistema de ‘punto fijo’”, Anuario
colombiano de historia social y de la cultura: 2005.
87
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Bolivia
Bolivia ha padecido históricamente de un patrón de crecimiento sustentado forzosamente en la minería y en otros recursos
naturales claves para el desarrollo mundial. No fue esta una elección propia, sino que ha sido una imposición foránea desde que
se inicia el proceso de colonización. Este modelo de dependencia
fue alterado con la Revolución de 1952, liderada por el Movimiento
Nacionalista Revolucionario (MNR)54, cuando en efecto se produjeron ciertos cambios –al menos en la fase inicial– en la forma de
gestionar la soberanía respecto a sus propios recursos naturales;
pero poco duró ese empeño porque rápidamente se produjeron
diferentes contraofensivas que impidieron avanzar en la construcción del proyecto nacional-popular, más desarrollista, que había
dado sus primeros pasos a favor de tener mayor control de los
sectores estratégicos (nacionalización de las minas), de una política
agraria más democratizadora y de llevar a cabo políticas sociales
redistributivas.
Un claro ejemplo contrarrevolucionario fue cuando en 1955 el
gobierno boliviano aprobó el Código Petrolero, permitiendo que la
compañía Gulf Oil controlara el 90% del gas boliviano. Las actuaciones del gobierno se fueron alejando cada vez más del significado
de las siglas del partido que le llevó al poder; igualmente, se sucedieron los golpes de Estado en los años siguientes: en el año 1964
el general Barrientos dio un golpe de Estado; después de la muerte
de Barrientos, en el año 1969, Luis Adolfo Siles asumió la presidencia, pero también sufrió otro golpe militar por parte del general
Alfredo Ovando Candía; el intento de Asamblea Popular de Juan
José Torres, con una propuesta ambiciosa de recuperación de soberanía, también duró muy poco; en el año 1971 llegó el golpe militar
de Hugo Banzer, instaurando una dictadura militar que duró hasta
54 La presidencia fue usurpada de inmediato por una junta de gobierno
militar; en respuesta, los trabajadores y campesinos lideraron una insurrección nacional armada en abril del año siguiente, llevando de nuevo
al MNR al poder.
88
CAPÍTULO I
el año 1978; después se sucedieron vaivenes de diferentes presidentes55, con fuerte presencia de la Unión Democrática Popular
(UDP).56
Después de ese período y actuando bajo mucha presión, el
presidente Hernán Siles anunció la convocatoria a elecciones el 6
de agosto de 1985, siendo nuevamente Paz Estenssoro –el mismo
que fuera presidente con el MNR en el año 1952– quien ganara
las elecciones, convirtiéndose desde ese momento en el principal
valedor del desembarco neoliberal con la implementación de las
políticas económicas determinadas en el Consenso de Washington.
En Bolivia, la década de los setenta fue un período de crecimiento gracias al aumento de los precios del estaño y del petróleo
en los mercados internacionales. Sin embargo, ese aumento de
los ingresos fue insuficiente para financiar el monto del volumen
de importaciones que se venía produciendo; el resultado fue un
incremento del déficit comercial y, frente a ello, el endeudamiento
externo volvía a aparecer como única respuesta posible, tal como
mandaban los cánones del manual dominante a nivel internacional.
A finales de la década de los setenta, la caída de los precios de las
materias primas que Bolivia exportaba al resto del mundo, junto
con el aumento generalizado de los tipos de interés, además del
progresivo endeudamiento externo, fue configurando un escenario
altamente complejo. La restricción externa se fue haciendo cada
vez más insostenible; el estrangulamiento externo de la economía
boliviana, unido a la incapacidad interna para generar las divisas
suficientes, hizo imposible seguir sosteniendo el pago del servicio
de la deuda externa y el pago de las importaciones.
55 Según datos de la Corte Nacional Electoral, desde el año 1978 hasta 1982
existieron ocho presidentes: Juan Pereda Asbún, año 1978; David Padilla
Arancibia, años 1978-1979; Walter Guevara Arce, año 1979; Alberto Natusch Busch, año 1979; Lydia Gueiler Tejada, año 1980, Luis García Meza,
años 1980-1982; y Guido Vildoso Calderón, año 1982. En 1982, es elegido
un nuevo presidente: Hernán Siles.
56 La UDP fue una alianza entre el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), el Movimiento Nacionalista Revolucionario de la Izquierda
(MNR-I) y el Partido Comunista de Bolivia.
89
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Como sucedió en tantos otros países de América Latina, la recesión económica no tardó en llegar. A partir de 1982 el peso de la
deuda externa se hizo, por entonces, insoportable57 y se desató un
proceso hiperinflacionario que asoló al país58. Esta mezcla explosiva acabó desembocando en la suspensión de pagos en el año 1984,
que puso punto y final a la etapa anterior, dando lugar al inicio de
una nueva época: la neoliberal. Tales circunstancias permitieron
y aceleraron el “auxilio” del FMI y el Banco Mundial; ambas instituciones –junto con otras como el BID– acabaron con hacerse, por
vía indirecta, con los resortes de gobierno del país, utilizándolo a
su antojo como laboratorio experimental para aplicar las recetas
neoliberales en materia de política económica.
De esta forma, la respuesta a la crisis desde el FMI y el BM se
articuló en dos dimensiones diferenciadas: por un lado, un plan de
estabilización orientado, en lo fundamental, a recuperar la estabilidad de los precios y, por otro, un proceso de ajuste estructural de
la economía boliviana en sentido estricto. Con el plan de estabilización se articularon políticas de choque destinadas a recuperar
la estabilidad de las principales variables macroeconómicas y, en
concreto, de los precios internos y externos. Ese plan giró en torno
al aumento del grado de apertura externa de la economía, a la reestructuración del sector público y la desregulación del mercado de
trabajo o, mejor dicho, la regulación del mercado laboral con las
nuevas reglas de flexibilidad para que el gran empresario tuviera
aún más poder para definir las condiciones de contratación y
despido, y de los salarios.
Para todo ello, en el año 1985 se aprobó el Decreto Supremo
21.060, centrado en cinco ámbitos fundamentales para la estabilización neoliberal: disciplina fiscal, reforma tributaria, liberalización
57 La deuda externa había pasado de suponer un 223% de las exportaciones
en 1980 a un 420% en 1984.
58 La tasa de crecimiento de los precios fue en 1982 del 296,5%, en 1983 del
328,5% y en 1985 alcanzó el 11.570% anual (Juan Cariaga. Estabilización
y desarrollo: importantes lecciones del programa económico de Bolivia,
FCE-Los Amigos del Libro, La Paz: 1996).
90
CAPÍTULO I
de la tasa de interés59, tipos de cambio competitivos y eliminación
de las restricciones a la importación; luego, llegó una segunda etapa
a partir del Decreto Supremo 21.660 de julio de 1987, que profundizaba la apertura de las importaciones con la adhesión de Bolivia
al GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio, por sus siglas
en inglés).
Estas duras medidas de estabilización se acompañaron con un
programa de ajuste, cuya finalidad fue la reforma de la estructura
de la economía boliviana para reconstituir las bases del proceso
de acumulación, sobre un sustrato que no iba a alterar en nada el
patrón dependiente de la misma sino que, por el contrario, iba a
acentuarlo aún más. Así, la reestructuración productiva se realizó
sobre la base de la reprimarización económica. En este sentido,
la apertura de la economía se realizó a partir de la privatización y
venta al capital transnacional de las principales empresas públicas
(que venían controlando ciertos sectores estratégicos y con alta
rentabilidad), y se complementó con la continuación en el ajuste
sobre el trabajo y el definitivo desmantelamiento del sector público
mediante nuevos mecanismos. Fue a partir del año 1991 cuando se
sancionó un conjunto de leyes que habilitaron la privatización y
capitalización de muchas empresas estatales.
En primer lugar, se aprobó la Ley de Inversiones 1.182 en 199060,
durante la presidencia de Paz Zamora; a ella le siguieron la aprobación de las Leyes de Privatización en 1992 y de la Ley de Capitalización en 199461, ya bajo el gobierno de Sánchez de Lozada. Las
59 Se profundizó la liberalización financiera al disponer que las tasas de interés activas y pasivas del sistema financiero sean libremente pactadas
entre el banco y los usuarios, pero siempre bajo desigualdad de condiciones.
60 La Ley 1.182 contemplaba una serie de privilegios inusitados para el inversor extranjero: plena libertad cambiaria y de movilidad de capitales;
posibilidad de establecimiento en zonas francas y, por lo tanto, exentas
total o parcialmente de imposiciones tributarias y arancelarias; y la posibilidad de rescindir libremente los contratos de trabajo y la descentralización de la negociación salarial.
61 Conceptualmente, la capitalización es un modelo de privatización en el que
un inversionista estratégico adquiere el 50% de una compañía pública y
91
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
tres pueden considerarse, sin lugar a dudas, las reformas legales
más importantes del proceso de reestructuración productiva
en Bolivia. Gracias al sustento legal de esas reformas, se privatizaron un total de 84 empresas públicas y se capitalizaron otras diez
(traducido en un valor de 1.677.360 millones de dólares). Según el
BID, por ese entonces Bolivia era el país con mejor índice de privatización de toda América Latina en la década de los noventa (con
un valor del índice de 0,9 frente al 0,3 del promedio). En cuanto
al índice de avance de reformas estructurales, elaborado también
por el BID –que mide entre 0 a 1 los avances en reforma comercial,
reforma financiera, reforma tributaria, privatización y reforma en
el mercado laboral–, a finales de la década de los noventa Bolivia se
situaba en el primer lugar con un valor del 0,7 frente al promedio
de diecisiete países latinoamericanos de 0,5862. A todo ello hay que
sumar los importantes cambios acaecidos tanto en el ámbito de las
pensiones, en el que se sustituyó el sistema de reparto por uno de
capitalización individual a través de la Ley Nº 1.732 de noviembre
de 1996, como en el sector de los hidrocarburos.
Como resultado de la aplicación de todo ese conjunto de políticas económicas, Bolivia atravesó un profundo proceso de desindustrialización; en 1985 el PIB de la industria representaba el
16% del total y en el 2005 el grado de industrialización bajó hasta
el 11,7%63. La estructura de generación de empleo e ingreso venía
descrita en modo de pirámide invertida: en el sector manufacturero, el 83% de la base de la pirámide laboral boliviana correspondía
a unidades familiares campesinas y microempresas de menos de
cinco personas, que producían apenas el 25% del ingreso; mientras
su control administrativo, y a cambio el socio se compromete a invertir
el 100% de su aporte de capital (equivalente a la estimación del inversionista del 50% del valor en libros de la empresa) en la compañía para
financiar nuevas inversiones.
62 Eduardo Lora. “Las reformas estructurales en América Latina: qué se ha
reformado y cómo medirlo”. [documento de trabajo 348]. Banco Interamericano de Desarrollo: 2001.
63Ministerio de Planificación y Desarrollo. Plan Nacional de Desarrollo,
Bolivia: 2006.
92
CAPÍTULO I
que el 7% de la cúpula laboral, conformada por empresas de más de
cincuenta personas, contribuía con el 65% de ingreso. En el medio
estaba una débil franja de pequeños y medianos productores que
producían el 10% del empleo y el 10% del ingreso.64
Los resultados en el ámbito laboral de todos estos programas
de ajuste fueron nefastos: veintitrés mil mineros del sector público
y cinco mil del sector privado perdieron su trabajo; dieciocho
mil empleados públicos fueron despedidos; el salario real en los
sectores público y privado se redujo en un 40%. Consecuentemente, se intensificaron las desigualdades económicas y sociales
generándose un aumento desmesurado de la pobreza. Además,
empeoraron los problemas de nutrición y se agravó el proceso de
exclusión social y económica de la mayoría de la población en favor
de una minoría.
Esas mismas políticas enmarcadas en los programas de (des)
estabilización y planes de (des)ajuste tuvieron efectos también
estructurales en lo social; no solo se circunscribieron a algunas de
las necesidades básicas insatisfechas, sino que tuvieron un impacto
muy desfavorable en las condiciones de vida de buena parte de
la población boliviana. Según la Unidad de Análisis de Políticas
Sociales y Económicas (Udape)65 en el año 2000, en pleno apogeo
del modelo neoliberal, el porcentaje de pobres en Bolivia era del
66,4% y la pobreza extrema (o indigencia) alcanzaba al 45,2% de la
población, llegando esos porcentajes en el área rural al 87 y 75%,
respectivamente, y agravándose aún más en el caso de la población
indígena de las zonas rurales, donde llegaba al 89 y 78%, respectivamente. En términos de desigualdad, Bolivia presentaba en
aquel año 2000 un valor para el índice de Gini66 de 0,57, concentrándose el 45% del ingreso en el 10% más rico de la población y solo
el 1% del ingreso en el 10% más pobre. Y si lo medimos por el lado
64 George Gray. La economía boliviana más allá del gas, PNUD, Bolivia: 2005.
65 Unidad de Análisis de Políticas Sociales y Económicas (Udape). Economía y Política Económica, Bolivia: 2006.
66 El índice de Gini es una medida cuantitativa de la desigualdad relativa; su
valor puede oscilar entre 0 (máxima equidad) y 1 (máxima desigualdad).
93
América Latina en disputa
del consumo, cabe resaltar que el 10% más rico de los bolivianos
consumía veintidós veces más que el 10% más pobre.
En el año 2003, según la Encuesta Nacional de Demografía
y Salud, la prevalencia de desnutrición para niños menores de
tres años fue del 24,2%. A fines del año 2005, Bolivia ocupaba el
lugar 113 del discutido Índice de Desarrollo Humano (IDH) del
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). La
esperanza de vida era de poco más de 64 años. El analfabetismo en
adultos afectaba al 13,5% de la población. El número de médicos
por cada cien mil habitantes era de 73. La desnutrición afectaba
al 21% de la población boliviana entre los años 2000-2002. La tasa
de mortalidad infantil era de 53 niños muertos por cada mil nacimientos en el año 2003. El informe Panorama Social de 2005, de
la Comisión Económica para América Latina (Cepal), identificaba
que entre un 20% y un 30% de la población boliviana no disfrutaba
de una fuente adecuada de agua. Más del 40% de la sociedad sufría
de hacinamiento, no poseía un sistema adecuado de eliminación
de excrementos y el piso de sus casas era de tierra. Entre los niños
de 7 a 12 años, más del 40% no acudía a ningún establecimiento
educativo. Además, entre el 30% y el 40% de la sociedad boliviana
no tenía servicio sanitario ni electricidad.
Son cifras suficientes y elocuentes para constatar cómo el
neoliberalismo se cebó también con Bolivia. El resultado fue un
par de décadas perdidas para la mayoría boliviana, fruto de la
implementación de todas las políticas económicas auspiciadas
por el Consenso de Washington. Esos años solo supusieron
décadas ganadas para las empresas transnacionales y para una
reconcentrada oligarquía local como únicos beneficiarios de
aquellas recetas, mientras que la mayor parte de los bolivianos
y bolivianas veían crecer sus dificultades para poder vivir bien.
El endeudamiento y empobrecimiento social marcó definitivamente esa era neoliberal que cambió definitivamente a Bolivia y
a su futuro. Hasta ese momento, a pesar de las protestas que se
venían sucediendo a lo largo de todo el país, ni los más optimistas
podían imaginar que un cambio de época era posible, pilotado por
94
CAPÍTULO I
Alfredo Serrano Mancilla
organizaciones sociales que habían sido excluidas del pacto por
arriba, y por un presidente indígena –Evo Morales Ayma– todavía
desconocido a nivel nacional a pesar de haber logrado llegar al
Congreso en el año 1997, electo como diputado por Cochabamba
(con el 70% de los votos), y con las siglas de un partido ya registrado: el Movimiento al Socialismo (MAS), refundado por el propio
Evo en ese mismo año.
Ecuador
El modelo económico ecuatoriano, seguido históricamente
hasta el año 1965, tuvo una base predominantemente agrícola.
Se trató de un modelo primario agroexportador, o también conocido como modelo de crecimiento hacia afuera, en particular por
la dependencia económica del país en la evolución de las exportaciones agrícolas, muy particularmente del banano. En Ecuador,
el modelo desarrollista, basado en la intervención del Estado y en
la sustitución de importaciones como estrategia de industrialización, había procurado tomar forma en la década de los sesenta,
aunque su verdadero impulso se pretendió a partir de los años
setenta gracias al auge petrolero67, que permitía disponer de más
recursos para canalizarlos en este gran reto para salir del patrón
primario exportador que había condenado al país desde hacía
siglos. En esos años el país fue gobernado por dos dictaduras militares hasta 1979: el primer régimen militar, encabezado por el
67 Tal como indica Francisco Guerra, “en 1967 la transnacional Texaco Gulf
Oil confirma la existencia de petróleo en el Oriente ecuatoriano, la misma que ingresa a la extracción y exportación de petróleo en 1972, determinando en los años setenta un apreciable incremento de la riqueza
nacional, convirtiéndose en el principal generador de divisas e ingresos
fiscales. Si para 1973 las exportaciones de petróleo frente a las exportaciones totales del país representaron cerca del 50%, para 1981 dicha
relación fue cercana al 68% más aun cuando el sector externo estaba estancado desde la crisis bananera de 1965” (Francisco Guerra. Análisis del
modelo económico y social ecuatoriano, [tesis de maestría no pubicada],
Flacso: 2001, p. 15).
95
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
general Rodríguez Lara68 (1972-1976, conocido como gobierno
nacionalista y revolucionario), quien impulsó políticas de redistribución social moderada e intentó una reforma agraria; sin embargo,
la fuerte oposición de las clases dominantes debilitó estos intentos
de reforma y culminó finalmente en otro golpe militar en 1976. Este
segundo régimen militar era conservador y abandonó las políticas
de reforma.
Definitivamente, los años setenta fueron fructíferos en el objetivo de utilizar los recursos petroleros para una industrialización
de Ecuador, que acabase con el patrón de intercambio desigual que
venía sufriendo desde hacía siglos. A pesar de lo proclamado, por
ejemplo, en el primer gobierno militar a través de los “Lineamientos
Fundamentales del Plan Integral de Transformación y Desarrollo”,
en el que se establecieron tres prioridades económicas estratégicas –industrialización, modernización agrícola y diversificación
de las exportaciones–, los logros fueron mínimos en función de los
desafíos marcados, y sí comienza a apreciarse con mucha fuerza la
presencia de la inversión extranjera directa, en forma de grandes
consorcios transnacionales (especialmente estadounidenses)
como actores fundamentales de este proceso de transformación
de la estructura económica residente en el país. La dependencia
externa se explicaba por ese entonces, por un lado, por la vía clásica
de la exportación de materias primas sin valor agregado y, por otro
lado, en la participación de la inversión extranjera directa en el
incipiente proceso industrializador, que tuvo mucho que ver en la
generación de una importante deuda externa.
Luego llegaron gobiernos elegidos democráticamente: Jaime
Roldós (1979-1981) y luego Osvaldo Hurtado (1981-1984) como
sucesor, después de la muerte de Roldós a consecuencia de un
accidente aéreo acerca del cual todavía hoy existen muchos interrogantes. Este no fue un hecho menor porque Roldós fue un presidente muy activo en clave geopolítica, en la reivindicación de los
68 Poniendo punto y final al período conocido como ‘el velasquisimo’ (en
mención a los cinco períodos presidenciales de Jose María Velasco Ibarra) en el año 1972.
96
CAPÍTULO I
derechos humanos que seguían violándose en dictaduras protegidas por algunos importantes países centrales, y también en
buscar que América Latina fuera capaz de crear espacios propios,
emancipados del Norte, para definir sus instancias y mecanismos
para el relacionamiento regional sin necesidad de acudir a los organismos internacionales tutelados desde Estados Unidos. Después
del fallecimiento de Roldós, el sucesor Hurtado nuevamente
retomó la agenda internacional impuesta desde afuera y volvió a
Ecuador a la senda de una inserción subordinada, tanto política
como económicamente.
Desde el año 1977 en adelante, como había sucedido en tantos
lugares en América Latina, la deuda externa comenzó a dispararse.
Fundamentalmente, era la deuda pública externa aquella que se
incrementó exponencialmente con la misma matriz de endeudamiento: esos recursos no fueron redistribuidos socialmente, sino
que estuvieron más dirigidos a una minoría agroexportadora local,
a una pequeña burguesía nacional que había asumido la responsabilidad (fallida) de industrializar al país y, cómo no, a las transnacionales que habían logrado participar en ese reparto del pastel.
Muchas veces en forma de incentivos y otras en subsidios directos,
sea como fuere, la deuda externa se constituyó en un gran peso
muerto para la economía. Esta, una vez más, fue la excusa utilizada
por los organismos económicos internacionales para la arremetida neoliberal. La gran crisis de la deuda aconteció en el año 1982,
en pleno gobierno de Hurtado; a partir de ese entonces se comenzaron a aplicar algunas medidas en política estatal, orientadas a la
apertura de la economía con el asesoramiento del FMI. Las mismas
constituyeron el preámbulo de lo que posteriormente sería un
largo proceso de consolidación y profundización neoliberal que se
extendería hasta iniciado el siglo xxi.
En dicho recorrido es posible distinguir dos períodos: una
primera fase iniciada en 1984, avivada por el gobierno de corte
empresarial de Febres Cordero, dirigente del conservador Partido
Social Cristiano donde resultó más fácil la implementación de
muchas de las políticas neoliberales, entre las que destacaron
97
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
las siguientes: 1) liberalizar el tipo de cambio desde el primer
momento; en el mismo año de su toma de posesión, la Junta Monetaria permitió que libremente se llevara a cabo un proceso de devaluación que favorecía a los exportadores; 2) liberalización de las
tasas de interés, permitiendo un alto diferencial entre la tasa activa
y pasiva, ideal para los prestamistas en contra de quienes necesitaban pedir prestado; 3) apertura indiscriminada del sistema financiero a favor de libre entrada y salida del capital transnacional;
4) apertura comercial, evitando así cualquier tipo de posibilidad
proteccionista y apostando todo a la continuidad de un modelo
primario exportador; 5) liberalización de los precios de muchos
bienes básicos (la manteca, el aceite comestible, hierro, llantas y
tubos); 6) privatizaciones de muchas empresas públicas con actividad en sectores estratégicos; y 7) regulación del mercado laboral
a favor de la flexibilización, tal como dictaba el libreto neoliberal.
Durante este período se gobernó a base de decretos económicos, con un fuerte empeño en la reducción del gasto público en
materia social; a ello se sumó la congelación del salario mínimo.
También se aplicaron políticas de ajuste acordadas con el Fondo
Monetario Internacional, en relación con la subida del precio de los
combustibles y de los pasajes del transporte público. Poco a poco, en
corto tiempo, Febres Cordero se autoproclamó como el gran adalid
de las políticas de ajuste exigidas desde afuera. Después del debilitamiento de Febres Cordero, ocasionado en gran parte por la resistencia popular a las medidas neoliberales (con la pérdida de un
referéndum sobre la reforma política y habiendo perdido también
la mayoría en el Congreso), llegó una segunda fase que frenó en
cierta medida la ofensiva neoliberal.
La presidencia de Rodrigo Borja, entre los años 1988 y 1992,
supuso una suerte de paréntesis en esta época porque su propuesta
venía más en la línea de un tímido programa socialdemócrata,
con la intención de retomar algunos de los aspectos económicos
que había defendido cuando perdiera contra Febres Cordero en
las elecciones anteriores; aunque, a decir verdad, Borja dejó atrás
su vieja postura a favor del Estado y de una política fiscal más
98
CAPÍTULO I
expansionista. Prefirió, finalmente, relativizar el rol del Estado en
su propuesta económica; durante su mandato, sin ser una persona
que encarnase la doctrina neoliberal al dedillo, expresó su fe en un
modelo de economía mixta en el que convivieran la planificación
estatal y la propiedad privada. Aunque sí hay que destacar la constitución de Petroecuador en sustitución de la Corporación Estatal
Petrolera Ecuatoriana (CEPE), que logró la titularidad del Sistema
del Oleoducto Transecuatoriano; una filial de Petroecuador –Petrotransporte– reemplazó a Texaco como operadora del oleoducto.
Por otro lado, si bien antes, como opositor, planteaba la necesidad de renegociar la deuda con los acreedores internacionales,
en su etapa presidencial era más proclive a “no entablar confrontaciones estériles con los acreedores internacionales, pero sí
continuó exigiendo una reprogramación de los pagos para poder
atender las necesidades internas del desarrollo, crear los excedentes necesarios y después pagar lo adeudado. Borja heredó un
cuadro macroeconómico caracterizado por una inflación anual del
80%, un desempleo en torno al 15%, un déficit fiscal equivalente al
17% del PIB y la evaporación de las reservas internacionales. Frente
a ello, el presidente descartó la terapia de choque y se decantó por
un ajuste gradual y sostenido. Prosiguió, por el contrario, con la
regulación a favor de la flexibilización del mercado laboral (que
abrió las puertas a la instalación de empresas maquiladoras). En
resumen, Borja no fue ni lo uno ni lo otro: ni un máximo exponente
del neoliberalismo, pero tampoco logró torcerle el pulso a la hegemonía neoliberal.
La segunda fase del neoliberalismo en Ecuador vino de la mano
del nuevo presidente Durán Ballén (1992-1996). Apenas iniciado
el nuevo gobierno, se implementó un paquete de fuertes medidas
económicas, entre las que destacaban una devaluación del 35% y el
alza de los precios del combustible de alrededor del 160%, del gas
en 200% y de la electricidad en 120%. Además, en este período se
introdujeron importantes cambios en la legislación, que dieron el
sustento jurídico para la implementación de estas reformas económicas. En 1993 se sancionó la Ley de Modernización del Estado,
99
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
CAPÍTULO I
marco para la liberalización económica que apuntaba a la desregulación y apertura de los mercados y, a su vez, fue el sustento
legal para la privatización de las empresas públicas, en razón de
lo cual se creó el Consejo de Modernización del Estado, encargado
de implementarlas. La reforma a la Ley de Hidrocarburos generó
que la participación en los ingresos petroleros se redujera del 90%
al 33%, habiendo incluso contratos en los que se entregaba el 100%
de los beneficios a la contraparte extranjera. En el año 1994 se
reformó la Constitución Nacional, mediante una consulta popular
que permitió introducir los cambios necesarios para seguir implementando el modelo económico en marcha.
Las consecuencias sociales de estas medidas económicas no
se hicieron esperar. Ya a mediados de la década de los noventa,
la enorme mayoría de la población había visto desmejoradas
sustancialmente sus condiciones de vida; las cifras de desempleo
y pobreza habían aumentado notablemente. La particularidad
del caso ecuatoriano reside en que durante el proceso de ajuste
estructural, su economía entró en la más profunda crisis de su
historia. En 1999, durante la presidencia de Jamil Mahuad (19982000), se produjo la mayor crisis financiera de la historia del país.
Como afirma Martín-Mayoral “su origen se remonta al gobierno de
Durán Ballén y la promulgación de la Ley General de Instituciones
del Sistema Financiero; impulsada por el FMI, esta ley disminuyó
el control de la Superintendencia de Bancos sobre las entidades
financieras”69. El colapso económico de 1999 no puso fin a la larga
historia de ese modelo, su desenlace fue la amputación de la política monetaria mediante la dolarización de la economía. Fue así
como Ecuador perdió su soberanía monetaria y con ella a uno de los
principales instrumentos de política económica para ganar competitividad en un contexto de apertura comercial. Tras la quiebra del
sistema bancario y del decreto de dolarización (año 2000, durante
el gobierno de Mahuad), se produjo una sustancial salida de
ecuatorianos al exterior en un proceso migratorio sin precedentes
en la historia del país.
Entre los años 1997 y 2000 se sucedieron cinco gobiernos. La
crisis política, la protesta social y los conflictos entre las élites
acarrearon la más profunda crisis socioeconómica de la historia
del país; posteriormente, llegaron más acuerdos con el FMI y sus
clásicos planes de ajuste en la economía, de la mano de Lucio
Gutiérrez, candidato que se había aliado con Pachakutik –el brazo
político del movimiento indígena–, a quien traicionó poco después
de llegar al poder en 2002. Finalmente, Lucio Gutiérrez fue destituido en 2005, en medio de una fuerte ola de protestas y movilización social en la capital del país, conocida como “La rebelión de los
forajidos”.
Los resultados de los paquetes de medidas de ajuste neoliberal
en el país fueron desastrosos. Entre 1990 y 2000 el índice de Gini
pasó de 0,456 a 0,555, expresando un marcado crecimiento de la
desigualdad en la distribución del ingreso; durante el quinquenio
1995 y 2000, la cantidad de personas bajo la línea de pobreza se
duplicó para pasar de 3,9 a 9,1 millones de personas –de un total
de trece millones de habitantes–, lo que representa, en términos
porcentuales, un crecimiento dramático del 34% al 71% de la población en situación de pobreza; la pobreza extrema pasó del 12% al
31%70. Para el mismo período (1995-2000), la tasa de mortalidad
en menores de cinco años era de 45,6 por cada mil nacidos vivos71.
En el año 2000, el analfabetismo alcanzaba al 8,4% de la población
mayor de 15 años y, por el contrario, el gasto público en educación
era del 1,5% del PIB (el más bajo de toda América Latina para ese
año).
En cuanto al desmantelamiento del Estado, si bien en el caso
ecuatoriano no fue tan extremo como el caso boliviano, una cifra
69 Fernando Martín-Mayoral. “Estado y mercado en la historia de Ecuador”,
Nueva sociedad: 2009, p. 129.
71 Comisión Económica para América Latina (Cepal). El panorama social de
América Latina, Santiago de Chile: 2003.
100
70 Alfredo Serrano y Alberto Acosta. “Ecuador frente a la crisis económica
internacional: un reto de múltiples aristas”, Revista de Economía Crítica:
2009.
101
América Latina en disputa
habla por sí sola: en el año 2004 Ecuador poseía una presión fiscal
del 10,38%, muy por debajo del promedio para América Latina
(13,58%), lo cual supuso una importante limitación respecto al papel
redistribuidor del Estado. La inversión social en Ecuador para ese
mismo año representaba solo el 6,6% del PIB, muy por debajo del
que poseía en los años noventa (8%); era el segundo porcentaje más
bajo de toda América Latina, siendo el valor promedio 15,9% para
el período 2004-2005. En el año 2006, casi el 40% del presupuesto
general del Estado se destinó al servicio a la deuda.
El panorama social de América Latina72 muestra los siguientes
resultados para el año 2006, justo antes de la llegada de Rafael
Correa a la Presidencia de la República, después de las décadas
perdidas provocadas por el neoliberalismo:
- El índice de Gini para Ecuador en el año 2006 fue de 0,507.
- El 19,3% de la población poseía un ingreso inferior al 50% de la
mediana.
- El 10% de la población más pobre solo disponía del 1,2% del
total de ingresos.
- El decil más rico poseía 14,8% más de ingresos que el que
tenían los cuatro deciles más pobres, que era del 14,8%.
- La tasa de pobreza y de indigencia eran de 36,8% y 13,6%,
respectivamente.
Estos son únicamente algunos datos que permiten demostrar el
empobrecimiento de las condiciones de vida de la inmensa mayoría
del pueblo ecuatoriano y el consecuente descrédito de los partidos
políticos tradicionales durante las últimas décadas del siglo xx. A
esos indicadores sociales, cabe añadir que el crecimiento económico durante el período 1980-2000 fue negativo (-14% de PIB).
Se mire por donde se mire, sea en perspectiva macroeconómica
o desde un enfoque microsocial, los resultados de la larga noche
neoliberal son propios de décadas perdidas también para el caso
ecuatoriano.
72 Según estudio de la Comisión Económica para América Latina (Cepal).
El Panorama Social de América Latina, Santiago de Chile: 2008.
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CAPÍTULO I
Alfredo Serrano Mancilla
Apuntes sobre el resto de América Latina
El resto de América Latina también continuó por la senda de
la hegemonía neoliberal; se fueron poniendo en práctica al pie
de la letra las políticas económicas recetadas por el Consenso de
Washington. Cada país con su especificidad, pero todos al unísono
orquestado e impuesto desde el Norte. El recetario ya es por todos
conocido y las consecuencias también; no es necesario repetir aquí
el conjunto de lineamientos económicos y políticos que sirvieron
como eje vertebrador de la época neoliberal en cada rincón de
América Latina, con la excepción de Cuba, que seguía con su
modelo económico socialista. El resto de países respetaron los
mandamientos neoliberales a rajatablas; nadie se salió del guion. A
lo sumo, algunos se anticiparon tal como estaba encomendado por
los poderes económicos y financieros centrales.
Ya hemos dicho que Chile y Argentina iniciaron su periplo
neoliberal en dictadura cívico-militar; uno con Pinochet y el otro
con Videla. En el primero de los casos, en Chile, El ladrillo fue el
programa económico traído desde la Universidad de Chicago
e implementado a favor de una minoría, mientras la mayoría
fue excluida: el modelo chileno se constituyó en una banderaejemplo del programa neoliberal por antonomasia. En Argentina,
la dictadura cívico-militar (1976-1983) puso en marcha un plan
que sentó las bases para la transformación del modelo económico, orientándolo a favor del sector financiero en detrimento del
sector industrial-productivo73. Así, se produjo un proceso amplio
de desindustrialización que luego sería profundizado durante
la década de los noventa, echando por tierra los intentos desarrollistas llevados a cabo en el país desde la década del treinta
por gobiernos de distintos signos políticos; esto fue acompañado
73 La reforma financiera fue uno de los principales ejes de ese programa
económico, liderado por el ministro de Economía, Martínez de Hoz, con
el sustento jurídico de la sanción de la Ley 21.526 de Entidades Financieras.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
de un endeudamiento excesivo por razones únicamente financieras74. En ambos países, tanto en Chile como Argentina, al acabar
las dictaduras el neoliberalismo no terminó; todo siguió tal como
había estado marcado previamente. En Chile, con el gobierno de la
Concertación, una gran coalición de partidos políticos que puso fin
al gobierno de Pinochet en 198875 prosiguió por el camino neoliberal, sin grandes cambios en la política económica.
En Argentina, luego de la dictadura, el primer presidente de
la etapa democrática fue el radical Alfonsín, quien procuró frenar
tímidamente el neoliberalismo pero le fue absolutamente imposible. El enorme endeudamiento externo heredado, la desestabilización económica de los sectores corporativos, las corridas
bancarias y el estallido hiperinflacionario, provocaron que el
presidente terminara anticipadamente su mandato en 1989,
entregando el poder a Carlos Menem, quien de inmediato daría
inicio a un proceso de privatizaciones y profundización neoliberal
sin parangón en la historia económica argentina, que se extendería, con resultados desastrosos en lo económico y en lo social,
hasta la crisis de finales de 2001 durante el gobierno de la Alianza
(1999-2001).
Otros dos importantes países en la región, por su tamaño, Brasil
y México, tuvieron historias similares en cuanto a la profundización de la época neoliberal. En el caso de Brasil, el neoliberalismo
también tuvo su protagonismo durante todos los años ochenta
y noventa. Su cara más visible, paradójicamente, se evidenció
durante la presidencia de Fernando Henrique Cardoso (durante
dos mandatos, de 1995 a 2003), quien había sido uno de los principales precursores de la teoría cepalina de la dependencia en
décadas anteriores. Anteriormente, el fin de la dictadura en 1985 no
supuso, ni mucho menos, un gran cambio en la política económica:
74 Al finalizar la dictadura, el endeudamiento público se incrementó en un
364%.
75 Gobernó en Chile desde 1990 a 2010, hasta que venciera Piñera; en la
primera etapa (1990-2000) gobernaron los democratacristianos, y luego
venció el Partido Socialista desde 2000 hasta 2010 (Lagos y Bachelet).
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CAPÍTULO I
el neoliberalismo comenzó a introducirse paulatinamente en
Brasil, hasta que Cardoso se consolidara como el gran valedor de
este orden económico hegemónico. Después de años de las viejas
políticas neoliberales, en 1999 Brasil sufrió una importante crisis
económica con el consecuente deterioro de los indicadores sociales.
México también inicia su periplo neoliberal desde inicios de
los años ochenta. El período presidencial de Miguel de la Madrid
(1982-1988) podría ser considerado como arranque de la historia
oficial neoliberal en el país azteca, por su empeño en las privatizaciones de las grandes empresas estatales. Esta estrategia tuvo
continuidad con Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto
Zedillo (1994-2000). El Partido Revolucionario Institucional (PRI)
había olvidado ya, por aquel entonces, de dónde procedían sus
siglas y cuáles eran los principios fundacionales de ese movimiento
político. Todo se hacía según fijaba el mandato neoliberal; seguramente, en este sentido, el hecho más emblemático de esta inserción neoliberal a nivel mundial fue la firma, en 1994, del Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan) entre México,
Estados Unidos y Canadá, que afianzó el rol subordinado de esta
potencia latinoamericana a favor del orden hegemónico neoliberal,
en detrimento del vivir bien de la mayoría social.
Perú tampoco sorteó la senda neoliberal. Desde la dictadura
vino implementándose el modelo neoliberal, continuó con Alan
García (en su mandato 1985-1990), y luego la llegada de Fujimori
en el 1990 solo tuvo que profundizarlo. Desde sus primeros pasos,
Fujimori decidió llevar a cabo una importante devaluación de la
moneda, provocando así un proceso hiperinflacionario que tuvo
efectos muy negativos sobre el poder adquisitivo real de la mayoría
ciudadana. Introdujo rápidamente a Perú como satélite subordinado en el sistema financiero internacional; se llevaron a cabo
significativas privatizaciones de las compañías del Estado a manos
extranjeras. Al finalizar los años noventa, el 60% de la población
estaba desempleada o subempleada; el resto de indicadores económicos y sociales habían sufrido también las consecuencias de las
políticas neoliberales.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Colombia fue otro país más que se sumó a la fiesta (para unos
pocos) neoliberal. Aunque venía poniendo sus cimientos desde
antes, fue en 1990 cuando asumió la presidencia César Gaviria
Trujillo, uno de los pistoletazos de salida para consolidar el modelo
neoliberal: con la excusa de su famosa frase “Bienvenidos al futuro”
se dio inicio al final del modelo proteccionista de la economía, para
darle paso a otro modelo aperturista al servicio del capital transnacional; desde ahí en adelante comenzó una seguidilla de firmas de
tratados de libre comercio con los países centrales, privatizaciones
de las empresas públicas y políticas de ajuste para la mayoría social
a favor de una minoría que seguía enriqueciendo. Un dato es clave
para entender las consecuencias de este modelo: la tasa de desempleo pasó de 10,6% a fines del 1990, a 20,3% en el año 2001, después
de una década neoliberal.
En Uruguay, con Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle
como máximos exponentes de este modelo; en Paraguay, el dictador
Alfredo Stroessner fue quien inició el modelo neoliberal, seguido
en la misma línea económica por Andrés Rodríguez Pedotti y Juan
Carlos María Wasmosy Monti; en Centroamérica, El Salvador, con
el partido conservador Arena a la cabeza, también llevó a cabo
la misma tarea; en Guatemala, Honduras y Costa Rica también
seguían sucediéndose presidentes que tomaban el mismo sendero.
Así podríamos seguir enumerando lo que fue aconteciendo a lo
largo y ancho de todo el continente bajo el manto neoliberal; casi
nadie se salió de este guion bien marcado desde los organismos
económicos internacionales. Los efectos fueron realmente parecidos, después de recetas similares. Los salarios de los trabajadores
habían caído estrepitosamente en este período76; la riqueza se fue
concentrando cada vez más en menos manos. El comercio internacional era cada vez más desfavorable para América Latina, soportando unos términos de intercambio desigual muy negativos. El
capitalismo por desposesión se fue imponiendo en los confines de
CAPÍTULO I
la región. Las condiciones de vida de la mayoría social empeoraron
en forma aparentemente irreversible; la pobreza y la indigencia
crecían a medida que las políticas económicas neoliberales fueron
implementándose. La deuda social estaba omnipresente para la
mayoría del pueblo latinoamericano. Esa es la América Latina de
entonces, la América Latina de la época neoliberal: el tiempo de las
décadas perdidas.
76 El ingreso de los trabajadores había disminuido en un 25% durante la
década de los noventa en América Latina (Bell Lara y Luisa López. La
cosecha del neoliberalismo en América Latina, Cuadernos Clacso: 2004).
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Capítulo 2. La época ganada: más que una
década ganada
A lo largo de los últimos años, en este siglo xxi, la región ha
sufrido innumerables cambios en cuanto a nuevos gobiernos,
nuevas políticas económicas y novedosos espacios de articulación
económica y política entre sus países, que eran impensables a fines
del siglo xx. Durante los años ochenta y noventa el neoliberalismo
se había extendido como sistema hegemónico en América Latina,
instaurando un modelo de capitalismo altamente expropiador, por
desposesión, practicado en democracias aparentes sin democratizar la economía, sino todo lo contrario.
En casi toda la región, los gobiernos nacionales impulsaron en
esta etapa modelos económicos basados en la privatización de los
sectores públicos estratégicos, favoreciendo así la externalización
de los excedentes económicos (fugados de los países de origen
hacia el exterior). Además, fueron frenados e interrumpidos los
incipientes procesos de industrialización en aquellos países donde
existieron, de tal forma que se fue orientando la economía hacia
el sector financiero. Se fueron generando modelos económicos
donde no cabía la posibilidad de desarrollo con soberanía nacional,
eternizando el rol subordinado del continente como abastecedor
de materias primas para el mercado mundial. La reprimarización
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
económica fue constante y, en consecuencia, el patrón de acumulación siguió concentrando riqueza en muy pocas manos agroexportadoras.
Todo esto, al contrario de lo que sostienen muchos autores, se
llevó a cabo no mediante la desaparición del Estado, sino achicándolo hasta un mínimo indispensable tal que garantizase la seguridad jurídica que permitiera privatizaciones, la firma de tratados
bilaterales de inversión, los acuerdos de libre comercio, y disponer
de fuerzas represoras que impidieran brotar cualquier protesta
de esa suerte de viejo topo que deseaba irrumpir en las calles, en
las plazas. Con ello, el neoliberalismo logró consolidar en América
Latina un modelo estatal que excluía a la gran mayoría de la población, siendo, por el contrario, una fiel representante de un sector
mínimo privilegiado. Este Estado, ilusorio, aparente, no aglutinaba
a la sociedad en términos culturales ni sociales, no se orientaba a
incorporar los hábitos ni las prácticas políticas de la sociedad, sino
que por su misma configuración dejaba al margen a amplias capas
de la población que no tenían participación real en la vida política.
El nuevo Estado neoliberal, en esta forma, se correspondía más con
un intento de crear una sociedad/país oficial en vez de atender a la
sociedad/país real.
Las profundas crisis económicas y políticas en las que quedaron
sumidos gran parte de los países de la región, tras el auge neoliberal
y las crudas consecuencias sociales que originaron las políticas de
(des)ajuste estructural y los planes de (des)estabilización implementados para (supuestamente) paliarlas, fueron el contexto/
terreno fértil para el surgimiento de un amplio ciclo de movilización social que se extendió a lo largo y ancho del continente. El
rechazo al régimen neoliberal de acumulación se hizo sentir con
fuerza desde el campo popular y se tradujo en la emergencia o
reactivación de movimientos sociales que tomaron un cariz reactivo respecto al neoliberalismo.
En este contexto de fuerte efervescencia y movilización
popular, impulsada por la falta de horizontes de vida de las
grandes mayorías de la población, en varios países de América
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CAPÍTULO II
Latina comenzaron a emerger inéditos proyectos de corte alternativo al paradigma neoliberal hegemónico a nivel mundial. La
región fue cambiando de signo político durante la primera década
del 2000, con la notable excepción de Venezuela, pionera en el “giro
a la izquierda” en el continente, tras la asunción de Chávez en 1999.
Fueron muchos los pueblos que decidieron elegir otra opción y
muchos los gobiernos que propusieron otro pacto, en lo político, en
lo económico y en lo social. Un pacto más real, de verdad, donde las
mayorías sí contaban como tal en la toma de decisiones; un pacto de
mayorías que deseaba poner punto y final a esos viejos pactos por
arriba, ignorando todo lo que pasaba abajo.
Hugo Chávez en Venezuela es fruto de ello; Evo Morales en
Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, también. Los tres propusieron
nuevas constituciones, dando cauce al empuje de los poderes
constituyentes deseosos de refundar sus países; a partir de ahí
se continuó con novedosas políticas que procuraron, a velocidad
forzada, revertir el patrón capitalista neoliberal, tan concentrador
de riqueza como distribuidor de pobreza. Otros países en la región
también se sumaron a esta fórmula, pero en versión light, sin salirse
de la estructura heredada, sin disputar el Estado originario, pero sí
procurando cambiar todo lo posible dentro del viejo marco constitucional; fue el caso de Lula en Brasil y Kirchner en Argentina,
también hay que incluir en esta línea a Mujica en Uruguay (luego
sucedido por Tabaré Vázquez) y el breve paso de Lugo en Paraguay,
hasta que fue destituido por el golpe parlamentario. Tanto para
unos como otros gobiernos que iniciaron significativos procesos
de cambio (unos más que otros), el nuevo pacto en el menor plazo
posible tenía un nítido objetivo: desendeudar socialmente a gran
parte de la población, esto es, buscar cómo lograr una década
ganada para los mismos que habían sufrido más duramente las
fallidas décadas perdidas del neoliberalismo.
De esta manera, tras dos largas décadas de hegemonía neoliberal en América Latina, la emergencia de estos nuevos proyectos
políticos dio inicio a un cambio de época para el continente más
desigual del planeta. Son muchos los países que se han embarcado
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
en este difícil pero necesario camino de comenzar a construir
una nueva organización económica, política, social y cultural, de
fuerte profundización democrática, de ampliación de los derechos sociales en medio de un mundo globalizado. Esta tarea no fue
ni es hasta el momento, en absoluto, una labor sencilla: desandar
décadas de redistribución regresiva del ingreso, de dilapidación
de los recursos nacionales, de pérdida vergonzosa de la soberanía
económica y política, de profundo endeudamiento social, con un
Estado ausente para la gran mayoría de la población entregada al
desempleo y la pobreza extrema.
Era imperioso, para romper con la hegemonía neoliberal, mover
las fichas del tablero político y recuperar el rol del Estado, revalorizando su potencial como organizador de la vida política, sacándolo
del relego al que lo sometió el neoliberalismo al presentarlo como
ineficiente, incapaz, burocrático, y contraponiéndolo en el imaginario con el sector privado, capaz de generar ganancias y administrar de manera técnica y eficiente. Es decir, una vez asaltado
el poder, el desafío abierto para los proyectos progresistas pasó a
ser la puesta en marcha y consolidación de modelos de gobierno
que demostraran poder gestionar el Estado e implementar políticas públicas, cuyo horizonte fuera diametralmente opuesto al
que había hegemonizado las décadas precedentes. Transformar el
Estado después de haber alcanzado el poder se constituyó en un
ejercicio altamente complejo, y más si se tiene en cuenta que no
solo había que hacer al Estado más eficiente, sino que había que
conseguir eficiencia al mismo tiempo que se transformaban las
urgentes condiciones de vida de la mayoría social.
Aún con la pesada herencia neoliberal a cuestas, en buena
parte de América Latina se consiguió en esta década poner en
marcha un proceso de construcción de un nuevo Estado y de un
nuevo poder, que incluyó el empoderamiento de amplias capas
sociales antes marginadas. El primer gran hito de este proceso fue
la incorporación de los sectores subalternos a la vida política; los
altos niveles de aprobación y el apoyo popular que se traduce en
inmensos caudales de votos en los gobiernos de buena parte de los
112
CAPÍTULO II
países de la región se explica, en parte, porque se trata de fuerzas
políticas surgidas desde los márgenes de la institucionalidad partidaria tradicional, al calor de las luchas sociales en contra del empobrecimiento y la exclusión neoliberal. En esta década, movimientos
y organizaciones sociales de diversas identidades y estructuras
organizativas, ahora articulados por nuevos Estados comandados
por gobiernos con fuertes liderazgos, como es el caso de Lula en
Brasil, Chávez en Venezuela (ahora Nicolás Maduro), Evo Morales
en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, y Néstor y Cristina Kirchner
en Argentina, se fueron imbricando en un novedoso tejido social
y político, consiguiendo poner freno a la profunda fragmentación
social y política heredada de las décadas perdidas neoliberales.
Estos años de siglo xxi suponen una década ganada para
América Latina porque el Estado volvió a estar en el centro de la
discusión política y social, ya no como problema sino como espacio
privilegiado –aunque no el único– de la política y la vida en común.
Su retorno reabrió gran parte de las cuestiones históricas de los
procesos emancipadores: su relación con la construcción de comunidad, con la democracia, la representación y la libertad, su articulación territorial y la diversidad étnica, su transformación, la
institucionalidad y los equilibrios de fuerzas, su autonomía relativa
o sus inercias; sobre todo, puso en agenda política su condición de
campo de disputa.
Por otra parte, América Latina consiguió en esta década poner
fin a la larga noche neoliberal, al menos en otros dos sentidos. En
primer lugar, incorporando a los sectores populares no solo a la
vida política, sino generando inclusión social en términos económicos. Se produjo al tiempo una suerte de reenclasamiento positivo
de las grandes mayorías de la población, enraizado en el desendeudamiento social que generaron las políticas de inclusión y de
redistribución de la riqueza, con la consecuente ampliación de
derechos para amplios sectores sociales. Tras más de una década
de gobiernos progresistas en la región, los indicadores sociales y
económicos muestran resultados más que favorables en términos
de la redistribución del ingreso, que impactaron favorablemente
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
en los sectores populares; pero el impacto no solo fue positivo en
estos sectores, sino que a la vez se produjo una gran ampliación
de los sectores medios, que vieron multiplicadas sus opciones de
ascender socialmente en un contexto de bonanza económica.
Crecimiento económico con creación de empleo, reducción de la
pobreza y la indigencia, políticas sociales de transferencias condicionadas, orientadas a los sectores más marginados, y una marcada
reducción de la desigualdad, forman parte de un cuadro inédito en
la historia que solo fue posible por el impulso de procesos políticos
fuertemente respaldados por la mayoría de la población.
En segundo lugar, estos proyectos en marcha con significativos procesos de cambio (nuevamente, unos más que otros), encabezados por líderes de una gran densidad política, consiguieron
desplazar el eje del debate político instalando una agenda discursiva de fuerte oposición al neoliberalismo. En términos simbólicos,
lograron transformar el lenguaje político, instalando en la sociedad
ideas contrahegemónicas que funcionan tensionando la realidad
política, al abrir el horizonte hacia propuestas de corte emancipador. Nuevos debates y nuevas prácticas políticas, con mayor
participación de la ciudadanía, se pusieron en marcha al calor de
la recomposición del tejido social que se encontraba profundamente fragmentado como herencia del neoliberalismo. De esta
forma, los proyectos de cambio en curso en la región consiguieron
ir instalando en el debate político nuevos consensos y un nuevo
sentido común; disputaron el lenguaje del neoliberalismo, cuestionando a la vez estructuras profundas arraigadas socialmente
como parte de la hegemonía de los sectores liberal-conservadores,
mantenida –aunque no sin interrupciones– desde la conformación
de los Estados nacionales.
En este contexto novedoso en el campo discursivo, el panorama
intelectual y cultural latinoamericano se encuentra marcado por
un cierto repliegue defensivo –que no desaparición– de estas ideas
liberal-conservadoras y de los proyectos de las élites históricas, que
están experimentando importantes mutaciones para adaptarse a
los nuevos consensos en despliegue, anudados a partir de la crisis
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CAPÍTULO II
del modelo neoliberal y basados en una nueva centralidad política
de “las masas” como sujeto político. Pero a pesar de este repliegue o
necesidad de adaptación a un campo discursivo que se observa en
los sectores conservadores, marcado por la centralidad de algunos
de los términos, valores y propuestas progresistas, el alcance relativo de la hegemonía del relato postneoliberal tiene enormes desafíos por delante para acometer su sedimentación en una sociedad
civil y una estatalidad que consoliden los cambios en marcha.
En dicho escenario, tan desafiante como complejo, el proyecto
latinoamericano comenzó a transitar una primera fase de construcción unitaria que a la vez dio lugar a tensiones de disputa interna.
A partir de ese momento conviven en la región, en términos políticos, gobiernos que están apostando a la construcción de transiciones hacia alternativas al capitalismo (tal es el caso de Venezuela,
Ecuador y Bolivia); otros que han continuado y perfeccionado el
modelo neoliberal-conservador (como el caso de Colombia, Perú,
México, Costa Rica, Chile y Panamá); y unos terceros países que, sin
proponer explícitamente superar el orden capitalista, promueven
cambios profundos fundados en principios de justicia social, independencia económica, soberanía política, la revalorización del
papel del Estado, la primacía de los derechos humanos en la construcción de la política pública, y la recuperación de la política como
práctica para intervenir y transformar la realidad (como son los
casos de Brasil, Argentina, Uruguay, El Salvador, Nicaragua y Paraguay (durante el gobierno de Lugo).
La tensión política está a la orden del día en esta nueva América
Latina. En el marco de una contraofensiva de los sectores reaccionarios en la región, con el apoyo de EEUU, se sucedieron intentos
fracasados de desestabilización y golpe de Estado en Bolivia (20072008), Ecuador (2010), Venezuela (2002, 2014, 2015). En Paraguay,
Fernando Lugo fue destituido por un golpe parlamentario en 2012,
perpetrado por el propio partido por el que había sido electo presidente –el liberal–, luego de haber gobernado el país desde 2008 y
habiendo representado una esperanza fallida para el pueblo paraguayo, en términos de las escasas políticas de cambio estructural
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
implementadas. A este complejo escenario hay que añadir también
intentos fallidos de democratización de la estructura económica,
a partir de medidas adoptadas por gobiernos que habían sido
elegidos originalmente bajo signos políticos conservadores; tal es
el caso de Honduras, que derivó en un golpe de Estado en 2009,
luego de que el presidente constitucional Manuel Zelaya, electo por
el Partido Liberal, impulsara medidas económicas tendientes a la
redistribución en favor de las mayorías e intentara convocar una
asamblea constituyente.
En este giro político en marcha, en este nuevo ciclo histórico
de transformaciones políticas y económicas, fueron emergiendo
inéditos espacios de integración que comenzaron a cambiar el
marco de relacionamiento supranacional a nivel regional. Entre
estos nuevos intentos, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de
Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBATCP) ha sido, sin lugar a dudas, uno de los nuevos lugares de
encuentro para que algunos países de la región comiencen a construir un nuevo paradigma político-social-económico que establezca principios de justicia a la hora de relacionarse, ya sea en el
ámbito comercial, cultural, social y financiero y, a pesar de haber
llegado tarde, ahora acertadamente también en el ámbito productivo. No puede haber integración plena y virtuosa, si no existe integración productiva con base en la complementariedad; solo así,
con esa estrategia, se podrán llevar a cabo planes nacionales de
desarrollo que sean sostenibles, soberanos, emancipadores y que
logren verdaderamente intervenir en las razones estructurales de
las asimetrías económicas.
En este mismo sentido, también cabe destacar la aparición de la
Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) en 2008, como nuevo
espacio de convivencia de todas las naciones suramericanas que
supone un avance significativo en la ardua tarea de emanciparse
desde el Sur de muchos condicionantes que venían imponiéndose
desde el Norte; a ello hay que sumar la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que desde el 2010 se erige en
el nuevo referente de discusión política para todos los países de
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CAPÍTULO II
América Latina sin necesidad de tener que acudir a la Organización de Estados Americanos (OEA). Pero el proyecto de integración en curso, liderado por el bloque progresista, no está exento de
tensiones y contradicciones al interior mismo de la región.
En dirección opuesta al ALBA y también a ese otro Mercado
Común del Sur (Mercosur), reformado (al menos parcialmente, en
comparación a lo que fue ese mismo espacio en la época neoliberal)
con la presencia de Venezuela y futura entrada de Bolivia, se constituyó en abril de 2011 la Alianza del Pacífico, un bloque comercial integrado por Chile, Colombia, México y Perú, con Panamá,
Costa Rica y Guatemala, en proceso de incorporación, y Uruguay
y Paraguay como países observadores, entre otros. Esta alianza,
estimulada por EEUU, se configura como una nueva organización
supranacional que aglutina a un grupo de países, cuyos gobiernos
hacen propias las bases del proyecto neoliberal-conservador y
asumen su subordinación a las directrices del país del Norte, lo cual
abre nuevos desafíos para el proyecto emancipador.
En suma, los últimos años, esta década ganada para buena
parte de América Latina en términos de desendeudamiento social
y expansión democrática, se han caracterizado por un desplazamiento vigoroso de las relaciones comerciales, productivas,
sociales, culturales y políticas. Este proceso abierto a partir de la
emergencia de gobiernos que pusieron en marcha proyectos políticos de corte progresista posibilitó, en primer término, un corrimiento del eje político-social-económico en buena parte de la
región, lo cual se expresa principalmente en la recuperación del
rol del Estado. Estos países consiguieron romper con la hegemonía
neoliberal que había configurado un Estado excluyente al servicio
de los intereses económicos de los sectores dominantes.
Además, en segundo lugar, el cambio de época latinoamericano supuso una ruptura con la descomposición social heredada
del neoliberalismo, cuyo signo fue una reconfiguración del tejido
social que a su vez funcionó como freno a la progresión del empobrecimiento de las mayorías y en contra, igualmente, de la renuncia
a la soberanía nacional, iniciando así un cambio de rumbo político
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
en el que se consiguió implementar políticas de redistribución de
la riqueza, mejorar las condiciones de vida populares apostando
por la inclusión de las grandes mayorías, y recuperar la soberanía
nacional en sectores estratégicos. En tercer lugar, este cambio de
época latinoamericano se expresó en la emergencia de iniciativas
populares que marcaron la reconfiguración de los términos de la
participación social, incorporando a la disputa política a amplias
capas de población invisibilizadas, provenientes de sectores antes
excluidos.
Por último, no podemos dejar de enfatizar que el cambio de
época en la región no puede pensarse desconectado de lo que ha
venido sucediendo en el mundo en plena transición geopolítica y
geoeconómica. Lo que pasa afuera está íntimamente interconectado con lo que sucede región adentro, y viceversa. Por ello, este
tercer capítulo comienza con una panorámica global de cómo el
mundo ha ido reconfigurándose en otro orden multipolar, con
nuevos actores, con otros relacionamientos, incluso con un cierto
tambaleo de las viejas categorías de centro, semiperiferia y periferia, que tan útiles fueron en el siglo xx para entender a este globo
terráqueo.
Luego de esta amplia panorámica se trata, en los siguientes
subapartados, de aproximarse a ese eje-núcleo, a ese centro de
gravitación del cambio de época en América Latina, para conocer
con más profundidad lo que ha supuesto la década ganada –en
contraposición a las décadas neoliberales– en cada caso, cómo
se fueron gestando, consolidando y, hasta cierto punto, todo lo
que se ha logrado hasta el momento de irreversibilidad. Para ello
se abordan analíticamente los procesos políticos de Venezuela,
Ecuador y Bolivia como casos paradigmáticos que sustentan el
cambio de época, una época ganada para la mayoría social, dando
cuenta de las principales conquistas y profundizando en los
núcleos centrales de cada proceso, así como también en sus contradicciones internas que marcan el horizonte de los desafíos por
venir (algo que será abordado centralmente en el último capítulo).
No obstante, a lo largo de este capítulo se tiene en cuenta no solo
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CAPÍTULO II
lo que ha venido aconteciendo en el seno de este bloque de países,
sino también algunos elementos imprescindibles que ocurrieron
en otros países y que ayudan a enriquecer la fotografía geopolítica
de lo que es la región latinoamericana en pleno desarrollo, en este
cambio de época.
Seguidamente, en la última sección de este capítulo se analizan
las transformaciones en los modos de articulación entre los países
de la región que dieron paso a un inédito proceso de integración
supranacional, que ubica a América Latina cada vez más como un
polo de poder propio en un contexto de reacomodamiento geopolítico a nivel mundial, y también la dimensión bolivariana, esto es,
una suerte de Consenso Bolivariano que ha sustituido realmente
a ese viejo Consenso de Washington y que permite fijar un nuevo
espacio regional que sirve como músculo para garantizar los
procesos nacionales de cambio y una reinserción más soberana e
inteligente en el sistema-mundo.
El contexto geoeconómico del siglo xxi. La reconfiguración
del sistema-mundo entre la hegemonía del neoliberalismo
y la transición hacia un mundo multipolar
Los albores del siglo xxi en el epicentro del capitalismo
mundial: EE.UU. y UE
El mapa económico a inicios de siglo xxi en el mundo capitalista se explica sustancialmente como resultado de los últimos
veinte años de la gran hegemonía, lograda gracias a la todopoderosa revolución política-económica-social neoliberal. Un orden
geoeconómico complejo y heterogéneo se ha venido gestando
en pleno movimiento en estos últimos años. El neoliberalismo se
ha dotado de un orden globalizador con capacidad para implementar un paradigma único, con base en un pensamiento único,
en cuanto a las relaciones económicas internacionales que ya no
son exclusivamente de índole comercial y productiva, sino que
ahora las finanzas también tienen un papel primordial. Este nuevo
119
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
orden interdependiente, de interconexión global, de múltiples
aristas y dimensiones, se constituye como una suerte de magma
en gran medida incontrolado, en el que todo se reacomoda de otra
manera, en el que han irrumpido nuevos topos, nuevos países, que
comienzan a reinsertarse bajo otros criterios en el nuevo mapamundi económico. No todo está bajo control fuera de los centros de
poder, aunque el capitalismo neoliberal así lo pretenda mediante
su hegemonía cultural, política, social y económica. Se trata de
una gran paradoja de este nuevo orden globalizador neoliberal:
el neoliberalismo necesita de un fuerte expansionismo para
aumentar aceleradamente la tasa de ganancia del capital, pero ese
mismo prerrequisito ha sido el terreno fértil para que fuera emergiendo un nuevo mundo multipolar en el que cada vez aparecen,
con más fuerza, nuevos bloques que precisamente frenan el patrón
de acumulación del mismo neoliberalismo.
A inicios de siglo xxi, la Unión Europea (UE) se dotaba del
Tratado de Niza con el objetivo de apuntalar el nuevo diseño de
sus estructuras institucionales para continuar: a) forjando hacia
adentro un proceso de integración neoliberal, de distribución
geográfica de funciones económicas, conllevando a un patrón de
intercambio desigual intrarregional, con una periferia (España,
Portugal y Grecia) al servicio de los intereses de los países centrales,
y b) seguir siendo polo económico central pero siempre como actor
secundario, cediendo a Estados Unidos la manija para ordenar el
mapamundi. El gran objetivo de la nueva UE era constituir un gran
espacio económicamente mercantilizado, donde el capital tuviera
mejores opciones para hacer negocio. El reto principal estaba por
llegar en 2002 con la entrada de una moneda única –el euro– que
amputaría la diversidad de políticas monetarias nacionales y, por
ende, extirparía la soberanía cambiaria y monetaria a cualquier
país que se atreviera a poner en jaque lo determinado por los
poderes económicos y financieros en Europa y en el mundo.
El bienestar social pasaba a ser una cuestión de segundo orden
porque los temas salariales, de derechos básicos, de distribución
de la riqueza, de inclusión, no eran objeto prioritario de ninguno
120
CAPÍTULO II
de los textos que se venían pergeñando en su seno. El Tratado de
Maastricht ya había declarado los criterios de convergencia para
formar parte de esa Unión Europea; todo era cuestión de convergencia nominal (vía tasa de interés, inflación, déficit fiscal y deuda
pública), sin interés alguno por todo lo que tuviera que ver con la
economía real. Europa, a inicios de siglo xxi, seguía decidiendo ser
una pieza más del engranaje sistémico del nuevo orden global del
capitalismo neoliberal, y dejar que el Estado de Bienestar siempre
fuese una variable de ajuste en función de las exigencias de la tasa
de ganancia del gran capital.
Al otro lado del océano, por su parte, Estados Unidos inició su
siglo xxi con cambio de gobierno: el candidato republicano George
W. Bush venció en noviembre del 2000 al candidato demócrata Al
Gore, por la mínima en el voto electoral77 y con mucho ruido de
fraude78. La llegada de Bush al poder supuso una mayor neoliberalización del modelo neoliberal ya vigente. Su propuesta era aún
más purista, si cabe, en el marco de los mandamientos neoliberales
en materia económica, a favor de la reducción de impuestos (para
las capas más ricas del país), privatización de la salud (eufemísticamente llamado modernización de la salud) y, eso sí, la reducción
del gasto público no aplicaba para algunas corporaciones privadas.
Bush defendió desde su primer momento que el modelo suyo no
podría ser tan regulador e intervencionista como el de Clinton. La
discusión se centró más en la disputa entre una versión light vs.
77 En el sistema estadounidense de las elecciones presidenciales, el voto
electoral determina el ganador y Bush ganó esta cuenta, aunque Gore
recibió el mayor número de votos (la llamada “votación popular”). Bush
ganó con 271 votos electorales, contra los 266 de Gore; aunque este ganó
en número de votos, Bush había sido el vencedor en 31 de los 50 estados.
Ninguno de los candidatos recibió la mayoría de los aproximadamente
105 millones de votos emitidos. Bush recibió 50.456.002 votos (47,9%) y
Gore 50.999.979 (48,4%). El resto de los votos se los repartieron los candidatos minoritarios.
78 Se hallaron irregularidades en las papeletas que se usaron en ciertas
zonas de Florida, a la sazón, el estado que decidiría las elecciones. Tras
varios recuentos, el Tribunal Supremo dictaminó que el vencedor había
sido Bush.
121
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
versión hard del neoliberalismo, pero sin salir del consenso neoliberal79. Bush anunció la necesidad de un conjunto de medidas
económicas de corte liberalizador, esto es, privatización de algunos
sectores rentables y estratégicos al servicio de los grandes intereses corporativos e industriales. El Presidente electo asumió el
20 de enero de 2001 y, a pesar de que el poder económico contaba
con tener todo bajo control neoliberal, un significativo hecho inesperado para buena parte del mundo alteró el escenario político: el
atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre, que ocasionó
la muerte de cerca de tres mil personas y más de seis mil heridos,
debido a la destrucción del entorno del World Trade Center en
Nueva York y graves daños en el Pentágono. Desde ese momento
en adelante todo cambió en el mundo en materia de seguridad
nacional y seguridad democrática, como así anunciara el propio
presidente Bush, para llevar adelante una serie de guerras e invasiones en todo el mundo, cometiendo un sinfín de injusticias y atrocidades absolutamente contrarias a cualquier espíritu democrático.
Bush no modificó la centralidad de la política económica
respecto a Clinton; ambos tenían un centro de gravedad común.
Pero sí hubo algo que los distinguió: Bush puso prioritariamente su
mirada en otro enclave del mundo, después de haber sido golpeado
en su propia casa en septiembre del 2001, con la intención de
reapropiarse de todo el petróleo ahí en juego para seguir disponiendo de la materia prima más importante del mundo. Esto no
quiere decir que los ojos del poder estadounidense no estuvieran
también atentos a América Latina80, pero sí es cierto que la intensidad relativa fue distinta respecto a la etapa anterior.
79 Para más detalles en torno al consenso neoliberal entre Bush y Clinton,
léase el capítulo “El Consenso neoliberal: Bush, Clinton, Greenspan y el
FMI”, en: Robert Pollin, Los contornos del declive. Akal, Madrid: 2005.
80Nunca dejó de haber estrategia de Estados Unidos contra América Latina. Según entrevista a Burbach, este ubica dos fases en la política de la
administración de Bush hacia el hemisferio: inicialmente, fue controlada
principalmente por los neoconservadores bajo la figura dominante de Otto
Reich, nominado en 2002 como subsecretario del Departamento de Estado
para Asuntos Hemisféricos. En 2003 se produjo un cambio cuando Thomas
122
CAPÍTULO II
Estados Unidos estaba confiado en disponer del control suficiente y absoluto gracias al nuevo orden económico impuesto por
el Consenso de Washington en toda América Latina, por lo que era
imprevisible cualquier vuelco de esta situación controlada. Esta
sensación de satisfacción por los deberes hechos en las décadas
pasadas hizo que si bien la política beligerante contra la región latinoamericana no cesara ni un segundo, el siglo xxi se iniciara con
relativa calma para Estados Unidos cuando miraba para América
Latina, pensando que toda la economía (y también la política instituida) estaba bajo absoluto dominio y control.
Las políticas económicas comerciales en materia de inversiones,
en materia financiera, implementadas en la época neoliberal e
iniciadas a fines de siglo xx, habían aparentemente conseguido que
la soberanía del Sur estuviera residiendo en muchos consejos de
administración de las grandes transnacionales con sede en algún
país del Norte. Los Estados en América Latina se habían convertido en células, todas ellas interconectadas e interdependientes a
partir de las políticas económicas direccionadas desde los centros
de poder del capital transnacional. La deuda externa fue paulatinamente convirtiéndose en deuda eterna. Los sectores estratégicos
en la región pasaban a manos de estrategias ajenas, con otros objetivos que nada tenían que ver con lo que era provechoso para la
mayoría de los ciudadanos en cada país. El neoliberalismo logró así
conseguir que hubiera un sector público reducido, pero lo suficientemente consistente para poder dar seguridad jurídica a los beneficios empresariales gracias a ir cediendo soberanía. Las políticas
de ajuste y los programas de estabilización para América Latina,
según el neoliberalismo global, habían ya ordenado tan significativamente la casa latinoamericana a su antojo a inicios del siglo
Shannon asumió la conducción de los asuntos hemisféricos. La llegada
de Negroponte como secretario de Estado adjunto tenderá a consolidar
esas posiciones, y con el rango de segundo de a bordo de Condoleezza
Rice, él tiene el poder de imponer su perspectiva por sobre la de Shannon, en la política hacia América Latina (Sally Burch. “La política de
Bush hacia América Latina”, América Latina en movimiento, 2 de marzo
de 2007, en: http://www.alainet.org/es/active/16141
123
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
xx, de tal manera que todo parecía en calma para hacer irreversible la hegemonía de esta nueva modalidad del capitalismo. Todo
estaba en calma, salvo un pequeño detalle que se escapó de muchos
manuales ortodoxos de economía: la variable no considerada fue el
apetito por lo imposible del pueblo latinoamericano.
La conformación de un nuevo orden mundial: entre la
hegemonía del neoliberalismo y la transición hacia un
mundo multipolar
Un hecho característico del neoliberalismo, ya incuestionable a
inicios del siglo xxi, es la financiarización de la economía capitalista
mundial. El capitalismo neoliberal en auge desde fines de los años
setenta había desestimado la economía real, industrial, como la
primera fuente de creación de riqueza y, por ende, de obtención de
rentabilidad económica. El sector financiero fue considerado desde
ese entonces como aquel que tiene más ventajas para crear más
riqueza monetaria, no necesariamente real, siendo posible crear el
máximo valor de capital ficticio en el más corto tiempo posible y, a
partir de ello, poder obtener la máxima tasa de ganancia. Bajo este
esquema, además de disponer de ventajas en materia de ganancia,
también se disfruta de otra gran ventaja: el coste laboral es mínimo.
Los conflictos laborales prácticamente son inexistentes, pues no
se necesitan trabajadores en este nuevo sector y, además, no se
requiere de recursos naturales. Es propicio para ser considerado
como algo propio de una dimensión extraterrestre que se ha constituido en los últimos años como cuestión de absoluta prioridad en lo
terrestre. Es una fórmula mágica de crear rentabilidad infinita, que
no está sometida a ninguna restricción de un mundo finito. Todas
estas prerrogativas fueron determinantes para fomentar durante
esta época neoliberal una economía especulativa, de casino, que
crea valor ficticio a partir de apuestas y expectativas, con multitud
de operaciones infinitesimales.
La financiarización galopante, un fenómeno consolidado a inicios
del nuevo siglo, genera nuevos rentistas; rentistas contemporáneos
124
CAPÍTULO II
del siglo xxi que justifican en una gestión virtuosa del riesgo su mayor
virtud, aunque detrás de ello ocultan que el riesgo es gestionable a
su favor, cuando se goza de una posición dominante gracias al
poder económico e informativo. Además, el riesgo es compensado –y mucho– por aquello que los organismos internacionales
dominantes llaman ‘seguridad jurídica’, que en la mayoría de las
ocasiones no es más que una forma legal que ata mediante su letra
pequeña cualquier contingencia derivada de la incertidumbre. La
financiarización realmente nunca tuvo un riesgo considerable que
asumir porque todos remaban a su favor, tanto leyes como organismos, como estructuras, como gran parte de la política económica que permitía que las finanzas no estuvieran al servicio de la
economía real y productiva.81
Ese rentismo financiero que se convirtió en esencia constituyente del neoliberalismo, además forjó un entramado interdependiente de relaciones entre países, entre los capitales privados
transnacionales que entran y salen sin control alguno, sin tener que
dar explicaciones, sin necesidad de rendir cuentas. La imposibilidad dentro del neoliberalismo de democratizar el poder económico reside en la imposibilidad de controlar una valorización
ficticia, proveniente de ese nuevo mundo económico financiarizado. El neoliberalismo creó así una condición más de irreversibilidad que dificulta volver atrás (incluso a un capitalismo industrial
desfinanciarizado), o salir hacia delante por fuera de este laberinto
financiarizado.
De este modo, la dependencia económica no se explica ya solo
por las relaciones comerciales ni productivas; no contemplar esta
dimensión es obviar una cuestión fundamental de la gran estructura económica neoliberal, característica a inicios de este siglo xxi.
Un dato habla por sí solo en este sentido:
81 El 90% de los movimientos de capitales a inicios de siglo xxi (calculados
en dos billones de dólares) son no productivos.
125
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
… entre 1986 y 2004 el PIB mundial se multiplica por tres, y las
exportaciones de bienes y servicios por cinco, mientras que el crecimiento de los mercados financieros es muy superior: el intercambio
medio de divisas se multiplica por nueve, las emisiones internacionales de títulos por siete, los prestamos bancarios internacionales
en términos netos por ocho, y el mercado de productos derivados
(contando solo los bursátiles) por noventa y ocho; entre 1980 y
2001, la capitalización bursátil sobre el PIB pasa del 50% al 152% en
EEUU, sube del 8% al 103% en Francia y del 9% al 61% en Alemania;
los beneficios obtenidos por las empresas financieras sobre los del
sector no financiero saltan desde aproximadamente el 15% en la
década de los cincuenta a casi el 50% en 2001.82
Otra característica de este mundo económico del siglo xxi es la
estructura económica capitalista altamente concentrada. La reconfiguración del capital privado postcrisis, de finales de los setenta,
evolucionó hacia una mayor concentración: más capital pero en
menos manos. Por ejemplo83, en 1998 las diez principales empresas,
según su sector, controlaban el 35% de la industria de productos
farmacéuticos, el 70% en materia informática y el 86% en las telecomunicaciones; los países desarrollados controlan el 97% de todas
las patentes del mundo. No solo era el mundo financiarizado aquel
que se construía a base de máxima concentración, sino que todos los
sectores de la economía real caminaban en la dirección contraria
a una progresiva democratización. El poder económico se reorganizó en una gran red, pero con pocos nudos gordianos, que son los
verdaderos controladores del resto de los movimientos. Este dato
es absolutamente elocuente: el conjunto de las quinientas mayores
empresas multinacionales tienen ingresos conjuntos superiores al
82 Bibiana Medialdea. Subdesarrollo, capital extranjero y financiarización.
La trampa financiera de la economía brasilera, [tesis doctoral no publicada], Universidad Complutense de Madrid: 2010, p. 123.
83 Para más detalles, véase el capítulo de Susana Mas Mok, “Transnacionalización de la economía mundial”, [documento de trabajo 09/04], La
Habana, Centro de Investigaciones de la Economía Mundial: 2004.
126
CAPÍTULO II
PIB de todo el bloque de la UE o de Estados Unidos; estas quinientas
multinacionales han pasado de representar el equivalente del 38%
al 43% entre 1996 y 2006.84
Además, esta concentración se caracteriza por otro rasgo distintivo: el capital es cada vez más transversal a los diferentes sectores
económicos: apenas van quedando pocos grandes capitales especializados en un determinado sector económico. El gran capital
va fagocitando a los pequeños capitales, controlando así desde los
grandes sectores estratégicos (como petróleo, telecomunicaciones,
eléctrico, otros) como aquellos sectores también estratégicos de
bienes agroalimentarios, manufactureros, y otros del cada vez más
emergente sector de servicios. Se produce un proceso acelerado de
fusiones entre unas y otras empresas, que comienza a constituir una
nueva fotografía de la dispersión del capital privado. La economía
capitalista que había venido desarrollándose en el siglo pasado
transita hacia una nueva matriz estructural, que tiene como pilares
a pocas pero grandes transnacionales que se denominan empresas
sistémicas, esto es, aquellas que sostienen el nuevo sistema.85
A partir de este escenario, pensar en otra economía posible
obliga necesariamente a afrontar la realidad de una economía
dominante, capaz de tener presencia preeminente en todos los
países, que acaba contaminando el comportamiento de la economía
real. De hecho, el siglo xxi llegó en medio de una gran tormenta
financiera, la denominada ‘burbuja punto com’ que hace referencia
al período de crecimiento en los valores económicos de empresas
relacionadas con el campo de Internet, gracias al bucle especulativo
84 Joan-Eugeni Sánchez. El poder de las empresas multinacionales, [ponencia presentada en X Coloquio Internacional de Geocrítica]: 2008.
85 De hecho, años después, surgió un impactante estudio acerca de la red
mundial del capital que es controlado por muy pocas manos. Los autores
del estudio son Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Stefano Battiston,
investigadores de la Universidad de Zurich (Suiza), quienes publicaron
su trabajo el 26 de octubre de 2011 bajo el título “La red de control corporativo global” (The Network of Global Corporate Control), en la revista
científica PlosOne.org, pero que fue censurado años anteriores por la
Universidad Sonoma State de California.
127
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
que tuvo lugar entre 1997 y 2001. Este fenómeno económico atrajo
la creación acelerada de un nuevo grupo de compañías basadas
en internet, designadas comúnmente ‘empresas punto com’, que
buscaban máxima rentabilidad no tanto por su actividad económica, sino a partir de prácticas especulativas que revalorizaran su
capital ficticio. Todo ello acabó con lo que se conoce como el ‘estallido de la burbuja punto com’86 que tuvo un efecto notable sobre
muchas economías occidentales donde el capital se había intoxicado por haber acudido en masa a una actividad económica que no
tenía base real que la sostuviera y, rápidamente, como golondrinas
financieras, acudieron a otro lugar que les volviera a permitir seguir
comiendo o, como buitres, salieron en busca de otro país a punto de
morir.
Otro elemento clave para caracterizar el mundo económico del
siglo xxi es la brecha tecnológica que constituye un factor determinante en relación con la fijación de los términos de intercambio a
nivel global. Lo tecnológico, que realmente es atribuible a la nueva
economía del conocimiento, se convierte en este nuevo siglo en
un patrón clave de la neodependencia importadora. Los sectores
industriales que generan más valor agregado (siempre bajo una
lógica de valor de cambio y no de valor de uso), en esta nueva modalidad de capitalismo neoliberal, son aquellos que se caracterizan
por ser altamente tecnológicos. Los bienes intensivos en tecnología están desde su nacimiento articulados en estructuras oligopólicas, en manos de pocas firmas privadas. La era del conocimiento
tan aplaudida por el neoliberalismo escondía realmente lo que se
pretendía imponer: una era desigual del conocimiento.
El conocimiento en el marco del neoliberalismo no es un bien
común, sino que está sometido a las reglas mercantiles marcadas
por la propuesta económica; es propiedad de unos pocos, siendo
usado como nuevo patrón de dominación para el siglo xxi. Así,
86 El índice Nasdaq (Bolsa electrónica de Nueva York) cayó estrepitosamente; pasó en poco tiempo de estar cotizando por encima de cinco mil
puntos (año 2000) a estar por debajo de mil en un período menor de dos
años.
128
CAPÍTULO II
cualquier intento de industrialización de países periféricos, dirigido por los organismos internacionales, está sujeto a insumos
intermedios de alto componente tecnológico que son actualmente
propiedad de los países centrales. Esta nueva dependencia tecnológica es otro sostén añadido para edificar el nuevo orden económico
mundial, dificultando cualquier salida del laberinto globalizado de
orden neoliberal.
Otro punto clave para entender el complejo orden geoeconómico de siglo xxi es el avanzado proceso de fragmentación
geográfica de la producción mundial, iniciado décadas atrás. Fue
conveniente –en términos de rentabilidad para la tasa de ganancia
del capital privado– dispersar los procesos productivos a nivel
mundial, con fábricas en cada lugar del mundo, todas ellas participando parcialmente según cometido prefijado, encadenadas por
un control de la propiedad privada de la transnacional. De esta
manera, el neoliberalismo planificó un modelo de producción postfordista, supranacional, que delegó en cada lugar aquello que necesitó con el menor coste posible para apropiarse del máximo valor
agregado disponible. Las transnacionales captan, de esta forma,
el máximo valor de la renta generada en muchos países y aprovechan justamente su hegemonía tecnológica para asegurarse de
que nadie pueda copiar este proceso productivo de generación de
mucho valor agregado, que requiere un alto volumen de recursos.
A su vez, el neoliberalismo también negó la transferencia tecnológica; el saber hacer, ese llamado know-how tecnológico, es para
unos pocos porque solo así se aseguran de que los otros no puedan
hacer lo mismo, y de esta forma le generan un marco de competitividad desleal a partir de la vieja teoría de las ventajas comparativas.
Sin embargo, en ese escenario de control aparentemente total
sobre el nuevo mundo económico fueron surgiendo, con mucha
fuerza, algunos países que comenzaron a participar de ese proceso
tecnológico sin tanta obsesión por innovar, sino, más bien, queriendo
al menos hacer lo que otros ya hacen, aprovechando que venían
siendo lugares de destino de muchas empresas transnacionales. En
esto, China e India, así como otros países asiáticos, comenzaron a
129
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
posicionarse como nuevos centros tecnológicos. Se dedicaron, a su
vez, a insertarse desde una mejor posición en las nuevas cadenas
globales de valor. Aprovecharon ese cierto desprecio que el
epicentro capitalista venía teniendo por la economía industrial, por
la economía real, para ser ellos los que comenzaran a llevar a cabo
procesos de industrialización, conformando nuevos polos económicos. Se propusieron buscar el eslabón más débil del nuevo orden
neoliberal para buscar cómo tener una posición más ventajosa,
tanto en materia productiva como tecnológica y también monetaria. Sobre este último punto, por ejemplo, China supo dedicarse a
ser el nuevo socio privilegiado de Estados Unidos en sus relaciones
comerciales, vendiéndole nuevos productos y convirtiéndose en el
nuevo centro de acumulación de reservas en dólares del mundo. El
elevado déficit comercial de Estados Unidos tiene su contrapartida,
hoy en día, en la enorme cantidad de reservas en dólares que China
acumula.
Pero no solo fue China la que se fue creando su propio espacio, el
denominado nuevo Consenso de Beijing, creó sus nuevas reglas de
relaciones comerciales, con nuevas fórmulas de inversión extranjera, creando nuevos lazos con economías periféricas, y muy especialmente, aplicando su nueva diplomacia financiera; fueron otros
países, otras regiones, que vieron en el neoliberalismo un proceso
hegemonizante, pero que a la vez iba dejando muchos cabos sin
atar. Se iban abriendo grietas a lo largo de ese tupido manto que
venía construyendo el orden neoliberal mundial.
El neoliberalismo no había calibrado con precisión cómo el
nuevo mundo globalizado podría controlarse de punta a punta.
Las ventajas de la expansión imperial del sistema de producción
también tendrían efectos contraproducentes; dicho de otro modo,
aunque por un lado había grandes beneficios para las empresas
transnacionales por ordenar la producción a partir del sistemamundo, aprovechándose del empobrecimiento salarial de la periferia (y deslocalizando cualquier potencial conflicto laboral). Por
otro lado, esta transnacionalización de la producción conllevaba
a que los países centrales tuvieran una nueva dependencia de la
130
CAPÍTULO II
periferia. Estos nuevos países emergentes, que ya no constituyen
la periferia del siglo xx, aprovecharon el hecho de disponer de un
papel protagónico en materia de la producción mundial y donde,
poco a poco, también acudían las inversiones extranjeras, y así los
capitales financieros internacionales.
Estados Unidos comenzó entonces un proceso de endeudamiento externo elevado como forma de sostener un nivel alto de
consumo interno. El american way of life, en cuanto a niveles de
consumo, no venía de la mano ni de subida de salarios ni de producción adentro, sino más bien se venía sosteniendo mediante un
sistema crediticio sin base material en cuanto a ahorro interno,
y con alto déficit comercial debido a un significativo aumento de
los niveles de importación. El capital transnacional productivo
migraba a mucha velocidad a los nuevos centros de producción que
se instalaban en el mundo, para dar viabilidad a este nuevo proceso
de segmentación geográfica de la producción mundial. Así comenzaba también a generarse un nuevo patrón de concentración en
menor escala del capital privado, situándose en nuevos enclaves.
Esto fue dando lugar, progresivamente, a otro mapamundi económico; fueron desencadenándose nuevos polos económicos emergentes que se van conformando lentamente.
En este sentido, si bien recién iniciado el siglo xxi aún no se
hablaba del grupo del Brics87 (Brasil-Rusia-India-China-Suráfrica), ni
de BRIC (sin Suráfrica), ya había comenzado a aparecer un grupo
de países con mucho potencial de crecimiento, con una nueva
posición en el sistema-mundo, y con oportunidades de relacionamiento muy fuertes entre ellos para que en futuro próximo
pueda ser un grupo a considerar en la nueva transición geoeconómica. China es, probablemente –por su historia, sus dimensiones geográficas, su potencial económico, su planificación y su
87 El origen del acrónimo Brics tiene lugar en el año 2001; se debe fundamentalmente al economista Jim O’Neill, quién acuñó el nombre para
agrupar a los principales mercados emergentes, aunque los países no
asumieron la idea oficialmente hasta 2008.
131
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
estrategia88–, el país considerado como cabeza de dragón de todo
ese grupo de países que ya son emergidos, más que emergentes.
Esa nueva multipolaridad emergente, o ya emergida, aún padece
mucho de la hegemonía neoliberal que no acaba de desvanecerse
en su totalidad. Por ejemplo, en el plano de lo tecnológico todavía
existen grandes diferencias entre un grupo de países centrales y
estos otros países. Sin embargo, estas diferencias se van achicando a medida que comienzan a desarrollarse políticas estatales
de ciencia y tecnología, que atraen a talento humano para copiarpegar tecnologías, e incluso para llevar a cabo algunas políticas de
innovación tecnológica en aquellos países con más tradición en
esta materia.
A pesar de que este proceso progresivo de transición geoeconómica se venía forjando desde los primeros años del nuevo siglo,
el establishment económico dominante se apresuró a explicar todo
desde el ángulo que más le interesó destacar: todo se debe a una
cuestión de transitar hacia el capitalismo global. Así es como explicaron muchas instituciones internacionales89 las posibilidades de
emergencia mundial de este grupo de países en materia económica; según esta tesis, todo se debía a cómo el capitalismo tenía
que reproducirse expansivamente. El objetivo, desde los centros
88 El desafío que China planteaba para el futuro a medio plazo es político y
económico, no militar, esfera que quedaría reducida a la autoprotección.
En esta línea se sitúan las declaraciones del presidente Hu Jintao en
2004 al defender la emersión rápida y pacífica, reflejada en la doctrina
de los 4 noes (a la hegemonía, a la fuerza, a los bloques y a la carrera de
armamentos) y los 4 síes (generar confianza, reducir las dificultades, desarrollar la cooperación y evitar la confrontación). De hecho, a lo largo de
la historia, China no ha llevado a cabo una política expansiva y agresiva
con sus vecinos, habiendo cambiado poco sus fronteras. Ello es acorde
con la falta de interés de los estados de Asia oriental desde el siglo xvi de
construir imperios extensos, en competencia mutua y a lanzarse a una
carrera de armamentos comparable a la europea.
89 El texto más importante quizás, desde el establishment económico, es
La tesis BRIC, defendida en el ensayo Dreaming with BRICs: The Path
to 2050, que reconoce que Brasil, Rusia, India y China han cambiado
sus sistemas políticos para abrazar el capitalismo global (Goldman
Sachs. “Dreaming with BRICs: The Path to 2050”, Global Economic
Papers: 2003).
132
CAPÍTULO II
hegemónicos de decisión es que la inserción de los nuevos polos
sea siempre a través de criterios capitalistas y, de ser posible, desde
criterios acordes al neoliberalismo. Bajo esta premisa defendida
desde la hegemonía, se procura evitar poner en peligro el ordenamiento capitalista centro-periferia, que tan buenos resultados
había venido dando desde hacía siglos a la tasa de ganancia del
capital privado transnacional. La idea era bien sencilla: el capitalismo neoliberal, en el peor de los escenarios, podría aceptar la
emergencia de una semiperiferia, pero nunca alterando la condición hegemónica de Estados Unidos ni del resto de países centrales
(como es el caso de la Unión Europea). De lo contrario, de ponerse
en riesgo ese orden económico mundial, entonces sí que sería
necesario tomar medidas correctivas urgentes para evitar que el
mundo transitara de una hegemonía unipolar a un nuevo mundo
multipolar.
Así, a diferencia del largo siglo xx90, el hasta el momento corto
siglo xxi comienza mostrando una hegemonía con algún síntoma
de tenue agotamiento y de dificultad, ante nuevas situaciones en
las que ha perdido el control del mapa geoestratégico. Es anticipado proclamar el desmoronamiento de esa hegemonía, pero algún
atrevido autor91 ya manifiesta que el siglo xxi está en marcha con
una dominación sin hegemonía. Estados Unidos, aún dominador
del mundo, afronta este nuevo siglo a sabiendas de que el mundo
comienza a dejar de ser tan monolítico para transitar hacia una
creciente fragmentación multipolar, de nuevas alianzas selladas,
que en algunas situaciones evitan pasar por el visto bueno ejercido
por los órganos de control de los países centrales y sus respectivos
organismos transnacionales. Ese lento pero progresivo reordenamiento geopolítico a nivel mundial no impide que la hegemonía
neoliberal siga estando vigente en cualquier rincón del planeta
90 Expresión tomada del indispensable libro de Giovanni Arrighi para entender qué sucedió a lo largo de todo el siglo xx (Giovanni Arrighi. El largo siglo xx. Dinero y poder en los orígenes de nuestra época, Akal, Madrid:
1999).
91 El mismo Giovanni Arrighi lo manifiesta en esos términos. Op. cit.
133
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
con contadísimas excepciones; sin embargo, el siglo xxi camina
con esta incertidumbre –cada vez más defendida por autores heterodoxos92– acerca de la posible transición geoeconómica hacia un
mundo multipolar, en el que el Brics tendría un rol fundamental,
pero también otras regiones emergentes del Sur económico, como
es el caso de América Latina.
La aceleración de la transición geoeconómica postestallido
financiero
No es posible caracterizar este siglo xxi sin acercarse a lo que
supuso la mal denominada crisis financiera mundial del 2008, que
no fue financiera sino una crisis orgánica, integral, del funcionamiento del capitalismo, con múltiples aristas: económica, política,
cultural, social, ecológica. La eclosión en los centros de poder del
capitalismo financiero (EEUU y Europa) funcionó como catalizador, profundizando los movimientos en la reconfiguración del
sistema económico mundial.
La crisis sistémica que atraviesa el capitalismo en su versión
neoliberal tuvo su detonante financiero en ese momento, pero
lo financiero no puede ser concebido como la raíz estructural de
la crisis, sino que debe ser visto como consecuencia de un orden
mundial capitalista, hegemónico y dominante, que continuamente,
a lo largo de toda su historia, ha demostrado la incapacidad para
sostener su propia estabilidad. La apuesta al mundo financiarizado estalló por los aires: la economía financiera capitalista gozó
de plena autonomía para proceder como quisiera y sin dar explicaciones, ni siquiera a la economía real capitalista. El capitalismo,
adoptando la forma neoliberal, fue favoreciendo la tremenda
expansión de la intermediación financiera, con un fuerte aumento
92 Wallerstein es uno de los autores que se manifiesta anticipadamente
sobre la progresiva decadencia de la hegemonía económica de Estados
Unidos y la apertura a una nueva situación geopolítica con la emergencia de nuevos polos (Immanuel Wallerstein. “La debilidad de los Estados
Unidos y la lucha por la hegemonía”, Monthly Review: 2003).
134
CAPÍTULO II
de los activos financieros de los intermediarios como porcentaje
del PIB93: en Estados Unidos el porcentaje es de 306% en 2007; en
la eurozona es de 507% en 200894. El nuevo orden económico capitalista, a partir de la propuesta neoliberal, impuso el mundo financiarizado como escondite ideal para oxigenar y reimpulsar la tasa
de ganancia del capital. La reorganización económica real capitalista quedó definitivamente atada, sometida y subordinada a
la dictadura de la economía financiera; sin embargo, las finanzas
tuvieron vida propia, autonomía plena. Lo trascendental, por tanto,
había dejado de ser únicamente si el jugador marcaba un gol en el
terreno de juego; ahora lo verdaderamente primordial reside en las
apuestas sobre quién meterá el gol.
Este desplazamiento de la centralidad económica –la real por
la financiera–, como parte esencial del capitalismo en su modo
neoliberal, además de otros rasgos característicos (por ejemplo,
la producción fragmentada mundialmente), explican más orgánicamente la crisis. A las consecuencias de este modelo muchos le
siguen llamando crisis, porque así evitan explicar las causas estructurales del sistema capitalista, ahora en modalidad neoliberal. La
jerarquía financiera en el modelo económico capitalista no vino
determinada por una imposición extraterrestre; fue el mismo
capital, que solo es uno, el que optó por esta vía, porque en un
primer estadio Estados Unidos, como país hegemónico, apostó en la
nueva era neoliberal a reactivar su economía a través de un fuerte
consumo pero sin ahorro interno, esto es, aumentar el consumo de
la población estadounidense no por aumento del salario real, sino
a través de un sistema crediticio anclado en modelo financiero
93 Véase Xavier Vives. Information and Learning in Markets: the Impact of
Market Microstructure, Princeton University Press: 2010.
94 Según las estimaciones del propio Banco Mundial, el sector financiero
global alcanzó un tamaño de 255,9 billones de dólares en 2011, esto es,
3,7 veces el PIB mundial; si añadimos a esto que el valor de los derivados financieros y las operaciones extrabursátiles poseen un valor para el
mismo año de 407 y 605 billones de dólares respectivamente, la relación
entre economía financiera y economía real es de 18,1 veces a favor de la
primera.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
CAPÍTULO II
especulativo, irreal, ciertamente ficticio. Así se fue tejiendo esa
maraña financiera que comenzó con crédito fácil para todos, sin
que ello tuviera contraparte en la economía real.
El caso de la vivienda fue el más llamativo de todos y el que atrajo
la atención porque suponía unas jugosas tasas de ganancia. ¿Cómo
vender a la población sin ingreso, sin trabajo, sin propiedades?95.
Mediante créditos y préstamos que los bancos concedieron a todo
riesgo, porque este riesgo que se asumió en su activo luego lo terminaron revendiendo (por tanto, pasando a ser pasivo), gracias a una
economía global interdependiente y financiarizada. Y fue así como
surgieron los llamados activos tóxicos o bonos basura: son papelesdeudas que muestran un valor nominal a partir de una opción
de cobro a futuro, sin saberse realmente si tal cobro se llegará a
realizar o no, si la persona tendrá capacidad real o no de pagarlo,
si habrá riqueza real que sostenga esos endeudamientos. De esta
manera, quedaron intoxicados los balances contables de las entidades financieras, muy alejados de lo que verdaderamente iba
ocurriendo en las economías reales.
El neoliberalismo permitió esta política de entronización de las
finanzas, que desmaterializa parcialmente la economía real y que
solo en contadas dosis requiere a las mayorías como objeto de crédito
de consumo (o hipotecario). Así, el ajuste neoliberal por la vía salarial se compensa con el desajuste financiero, que pretende sustituir
salarios por crédito para que el efecto riqueza no decaiga e incluso
aumente. Se logra crear una esfera ficticia, inmaterial: la financiera y
todas sus operaciones derivadas, para ajustar en la esfera económica
material y real. Esto explica la crisis: lo financiero es consecuencia
y no causa de nada; de esta manera, afirmar que la crisis económica
mundial es una crisis financiera, por culpa de las hipotecas subprime
o hipotecas basura, es decir demasiado poco de lo que pasó.
La economía neoclásica, aquella que beben los denominados
“expertos”, hegemónica en la academia, en las revistas académicas,
se ha empeñado en explicar la crisis de esta forma tan miope,
reduccionista, parcializada, sin querer observar la integralidad del
funcionamiento metabólico del capitalismo; por ello, considerar
que la quiebra de Bear Stearns (importante banco de inversión) en
junio de 2007, de Fannie Mae y Freddie Mac (dos principales entidades hipotecarias norteamericanas) en julio 2008, de Lehman
Brothers (cuarto banco de inversión norteamericano) en
septiembre de 2008, son las razones de la crisis, es iniciar la casa por
el tejado sin saber qué se colocará en el suelo como cimiento. Luego,
afirmar que hubo efecto contagio porque el capitalismo neoliberal
es absolutamente interdependiente, y más aún en el plano financiero, es decir una verdad a medias porque se evita explicar las
causas reales estructurales de toda esta explosión financiera.
A partir de ahí, después de la eclosión financiera los caminos
tomados por los centros de poder no fueron exactamente los
mismos; Estados Unidos se fue por un camino y la Unión Europea
por otro. El primero se dedicó a aplicar una suerte de keynesianismo regresivo o, como diría Kotz96, de capitalismo corporativo,
de salvataje a favor de algunas corporaciones, de socialización de
pérdidas de algunas empresas claves para sostener el edificio del
capitalismo global, acompañado de una política de relajación cuantitativa, de emisión monetaria por encima de sus propios límites
establecidos, comprando muchos bonos basura, evitando el riesgo
para el capital privado, y así, estabilizando al propio sistema capitalista pero con recetas llamadas parcialmente heterodoxas, propias
de las denominadas palomas en la Reserva Federal.
Al otro lado, el otro epicentro de la explosión fue la Unión
Europea, que también se dedicó a hacer salvataje público del
sector bancario privado, de tal forma que la deuda privada de la
banca privada pasó a ser recatalogada como deuda pública del
sector público. Así fue como se sostuvieron a flote las entidades
financieras sistémicas (tal como las denomina el propio lenguaje
95 Se llamó por ello ‘Teoría Ninja’, por las siglas en inglés de: no income, no
jobs, no assets (no ingreso, no trabajo, no propiedad).
96 Véase David Kotz. “The Financial and Economic Crisis of 2008: a Systemic Crisis of Neoliberal Capitalism”, Review of Radical Political Economics: 2009.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
hegemónico); en cambio, a diferencia de la reserva federal, el Banco
Central Europeo apenas participó en compras de bonos basura
(hasta el año 2015), de tal manera que el desajuste financiero fue
realmente afrontado a partir de un endeudamiento público, principalmente de los Estados de la periferia europea. La política obligada para la periferia europea fue la siguiente: gastar los recursos
públicos disponibles para salvar a la banca, al mismo tiempo que
hundía a la mayoría social inmersa profundamente en una década
perdida que aún perdura.
Con ese telón de fondo, habiendo transcurrido casi una década
desde el crash financiero, la transición geoeconómica se fue acelerando a gran velocidad. Si bien es cierto que la ralentización económica post 2008 se hizo notar en todas partes del mundo, también
es cierto que esta desaceleración fue muchísimo mayor en los
países centrales que en el resto de bloques emergentes. Las tasas
de crecimiento económico, de intercambio comercial, de ritmo de
inversiones en los países del Brics, y también en América Latina,
fueron más positivas que en el resto del epicentro del capitalismo
mundial; además, la reducción del desempleo, la reducción de
pobreza y desigualdad, y las mejoras sociales, también gozaban de
mejor salud en los nuevos polos económicos que en Estados Unidos
y Europa. Este nuevo escenario ciertamente permitió que hubiera
incentivos reales para que las alianzas internacionales geopolíticas
y los niveles de interconexión económica entre los nuevos polos
emergentes, sin necesidad de pasar por los países centrales, fueran
creciendo y consolidándose a marcha forzada.
En suma, este siglo xxi no está resultando nada proclive para
la inalterabilidad de la hegemonía de Estados Unidos (con su satélite, la Unión Europea). El orden globalizador neoliberal ha sido
incapaz de evitar la emergencia e irrupción de nuevos topos que
reconfiguran una transición geopolítica hacia un mundo multipolar. Esta transformación, también geoeconómica, es de hecho
incompatible con las condiciones globales que precisa Estados
Unidos para sostener su extraordinario doble endeudamiento, en
lo comercial (en 2014 fue un 6% más con respecto al año anterior:
138
CAPÍTULO II
505.000 millones de dólares) y en lo fiscal (asciende a 59,4 billones
de dólares); si el dólar deja de ser la única y exclusiva moneda de
referencia mundial, entonces el país más endeudado del mundo
comienza a tener graves problemas para mantener esa forma
de gestionar la economía internamente. En los últimos años, el
proceso paulatino de desdolarización en la acumulación mundial
de reservas hace peligrar precisamente esa posición exclusiva
dominante; la participación del dólar en las tenencias de reservas
mundiales pasó de representar el 71,1% en el año 2000 hasta el
60,7% en 2011; el yuan chino ya es usado como moneda de reserva
en un total de cuarenta bancos centrales. A este escenario adverso
también debemos sumar que: 1) cada vez es más significativo el
intercambio comercial en monedas propias entre muchos países
(véanse ejemplos como Rusia con China, Japón con China, y
aquella prevista en el seno del Brics), 2) Estados Unidos continúa
inmerso en un largo y estructural proceso de desindustrialización
desde hace tres décadas, 3) las transnacionales con casa matriz en
Estados Unidos han dejado de controlar monopolísticamente las
cadenas globales de valor.
Por todo ello, ‘a Estados Unidos no gustar este mundo’ y, muy
particularmente, ‘no gustar esta América Latina’ que conforma un
pivote clave en este nuevo orden económico y político mundial.
América Latina es otra y muy diferente a aquella América Latina
de las últimas décadas del siglo xx. Esta América Latina viene
viviendo un ciclo histórico de transformaciones que ha logrado
avanzar enormemente en la recuperación soberana de sectores
estratégicos, con especial importancia en la reapropiación de la
renta de los recursos naturales. Con otra forma de hacer política
económica se ha redistribuido la renta casa adentro, saldándose así
buena parte de la deuda social heredada del neoliberalismo, satisfaciéndose las necesidades básicas y derechos sociales. Se constata que la economía en América Latina es otra, que ha puesto fin a
las décadas perdidas neoliberales, generándose un nuevo sentido
común de época que hace que la mayoría social siga eligiendo
estas propuestas políticas de cambio frente a guerras económicas,
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
fondos buitre, agencias de calificación de riesgo, o editoriales en
The Economist o en The Wall Street Journal.
Este mundo del siglo xxi ya no es aquel del siglo xx. Hace
años hubiera sido inimaginable que: a) por ejemplo, a inicios del
año 2015, China haya acordado una inversión en América Latina
de 250.000 millones de dólares para la próxima década (en los
diez años anteriores, este dato fue de cien mil); b) en el año 2014,
en Brasilia, tuviera lugar la cumbre del Brics creando el Banco
de Desarrollo y un Fondo de Reservas; c) Unasur esté dedicada
a disponer de un nuevo árbitro regional que dirima en caso de
conflictos con inversiones extranjeras directas, sin necesidad de
acudir al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas
a Inversiones (Ciadi) (dependiente del Banco Mundial); d) las relaciones comerciales-inversiones Sur-Sur cada vez son más importantes a nivel mundial (pasó de suponer un 6% en 1985 a un 24% en
2010, mientras que el comercio Norte-Norte retrocedió al 38% en
ese mismo período); en materia de inversiones extranjeras directas,
las de flujo Sur-Sur ya son casi 50%, e) la construcción del canal de
Nicaragua (como vía fluvial que conecta mar Caribe, océano Atlántico y océano Pacífico) se realice con participación estratégica de
China, como opción alternativa frente al dominio estadounidense
del canal de Panamá. Estos son simplemente algunos rasgos que
describen el nuevo contexto geoeconómico que deberá ser tomado
en cuenta a la hora de caracterizar el cambio de época que vive la
región latinoamericana, tanto puertas adentro como en sus nuevas
relaciones hacia fuera.
La emergencia del cambio en América Latina: Venezuela,
Bolivia y Ecuador
Venezuela
El 4 de febrero de 1992 se produjo en Venezuela una insurrección militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, liderada por
el teniente coronel Hugo Chávez. Motivos no faltaban: la pobreza
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CAPÍTULO II
del pueblo en los barrios, en los cerros, en los campos; una democracia que no democratizaba la riqueza, sino que más bien excluía;
la pérdida de soberanía e independencia, las privatizaciones a favor
de unos pocos, que dibujaban un paisaje desolador para la inmensa
mayoría del pueblo. La búsqueda de la emancipación de la hegemonía neoliberal era la gran razón estructural de esta difícil decisión de levantarse frente al orden constituido y establecido, servil
al capital transnacional. La democracia había sido reducida a su
sentido más mínimo; no había democracia real en ningún aspecto
de la vida social, política ni económica del país. El Norte imponía las
políticas económicas para que Venezuela se acomodara a la nueva
reconfiguración mundial capitalista.
Este intento fallido de levantamiento militar, si bien fracasó en
términos de la llegada al poder, fue sin duda un triunfo político que
disparó la popularidad del movimiento y resultó el germen de inicio
de la Revolución Bolivariana. Luego de la rebelión militar, Chávez
fue encarcelado durante dos años, al cabo de los cuales comenzó
un largo camino que lo llevó a perfilarse como un posible candidato para el cambio en Venezuela, con una propuesta bajo el brazo:
la Agenda Alternativa Bolivariana. Ya en 1998, tras una intensa
campaña electoral en la que el candidato bolivariano fue difundiendo un programa económico profundamente antineoliberal,
haciendo uso de un lenguaje disruptivo que, en contraposición a la
visión tecnocrática dominante, presentaba la economía como algo
cercano a la gente; el 6 de diciembre el Polo Patriótico ganó las elecciones con el 56,20% de los votos, dieciséis puntos por encima del
candidato opositor, que no llegaba al 40%. Así, Hugo Chávez Frías se
convirtió en el primer líder de lo que sería el eje no-neoliberal de la
región, que ganó las elecciones de su país en un momento histórico
marcado por la hegemonía neoliberal de fines de siglo xx, cuando
todo el continente mostraba una gran homogeneidad ideológica en
los partidos gobernantes.
A contracorriente de esa hegemonía, el chavismo emergió en
el escenario político venezolano como una nueva fuerza con un
programa de gobierno profundamente antineoliberal, poniendo
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
fin a cuarenta años de bipartidismo en el país. Luego de décadas
de gobiernos que habían favorecido la concentración de la riqueza
en manos de grupos económicos dando la espalda al pueblo, Hugo
Chávez llegó al poder como un representante legítimo de la grandes
mayorías excluidas del país, que habían decidido poner freno a la
avanzada neoliberal. Con ello, la democracia aparente del puntofijismo dio paso, después de casi medio siglo, a una democracia
real: representativa, participativa, económica, social y protagónica.
Los rectores de una economía de los de arriba cedieron el turno a
otra economía posible: la economía humanista, popular, nacional y
desarrollista, antineoliberal y bolivariana, propuesta por el nuevo
presidente. Su proclamado ‘Por ahora’ de 1992 se convertía en 1998
en un ‘ahora es cuando’.
Al tomar posesión de su cargo, el mandatario electo juró sobre
una ‘moribunda Constitución’ y prometió dar inicio a un proceso
profundo de transformación cuyo puntapié inicial y fundamental
sería la convocatoria a una Asamblea Constituyente. En la Venezuela de aquellos años, el movimiento popular, surgido a modo
de nuevo topo irrumpiendo en el escenario político, modificó la
vieja y anquilosada correlación de fuerzas políticas del pasado;
la Constitución no podría seguir respondiendo a una realidad del
pasado. Por eso rápidamente, el 25 de abril de 1999, apenas dos
meses después de que Chávez asumiera la Presidencia, el pueblo
ya estaba votando en un referéndum para la convocatoria de una
Asamblea Nacional Constituyente, como consulta vinculante97 que
realizó dos preguntas a la voluntad popular acerca de la sustitución
o no de la Constitución de 1961 y, por consiguiente, la aprobación
de las bases del funcionamiento de la Asamblea Nacional Constituyente. La mayoría del pueblo venezolano dio un respaldo absoluto
a esta ruptura democrática que apuntaba a democratizar realmente la vida política del país98, y a que se eligiera a los miembros
97 Se realizó mediante un decreto ejecutivo y después de la aprobación de
la Corte Suprema de Justicia y revisión del Consejo Nacional Electoral.
98 Las preguntas fueron las siguientes: Pregunta 1: ¿Convoca usted una
Asamblea Nacional Constituyente con el propósito de transformar el
142
CAPÍTULO II
representantes del nuevo poder constituyente; las elecciones no
tardaron en realizarse para conformar esa Asamblea Constituyente. En julio de 1999 la mayoría fue nuevamente a favor de las
filas de Chávez, obteniendo 125 asientos de 131 (es decir, el 95% del
total).99
La Asamblea Constituyente se instaló el 3 de agosto de 1999 y
desde ese momento se estableció un período de seis meses para
redactar la nueva Carta Magna. El nuevo poder constituyente
asumía legítima y legalmente todo el poder político, dando por
terminados los poderes concedidos a las instituciones constituidas y derivadas de un pacto prescripto. Después de un proceso
dinámico, con mucha participación popular en la presentación y
discusión de todo tipo de propuestas100, se llegó a tener confeccionada la propuesta para la Carta Magna en noviembre de ese
mismo año, para que luego se sometiera a referendo popular el
15 de diciembre de 1999. El apoyo nuevamente fue mayoritario: el
71,78% de los votos a favor. La nueva Constitución fue promulgada
definitivamente por la Asamblea Nacional Constituyente el 20 de
Estado y crear un nuevo ordenamiento jurídico que permita el funcionamiento de una Democracia Social y Participativa?; Pregunta 2: ¿Está
usted de acuerdo con las bases propuestas por el Ejecutivo Nacional
para la Convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, examinadas
y modificadas por el Consejo Nacional Electoral en sesión de fecha 24
de marzo de 1999, y publicadas en su texto íntegro en la Gaceta Oficial
de la República de Venezuela Nº 36.669 de fecha 25 de marzo de 1999?
En la pregunta 1 el ‘Sí’ fue del 87,75%; a la segunda pregunta, el ‘Sí’ fue
de 81,74%.
99 Esto es considerando que en este grupo se incluye a todos los pertenecientes a grupos tribales indígenas, y considerando que la oposición
obtuvo solo seis asientos.
100Así lo relatan personas que participaron como asesores técnicos en ese
período como, por ejemplo, Rubén Martínez: “Por el Palacio Legislativo,
lugar en que sesionó la Constituyente entre agosto y noviembre de 1999,
pasaron todo tipo de operadores políticos y sociales: partidos políticos,
asociaciones vecinales, ecologistas, organizaciones de derechos humanos, etc. Los debates constituyentes eran transmitidos en directo por
la televisión” (Rubén Martínez. “El proceso constituyente:
la activación
de la soberanía”, en: Iñigo Errejón y Alfredo Serrano. ¡Ahora es cuando,
carajo! Del asalto a la transformación del Estado, El Viejo Topo, Madrid:
2011).
143
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
diciembre de 1999, y entró en plena aplicabilidad desde el 1.o de
enero del año 2000.
De esta forma, el siglo xxi en Venezuela se inició con un nuevo
contrato social, político y económico para la República Bolivariana de Venezuela, tal el nombre que la Carta Magna establecía.
Chávez lo había sostenido desde antes de llegar al poder: no podría
haber cambio real sin cambiar el marco constitucional del que se
derivaban las leyes que regulaban la vida económica del país. La
Constitución vigente hasta el año 1999 cristalizaba un pacto político caducado: el pacto de las élites dominantes que excluyeron
a las mayorías en el contrato social, el pacto del Punto Fijo que
defendía a cualquier precio una democracia aparente sin democratización real en el terreno económico. El obsoleto marco constitucional había privilegiado y permitido la venta de la soberanía, la
importación de leyes del exterior a través de Tratados Bilaterales de
Inversión, la aceptación de ser arbitrado por el Ciadi dependiente
del Banco Mundial, así como también había establecido facilidades
para que la inversión extranjera pudiera convertirse en remesas de
utilidades netas sin ningún compromiso en el país, etc.
Era magnánima la estructura legal del pasado que el neoliberalismo había conseguido penetrar en cada política económica, carcomiendo cualquier otra posibilidad; frente a ello, la Constitución
Bolivariana de Venezuela recogió el espíritu del pueblo en el marco
de una nueva correlación de fuerzas. Por los contenidos propios,
así como por la forma de llegar a ella, muchos teóricos constitucionalistas101 han afirmado que esta nueva propuesta supuso la apertura de una corriente alternativa al constitucionalismo tradicional
101Véase el artículo de Roberto Viciano, resaltando la relevancia de la propuesta en cuanto a la democracia participativa; y Antonio de Cabo, respecto a la originalidad de la nueva arquitectura institucional propuesta
(Roberto Viciano. “La columna vertebral de la Revolución, el fenómeno participativo en la Venezuela Bolivariana”, en: Juan Torres López,
(coord.), Venezuela, a contracorriente, los orígenes y las claves de la Revolución Bolivariana, Icaria, Madrid: 2006; y Antonio de Cabo. “Las transformaciones institucionales”, en: Juan Torres López, (coord.). Venezuela,
a contracorriente, los orígenes y las claves de la Revolución Bolivariana,
Icaria, Madrid: 2006).
144
CAPÍTULO II
y hegemónico. De ahí también el potencial creativo del proceso
constituyente venezolano y lo vigoroso de su irradiación hacia el
resto del continente: dicho proceso abrió un horizonte de posibilidad para la región, al instalar una agenda constituyente que daría
lugar a otros procesos de refundación, como los casos de Ecuador y
Bolivia, impensables pocos años antes.
Desde la perspectiva económica, la búsqueda de una nueva
Constitución era una forma robusta y sostenible de afrontar la transición deseada para poner fin al neoliberalismo. Un nuevo pacto
económico, plasmado en el documento político más relevante del
país, sería la base sobre la cual construir la economía que Chávez
venía defendiendo: nacionalista, desarrollista, humanista, bolivariana y antineoliberal. La propuesta en Venezuela en lo económico
era combinar una doble velocidad en dos dimensiones esenciales:
urgencia en resolver el endeudamiento social sin tiempo que
perder y urgencia para cambiar la base legal, desde su raíz constitucional, para edificar una nueva estructura económica que requeriría más tiempo político y económico. La intención era dedicar
el mayor esfuerzo a satisfacer necesidades básicas en calidad de
derechos, como una cuestión de Estado, para que todo lo posterior
se construyera desde un pueblo con alimentación, educación y
salud satisfechas; por ello, el texto constitucional apuesta por una
humanización integral de la política económica, algo que aunque
pueda parecer obvio a ojos de no-economistas, la teoría económica
neoclásica nunca consideró una prioridad.
Con este nuevo marco constitucional, Hugo Chávez comenzó
a forjar una economía real centrada en el pueblo, y no un pueblo
al servicio de una economía capitalista. En este sentido, la primera
acción en materia de política económica de la Revolución Bolivariana, con el fin de afrontar las urgencias impostergables en las
que se encontraba gran parte de la población, fue el Plan Bolívar
2000, lanzado a inicios de 1999. Este plan fue la primera pieza del
complejo entramado futuro que constituirán las Misiones Bolivarianas. Se trataba de un plan cívico-militar de orientación cortoplacista, que utilizó medios y recursos de la plataforma militar para
145
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
intentar dar respuesta a las necesidades sociales de la población en
situación de máxima exclusión social. Este plan fue la plataforma
de relanzamiento de la política social del gobierno, buscando poner
a las Fuerzas Armadas en contacto directo con las comunidades
más necesitadas y modificando así el papel del Ejército, que de
ahora en adelante, además de ser garante de la defensa del Estado
y de las fronteras venezolanas ante cualquier intento de desestabilización del exterior, asumiría un rol activo como agente social en
las problemáticas propias hacia el interior del país. En este sentido,
constituyó el germen de inicio de la fusión cívico-militar que posteriormente se erigiría como un rasgo característico de la Revolución
Bolivariana.
La intención por parte del Ejecutivo, innegablemente, era
fortalecer los programas de desarrollo social y garantizar que los
recursos destinados al sector social llegasen efectivamente a la
población más empobrecida y excluida, con la mayor celeridad
posible, evitando las trampas burocráticas de un Estado caduco
sin tener que pasar por los miles de vericuetos remanentes de un
Estado de Bienestar (en miniatura) fallido. Por ello, el Plan Bolívar
2000 comprendió un conjunto de actividades definidas como de
asistencia pública, en las que se incluyeron acciones de mejoramiento, recuperación y/o construcción de viviendas, de infraestructura educativa, de reorganización del sistema de salud pública con
énfasis en la atención primaria, apoyada en la organización comunitaria de la población y un programa de empleo rápido, así como
acciones de beneficencia en las comunidades de pobreza crítica y
extrema, que incluyeron suministros gratuitos de alimentos y de
implementos básicos, entre otras acciones similares. En definitiva,
este plan marcó la nueva tendencia de la construcción de un renovado Estado, no burgués, participativo, no pasivo ni distante del
poder popular. Se trataba solo de un embrión, aún insignificante, de
lo que después tomaría la forma de un nuevo Estado que la Revolución Bolivariana conseguiría configurar en la Venezuela del siglo
xxi: el Estado de las Misiones.
146
CAPÍTULO II
Complementariamente, durante los primeros meses de
gobierno, gracias a la Ley Habilitante102 promulgada el 23 de marzo
de 1999, se llevaron a cabo en simultáneo un conjunto de importantes acciones económicas, de las cuales merecen ser destacadas
las siguientes por su importancia estratégica:
1. Ley Orgánica de Hidrocarburos Gaseosos. El principal objetivo fue organizar y unificar las distintas leyes que regulaban la
producción hidrocarburífera en el país; regulando la propiedad
pública del petróleo, impidiendo la privatización y estableciendo
el control, por parte del Estado, de cualquier empresa dedicada
al negocio del petróleo. La principal disposición estableció que la
extracción del crudo debe ser competencia del Estado, al menos
en un 51%, al tiempo que otorgó a Pdvsa una participación del 30%
como regalía sobre los crudos extraídos en cualquier yacimiento.
Anteriormente ese impuesto era del 16,7%.
2. Ley de Tierras y Desarrollo Agrario. Tal como lo expresa su
Artículo 1.°, dicha ley buscó establecer las bases del desarrollo
rural integral y sustentable, entendido este como el medio fundamental para el desarrollo humano y crecimiento económico del
sector agrario dentro de una justa distribución de la riqueza y una
planificación estratégica, democrática y participativa. La ley busca
eliminar, además, el latifundio como sistema contrario a la justicia,
al interés general y a la paz social en el campo, asegurando la biodiversidad, la seguridad agroalimentaria y la vigencia efectiva de los
derechos de protección ambiental y agroalimentario de la presente
y futuras generaciones. Al mismo tiempo, la normativa buscó garantizar la soberanía alimentaria y finalizar la etapa de importación de
alimentos y de infrautilización de los recursos agrarios
3. Ley de Creación, Estímulo, Promoción y Desarrollo del
Sistema Microfinanciero. El objeto de esta ley fue crear, estimular,
102La nueva Constitución Bolivariana consagró como herramienta jurídica
la Ley Habilitante, la cual faculta al presidente durante un plazo determinado para dictar decretos con fuerza de ley sobre las materias que
considere pertinentes. Se trata de una ley que debe ser sancionada anticipadamente por las tres quintas partes de la Asamblea Nacional.
147
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
promover y desarrollar el sistema microfinanciero orientado a facilitar el acceso a los servicios financieros y no financieros, en forma
rápida y oportuna, a las comunidades populares y autogestionarias,
las empresas familiares, las personas naturales autoempleadas o
desempleadas, y cualquier otra forma de asociación comunitaria
para el trabajo, que desarrolle o tenga iniciativas para desarrollar
una actividad económica, a objeto de integrarla en las dinámicas
económicas y sociales del país. En este sentido, se puede observar
la importante acción de creación del Banco del Pueblo Soberano,
una institución del sistema microfinanciero de Venezuela con un
enfoque de desarrollo soberano, social, sostenible, endógeno y
humanista, y orientada a fortalecer la construcción de una nueva
economía: la economía comunal.103
4. Ley de Estímulo para el Fortalecimiento Patrimonial y Racionalización de los Gastos de Transformación en el Sector Bancario.
La ley reguló las condiciones, requisitos y procedimientos que
deberían cumplir para fusionarse los institutos de intermediación
financiera; asimismo en dicho instrumento jurídico se definieron
las modalidades de fusión permitidas. En definitiva, se procuraba
tener un marco regulatorio que ordenara la reconfiguración del
mercado bancario, evitando que se produjera un exceso de concentración perjudicial para los intereses del pueblo venezolano. No es
un modelo demasiado ambicioso pero sigue siendo acorde a esta
primera fase de mínimos en la política económica, concretamente
en lo financiero.
5. Ley para la regularización y control de los arrendamientos; que
declaró de interés público general, social y colectivo toda materia relacionada con los arrendamientos de inmuebles destinados a vivienda, a
103Se centra en facilitar el acceso a servicios financieros y no financieros,
en forma rápida y oportuna, a las comunidades populares y organizadas,
las empresas familiares, las personas naturales, las cooperativas y cualesquiera otras formas de asociación comunitaria para el trabajo, que desarrollen o tengan iniciativas para desarrollar una actividad económica,
a objeto de integrarlas en el desarrollo de un nuevo modelo económico,
basado en los principios de la participación ciudadana, justicia social,
democracia, eficiencia, libre competencia, productividad y solidaridad.
148
CAPÍTULO II
tal efecto. Mediante la misma, el Estado puede implementar cualquier
medida que permita desarrollar las bases y mecanismos necesarios
que garanticen, a todas las ciudadanas y los ciudadanos, el goce del
derecho humano a una vivienda y hábitat en condiciones dignas,
que humanice las relaciones familiares, vecinales y comunitarias.
Esta nueva política económica para la vivienda supuso verdaderamente una declaración de intenciones que persigue que la vivienda
no sea un objeto cualquiera en las relaciones mercantiles, sino que
ha de estar condicionada a una política pública de garantías.
El nuevo marco conceptual de la política social, además, se
sustentó en una política de inversión social con notable presupuesto público: la inversión social pasó del 7,8% del PIB en 1998, al
11,8% del PIB en 2001. Esto permitió iniciar de manera decidida un
camino de recuperación soberana de las riendas de la economía y
una reapropiación de los sectores estratégicos por parte del Estado,
posibilitando que pudiera comenzar a saldarse la profunda deuda
social que en la última fase del neoliberalismo mantenía al 55% de
la población bajo la línea de pobreza. Con esto queda en evidencia
que la Revolución Bolivariana no venía a reformar el viejo Estado
de Bienestar (en miniatura) venezolano; no era una cuestión de
parches ni de reformas marginales. Su proyecto político se basaba
en lograr una economía humanizada a partir de un nuevo Estado,
sin copiar ni pegar ningún Estado del Bienestar de las terceras vías
en Europa.
Pero este proceso incipiente de transformación, así como
también las políticas económicas que comenzaban a dar los
primeros resultados en favor de las mayorías, debió enfrentar
grandes dificultades en esos primeros años, al menos en dos
sentidos: en primer término, es necesario plantear que esa herencia
de la deuda social venía acompañada por otra aún más complicada
de resolver: la herencia de un Estado ciertamente desmantelado,
inexistente para desarrollar muchas competencias desaparecidas,
y un retal de Estado corporativista, burocratizado al servicio de
intereses particulares, poco democratizado en su funcionamiento y
en sus objetivos trazados: un Estado útil para el modelo neoliberal.
149
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Cambiar aquello supuso uno de los primeros retos de Chávez como
presidente; la transición hacia un cambio de época en lo económico
exigía una reconstrucción que no podría hacerse reacomodando el
viejo Estado Burgués, aparente, incapaz de ser eficaz socialmente,
con mecanismos obsoletos. Era necesario poner en marcha la
construcción de un nuevo Estado, con el enorme esfuerzo político,
económico, social y logístico que ello implica.
En segundo lugar, este proceso se vio truncado en 2002, cuando
las fuerzas reaccionarias realizaron una gran alianza contra el
chavismo entre los sectores que no estaban dispuestos a acatar
las reglas democráticas procedimentales, mediante las que el
pueblo había elegido ya al nuevo gobierno, ni tampoco a respetar
una democracia más integral, prevista para democratizar las relaciones económicas. Ese nuevo pacto conservador disfrazaba, bajo
el manto de una supuesta defensa de la democracia, las verdaderas
intenciones de desalojar como fuera al gobierno elegido democráticamente por amplia mayoría del pueblo venezolano. Fueron estos
sectores los que en abril de 2002 impulsaron un golpe de Estado
que sacó del poder a Chávez por dos días, fracasando, finalmente,
debido al fuerte apoyo popular que desató una ola de manifestaciones en todo el país. Posteriormente se recurrió a la estrategia de
golpe económico, poniendo en marcha a fines de ese mismo año un
paro petrolero y sabotaje económico, con el objetivo de reinstaurar
un gobierno cuyas políticas económicas respondieran al capital
privado, a dar seguridad y confianza a las inversiones extranjeras.
La política de reapropiación soberana de la renta petrolera, en
origen, a favor de la mayoría social, supuso un cambio muy significativo respecto a lo que el capital transnacional estaba acostumbrado a hacer en Venezuela.
En este sentido, el paro petrolero del año 2002 fue una clara
respuesta del capital contra la democracia venezolana, dando
muestras inequívocas de que el cambio de época iba a tener que
sortear muchos obstáculos. Indudablemente, después de una
leve recuperación económica y social iniciada desde la llegada de
Hugo Chávez, el doble golpe del 2002 tuvo consecuencias notables.
150
CAPÍTULO II
Después de un crecimiento económico del PIB sostenido en los
tres primeros años de la presidencia de Chávez, la caída del PIB
petrolero fue de 25,9% para el último trimestre del 2002, y del 39,3%
para el primer trimestre del 2003; el PIB total registró una caída
de 15,8% durante el cuarto trimestre de 2002 y se redujo en un 27%
en el primer trimestre del 2003; todo ello debido al sabotaje petrolero que trajo consigo una disminución abrupta de las principales
actividades económicas del país. En el año 2003 el PIB tuvo una
contracción del 9,4%.
El efecto sobre la economía real fue inmediato, especialmente
en un sector que había disfrutado de una significativa mejora en
estos recientes años: el sector laboral. La tasa de desempleo se
disparó inmediatamente al 20,7% (el nivel más alto desde 1967);
destaca que se produjo en gran medida un lockout, pues en muchas
empresas, fábricas y comercios los trabajadores querían continuar
trabajando, pero los dueños tomaron la decisión de parar y todo
desencadenó en muchos despidos o penalizaciones en materia
salarial por parte de la patronal. Se destruyeron más de 700.000
puestos de trabajo en esos pocos meses. La inflación, que había
venido conteniéndose, volvió a ascender hasta el 31% en el año
2002, provocando pérdida de poder adquisitivo que hacía recordar
todo aquel endeudamiento social de la época neoliberal.
La reducción de ingresos públicos petroleros por el paro del
sector generó un elevadísimo déficit fiscal en el año 2002 y también
en el año 2003, porque un mes sin actividad es dejar de obtener
muchos ingresos derivados de la venta del petróleo104, principal
ingreso del país caribeño; además, la recuperación de la actividad
petrolera no es una cuestión inmediata después de los innumerables daños ocasionados a la industria en todas las cadenas del
sistema productivo. La producción total de crudo disminuyó en un
68%, tendiendo dicho porcentaje a descender aún más debido a la
detención de la producción, a las restricciones de almacenamiento,
104El país dejo de percibir ingresos por cerca de 15.000 millones de dólares,
al dejar de vender más de 3 millones de barriles de petróleo durante
sesenta días.
151
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
a la paralización de 29 unidades de compresión en algunas zonas
del país y al detenimiento de otras actividades.
Las consecuencias fueron nefastas para la población: hubo
escasez de alimentos y gasolina durante y después del paro, que
tardó en restablecerse conforme a los niveles anteriores a los
golpes. Muchas empresas pequeñas y medianas quebraron debido
a que dependían de las empresas que agrupaba Fedecámaras
–cámara impulsora del paro– para realizar sus actividades. Hubo
una notable caída de los depósitos bancarios, del 8%. Todas estas
cifras económicas tuvieron una traducción inmediata en pobreza y
desigualdad; si bien desde 1998 a 2001 la pobreza se había reducido
de 49% a 39%, en 2002 y 2003 la pobreza volvió a subir hasta 41,5% y
54%, respectivamente105; la pobreza extrema se había reducido de
21% a 14,2% en el período 1998-2001, pero volvió a subir a 16,6%
y 25,1% en 2002 y 2003, respectivamente; la desigualdad había
descendido en el período 1998-2001 de un valor del índice de Gini
de 0,486 a 0,457, pero volvió a crecer a 0,494 y 0,481 en 2002 y 2003,
respectivamente.
Finalmente, el intento del 2002 para frenar un proyecto económico popular fue infructuoso. Chávez sabía que la fuerza política y
social que se aglutinó para exigir su retorno también constituía una
fuerza económica a su favor para abrir el cambio de época posneoliberal en esos primeros años (para luego caminar hacia otro estadio
superior más ambicioso que fue denominado transición hacia el
Socialismo Bolivariano del siglo xxi). La Década de Plata, tal como
fue propuesta por el presidente en el primer Plan Nacional de
Desarrollo del año 2001, no pudo iniciarse en el año previsto por
consecuencia del doble golpe de 2002, pero esto no alteró el reto
estratégico transformador, ya que la misma solo tuvo un reajuste
para ser iniciada después del golpe, a partir del 2003 hasta el 2012.
105Valor de pobreza en porcentaje de hogares para primer semestre del
año, según el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (Mark Weisbrot, Rebecca Ray y Jake Johnston. La economía bajo el Gobierno de Morales, Center for Economic and Policy Research, Washington: 2009).
152
CAPÍTULO II
Políticamente, Chávez salió reforzado ese año, a pesar de las
vicisitudes, porque la mayoría del pueblo le había dicho que no
había marcha atrás, que el punto de no retorno estaba superado.
Los próximos años, desde 2003 en adelante, el reto de consolidar
el proyecto de transición económica (para salir del neoliberalismo)
continuaría en marcha. El Estado de las Misiones fue la elección
institucional de la Revolución Bolivariana para dar respuesta a la
gran deuda social que afectaba cada de una de las esferas de la vida
cotidiana del pueblo venezolano, en todos los rincones del país. La
Misión no es una ayuda puntual ni parcial, ni de corte asistencialista clásico, sino que se trata de una política pública de alta rentabilidad y eficacia social, que procura involucrar al poder popular en la
organización de esta tarea y en la ejecución de la misma; una Misión
para cada problema, tantas Misiones como problemas sociales
existan. Así, con esta particularidad venezolana, Chávez inventó
una nueva fórmula de curar todas las enfermedades sociales derivadas de la deuda social heredada del neoliberalismo.
El proclamado Estado Social de la nueva Constitución tenía
así su fiel reflejo en este Estado de las Misiones. Los precedentes,
como fue señalado anteriormente, en la etapa más inicial de Chávez
fueron los primeros operativos de instrumentación inmediata a
través de la alianza cívico-militar para sectores necesitados, cuyos
exponentes fueron el Plan Bolívar 2000 y el Fondo Único Social, y
el Plan de Asistencia Alimentaria Popular. Sin embargo, la paulatina conformación del Estado de las Misiones daría un paso más
porque se trata de una política pública sistematizada, articulando
una acción integral con participación popular, procurando tener
autonomía suficiente para no replicar las herencias de un fracasado Estado Burgués con intentos fallidos de Estado de Bienestar a
la europea. Así, Venezuela comenzó, ladrillo a ladrillo, a conformar
una megaestructura tan arraigada en el pueblo que ni los opositores se atreven a cuestionarla cuando participan en cualquier
campaña electoral.
Este nuevo Estado de las Misiones interactuó con las nuevas
políticas públicas según avanzaron las circunstancias internas
153
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
y externas, políticas, sociales, culturales y económicas; tuvo que
convivir con los diferentes planes nacionales de desarrollo, con
los renovados horizontes estratégicos que se iban redefiniendo
sin corsé ni vagos anclajes. Desde su surgimiento, el Estado de las
Misiones tuvo que recorrer el camino que hay desde un proyecto
postneoliberal a otro estadio superior, no tan reactivo sino más
propositivo, esto es, el denominado Socialismo Bolivariano del siglo
xxi; tuvo que transitar de una economía centrada en cómo resolver
las urgencias y necesidades básicas postgolpe 2002 a otra economía
en la que las necesidades y demandas se fueron redefiniendo y
transformando, gracias justamente a un proceso de cambio muy
vigoroso. La progresiva democratización del consumo a favor de
toda la población venezolana es un hecho que definitivamente
obligó, obliga y seguirá obligando a reacomodar permanentemente
el Estado de las Misiones, imprimiéndole una lógica dialéctica,
dinámica y no estática.
Nadie puede saber a ciencia cierta si Hugo Chávez tuvo previsto
desde un inicio construir sólidamente este Estado de las Misiones,
como fórmula para transformar estructuralmente el aparato
estatal heredado de las décadas perdidas neoliberales, o si por el
contrario, procuró ir respondiendo coyunturalmente a las urgencias que se venían presentando. Es complicado ahora realizar
este tipo de adivinanzas retrospectivamente. Lo importante realmente es certificar que al cabo de una década, más allá de cómo fue
previsto desde un inicio –desde 2003 al 2013– la Década de Plata
es un hecho irrefutable que ningún organismo internacional se ha
atrevido a cuestionar. Desde la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (Cepal), la Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés),
el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), todos y cada uno de
ellos han destacado los avances en materia de economía humanista,
social y popular: reducción de la pobreza, más justicia en la distribución de los recursos económicos, mejora del empleo y el salario
real, resultados positivos en la lucha contra el hambre, aumento del
154
CAPÍTULO II
Índice de Desarrollo Humano, democratización de la educación con
mejoras significativas en materia de alfabetización, reducción de la
mortalidad infantil, mejora en el acceso al agua y a otros servicios
básicos, mejora en la salud y mejora en términos de vivienda.
En cifras-resumen, esto se traduce en: a) la pobreza se redujo
del 50% al 27,2% en el período 1999 a 2013, b) la pobreza extrema
pasó de 16,9% hasta 8,8% desde 1999 a 2013, y la pobreza extrema
pero medida por necesidades básicas insatisfechas ha tenido una
disminución progresiva desde 10,8% en 1999 hasta ubicarse en
2013 en 5,5%; c) la desigualdad pasó de 0,48 a 0,39 desde 1998 a 2013
(medida por el valor del índice de Gini); d) en lo alimentario, Venezuela es el país de América Latina y el Caribe más avanzado en la
erradicación del hambre: la tasa de desnutrición se redujo desde
un 21% en 1998 a menos del 3% en 2011; se ha pasado de producir el
51% de los alimentos que se consumía en 1999 a producir el 71% en
2012 (todos son datos de la FAO en 2011); e) Venezuela es el primer
país del mundo al que la Unesco le concedió una calificación de 96
puntos (en una escala de 100) en el año 2010, en honor a las metas
alcanzadas en materia de inclusión en alfabetización y educación
inicial, primaria, secundaria y universitaria; la tasa neta de escolaridad secundaria se incrementó sustancialmente, pasando de 50,7
en 2000 para ubicarse en 74,2% en 2012; y la matrícula universitaria creció de 894.418 estudiantes en el 2000 a 2.630.000 en 2014,
ubicando al país en el quinto lugar a nivel mundial; f) la tasa de
desempleo pasó de un 15,2% en 1998 a un 7,8% en 2013, con la creación de más de 4 millones de empleos; el incremento en el empleo
formal es de casi diez puntos, mientras que la tasa de participación
de los asalariados en la riqueza del país es de 64,3%; g) entre el 2000
y el 2013 la mejora del IDH es cuatro veces mayor que los avances
experimentados durante las dos décadas anteriores; el IDH en el
año 2013 (0,764) está considerado en categoría alto; h) la mortalidad
infantil se redujo de 25 por 1.000 (en 1990) a 14 por 1.000 (en 2012);
i) el 96% de la población tiene acceso ahora a agua limpia; j) en 1998
había dieciocho médicos por cada diez mil habitantes, mientras
que en la actualidad son 58 por cada diez mil; k) el hacinamiento en
155
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
hogares se redujo de 14,6% a 9,5% durante esta década; el indicador
de vivienda sin servicios básicos bajó de 15,7% a 9,5%; l) la cantidad
de pensionados pasó de 387.000 en 1999 a más de 2.521.789 en 2013.
Un tema tan controversial, como es la inflación, amerita ser
precisado desde varios aspectos. En primer lugar, nadie puede
dudar de que la subida generalizada de los precios en Venezuela
es un aspecto todavía por resolver, porque tiene efectos negativos
en cuanto a la merma del poder adquisitivo para la mayoría venezolana. Sin embargo, hay que considerar que la inflación en Venezuela es un fenómeno estructural y que viene desde muy lejos. Nada
dicen los economistas ortodoxos de que en las décadas perdidas
neoliberales, antes de la llegada de Chávez, la inflación promedio
anual era de 34%, mientras que en esta década ganada la inflación
anual es de 22%. Esto es así sin contar los datos de los dos últimos
años –2013 y 2014–, que han tenido altas tasas de inflación de forma
muy preocupante: 56,2% y 68%, respectivamente. En el año 2012 la
inflación anual fue de 20,1%.
La conformación de precios responde a una problemática que
va mucho más allá de simples relaciones entre variables, tal como
lo pretende explicar el paradigma económico dominante. Detrás
de los precios existe una economía política de la inflación, esto es,
unos responsables con nombre y apellido, que conforman precios,
que son los encargados de incrementar los precios a lo largo de toda
la cadena de valor (de cambio). El problema inflacionario se explica
realmente por el lado de la oferta y no tanto por la demanda. La
razón primordial de cómo se conforman los precios viene dada por
los propios límites en la oferta y, fundamentalmente, por la estructura concentrada de oferta en manos privadas, de fuerte composición oligopólica, que aprovecha una posición dominante de
mercado para fijar precios abusivos. Los precios son el resultado,
en última instancia, de una puja distributiva en la que se disputa la
apropiación de la riqueza del país. Al observar la evolución de los
precios en este período en Venezuela, se puede afirmar rotundamente que en valores promedios la inflación anual ha bajado, en
comparación con la época neoliberal. Sin embargo, aún los precios
156
CAPÍTULO II
presentan valores muy elevados. En los últimos dos años, de hecho,
la inflación es uno de los aspectos más adversos en materia económica.
¿Cuáles son las explicaciones para entender este comportamiento tan volátil? No existe relación directa entre devaluación e
inflación (la devaluación del bolívar en 2005, 2008 o 2010 no tuvo
efectos inflacionarios), ni en la relación entre emisión monetaria
e inflación, por mucho que se empeñen los organismos internacionales en defender esta tesis106; ni tampoco en la relación entre
106Por ejemplo, la Cepal en su último informe sobre economía venezolana
2014 afirma que la inflación de años 2013 y 2014 se debe a la expansión
monetaria:
… en 2013 la política monetaria fue fuertemente expansiva. Se produjo un aumento interanual medio de los agregados monetarios M1
y M2 del 66% y el 65%, respectivamente, muy superior a la inflación
media interanual, que fue del 40%. (…) Durante los primeros cuatro
meses de 2014 la política monetaria siguió siendo marcadamente expansiva y los agregados M1 y M2 presentaron en promedio aumentos
interanuales del 76% y el 75%, en forma respectiva. La inflación media
interanual en el mismo período fue del 59% ( Comisión Económica
para América Latina (Cepal). El panorama social de América Latina,
Santiago de Chile: 2014).
Sin embargo, el documento no revisa solo unos años atrás en los que en
la misma Venezuela en el año 2005, el incremento monetario interanual
fue por encima del 100% y la inflación anual fue del 14,4% Otro ejemplo
se observa en el documento La falsabilidad del monetarismo, en el que
citando a Zaiat, se afirma que en Argentina:
… en el lapso 2007-2013, con momento de expansión y contracción
monetaria, los índices de precios se mantuvieron en niveles altos
estables, ya sea en el indicador oficial (10 por ciento) o en los privados (20-25 por ciento). O sea, las tensiones inflacionarias fueron
constantes independientemente del mayor o menor crecimiento de
la base monetaria (emisión de dinero) [Además se añade que en] el
índice de precios al consumidor de los Estados Unidos no sobrepasó
el 10,3 % de 2008 a 2012 mientras que la emisión monetaria fue de
casi el 160% en el mismo período; en el Reino Unido marcó 16,4%
habiendo sido su emisión casi un 203%, para Brasil la variación de
precios resultó de 27,6 % y habiéndose expandido su emisión casi
un 123% y China tuvo una variación de precios del 16,6% para un
crecimiento de la emisión de poco más del 100%; en el período ya
señalado (Adrián González. La falsabilidad del monetarismo, Centro
de Investigación y Gestión de la Economía Solidaria, Caracas: 2014).
157
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
más inversión social/salarios e inflación, porque tampoco se ha
cumplido en estos años. El Gobierno Bolivariano consiguió crecer,
repartiendo, sin generar más inflación, sino todo lo contrario,
desacelerándola a pesar del incremento sostenido en los salarios.
Fue precisamente un año en contracción y de ralentización de salarios (año 2014) en el momento en el que más crecieron los precios.
La inflación en Venezuela es un fenómeno mucho más complejo
que simples relaciones matemáticas entre dos variables; el principal factor explicativo de la inflación está en el muy concentrado
sector importador y en el sector de las cadenas de distribución y
comercialización. El emergente sector importador privado en
Venezuela aprovechó el desfase derivado de los diferentes ritmos
de crecimiento entre consumo y oferta productiva.
Si bien durante esos años hubo logros tímidos en la producción
de alimentos y otros bienes básicos manufacturados, la velocidad
con la que se incrementó el consumo (más democratizado) de los
hogares venezolanos fue mucho mayor. Este desequilibrio estructural fue aprovechado, sin lugar a dudas, por el capital privado
nacional –en connivencia con el capital transnacional– para dedicar
toda la actividad económica a la importación, así como a las tareas
de distribución y comercialización. Así que la oferta necesaria de
esos nuevos bienes era satisfecha por una estructura económica
privada muy concentrada, que disfrutaba del poder de mercado
necesario para establecer altos precios. El capitalismo penetró de
esta forma en la reestructuración económica que se estaba produciendo en Venezuela en estos años. El rentismo importador del
siglo xxi constituye un fenómeno económico propio de países en
los que se produce una transformación inmediata de las pautas de
consumo de la mayoría de la población, pero sin posibilidad real de
satisfacerla mediante una transformación inmediata –a la misma
En definitiva, por cada caso que encuentra la Cepal para encontrar la
relación perseguida entre emisión monetaria e inflación, podemos encontrar otro contraejemplo que confirma lo contrario. ¿Y esto por qué?
Porque la inflación va mucho más allá de una relación simple y reduccionista de dos variables nominales debido a que la economía real tiene
mucho que decir en esta disputa.
158
CAPÍTULO II
velocidad– de la matriz productiva. La evolución del cambio de la
matriz productiva ha sido mucho más lenta que el creciente cambio
de la demanda interna; en esa brecha se colaron los factores inflacionarios por la vía de estructuras concentradas importadoras, y
también de distribución y comercialización.
Definitivamente, la inflación es el resultado de un fenómeno
complejo que tiene su explicación en clave estructural, y a pesar de
que en Venezuela se han mejorado las cifras de inflación en relación con la época neoliberal –con la salvedad de los dos últimos
años: 2013 y 2014–, es preciso abordar este tema porque sería el
aspecto más ensombrecido en una década ganada, que ha tenido
muchas luces en el terreno de lo social, lo laboral, lo económico.
Sin embargo, es preciso poner la inflación en relación con el poder
adquisitivo para dimensionar con mayor precisión el efecto negativo de esta sobre la vida de los ciudadanos venezolanos. En el caso
del salario mínimo, hay que considerar que el poder adquisitivo real
de este ha mejorado en un 21,5% desde 1998 hasta la actualidad; el
salario mínimo aumentó mucho más de lo que lo hizo el nivel de
precios. Otro aspecto a destacar en esta década ganada en materia
macroeconómica es la relación entre el PIB y la deuda pública del
gobierno central, que bajó del 54,3% en promedio para el período
1984-1998, al 28% promedio entre 1999-2013. El desendeudamiento público ha sido otra gran victoria de este período porque
permite realmente dotar al proceso de más independencia y soberanía económica hacia el futuro.
En el plano internacional, en plena transición geoeconómica
mundial el líder Hugo Chávez supo darle un fuerte impulso a la
construcción de mecanismos de integración en la región; su rol fue
fundamental para posicionar a Venezuela como un actor de peso
en la reconfiguración del mapa geopolítico internacional. En este
sentido, en diciembre de 2004 Chávez inició la quijotesca tarea
de armar una alianza entre pueblos de América Latina, en forma
antagónica hacia aquello que seguía creciendo como modalidad de
integración neoliberal del capital: el Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA). De esta manera, Venezuela se puso a la cabeza
159
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
de una propuesta de integración regional contrahegemónica; la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado
de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) nació en diciembre
de 2004 en una reunión entre Hugo Chávez y Fidel Castro en La
Habana (Cuba). Esta nueva alianza puso de manifiesto la jerarquía
que Chávez concedió desde el 2004, en adelante, a la dimensión
bolivariana en el pensamiento económico y su praxis. Este frente
antiimperialista, creado e inventado desde el Sur para el Sur, con
los pueblos del Sur, supone una propuesta que combina el oportunismo táctico, adecuadamente, con la visión estratégica de largo
aliento para reubicar a Venezuela con América Latina en un nuevo
polo privilegiado en la transición geoeconómica en curso. Chávez
había advertido desde tiempo atrás que el mundo unipolar venía en
decadencia y que, al mismo tiempo, se iba conformando un nuevo
mundo multipolar en el que había que reubicarse con inteligencia
estratégica y soberanía. Además, desde el año 2013 Venezuela es
miembro pleno de Mercosur, quinta economía del mundo.107
A nivel internacional, más allá de las fronteras regionales,Venezuela tiene una posición privilegiada (en la región y en el mundo) y
una relación engrasadísima con esa economía ya emergida: el Brics.
Hugo Chávez también logró emancipar a su país del yugo del Ciadi,
juez y parte que arbitra las inversiones extranjeras desde la OMC.
En suma, es importante afirmar que Venezuela está en una posición
infinitamente mejor para insertarse soberanamente en el tablero
económico mundial en estos próximos años por sus importantes
alianzas con países como China, Rusia y, muy particularmente, con
el resto de América Latina; se podrían seguir enumerando los hitos
de esta década ganada para la Venezuela bolivariana. El resultado
alcanzado por el Estado de las Misiones es más que satisfactorio en
estos años y se ha constituido como una de las bases esenciales de
la época ganada en materia económica. La Revolución Bolivariana
planteó la importancia irrenunciable de una etapa en transición,
107Tal es la importancia de la dimensión de alianzas e integración regional,
que se dedica un apartado especial en este tercer capítulo para abordarlo como pilar sustancioso de esta década ganada.
160
CAPÍTULO II
de esta década ganada en la que nadie se cayera del barco, sino lo
contrario: que todos se subieran a él para afrontar el nuevo reto
estratégico en los próximos años. El objetivo fue rescatar a cada ser
humano para que llevara una vida cotidiana digna. La economía,
según lo que propone el chavismo como identidad política y económica, por encima de cualquier otra discusión, ha demostrado tener
gran predilección por un rasgo humanista, de fuerte compromiso
social y popular.
En el plano de la política, Venezuela entendió que la democracia no solo podría ser circunscrita al plano procedimental, es
decir, a ganar elecciones (cosa que Chávez hizo permanentemente
y, además, todas ellas avaladas internacionalmente); la democracia
integral, la real, debe ser aplicada a muchos otros planos de la vida
diaria para el pueblo venezolano. Por esto, Chávez se empeñó en
que la riqueza, los derechos sociales, los servicios básicos, el acceso
al consumo, la educación, la salud, y la participación política se
democratizaran.
Como balance de la última década y media, la Revolución Bolivariana en Venezuela logró revertir parcialmente la correlación de
fuerzas económicas desfavorable para las mayorías. Después del
golpe petrolero, el chavismo logró en su década ganada una amplia
democratización de una base económica material, gracias a las
políticas siguientes: el control efectivo y reapropiación de sectores
estratégicos, políticas económicas y sociales cada vez más redistributivas e inclusivas; más soberanía en la inserción en la economía
mundial, acompañada de una nueva arquitectura regional. La
centralidad en la economía real en estos quince años permitió
saldar una deuda histórica: la deuda social. La nueva direccionalidad del uso de la renta petrolera (reapropiada en su origen) hacia
la construcción de un sólido Estado de las Misiones y la mejora
permanente salarial (real) de una mayoría excluida históricamente
generó un aumento exponencial del consumo privado, pero
también de consumo público.
La inversión social ha sido en este tiempo una cuestión innegociable, manteniéndose muy por encima del 60% del presupuesto,
161
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
lo que demuestra el carácter social y humanista de la propuesta
económica en Venezuela en este cambio de época. Todavía queda
mucho por hacer en lo que el mismo Chávez denominó la ‘Década
de Oro’, fase que aún no ha podido iniciarse por imprevistos como
la propia muerte del presidente el 5 de marzo de 2013, las elecciones siguientes en las que el excanciller Nicolás Maduro Moros
ganó frente a Henrique Capriles Radonsky en abril del mismo año;
los permanentes intentos de desestabilización por buena parte
de la oposición (con infinitas guarimbas108 y propuestas como ‘La
Salida’ y el ‘Acuerdo Nacional para la Transición’), al no aceptar que
hasta el momento no pueden ganar en una cita electoral, y también
por los intentos de injerencia desde afuera, como la última orden
ejecutiva de Obama que considera a Venezuela como una amenaza
para la seguridad nacional de Estados Unidos. Todos estos factores
conjuntamente, unidos también a algunos desaciertos por parte del
Ejecutivo en no dar el salto adelante en la forma más veloz posible
en materia económica, han supuesto que el inicio de esta otra
fase se haya postergado más de lo deseado. A partir de ahí, como
veremos en el capítulo siguiente, se abren nuevos desafíos y retos, y
también la necesidad de superar contradicciones propias de cualquier proceso de cambio revolucionario.
CAPÍTULO II
panorama insostenible fue creando el caldo de cultivo para muchas
protestas y movilizaciones, que fueron el germen de inicio de un
proceso constituyente en el país andino. La mayoría de las voces
coincidían en un núcleo común: cambiar Bolivia, refundarla. Las
principales demandas de los movimientos sociales se aglutinaron
en torno a dos grandes ejes, que luego serían vertebradores de un
nuevo proyecto emancipador: 1) nacionalización de los recursos
naturales; y 2) convocatoria a una Asamblea Constituyente que
representara al nuevo poder constituyente y que tuviera el mandato
de crear una nueva Constitución Política del Estado. Detrás de estos
dos ejes subyacía un tercero: poner en práctica el paradigma del
Vivir Bien (suma qamaña en aymara, sumaq kawsay en quechua, o
ñande reko en guaraní).
No es fácil reconocer un único hecho fundante de este proceso
de movilización e insurrección plebeya contra el orden hegemónico. Son muchos los hechos y sucesos que fueron aconteciendo
en los noventa y en los primeros años del siglo xxi, para tener en
cuenta la caracterización de este ciclo histórico. Rubén Martínez, en
el intento de identificar la génesis del proceso constituyente boliviano, lo relata de forma rigurosa y sucinta de la siguiente manera:
La marcha de los indígenas, en 1990, la denominada “guerra del
Bolivia
agua”, en 2000 y 2001, y la caída del Gobierno de Gonzalo Sánchez
de Lozada –la acción frente a la masacre de febrero de 2003– fueron
La aplicación de las recetas económicas del Consenso de
Washington no hizo más que empeorar las ya complejas condiciones de vida que la mayoría del pueblo boliviano padecía desde
hacía siglos. Durante los años del neoliberalismo, más que nunca,
las transnacionales y una concentrada oligarquía nacional se enriquecieron abismalmente, mientras muchos bolivianos se hallaban
en una situación de despojo y empobrecimiento extremo. Este
pasos importantes hacia la activación directa de la soberanía del
pueblo. Este periodo que Cabezas ha denominado “ciclo rebelde”
estuvo conformado por acciones que, como defienden Iglesias y
Espasandín, se enmarcaron en un contexto global en transición
donde intervienen un buen número de factores externos y, fundamentalmente, a nivel interno, el principio del fin del sistema tripartito (Movimiento Nacionalista Revolucionario-MNR, Movimiento
de la Izquierda Revolucionaria Nueva Mayoría-MIR-NM, y Acción
108‘Guarimbas’ es como se conoce en Venezuela a los disturbios callejeros,
cierres de calles, que además trajeron muchas muertes en el año 2014,
y que en el año 2015 vuelven a pretender un escenario inestable para
derrocar al Gobierno Bolivariano.
162
Democrática Nacionalista-ADN), en crisis tras la nueva hegemonía
de participación no partidaria, así como la partidaria (principalmente el Movimiento al Socialismo-MAS). En efecto, esta situación
163
América Latina en disputa
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
ha servido de elemento para lo que García Linera ha destacado
Finalmente, después de múltiples interrupciones, de intentos de
como estructura institucional en crisis, y una de las razones es que
desestabilización, y de cambios imprevistos para sortear suce-
los partidos políticos no hayan cumplido el papel de intermediarios
sivos obstáculos, a mediados de diciembre del año 2007 se aprobó
entre la sociedad civil y el Estado. “La sociedad ha comenzado a
en detalle la nueva Constitución Política del Estado para Bolivia,
construir otros mecanismos de mediación política, otros vehículos de
la cual no fue refrendada por el pueblo hasta el 25 de enero del
canalización de sus expectativas y demandas, sindicatos, gremios,
2009 –un año después de la fecha prevista–, debido a los innume-
juntas de vecinos, asociaciones productivas que se han conver-
rables conflictos que tuvieron lugar durante 2008, cuando un grupo
tido en los mecanismos extrainstitucionales de la canalización de
de prefectos opositores de los departamentos de la denominada
expectativas sociales, esto ha generado un proceso de dualización
‘media luna’110 encabezó sucesivos intentos de secesión y desesta-
(...). Hoy en día (...) se hace política en el Parlamento, pero también
bilización interna que apuntaban a socavar la gobernabilidad del
se hace política en los sindicatos, se hace política en los gremios, se
poder nacional. En la misma fecha, enero de 2009, se llevó a cabo en
hace política en las comunidades.109
forma simultánea con el referéndum constitucional el referéndum
dirimitorio sobre el texto del artículo relacionado con la propiedad
En este contexto de amplia movilización popular y contra todos
los pronósticos electorales, Evo Morales resultó elegido presidente
de la República en diciembre de 2005 con un porcentaje abrumador
del 54% –inédito en la historia política de Bolivia–, convirtiéndose
en el primer mandatario de origen indígena del país. Su propuesta
de gobierno estaba sostenida en la convocatoria a una asamblea
constituyente, promesa que recogía un mandato de la mayor parte
de los movimientos sociales. A escasos meses de asumir el poder,
el 6 de marzo de 2006, el presidente cumplió su promesa mediante
la promulgación de una ley especial de convocatoria a asamblea
constituyente para instalarse el 6 de agosto en la ciudad de Sucre,
capital constitucional de la República. El proceso constituyente fue
arduo, y se extendió mucho más del plazo estipulado, pero lo más
significativo es que contó con una amplia participación de representantes de todos los sectores de la sociedad boliviana, incluidos
aquellos que habían sido históricamente mantenidos al margen de
la vida política del país, como era el caso de los representantes de
los sectores indígena-originario-campesinos:
109R. Martínez. Op. cit, pp. 42-43.
164
de la tierra.111
En el marco de la histórica deuda con los sectores indígenaoriginario-campesinos, el Estado Plurinacional de Bolivia (nuevo
nombre a partir del nuevo texto constitucional) reconoció por
primera vez la existencia de 36 naciones originarias, así como sus
lenguas y costumbres, protegiendo el derecho a la identidad de los
pueblos y marcando un precedente fundamental en la historia de
lucha de los pueblos indígenas en América Latina.
De todos los temas discutidos y negociados durante la Asamblea, la sección económica fue una de las que más atención atrajo
debido a su potencialidad en el intento de romper con el modelo
económico instrumentado durante las décadas previas de neoliberalismo en el país. La nueva propuesta económica de la Constitución quería poner punto y final a un patrón económico que se
110Hace referencia a cuatro departamentos del país: Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija.
111En este sentido, el pueblo, interpelado de forma directa, debía decidir
cuál de las dos definiciones de latifundio planteadas desde la Asamblea
Constituyente quería que apareciese recogida en la Constitución. Más
concretamente, la decisión se centraba en cuál era la extensión de tierra
mínima para que una propiedad pudiera ser calificada como tal, si las
cinco mil o las diez mil hectáreas.
165
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
sustentaba milimétricamente sobre el Decálogo de Washington
y que tuvo graves consecuencias para el pueblo boliviano. De
hecho, el primer artículo de la Sección dedicada a la Organización
Económica del Estado del nuevo texto constitucional propone que
el reto fundamental de Bolivia es mejorar la calidad de vida y el
vivir bien de todas las bolivianas y bolivianos, dando respuestas a
los problemas reales de la mayoría de la población (campesinos,
mujeres, poblaciones indígenas originarias) y evitando que los
beneficios sean exclusivamente para unos pocos.
La propuesta de ‘constitución económica’ trazó objetivos muy
diferentes a los enunciados en otras Constituciones anteriores,
porque necesariamente suponía la instrumentación de políticas
económicas alternativas que permitieran configurar progresivamente un nuevo paradigma económico, superador de las viejas
trampas del desarrollismo que había hecho estragos en la economía
boliviana. Es justamente por ello que la nueva Constitución Política
del Estado posicionó en primer lugar una nueva lógica económica
–la comunitaria– como mecanismo fundamental para dejar atrás el
sistema colonial y neoliberal imperantes hasta entonces. A su vez,
se le otorgó al Estado un papel más protagónico en la economía,
tanto para reajustar los desequilibrios ya existentes como para
propulsar esa nueva lógica comunitaria en todas las relaciones
económicas que pudieran resultar determinantes para alcanzar el
Vivir Bien del pueblo.
En definitiva, a partir de la llegada de Evo Morales al gobierno,
Bolivia decidió refundar el país y cambiar su patrón de acumulación. Para ello apostó desde un primer momento por sentar las
bases para un nuevo modelo económico, en el que el Estado pasaría
a ser un actor central como controlador y propietario de los sectores
estratégicos, obteniendo así un mayor excedente económico que
luego se iba a redistribuir exitosamente. Esto permitió una vasta
inclusión de una buena parte de la población boliviana que había
sido excluida de manera sistémica durante siglos.
No había tiempo que perder porque las urgencias no tienen la
paciencia que cierta intelectualidad presupone para discusiones
166
CAPÍTULO II
eternas o para transformaciones de largo plazo. Lo primero fue
salvar el corto plazo para evitar la defunción del largo plazo y para
empezar había que evitar que la institucionalidad heredada, injusta
y también –por qué no decirlo– importada, fuera fagocitando
cualquier intento de cambio. Para ello era fundamental trabajar
simultáneamente en dos planos, poniendo en marcha una transformación profunda de la estructura económica, al tiempo que se
resolvían las urgencias del corto plazo, rescatando de la pobreza
extrema al pueblo boliviano a la mayor brevedad posible. Así, en sus
primeros años de gobierno el MAS inició una acelerada y vigorosa
política de reapropiación de los sectores estratégicos (transporte
eléctrico, telecomunicaciones y transportes), y de redistribución de
la riqueza mediante un híbrido muy virtuoso: acciones a favor de la
inclusión y políticas estructurales de inversión social y en infraestructuras.
Se abrieron entonces múltiples desafíos para el Estado boliviano. Por un lado, el papel clave que debía asumir en el cambio
del régimen de acumulación, debiendo asentar las bases para la
democratización de los medios de producción e interviniendo
abiertamente en el ámbito del pacto social y de la concreción de la
comunidad social y política, modificando sus límites y las relaciones
internas que la definen. Y, por otra parte, el Estado también enfrentaba el desafío de realizar potentes políticas redistribuidoras tanto
de la riqueza como de los propios medios productivos, cuestión
que no podía esperar y para lo cual debía incrementar sus fuentes
de ingresos y mejorar su capacidad de distribución y redistribución mediante una nueva política fiscal, recaudadora y mucho más
progresiva, que permitiera más soberanía tributaria para evitar la
dependencia excesiva del gas y otros recursos naturales, mitigando
así las consecuencias del modelo extractivista sobre la naturaleza y
para liberar al país de la inestabilidad que le imponía la volatilidad
de los precios internacionales de esos recursos.
En paralelo con el proceso constituyente, el primer gran hito del
proceso de cambio en Bolivia se produjo casi un mes después de la
convocatoria a la asamblea y a solo cien días de gobierno. El 1.o de
167
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
mayo de 2006 el presidente decretó la nacionalización de los hidrocarburos, puntapié inicial en la construcción de un nuevo modelo
económico soberano, que devolvía al Estado el control absoluto del
sector hidrocarburífero. De esta forma, el Estado asumía las riendas
de uno de los principales sectores estratégicos de la economía
boliviana, habilitando un círculo virtuoso de dirección soberana
de la política económica en la que el Estado pudo apropiarse del
excedente económico que antes se giraba al exterior, e iniciar una
política de redistribución del ingreso en favor de las mayorías. La
nacionalización de los hidrocarburos ha permitido que la producción del gas natural se duplique y que los ingresos públicos se
multipliquen por diez (pasaron de 673 millones de dólares a 5.599
millones de dólares) en este período de Revolución Democrática y
Cultural liderada por Evo Morales.
Asimismo, al recuperar el Estado su rol como redistribuidor de
recursos y su función de definir soberanamente su política económica, se recuperó el control en materia fiscal, monetaria y financiera,
y con ello la posibilidad de orientarlas hacia el objetivo de redistribución económica y de ampliación y diversificación de la matriz
productiva. Posteriormente, se implementaron en forma complementaria programas más pequeños que han consentido democratizar el paulatino cambio de la matriz productiva: un buen ejemplo
es el programa Proleche, a favor de los productores pequeños de
leche para defenderlos del monopolio y con fijación de precios de
consumo, la creación de la Empresa de Apoyo a la Producción de
Alimentos, la Empresa Azucarera San Buenaventura, la Empresa
Pública Nacional Estratégica Cementos de Bolivia, etc.
En el plano de las urgencias inmediatas, el gobierno puso en
marcha una batería de medidas en el ámbito de política social, que
suponen transferencias condicionadas en efectivo mediante el
pago de asistencias sociales, con el objetivo de comenzar a saldar
la enorme deuda social heredada del neoliberalismo. En 2013 estos
programas alcanzaron al 36,6% de la población. Los principales son:
a) Bono Juancito Pinto: el decreto supremo 28.899, del 26 de
octubre de 2006, promulgó este bono como una ayuda económica
168
CAPÍTULO II
escolar para los niños; de acuerdo con el Artículo 2 de este decreto,
el beneficio debe ser distribuido en dos cuotas, cada una de 100
bolivianos (unos quince dólares). El primer pago corresponde a
inicios de la gestión escolar y el segundo al cierre de la gestión. Este
bono Juancito Pinto es concebido como subsidio a la permanencia
escolar, que sirve para mejorar las condiciones de vida de la niñez y
es ejecutado con recursos generados por la nacionalización de los
hidrocarburos.
b) Renta Dignidad: a finales del año 2007 el gobierno del MAS
aprobó este programa con el fin de otorgar una pensión vitalicia a
las personas mayores de 60 años; algo más que necesario, teniendo
en cuenta que Bolivia ocupa el penúltimo lugar de esperanza de
vida en Latinoamérica. El nuevo programa Renta Dignidad permite
que los mayores de 60 años, que tengan un ingreso mensual, reciban
1.800 bolivianos anuales (alrededor de 260 dólares); en tanto que
aquellos que no perciban una renta de jubilación podrán contar
con 2.400 bolivianos cada año (unos 350 dólares).
c) Bono Juana Azurduy de Padilla: implementado el 1.o de mayo
del 2009, tiene como objetivo reducir los índices de mortalidad
materno-infantil. Se puso en marcha con el registro de las embarazadas y los niños menores de un año en todos los centros de salud
del país. Durante el proceso prenatal la madre recibirá 50 bolivianos por cada uno de los cuatro controles a que deberá someterse;
tras el parto recibirá 120 bolivianos y, finalmente, recibirá cada dos
meses 125 bolivianos para la alimentación del niño o la niña hasta
los dos años de edad.
En este mismo sentido, se puso en marcha el Plan Vida para
erradicar la extrema pobreza en el país, que supone un presupuesto de 2.900 millones de dólares que serán distribuidos en
soberanía alimentaria, en servicios sociales y en servicios básicos,
aunque en este último terreno hay ya avances significativos con el
aumento de la cobertura de electricidad (del 64,4% en 2001 al 83,5%
de la población en 2013) y del acceso a agua segura (85,2% en 2013,
cuando en 2001, según datos de INE, era de 71,8%). Todavía queda
pendiente avanzar en la cobertura del alcantarillado, que aún tiene
169
América Latina en disputa
una cobertura deficiente (solo 44,7% en 2014), tal como señaló el
presidente Morales al asumir su tercer mandato.
Todos estos programas han sido creados para tratar de atender
necesidades imperiosas de corto plazo y desde esa perspectiva
deben ser contemplados. Son parte fundamental de esta década
ganada para Bolivia porque han supuesto una forma muy efectiva de resolver urgentemente la deuda social heredada, apostando claramente por una suerte de economía del ahora, del ya.
Aun así, este gran avance también se explica gracias a la definición
de nuevas políticas económicas en clave estructural y estratégica,
como han sido la reapropiación de la renta de los recursos naturales
en origen y la forma de llevar a cabo las nuevas políticas redistributivas, al mismo tiempo que se ha ido avanzando significativamente
en materia de soberanía.
A mitad de noviembre de 2006 también tuvo lugar otro suceso
no menos importante en este camino de cambios: las modificaciones de la Ley del Instituto Nacional de la Reforma Agraria, que
pretendía fundamentalmente: a) regular de manera justa y equitativa los procesos de reagrupamiento y redistribución de la tierra,
b) corregir y agilizar el proceso de saneamiento de la propiedad
agraria, y c) tramitar rápidamente la personalidad jurídica de las
comunidades indígenas campesinas. Este cambio no suponía la
expropiación de la tierra a los latifundistas, como muchos escribieron, sino que implicaba la reversión social de los latifundios
improductivos, lo que permitiría que muchos pequeños campesinos pudieran aprovechar colectivamente tierras ociosas. Un gran
avance hacia una verdadera democratización de los medios de
producción.
En suma, la propuesta de economía plural, marcada en la nueva
Constitución Política del Estado, estuvo desde un inicio encaminada
al Vivir Bien de las bolivianas y los bolivianos, a partir de un nuevo
pacto de convivencia armonioso que busca evitar la dominancia de
la racionalidad capitalista sobre el resto de la heterogénea estructura económica (con fuerte presencia precapitalista). Lo cierto es
170
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
que no es tarea sencilla cambiar, en un período tan corto, las estructuras derivadas de una historia de colonialismo y neocolonialismo
de siglos. No obstante, en Bolivia efectivamente se está produciendo
una traslación de los ejes de la economía hacia la consolidación de
ese Modelo Económico Social Comunitario Productivo (Mescp)
–que se apunta en el nuevo texto constitucional de 2006–, que tiene
como objetivo recuperar el control de la política económica por
parte de un Estado soberano y que está orientado a alcanzar el Vivir
Bien del pueblo boliviano, para poner fin al recrudecimiento de las
condiciones de exclusión social que impuso el neoliberalismo en el
país andino. En efecto, a casi diez años de haber llegado al poder el
MAS, el país se encuentra transitando una primera década ganada
en términos de la mejora en la distribución del ingreso a favor de
las grandes mayorías populares históricamente marginadas. Los
resultados económicos no dejan lugar a duda.
En los últimos nueve años de gobierno el Producto Interno
Bruto de Bolivia se triplicó, pasando de 9.525 millones de dólares
en 2005 a 30.381 millones de dólares en 2013. La sorprendente
consecuencia de este incremento en los ingresos públicos fue que
en 2006, esto es, el primer año de gestión de Evo Morales, Bolivia
tuviera un superávit fiscal del 4,5% del PIB112; lo mismo sucedió
en los años posteriores, salvo en el año 2009 cuando el gobierno
incurrió en déficit para contrarrestar los efectos internos de la
recesión mundial113. A partir de allí se cuentan cuatro años consecutivos de superávit fiscal114 y lo calificamos de sorprendente por
una doble razón: la primera, porque desde 1956 el país nunca se
había encontrado en situación de superávit fiscal y, en ese sentido,
112Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. Bolivia: una mirada a los
logros más importantes del nuevo modelo económico, La Paz: 2014.
113M. Weisbrot et al. Op. cit.
114Tuvo superávit global del Sector Público No Financiero (SPNF), pasando
del 1,7% del PIB en 2007 a 3,2% en 2008. Tras ubicarse en 2009 en 0,1%,
los datos muestran una recuperación de esta variable a partir de 2010,
siendo 1,7% en dicho año, 0,8% en 2011, 1,8% en 2012 y 4,8% en 2013 (Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. Op. cit.).
171
América Latina en disputa
hay que destacar el éxito en la gestión macroeconómica del primer
gobierno de Morales y, en concreto, en su decisión de nacionalizar
los hidrocarburos115. La segunda razón es menos complaciente
con este aparente éxito y se centra en la cantidad de necesidades
insatisfechas que aún tiene la población boliviana y, consecuentemente, en los interrogantes que supone un Estado con capacidad
de financiación, que no canaliza esta hacia la satisfacción de esas
necesidades de forma inmediata y que hace plantearse la cuestión
de si el dogma del superávit presupuestario no se habrá asentado
ya como una restricción ineludible en el Gobierno de Evo Morales.
Dicho esto, no hay que minusvalorar todo lo logrado en materia
fiscal en esta década ganada para el proceso de cambio en Bolivia:
los ingresos tributarios crecieron sostenidamente año tras año a
partir del 2006 y, en términos absolutos, la recaudación tributaria
alcanzó en 2013 un máximo histórico de 8.600 millones de dólares;
en términos comparativos, el promedio de recaudación por esta vía
entre 1998 y 2005 había sido 1.317 millones de dólares, mientras
que en promedio entre 2005 y 2013 ascendió a 5.030 millones de
dólares.
Igualmente, resulta destacable la reducción de la deuda pública
externa desde el 64% del PIB a fines del año 2003 hasta el 17% del
PIB en 2013 (Ministerio de Economía y Finanzas, 2014). Este dato
es importante porque la reducción de la deuda pública permite una
mayor autonomía y soberanía para el país, y le evita las cláusulas de
condicionalidad que suelen imponer sus acreedores (en su mayoría
organismos multilaterales internacionales: FMI, BID o BM), los
cuales poseían a fines del año 2006 el 87,7% de esa deuda116. Estos
son valores relativamente bajos en comparación con el resto de
países latinoamericanos e incluso de otros países industrializados.
115La contribución de esta ha sido decisiva para explicar esos resultados: en
el año 2004 los ingresos derivados de la nacionalización de los hidrocarburos suponían el 5,6% del PIB, y en el último cuatrimestre del 2008 ya
representaba el 25,7%.
116Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos, A. C. (Cemla). Programa de fortalecimiento de capacidades de análisis y estrategia de deuda,
Bolivia: 2007.
172
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
En términos absolutos, la deuda pública externa se incrementó
en 700 millones de dólares entre 2011 y 2012, situándose este
último año en 4.196 millones de dólares, suma equivalente al 16,2%
del PIB. Es significativo señalar que una gran parte del aumento
de la deuda externa se explica por la emisión soberana de títulos
de un bono por un valor total de 500 millones de dólares, realizada
en octubre de 2012, y que una parte del capital recaudado en dicha
emisión se destinó a cancelar deuda pública interna. En consecuencia, el endeudamiento interno se redujo como porcentaje del
PIB desde un 20,8% en 2011 hasta un 16,1% al finalizar 2012. En
2013 el endeudamiento externo total ascendió a 5.262 millones de
dólares, representando el 17% del PIB, con lo cual el endeudamiento
total de Bolivia, es decir la suma de deuda pública externa e interna,
representó el 33% del PIB en 2013, reduciéndose enormemente la
proporción respecto a 2005, cuando representaba el 80% del PIB.117
En cuanto a la política de gasto público e inversión social, hay
que destacar que se ha producido un crecimiento, aunque a un
ritmo menor que el de los ingresos. Los egresos totales del SPNF
en 2012 (46,3%) crecieron en 12,5 puntos porcentuales del PIB,
respecto a 2005 (33,8%). En materia de salarios de funcionarios y
personal adscrito al sector público se debe resaltar el contraste
entre la reducción del salario de hasta el 44% para el presidente y
el resto de altos cargos de los tres poderes del Estado –Ejecutivo,
Legislativo y Judicial– y el aumento sostenido del salario mínimo,
que muestra incrementos significativos desde 2006 con una repercusión significativa sobre el poder adquisitivo de los trabajadores.
En 2014 el salario mínimo nacional se ubica en 207 dólares, mientras que en el período 1998-2005 fue en promedio de 57 dólares.118
Además de esta política salarial, hubo un importante aumento
en el gasto en dos partidas claves para la mejora de las condiciones
de vida de las bolivianas y bolivianos: salud y educación. En el
terreno de la educación ha sido prioridad revertir la cruda herencia
117Ministerio de Economía y Finanzas Públicas. Op. cit.
118 Ibidem.
173
América Latina en disputa
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
de siglos de colonialismo mediante la erradicación del analfabetismo, para lo cual se dispuso la aplicación del programa Yo Sí
Puedo, que actualmente continúa su curso con el programa Yo Sí
Puedo Seguir. En este sentido, Bolivia fue declarada libre de analfabetismo en 2008 por la Unesco. En términos de inversión social,
Bolivia ocupa actualmente el segundo lugar en América Latina,
detrás de Cuba, en cuanto al porcentaje del PIB destinado a Educación, que se ubicó en 2013 en 8,7% (alrededor de 2.200 millones de
dólares).
Otro rasgo determinante a la hora de afirmar que sí ha habido
una década ganada para Bolivia, para las mayorías populares, es la
reducción de la pobreza y de la pobreza extrema en el país andino,
así como también la disminución de la tasa de desempleo urbano.
La pobreza extrema se redujo casi un 20% entre 2005 y 2013,
pasando de 38,2% a 18,8%. En términos de la mejora en la distribución de los recursos, es interesante observar el comportamiento del
ingreso del decil más rico a nivel nacional: al inicio de este proceso,
la relación era de 128 veces en comparación al ingreso del decil
más pobre, y en el año 2012 esta relación se ha reducido hasta 46.
También, en términos distributivos, el índice de Gini se ha reducido
entre 2005 y 2012 en Bolivia en un 22% (siendo en este último año
de 0,472%).119
Todos estos indicadores económicos y sociales no dejan lugar a
dudas de la profundidad del proceso de cambios que se viene produciendo en Bolivia a partir de la llegada al poder de Evo Morales,
proceso que no mermó su marcha en los últimos años, cuando
comienzan a destacar algunas medidas que dan cuenta de avances
en el cambio de las relaciones de producción, a la vez que se consolida el fortalecimiento del Estado en su rol de redistribuidor de los
recursos del país. Este es el caso de la nacionalización del sector de
la electricidad, dispuesto por el gobierno en 2012; la electricidad es
un bien básico para el vivir bien del pueblo y como tal es tratado por
la Revolución Democrática y Cultural que experimenta la nación
andina. Esta disposición no es ni mucho menos un acto aislado,
sino que conforma una estrategia estructural de responsabilidad a
favor del pueblo boliviano y de apropiación de los recursos propios,
que se enmarca en los pilares que sustentan el Modelo Económico
Social Comunitario Productivo (Mescp) emanado de la Constitución Política del Estado: 1) crecimiento y desarrollo con base en el
aprovechamiento de los recursos naturales para beneficio de los
bolivianos, 2) apropiación del excedente económico, 3) redistribución del ingreso, y 4) erradicación de la pobreza y reducción de las
desigualdades sociales.120
De esta manera, Bolivia sigue en su política de apropiarse
de aquello que el pueblo necesita y que le fue expropiado en las
décadas sufridas neoliberales. En los años noventa, en pleno
apogeo de la política monopolizada bajo el objetivo del pago de la
deuda ilegítima financiera, a costa de una mayor deuda social, los
programas de desajuste y los planes de desestabilización se habían
especializado en capitalizar empresas públicas de un modo en
extremo perverso: las empresas públicas eran pseudoprivatizadas
a favor de intereses particulares que solo tenían que firmar una
promesa de un futuro aporte (50%) en una ampliación de capital.
En contraposición, en la actualidad el Gobierno boliviano no se
aleja de los problemas de su pueblo y se ha dedicado con eficacia a
reducir pobreza y desigualdad, a controlar los sectores estratégicos,
a redistribuir el incrementado excedente económico, y a tener una
política de precios justos con todos aquellos bienes que son consumidos predominantemente por la mayoría de la población.
Otro ejemplo categórico es el caso de sectores productivos de
escaso valor agregado, en los cuales, gracias a la puesta en marcha
de una política productiva, creativa y justa, se ha conseguido
aumentar el pago a los pequeños productores, reduciendo el
margen de ganancia de los monopsonios de las grandes empresas
y manteniendo un precio estable fijo para el consumidor final121.
119 Ibidem.
121Un ejemplo paradigmático de ello es el caso de la leche, antes controlado
por la translatina peruana Pil.
174
120Ibidem.
175
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Esta es una clara muestra del ‘sí se puede’, siempre y cuando se
desee políticamente garantizar que el pueblo viva bien, buscando
los instrumentos técnicos más factibles para ello. En el caso de
la electricidad, el motivo de la nacionalización era obvio: las
empresas privadas poco se habían preocupado de las zonas
rurales con población dispersa porque esto hubiera ido en contra
de su única obsesión: la obtención de una alta tasa de beneficio.
Evo Morales no defiende la patria boliviana defendiendo los intereses de diez familias; para este presidente la patria se defiende a
partir de decisiones de política económica soberana que afecten
positivamente a la mayoría del pueblo boliviano; esa fue la razón
de ser de este proceso de nacionalización, a pesar de tener en su
contra a buena parte de la hegemonía mediática internacional.
Pero los tiempos son otros: Bolivia continúa el camino de su
década ganada en un marco regional favorable, no sintiéndose
solitaria frente a los poderes económicos internacionales, puesto
que posee buenos y sólidos aliados en el progresista continente
suramericano. Por todo ello, no resulta anómalo que en Bolivia,
presidente y vicepresidente hayan sido reelectos en las últimas
elecciones de octubre de 2014 con el 61% de los votos, manteniendo altos niveles de aprobación por encima del 50%, lo cual
habla de un proceso político consolidado para continuar gobernando el país.122
En efecto, en diez años de Revolución Democrática y Cultural
en Bolivia, de cambio de época para los sectores populares, esta
década ganada en Bolivia marcó la refundación del Estado, ahora
más integral y menos aparente; que ha logrado convertirse en
proveedor de bienes y servicios necesarios, que se constituyó en
ente regulador para que la economía sea más justa en cuanto a
determinación de precios, y que ha podido condicionar dinámicas
122No sería comparable la elección de estos cargos con las elecciones últimas subnacionales que han tenido lugar en marzo de 2015, donde el
MAS ha perdido importantes ciudades, pero todavía, en forma agregada,
sigue siendo el instrumento político que más municipalidades ha ganado
y más votos agregados ha obtenido.
176
CAPÍTULO II
del pasado de una economía que pensaba en seguir exportando a
pesar de no haber sido satisfecha la demanda interna en relación
con muchas necesidades básicas, muy particularmente en lo que
concierne al tema alimenticio.
La consecución nacional del Vivir Bien está íntimamente ligada
a la inserción estratégica real de Bolivia en el sistema internacional. A partir de allí, en esta década ganada Bolivia también ha
cambiado sustancialmente su modo de relacionarse con el mundo.
En estos años de Gobierno de Evo Morales no solo se han llevado a
cabo decisiones en pro de mayor soberanía (por ejemplo, la salida
del Ciadi), sino que, además, se ha cambiado la forma en que el
país participa en la región. Bolivia ha pasado de ser un país que
solo pertenecía a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), a ser
miembro del proyecto ALBA-TCP y a formar parte del Mercosur,
quinta economía mundial en la cual se encuentra en proceso de
incorporación plena. Este proceso, a la par que constituye una gran
oportunidad de poder participar en diferentes espacios (con características propias), puede convertirse también en un gran problema
si no es virtuosamente gestionado. Compatibilizar la pertenencia a
ese triple espacio es el gran reto de los próximos años para Bolivia.
Cada espacio de integración en la región ofrece unas ventajas
que deberían ser aprovechadas por la economía boliviana. La
CAN es un viejo espacio en el que Bolivia conoce perfectamente
sus posibilidades; es cierto que este bloque ha cambiado mucho
después de la salida de Venezuela y, especialmente, por las firmas
de los Tratados de Libre Comercio de Perú y Colombia con la Unión
Europea. Esto trae serios peligros para Bolivia porque no solo
entrarán productos europeos que podrían penetrar en la economía
boliviana por la vía CAN, sino que además es probable, como ya pasó
con Chile y México, que estas economías (la peruana y colombiana)
estrechen su economía, esto es, reduzcan la matriz productiva
(menos diversificada), sean menos los productos que produzcan
debido a la creciente dependencia importadora de la Unión
Europea y, además, se concentren en producir aquellos bienes
realmente demandados por los nuevos socios (Unión Europea y
177
América Latina en disputa
Estados Unidos). Además, la estrategia del bloque europeo en estos
momentos de crisis sistémica consiste en reubicar al empresariado
(especialmente al mediano y en menos importancia al grande) en
nuevos mercados, como podrían ser los que van apareciendo y, con
fuerza, en América Latina.123
La entrada de Bolivia en el ALBA-TCP ha sido, sin lugar a
dudas, el hecho más importante en cuanto a un cambio drástico
en las condiciones de inserción internacional sucedidas hasta
ahora. Bolivia, así, demuestra que no desea estar atada bajo las
viejas lógicas capitalistas de intercambio desigual que la habían
condenado a un desarrollo productivo aparente, más centrado en
exportar gas, minería y bienes sin valor agregado derivados del
agro que, además, solo traían beneficios para muy pocas unidades
productivas; y teniendo efectos perversos sobre la gran mayoría
de la compleja estructura económica productiva boliviana. Por el
contrario, la entrada al ALBA demuestra una voluntad por querer
insertarse de forma diferente en el mundo, apostando por una integración con un grupo de países de la región que poseen un proyecto
político común a favor de los pueblos, y que han decidido establecer
mecanismos de intercambio respetando las asimetrías sin generar
más desigualdades.
En definitiva, tras diez años de Gobierno de Evo Morales se
puede afirmar que, frente al decálogo neoliberal del pasado, el
MAS optó en esta década ganada por su ‘mandar obedeciendo’
en la búsqueda del Vivir Bien de las mayorías, en sustitución del
Vivir Mejor de unos pocos, que está resumido en estos diez mandamientos: 1) reducción de la pobreza extrema y desigualdad según
PNUD, 2) mejoras en alimentación según FAO, 3) se triplicó el
PIB, 4) tasa de desempleo es del 5,5%, 4) crecimiento del salario
mínimo que casi triplica la inflación acumulada, 5) la inflación
pasó del 400% en 1985-2005 al 6,7% en 2005-2013, 6) mejor distribución de las tierras, 7) la inversión pública se multiplicó por diez,
123Estos retos, desafíos, peligros y posibles contradicciones se verán en
profundidad en el capítulo siguiente.
178
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
8) se mejora y democratiza la educación y la salud, 9) se mejora el
acceso a la energía, y 10) recuperación del Estado para (en términos
gramscianos) alterar la hegemonía estatal, volviéndolo más democratizado, participativo y protagónico.
Todos son resultados que ratifican aquello que dice el presidente Evo Morales: “En Bolivia se ha pasado de los Chicago Boys a
los Boliviano Boys”. En definitiva, Bolivia, que en el 2001 en pleno
auge neoliberal había sido la alumna aventajada del FMI y BM,
aplaudida por ambos por sus calificaciones sobresalientes en el
denominado Índice de Avances de Reformas Estructurales; hoy,
diez años después, en cambio, es felicitada por su pueblo, que experimenta mejoras sustanciales en sus condiciones de vida.
Ecuador
Durante la larga y triste noche neoliberal, los sucesivos
gobiernos de Ecuador redujeron la razón de ser del Estado y sus
intereses a los intereses de una élite y concentrados grupos económicos, con un resultado social y económico desastroso para la
mayoría social. La mirada del Estado estuvo dislocada y subordinada a los condicionamientos de los centros de poder dominantes,
quienes incidieron durante décadas en las decisiones políticas y
económicas, violentando la soberanía del país. Así se fue consolidando un Estado ilusorio cuya estrategia se centró más en redistribuir a favor de unos pocos, al mismo tiempo que se excluía a gran
parte del pueblo ecuatoriano de la riqueza del país. Desde el campo
popular, la respuesta ante la exclusión y el empobrecimiento generalizado del pueblo estuvo signada por un profundo ciclo de movilización social, que expresó no solo una profunda crisis de fragilidad
institucional al interior del Estado, sino también la “vigencia de un
ciclo de desacato y asedio social a las figuras dominantes del ordenamiento político”.124
124Franklin Ramírez Gallegos. “Fragmentación, reflujo y desconcierto.
“Movimientos sociales y cambio político en el Ecuador (2000-2010)”, en:
Julián Rebon y Massimo Modonesi, (eds.), Una década en movimiento:
179
América Latina en disputa
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
A partir de la década del noventa, organizaciones y movimientos sociales disputaron en forma permanente a las fuerzas
consolidadas el campo de la política ecuatoriana, con la intención de alterar el statu quo imperante. Con esta tensión de fondo,
entre los últimos años del siglo xx y los primeros del siglo xxi se
sucedieron en el país siete gobiernos, tres de los cuales fueron
derrocados en un contexto de revuelta popular (Bucaram en 1997,
Mahuad en 2000 y Gutiérrez en 2005). El núcleo común de todos
los reclamos era el cuestionamiento profundo a las políticas neoliberales, que resultaban fructíferas solo para unos pocos a cambio
del sometimiento de muchos. Parte de estos movimientos sociales,
principalmente Pachakutik, habían formado parte del Gobierno
de Lucio Gutiérrez, quien había llegado al poder en 2003 con una
propuesta de cambio, rápidamente abandonada para continuar
profundizando las políticas económicas ortodoxas que se venían
aplicando en el país, avaladas por el FMI.
Así, en el año 2005 el país se enfrentaba a una situación política extremadamente compleja. La situación económica era igual
de alarmante: evidente reprimarización de la economía con escasa
inversión, en búsqueda de ganar más competitividad externa
basándose en la reducción de costos del trabajo; obtención de
rentas extractivas a costa del deterioro de los ecosistemas, fuerte
ineficacia del sistema tributario, alta dependencia de los recursos
naturales y un elevado nivel de desigualdad, de exclusión social y
de pobreza.
En este contexto, tras un breve paso por el Ministerio de
Finanzas durante el Gobierno de transición de Palacio, Rafael
Correa –quien había tomado cierto protagonismo al cuestionar
desde el Ministerio los acuerdos con el FMI y el endeudamiento
externo– comenzó a impulsar una coalición ciudadana que pudiera
aglutinar las organizaciones de la izquierda ecuatoriana representando una amplia mayoría popular. En febrero de 2006, retomando
luchas populares en América Latina en el amanecer del siglo
Prometeo, Buenos Aires: 2011, p.71.
180
xxi.
Clacso/
las experiencias de otros movimientos previos como Jubileo 2000,
impulsado entre otros por Ricardo Patiño, Iniciativa Ciudadana o
la Alianza Bolivariana Alfarista, se lanzó Alianza PAIS como una
plataforma política ciudadana que buscaba articular a los sectores
de la izquierda para disputar el poder en las elecciones presidenciales de ese año.
El plan de gobierno anunciado por PAÍS durante la campaña
electoral incluía cinco ejes programáticos: convocatoria a una
asamblea constituyente, lucha contra la corrupción desde una
perspectiva de control ciudadano: revolución económica a partir de
la democratización de los medios de producción; ampliación de los
porcentajes del PIB destinados a salud y educación; y recuperación
de la dignidad y la soberanía del país frente a los organismos internacionales. Con esta propuesta de ruptura respecto a los gobiernos
de las décadas anteriores, que incluía un tono crítico respecto al
FMI y un cuestionamiento de los tratados de libre comercio con
EEUU, Alianza PAÍS se posicionó en segundo lugar en las elecciones, dando lugar a una segunda vuelta electoral. En noviembre
de 2006, rompiendo con la vieja partidocracia, Rafael Correa ganó
las elecciones presidenciales con la propuesta de una Revolución
Ciudadana, dando un primer paso en el camino de derrotar la larga
noche neoliberal ecuatoriana. Con un 57% de los sufragios, el candidato de Alianza PAÍS superó al candidato del establishment económico, Álvaro Noboa, quien es además uno de los empresarios más
ricos del país.
Emergía en Ecuador una nueva fuerza política que se proponía
reconstruir el Estado y orientar la política económica hacia la redistribución de la riqueza y la defensa de la soberanía nacional. Luego
de las políticas neoliberales impuestas durante el primer lustro
del siglo xxi, que habían llevado su economía a un gran retroceso
–incluso mayor que en la década de los noventa–, la asunción de
Correa y la puesta en marcha del programa político y económico de
la Revolución Ciudadana supuso un importante punto de inflexión
respecto al pasado, y se inició así el cambio de época en Ecuador
en cierta sintonía con el proceso de cambio, ya en marcha en
181
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
América Latina. El desafío era enorme, pues Ecuador acarreaba
una historia política y económica que lo ubicaba como uno de los
países más empobrecidos de la región, con una inserción dependiente en el mercado mundial signada por la dependencia histórica de las exportaciones de materias primas sin valor agregado, a
favor de una minoría que venía enriqueciéndose enormemente.
Una vez asumida la presidencia, sin perder tiempo se realizó
la convocatoria a una Asamblea Constituyente para comenzar a
refundar el país, en cuyas elecciones los candidatos de PAÍS obtuvieron alrededor del 70% de los votos. Tras un intenso proceso de
debate que contó con una amplia participación popular, el texto
estuvo listo en 2008 y el 28 de septiembre fue respaldado en un
referéndum aprobatorio con el 64% de los votos. Así, el pueblo
refrendó el deseo de transformación estructural del Estado y
del modelo de desarrollo nacional. La nueva Constitución abrió
un novedoso horizonte de posibilidad en el cielo ecuatoriano,
marcando un pronunciado cambio respecto a la historia pasada
del país y dando lugar al inicio de una etapa de transformaciones
profundas, orientadas a la consolidación de un proyecto político
basado en la soberanía económica y en la refundación del Estado,
que comenzaría a recobrar un protagonismo clave en el cambio de
las relaciones económicas. En palabras de Ramírez Gallegos:
… la nueva Carta Magna constitucionalizó la salida del neoliberalismo, amplió aún más el espectro de los derechos, consagró
la plurinacionalidad del Estado, innovó en materia de derechos
ambientales, extendió radicalmente los espacios de participación
popular y, sobre todo, llevó más lejos que nunca las demandas por
la des-partidización del orden político.125
También cabe señalar que la propuesta económica en la Constitución pone gran énfasis en el cambio exigido para el patrón exportador e importador, que había condenado a Ecuador a padecer unos
125 F. Ramírez Gallegos. Op. cit., p. 72.
182
CAPÍTULO II
términos de intercambio desigual. Se plantea la necesidad imperiosa de ensanchar la base de la economía a partir de una nueva
relación con el mundo; el objetivo era dejar atrás la reprimarización de la economía y evitar la creciente tendencia importadora
de bienes y servicios con valor agregado. El modelo económico
del pasado había dejado consolidada una doble dependencia: por
un lado, una dependencia del sistema-mundo; por otro, la dependencia de un sector económico concentrado en pocas grandes
empresas que proveen divisas (gracias a la exportaciones de bienes
primarios) y de un sector importador también concentradísimo –a
veces se trata de los mismos capitales exportadores que se dedican
a estas actividades de importación–. Para hacer frente a esta
pesada herencia, la democratización del poder económico exigía
otra forma de relacionarse económicamente con el mundo, que
permitiera diversificar las relaciones comerciales tanto en bienes
como en países, así como también en agentes económicos. Por ello,
la propuesta económica constitucional defiende claramente una
política económica que conjugue la sustitución de importaciones
y la diversificación de las exportaciones, colocando productos con
mayor valor agregado en el mercado y fomentando las actividades
de los pequeños y medianos productores-exportadores.
Con el rumbo puesto en recuperar la soberanía económica, la
nueva Constitución recogió en su Artículo 281 la implantación de
una economía social y solidaria como base para la transformación
estructural de la sociedad126. Esta propuesta del sistema económico social y solidario reconoce al ser humano como sujeto y fin;
propende a una relación dinámica y equilibrada de la sociedad,
en armonía con la naturaleza, y tiene por objetivo garantizar la
producción y reproducción de las condiciones materiales e inmateriales que posibiliten el Buen Vivir como nuevo horizonte político.
Cabe aclarar en este punto que el Buen Vivir ecuatoriano no
deber ser entendido como un concepto acabado, sino como un
126Constitución de la República del Ecuador (2008). Título VI, Capítulo III,
Artículo 281.
183
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
proceso en plena construcción que debe responder a coyunturas
específicas con el objetivo de llevar a cabo transformaciones
estructurales. En el plano económico, este término representa la
disconformidad con la marcha del desarrollo convencional. Es un
concepto incluyente que contempla a toda la población y, por tanto,
incorpora innegociablemente el criterio normativo de la equidad.
La justicia distributiva, como idea rectora, debe ser un pilar transversal en el diseño de la política económica. Es la cuestión distributiva, por tanto, un criterio primordial para cambiar la manera
de hacer política y evitar volver al tratamiento neoliberal de la
desigualdad supeditada al crecimiento.
En el plano internacional, el Buen Vivir implica, además un
potenciamiento de las capacidades domésticas, que repiense
la forma de participación en el actual contexto internacional,
abonando el terreno para la construcción de una lógica diferente e inteligente de inserción internacional para el Ecuador. En
sintonía con este nuevo cambio de rumbo, la nueva Constitución es
contundente a la hora de rechazar los tratados internacionales que
pudieran tener mayor rango jurídico que cualquier ley nacional.
Por ejemplo, el Artículo 417 es claro en este sentido: “Los tratados
internacionales ratificados por el Ecuador se sujetarán a lo establecido en la Constitución”127. No hay otra interpretación posible;
la primacía de la propuesta constitucional por encima de cualquier
tratado es algo incuestionable.
A partir de ello, se propone ir construyendo una nueva manera
de relacionarse hacia fuera para garantizar y repotenciar la eficacia
de las decisiones que se toman adentro. Esto tiene su inmediata
traducción en la nueva política económica exterior respecto a los
Tratados Bilaterales de Inversión (TBI) y al sometimiento (neoliberal) frente al Ciadi. Ecuador decide en su Constitución no aceptar
aquella regulación extranjera que viene adosada a cualquier TBI,
en detrimento de las leyes nacionales en materia de inversión;
127Constitución de la República del Ecuador (2008). Título VIII, Capítulo II,
Artículo 417.
184
CAPÍTULO II
tampoco acata los fallos del Ciadi, entidad juez y parte –por ser
dependiente del Banco Mundial–, para dirimir en caso de potencial conflicto entre el Estado y la inversión extranjera en cuestión.
El rechazo del Ciadi y la creación de una instancia pública para
realizar una auditoría de los TBI son pruebas inequívocas de una
estrategia emancipadora para relacionarse con el mundo, evitando
importar legislación extranjera que siempre ha cuidado la seguridad jurídica del capital transnacional, a costa del Buen Vivir de la
mayoría de los ecuatorianos.
En este sentido, la Constitución Económica marca una profunda
ruptura con el paradigma neoliberal del libre comercio; más bien
respalda la importancia de buscar los mecanismos, en materia
de comercio, que defiendan por encima de todo el Buen Vivir, el
modelo de desarrollo redefinido en términos constitucionales. Con
esta orientación se buscan unas reglas de comercio justo, que sirvan
como instrumento para impulsar y fortalecer un patrón de desarrollo endógeno, de cambio de la matriz productiva y de protección
inteligente a la producción nacional, para satisfacer la creciente
demanda que se genera gracias a las políticas redistributivas del
excedente económico.
Esto es claramente incompatible con la firma de tratados
de libre comercio porque estos: 1) atentan contra el objetivo del
cambio estructural del aparato productivo, 2) perpetúan el patrón
primario-exportador del Ecuador, con el correspondiente sufrimiento (para la mayoría social) de un patrón de intercambio
desigual; 3) van en detrimento de los esfuerzos para convertirse en
un país económicamente independiente y soberano. No obstante,
en este punto cabe señalar un aspecto contradictorio en la hoja
de ruta marcada en este inicio de cambio de época. Se trata de los
acuerdos hasta el momento alcanzados con la Unión Europea para
la suscripción de un tratado comercial que, si bien no se denomina
de libre comercio, tiene mucho de parecido. Aunque este punto se
tratará más adelante (en el capítulo cuarto), merece la pena prestar
especial atención a los potenciales inconvenientes en términos
estructurales y estratégicos, si finalmente se acaba firmando el
185
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
acuerdo comercial que la Unión Europea ha propuesto (siempre
presionando, a través de la renovación año a año del sistema de
preferencias arancelarias). La firma de este tipo de tratado (muy
similar al mismo firmado entre Colombia y Perú con la Unión
Europea) sería dar marcha atrás a la apuesta por una inserción
soberana en el plano internacional, tal como siempre fue establecido como principio rector y vertebrador del proyecto de la Revolución Ciudadana, plasmado en la Carta Magna.
La soberanía no aparece en el texto constitucional como un principio exclusivamente declarativo, ni decorativo; se trata de un principio con fuerza expansiva, con fuerza centrípeta, con capacidad
de convertirse en vehículo del nuevo proyecto, fundamentalmente
como un cordón de seguridad clave para que se puedan efectuar los
cambios casa adentro. La soberanía constituye un elemento consustancial a la propuesta de cambio en materia económica; sin una
política económica soberana, las opciones de cambio merman; sin
soberanía, es imposible la irreversibilidad del proceso de transformación; sin soberanía, la sostenibilidad de un cambio estructural de
la economía es ciertamente inalcanzable.
Es justamente por esta razón que la soberanía no se concibe constitucionalmente como un término ambiguo, vacío y superficial, sino
todo lo contrario: la soberanía se traduce en lo concreto, en contenidos precisos, en el cambio de paradigma en cuanto a las diferentes
relaciones económicas internacionales, tanto en el nivel de políticas
económicas –no únicamente comerciales, sino también financieras,
productivas, tributarias, monetarias– como en la nueva arquitectura
económica internacional que propugna Ecuador para el mundo.
En tal dirección, hay una novedad que merece la pena destacar:
la importancia concedida a la dimensión regional en el momento de
propugnar una nueva inserción del Ecuador en el orden económico
mundial. Desde esta premisa se define una estrategia de inserción
en el mundo, priorizando los esfuerzos de integración regional
desde la región latinoamericana, sin el relacionamiento aislado con
otros bloques. Se plantea implícitamente la necesidad de articulación supranacional como condición sine qua non para proteger
186
CAPÍTULO II
cualquier proceso revolucionario nacional-popular en el país. Sin
alianza exterior sólida es imposible realmente defender una soberanía nacional frente a la gran orquesta transnacional del capital
mundial. Así, con esta idea estratégica, la propuesta económica
constitucional busca participar en una suerte de nuevo consenso
para enfrentar al Consenso de Washington; sería una especie de
Consenso Bolivariano, como lugar común de encuentro y alianzas
desde abajo, desde las mayorías sociales latinoamericanas en este
nuevo cambio de época.
Después de aprobada la Constitución de 2008, Ecuador ha
pasado a formar parte de un nuevo Sur latinoamericano, participando activamente en la construcción de una nueva arquitectura
regional, con una nueva institucionalidad soberana e independiente, sin necesidad de pasar por el Norte. En este sentido, es
posible resaltar los múltiples espacios de relacionamiento emancipados del Norte, destacando principalmente el ingreso del Ecuador
al ALBA, a la Unasur, y a la Celac. Son tres hechos históricos que
no pueden explicarse sin la nueva Constitución Económica en
Ecuador, que ha permitido proyectar un nuevo horizonte estratégico para recuperar la soberanía, gracias a una reinserción regional
en el sistema-mundo.
Otro hecho para resaltar, más enfocado en los cambios adentro,
es que en Ecuador a partir del cambio constitucional los planes de
gobierno ya no llevan el nombre de ‘para el desarrollo’, sino que
se plantea un nuevo horizonte de ideas a partir de la reelaboración del concepto del Buen Vivir como orientación programática,
marcando un punto de inflexión después de tantos años apegados
al paradigma del desarrollo. Así, en consonancia con la Constitución
Nacional, el Plan Nacional para el Buen Vivir del año 2009-2013
sentó las bases para un cambio en el régimen de acumulación, favoreciendo la distribución y redistribución de los medios de producción, con miras a la construcción de una nueva economía social y
solidaria; no entendida como algo marginal y focalizada para unos
pocos, sino que fuera la base de la nueva estructura de las relaciones económicas. Este nuevo plan fue fundante en el hecho de
187
América Latina en disputa
considerar un Estado Plurinacional que promueve la participación
social y el poder ciudadano, a la vez que proyectó las bases de un
Ecuador postpetrolero y postagroexportador, para realmente gozar
de una triple dimensión de la soberanía: alimentaria, energética y
tributaria; lo cual evitaría, en gran medida, los efectos derivados
de la volatilidad internacional de muchas variables, así como los
males de la enfermedad holandesa. De esta manera, se abrió con la
Revolución Ciudadana un horizonte cierto en Ecuador para acabar
con la herencia de la larga noche neoliberal, quebrando el anterior
modelo económico y sentando las bases para poner en marcha de
manera integral un nuevo régimen orientado al Buen Vivir con otra
economía: social y solidaria.
A este primer plan le sucedió el segundo Plan Nacional para el
Buen Vivir 2013-2017, que continúa la senda trazada por el anterior, pero haciendo especial hincapié en la necesidad del cambio
de la matriz productiva a la mayor brevedad posible (así como de
la matriz de consumo), y en la importancia de la planificación para
seguir erradicando la pobreza, para pasar a la sociedad del conocimiento justa y solidaria, y también para continuar con la transformación eficiente del Estado. Por otro lado, en el plano de la
transformación de las relaciones de poder en la sociedad y la construcción de una nueva hegemonía cultural y simbólica, la Revolución Ciudadana tiene la tarea de hacer partícipes a las grandes
mayorías en la profundización del cambio y la consolidación de
un proyecto de país soberano, basado en la construcción del socialismo del Buen Vivir. Para ello, se promueve la democratización del
control, la administración y la distribución de los recursos, tanto
materiales como culturales y simbólicos.
El conocimiento ocupa un lugar preponderante en el marco de
este nuevo proyecto político. Deja de ser entendido como algo excluyente y elitista, para ser concebido como un bien público, común y
abierto, accesible para todos los miembros de la sociedad. Entender
y gestionar el conocimiento como un bien común implica, además,
reorientar el sentido de la investigación y el desarrollo científico,
con el horizonte puesto en la conformación de una sociedad que
188
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
construya nuevas prácticas de organización y producción solidarias. Según el Programa de Gobierno 2013-2017:
… la investigación debe tener un trasfondo ético y social: debe ser
una investigación aplicada en función de las necesidades del país.
La decisión de que sea una investigación aplicada tiene un telón
de fondo económico: busca construir economías sociales y solidarias. La Revolución Ciudadana propone ubicar, en el centro de
la economía social y solidaria, a la generación, acceso, producción
y distribución de la información y el conocimiento, como nueva
estrategia de acumulación y redistribución.128
En el plano social, la enorme deuda heredada del neoliberalismo está siendo saldada a una gran velocidad. Son muchos los
indicadores que nos permiten afirmar que durante esta década
ganada en Ecuador el objetivo de acabar con la larga noche neoliberal, dejando atrás el empobrecimiento de las mayorías, se ha
logrado en gran medida y continúa su marcha. Pero esto no es mérito
solo del gran impacto positivo que ha tenido la implementación de
los programas de ayudas sociales y transferencias condicionadas,
como puede ser el Bono de Desarrollo Humano, sino que, además
–y sobre todo–, se llevaron a cabo distintas políticas, entre las que
se destacan las de: 1) educación y salud, 2) inversión en infraestructura, de cara a lograr la esperada soberanía energética, 3) reformas
tributarias que incrementaron recaudación más progresivamente,
4) ciencia, tecnología y educación superior en aras de una economía
del conocimiento y de creatividad que permita mejorar los términos
de intercambio para el país, 5) crecimiento de infraestructuras
logísticas y comunicaciones, 6) lograr una inserción menos subordinada en el mundo a través del abandono del Ciadi, de denuncia de
128Alianza PAÍS. Programa de Gobierno 2013-2017. Gobernar para profundizar el cambio. 35 propuestas para el Socialismo del Buen Vivir, Ecuador:
2013, p. 102.
189
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
los Tratados Bilaterales de Inversión, de más comercio con Sucre
(vía ALBA).129
El ámbito social ha sido una de las principales preocupaciones
en los últimos años, como lo demuestra el crecimiento del presupuesto destinado a este sector, que pasó del 4% del PIB a inicios
del siglo xx, a casi el 6% en el 2007 y a 9,6% en el 2013. En forma
desagregada, la inversión social destina 24% a educación, 10% a
salud, 7% a bienestar social, 4% a desarrollo urbano y vivienda, y
1% a trabajo. En relación con los programas de protección social,
las mejoras son indiscutibles. Se amplió la cobertura del Bono de
Desarrollo Humano (BDH): desde fines de 2008 se incorporó al
programa a las personas con discapacidad, además de madres y
adultos mayores de 65 años; así, el número de beneficiarios del BDH
pasó de 1.182.103 en diciembre de 2006 a 1,9 millones en diciembre
de 2013. Se emprendieron las Misiones Manuela Espejo, para la
investigación y registro georeferencial de todas las personas con
discapacidades en el país, y la Joaquín Gallegos Lara, que otorga un
bono de 240 dólares mensuales para los responsables de cuidar a
las personas con discapacidad intelectual o física severa; casi 20 mil
personas se beneficiaron de esta ayuda en 2013.
Además, se ha dado un énfasis especial a la educación, lo cual
se refleja en el incremento sostenido de la tasa neta de asistencia
a la educación básica, en el período 2007–2013, que ha alcanzado
niveles del 96,1% a nivel nacional (97% en el área urbana y 94,7%
en la rural). Hasta el 2007 este indicador había sido de 91,4% a nivel
nacional. También la tasa neta de asistencia a la educación secundaria se ha incrementado del 51,2% en el 2007 al 65,8% en el 2013.
En el ámbito de la educación superior, la Revolución Ciudadana ha logrado un significativo salto cuantitativo y cualitativo. La
democratización en el acceso a la educación superior es un hecho
incontestable de esta década ganada: la tasa neta de matrícula
universitaria se incrementó del 25,1% en 2007 al 33% en 2012, a nivel
129Siglas de Sistema Único de Compensación Regional. En una sección
posterior se explicará con más detalle la importancia de este nuevo instrumento económico.
190
CAPÍTULO II
nacional, mientras que la tasa de no matriculación en la universidad por motivos económicos disminuyó para el mismo período
del 45,3% al 27,4%130. En el año 2013 Ecuador invirtió 2% del PIB
en educación superior. Se han creado programas de apoyo notable
para que muchos ecuatorianos puedan formarse en posgrados y
doctorados en el exterior; hasta el 2013, 7.168 ecuatorianos estudiaban posgrados en universidades del extranjero, con una inversión de 560 millones de dólares, mientras que de 1996 al 2006
solo había 237 becarios. Al mismo tiempo, el programa Prometeo
ha permitido incorporar talento humano a las áreas estratégicas
para el país: en el período de 2005 a 2014 se han financiado 123
proyectos investigativos y se han consolidado 89 redes de investigación. También se creó la Empresa Pública Yachay y la primera
Zona Especial de Desarrollo Económico, como clara muestra de la
apuesta a transitar hacia una economía social del conocimiento que
acabe con la neodependencia del siglo xxi.
En el ámbito impositivo, las reformas que se han llevado a cabo
desde 2007 a través de la Ley de Equidad Tributaria han estado
encaminadas hacia el cumplimiento de los principios definidos
por el Artículo 300 de la Constitución, sobre todo los de progresividad, equidad y suficiencia. Entre el 2007 y el 2013 se ha logrado
incrementar la recaudación total en un 137%, recaudando este
último año 12.758 millones de dólares frente a 5.362 de 2007. Cabe
destacar que de esta recaudación el 30% provino del impuesto a
la renta, garantizando así que el principal impuesto directo cada
vez tome más protagonismo en la matriz tributaria. Esto ayuda a
contribuir al objetivo de disponer de un sistema tributario progresivo, que respete los principios de justicia distributiva y con capacidad recaudatoria. La recaudación tributaria se triplicó en 2014 en
comparación con el 2006, sumando poco más de 13.000 millones
de dólares. Los ingresos tributarios recaudados por el Servicios de
Rentas Internas representan más del 60% en el total de ingresos del
130Secretaría de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt), 35 logros de la revolución ciudadana en educación superior, ciencia, tecnología e innovación 2013, Ecuador: 2013.
191
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
CAPÍTULO II
Presupuesto General del Estado. El porcentaje de contribuyentes
ha aumentado exponencialmente en los últimos años: en 2014 se
registraron más de millón seiscientos mil contribuyentes activos,
más del doble que en 2006 (600.000); en 2006 apenas el 30% de los
ecuatorianos cumplía adecuadamente con sus impuestos, hoy lo
hace más del 70%. El gasto anual del sector público no financiero
(SPNF) se incrementó del 24,61%, en relación con el PIB en 2007, a
44,38% en 2013.131
Con referencia a los indicadores económico-sociales, la pobreza
a nivel nacional se redujo entre 2007 y 2013 del 37% al 23,6%. La incidencia de la pobreza multidimensional, según mediciones propias
de la Cepal, se redujo de 46% a 31% entre 2005 y 2012 (Cepal, 2014).
Si bien en el Ecuador la pobreza rural aún es extremadamente alta,
40,9% en marzo 2014, esta se ha reducido constantemente desde el
2007 en más de 16 puntos porcentuales en total. En el área urbana,
la reducción entre 2007 y 2013 fue algo inferior, aunque muestra
un valor muy significativo: 7 puntos, ubicándose en 16,3%. Se ha
observado una reducción de la brecha de pobreza urbana de 3%
entre septiembre de 2008 (7,77%) y septiembre de 2014 (4,82%);
la severidad también se redujo en el mismo período de 3,84 a
2,18% (INEC, 2014). Este último dato expresa que la reducción de
la pobreza también se produjo acompañada de una mejora de la
situación relativa de quienes se encuentran por debajo de la línea
de pobreza, es decir, los más pobres entre los pobres. El porcentaje
de personas en pobreza extrema también se redujo fuertemente
en el país: tomando el período de junio de 2008 a junio de 2014, la
reducción fue de 15,49% a 8,04%. Los datos del último censo disponible (2010) permiten también tener una estimación de la incidencia de la pobreza por necesidades básicas insatisfechas del 60%,
y del 26,8% si se hace referencia al mismo indicador, pero en relación con la extrema pobreza. Comparando con los datos del censo
anterior (2001), se ve una caída moderada de ambos indicadores,
que en dicho año se ubicaron en 61,3% y 32%, respectivamente.
En términos laborales, se ha mejorado el ingreso procedente del
trabajo de una gran parte de la población ecuatoriana que depende
en exclusividad de esta fuente para lograr unas dignas condiciones
de vida. Según el Banco Central del Ecuador, el índice del salario
unificado real se ha incrementado constantemente a razón de un
5% anual, en promedio, durante el período 2007-2013132. La tasa de
ocupación plena se ha incrementado en más de 7 puntos porcentuales entre diciembre de 2007 (35,29%) y diciembre de 2014, mes
en la que fue de 43,15% a nivel nacional; la tasa bruta de subempleo
se redujo 6 puntos en el mismo período, de 58,58% hasta 52,49%;
igual comportamiento aunque menos pronunciado tuvo la tasa de
desempleo, que se situó en el 4,15% en diciembre del 2013 (casi un
punto menos que la del 2007). Además, las condiciones de aquellos
que tienen un trabajo también han mejorado, como lo demuestra
la evolución positiva de los ocupados plenos, afiliados al Instituto
Ecuatoriano de la Seguridad Social (IESS): del 39,22% en diciembre
de 2007 pasó al 64,29% en diciembre de 2013.133
Las estadísticas nos permiten observar un crecimiento del país
a ritmo acelerado, pero acompañado de una reducción en la brecha
entre los más ricos y los más pobres. Las políticas llevadas adelante
por la Revolución Ciudadana, de la mano de Correa, han logrado
revertir las históricas desigualdades del país, generando una mayor
inclusión de los sectores más marginados. El crecimiento ecuatoriano no es empobrecedor, sino todo lo contrario: es un mecanismo
distribuidor justo de la nueva renta generada. Es ese un logro de
esta década ganada para las mayorías populares. De hecho, la
desigualdad económica, medida por el índice de Gini, se reduce en
este período de 0,55 en 2007 a 0,485 en 2013. En el área rural, el
coeficiente de Gini fue 0,4556 en septiembre del 2014, mientras que
el del área urbana fue 0,4619.
Estos datos reflejan el éxito económico y social que tuvieron
las políticas de inclusión social acometidas en estos años. Con el
131Ministerio de Coordinación de la Política Económica, Ecuador Económico, indicadores Macroeconómicos, Ecuador: 2014.
133Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC). Encuesta Nacional de
Empleo, Desempleo y Subempleo Enemdu, Marzo 2014, Ecuador: 2014.
192
132Banco Central del Ecuador. Información Estadística Mensual: 2014
193
América Latina en disputa
triunfo de la Revolución Ciudadana se inició una etapa de transformaciones profundas en el Ecuador, que avanzan a paso firme
hacia la consolidación de un proyecto político basado en la soberanía económica, cuestionando los modelos hegemónicos de (sub)
desarrollo a partir de la refundación de un nuevo Estado surgido
del proceso constituyente. En términos concretos, se redujo considerablemente la extrema pobreza y el hambre, se avanzó progresivamente en la reducción de la desigualdad entre hombres y
mujeres, se redujo la mortalidad infantil, se universalizó el acceso a
la salud reproductiva, se redujo la deuda externa, se universalizó la
educación primaria, y se democratizó en gran medida el acceso a la
educación superior.
Pero además, en el tránsito de esta década ganada de la Revolución Ciudadana, el “correísmo” ha conseguido reinventar el
lenguaje político y articular un proyecto de país que se consolida
en la construcción de una nueva hegemonía cultural y simbólica.
El discurso que comenzó como propuesta forajida (alter ego de
los movimientos de la periferia europea) se plasmó en una nueva
Constitución que incorpora un título con el significativo rótulo de
Soberanía Económica, y que finalmente ha fraguado en una política
que se traduce en aquello que el pueblo demanda: redistribución
del excedente económico para saldar definitivamente el endeudamiento social heredado. A su vez, este desplazamiento del eje político en Ecuador se inscribe en un cambio de orden geopolítico en la
región a favor de las mayorías populares. Es la década ganada para
toda la región y en Ecuador esta década se visibiliza en importantes
logros no solo económicos, sino vinculados a la transformación de las
prácticas políticas y culturales que hacen a la constitución de un país.
Fundamentalmente, el correísmo ha logrado sentar las bases
para una transformación profunda del Estado, dotándole de un
importante músculo institucional con gran eficacia. De esta forma,
en el Ecuador actual se vuelve posible el tránsito entre ese Estado
heredado del neoliberalismo, mínimo e ilusorio, monopolizado por
unos pocos intereses, hacia un modelo de Estado democrático e
integral, capaz de articular en un proyecto común los intereses de
194
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
los diversos grupos sociales en beneficio de las mayorías. El mismo
se encuentra plasmado, democrática y participativamente, en esa
Constitución del 2008.
Con este telón de fondo formado por innegables logros sociales
y económicos, y con un gran apoyo popular, Rafael Correa resultó
nuevamente electo como presidente del Ecuador en febrero de
2013, obteniendo más del 57% de los votos. Vale la pena recuperar
las palabras con que el secretario nacional de Planificación y Desarrollo sintetizaba, luego de este tercer triunfo electoral consecutivo,
el espíritu del proceso político ecuatoriano, y el cambio de rumbo
propuesto con el horizonte puesto en el buen vivir, a la vez que
enfatizaba los enormes desafíos que aún restan hacia futuro:
... la Revolución Ciudadana no es un membrete, es un proceso. (…)
Durante el primer período de gobierno se han realizado importantes avances en el campo institucional, económico y social. (…)
Con ello, hemos logrado romper el nudo central de las políticas
implementadas durante el neoliberalismo y preparar el camino
para materializar los derechos plasmados en la Constitución de
Montecristi aprobada en consulta popular en el año 2008. Esto
representa la ruptura con el pasado y la radicalización de la Revolución Ciudadana.134
Con este amplio triunfo en las urnas, Correa ha logrado construir la hegemonía electoral necesaria para profundizar el proceso
de cambio y seguir transformando estructuralmente, en armonía
con respuestas eficaces, las demandas coyunturales. No hay
ninguna duda, en Ecuador ha surgido una nueva identidad política
que modifica el campo de la praxis política, y marca un antes y un
después de la larga y triste noche neoliberal. El correísmo constituye otra manera de hacer política; los objetivos son tan simples
como difíciles de alcanzar: control (con mayor inversión pública)
de los sectores estratégicos, nuevas reglas para que el pueblo
134Véase Fander Falconí, “Triunfó el Buen Vivir”, página 12, 22 de febrero
de 2013, recuperado el 13 de octubre de 2014, de: http://www.página12.
com.ar/diario/elmundo/4-214369-2013-02-22.html
195
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
ecuatoriano goce de sus excedentes, una inserción regional inteligente y soberana en el mundo, democratización de una educación
superior de mayor calidad, un saldo notable en materia de ciencia
y tecnología, y una política tributaria que recauda mucho y equitativamente. El correísmo, tanto en su identidad política como
económica, ha logrado resignificar desde lo público el objetivo de
la eficiencia, disputando el sentido monopólico procedente de la
economía privada; la gestión eficiente es concebida como un nuevo
tiempo de la política. No hay revolución para el Buen Vivir si no se
hacen bien las cosas desde la gestión pública. Este es un rasgo que
sirve como ejemplo para todos los procesos de cambio en la región,
en tanto Ecuador consiguió en este aspecto ir un paso más allá de
la crítica y el cuestionamiento para pasar a la propuesta, reinventando los términos de la vieja política en favor de un proyecto político emancipador.
Pero es importante no perder de vista que para lograr ese ‘hasta
la victoria siempre’, con el que siempre saluda el presidente Correa
–al igual que lo hacía Chávez–, no se ha de frenar ni un segundo. No
hay tiempo que perder para seguir transformando. Se trata de no
detenerse, de seguir profundizando el cambio, seguir radicalizando
las políticas de emancipación para pasar de saldar deuda social y
paliar pobreza, a erradicarla integralmente y distribuir riqueza en
aras de una democracia absolutamente real, anclada en el buen vivir.
Ahora es el momento para acometer el resto de transformaciones, para seguir con la revolución en marcha dentro de la revolución. Es momento de dar un salto adelante para finalizar con el
modelo mixto heredado, en el que el sujeto económico no puede
dominantemente ser la burguesía compradora-importadora más el
sector agroexportador; es el momento del atinado uso de la renta
petrolera, de tal forma que el extractivismo sea concebido como un
medio necesario para realizar la transición en búsqueda de salir del
patrón primario exportador.
El nuevo perfil de especialización productiva necesariamente
deberá orientarse, tal como lo plantea el Programa de Gobierno
2013-2017, hacia una economía postextractivista, que sea menos
196
CAPÍTULO II
dependiente de exportaciones primarias y, por ende, menos
depredadora de la mano de obra y de la naturaleza. El desarrollo
de políticas públicas orientadas a la formación y especialización
en Ciencia y Tecnología resulta de importancia estratégica para
alcanzar los objetivos planteados; ahí el código social del conocimiento se convierte en un paradigma, en horizonte y también en
un instrumento clave para alcanzar este reto histórico y estratégico.
El Consenso Bolivariano; una nueva región, otra América
Latina
La acelerada transición geopolítica a la que asistimos en este
siglo xxi está provocando una reconfiguración significativa de
bloques y países en el tablero económico mundial. Todo se mueve
a gran velocidad; los recientes análisis de hace apenas algunos
años quedan hoy caducos. El rol que jueguen China y –de forma
relativamente subsidiaria– las economías del sudeste asiático
puede ser decisivo en el nuevo ajedrez global. Los países llamados
emergentes, representados por el Brics (más Argentina)135, siguen
jugando un papel protagónico en este reordenamiento mundial.
La celeridad de esta metamorfosis geopolítica exige actualizar la
mirada global, y más para el caso de América Latina que aparece
con gran vigor como nueva región, como nuevo bloque proactivo y
protagónico en este proceso de reconfiguración.
América Latina ya no es, por supuesto, aquella región de las
décadas pérdidas en la que las políticas neoliberales fueron implementadas a través de Programas de (des)Ajuste Estructural y
Planes de (des)Estabilización. América Latina ya no es aquella
región moldeada según el viejo Consenso de Washington; en este
siglo xxi ha iniciado un cambio de época que tiene como pilar fundamental el nuevo acuerdo al interior de este espacio: una suerte de
Consenso Bolivariano. La esencia de este nuevo Consenso puede
135Se ha llegado a llamar a este grupo de países como Bricsa, por la invitación de Argentina a la sexta cumbre del organismo celebrada en Fortaleza
(Brasil) en 2014.
197
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
resumirse en la pregunta retórica que usó el presidente Rafael
Correa a inicios de 2015 al asumir la presidencia pro témpore de
la Celac: “¿Por qué tenemos que resolver nuestros problemas en
Washington?” El mensaje no deja lugar a dudas: la Celac es ya una
realidad como espacio superador de aquellos procesos de (des)
integración controlados desde el Norte, que permite dejar atrás el
viejo consenso del pasado impuesto por Estados Unidos.
Después de los años que trascurrieron desde que se iniciara
el nuevo siglo, mucho ha cambiado el continente latinoamericano; el cambio de época en la región es un hecho irrefutable que
se demuestra, por ejemplo, con la propia Celac, pero también con
Unasur, con el ALBA frente al ALCA, con un Mercosur distinto al
del pasado. Definitivamente, esta nueva región latinoamericana
es una región que ha decidido repensarse, puertas adentro, para
buscar nuevas formas de insertarse hacia fuera.
Para ello, América Latina durante este período se ha empeñado con mucha voluntad política en construir y edificar una nueva
propuesta convergente de integración regional, a pesar de que en su
interior aún conviven iniciativas opuestas, que van desde procesos
de cambios estructurales contrahegemónicos (que interpelan y
cuestionan el capitalismo), pasando por propuestas no-neoliberales moderadas, hasta otras fórmulas ya conocidas, conservadoras del orden establecido, neoliberales y contraprogresistas. No
obstante, a pesar de las diferencias, en estos años América Latina
ha demostrado un grado de madurez geopolítica tal que ha logrado
superar numerosas dificultades buscando un acuerdo de mínimos:
un nuevo Consenso Latinoamericano del siglo xxi, que bien podría
denominarse Consenso Bolivariano y que constituye otro rasgo
característico de la nueva década ganada para América Latina, de
este nuevo cambio de época.
A su vez, a lo largo de la última década, la década ganada
para buena parte de América Latina, la región ha experimentado
grandes cambios en múltiples dimensiones gracias a procesos
políticos de cambio. Se han abierto nuevos horizontes políticos y
discursivos, políticas económicas superadoras de la hegemonía
198
CAPÍTULO II
neoliberal y, fundamentalmente, nuevos espacios de articulación
de las relaciones económicas entre países, dando lugar al inicio de
un proceso inédito de construcción de alianzas regionales que no se
veía desde hacía siglos, desde que Bolívar procurase aquella gran
nación de naciones. Como venimos señalando, este giro geopolítico
se enmarca en un contexto internacional de transición sistémica
geoeconómica a nivel mundial, signado por la reconfiguración de
las relaciones comerciales, financieras, monetarias y productivas
entre países y bloques, y también por la emergencia de nuevas
potencias económicas. En este contexto de transición hacia un
mundo con múltiples polos de poder, América Latina ha venido
buscando posicionarse como un nuevo polo, como un nuevo bloque,
con mayor independencia de los poderes económicos dominantes
a escala global.
En este proceso de cambios a nivel de integración, es fundamental destacar el papel de Hugo Chávez como ideólogo e impulsor
de una nueva arquitectura regional. Nutriéndose de diferentes
corrientes teóricas y retomando los núcleos del pensamiento de
Bolívar, el líder venezolano supo rechazar enfáticamente la visión
dicotómica excluyente entre la política exterior y la interior, y
avanzar en una visión de complementariedad que dio lugar a la
emergencia de un inédito proceso de integración regional, anclado
en principios de solidaridad y cooperación.
Chávez comprendió que desde el siglo xv en adelante el mundo
está interconectado –aquello que muchos autores denominan la
mundialización de la economía–, que los fenómenos son interdependientes a escala global. Lo que pasa en un territorio puede
que tenga una explicación en otro punto del planeta, alejado en lo
geográfico pero muy cercano en lo económico, en lo político. Cabe
aclarar que con la llegada del neoliberalismo, el proceso mundializador del capitalismo aceleró su ritmo de construcción hegemónica en todos los sentidos posibles: en lo económico, lo político, lo
cultural, lo social. La globalización de las últimas décadas del siglo
xx es simplemente eso, es decir, el proceso de construcción hegemónica del neoliberalismo a nivel mundial, presentando al mundo
199
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
como un todo, pero un todo capitalista a imagen y semejanza del
sistema que se pretende instaurar para perpetuarlo sosteniblemente sin contratiempos.
El neoliberalismo trató con todos sus medios de construir
eficazmente un tejido de redes, de telarañas, que hicieran dependientes a todos los países satélites del centro de gravitación del
capitalismo mundial. Dedicó todos los esfuerzos posibles para
lograr que la soberanía de cualquier pueblo siempre acabara
subordinada a la tasa de ganancia de un capital privado, exageradamente concentrado en pocas manos. La alianza del capital
transnacional fue la estrategia seleccionada por el neoliberalismo
para acabar venciendo cualquier batalla contra cualquier pueblo
soberano. Pocas manos acabaron teniendo mucho más que el
PIB de muchos países; la riqueza de una red reducida del capital
transnacional podría controlar el mundo, moviendo hilos en los
países como si de marionetas o títeres se tratase. En ello mucho
ayudaban los organismos internacionales que se hacían llamar
comunidad internacional, aunque excluyeran a la mayoría social
de muchos pueblos, representando a una reducida pero poderosa
oligarquía económica.
Frente a ello, Chávez –especialmente influenciado por el
pensamiento geopolítico de Simón Bolívar– comprendió que cualquier revolución nacional debía tener un alcance transnacional y
que, por tanto, conciliar ambas revoluciones (la nacional y la supranacional) era condición sine qua non para la perdurabilidad de los
procesos de cambio a favor de las mayorías populares. Solo había
una forma de resistir y luchar contra la estrategia del capital transnacional: la disputa debía realizarse desde otra alianza transnacional, alianza de los pueblos, alianza de Estados soberanos. De esa
manera, consiguió instalar en el imaginario la idea de que la única
manera de combatir eficazmente el grandísimo poder del capital
transnacional, que no entiende de nacionalidad ni de patria, es
conformando una alianza transnacional que pudiera disputarle el
poder de igual a igual.
200
CAPÍTULO II
El líder bolivariano entendía que frente al Consenso de
Washington la respuesta debía venir por el lado de generar un
consenso regional distinto, un nuevo Consenso Bolivariano: un
acuerdo que consensuara una estrategia transnacional para pelear
contra la hegemonía neoliberal, inspirado en la corriente ideológica bolivariana, pero donde tenían que caber no solo aquellos
países con más afinidad ideológica en el proceso de cambio, sino
también los otros, que son necesarios para que la región tenga un
tronco común vigoroso, de tal forma que todos los países puedan
sentirse beneficiados por avanzar en estrategias conjuntas. Bolívar
había muerto pero no su visión geopolítica. Este carácter bolivariano de la integración regional conforma una base esencial del
cambio de época para toda América Latina; iniciado seguramente
en Venezuela desde que Chávez ganara en las elecciones, pero irradiado, siempre con las especificidades del caso, a toda la región latinoamericana. Chávez se empeñaba por aquel entonces, casi en los
primeros pasos del siglo xxi, en poner en práctica esta idea del Sur
que había rescatado de aquel libro que pasara desapercibido en el
año 1991, Los Desafíos para el Sur, coordinado por el presidente de
Tanzania, Julius Nyerere.136
En el nuevo reordenamiento político y económico del mapamundi, que incluyó –tal como se vio anteriormente– la aparición
de nuevos polos, el continente latinoamericano emergió no como
el conjunto de países aislados entre sí –herencia de los siglos de
colonialismo–, sino como un polo de poder articulado en términos
económicos y políticos por principios de unión y cooperación.
Chávez consideró vital una inserción soberana y regional en el
sistema-mundo para que Latinoamérica abandonara definitivamente patrones de intercambio desigual, de subordinación, de
dependencia, de yugo colonial; por eso la urgencia de emprender un
camino hacia la segunda y definitiva independencia de los pueblos
de Nuestramérica, tal como él siempre denominó a la región. El
continente debía transitar hacia ese estadio de emancipación
136Julius Nyerere. Desafíos para el Sur. Informe de la Comisión del Sur, Fondo de Cultura Económica, México DF: 1991.
201
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
mediante una alianza grannacional en el seno de la región, reubicándose estratégica y soberanamente en el mundo dentro de
nuevas relaciones con los países del Sur, sin pisar el Norte. Desde el
2003 hasta el 2012 el mandatario venezolano hizo lo imposible para
construir proactivamente, a contra corriente, otra América Latina.
Al empezar fueron años de soledad porque desde 1999 hasta 2002
no había en la región ningún país con signo político afín a estas
ideas bolivarianas, sino más bien sucedía todo lo contrario: la
región continuaba fragmentada, solo unida por los lazos del neoliberalismo a escala global, con fuerte dependencia de los poderes
económicos centrales.
Pero justamente por el año 2003, después de ese periplo de
soledad, Venezuela comenzó a tener una incipiente y aun tímida
compañía en la región; nuevos aires, pero todavía de brisa suave.
Apenas había iniciado Lula da Silva su período presidencial en
Brasil desde enero de ese año; Néstor Kirchner hacía lo propio
en Argentina en mayo. El resto del continente miraba al Norte; el
presidente de Colombia, Álvaro Uribe (2002-2010), como uno de los
mejores lacayos de Estados Unidos; Sánchez de Lozada en Bolivia
(2002-2003) seguía pactando con el Norte ser el mejor alumno del
neoliberalismo, hasta que la guerra del gas en octubre del 2003 le
pusiera punto y final; Vicente Fox en México (2000-2006), como
gran empresario, quería más neoliberalismo para su país; en Chile,
Ricardo Lagos (2000-2006), de corte aparente socialdemócrata, no
modificaba apenas nada de las estructuras sólidas de la economía
neoliberal instalada por Pinochet; en Uruguay, el viejo Partido
Colorado, con Jorge Batlle, servía de continuismo servil al capitalismo mundial; en Paraguay, con Nicanor Duarte (2003-2008), algo
parecido con representantes de la vieja partidocracia acomodada
al neoliberalismo; Alejandro Toledo (2001-2006) traía a Perú todas
las reformas que Estados Unidos iba solicitando; Lucio Gutiérrez
en Ecuador (2003-2005) engañaba a todos, diciendo una cosa en
campaña para después buscar firmar un Tratado de Libre Comercio
con Estados Unidos y continuar entregando la soberanía nacional a
manos extranjeras.
202
CAPÍTULO II
Esta vista panorámica hace evidente lo adverso que era el signo
político y económico en la región, como para acometer el utópico
reto de forjar una unidad regional basada en los principios bolivarianos. Los aliados por esa fecha eran muy pocos, nada podía hacer
suponer en ese momento que solo diez años después se podría
hablar de cambio de época, de una nueva arquitectura regional, de
nuevas alianzas supranacionales en América Latina sin presencia
del Norte. Fue Chávez quien, como arquitecto de esta utopía, se
puso manos a la obra, remando contra el huracán neoliberal, contra
todos los tentáculos que el capitalismo había logrado penetrar en
los Estados soberanos, contra la introyección cultural hegemónica.
Ahí radica lo fundamental e imprescindible de su rol como líder
regional; fue su impulso, su apetito por lo imposible, su empeño
por abrir nuevos horizontes de ideas, su tesón en la lucha contra
el neoliberalismo, lo que permitió inaugurar un incipiente camino
hacia un nuevo consenso regional, ese Consenso Bolivariano al que
se fueron incorporando importantes actores regionales como Lula,
Kirchner, Mujica, Ortega, Evo Morales y Correa, pero también otros
presidentes que, sin ser progresistas, han entendido que sí o sí han
de conformar parte de una nueva América Latina (como es el caso
del mismo Santos en Colombia, Ollanta Humala en Perú, Bachelet
en Chile, y hasta el mismo Peña Nieto de México); a ello hay que
sumarle también el resto de Centroamérica.
La influencia de Chávez en la nueva arquitectura regional
puede analizarse al menos en dos aspectos fundamentales. En
primer término, lo novedoso en esta integración del siglo xxi es
el hecho de haber comenzado a conciliar los procesos de cambio
nacionales y la dimensión transnacional, poniendo ambas dimensiones en sintonía; siendo conscientes de que solo así, mediante
esta construcción supranacional, se podría resistir, se podría
alcanzar un proceso de transformación interna que fuera irreversible y sostenible. Lentamente se fue generando un consenso
de ideas que permitió asumir que un cambio de época al interior
del país exige una transición de época en su dimensión externaregional; porque no es posible cambiar adentro si las condiciones
203
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
objetivas afuera son las mismas y no se ven alteradas. Ese cordón
umbilical, tan eclipsado por la economía neoliberal dominante, es
lo que explica por qué una revolución nacional pasa necesariamente por la disputa en el ámbito supranacional. Ese es el puente
que Chávez logró edificar con una incansable labor pedagógica,
para que el pueblo latinoamericano caminase decididamente a dos
aguas, la nacional y la transnacional, sin que lo primero eclipsara la
importancia de lo segundo.
Y en este punto es imperioso hacer memoria y recordar que
una de las importantes razones que explica el fracaso parcial de
los modelos de desarrollo nacionalista durante el siglo xx, basado
en la teoría estructuralista de la dependencia, fue precisamente
la miopía que impedía ver alianzas fronteras afuera. No todo es
posible en casa; no siempre se pueden sustituir importaciones
para ofertar producción nacional según la demanda interna, dado
que existe un mundo global en el que el capitalismo posee grandes
alianzas transnacionales con capacidad de boicotear eficazmente
cualquier proyecto de desarrollo estrictamente nacionalista, sin
planificación supranacional en lo político y en lo económico.
En segundo lugar, otro aspecto central en el impulso que el
presidente venezolano le diera a la integración regional es la
ruptura con la idea de que las relaciones económicas son simplemente relaciones comerciales; ese mandamiento venía de lejos.
Desde la economía clásica, la economía internacional ha prestado
la máxima importancia a la arista comercial como si esta fuera la
única que explica los criterios para relacionarse en la economía
mundial. El patrón de acumulación capitalista forzó a esta tesis
comercial a la hora de definir los mecanismos para relacionarse
entre los países a nivel económico. Desde siempre fue así, pero con
la llegada de la economía neoclásica se reforzó esta premisa de
manera amplificada. Sus análisis basados en un enfoque parcelario
(de parcelar cualquier realidad en compartimentos) ayudaban aún
más a concentrar la atención exclusiva en lo comercial, dejando
de lado el resto de las variables económicas que entran en juego
204
CAPÍTULO II
cuando se trata de establecer condiciones para relacionarse entre
los países.
Chávez, desde una visión integral, abogó por otro enfoque
económico basado en que la articulación con el afuera no podía
darse solo en el plano comercial, sino que había que sumar lo político, lo social, lo cultural, lo financiero, lo productivo, lo tributario,
lo monetario. Este estadio multinivel de integración era un punto
de inflexión sobre aquella evolución de los procesos que venían
desarrollándose en América Latina y en medio mundo, en la que los
Tratados de Libre Comercio se constituían como la única regla de
discusión cuando dos países, o dos bloques de países, se sentaban
en una mesa para negociar los patrones de intercambio. En contraposición a ello, el líder bolivariano propuso otra arquitectura
supranacional en la que las alianzas estuvieran soportadas desde
un nuevo Consenso Bolivariano, de índole político, en la línea de la
búsqueda de una nueva época.
Se debe comenzar desde abajo, desde lo más básico y no perder
de vista que cualquier acuerdo técnico debe partir de un consenso
político. Esto no significa que haya coincidencia plena en la elección del modelo económico en cada país aliado; las diferencias
entre cada país –políticas, económicas, sociales e históricas– están
presentes y así han de ser consideradas. Las asimetrías entre los
Estados son parte considerable en cualquier consenso o acuerdo;
invisibilizarlas es negar la realidad existente, como lo muestra
el caso de la Unión Europea, edificada sobre una farsa: no todos
los países europeos son iguales e idénticos, ni histórica ni socialmente, pero tampoco económica ni productivamente, ni en cuanto
a estructuras sectoriales, ni en materia de empleo, ni de formación,
etc. El tratamiento simétrico de asimetrías es causa de grandes
injusticias y de más desigualdades; de una integración de diferentes velocidades. Por esta razón, entre otras, Chávez centró la
atención en cimentar la obra desde abajo, desde la política, desde
los acuerdos básicos políticos entre los países que construirán cualquier potencial alianza. A partir de ahí se irían colocando nuevas
capas económicas, considerando todas las asimetrías para que
205
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
no haya una integración desigual ni injusta ni trunca. Desde este
enfoque, Chávez consiguió dar impulso a un proceso de unión en
la región, inimaginable en los años de la preeminencia neoliberal.
Este proceso de nueva conformación de América Latina como
bloque es hoy en día una base fundamental estratégica del cambio
de época regional.
La aparición del ALBA-TCP y Petrocaribe frente al ALCA
y Caricom
En el año 2004 tienen lugar dos hechos de suma relevancia
en el proceso de integración regional. Ya con Kirchner y Lula en
el poder, Venezuela fue integrada como país asociado al Mercosur
en la XXVI Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados
Asociados, celebrada el 8 de julio de 2004 en Puerto Iguazú (Argentina), aunque su incorporación plena llevaría casi una década. A
fines del mismo año, en La Habana, en una reunión entre Hugo
Chávez y Fidel Castro, nació la Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBATCP), que pasaría a constituir una piedra angular de la nueva
arquitectura regional.
El surgimiento de esta alianza tiene un origen reactivo, y otro
propositivo y creativo. Lo primero se explica por la necesidad de
forjar cuanto antes una alternativa de resistencia a la integración
en curso, de orden neoliberal, propuesta desde Estados Unidos
para convertir el continente en un gran mercado en el que las
asimetrías quedasen para el olvido. Ese era el proyecto del Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA), que aceleraba su ritmo de
conformación con el afán de lograr en un futuro que se continuara
sosteniblemente con: a) el patrón de intercambio desigual, b) con
transferencia de valor hacia el centro de gravitación del capitalismo, c) perpetuando el capitalismo por desposesión imperialista,
d) la injusta división continental del trabajo, e) mantenimiento
de brechas productivas y tecnológicas. Con ello, el ALCA buscaba
garantizar como fuera que las décadas ganadas del pasado para la
206
CAPÍTULO II
tasa de ganancia del capital continuaran. Frente al riesgo de eternización de más décadas perdidas para la mayoría social, los nuevos
vientos de cambio en la región necesitaban a ultranza crear otra
opción, una alternativa en la que creer, en la que depositar la esperanza de que otro mundo y otra economía eran posibles.
Así, el año 2005 se inició con el compromiso de forjar el ALBA
como otra forma de tejer alianzas, desde un consenso alternativo al
del neoliberalismo y al mismo capitalismo en todas sus caras, con
una sólida base política, con nuevos principios económicos que se
alejaran definitivamente de la competencia como única forma de
sobrevivir según el darwinismo económico, de la ley del más fuerte
que condena a los débiles. El proyecto de integración que se delineaba con la creación del ALBA rechazaba con vehemencia ese
principio de competitividad por ser falso, dado que nunca se parte
de condiciones de igualdad para competir. Esa injusta competitividad fue impugnada porque solo conduciría a que aquel que
partiera de condiciones favorables siguiera acumulando condiciones favorables, y entonces el más fuerte –gracias a una historia
de dominación– pudiera legitimar seguir siendo el más fuerte,
argumentando que es más competitivo. Defender esta forma de
la competitividad sin discutir el origen de las asimetrías es hacer
trampas jugando al solitario. Estas trampas teóricas y analíticas se
sustentan en un colonialismo epistémico, desde la colonialidad del
poder, como diría Aníbal Quijano.137
El nuevo consenso regional comenzaba a fraguarse lentamente a partir de esa iniciativa que, aunque no abarcaba a todos
los países, suponía un faro bien diferente a lo que venía queriéndose imponer en forma hegemónica. La propuesta del ALBA se
sustentaba en otra concepción de la competitividad, más desde
una idea de complementariedad, desde la justicia como condición sine qua non para cualquier relación económica entre países,
entre agentes económicos. Así comienza el ALBA, inaugurando una
137Aníbal Quijano. La colonialidad del poder, [ponencia presentada en el
XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología]: 2009.
207
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
visión superadora del paradigma capitalista, destinado a marcar los
procesos de integración económica. En este sentido, el grito del ‘No
al ALCA’ estuvo íntimamente relacionado con el ‘Sí al ALBA’.
En esta primera fase de integración, ese No al ALCA funcionó
como un elemento aglutinador para la región, lo cual no significa que todo aquel que apostara por rechazar el ALCA estaría
dispuesto linealmente a acatar las condiciones fundacionales del
ALBA, más propias de una corriente ideológica profundamente
cuestionadora del capitalismo, y no solo de la gestión neoliberal de
este. Sin embargo, había puntos de encuentro entre lo uno y lo otro
porque en ambos lugares se rechazaba el orden hegemónico neoliberal que reparte el mundo desigualmente. Aunque en la práctica el
ALBA no fuera una gran alianza que incluyera a todos los países de
la región, la creación de este espacio sirvió para situar en el imaginario que otro continente era posible.
Si bien no hubo un consenso unánime con algunos países
centrales que no se incorporaron, como Brasil y Argentina, comenzaba a producirse un desplazamiento del eje político en la región,
ya que los líderes de estos dos gigantes fueron aliados de Chávez
desde los albores de la construcción de la nueva arquitectura
regional. Hay que recordar que en estos dos países del Cono Sur
se estaban desarrollando procesos políticos que no rechazaban el
capitalismo, ni pretendían hacerlo y, tal vez, tampoco buscaban una
propuesta económica diametralmente opuesta al neoliberalismo
en todas sus variables, pero sí decidieron realizar una gran reforma
para buscar un nuevo orden económico más justo dentro de esas
mismas reglas del juego impuestas desde afuera.
Esto no puede ser desdeñado ni minusvalorado, aunque
no coincida con las propuestas más rupturistas y refundacionales. En la medida de lo posible, estos dos países, cada uno con
la particularidad del caso, se decidían a acabar con la deuda social
otorgándole un nuevo rol protagónico al Estado, con nuevas políticas públicas más inclusivas para sacar a mucha población de la
pobreza, para reducir las desigualdades, con una economía real
más industrializada y recuperando soberanía. Esto no significa que
208
CAPÍTULO II
se cuestionaran algunas estructuras del orden internacional; por
ejemplo, Argentina nunca revisó sus tratados bilaterales de inversión ni su sometimiento al Ciadi; o Brasil jamás terminó con una
política con gran predilección por la atracción de capital financiero
bien retribuido. Ambos países apostaron por un desplazamiento
del eje político y económico, pero sin llegar a ser aquel que marcara
Chávez en Venezuela, el mismo que fue impulsado en el seno del
ALBA.
Los gobiernos de Brasil y Argentina comenzaron decididamente a implementar una política económica basada en políticas
sociales redistributivas, de recuperación del Estado, de recuperación de sectores estratégicos, diversificando las relaciones económicas hacia fuera, con más atención sobre la región. Todo ello es
notorio si se considera de dónde partían ambos países, después de
haber quedado hechos añicos por el neoliberalismo, y eso era acertadamente más que suficiente para generar e impulsar un cambio
regional, de la mano de otras iniciativas (como Venezuela en un
primer momento, y luego Bolivia y Ecuador) que apostaban más
por un modelo de ruptura, de cambio de reglas vía procesos constituyentes.
En este contexto de alianzas políticas, a pesar de las discrepancias ideológicas se llegó a la IV Cumbre Presidencial de las
Américas138, en Mar del Plata, Argentina, en noviembre de 2005.
Durante la misma, Estados Unidos y Canadá presionaron para
alterar la agenda original y tratar el ALCA. Brasil, Venezuela y
Argentina, principalmente, se opusieron enérgicamente, apelando
138Un siglo después de la Primera Reunión Panamericana (Washington
D.C., 1889), en la que ya se hablaba de unión aduanera y de un sistema
de arbitraje hemisférico, el presidente George Bush dio a conocer su
“Iniciativa Para las Américas”, o “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA). Los preparativos comenzaron en Miami en 1994, en la
I Cumbre de las Américas; la segunda se realizó en Santiago de Chile
en 1998; la tercera en abril de 2001 en Quebec. Allí mismo se estableció
como fecha para el fin de las negociaciones del ALCA el mes de enero
de 2005; la IV Cumbre se realizaría en el 2003 en Argentina, pero razones
de desacuerdos en las negociaciones llevaron a que recién en noviembre
de 2005 se concretara.
209
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
a que el objetivo de las alianzas económicas es el de crear trabajo
para fortalecer la democracia y combatir la pobreza. Ahí se cimentó
buena parte de ese cambio de época hacia una era diferente bolivariana, de absoluto rechazo a la integración dictada por el Norte para
gestionar los países del Sur; fue un paso sustancioso en la transición
geoeconómica, porque muchos países de América Latina comenzaron a rechazar relacionarse entre ellos solo a través del epicentro
situado en el Norte. Como Lula, Kirchner tuvo un especial protagonismo en esta tarea, pero fue indudablemente Chávez quien se
erigió en centro imprescindible de este momento histórico para
América Latina, para los pueblos y para muchos países del mundo
que vieron cómo le cerraban la puerta en la cara a Estados Unidos,
en el enésimo intento de sometimiento del continente a la tasa de
ganancia de sus transnacionales. Así lo relata incluso el Financial
Times139, que afirmó que los hechos dejaban en la ruina la única
política norteamericana para América Latina (el ALCA)140. Fue
una gran victoria de Chávez; fue una victoria de América Latina.
Ese ‘ALCA, ALCA, al carajo141’, refleja, además del ingenio del presidente venezolano, su capacidad osada y atrevida para edificar
nuevas formas de resistencia, de intransigencia frente al poder
económico y político del Norte.
También en el año 2005 se puso en marcha otro proyecto angular
del proceso de integración regional, característico de este cambio de
época: Petrocaribe142, iniciativa de cooperación energética solidaria
CAPÍTULO II
141Así fue cantado por Chávez y por un inmensa marea humana, en presencia de Evo Morales (aún sin ser presidente), en la contracumbre que
se celebró en la misma ciudad en esas fechas de noviembre del 2005.
propuesta por el Gobierno Bolivariano de Venezuela y enmarcada
en los principios del ALBA, con el fin de resolver las asimetrías en
el acceso a los recursos energéticos; por la vía de un nuevo esquema
de intercambio favorable, equitativo y justo entre los países de la
región caribeña, la mayoría de ellos consumidores de energía y sin
el control estatal del suministro de los recursos.
En este sentido, no hemos de olvidar el papel geoestratégico de
estos países del Caribe, considerados por EE.UU. como su frontera
natural durante todo el siglo xx; un término usado por el propio
G. W. Bush, quien calificó a la región como su tercera frontera. Por
razones obvias de geoestrategia regional, Washington siempre
anheló mantener su influencia diplomática, política y económica
en la zona; para ello ha lanzado proyectos económicos y estratégicos dirigidos a crear y mantener los nexos de interdependencia
con el Caribe y Latinoamérica. La Caricom (Comunidad de Estados
del Caribe) ha sido el soporte natural de las políticas de Washington
desde su creación; sin embargo, esta influencia exclusiva quedó en
parte cuestionada debido a la importancia creciente de la iniciativa
Petrocaribe, un organismo multilateral que aseguró la coordinación y articulación de las políticas de energía, incluyendo petróleo y
sus derivados, gas, electricidad, uso eficiente de la misma, cooperación tecnológica, capacitación, desarrollo de infraestructura energética; así como el aprovechamiento de fuentes alternas, tales como
la energía eólica, solar y otras.
El acuerdo Petrocaribe representa un esquema de cooperación
y complementariedad energética basado en dos pilares: primero, la
solidaridad de un país superavitario en energía, como es el caso de
Venezuela, con países de escasas fuentes y recursos energéticos;
y segundo, el reconocimiento de las asimetrías entre países de
mediano desarrollo económico relativo y países de menor tamaño
y desarrollo relativo, como lo son los países centroamericanos y
142El Acuerdo de Cooperación Energética Petrocaribe fue formalmente
constituido el 29 de junio de 2005, mediante el instrumento jurídico e
institucional suscrito en el marco del Primer Encuentro Energético de
Jefes de Estado y/o de Gobierno del Caribe sobre Petrocaribe, efectuado
en Venezuela. Mediante dicho instrumento los 14 Estados que lo suscribieron fueron: Antigua y Barbuda, Bahamas, Belice, Cuba, Dominica,
Granada, Guyana, Jamaica, República Dominicana, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y Las Granadinas, Surinam y Venezuela.
El Salvador se incorporó en junio del 2014. Petrocaribe lleva implícita la
articulación de acuerdos existentes anteriormente, como el Convenio de
San José y el Acuerdo Energético de Caracas.
139Financial Times, 6 de noviembre de 2005.
140Para más detalle, léase a Jerónimo Montero. “Cumbre de las Américas en
Mar del Plata: Victorias, debates y limitaciones de la oposición”, ACME.
An International E-Journal for Critical Geographies: 2007.
210
211
América Latina en disputa
caribeños, beneficiarios del acuerdo. Petrocaribe propone una
escala de financiamiento muy ventajosa para los países miembros
deficitarios en términos energéticos, en tiempos, en descuentos y
en forma de pago, porque Venezuela está dispuesta a aceptar que
parte del pago diferenciado de la factura se realice con bienes y
servicios. Así, Venezuela entrega crudo a los otros miembros con un
financiamiento que llega a 40% cuando el precio del petróleo supera
los 50 dólares; a 50% si sobrepasa los 80 dólares y a 60% cuando la
barrera se sitúa en 100 dólares.
Sumado a esto, desde su firma en el año 2005, el Acuerdo Petrocaribe ha sido el marco referencial para la constitución de diez
empresas mixtas en nueve países miembros de la iniciativa, lo que
representa una de las herramientas fundamentales para avanzar
en la construcción de un sistema económico regional justo y equitativo; los accionistas de estos entes binacionales son los gobiernos.
Estas empresas han sido un medio para llevar adelante proyectos
de infraestructura energética que han consolidado paulatinamente
el proceso de independencia energética regional, al poder contar
algunos Estados con capacidades propias de recepción, almacenamiento y distribución de combustibles.
El enfoque social también está presente en este esquema de
cooperación, mediante el desarrollo de proyectos que buscan
mejorar las condiciones de vida de la población, con énfasis en la
dignificación de los sectores excluidos. La perspectiva es que estos
entes se afiancen como un mecanismo de financiamiento e inversión autosustentable, que permita seguir ejecutando los diversos
planes industriales, así como la transferencia tecnológica y el desarrollo socioproductivo.
La articulación es innegablemente otro pilar central de la
propuesta de integración que comenzó a desarrollarse a partir del
cambio de época en América Latina. Con ese fin, se creó el Fondo
ALBA-Caribe en el marco de la II Cumbre de Presidentes de Petrocaribe en 2005, con el objetivo de ejecutar proyectos de desarrollo
socioeconómico de los países miembros, priorizando el acceso
a la salud, la educación y la vivienda, así como proyectos socio
212
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
productivos que promuevan el desarrollo económico mediante
cooperativas, pequeñas y medianas industrias.
En suma, el acuerdo Petrocaribe está orientado a disminuir
las grandes brechas de la exclusión, la inequidad y desigualdad
social y económica de los pueblos, con esquemas de cooperación
no tradicional que entiendan y aborden la pobreza como un fenómeno estructural y multidimensional. Constituye una estrategia
de articulación regional, sustentada en principios de solidaridad
y complementariedad; a su vez, este fondo financia programas y
proyectos sociales, priorizando el acceso a la salud, la educación y
la vivienda, así como proyectos socioproductivos que promuevan
el desarrollo económico mediante cooperativas y pequeñas y
medianas industrias. Hasta el 2014 se han asignado 179 millones de
dólares a 85 proyectos, en once países de la región; y 29 millones de
dólares a tres proyectos eléctricos.
La importancia estratégica del ALBA-TCP
El ALBA-TCP es indudablemente el proyecto más novedoso
en términos de integración impulsado por Venezuela porque tiene
múltiples impactos, algunos en lo estrictamente material, en lo
económico; a la vez que también posee otros efectos de carácter
estratégico hacia adelante, como lo es el hecho de establecer un
horizonte utópico que funciona como vela para seguir navegando,
en aras de lograr plena irreversibilidad de este cambio de época
regional. El ALBA supone un paso determinante para crear una
barrera simbólica de no retorno al pasado, y fundamentalmente para
tensionar dialécticamente el resto de procesos de integración en curso.
El ALBA, pensada como una integración de rostro humano de
pueblos, con pueblos, con soberanía, fue creciendo, conformándose, consolidándose, perfeccionándose, constituyéndose como
una verdadera alternativa real, estratégica, básica en el cambio de
época para lograr una época ganada definitivamente. En esta evolución, el ALBA fue incorporando nuevos socios; el 29 de abril de 2006
213
América Latina en disputa
se sumó Bolivia, en 2007 Nicaragua, en 2008 Honduras143. Ecuador
se incorporó en junio de 2009; también fueron llegando el resto de
pequeños Estados caribeños no hispanohablantes, como Antigua
y Barbuda, Dominica y San Vicente y las Granadinas (pertenecientes a Caricom); en el año 2012 Santa Lucía y Surinam pasaron
a adherirse como miembros plenos de la organización; en el 2014
sellaron su ingreso como miembros plenos las naciones caribeñas
de Granada y San Cristóbal y Nieves.
La importancia estratégica de esta alianza reside en sus nuevos
postulados económicos que interpelan el paradigma dominante de
la economía neoliberal. El ALBA se fundamenta en la creación de
mecanismos que aprovechen las ventajas cooperativas entre las
diferentes naciones asociadas, para compensar las asimetrías entre
esos países. Esto se realiza mediante la cooperación de fondos
compensatorios, destinados a la corrección de discapacidades
intrínsecas de los países miembros y la aplicación del TCP (Tratado
de Comercio de los Pueblos). Así se quiebra la teoría de las ventajas
comparativas, como nudo gordiano explicativo del intercambio
comercial.
Con ello se va construyendo muy lentamente y no sin contradicciones un nuevo paradigma económico integracional, explorando
nuevas vías para intercambiar a través de la complementariedad,
de la cooperación, para rediscutir el valor de cambio en disputa con
el valor de uso; y la estructura de la cadena de valor para identificar las transferencias de unos sectores a otros. Estos principios
establecidos para un comercio e intercambio más justo suponen un
cambio absoluto respecto de aquello que el neoliberalismo venía
pregonando como base para relacionarse económicamente entre
diferentes países. El ALBA nació con el desafío de abrir un debate
sustancioso sobre las formas de armar los patrones de intercambio
en la economía mundial, que hasta el momento quedaba cerrado
o, en el mejor de los casos, era exclusivo de foros muy limitados en
el mundo académico. Este ya es un logro del ALBA como parte de
143País que abandonó el bloque en 2010, tras el golpe de Estado que destituyera al presidente constitucional Manuel Zelaya.
214
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
esta década ganada, de esta época ganada para América Latina;
pero sobre todo, el ALBA además es un ejemplo de saber avanzar
en otras aristas económicas a la hora de abordar un proceso de
integración. Lo comercial es muy importante, pero también lo es lo
financiero, lo monetario y lo productivo y, cómo no, lo social.
En relación con lo primero, en lo financiero es de vital trascendencia disponer de mecanismos propios, capaces de cumplir
el rol social que las finanzas han dejado de tener en el panorama
capitalista mundial. La emancipación ha de ser también emancipación financiera porque de no ser así se seguiría dependiendo de
las instituciones financieras tradicionales, que prestan con el objetivo de condicionar la política económica al mismo tiempo que eternizan la deuda. Salir de este laberinto para muchos de los países de
América Latina solo podía ser posible si se constituía una herramienta propia. El ALBA propuso entonces la creación del Banco
del Alba como organismo de derecho internacional público, de
carácter financiero, con personalidad jurídica propia. Fue fundado
en Caracas el 26 de enero de 2008 por los mandatarios del bloque,
quienes suscribieron el acta fundacional en el marco de la VI
Cumbre del ALBA-TCP144. De acuerdo con lo establecido:
…el Banco del ALBA tiene por objeto coadyuvar al desarrollo
económico y social sostenible, reducir la pobreza y las asimetrías,
fortalecer la integración, promover un intercambio económico
justo, dinámico, armónico y equitativo entre los países miembros
del ALBA, inspirado en los principios de solidaridad, complementariedad, cooperación y respeto a la soberanía de los pueblos.145
El organismo tiene entre sus funciones financiar programas y
proyectos en sectores clave de la economía, orientados a mejorar
144Su personalidad jurídica internacional emana de la suscripción, aprobación y ratificación del Convenio Constitutivo del Banco del Alba,
adoptado en Caracas en fecha 5 de noviembre de 2008 por algunos
representantes ministeriales.
145Convenio Constitutivo del Banco del ALBA: 2008.
215
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
la productividad y eficiencia; la generación de empleos, el desarrollo científico-técnico, la innovación, la invención, la complementariedad y el desarrollo de las cadenas productivas, la agregación
de valor, la maximización del uso de materias primas producidas
y explotadas en la región, la protección de los recursos naturales y
la conservación del medio ambiente. También se dedica a financiar
proyectos de desarrollo social (salud, educación, vivienda, seguridad social, desarrollo comunitario, economía social). Es un banco
orientado a la promoción, fortalecimiento y desarrollo de la micro,
pequeña, mediana producción y economías asociativas. El Banco
del ALBA contó con un capital inicial de más de 1.000 millones de
dólares, aportados por todos los participantes según su capacidad
financiera. Hasta el momento, dicha institución ha destinado más
de 170 millones de dólares a los programas Alba Educación, Alba
Cultural y Alba Salud. Muchas críticas a este Banco del ALBA son de
magnitud cuantitativa, por el bajo nivel de los recursos empleados
en relación con lo que mueve la gran banca internacional.
Siendo cierto, no se puede menospreciar el avance en esta
materia porque esta creación supuso un efecto contagio, detonador en muchos casos, de la creación de más bancos soberanos
que no dependan de la gran banca privada internacional o aquella
banca de los organismos internacionales de iguales características
en su conformación y actividad, como es el caso del Banco del Sur
(Unasur) previsto para inaugurarse durante el año 2015.
En síntesis, el Banco del ALBA ha supuesto incuestionablemente una nueva ventana alternativa en el mundo financiarizado impuesto por el neoliberalismo, resaltando la necesidad de
un sistema financiero que satisfaga el rol social financiero para la
economía real, sin jugar a la economía de casino. Pero, además, constituye un vigoroso halo de esperanza material sobre el cual seguir
edificando una nueva arquitectura financiera regional, en sintonía
con aquella que emerja de los pueblos del sur del mundo. Todavía
hay enormes desafíos pendientes en este terreno porque la banca
internacional es un monstruo de mil cabezas que no se derrota a la
primera de cambio; aún es preciso afrontar la articulación idónea
216
CAPÍTULO II
con otras bancas públicas de los países emergentes, que no acaban
de renunciar a su enfoque de banca-nación; además, han proliferado afortunadamente otros ensayos de banca interestatal con los
que tendrá que producirse nuevos marcos complementarios. Todos
estos puntos son tareas obligatorias para la presente década en
disputa, pero no por ello se puede obviar el logro en esta materia en
la década pasada.
En relación con lo monetario, hasta el momento en que surgió
el ALBA, antes del 2008, pocos habían sido los intentos reales
de escapar de la hegemonía del dólar como moneda referente
de reserva y de transacción comercial a nivel mundial. Mucho
tiempo había pasado desde que Keynes propusiera el bancor como
una unidad monetaria internacional, a partir de una canasta de
monedas en las negociaciones (Acuerdos de Bretton Woods) post
Segunda Guerra Mundial, y esta fuera rechazada por el dólar estadounidense como moneda global. Parecía un tema pasado de moda,
quedando en exclusividad para unos pocos que seguían dándole
cabida en discusiones económicas. Sin embargo, una vez más, fue
el impulso de Chávez lo que logró traerlo al debate antes de tiempo;
lo anticipó como propuesta para desamericanizar/desdolarizar la
economía mundial.
La hegemonía del dólar es incompatible con una nueva arquitectura financiera mundial más justa; el dólar abusa de la posición
dominante que le da el hecho de no requerir ningún respaldo para
ser emitido. Es solo dar a una maquinita de impresión de dólares a
base de teclear en un sistema informático, sin respaldo en riqueza
material, sin respaldo en oro, sin respaldo en otras monedas. Es un
arma de destrucción masiva empleada por el imperio norteamericano para someter a pueblos a su antojo, para invadir otras economías ocasionándoles una deuda eterna, una dependencia hasta el
infinito; el dólar no es una cuestión técnica ni neutral. Propugna la
necesidad de nuevas monedas, monedas que puedan ser reflejo de
una canasta básica de monedas; que no sea fiel a una hegemonía
militar, política y económica.
217
América Latina en disputa
Frente a ello se explica el surgimiento de la idea de la nueva
moneda, el sucre (Sistema Unitario de Compensación Regional),
como unidad de cuenta común de los países del ALBA para llevar
a cabo sus intercambios económicos. En noviembre del 2008 se
acordó el Sucre entre los países del ALBA (más Ecuador, que
todavía no era miembro de la alianza)146. Fue más adelante, el 27 de
enero del 2010, cuando comenzó a ser utilizada en realidad como
moneda virtual. De acuerdo con el Artículo 1.o del Tratado Constitutivo, se define al Sucre como un:
…mecanismo de cooperación, integración y complementación económica y financiera, destinado a la promoción del desarrollo integral
de la región latinoamericana y caribeña, así como también articular
el funcionamiento de dicho sistema con los lineamientos establecidos por el Consejo Ministerial de Complementación Económica del
ALBA-TCP.147
La primera transacción comercial que se realizó mediante
el sucre fue la exportación de arroz venezolano a Cuba el 4 de
febrero de ese mismo año. La iniciativa de creación de esta moneda
demuestra audacia en la praxis para buscar mecanismos efectivos,
que tengan por objetivo disminuir progresivamente la dependencia del uso del dólar en las transacciones comerciales entre
los países del ALBA, con la finalidad de contribuir a minimizar el
impacto económico de vulnerabilidades y volatilidades externas,
como consecuencia de crisis o decisiones específicas de la Reserva
Federal de Estados Unidos. Además de ello, se procura que el sucre
sirva como impulsor del comercio entre los miembros del ALBA,
con vistas a contribuir al logro de la complementariedad de sus
economías mediante el intercambio comercial.
146Cabe señalar que en el mes de marzo de 2013, la República Oriental
del Uruguay solicitó su adhesión al Tratado Constitutivo del Sucre y se
encuentra cumpliendo los trámites legales pertinentes para su correspondiente incorporación al Sistema.
147Convenio Constitutivo del Banco del ALBA: 2008.
218
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
En ese sentido los avances son significativos: entre los años
2010-2013, el comercio intra ALBA-TCP aumentó de 10 millones
de sucres a 852 millones de sucres (aproximadamente 850 millones
de dólares durante el año 2013)148. Desde sus inicios, para el cierre
del 2013 se han tramitado 5.178 operaciones por un valor total equivalente a más de dos millones de dólares. Aún representa un valor
reducido del total de transacciones comerciales en cada país, pero
se evidencia que este novedoso mecanismo se ha convertido en una
nueva opción para realizar pagos de operaciones de comercio internacional, permitiendo dar continuidad al desacoplamiento progresivo del uso del dólar en operaciones de pago de esta naturaleza,
abonando el camino a la soberanía monetaria y financiera regional.
Es una medida de gran calado en la nueva arquitectura económica
regional y mundial; es también parte de la época ganada, de esta
década ganada.
Esta atinada acción económica de creación de una moneda
para el intercambio regional está acompañada en la actualidad
–como ya hemos explicado en el primer apartado de este capítulo– por un progresivo fenómeno de transición geoeconómica, a
nivel mundial, que pone en cuestión la hegemonía del dólar. En
los últimos años aparecieron con más ahínco otras experiencias
como esta, con intercambios entre países con monedas propias
sin pasar por el dólar; además, muchos países han cambiado su
patrón de acumulación de reservas, atesorando cada vez mayor
porcentaje en otras monedas que no son el dólar estadounidense.
No cabe duda de que el dólar es aún la moneda hegemónica,
pero ha comenzado una lenta decadencia porque la arquitectura
económica mundial responde a una transición hacia un mundo
multipolar, y América Latina también participa activamente en
esta transición geoeconómica.
Otro de los logros desde el ALBA, pero que también continuó
teniendo identidad propia más allá de este espacio regional, son
las empresas grannacionales. Estas son la mayor expresión de
148Un sucre es equivalente a 1,25 dólares.
219
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
contraposición a las transnacionales. Se asocian los Estados soberanos y sus capitales públicos para formar alianzas económicas
en sectores geoestratégicos, muy focalizados en la producción de
bienes y servicios para la satisfacción de necesidades humanas
básicas que demanden los pueblos. Son sectores que requieren
transferencias tecnológicas que a veces tiene un país y otro no, o
que exigen cuantías elevadísimas de capitales que pueden aportarse entre diferentes Estados, o que requieren encadenamientos
productivos complejos en los que pueden participar diferentes
países; otras veces se requieren mercados más amplios que son
solo posibles considerando a un conjunto de países. Así, con esta
visión, se pone en práctica aquella tesis de Bolívar acerca de
la Gran Nación, pero en este caso para algo muy concreto: como
alianzas estatales en ciertos sectores porque así se favorecen todos
los miembros, siendo capaces de resistir a las transnacionales; y en
los nuevos tiempos, también a las translatinas privadas que crecen
y crecen en América Latina, aprovechando las bondades del crecimiento distribuidor que tiene lugar en muchos países con economías más redistributivas.
Las grannacionales procuran romper con la lógica de la reproducción y acumulación del capital; las empresas deben inscribirse
en la nueva lógica de la unión y la integración del ALBA; acoplarse
a los objetivos estratégicos del proyecto unionista, convirtiéndose
en instrumentos económicos fundamentales para la creación de
una amplia zona de comercio justo en América Latina y el Caribe.
Esta nueva modalidad, aún con mucho campo por desarrollar, es un
instrumento de gran potencialidad en aras de fomentar una integración productiva virtuosa, con mayor complementariedad, con
reparto más justo de los encadenamientos productivos regionales.
El mundo abandonó con el neoliberalismo el sistema de producción fordista nacionalista, frontera adentro; eligió, a conveniencia
del capitalismo global, un modelo de fragmentación geográfica de
la producción mundial.
Los encadenamientos productivos se esparcían por el mundo,
siempre bajo el estricto control de la empresa transnacional con
220
CAPÍTULO II
casa matriz en cualquier país central, asegurándose que el reparto
del valor fuese en mayores proporciones destinado a acumular el
capital en pocas manos. Frente a esta nueva modalidad productiva
de tendencia mundial, impuesta desde hace décadas por el capitalismo neoliberal, el ALBA aboga por una respuesta latinoamericana
que compita desde bloque a bloque, y no asimétricamente desde
país versus capital transnacional. Por ejemplo, un bien básico para
la población son los medicamentos, que son controlados y dominados por poderes económicos transnacionales en unas pocas
firmas.
¿Cómo encarar efectivamente una propuesta alternativa
para producir medicamentos de calidad, pero a precio absolutamente justo para la mayoría social en territorio latinoamericano?
Si siguiéramos la opción clásica de la teoría de la dependencia de
décadas pasadas (estructuralista de la Cepal), la decisión habría de
ser un modelo de sustitución de importaciones en cada país, pero
esto sería absolutamente contraproducente porque aumentaría
considerablemente los costes unitarios de producción, habría poco
aprovechamiento de economías de escalas crecientes, se requerirían elevadísimas inversiones tecnológicas, incluso podría haber
demanda interna reducida cuando se tratase de un país pequeño
como, por ejemplo, Bolivia o Ecuador. Esos desequilibrios son
razones de peso que explican en parte el fallido proceso nacional
de sustitución de importaciones. Frente a esto el ALBA, con las
grannacionales, realiza una lectura económica diferente a aquella
que se impusiera como moda alternativa para romper las cadenas
de dependencia de los países centrales.
La impronta bolivariana se plasma en estas empresas grannacionales porque a través de ellas se puede postular un modelo
productivo regional, en el que se reparta el valor agregado de forma
más justa entre países, procurando que la transferencia tecnológica sea un hecho en vez de una promesa contractual. En el ejemplo
de medicamentos, ¿por qué no producir medicamentos genéricos hechos en América Latina a través de grannacionales que se
complementen en recursos económicos, en tecnología, en trabajo,
221
América Latina en disputa
en financiación? Esta vía seguramente es más conveniente que
la producción nacional de cada país porque, además, sería ciertamente más competitiva frente al capital transnacional. El ALBA,
mediante esta nueva modalidad interestatal, busca utilizar al
máximo las capacidades de cada país: recursos energéticos, disponibilidad financiera, disposición de materias primas, grado de
cualificación, desarrollo científico y tecnológico, potencialidades
objetivas, fondos monetarios, know-how y experiencias endógenas.
La prioridad para estas empresas es satisfacer el consumo final o
industrial del mercado intra ALBA, a objeto de conformar la zona
de comercio justo, lo cual no excluye que sus excedentes puedan
colocarse en el mercado internacional.
A pesar de que estas grannacionales nacieron desde el ALBA,
fueron extendiéndose por todo el continente latinoamericano
mediante múltiples alianzas, también en el Mercosur y en otros
bloques integracionales que piensan tener capacidad de resistencia efectiva versus el capital transnacional. A lo largo de estos
años los resultados son exitosos, dejando mucho por hacer en el
futuro porque es preciso asumir esta nueva cultura económica
de alianzas en un mundo en el que se ha impuesto el darwinismo
económico nacional desde hace años. Hay logros notables en
sectores como pesca (Transalba), minería, transporte, telecomunicaciones (Albatel) y agricultura; también la creación de empresas
como Puertos del ALBA, S.A., empresa para la construcción de
puertos en Cuba y Venezuela; otra es Alba de Nicaragua S.A. (Albanisa), empresa petrolera mixta entre Nicaragua y Venezuela. Cada
vez más, brotan los proyectos grannacionales en marcha en nuevos
sectores económicos: desde el ALBA Cultural, nuevas refinerías,
manufacturas, medicamentos, infraestructuras, energía eléctrica,
petróleo y gas, agroalimentación, turismo y muchas otras. Sin duda
alguna, este hecho supone verdaderamente una muestra más de la
década ganada en esta materia, porque no solo consigue resultados
específicos en el corto plazo, sino que también abre hacia futuro un
campo estratégico para seguir generando apuestas efectivas, que
222
CAPÍTULO II
Alfredo Serrano Mancilla
caminen hacia la verdadera y definitiva independencia en materia
productiva.
Otro Mercosur como nuevo punto de referencia
Por otro lado, en la nueva arquitectura regional ocupa un lugar
preponderante el Mercosur, que si bien constituye un espacio de
integración preexistente a la iniciativa del ALBA, ha ido mutando
en consonancia con el cambio de época regional. Este bloque
acarreaba –y todavía lo hace– limitaciones estructurales por el
hecho de haber nacido como un mero instrumento de intercambio
comercial, sin planificación supranacional estratégica y sin atención a las asimetrías en el interior del bloque.
En el seno del Mercosur existen dos países de gran importancia
en la región: Brasil y Argentina. Aunque estos países son miembros desde su fundación, en estos últimos años han ido cambiando
sustancialmente su rumbo político y económico. De la mano de sus
líderes Lula da Silva y Néstor Kirchner, y luego con la continuidad
de Dilma Rousseff y Cristina Fernández, son responsables, en
buena medida, de que Mercosur haya sufrido un proceso de transformación parcial en comparación con aquel existente en plena
época neoliberal. Sin embargo, en Mercosur todavía perduran
muchas reglas del viejo neoliberalismo, que no han sido ni mucho
menos extirpadas en su totalidad.
A sabiendas de ello, nuevamente el líder venezolano dio
lecciones de realismo político en materia económica, porque
comprendió acertadamente que era necesario acercar posturas
con Mercosur en lugar de forzar las divergencias. Para Chávez, el
ALBA era quien debía marcar el horizonte estratégico del cambio
de época, pero comprendió que no podía negarse el hecho de
que Mercosur era una realidad económica muy importante en la
región, con la presencia de dos gigantes (Argentina y Brasil) y que,
por tanto, constituía un espacio de integración a considerar, y que
se debía disputar su sentido en la medida de lo posible desde su
propio seno. Por ello consideró que Venezuela debía estar presente
223
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
en esa batalla, en la disputa del sentido económico de esa integración vieja, pero ahora con países con presidentes de signo político
diferente: Mujica en Uruguay, Lugo en Paraguay (durante unos
años), Lula o Dilma en Brasil, los Kirchner en Argentina. Así, Venezuela abogó por buscar otro punto de encuentro, otra pieza más
para seguir armando el nuevo Consenso Bolivariano en el que, sin
duda, Mercosur ocupaba un lugar imprescindible.
El proceso de incorporación del país caribeño a Mercosur fue
muy lento; la adhesión se había llevado a cabo en 2006, pero recién
el 31 de julio del 2012 Venezuela fue proclamada miembro pleno del
bloque, después de un largo periplo. Hay que recordar que su incorporación plena había sido sistemáticamente frenada por el senado
paraguayo, adverso al Gobierno del presidente Lugo, pero tras el
golpe institucional que derrocó al mandatario paraguayo en julio
de 2012, Mercosur suspendió a Paraguay como miembro pleno, a
partir de lo cual se pudo efectivizar el ingreso de Venezuela, con
el acuerdo de Argentina, Brasil y Uruguay. Por otro lado, es interesante notar que con la incorporación de Venezuela al Mercosur
se produjo, además, una aceleración del proceso de desintegración
de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), que se había iniciado
de facto después de que algunos de sus miembros irrespetaran sus
propias reglas intrabloque para acabar firmando acuerdos de libre
comercio con Estados Unidos y Unión Europea, como es el caso de
Colombia y Perú.
Con Venezuela como miembro, Mercosur pasó a constituir
la quinta economía del mundo en términos de PIB (detrás de
Estados Unidos, China, India y Japón, y adelante de Alemania).
Se erigió, de esta manera, en un polo económico que aparecía
con mucha fuerza en este mundo cada vez más policéntrico. Se
trata de un bloque estratégico que cuenta con todo lo necesario
para consolidarse como otra centralidad en el tablero internacional: mucho petróleo y otras fuentes de energía como el gas;
es el mayor productor de alimentos a nivel mundial; posee un
mercado interno en constante expansión, con un creciente poder
adquisitivo y un aceptable desarrollo industrial. Además, goza de
224
CAPÍTULO II
un territorio sin conflicto bélico, con importante solidez democrática y con reglas políticas claras. Mercosur es el encuentro de
los tres grandes países de Suramérica con un alto potencial de
intercambio comercial, de complementariedad productiva, de
integración financiera y de flujos monetarios sin dólar. Además
de los miembros plenos (Brasil, Argentina, Venezuela, Paraguay,
que ya fue reincorporado, y Uruguay), Mercosur tiene como
países asociados a Chile, Colombia y Perú, mientras que Bolivia
está en proceso de alcanzar la incorporación plena (Ecuador aún
pensándose qué hacer a este respecto), para lo cual es necesario
que la decisión sea avalada por la totalidad de los parlamentos de
los países miembros.
Es importante precisar que si bien Mercosur, sin duda alguna, se
convirtió en el nuevo protagonista del siglo xxi en cuanto a espacio
integracional, en lo comercial, financiero y productivo, a la vez es un
espacio caracterizado por las grandes disparidades de economías
participantes: Brasil siendo parte de las nuevas economías emergidas, Argentina también forma parte del G20 y con tendencia de
crecimiento creciente, y ahora Venezuela como otra gran potencia;
estos tres países conviven con otras economías más pequeñas, que
peligran si no se establecen condiciones que eviten intercambios
desiguales y –lo que es más importante– se sortee una integración
productiva desigual, que dé lugar a encadenamientos productivos
con generación desigual de valor para unos y otros. Situación que
puede empujar a estos países a estar tentados e incentivados a buscar
otras alternativas a través de tratados de libre comercio, o como está
sucediendo en Paraguay y también de Uruguay con sus políticas
de acercamiento a la Alianza del Pacífico.
En suma, es preciso no olvidar que Mercosur continúa presentando dificultades y desafíos. El principal se deriva de que podría
reproducir defectos propios de otros procesos de integración que
no gestionan con justicia las asimetrías de economías diversas y,
por consiguiente, está sujeto a generar una división del trabajo a
lo europeo donde se concentre el valor añadido en algunas economías menoscabando al resto. Por ello, sobre todo para los países con
225
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
economías más pequeñas, el espacio del Mercosur sin duda ofrece
oportunidades, pero también puede poner zancadillas a futuro si
se asume ser un satélite subordinado a la gran potencia brasileña.
Sobre esto se profundizará más en el capítulo siguiente.
Completando la nueva arquitectura regional: la Unasur
y la Celac
Resulta indispensable reseñar dos hitos claves que cristalizan en buena medida este Consenso Bolivariano, propio del
cambio de época que transita América Latina, en el cual hay
claras señales tendientes a la consolidación de la región como
un polo de poder propio, con miras a posicionarse de manera
más soberana en un mundo cada vez más multipolar. Por un
lado, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur); por otro
lado, la más recientemente creada Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Estas dos instituciones
completan el cuadro de una nueva arquitectura supranacional
sustentada en un consenso regional distinto, que marca una
ruptura irreversible con la época neoliberal.
En relación con el primero, Unasur es cosecha del cambio
en el horizonte de ideas impulsado por Chávez, Lula y
Kirchner, que consiguieron reinstalar en el imaginario social
latinoamericano el ideal bolivariano de una Patria Grande, de
una gran unión de naciones soberanas. Se granjea institucionalmente todo este impulso que se venía originando en esta
década ganada para toda la región. Unasur es una organización
internacional creada en 2008149 para impulsar la integración de
149El evento que abrió el camino definitivo a la constitución de la Unasur fue la creación de la Comunidad Suramericana de Naciones (CSN)
durante la tercera Reunión de Presidentes de América del Sur, el 8 de
diciembre de 2004 en Cuzco, Perú. La CSN nació para unir dos grandes
fuerzas regionales: el grupo de naciones miembros del Mercado Común
del Sur, Mercosur, y el bloque oeste conformado por la Comunidad Andina, CAN. Durante dos reuniones de la CSN efectuadas en 2005 en Brasilia y Cochabamba, los líderes de los países miembros establecieron el
226
CAPÍTULO II
los países miembros en materia energética, educativa, de salud,
ambiental, de infraestructura, seguridad y democracia. En materia
económica, Unasur se propone “eliminar la desigualdad socioeconómica, lograr la inclusión social y la participación ciudadana,
fortalecer la democracia y reducir las asimetrías en el marco del
fortalecimiento de la soberanía e independencia de los Estados”150.
Unasur se postula como un polo activo en la transición sistémica
geopolítica, como nuevo espacio propio suramericano independiente y emancipado del Norte. Era necesario, más que nunca, que
América del Sur tuviera un órgano conjunto de toma de decisiones,
de convergencia política, de planificación estratégica; que participara como región, sin complejos, en el mundo del siglo xxi.
Chávez, Kirchner y Lula fueron sin duda los principales impulsores de este ambicioso proyecto, en el que posteriormente han
tenido una importante participación Correa, Evo Morales y últimamente Maduro. Es un proyecto de largo plazo que tampoco se
constituye en un día; nació con gran legitimidad, cristalizando
nstitucionalmente el cambio de época en la región. Sin ser una
institución de contenido meramente económico, Unasur cuenta con
un Consejo Suramericano de Economía y Finanzas que trata, desde
su nacimiento, aspectos económicos de vital importancia. Conviene
rescatar el encuentro de este Consejo que tuvo lugar en Buenos
Aires en noviembre del 2011, en él se fijaron objetivos económicos
que ilustran el influjo bolivariano en materia económica, en contraposición a las ideas del viejo Consenso de Washington. Destacan
algunos puntos, tales como: a) sustituir importaciones extrarregionales por productos elaborados en nuestros países, b) realizar
intercambios comerciales en la región sin necesidad de pagar en
dólares, c) constituir un fondo de reservas propio suramericano
plan estratégico y líneas de acción para la concreción de una agenda
común de oportunidades y desafíos. No obstante, fue la primera Cumbre
Energética Suramericana, que tuvo lugar en abril de 2007 en la Isla de
Margarita, Venezuela, el encuentro que fijó prioridades y la CSN cambió
su nombre por el de Unasur.
150Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones Suramericanas: 2008.
227
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
para evitar cualquier potencial desestabilización externa, d) identificar la potencialidad y el encadenamiento productivo regionales,
y e) instar a la creación de un árbitro regional en el seno de Unasur,
para ir abandonando progresivamente el poderío que tiene el Ciadi
(dependiente del Banco Mundial) como juez y parte para dirimir
conflictos en materia de inversión extranjera entre empresas
privadas y Estados soberanos de la región suramericana.
Todavía Unasur, que ha tenido fuerte protagonismo frente
a algunas crisis en la región e intentos de golpes de Estado, tiene
muchos deberes por delante para no convertirse a futuro en una
institución más y lograr afianzar un rol estratégico. Es positivo que
Unasur sea un espacio de divergencias donde estén todos los países
de esta emergida región en el plano económico mundial, pero este
hecho no puede ser a costa de una merma potencial de dirección,
de liderazgo y de, lo que es aún peor, una pérdida de una política
regional capaz de defender a ultranza el cambio de época a favor de
una democracia más real, de la dignidad de las condiciones sociales
en las que viven las mayorías y de una inserción soberana e inteligente en el mundo. En la actualidad conviven en Unasur al menos
dos formas de entender el proceso de integración: la Alianza Pacífico, que aboga por una lógica neoliberal en el comercio, en lo financiero, en lo social; y al otro lado está Mercosur (con mucho del ALBA
ahí adentro), que defiende una integración más postneoliberal –y
en algunos casos postcapitalista– si nos centramos particularmente
en Venezuela y Bolivia, y también Ecuador (aunque esto dependerá
de cuáles sean los caminos de este país en sus acuerdos comerciales
con la Unión Europea). Esta concomitancia no será plácida, porque
si lo fuese sería en detrimento de los logros de la década ganada.
En otras palabras, si la Alianza del Pacífico logra finalmente
suavizar el rol y las funciones de Unasur en la región y en el mundo,
habrá que estar preocupados por si se viene otra larga noche de
agresión del capitalismo neoliberal. Por todo esto, es fundamental
considerar la raíz de Unasur, la Unasur de Chávez, también de
Correa, de Evo, de Lula y Dilma, de Mujica, de los Kirchner; esto
es, una Unasur de mayor protagonismo en los casos donde existan
228
CAPÍTULO II
flagrantes atentados contra la democracia en algún país de la región
y, a la vez, de un papel más proactivo para seguir avanzando en los
retos pendientes en materia social, política y económica. Se fijaron
estrategias que han de seguir en marcha para que el cambio de
época en la región sea absolutamente irreversible, al mismo tiempo
que se siga en la senda de la época ganada.
Por último, otra iniciativa que emana de estos vientos de cambio
en América Latina es el Banco del Sur. Esta propuesta surge con
el propósito de convertirse en un actor clave para la emancipación
financiera. El Banco del Sur es una institución dirigida a impulsar
la integración de los países latinoamericanos y la creación de
proyectos conjuntos para el desarrollo de los pueblos, con respeto
a la soberanía y con total independencia de las grandes potencias
económicas. Desde hacía algunos años la importancia de la creación de un banco regional para emanciparse del FMI y del BM era
un tema que gravitaba en los debates regionales. Finalmente, en
2007 Hugo Chávez y Néstor Kirchner acordaron la creación de una
institución bancaria regional cuyo principal objetivo sería romper
lazos crediticios con otras instituciones financieras. En Ecuador, en
mayo de ese mismo año, se reunieron los presidentes, acompañados
de ministros de Economía y Finanzas o de Hacienda, de Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay, Ecuador y Venezuela, para
acordar sobre el avance hacia el proyecto del Banco del Sur y sus
lineamientos generales. Así se constituyó este banco que aún tiene
la dificultad de compatibilizarse con bancos estatales que operan
fuera de la frontera, como es el caso del Banco de Desarrollo de
Brasil. Este punto también será tratado en el capítulo último, dedicado a la disputa en juego respecto a algunos ejes cruciales para la
continuidad irreversible del cambio de época en América Latina.
El Banco del Sur es aún muy pequeño en cuanto a su capacidad
financiera real, pero su constitución es una gran señal a favor de
una nueva banca de desarrollo para la integración de la región,
promotora del financiamiento de proyectos y programas que
impulsen el desarrollo de infraestructuras básicas, combatiente de
asimetrías y desigualdades en el desarrollo socioeconómico de la
229
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
región, y prevista para destinar recursos a inversiones productivas
que apunten a la integración de Suramérica. Es otro logro bolivariano de esta década ganada que, a la vez, deja más responsabilidad
hacia el futuro.
Para concluir este sinfín de acontecimientos, hitos, logros,
conquistas y avances de este proceso de integración logrado,
propios de un cambio de época regional, cabe hacer una mención
especial a la aparición de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Esta institución, también con fuerte
impronta bolivariana, es un organismo intergubernamental de
ámbito regional, heredero del Grupo de Río y de la Cumbre de
América Latina y del Caribe, que promueve la integración y desarrollo de los países latinoamericanos. La Celac fue creada el 23 de
febrero de 2010 en sesión de la Cumbre de la Unidad de América
Latina y el Caribe, en Playa del Carmen, México. Posteriormente,
en la Cumbre de Caracas, Venezuela, realizada los días 2 y 3 de
diciembre de 2011, quedó constituida definitivamente la nueva
institución regional. En ella se materializan los sueños de unidad,
justicia y soberanía de Simón Bolívar, José Martí, el Mariscal Sucre,
entre otros grandes próceres de la región.
La Celac también responde a los nuevos tiempos, a los nuevos
vientos después de una década ganada, de un cambio de época; es
un intento de dotar a la región latinoamericana de más latinoamericanía. Constituye un nuevo marco institucional propio que
consiguió sustituir a la Organización de Estados Americanos como
único espacio aglutinador de todos los países de América Latina. En
términos políticos, fue la prueba manifiesta de un cambio de piezas
en el contexto regional de su conformación: Cuba por Estados
Unidos. Por el momento, la Celac solo ha comenzado a caminar; es
imposible valorarla con suficiente retrospectiva histórica; aún tiene
casi todo por hacer. Sin embargo, una institución integrada por 33
países, que cubre una superficie territorial de más de 20,5 millones
de kilómetros cuadrados, con una población de 600 millones de
habitantes, que constituye la tercera economía del mundo con 6,06
billones de dólares de PIB conjunto, se confirma innegablemente
230
CAPÍTULO II
como determinante en el ámbito geopolítico para los próximos
años. Es otra demostración más de la importancia que Chávez ha
tenido para la reordenación geopolítica de América Latina y, por
consiguiente, para una nueva inserción en el mundo desde un polo
más unido y más propio para tener relaciones por sí solos con el
resto del mundo.
Definitivamente la Celac es otra pieza más del nuevo Consenso
Latinoamericano del siglo xxi, que sustituye al viejo paradigma
venido de afuera para decidir qué se puede efectuar adentro; es un
nuevo Consenso basado en el respeto de las diferencias existentes
en el propio seno de la región. La Celac es realmente el resultado
ampliado de eso que persigue el nuevo Consenso Bolivariano; es
un consenso donde caben los acuerdos de máximos, pero también
de mínimos. Al eje de países no neoliberales que gravitan en torno
al ALBA se sumó un Mercosur que nada tiene que ver con aquel de
la era neoliberal. Y si bien la Alianza del Pacífico nada tiene que ver
con el ALBA o Mercosur, todo suma para constituir un continente
emancipado con arquitectura institucional propia, con mecanismos
internos para resolver problemas sin tener que consultar afuera.
Este instrumento (así como la Unasur) es una nueva forma de
concebir la articulación virtuosa de esos divergentes espacios de
integración, con el único objetivo de acordar la configuración de una
América Latina como nuevo bloque geopolítico, reinsertada soberanamente en la actual transición hacia un mundo multipolar. Es
la Celac una institución con gran potencial para que se pudiera
discutir acerca de la necesidad de un centro de arbitraje regional
que no dependa del Norte, para que se vaya pensando en una
agencia de calificación de riesgo propia; para que se establezca
como el primer territorio libre de pobreza, pero también liberado
de fondos buitre; para que se puedan usar los fondos propios hacia
dentro sin necesidad de buscar intermediarios afuera; para que,
además, se pueda negociar económica y políticamente con otros
bloques de igual a igual. Después de la III Cumbre de la Celac –que
tuvo lugar a inicios del 2015–, se puede afirmar que se está algo más
alejado de la constante pretensión de incorporar a América Latina
231
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
al viejo redil atlántico, a través de un vínculo (desigual) trilateral
en el que Estados Unidos y Europa pudieran seguir a sus anchas,
escondiéndose en eso que llaman consenso, tal como se especifica
en el informe del Consejo Atlántico: El Vínculo Trilateral: Inspeccionando una Nueva Era para América Latina, Estados Unidos y
Europa151. Por el contrario, avanzar con esta Celac, con esta Unasur
y no con la OEA, es estar más cerca de las aspiraciones de tener una
región cada vez más independiente.
Capítulo 3. Los años en disputa: tensiones,
contradicciones y desafíos
151Transatlantic Task Force on Latin America. The Trilateral Bond: Mapping
a New Era for Latin America, the United States, and Europe, Washington,
DC: 2013.
232
Afirmar que América Latina está en disputa no es ningún
descubrimiento. Tampoco esto quiere decir que no haya habido
disputa en los años anteriores, en la década anterior. La disputa
es parte consustancial de la política y de la economía y, como tal,
está siempre presente. Es imposible sortear este hecho a pesar de
que así lo pretendan aquellos que son privilegiados en el actual
statu quo: no disputar sería una condición sine qua non para dejar
las cosas como están y, entonces, que unos pocos sigan siendo los
grandes benefactores de un metabolismo global del capitalismo,
que en su propia génesis tiene una estructura dotada de mecanismos de reparto desigual. Es por ello que la disputa se hace necesaria en tanto que permita confrontar y discutir el sentido hacia
delante del horizonte estratégico de cada proyecto.
Pero también la disputa permite marcar el campo para dirimir
las tensiones que surgen al calor de las diferentes dimensiones de
la coyuntura. No es baladí ni ha de ser pasada por alto esta última
cuestión: cada una de las tensiones, propias de múltiples contradicciones existentes en los procesos de cambio, acaba resolviéndose/
inclinándose hacia un lugar, hacia una determinada dirección que
no es neutral ni imparcial. Esa es la disputa a la que hace referencia
233
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
este último apartado: buscamos poner encima de la mesa el forcejeo
vigente en la región latinoamericana hacia delante, una vez que se
ha demostrado que las anteriores disputas fueron resueltas a favor
de la mayoría social en Venezuela, Bolivia, Ecuador, también en
Argentina y, en menor medida, en Brasil y Uruguay.
Se trata de presentar a la política y a la economía como un
espacio de disputa en movimiento, repleto de tensiones y contradicciones, de ofensivas y contraofensivas, de pugnas que aún no
tienen definido el signo ganador de la propuesta que acabará imponiéndose. Esto argumenta a favor de caracterizar a los próximos
años como una nueva década en disputa para América Latina;
después de las décadas perdidas neoliberales, llegó una época
que por ahora ha representado una década ganada. Desde ahora
en adelante se abre un período de disputa, de contienda política y
económica entre proyectos y propuestas diferentes, muchas veces
antagónicas entre sí.
Una vez expuestos en capítulos anteriores los rasgos de las
décadas perdidas y de la década ganada en América Latina, es
momento de presentar, desde un enfoque más prospectivo, cuáles
son –a nuestro entender– los ejes reales de la disputa en América
Latina; por un lado, al interior de la región, tanto en el propio bloque
de países progresistas como entre este y el otro grupo de países que
siguen apostando al neoliberalismo y, por otro lado, aquella que
surge en la relación de la región con el nuevo mundo en plena transición geopolítica y geoeconómica.
Después de haberse producido la década ganada en América
Latina, resulta preciso identificar y atender los nuevos desafíos
que se abren en adelante para que esta sea una época como tal y
no un mero ciclo de transformaciones que tiene fecha de caducidad, simplemente porque es una cuestión de una alternancia de
modelos que se turnan cada cierto período de tiempo. Una época es
aquella que marca significantes y símbolos, que obliga a un relato
y discurso propio, y que desplaza la centralidad política y económica hacia otro estadio desconocido; pero una época también
exige sostenibilidad e irreversibilidad de lo conseguido, de todo lo
234
CAPÍTULO III
logrado; que la vuelta atrás no sea una cuestión de espera, sino que
cualquier intento de regreso al pasado deba transitar por un largo
recorrido lleno de obstáculos y dificultades que la misma mayoría
social impone.
Sin embargo, el cambio de época inaugurada a inicios de siglo
xxi también exhorta a una espiral dinámica hacia delante, en
diálogo constante con las nuevas realidades que ya no son, afortunadamente, aquellas que se heredaron del neoliberalismo.
Ningún orden económico, ni el contexto interno ni externo, ni el
sujeto social mayoritario, ni sus demandas, nada de ello conforma
el mismo escenario que había que transformar cuando se iniciaba
la década ganada. Es este otro momento que poco tiene que ver
con aquello que había que combatir en forma inminente cuando se
recibieron países empobrecidos económica, política y socialmente.
Toda sociedad está en movimiento y más aún cuando acontecen
procesos revolucionarios a tanta velocidad, que han provocado
un sinfín de alteraciones en la composición socioeconómica, en
las nuevas estructuras, en el nuevo sentido común, en las nuevas
alianzas, y también en la nueva oposición que se reconfigura al son
de la nueva época, aunque ello no quiera decir que haya perdido
la esencia de las viejas derechas. Es preciso afrontar esta dialéctica procedente de la necesidad de buscar las nuevas respuestas
ante las nuevas preguntas que surgen como centralidad del nuevo
imaginario mayoritario. Eso que llaman pueblo no es ninguna fotografía estática, sino que es tan amorfo como dinámico.
Esta es la médula de la disputa: considerar que nada es igual a
lo de antes. En tanto más se haya avanzado en el proceso de cambio
(revolucionario en muchos casos), mayor será la necesidad de
reidentificar los nuevos objetivos en adelante; es decir, para identificar la disputa hacia delante es preciso abandonar el espíritu
lampedusiano (que todo cambie para que nada cambie). Cualquier
cambio exitoso exige, en consecuencia, continuar hacia delante
con la búsqueda de las nuevas demandas de las mayorías; las
viejas demandas satisfechas no pueden seguir siendo el núcleo del
proceso de cambio que requiere revisión continua. Es obligatorio
235
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
comprobar cuáles son los nuevos temas en discusión, en tensión,
en contradicción; y no porque haya habido errores (que seguramente también existen y son parte de cualquier proceso político y
económico), sino porque seguramente ha habido modificaciones
de los cimientos que requieren revisión, reclamando reacomodos o
incluso nuevas definiciones estructurales.
Dar la espalda a este tipo de controversia, a esta disputa que está
en juego, es lo mismo que decidir tirar la toalla creyendo que todo
está o que se puede seguir con el mismo eje cartesiano del pasado
para afrontar el presente. El acierto del pasado frente a la hegemonía neoliberal fue precisamente haber actualizado el análisis
que el orden dominante no quiso aceptar: fue Hugo Chávez quien
entendió que existía un país real, que nada tenía que ver con el país
oficial que venía expuesto por cualquier organismo internacional;
lo mismo hizo Evo Morales en Bolivia, o Rafael Correa en Ecuador,
o Nestor Kirchner en Argentina o Lula da Silva en Brasil. Todos
ellos supieron analizar acertadamente aquello que eran tensiones
y contradicciones en el seno de la hegemonía neoliberal, y descartaron precisamente esos discursos dominantes que seguían
anclados en el pasado, casi al inicio de los años perdidos, como si
el pueblo real, o la política y economía real, pudieran resistir obsoletos enunciados o realidades ya inexistentes.
Ahora se trata justamente de anticiparse y adelantarse, evitando
caer en la misma trampa en que cayó la vieja hegemonía neoliberal:
creyeron que todo era posible desde su condición dominante para
seguir construyendo artificialmente un sentido común, que había
dejado de ser el verdadero sentido común de la mayoría social. He
aquí la cuestión central para la viabilidad y la sostenibilidad de este
cambio de época. La irreversibilidad será más efectiva en tanto sea
posible encarar los próximos años en disputa, acertando en la identificación de las nuevas tensiones y contradicciones surgidas por
la propia dinámica del proceso acelerado de cambio, pero también
por el mundo de afuera, que ya no es el mismo ni geopolítica ni
geoeconómicamente, y tampoco en cuanto a las alianzas adentro
y por los propios vaivenes de la política interna, de la correlación
236
CAPÍTULO III
de fuerzas partidarias y no partidarias; por la nueva conformación
económica, los nuevos y viejos agentes; y por las nuevas demandas
sociales y económicas de la mayoría social, que ha visto mejorar
pero que sigue queriendo mejoras.
Son dimensiones de obligado abordaje a la hora de discutir con
rigor la disputa que se avecina en la región; no mirar hacia delante
seguramente hará más compleja la posibilidad de seguir avanzando (a favor de la mayoría social), en relación con lo complejo que
ya es ir a contracorriente en un mundo que todavía sigue siendo
hegemonizado por un capitalismo neoliberal. Es imprescindible
revisar ahora cuáles son esos nuevos puntos nodales y definitorios que condicionan el futuro horizonte del cambio de época que
puede presumir de haber derrotado al neoliberalismo, pero que
aún debe definir con más precisión qué es exactamente eso del
postneoliberalismo. Aunque también es preciso no perder de vista
que la derrota nunca es sine díe; el orden neoliberal sigue siendo
predominante en el mundo y goza de muchas fortalezas, historia y
lazos para poder seguir penetrando y resucitando en lugares donde
parece haber muerto. El metabolismo del capital todavía no ha sido
extinguido en sus múltiples formas de accionar en cada economía,
a pesar de que esta tome un rumbo diferente (sea Socialismo Bolivariano del Siglo xxi de Venezuela, el Socialismo Comunitario del
Vivir Bien de Bolivia, o el Socialismo del Buen Vivir en Ecuador).
Así lo expone Mészáros en su libro Más allá del capital.152
El metabolismo social del capital está arraigado desde hace
siglos y no resulta fácil expulsarlo de raíz, ni eliminarlo de las innumerables expresiones en las que se presenta en cada momento
de la vida de los ciudadanos. En otras palabras, el capital siempre
acaba adaptándose al nuevo marco de una propuesta alternativa
postcapitalista y postneoliberal, de tal forma que las posibilidades
de transformación continua son siempre más complicadas. Pero,
además, los logros alcanzados siempre están sujetos a ser revertidos
152István Mészáros. Más allá del capital. Hacia una teoría de la transición,
Vadell Hermanos, Caracas: 2001.
237
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
por una suerte de constante guerra económica procedente de la
propia estructura capitalista, inquilina y residente en las nuevas
condiciones de habitabilidad. Dicho de otro modo, la connivencia
de cualquier nuevo horizonte de época (poscapitalista o postneoliberal) con elementos constitutivos del capitalismo (neoliberal) en
su escala local o bajo el influjo global (hasta el momento imposible
de evitar) es un incentivo más para encarar cuanto antes las nuevas
contradicciones que surgen al calor de esta tensión dialéctica,
porque el riesgo real de volver atrás es omnipresente cuando hay
una fuerza que procura conseguirlo, impidiendo así que se prosiga
con el futuro de pendientes transformaciones democratizadoras
del poder económico.
Cualquier proceso de transformación de alta velocidad, como
los descriptos en el capítulo anterior, trae consigo innumerables
tensiones y contradicciones propias de la disputa entre el cambio
apresurado y la inercia conservadora (de conservar lo que se viene
logrando). Lo importante es no descarrilar en ningún momento,
que nada de lo logrado se pierda y que todo lo que reste por lograr
se pueda alcanzar. Se trata de diferenciar entre de dos planos
que son plenamente complementarios e interdependientes: uno,
de irreversibilidad relativa de todo lo que se ha logrado; y dos, de
reversibilidad de todo lo que resta aún por lograr. La clave, por
tanto, está en volver a mirar adelante, obligándose a traspasar una
especie de barrera del no retorno que solo se construye considerando y afrontando la disputa real y actual. Seguir enfrentando una
disputa pasada en vez de esta disputa presente y futura es un error
estratégico no subsanable en forma sencilla y que, además, sería
condicionar el cambio de época circunscribiéndolo exclusivamente
a unos años buenos pero pasajeros.
El libro de Álvaro García Linera, Las tensiones creativas de la
Revolución153, enfocado a la discusión del proceso de cambio en
Bolivia, inaugura un necesario debate acerca de las contradicciones
153Álvaro García Linera. Las tensiones creativas de la Revolución. Quinta
fase del Proceso de Cambio, Ediciones de la Vicepresidencia del Estado
Plurinacional de Bolivia, La Paz: 2011.
238
CAPÍTULO III
surgidas no exclusivamente entre bloques de poder antagónicos,
sino que también son importantes aquellas producidas al interior del bloque nacional-popular: las tensiones entre los propios
sectores que protagonizan el cambio, que disputan sentidos en
torno a cómo llevarlo adelante. La tesis sostiene esta fase como
la quinta de un proceso amplio que se ha venido produciendo en
Bolivia, en la que se originan contradicciones creativas con capacidad para ayudar a impulsar el curso de la propia revolución. Para
el vicepresidente boliviano, el centro de gravedad del debate en
Bolivia reside precisamente en las contradicciones, fundamentales
y secundarias; el foco se pone tanto en las contradicciones entre
nuevas propuestas de cambio y lo que resta (que no es poco) del
neoliberalismo, como en aquellas otras contradicciones emanadas
en el seno del propio pueblo, como las llamaba el presidente chino
Mao Tse Tung. Cualquier proceso de cambio que transita desde una
opción contrahegemónica hacia una propuesta política que acaba
siendo nueva hegemonía ha de afrontar inexorablemente todas
estas contradicciones, adentro del bloque, pero también afuera; las
unas y las otras no son divisibles como si fueran compartimentos
estancos. Son las unas y las otras las que conforman ese universo
dialéctico que está en disputa, lleno de tensiones, de contradicciones.
Quizás ahora es momento de revisar nuevamente, desde una
perspectiva regional, el debate que apropiadamente trajo el texto
de García Linera hace unos años, cuando todavía algunos procesos
no habían tenido el tiempo necesario para consolidar suficientemente el nuevo proyecto hegemónico. Es momento de aprovechar
la ventana que se quedó abierta después de esta discusión para que
se pueda actualizar la reformulación de cuáles son, al día de hoy,
esas nuevas tensiones; para indagar si aquellas que son válidas
para Bolivia también sirven para pensar otros países de la región
que viven procesos de cambio muy específicos; para preguntarse si
el cambiante contexto geoeconómico y geopolítico ha modificado la
lectura de esas contradicciones planteadas, etc. El ejercicio analítico, desde la teoría y la praxis política, requiere de un reajuste sin
239
América Latina en disputa
descanso para identificar y profundizar en esas contradicciones,
porque todo cambia vertiginosamente adentro y afuera.
El objetivo aquí no es redundar ni criticar los planteamientos
de García Linera sobre las tensiones secundarias, creativas de la
revolución existente en Bolivia154, sino todo lo contrario: tomar
como impulso este debate abierto para continuarlo, para llevarlo al
presente y, en la medida de lo posible, poder realizar algún tipo de
ejercicio prospectivo para los años venideros. El reto es aprovechar
esta controversia para actualizarla, para problematizarla al día de
hoy, para ponerla en perspectiva estratégica de cara a esta década
que ya está en disputa.
Además de las contradicciones propias de los procesos de
cambio, sean fundamentales o secundarias, hay que considerar
también los nuevos problemas que van surgiendo por errores
propios, por la misma erosión de tantos años de gestión, por la
pérdida paulatina de adrenalina y entusiasmo después de una
década ganada, por las nuevas demandas y nuevas preguntas que
requieren nuevas respuestas; pero también por los nuevos reacomodos de la economía global, las nuevas fórmulas de interdependencia que no son aquellas del siglo xx, los nuevos mecanismos
para derrocar gobiernos elegidos democráticamente, y las nuevas
maneras que tiene la oposición de reinventar candidaturas. Todo
este cúmulo de circunstancias y dimensiones conforma un nuevo
universo en disputa, a modo de magma en constante erupción que
ha de ser desgranado y expuesto controversialmente. Con este
interés, se exponen a continuación algunos ejes que constituyen el
centro estratégico de gravedad de la disputa en juego en América
Latina, con la única intención de seguir contribuyendo a un debate
sin cierre ni candados, siempre en movimiento. Son diez a modo de
154El texto de García Linera recoge cuatro contradicciones secundarias
para el caso boliviano: 1) relación entre Estado y movimientos sociales,
2) flexibilidad hegemónica frente a firmeza en el núcleo social, 3) intereses generales frente a intereses particulares y privados, y 4) socialismo
comunitario del Vivir Bien (A. García Linera. Op. cit.).
240
CAPÍTULO III
Alfredo Serrano Mancilla
síntesis, pero podrían ser muchos más; se presenta en las próximas
líneas esta suerte de decálogo en disputa en América Latina.
Entre lo irreversible y lo reversible
No son términos objetivos ni aislados; la irreversibilidad se
alcanzará a medida que prosigan los avances y viceversa. Es lo
uno sumado a lo otro, interconectados a modo de tándem estratégico indisoluble. Ambos términos se retroalimentan y se fortalecen
entre sí porque la irreversibilidad no es un concepto absoluto, sino
relativo a los tiempos, a los avances. Aquello que se deseaba que
fuera irreversible hace una década, puede que al transcurrir del
tiempo deba ser reajustado por el mismo proceso de cambio histórico; por ejemplo, a mayor avance en la democratización económica,
más sólidas serán las condiciones para garantizar la irreversibilidad, pero a la vez es probable que ese horizonte determine las
nuevas demandas en el futuro. Seguramente, las nuevas demandas
estarán en función de lo que se ha venido consiguiendo. La relación entre aquello que se desea como irreversible y todo lo que
está pendiente por revertir es dinámica e interdependiente; lo uno
depende de lo otro.
Aceptar que en algunos países de América Latina se vive un
cambio de época, y no un mero recambio electoral ni una renovación de élites políticas, implica considerar la cuestión de la irreversibilidad como una condición determinante. Para muchos autores,
la irreversibilidad es un término que ha de venir acompañado del
calificativo relativo, porque nada ha de ser asumido como irreversible si concebimos la democracia como expresión de un sistema
político que garantiza que cualquier cambio sea posible si así lo
decide la mayoría social. Sin embargo, el término de irreversibilidad no solo ha de estar sujeto a ese enfoque (más en la línea de
la democracia liberal), sino que podría ir más allá, superándolo. La
irreversibilidad también ha de significar que no haya marcha atrás
en la ampliación de la satisfacción de los derechos sociales, en la
democratización real, en garantizar la soberanía de un país. Son
241
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
metas alcanzadas que deben ser innegociables para sostener los
nuevos procesos inmersos en un cambio de época. Es esta la irreversibilidad a construir, aquella que no se limita a una discusión
acerca de quién ganará las elecciones, sino que por encima de ello
existe un pacto social y económico que tiene unos mínimos para
respetar, que no se pueden quebrantar.
Esto de la irreversibilidad muchas veces se puede observar
mejor en el sentido opuesto. ¿Construyó el neoliberalismo irreversibilidad de su proyecto a lo largo de su período hegemónico
en muchos países? Definitivamente sí, porque aun después de
haberse iniciado el cambio de época, todavía restan vestigios de
este orden político-económico-social-cultural que no han podido
ser quebrantados. El neoliberalismo ha permitido penetrar de tal
forma a nivel institucional, en el sentido común, en los cuerpos
orgánicos e ideológicos, que son todavía muchas las estructuras y
superestructuras que permanecen incólumes a pesar de los nuevos
tiempos, de la nueva época. He ahí un aspecto clave que explica por
qué una hegemonía no se deconstruye tan rápidamente. Su carácter
perenne se debe en gran medida a esta capacidad de haber construido un grado de irreversibilidad que va más allá de quién sea
el ganador de las elecciones; el neoliberalismo en América Latina
penetró hasta tal punto, que todavía hay disputas pendientes de
revertir aunque haya procesos de cambio que lleven ya más de una
década en el gobierno.
En este sentido se ha de hablar de irreversibilidad, pero ahora
desde otra perspectiva para garantizar la perdurabilidad de los
objetivos estratégicos de los procesos de cambio iniciados a partir
del siglo xxi. El Estado es, sin duda, un espacio fundamental para
disputar este desafío en adelante; el nuevo Estado, cada vez menos
aparente, más descorporativizado, es una esfera clave para seguir
forjando más irreversibilidad. Un Estado más integral, más vigoroso, que logra llevar a cabo políticas tributarias con capacidad
recaudatoria, respetando los principios de justicia social; que se
reapropia de los sectores estratégicos; que no se queda al margen
de las decisiones ni de la actividad económica del país; que se erige
242
CAPÍTULO III
como garante, sí o sí, caiga quien caiga, de los derechos sociales
de los ciudadanos; un Estado que redistribuye a través de su política social, que asegura el avance material de la independencia
política y económica de un país, y que permite una inserción más
soberana en el mundo; un Estado así es realmente una condición
sine qua non para fraguar mayor irreversibilidad. Transitar del
Estado aparente neoliberal a este otro Estado es la senda obligatoria para seguir evitando una vuelta atrás de forma trágica, pero
no solo se trata de un Estado más fuerte en cuanto a tamaño y
responsabilidad, sino que también ha de ser tarea obligatoria que
este Estado opere y actúe con eficiencia (aspecto que se verá en
un siguiente punto).
Además de este aspecto, cabe señalar otro que sí ha de ser tenido
en cuenta a la hora de discutir acerca de la irreversibilidad. Lo que
el Banco Mundial denomina ‘la nueva clase media’ es un hecho a
considerar; sin entrar aquí en el debate en torno al concepto de clase
media, es cierto que las clases populares han disfrutado de un salto
cualitativo y cuantitativo en lo social, en lo económico y también en
lo estrictamente político, en estos años ganados que ya no son ni por
asomo aquellos que iniciaron el siglo xxi. Se podría afirmar que el
bloque histórico del cambio de época es otro, renovado gracias a las
exitosas políticas económicas y sociales de los procesos que se han
llevado a cabo en Venezuela, Bolivia y Ecuador, y también en Argentina y Brasil. ¿Se ha ido fidelizando a estos nuevos sectores sociales
a medida que han venido sucediéndose los cambios económicos y
sociales? ¿Se tuvo y se tiene en cuenta que este cambio significativo en las condiciones de vida a la vez modifica las demandas, las
aspiraciones que presentan ahora rasgos novedosos? Es esta otra
cuestión central para seguir repensando la irreversibilidad de un
proyecto de mayorías que ahora constituyen otro sujeto social (otro
aspecto tratado más adelante).
La irreversibilidad tiene, además, otro componente en relación
con los factores y motivaciones que hacen seguir adhiriendo a las
causas fundamentales de este cambio de época. Son muchos los
que consideran que, debido a la no perseverancia de altas dosis de
243
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
entusiasmo político, las soluciones y respuestas han de descansar
más en las instituciones, en la normalidad, en la estabilidad. Siendo
cierta esta premisa, esto no puede minusvalorar la importancia
que posee la pasión, la efusividad y el componente emotivo en este
cambio de época, sea en Venezuela, Bolivia o Ecuador (y también
en Argentina). La nueva política en estos nuevos procesos no es
tal como la corriente institucionalista la describe. Por encima del
desiderátum de este paradigma teórico que todo lo resuelve vía
instituciones, estos procesos se fundaron desde otros principios,
entendiendo la política desde la confrontación, pacífica, pero no
exenta de pasiones y efusiones. Restar esta variable en la ecuación
política es ignorar una cuota primordial para entender cómo se han
venido conformando estos procesos.
Es verdad que esta característica no se mantiene intacta a
lo largo del tiempo, pero también es innegable que sin ella no se
puede explicar la política en este cambio de época. Sería imposible
explicar por qué sigue apoyando la mayoría social a la propuesta
chavista solo desde los buenos números sociales de esta década
ganada; lo mismo ocurre para Evo Morales o Correa o incluso para
el kirchnerismo. Hay resultados materiales, pero también hay una
épica y emotividad inmaterial que ha sumado mucho para lograr
lealtad y fidelidad en estos procesos de cambio. La irreversibilidad
también reside en este asunto y depende de cómo se aborde el
nuevo relato, las nuevas banderas, los nuevos estandartes y motivaciones; de cómo se afronte al nuevo enemigo histórico (ahora
revestido de siglo xxi). De todo eso también depende la sostenibilidad de cada proceso de cambio.
Las urgencias coyunturales y las exigencias estructurales
Otra imprescindible discusión es cómo se resuelve la vieja
tensión dialéctica entre aquello que exige una respuesta inminente
y todo objetivo de carácter estructural. El ahora economicus goza
de tanta prioridad como cualquier reto de cara al futuro; el hoy ha
de estar siempre presente como condición básica para pensar en el
244
CAPÍTULO III
mañana. El largo plazo existe cuando se resuelve el corto. El futuro
es válido si se construye sobre las soluciones del presente. Es algo
que muchas veces se ignora por parte de muchos economistas heterodoxos, que piensan que se puede construir los cambios estructurales sin atender a las urgencias coyunturales. Asumir esta tesis es
desconocer la realidad política como hábitat real en el que se deben
tomar las decisiones económicas.
Omitir los intentos de desestabilización por parte de los poderes
económicos hegemónicos a nivel mundial contra estos procesos de
cambio es no considerar una parte significativa de los retos que
se deben afrontar en cada momento histórico. A veces, cuando un
determinado gobierno diseña una planificación estratégica para
los próximos años, sea para un cambio de la matriz productiva o
para ganar en soberanía energética, estos retos han de convivir con
enormes presiones internas y externas que buscan obstaculizar
los procesos de cambio positivo para las mayorías. Están forzados
así a convivir, por ejemplo, con una devaluación forzada en el caso
argentino, cuando la Shell compró a fines del año 2013 más de un
millón de dólares a un tipo de cambio superior al fijado; o cuando
en la misma Argentina los exportadores de soja no liquidan sus
ventas en dólares para evitar que estos entren en el país, procurando provocar un mayor estrangulamiento interno en divisas; con
sentencias que van en detrimento de la soberanía, como en Argentina con el caso de la sentencia del juez neoyorquino Thomas Griesa
a favor de los fondos buitre, que obligaba al país a pagar cantidades
desorbitadas y que, de aceptar el fallo, hubieran implicado drásticas
consecuencias en términos de soberanía económica.
Lo mismo cuando se produce en Venezuela un período de
guarimbas impulsadas por la oposición, que han ocasionado graves
daños económicos y sociales; o también cuando contra Venezuela,
The Economist o cualquiera de las agencias internacionales de
calificación (Moodys viene siendo la más activa en este terreno)
procuran crear alarmismo para encarecer los bonos de deuda
pública; tampoco se puede pasar por alto la presión que ejerce la
Unión Europea sobre Ecuador, cuando amenaza con quitarles las
245
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
preferencias arancelarias SG Plus si no firma el acuerdo comercial
con el bloque europeo; o el empeño de Chevron en seguir en el Ciadi
exigiendo lo que la justicia ecuatoriana le deniega; o lo mismo en
Bolivia, que a pesar de que ahora se encuentra en un cierto período
de calma relativa tuvo que superar intentos de golpe de Estado o
desconocimiento del presidente Evo en buena parte del oriente
del país o, sin ir más lejos, al hecho intolerable de haberlo retenido
en Europa en su propio avión presidencial. Sería interminable la
lista de sucesos que ponen en jaque a cada proceso torpedeando
cualquier avance, lo que implica que pensar hacia adelante obligue
constantemente a resolver de la manera más efectiva e inmediata
cada una de estas zancadillas. Obviarlos es inventar una realidad
ideal que no existe.
Pero no son solo problemas venidos de afuera o con pretensiones desestabilizadoras, sino que muchas otras veces se trata de
problemas que apremian respuestas inaplazables. Cualquier error
de cálculo político –como fue, por ejemplo, el intento de eliminar una
parte reducida del subsidio al combustible en Bolivia, que provocó
una fuerte movilización en contra del gobierno en diciembre del
año 2010– puede alterar cualquier tipo de planificación estratégica
a largo plazo, si cae el gobierno en ese momento o si pierde apoyo
prolongadamente a partir de un detonante de este tipo. Algo similar
en Venezuela si no se resuelve a la mayor brevedad posible la cuestión de los precios o los problemas de abastecimiento de determinados bienes que, a pesar de tener fallas estructurales y también
explicaciones políticas, han de tener una respuesta rápida y satisfactoria para que no se genere una erosión electoral del gobierno.
En Argentina sucede lo mismo cada vez que el dólar ilegal paralelo sube su cotización, porque aún sigue siendo un referente más
importante de lo que sería ideal, lo cual exige actuar con celeridad
y eficacia para evitar que una amplia clase media se refugie en
el dólar, dándole la espalda al peso. En Ecuador, la pérdida de la
representativa alcaldía de la capital, Quito, ha hecho también mella
en un presidente Correa que hasta el momento estaba acostumbrado a ganar; al parecer este hecho ha surtido un cierto efecto en
246
CAPÍTULO III
su decisión de no querer someter (hasta el momento) a consulta
popular la posibilidad legítima de reformar la Constitución155 para
poder presentarse a las nuevas elecciones. Esto también podría
significar un contratiempo que ha de superarse sin pérdida de
capacidad para seguir avanzando en los temas que son verdaderamente claves en términos estratégicos. Son todos esos casos ejemplos válidos para también mostrar cómo desde adentro –desde lo
que podrían ser las propias contradicciones secundarias a las que
antes hacíamos mención– se abren necesidades nuevas e inesperadas situaciones adversas, que han de resolverse si se quiere
seguir avanzando en nuevos retos estratégicos.
Este aspecto representa también una disputa que no puede
ser descuidada, porque lo cotidiano ha de estar omnipresente para
seguir repensando cómo organizar económicamente la sociedad.
No hay ecuación económica que no deba tener primero en cuenta
cómo vive la gente en su día a día, y cómo se sortea cualquier meteorito que venga intencionadamente o no a alterar las condiciones
objetivas y subjetivas en el presente. Este imperativo no debe ser
negociable; requiere, por el contrario, siempre respuestas rápidas
e impostergables; es ahora, es ya, es algo totalmente urgente tener
soluciones inmediatas cuando se trata de garantizar condiciones
humanas dignas para vivir, sean estas afectadas por desaciertos,
por propios desequilibrios coyunturales, por restricciones externas
derivadas de un escenario macroeconómico global en crisis, o por
shocks inducidos para ocasionar dificultades al interior de cada uno
de los procesos.
Sea como fuere, es esencial buscar esa sintonía virtuosa entre
aquello que la gente exige cada día, mientras se siguen construyendo condiciones estructurales en el largo plazo para sostener
el buen presente sine díe. La paciencia del largoplacismo solo se
logra si esta se sustenta en la capacidad de remediar urgente y
155Está propuesto hasta el momento que sea enmienda constitucional vía
Asamblea legislativa, cuestión que si bien es legal, no estaría acorde con
el espíritu de la Revolución Ciudadana que siempre prefirió las urnas
para dirimir cualquier tipo de decisión estratégica.
247
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
exitosamente cualquier situación coyuntural adversa. Solo es
viable aquella planificación que comienza por subordinar las metas
temporales a la prioridad de garantizar en cada momento actual la
satisfacción de las necesidades humanas básicas del pueblo. En
otras palabras, la transformación estructural es válida siempre y
cuando las urgencias coyunturales sean exitosamente resueltas. De
lo contrario, la coyuntura acaba engullendo las buenas intenciones
del análisis prospectivo a favor de cualquier cambio estructural.
No obstante, esto no quiere decir que haya una dictadura del
ahora sin pensar hacia adelante. Se trata de conseguir un equilibrio virtuoso entre lo uno y lo otro, de tal manera que el día a día
tampoco fagocite el pensar la política mirando hacia un nuevo horizonte estratégico de época. No es, ni mucho menos, recomendable
ni acertado creer que solamente desde una buena respuesta a cada
incendio que se aparezca se puede construir un proyecto sostenible, diferente a lo que se ha heredado. Transformar el paradigma
estratégico exige verdaderamente disputar su sentido, su arquitectura, sus horizontes, su tránsito, y también sus respuestas a las
exigencias de coyuntura. Esto último es parte de, pero no puede
ser considerado como un todo que eclipse al resto de dimensiones
necesarias para diseñar el plano estratégico, motor del cambio
de época. De ahí viene la dificultad en esta disputa central hacia
el futuro: se trata de que lo coyuntural no desplace a la discusión
estratégica, pero tampoco que esta última reste importancia a cada
necesidad de la coyuntura.
CAPÍTULO III
democratización real de la economía será más positiva a medida
que se reduzca el despilfarro, los errores de gestión, la corrupción.
La eficiencia también debe ser un criterio central en la implementación de los nuevos modelos económicos que desean poner
punto y final al neoliberalismo en América Latina; solo así, con
una gestión eficiente de los nuevos Estados, se podrá disponer de
argumentos para refutar la vieja tesis de que lo público y estatal no
funcionan y, por tanto, es mejor dejarlo en manos del sector privado.
Este dogma, aplicado como excusa para implementar el modelo
privatizador de las décadas pérdidas, ha de ser rebatido a partir de
verdaderos logros en la nueva administración pública, en la gestión
de los servicios públicos y en cada una de las actividades en las que
intervenga el Estado.
Un ejemplo de esta línea en disputa es la que el mismo presidente Chávez abre con la Misión Eficiencia o Nada en octubre del
2012, reconociendo en plena campaña electoral que había “errores
muchos. Ineficiencia, por ejemplo, burocratismo, falta de seguimiento a los proyectos que se aprueban”156. Chávez entendía, de
hecho, que esta nueva Misión Eficiencia o Nada no era otra Misión
más, sino una:
… operación eficiencia o nada, eficiencia político administrativa,
económica, productiva y calidad revolucionaria (...) muchas veces
la culpa es de nosotros mismos, de este nivel de gobierno, por falta
de planificación, de previsión, de tener la visión estratégica. Yo
siempre lo he dicho, yo lo he repetido no sé cuántas veces compa-
La gestión estatal y la eficiencia como nuevo tempo
de la política
ñeros, hace poco lo dije, si nosotros inauguramos una fábrica puede
ser de la mejor tecnología del mundo y la dejamos como una isla en
el mar del capitalismo, esa fábrica va a fracasar, se la traga el mar
Tal como se había comentado previamente, la gestión es otra
cuestión fundamental si se pretende avanzar en la construcción de condiciones de irreversibilidad de este cambio de época.
Estos nuevos procesos de cambio que levantan la bandera de la
justicia social han de considerar que esta será mayor a medida
que las políticas públicas sean más efectivas. En otras palabras, la
248
156En entrevista con Rangel el 30 de septiembre de 2012, días antes de las
elecciones del 7 de octubre (José Vicente Rangel, De Yare a Miraflores, el
mismo subversivo. Entrevistas al comandante Hugo Chávez, 1992-2012,
(3.ª ed.), Ediciones Correo del Orinoco, Caracas: 2013).
249
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
capitalista, el monstruo, una especie de hidra de mil cabezas es el
capitalismo.157
La justicia social ha de ser compatible con la eficiencia socialista o
con otro tipo de eficiencia no neoliberal que emerja de los nuevos objetivos en cada uno de los pactos sociales que explican este cambio de
época latinoamericano. Ambos objetivos han de ser parte indisoluble
de los objetivos estratégicos en el nuevo horizonte; es preciso dotar a
los procesos políticos de mayor énfasis en la eficiencia como criterio
en la nueva época, como nuevo tempo de la política. Sin eficiencia
el impacto de acertadas políticas económicas es menor al deseado,
a aquel que podría lograrse; sin eficiencia la justicia tarda más en
implementarse y los impactos de la política redistributiva se reducen.
Se trata de tener mayor eficiencia para mejores resultados sociales.
El notable rol del Estado en los nuevos proyectos en América Latina
requiere justamente un desempeño con eficacia y eficiencia, porque lo
contrario sería invitar nuevamente a la crítica neoliberal en contra del
sector público. Se abre en adelante el reto estratégico de consolidar una
nueva agenda de transformaciones del Estado, en busca de una eficaz
dotación de institucionalidad revolucionaria, acorde a la nueva arquitectura económica que se pretenda alcanzar.
No obstante, parte de esta disputa también recae sobre la significación del sentido de esta mejora de la eficiencia. Ganar en hacer bien
las cosas no puede ralentizar el proceso de transformación del Estado.
Aquí surge el dilema entre mejorar la eficiencia de lo que ya está, lo
heredado o, por el contrario, mejorar la eficiencia mientras se transforma. Esto último es el gran reto porque si no se plantea la mejor
gestión desde esta perspectiva, podría caerse en la trampa de mejorar
exclusivamente el diseño de un Estado pensado para otros fines no
propios de este cambio de época. Es este un punto central en la nueva
157Así se expresó en el Consejo de Ministros del 5 de noviembre de 2012,
después de ganar las elecciones presidenciales (Hugo Chávez, c.p. Debate Socialista. “Chávez: les prometo un sacudón” [entrada del portal Rebelión o Muerte], recuperado 11 de noviembre de 2012, en: http://www.
revolucionomuerte.org/index.php/discursos/discursos-comandantehugo-chavez/14-chavez-les-prometo-un-sacudon)
250
CAPÍTULO III
disputa: tensionar gestión mientras se cambia, a la par, con una planificación intertemporal acertada.
Son infinitos los ejemplos que se pueden citar para explicar esta
contradicción definitoria de la construcción de la nueva época. Si un
modelo de administración tributaria mejora su eficiencia en la gestión
y recaudación impositiva, esto podría ser idóneo siempre y cuando se
haya transformado la estructura impositiva para hacerla acorde a los
nuevos criterios de justicia social. En caso de no haberse hecho esto
y seguir bajo la vieja matriz tributaria, entonces se podrá mejorar la
eficiencia recaudatoria, pero se estarían infringiendo criterios de la
nueva época. Lo mismo sucede, por ejemplo, con el sistema educativo: si no se cambia el paradigma educativo, dotándole de más entidad
emancipatoria y diferenciándolo de aquel sistema heredado en el que
la calidad se mide con criterios absolutamente afines a otro modelo,
entonces se puede mejorar en la eficiencia con mayor presupuesto y
mejor gestión, pero no se habrá logrado contribuir a los nuevos objetivos estratégicos en este cambio de época. El reto es transformar con
eficiencia, pero no exclusivamente mejorar la eficiencia de lo que ya
existe como herencia neoliberal.
Además, la eficiencia no puede asimilarse al discurso neoliberal
que confunde tal cuestión con el pragmatismo o cualquier otra medida
que vaya encaminada a reducir el Estado, a recortar inversión social.
Por el contrario, el desafío estratégico en esta disputa que se avecina
es resignificar la eficiencia como criterio de una política pública en el
marco de nuevos proyectos de transición, que buscan alejarse cada vez
más del capitalismo neoliberal. Por lo tanto, no se trata de la eficiencia
que se usa en el sector empresarial privado, en el que impera como
único objetivo la máxima rentabilidad económica (crematística)
–lograda, entre otras razones, a costa de reducir costos como la retribución a la fuerza de trabajo–, sino que la nueva eficiencia y/o eficacia
han de redefinirse según el nuevo sentido común de época, estando al
servicio de los objetivos estratégicos, nacionales e históricos.
Se debe evitar caer en opciones dadas, venidas de afuera, implementadas por control remoto e importadas como si se tratara de
cualquier mercancía que se puede comprar en un supermercado.
251
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
Habrá que rehacer este debate para buscar criterios acordes al
nuevo tiempo, a la nueva época, y dejar de usar ciertos indicadores
característicos de la época neoliberal, que ha venido mercantilizando aspectos sociales que ahora son garantizados innegociablemente. Así que será tarea para el futuro cercano la definición de
nuevos indicadores postneoliberales, de gestión pública, diseñados
ad hoc por otros protagonistas y otros actores en esta época ganada.
De esta forma, los logros solo podrán ser irreversibles en tanto que
se proceda a una acertada planificación y ejecución de políticas
públicas, como reto ineludible en la construcción del nuevo Estado,
bajo criterios estrictos de eficiencia acordes a los nuevos horizontes
(Socialismo Bolivariano del siglo xxi en Venezuela, el Socialismo
Comunitario del Vivir Bien en Bolivia, o el Socialismo del Buen
Vivir en Ecuador).
La disputa por la nueva renta en destino: el papel del
rentismo importador
Desde hace décadas se analizan las relaciones de dependencia de la periferia con los países centrales. En América
Latina, en los años sesenta y setenta cobró una gran importancia
la escuela estructuralista de la Cepal –encabezada por autores
como Raúl Prebisch, Celso Furtado, Fernando Cardoso y Osvaldo
Sunkel, entre otros–, que propugnó la denominada teoría de la
dependencia, centrada en el análisis de las relaciones de dependencia que existen entre las economías enriquecidas del Norte y
aquellas más empobrecidas que residen en el Sur. Esta corriente
teórica defendió –y todavía defiende– que la producción y riqueza
de algunos países está condicionada por el desarrollo de otros, y
frente a ello surge la necesidad de cambiar la matriz productiva con
el objetivo de reducir dicha dependencia mediante un proceso de
alcance nacional de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). El objetivo fundamental de este tipo de política es
alterar el patrón de intercambio desigual de algunos países con el
mundo: por un lado, dejar de importar tanto valor agregado y, por
252
CAPÍTULO III
otro lado, llegar a abandonar el patrón primario exportador precisamente exportando nuevos bienes más industrializados (con valor
agregado). Este es uno de los temas más recurrentes en los últimos
años: la importancia de salir del patrón primario exportador para
insertarse de otra forma en el sistema-mundo.
Pero esta no fue la única escuela que cuestionó el desarrollismo hegemónico traído del Norte (la teoría modernizadora del
crecimiento económico, de Rostow). La visión neomarxista, con
autores como Paul Baran, Gunder Frank y Samir Amin, también
tomó cierto protagonismo en este debate. La diferencia fundamental de este enfoque respecto al anterior es que no concibe posibilidad real dentro del capitalismo para que la periferia llegue a ser
desarrollada; es decir, este enfoque considera que el cambio de la
matriz productiva ha de venir obligatoriamente acompañado por
el cambio de las relaciones sociales y económicas de producción,
modificando así también al sujeto productivo y su modo de producir.
Este viejo debate es traído hasta el presente, en la mayoría de las
ocasiones, como si nada hubiera cambiado en estos nuevos tiempos
del siglo xxi; como si la hegemonía neoliberal no hubiese impuesto
a los países nuevas formas de relacionarse económicamente. Sería
un error creer que la discusión de cómo combatir a la dependencia
exportadora de materias primas sin valor agregado se debe copiarpegar sin importar cómo ha cambiado el escenario geoeconómico y
geopolítico (con sus nuevas alianzas y con un mundo cada vez más
multipolar como telón de fondo), cómo se alteraron las maneras de
producir en el mundo, cómo se ha implementado un orden económico mundial financiarizado, que relega a la economía real a un
segundo plano, etc.
Tampoco se podría trasladar el viejo debate a la actualidad sin
considerar que los propios procesos de cambio de época en América
Latina también han atravesado ya por una primera etapa en la que
disputaron con éxito y ahínco la renta de los recursos naturales en
origen, esto es, se reapropiaron con soberanía, en gran medida, de
este sector estratégico y de su renta generada (por ejemplo, Pdvsa
en Venezuela, YPFB en Bolivia, Petroecuador en Ecuador, y en
253
América Latina en disputa
menor pero relevante porcentaje Argentina con YPF). Son, en definitiva, dos grandes aspectos que no pueden pasar inadvertidos, si
queremos realmente afrontar el reto de acabar con la dependencia
en el siglo xxi: en primer lugar, lo que ya se ha avanzado en cada uno
de los procesos de cambio en América Latina (considerando la fase
en la que se encuentran para determinar cuál es el siguiente salto
adelante) y, en segundo lugar, la nueva economía mundial bajo la
hegemonía neoliberal.
En relación con lo primero, es preciso recordar que el cambio
de época en América Latina se comenzó a sustentar, entre otros
factores, gracias a la disputa ganada en relación con la renta petrolera en Venezuela y Ecuador, o renta del gas o renta del litio en el
caso boliviano. Cada presidente entendió rápidamente que esta
disputa se trataba del caballo de batalla de la política y de la propia
política económica. La política económica en torno a estos recursos
naturales había sido, de una u otra forma, favorable para el capital
extranjero; la soberanía se fugaba a través de la renta petrolera, que
se iba en proporciones muy elevadas hacia afuera. Era, por tanto,
la reapropiación en origen de la renta de esos recursos naturales
la piedra angular sobre la que se tenía que edificar el nuevo orden
económico; este fue el primer paso de obligado cumplimiento
aunque costase sudor y lágrimas (en gran medida esto explica el
golpe contra Chávez en el 2002, y seguramente también tuvo que
ver en el intento de derrocar a Evo Morales o a Rafael Correa),
porque después de haberlo logrado esta nueva renta generada
reapropiada permitió llevar a cabo nuevas políticas sociales y
económicas a favor de la mayoría social.
Ha sido tal la magnitud del proceso de redistribución de esta
renta en origen (como se ha descrito en el capítulo anterior), tanto
en forma de políticas sociales como también mejorando el empleo
y el salario real, que ha originado una nueva demanda muy vigorosa que además de haber aumentado en volumen también lo ha
hecho distribuyéndose más entre la mayoría social. Realmente se
ha producido un proceso de amplia democratización del consumo;
dicho de forma simple: el proceso redistributivo de la renta
254
CAPÍTULO III
Alfredo Serrano Mancilla
petrolera en origen ha sido tan sustancial, que la nueva mayoría
social no solo demanda bienes básicos sino que puede consumir
otros bienes accesorios. Es este el motivo que ocasiona cierto
desfase estructural entre la pujante demanda interna y la insuficiente oferta. Fue mucho más veloz el proceso de reparto de la renta
de los recursos naturales en origen que el proceso de disponer de
una oferta productiva para las consecuencias de dicho reparto en el
consumo de la mayoría social.
¿Quién se ha venido aprovechando de este nuevo fenómeno
económico en estos procesos de cambio? Mészáros nos da una
respuesta concluyente: el “sistema del capital postcapitalista”158,
esto es, el capitalismo –nacional o transnacional– que se quedó a
residir en cada uno de estos países a pesar del viraje en el rumbo
económico, pero que a sabiendas de que tenía poca fuerza para
disputar victorioso la renta de los recursos naturales (petróleo y
gas) en origen, se dedicó entonces a enfocar la disputa en esa misma
renta pero ahora en destino, es decir, en las manos de los consumidores y en las manos del propio Estado que cada vez lleva adelante
políticas de compras públicas más importantes. En otras palabras,
el sector empresarial privado concentró toda su actividad económica en un sector importador –no productivo– dedicado a comprar
afuera y vender adentro para satisfacer la creciente y democratizada demanda del pueblo y del Estado (vía compras públicas).
Esto es lo que Samir Amin (1973) denominó burguesía importadora159: un nuevo sector empresarial nacional en conexión privilegiada con el capital transnacional que es, a su vez, el que provee
estos bienes, garantizándose así también su gran porción en el
reparto del nuevo pastel. Esta suerte de rentismo importador del
siglo xxi actúa como mecanismo especulador en contra de las posibilidades de una emergente y renovada economía real; además, este
fenómeno requiere un alto volumen de divisas que en su mayoría
158 I. Mészáros. Op. cit.
159Samir Amin. Le développement inégal, Essai sur les formations sociales du
capitalisme périphérique, Éditions de Minuit, París: 1973.
255
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
son ociosas porque no acaban en el ámbito productivo, provocando
así que se tenga una restricción externa cada vez más acuciante.
En definitiva, el rentismo importador del siglo xxi en América
Latina es aquella actividad económica no productiva, dedicada a
la compra-venta –comprar afuera y vender adentro– aprovechándose de una posición dominante de mercado, tanto a nivel internacional para importar como a nivel interno para ser el oferente
puertas adentro. Este rentismo importador del siglo xxi es una actividad meramente especulativa, ociosa en tanto que no se dedica
a producir, basada fundamentalmente en una actividad comercial y caracterizada por: 1) alto poder de mercado por disfrutar de
privilegios en la actividad importadora gracias a las alianzas con
las empresas transnacionales que le proveen, 2) ser formadora
de precios debido a su poder de mercado, 3) no ser generadora
de empleo porque se basan en actividades no productivas, puramente comerciales; 4) constituir un freno a los incentivos de la actividad productiva e industrial, 5) reapropiarse de una gran parte de
la nueva renta generada en el país (reapropiada en origen, pero
disputada en destino), 6) garantizar la reproducción del régimen
de acumulación concentrador de riqueza a favor de unos pocos, y
7) facilitar la sostenibilidad de un metabolismo social del capital
contrario a cualquier proceso de cambio democratizador de la
riqueza.
Este nuevo universo económico es resultado de la disputa en
torno a la renta de los recursos naturales en destino. Por ejemplo, la
renta petrolera en el caso venezolano ya no se fuga en el origen, sino
que se queda adentro y como tal es usada, en gran medida, para el
consumo interno y para políticas a favor del Estado de las Misiones.
Algo similar ha venido ocurriendo en Bolivia y en Ecuador. He
aquí la nueva gran disputa para los próximos años: cómo reapropiarse en destino de la nueva renta de los recursos naturales que
fue reapropiada en el origen. Aclarar que al decir reapropiarse en
destino no implica necesariamente nacionalizar o estatizar esa
nueva renta, sino que la disputa está en ver qué se puede hacer
para que esa renta en destino no acabe beneficiando a otro modelo
256
CAPÍTULO III
especulativo, no productivo, ocioso y, nuevamente, dependiente de
los países centrales. Lo que realmente significa esta nueva disputa
es reapropiarse de tal forma que la renta no se acabe fugando por
otros mecanismos, ni tampoco acabe concentrándose en muy pocas
manos, perpetuando un régimen de acumulación injusto y que, por
el contrario, esta renta sea la palanca para seguir consolidando otro
orden económico interno, con mayor generación de riqueza y mejor
distribuida.
La nueva renta generada y reapropiada en origen, distribuida
puertas adentro, debe ser también fuente de ahorro interno con el
objetivo de ser reinvertida en nuevas actividades productivas. En
conclusión, la nueva renta en destino ha de volver a lo que muchos
llaman el flujo circular de la renta en cada proceso, en cada país, y
esto solo ha de poder realizarse con nuevas políticas tributarias más
acordes a la nueva renta generada, con una nueva política financiera y con una política productiva integral (tema para un próximo
punto de las disputas presentadas). Si, por el contrario, esta hemorragia no se detiene, seguramente se acabará imponiendo ese
sistema del capital postcapitalista adentro de cada proceso de
cambio, lo cual podría provocar que siga prevaleciendo el metabolismo social del capital160 a pesar de los nuevos horizontes estratégicos planteados en el cambio de época, a lo que hay que añadir que
seguirá una dependencia hacia fuera, agravando en muchas situaciones la necesidad de divisas para importar (esto es, la restricción
externa).
El metabolismo social del capital está arraigado desde hace
siglos y goza de una hegemonía global favorable, que hace todavía
más difícil expulsarlo de raíz y eliminarlo de las innumerables
expresiones en las que se presenta en cada momento de la vida de
los ciudadanos. Ese rentismo importador se asemeja a un inquilino
capitalista no productivo que no se va tan fácilmente de una casa,
160El metabolismo social del capital es la forma orgánica que tiene el
capital para imponer su reproducción, esto es, el capitalismo goza de
mecanismos, engranajes, reglas y sistemas que permiten condicionar el
funcionamiento económico siempre desde sus propios intereses.
257
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
aunque el nuevo dueño le diga que ya no puede seguir viviendo y
actuando como antes. Es por ello que en esta nueva fase del cambio
de época, habiendo superado con éxito la anterior fase de reapropiación de la renta en origen, no hay tiempo que perder para buscar
las formas y mecanismos de reapropiarse de la nueva renta en
destino, en manos de la ciudadanía, directa o indirectamente, ya sea
esta destinada a consumo privado o consumo y compras públicas.
Afrontar este rentismo importador del siglo xxi es tan importante
como seguir pensando cómo salir del rentismo exportador (de
materias primas) del siglo pasado.
La disputa productiva como centralidad económica
El punto anterior está íntimamente relacionado con este otro
aspecto en la disputa actual para la continuidad del cambio de
época en América Latina. Se afirmaba previamente que existen
dos importantes aspectos que no pueden descuidarse a la hora de
afrontar el nuevo tempo económico y político: uno, es considerar
que los actuales procesos de cambio se encuentran al día de hoy en
una fase diferente a aquella que disputaba la renta originada por el
control de los recursos naturales; y dos, es tener en cuenta la nueva
economía mundial bajo la hegemonía neoliberal para afrontar el
gran reto productivo como centralidad estratégica para América
Latina.
No se descubre absolutamente nada nuevo en afirmar que la
gran tarea pendiente de este cambio de época es aún la revolución productiva, que permitiría resolver los desfases estructurales
económicos previamente explicados, para así construir verdaderas
barreras de irreversibilidad, aunque también para seguir adelante
con la ampliación sostenible de las mejoras en las condiciones
sociales-económicas para la mayoría social. Pero la disputa sobre
este asunto no ha de convertirse en una discusión maniquea acerca
de si es importante o no producir; esto ya es por todos conocido,
sin embargo, lo que todavía resta por profundizar es la discusión
acerca de cómo producir, con base en qué insumos, qué tipo de
258
CAPÍTULO III
bienes y servicios, bajo qué alianzas supranacionales, cómo planificar temporalmente dicha producción y con qué agentes económicos contar para este nuevo modelo productivo. Afrontar el reto
productivo no es algo tan simple; no se trata de reproducir el viejo
modelo ISI como si nada hubiera cambiado a nuestro alrededor.
Son muchos los aspectos claves a considerar en esta disputa
productiva. Lo primero y principal es precisar mejor a qué nos referimos si hablamos del cambio de la matriz productiva. ¿Es simplemente un nuevo modelo que produzca nuevos productos? ¿O es
también aquel modelo que, además de producir nuevos productos,
los debe realizar con nuevos productores y con nuevas formas de
producir? ¿El cambio de la matriz productiva ha de considerar
exclusivamente lo nacional/internacional como si fueran esferas
excluyentes, o debe tener en cuenta la nueva transición geoeconómica que ha modificado esa relación tan clásica? Son las preguntas
a responder si de verdad se plantea con rigor la cuestión productiva
en esta disputa en América Latina.
La transformación productiva en un sentido no neoliberal del
término significa introducir nuevos bienes producidos nacionalmente en la economía, pero también implica cambiar la forma de
producirlos e incluir la participación de nuevos agentes económicos en el modelo productivo alternativo. No solo hay que transformar los términos de intercambio hacia fuera, sino que estos
han de estar acompañados también por la transformación de los
términos de intercambio hacia adentro. No basta con producir
bienes diferentes, hay que hacerlo con un nuevo sujeto productivo que deje ser de ser exclusivamente el (gran) actor capitalista
y por fuera de las relaciones sociales del capitalismo. Si se cambia
la matriz productiva para elaborar nuevos bienes que reduzcan la
dependencia de las importaciones, pero se deja que sea un sector
empresarial privado nacional, concentrado en muy pocas manos, el
que asuma exclusivamente la tarea de erigirse como nuevo sujeto
productivo, entonces no habrá cambio en el régimen de acumulación ni tampoco en la reproducción del metabolismo social del
capitalismo. Una distribución primaria del ingreso más justa solo
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
se conseguirá si se logra reemplazar la matriz productiva, por otra
en la que también participen nuevos productores, sea con más
presencia del Estado y/o con la pequeña y mediana empresa.
Es así como, además de reducir la dependencia externa,
también se puede reducir la dependencia interna de otros sectores
económicos oligopólicos. En este caso, por ejemplo, en Venezuela
esto tiene una traducción inmediata: el poder comunal ha de tener
un rol protagónico como nuevo sujeto productivo socialista para
la próxima década en disputa, para que así se pueda realizar un
proceso pleno de democratización de la economía; como dice el
propio Plan de la Patria 2013-2019, que se pueda:
… propiciar la democratización de los medios de producción
tendientes al socialismo (...)
construir el nuevo tejido productivo del país en nuevas relaciones
sociales de producción, garantizando la transformación de los
insumos primarios de producción nacional (...)
garantizar la participación protagónica del pueblo organizado en
la formación y transformación del modelo económico productivo
desde las instancias de participación popular (...)
acelerar la promoción de la participación del pueblo en los sistemas
comunales de agregación (...)
instaurar la corresponsabilidad en la planificación comunal,
regional y territorial.
En Ecuador, este desafío se concreta en otra forma de abordar
la economía popular y solidaria para que sea algo más que una
economía marginal y limitada a ciertos sectores; es obligatorio
insertar a esta economía como parte central del nuevo modelo
productivo, aunque no sea una cuestión inmediata (se requiere
tiempo y políticas de planificación para que esto se vaya produciendo cada vez más integralmente). Además, la ciudad del conocimiento, Yachay, creada recientemente como forma real para
impulsar un verdadero cambio de la matriz productiva, basada en
la economía del conocimiento, con potencialidad para ir acabando
260
CAPÍTULO III
con la neodependencia, constituye una oportunidad ideal para dar
los pasos inteligentes en esta disputa, siempre y cuando siga siendo
el Estado quien asuma la rectoría y coordinación, no permitiendo
que sea un Silicon Valley al servicio del modelo tecnológico del
capitalismo mundial.
En este sentido también se está apostando por un nuevo código
social del conocimiento como una novedosa forma de gestionar del
conocimiento como bien común, desafiando al paradigma dominante (implementado desde afuera) de regímenes de propiedad
intelectual, que viene privatizando el conocimiento a favor de unos
pocos y en detrimento de la mayoría social. Ecuador defiende que la
gestión del conocimiento es más eficaz desde una concepción de lo
común, de lo público.
En Bolivia el interés por el cambio de la matriz productiva ha
tenido gran protagonismo en los últimos años y tiene una gran
ventaja en relación con el resto de países: su estructura productiva está mucho más democratizada. La estructura económica boliviana es mucho más abigarrada, muy diversa, con gran fuerza de las
lógicas comunitarias y familiares en el ámbito productivo, aunque
después se hayan impuesto en la comercialización y distribución
las reglas mercantiles capitalistas. Por ello, el desafío en cuanto al
objetivo del cambio de la matriz productiva es usar estratégicamente esta fortaleza para que el Socialismo Comunitario del Vivir
Bien también se apropie del nuevo patrón productivo.
Por otro lado, la disputa acerca del cambio de la matriz productiva también debe tener en cuenta que el siglo xxi impone, después
de décadas de hegemonía neoliberal, condiciones externas diferentes y adversas para pensar en el clásico modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI). Desde que
se conformó el nuevo orden dominante neoliberal, ningún país
produce ya de manera autárquica, sino que existe una fragmentación geográfica de la producción mundial, que tiene como agentes
rectores a las transnacionales. Por ello se puede hablar de la
importancia en la era neoliberal de las Cadenas Globales de Valor
(CGV) como concepto asociado a las transformaciones productivas
261
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
contemporáneas. Ahora la fábrica no está en un país, sino que
existen infinitas fábricas desagregadas para una o más fases de la
cadena de producción, repartidas por el mundo.
De manera similar a lo que sucede con la globalización neoliberal financiera, también el ámbito productivo es rehén de un
expansionismo sin fronteras para que la acumulación capitalista
pueda optimizar todo el territorio mundial. Como explicamos
en capítulos anteriores, se pasa de una mercancía made in USA a
una made in the world. Sin embargo, la vigente transición geoeconómica multipolar cuestiona ese orden neoliberal también en
materia productiva; los nuevos polos económicos regionales, con
sus alianzas, proporcionan nuevas facilidades para elegir formas
de producción alternativas a la decidida por el capital transnacional hasta el momento. América Latina es un continente ideal
para ello. ¿Por qué no transitar del made in USA, del made in China,
o del vigente made in the world, hacia un patrón productivo hecho en
Latinoamérica, pero con diferentes reglas del juego, con diferentes
relaciones sociales y económicas de producción más congruentes
con este cambio de época?
Considerando el nuevo escenario global, entonces se hace
necesario repensar cómo cambiar la matriz productiva evitando
reproducir viejos modelos fallidos del pasado, porque es imposible producir todo en cada país por muchas razones: una, porque
no se tiene la capacidad instalada para ello; dos, porque no se
posee el necesario saber hacer; tres, porque muchas veces acaba
siendo aparente aquel cambio de la matriz productiva basado en
un proceso de ensamblaje al interior del país (bajo componente
nacional) que importa la mayoría del valor agregado; y cuatro,
porque las economías pequeñas no cuentan con economías
de escalas crecientes para niveles productivos reducidos, pero
tampoco cuentan con mercados internos tan rentables para realizar
este tipo de apuesta. Es por ello que al reflexionar sobre la planificación de una nueva matriz productiva, es preciso considerar que
puede haber muchos escenarios en los que sea más conveniente
no producir el bien final y, por el contrario, optar por producir un
262
CAPÍTULO III
determinado insumo intermedio que se exporte para insertarlo en
algún eslabón productivo regional, saliendo así del patrón primario
exportador y obteniendo divisas extras que compensen otras
importaciones imprescindibles.
En definitiva, se trataría de pensar más en nueva formación latinoamericana del valor agregado en algunos sectores económicos
para este cambio de época, que exige una organización supranacional productiva; esto es, una especie de modelo ISI a nivel regional.
Es este debate y no otro el que puede dar respuestas estratégicas a
la cuestión de la inflación, que sigue siendo empleada como mecanismo para desestabilizar algunas economías que no se adhieren, a
rajatablas, a los mandatos de ciertos poderes hegemónicos internacionales. Si persiste una estructura productiva desequilibrada, en
discordancia con una pujante demanda, entonces se estaría permitiendo que los agentes privados importadores (con altos índices
de concentración empresarial) tengan oportunidad para hacer
efectiva una guerra económica a través de sus armas de destrucción masiva: inflación, desabastecimiento, dólares ociosos, etc. Esta
grieta ha de ser atendida con una verdadera revolución productiva
que considere las problemáticas anteriormente discutidas, y así se
podría buscar una manera de afrontar la subida de los precios, que
es indudablemente una tarea por resolver, por ejemplo, en economías como la venezolana y la argentina.
La inflación es otro aspecto central en la disputa actual en
América Latina. Para afrontar esta problemática no sirven credos
neoliberales ni dogmas propios de la economía neoclásica. La solución no está ni en la reducción de los salarios de los trabajadores ni
en la disminución de la inversión social, ni necesariamente en la
expansión monetaria. Este último punto es una controversia actual
para los think tanks económicos, que siguen explicando la inflación a partir de una simple ecuación matemática: a más expansión
monetaria, más subida de los precios. Esto no siempre es así; por
ejemplo, en el caso venezolano no se cumple la tesis que la misma
263
América Latina en disputa
CAPÍTULO III
Alfredo Serrano Mancilla
Cepal recientemente afirmó161: la inflación de los años 2013 y 2014
venía explicada por la política monetaria fuertemente expansiva. Este informe consideró que se produjo un aumento interanual medio de los agregados monetarios M1 y M2 del 66% y el
65%, respectivamente, muy superior a la inflación media interanual
(que fue del 40%); y que durante los primeros cuatro meses de 2014
la política monetaria siguió siendo marcadamente expansiva y
los agregados M1 y M2 presentaron en promedio aumentos interanuales del 76% y el 75%, en forma respectiva. La inflación media
interanual en el mismo período fue del 59%.
Sin embargo, el documento de la Cepal162 no revisó los datos de
unos años atrás en los que en la misma Venezuela, en el año 2005,
el incremento monetario interanual fue por encima del 100% y la
inflación anual fue del 14,4% (véase el trabajo de José Gregorio
Piña Torres en El mito de la maquinita163). Otro ejemplo que
contradice esta teoría es aquel que se observa en el documento La
falsabilidad del monetarismo, en el que citando a Zaiat se afirma
que en Argentina:
… en el lapso 2007-2013, con momento de expansión y contracción monetaria, los índices de precios se mantuvieron en niveles
altos estables, ya sea en el indicador oficial (10 por ciento) o en
los privados (20-25 por ciento). O sea, las tensiones inflacionarias
… el índice de precios al consumidor de los Estados Unidos no
sobrepasó el 10,3% de 2008 a 2012 mientras que la emisión monetaria fue de casi el 160% en el mismo período; en el Reino Unido
marcó 16,4% habiendo sido su emisión casi un 203%, para Brasil
la variación de precios resultó de 27,6% y habiéndose expandido
su emisión casi un 123% y China tuvo una variación de precios del
16,6% para un crecimiento de la emisión de poco más del 100%; en
el período ya señalado.165
En definitiva, la relación entre emisión monetaria e inflación no
es una relación vinculante y exclusiva, sino que la conformación de
los precios es un proceso complejo en el que intervienen muchos
factores de la economía real y de la realpolitik. Es preciso, por tanto,
asumir que la inflación es una ecuación de economía política, cuyas
causas residen en la estructura de la economía concentrada –en
muy pocas manos–, que detenta el suficiente poder de mercado
para fijar precios. La inflación es el resultado de una puja distributiva en la que pugnan el capital privado concentrado, que desea el
máximo beneficio posible, y un pueblo con capacidad adquisitiva.
Precisamente por esto se hace fundamental considerar la cuestión productiva, en el sentido más integral que sea posible, en esta
disputa inflacionaria, que es un lugar común en el manual para
poner en riesgo la irreversibilidad de este cambio de época.
fueron constantes independientemente del mayor o menor crecimiento de la base monetaria (emisión de dinero).164
Redistribuir no es lo mismo que distribuir
Además, se añade que en:
La ciencia económica dominante ha asumido como propio el
tópico de la economía de la desigualdad desde hace varias décadas.
Desde los años setenta, a partir de los artículos seminales de Sen
y Atkinson166, han proliferado los trabajos que profundizan en
el análisis de la desigualdad económica, pero la mayoría de ellos
161Comisión Económica para América Latina (Cepal). El panorama social de
América Latina. Santiago de Chile: 2014.
162Ibidem.
163José Gregorio Piña Torres. El mito de la maquinita, Centro de Estudios de
Economía Política, Universidad Bolivariana de Venezuela, Caracas: 2015.
164A. González. Op. cit.
264
165Ibidem.
166Anthony Atkinson, Poverty in Britain and the Reform of Social Security,
University Press, Cambridge: 1970a (Amartya Sen. On Economic
Inequality, Clarendon Press, Oxford: 1973).
265
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
han dedicado especial atención a las cuestiones metodológicas,
dando la espalda a otros asuntos conceptuales. Poco se ha investigado sobre otros aspectos que son determinantes para entender
de qué tipo de desigualdad estamos hablando. En este cambio de
época en América Latina se ha puesto especial énfasis en la lucha
contra la desigualdad, en acabar con las injusticias sociales. Este
ha sido, sin duda, un eje transversal en el proceso de cambio que
viene ocurriendo en Venezuela, Bolivia, Ecuador, y también en
Argentina, Brasil y Uruguay. Como ya se ha mostrado en el capítulo anterior, buena parte de la época ganada se sustenta en esta
mejora significativa en términos de justicia social, en la reducción
de la desigualdad, de la pobreza, de las necesidades básicas insatisfechas. Los logros están ahí y son incuestionables por cualquier
organismo internacional, llámese Cepal, BM, FMI, OIT o PNUD.
Sin embargo, en este punto, en este momento del ciclo ampliado
de transformaciones, y especialmente frente a esta disputa, es
ineludible dar otro paso adelante para seguir profundizando los
procesos de revolución en materia de justicia social. El verdadero
desafío estratégico, después de haber mejorado sustancialmente
en materia de políticas redistributivas que han contribuido a saldar
buena parte de la deuda social, siempre respetando los criterios de justicia, es centrarse también en las posibilidades reales
de comenzar a distribuir la matriz primaria del ingreso. Este es el
gran desafío estratégico para la próxima década en disputa: ver las
formas que existen para iniciar un proceso de democratización de
la economía desde los ingresos primarios, es decir, desde la propia
generación de la riqueza para ir modificando la acumulación originaria que se viene gestando en este cambio de época. Se trata de
repensar mejor la equidad desde el propio proceso de acumulación, sin que ello signifique que se abandonen las políticas redistributivas para seguir persiguiendo la justicia social, mientras sigue
vigente un modelo económico que genera riqueza concentradamente. El estudio de la democratización de los medios de producción es el primer prerrequisito para abordar más estructuralmente
los objetivos de justicia distributiva; por ello, en relación con la
266
CAPÍTULO III
importancia de las políticas para distribuir los medios de producción, cabe preguntarse en este punto sobre el sector financiero, la
composición estructural de los sectores tecnológicos, las reformas
agrarias como agenda pendiente, una nueva política del agua, los
sistemas de educación superior, etc.
Detrás de esta disputa también está la vieja pugna por el
reparto de la retribución entre capital y trabajo, a lo que hay que
añadir la consideración de la generación de rentas mixtas, que son
cada vez más importantes en los nuevos tiempos que corren. Este
eje ha de ser central en la nueva disputa en América Latina: las
políticas distributivas, entre estos factores, son tan o más importantes que cualquier política redistributiva a posteriori que se deba
realizar. Mantener un desbalance originario a favor de las rentas
del capital, sea capital industrial-productivo o el financiero, en
detrimento para la retribución salarial, es tener un punto de partida
complejo que obliga a mucho esfuerzo en las políticas redistributivas. En América Latina, Caputo167 asegura que la participación de
los salarios en el PIB pasó del 42,3% en 1970 al 34,2% en 2004. Esto
fue lo que ocasionó el neoliberalismo. Si solo nos centráramos en
la redistribución de la masa salarial, estaríamos dejando por fuera
un porcentaje muy grande del PIB que se quedaría a favor de un
modelo económico concentrador de riqueza. Así que es oportuno
acudir al coeficiente de Gini para observar cómo avanza el impacto
redistributivo de las políticas sociales, propias de este cambio de
época en América Latina, pero esto debe venir acompañado de una
mirada más amplia, capaz de observar qué sucede en las rentas del
capital, las rentas mixtas, etc.
La disputa gira también alrededor de cómo ha crecido en los
últimos años la retribución del capital, especialmente del capital
no productivo. El proceso de financiarización de la economía como
piedra angular del nuevo orden económico neoliberal ha de estar
167Orlando Caputo. (2010). “Crisis de la economía mundial: aumento de las
ganancias y disminución de salarios”, en: Marco A. Gandásegui, hijo, y
Dídimo Castillo Fernández, (coords.), Estados Unidos: la crisis sistémica
y las nuevas condiciones de legitimación, Siglo XXI, México: 2012.
267
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
presente en la disputa de estos próximos años en América Latina.
Es juez y parte en la nueva economía que se pretende construir en
el cambio de época. Atender a esta dimensión es elemental para
buscar los mecanismos y herramientas de política económica
para seguir avanzando en materia de justicia social. Puede existir
el mejor de los sistemas redistributivos, pero si está condicionado
por un patrón de acumulación con alto componente financiero que
distribuye injustamente la riqueza generada, entonces tenemos
doble falla estratégica: por un lado, la redistribución se hace más
ineficaz relativamente a medida que más desigual sea la distribución de partida y, por otro lado, la redistribución se hace cada vez
más obligada y, por tanto, se constituye como centralidad de la
política económica, renunciando relativamente a otros objetivos.
Dicho de otra forma: si no se altera la distribución de partida, se va
creando un círculo vicioso de tal forma que la injusta distribución
primaria hace que sea más necesaria la redistribución, y entonces
esto condena a la política económica a estar concentrada primordialmente en esta tarea, desatendiendo a otros retos y desafíos
estratégicos.
En definitiva, esta otra importante disputa se deriva de que la
redistribución es un proceso y no un fin en sí mismo. El fin estratégico de estos procesos de cambio en América Latina es precisamente ir construyendo un modelo económico que sea cada vez
más justo desde su raíz, desde las propias estructuras primarias de
reparto sin que ello implique restar eficacia ni capacidad de generar
riquezas (no entendida esta desde la teoría económica neoclásica).
En esta tarea juega un papel fundamental la política tributaria que,
además de tener el objetivo de redistribuir, ha de reformularse
pensando en función de los nuevos retos distributivos. De esta
forma, la eficacia de la política tributaria deberá medirse según
satisfaga los siguientes objetivos: 1) recaudar fondos públicos
para seguir financiando las políticas sociales y el resto de políticas
económicas (se podría hablar de seguir ganando soberanía tributaria frente a las restricciones externas), 2) seguir respetando los
principios de justicia social (progresividad e impacto redistributivo
268
CAPÍTULO III
positivo), y 3) contribuir activamente en la consolidación del nuevo
patrón económico, con una nueva matriz productiva, creador de
empleo, democratizar los poderes económicos, y coadyuvar a que se
vaya conformando una estructura primaria del ingreso más justa.
Este último aspecto es determinante para disputar el horizonte
estratégico de la economía en el cambio de época; se trata de sintonizar la nueva política tributaria con esta otra labor superadora del
viejo enfoque tributarista, asentado en la idea de que los impuestos
solo sirven para recaudar.
Recientemente, el trabajo de Piketty168 ha conseguido revitalizar el debate sobre la importancia que tienen las condiciones
iniciales de reparto a la hora de querer redistribuir; es momento
oportuno de aprovechar esta tesis para que enriquezca la discusión en torno a la disputa vigente en América Latina. El patrimonio acumulado, conservado de generación en generación, es un
factor condicionante de lo que se ha venido a llamar el mito de la
igualdad de oportunidades. Este lema es válido siempre y cuando
no haya una desigualdad acumulada, que sea la variable explicativa de lo que se pueda lograr a posteriori. Piketty, sin adentrarse
en las causas estructurales de ese reparto desigual, demuestra que
el capitalismo no ha logrado realmente una verdadera igualdad de
oportunidades, porque esta es incompatible con el contraste que
se observa entre el lento crecimiento de los ingresos de la mayoría
de la población y el espectacular ascenso de las rentas de las clases
altas.
Es más, añade en su libro que las sociedades occidentales
anteriores a la Primera Guerra Mundial efectivamente estaban
dominadas por una oligarquía cuya riqueza era heredada, y en el
presente se vuelve a repetir esa misma tendencia. De hecho, se
atreve a hablar de una suerte de capitalismo esencialmente patrimonial: donde el crecimiento, la competencia y el progreso técnico
no provocan espontáneamente la nivelación económica; donde el
reparto de la riqueza está basado, sobre todo, en relaciones políticas
168Thomas Piketty. Le capital au siècle XXI, Éditions du Seuil, París: 2013.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
de fuerza; y donde la herencia, soporte esencial del privilegio, no
está lejos de alcanzar en nuestro tiempo la importancia que tuvo
hace dos siglos. Replanteando esta discusión para con este otro eje
en disputa en América Latina, se hace imprescindible estudiar cómo
se transmiten las estructuras distributivas de generación a generación, cómo se puede romper esta inercia, qué políticas económicas
pueden afectar estos cimientos repartidores de riqueza.
Conciliar los cambios nacionales con las transformaciones
supranacionales
Uno de los mayores logros de esta década ganada en América
Latina es haber aprendido que no existe cambio interno sostenible
si no se producen cambios afuera. En este mundo tan interrelacionado no cabe la separación clásica entre cada país y el resto del
mundo, ni pretender abordar las relaciones económicas internacionales como si fuesen un plano separado. Desde la mundialización
de la economía, del siglo xvi en adelante, las relaciones económicas
entre países son plenamente interdependientes. Desde entonces,
cada Estado latinoamericano ha sido una pieza insertada en el
tablero económico mundial. El neoliberalismo, si cabe, afianzó y
consolidó aún más esta relación global bajo un patrón de acumulación capitalista reformulado (financiarización, cadenas globales de
valor en lo productivo, mayor control transnacional de la actividad
económica, etc.).
El cambio de época en América Latina se inicia sobre la base de
no descuidar este fenómeno; haber ignorado esta caracterización
global hubiese supuesto un intento fallido de transformación, fronteras adentro de cada país, porque esa transformación ha de venir
acompañada necesariamente de una disputa más allá de las fronteras nacionales. Solo desde una acertada estrategia supranacional
se pueden lograr en forma sostenible los avances democráticos
propios de cada revolución nacional. Si no se cuenta con alianzas
internacionales, es imposible que un proceso de transformación
nacional tenga éxito duradero en el tiempo. Son demasiados los
270
CAPÍTULO III
lazos que unen lo que sucede adentro con lo que pasa fronteras
afuera para que estos sean descuidados o minusvalorados.
Esta nueva concepción, influenciada por el pensamiento
económico y geopolítico de Hugo Chávez, es una suerte de cosmovisión bolivariana actualizada que considera que las dimensiones
nacional y supranacional son necesariamente complementarias.
La relación interior-exterior, nacional-supranacional, no se basa
en una dicotomía excluyente, sino todo lo contrario; esta tesis fue
determinante para disputar inicialmente el sentido común de
época frente a la hegemonía del neoliberalismo. No hay que olvidar
que con la llegada del neoliberalismo el proceso mundializador del
capitalismo aceleró su ritmo de construcción hegemónica en múltiples sentidos –económico, social, cultural, político–; el capitalismo
neoliberal construyó sólidamente, y en pocos años, una suerte de
telaraña económica –en ámbitos como el comercial, productivo,
financiero, tecnológico e institucional– en beneficio de las operaciones del capital transnacional a nivel mundial. El plan neoliberal
podía así parecer invencible: la disputa se daba entre el capital
transnacional con todo a su favor, frente a unos Estados-nación
presos y dependientes de ese mundo capitalista.
Buena parte del éxito de muchos procesos de cambio se debe
principalmente a considerar que frente a la alianza transnacional
del capital solo se podría resistir en primera instancia (y acabar
venciendo en una segunda fase) gracias a otra alianza grannacional. Esta dimensión supranacional constituye realmente una
nueva forma desde la cual afrontar la guerra de posiciones existente a nivel mundial en el siglo xxi. Se trata de buscar una disputa
más equilibrada, bloque a bloque, superando la anterior disputa
desigual propuesta por el neoliberalismo: un país contra un bloque
hegemónico, de la que siempre sale victorioso el capital. Frente a
ello, sin alianza de los pueblos, sin alianza de Estados-nación soberanos, es verdaderamente imposible combatir con pragmatismo el
desmesurado poder del capital transnacional. Es por ello que este
cambio de época se ha venido sustentando sobre una nueva articulación supranacional como condición sine qua non para proteger
271
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
cualquier proceso revolucionario nacional-popular en América
Latina.
Se ha venido forjando una suerte de Consenso Bolivariano
con la intención de sustituir definitivamente al Consenso de
Washington. Esta nueva estrategia ha sido eficaz, como se ha visto
en el capítulo anterior, avanzando a pasos agigantados en la construcción tanto de un nuevo sentido común de época en lo regional/
latinoamericano/bolivariano, como en los nuevos espacios de integración (ALBA, Unasur, Celac, un nuevo Mercosur). Esta nueva hoja
de ruta ha permitido también mejorar los patrones de intercambio
desigual que sufría la región con el poder capitalista mundial; se
han reducido las cadenas de dependencia, desplazando el protagonismo de instituciones del Norte mediante la creación de un nuevo
marco institucional-político desde el propio Sur latinoamericano,
creándose múltiples espacios de relacionamiento emancipados del
yugo del Norte; y se han diversificado las relaciones con otro Sur
sin tener que pasar por Washington, París, Fráncfort o Londres. De
ahí que el Consenso Bolivariano haya sido y siga siendo determinante para el cambio de época que vive América Latina, porque ha
logrado relegar en gran medida al Consenso de Washington como
núcleo común de las políticas económicas en los países de la región.
Sin embargo, una vez alcanzado este alto grado de consolidación regional, también resulta preciso considerar los nuevos
desafíos que surgen a partir de las contradicciones naturales, derivadas de la tensión dialéctica entre lo nacional y lo transnacional.
Esta es una realidad que no puede ignorarse: cada proceso tiene
sus propios objetivos estratégicos y urgencias coyunturales, y no
siempre estos son compatibles conciliadoramente con una política
regional común. De ahí que cada día sea más importante prestar
especial atención a este proceso de integración en marcha, que ha
de afrontar nuevos retos precisamente al calor de posibles pugnas
que se puedan dar entre países que, a pesar de haber iniciado un
proceso de cambio (para poner punto y final al neoliberalismo),
pueden tener posiciones antagónicas en determinados aspectos; o
simplemente puede que existan diferentes puntos en disenso por
272
CAPÍTULO III
un conflicto fronterizo (véase lo sucedido por el caso de la papelera
Botnia, en conflicto Uruguay-Argentina, o el conflicto por salida
al mar entre Bolivia-Chile), o por el fragor de una batalla electoral
(que condiciona tácticamente ciertos pronunciamientos a favor de
uno u otro).
A veces también ocurre que hay un exceso de mirada nacionalista, comprensible en tanto que son procesos que arrancan
desde esta tesis, pero que pueden conllevar a plantearse la misma
iniciativa en cada país, siendo más que contraproducente esta
opción; un ejemplo habitual es el anuncio de creación de empresa
nacional de medicamentos genéricos en países como Venezuela,
Bolivia, Ecuador o Argentina, cuando esto se trata de un esfuerzo
complejo que requiere mucha inversión y lo aconsejable sería usar
alianzas supranacionales para acometer este objetivo. Otras veces
los conflictos surgen de haber tomado caminos diferentes, lo cual
también es legítimo en cada proceso. Esto se ve, por ejemplo, cuando
se analiza cómo cada país ha decidido resolver los conflictos con la
inversión extranjera directa en caso de que los haya: algunos países
como Bolivia no permiten acudir a ninguna instancia fuera de sus
fronteras, aunque sea regional. En este caso, la acertada apuesta
por la creación de un árbitro regional, independiente del Ciadi, no
es fácil desde la perspectiva boliviana, aunque sí es de gran ayuda
para el resto de países porque es un salto en el largo camino de
la deseada y definitiva independencia. ¿Cómo diseñar esa nueva
instancia regional en armonía con todos los intereses nacionales?
He aquí un reto a considerar en el futuro inmediato.
A esto se puede sumar el rol que juegan actualmente las translatinas que operan en todo el continente latinoamericano, aunque
tengan su casa matriz en un determinado país; este nuevo fenómeno
también ha ocasionado otros conflictos inesperados derivados de
la propia dinámica de operaciones y actividades económicas. Pero
no son solamente las translatinas; también las transnacionales
originan dificultades porque pueden ser aliadas de algún país, pero
enemigas para otro. Es el caso de Chevron, enfrentada a Ecuador
(por no respetar una sentencia de la justicia ecuatoriana), pero
273
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
que opera en Argentina y en Venezuela como si nada. Así, podríamos
seguir citando numerosos casos que demuestran la existente confrontación de índole supranacional entre países amigos que comparten el
camino del cambio de no neoliberal; esto es algo natural si consideramos que se trata de procesos que izaron la bandera de lo nacionalpopular como forma de decir ‘basta ya’ frente a tanta pérdida de
soberanía de la época neoliberal. Es, por tanto, una cuestión a encarar
en estos próximos años, una dimensión que necesariamente está en
disputa y que, sin duda, constituye en buena medida lo que ha de ser
el nuevo centro de gravitación de los procesos de integración regional.
Después de todo lo avanzado, en este momento es turno de acelerarlos,
de dotarlos de más mecanismos reales para superar esta contradicción secundaria en el propio seno del bloque de los países que han
iniciado este proceso de cambio en el continente.
Ya se ha comentado antes que uno de los temas pendientes es
la discusión productiva supranacional, en lo regional, como cuota
esencial de la carta de navegación para afrontar la disputa en estos
próximos años. A ello hay que sumarle otros planos económicos
pendientes, en aras de disfrutar de un vigoroso cordón de seguridad en el ámbito regional que sea eficaz en caso de cualquier
shock externo, o frente a cualquier restricción externa (y a veces
también interna). Un mayor intercambio económico, no exclusivamente comercial, con complementariedad en la región es la única
manera de emanciparse –al menos parcialmente– de las relaciones
desiguales con el centro económico mundial. No puede haber integración plena y virtuosa, si no existe integración comercial, productiva, financiera, social, en infraestructura, tecnológica y energética
con base en la complementariedad. Esto constituye en la actualidad
uno de los principales desafíos para la siguiente década: un nuevo
impulso en la rearticulación supranacional en el seno del mismo
grupo de países que son actores en el cambio de época en América
Latina, que logre sintonizar armoniosamente con las políticas de
cada uno de los procesos nacionales, de tal forma que se consideren
las asimetrías existentes y los vaivenes de la vida política en cada
caso en particular.
274
CAPÍTULO III
En esta tarea, desde su inicio, la Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América (ALBA) tiene un papel fundamental,
tal como resaltábamos anteriormente. El ALBA ha recorrido
exitosamente muchas etapas, mientras en la región se producía
un reordenamiento político-social-económico en un escenario
mundial de transición geoeconómica. Muchas críticas derivan de
los aún pingües resultados cuantitativos en intercambio comercial.
Aspecto totalmente cierto que, sin embargo, ha de ser relativizado
en virtud de otras cuestiones que sí han supuesto un verdadero
impulso de cambio en la región, con efectos directos e indirectos en
muchos países y en otras instancias supranacionales. Por ejemplo,
a través del Sucre como moneda de compensación regional –que
además incorpora criterios de intercambio complementario–, el
ALBA adelantó un debate que ahora es de máxima actualidad: la
necesidad de desamericanizar las relaciones económicas a nivel
mundial.
Además, en el máximo apogeo del enfoque reduccionista de
lo comercial en el debate integracional, el ALBA planteó una integración multinivel que no fuera exclusivamente en ese plano del
comercio, sino que añadiera la cuestión financiera, social, cultural,
energética. En estos últimos años el ALBA también facilitó una
respuesta precisa frente al emergente poder de las transnacionales,
y muy especialmente las translatinas, a partir de una estrategia
deliberada de crear acuerdos entre grandes empresas estatales,
en forma de grannacionales. Estas nuevas alianzas públicas ya
han comenzado a labrar un camino para abordar sectores estratégicos (alimentación, infraestructura, ciencia y tecnología, energía,
finanzas), aunque todavía resta mucho por hacer. Lo productivo
había sido probablemente el eslabón más desatendido en este
proyecto integrador, hasta que hace pocos meses se ha comenzado
a poner especial énfasis en esta tarea.
No obstante, el ALBA tiene para los próximos años nuevos
retos en función de la nueva disputa vigente en América Latina. La
configuración geopolítica de los albores del ALBA no es la misma
que la actual; es preciso repensar cómo el ALBA se relaciona hacia
275
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
afuera con los actuales bloques que se vienen conformando en la
región (con Centroamérica, con Mercosur, qué papel ha de jugar
en Unasur o en la Celac). En este sentido, es necesario delinear una
hoja de ruta clara que permita establecer tiempos y prioridades, a
qué dedicar sus esfuerzos y a qué no, qué compartir con otros espacios y qué no, a qué sectores económicos atender y a cuáles no. Son
cuestiones para responder en los próximos años, para que el ALBA
no sea visto como un hermoso proyecto del pasado sin capacidad de
participar en la disputa por el futuro.
Pero esta disputa, la que tiene lugar adentro del propio bloque,
no es la única: existe otra disputa afuera, en la misma región en
la que participan otros países que todavía insisten con la idea de
más neoliberalismo. No sería justo afirmar que nada ha cambiado
en estos países desde que se iniciara esta suerte de Consenso Bolivariano que, si lo hacemos extensible a más países, bien se podría
denominar Consenso Latinoamericano del siglo xxi. La Celac
es realmente el resultado ampliado de ese consenso deseado por
Chávez desde inicios de este siglo. Es un consenso donde caben
los acuerdos de máximos pero también de mínimos; al eje de
países postneoliberales que gravitan en torno al ALBA se sumó
un Mercosur que nada tiene que ver con aquel de la era neoliberal.
Y si bien la Alianza del Pacífico nada tiene que ver con el ALBA o
Mercosur, todo suma para constituir un continente emancipado
con arquitectura institucional propia, con mecanismos internos
para resolver problemas sin tener que consultar afuera.
Es la Celac (y también la Unasur) una nueva forma de concebir
la articulación virtuosa de esos divergentes espacios de integración,
con el único objetivo de acordar la configuración de una América
Latina como nuevo bloque geopolítico, reinsertado soberanamente
en la actual transición hacia un mundo multipolar. Es la Celac
una institución con gran potencial para que se pueda discutir en
adelante acerca de la necesidad de un centro de arbitraje regional
que no dependa del Norte (como ya se ha iniciado en Unasur); para
que se vaya pensando en una agencia de calificación de riesgo
propia, que no acepte más el criterio de Moody´s, Standard & Poor y
276
CAPÍTULO III
Fitch; para que se establezca América Latina como el primer territorio libre de pobreza, pero también liberado de fondos buitre; para
que se puedan usar los fondos propios hacia dentro sin necesidad
de buscar intermediarios afuera; para que, además, se pueda negociar económica y políticamente con otros bloques de igual a igual.
Estos desafíos constituyen esa otra disputa, aquella que se
produce no en el grupo de países que han optado por una vía más
similar, sino que es otra disputa igual de primordial a la anterior
porque también existe una pugna en el continente entre propuestas
antagónicas. Ahí está ese otro campo de confrontación que por su
propia naturaleza política y económica jamás está en calma; de la
forma en que se resuelva esta tensión depende también la irreversibilidad de este cambio de época en América Latina. El objetivo
de afuera es una América Latina partida en dos; este es el deseo
de Estados Unidos y de otras potencias económicas. Una América
Latina desgajada en, al menos, dos grandes partes que deje de ser
el bloque monolítico que ha venido conformándose en el nuevo
mundo policéntrico.
Esta es la ambición también de buena parte de la oligarquía
financiera, del poder hegemónico mediático, del capital transnacional y de los magnos caciques nacionales. Una región dividida en
dos mitades, que disipe cualquier posibilidad de seguir mostrándole al planeta que se puede construir un nuevo mundo postneoliberal, en paz, sin guerras, con redistribución de los excedentes
económicos, con mejoras sociales inclusivas. Esta América Latina
bipolar –fracturada y enfrentada– es el ideal, en definitiva, de esa
minoría para que nada cambie a favor de las mayorías. El objetivo
desde afuera es, sin duda, poner en práctica la frase de impreciso
origen, pero muchas veces atribuida al dictador y emperador Julio
César: “Divide y vencerás”.
En este aspecto juega un papel concluyente la Alianza del Pacífico (AP), que sigue pretendiendo conformar una versión mini del
intento fallido del ALCA en América Latina. Esta reedición imperialista tomó buena nota del fracaso del pasado y desde su formación apuesta a otra forma de presentarse en esta pugna: por un lado,
277
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
la AP pretende mostrarse con una imagen más latinoamericanista,
aparentemente independizada –al menos en la escenografía– de
los países del Norte, pues Estados Unidos ya no es el país de antes,
tan favorablemente valorado por las mayorías populares en estos
países; por otro lado, la AP muestra en apariencia una predisposición diferente a entenderse con sus vecinos latinoamericanos
debido a que existe una elevada dependencia económica con estos.
El Pacífico sabe que no debe romper abruptamente con esta región
tan vigorosa económica y socialmente en el nuevo mundo multipolar en transición.
Se abre entonces una nueva fase en la que la región cuenta con
esta Alianza conformada por cuatro países, con economías grandes,
con otras formas de hacer las cosas, aunque tenga los viejos objetivos marcados por el patrón de acumulación neoliberal; pero cabe
preguntarse si esta AP es realmente tan inquebrantable y saludable como se empecinan en presentarla los medios de comunicación dominantes en el mundo. No todo lo que reluce es oro. Una
gran primera debilidad estructural de esta alianza es que se trata de
un bloque con un escaso comercio intrarregional que no alcanza ni
el 4% de sus exportaciones.
Otro punto flaco es que la AP se trata de un conjunto de países
que han ido estrechando su base económica como consecuencia
de sus Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos y la Unión
Europea; son economías sin verdaderas posibilidades de complementariedad productiva porque han ido dedicándose a una mega
especialización exportadora (de materias primas) marcada subordinadamente desde los países centrales. Todas ellas importan
aquello que no producen las otras; sus proveedores son siempre las
grandes transnacionales del Norte. La AP tiene, además, un serio
opositor interno derivado del enorme descontento social de su
pueblo después de haber sufrido el capitalismo por desposesión y
las políticas privatizadoras neoliberales. Las protestas de campesinos, estudiantes, profesores, médicos y funcionarios no deben ser
infravaloradas en los próximos tiempos, si la AP sigue por esta vía
de servidumbre al Norte.
278
CAPÍTULO III
Como se puede observar, la tensión está en todos los frentes,
adentro del bloque histórico (que ha iniciado este cambio de
época), en la pugna contra el otro bloque neoliberal (AP), también
en ese otro marco de convivencia regional que abarca a todos los
países con independencia de los colores ideológicos (Celac y
Unasur). Pero a ello cabe añadir otro actor determinante en esta
disputa: Mercosur. Este espacio no puede ser tratado como uno
más, por su tamaño y por los cambios que ha tenido en los últimos
años (la llegada de Venezuela, la próxima entrada de Bolivia), y muy
especialmente porque en su interior cuenta con un país que juega
adentro, pero que también juega fuera: Brasil (relacionado íntimamente con el siguiente subapartado, dedicado en parte a las contradicciones que representa una supuesta inserción bricsiana en el
mundo por encima de una inserción bolivariana).
Mercosur es un lugar clave en esta disputa regional, en esta
tensión dialéctica entre lo nacional y lo supracional, porque abre
muchas posibilidades, desafíos y también dificultades. En primer
lugar, este espacio geoeconómico está conformado por tres gigantes
y dos países pequeños (más otro que viene en camino, Bolivia), lo que
supone un marco complicado para buscar equilibrios frente a tantas
asimetrías, y más teniendo en cuenta que la alianza Argentina-Brasil
es más fuerte que el resto. El objetivo es, además, evitar una división
del trabajo/capital a lo europeo donde se concentre el valor añadido
en algunas economías menoscabando al resto; se trataría de sortear
una integración basada en una doble velocidad en la que se constituyen unos países periféricos dependientes del centro (o sea, Brasil).
En segundo lugar, otro desafío es construir una integración
superadora de la dimensión exclusivamente comercial, ocupándose así de relaciones económicas con contenido social y humano,
ecológico, productivo, financiero, monetario y tributario. Sería interesante explorar las posibilidades de comenzar a realizar transacciones comerciales en monedas sin pasar por el dólar; ver qué
posibilidades existen de conformar fondos comunes de reservas
que impidan ataques especulativos venidos de afuera; buscar cómo
plantear cuestiones de sistemas de información compartida en lo
279
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
tributario y en lo bancario; qué tipo de relaciones se debe tener con
el resto de bloques, fuera de América Latina y también adentro. Son
muchos los temas a seguir trabajando en el futuro inmediato para
que Mercosur siga alejándose de aquello que fue en la era neoliberal, para que en adelante sea cada vez más un pivote sobre el cual
moverse geoeconómica y geopolíticamente para que el cambio de
época siga avanzando.
La disputa geoeconómica mundial: inserción bricsiana frente
a la subordinación atlántica
La disputa no solo tiene lugar dentro de la región, sino que está
en absoluta relación con lo que ocurre en el mundo en plena transición geopolítica. Lo que pasa al interior de América Latina no puede
ser observado sin atender a los cambios constantes que suceden
afuera, en un mapamundi cada vez más interconectado como un
todo, pero a la par, cada vez más fragmentado en muchos polos que
han roto definitivamente la hegemonía unipolar de Estados Unidos
(ayudado de sus satélites: Unión Europea y Japón). Este siglo xxi
poco tiene que ver con aquel siglo que bien describiera Arrighi en
su libro El largo siglo xx.169
En los últimos años ha crecido significativamente la velocidad
del cambio del orden geopolítico mundial. Después de 2008 el
mundo económico financiarizado estalló por los aires; la burbuja
se pinchó. La economía capitalista financiera había gozado de
plena autonomía, con visado propio, para proceder como quisiera
y sin dar explicaciones ni siquiera a la economía capitalista real.
Pero la burbuja no se pinchó por arte de magia ni por cuestión
meteorológica; el estallido se debía a las propias reglas orgánicas
del mismo sistema capitalista que había favorecido la tremenda
expansión financiera170 en detrimento de la economía real. A las
169 G. Arrighi. Op. cit.
170Según las estimaciones del propio Banco Mundial, el sector financiero
global alcanzó un tamaño de 255,9 billones de dólares en 2011, esto es
3,7 veces el PIB mundial; si añadimos a esto el valor de los derivados
280
CAPÍTULO III
consecuencias de este modelo muchos les siguen llamando crisis,
porque así evitan explicar las causas estructurales del sistema
capitalista en modalidad neoliberal.
Es importante recalcar que en estas décadas de neoliberalismo
los países centrales, con Estados Unidos a la cabeza y seguidos por
la Unión Europea y Japón, abogaron por un modelo económico
desindustrializador, prefirieron que la producción se fragmentara
mundialmente bajo el control –del proceso, del valor agregado y de
la tasa de ganancia– del capital transnacional. El consumo interno
se venía sosteniendo en un alto porcentaje con un sistema financiero escasamente anclado en la economía real. El caso de Estados
Unidos es el más llamativo: un alto crecimiento del consumo con
endeudamiento externo –alto déficit comercial y alto déficit presupuestario–, sin ahorro interno. Por todo ello, afirmar que la crisis
económica mundial es una crisis financiera por culpa de las hipotecas subprime o hipotecas basura, es decir demasiado poco sobre
lo que pasó; por ello, considerar que la quiebra de Bear Stearns,
Fannie Mae, Freddie Mac y Lehman Brothers son las razones de la
crisis, es como decir que la casa se sostiene por el tejado sin considerar cuáles son los cimientos.
A partir de ese momento, realmente se han producido notables
cambios en el tablero mundial, en clave geoeconómica que necesariamente debe tenerse en cuenta para abordar la actual disputa
en América Latina. Si lo de afuera cambia, también cambian los
patrones de intercambio del conjunto de países constituyentes
de este cambio de época en América Latina. Ni Estados Unidos
(EE.UU.) ni la Unión Europea (UE) son los mismos después de
este punto de inflexión, ni sus salidas adelante toman los mismos
caminos. Y además, también hay que considerar cuál es la reacción
de la vieja hegemonía EE.UU.-UE frente a la emergencia (ya emergida) de otros bloques hegemónicos. Nada será como antes y esto sí
financieros y las operaciones extrabursátiles –que poseen para el mismo
año valores de 407 y 605 billones de dólares, respectivamente–, la relación entre economía financiera y economía real es de 18,1 veces a favor
de la primera.
281
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
tiene repercusión para América Latina y, muy especialmente, para
aquellos países que han optado por un papel proactivo en la disputa
global geopolítica; porque al mismo tiempo que se venía desvaneciendo la hegemonía de la alianza atlántica (EE.UU.-EU), se han
venido consolidando las economías de otros países con un rol clave
en el escenario internacional.
Estados Unidos no quiere perder esta disputa y, por ello, busca
cómo volver a ser quien era, aunque ahora tenga enfrente a una
China que dejó de ser un gigante asiático para convertirse en el gran
gigante mundial. Todos los pronósticos afirman que China en breve
será una economía más importante que la de EE.UU. La recuperación de la economía de los Estados Unidos sigue siendo muy moderada (crecimiento del 2,1% en 2014; levemente inferior al 2,2% de
2013), basada en buena medida por un proceso de desintoxicación
financiera más que por el impulso de la demanda interna. La política de compra de bonos por parte de la Reserva Federal ha puesto
cierto orden en el caótico tablero financiero interno, aunque sea a
costa de no respetar su autoimposición monetaria (violaron la relajación cuantitativa y emitieron dólares, garantizando que la banca
privada norteamericana pudiera sanearse). Sin embargo, esto no
se traduce en recuperación de la economía real; no se observan
mejoras en la industrialización ni tampoco una reactivación de
la demanda interna; el déficit comercial y el déficit fiscal siguen
siendo problemas estructurales de la economía estadounidense.
Esta restricción interna es un importante obstáculo para
afrontar la disputa en clave geoeconómica que ha provocado que
Estados Unidos busque recuperar su protagonismo mediante
diferentes ofensivas con repercusiones también para América
Latina. En primer lugar, optó por una devaluación de su moneda
entrando en una guerra de posiciones trasladada al ámbito comercial, para recuperar cierta competitividad exportadora frente a
otras economías que están ocupando posiciones privilegiadas.
Esto ha provocado justamente movimientos en los tipos de cambio
en el continente para reaccionar a este juego de ajedrez por parte
de EE.UU. Véase a Colombia y Brasil cómo han respondido con
282
CAPÍTULO III
devaluaciones. Es cada día más oportuna una discusión sobre los
pros y contras de cualquier sistema cambiario (tanto en relación
con el tipo cambiario como con el propio sistema, sea fijo, variable
o de flotación administrada) en este escenario tan diferente al
de hace una década. No es un tema menor ni sencillo de abordar
porque el sistema de tipo de cambios afecta de múltiples formas en
la economía.
En tal sentido, el caso venezolano merece comentario especial
porque es una economía fuertemente dependiente del dólar por sus
exportaciones petroleras y por su dinámica importadora y, además,
está sometida a una gran presión nacional/internacional que
pugna por acabar con el actual proceso revolucionario. Es por ello
que Chávez, después de una notable fuga de dólares, apostó por un
control de cambios fijo que limitara cualquier salida desestabilizadora de dólares; pero después de años y luego de una presión elevadísima de agentes económicos que han logrado crear un mercado
de dólares con tipo de cambio ilegal muy elevado, el Gobierno
Bolivariano se ha visto obligado a plantear un modelo de justicia
cambiaria muy específico: tipo de cambio 6,3 (bolívares por dólar)
que se mantiene fijo para los bienes y servicios que suponen necesidades básicas del país, un tipo de cambio de subasta controlada
(que cotiza alrededor de 12 bolívares) para aquellos otros bienes
también considerados de prioridad y, por último, un tipo de cambio
libre según oferta y demanda. Este nuevo ordenamiento cambiario
pretende contrarrestar el mercado ilegal, al mismo tiempo que se
sigue evitando una devaluación que tenga repercusiones negativas
en el acceso de bienes básicos para la mayoría social. En el caso
argentino también existe una fuerte presión devaluatoria, pero esta
está orquestada a favor de los exportadores privados que serían los
más beneficiados. En todos los casos, las medidas que se adopten
serán codependientes de lo que hagan otros países vecinos: si, por
ejemplo, Brasil continúa con su tendencia devaluatoria, esto ha
de ser considerado por parte de Argentina; si Colombia también
devalúa, Ecuador también debe responder con otras medidas
de índole arancelarias para evitar perder competitividad de sus
283
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
productos. En definitiva, esta es una guerra abierta de divisas que
solo ha comenzado y que debe ser tenida en cuenta en la nueva
disputa que afronta América Latina en los próximos años.
En segundo lugar, Estados Unidos prosigue en el intento de
repatriar capitales que se habían reubicado en otras economías
en estos años pasados; para ello, la Reserva Federal ha anunciado
constantemente la subida de la tasa de interés, medida que hasta
el momento no ha llegado a materializarse. A este anuncio le ha
acompañado otra estrategia más centrada en divulgar el mal estado
económico de los países llamados emergentes, con el fin de ponerlos
en aprietos y forzar que el capital huya de esos enclaves. De hecho,
en el caso que nos ocupa también se ha iniciado una feroz campaña
por parte de Estados Unidos y sus organismos (llamados erróneamente internacionales) en contra de Venezuela y Argentina, con el
único objetivo de imponer un mayor estrangulamiento financiero
externo. En esta ofensiva se enmarcan el fallo del juez Griesa en
contra de Argentina, que ha sido un ejemplo claro en este sentido;
y las permanentes declaraciones de Ricardo Hausmann (profesor
venezolano de la Universidad de Harvard) quien continúa insistiendo desde hace años en que Venezuela está en default (mismo
término usado por la oposición argentina).
Las agencias descalificadoras de riesgo también hacen su
trabajo; Fitch y Moody’s, por ejemplo, contraatacaron el mismo día
que fallecía Chávez planteando “una perspectiva negativa” sobre
Venezuela, lo que podría indicar una posible rebaja (en la nota de
la deuda pública, encareciéndola); estos son los mismos que anticiparon los posibles riesgos acerca de la gobernabilidad en la era post
Chávez, o que anunciaron que Venezuela tiene un riesgo muy alto
de sufrir una rebelión en este año. The Economist también se sumó
al festín, precisamente afirmando el año pasado que en Argentina
y Venezuela “se acabó la fiesta”, haciendo alusión al fin de un ciclo
económico y político. Estos ataques continuos no pueden ser ignorados en la disputa abierta que afrontan estos países en la región,
sin que ello sirva como una constante excusa para estar a la defensiva todo el tiempo; es importante mencionar este incesante intento
284
CAPÍTULO III
de generar malas expectativas y, por ende, encarecimiento de las
fuentes de financiación tradicionales. Ante ello, cada día es más
importante la necesidad de repensar nuevas fuentes de financiación para evitar contagio interno de este agravamiento de la restricción externa; como veremos luego, el Brics y especialmente China
juegan un papel clave en esta tarea.
Tercero, Estados Unidos realiza una importante apuesta en
materia petrolera a partir del uso de las reservas propias, vía fracking (que se estiman que se agoten en el muy corto plazo) con el
objetivo de repercutir en la baja de los precios hasta el punto de
poner en jaque a ciertas economías emergentes dependientes de
este recurso natural. En este sentido, Venezuela, Ecuador, Bolivia
y Argentina han de afrontar esta nueva restricción externa por
la caída de los precios del petróleo. Aún es prematuro para hacer
previsiones catastrofistas; es difícil pronosticar con exactitud cuál
será el nuevo precio del petróleo para los próximos años; no sirven
solo esos modelos de oferta y demanda porque las razones políticas
tienen un peso más que importante en esta disputa. Si bien todo
apunta a que el precio no volverá a estar por encima de 100 dólares
el barril, como sucediera años atrás, tampoco parece lógico que se
quede por debajo de los 50 dólares171. Esto obliga a algunas economías de América Latina a reimpulsar el objetivo de la soberanía
tributaria para contrarrestar los vaivenes y volatilidades externas.
La dependencia de los precios del petróleo es un hecho incontestable al día de hoy, y pensar que es solucionable en el medio plazo
es creer en una realidad que no existe. No obstante, este momento
delicado afuera por la caída de los precios del petróleo es una oportunidad para replantearse nuevos mecanismos para una mayor
soberanía tributaria, para buscar nuevas vías de lograr autosuficiencia en la generación de recursos para algunos proyectos
públicos productivos, para revisar la política de regulación de las
171Hasta la misma Agencia Internacional de la Energía pronostica que el
precio del petróleo tendría que subir progresivamente hasta 73 dólares
en 2020.
285
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
remesas de utilidades netas de las grandes transnacionales, que
implica una tasa muy baja en materia de reinversión.
En último lugar, en lo que respecta a la intentona de Estados
Unidos por recuperar su hegemonía, vuelve a la carga con su viejo
sueño: la alianza trilateral entre Estados Unidos, Unión Europea
y toda América Latina. Estados Unidos no quiere perder el poder
que antaño tenía sobre América Latina; viendo cada vez más sólida
la alianza entre muchos países de América Latina con China, con
Rusia, el gigante norteamericano ha vuelto a encontrar nuevas
formas para estrechar lazos e impedir que ningún otro invitado se cuele en esta fiesta. En este sentido, al conocido esfuerzo
por impulsar la Alianza del Pacífico y al financiamiento para la
búsqueda de líderes opositores que sean capaces de ganar en las
urnas a las opciones progresistas, se suma una macroestrategia que
pretende el reacomodamiento de piezas mediante la reformulación
de los vínculos comerciales a nivel global. Esto queda claro en las
producciones de las usinas de pensamiento liberal que delinean
esta estrategia con el viejo afán de dominación de la región latinoamericana, asignándole un rol en el escenario mundial favorable a
sus intereses. La misma se plasma de manera esclarecedora en el
ya mencionado documento del Consejo Atlántico de la OTAN, The
Trilateral Bond: Mapping a New Era for Latin America, the United
States, and Europe.172
Llama la atención lo desapercibido que ha pasado este documento a pesar de ser claramente una hoja de ruta marcada desde
Estados Unidos y Europa sobre lo que pretende para América
Latina en los próximos años. Se retoma, según se afirma, el deseo
de incorporar a este bloque latinoamericano al redil atlántico, constituyéndose así en una prioridad en la política exterior de Estados
Unidos y Europa.
172Consejo Atlántico de la OTAN, The Trilateral Bond: Mapping a New Era
for Latin America, the United States, and Europe [El Vínculo Trilateral:
Inspeccionando una Nueva Era para América Latina, EE.UU. y Europa],
Washington, DC: 2013.
286
CAPÍTULO III
América Latina no es solo una región en disputa interna, sino
un continente con mayor influencia en el sistema interestatal y, por
tanto, se enfrenta en los próximos años a tomar decisiones en torno
a su forma de insertarse en clave geopolítica; una alternativa es la
subordinación atlántica, tal como lo procuran los viejos aliados,
y la otra opción consiste en apostar a la vía bricsiana sin que ello
implique dejar de lado la inserción bolivariana en el mundo.
En lo que concierne a la primera alternativa, desde el Consejo
Atlántico los intelectuales de la derecha mundial ya constatan la
madurez de Latinoamérica y su mayor peso global y, por tanto,
abogan por un espacio geopolítico trilateral: Unión EuropeaEstados Unidos-América Latina, con base en sus comunes raíces
occidentales, en términos estrictamente liberales: derechos individuales y mercados abiertos. La estrategia plasmada en el documento insta a que se abra un diálogo trilateral entre las Américas
y la Unión Europea. ¿Qué hay detrás de ello? América Latina en
esta década ganada ha comenzado una senda de crecimiento que
va a continuar a pesar de que pueda tener momentos de desaceleración en estos años. Es una región en paz, sin guerras (salvo con
contadas excepciones), con un peso muy importante en posesión
de recursos naturales y con una sustancial demanda interna que
sigue creciendo.173
El objetivo final es lograr que el conjunto de acuerdos de
libre comercio existente hasta el momento (solo entre países
de la Alianza del Pacífico y Estados Unidos y Unión Europea) se
convierta en un gran acuerdo de libre comercio entre las tres entidades geopolíticas, esto es, acabar en un Transatlantic Trade and
Investment Partnership (TTIP, por sus siglas en inglés; aprovechando precisamente que ahora avanza a buen ritmo el Tratado
de Libre Comercio entre Estados Unidos y Unión Europea). Con
este objetivo estratégico por delante, desde el Norte se recomienda
compatibilizar los mercados financieros y las normas jurídicas de
173Se estima en el documento que en los próximos años haya una clase
media consumidora de alrededor de unos 225 millones de personas en
América Latina.
287
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
los tres bloques, lo que permitiría contar con un mercado trilateral,
obviamente controlado por los intereses de las grandes transnacionales. De hecho, para este citado informe la situación económica de
América Latina ha cambiado fuertemente en las últimas décadas;
esta región necesitaba de la inyección de dinero en el pasado, pero
en cambio ahora necesita de quienes puedan establecer relaciones
comerciales con el objetivo de expandir su comercio, desarrollar
sus estrategias tecnológicas, diversificar su economía y fortalecer
la construcción de sus instituciones democráticas. Se redunda
en la idea de la necesidad de crear capital humano, administrar
las riquezas energéticas y otros recursos naturales, luchar contra
el crimen transnacional y fortalecer los marcos institucionales
de las tres regiones. En este sentido, se sugiere la creación de un
nuevo marco institucional permanente entre las tres regiones,
que pudiera sustituir los organismos existentes (es decir, intentar
acabar con la Celac).
¿Y cómo procuran seducir a América Latina para incorporarla
al redil atlántico? Una de las ofertas es que el centro del poder global
(EE.UU.-UE) ceda ante una de las reivindicaciones geopolíticas de
la región, otorgándole un lugar en el Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas. No es un tema cualquiera, a sabiendas de cómo
se resuelven ciertas disputas en la esfera global; sin embargo, ceder
para eso significaría acabar cediendo verdaderamente la soberanía
que se viene ganando en estos años pasados, porque detrás de este
pretendido acuerdo están todas las consecuencias –ya conocidas
de sobra– después de firmar cualquier acuerdo comercial, tratado
bilateral de inversión, del sometimiento al Ciadi cada vez que toca
dirimir en caso de conflicto, etc. Lo que se pretende de facto es una
suerte de ALCA ampliado, de tal forma que el viejo sueño americano ahora se amplíe con la participación europea para que vuelva
la época de las carabelas. Habrá que estar atentos a esta disputa.
En contraposición a este intento desde Estados Unidos y
Europa está la importancia creciente del Brics a nivel mundial y,
consecuentemente, en las relaciones con América Latina. Hoy
por hoy, el grupo Brics ha dejado de ser un conjunto de siglas para
288
CAPÍTULO III
erigirse en el nuevo espacio geoeconómico que ha puesto el mapamundi patas arriba. Los acuerdos de Bretton Woods, nacidos post
Segunda Guerra Mundial con el afán de organizar la casa mundial
capitalista, sienten de cerca el aliento de este conjunto de países
que han decidido no continuar acatando la totalidad de las reglas
del juego destinadas a garantizar, solidificar y potenciar la hegemonía económica de Estados Unidos. La consolidación del Brics fija
fecha de caducidad al modelo económico de pensamiento único,
que tiene su fiel reflejo en el dólar como moneda monopólica en
las relaciones económicas internacionales, o en el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial como instituciones financieras
con licencia para amedrentar.
La importancia del Brics ha tenido un importante efectoempuje en la progresiva desamericanización de las economías
(en relación con EE.UU.) debido a una política de acumulación
de reservas cada vez más diversificada en divisas y a una política comercial sin necesidad de transitar por el dólar. Esto abre
un panorama favorable para muchos países de América Latina,
que podrían ir reduciendo su dependencia del dólar acudiendo a
otros mecanismos en alianzas con este nuevo bloque. Se abre con
el Brics un nuevo multilateralismo propicio para seguir ganando
en la disputa en estos próximos años. Por ejemplo, en la cumbre de
Fortaleza (Brasil) de mediados del año 2014, el Brics dio un paso al
frente con la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y el
Fondo de Reservas (FR), que son el puntapié para una nueva arquitectura financiera internacional que tiene consecuencias positivas
para un orden económico mejor distribuido, porque sustituye el
único polo hegemónico –con sus satélites de primera clase y sus
respectivas categorías periféricas– por una nueva multipolaridad
con renovados dispositivos de coordinación contrahegemónicos.
El ejemplo más cabal de esto es el hecho de que el NBD elimina
definitivamente la exclusividad del FMI para repartir ayuda financiera a cambio de endeudamiento social, con las importantes
consecuencias económicas, pero sobre todo políticas que ello
implica. El NBD recientemente creado comenzará a funcionar
289
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
en 2016 con un capital inicial de 50 mil millones de dólares y con
sede en Shangai. La presidencia se rotará cada cinco años entre los
países miembros, comenzando por India, lo cual marca una notable
diferencia respecto al modo de organización del FMI y el Banco
Mundial. Además, el NBD podría convertirse en un valioso acicate
a favor de un nuevo paradigma de ayuda financiera al desarrollo, si
esta se realizara a través de mecanismos más equitativos, con miras
en el desarrollo productivo, respetando criterios de justicia social
y priorizando la humanización de la economía. Por su parte, el FR
también podría favorecer la soberanía de los pueblos en América
Latina, si este pone su intencionalidad en evitar ataques especulativos contra monedas nacionales, o sirviendo como herramienta
de compensación por desequilibrios externos o internos que impliquen necesidades de divisas.
El mundo multipolar es siempre bienvenido frente a cualquier
imposición unipolar. Sin embargo, es necesario no perder de vista
que esta suerte de génesis de Consenso de Fortaleza o Consenso
Bricsiano entra en una relación de tensión dialéctica con el proceso
de emancipación que se viene fraguando en muchos países de
América Latina. Al respecto, cabe sacar a colación algunos interrogantes con el objetivo de no descuidar el proceso de integración regional, dejándose llevar por cantos de sirena provenientes
de otras latitudes. ¿En qué lugar queda la iniciativa del Banco del
Sur frente al BND? ¿Cómo compatibilizará Brasil tener un pie en
el Brics y otro en Mercosur/Unasur/Celac? ¿Cuál es la relación
entre el deseado arbitraje regional de Unasur ante futuros tratados
constitutivos en materia de inversiones-Brics? ¿Qué marco de
integración se acabará imponiendo? ¿Aquel de la complementariedad-solidaridad u otro anclado en el dogma chino ganar-ganar
(sin aclararse quién gana cuánto)? ¿Están en riesgo las pequeñasmedianas empresas y las grannacionales frente a las transnacionales con casa matriz en cualquier país Brics? ¿Es compatible la
democratización económica, si el Brics llega a reconcentrar el
poder económico en otro polo económico?
CAPÍTULO III
En este sentido, el periodista y economista argentino Alfredo
Zaiat repasó recientemente en una columna de opinión las oportunidades y desafíos que brinda para la región el escenario económico actual:
América Latina tiene la oportunidad de mejorar sus propias instituciones para diseñar una arquitectura financiera regional con el
objetivo, precisamente, de protegerse del factor de inestabilidad
global que significa el FMI y las políticas de ajuste que promueven
Estados Unidos y Europa. Existen marcos de integración financiera regional que requieren su consolidación, con cooperación y
confianza entre los países de la Unasur. Uno de ellos es el sistema
multilateral de pagos basado en el uso de las monedas locales
para transacciones comerciales intrarregionales. Otro es el fondo
de reserva regional para actuar como amortiguador de eventuales
impactos de perturbaciones externas. Ese fondo serviría, como
el de los Brics por 100 mil millones de dólares, para estabilizar
desequilibrios transitorios de la balanza de pagos de los países
pertenecientes al bloque, otorgando créditos o garantizando préstamos a terceros; para mejorar las condiciones de inversión de las
reservas internacionales efectuadas por los países miembro; y para
contribuir a la armonización de las políticas cambiarias, monetarias
y financieras. El Banco del Sur es otra de las instituciones necesarias para la consolidación regional. Esa entidad integrada por siete
países de la Unasur (Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay,
Uruguay y Venezuela) podría brindar condiciones más ventajosas,
en plazos y tasas de interés, que las que ofrece el mercado financiero, para ser aplicados a proyectos de desarrollo, infraestructura
e integración regional. (...) [Así] el banco de desarrollo y el fondo
Brics abren la puerta para animar a los países latinoamericanos,
pese a la resistencia brasileña, a construir una arquitectura financiera regional que permita ganar autonomía de las instituciones
multilaterales tradicionales. El actual ciclo político en la región
tiene el rasgo esencial de la profundización de la identidad integracionista; llegó el turno de traducirlo en avances en materia
290
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
económica y financiera. El banco y el fondo Brics están marcando
el sendero a transitar.174
De esta manera se pone encima de la mesa una cuestión central
en esta nueva disputa: cuánto de positivo puede tener la inserción bricsiana en el mundo y cuántos riesgos puede ocasionar en
cuanto a una posible ralentización de la inserción regional; se trata
de calibrar las consecuencias de este nuevo escenario geopolítico
en favor de América Latina. El cambio de época de la región justamente se ha venido edificando sobre un sentido común bolivariano,
que ha permitido estimular la creación de un gran polo económicopolítico-social más emancipado. La proliferación de instituciones
supranacionales propias es un buen ejemplo de ello.
La búsqueda de soberanía nacional para muchos países en
América Latina ha venido de la mano de una inserción bolivariana
que no ha de ser exactamente la misma que se reclame desde la
inserción bricsiana. Esta tensión constituye un nuevo campo en
disputa política y económica para los próximos años. La clave será
en adelante construir una relación virtuosa capaz de aprovechar
este viento a favor gracias al Brics, evitando que este acabe fagocitando el proceso de cambio regional que venía produciéndose. Se
abre a futuro un mejor y nuevo escenario geopolítico que exige, a
la vez, rediscutir y actualizar tácticamente la nueva política económica interior-exterior con el afán de no perder jamás el horizonte
estratégico trazado desde el Sur, sorteando así cualquier posibilidad de caer en las redes seductoras de cualquier Otro Norte, si
este se produjera.
Más que nunca, es momento para que América Latina latinoamericanice virtuosamente la necesaria relación con el Brics, pero
de igual a igual, sin sentimiento de inferioridad, con soberanía y
sin neodependentismo. Como dice aquel proverbio chino –nunca
mejor dicho–: “El fuego es básico para cocinar, pero también puede
174Alfredo Zaiat. “Banco y fondo Brics”, en: Página 12, 19 de julio de
2014, recuperado de: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-251092-2014-07-19.html
292
CAPÍTULO III
acabar quemando una cocina”. Así que, después del anuncio chino
de invertir en la región hasta 250.000 millones de dólares en la
próxima década175, es preciso estar contento pero también alerta
en el tipo de inversión requerida176, en qué condiciones, qué nuevas
relaciones de dependencia se crean, etc. Por ello, es fundamental
para América Latina identificar qué tipo de relación simbiótica se
quiere con el Brics para evitar el parasitismo histórico del coloniaje.
Tal como diría Chávez, es hora de otro salto adelante según las
ventajosas circunstancias históricas que se avecinan, pero siempre
atentos a que esta oportunidad no acabe siendo una nueva imposición desde afuera.
En suma, los años venideros serán decisivos para la región
en términos del lugar que se ocupe en el escenario mundial. Son
muchos los nuevos espacios donde América Latina participa con
otro protagonismo; véase, por ejemplo, el papel que tomó Bolivia
en la coordinación del G77+China en el año 2014 (que representa
el 60% de la población mundial y más de un tercio del PIB global).
Es fruto del nuevo cambio de época también a nivel mundial, pero
siempre que hay movimiento existe disputa, tensiones y contradicciones; es este plano, el geopolítico, uno más a la hora de afrontar
la disputa de estos próximos años. Los países de América Latina,
inmersos en este cambio de época, deben seguir buscando la mejor
forma de insertarse soberana, estratégica e inteligentemente en el
mundo, desde la propia región, aprovechando el nuevo viento del
Brics y esquivando la subordinación al redil atlántico propuesta
por Estados Unidos y Europa.
175Es el anuncio de la cumbre Celac-China en diciembre de 2014, que supone unos 25.000 millones anuales, una cifra muy por encima de los aproximadamente 10.000 millones que las empresas del gigante asiático han
desembolsado cada año, desde 2010, en estos países.
176 Se ha decidido que esta inversión sea en seis áreas prioritarias: energía
y recursos naturales, construcción de infraestructuras, agricultura, manufactura, innovación y tecnologías de la información y la comunicación.
293
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
La confrontación con una nueva otredad: la nueva derecha
regional y mundial
Después de que Chávez ganara las elecciones en 1998, no ha
existido ninguna victoria electoral opositora a los nuevos procesos
de cambio en América Latina. En Venezuela, Hugo Chávez ganó
cuatro veces consecutivas la disputa presidencial (1998, 2000, 2006,
2012) y Nicolás Maduro una (2013); en Argentina, los Kirchner
vencieron también en tres ocasiones sucesivas (2003, 2007, 2011);
en Brasil, Lula da Silva ganó dos veces (2002, 2006) y Dilma Rousseff otras dos más (2010, 2014); en Bolivia, Evo Morales venció
tres veces seguidas (2005, 2009, 2014); en Ecuador, Rafael Correa
también logró tres victorias ininterrumpidas (2006, 2009, 2013);
en Uruguay, el Frente Amplio (con Tabaré Vázquez y Pepe Mujica)
ganó tres (2004, 2009, 2014). Visto lo visto, la oposición en la región
solo ha logrado cambiar de signo político mediante golpes antidemocráticos tanto en Honduras (2009) como en Paraguay (2012);
hasta el momento, nunca por la vía electoral.
Parece que no es nada fácil disputar la hegemonía electoral
a los nuevos liderazgos que conducen procesos, que han logrado
poner punto y final a las décadas perdidas del neoliberalismo con
base en una nueva política. Ningún perfomance electoral opositor
ha logrado acertar con la tecla oportuna para contrarrestar el
apoyo mayoritario que existe a escala nacional en cada proceso
de transformación. A pesar de que lo siguen legítimamente ensayando, el intento de restauración conservadora es simplemente
eso: un intento que no resulta eficaz en el propósito de volver la
página atrás. Ni Capriles en Venezuela, ni el paso fugaz de Marina
Silva ni la vieja escuela de Aécio Neves en Brasil, ni Doria Medina
en Bolivia, ni Mauricio Rodas (que aunque ganó elecciones en
Quito, perdió un año antes las presidenciales), ni tampoco el
banquero Lasso en Ecuador, ni Lacalle Pou en Uruguay; ninguno
de ellos saben cómo se puede ganar elecciones presidenciales en
América Latina, en los países que han iniciado el camino hacia un
cambio de época. Si bien es cierto que han mejorado en muchos
294
CAPÍTULO III
casos en votos obtenidos, esto puede deberse en gran medida al
propio desgaste de los partidos después de llevar tantos años en
la gestión gubernamental. Todavía falta por ver si ese mismo perfil
tiene éxito en Argentina con Sergio Massa, o con la política de la
buena onda que trae ahora consigo el candidato Mauricio Macri,
pero hasta el momento la oposición no encuentra la táctica precisa
para desbancar a los procesos que han logrado mucho a favor de la
mayoría social, en términos de mejora en las condiciones de vida.
La mejor entre todas las imágenes posibles no puede competir
con procesos reales que, a pesar de sus contradicciones y errores,
han hecho que esta década sea ganada en muchos aspectos básicos
de la vida cotidiana del buen vivir ciudadano. Cada proceso, con sus
particularidades, ha conseguido reducir pobreza y desigualdad,
eliminar la exclusión política, cultural, social y económica;
mejorar el empleo y el salario real, mejorar la capacidad adquisitiva en forma inclusiva; garantizar el acceso público y gratuito a la
educación y la sanidad; facilitar mejores opciones en términos de
vivienda; solventar el acceso a servicios básicos; y algo que no es
menos importante: recuperar el sentido de soberanía y de sentirse
orgulloso de pertenecer a un proyecto de país. Esta década ganada
como parte de una época ganada es una fortaleza política que sigue
siendo muy rentable en términos electorales. Es por todo ello que lo
iniciado desde finales del siglo pasado en América Latina no puede
ser únicamente concebido como un cambio de ciclo electoral, es
verdaderamente un cambio de ciclo político que constituye un
cambio de época. Precisamente es esto, el cambio de sentido común,
lo que obliga a la oposición a forzar mucho en la preparación de su
candidato, que debe jugar ahora en una cancha adversa en la que
no puede ya afirmar alegremente eso de los recortes sociales, ni la
austeridad, ni planes de ajuste ni nada que se le parezca, ni hablar
de exceso de gasto social.
En este nuevo marco hegemónico –siempre en construcción, en
disputa– reside realmente la dificultad que tiene la derecha regional
de reubicarse como opción convincente para ser respaldada por la
mayoría popular. Esta creciente complejidad está comenzando a
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
desquiciar a una oposición cada vez menos monolítica, derivando
en una alta gama de opciones y estrategias diferentes. Por un lado,
está el sector empresarial de las grandes corporaciones que no sabe
si confrontar y poner en jaque a los actuales gobiernos, o nadar y
guardar la ropa porque saben que probablemente también les vaya
bien con estos procesos de cambio si saben aprovechar las mejoras
internas, aceptando que ya no pueden ser ellos los tomadores de
decisión política. Por otro lado, los medios privados de comunicación dominantes no terminan de entender que su pasado glorioso
ya pasó, y que en los últimos años los nuevos liderazgos del cambio
lograron desconectar cierto fusible, de tal modo que ahora ellos
se comunican directamente con el pueblo sin necesidad de tanta
intermediación. Es más, esta oposición mediática sigue empeñada
en el mismo relato del pasado que no convence ni a la mayoría ni a
los propios candidatos opositores.
Continúan con una narrativa obsoleta, más propia de las
décadas de los ochenta y noventa, creyendo que hablar de inversión
extranjera, de los mitos del mercado o del libre comercio es rentable
electoralmente, a pesar de que las cuentas electorales les siguen
contradiciendo. Afirmar frívolamente que todo está mal cuando
todo no está mal tampoco suena a la mejor música elegida para
convencer a los que deben votar. Una portada o un titular mediático lo aguanta todo, pero lo que no tiene es capacidad ni fuerza
para rivalizar con la mejora realmente producida en el aspecto
más cotidiano de la persona que debe acudir a emitir su voto. Esta
disociación entre buena parte del discurso mediático dominante y
las nuevas propuestas electorales de la oposición es una dificultad
añadida en esta ardua tarea de lograr ganar una contienda electoral.
En lo que sí hay acuerdo es en torno al núcleo de otras demandas:
corrupción, inseguridad e inflación; esto es un factor común en casi
todos los países. Ciertamente estos son problemas para atajar, pero
en lo que se confunde la oposición es en creer que estos por sí solos
pueden ensombrecer plenamente los logros económicos y sociales
alcanzados por los nuevos procesos de cambio.
296
CAPÍTULO III
Mientras la oposición crea que los problemas de hoy se
resuelven con propuestas y discursos del ayer, o simplemente
con una buena puesta en escena con un candidato de la era de la
postpolítica (aparentemente neutral, despolitizado, tecnocrático),
mientras suceda lo uno y/o lo otro, seguirán sin ganar elecciones
salvo que los gobiernos actuales se equivoquen demasiado. Como
diría Evo Morales: “Ganar elecciones es muy sencillo”; se trata
de hacer aquello que le conviene a cada pueblo, aunque a eso le
llaman populismo. Mientras tanto, la oposición –la partidaria y la
que no– sigue buscando el candidato ideal para ganar la próxima
cita electoral.
Muchos hablan de la nueva derecha que aparece en la región177,
con una nueva forma de opositar, o mejor dicho de opositar tangencialmente para evitar confrontar plenamente. Esta verdad que
viene imponiéndose cada vez más velozmente en América Latina
ha de ser matizada en algunos aspectos: en primer lugar, es cierto
que hay una nueva derecha pero también esta convive con la vieja
derecha que no termina de desaparecer; en segundo lugar, no se
puede hablar de una derecha como un todo monolítico y homogéneo porque habría que diferenciar entre la derecha mediática,
la empresarial, la partidaria, las nuevas candidaturas ciudadanas
y, cómo no, la derecha de afuera, esa que todavía está íntimamente
interconectada mundialmente; es una derecha poliédrica que ciertamente se viene transformando al calor del cambio de época en
la región. Esto inaugura también un nuevo tiempo porque cada
disputa electoral es diferente a aquella que se daba en la fase inicial
de estos procesos. Tener enfrente a otro contrincante, aunque
este todavía no ha logrado ganar elecciones, obliga a modificar
también el campo de la pugna electoral, aparecen nuevos marcos
de discusión que exigen nuevas estrategias, no solo para ganar
elecciones, sino para no perder apoyo político en este nuevo ciclo
en adelante ahora, que ya se ha superado la etapa encantadora
177Véase el número 254 de la Revista Nueva Sociedad, dedicado plenamente
a esta temática, Los rostros de la nueva derecha en América Latina: 2014.
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América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
de los inicios. Realmente es una cuestión a considerar en los
nuevos tiempos la disputa con esa renovada otredad que constituye un arco opositor muy heterogéneo al interior, pero que
siempre tiene un punto de unión: acabar con el cambio de época
en América Latina. Conocer mejor la cartografía del siglo xxi
de las propuestas opositoras es imprescindible para no seguir
pensando que se tiene enfrente al viejo enemigo político que
venía saliendo de la larga noche neoliberal.
Un nuevo relato para un nuevo tiempo (acorde al cambio
de época)
Seguir usando milimétricamente el relato que logró convencer
a la mayoría social de que era necesario acabar con el neoliberalismo en América Latina sería tan absurdo como seguir creyendo
que esa mayoría social es la misma de antaño. Si todo cambia,
también cambia el sujeto social mayoritario, sus condiciones objetivas y sus subjetividades. Nada es igual a esa vieja disputa que
requería de un relato con el objetivo de adherir el apoyo de una
ciudadanía, que en su gran mayoría se veía afectada por las políticas de empobrecimiento social venidas con el neoliberalismo. Las
demandas de inicios del siglo xxi no son las mismas demandas que
ahora se hace mayoritariamente el pueblo latinoamericano, que ha
visto mejorar muchos aspectos de las necesidades básicas (educación, sanidad, vivienda, empleo, otros servicios básicos). Es por ello
que ahora en la nueva disputa se requiere de nuevas respuestas,
según sean los nuevos interrogantes que se abren en este proceso
de cambio. La construcción de un discurso y relato actualizado es
una tarea pendiente que será determinante en los próximos años
para continuar consolidando este cambio de época.
La cuestión de la pedagogía-política, que tanto resultado ha
dado en la ruptura y primeros años de esta nueva época, precisa de
un constante proceso de renovación acorde a esta nueva fase política. Al igual que en su momento fue fundamental generar un nuevo
consenso de ideas, un nuevo sentido común de época que permitió
298
CAPÍTULO III
cuestionar e interpelar a aquel sentido común característico del
orden hegemónico, en estos años se requiere de retomar este objetivo estratégico. Es obligatorio volver al campo de batalla de lo
simbólico, de los significantes, de las banderas, de hilvanar discursivamente lo logrado con lo que resta por lograr, de los nuevos hitos
motivantes hacia delante. Se vuelve a necesitar toda la imaginación
y elocuencia que sea necesaria para continuar reinventando categorías y horizontes que impulsen hacia adelante.
Hay generaciones que prácticamente han nacido durante estos
procesos y han podido disfrutar de las bondades de esta época
ganada. Esto repercute en la eficacia del uso de una narrativa
basada, exclusivamente, en la victoria del pasado frente a la larga
noche neoliberal. Es preciso renovar el argumentario, la identificación de las nuevas formas del enemigo histórico, el horizonte estratégico, el abordaje de nuevas coyunturas adversas que no pueden
seguir basándose en una posición contrahegemónica. Lo que antes
era posible desde una posición contrahegemónica, minoritaria,
subalterna, después de estos años se ha convertido en una posición hegemónica, mayoritaria y dominante. Por ejemplo, en el caso
venezolano, usar dilatadamente el término guerra económica, sine
díe, no es la mejor manera de afrontar esta verdadera guerra económica porque sería conceder al enemigo una posición dominante
que había perdido.
Es decir, es importante esa caracterización, pero no puede
ser que impregne el relato en la forma tan totalitaria como lo ha
hecho durante 2013 y 2014. Es una oportunidad para, por ejemplo,
plantear la importancia de la paz económica, de seguir saltando
adelante, con desafíos en positivo y no a la defensiva. El ejemplo
ecuatoriano también es interesante para observar cómo todavía el
relato de Correa continúa anclado contra los medios de comunicación y contra la banca; este hilo discursivo que fue exitoso en la fase
inicial, ahora demanda otra construcción más acorde con el nuevo
imaginario de la mayoría ecuatoriana. El caso argentino se caracteriza por haber sido capaz de dar una respuesta siempre rápida
y diferente a cada contratiempo; frente a la ofensiva de los fondos
299
América Latina en disputa
Alfredo Serrano Mancilla
buitre, el Gobierno de la presidenta Cristina Fernández supo
contrarrestar el conflicto sacando partida a la nueva disputa, ‘patria
o buitres’, obligando así a que cada uno se pusiera a un lado u otro
de esta pugna. Por otro lado, en Bolivia Evo Morales ha sabido plantear –por ejemplo, en la última elección de octubre del año 2014–
nuevos hitos: ‘Bolivia potencia’; a la vez que le ha dado también una
fuerte impronta juvenil a toda la campaña electoral.
Pero no se trata solo de buscar alguna idea electoral fugaz que
sirva para una coyuntura específica. El verdadero desafío estratégico consiste en: a) prestar especial atención a los procesos de
construcción de sentido en la articulación y desarticulación de
los sistemas hegemónicos que siguen en construcción, b) seguir
enriqueciendo la formación discursiva propia que continúa instituyendo un campo de aceptabilidad, determinando lo que puede/
debe decirse de aquello que no puede/no debe decirse, c) proponer
una matriz de estructuración de significantes-maestros a través
de una narrativa propia, dinámica, de lo que podría ser el proyecto
nacional, apelando a mitos, al rescate de las raíces, realzando los
enunciados de lo popular, el alma nacional, lo cívico-militar y lo
revolucionario, siempre en movimiento.
En momentos además complicados que vienen y/o puedan
venir –sea por ataques desde afuera, pero también por el propio
desgaste de años de gobierno– una herramienta para la disputa
está en mejorar a la hora de las explicaciones de cada situación; los
por qué suelen ser muy útiles para entender el cómo debe salirse de
una situación adversa. Las nuevas preguntas que hace una nueva
mayoría social han de estar integradas en las nuevas respuestas;
seguir respondiendo a viejas preguntas es dar demasiada ventaja
a un adversario político que busca la manera de construir su otro
sentido común.
Como cierre de este libro, este capítulo es solamente un primer
aperitivo con la intención de provocar un debate a futuro sobre
cuál es el centro neurálgico de la disputa en América Latina. En
los apartados anteriores no se alude a todas las dimensiones de la
pugna; por fuera quedan otras disputas que también ameritan ser
300
CAPÍTULO III
tratadas como, por ejemplo, la tensión entre justicia social y justicia
ambiental o, lo que es lo mismo, la discusión entre ese neopachamamismo/neoecologismo resurgido más desde cierto colonialismo
epistemológico y la forma efectiva de resolver con fondos públicos
la deuda social heredada por el neoliberalismo.
El caso del Yasuní-ITT en Ecuador o el caso del Tipnis en
Bolivia han sido seguramente los que más han llamado la atención
en relación con esta contradicción que surge en cualquier proceso
de cambio. No tiene solución fácil ni única y es indudable que se
trata de otra disputa más que hay que tener en cuenta, pero por
el momento –como ha sucedido con otras cuestiones– este tema
queda como una disputa secundaria porque ahora las prioridades
son otras, más en la línea de los ejes estratégicos que se han formulado anteriormente. Es seguramente un interesante ejercicio intelectual seguir discutiendo acerca del postdesarrollismo contra el
desarrollismo, pero este tipo de debate no ocupa hasta el momento
los principales lugares en la lista de prioridades de los gobiernos
encargados de seguir pilotando este cambio de época. Del mismo
modo, algo similar ocurre si consideramos otras contradicciones (la
que existe entre Estado y movimientos sociales, y entre las alianzas
para consolidar hegemonía y el núcleo central del horizonte estratégico) que son notables, pero que podrían llamarse de segundo
orden dada la fase del ciclo de transformaciones en la que tiene
lugar la disputa actual, en este cambio de época en América Latina.
Con este decálogo, presentado a modo de disputas de primer orden,
se pretende abrir un debate necesario e impostergable en torno a
algunos principales ejes estratégicos en pugna en América Latina,
surgidos de contradicciones secundarias (en el sentido de contradicciones al interior del propio bloque) y de contradicciones fundamentales derivadas de la pugna contra propuestas contrapuestas
y antagónicas que aún existen, tanto en la región como fuera de
ella. Después de las décadas perdidas llegó la década ganada
para la mayoría social, y a partir de ahora el signo de los próximos
años dependerá de cómo se afronte esta nueva América Latina en
disputa.
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Índice
La disputa geoeconómica mundial: inserción bricsiana frente a la
subordinación atlántica
Introducción. América latina en movimiento 11
Capítulo 1. Era neoliberal: el tiempo
de las décadas perdidas
paradigma hegemónico a nivel mundial
23
La llegada del neoliberalismo a América Latina
66
Algunos resultados de las décadas perdidas: Venezuela, Bolivia,
Apuntes sobre el resto de América Latina
74
103
Capítulo 2. La época ganada: más que una década ganada109
El contexto geoeconómico del siglo xxi. La reconfiguración del
sistema-mundo entre la hegemonía del neoliberalismo
y la transición hacia un mundo multipolar
119
La emergencia del cambio en América Latina: Venezuela, Bolivia
y Ecuador
140
El Consenso Bolivariano; una nueva región, otra América Latina
197
Capítulo 3. Los años en disputa: tensiones,
contradicciones y desafíos La confrontación con una nueva otredad: la nueva derecha regional
y mundial
294
Un nuevo relato para un nuevo tiempo (acorde al cambio de época)
298
Referencias 303
23
Emergencia y consolidación del neoliberalismo como
Ecuador y apuntes sobre el resto de América Latina
280
233
Entre lo irreversible y lo reversible
241
Las urgencias coyunturales y las exigencias estructurales
244
La gestión estatal y la eficiencia como nuevo tempo de la política
248
La disputa por la nueva renta en destino: el papel del rentismo
importador252
La disputa productiva como centralidad económica
258
Redistribuir no es lo mismo que distribuir
265
Conciliar los cambios nacionales con las transformaciones
supranacionales270
3.000 ejemplares
Se terminó de imprimir en la
Fundación Imprenta de la Cultura
Caracas, agosto de 2015
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