WWW.RELAHO.ORG MEMORIA Y RESISTENCIA UNA HISTORIA (Y CELEBRACIÓN) DEL CIRCOLO GIANNI BOSIO Alessandro Portelli* * The Battle of Valle Giulia, Oral History and the Art of Dialogue. (Wisconsin: University of Wisconsin Press, 1997). Historiador italiano. Artículo extraído de su libro: MEMORIA Y RESISTENCIA UNA HISTORIA (Y CELEBRACIÓN) DEL CIRCOLO GIANNI BOSIO* Este capítulo se presentó en la apertura del seminario “Memoria y resistencia humana: veinte años del Circolo Gianni Bosio”, en Roma entre el 16 y el 19 de diciembre de 1991. Desgraciadamente, el seminario fue el último proyecto del Circolo (un grupo activista colectivo con base en Roma cuyo objetivo era investigar el folclore, la historia oral y la cultura populares; el grupo llevaba el nombre de, Gianni Bossio, un gran etnólogo e historiador progresista que se sentía orgulloso de definirse como solamente un “organizador cultural”)1. Yo pensé esta conferencia como un homenaje al grupo pero en realidad, fue el discurso del funeral. Sin embargo, como dice Huck Finn, es una historia real, en gran parte. La verdad y la narración de historias No tienes nada si no tienes las historias. El mal de ellos es muy poderoso pero no puede vencer a nuestras historias. Así que ellos tratan de destruir las historias, de dejar que se confundan o se olviden. Les encantaría eso. Serían felices porque nosotros estaríamos indefensos sin ellas Leslie Marmon Silko Ceremony. Como explica Leslie Marmon Silko, las historias son herramientas que necesitamos no sólo para sobrevivir sino para vencer. Son una protección que nos permite salvarnos y también activar instrumentos para cambiar el mundo, porque hay poder en las palabras. Están hechas de aire pero dejan su marca en la realidad material. Quiero hablar de los veinte años (1972-1992) del Circolo * 1 Publicado en Taller. Revista de Sociedad, Cultura y Política, Vol. 4, No. 10 (Buenos Aires: julio 1999). Reproducido en RELAHO.ORG por autorización de la editorial de la revista. Gianni Bosio, Diario di un organizatore di cultura (Milán: Edizioni Avanti, 1962). Sobre Gianni Bosio, ver mi “Research as an Experiment in Equality” (La investigación como un experimento en igualdad), en The Death of Luigi Trastulli and Other Stories: Form and Meaning in Oral History (La muerte de Luigi Trastulli y otras historias: forma y sentido en la historia oral). (Albany. New York: State University of New York Press, 1991), pp. 40-43. 2 DE 14 WWW.RELAHO.ORG Gianni Bosio, y quiero empezar contando una historia. Está sacada del primer número, noviembre de 1993, de I Giorni Cantati, que entonces era nuestro boletín mimeografiado sobre “cultura de los obreros y los campesinos” y que sobrevive hoy como una revista sobre “las culturas populares y las culturas de masas” 2. Me la contó Leonardo Pulcini, un granjero que vivía en una aldeíta cerca de la ciudad de Leonessa, en el Norte del Lacio, el 6 de febrero de 1973. “Aquí, todo era de siete barones en un tiempo. Después, pasó un tiempo y los barones dejaron toda la tierra porque dijeron que no les daba dinero y se fueron. Y esas tierras fueron entonces de un sólo barón, el que vivía ahí, cerca de Pianezza. Se aprovechaba de todo, y además apretaba a todos los campesinos y a los que le alquilaban la tierra. Cuando llegaba el 29 de julio 3, en Casanova, tenían que traer todas sus vacas y el barón elegía las mejores para él y los mejores terneros y si los campesinos decían algo, hacía que les dieran palizas y golpes a todos, gratis, tenía cinco o seis hombres para cortar cuellos a su servicio, con porras y cosas así y todo eso. Después, el trigo: lo hacía meter en canastas, pesar, seleccionar. Lo que era bueno, para él; el resto para los campesinos. Además, lo más lindo de todo lo que hacía era cuando uno se casaba. La tenía con él ocho días. Y si era virgen, bueno, la tenía él y después, se la devolvía al que era su marido. Si no, eran golpes. Era una mala vida, quiero decir, en ese entonces. Bueno, y había este joven. Vivía en Pianezza también. Iba a casarse y no le gustaba que la chica --su esposa, porque se iba a casar con ella-- tuviera que dormir con el barón. Cada vez que veía al barón, sentía que tenía ganas de pegarle unos buenos tiros. Así que empezaron a organizarse, unos cinco o seis jóvenes: algunos que iban a casarse, otros que se habían casado y el barón había sido violento con ellos. Y decidieron actuar el 29 de julio, cuando él iba a apretar a todos los que le alquilaban la tierra, cuando todas las vacas, todas las ovejas que existían y los mejores carneros, todos, había que dárselos al barón. Si uno tenía pollos, si tenía herramientas de granja, todo se lo llevaba él. Este joven empezó a incitar a los otros que alquilaban. Cuatro o cinco estaban con él; otros que se sentían apretados por el barón y no se tragaban la violencia con facilidad también entraron. --Si yo empiezo algo, no se preocupen, lo único que les pido es que me den una mano. Cuando empezó a golpear a los guardias del barón, con los puños, con unas porras que ellos habían apoyado por ahí, hubo una explosión de todos los que alquilaban la tierra, que vieron que él estaba golpeando a ese pobre barón y a todos sus servidores. Y el barón saltó sobre su caballo y se fue a Pianezza. Se quedó ahí, sitiado, hasta Navidad. No podía irse porque si lo agarraban, lo iban a golpear. Y los hombres que le alquilaban las tierras hacían lo que querían. Cuando llegó Navidad, nevó mucho. El barón fue a ver al herrero de Casanova y el herrero le dijo: 2 3 El diario tuvo varias encarnaciones, desde un boletín mimeografiado hasta una revista de investigación semiacadémica, pasando por una revista bimensual. Cada vez que cambiábamos de formato y de imprenta y editor, los números empezaban de nuevo, y por eso, las referencias de las notas al pie pueden parecen confusas. El I Giorni Cantati murió oficialmente en la primavera de 1995. El día tradicional para reunir todas las cosechas y dividir entre jornaleros y dueños de tierras. 3 DE 14 MEMORIA Y RESISTENCIA: UNA HISTORIA (Y CELEBRACIÓN) DEL CIRCOLO GIANNI BOSIO | ALESSANDRO PORTELLI --Puedo ponerle herraduras a su caballo pero tiene que traerlo al horno del panadero, donde hacen el pan, de noche, para que nadie lo vea. Venga a las nueve o las diez, y le pongo herraduras al caballo. Porque había nieve en el suelo. Pero cuando el herrero recibió el caballo, le puso las herraduras al revés. Había más de tres metros de nieve en el suelo. El barón tuvo que esperar que terminara la tormenta y después subió a caballo y se fue. Fue por la montaña pero aunque el caballo iba para adelante, las huellas iban al revés. De mañana, descubrieron que el barón había desaparecido. --¡Se fue! ¡Se fue! Encontraron las huellas en el costado de la montaña y las huellas iban para abajo. Dijeron: --Sigamos las huellas y lo vamos a encontrar. Y las huellas los llevaron al horno del panadero. En el horno encontraron que el caballo había desaparecido. --Mierda, hizo que le herraran el caballo al revés y se nos escapó. Y volvieron a las montañas a perseguirlo. Mientras tanto, él llegó a Cantalice, y nunca lo alcanzaron. En Cantalice, buscó los carruajes del Vaticano que habían venido a llevárselo. Apenas llegó, subió a esos carruajes y desapareció. Los carruajes tenían caballos frescos y los hombres nunca lo alcanzaron. Y un barón se salvó. Y Leonessa quedó libre.” Tal vez no sea verdad, no así como me la contaron; contiene demasiados motivos folclóricos y de estilo como para tomarla al pie de la letra. Además, no encuentro documentos que la confirmen. Sin embargo, Leonardo Pulcini me la dijo con la misma intensidad con la que me contó el momento en que la guerra y la Resistencia llegaron a la aldea y él le dio refugio a los partisanos y los alemanes vinieron y le quemaron la casa y le mataron los animales --las vacas, las ovejas que tenía, sus mejores carneros, los pollos, las herramientas de granja— y los partisanos escaparon por la montaña cubierta de nieve, como el barón de Pianezza. En realidad, en las frecuencias más bajas (le robo la frase a Ralph Ellison), tal vez sea la misma historia. A través de sus muchos cambios y sus muchas vidas, el trabajo del Circolo Gianni Bosio consistió en una búsqueda de la verdad en las historias y canciones, no como oposición a la historia, sino como una búsqueda de otro tipo de historia. La historia, nos dijeron, está compuesta de hechos, hechos reales y objetivos que uno puede ver y tocar; las historias, en cambio, son los relatos, la gente que los cuenta, las palabras de las que están hechos, el nudo de la memoria y la imaginación que convierte hechos materiales en significados culturales. En otras palabras, las historias comunican lo que significa la historia para los seres humanos. En esta historia imaginaria, lo que cuenta es menos el hecho contado que la forma en que se cuenta, el hecho de contarlo. Tal vez no sea un cuento verdadero, pero lo contó una persona real. No fue una “leyenda” anónima en una “tradición” impersonal colocada en el altar de una “memoria colectiva” sin cara. Más bien, es el mito fundacional a través del cual, Leonardo Pulcini, un hombre oscuro y grande, un granjero y un poeta oral, elabora el recuerdo de siglos de resistencia que culminaron en la Resistencia entre 1943 y 1944, pero que no empezó ahí y, mientras se cuente la historia, no va terminar ahí. Para empezar, la verdad de esta historia tiene que ver con sus detalles materiales: un paisaje específico (la primera palabra es “Aquí”); los rituales de la forma en que se compartía la cosecha 4 DE 14 WWW.RELAHO.ORG (los que alquilan la tierra y la cultivan se quedan con el trigo malo, y ésa es la razón por la que esa parte de Italia es famosa por la pelagra); los guardias, que parecen salidos directamente de las páginas de Alessandro Manzoni; la pobreza de la tierra, las cosechas, magras incluso antes de repartirlas; la violencia clasista económica y personal (simbolizada por el jus primae noctis); el origen de la rebelión social en la rabia de un individuo; y lo generacional: una revuelta de jóvenes contra una costumbre que sus padres toleraban. Además, está la verdad del lenguaje. Leonardo Pulcini oscila entre el barone y lu barone, es decir, entre el italiano estándar y el dialecto estándar, porque esta historia no pertenece a una tradición atemporal: es parte de un discurso dialógico que resuena tanto con las raíces dialectales como con la articulación contemporánea de la escuela, los medios de comunicación, el habla del que está haciendo la entrevista. La mezcla lingüística es la señal de un cambio cultural que está implícito en el sonido mismo de la voz del narrador. Tiene sentido, entonces, que haya un juicio moral implícito en una fórmula lingüística. La historia dice que los campesinos empiezan a golpear “a ese pobre barón y a todos sus servidores”. Cuando lo oí por primera vez, supuse que el adjetivo –pobre—era sólo una fórmula. Después pensé en un paralelo literario. Cuando Huckleberry Finn ve al Duque y al Rey cubiertos de plumas y alquitrán, echados del pueblo, no puede evitar el impulso de la piedad: “ Me dieron pena esos pobres desgraciados ridículos”, víctimas de la crueldad recíproca de los seres humanos 4. El “pobre barón” es un oxímoron irónico --¿cómo puede ser “pobre” un barón feudal con tierras?-- pero la frase también señala la naturaleza humana del barón y el hecho de que comparte esa naturaleza con los campesinos oprimidos y perseguidos que se rebelan contra él; y señala el hecho de que los rebeldes, incluso en el momento en que se están rebelando, son capaces de reconocer esto, como si se vieran a sí mismos, siempre apaleados por los guardias del barón, en el barón al que ahora están apaleando. Después de todo, ellos saben muy bien cómo se siente un golpe. Las huellas invertidas del caballo son una imagen del deshacer del poder. A solas, en la nieve, el barón vencido vuelve atrás por el camino que lo había llevado de persona a terrateniente. Necesita la ayuda de un pobre herrero, como si fuera un refugiado o uno de los partisanos a los que dio refugio Leonardo Pulcini. Desgraciadamente, al final de su camino, el barón encuentra los carruajes del Vaticano (otra verdad histórica: la alianza de la Iglesia y la aristocracia para oprimir a los campesinos) que volverá a transformarlo en un cortesano. Sin embargo, a mí me encantó el doble final feliz de la historia: “Y un barón se salvó. Y Leonessa quedó libre.” El final sugiere que lo que cuenta no es la venganza, no es el castigo a un malvado. Lo que cuenta es la libertad. Voces que vienen desde el presente Esta historia representa muchas de las cosas que aprendimos e hicimos en los veinte años del Circolo Gianni Bosio 5. Hay otra historia que nos ayudará a entenderlo mejor todavía. En algún momento, a mediados de la década del 70, un diario me hizo una entrevista sobre nuestro trabajo en música folclórica y yo le conté al periodista que había escuchado una vieja balada “Donna Lombarda” cantada por una dama anciana en Rivodutri, un pueblo cerca de Rieti, no muy 4 Mark Twain, Las aventuras de Huckleberry Finn. La cita es de la edición del original en inglés. Editorial Penguin, 1967, p. 244. 5 Este artículo está escrito en el plural porque reúne una historia que involucra a muchas personas. No todos los individuos que trabajaron en el Circolo Gianni Bosio estuvieron involucrados en todas sus actividades y en todos sus descubrimientos. Tal vez yo soy el único que experimentó todas las cosas que se relatan en este artículo, pero no experimenté ninguna de ellas en soledad. 5 DE 14 MEMORIA Y RESISTENCIA: UNA HISTORIA (Y CELEBRACIÓN) DEL CIRCOLO GIANNI BOSIO | ALESSANDRO PORTELLI lejos de Leonessa 6. Cuando salió el artículo, el énfasis estaba puesto en el hecho de que nosotros estábamos descubriendo y recuperando canciones muy antiguas, ecos del pasado. Eso me molestó porque yo había insistido no en que “Donna Lombarda” se había originado tal vez en el siglo XVIII, sino en que la gente la seguía cantando en el XX. Empezamos con música folclórica pero no estábamos buscando versiones antiquísimas y elusivas, textos sin contaminar, estilos genuinos. Estábamos interesados en la vida contemporánea de la música, en el hecho de que esas canciones todavía fueran parte de nuestro paisaje cultural. Aunque era vieja, vivía en el campo y era pobre, la dama de Rivodutri era mi contemporánea y, como dijo una vez Enresto de Martino, ciudadana de nuestro país 7. Todavía estábamos libres de la arrogancia del que escucha solamente a la gente que el habla contemporánea de las noticias políticas llama “los nuevos”, los “sujetos sociales emergentes”. Estábamos, y estamos, dispuestos a aprender de todo el mundo. Claro que no éramos tan superficiales como para creer que el hecho de que “Donna Lombarda” fuera una canción vieja era irrelevante, o que no tenía importancia saber si la historia del barón de Pianezza era un hecho o un producto de la imaginación. Sin embargo, ese dato positivo no era el blanco de nuestra investigación, solamente uno de sus términos. Sabíamos que sólo si conocíamos la historia de nuestros textos podríamos reconstruir los cambios y las hibridaciones que les daban su forma actual. Nunca pensamos en la memoria como un archivo, una heladera que preserva los datos y sus significados, sino más bien como un procesador, que los transforma y elabora de una forma osmótica y produce así nuevos datos y significados que incluyen a los viejos, aunque sea para negarlos o librarse de ellos. Más tarde descubriría, en las enseñanzas de Jurij Lotman, que olvidar también es parte del recuerdo 8. Por esas razones, siempre trabajamos para reconstruir el diálogo y el conflicto entre lo nuevo y lo viejo, lo recibido y lo inventado, la palabra individual y la de los otros. Políticamente, lo que contaba no era que el mensaje fuera revolucionario o no; creíamos que no hay revolución, no hay cambio, no hay democracia sin la habilidad y el esfuerzo de recordar, de contar, de inventar –sin la base elemental que es el ejercicio del poder del habla--. No nos interesaban tanto las raíces unificadoras como las ramas divergentes, la multiplicidad de hojas (entonces, las llamábamos “cien flores”); no tanto –diríamos más adelante—la identidad étnica sino las miles y miles de posibilidades de la diáspora. Es por eso que siempre nos atrajeron los géneros híbridos: la ottava rima (esa poesía improvisada en estrofas de ocho versos, como en los poemas canónicos de Ludovico Ariosto y Torquato Tasso); la parodia; las canciones de protesta y de temas fijos. Me acuerdo de un pastor cerca de Palestrina, en 1969, que me contó que cuando salía con las ovejas, siempre llevaba “ un bolsote de libros”. O de Riccardo Colotti, un domador de caballos de Tarquinia, que en la taberna declamaba y explicaba la Divina Comedia de Dante a un público de sus pares y también a estudiantes de Roma. Él nos enseñó a todos que el Perro que anuncia Dante, ése que liberará al mundo de la avaricia y el hambre “es esa cosa que llaman comunismo”9. 6 Esta versión de la balada se incluye en el disco La Sabina, Canti, balli, e riti (Milán: Dischi del Sole DS 517/19). Tiene el número 1 en la colección clásica de Costantino Nigra, Canti Populari del Piemonte (1888; repr: Turín, Einaudi, 1967), pp. 3-34. 7 Ernesto de Martino, “Note lucane” (1950), en Pietro Clemente y otros, editores, Il dibattito sul folklore in Italia (Milán: Edizioni di cultura popolare, 1976), pp. 370- 82. 8 Juri M. Lotman y Boris A. Uspenskij, “Sul meccanismo semiotico della cultura” (1971), en Tipologia della cultura (Milán: Bompiani, 1973), pp. 46-48, traducción italiana de Remo Faccani. 6 DE 14 WWW.RELAHO.ORG La ottava rima se localiza en la frontera entre la oralidad y la escritura, el recuerdo y la invención, la conservación y la improvisación. Es el terreno en el que los analfabetos ponen sus manos sobre los libros –en los trabajos canónicos de Tasso, Ariosto, Giovanbattista Marino (el terreno en el que los analfabetos modifican la forma de Dante y Homero)—y el terreno en que se dan cuenta de la “oscuridad” figurativa de esos textos (Colotti), de la dificultad que los hace preciosos y también el terreno en que se los apropian y los contaminan con su propia imaginación, lenguaje y voz. Las estrofas de Tasso y Ariosto, cuando se apartan de la lectura silenciosa individual, cuando se las canta y se las recita en competencias, en público, quedan en la memoria tanto para preservarlas y exhibirlas como para cavar en ellas y recuperar así recursos lingüísticos y modelos formales para la improvisación de nuevos versos. El caso de la parodia y las canciones políticas no es muy diferente. El trabajo que hicimos en Umbría, especialmente alrededor de Terni, en la década del 70, y que siguió en Kentucky en la del 80, empezó con el descubrimiento de que en esos lugares se estaban creando y cantando nuevas canciones temáticas con músicas tradicionales y modos formales: stornello, ottava rima, canciones de trabajo y también baladas e himnos. En realidad, la posibilidad de expresar y comunicar las nuevas ideas y los nuevos temas surgía justamente porque había viejas formas disponibles en las que contenerlos. Con relativamente pocos toques, las formas rurales tradicionales se convertían en vehículos para comentarios agudos sobre la realidad industrial contemporánea 10. También nos damos cuenta de que las canciones políticas fueron muchas veces trabajo de intelectuales más o menos “orgánicos” y no de obreros, y de que usaron materiales heterogéneos tanto lingüísticos como musicales de la cultura de masas y la cultura popular y no formas tradicionales. Sin embargo, en lugar de rechazar estas mezclas impuras y muchas veces no muy felices, nos fascinaron la parodia, la superposición de palabras radicales y tonadas banales y populares, porque mostraban un gran espectro de lo que ahora llamaríamos sincretismo: entre la cultura oral y literaria, entre el melodrama, las canciones populares, y la música folclórica, entre el sentimentalismo y la conciencia de clase, entre las ambiciones subliterarias y la poesía de base, entre la ironía contra la cultura de masas y su imitación imperfecta, que la redime. En otras palabras, estábamos empezando a comprender que el sincretismo y el multiculturalismo pueden expresarse tanto por el diálogo y la armonía como por el conflicto y la disonancia. Palabras que se cruzan Ése fue el comienzo de una ampliación radical de nuestra mirada, que se reflejó en la transformación de nuestro “boletín de la cultura de los trabajadores y los campesinos”, que pasó a ser una “revista de las culturas de los pueblos y las culturas de masas”. Nuestro trabajo en la música folclórica nos había enseñado a escuchar con un oído diferente todos los sonidos de nuestro tiempo. Empezamos a estudiar la forma en que se relacionaban las reglas y la improvisación de la ottava rima (y los blues) y después extendimos esto a la relación del tiempo y la expresión en el rock y la cultura de los jóvenes11. Después, pasamos a estudiar los ingredientes culturales del rock, las raíces 9 Alessandro Portelli, “Riccardo Colotti: “Sarebbe´sto comunismo”. Una lectura Dantis contadina.” I Giorni Cantati, I, 1, números 2-3 (Julio-diciembre, 1981), pp. 25-33. 10 Ver mi “Typology of Industrial Folk Song” (Tipología de la canción folclórica industrial), en Death of Luigi Trastulli (Muerte de Luigi Trastulli), pp. 161-92. 11 Un volumen de I Giorni Cantati (I, números 2-3, julio-diciembre, 1981), estaba dedicado a “L ´improvivvisazione e la regola: la spontaneitá possible” (Las reglas de la improvisación: espontaneidad posible). 7 DE 14 MEMORIA Y RESISTENCIA: UNA HISTORIA (Y CELEBRACIÓN) DEL CIRCOLO GIANNI BOSIO | ALESSANDRO PORTELLI de clase de Elvis Presley y Bruce Springsteen, el poderío sincrético sorprendente de Prince, y la mezcla, el cambio y la fusión de sonidos eléctricos y étnicos, de raíces, de importaciones y recuperaciones y descubrimientos en la música africana, la salsa de Latinoamérica, y la música country de los Estados Unidos 12. En un nivel completamente distinto, Ambrogio Sparagna, que empezó por enseñar organetto en la escuela de música popular que organizamos para financiarnos, transformó el organetto de instrumento solista en instrumento de orquesta y siguió escribiendo la fusión más exitosa que exista actualmente entre la tradición musical del pasado de Italia y su futuro musical. En este momento, Sparagna toca con la misma facilidad en las calles, los clubes de folclore y la Filarmónica13. En otras palabras, tuvimos que aprender a escuchar a la cultura de masas no como un discurso sólido sino como un terreno en el que se encuentran diferentes discursos –un discurso de arriba que se encuentra con uno de abajo, discursos de diferentes direcciones que se superponen, se mezclan, vuelven a fragmentarse--. Nunca creímos que el mundo estuviera encaminándose hacia una monocultura sólida. Por eso siempre hablamos de “culturas” en plural, para referirnos no solamente a las “culturas subalternas” 14 sino también a lo que vemos como culturas de masas diferentes, que cambian, compiten, están en conflicto y son muchas que circulan en nuestro planeta al mismo tiempo. Las culturas del pueblo, siempre amenazadas de destrucción y fragmentación, han aprendido a vivir con un horizonte de desaparición 15 y a usar los materiales limitados que tienen a su disposición para crear belleza y significados a partir de los materiales que los que mandan ya descartaron. Para muchos de nosotros, especialmente los que veníamos del campo de los estudios sobre los Estados Unidos, este proceso estaba identificado con un objeto simbólico, la colcha de distintos pedazos de tela, esa expresión de una cultura folclórica femenina, rural, que reacciona contra la fragmentación levantando los pedazos y reuniéndolos de nuevo en un movimiento obstinado. La colcha también nos enseña que el sincretismo y el bricolage de las culturas folclóricas no son lo mismo que la euforia posmoderna de la fragmentación. Las culturas folclóricas saben que, mientras tratamos de romper las cadenas de la realidad, la realidad está decidida a rompernos a nosotros. Por lo tanto, el esfuerzo de la creación que se basa en esos fragmentos es una unidad parcial, temporaria, hipotética, algo así como el arco iris de Jesse Jackson, en el que los colores se distinguen unos de otros pero ya no están separados por límites fuertes ni marcados. Gran parte de 12 A. Portelli, “Bruce Springsteen: Working Class Hero?” (Bruce Springsteen: ¿un héroe de la clase trabajadora?), I Giorni Cantati 5 (Primavera, 1984), pags. 61-67; Filippo La Porta, “Salsa: Musica di un continente”, I Giorni Cantati I, número 1 (enero-marzo 1987), pp. 3-6; Massimo Canevacci, “Suoni malesi e sincretismi planetari”, I Giorni Cantati 2, números 7-8 (diciembre, 1988), pp. 8-10; Felice Liperi, “Talking Heads, Gabriel, Prince” (Cabezas de hablan, Gabriel, Prince), ibid, pp. 5-7. 13 Dos de las óperas folclóricas de Ambrogio Sparagna son Trillilli. Storie di magici organetti e altre meraviglie (Roma; Sudnord Records SNCD 0021) y Giofá il servo del Re (Roma: BMG Ariola 743211 64412). Los dos son acerca del poder liberador de la música y la memoria. 14 Alberto M. Cirese, Cultura egemonica e culture subalterne (Palermo: Palumbo, 1973). Aunque aprendimos mucho de este manual estándar de folclore (escrito por uno de los fundadores originales del Istituto De Martino, el alma mater del Circolo Gianni Bosio), nunca aceptamos la implicación etnocéntrica y racionalista del título: la idea de que hay muchas “culturas subalternas” y sólo una “cultura hegemónica”. 15 Tomo esta figura de Paula Gunn Allen, The Sacred Hoop: Recovering the Feminine in American Indian Traditions. (El Lazo sagrado: recuperación de lo femenino en las tradiciones de los indios de los Estados Unidos) (Boston: Beacon Press, 1986). 8 DE 14 WWW.RELAHO.ORG lo que es mejor en la cultura de masas contemporánea lleva ese mensaje: un rechazo de la homogeneidad que viene como mandato desde arriba (pero también desde abajo, como en algunas versiones del esencialismo y la pureza étnica) pero también una conciencia de que la multiplicidad sincrética de la cual surge la cultura de masas contiene tanto una liberación múltiple como una concentración de violencia. Volver a poner a la cultura de masas dentro de algún tipo de unidad temporaria con los fragmentos que quedan de las culturas folclóricas, por lo tanto, no significa volver al pasado sino ir hacia adelante y crear algo nuevo. Sin embargo, sin el recuerdo de la violencia, de la desposesión, de la falta de lugar en el mundo, de la explotación –y de la resistencia contra todo esto--, solamente seríamos los vehículos inconscientes de las invenciones de otra persona. La gente y los sonidos A mediados de la década del 70, Giovanna Marini, la mayor cantante folclórica de Italia, escribió con uno de los fundadores de nuestro grupo un artículo memorable sobre I Giorni Cantati, “Antes buscaba sonidos, ahora busco gente”. En 1990, un lector escribió a la revista quejándose de esos músicos contemporáneos que sintetizan sonidos étnicos en el estudio sin haberse encontrado jamás con un músico étnico en la calle o en ninguna otra parte, sin ninguna conciencia de las palabras en las que se origina esa “música del mundo”. La tradición oral colectiva está muy bien, explicó Marini, pero es absurdo dejar de lado a los individuos en cuyas vidas están corporizadas estas tradiciones. El desplazamiento posmoderno está muy bien también, escribió nuestro lector, pero es absurdo desplazar a otro para sentarnos en su lugar. Es absurdo tomar los sonidos que queremos y arrojar por la borda las vidas que los produjeron, porque no tenemos ninguna utilidad para ellas. Ésas son las implicancias de una de las más humildes y más importantes enseñanzas de Gianni Bosio: nunca apagues el grabador. Lo que él tenía en mente cuando decía eso no era una técnica de trabajo de campo, sino una relación con la gente con la que nos encontrábamos. No íbamos a extraer ítems folclóricos (canciones, cuentos, proverbios) sino a aprender de la gente (como “personas históricas”, decía Bosio) 16 lo que ellos tuvieran para decirnos. Y nunca íbamos a dejar de escuchar. Así, para cuando Marini estaba escribiendo su artículo, algunos de nosotros empezábamos a darnos cuenta de que la charla aparentemente dispersa que acompañaba nuestras grabaciones de música popular era por lo menos tan importante como la música y las canciones. Los cantantes insistían en poner las canciones dentro de un contexto histórico y mientras escuchábamos esas explicaciones, la historia oral se convertía gradualmente en un foco tan importante como la música en nuestro trabajo de campo. Otra de las razones de esto fue que gran parte de los músicos que habían trabajado con nosotros en un principio se estaban marchando (no podían vivir de eso ni fabricarse una carrera sobre la base estrecha y temblorosa del Circolo Gianni Bosio), y los que nos quedábamos estábamos más cómodos con la historia y la lingüística que con el análisis etnomusicológico. A partir de la historia oral aprendimos a ir más allá de un enfoque positivista de la historia. Aprendimos la verdad del contar, cuando antes sólo sabíamos contar la verdad; la importancia del lenguaje, de los símbolos, de las metáforas, el trabajo de la imaginación, el sueño y el deseo. Ya hablamos y escribimos mucho sobre esos temas. Aquí, me gustaría decir algunas palabras sobre un 16 Gianni Bosio, “Uomo folklorico/uomo storico”, en L´intellettuale rovesciato (Milán: Edizioni Bella Ciao, 1975) pp. 254-63. 9 DE 14 MEMORIA Y RESISTENCIA: UNA HISTORIA (Y CELEBRACIÓN) DEL CIRCOLO GIANNI BOSIO | ALESSANDRO PORTELLI aspecto que se volvió central para nuestro enfoque y nuestra teoría: la dimensión personal del trabajo de campo, el intercambio constante y el constante movimiento de los roles y la información entre los sujetos involucrados en la entrevista, el supuesto observador y el supuesto observado. Nuevamente, quiero apelar a una historia para tratar de explicar esto. Se trata del episodio que muy probablemente sea el que más me enseñó sobre la interacción política y personal en el trabajo de campo y en el activismo político. Esto fue en 1970, el momento cumbre del movimiento de los “squatters”, la ocupación de edificios de departamentos vacíos por gente sin hogar o con hogares muy pero muy pobres. Y hay miles de miles de estas personas en Roma. En uno de esos edificios ocupados en la colina Esquilino, hice una entrevista a uno de los protagonistas de base del movimiento: un obrero de la construcción muy consciente de su clase y muy hábil para hablar, que había tenido un rol importante en varias ocupaciones. Aprendí mucho sobre las condiciones y la lucha pero la verdadera lección vino al final, cuando este militante me preguntó si, entre mis amigos, yo no conocía a alguien que pudiera recomendar a su joven hija para entrar a una escuela como pupila, un lugar donde pudiera continuar sus estudios. Al principio, sentí ese toque de clientelismo en una persona tan consciente de su clase obrera como una desilusión desgarrante. Después me di cuenta de que ese hombre estaba usando solamente una estrategia diferente, aunque contradictoria, para lograr el mismo objetivo: los derechos de ciudadanía e igualdad que el sistema le negaba y que estaban corporizados en la educación de su hija. Su participación total y dedicada en un movimiento de masas representaba una lucha por una igualdad futura pero por debajo de eso, inmediatamente abajo, estaba su consciencia de una desigualdad presente, y de la necesidad que tenían él y su familia de encontrar formas de sobrevivir ahora, antes de que cambiaran las cosas, si es que alguna vez cambiaban. Por lo tanto, su militancia activa existía lado a lado con las estrategias de los subalternos, y las dos estaban mediadas por la perspectiva de movilidad social a través de las generaciones. “ Hasta los obreros quieren mandar sus hijos a la universidad”, dice un impresionado personaje burgués en una famosa canción de movimiento de Paolo Pietrangeli 17, y este obrero en particular quería, por lo menos, mandar a su hija a la escuela secundaria. La rebelión con conciencia de clase, el clientelismo subordinado, la movilidad social como derecho cívico, todas esas estrategias eran parte de la misma persona. Pronto aprendí a escuchar todas, y no sólo la primera, que es la que más nos gusta a nosotros, los revolucionarios de clase media, para quienes la educación es un derecho de nacimiento y una casa donde vivir, un derecho de clase. Esas experiencias nos enseñaron a buscar menos a la clase obrera abstracta de nuestros deseos y más a los trabajadores concretos de nuestra experiencia, individuos específicos cuyas vidas, necesidades y problemas sociales no empiezan y terminan con el trabajo de ocho horas. Necesitamos comprender las capas más profundas de su imaginación, creencias, deseos y sueños, a menos que lo único que queramos sea trabajar con nuestros títeres conceptuales. Por eso, no fue una sorpresa para nosotros descubrir que los mismos obreros de la fábrica SNIA Viscosa de Rieti a los que habíamos visto protestar en Roma dentro del sindicato nacional militante de 1975, estuvieran como peregrinos en el altar de la Sagrada Trinidad en Vallepietra seis meses después 18. 17 Paolo Pietrangeli, “Contessa”, en el disco, Mio caro padrone domani ti sparo (Milán: Dischi del Sole DS 197/99). 18 A. Portelli. “I metalmeccanici e la funzione poetica. Espressivitá orale di base nella manifestazione nazionale del 2 dicembre 1977”, I Giorni Cantati, I, números 2-3 (Julio-diciembre, 1981), pags. 43-60; y “La classe operaia e la Santissima Trinitá”, I Giorni Cantati, 7, (1976). 10 DE 14 WWW.RELAHO.ORG Al fin y al cabo, yo también fui a las dos cosas, la protesta y el peregrinaje, y no fui como dos personas diferentes, como un militante en la primera y algún tipo de etnólogo en el segundo. En la protesta, habíamos marchado y gritado con los demás, pero también habíamos grabado los cantitos y yo había trabajado en un análisis lingüístico y retórico, es decir, una manera de entender el significado político de todo eso. Aunque no soy creyente, también fui al altar de la Sagrada Trinidad no sólo para grabar himnos y plegarias sino para ver quién estaba ahí. Además, ya había aprendido por el Esquilino squatter, la política de las estrategias múltiples y tenía sentido que los obreros cuyos trabajos estaban en peligro confiaran tanto en sus consejos sindicales como en la Sagrada Trinidad para protegerse y dar cierto sentido a sus vidas. La cinta que tengo de “Bandiera Rossa”, la canción de la bandera roja, cantada por obreros comunistas en el peregrinaje de la Madonna del Canneto en el Abruzzi, muestra el otro lado de esta doble estrategia. Por eso, la derrota de la clase obrera en la década del 80 y el descubrimiento de sus limitaciones y contradicciones tuvieron un efecto mucho menos traumático en nosotros que en la mayoría de la gente del movimiento. Ya sabíamos todo eso, no se nos cayó ningún ídolo. Hemos conseguido quedarnos del mismo lado del conflicto social, seguir leyendo la cultura como un terreno de lucha de clases sin tener que imaginar una clase obrera monolítica, una identidad garantizada o una cultura solidificada. Hemos conseguido seguir enfureciéndonos con la injusticia y la opresión sin tener que atribuirle al oprimido virtudes que nosotros no tenemos: al contrario, pudimos reconocer que sus debilidades eran muchas veces, consecuencia de la opresión misma. Más tarde, Lodovica Mutarelli, una militante del movimiento estudiantil de 1990, confirmó la misma lección. Para ser coherente con sus creencias políticas, se había ido a trabajar a una fábrica, donde descubrió que los obreros eran muy diferentes del mito que tenía en mente. “Las cosas en las que creía se derrumbaron en mi interior. Pero me di cuenta de que los principios que me movían eran fuertes. Cuando cayeron los mitos, podría haber dicho: ¿a quién le importa?, a mí no, me rindo. Pero no lo hice. Creo que realmente creía en esas cosas y sigo creyendo en ellas.”19 También aprendimos a reconocer la presencia del conflicto cultural, la tensión entre la hegemonía y la subordinación, entre la resistencia y la represión, en áreas no canónicas. En 1977, empezamos a discutir cómo se podían usar los enfoques que habíamos desarrollado en nuestro trabajo con la cultura de la clase obrera para entender las nuevas formas del comportamiento cultural de los jóvenes y tratamos de leer las “políticas de la vida privada” como una señal no del final de la política sino de su transformación. Hicimos historia oral no sólo con la generación del pasado sino también con la del presente. Como siempre, no nos interesaba solamente el contenido de la memoria sino también la forma en que se fijaba. Era fascinante ver cómo los hechos se convertían en recuerdos frente a nuestros ojos, cómo el movimiento y sus miembros creaban los recuerdos mientras insistían todo el tiempo en que lo que estaban haciendo era luchar contra ese recuerdo. Hicimos lo mismo con el movimiento estudiantil de 1990, y reconocimos que algunas formas evasivas o aparentemente inocuas de comportamiento –el mito del viaje, la imagen de la máscara—eran en realidad, vehículos de un deseo de otredad que no podían suprimir. A través de esas formas, una generación aparentemente pacificada, había estado expresando todo el tiempo su desafiliación del mundo tal como lo encontraron. No fue una sorpresa descubrir que para resistirse y adaptarse a la estructura jerárquica de la universidad, esos jóvenes muy bien educados usaran los mismos recursos folclóricos que habían usado las clases no hegemónicas para su propia resistencia y adaptación. Como la rebelión de los 19 Lodovica Mutarelli, b. 1965, en M. Arcidiacono y otros, L´aeroplano e le stelle. Storia orale di una realtá studentesca. (Roma: Manifestolibri, 1995), pag. 155. Ver capítulo 15, “Conversations with the Panther” (Conversaciones con la Pantera), en ese libro. 11 DE 14 MEMORIA Y RESISTENCIA: UNA HISTORIA (Y CELEBRACIÓN) DEL CIRCOLO GIANNI BOSIO | ALESSANDRO PORTELLI campesinos contra el barón de Pianezza, el movimiento estudiantil fue una insurgencia generacional, motivada tanto por una sensación personal de rabia de alguien que se siente injuriado, como por una expropiación material colectiva (después de todo, también se llama “barones” a los profesores titulares). Como la historia de Leonardo Pulcini, el movimiento nos dijo que, más allá de las crisis e identidades colectivas, hay una base de humanidad que no puede suprimirse. Eso también se aplica a nosotros, por supuesto. La historia del Circolo Gianni Bosio y I Giorni Cantati es la historia de un grupo cambiante, fluido, de gente que insiste en su derecho personal de crear sus propios sincretismos, y se niega a que los fragmenten y los vuelvan a coser sin resistencia en la síntesis hegemónica de cultura consumista y política del status quo. ¿Importa? En la primavera de 1991, me invitaron a un seminario con eminentes historiadores, sociólogos y filósofos. Hice una presentación sobre la historia oral de los mineros del carbón en Kentucky y traté de contar sus historias y de interpretar su significado y mostrar lo que podía lograr nuestro enfoque de la historia oral. Finalmente hubo comentarios como Sí, lindo, muy interesante, pero ¿cuál es la diferencia? Mi primera reacción fue la furia. ¿Siempre tenemos que explicarnos, que justificarnos como si después de todos estos años estuviéramos hablando por primera vez? Después, busqué la respuesta más honesta, más provocativa que pudiera encontrar. Realmente, ¿cuál es la diferencia? Bueno, en primer lugar, hay una diferencia en mí. Supongo que eso no significa nada para los colegas pero sigo estando convencido de que los cambios personales que yo y otros sufrimos gracias a las experiencias de las que acabo de hablar están entre los resultados más importantes de nuestro trabajo. Volvamos a la entrevista con el líder del movimiento de los sin techo que pidió mi ayuda para poner a su hija en una escuela de pupila. Fue en ese momento que nuestras miradas se cruzaron y que nos vimos realmente el uno al otro: cuando lo vi, vi cómo me miraba él. Un camarada, por supuesto, que se pasa las noches en un edificio ocupado y no en una casa cómoda... ah, pero claro, también un camarada que tiene una casa cómoda, es miembro de la clase media y la burguesía 20, tiene contactos y conocidos, se mueve con facilidad en los mundos de los cuales está excluido el informante (y a propósito: yo realmente no conocía a nadie que pudiera ayudarlo). Sé que podría haber salido de esa entrevista furioso con el obrero oportunista o sintiéndome culpable por mi ser burgués. Por alguna razón, salí con una sensación muy rica de la complejidad que compartimos. Empecé a sentir que la entrevista es siempre sobre la revelación y la confrontación tanto de diferencias como de puntos en común entre mi persona y la gente que acepta hablar conmigo. El diálogo no se hace posible fingiendo una identificación recíproca, sino poniendo en primer plano la diferencia en el contexto de una búsqueda de la igualdad. Más tarde, en Kentucky, en 1973, una dama negra, la señora Julia Cowans, me lo puso en palabras: “Siempre va a haber una línea entre nosotros”, dijo. “Yo no confío en usted”, --y por eso, estaba insinuando, estoy hablando con usted—porque el mundo por el que estoy trabajando es uno en el que una mujer proletaria negra y un hombre blanco de clase media podrían tener permiso para confiar el uno en la otra y viceversa, para eliminar las jerarquías y mantener las diferencias 21. 20 En ese momento, yo estaba trabajando como empleado en una oficina gubernamental: un trabajo seguro, permanente, con una paga decente. 21 Ver “There´s Gonna Always Be a Line”, capítulo 2 del libro del que está extraído este artículo: The Battle of Valle Giulia, Oral History and the Art of Dialogue, Alessandro Portelli. Wisconsin: University of Wisconsin 12 DE 14 WWW.RELAHO.ORG Siempre supimos que el trabajo de campo también es una forma de intervención política porque alienta un esfuerzo de autoconciencia, de crecimiento y de cambio en todos los involucrados y no importa si el diálogo tiene éxito o fracasa por completo. Por lo tanto, incluso en nuestros años de militancia política más activa e intensa, nuestro deseo de cambiar el mundo estaba conectado con nuestra disposición para cambiarnos a nosotros mismos. Pronto nos dimos cuenta de que esa disposición era también un requerimiento metodológico para el trabajo de campo serio: a diferencia de los datos duros y los archivos, la gente no va a hablar con uno a menos que uno hable con ellos, no se va a revelar a menos que uno también se revele ante ellos. No se enseña nada a menos que uno también esté aprendiendo, y uno no aprende nada si no sabe escuchar. Ésa es la lección del “intelectual cabeza abajo” de la que hablaba Bosio: alguien que tiene la posesión total de todas las herramientas y el conocimiento de la profesión pero que también absorbe el conocimiento de la clase obrera, del mundo no hegemónico de las culturas marginales y los jóvenes en nuestros días. Para los que vinieron al Circolo Gianni Bosio a través de la experiencia del Proyecto Apalaches de la universidad 22, ésa también fue la lección de Myles Horton del Highlander Center (uno de nuestros modelos, una de nuestras fuentes de inspiración): No se le puede enseñar nada nuevo a nadie a menos que uno ponga la raíz en lo que esa persona ya conoce. Y fue la lección de Domenico Starnone, que se cruzó por nuestro camino durante un tiempo e hizo algo de historia oral con nosotros antes de convertirse en uno de los escritores más brillantes de Italia, con todos sus libros basados en su trabajo como maestro 23. De él, aprendimos que hasta el chico más tonto de la clase sabe cosas que su maestro no sabe sobre la forma en sopla el viento, sobre la televisión y las telenovelas, sobre las motocicletas, sobre lo que es realmente la escuela. A menos que uno esté dispuesto a poner el cuerpo en la línea de fuego, nos enseña Domenico Starnone, a menos que esté dispuesto a usar la ironía y el sentido del humor contra uno mismo, no puede enseñar nada, aprender nada ni cambiar nada. El Circolo Gianni Bosio ha incluido a distintas personas en distintos momentos pero siempre incluyó gente que sabía de qué lado estaba y nunca sabía si estaba siguiendo líneas de algún partido ni de qué partido era, si estaban en algún partido o en cuál. Siempre insistimos en un concepto que desde el punto de vista de una organización es suicida: dé cada uno, no según lo que tenga que dar sino según lo que quiera dar. En consecuencia, nunca fuimos muy eficientes. La otra consecuencia, incluso en el peor de los tiempos, cuando había organizaciones mucho mejor estructuradas que se estaban derrumbando a nuestro alrededor, fue que sobrevivimos. Nos salvó nuestra independencia y nuestra flexibilidad, por las cuales pagamos el precio de muchas frustraciones y una falta crónica de medios que, en veinte años, nunca nos permitió tener un lugar propio. La Izquierda, los sindicatos, las administraciones progresistas, todos decían que les gustábamos y que pensaban qué éramos muy buenos, pero como éramos incapaces de pertenecer Press, 1997 22 Annalucia Accardo y otros, editores, Un´altra America: Letteratura e cultura degli Appalachi meridionali (Roma: Bulzoni, 1991). 23 Frank Adams, con Myles Horton, Unearthing Seeds of Fire: The Idea of Highlander (Desenterrar semillas de fuego: la idea de Highlander). (Winston-Salem: N. C. John F. Blair, 1975); Myles Horton, “Le avventure di un montanaro ribelle”, entrevista con C. Mattiello y A. Portelli, I Giorni Cantati 5, (primavera, 1984), pags. 36-41. Domenico Starnone también fue uno de los expositores en el seminario que inauguró este artículo. Una de sus novelas, Segni d´oro (Milan: Feltrinelli, 1990) fue también la historia de un proyecto de historia oral que se presentó por primera vez en nuestro diario: Domenico Starnone, “La Santa e le polveri, Antinfortunistica sacar alla SNIA di Colleferro”, I Giorni Cantati 1, número 1 (Junio, 1981), pp. 4668. 13 DE 14 MEMORIA Y RESISTENCIA: UNA HISTORIA (Y CELEBRACIÓN) DEL CIRCOLO GIANNI BOSIO | ALESSANDRO PORTELLI a una sola organización, nos dejaban de lado por alternativas más útiles. Siempre fuimos uno de los misterios más inexplicables de la cultura de oposición en Roma, un grupo que pasó por toda clase de crisis y aprendió el arte de cambiar todo el tiempo y todo el tiempo ser él mismo, flexible e inquebrantable, invisible y celebrado, sin lugar propio pero omnipresente, siempre derrotado y siempre invencible. La falta de medios, la crisis de la militancia, el hecho de que nadie nos estaba escuchando, todas esas cosas casi nos habían persuadido de dejar todo. Pero la dificultad creciente de estos años, la disolución proclamada de la clase obrera y la furia del deseo de autoanularse que parece afectar a la Izquierda política nos persuadió de seguir intentándolo. Cuando nos dimos cuenta de que no podíamos darnos el lujo de desaparecer, también nos dimos cuenta de que no era cierto que nadie nos estaba escuchando. Alejados de los medios de comunicación, que nos prohibían, habíamos llegado a innumerables personas, en formas casuales, informales, a veces sin saberlo. La experiencia y el conocimiento que acumulamos han llegado lejos dentro del patrimonio cultural de la oposición y la resistencia. Por lo tanto, celebramos nuestros veinte años de optimismo de la voluntad y empecinamiento de la inteligencia, junto con camaradas, amigos, grupos, organizaciones. Como ellos, con ellos, nos negamos a borrar nuestro pasado y entregar nuestro porvenir. Me gustaría terminar citando una maravillosa enseñanza política de las páginas de Cuore, una revista de humor y sátira que nos ayudó a organizar esta ceremonia y que se ha convertido en una de las pocas voces políticas serias que todavía se oyen en el país: “Chicos, no perdamos la costumbre. Tomémonos un poquito de tiempo (unos minutos por día es suficiente) para pensar, tal vez en voz alta, tal vez en público, solos o con otros, sobre el hermoso futuro que están preparando para nosotros... Cada uno de nosotros es un Centro de Resistencia Humana porque cada uno de nosotros está dotado del poder del habla y del poder del trabajo.” Hoy Desde un punto de vista práctico, el Circolo Gianni Bosio murió después de esta celebración. I Giorni Cantati salió, tal vez por última vez, en 1995, después de veintitrés años, un tiempo larguísimo para una publicación cultural radical sin fondos propios, voluntaria. Ni uno solo de los grupos y subgrupos que contribuyeron a esta experiencia sigue unido, excepto, tal vez, algunos de los músicos. Los individuos, en cambio, seguimos aquí. Como artistas, periodistas, críticos, maestros, obreros y estudiantes, seguimos tratando de hacer y decir las mismas cosas. Este libro es un ejemplo, como la música de Ambrogio Sparagna y Giovanna Marini; pero, de un modo u otro, todos los que estuvimos involucrados en la experiencia seguimos llevando su herencia en el trabajo de nuestra vida. Como dijo una vez Wash al Coronel Sutpen: “Tal vez nos mataron, pero no nos han vencido todavía”. Todavía tenemos las historias. ----------------------Traducción: Márgara Averbach 14 DE 14