Título: Primeras Narradoras Salvadoreñas Subtítulo: La crítica a la cultura patriarcal en la obra Caja de Pandora, de Josefina Peñate Hernández Ponencia preparada por Carmen González Huguet para las Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana 2014 Resumen: en honor al breve tiempo (y espacio) disponible, dispuse reducir los alcances de mi ponencia. En el presente texto se analiza la obra Caja de Pandora de Josefina Peñate Hernández. Su obra es importante no solo porque fue una de las primeras mujeres en cultivar el cuento en nuestro país, sino porque a diferencia de los cuentos que se escribían en la década de 1920 a 1930, año este último en que la obra se publicó, la de Peñate Hernández se centra en la condición de la mujer, y no se circunscribe al escenario rural y costumbrista. También aparece en estos cuentos el ámbito urbano, que si bien era una realidad incipiente en los años Treinta en El Salvador, cuando más del 70% de la población salvadoreña vivía en el campo, era un escenario importante porque las principales decisiones políticas se tomaban en radio urbano. La obra de Peñate Hernández, injustamente ignorada hasta la fecha, es uno de los primeros textos con perspectiva de género escritos en El Salvador. Hay datos que apuntan a que Josefina Peñate Hernández nació en 1902 o 1903. Juan Felipe Toruño1 afirma que nació en 1901. Hasta ahora ha sido imposible determinarlo con certeza en los archivos municipales de Santa Ana2 o, en su defecto, en los archivos eclesiásticos de la misma ciudad. ¿De dónde se infiere que nació en Santa Ana? Pues del hecho de que sus obras fueron publicadas en la Tipografía Comercial de aquella ciudad, y varios textos aluden a paisajes y personas de la llamada Ciudad Morena. Tampoco se sabe con seguridad la fecha de su muerte, acaecida probablemente el 15 de junio de 1935, al dar a luz a su único hijo. No sabemos si el parto ocurrió en Santa Ana o San Salvador. 1 Toruño, Juan Felipe. Desarrollo literario de El Salvador. San Salvador, Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1958. 1ª edición. Sin ISBN. 2 Se tiene noticia de que, en algún momento de su historia, los archivos sufrieron un incendio, de modo que faltan documentos. En los archivos municipales de San Salvador no aparecen la partida de nacimiento ni la de defunción de esta escritora. Es mencionada brevemente, como es su estilo con las mujeres, por Juan Felipe Toruño en su Desarrollo literario de El Salvador3, concretamente en la página 329, aunque el índice dice: “página 328”, donde menciona que nació en 1901 y murió en 1935, sin dar fechas exactas. Dice Toruño textualmente: “…escribió para niños, para hombres, para decir lo que veía y sentía. Copiaba el hecho cotidiano y describía sus ideales y su verdad.Calco de recuerdo, del fulgor panorámico de las almas buenas, como de la media tinta sentimental, su prosa.- Publicó tres volúmenes. Los suyos eran artículos periodísticos. Laboró en diarios de Santa Ana, su ciudad natal, estuvo en la docencia, y falleció sin suponer siquiera que atisbaba la muerte. Sus libros son: Esbozos (1928), Caja de Pandora (1921) y Surtidores (1932)”. De cada uno de los dos últimos hay un ejemplar en la Biblioteca Nacional salvadoreña, los cuales hemos digitalizado. Hago constar que la fecha de publicación que Toruño adjudica a Caja de Pandora es un error: en el libro dice que fue publicado en 1930 y no menciona ediciones previas. Surtidores es una serie de breves poemas en prosa, un género poco cultivado en El Salvador. Caja de Pandora es una colección de cuentos que describen la situación de las mujeres en las primeras tres décadas del siglo XX desde una perspectiva muy crítica. En cuanto a Esbozos, aún no hemos podido localizar algún ejemplar en ninguna biblioteca salvadoreña. A veces hay más suerte en bibliotecas fuera del país. Esta escritora se encuentra ausente de los programas oficiales del Ministerio de Educación y pocas personas conocen su nombre, a pesar de haber sido incluida en dos de las antologías de cuento con mayor presencia en bibliotecas de El Salvador: la de Manuel Barba Salinas4 y la de Willy Muñoz5. Hoy está completa e injustamente olvidada, al grado de que la mayoría de personas en El Salvador, incluso entre las pocas que se dedican al estudio de nuestra literatura, su nombre apenas ha sido oído y nadie ha leído sus textos. 3 Toruño, Juan Felipe. Desarrollo literario de El Salvador. San Salvador, Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1958. 1ª edición. Sin ISBN. 4 Manuel Barba Salinas. Antología del cuento salvadoreño 1880-1955. 1ª. edición 1959. Hay varias reimpresiones a cargo de la Dirección de Publicaciones. Esta antología es muy importante no solo porque es la primera antología de cuento en El Salvador, sino porque fue establecida por el gobierno como una obra de consulta obligatoria para maestros y tuvo mucha difusión. 5 Muñoz, Willy O. Antología de cuentistas salvadoreñas. San Salvador, UCA Editores, 2004. ISBN: 99923-34-75-4. Y sin embargo, la importancia de esta escritora es muy grande. Afirma Tania Pleitez6: “Willy O. Muñoz tiene el mérito de haber rescatado del olvido a Josefina Peñate y Hernández (1902?-1935), autora de una colección de cuentos titulada Caja de Pandora (1930), en la que se superan el realismo y el costumbrismo salvadoreños para darle cabida a la vida urbana, sobre todo a la forma en que opera el sistema patriarcal sobre la mujer citadina. Peñate y Hernández trató temas modernos y transgresores para la época, como el aborto, el divorcio, el incesto, los hijos fuera del matrimonio, la falta de independencia económica de las mujeres, etc.“7 Caja de Pandora es un libro breve. Apenas 118 páginas en las que se recogen 13 cuentos: La Que Nunca Fue Virgen, ¡Anafk!, Cruces liminosas, ¡La Hipocresía… Pase Social!, La Calumnia, La Parábola de las Almas y un Sueño, El Perdón, El Delito, El Vengador, Un Gesto, Suprema y Única Liberación, Por el Ojo de la Llave, La Razón Normativa y la Fe. a) La Que Nunca Fue Virgen: es el cuento reproducido tanto por Manuel Barba Salinas en su antología como por Willy Muñoz en la suya. Cuenta la historia de Carmela, que nacida en la pobreza, logra labrarse una buena educación gracias a las monjas de un convento. Se emplea como institutriz de la desaplicada Elvira, y el hermano de ésta, Luis, la corteja. Pero como el protagonista de la historia del “Curioso Impertinente”, intercalada por Cervantes en El Quijote, no está satisfecho Luis con la suerte de que una mujer buena e instruida le corresponda y le pide a su novia una “prueba de amor”. Esto es: que le permita constatar que aún es virgen. No sin muchos escrúpulos, Carmela accede. Y el novio mentecato se encuentra con que la virginidad de Carmela es inexistente. Entonces la increpa con dureza y crueldad, achacándole faltas imaginarias. De tales acusaciones la mujer se defiende con argumentos y buenas razones. Pero todas ellas son insuficientes para satisfacer al que se siente ofendido sin serlo. Ante tanta injusticia, Carmela exclama: “Hombres miserables, injustos, crueles. ¡Como si en la vida no tenemos los mismos derechos! Si se quiere debe ser más fuerte nuestro derecho porque somos más débiles. ¿Por qué se nos exige pureza, por qué, si nosotras al marido no le pedimos nada semejante, si llega enlodado y percudido al tálamo? ¿Por qué la ley es tan injusta, por 6 Pleitez, Tania, en: http://www.caratula.net/ediciones/44/critica-tpleitez.php, consultado el 1 de mayo de 2014. Se olvida la autora, o tal vez desconoce, la presencia de Peñate Hernández en la citada antología de Barba Salinas. 7 Pleitez, Tania, en: http://www.caratula.net/ediciones/44/critica-tpleitez.php, consultado el 1 de mayo de 2014. qué la soledad es tan monstruosa de dictar normas en contra de la razón y de la suprema justicia? ¿Por qué todas las mujeres no nos rebelamos para formar una casta de hombres escogidos, una nueva era que sea más humana, más racional y más justa? ¿Por qué el talento, el alma, la belleza espiritual de una mujer puede pasar inadvertida o manchada, tan sólo porque físicamente esta desposeída de un falso encanto? ¿Por qué?”… “Bah, tonterías y más tonterías, injusticias y más injusticias; y si fuese cierto… Si otro hombre hubiese hecho suyo mi cuerpo sin haber sentido la más pequeña partícula de esa enorme tontería que se llama Amor y a la cual idiotamente hoy me he entregado, que más daba?... ¿Puede acaso, por eso, corromper mi alma? Vanitas, vanitas, de ese animal puntilloso que se llama hombre! ¡Vanidad loca que le lleva a creer que entre los muslos de una hembra tiene eso sagrado, eso alto que se llama HONOR! No importa: yo seguiré mi camino donde la estulticia humana ha arrojado el más grande girón de sombra…!”. Carmela sonríe bajo el peso de su dolor…!” 8 Resignada cuando no vencida, Carmela ve con claridad la injusticia de que es objeto, pero no acierta a vislumbrar el origen histórico de esa injusticia. Orietta Caponi, en su artículo: Las raíces del machismo en la ideología judeo-cristiana de la mujer, afirma: “La destrucción del culto a la Gran Diosa (culto que algunas autoridades en el ramo consideran que existió desde una época tan antigua como la Alta Era Paleolítica, 25,000 años a.C.) fue crucial para el establecimiento del patriarcado. Diversos pasajes del Viejo Testamento revelan que las religiones matriarcales no desaparecieron naturalmente, sino que fueron víctimas durante siglos de continua persecución por parte de los promotores de las nuevas religiones que tenían como ser supremo a un dios masculino. En efecto, mientras se encuentran huellas de las diosas matriarcales desde el año 7.000 a. C. hasta el cierre del último templo de la diosa madre en el año 500 d.C., se supone que Abraham, primer profeta y gran patriarca, vivió entre el año 1800 y 1550 a.C. Si examinamos la Biblia encontramos varios testimonios que nos hacen pensar que al llegar los Semitas a su así llamada Tierra Prometida, los sacerdotes Levitas ordenaron la exterminación del pueblo de Canaán precisamente para eliminar a los adoradores de la diosa madre, condición necesaria para la instauración de la sociedad patriarcal. El patriarcado requiere como condición necesaria para la perpetuación de su poder a través del tiempo de una organización 8 Peñate Hernández, Josefina. Caja de Pandora. Santa Ana, Tipografía Comercial, 1930. Sin ISBN. patrilineal de la herencia. Lógicamente, a su vez, el matriarcado necesita una organización matrilineal, pero, mientras la matrilinearidad, por las virtudes biológicas del nacimiento, es inmediatamente manifiesta, lo mismo no puede decirse de la patrilinearidad. Las demandas de la patrilinearidad pueden estar aseguradas sólo al precio de estrictos controles y regulaciones de las actividades sexuales de la mujer. La pecaminosidad de la sexualidad femenina fue adoptada y propagada por los Levitas como un arma ideológica para restringir la autonomía que habían disfrutado las mujeres bajo las religiones matriarcales. Esta ideología de la pecaminosidad del sexo [femenino]9 determinó limitaciones que las mujeres, y no los hombres, fueron obligadas a internalizar; en efecto, la moralidad de la sexualidad masculina nunca ha tenido ni tiene mayor importancia dentro de la sociedad patriarcal con tal que el hombre no "humillara la esposa de su vecino" (Deut. 22).”10 Ya apuntaba también Simone de Beauvoir, en la más conocida de sus obras, El Segundo Sexo, con respecto a la virginidad femenina: “La vacilación del varón entre el temor y el deseo, entre el miedo a ser poseído por fuerzas incontrolables y la voluntad de captarlas, se refleja de manera impresionante en los mitos de la Virginidad. Tan pronto temida por el varón, tan pronto deseada o incluso exigida, la virginidad se presenta como la forma más acabada del misterio femenino; así, pues, es su aspecto más inquietante y más fascinante a la vez. Según que el hombre se sienta aplastado por las potencias que le cercan o que se crea orgullosamente capaz de anexionárselas, rehúsa o reclama que su esposa le sea entregada virgen…”11 Y subrayando lo dicho por Caponi, Beauvoir agrega: “De la fogosidad del caballo salvaje, de la violencia del rayo y las cataratas, el hombre ha hecho los instrumentos de su prosperidad. Del mismo modo quiere anexionarse la mujer en toda su riqueza intacta. Motivos racionales representan ciertamente un papel en la consigna de virtud impuesta a la muchacha: al igual que la castidad de la esposa, la inocencia de la muchacha es necesaria para que el padre no corra el riesgo de legar sus bienes a un hijo extraño. Pero la virginidad de la mujer se exige de una manera más inmediata 9 La acotación es mía. Caponi, Orietta. Las raíces del machismo en la ideología judeo-cristiana de la mujer. Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. Volumen XXX, Número 71, junio 1992. Hay versión digital en línea: http://inif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista%20de%20Filosof%C3%ADa%20UCR/Vol.%20XXX/No.%20 71/Las%20Raices%20del%20Machismo%20en%20la%20Ideologia%20Judeo%20Cristiana%20de%20la %20Mujer.pdf, consultada el 27 de junio de 2014. 11 Beauvoir, Simone de. El Segundo Sexo. Madrid, Cátedra, 2005. ISBN: 9788437622330 10 cuando el hombre considera a la esposa como su propiedad personal. En primer lugar, la idea de posesión es siempre imposible de realizar positivamente; en verdad, nunca se tiene nada ni a nadie; por tanto, uno intenta cumplirlo de un modo negativo; la manera más segura de afirmar que un bien es mío, consiste en impedirle a otro que lo use. Por otro lado nada parece al hombre más deseable que aquello que jamás ha pertenecido a ningún ser humano: entonces la conquista se presenta como un acontecimiento único y absoluto. Las tierras vírgenes siempre han fascinado a los exploradores; todos los años se matan varios alpinistas por haber querido violar una montaña intocada e incluso simplemente por haber intentado abrir un nuevo camino en su flanco; y hay curiosos que arriesgan su vida por descender bajo tierra hasta grutas jamás sondeadas.”12 En manos de fuerzas tan inexorables, Carmela siente que ante sus pies se abre un abismo. Sin embargo, la autora nos deja con la incógnita: ¿sucumbe Carmela a la injusticia o tiene la fortaleza de alejarse de la senda de la autodestrucción? Nunca lo sabremos. b) ¡Anafk!: la historia de Dolores describe la formación de una maestra y la relación amorosa que ella entabla con Raúl, uno de sus alumnos mayores. Embarazada, Dolores decide realizarse un aborto. Pero las cosas salen mal y la joven muere a consecuencia de complicaciones del aborto clandestino. Es esta la primera, y hasta donde sabemos, única vez que se aborda el tema del aborto provocado en la literatura salvadoreña. Tema controversial donde los haya, el aborto es, hoy por hoy, un tema que despierta encendidos debates al interior de la sociedad salvadoreña. Desde la Segunda Guerra Mundial, en casi todos los países industrializados, la normativa acerca del aborto comenzó a ser liberalizada y desde la década de los 50, la mayoría de los países ex socialistas de Europa central y del Este consideraron al aborto como un acto legal cuando se practicaba en el primer semestre del embarazo y a solicitud de la mujer embarazada. A finales de los años 60, las mujeres en Canadá, Estados Unidos, y después en casi toda Europa, empezaron a rechazar el dominio masculino en el debate sobre el aborto afirmando que la decisión de abortar es completamente personal. Actualmente, la legislación sobre el aborto, en el mundo, es muy diversa. Mientras en el mundo desarrollado, léase Estados Unidos, Canadá y la mayor parte de países europeos, 12 Beauvoir. Op. Cit. es legal, en el resto la legislación varía mucho. En algunos países el aborto es legal cuando está en riesgo la vida de la madre, cuando el feto presenta graves malformaciones o cuando el embarazo es producto de una violación. El Salvador es uno de los seis estados en el mundo en donde el aborto es completamente ilegal. Los otros cinco son Chile, Nicaragua, República Dominicana, Polonia y el Vaticano. Este es el cuento donde Peñate Hernández define con mayor claridad lo que el ejercicio de la sexualidad significa para la mujer: es un peligro. Una situación extrema donde se arriesga no solo la libertad y la seguridad, sino incluso la salud y la vida. Bien había argumentado Beauvoir en su obra citada: “En el acto sexual, en la maternidad, la mujer no compromete solamente tiempo y energías, sino también valores esenciales. En vano pretende ignorar el materialismo racionalista este carácter dramático de la sexualidad: no se puede reglamentar el instinto sexual; no es seguro que no lleve en sí mismo un rechazo de su satisfacción, decía Freud; lo que sí es seguro es que no se deja integrar en lo social, puesto que hay en el erotismo una revuelta del instante contra el tiempo, de lo individual contra lo universal; al querer canalizarlo y explotarlo, se corre el riesgo de matarlo, ya que no se puede disponer de la espontaneidad viviente como se dispone de la materia inerte; y tampoco se le puede forzar como se fuerza una libertad. No se podría obligar directamente a la mujer a dar a luz: todo cuanto se puede hacer es encerrarla en situaciones donde la maternidad sea para ella la única salida; la ley o las costumbres le imponen el matrimonio, se prohíben los procedimientos anticonceptivos y el aborto, se prohíbe el divorcio. Es imposible considerar a la mujer exclusivamente como una fuerza productiva: para el hombre es una compañera sexual, una reproductora, un objeto erótico, una Otra a través de la cual se busca a sí mismo.”13 c) Cruces liminosas: asistimos en este cuento al drama de María de la Luz, expulsada del seno familiar porque “ha pecado”. El ejercicio de la sexualidad, como en las otras historias, está penado para la mujer desde las normas impuestas por la cultura patriarcal. Ni siquiera la madre de María de la Luz, la tímida Laura, se atreve a desafiar a la autoridad paterna que exige el castigo para “tamaña falta”. 13 Beauvoir. Op. Cit. Por supuesto, una vez crecido, el hijo de María de la Luz es un crápula. Víctima de la propia violencia con que defiende su existencia miserable, muere el hijo y la madre sola debe procurarle un entierro de pobre. Este melodrama, que guarda paralelismos con el de Fantine, el personaje de Los Miserables de Víctor Hugo, reafirma lo dicho: la sexualidad de la mujer significa peligro. Ante todo, significa peligro para ella misma, para su propia existencia, así como para cualquier proyecto que pudiera tener de autorrealización. En la órbita de la cultura patriarcal, a la mujer solo le están permitidos tres papeles: la Virgen, la Madre o la Prostituta. Mientras no se case, porque el principal rol que la sociedad le reserva es el de esposa y madre, la mujer debe ser virgen, casta y pura. Una vez casada, su única fuente de realización personal es la maternidad. Fuera de estos dos papeles legítimos y aceptables, el otro único rol, que significa per se una humillación y degradación de la mujer, tal como la sociedad patriarcal lo concibe, es la prostitución. d) ¡La Hipocresía… Pase Social!: para variar, el protagonista de esta historia es un hombre, aunque en ella el personaje femenino también juega el papel de víctima de los apetitos desordenados del varón. Se trata en esta historia del médico Ladislao Rodríquez, quien es un verdadero Tartufo, es decir, el más acabado ejemplar de hipocresía social. El médico es encargado de cuidar la hacienda de una joven huérfana, Amelia, y no contento con apoderarse de la fortuna ajena, se apodera también de la honra de su supuesta protegida. El confesor del crápula es el padre Nazario. Ignoramos si se trata de un guiño a Nazarín, el protagonista que da nombre a la novela de Benito Pérez Galdós. Aquí don Ladislao prefiere morir sin confesión a admitir la infamia que ha cometido contra la abandonada Amelia. e) La Calumnia: es este más que un cuento, un poema en prosa o una viñeta. No hay acción. Solo nos habla de un maestro, al parecer víctima de la calumnia, pero no conocemos los detalles de la misma. En el texto, la dicente de la obra, que es el Hada de los Encantamientos, habla al protagonista. No sabemos los nombres de los personajes. f) La Parábola de las Almas y un Sueño: en medio de la pobreza en que viven, la hija de la pobre maestra le da palabras de consuelo. Aquí tampoco hay acción, y los personajes, igualmente, carecen de nombres. g) El Perdón: Emma es hija de un matrimonio infeliz. Al separarse, el padre convence a su hija de quedarse con él a cambio de una vida de lujos, pero debe rechazar a la madre. Emma accede. La madre, sin apoyo de nadie, cae en la miseria. Emma se avergüenza de su madre pobre y se casa con un señorito de la misma clase social que su padre. Pero el matrimonio de Emma tampoco es feliz. Poco a poco ella comprende que su marido no la quiere. Él incluso llega a justificar su desamor con el despego que Emma demostró anteriormente hacia su madre. Cuando Emma se separa de su marido y vuelve a la casa paterna en busca de comprensión y apoyo, el padre se los niega: “Y su padre, aquel viejo roñoso y malvado, cuando la vio de vuelta del hogar conyugal en busca del nido paterno, la contempló con rencor y con cólera por no haber puesto empeño en comprender a su marido, en perdonarle sus calaveradas, en soportar golpes y hasta ultrajes para él, que era su padre. Y le negó toda protección…” Desengañada, Emma va a la tumba de su madre y le pide perdón por no haber sabido comprenderla. Y la expiación de su pecado de ingratitud tiene los rasgos del sacrificio del Calvario: “¡Y la Gran Sombra seguía impenetrable! Ella se marchitaría precipitada y se haría la luz del eterno día hasta que ella, la hija castigada, la hija maldita, tomase su cruz de granito y subiese resignada todas las empinadas cuestas del Calvario hasta llegar cubierta de sudor y sangre hasta la cumbre! Entonces la voz del perdón se dejaría oír rasgando la azulada bóveda como un mensaje de Dios, y la vencida, tomando su túnica de luz y sus calzas de cristal emprendería la ruta luminosa hacia el corazón de la infeliz madre incomprendida.”14 Esta historia es notable porque en la expiación de su pecado, Emma se asemeja a las grandes místicas, tal como las considera Beauvoir: “Ciertamente, el ascetismo también ha sido practicado por monjes y religiosos. Pero el encarnizamiento con que la mujer escarnece su propia carne adopta caracteres singulares. Ya se ha visto hasta qué punto es ambigua la actitud de la mujer con respecto a su cuerpo: es a través de la humillación y el sufrimiento como lo metamorfosea en gloria. Entregada a un amante como objeto de placer, se vuelve templo, ídolo; desgarrada por los dolores del parto, crea héroes. La mística va a torturar su carne para tener derecho a reivindicarla; reduciéndola a la abyección, la exalta como instrumento de su salvación.”15 14 15 Peñate Hernández, Op. Cit. Beauvoir. Op. Cit. h) El Delito: en este cuento asistimos a la consumación del incesto. Don Matías, hacendado de cierto éxito, desea a su propia hija, Fidelia. Al abuso, el padre añade el agravante de la desfachatez: ““Oye, tontita, dícela él. Tú estás creída del pelmazo del cura que dice que es un sacrilegio que los padres posean a las hijas; es falso. El único grado de consanguinidad que se respeta es el de la maternidad. Y yo, ¿qué? ¿No te quiero lo bastante para hacerte feliz?...”16 Sin embargo, en el momento de la muerte, el padre abusivo se arrepiente y se queda rondando la casa como alma en pena. Esta historia es muy interesante porque en ella queda de manifiesto el más alto grado de conducta autocrática y soberbia. Don Matías se siente más allá del bien y del mal, al grado que las normas morales, sociales y aun religiosas le tienen sin cuidado. Es un ser que vive por y para el goce carnal. No teme transgredir las normas e incluso llega a burlarse de modo insultante del cura, representante de la autoridad religiosa y moral en su estrecho mundo. Pero también es curiosa la única excepción, el único dique moral que don Matías reconoce a sus apetitos: la madre. “El único grado de consanguinidad que se respeta es el de la maternidad”, dice. Lo dicen más claro María López Vigil y Jorge Garaventa: “Instalados dentro de la cultura patriarcal, poder y sexo se ligan estrechamente y dan paso a una definición incontrastable: Todo abuso sexual es abuso de poder. Parafraseando a la nicaragüense María López Vigil: “El abuso sexual más grave y traumático es la violación de una niña. Y yendo todavía más al fondo de las turbias aguas de este pozo aparece el incesto, el delito sexual más silenciado en cualquier sociedad del mundo”. El incesto paterno filial contra la hija-niña, devela el extremo del patriarcado que autoriza a los padres como dueños del cuerpo de sus hijas a quienes en realidad tienen la obligación de proteger, amar y brindarles seguridad”17. Es en el cuerpo de la mujer donde se instala el campo de batalla de la ideología patriarcal. Cuerpo que debe ser limitado, coartado, vejado, humillado y enajenado. Cuerpo del que el varón se apropia, pero cuyo control absoluto le resulta a la vez deseable y elusivo por más férrea que sea su coacción. 16 Peñate Hernández, Op. Cit. Garaventa, Jorge. Incesto paterno filial, paradigma del patriarcado. Hay versión digital: http://www.jorgegaraventa.com.ar/patriarcado.htm 17 i) El Vengador: Emilia es una mujer maltratada. Su marido es un hipócrita que, mientras la agrede física y psicológicamente, es miembro de la Asociación de la Caridad. La presidenta de tal agrupación no se explica las desavenencias entre Emilia y su marido: “”Dios nos lo guarde para honra de la Asociación, él un hombre tan bueno, un hombre tan santo; no sabemos cómo Emilia tiene diferencias con él, y todo por no ser condescendiente y generosa. El hombre es libre; nosotras somos siempre esclavas. Ellos pueden ir donde quieren, que siempre su reputación es brillante, nosotras, ah, nosotras…” suspiraba la dama.”18 Testigo de esta doble moral y de la violencia es Rodolfo, el hijo de la pareja, quien ve cómo su padre maltrata a su madre y cómo este intenta justificar el abuso. Rodolfo crece, Emilia enferma de tuberculosis y muere. El padre intenta que Rodolfo se quede a su lado, pero este, consciente de todo el daño que le hizo a su madre, prefiere alejarse del padre y luchar por la vida de manera independiente. Pasa el tiempo. El padre abusivo es un anciano que debe afrontar la vejez en la más absoluta soledad. Es este el texto en el que la autora pone un alegato franco y directo a favor de las mujeres en boca de Rodolfo, el hijo de la madre maltratada: “Ya vendrán los tiempos en que la mujer no sea una esclava, sino una compañera que nos comprenda y que nos haga respetar sus derechos, que sepa hacerse amar y comprender porque nosotros, padre, no sabemos querer a nuestras mujeres reduciéndolas al rango de sirvientes y de esclavas hasta el grado de no admitir ni siquiera que tengan opinión propia. La ley las considera irresponsables, y nosotros les negamos todo talento y todo derecho como responsables, pero sí se los concedemos para descargar sobre ellas el peso de nuestros dolores, de nuestros fracasos, de nuestras maldades…” j) Un Gesto: Guillermo, un hombre casado, llena de regalos a su secretaria, la joven y bonita Violeta. Pero durante una comida de negocios, él confiesa que fue amante de Leonor, prima de Violeta. Y cuando Guillermo intenta seducirla, ella valientemente lo increpa: “¿Creía usted que con un empleo iba a comprar mi cuerpo? ¿Es que cree que todas las mujeres vendemos por un plato de lentejas nuestro patrimonio de ser libres, altivas y dignas? Usted es un miserable. Aquí tiene sus obsequios que habrán de dolerle por el costo y más aún por la intención 18 Peñate Hernández, Op. Cit. frustrada. Si se recuerda alguna vez de mí, evóqueme en estos precisos momentos en que le doy con la punta del pie para echarlo a los negros rincones del olvido…”19 Sin embargo, es evidente al final que Violeta ha pagado un alto precio por comprender la bajeza de Guillermo. De ahí en adelante no podrá ir por la vida despreocupada y alegre, con la inocencia de quien no sospecha la existencia del mal, sino, por el contrario, prevenida contra los “peligros” que suscitan su belleza y su juventud. El nombre de la protagonista, Violeta, parece una alusión a la de La Traviata, ópera basada, como sabemos, en La Dama de las Camelias, de Alejandro Dumas hijo, tal como el estudiante Alfredo que aparece en el siguiente cuento: k) Suprema y Única Liberación: Irene, llamada Nita por sus clientes y conocidos, es una prostituta que trabaja en un lupanar. Alfredo, el estudiante, le pide que le cuente su historia y ella accede. Como otros personajes de otros cuentos de la misma serie, y acaso como la propia autora, Nita se preparó para ser maestra, pero un padre rústico e irascible se encargó de acabar con su reputación de mujer honrada, difamándola injustamente. De ahí en más, la joven no hace sino precipitarse por la pendiente de la perdición. De acuerdo con únicos roles que la cultura patriarcal permite a la mujer, una vez seducida o violada, no le queda otro camino que la prostitución. Ya no es virgen, y no puede ser una esposa y madre legítima porque está “manchada”. Como afirma Jennifer A. Jacobi20 que sucede en La isla de los hombres solos: “Dentro del paradigma que hemos venido bosquejando, tiene sentido que la violación conduce a la prostitución porque la mujer queda extranjerizada como resultado de haber sido violada y se encuentra, según Clément21, sin esperanza. Se halla en una especie de calle sin salida de la cual, como se verá en el personaje de Juanita, la única forma de escaparse es dejarse ser prostituida”. La violación o seducción, ese “peligro” que acecha a la mujer sexualmente activa dentro de la cultura patriarcal, es un pecado que, paradójicamente, debe expiar la mujer ejerciendo la prostitución. Esto es: repitiendo ad infinitum, el acto 19 Peñate Hernández, Op. Cit Jacobi, Jennifer A. La muerte o destrucción de la mujer en la obra de José León Sánchez. Tesis de Maestría en Lenguas Romances. Texas Tech University. 1995. 21 Se refiere a Catherine Clement, en su obra Según Catherine Clément, en su libro, Opera, or the Undoing of Women. 20 pecaminoso. Obviamente, se trata aquí de un acto sexual sin amor, realizado única y exclusivamente mediante previo pago. Bien dice Beauvoir: “Ya hemos visto22 que el matrimonio tiene como correlativo inmediato la prostitución. «El hetairismo — dice Morgan— sigue a la Humanidad hasta en su civilización como una oscura sombra que se cierne sobre la familia.» Por prudencia, el hombre consagra a su esposa a la castidad, pero él no se satisface con el régimen que le impone”. Lo “normal” en una sociedad patriarcal es que la mujer sea virgen o esposa y madre. Las “desviadas” de la norma son, necesariamente, las prostitutas. Si el hombre ha de ser activo sexualmente, de acuerdo con esta ideología, ¿con quién va a practicar el sexo si no es con las prostitutas? Beauvoir lo dice más elocuentemente: “Hacen falta cloacas para garantizar la salubridad de los palacios, decían los Padres de la Iglesia. Y Mandeville, en una obra que hizo mucho ruido, decía: «Es evidente que existe la necesidad de sacrificar a una parte de las mujeres para conservar a la otra y para prevenir una suciedad de carácter más repelente.» Uno de los argumentos esgrimidos por los esclavistas norteamericanos en favor de la esclavitud consistía en que, al estar los blancos del Sur descargados de las faenas serviles, podían mantener entre ellos las relaciones más democráticas, más refinadas; de igual modo, la existencia de una casta de «mujeres perdidas» permite tratar a la «mujer honesta» con el respeto más caballeresco. La prostituta es una cabeza de turco; el hombre descarga su torpeza sobre ella y luego la vilipendia. Que un estatuto legal la someta a vigilancia policíaca o que trabaje en la clandestinidad, en cualquier caso es tratada como paria.”23 l) Por el Ojo de la Llave: otra maestra, Lesbia, se topa con una alumna malintencionada e hipócrita, Eleonora, a quien da una lección refiriéndole uno de sus cuentos titulado precisamente Por el Ojo de la Llave. En el cuento dentro del cuento encontramos a una pareja que se esconde en los baños de un colegio (se trata de dos jóvenes, una maestra y un maestro) para dar rienda suelta a sus pasiones, sin saber que son observados por un viejo verde “por el ojo de la llave”. 22 Beauvoir. Op. Cit. Vol. I, parte segunda. 23 Beauvoir. Op. Cit. Al final, la maestra reflexiona: ¿Por qué a las mujeres nos cuesta ser más solidarias unas con otras? Es tan raro encontrar el sentimiento de sororidad entre nosotras… m) La Razón Normativa y la Fe: en el último cuento de la serie, Peñate Hernández nos presenta al padre Gonzalo, un sacerdote católico atormentado por el deseo que siente hacia la joven Encarnación. No es casual el contrapunto entre el cura acuciado por el deseo carnal y la bucólica descripción de la Naturaleza, que despliega las fértiles bellezas del paisaje en contraste con la estéril castidad del cura. Pero no dura mucho tal contención. Una tarde sucede lo que tarde o temprano va a pasar y pocos meses después es evidente el embarazo de la joven. Vilipendiada por todos, da a luz a su hijo. Pero Gonzalo, por orden superior, es trasladado a otra parte, y atrás quedan Encarnación y el niño, abandonados a su suerte. n) Página final: esta coda es, en muchos sentidos, profética. Maravilla que estas palabras y estas historias hayan sido escritas antes de 1930 en un país como El Salvador. Y da tristeza que yazgan ignoradas, a la sombra de un anaquel polvoriento en una biblioteca, sin que nadie las conozca. Quisiera ceder la palabra a su autora: “Si los hombres se han forjado un yunque cruel para nosotras las mujeres, quienes somos las culpables sino nosotras mismas que no hemos sabido gestarlos? ¿No somos acaso nosotras sus formadoras, sus primeras maestras? ¿Por qué si de pasadas generaciones nos ha llegado una moralidad carcomida, no sentamos nosotras la nuestra, no moral acomodaticia, sino una moral puramente humana? El hombre será más puro cada vez que dé un paso hacia la selva, ha dicho un grande escritor. Digo yo: el hombre será más puro cuando su divinidad, la divinidad de su pensamiento, la siente sobre la base de su barro dolido. Mientras pretenda negar el barro, el error quedará en pie. ¿Y no es eso lo que pretenden nuestros abstrusos moralistas? Libertad para la mujer, libertad de pensamiento y de acción. Ya el legislador dio un paso emancipándola al disponer la señora de sus bienes en el hogar; ya el legislador engrandeció a la Madre dándole puesto igual al hijo ilegitimo ante las leyes. Pero la sociedad le niega este derecho, y más que la sociedad le niega este derecho, y más que la sociedad, nuestra flaqueza de espíritu, nuestra debilidad que ya no tiene razón de ser en estos minutos en que el cielo americano se ve preñado de nubes rojas, y suena a lo lejos la trompeta libertadora llamando a cada uno a la conquista de sus derechos! Nosotras… ah, nosotras, no estamos preparadas. El camino está por hacer. Necesita nuestra mujer una sólida ilustración, y salir a la lucha, la lucha económica para conquistar allá nuestra independencia, que nos dará la verdadera libertad, porque mientras la esclavitud económica en nosotras se deje sentir, siempre continuaremos siendo las débiles, e iremos atadas con argollas de hierro al carro de triunfo de los déspotas y de los tiranos. En medio de esta noche, es mi voz la primera y débil clarinada! Más tarde, quizá muchos años después de mi escapatoria de este planeta, vendrá la mujer fuerte que yo sueño. Y como un nuncio, quedará este libro mío que contiene narraciones, sombrías, relatos dolorosos de vidas de mujer que nosotras las rebeldes debemos tratar de borrar de nuestra historia.” Ojalá este artículo contribuya a sacar a la luz la vida y la obra de esta mujer salvadoreña muerta en la flor de la edad, cuando tanto tenía por hacer y por decir. Antiguo Cuscatlán, 29 de julio de 2014. Bibliografía: Beauvoir, Simone de. El Segundo Sexo. Madrid, Cátedra, 2005. ISBN: 9788437622330. Gallegos Valdés, Luis. Panorama de la literatura salvadoreña. San Salvador, UCA Editores, 4ª reimpresión en 2005 a partir de la edición príncipe de 1981. ISBN: 99923-49-26-3. Jacobi, Jennifer A. La muerte o destrucción de la mujer en la obra de José León Sánchez. Tesis de Maestría en Lenguas Romances. Texas Tech University. 1995. Muñoz, Willy O. Antología de cuentistas salvadoreñas. San Salvador, UCA Editores, 2004. ISBN: 99923-34-75-4. Peñate Hernández, Josefina. Caja de Pandora. Santa Ana, Tipografía Comercial, 1930. Sin ISBN. Toruño, Juan Felipe. Desarrollo literario de El Salvador. San Salvador, Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1958. Edición príncipe. Sin ISBN.