CRISIS Y REFORMA DE LA IGLESIA Textos 1. GUILLERMO DE OCKHAM Y EL PAPADO DE AVIÑÓN. La Iglesia aviñonesa, al querer imponer a todos un yugo intolerable que sólo soportarían los viles esclavos, insulta a los fieles, decepciona y turba a toda la cristiandad. Se arroga un poder usurpado al privar a los fieles, clérigos y laicos, de sus bienes, derechos y libertades, al cargar sobre sus hombros intolerables impuestos, al reivindicar abusivamente y por múltiples vías bienes de la iglesia romana y de otras iglesias, al suscitar guerras, sediciones y discordias entre cristianos, al favorecer a sus aliados con parcialidad, menospreciando a las otras naciones, al desligar a los súbditos del juramento de fidelidad que han prestado a sus príncipes o a otros, al dispensar o modificar según su criterio los votos hechos a Dios, al privar a las Iglesias catedrales o a otras de la posibilidad de elegir a sus jefes o de disponer de sus bienes según les parezca, al tender trampas a los simples fieles mediante sentencias inicuas y procesos injustos, al imponer a los religiosos una austeridad mayor que la prevista por la regla o, por el contrario, suavizándola, al devolverlos al siglo o al obligarlos con estatutos ilícitos, al condenar doctrinas católicas que no contradicen la fe cristiana, al trabar materialmente la profesión de los doctores y al obligar a los más letrados e inteligentes a someter su inteligencia a lo que ella diga, contra toda razón y contra el testimonio de las Sagradas Escrituras, al rechazar cualquier rendición de cuentas de sus hechos y escritos, al acusar falsamente de crímenes imaginarios y reputar como herejes corruptos a los que han osado criticar sus iniquidades y errores o defender su derecho y la justicia contra su voluntad, matándolos si los tenía en su poder o condenándolos a prisión perpetua. Podría narrar otras innumerables injusticias, otros excesos con los que ha turbado y decepciona al pueblo cristiano, y le reduce a esclavitud, desafiando la libertad de la ley evangélica: lo he hecho abundantemente en mi "Diálogo" y he discutido minuciosamente los argumentos... Pero pienso que nada podrá hacerse y que no se podrá establecer sólidamente la paz entre los que ocupan la sede apostólica y los demás cristianos mientras no se defina de forma terminante por los clérigos y los laicos cuáles son los límites exactos del poder que el papa posee por derecho divino. (Guillermo de Ockham, De Imperatorum, 43-45. Trad. por LAGARDE, G. de, La naissance de l'esprit laïque au déclin du Moyen Age, París-Lovaina, 1956-63, t. IV, ps. 76-77; recogido por LADERO QUESADA, M. A., Historia Universal. Edad Media, Barcelona, 1988, p. 810). 2. MARSILIO DE PADUA, EL DEFENSOR PACIS Y LA AUTORIDAD SUPREMA DEL CONCILIO UNIVERSAL. 2. A seguido de esto muestro que la autoridad principal de esta determinación, mediata o inmediata, es exclusivamente el concilio general de los cristianos, o de la parte prevalente de los mismos, o de aquéllos a los que esta autoridad les hubiere sido concedida por la universalidad de los fieles cristianos; de tal manera, en efecto, que todas las provincias de] mundo o comunidades notables, según lo determine el legislador humano, ya sea éste uno único o muchos, y según la proporción de las mismas en cantidad y en cualidad de las personas, elijan varones fieles, primero presbíteros, y luego también no presbíteros, pero idóneos como más probados en su vida y más expertos en la ley divina, los cuales como jueces, según la primera significación de juez, representando las veces de toda la universalidad de los fieles, con la autoridad ya dicha concedida a ellos por las universalidades particulares, se congreguen en un determinado lugar del orbe, el más conveniente según la decisión de la mayor parte de ellos, en el cual definan conjuntamente aquellas cosas tocantes a la ley divina que se hubieran presentado como dudosas y como con utilidad, conveniencia y necesidad de ser determinadas, y con ello también lo que sobre lo demás del ritual eclesiástico o culto divino, o lo que para el futuro, para la paz y tranquilidad de los fieles, se ha de ordenar. Porque sería por demás inútil que se reuniera para la tal congregación la multitud de fieles inexperta; inútil también porque se vería turbada por las obras necesarias para la sustentación de la vida corporal, lo que sería para ella oneroso y acaso intolerable. 1 3. Aunque todos los fieles estén obligados a esta congregación por la ley divina, en orden al fin predicho, pero de modo diverso; los sacerdotes, en efecto, porque su oficio es enseñar la ley según su verdadero sentido y procurar aquellas cosas que aprovechan para su sinceridad y verdad, reprobar los errores contrarios y apartar de ellos a los hombres con sus exhortaciones, razonamientos e increpaciones. De donde en Mateo, último, a todos los sacerdotes, pero en la persona de los apóstoles, les, dice la Verdad: Id y haceos discípulos de Todas las naciones. Por lo cual también hablando el apóstol en la persona de todos en la 1ª a los Corintios, 9ª, decía: Me urge la necesidad; ¡ay de mí si no evangelizare! Después de los sacerdotes están más obligados que la restante multitud aquellos que fueren peritos en la ley divina; deben éstos, en efecto, mover a los otros y reunirse con los sacerdotes, principalmente si de modo congruente han sido requeridos o comisionados para esto, porque: al que sabe lo bueno y, no lo hace, se le imputa a pecado, como se escribe en Santiago, 4.° Para definir también las demás cosas que no tocan a la ley divina, pero contribuyen a la común utilidad y paz de los fieles, pueden y deben tomar parte en el concilio los que para ello hubieren sido designados por el legislador humano fiel. Y los legisladores también están obligados a eso, eligiendo personas idóneas para tomar parte en el concilio, proveyéndolas de lo necesario temporal y, si fuere oportuno, forzando, con vistas a la utilidad pública, a los que rehúsan venir, siendo idóneos sacerdotes. (...) De lo cual también se puede y conviene deducir que pertenece a la autoridad del dicho concilio solamente y no a la de cualquier obispo solo o presbítero, o de algún colegio particular de ellos, excomulgar o privar con entredicho de los divinos oficios al príncipe o a una provincia u otra comunidad civil. Porque queriendo por ignorancia o por inicua voluntad algún presbítero u obispo, o algún otro colegio particular de ellos, excomulgar o poner en entredicho al príncipe o a una provincia, ocurre seguirse de allí gran escándalo para la paz y tranquilidad de los fieles. Lo que casi en estos días se mostró por la experiencia, maestra de las cosas, cuando Bonifacio VIII, Papa romano, intentó excomulgar a Felipe el Hermoso, rey católico de los franceses de clara memoria, y someter su reino y, sus súbditos al entredicho de los sagrados oficios, con la protesta del dicho rey contra una invención fantástica escrita con el título: Una santa iglesia católica, promulgada por el dicho Bonifacio, o por él con su círculo de cardenales, que, contenía entre otras cosas, o mejor, concluía con la afirmación de que todos los príncipes del mundo, comunidades y personas particulares estaban sometidos al Papa romano con jurisdicción coactiva. Bien que lo que ocurrió en aquellos tiempos fue que el dicho Bonifacio se propuso por su cuenta ir contra el propio príncipe y sus súbditos y seguidores y levantar contra él a todos los príncipes y pueblos fieles que él pudo, testigo de ello la verdad inmortal y el recuerdo de muchos aún en vida, pero fue quitado de en medio por el sino de los mortales. Esta tempestad, más que alguna otra semejante maligna condición, fuente de grandes cismas y de peligros para los fieles, hay que cortarla de raíz, y esta forma de entredichos y excomuniones debidamente atemperada debe reservarse al concilio general de los cristianos, cuyo juicio, dirigiéndolo el Espíritu Santo, no puede pervertirse por ignorancia o maldad alguna. (Marsilio de Padua, El defensor de la paz, Parte Segunda, caps. XX y XXI, pp. 352-355 y 370-371). 3. AVIÑÓN, NUEVA BABILONIA. "¡Oh fuente de dolor, albergue de ira, de error escuela y templo de herejía! Roma ya fuiste, Babilonia impía por quien tanto se llora y se suspira. ¡Oh prisión dura, fragua de mentira, donde el bien muere, donde el mal se cría! ¡Oh infierno en vida, gran pasmo sería ver que Cristo contigo no se aíra! 2 En fiel pobreza y castidad nacida contra quien te fundó tu alzas los cuernos. ¿En quien esperas, puta descarada? ¿En tu adulterio? ¿En plata mal habida? Ya Constantino no volverá a vernos; mas tome el mundo triste por morada. (Petrarca, Cancionero, Primera parte, CXXXVIII: http://temqueler.files.wordpress.com/2007/12/cancionero-primera-parte.pdf) 4. LA DEVOTIO MODERNA: LA IMITACIÓN DE CRISTO DE TOMÁS DE KEMPIS. Capítulo 1: De la Imitación de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo. Quien me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos amonesta que imitemos su vida y costumbres, si queremos verdaderamente ser alumbrados y libres de toda la ceguedad del corazón. Sea, pues, nuestro estudio pensar en la vida de Jesucristo. La doctrina de Cristo excede a la de todos los Santos, y el que tuviese espíritu hallará en ella maná escondido. 1. Mas acaece que muchos, aunque a, menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quiera entender plenamente y saborear las palabras de Cristo, conviene que procure conformar con Él toda su vida. 2. ¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si careces de humildad, por donde desagradas a la Trinidad? Por cierto, las palabras subidas no hacen santo ni justo; mas la virtuosa vida hace al hombre amable a Dios. Más deseo sentir la contrición que saber definirla. Si supieses toda la Biblia a la letra y los dichos de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo sin caridad y gracia de Dios, Vanidad de vanidades y todo vanidad, sino amar y servir solamente a Dios. Suma sabiduría es, por el desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales. 3. Vanidad es, pues, buscar riquezas perecederas y esperar en ellas. También es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuida,: que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto se paso: y no buscar con solicitud el gozo perdurable. 4. Acuérdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: No se harta la vista de ver ni el oído de oír. Procura, pues, desviar tu corazón de lo visible y traspasarlo a lo invisible, porque los que siguen su sensualidad manchan su conciencia, y pierden la gracia de Dios. Capítulo 2: Del bajo aprecio de sí mismo. 1. Todos los hombres, naturalmente, desean saber; mas ¿qué aprovecha la ciencia, sin el temor de Dios? Por cierto, mejor es el rústico humilde que a Dios sirve, que el soberbio filósofo que, dejando de conocerse, considera el curso del cielo. El que bien se conoce, tienese por vil, y no se deleita en alabanzas humanas. Si yo supiera cuanto hay en el mundo y no estubiera en caridad, ¿Qué me aprovecharia delante de Dios, que me juzgará según mis obras? 2. No tengas deseo demasiado de saber, porque en ello se halla grande estorbo y engaño. Los letrados gustan de ser vistos y tenidos por tales. Muchas cosas hay que, el saberlas, poco o nada aprovecha al alma; y muy loco es el que en otras cosas entiende, sino en las que tocan a la salvación. Las muchas palabras no hartan el alma; mas la buena vida le da refrigerio, y la pura, conciencia causa gran confianza en Dios. 3 3. Cuanto más y mejor entiendes, tanto más gravemente serás juzgado si no vivieres santamente. Por eso no te ensalces por alguna de las artes o ciencias; mas teme del conocimiento que de ella se te ha dado. Si te parece que sabes mucho y entiendes muy bien, ten por cierto que es mucho más lo que ignoras. No quieras saber cosas altas; mas confiesa tu ignorancia. ¿Por qué te quieres tener en más que otro, hallándose muchos más doctos y sabios en la Ley que tú? Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te conozcan ni te estimen. 4. EI verdadero conocimiento y desprecio de sí mismo es altísima y doctísima lección. Gran sabiduría y perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros, y tenerse y reputarse en nada. Si vieres a alguno pecar públicamente o cometer culpas graves, no te debes juzgar por mejor, porque no sabes cuánto podrás perseverar en el bien. Todos somos flacos; mas tú a nadie tengas por más flaco que a ti. (Tomás de Kempis, La Imitación de Cristo, Libro Primero: Avisos provechosos para la vida espiritual; tomado de http://es.catholic.net/biblioteca/libro.phtml?consecutivo=488&capitulo=6172) 5. LA NECESIDAD DE REFORMA DE LA IGLESIA (Carta de 1493, de los Reyes Católicos, a los embajadores en Roma, solicitando el apoyo del Papado a las medidas de saneamientos del clero) "Por lo que havemos scrito aveys visto quanto es necessaria la reformación de los monesterios de los nuestros reynos y quanta raçon tenemos de lo procurar por el descargo de nuestras conciencias y por el servicio grande que de ello se seguirá a Nuestro Señor, y beneficio en los dichos monesterios. Y si nosotros lo deseamos y queremos entender y trabajar en ello con mucho cuidado e diligencia, porque se faga este tan gran servicio a Nuestro Señor, quanto más lo deve querer e desear, como creemos que lo desea Nuestro Muy Santo Padre, ques cabeza de la Iglesia a quien principalmente acata de mirar en ello, pues queriéndolo Su Santidad cierto es que fácilmente podrá quitar qualquier cosa que impida la dicha reformación. Por ende vos mucho encargamos torneys a suplicar de nuestra parte a Su Sanctedad que por servizio de Nuestro Senior e por nos facer muy grande graçia, le plega otorgarnos luego la bulla para la dicha reformación, en la forma que vos havemos scrito. Y si por ventura no se pudiese luego expedir la dicha bulla para todos los monesterios de nuestros reynos en general, a lo menos suplicat a Su Santidat con mucha instancia que mande luego expedir una bulla para la reformación y encerramiento de los monesterios de monjas desta ciudat, en los quales ay tanta deshonestidad y profanación, que sin duda es en ello mucho deservido Nuestro Señor; y si ser puede querríamos dexarlos reformados antes de nos yr deste principado...". (Recogido por GARCÍA ORO, J., "La reforma de los religiosos españoles...", Valladolid, 1969, p. 148). 6. LA SITUACIÓN DEL CLERO: SERMÓN DE UN FRAILE AGUSTINO CON MOTIVO DE UNA “MISA NUEVA” Los clérigos malos no eran sacerdotes de Dios, sinon del diablo, e que fasían sacrificio al diablo, porque non tenían lo que avían prometido: religión e provesa, ante fasían lo contrario, cobdiçiando riquezas, e mulas, e cavallos, e heredades; e robavan las iglesias e non las servían, e que preçiavan más bever en las tavernas e jugar dados e andar por las plaças vagabundos, que non venir a las iglesias nin resar las oras; e que se pagavan más andar a caça con un galgo… Van a confesar con ellos los mesquinos de los labradores e dízele el clérigo: “Daca trescientos maravedíes; sinon, non te absolveré”… Aunque el clérigo fuesse viejo de sesenta annos, que antes cobdiçiava una moça de quinse annos que otra muger de cuarenta annos para caqlear… Et tienen fijos de sus mançebas, e llámanlos sobrinos… (GONZÁLEZ JIMÉNEZ, M., «Nivel moral del clero sevillano a fines del siglo XIV», Archivo Hispalense, 1977, 183) 4