SOLO TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO - B Josué 24,1-2a.15-17.18b; Efesios 5,21-32 y Juan 6,60- 69 23 de agosto de 2015 OBSERVACIONES PREVIAS • El hombre necesita alimentarse para poder subsistir. Y eso es lo que está llamada a ser la eucaristía: una experiencia de indigencia profunda y de dependencia radical que nos invita a alimentar nuestra existencia del Dios de la vida. • Pero el hombre también está hecho para comer-con-otros. Comer significa para el ser humano sentarse a la mesa con otros, compartir, fraternizar, celebrar una fiesta de familia y de amistad. • ¿No han perdido nuestras eucaristías esa triple dimensión de alimento, fraternidad y fiesta que tanto arraigo tienen en nuestros pueblos? No deberíamos descuidar esta triple dimensión para entender las palabras de Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”. PARA REFLEXIONAR ¿A quién vamos a acudir? El evangelio de este domingo es sorprendente por lo que dice y por lo que implica. “Su enseñanza es muy difícil de aceptar”. Pues si lo dicho os escandaliza, qué pasaría si vierais”… Y “muchos se alejaron de él”… Ante la reacción de la gente, surge la pregunta de Jesús: “¿También vosotros queréis iros?”. Y la respuesta de Pedro: “Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras son de vida eterna. Nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Toda una profunda y auténtica profesión de fe. ¿Por qué nos quedamos? La pregunta del Señor a sus apóstoles: “¿También vosotros queréis marcharos?” implica otra pregunta que cada uno deberíamos hacernos “¿Por qué nosotros nos quedamos?” A nuestro alrededor son muchos los amigos, familiares, conocidos, que no se han quedado, algunos ni con Jesús ni con la Iglesia. ¿Por qué nosotros nos quedamos? En medio de la tempestad que azota a la Iglesia y a la sociedad, que ha arrancado, en cantidad y calidad, ramas de su tronco, ¿por qué nos quedamos nosotros? Algunos dicen, con bastante superficialidad, que las ramas caídas eran las secas y podridas. La tempestad también arranca ramas llenas de verdor y de buenos frutos y, más fácilmente, cuando el peso de los frutos es mayor. ¿Por qué nos quedamos nosotros: por pura inercia de la educación recibida, de una larga costumbre adquirida? Tú tienes palabra de vida eterna Creo que la primera respuesta al quedarnos es porque el Señor no permitió que la tempestad nos azotara con furia. Y, porque también para nosotros: “Tú tienes palabras de vida eterna”. El peso de la palabra del Señor es el ancla que nos sujeta a Jesús, la palabra que, sin ruido, sin sonido, sin ser pronunciada, habla al corazón. Palabra sincera que no nos engaña, no nos oculta la dificultad, nos habla de seguirle con la cruz, pero fortalece, alienta y consuela; palabra que va derecha al corazón y allí da peso para que la tormenta no se lleve nuestra pequeña barca. Ningún otro apóstol fue capaz de contestar al Señor como lo hizo Pedro, pero la adhesión de los otros al Señor era tan firme o más que la de Pedro… Vamos a decirle al Señor con Pedro y con los apóstoles: ¿Señor a quien vamos a ir? Nos quedamos contigo, aunque no sepamos explicar muy bien, en nuestra ignorancia, las razones… No necesitamos palabras para estar a gusto junto a las personas que queremos. PARA COMPROMETERSE • Sin duda, uno de los mayores servicios que podemos realizar en la Iglesia actual es poner la persona y el mensaje de Jesús al alcance de los hombres y mujeres de nuestros días. Ayudarles a abrirse camino hacia él. Acercarles a su mensaje. • Muchos cristianos que se han ido alejando estos años de la Iglesia, quizás, porque no siempre han encontrado en ella a Jesucristo, sentirían de nuevo aquello expresado un día por Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos”. • ¿Señor a quien vamos a ir? Nos quedamos junto a ti; aunque no sepamos explicar las razones, no necesitamos palabras para estar a gusto junto a las personas que queremos. Aquí nos quedamos porque tú tienes palabras que salvan. Y nosotros hemos experimentado la salvación de Dios. PARA REZAR Porque eres el Dios que permanece para siempre, la verdad que me hace libre, el sol que ilumina mi vida con resplandores de eternidad; porque vivo en un mundo de cambios inexplicables donde lo que hoy es amor, mañana se convierte en egoísmo, lo que hoy tiene un valor incalculable, mañana carece de precio... Porque solo tú, Señor, eres maravillosamente fiel, porque tienes palabras de vida eterna, yo me quedo contigo, Señor. Porque eres la brújula que me orienta para no perderme; porque, en medio del mar de la vida, eres timón seguro que diariamente me conduce al puerto; porque sé que el arado de mis manos no trabajará con la misma fuerza y hondura si no soy capaz de mirarte a los ojos limpiamente… Porque solo tú, Señor, eres maravillosamente fiel, porque tienes palabras de vida eterna, yo me quedo contigo, Señor. Mi Dios leal y maravillosamente fiel, te doy gracias por la libertad que me regalas; te doy gracias, mi Dios, porque, aun en medio de tanto desconcierto, sé que sigues optando por mí, que esperas mi respuesta comprometida, que añoras mi presencia confiada… Porque solo tú, Señor, eres maravillosamente fiel, porque tienes palabras de vida eterna, yo me quedo contigo, Señor. Porque tienes palabras de vida eterna, Señor, déjame vivir a tu lado para siempre. Isidro Lozano Lozano, sdb