Lecturas: Josué 24,1-2a.15-17.18b; Efesios 5,21-32 y Juan 6,60- 69 ¿A quién vamos a acudir? El evangelio de este domingo es sorprendente por lo que dice y por lo que implica. “Su enseñanza es muy difícil de aceptar”. Pues si lo dicho os escandaliza, qué pasaría si vierais”… Y “muchos se alejaron de él”… Ante la reacción de la gente, surge la pregunta de Jesús: “¿También vosotros queréis iros?” “Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras son de vida eterna. Nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios”. Toda una profunda y auténtica profesión de fe. ¿Por qué nos quedamos? La pregunta del Señor, “¿también vosotros queréis marcharos?”, implica otra pregunta que cada uno deberíamos hacernos: “¿por qué nosotros nos quedamos?” A nuestro alrededor son muchos los amigos, familiares, conocidos, que no se han quedado, algunos ni con Jesús ni con la Iglesia. Algunos dicen, con bastante superficialidad, que las ramas caídas eran las secas y podridas; la tempestad también arranca ramas llenas de verdor y de buenos frutos y con más facilidad cuando el peso de los frutos es mayor. Pues, en medio de la tempestad que azota a la Iglesia y a la sociedad, que ha arrancado, en cantidad y calidad, ramas de su tronco, ¿por qué nos quedamos nosotros? ¿Por pura inercia de la educación recibida, por una larga costumbre adquirida? Tú tienes palabra de vida eterna Yo creo que la primera respuesta es porque el Señor no permitió que la tempestad nos azotara con furia. Y, porque también para nosotros, “tú tienes palabras de vida eterna”. El peso de la palabra del Señor es el ancla que nos sujeta a Jesús, la palabra que, sin ruido, sin sonido, sin ser pronunciada, habla al corazón. Palabra sincera que no nos engaña, no nos oculta la dificultad, nos habla de seguirle con la cruz, pero fortalece, alienta y consuela; palabra que va derecha al corazón y allí da peso para que la tormenta no lleve nuestra pequeña barca. Ningún otro apóstol fue capaz de contestar al Señor como lo hizo Pedro, pero la adhesión de la mayoría fue tan firme como la de Pedro… Vamos a decirle al Señor con Pedro y con los apóstoles: ¿Señor a quien vamos a ir? Nos quedamos junto a ti, aunque no sepamos explicar, en nuestra ignorancia, las razones… no necesitamos palabras para estar a gusto junto a las personas que queremos. Sin duda, uno de los mayores servicios que podemos realizar en la Iglesia actual es poner la persona y el mensaje de Jesús al alcance de nuestros hermanos. Muchos cristianos que se han ido alejando de la Iglesia porque no siempre han encontrado en ella a Jesucristo, sentirán de nuevo aquello expresado un día por Pedro: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos”. ¿Señor a quien vamos a ir? Nos quedamos junto a Ti, aunque no sepamos explicar, en nuestra ignorancia, las razones… Aquí nos quedamos porque tienes palabras que salvan. Y nosotros hemos experimentado la salvación de Dios. Nosotros creemos que tú eres el Santo de Dios Propuesta.El final de esta serie de lecturas en torno a la Eucaristía se resume en la inspiración de Pedro: “¡Señor solo Tú tienes palabras de vida eterna!”, por eso nuestra súplica hoy es: “Nosotros creemos que tú eres el Santo de Dios”. 1. Por toda la Iglesia, para que mantenga con fidelidad el mensaje recibido de Jesús y lo transmita con valentía. Oremos. 2. Por todos los cristianos, para que sepamos descubrir a Dios encarnado en la historia, en la vida, en las diferentes situaciones humanas. Oremos. 3. Por todos los creyentes en Jesús, para que opten por seguirlo sinceramente con su vida, siendo conscientes de los compromisos que eso implica. Oremos. 4. Por todas las personas con las que convivimos, para que hallen en su caminar la verdadera palabra de vida y de libertad que solo se puede encontrar en Jesús. Oremos. 5. Por nosotros y por nuestra comunidad parroquial, por los que nos hemos reunido en esta celebración…, para que nuestra reflexión sobre el evangelio vaya acompañada del deseo de cambiar nuestra vida y ser fieles a Cristo y a su Iglesia. Oremos. Oración.Padre, presentamos con humildad estas necesidades de tu pueblo; acógelas y ayúdanos a descubrir que solo tú tienes palabras de vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén