TRATAMIENTO CON FARMACOS DE ESPECIAL CONSIDERACION El objetivo de estos medicamentos es detener la enfermedad y la destrucción articular. En la poliartritis se producen fenómenos de multiplicación y proliferación de las células sinoviales (la capa que recubre por dentro la articulación), y también de células de nuestro sistema defensivo que llegan a destruir el cartílago, los tendones y toda la articulación. Los analgésicos combaten el dolor de la inflamación, los antiinflamatorios paran la enfermedad en sus procesos iniciales, y en algunos casos, cuando la enfermedad es autolimitada pueden valer como único tratamiento. Sin embargo cuando la enfermedad articular se cronifica y produce grandes molestias, la evolución natural de la enfermedad es hacia la destrucción de las articulaciones y la invalidez, por lo que requiere una medicación más agresiva, utilizándose fármacos cuya acción no es rápida como lo sería en el caso de los Antiinflamatorios No Esteroideos, sino que actúan a largo plazo para frenar la enfermedad. Si la respuesta al tratamiento es eficaz la enfermedad experimenta un notable retroceso y en muchos casos la ausencia total de síntomas. Sin embargo los fármacos de acción retardada, debido a su mayor potencial y a su efecto sobre el sistema inmunológico pueden producir efectos secundarios no deseados. En general la mayor toxicidad se produce en la sangre, con posible producción de anemia aplásica (Oro, Metotrexate, Dpenicilamina, Azatioprina, Ciclofosfamida, Clorambucil), en el riñón, con producción de síndrome nefrótico o nefritis intersticial (Oro y penicilamina), en el hígado, con el desarrollo de fibrosis hepática y consecuente cirrosis (Metotrexate), en el pulmón, en el que puede aparecer neumonitis por hipersensibilidad con cualquiera de ellos, o en retina por depósito del fármaco (Cloroquina). Otros efectos menos frecuentes pueden darse a nivel cutáneo, digestivo, muscular y neurológico, con marcada ariabilidad clínica.