ISABEL LA CATÓLICA, 18

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REDACCIÓN Y ADMINISTRACIÓN:
I S A B E L L A CATÓLICA, 18-
Este periódico se publica los dias 1, 15, 22
y 30 de cada mes.
Número suelto, DOS reales.
EL ARTISTA,
MÚSICA, TEATROS, SALONES.
Con el presente número recibirán nuestros suscritores á la
tercera sección:
E S P I N A D E L ALMA.
ROMANZA,
música de García de Rossetti.
SUMARIO.—DiccroNARio
BIOGRÁFICO-BIBLIOGRÁFICO DU E F E M É R I D E S D E
MÚSICOS ESPAÑOLES, por V i c e n t e C u e n c a . — C A R T A S QÜ-Í J U A N PKDRO
P E U E Z ESCRIBE A SD AMIGO INTIMO TEÓTTMO DK LAS COÍÍAS DE M A D R I D . —
R E C U E R D O S DB O R Q U E S T A . — C O R K Ü S P O N D E N C I A . — M i s c e l á n e a . — A n u n c i o s .
DICCIÓN A Mío
BlOGRÁFICO-BIBLIOGRÁFICO
DE EFEMÉRIDES DE MUSIÓOS ESPAÑOLES.
Al movimiento artístico-literario que de poco tiempo á esta
parte se lia iniciado entre nosotros, tenemos hoy que añadir, la
publicación del primer tomo de la obra que sirve de epígrafe á
estas líneas, llevado a cabo por don Baltasar Saldoni.
Honrosa y digna es la tarea que ha emprendido el decano
de nuestro Conservatorio. «Al leer la historia, nos interesan los
hechos que vamos recorriendo, se despierta nuestra simpatía á
menudo por la suerte de los actores; y cuando el escritor desciende á particularidades que, con colores mas fuertes y mas vivos , nos presentan modelos de compatricios que se han distinguido en la misma profesión ó carrera á que nos dedicamos, e n tonces se escita en nuestro ánimo un vivo sentimiento, que nos
impulsa á hacer los mayores esfuerzos para imitar, para igualar,
y aun para sobre pujar, si es posible, á los que nos han precedido.
«Entonces se aviva el talento y se promueve la emulación,
tan conveniente y necesaria para los adelantamientos de las
artes y ciencias.» Estas palabras que copiamos del prólogo que
acompaña al Diccionario liografico-hibliográjicode efemérides de
músicos españoles, del señor Saldoni, encierran el pensamiento
que el autor ha tratado de llevar á cabo.
En efecto, de todos los estudios que en la actualidad pueden
ser mas útiles y beneficiosos á nuestra patria, débese contar como uno de los mas trascendentales las investigaciones históricas,
y los fundamentos de que arrancan las propias tradiciones artísticas que á favor de nuestra indolencia proverbial apenas son
conocidas de algún raro anticuario ó erudito. Esta apatía, que
siempre y con igual intensidad ha formado parte de nuestra naturaleza, que ha dado lugar á no pocos errores gravísimos, que
sirve en la actualidad de base sobre la que asientan sus principales impugnaciones los estraños, era ya tiempo que tuviera su
limite en nuestra generación.
La misión que han tomado á su cargo algunos españoles de
ilustrar esta parte tan escondida en las sombras del misterio,
no puede ser mas noble y levantada. Contribuir con el talento y
el estudio á perpetuar la memoria do los que alcanzaron mayor
nombre en nuestra nación es confiar á la posteridad un precioso
tesoro de sus glorias nacionales. Por desgracia nuestra esta empresa aun no ha sido dable emprender mas que á unos pocos.
Y decimos que á pocos ha sido dable emprender, porque en
España salirse del camino trillado para unos es dificultoso, para
otros casi insuperable, para los mas imposible de todo punto,
pues aunque el rubor manche nuestra frente al confesarlo, en
achaques históricos nuestra situación es de las mas lamentables
que darse pudiera. En esta'¡materia importante, escasísimas son
las fuentes á que se atreven acudir los hombres estudiosos, y
estas, cuando se encuentran, se hallan tan confundidas, mezcladas y revueltas, que falta la paciencia para compulsar su
autenticidad.
A esto añádase la incuria con que se miran por muchos profesores de música y aficionados toda clase de investigaciones artísticas, los incendios de muchos edificios importantísimos que
encerraban los documentos mas preciosos, la pérdida de libros
parroquiales que nuestras turbulencias han esparcido á todos
los vientos del destino, y se tendrá una idea aproximada de las
214
L
ARTISTxi.
dificultades con que tienen que luchar los hombres emprendedores, que no cuentan para llevar á buen término su intento
mas que con sus propias fuerzas y recursos.
El señor Saldoní impulsado por una constancia á toda prueba, ha logrado vencer no pocas dificultades, y después de un
trabajo que haria honor a un benedictino, tenemos ante nuestros ojos el primer tomo de su grande obra, acreedora en todos
conceptos a l a consideración de los amantes del arte nacional.
Dividese el Diccionario en tres secciones: 1." Efemérides, en
las que consta el nacimiento ó fallecimiento, en cada dia del
año de profesores y aficionados con sus respectivas biografias;
2." Catálogo, Hsta por orden alfabético en forma de diccionario,
de todos los profesores y aficionados pasados y presentes cuyo
dia de nacimiento ó defunción no ha sido posible averiguar, y
3." Variedades, compuesta áe hechos y noticias de, utilidad
para el arte en su parte'históríca.
Como comprenderán nuestros l;\'.i;)rcs por el rosiimcn anterior, que la obra del Sr. Saldoni es para el arte de una importancia mmensa, y de una reconocida utilidad para todos. De reconocida utilidad, repetimos, porque en ella se hallan recopiladas con
minuciosa exactitud no solo las biografias de los maestros y artistas que ha producido el arte patrio en todos los tiempos, sino
que, á mayor abundamiento, en la tercera sección podrá consultar el erudito diferentes é interesantes noticias, ^^a sobre algunos hbros de música que se publicaron en diversas épocas, ya
también el estado de esta entre varias naciones, ya sobre los
teatros de Madrid y la critica que de ellos se hacia en el siglo
pasado, con otras muchas observaciones no menos raras y curiosas.
Con respecto á las biografias que van publicadas en el tomo 1." y que corresponden á los meses de Enero y Febrero, reina en todas ellas un cuidado llevado hasta el escrúpulo, y una
conciencia, justicia é imparcialidad poco comunes. En todas las
noticias que sé encuentran en lo demás de la obra, que en la
ace{)tíion estricta de la palabra es mas bien una inmensa recopilación de documentos de todos géneros, que servirán para establecer mas tarde grandes verdades desconocidas por completo, en un pais en donde se ha cultivado é ilustrado mas el arte,
y que principalmente se encuentran agrupadas en la sección
tercera, los documentos que se aducen son la mayor prueba de,
su exactitud.
'Los desvelos que tan improba tarea habrán costado, lo dan
á conocéis j dice el señor Saldoni, algunas biografi:ás, en las que
se podrá notar la diferencia entre las fechas que presentamos y
las que fijan otros escritores. «No nos ha amiknado, añade, el
gran número de comprobaciones, ni nos ha desporazonado las
muchas dificultades que hemos tenido que tencer , porque t e níamos una gran fuerza de voluntad para lograr la nota de v e rídicos, y abrigamos la satisfacción de haberlo conseguido. Podemos, pues, asegurar que cuando hemos enmendado ó citado
alguna fecha, ha sido porque apoyábamos nuestra rectificación
ó hiiéstra cita en datos irrecusables.»
En la marcha de la obra, y obhgado por la verdad misma,
dirígese muchas veces á M. Fetis acusándole, y con razón, de
haber pecado de ligereza en la inserción de varias fechas. De
algunas de las rectificaciones del Sr. Saldoni, no sale muy bien
librado el director del Conservatorio do Bruselas.
E's triste, dice un escritor contemporáneo, verse obligado á
confesar que un musicógrafo serio y concienzudo no pueda dejar pasar sin tratar según sus méritos á este escritor prolífico y
superficial que á todo toca, que se encuentra uno á su paso por
todas partes, y del que se está obligado, con voluntad ó sin ella,
á rectificar sin cesar y .sin piedad, bajo pena de pasar á su vez
, por un historiador de contrabando, los incalculables errores.
Cuando se trabaja con la buena fé que lo ha efectuado el se^ñor Saldoni por espacio de 18 años consecutivamente en una
empresa, comprometiendo el porvenir de sus hijos y su propia
fortuna, el arte debe mostrár^selé reconocido—par desgracia
nuestra si en España ha renacido el amor á las letras , no s u cede lo mismo con el deseo de comprar libros para instruirse.
Por nuestra parte, creemos con el autor del Diccionario
Uogrifico-Uhliografico de efemérides de músicos españoles, servir al arte glorioso de nuestro pais, ayudando hasta donde a l cancen nuestras débiles fuerz^is, á esparcir las semillas de las
obras notables y que marcan la senda de las buenas y fructífer;is tradiciones que en esta materia nos han dejado nuestros
mayores. Esta es la única manera, ¿por, qué no confesarlo? de
refardar su decadencia, oponiendo el saber á los ataque» de la
ignorancia, que impaciente grita ¡milagro! porque ha descubierto una disonancia mas, colocando entre esta y las nobles
tradiciones de nuestros antepasados la aristocracia del talento
que, situada en el lugar que debe tener una nación civilizada,
haria resaltar masl el prestigio de la grandeza que hemos perdido, y que, es preciso desengañarse, no recobraremos jamás
sino se pone á la cabeza del movimiento intelectual.
Las naciones son verdaderamente grandes por el estado de
florecencia de sus artes liberales, balanza única que señala, en
efecto, su cultura su desenvoimiento ó decadencia, marcan invariablemente la prosperidad ó postración de un pais.
La nación que cae, y se borra su memoria de la haz de la
tierra, vive en la inmortahdad por los productos de su intehgcncia.
Los pueblos que mueren^ las naciones sujetas por el flujo y
reflujo de la humanidad inquieta, desaparecen para siempre de
la superficie del globo; pero el genio de las artes que las han
vivificado perpetúa su recuerdo, y queda solo como un inmenso monumento para enseñar el lugar que ha ocupado en la historia de la humanidad.
Populns sapiens, geiis magna.
Este versículo del Deuteronomio que traducido buenamente
al español quiere decir que: unpioeblo sabio, es una gran nación, es lá mejor prueba de nuestros asertos, y el espejo en que
debe mirarse España, si es que aspira á que su nombre sea pronunciado pqr la fama. , ,,,; .••:,:•" '•! ov
Pero noso|;ros aun_ no pensamos en tales bagatelas de n a cionalidad , que no conducen á nada y estorban para todo.
VICENTE CUENCA.
oí ^L^
QUK JUAN PEDRO PÉREZ, ESCRIBE Á SÜ AMIGO ÍNTIMO, TEÓTIMO,
DE hPS
COSAS DE MADRID.
MADRID '22 DE MARZO. - N O sé, querido amigo Teótimo, si esta mi
carta llegará á tu poder.
Habia cogido un hermoso pedazo de papel blanco y fino, no se de
que fabrica, pero bueno, y digno de estar en tus manos; había preparado la pluma: primero, y después la imaginación, para pensar lo
que te habla de contar; habia escrito la fecha y el mes, pero me dormí de repente.
Cuando :ne despertaron faltsU^a,so\p media hora para marchar el
correo.
-\ ...•:•.:
EL ARTISTA.
Yo quena escribirte á toda costa, pero habia soñado, y el recuerdo del ensueño me habia borrado de la imaginaciou lo que pensaba de
cirte.
En tal apuro pensé que lo mejor era .escribirte el ensueño.
Yo sé que tu lo que deseas es saber de mi, y mis cartas, contengan
lo que contengan te son gratas, porque te hacen el efecto de fes de
vida y siempre ves en ellas mi cariño' hacia ti.
El pensamiento lo puse inmeiíiitainente en acción, y si concluyo
raicarta antes que el correo salga, mauana sabrás de mi, si no sera
otro dia.
Estaba de huésped en casa de un hidalgo escocés, amigo mió, que
habitaba en las cercanías de Edimburgo.
La morada de este hidalg;o era una gran mole de piedra que databa del tiempo de las Cruzadas, per) en la que cada é;joca habia dejado un recuerdoLos niontañeses la llamaban pomposame fa castillo, q^iizás para
halagar .á sus dueños, pero de castillo solo tonii uu torreoí con ven
tanas ojivas, único que se habla salvado de l i piqueta del albañil, t o do lo demás del ediíicio era de constr iccion miderna, pero estoy se
guro que el arquitecto mas inteligente se habria visto muy apurado
si le hi.bieran preguntado á qué estilo perteneiia.
La fachada principal tenia adornos del tienipo del Renacimiento,
ventanas de orden corinto y delante un pequeño parque á la inglesa.
Todo el edificio estaba rodeado por un inmenso jardin en el cual habla bosques sombríos, alamedas que se plérdiau de vista, cascadas,
fuentes y est-ituas.
Mi amigo el hidalgo, era un íeñor viejo, seco y huesoso, derecho
y fuerte como una encina, con ojos grises, nariz larga y encorvada y
dientes arillos. Elpeso de los sesenta años de edad que ya tenia sobre
si no habia podido doblar su alta estatura ni arrancarle un solo cabello. Su boca continuamente contraída, anunciaba tranquilidad y
resolución, y su actitud altiva y fiera yo no se que de caballeresco y
despótico.
No le faltaba mas que una cota do mallas y una lanza para representar un caballero de la edad media.
Su esposa, porque era casado mi amigo, era también alta y seca,
con el rostro apergaminado y pecoso- Llevaba siempre un vestido de
damasco negro de grandes ramos, desmesiradamente largo, sujeto á
la cintura con un cordón de seda negra también, del cual pendía un
rosario de cuentas gordas y una cartera donJe guardaba las llaves y
el dinero para el gasto diario. Su tocado consistía en una papalina
blanca, con honores de cofia, adornada con lazos negros.
Una tarde, al anochecer, me paseaba por el jardin del castillo de
mi amigo. Desde el jardin se vela á Edimburgo.
El sol desaparecía lentamente detrás de la catelral, como si le
causase pena dajar de alumbrar la tierra. Las spmbras nacientes de
la noche iban envolviendo en su negro manto la playa cubierta de
ruinas que so vela á mi izquierda, al pié de la cual el mar, tan terso
como un espejo, seguía su cami lo bañando las conchas de la orilla.
Delante de mi aparecip, Edimburgo, destacándose sobre un fondo
dorado, asemejándose á uno de esos cuadros de la escuela florentina,
pintados por Giotto que tanto encantan.
Después de contemplar algunos instantes aquel bello panorama,
empece a pasearme.
La noche había comenzado ya su reinado.
Andando, andando llegué á un bosquecillo de aloes enmedio del
cual habia una preciosa estatua de mármol blanco sobre un pedestal
de jaspe azul.
Era Diana caz idora con su carcaj .al honbro y su Hecha en la
mano.
La luna deslizando sus rayos á través de las ramas de los árboles, formaba en el suelo mil caprichosos dibujos, semejantes á los de
un tapiz oriental.
Yo andaba tan distraído, que al pasar por delante de la estatua,
tropecé en elpedestal. Me paré y levanté la cabeza.
'/•
.1
Pero, cosa estraña, me pareció que la estatua me sonr4lii¡."Li¿' mí-'
215
ré con mas detención y vi que la Diana de mármol me sonreía en
efecto.
Confuso proseguí mi camino; pero aun no habia andado ocho pasos, cuando un poJer mas fuerte que mi voluntad me obligó á volver
la cabeza.
Diana lanzó sobn; mi una mirada dulce y melancólica.
—Es una alucinación de mis sentidos, murmuré. ¿Có:no se h a d e
animar un pedazo de mármol?
Y proseguí mi camino, y entré en mi habitación, pero sin poder
olvidar la melancólica mirada y la dulce sonrisa de la Diana de piedra.
Por mas esfuerzos que hice me fué imposible dormir. Siempre tenia delante de mis ojos la mirada y la sonrisa de la estatua.
Me levanté, cogí un libro y quise leer; pero me fué tan imposible
como dormir. Entonces abrí !a ventana para que el fresco de la noche refrescase ¡ni cabeza.
La aurora comenzaba á asomarse al horizonte haciendo palidecer
la claridad de la luna.
La ventana dominaba todo el jardin. Mis ojos se fijaron involuntariamente en el bosquecillo de aloes y vi la cabeza de la estatua destacarse sobre los árboles.
Pero cosa estraña; Diana tenia la misma melancólica mirada en
sus ojos y la misma dulce sonrisa en sus labios.
Por algunos instantes quedé inmóvil, asombrado, confuso.
Mientras tanto salió el sol. Volvía mirar, pero todo habia desaparecido.
Diana ni sonreía ni miraba. Era una estatua como todas las
demás.
Pasé el día, con un mal es^tí^r ,que,no,podia dominar. Nunca habia
sentido una sensación semejante. Es verdad que tampoco habia visto
jamás un ¡ostro parecido al de la estatua. Era una belleza ideal,
divina.
La mayor parte del dia permanece sentado delante de la estatua
contemplando su hermosura. Tenia un libro en la mano, pero no leía.
El viento se habia encargado de pasar las hojas.
Cuando llegó la noche no pude resistir al deseo de ver á ¡a estatua á la claridad de la luna.
La estatua rne sonreía y me miraba con melancolía.
. —¡Oh, que bella es! murmuré. ¿Porqué no han de amar los mármol s? ¡Cu;ínto te amaría yo, Diana!
—¡1)3 veras! dijo la estatua con una voz que parecía una melodía
celestial. ¿Me amarías siempre?.. Nosotras las mujeres de mármol no
amamos mas que una vez, ¡pero ay de los que nos aman, sinos avandonan!.. Nuestra venganza es implacable... ¿Estás tu seguro de que
me podrás amar siempre?
—¡Oh, Liana! yo te adoro, esclamé, te adoraré siempre, te lo juro
por la lu...
Diana puso su fría mano sobre mi boca y me impid ó proseguir.
—Basta, basta, dijo; vasa jurar que me amas por la luna, por los
astros y por las flores, yo soy como Julieta, no quiero que juren que
me aman sobre cosas tan incostantes. Solo creo en las obras. Amá¡ne.
si así lo quieres, pero si un dia faltas á tus promesas, sí me olvidas y
amas áotra, mi venganza te seguirá por todas partes, como lu sombra seguirá á tu cuerpo mientras vivas.
Yo cogí una flor de una pasionaria que se enredaba en el pedestal, la besé y se la di diciéndola:
—Esta flor santa será el lazo que una nuestras vidas, si te olvido,
véngate de mi sin compasión.
Diana y yo solo nos veíamos como los enamorades de Varona, desde que cantaba el ruiseñor hasta que comenzaba á cantarla alondra.
A Diana le estaba prohibido hablar de dia.
Seis nieses después, tuve qua hacer un viaje á Italia. Una tarde
que me paseaba por 1 s alrededores de Ñapóles, yí á una joven estremadamente bella en la galería de una preciosa villa cuyas paredes
bañaba el agua del mar.
Era alta, esbelta, blanca y rubia. Sus ojos tenían algo de la trasparencia del cielo sus labios mucho del carmín brillante del coral.
216
EL ARTISTA.
Schakspeare la habría llámalo Ofelia, pero su pidre la llamaba
Olimpia.
Yo améá Olimpia, y Olimpia me amó, y como nuestras dos fa
miüas pertenecían á la misma clase, nuestros padres dispusieron
nuestra boda.
La vispera de los esponsales tuve un sueño terrible. Diana, la estatua del járdia de Edimbur^jo se me apareció con semblante airado
á prohibirme qne me casara.
Me recordó mis promesas, mi juramento, mis protestas de amor,
las noches p isadas en el járdin en dulces pláticas, bajo la estrellada
bóveda del cielo, alumbrados por la luna y arrullados por el murmullo de la fuente vecina, por el canto del ruiseñor; por el armonioso
ruido que producia la suave brisa al deslizarse por entre las ramas de
los árboles.
Pero yo no la quise escuchar.
Juramentos de amor, protestas, pláticas dulces, pájaros, flores, árboles y fuentes, todo lo habla olvidado ya, todo habia desaparecido
para dejar ancho puesto á mi nuevo amor, mas fuerte, mas poderoso,
mas violento que el primero, porque era el último.
Diana se retiró prometiendo vengarse, pero yo desprecié su amenaza. Era feliz y los felices no creen en las desgracias.
La boda se efectuó.
Cuando después de haberse retirado todos los convidados fui á
pasar á la habitación de Olimpia, y oí un rumor confuso de súplicas
y quejas.
Empujé con violencia la puerta y entré presuroso á ver lo q;;e
sucedía.
Olimpia desgreñada, medio envuelta en una bata blanca, estaba
arrodillada delante de otra mujer vestida de blanco también.
Aquella mujer habia rodeado ai cuello de Olimpia el cordón de
su bata y apretaba poco á poco para prolongar la agonía de su víctima.
Yo me arrojé sobre aquella mujer para arrancarle de entre sus
manos á Olimpia, pero aquella mujer, mas fuerte que yo, me rechazó
y siguió apretando el cordón.
Yo lancé un grito de rabia al verme vencido, á cuyo grito respondió la mujer del blanco vestido con una carcajada ronca y estridente que rae heló de espanto.
Era Diana la estatua del jardín.
—Si, soy Diana, dijo. Soy la mujer de mármol que juró vengarse
de ti si algún díala olvidabas, y cumple sus juramentos mejor que
tú, hombre de carne.
Olimpia luchaba para defenderse, y est ndia sus brazos hacia mí
como pidiéndome protección.
Volví á arrojarme sobre la estatua, pero esta me rechazó con mns
fuerza, y como si de repente variara de parecer, soltó el cordón con
que apretaba el cuello de Olimpia, y cojiéndola por los cabellos la
sacó arrastrando fuera de la habitación.
Yo quise gritar pidiendo socorro, pero la voz espiró en mi garganta.
Diana se llevó arrastrando á Olimpia hasta la orilla del mar.
Yo seguía detrás sin poder alcanzarlas, y sin poder gritar por
mas esfuerzos que hacia.
Cuando llego, la cogió enbrazos ya casi muerta, y la arrojó al
agua.
Entonces sacó de su pecho un objeto que llevaba oculto y me lo
arrojó á la cara.
Era una flor de pasionaria marchita y seca,
—.\dios, me dijo con un acento que me hizo estremecer de terror.
Adiós, siempre que ames, me tendrás á tu lado. La mujer de mármol
no puede tener rivales.
Y desapareció.
Todo ha sido un sueñO; pero te aconsejo, como amigo que te quiere, que no te acerques á las mujeres que llaman de mármol.
Ni olvidan ni perdonan.
Siempre tuyo,
JUAN PEDRO PÉREZ.
RECUERDOS DE ORQUESTA.
No hace muchos meses, en uní de las últimas representaciones de
Álcenles tenía por vecino un músico alemán recientemente l!e,^ado á
París, y que aquella mañana misma me habia traído una carta de r e comendación de un amigo común.;
Con un músico siempre se habla de música, sobre todo en la ópera. Después de haber charlado de Gluck, de Alcestes y otras pavtitu ras del maestro, el alemán me preguntó.
—¿Conoce V. la historia del maestro y de María Antoníeta?
—¿Qué historia?
—La déla primera representación de Iphigenie, en París.
—No...
—Oh, es muy curiosa, añadió el músico.
Y me contó lo que va á seguí'*.
Cuando mi vecino h u b i concluido:
—Pido á V. perdón le dije, io que acabáis de contarme ¿es una l e yenda alemana?
—Nada de eso, me coatestó. Es la historia que, por otra parte, los
biógrafos de Gluck han tenido cuidado de referir.
Mañana mandaré á V. un tomo de uno de los críticos alemanes
mas autorizados... V. la verá..,
Al día siguiente, recibí, en eficto, el volumen, y á continuación
trascribimos palabra por palabra lo que el biógrafo cuenta de Gluck y
Maria Antoníeta.
En 1773, un hombre, cuyo tr.aje aunque sencillo contrastaba singularmente con los vestidos ricos y abigarrados de los demás paseantes, se había sentado á un estremo del jardín de Versalles.
Sumergido en sus pensamientos este estranjero no se apercibió
que los paseantes se retiraban lentamente á la aproximación de
la noche.
De pronto se levanti y cantuseando una melodía que acababa de
encontrar, se alejó.
Pero en vez de dirijirse á la salida del parqae, se sumergió en las
calles sombrias y circjló por las plata bandas con una franqueza estraordinaria.
Ya habia aplastado con sus pies una buena porción de flores,
cuando fué soi-prendido por u n a ronda.
—¿Que hacíais aquí? le preguntó un sargento.
—\ie paseo.
—Os paseáis de noche .. en los jardines reservados... Venid conmigo al cuerpo de guardia.
—Al cuerpo de guardia! esclamó el estranjero, yo al cuerpo de
guardia, vamos pues, conducidme á donde está la reina.
—Es un loco, dijo el sargento.
Y cojió al estranjero por el coleto de su vestido y lo arrastró á
pesar suyo y de su resistencia desesperada.
Gluck pedia socorro. De todos lados corrieron hacia el... rodéesele...
De pronto, á la vuelta do una calle, el prisionero vio á la reina.
Maria Antoníeta lanzó un grito...
—Gluck dijo la reina, ¿sois vos el que han detenido mis soldados?
—Yo misino...
—Conducid el prisionero á mis habitaciones, añadió la reina.
—¿Como 03 encuentro de este modo, mi antiguo profesor de Viena?
dijo Maria Antonieta sonriendo á su compatriota... ¿Sabei^, maestro,
que no os habia visto, desde que con vuestro traje bordado, veníais á
traerme las cartas?
Después de haber arrojado una mírala furtiva sobre el modesto
traje del músico:
ET. ARTISTA.
—Asi me gustáis mas, añadió la reina: veamos mi q-ierido profesor
¿qué hacéis en Paris? Cuando se representará vúQStra. Iplügeuic.
—Señora, respondió el músico, estaba componiendo la gran aria de
Aquiles cuando me han detenido los suizos.
—Pobre maestro!
Gluck permaneció una hora con su ex-discipula. Contó a la reina
sus dolores, sus tormentos, su lucha ncesante con sus adversarios,
sus esperanzas, su desanimación.
—Tranquilizaos, querido maestro, le dijo por ülti.no la reina,
Iphigcnie sera representad:!... Desde mañana, el intendente d é l a
Opera recibná mis órdenes formales en este asunto. Venceréis, querido maestro, y yo me reservo coronar al vencedor como merece.
Ocho dias después del incidente de Versalles principiaron los
ensayos de Jphigenie.
Eí 9 de abril de 1774, se efectuó la primera representación, ante
un auditorio maravillado; cada trozo provocó trasportes de ensusiasmo. La grande aria de Aquiles, que Glnck habia compuesto en Versalles en el momento en que fué detenido por los suizos tuvo un éxito
inaudito. El público, estaba admirado, arrastrado por esta gran música que, en nuestros dias, no produce un cuarto, porque nosotros
jnzgamos las obras de arte según lo que producen.
Maria ATitonieta estaba complacida y orgallosa djl triunfo de su
profesor, de su protejido.
Luis XVI, arrebatado por el éxito de Grluck, estaba de pié y con templaba á la multitud que aclamaba calorosamente al maestro después de terminada la ópera,
—Señor, dijo María Antonieta a; rey que iba á marcharse, señor,
es preciso esperar á Gluck.
Este se hallaba en la esceiia rodeado de una multitud entusiasta,
abrazábasele, felicitábasele. Sus enemigos de ayer, se prosternaban
ante su genio... Piccini mismo, el mas encarnizado de sus adversarios, le tendió la mano, y Gluck atrajo al rival vencido á sus brazos,
—¡Pero la reina os espera! le dijo por último á Gluck...
—¡La reina! esclamó Gluck... Y yo que lo habia olvidado.
Desasióse de las manos de sus amigos y enemigos y corrió á la sala.
Sobreescitado por las angustias de la noche y por su éxito, Gluck
era presa de una fiebre ardiente... de modo que apenas le quedó fuerza para arrastrarse hasta el palco del rey...
Después de haberse inclinado ante Luis XVI, el maestro vaciló...
de encarnado subido, su faz se puso lívida... el músico sucumbía
bajo el peso de tan violentas emociones...
—Querido maestro, dijo Maria Antonieta aproximándose á su an-^
tiguo profesor... he prometido coronar al vencedor.
Y la reina le tendió sonriéndose una corona de laureles.
Gluck no pudo proferir una palabra... Apenas tuvo fuerzas para
dar gracias á la reina con una mirada...
Pero a! notar que Maria Antonieta llevaba aquella uoche un collar de rubís, Glnck se levantó:
—¡Gran Dios! esclamó, ¡salvad á la reina! ¡sangre, sangre!
—En donde gritaron de todos lados...
—Sangre, sangre, en el cuello, esclamó el músico.
Maria Antonieta estaba temblando.
—Pronto un médico, dijo la reina: mi pobre Gluck .e ha vuelto loco.
El músico había caído en un sillón.
—¡Sangre, sangre! murmuraba...
Salvad á la archiduquesa María, salvad á la reina.
El desgraciado maestro toma vuestro collar por sangre, dijo el
rey á María Antonieta... Tiene calentura.
La reina llevó la mano á su cuello... arrancó el collar, y sobrecogida de terror, lo arrojó al suelo.
Lleváronse a Gluck sin conocimiento.
Esta es la historia que me contó ea la ópera el músico alemán y
que leí al día siguiente en una biografía del inmortal autor del Al
cesle.
¿Es verdaileía? ¿es una invención? Lo ignoro...
217
No seria posible que liombres de ingenio, cuyo espíritu elevado
se mece por encima de la humanidad, tuvieran á ciertas horas de
inspiración la facultad misteriosa que se llama segunda vista.
CORRESPONDENCIA.
PARÍS 17 DE MARZO.—El éxito de la nueva ópera de M. Ambrosio
Thomas, Ilamiet, ha sido muy bueno, pero la opinión, sin embargo,
se halla dividida.
La música unos la encu.ntran toda magnífica, sin pero, como se
dice en España; otros poco melódica, y de una fattura nueva que deja desear la conocida.
Con respecto al libro tampoco hay una opinión general.
Yo estoy con los que opinan que MM. Barbier y Garre no han estado muy acertados en la elección del asunto
La tragedia del poeta inglés no es musicable.
Es una obra filosófica, una obra magnifica, muy elevada, que
conmueve, interesa y aterra, oida representar, pero poco susceptible
de interpretar la inmensidad de sus sentimientos, y su nebulosa poesía en signos musicales.
Sus largas escenas, sus monólogos interminables tan llenos de
filosofía y tan en sítuacio.i, no se p :eden amoldar fácilmente en el
patrón de un libretto de ópera, sin perder su carácter primitivo, original, el único que le convien?.
Asi ha sucedido.
Al hacer de estas largas escenas y de estos largos monólogos
arias, piezas concertantes y recitados, al tener que suprimir personajes, variar caracteres, cambiar episodios y añadir bailables para contentar á los asiduos espectadores del teatro de la Grande Opera, se
ha quitado á la tragedia del poeta inglés todo su sabor local, permítaseme la frase, toda su grandaza, toda su magnificencia.
El único personaje que no ha perlido en la trasformacíon ha sido
Ofelia.
La bella y melancólica hija de Polonio, la amada de Hamlet, la
que tegiacoronas de rosas y buscaba su lecho eterno en las ondas del
lago, es la que aparece en la obra de MM. Barbier y Carré con toda su dulzura, poesía y candor.
Hamlet, el de la eterna duda, el de el terrible To be or not to be, el
filósofo medio salvaje, ha desaparecido.
El Hamlet de la Grande Opera es un personaje atormentado por la
fatalidad, y por la sombra del rey su padre que á su vez está continuamente perseguida por ua implacable rayo de luz eléctrica que no
le deja un punto de reposo.
El rey Claudio ha perdido también su importancia y la reina G e trudis aparece con otro carácter que el que tiene en la tragedia de
Shakspeare.
Learte no es un personaje principal.
Polonio es nn parlichino.
El librelto concluye en el cementerio.
La sombra del rey de Dinamarca ordenad su hijo Hamlet que
mate ásu tio Claudio, que ha.ja entrar á su madre la reina Getrudis
en un convento, y que él siiba al trono de sus mayores y haga la fe-"
licidad de los daneses.
Como una opera francesa sin baile seria un anacronismo, ha sido
preciso introducir uno en la tragedia.
El acto elegido ha sido el cuarto.
Este comienza con una fiesta campestre efectuada á las orillas del
lago que ha de servir de tumba á Ofelia.
Es una fiesta, llamada de la primavera, que, según dicen, se verifica todos los años en Suecia.
E se non é vero é ben tróvalo.
218
Eh ARTISTA.
La hija del ministro del rey Clnudio viene á distrib lir las flores que de París* las temporad.ns de 1866 al 67 y del 67 a! 68. En la primera,
debutó con la ópera 3Jarta (en el papel de Nanci) en la que obtuvo
ha cogido y las coronas que ha tejido entre las aldeanas.
una brillante ovación. Después cantó la Saffo (Climene), Bailo in
Ya está loca.
maschera (Ulríca), Trovatore (Azucena i Norma (Adalgisa) Gazza ladra
Llora y rie y cinta una bella balada á cuyo son bailan las al- (Pino) y Lucrecia Borgia (Orsino) y eu todas ellas obtuvo grandes
deanas.
aplausos y la prensa en general la dedicó artículos muy halagüeños.
Esta balada la repite después un coro lejano mientras la pobre joEn el mes de febrero el grau maestro Uossini, fué á invitarla
personalmente á fin de que tomase parte en e' concierto que dio en
ven des.aparece entre l.as ondas del lago.
Este acto cuarto consagrado todo h Ofelia, es de grande efecto; yo su casa para celebrar sns dias, y cantó el cuarteto del Rigoletto con
relucho contento del maestro, el que la predijo un gran porvenir en
lo juzgo el mejor.
el arte, al oir sus esceientes facultades y su magníflca voz de mezia
M. Ambrosio Thomas inspirado por el recuerdo de esta encanta- soprano
En esta temporada después del te.atro Italiano, fué cedida por el
dora creación de Shakspeare, tan lie ja de dulzura y melancolía, ha
empresario de París, M. Bagier, á la empresa del teatro Real de
compuesto una música verdaderamente bella.
Madrid, cu donde ha cantado Lucrecia y Riyoletto, habiendo sido muy
La música de los demás actos es muy buena, como obra de bien recibida del público que la aplaudií» coa entusiasmo.
M. Ambrosio Thomas, que es un compositor escelenie, pero no saLa señorita Llanes es una ¡mena adquisición para las empresas li<
tisface del todo.
ricas, y creemos quee:tas se apresurarán á utilizar las bellas dotes de
esta artista apreciable, hoy que tanto escasean las buenas cantantes.
Quizás sea esto por la fatttíra.
M. Ambrosio Thomas ha cambiado su manera.
Su n-evo estilo es mas sabio, no lo niego, mas profundo, mas desDon José de Juan Martínez, vocal de la sección de arbitrios, de
criptivo, pero menos melódico que solía serlo.
la Sociedad artlslico-music.:l de socorros mutuos, nos remite la siguiente
Las melodías aparecen en eUa partitura como fuegos fatuos si- circular, que insertaums con e¡ mayor gusto. _
guiendo las [»alabrns del libro; son bellas frases; magnificas inspira«La Junta Directiva de l.i Sociedad arlístico-muúcal de socorros
ciones que brillan un momento, pero que desaparecen sin desenvol- mutuos, atend-'endo a! doblo objeto de su in:>títiicion, que es arte y
caridad, y acci'diendo á los deseos de los verdaderos amantes del arte
verse.
musical, que de.se.aban se introdujecen en España los conciertos históTodas las piezas están magistral mente orquestadas.
rico^', q-e tienen lugar en algunas capitales de las naciones extranLa ejecución ha sidoescelente particularmente por parte de las se- jeras con gran provecho del arte y satisfacción de los aficionados, ha
ñoras Nilssou y Gueymard.
organizado para la presente Cuaresma tres conciertos, siendo los dos
primeros histórico.';, y de un género desconocido hasta ahora en España.
«Debiendo preceder á cada una de las piezas de los conciertos
histór.cos un discurso en que se presenten las consideraciones conveniertes acerca de la época y autor á que corresponda, y habiendo
aceptado, para tan filantrópico objeto, el encargo de esta interesante
parte oratoria el socio y com ,rofesor Sr. D José María Sbarbi, orador
sagrado y contralto de la Primada Iglesia de Toledo, la solemnidad
El miércoles anterior se efectuó en el teatro Reai el beneficio del histórico-musical versará sobre los siglos XIII, XIV, XV, XVI, y
señor Naüdín, poniéndose en escena La Favorita, del maestro Do- XVII, en que España tiene también la gloria de haber contribuido en
nizetti.
primer término al progreso del divino arte.
Conocido ventajosísimamente el señor Naudin por nuestros í/í/e«El Rey ü. Alfonso el Sabio, D. Bartolomé Ramos de Pareja, don
ttanti en la parie de Fernando, no creemos decir nada nuevo a nues- Tomás Luis de Victoria y D. Carlos P tino, que resumen los adelantros lectores al añadirles, que cantó su parte con su buen gusto acos- tos de su respectivas épocas, serán, por este año, los que figurarán
tumbrado, recibiendo muchos aplausos tanto en el aria y duetto del en la cot;ferencia y conciertos históricos de la música española, que
primer acto, cuanto en el final del tercero, en el que se manifiesta se celebrarán en el local del Üeal Conscrvat rio de música, á las ocho
tan escelente ;ictor como cantante de la buena escuela.
y medía de la noche de los viernes 27 de marzo y 3 de abril, ejecuCon respecto a la conocida romunz'J, del cuarto acto, igualmente tando el sábado siguiente ala misoia hora la Sociedad de Cuartetos
fué modulaúa por este apreciable tenor, con una maestría y una de
la celebre obra de Haydn Las siete palabras precediendo á cada una de
licadeza estremadas.
las piezas musicales la lectura por el Sr. D. Antoni > Arnao, de la
Sin cmbr.rgo, donde creció el entusiasmo de la concurrencia, fué Paráfrasis poética, que para complemento al pensamiento del compo»
en la romanza y duelto del sparlüo il Bravo deMercadante, que cantó el sítor escribió el año pasado.
beneficiado con el señor Tamberlick, j en cuya famnsa pieza rayaron
«La debida preferencia que para las localidades tienen los socios
los dos artistas á una altura inmensa, siendo aplaudidos con verdade- honorarios de e ta benéfica Asociación, que justamente se hizo estén
ro frenesí y llamados al proscenio repetidisimas veces.
siva á los abonados á los conciertos clásicos de la Sociedad, y también
La ovación era justísima y merecida, pues en la actualidad y en á los délas sesiones de Cuartetos, impone á la Junta directiva la atenel estado en que se halla el arte en I'Airopa, difícil seria encontrar dos ción de recordar particularmente este derecho á los comprendidos en
mejores intérpretes de esta obra maestra del anciano director del dichos casos, advirtiéudose, sin embargo, que el local donde se han
Conservatorio de Ñapóles, uno de los maestros mas profundos de la de ejecutar estos conciertos es el pequeño salón en que celebra sus
escuela italiana.
sesiones la SocieJad de Cuartetos, y que las localidades se darán á los
primeros que por dichos conceptos las reclamen, siéndolos días señalados para hacerlo desde el jueves 19 de marzo hasta el lúnea 25, de
El martes anterior se presentó en la escena del regio coliseo el once á cuatro de la tarde, y en la oficina de costumbre en el mismo
contrabnjista señor Bottesini por tercení y última vez, tocando dos Conseivatoiio de música y declamación, calle de Felipe V.
piezas: vna. fantasía sobre motivos de I Puritani y una romanza, com«La suscricion puede hacerse á los tres conciertos, y también sopuesta por este eminente profesor.
lamente á dos, que comprenderán el primero y tercer.^, siendo en
La ovación que el público hizo al sin igual concertista, escedió, si ambos casos 20 reales el precio del billete paia cada concierto.
cabe, á las anteriores, siendo llamado al proscenio infinitas veces con
Madrid 16 de marzo de 1868.—El Secretario general.—Rafael
una insistencia y uu entusiasmo que creemos habrá sido gratísimo al Hernando.
señor Bottesini, y del que creemos guardará un bello recuerdo de su
paso por Madrid.
Al final de la segu;!da pieza, la concurrencia le pidió tocase algu
En el mundo musical se habla de un nuevo instrumento, de mañas variaciones del Ciirnavul de Venecia, lo que efectuó el artista, con ravilloso
mecanismo, que por medio de un aparato eléctrico, se oye
su galantería acostumbrada.
perfectamente su sonido á largas distancias.
Los periódiceís estranjeros han tratado ya de instrumentos con los
cuales se podia dar conciertos que fuesen escuchados por auditorios
A fines del próximo abril, termina su conórato con la empresa de lejanos los unos de los otros, sirviéndose de la telegrafía eléctrica,
teatro Real, ]a. prima donna contralto, mezzo t^oprano señorita Llanes. pero el inventado recientemeute parece que es el non plus ultra
La señorita Llanes fué contratada para el teatro Imperial Italiano del arte.
MISCELÁNEA.
219
EL ARTISTA.
Aplicado este instrumento á un piano, un profesor, desde París,
puede dar lecciones muy tranquilamente á un discípulo en Madrid á
otro en Pekín y á otro en San . etersl^urgo.
Luego diremos que no se progresa.
El viernes 13 del actual, se efectuó en el teatro déla Zarzuela el
primer concierto sacro, ejecutándose las piezas siguientes:
1." Obertura por la orquesta
2.0 Plegaria por SS. Pío IX. á voces solas. . . C. J. DE BENITO.
3.° Fantasía de corno inglés, arreglada y ejecutada por el señor Aguilar.
4.° Verso octavo Stabat Mater, por la señorita
Trillo, coros y orquesta
ROSSINI.
5 ° Preludio por la orquesta.
6.0 Ari-i di ChüfSa, coro de hombres
STRADELLA.
7.° Ave venan, por los coros y la orquesta. . . MOZART.
8." Sesta palabra de N. S. J., por el bajo señor
Gracia, coros y orquesta
MERCADANTE.
9." Preludio.
iO. La CV;m/ja?ia, á voces solas
DONIZETTI.
\\. La Bomanesca del siglo XVI, por el señor
Ciisella, acompañamiento, piano. . . . SERVÁIS.
i2. Erculanum, morceaux de salón, por el
mismo, Ídem.
LEE.
i3. Ave-}}arín, por la señorita Trillo, acompañado del violin, señor J. F. Giménez, y
piano señor Giménez Delgado
GODNOD.
Todas las composiciones fueron muy aplaudidas por el publico,
haciénrlose repetir el ylria di CAJtíSsa de Stralella y el Ave María de
Gounod.
Con la parte de Duque Alfonso, de la ópera de Donizetti, Lucrezia
Borgia, ha hecho su primera salida en el teatro Principal de Valencia
el bajo señor Bremond, habiendo sido ni ly aplaudido.
También lo fueron la señora Lanzi, en la parte de protagonista y
el señor Carpi en la de Gennaro.
En Florencia ha hecho fiasco un drama del principe Odescalchi
titulado: Imelda Lambertazzi.
Ha muerto en Viena, el 20 de febrero ultimo, M. Anschutz, distinguido profesor de canto.
En Milán ha muerto el señor Bautista Broff, aventajado compositor y profesor de aquel Real Conservatorio de música.
El 2 i del pasado febrero, a los 64 años de e lad, falleció en Viena,
M. C. Gross, cantante, poeta, pintor y critico musical, conocido bajo
el pseudónimo de Athanasius.
Habia sido íntimo amigo de Francisco Schubert, y uno de los cua tro que piámero interpretaron los cuartetos de canto de este gracomposilor.
En Filadelña ha muerto á los 83 años de edad Juan J. Nortonn,
músico muy apreciado en América.
M. G. B. Bradburg, autor de varias obras y tratados sobre música
y fabricante de pianos, ha muerto en New-Jerse y (Estados Unidos)
su patria.
En la librería internacional, de París, acaba de aparecer el primer
tomo de una interesante obra, escrita por M. de Lasalle, que lleva el
titulo de Diccionario de la música aplicado al amor.
La señora baronesa de Bínder, que habia sido prima donna, ha
muerto en Linz el H del pasudo febrero.
El teatro del Renacimiento (teatro Italiano) de París, ha comenzado sus tareas con el Fausto.
M. Julio Mercíes, compositor distingiido, y profesor de musilCI,
ha muerto en Dijon á los 49 años de edad.
Se dá por seguro que la Lucca cantará otra vez en S m Petersburgo en losmesisde noviembre y diciembre de este año, en ñero y febrero del año próximo la P.itti y la Kallog, y durante tria, la temporada, la Fricú, la Spezia, la Gallettí, la Trebelli y la Volpiní, los
tenores Fraschini, Mario y Calzolari, los barítonos Aldighieri, y
Graziani y los bajos Angeiini, Gassier y Zucchini.
í.a nueva opera del maestro Biito, Mefiüófdes, estrenada en el
latro de la Scala de Milán, ha alcanzado un éxito mediano.
Duprez, el célebre tenor, ha tírminado en París un oratorio
titulado: El juico fiml, dividido en tres partes que lleva i por no^ubre
la tierra, el abí^^mo. el ciclo.
La letra y la música son de Duprez.
I':ste oratorio será interpretado por 150 artistas en el Circo de la
emperatriz, á fines del presente mes.
En el teatro de la Pérgola de Florencia se ha cantado con buen
éxito una nueva ópera del maestro Gi ildíni titula la: R')smun4a.
EL
ARTISTA.
•REVISTA DE WIÜSICA. TEATROS. SALONESAXO TERCERO.
La creación de este periódico tiene por objeto la esposicion y
adelantamiento del arte en todas sus manifestaciones y proteger á todas aquellas personas que se dedican ú su cultivo.
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Director y editor, D. VICENTE CUENCA.
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220
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,.... 2
— .'\ A la Natividad de la Virgen. «Tu gloria, t u gloria»
2
— 6. A la Anunciación. «Por tí, dulce Virgen»
2
— 7. A la Purificación. «Hermo,-<a Doncella»
2
— 8. A la Asunción. «A tí suspiramos»
2
— 9. Para el Mes de María. «Venid y vamos todos»
'¿
— 10. Para el Me.s de María. «Dulcísima Virgen»
2
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de aumentación y de perfección; las plicas y el efecto que produce a
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fuera de Madrid lo recibirán certificado al precio de 18 reales,
remitiéndole previamente su importe al señor Martin Salazar,
en libranzas ó sellos de correo, pero certificando la carta en esto
último caso.
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