Texto 7 Se trata de un texto de fuente histórica primaria, de naturaleza histórico-política, escrito por Pi i Margall, segundo presidente de la primera República española. Está fechado a 12 de febrero del año 1873, es decir, un día después de la proclamación de la primera República española en las Cortes. El destinatario es el Congreso y Senado español. Francesc Pi i Margall (Barcelona, 1824 - Madrid, 1901), doctor en Derecho, aunó a lo largo de su vida una densa actividad intelectual como historiador, crítico literario y filósofo político. Esta práctica política, iniciada en 1854, le llevó a ser el principal teórico del republicanismo federal español. Tras la abdicación del rey Amadeo, Pi fue uno de los impulsores de la proclamación de la Primera República española (1873), convirtiéndose en su presidente al dimitir Figueras. El texto comienza tratando la renuncia al trono del monarca Amadeo I de Saboya y la consiguiente proclamación de la I República española. Pi i Margal se dirige al Parlamento (Congreso y Senado), miembros del Comité Ejecutivo para animarlos a saber llevar esta nueva forma política, la república, nunca antes formulada en España. Después del fracaso de la monarquía de Isabel II y Amadeo I de Saboya, califica a la república como “la última esperanza que no ha de defraudar a los españoles”. El desarrollo del tema corresponde con el reinado de Amadeo de Saboya (187073) y la proclamación de la I República española (1873-74), que junto con la revolución de 1868, forman parte de período conocido como el Sexenio democrático (1868-1874). Tras la revolución de 1868 y la posterior firma del Pacto de Ostende ese mismo año, la reina Isabel II marchó al exilio tras la derrota de sus tropas frente a los militares liberales en el puente de Alcolea, Córdoba. Se formó un gobierno provisional a cuyo frente se colocó Prim y Serrano, que impulsó un programa de reformas, junto con una nueva constitución, la Constitución de 1869, la más progresista hasta la época. Se reconocieron los derechos fundamentales (imprenta, reunión, asociación…) y el sufragio universal masculino; se reformó la enseñanza y se democratizaron los Ayuntamientos. Finalmente se eligieron nuevas Cortes, que aprobaron dicha constitución. Solo faltaba buscar un rey. El elegido fue Amadeo de Saboya, de la casa real italiana, con una concepción democrática del papel de la monarquía, llegó a España a finales de 1870. Pero Amadeo contó siempre con la oposición de moderados, carlistas, la Iglesia y los republicanos. Además el nuevo rey tuvo que hacer frente al estallido de dos conflictos armados: una insurrección en la isla de Cuba (1868) y una nueva guerra carlista (1872). Falto de apoyos tras la muerte de su principal valedor el general Prim y con muchos problemas por resolver renunció al trono en febrero de 1873. Ante la abdicación del rey, las Cortes españolas votaron por una gran mayoría la proclamación de la República en febrero de 1873, tal y como alude el texto. Pero ese resultado no reflejaba un apoyo real a la nueva forma de gobierno, ya que la mayoría de diputados de la Cámara eran monárquicos. Los republicanos tenían un amplio programa de reformas sociales, y se pretendió organizar el estado de forma federal, con sus dos primeros presidentes: Figueras y Pi i Margall. Pero los problemas de las guerras carlistas y las divisiones propias de los republicanos, esta vez con una visión unitaria de república (Salmerón y Castelar, tercero y cuarto presidente respectivamente) precipitaron revueltas sociales y levantamientos como el cantón de Cartagena. Además los monárquicos no aceptaron el régimen republicano y empezaron a organizarse para restaurar la monarquía en Alfonso, el hijo de Isabel II. En enero de 1874, un golpe de Estado protagonizado por el general Pavía disolvió las Cortes y entregó la presidencia del ejecutivo al general Serrano. Éste intentó estabilizar un régimen republicano de carácter conservador y presidencialista pero el pronunciamiento de Cánovas de Castillo en Sagunto ya estaba listo. Alfonso XII fue proclamado rey de España en diciembre de 1874. En definitiva, el intento por convertir España en un régimen republicano fue un fracaso, pues los problemas exteriores (insurrecciones en Cuba) y los interiores (división entre los republicanos y el cantonalismo) llevaron al fin de la república en apenas 11 meses. A lo largo de estos seis años se intentó la construcción en España de un régimen democrático e introducir los principios democráticos de sufragio universal masculino, amplios derechos políticos y reformas sociales para avanzar en la igualdad. La proclamación de Alfonso XII como rey de España inaugurará otro periodo conocido como la restauración borbónica. Texto 8 Se trata de una fuente histórica secundaria, de naturaleza historiográfica y política, escrito por J.M Cuenca Toribio en su libro “El caciquismo en España”. El destinatario es público. El texto se refiere al falseamiento electoral ocurrido durante el reinado de Alfonso XII, entre los años 1875 y 1885. El texto trata algunos procedimientos electorales fraudulentos a los que recurrían los caciques para alterar los votos de las elecciones. En el Levante se modificaban los horarios de cierre y apertura de los colegios electorales; en Galicia las urnas se ponían en lugares altos inaccesibles para los ciudadanos como los pajares; en Andalucía se recorría a la resurrección de los Lázaros (fallecidos); y en Madrid se pegaba a aquel que quería votar a la oposición. El desarrollo del tema se centra en el reinado de Alfonso XII de Borbón, hijo de Isabel II, rey de España en diciembre de 1874 hasta 1885. El general Martínez Campos lo proclamó rey en Sagunto (Valencia). La restauración monárquica fue recibida con satisfacción por los grupos conservadores, que esperaban que la monarquía les devolviera el control político del Estado y garantizara el orden social. El nuevo sistema fue configurado por Antonio Cánovas del Castillo, conservador y parlamentario, pero escasamente democrático. Existían dos grandes partidos: - El Partido Conservador, liderado por Cánovas, partidario del inmovilismo político, la defensa de la Iglesia y del orden social. - El Partido Liberal, encabezado por Sagasta, se mostraba inclinado a un reformismo de carácter más democrático, laico y social. La estabilidad del sistema vino favorecida por la redacción de una nueva Constitución de 1876, que presentaba un claro carácter moderado: sufragio censitario masculino, soberanía compartida entre el rey y las Cortes, división de poderes en legislativo (rey y Cortes); ejecutivo (Cortes) y judicial (Tribunales), derechos y libertades restringidas y confesionalidad católica del Estado. En el interior, conservadores y liberales se pusieron de acuerdo para alternarse en el gobierno (turno pacífico), controlando la vida política española. Ello fue posible porque llegar al gobierno no tenía nada que ver con ganar las elecciones, sino con ser el partido escogido por el rey para formar gobierno. Esto se conseguía mediante tres métodos, algunos de ellos aparecidos en el texto anterior: -Caciquismo, prácticas coercitivas para obligar a una persona a votar a un determinado partido (sobre todo era común en las zonas rurales) - Pucherazo, alteración de los resultados electorales - Resurrección de los Lázaros, haciendo resucitar a los muertos. Finalmente, Alfonso XII murió joven, con 27 años, a causa de la tuberculosis. Debido a la minoría de edad de su hijo póstumo, Alfonso XIII, su madre María Cristina de Habsburgo-Lorena asumiría la regencia (1885-1902), produciéndose en este período el afianzamiento de un Estado centralizado y uniformista provocado por la emergencia de movimientos nacionalistas: - En Cataluña el fuerte impulso de la Renaixença, un movimiento que reivindicaba la lengua y la cultura catalanas, dio paso al surgimiento de organizaciones políticas que demandaban la autonomía - En el País Vasco, la abolición de los fueros, después de la derrota carlista, generó un movimiento de protesta que culminó en la creación del Partido Nacionalista Vasco en 1894. - En Galicia, el galleguismo se mantuvo durante muchos años como un movimiento cultural (Rexurdimento), con pocas repercusiones políticas. En 1895 estalló una nueva insurrección en Cuba por la incapacidad de la administración española para hacer reformas políticas en la isla, dotarla de autonomía y reducir el control económico ejercido desde España. Además, EE.UU apoyaba a los insurrectos a causa de los aranceles que impedían el comercio. El fin del conflicto llegó en 1898, cuando EE.UU declaró la guerra a España, tras el hundimiento del acorazado americano Maine en el puerto de La Habana. Después de una corta guerra, España fue derrotada y perdió sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Esta derrota provocó en la sociedad y la clase política española un estado de frustración y arraigó en ella una fuerte sensación de pesimismo. Como reacción surgieron movimientos regeneracionistas que pedían una verdadera democratización del Estado y el fin del caciquismo y la corrupción. Así pues, para finalizar, la Restauración monárquica fue recibida con satisfacción por los grupos conservadores, que esperaban que la monarquía les devolviera el control político y económico del Estado y garantizara el orden social; sin embargo otros sectores políticos vieron este período como un desencanto más, en el que el falseamiento electoral fue permitido por el propio rey. Por tanto, su hijo Alfonso XIII heredará una España donde el liberalismo se abría paso con grandes dificultades y en donde la democracia aún no estaba asentada.