Semana santa - supl especial

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Este es el día de la esperanza universal, el día en que en
torno al Resucitado, se unen y se asocian todos los sufrimientos humanos, las desilusiones, las humillaciones, las
cruces, la dignidad humana violada, la vida humana no respetada.
La Resurrección nos descubre nuestra vocación cristiana y
nuestra misión: acercarla a todos los hombres. El hombre
no puede perder jamás la esperanza en la victoria del bien
sobre el mal.
El mensaje redentor de la Pascua no es otra cosa que la
purificación total del hombre, la liberación de sus egoísmos,
de su sensualidad, de sus complejos; purificación que, aunque implica una fase
de limpieza y saneamiento interior, sin embargo se realiza de manera positiva
con dones de plenitud, como es la iluminación del Espíritu, la vitalización del ser
por una vida nueva, que desborda gozo y paz -suma de todos los bienes mesiánicos-, en una palabra, la presencia del Señor resucitado. San Pablo lo expresó
con incontenible emoción en este texto : "Si habéis resucitado con Cristo
vuestra vida, entonces os manifestaréis gloriosos con Él" (Col. 3 1-4).
Indulgencias plenarias en Semana Santa
Durante la Semana Santa podemos ganar para nosotros o para los difuntos el don de la
Indulgencia Plenaria si realizamos algunas de las siguientes obras establecidas por la
Santa Sede. Obras que gozan del don de la Indulgencia Plenaria en Semana Santa:
• Jueves Santo: Si visitamos por espacio de media hora el Santísimo Sacramento reservado en el Monumento para adorarlo.
• Viernes Santo: Si asistimos piadosamente a la Adoración de la Cruz en la solemne
celebración de la Pasión del Señor.
• Sábado Santo: Si rezamos juntos el rezo del Santo Rosario. Si asistimos a la celebración de la Vigilia Pascual (Sábado Santo por la noche) y en ella renovamos las promesas de nuestro Santo Bautismo.
Condiciones
Para ganar la Indulgencia Plenaria además de haber realizado la obra enriquecida se requiere el cumplimiento de las siguientes condiciones: Exclusión de todo afecto hacia cualquier pecado, incluso venial; Confesión sacramental, Comunión eucarística y Oración por
las intenciones del Sumo Pontífice. Estas tres condiciones pueden cumplirse unos días
antes o después de la ejecución de la obra enriquecida con la Indulgencia Plenaria; pero
conviene que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se realicen
el mismo día en que se cumple la obra.
Es oportuno señalar que con una sola confesión sacramental pueden ganarse varias indulgencias. Conviene, no obstante, que se reciba frecuentemente la gracia del sacramento de
la Penitencia, para ahondar en la conversión y en la pureza de corazón. En cambio, con
una sola comunión eucarística y una sola oración por las intenciones del Santo Padre sólo
se gana una Indulgencia Plenaria.
La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple si se reza a su intención un solo Padrenuestro y Avemaría; pero se concede a cada fiel cristiano la facultad
de rezar cualquier otra fórmula, según su piedad y devoción.
«Y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios
lo exaltó y le dio el ombre que está sobre todo nombre». Flp 2,8-9
SEMANA SANTA
Suplemento especial
+ DOMINGO DE RAMOS
El Domingo de Ramos abre solemnemente la Semana
Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la pasión, de
la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor.
Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al
Monte de los olivos que nos recuerda el gesto de Jesús,
gesto profético, que entra como Rey pacífico, Mesías
aclamado primero y condenado después, para cumplir
en todo las profecías. Por un momento la gente revivió
la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta y sin
subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al
menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como un Rey.
La liturgia de las palmas anticipa en este domingo el
triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar
conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo
el Señor. (Lecturas: Is 50,4-7 ; Sal 21 ; Flp 2,6-11 ; Lectura de la Pasión)
+ LUNES SANTO (Lecturas: Is 42,1-7 ; Sal 26 ; Jn 12,1-11)
La noche del domingo fue intensa para Jesús. Explica muchas cosas a los suyos, pero, sobre todo, reza. Su alma está en tensión. Ve, quiere, siente, habla
con el Padre, es invadido por el Espíritu Santo que le empuja al sacrificio. Vive un
amor intenso y dolorido. Ante sus ojos desfilan los sucesos de aquellos tres años,
y la humanidad entera con sus miles de historias individuales se le hace presente. Es la oración del Mediador entre Dios y los hombres, y vive su función con
intensidad. También ayuna, su espíritu no se relaja. El lunes, al encaminarse de
nuevo al Templo de Jerusalén, "sintió hambre". Pero en lugar de recurrir a los
suyos pidiendo alimento, se dirige hacia un higuera buscándolo. Sabe que florecen hacia junio y raramente lo hacen en abril; pero le mueve un deseo intenso de
que Israel dé buenos frutos, a pesar de todas la evidencias. Tiene hambre del
amor de su pueblo y de todos los hombres. Pero aquel pueblo es como la higuera
que tiene muchas hojas y ningún fruto. Y surge la ira profética como el relámpago
en un cielo de tormentas, y clama hablando con el árbol, y más aún con su pueblo: "que nunca jamás coma nadie fruto de ti"(Mc). Los discípulos escuchaban
sorprendidos.
Al día siguiente "Por la mañana, al pasar, vieron que la higuera se había secado
de raíz". Los discípulos estaban acostumbrados a los milagros, pero esta vez se
sorprenden, pues se dan cuenta que forma parte del mensaje de Jesús que les
habla por medio de un símbolo. Un árbol frondoso y prometedor se ha secado
casi de repente. "Y acordándose Pedro, le dijo: Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado". Era como decirle explícanos esta nueva parábola unida a un
milagro tan extraño. Jesús abre su alma y les explica algo esencial: el valor de la
fe y la importancia del perdón y les contestó: "Tened fe en Dios". La necesitarán
pues dentro de poco van a ver la debilidad de Dios, o mejor, un manifestarse del
amor divino que se abajará al máximo para ganar la buena voluntad de los hombres. Para personas acostumbradas a considerar a Dios lleno de poder y majestad, es un escándalo verle humilde para vivir el misterio del perdón.
+ MARTES SANTO (Lecturas: Is 49,1-6; Sal 70; Jn 13,21-33.36-38)
La noche del lunes fue como la del domingo: enseñanzas a los discípulos y mucha oración. Jesús está en máxima tensión. El ambiente de paz de Betania ayuda a relajar los espíritus, pero Jesús no cede en su lucha y necesita rezar.
El martes acude al Templo por el camino tantas veces recorrido. Los rostros de
los que le acompañan están serios; ya no hay vítores de los acampados alrededor de Jerusalén, ni en la misma ciudad. Pero muchos quieren oír y ver al Maestro, al Hijo de David, al que resucitó a Lázaro, al que se ha proclamado Hijo del
Padre eterno. Este día todos los grupos que se oponen a Jesús se van a unir y
emplear sus armas dialécticas para destruirle. "Siguieron observando y le enviaron espías que simulaban ser justos para cogerle en alguna palabra y entregarlo
al poder y jurisdicción del gobernador"(Lc). Muchas cosas van a quedar claras en
este día y mucha va a ser la luz para los de mente y corazón abiertos.
+ MIERCOLES SANTO (Lecturas: Is 50,4-9 ; Sal 68 ; Mt 26,14-25)
La revelación de su identidad es clara. La denuncia del pecado también. Las posiciones de los importantes también están definidas.
Cristo les dice: "Sabéis que de aquí a dos días será la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado"(Mt). Hay presciencia en Jesús. Sabe lo
que va suceder, sabe el día y la hora. No le será ahorrado el desconocimiento
previo, o la esperanza de que el dolor va ser menor. Lo sabe todo. Es consciente
de que los clavos van a atravesar su carne, sabe que su cuerpo va ser flagelado,
escupido, deshonrado y, por fin, llegará una muerte cruel. Lo sabe, y no huye,
porque esa afrenta va a ser convertida en un sacrificio en el que Él va a ser sacerdote y víctima. Va a pedir al Padre el perdón para todos, pero lo va a pedir
pagando el precio de justicia de todos los pecados. Va ser un verdadero sacrificio
expiatorio, como lo simbolizaba el animal que soltaban los sacerdotes que llevaba sobre sí los pecados del pueblo. Pero ahora no va ser un símbolo, sino una
realidad. El peso de todos nuestros pecados va a caer sobre Él. Jesús va a ser el
inocente que paga por los pecados de aquellos a quienes ama. De esta manera
se manifiesta una misericordia que tiene en cuenta la justicia.
Ya había sido profetizado mucho sobre el siervo de Yavé que padecerá para librar al pueblo de sus pecados. Se cumplirá todo hasta el mínimo detalle. El amor
+ SÁBADO
SANTO (Al anochecer: Vigilia Pascual)
«Según una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor,
y la Vigilia que tiene lugar en la misma, conmemorando la noche santa en la que
el Señor resucitó, ha de considerarse como "la madre de todas las santas Vigilias". Durante la vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con
los sacramentos de la iniciación cristiana» .
La Vigilia cuenta de varias partes:
1. la bendición del fuego: cada uno lleva una vela que se enciende con la llama
que se saca del fuego bendecido. El fuego da calor y luz. Del fuego bendecido
se saca llama con la que se enciende el Cirio pascual. El Cirio pascual es símbolo de Cristo resucitado que ilumina con su gracia a todos los hombres.
2. las lecturas de la Palabra de Dios: se leen muchas lecturas porque es necesario recordar «la Historia de la Salvación»: consiste en todo lo que Dios hizo
y sigue haciendo por la humanidad.
3. la bendición del agua para renovar nuestro Bautismo: Antes del Bautismo
nosotros vivíamos en la oscuridad del pecado. Por el Bautismo fuimos iluminados con la gracia de Cristo resucitado. Así como Cristo pasa de este mundo a
la casa del Padre por medio de su pasión, muerte y resurrección, nosotros
pasamos de la muerte a la vida por medio del Bautismo. Nuestra primera pascua (paso) cristiana se da en el sacramento del Bautismo. Todos renunciamos
al pecado por medio de las Promesas Bautismales. Y luego somos rociados
con el agua bendita y nos hacemos la señal de la cruz para recordar que fuimos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Ella
nos recordará que pertenecemos a Jesucristo y que lo debemos amar sobre
todas las cosas.
4. y la parte de la Eucaristía. La parte de la Eucaristía es como siempre. Es todo
lo que abarca desde las ofrendas hasta el final. Es importante recordar que
cada vez que se celebra la Misa se repite de modo no cruento el sacrificio de
Cristo en la Cruz. Durante el Tiempo Pascual se deja de rezar el Angelus para
rezar el Regina Coeli.
+ DOMINGO DE PASCUA: JESÚS RESUCITÓ
(Lecturas: Hch 10,34-43 ; Sal 117 ; Col 3,1-4 ; Jn 20,1-9 ) .
El Domingo de Resurrección celebramos la victoria de Cristo sobre la muerte y el
pecado por medio de su Resurrección. Celebramos a Cristo que surge triunfante
de la muerte. El sepulcro queda vacío porque el que estaba allí ahora está vivo.
La fiesta de Pascua es, ante todo la representación del acontecimiento clave de
la humanidad, la Resurrección de Jesús después de su muerte consentida por Él
para el rescate y la rehabilitación del hombre caído. Este acontecimiento es un
hecho histórico innegable. Además de que todos los evangelistas lo han referido,
San Pablo lo confirma como el historiador que se apoya, no solamente en pruebas, sino en testimonios.
Pascua es victoria, es el hombre llamado a su dignidad más grande. ¿Cómo no
alegrarse por la victoria de Aquel que tan injustamente fue condenado a la pasión
más terrible y a la muerte en la cruz?, ¿por la victoria de Aquel que fue flagelado,
abofeteado, ensuciado con salivazos, con tanta inhumana crueldad?
Proclamamos el misterio de la Cruz, en las lecturas de la Palabra de Dios.
Invocamos la salvación del mundo por la fuerza de esa Cruz.
Adoramos la Cruz del Señor Jesús.
Y finalmente participamos del misterio de esa Cruz, del Cuerpo entregado,
comulgando de él.
• La Pasión de Cristo es pues, proclamada, invocada, venerada y comulgada.
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Viernes Santo: Colecta por Tierra Santa
El Viernes Santo en todas las comunidades del mundo se hace la Colecta por Tierra Santa.
Con este motivo, el Cardenal Leonardo Sandri, emitió una circular en la que aclara que
“Recordar la Colecta del Viernes Santo significa referirse a un compromiso que se remonta hasta la época apostólica. Lo atestigua San Pablo, escribiendo a los cristianos de la Galacia: nos pidieron que nos acordásemos de los pobres, cosa que procuré yo cumplir con
mucha solicitud (2, 10). Y lo confirma escribiendo a los hermanos de Corinto (1 Cor 16; 2
Cor 8-9) y de Roma: han tenido a bien hacer una colecta a beneficio de los pobres de entre
los santos de Jerusalén (15, 25-26)”.
“La Tierra Santa confía en la fraternidad de la Iglesia universal –dice la Circular- y desea
corresponder a ella comunicando la experiencia de gracia y de dolor que marca su camino.
La presente llamada a la Colecta se inscribe en la causa de la paz, a la que los hermanos y
las hermanas de Tierra Santa quieren servir como instrumentos eficaces en las manos del
Señor, para bien de todo el Oriente”.
“El Papa Benedicto nos invita, sin embargo, a ir más allá incluso del gesto de la ayuda
concreta. La relación debe hacerse aún más intensa, hasta lograr la posesión de una
“espiritualidad anclada en la Tierra de Jesús”: Por tanto, cuanto más vemos la universalidad y la unicidad de la persona de Cristo, tanto más miramos con gratitud aquella Tierra,
en la que Jesús ha nacido, ha vivido y se ha entregado a sí mismo por todos nosotros. Las
piedras sobre las que ha caminado nuestro Redentor están cargadas de memoria para nosotros y siguen “gritando” la Buena Nueva. (...) todos los cristianos que viven en la Tierra de
Jesús, testimoniando la fe en el Resucitado (...) están llamados no sólo a servir como «un
faro de fe para la Iglesia universal, sino también como levadura de armonía, sabiduría y
equilibrio en la vida de una sociedad que tradicionalmente ha sido, y sigue siendo, pluralista, multiétnica y multirreligiosa» (Exhortación postsinodal Verbum Domini, 89)”.
+ SÁBADO SANTO (Durante el día: Meditación y silencio)
En este día toda la Iglesia está aguardando la resurrección del Señor. Mientras
tanto se hace la Devoción a la Dolorosa. Por eso durante la mañana un grupo de
gente se junta para rezar lo que se llama «Los siete dolores de la Virgen María».
«Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, y esperando en la oración y el ayuno su resurrección» .
Es un día de meditación y silencio: el Señor Jesús está en el sepulcro, ha bajado
al lugar de los muertos, a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y
junto a Él, está la Iglesia, nutriendo su fe y esperanza en la victoria pascual, del
corazón creyente de la Santísima Virgen.
no es sólo la satisfacción por el gozo con la persona amada. Es también querer
tanto al otro -en este caso todos los hombres- que se busca librarlos de todo mal,
se busca liberarlos de las garras del diablo, de las redes del pecado, de la muerte
primera, y de la muerte segunda que es el infierno. Ese amor le lleva a no poder
soportar que se pierda ninguno. Que todo el que quiera salvarse lo pueda hacer.
Por eso no rechaza el sacrificio. Se puede decir que lo ama, aunque el corazón
tiemble y la carne se resista. Pero la voluntad es firme. Y el miércoles santo es un
día de oración intensa y sin descanso, rodeado del cariño de los suyos, aunque
no todos, pues Judas le odia.
+ JUEVES SANTO (por la mañana)
Se suele celebrar la Misa Crismal, a menos que por razones pastorales se la celebre otro día. En ella, La Misa Crismal que celebra el obispo con todos los presbíteros de la diócesis, es una de las principales manifestaciones de la plenitud
sacerdotal del Obispo y como signo de la unión estrecha de los presbíteros con
él. En la celebración se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los
catecúmenos y de los enfermos, y los sacerdotes de la Diócesis renuevan sus
promesas sacerdotales.
El Santo Crisma, es decir el óleo perfumado que representa al mismo Espíritu
Santo, nos es dado junto con sus carismas el día de nuestro bautizo y de nuestra
confirmación y en la ordenación de los diáconos, sacerdotes y obispos.
La palabra crisma proviene de latín: chrisma, que significa unción. Así se llama
ahora al aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra para ungir a los
nuevos bautizados y signar a los confirmados. También son ungidos los Obispos
y los sacerdotes en el día de su ordenación sacramental. La liturgia cristiana ha
aceptado el uso del Antiguo Testamento, en el que eran ungidos con el óleo de la
consagración, los reyes, sacerdotes y profetas, ya que ellos prefiguraban a Cristo, cuyo nombre significa "el ungido del Señor". El crisma se hace con aceite y
aromas o materia olorosa para significar "el buen olor de Cristo" que deben despedir los bautizados.
Con el óleo de los catecúmenos se extiende el efecto de los exorcismos, pues los
bautizados se vigorizan, reciben la fuerza divina del Espíritu Santo, para que puedan renunciar al mal, antes de que renazcan de la fuente de la vida en el bautizo.
Este aceite es un jugo untuoso de color verde amarillento que se extrae del olivo
o de otras plantas.
El óleo de los enfermos, cuyo uso atestigua el apóstol Santiago, remedia las dolencias de alma y cuerpo de los enfermos, para que puedan soportar y vencer
con fortaleza el mal y conseguir el perdón de los pecados. El aceite simboliza el
vigor y la fuerza del Espíritu Santo. Con este óleo el Espíritu Santo vivifica y
transforma nuestra enfermedad y nuestra muerte en sacrificio salvador como el
de Jesús.
COMIENZA EL TRIDUO PASCUAL
+ JUEVES SANTO
(Lecturas: Ex 12,1-8.11-14 ; Sal
115 ; 1Co 11,23-26 ; Jn 13,1-15)
La Celebración del Jueves Santo se llama
la Cena del Señor. En ella Él nos entregó
tres cosas: 1) la Institución de la Eucaristía,
2) la Institución del sacerdocio, 3) la entrega
de parte de Jesús del mandamiento nuevo del amor. Para agradecer a Jesús por
el don de su Cuerpo y Sangre, después de la Misa se hace la adoración al Santísimo Sacramento. Además, a partir de esa noche los fieles comienzan a realizar
la Visita a las 7 Iglesias.
El Sagrario aparece abierto y vacío. La comunión se hace del Pan Consagrado
en la misma Eucaristía. Se consagran en esta Misa las hostias necesarias para la
comunión de los fieles y para que el clero y los fieles puedan comulgar el día siguiente, Viernes Santo, en la celebración de los oficios de la Pasión del Señor. El
"Gloria" se canta con solemnidad. Por ello mientras se canta este himno, se
hacen sonar las campanas que ya no se vuelven a tocar hasta el "Gloria" de la
Vigilia Pascual.
El lavatorio de los pies, se hace en este día a doce hombres previamente designados y representativos de la comunidad. Significa el servicio y el amor del Señor
Jesús que ha venido "no para ser servido, sino para servir" (Mt 20,28). Es un hermoso sacramental que complementa y explicita lo que es la Pascua y el sentido
profundo de este día del Jueves Santo. El gesto del lavatorio de los pies, que recoge el evangelista San Juan, lo ve el discípulo amado como la inauguración del
camino pascual de Cristo. Donde en verdad mostró el Señor su actitud de servicio fue en la Cruz. Allí no se despojó del manto, sino de la vida misma, "se despojó de su rango" y demostró que era "el que sirve" y el que se entrega por los
demás porque "no hay amor más grande que el dar la vida por los amigos". Con
el gesto del lavatorio de los pies adelantaba en símbolo (luego lo haría de otro
modo más entrañable y eficaz con el pan partido y el vino repartido, la donación
de su Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía) lo que iba a hacer en la Cruz. El lavatorio de los pies se hace con autenticidad. No sólo con unas gotas, sino lavando,
secando y luego besando los pies, expresa bien la lección que nos dio el Señor
Jesús: el amor fraterno, el servicio para con todos, la reconciliación. En la procesión de dones, se destacan hoy más que nunca, el pan y el vino que la comunidad aporta y que constituyen la materia para el sacramento de la eucaristía.
Una vez concluida la Misa del Jueves Santo se procede a reservar el Santísimo
Sacramento. Esto ayuda a recordar a la comunidad que siempre existe la reserva
del Santísimo, que la Eucaristía es también el sacramento de la presencia real
del Señor Jesús, y que por amor a nosotros se queda para ser el Dios con nosotros cumpliendo así con su promesa: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).
Visita a las Siete Iglesias
• La costumbre de recorrer las siete estaciones el Jueves Santo tiene su origen en el jubileo o Año Santo (1300), cuando los romanos podían ganar indulgencias extraordinarias
al detenerse a visitar los principales templos romanos o llamadas estaciones.
• Es una peregrinación y sacrificio, en recuerdo cuando Jesús fue llevado de un lado a
otro, al momento de ser enjuiciado. A la vez que era abandonado por sus discípulos.
• La Semana Santa ayuda a que las familias y amigos se unan en una peregrinación recordando lo que Jesús vivió antes de su muerte. Y generalmente se realiza yendo a
visitar siete templos cercanos; recordando en cada uno el camino de la Pasión.
• La visita de las “7Iglesias”, es semejante al Vía Crucis, ya que hay 7 estaciones y en
las que se lee la escritura, y se reza y medita sobre la Pasión del Señor.
+ VIERNES SANTO
(Lecturas: Is 52,13-53,12 ; Sal 30 ; Hb
4,14-16 ; 5, 7-9 ; Jn 18,1-19,42).
Se celebra la Pasión de Jesús. El ama tanto
al Padre que por obediencia se entrega a la
muerte. También por amor a cada uno de nosotros. Ese Viernes a las tres de la tarde se
hace lo que se llama la «Adoración de la Santísima Cruz». En realidad es una adoración a
Cristo que desde el árbol de la Cruz venció al pecado y a la muerte para siempre.
Cada uno pasa a besar la cruz como un signo de adoración a Jesucristo crucificado.
El viernes Santo es día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia y por tanto
hay que guardar en este día la abstinencia y el ayuno, y según la oportunidad
también el Sábado Santo hasta la Vigilia pascual. El ayuno de estos dos días es
además de penitencial, celebrativo, ritual, y contemplativo del misterio de la Cruz.
Si bien es personal es sobre todo comunitario: la comunidad ayuna en la espera
de su Señor Resucitado. Es toda la persona la que celebra la Pascua, no sólo la
mente y el espíritu sino también el cuerpo. El ayuno tiene en la espiritualidad cristiana un gran valor: en una sociedad marcada por el consumismo y lo superfluo,
es un medio para vivir la ascesis, el autocontrol, el señorío de sí mismo, y para
ver en los bienes de este mundo su carácter perecedero y pasajero.
La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía y la Sagrada Comunión sólo se distribuye a los fieles durante la celebración
de la Pasión del Señor. No se celebra la Eucaristía pero sí una celebración litúrgica de la Muerte del Señor, una celebración de la Palabra que concluye con la
adoración de la Cruz y con la comunión eucarística. Es una celebración sencilla,
sobria, centrada en la muerte del Señor Jesús.
Su estructura está bien pensada, aparece equilibrada, con proporción entre la
dimensión de escucha de la Palabra de Dios y la acción simbólica de la adoración de la Cruz y su veneración con el beso personal de todos:
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