Patricia Galeana LOS CONSERVADORES EN EL PODER: MlRAMÓN La historia oficialista, lo mismo en nuestro país que en otras naciones, se escribe desde un punto de vista maniqueo que ensalza a los vencedores y denuestan a los vencidos: se olvida que los derro­ tados también son parte de la historia, y más grande es la victoria cuanto más grande es el enemigo. Por lo anterior, durante mucho tiempo el estudio de los vencidos fue postergado. Sin embargo, los pueblos maduran, los rencores se superan y se comienza a reconocer la calidad de los que perdieron. Después de más de un siglo de la Guerra de Reforma y de la caída del Segundo Imperio, existe la sufi­ ciente serenidad para dedicarse a la tarea de desmitificar a los perso­ najes hist6ricos antes olvidados, hombres que, como diría el maestro Justo Sierra "también son mexicanos". En este sentido, el actual es­ tudio pretende continuar el proceso desacralizador de la historia ofi­ cial. Es de justicia iniciar nuestra charla con un recuerdo del maestro José C. Valadés, quien es considerado como el historiador pionero en la revaloraci6n de las figuras vencidas. Valadés, quien particip6 muy joven en el movimiento de 1910, escribi6 en la década de 1930 una biografía sobre Lucas Alamán que caus6 gran revuelo en esos años. Sin importarle que lo tildaran de conservador o de monarquis­ ta, el historiador abord6 con igual rigor científico a Santa Anna, Gu­ tiérrez de Estrada, Maximiliano y Porfirio Díaz. Valadés explica su prop6sito al estudiar a estas figuras: ". . . no por los devaneos, o sutilezas, o antimexicanidades, o absolutismos de tales hombres, se les ha de colocar en el valle·del vilipendio. . La historia no es la llamada a extirpar épocas o individuos; esa tarea pertenece, en todo caso, a la política". El fin que persigue la historiografía mexicana, para V aladés, debe ser el "ir al alcance de todas las huellas, bien superficiales, o bien profundas, de lo mexica­ no; porque, ¿de qué modo si no es trasponiendo los prejuicios, los embelecos y las cominenas puede encontrarse la raíz de nuestros males y la sombra de nuestros bienes?"l 1 p. José C. Valadés, El porfirismo, historia de XXIV. tul régimen. El crecimiento, México, UNAM, 1977, 68 PATRICIA GALEANA De ahí la importancia de estudiar a estas figuras proscritas como la de Miramón, con ojos críticos sí, pero también con la disposición de reconocer sus méritos y comprender las circunstancias en las que debió actuar. Mientras no conozcamos a estos hombres en su dimen­ sión verdadera, no conoceremos la verdadera historia de México. La profesionalización que ha adquirido el estudio historiográfico nos obliga a seguir el camino trazado por Valadés, a fin de estudiar a aquellos hombres que, para bien o para mal, fungieron como perso­ najes principales en la evolución de nuestra sociedad. Es tiempo de abandonar la interpretación histórica basada en lo que Valadés lla­ mara "leyendas y tradiciones". Siempre he creído, escribió nuestro autor, que la conciencia mexicana ha sido sustituida con leyendas y tradiciones -falsas aquéllas, insignifi­ cantes éstas-; es indispensable remover todos los valores, poniéndolos a la luz meridiana, para iniciar la preocupación por el juicio histórico. Nada se salva J sí todo se pierde si la realido.d es oculta. Ningún elemento de los que componen la vida nacional, pertenezca al pasado o al presente, podrá ser comprendido si no brilla espléndidamente la verdad. Si a lo pretérito sólo se quiere dar los extremos del odio y del ditirambo, no habrá cómo formar juicios; y en tanto no hagamos juicio de nuestra his­ toria, no estaremos en posibilidad de crear una conciencia mexicana. 2 El México del siglo XIX se debatió entre dos fuerzas que, en apa­ riencia divergentes, tenían muchas ideas en común: liberalismo y conservadurismo. Ambas corrientes pretendían que nuestra nación se convirtiera en un país fuerte y próspero, estable política y econó­ micamel,lte. En el renglón económico profesaban ideas semejantes: pretendían el establecimiento de un gobierno estable, con base en un sistema que podríamos calificar precapitalista. Si bien los conserva­ dores daban mayor importancia a la industrialización y los liberales a la formación de un grupo mayor de pequeños propietarios, o sea, el reparto de la propiedad corporativa. En el aspecto social, las acti­ tudes también son parecidas, pues se da un marcado menosprecio por las clase~ desposeídas. Con excepciones notables como la de Ocampo, o algunos constituyentes del 57 como Arriaga o Ramírez, entre otros. 3 Sin embargo, la división entre conservadores y liberales se polari­ za en lo referente a la corporación eclesiástica y a la influencia de los 2 José C. Valadés, C'"1ftsiones de un subunieme en política, México, médito, p. 175-176. 3 Para un estudio más profundo sobre el tema, me permito recomendar la obra México el trauma de su Historio. de Edmundo O'Gorman, que tiene un magnífico cuadro comparativo !entre las convergencias y divergencias de uno y otro grupo. LOS CONSERVADORES EN EL PODER 69 militares. Mientras el grupo de los liberales considera que la Iglesia obstaculiza la creación del Estado nacional, el conservador rechaza la imposición del Estado sobre las autoridades espirituales, pug­ nando porque los eclesiásticos no pierdan sus privilegios, en defensa de lo que podemos llamar una especie de estado estamental o corpo­ rativo. La fractura definitiva entre las dos tendencias se inició en 1833 y se recrudeció al triunfo de la Revolución de Ayutla, que pretendía acabar con la fuerza política del clero. Las divergencias llegaron a tal punto que los representantes de las dos tendencias se enfrascaron en la guerra fra"cida más crítica' del siglo que nos ocupa. En esta guerra, conocida como la de los Tres Años, los dos grupos prefi­ rieron recurrir al extranjero antes que dejarse vencer por sus oposi­ tores. Un claro ejemplo de la división a la que llegaron los mexica­ nos, es que a partir de 1858 tuvimos dos gobiernos: el que reconocía a la Constitución de 57 y el que consideraba que ésta no n;i>ondía a las necesidades del país. En la lucha entre la Iglesia y el Estado, entre el sistema monár­ quico y el republicano, entre la tradición conservadora y el progreso liberal, se forjó la nación mexicana. En los años que corren de 1855 a 1867 se rompieron las estructuras socioeconómicas que aún sub­ sistían desde la Colonia. El movimiento de Reforma acabó con la fuerza económica y los privilegios de la Iglesia. Se creó un Estado ci­ vil con lo cual terminó la existencia de un Estado dentro de otro Es­ tado, pues la Iglesia perdió toda injerencia en los asuntos de gobier­ no. Se incorporaron los principios fundamentales del liberalismo tanto en la legislación republicana como en la monárquica. Al fraca­ sar el Segundo Imperio, se acabaron las expectativas europeas res­ pecto de México. En este marco histórico surge la figura de Miguel Miramón. Sirva este trabajo para sembrar en los lectores la inquietud de ubicar a los actores de la política mexicana del siglo XIX en su verdadera dimen­ ., Slon. Miguel Miramón y Tarelo nació en la ciudad de México en 1831. Desde su infancia vivió bajo la influencia del conservadurismo y del militarismo. Su padre, Bernardo Miramón, militar de carrera, de tendencia conservadora, alcanzó el grado de coronel y ocupó di­ versos cargos en las cortes marciales y los tribunales militares. Así, no es de extrañar que Miguel, lo mismo que su hermano Joaquín, tres años mayor, se inclinaran por la carrera militar y defendieran la causa de los conservadores, defensa que en ambos casos les llevó a la muerte. frt 1$ 68 PATRICIA GALEANA De ahí la importancia de estudiar a estas figuras proscritas como la de Miramón, con ojos críticos sí, pero también con la disposición de reconocer sus méritos y comprender las circunstancias en las que debió actuar. Mientras no conozcamos a estos hombres en su dimen­ sión verdadera, no conoceremos la verdadera historia de México. La profesionalización que ha adquirido el estudio historiográfico nos obliga a seguir el camino trazado por Valadés, a fin de estudiar a aquellos hombres que, para bien o para mal, fungieron como perso­ najes principales en la evolución de nuestra sociedad. Es tiempo de abandonar la interpretación histórica basada en lo que Valadés lla­ mara "leyendas y tradiciones". Siempre he creído, escribió nuestro autor, que la conciencia mexicana ha sido sustituida con leyendas y tradiciones -falsas aquéllas, insignifi­ cantes éstas-; es indispensable remover todos los valores, poniéndolos a la luz meridiana, para iniciar la preocupación por el juicio histórico. Nada se salva J sí todo se pierde si la realido.d es oculta. Ningún elemento de los que componen la vida nacional, pertenezca al pasado o al presente, podrá ser comprendido si no brilla espléndidamente la verdad. Si a lo pretérito sólo se quiere dar los extremos del odio y del ditirambo, no habrá cómo formar juicios; y en tanto no hagamos juicio de nuestra his­ toria, no estaremos en posibilidad de crear una conciencia mexicana. 2 El México del siglo XIX se debatió entre dos fuerzas que, en apa­ riencia divergentes, tenían muchas ideas en común: liberalismo y conservadurismo. Ambas corrientes pretendían que nuestra nación se convirtiera en un país fuerte y próspero, estable política y econó­ micamel,lte. En el renglón económico profesaban ideas semejantes: pretendían el establecimiento de un gobierno estable, con base en un sistema que podríamos calificar precapitalista. Si bien los conserva­ dores daban mayor importancia a la industrialización y los liberales a la formación de un grupo mayor de pequeños propietarios, o sea, el reparto de la propiedad corporativa. En el aspecto social, las acti­ tudes también son parecidas, pues se da un marcado menosprecio por las clase~ desposeídas. Con excepciones notables como la de Ocampo, o algunos constituyentes del 57 como Arriaga o Ramírez, entre otros. 3 Sin embargo, la división entre conservadores y liberales se polari­ za en lo referente a la corporación eclesiástica y a la influencia de los 2 José C. Valadés, C'"1ftsiones de un subunieme en política, México, médito, p. 175-176. 3 Para un estudio más profundo sobre el tema, me permito recomendar la obra México el trauma de su Historio. de Edmundo O'Gorman, que tiene un magnífico cuadro comparativo !entre las convergencias y divergencias de uno y otro grupo. LOS CONSERVADORES EN EL PODER 69 militares. Mientras el grupo de los liberales considera que la Iglesia obstaculiza la creación del Estado nacional, el conservador rechaza la imposición del Estado sobre las autoridades espirituales, pug­ nando porque los eclesiásticos no pierdan sus privilegios, en defensa de lo que podemos llamar una especie de estado estamental o corpo­ rativo. La fractura definitiva entre las dos tendencias se inició en 1833 y se recrudeció al triunfo de la Revolución de Ayutla, que pretendía acabar con la fuerza política del clero. Las divergencias llegaron a tal punto que los representantes de las dos tendencias se enfrascaron en la guerra fra"cida más crítica' del siglo que nos ocupa. En esta guerra, conocida como la de los Tres Años, los dos grupos prefi­ rieron recurrir al extranjero antes que dejarse vencer por sus oposi­ tores. Un claro ejemplo de la división a la que llegaron los mexica­ nos, es que a partir de 1858 tuvimos dos gobiernos: el que reconocía a la Constitución de 57 y el que consideraba que ésta no n;i>ondía a las necesidades del país. En la lucha entre la Iglesia y el Estado, entre el sistema monár­ quico y el republicano, entre la tradición conservadora y el progreso liberal, se forjó la nación mexicana. En los años que corren de 1855 a 1867 se rompieron las estructuras socioeconómicas que aún sub­ sistían desde la Colonia. El movimiento de Reforma acabó con la fuerza económica y los privilegios de la Iglesia. Se creó un Estado ci­ vil con lo cual terminó la existencia de un Estado dentro de otro Es­ tado, pues la Iglesia perdió toda injerencia en los asuntos de gobier­ no. Se incorporaron los principios fundamentales del liberalismo tanto en la legislación republicana como en la monárquica. Al fraca­ sar el Segundo Imperio, se acabaron las expectativas europeas res­ pecto de México. En este marco histórico surge la figura de Miguel Miramón. Sirva este trabajo para sembrar en los lectores la inquietud de ubicar a los actores de la política mexicana del siglo XIX en su verdadera dimen­ ., Slon. Miguel Miramón y Tarelo nació en la ciudad de México en 1831. Desde su infancia vivió bajo la influencia del conservadurismo y del militarismo. Su padre, Bernardo Miramón, militar de carrera, de tendencia conservadora, alcanzó el grado de coronel y ocupó di­ versos cargos en las cortes marciales y los tribunales militares. Así, no es de extrañar que Miguel, lo mismo que su hermano Joaquín, tres años mayor, se inclinaran por la carrera militar y defendieran la causa de los conservadores, defensa que en ambos casos les llevó a la muerte. frt 1$ 70 LOS CONSERVADORES EN EL PODER PATRICIA GALEANA A los catorce años, Miramón ingresó al Colegio Militar. La bio­ grafía Miramán, el Caudillo Conservador de Carlos Bánchez-Navarro y Pe6n, aunque narrada en un tono novelado, refleja fielmente el espíritu que caracterizaba al pensamiento conservador de la época. Sánchez Navarro nos refiere los consejos que el canónigo doctor Acevedo da aljoven que se inicia en la carrera de las armas. "Maña­ na 10 de febrero de 1846 entrarás al Colegio Militar que será para tí la puerta por la cual penetrarás de lleno en la vida[. . .] ¡Hoy víspera de tu bautizo como hombre y como militar, júrame que defenderás, hasta derramar la última gota de tu sangre, a tu patria ya Dios!"+ Quince años más tarde se convertiría en su esposa, doña Concep­ ci6n Lombardo, que consigna en sus memorias una charla con el di­ rector del Colegio Militar, quien le refirió las dotes militares del joven Miram6n: "En el término de cinco años pas6 todos los grados del colegio. Habiendo merecido por su buena conducta, aplicaci6n y valor, salir de aquí al Cuerpo de Artillería. Ya fines del año fue pro­ fesor de táctica militar del colegio a los 22 años. Ganándose, a decir del director, el cariño y respeto de los alumnos, por ser tan apegado a la disciplina como si fuese un soldado viejo".5 Si bien la historia nos recuerda constantemente a un Miramón traidor, defensor del Imperio impuesto por las bayonetas extranje­ ras, se olvida que el mismo, cuando contaba con quince años de edad, recibi6 su bautizo de fuego en la Guerra del 47 . Se olvidan, se­ ñala el historiador José Fuentes Mares, que se trata del mismo que en 1847 defendi6 Chapultepec contra los americanos, "el único niño héroe a quien la historia convencional mancha todavía con el estig­ ma de traidor" .6 En 1852, Miram6n obtuvo el grado de subteniente de artillería y capitán un año después. Durante la Revolución de Ayuda como miembro que era del ejército combatió a los revolucionarios antisan­ tanistas y merced a sus victorias y triunfos en el encuentro de Tema­ palco al mando del bata1l6n de California, se le concedi6 el grado de teniente coronel. Al triunfo de la Revoluci6n de Ayuda, huyó a Puebla para com­ batir al general Ignacio Comonfort al grito de "Religi6n y Fueros". "Con Luis Osollo, en Zacapoaxda, hizo Miram6n sus primeras + Carlos Sánchez-Navarro y Peón, MiraTTlÓn, el caudillo conservador, México, Editorial Jus, 1945, p. 18. 5 Concepción Lombardo de Miramón, Memorias, México, Editorial Poma, 1980, p. 55. 6 José Fuentes Mares, MiraTTlÓn, ellwmhre, México, Editorial Joaquín Mortiz, 1974, p. 11. 71 armas en el arte del cuartelazo, tentaci6n irresistible para el militar celoso de sus [privilegios] ante la embestida frontal de los liberales".7 Junto con otros militares conservadores, Miramón ocup6 la ciu­ dad de Puebla en enero de 1856 y por esperar refuerzos para seguir su marcha hacia México, el ejército de Comonfort les dio alcance, y les derrotó por lo que debió ocultarse. Nueve meses más tarde rea­ pareció en Toluca al frente de ochenta o cien hombres, pero fue derrotado y herido, quedando fuera del combate por una tempora­ da, refugiándose en casa de un simpatizante en la ciudad de Méxi­ co. Finalmente, fue apresado y transladado a la prisión de la ex­ Acordada. En septiembre del año siguiente, se evadió y ocultó en la hacienda de su amigo Raymundo Mora. Con la idea de que la Constitución de 1857 era contraria a los principios y necesidades del país, los conservadores se levantaron en armas con el Plan de Tacubaya, que marcó el inicio de la Guerra de Reforma. El 11 de enero de 1858 las guarniciones de México y Tacubaya desconocieron al presidente Ignacio Comonfort y se pro­ nunciaron por Félix Zuloaga. Los nuevos capitanes del conservadu­ rismo, Luis G. Osollo y Miguel Miramón, se adueñaron rápida­ mente de la ciudad. Al ver que no tenía posibilidades de pactar con los conservadores, Comonfort firmó un armisticio y abandonó el país rumbo a Estados Unidos. Benito Juárez huy6 a Guanajuato y desde allí emitió un manifiesto a la naci6n comunicando que, en su calidad de presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de acuerdo con lo dispuesto por la Constituci6n de 1857, asumía la presidencia de la República. Durante esta guerra se comenzó a gestar la leyenda de Miram6n, a quien se le conoció como el Joven Macabeo, "en recuerdo deJu­ das Macabeo, el valiente hijo de Matías, vencedor de Antíoco", el rey sirio que pretendió dominar a los judíos. 8 Con su ejército, Mira­ món Icupó plazas tan importantes como Guadalajara y San Luis Potosí; merced a su desempeño en la batalla de Atenquique, Jalisco, recibió el grado de general. A sus veintislis años, Miram6n era con­ siderado un militar valeroso y respetado incluso por sus enemigos. Leonardo Márquez, en su escrito El Imperio y los Imperiales, señala: "Siempre fui amigo del señor Miram6n [... ] lo distinguí por sus buenas cualidades. Más tarde contribuí a su engrandecimiento con 7 Ibidem, p. 18. a Ibidem, p. 25. lo l' 70 LOS CONSERVADORES EN EL PODER PATRICIA GALEANA A los catorce años, Miramón ingresó al Colegio Militar. La bio­ grafía Miramán, el Caudillo Conservador de Carlos Bánchez-Navarro y Pe6n, aunque narrada en un tono novelado, refleja fielmente el espíritu que caracterizaba al pensamiento conservador de la época. Sánchez Navarro nos refiere los consejos que el canónigo doctor Acevedo da aljoven que se inicia en la carrera de las armas. "Maña­ na 10 de febrero de 1846 entrarás al Colegio Militar que será para tí la puerta por la cual penetrarás de lleno en la vida[. . .] ¡Hoy víspera de tu bautizo como hombre y como militar, júrame que defenderás, hasta derramar la última gota de tu sangre, a tu patria ya Dios!"+ Quince años más tarde se convertiría en su esposa, doña Concep­ ci6n Lombardo, que consigna en sus memorias una charla con el di­ rector del Colegio Militar, quien le refirió las dotes militares del joven Miram6n: "En el término de cinco años pas6 todos los grados del colegio. Habiendo merecido por su buena conducta, aplicaci6n y valor, salir de aquí al Cuerpo de Artillería. Ya fines del año fue pro­ fesor de táctica militar del colegio a los 22 años. Ganándose, a decir del director, el cariño y respeto de los alumnos, por ser tan apegado a la disciplina como si fuese un soldado viejo".5 Si bien la historia nos recuerda constantemente a un Miramón traidor, defensor del Imperio impuesto por las bayonetas extranje­ ras, se olvida que el mismo, cuando contaba con quince años de edad, recibi6 su bautizo de fuego en la Guerra del 47 . Se olvidan, se­ ñala el historiador José Fuentes Mares, que se trata del mismo que en 1847 defendi6 Chapultepec contra los americanos, "el único niño héroe a quien la historia convencional mancha todavía con el estig­ ma de traidor" .6 En 1852, Miram6n obtuvo el grado de subteniente de artillería y capitán un año después. Durante la Revolución de Ayuda como miembro que era del ejército combatió a los revolucionarios antisan­ tanistas y merced a sus victorias y triunfos en el encuentro de Tema­ palco al mando del bata1l6n de California, se le concedi6 el grado de teniente coronel. Al triunfo de la Revoluci6n de Ayuda, huyó a Puebla para com­ batir al general Ignacio Comonfort al grito de "Religi6n y Fueros". "Con Luis Osollo, en Zacapoaxda, hizo Miram6n sus primeras + Carlos Sánchez-Navarro y Peón, MiraTTlÓn, el caudillo conservador, México, Editorial Jus, 1945, p. 18. 5 Concepción Lombardo de Miramón, Memorias, México, Editorial Poma, 1980, p. 55. 6 José Fuentes Mares, MiraTTlÓn, ellwmhre, México, Editorial Joaquín Mortiz, 1974, p. 11. 71 armas en el arte del cuartelazo, tentaci6n irresistible para el militar celoso de sus [privilegios] ante la embestida frontal de los liberales".7 Junto con otros militares conservadores, Miramón ocup6 la ciu­ dad de Puebla en enero de 1856 y por esperar refuerzos para seguir su marcha hacia México, el ejército de Comonfort les dio alcance, y les derrotó por lo que debió ocultarse. Nueve meses más tarde rea­ pareció en Toluca al frente de ochenta o cien hombres, pero fue derrotado y herido, quedando fuera del combate por una tempora­ da, refugiándose en casa de un simpatizante en la ciudad de Méxi­ co. Finalmente, fue apresado y transladado a la prisión de la ex­ Acordada. En septiembre del año siguiente, se evadió y ocultó en la hacienda de su amigo Raymundo Mora. Con la idea de que la Constitución de 1857 era contraria a los principios y necesidades del país, los conservadores se levantaron en armas con el Plan de Tacubaya, que marcó el inicio de la Guerra de Reforma. El 11 de enero de 1858 las guarniciones de México y Tacubaya desconocieron al presidente Ignacio Comonfort y se pro­ nunciaron por Félix Zuloaga. Los nuevos capitanes del conservadu­ rismo, Luis G. Osollo y Miguel Miramón, se adueñaron rápida­ mente de la ciudad. Al ver que no tenía posibilidades de pactar con los conservadores, Comonfort firmó un armisticio y abandonó el país rumbo a Estados Unidos. Benito Juárez huy6 a Guanajuato y desde allí emitió un manifiesto a la naci6n comunicando que, en su calidad de presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de acuerdo con lo dispuesto por la Constituci6n de 1857, asumía la presidencia de la República. Durante esta guerra se comenzó a gestar la leyenda de Miram6n, a quien se le conoció como el Joven Macabeo, "en recuerdo deJu­ das Macabeo, el valiente hijo de Matías, vencedor de Antíoco", el rey sirio que pretendió dominar a los judíos. 8 Con su ejército, Mira­ món Icupó plazas tan importantes como Guadalajara y San Luis Potosí; merced a su desempeño en la batalla de Atenquique, Jalisco, recibió el grado de general. A sus veintislis años, Miram6n era con­ siderado un militar valeroso y respetado incluso por sus enemigos. Leonardo Márquez, en su escrito El Imperio y los Imperiales, señala: "Siempre fui amigo del señor Miram6n [... ] lo distinguí por sus buenas cualidades. Más tarde contribuí a su engrandecimiento con 7 Ibidem, p. 18. a Ibidem, p. 25. lo l' 72 /L PATRICIA GALEANA las batallas de Ahualulco y San Joaquín [... ] y ambas las di yo, aunque él era el general en jefe y estaba presente".9 Miguel Miramón contrajo matnmonio con la señorita Concep­ ción Lombardo, quien en cierta ocasi6n en son de broma le había dicho: "¡[...] cuando sea usted general nos casaremos!" El matri­ monio resultó benéfico para el futuro lejano de Miramón, pues gra­ cias a su mujer podemos consultar la correspondencia del general conservador, in<}Ílidas en sus Memorias. Como padrino de bodas fun­ gió el presidente Félix Zuloaga, quien veía en Miramón al gran de­ fensor de los conservadores, Mientras los contrayentes celebraban su unión en Palacio, las fuerzas de Santos Degollado, general en jefe del ejército liberal, se apoderaban de Guadalajara. Meses más tarde, el 4 de diciem­ bre de 1859, en Tepatitlán, Miramón se reunió con las fuerzas de Liceaga y Márquez para cobrar lo que consideraba una afrenta: "Estoy seguro que la victoria coronará nuestros esfuerzos, y por lo mismo sólo os recuerdo que tenemos que vengar la muerte de nues­ tros herrÍlanos, vilmente asesinados en Guadalajara" ,!O El ejército éonservador persiguió a las fuerzas de Degollado y en las Barrancas de Beltrán, cerca del pueblo de San Joaquín, les propinó una derro­ ta. Crecía la fama del joven militar que ahora era considerado por los conservadores como "el brazo armado de la Divina Providencia" , Sin embargo, Márquez se mostraba receloso de la carrera militar de Miramón. "[ . , .] yo tenía más años de soldado que Mira­ món de vida -escribió- [, . .] En septiembre del mismo año (1858), dimos los dos reunidos la batalla de Ahualulco, que yo gané mal que pese a Arellano -militar cercano al macabeo- el gobierno dio a Miram6n el premio que a mí me correspondía" .11 Como consecuencia de un cuartelazo a cargo de Echegaray y Ro­ bles Pezuela, Zuloaga fue desconocido como presidente de la Re­ pública; una Junta de Notables, reunida en México, nombró presi­ dente provisional a Miguel Miramón quien en una votación obtuvo 50 votos contra 46 de Robles Pezuela. Aunque el propio expresiden­ te instó al militar para que aceptara el cargo, Miramón comentaba a su esposa: "No la aceptaré, No quiero que el país crea que por ambición me presto a secundar esta rebelión que he desaprobado" ,12 9 Leonardo Márquez, Manifiestos (El Imperio y los Imperiales), México, F. Vázquez, Editor, 1904, p. 69. 10 José Fuentes Mares, op. cit., p. 37. I! Leonardo Márquez, op, cit.• p. 126. 12 José Fuentes Mares, op. cit., p. 39. LOS CONSERVADORES EN EL PODER 73 Sin embargo, la tentación fue grande, por lo que al llegar a Méxi­ co, Miramón se justificó en los siguientes términos: He venido a esta ciudad no a ocupar la primera magistratura de la Re­ pública a que la revolución me llamaba. He venido a indicar al ejército el verdadero camino del honor, a hacer volver sobre sus pasos a las tro­ pas que, sin advertirlo, orillaban a la naci6n al abismo. He venido a restablecer el orden legal, a restituir el poder a manos de la persona elec­ ta conforme a un plan político verdaderamente nacional[ ... ] Hoy este alto funcionario me nombra presidente sustituido de la República, me entrega las riendas del gobierno y yo las tomo y me encargo del mandato supremo durante los muy breves días que permaneceré en la capital [. . .] acepto porque mi anhelo es ser útil a la patria. 13 Miramón ocupó la presidencia del 2 de febrero de 1859 al 13 de agosto de 1860 como presidente sustituto, y del 15 de agosto al 24 de diciembre de 1860 como presidente interino. José Ignacio Pavón, presidente de la Suprema Corte, se hizo cargo de ella sólo dos días para que fuera electo por la Junta de Representantes. Posteriormen­ te, en junio de 1863, la intervención francesa estableció una Regen­ cia que antecedió al Segundo Imperio. Miramón, decidido a dar el triunfo a su partido, emprendió una campaña para terminar con el baluarte constitucionalista y I apresar al presidente Juárez que estaba en Veracruz. Santos Degollado, pre­ viendo la inminente derrota de los liberales, reunió a varios grupos de rebeldes y cayó sobre la ciudad de México con el propósito de distraer la atención de los conservadores. Aunque Miramón había afirmado que seguiría con sus intentos para ocupar Veracruz, em­ prendió la retirada para acudir en auxilio de la capital. "Terminado el encuentro, los dos jefes Miramón y Márquez recorrieron las calles de la capital y su satisfacción fue tan grande que ni por asomo advir­ tieron que acababan de perder la Guerra de Reforma. Era el 11 de abril cuando, cuatro días después de que en Veracruz, librada del amago conservador, el gobierno de los Estados U nidos recono­ ciera al de don Benito Juárez como único gobierno de México. "14 Tanto los conservadores como los liberales, desesperados por la lucha, perdían la confianza en su pueblo: ahora las soluciones se buscaban en el extranjero. De este modo, para contrarrestar el reco­ nocimiento de los estadounidenses al gobierno de Juárez, Miramón promovió el auxilio de una potencia extranjera y reanud6 relaciones 13 14 Ibídem, p. 43. Ibidem, p. 48. 72 /L LOS CONSERVADORES EN EL PODER PATRICIA GALEANA las batallas de Ahualulco y San Joaquín [... ] y ambas las di yo, aunque él era el general en jefe y estaba presente".9 Miguel Miramón contrajo matnmonio con la señorita Concep­ ción Lombardo, quien en cierta ocasi6n en son de broma le había dicho: "¡[...] cuando sea usted general nos casaremos!" El matri­ monio resultó benéfico para el futuro lejano de Miramón, pues gra­ cias a su mujer podemos consultar la correspondencia del general conservador, in<}Ílidas en sus Memorias. Como padrino de bodas fun­ gió el presidente Félix Zuloaga, quien veía en Miramón al gran de­ fensor de los conservadores, Mientras los contrayentes celebraban su unión en Palacio, las fuerzas de Santos Degollado, general en jefe del ejército liberal, se apoderaban de Guadalajara. Meses más tarde, el 4 de diciem­ bre de 1859, en Tepatitlán, Miramón se reunió con las fuerzas de Liceaga y Márquez para cobrar lo que consideraba una afrenta: "Estoy seguro que la victoria coronará nuestros esfuerzos, y por lo mismo sólo os recuerdo que tenemos que vengar la muerte de nues­ tros herrÍlanos, vilmente asesinados en Guadalajara" ,!O El ejército éonservador persiguió a las fuerzas de Degollado y en las Barrancas de Beltrán, cerca del pueblo de San Joaquín, les propinó una derro­ ta. Crecía la fama del joven militar que ahora era considerado por los conservadores como "el brazo armado de la Divina Providencia" , Sin embargo, Márquez se mostraba receloso de la carrera militar de Miramón. "[ . , .] yo tenía más años de soldado que Mira­ món de vida -escribió- [, . .] En septiembre del mismo año (1858), dimos los dos reunidos la batalla de Ahualulco, que yo gané mal que pese a Arellano -militar cercano al macabeo- el gobierno dio a Miram6n el premio que a mí me correspondía" .11 Como consecuencia de un cuartelazo a cargo de Echegaray y Ro­ bles Pezuela, Zuloaga fue desconocido como presidente de la Re­ pública; una Junta de Notables, reunida en México, nombró presi­ dente provisional a Miguel Miramón quien en una votación obtuvo 50 votos contra 46 de Robles Pezuela. Aunque el propio expresiden­ te instó al militar para que aceptara el cargo, Miramón comentaba a su esposa: "No la aceptaré, No quiero que el país crea que por ambición me presto a secundar esta rebelión que he desaprobado" ,12 9 Leonardo Márquez, Manifiestos (El Imperio y los Imperiales), México, F. Vázquez, Editor, 1904, p. 69. 10 José Fuentes Mares, op. cit., p. 37. I! Leonardo Márquez, op, cit.• p. 126. 12 José Fuentes Mares, op. cit., p. 39. 73 Sin embargo, la tentación fue grande, por lo que al llegar a Méxi­ co, Miramón se justificó en los siguientes términos: He venido a esta ciudad no a ocupar la primera magistratura de la Re­ pública a que la revolución me llamaba. He venido a indicar al ejército el verdadero camino del honor, a hacer volver sobre sus pasos a las tro­ pas que, sin advertirlo, orillaban a la naci6n al abismo. He venido a restablecer el orden legal, a restituir el poder a manos de la persona elec­ ta conforme a un plan político verdaderamente nacional[ ... ] Hoy este alto funcionario me nombra presidente sustituido de la República, me entrega las riendas del gobierno y yo las tomo y me encargo del mandato supremo durante los muy breves días que permaneceré en la capital [. . .] acepto porque mi anhelo es ser útil a la patria. 13 Miramón ocupó la presidencia del 2 de febrero de 1859 al 13 de agosto de 1860 como presidente sustituto, y del 15 de agosto al 24 de diciembre de 1860 como presidente interino. José Ignacio Pavón, presidente de la Suprema Corte, se hizo cargo de ella sólo dos días para que fuera electo por la Junta de Representantes. Posteriormen­ te, en junio de 1863, la intervención francesa estableció una Regen­ cia que antecedió al Segundo Imperio. Miramón, decidido a dar el triunfo a su partido, emprendió una campaña para terminar con el baluarte constitucionalista y I apresar al presidente Juárez que estaba en Veracruz. Santos Degollado, pre­ viendo la inminente derrota de los liberales, reunió a varios grupos de rebeldes y cayó sobre la ciudad de México con el propósito de distraer la atención de los conservadores. Aunque Miramón había afirmado que seguiría con sus intentos para ocupar Veracruz, em­ prendió la retirada para acudir en auxilio de la capital. "Terminado el encuentro, los dos jefes Miramón y Márquez recorrieron las calles de la capital y su satisfacción fue tan grande que ni por asomo advir­ tieron que acababan de perder la Guerra de Reforma. Era el 11 de abril cuando, cuatro días después de que en Veracruz, librada del amago conservador, el gobierno de los Estados U nidos recono­ ciera al de don Benito Juárez como único gobierno de México. "14 Tanto los conservadores como los liberales, desesperados por la lucha, perdían la confianza en su pueblo: ahora las soluciones se buscaban en el extranjero. De este modo, para contrarrestar el reco­ nocimiento de los estadounidenses al gobierno de Juárez, Miramón promovió el auxilio de una potencia extranjera y reanud6 relaciones 13 14 Ibídem, p. 43. Ibidem, p. 48. 74 PATRICIA GALEANA con España. Bajo su mandato se firmó el Tratado Mon-Almonte el 29 de septiembre de 1859. Lo cierto es que conservadores y liberales coincidieron una vez más. Buscaron en el exterior la solución de sus problemas. Conviene aquí citar aJosé Fuentes Mares, por ser él uno de los pocos que han tratado de justificar la decisión de Miramón, al buscar el reconoci­ miento de su gobierno por parte de España. 1" No será más exacto -dice el historiador- reconocer que si don Benito J uárez veía en los lazos de Miramón con España un peligro para la Re­ forma, Miram6n, a su vez, advirtiera en la liga de don Benito con Esta­ dos Unidos un riesgo no s610 para la Contrarreforma sino también para la patria: ¿por qué no admitir que si Juárez hallaba en el Tratado Mon­ Almonte la Imenaza de un protectorado al estilo colonial, Miram6n, en su tumo, sospechara en el reconocimiento diplomático de los Estados Unidos -no suscrito todavía el Tratado Mc Lane-Ocampo-, la ace­ chanza muy clara de un protectorado americano?15 Lo cierto es que ambos bandos acudieron a apoyos externos, y sólo uno de ellos resultó ganador. "Mucho más objetivo -concluye Fuentes Mares- sería reconocer que cada uno de los partidos en pugna buscaba asideros extranjeros para imponerse en definitiva, y que mientras el apoyo español a Miramón quedó en nada, cuajó sin embargo el que los Estados U nidos proporcionaron a J uárez" . 16 El breve régimen presidencial de Miramón se caracterizó por des­ tacar más el aspecto administrativo que el político. En su programa de gobierno, contenido en el manifiesto del 12 de julio de 1859, el presidente sustituto pretendió reducir el número de empleados y el de generales y oficiales que grava­ ban el presupuesto sin provecho para el país[. . .], crear un impuesto en lugar de muchos[. . .] hacer la justicia de los tribunales pronta y expedi­ ta; mejorar la educaci6n pública mediante la adopción de un sistema "más adelante del actual" y buscar un arreglo con la Iglesia, para ani­ quilar el germen de la discordia que naci6 "de los intereses creados como consecuencia de la funesta ley del 25 de junio de 1856" -refiriéndose a la Ley Lerdo de desamortizaci6n de los bienes del clero- [. . .]y, por último, en materia internacional, conservar las más estrechas relaciones con las naciones europeas, sin olvidar que las "tra­ diciones de la República" exigen mantenerse vigilantes "respecto de la política de la Unión americana, cuyos últimos actos oficiales deben alar­ marnos muy seriamente". 17 1; 16 17 Ibidem, p. 64. Ibidem, p. 64-65. Concepci6n Ltlmbardo de Miram6n, op. cit., p. 878 Y 881. LOS CONSERVADORES EN EL PODER 75 "Según Miramón, México requería una dictadura como único medio de reorganizar la sociedad y prepararse para una constitución duradera",18 El presidente conservador expresa en su manifiesto el principio que posteriormente pondrá en práctica la dictadura porti­ rista de poca política y mucha administración: . ..bajo los diversos sistemas que han regido en el país, se ha perpe­ tuado una malísima organizaci6n administrativa; nuestros gobiernos, ocupados de gestiones de la más alta política, apenas han rUado su vista en la administración, sino para cambiar el personal de los empleados, atendiendo en lo general, no a la aptitud, sino a los méritos contraídos en I.:>s trabajos revolucionarios de que los mismos gobiernos emanaran. ¿Qué debemos inferir de ahí? Antes lo he dicho, una verdad importan­ te, que los males de México no están en la política, sino en la adminis­ tración; que no es la época de resolver las cuestiones políticas, sino de solucionar las cuestiones administrativas. 19 A la par que Miramón proclama su programa de gobierno, Benito Juárez promulga sus Leyes de Reforma que, en tanto que el mani­ fiesto de Miramón pl«;Ánteaba soluciones de forma a los problemas de México, las Leyes de Reforma atacaban el problema de fondo. Miramón #recía soluciones a corto plazo, Juárez de largo alcance. Nuevamente, "como frente a Veracruz meses antes, el macabeo sacrificaba lo definitivo en aras de lo intrascendente" . 20 Tal vez por la inexperiencia de su juventud. Si bien las Leyes de Reforma no solucionaron los problemas eco­ nómicos de la guerra, !!/ dejaron satisfechas las demandas del grupo liberal puro, representado por Miguel Lerdo de Tejada y los gue­ rrilleros radicales, llamados chinanos 21 y sentaron las bases para constituir el Estado nacional. La batalla de la Estancia de las Vacas, Guanajuato, en noviembre de 1859, fue la última gran victoria del militar conservador. A pe­ sar de que las fuerzas de Santos Degollado duplicaban en número a las de Miramón, los conservadores obtuvieron el triunfo. En esta ocasión Miramón escribe a su esposa: "La Providencia quiso que se cumplieran mis pronósticos. Por desgracia no pueden adquirirse estas victorias sin que la sangre de los mexicanos se derrame" .22 18 RobertJ. Knowlton. Los bienes del cleroy lo. Riformo. Mexicano., 1856-1910. México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 103. 19 Concepción Lombardo de Miramón, op. cit., p. 876. 20 José Fuentes Mares, op. cit., p.68. 21 Patricia Galeana de Valadés. Guerra "sin Cuartel". en México y su Historia. 1855-1867, México, Editorial UTHEA, 1984, tomo 7, p. 910. 22 Concepción Lombardo de Miramón, op. cit., p. 718 Y 719. Io<v lo .' , ¡ 1 74 PATRICIA GALEANA con España. Bajo su mandato se firmó el Tratado Mon-Almonte el 29 de septiembre de 1859. Lo cierto es que conservadores y liberales coincidieron una vez más. Buscaron en el exterior la solución de sus problemas. Conviene aquí citar aJosé Fuentes Mares, por ser él uno de los pocos que han tratado de justificar la decisión de Miramón, al buscar el reconoci­ miento de su gobierno por parte de España. 1" No será más exacto -dice el historiador- reconocer que si don Benito J uárez veía en los lazos de Miramón con España un peligro para la Re­ forma, Miram6n, a su vez, advirtiera en la liga de don Benito con Esta­ dos Unidos un riesgo no s610 para la Contrarreforma sino también para la patria: ¿por qué no admitir que si Juárez hallaba en el Tratado Mon­ Almonte la Imenaza de un protectorado al estilo colonial, Miram6n, en su tumo, sospechara en el reconocimiento diplomático de los Estados Unidos -no suscrito todavía el Tratado Mc Lane-Ocampo-, la ace­ chanza muy clara de un protectorado americano?15 Lo cierto es que ambos bandos acudieron a apoyos externos, y sólo uno de ellos resultó ganador. "Mucho más objetivo -concluye Fuentes Mares- sería reconocer que cada uno de los partidos en pugna buscaba asideros extranjeros para imponerse en definitiva, y que mientras el apoyo español a Miramón quedó en nada, cuajó sin embargo el que los Estados U nidos proporcionaron a J uárez" . 16 El breve régimen presidencial de Miramón se caracterizó por des­ tacar más el aspecto administrativo que el político. En su programa de gobierno, contenido en el manifiesto del 12 de julio de 1859, el presidente sustituto pretendió reducir el número de empleados y el de generales y oficiales que grava­ ban el presupuesto sin provecho para el país[. . .], crear un impuesto en lugar de muchos[. . .] hacer la justicia de los tribunales pronta y expedi­ ta; mejorar la educaci6n pública mediante la adopción de un sistema "más adelante del actual" y buscar un arreglo con la Iglesia, para ani­ quilar el germen de la discordia que naci6 "de los intereses creados como consecuencia de la funesta ley del 25 de junio de 1856" -refiriéndose a la Ley Lerdo de desamortizaci6n de los bienes del clero- [. . .]y, por último, en materia internacional, conservar las más estrechas relaciones con las naciones europeas, sin olvidar que las "tra­ diciones de la República" exigen mantenerse vigilantes "respecto de la política de la Unión americana, cuyos últimos actos oficiales deben alar­ marnos muy seriamente". 17 1; 16 17 Ibidem, p. 64. Ibidem, p. 64-65. Concepci6n Ltlmbardo de Miram6n, op. cit., p. 878 Y 881. LOS CONSERVADORES EN EL PODER 75 "Según Miramón, México requería una dictadura como único medio de reorganizar la sociedad y prepararse para una constitución duradera",18 El presidente conservador expresa en su manifiesto el principio que posteriormente pondrá en práctica la dictadura porti­ rista de poca política y mucha administración: . ..bajo los diversos sistemas que han regido en el país, se ha perpe­ tuado una malísima organizaci6n administrativa; nuestros gobiernos, ocupados de gestiones de la más alta política, apenas han rUado su vista en la administración, sino para cambiar el personal de los empleados, atendiendo en lo general, no a la aptitud, sino a los méritos contraídos en I.:>s trabajos revolucionarios de que los mismos gobiernos emanaran. ¿Qué debemos inferir de ahí? Antes lo he dicho, una verdad importan­ te, que los males de México no están en la política, sino en la adminis­ tración; que no es la época de resolver las cuestiones políticas, sino de solucionar las cuestiones administrativas. 19 A la par que Miramón proclama su programa de gobierno, Benito Juárez promulga sus Leyes de Reforma que, en tanto que el mani­ fiesto de Miramón pl«;Ánteaba soluciones de forma a los problemas de México, las Leyes de Reforma atacaban el problema de fondo. Miramón #recía soluciones a corto plazo, Juárez de largo alcance. Nuevamente, "como frente a Veracruz meses antes, el macabeo sacrificaba lo definitivo en aras de lo intrascendente" . 20 Tal vez por la inexperiencia de su juventud. Si bien las Leyes de Reforma no solucionaron los problemas eco­ nómicos de la guerra, !!/ dejaron satisfechas las demandas del grupo liberal puro, representado por Miguel Lerdo de Tejada y los gue­ rrilleros radicales, llamados chinanos 21 y sentaron las bases para constituir el Estado nacional. La batalla de la Estancia de las Vacas, Guanajuato, en noviembre de 1859, fue la última gran victoria del militar conservador. A pe­ sar de que las fuerzas de Santos Degollado duplicaban en número a las de Miramón, los conservadores obtuvieron el triunfo. En esta ocasión Miramón escribe a su esposa: "La Providencia quiso que se cumplieran mis pronósticos. Por desgracia no pueden adquirirse estas victorias sin que la sangre de los mexicanos se derrame" .22 18 RobertJ. Knowlton. Los bienes del cleroy lo. Riformo. Mexicano., 1856-1910. México, Fondo de Cultura Económica, 1985, p. 103. 19 Concepción Lombardo de Miramón, op. cit., p. 876. 20 José Fuentes Mares, op. cit., p.68. 21 Patricia Galeana de Valadés. Guerra "sin Cuartel". en México y su Historia. 1855-1867, México, Editorial UTHEA, 1984, tomo 7, p. 910. 22 Concepción Lombardo de Miramón, op. cit., p. 718 Y 719. Io<v lo .' , ¡ 1 76 En 1860 buscó Miramón tomar nuevamente Veracruz, partiendo de la ciudad de México el8 de febrero. Antes de iniciarse las hostili­ dades, trató de llegar a un arreglo pacífico, que fue negado termi­ nantemente por los liberales. Miramón intentó el ataque por mar y por tierra, con dos vapores adquiridos en La Habana, pero las embarcaciones fueron detenidas por buques estadounidenses en An­ tón Lizardo, acusados de piratería por el gobierno de Juárez. En estas condiciones, el ejército conservador no pudo tomar la plaza y Miramón vio esfumarse nuevamente la posibilidad de acabar con el gobierno liberal constitucionalista. "Hubo una ola de ataques contra el gobierno de Juárez, acusándolo de traición por haber acep­ tado la intervención extranjera. El gobierno conservador protestó ante le gobierno de Estados U nidos; éste declaro que los jefes de la escuadrilla norteamericana, el comandante Turner y el capitán Jen­ nis, habían actuado por cuenta propia" .23 Ante la derrota sufrida en Veracurz, la propia señora Miramón advierte que la buena fortuna del joven macabeo comienza a decli­ nar, por lo que apunta en sus Memorias: "[...] en los primeros meses de aquel año se comenzó a nublar el horizonte y a opacar la brillante estrella del vepcedor de Colima, hasta que se ocultó en el ocaso" .2+ Zuloaga advirtió en la derrota del presidente sustituto la oportuni­ dad de recuperar su puesto y publicó un manifiesto en que dio a co­ nocer su propósito. Pero Miramón se le adelantó y lo tomó bajo su custodia el 9 de mayo y con él partió rumbo a Guadalajara. "Voy a enseñarle cómo se ganan las presidencias", le dijo frente a su Esta­ do mayor. 25 Durante la campaña militar, Zuloaga logró escapar, pero Miramón no considero peligrosa esta fuga. "Creo -co­ mentó- que se ha presentado la brillante oportunidad de eliminarlo de la escena política, o mejor dicho, que volverá a la nulidad de la que nunca debió salir". 26 González Ortega derrotó a Miramón en Silao, y nuevamente se enfrentaron en Miguel Calpulalpan en una proporción desnivelada: ocho mil hombres constituían el ejército conservador, mientras que las fuerzas liberales sumaban cerca de veinte mil efectivos. Miramón, todavía confiado en su buena estrella y recordando su sonada victoria contra Santos Degollado en Guana­ juato el año anterior, se mostraba optimista. En dos horas se decidió la batalla. Las fuerzas de González Ortega propinaron otra derrota a Patricia Galeana de Valadés, op. cit., p. 915. 24 CQncepci6n ~mbardo de Miram6n, op. cit, p. 254. 25 José Fuentes Mares, op. cit., p. 92. 26 Concepción ~mbardo de Miramón, op. cit., p. 282. 23 LOS CONSERVAOORES EN EL PODER PATRICIA GALEANA 77 los conservadores y obligaron a Miramón a huir hacia La Habana, ayudado por el representante de Francia, Dubois de Saligny. De la Habana, Miguel Miramón partió con su familia rumbo a Nueva York, donde permaneció por algún tiempo. El 26 de abrillle­ garon a París y, dos meses más tarde, en Roma, el Papa Pío IX los recibió como hijos predilectos y condecoró al militar por su devoción a la causa de la Iglesia. Ya en Europa se gestaban entonces las medi­ das tendientes a establecer el Segundo Imperio, por lo que al reci­ birlo en audiencia, Napoleón expresó a Miramón: "Es una pena, que un país tan hermoso viva en constante anarquía. Por eso, y para extenderle una mano amiga, se han aliado las principales potencias europeas' , .27 El banquero Jecker propuso a Miramón que colaborara con su es­ pada y su prestigio al establecimiento del Imperio. Según relata Concepción Lombardo, la propuesta causó indignación en su mari­ do, quien le comentó: "Me han tomado por un miserable y por un bellaco; me han venido a proponer que vaya a México con las tropas francesas y me han ofrecido una fuerte suma de dinero si acepto, pero no iré en esas condiciones; dije al duque de Morny -el medio hermano de Napoleón-, que prefería morir de hambre en el extranjero, que hacer ese odioso papel" . 28 En el viejo continente existía la firme creencia de que sólo se pacificaría este país con la intervención extranjera. "Se considera­ ba que los mexicanos no estábamos capacitados para corregir los males que acongojaban a la nación, era la idea que habían propala­ do los agentes diplomáticos acreditados en México" .29 El sistema monárquico no se había desarraigado del territorio na­ cional, tenía hondas raíces en trecientos años de dominación de la monarquía española. Como atinadamente ha señalado el historiador Edmundo O'Gorman, la idea de monarquía, a pesar del fracaso del primer imperio, se mantuvo latente, "agazapada" tras la república central durante todo el período que trascurrió entre el primero y el segundo imperios. Hubo un sinnúmero de proyectos monárquicos tanto en México como en el extranjero. Desde el Plan de Chiconda de Epigmenio Piedra que pretendía restablecer a la monarquía azte­ ca, hasta los proyectos españoles y franceses. De los primeros, el doctor Martínez Báez30 ha realizado luminosos estudios y los segun­ 27 28 29 Ibidem, p. 400. Ibídem, p. 406. José C. Valadés, Maximiliano y Carlota en México. Historia del &guruio Imperio, México, Edi torial Diana, 1977, p. 18. 30 Antonio Martínez Báez. Conferencia en Condumex. 1983. 76 En 1860 buscó Miramón tomar nuevamen te Veracruz, partiendo de la ciudad de México el8 de febrero. Antes de iniciarse las hostili­ dades, trató de llegar a un arreglo pacífico, que fue negado termi­ nantement e por los liberales. Miramón intentó el ataque por mar y por tierra, con dos vapores adquiridos en La Habana, pero las embarcaciones fueron detenidas por buques estadounidenses en An­ tón Lizardo, acusados de piratería por el gobierno de Juárez. En estas condiciones, el ejército conservad or no pudo tomar la plaza y Miramón vio esfumarse nuevamen te la posibilidad de acabar con el gobierno liberal constitucionalista. "Hubo una ola de ataques contra el gobierno de Juárez, acusándolo de traición por haber acep­ tado la intervención extranjera . El gobierno conservador protestó ante le gobierno de Estados U nidos; éste declaro que los jefes de la escuadrilla norteamer icana, el comandan te Turner y el capitán Jen­ nis, habían actuado por cuenta propia" .23 Ante la derrota sufrida en Veracurz, la propia señora Miramón advierte que la buena fortuna del joven macabeo comienza a decli­ nar, por lo que apunta en sus Memorias: "[...] en los primeros meses de aquel año se comenzó a nublar el horizonte y a opacar la brillante estrella del vepcedor de Colima, hasta que se ocultó en el ocaso" .2+ Zuloaga advirtió en la derrota del presidente sustituto la oportuni­ dad de recuperar su puesto y publicó un manifiesto en que dio a co­ nocer su propósito. Pero Miramón se le adelantó y lo tomó bajo su custodia el 9 de mayo y con él partió rumbo a Guadalaja ra. "Voy a enseñarle cómo se ganan las presidenci as", le dijo frente a su Esta­ do mayor. 25 Durante la campaña militar, Zuloaga logró escapar, pero Miramón no considero peligrosa esta fuga. "Creo -co­ mentó- que se ha presentado la brillante oportunid ad de eliminarlo de la escena política, o mejor dicho, que volverá a la nulidad de la que nunca debió salir". 26 González Ortega derrotó a Miramón en Silao, y nuevamen te se enfrentaro n en Miguel Calpulalp an en una proporción desnivelada: ocho mil hombres constituían el ejército conservador, mientras que las fuerzas liberales sumaban cerca de veinte mil efectivos. Miramón, todavía confiado en su buena estrella y recordand o su sonada victoria contra Santos Degollado en Guana­ juato el año anterior, se mostraba optimista. En dos horas se decidió la batalla. Las fuerzas de González Ortega propinaron otra derrota a Patricia Galeana de Valadés, op. cit., p. 915. CQncepci6n ~mbardo de Miram6n, op. cit, p. 254. 25 José Fuentes Mares, op. cit., p. 92. 26 Concepción ~mbardo de Miramón, op. cit., p. 282. 23 24 LOS CONSERVA OORES EN EL PODER PATRICIA GALEANA 77 los conservadores y obligaron a Miramón a huir hacia La Habana, ayudado por el representa nte de Francia, Dubois de Saligny. De la Habana, Miguel Miramón partió con su familia rumbo a Nueva York, donde permaneció por algún tiempo. El 26 de abrillle­ garon a París y, dos meses más tarde, en Roma, el Papa Pío IX los recibió como hijos predilectos y condecoró al militar por su devoción a la causa de la Iglesia. Ya en Europa se gestaban entonces las medi­ das tendientes a establecer el Segundo Imperio, por lo que al reci­ birlo en audiencia, Napoleón expresó a Miramón: "Es una pena, que un país tan hermoso viva en constante anarquía. Por eso, y para extenderle una mano amiga, se han aliado las principales potencias europeas' , .27 El banquero Jecker propuso a Miramón que colaborara con su es­ pada y su prestigio al establecimiento del Imperio. Según relata Concepción Lombardo , la propuesta causó indignación en su mari­ do, quien le comentó: "Me han tomado por un miserable y por un bellaco; me han venido a proponer que vaya a México con las tropas francesas y me han ofrecido una fuerte suma de dinero si acepto, pero no iré en esas condiciones; dije al duque de Morny -el medio hermano de Napoleón -, que prefería morir de hambre en el extranjero, que hacer ese odioso papel" . 28 En el viejo continente existía la firme creencia de que sólo se pacificaría este país con la intervención extranjera . "Se considera­ ba que los mexicanos no estábamos capacitados para corregir los males que acongojaban a la nación, era la idea que habían propala­ do los agentes diplomáticos acreditados en México" .29 El sistema monárquic o no se había desarraiga do del territorio na­ cional, tenía hondas raíces en trecientos años de dominación de la monarquía española. Como atinadame nte ha señalado el historiador Edmundo O'Gorman , la idea de monarquía , a pesar del fracaso del primer imperio, se mantuvo latente, "agazapad a" tras la república central durante todo el período que trascurrió entre el primero y el segundo imperios. Hubo un sinnúmero de proyectos monárquic os tanto en México como en el extranjero. Desde el Plan de Chiconda de Epigmenio Piedra que pretendía restablecer a la monarquía azte­ ca, hasta los proyectos españoles y franceses. De los primeros, el doctor Martínez Báez30 ha realizado luminosos estudios y los segun­ 27 28 29 Ibidem, p. 400. Ibídem, p. 406. José C. Valadés, Maximiliano y Carlota en México. Historia del &guruio Imperio, México, Edi torial Diana, 1977, p. 18. 30 Antonio Martínez Báez. Conferencia en Condumex. 1983. l'1 78 PATRI CIA GALBANA dos se encue ntran referidos en los Apuntes para la histori a del Segundo Imperio de Francisco de Paula Arrangoiz. 31 El grupo conservador, tradicional enemigo de todo camb io y que ha existido en las sociedades de todos los tiempos, encon tró una jus­ tificación para el prime r fracaso del sistema monárquic o: Iturbi de fue un advenidizo que carecía de los atribu tos de un verda dero príncipe; no había nacido para gober nador de los puebl os, ni se había formado para consu mar esa difícil tarea. Por eso había que establecer una mona rquía de verda d, con un autén tico príncipe, y como aquí no lo había , era necesario importarlo de Europ a. Con la llegada de Maxi milia no, los conservadores creían ver la salvación. Aun el propio Miram ón, quien se había negad o a presta r su espad a a la causa de los invasores, en el exilio dudab a qué partid o toma r pues sentía que, en ese momento, estab a tan lejos de Juáre z como de Maxi milia no y más alejado todavía de los mexic anos que le hacía n el juego a Napoleón. 32 Entonces decidió regre sar al país, pero en Verac ruz fue apres ado y enviado a La Haba na; en agosto de 1862 volvió a Nuev a York, pero por dificultársele en esta ciuda d recibir noticias sobre los acontecimientos que se desar rollab an en Méxi­ co, retom ó a La Haba na y mand ó a doña Conc ha y a sus hijos a México. Cuan do los franceses cayeron sobre la ciuda d de Puebl a, un año después de la vigorosa defensa del general Ignacio Zarag oza, Mira­ món dio muestras de patriotismo en una misiva a su espos a. "La no­ ticia de la pérdi da de Puebl a -escr ibe el milit ar- me costó una indisposición [ ...] no puedo prescindir del sentimiento patrio. Or­ tega y el Ejército de Orien te han dejad o bien puesto el honor de las armas nacionales [. . .]".33 La situación del país lo mant enía indeciso, sin saber qué hacer . "Ora sentíase tentad o a dejar caer su espad a alIad o de Juáre z, ora retrocedía, avergonzado de su debil idad" , escribe Fuent es Mare s, y luego afirm a, aunqu e "el probl ema -su prob lema - no camb iaba: por un lado el destino de la nación, su propi a visión del destin o de la misma, y por el otro, su inqui na 'contr a los bandi dos que existen en el poder ' ",34 Ante esta situación, su mujer afirm aría en sus Memorias: "Aba n­ donad o de sus amigos conservadores, odiado por Juáre z que le había 31 Francisco de Paula Arrang oiz, Apuntes para la historia del Segund,o Imperio Mexicano, Madrid , Impren ta de M. Rivadeneyra, 1869. 32 José Fuentes Mares, op. cit., p. 113. 33 Concepción Lombardo de Miramó n, op. cit., p. 769. 34 Ibidem, p. 765. LOS CONSE RVAD ORES EN EL PODER , ,1 ,t 79 cerrad o las puert as de su patria , y mal visto por los franceses a quienes había negado su apoyo, sólo Dios lo podía sacar de tan pe­ ligrosa y difícil situación".35 Final mente , Miram ón decid ió ponerse al servicio del general Forey, y se lo hizo saber en una carta en que puntu aliza sus "convicciones respecto de la intervenció n notable y generosa de Francia, que ha queri do auxili ar -textual- a mi verdade­ ra patria para que, libre de la coacción de los partidos, elija la forma de gobierno que estime más conveniente" . 36 La intervención y el Imper io aceptaron con reservas la espad a de Miram ón. Se le encomendó en agosto de 1863 la tarea de forma r un ejército en Queré taro. Difícil empresa, si se considera que conta ba única mente con doscientes soldados y trescientos oficiales sin arma s ni ropa adecu ada. El mariscal Francisco Aquiles Bazaine temía que los militares mexicanos, una vez organizados, se volvieran contr a los franceses. Además el mariscal francés siempre menosprec ió a los mi­ litares nacionales, así como los mexicanos en general. Hubo una pugn a constante entre Bazaine y Miram ón que hizo crisis cuand o el mariscal orden ó al militar mexicano, que entonces busca ba organ izar sus fuerzas en Guad alajar a, ponerse bajo las ór­ denes del coronel francés al mand o de la plaza. Y es que en los Tra­ tados de Miram ar, que sellaron el compromiso entre Napo león 111 y Maxi milia no para el establecimiento del Imper io de Méxic o, se es­ tableció entre otras cosas, que los militares mexicanos estarí an bajo las órdenes de los franceses, así fueran de meno r jerarq uía. El or­ gullo y la digni dad imped ían a Miram ón acept ar semejante medid a, el héroe de la Estan cia de las Vacas no podía concebir dicha si­ tuació n y en repetidas ocasiones le pidió a Bazaine que recon siderara sus disposiciones. Final mente le permi tieron que regre sara a la ciuda d de México. El 12 de junio de 1864, tambi én llegaron a la ciuda d de México Maxi milia no y Carlo ta. A los pocos días de instalarse, los emperado­ res invitaron a los Miram ón a una fiesta en Palacio. No obstante, la ideología liberal de Maxi milia no era incompatible con las ideas con­ servadoras de Miram ón, por lo que cuatr o meses más tarde, el em­ perad or lo alejó lo más posible de México. El ministro de Guer ra del Imper io le dio instrucciones para que partie ra a Berlín, con el pre­ texto de estud iar tácticas de artillería. Igual medid a se tomó con Márq uez, quien fue designado como repre senta nte del Imper io en Cons tantin opla, Bazaine logró su objetivo, alejar a los milita res con­ servadores que él consi derab a peligrosos para la intervenció n. 35 36 Ibidem, p. 455. José Fuentes Mares, op. cit., p. 128. l'1 LOS CONSERVADORES EN EL PODER PATRICIA GALBANA 78 dos se encuentran referidos en los Apuntes para la historia del Segundo Imperio de Francisco de Paula Arrangoiz. 31 El grupo conservador, tradicional enemigo de todo cambio y que ha existido en las sociedades de todos los tiempos, encontró una jus­ tificación para el primer fracaso del sistema monárquico: Iturbide fue un advenidizo que carecía de los atributos de un verdadero príncipe; no había nacido para gobernador de los pueblos, ni se había formado para consumar esa difícil tarea. Por eso había que establecer una monarquía de verdad, con un auténtico príncipe, y como aquí no lo había, era necesario importarlo de Europa. Con la llegada de Maximiliano, los conservadores creían ver la salvación. Aun el propio Miramón, quien se había negado a prestar su espada a la causa de los invasores, en el exilio dudaba qué partido tomar pues sentía que, en ese momento, estaba tan lejos de Juárez como de Maximiliano y más alejado todavía de los mexicanos que le hacían el juego a Napoleón. 32 Entonces decidió regresar al país, pero en Veracruz fue apresado y enviado a La Habana; en agosto de 1862 volvió a Nueva York, pero por dificultársele en esta ciudad recibir noticias sobre los acontecimientos que se desarrollaban en Méxi­ co, retomó a La Habana y mandó a doña Concha y a sus hijos a México. Cuando los franceses cayeron sobre la ciudad de Puebla, un año después de la vigorosa defensa del general Ignacio Zaragoza, Mira­ món dio muestras de patriotismo en una misiva a su esposa. "La no­ ticia de la pérdida de Puebla -escribe el militar- me costó una indisposición [ ...] no puedo prescindir del sentimiento patrio. Or­ tega y el Ejército de Oriente han dejado bien puesto el honor de las armas nacionales [. . .]".33 La situación del país lo mantenía indeciso, sin saber qué hacer. "Ora sentíase tentado a dejar caer su espada alIado de Juárez, ora retrocedía, avergonzado de su debilidad", escribe Fuentes Mares, y luego afirma, aunque "el problema -su problema- no cambiaba: por un lado el destino de la nación, su propia visión del destino de la misma, y por el otro, su inquina 'contra los bandidos que existen en el poder' ",34 Ante esta situación, su mujer afirmaría en sus Memorias: "Aban­ donado de sus amigos conservadores, odiado por Juárez que le había , ,1 Francisco de Paula Arrangoiz, Apuntes para la historia del Segund,o Imperio Mexicano, Madrid, Imprenta de M. Rivadeneyra, 1869. 32 José Fuentes Mares, op. cit., p. 113. 33 Concepción Lombardo de Miramón, op. cit., p. 769. 34 Ibidem, p. 765. 31 ,t 79 cerrado las puertas de su patria, y mal visto por los franceses a quienes había negado su apoyo, sólo Dios lo podía sacar de tan pe­ ligrosa y difícil situación".35 Finalmente, Miramón decidió ponerse al servicio del general Forey, y se lo hizo saber en una carta en que puntualiza sus "convicciones respecto de la intervención notable y generosa de Francia, que ha querido auxiliar -textual- a mi verdade­ ra patria para que, libre de la coacción de los partidos, elija la forma de gobierno que estime más conveniente" . 36 La intervención y el Imperio aceptaron con reservas la espada de Miramón. Se le encomendó en agosto de 1863 la tarea de formar un ejército en Querétaro. Difícil empresa, si se considera que contaba únicamente con doscientes soldados y trescientos oficiales sin armas ni ropa adecuada. El mariscal Francisco Aquiles Bazaine temía que los militares mexicanos, una vez organizados, se volvieran contra los franceses. Además el mariscal francés siempre menospreció a los mi­ litares nacionales, así como los mexicanos en general. Hubo una pugna constante entre Bazaine y Miramón que hizo crisis cuando el mariscal ordenó al militar mexicano, que entonces buscaba organizar sus fuerzas en Guadalajara, ponerse bajo las ór­ denes del coronel francés al mando de la plaza. Y es que en los Tra­ tados de Miramar, que sellaron el compromiso entre Napoleón 111 y Maximiliano para el establecimiento del Imperio de México, se es­ tableció entre otras cosas, que los militares mexicanos estarían bajo las órdenes de los franceses, así fueran de menor jerarquía. El or­ gullo y la dignidad impedían a Miramón aceptar semejante medida, el héroe de la Estancia de las Vacas no podía concebir dicha si­ tuación y en repetidas ocasiones le pidió a Bazaine que reconsiderara sus disposiciones. Finalmente le permitieron que regresara a la ciudad de México. El 12 de junio de 1864, también llegaron a la ciudad de México Maximiliano y Carlota. A los pocos días de instalarse, los emperado­ res invitaron a los Miramón a una fiesta en Palacio. No obstante, la ideología liberal de Maximiliano era incompatible con las ideas con­ servadoras de Miramón, por lo que cuatro meses más tarde, el em­ perador lo alejó lo más posible de México. El ministro de Guerra del Imperio le dio instrucciones para que partiera a Berlín, con el pre­ texto de estudiar tácticas de artillería. Igual medida se tomó con Márquez, quien fue designado como representante del Imperio en Constantinopla, Bazaine logró su objetivo, alejar a los militares con­ servadores que él consideraba peligrosos para la intervención. 35 36 Ibidem, p. 455. José Fuentes Mares, op. cit., p. 128. PATRI CIA GALEANA 80 Aban donad o por el Impe rio, con un salari o bajísi mo y en un país extrañ o, Miram ón se sentía cada vez más inclin ado a lucha r contr a los interv encio nistas . Así, desde Berlín , confi aba a su espos a su propósito: Es muy cierto que voy a comen zar una lucha terribl e, tal vez más terribl e que la que he sostenido por diez años, pero tambi én más glo­ riosa; entonc es peleab a por mi institu ci6n, el ejército, ahora lo haré por la liberta d de mi patria , por arroja r a los extran jeros de su seno, por la Repúb lica[ ... 1 Pudie ra sucede r que sucum biese, pero morirí a tran­ quilo supue sto que una causa santa me ha obligado a levant ar el estan­ darte de la Repúb lica [. . .)37 Cator ce días más tarde , aunqu e aún indig nado, le inform a a su muje r su disposición de segui r con el Imper io, siemp re y cuand o se cump liera su preten sión de ser minis tro. Le pedía que previ niera" a todos aquellos bueno s amigo s para que por todas parte s" levan taran "sus fuerzas y procl amara n su nomb re como su jefe milita r".38 En el curso de 1866 la interv enció n france sa empe zó a perde r fuer­ za y los liberales come nzaro n a recup erar terren o. En enero de ese año llegó a Méxi co el barón de Sailla rd, envia do de Napo león para arreg lar con Maxi milia no el retiro de las tropa s francesas. Napo león había anunc iado que la mona rquía mexic ana se conso lidaba y que retira ría el ejército francés. El empe rador de Franc ia tenía nume ro­ sas y consi derab les razon es para hacer regre sar a sus tropas : al altísim o costo de la exped ición que aún no reditu aba ningú n pro­ vecho a Franc ia, las presiones intern as contr a la avent ura imper ial, la posición de Estad os U nidos contr aria a toda interv enció n europ ea en Amér ica y, finalm ente, lo que fue decisivo, el peligr o de una guerr a europ ea provo cada por el creciente poder ío prusia no. La Unió n Amer icana que protes tó contr a la interv enció n francesa en Méxi co por consi derar inace ptable que se hubie ra invad ido el territo rio de una repúb lica ameri cana, negó rotun dame nte su reco­ nocim ento al Imper io. En los tratad os secretos de Miram ar, Napo ­ león se había comp romet ido a no retira r el apoyo milita r al Impe rio hasta que éste estuv iera totalm ente consolidado; por ello, Maxi mi­ liano exigió prime ro, y suplicó despu és, por todos los conductos. po­ sibles, que el ejército francés perm aneci era más tiemp o en México. Hom bre vision ario, a sólo unos días de haber se firma do los Trata ­ dos de Miram ar, don José Marí a Iglesias, en las Revist as Históricas 37 38 Concep ción Lomba rdo de Míramó n, Ibídem, p. 826. LOS CONSE RVAD ORES EN EL PODE R 81 sobre la Intervención Francesa ert México, predij o las causa s por las que fracas aría el Impe rio de Maxi milia no. Una guerr a europ ea oblig aría a Franc ia a retira r sus tropa s de Méxic o; el Impe rio mexic ano no podrí a sosten er la onero sa ayuda de los franceses; el mand o bicéfalo del ejército gener aría probl emas intern os que obsta culiza rían su or­ ganiz ación y la resistencia repub licana no perm itiría que éste se estableciera. 39 Aban donad o por Napo león, Maxi milia no intent ó organ izar al ejército imper ial que el maris cal Bazai ne le había imped ido. En un intent o desep erado por salva r a su Imper io, claud icó de la política libera l e incor poró a los gener ales conse rvado res qua antes había alejad o del país. Fortificó las pocas plaza s que le queda ban al Impe ­ rio, ya que cada pobla ción desal ojada por los franceses iba siend o ocupa da por las fuerzas repub licana s. Divid ió a su ejérci to en tres cuerp os, al mand o de Miram ón, Márq uez y Mejía , respe ctivam en­ te. Refor mó la ley que conde naba con la pena capita l a los repub lica­ nos que estuv ieran en armas , así como a sus partid arios, dejan do única mente la sanci ón para delitos puram ente milita res. Miram ón tomó Zacat ecas. Pero, el 2 de febrer o de 1867, en San Jacin to, Maria no Escobedo destro zó al cuerp o del ejérci to imper ial al mand o de Miram ón; tomó prisio nero a su herm ano Joaqu ín y junto con otros milita res franceses fue pasad o por las armas . Derro ­ tado, el joven maca beo regresó a Quer étaro con una quinc ena de homb res. Nuev amen te Juáre z escap aba de las armas de los conser­ vador es. Se inicia ba el fin inmin ente del Segun do Imper io. Para la Repú blica el panor ama se había aclara do. Ante la retira da de los franceses, las fuerzas repub licana s tomar on las plaza s de Du­ rango , Guad alajar a, Zacat ecas y San Luis Potosí, en esta últim a Juáre z estableció su gobie rno. El ejército imper ial -con diez mil homb res y el propi o Maxi milia no al frente, Márq uez en el Estad o Mayo r, Miram ón jefe de la infan tería y Tomá s Mejía en la cabal lería- , haría frente al avanc e repub licano en Queré taro, aten­ diend o al proyecto de Miram ón y no al de Márq uez, que pensó que sería mejor resistir en la ciuda d de Méxic o. Justo Sierra hace un severo juicio del joven gener al conse rvado r: Miram 6n se manif est6 en sus diversas campa ñas carent e de toda idea milita r. Sus acciones eran brillan tes y estériles coronelas, muya plaud i­ das, pero muy pobres , de alta y aun de media na estrate gia. Con toda su fortun a, su audac ia, su popul aridad y la impop ularid ad de Márqu ez, op. cit., p. 826. 39 José María Iglesías, Revistas Histórica.r sobre la intervención Francesa en México, p. 492-495. LOS CONSERVADORES EN EL PODER PATRICIA GALEANA 80 Abandonado por el Imperio, con un salario bajísimo y en un país extraño, Miramón se sentía cada vez más inclinado a luchar contra los intervencionistas. Así, desde Berlín, confiaba a su esposa su propósito: Es muy cierto que voy a comenzar una lucha terrible, tal vez más terrible que la que he sostenido por diez años, pero también más glo­ riosa; entonces peleaba por mi instituci6n, el ejército, ahora lo haré por la libertad de mi patria, por arrojar a los extranjeros de su seno, por la República[ ... 1 Pudiera suceder que sucumbiese, pero moriría tran­ quilo supuesto que una causa santa me ha obligado a levantar el estan­ darte de la República [. . .)37 Catorce días más tarde, aunque aún indignado, le informa a su mujer su disposición de seguir con el Imperio, siempre y cuando se cumpliera su pretensión de ser ministro. Le pedía que previniera" a todos aquellos buenos amigos para que por todas partes" levantaran "sus fuerzas y proclamaran su nombre como su jefe militar".38 En el curso de 1866 la intervención francesa empezó a perder fuer­ za y los liberales comenzaron a recuperar terreno. En enero de ese año llegó a México el barón de Saillard, enviado de Napoleón para arreglar con Maximiliano el retiro de las tropas francesas. Napoleón había anunciado que la monarquía mexicana se consolidaba y que retiraría el ejército francés. El emperador de Francia tenía numero­ sas y considerables razones para hacer regresar a sus tropas: al altísimo costo de la expedición que aún no redituaba ningún pro­ vecho a Francia, las presiones internas contra la aventura imperial, la posición de Estados U nidos contraria a toda intervención europea en América y, finalmente, lo que fue decisivo, el peligro de una guerra europea provocada por el creciente poderío prusiano. La Unión Americana que protestó contra la intervención francesa en México por considerar inaceptable que se hubiera invadido el territorio de una república americana, negó rotundamente su reco­ nocimento al Imperio. En los tratados secretos de Miramar, Napo­ león se había comprometido a no retirar el apoyo militar al Imperio hasta que éste estuviera totalmente consolidado; por ello, Maximi­ liano exigió primero, y suplicó después, por todos los conductos. po­ sibles, que el ejército francés permaneciera más tiempo en México. Hombre visionario, a sólo unos días de haberse firmado los Trata­ dos de Miramar, don José María Iglesias, en las Revistas Históricas 37 38 Concepción Lombardo de Míramón, Ibídem, p. 826. op. cit., p. 826. 81 sobre la Intervención Francesa ert México, predijo las causas por las que fracasaría el Imperio de Maximiliano. Una guerra europea obligaría a Francia a retirar sus tropas de México; el Imperio mexicano no podría sostener la onerosa ayuda de los franceses; el mando bicéfalo del ejército generaría problemas internos que obstaculizarían su or­ ganización y la resistencia republicana no permitiría que éste se estableciera. 39 Abandonado por Napoleón, Maximiliano intentó organizar al ejército imperial que el mariscal Bazaine le había impedido. En un intento deseperado por salvar a su Imperio, claudicó de la política liberal e incorporó a los generales conservadores qua antes había alejado del país. Fortificó las pocas plazas que le quedaban al Impe­ rio, ya que cada población desalojada por los franceses iba siendo ocupada por las fuerzas republicanas. Dividió a su ejército en tres cuerpos, al mando de Miramón, Márquez y Mejía, respectivamen­ te. Reformó la ley que condenaba con la pena capital a los republica­ nos que estuvieran en armas, así como a sus partidarios, dejando únicamente la sanción para delitos puramente militares. Miramón tomó Zacatecas. Pero, el 2 de febrero de 1867, en San Jacinto, Mariano Escobedo destrozó al cuerpo del ejército imperial al mando de Miramón; tomó prisionero a su hermano Joaquín y junto con otros militares franceses fue pasado por las armas. Derro­ tado, el joven macabeo regresó a Querétaro con una quincena de hombres. Nuevamente Juárez escapaba de las armas de los conser­ vadores. Se iniciaba el fin inminente del Segundo Imperio. Para la República el panorama se había aclarado. Ante la retirada de los franceses, las fuerzas republicanas tomaron las plazas de Du­ rango, Guadalajara, Zacatecas y San Luis Potosí, en esta última Juárez estableció su gobierno. El ejército imperial -con diez mil hombres y el propio Maximiliano al frente, Márquez en el Estado Mayor, Miramón jefe de la infantería y Tomás Mejía en la caballería-, haría frente al avance republicano en Querétaro, aten­ diendo al proyecto de Miramón y no al de Márquez, que pensó que sería mejor resistir en la ciudad de México. Justo Sierra hace un severo juicio del joven general conservador: Miram6n se manifest6 en sus diversas campañas carente de toda idea militar. Sus acciones eran brillantes y estériles coronelas, muyaplaudi­ das, pero muy pobres, de alta y aun de mediana estrategia. Con toda su fortuna, su audacia, su popularidad y la impopularidad de Márquez, 39 José María Iglesías, Revistas Histórica.r sobre la intervención Francesa en México, p. 492-495. 82 PATRICIA GALEANA LOS CONSERVADORES EN EL PODER aun en su mismo partido, porque este general no tenía condiciones polfticas para ser caudillo, dieron el primer lugar a Miramón. En Querétaro, puestos ambos jefes ante una autoridad que los nivelara políticamente, tendió necesariamente a prevalecer el de mayor mérito militar que era Márquez. El amargo despecho de Miramón recobró enérgicamente y determinó la catástrofe. 40 y más adelante, el mismo historiador pone en entredicho el plan elaborado por Miramón para resistir en Querétaro: quedarse en una plaza doblemente cercada por una cadena de monta­ ñas y por un ejército numéricamente muy superior; atacar a este ejército y, en el caso más probable, casi seguro, de verse obligados a retirarse, hacerlo precisamente al interior de esa plaza maldita, cerrada, tumba de todos los defensores del Imperio. Había una finalidad de verdadero sol­ dado en ese programa que sólo contenía la presuntuosa certidumbre de aniquilar completamente a quince mil hombres que diariamente aumen­ taban hasta pasar pronto a veinticinco mil[ ...] Sin embargo, este fue el plan adoptado cuando ya se sabía que Juárez no aceptaría ningún acomodo. 41 A pesar de que todo apuntaba al triunfo de los liberales, el 8 de marzo Miramón mantenía las esperanzas, o por lo menos así se lo hacía saber a su esposa, seguramente para tranquilizarla. Hace tres días que estamos esperando ser atacados, el enemigo se movió sobre nosotros; yo fui de opinión de batir primero a unos y después a otros, pero no se quiso y hoy están ya reunidos, hay sin embargo una gran ventaja; apoyada la posición que tomé en la mañana del miércoles, he tenido tiempo de fortificarla y está hoy hecha un pequeño Sabastopol, de un momento a otro seremos, como te digo, atacados, pero no temas por el éxito, que estoy seguro será favorable. 42 Justo.Sierra relata, enJuárez, su obra y su tiempo, la situación que guardaban los monarquistas: "Cada día se hizo menos probable la salida de los sitiados. Miramón emprendía frecuentes operaciones con su habitual rigor, pero también con su habitual impremedita­ ción[ ... ] Estos choques costaban mucha sangre y exaltaban el entu­ siasmo de los combatientes; pero no podían ser interminablemente favorables en la moral de ejército sitiado[ ... ] "43 40 Justo Sierra, juárez, su obra y su tiempo, México, Editorial del Valle de México, 1976, p.460. 41 Justo Sierra, op. cit., p. 460. 42 Concepción Lombardo de Miramón, op. cit., p. 870. 43 Justo Sierra, op. cit., p. 463. 83 En un esfuerzo por resistir los embates del ejército constituciona­ lista, Maximiliano decidió nombrar lugarteniente del Imperio a Márquez, quien partió hacia la ciudad de México en busca de refuerzos y provisiones. Entretanto, los republicanos, al mando de Porfirio Díaz, tomaron Puebla. Márquez decidió ir a comba­ tirlos, pero fue derrotado, lo cual le impidió proveer de petrechos a los situados de Querétaro. Se ha hablado mucho de una supuesta traición de Márquez por no regresar a la plaza queretana, lo que a juicio de Sierra "es un fabulón originado por el prurito calumniador de Maximiliano, amplificado fantásticamente por los adulado­ res de Miramón y aceptado por la necesidad que tiene el vulgo de explicar con causas maravillosas los hechos más naturales". H Para el día 19 de marzo, Miramón aparentaba conservar las espe­ ranzas de salir airoso de Querétaro, pues le comunicaba a doña Concha: "[... ]muy pronto te participaré nuestro triunfo, si como espero se adopta un plan que yo he presentado, si no se adopta, corremos el gran riesgo de morir de consunción, lo cual yo peleo para evitarlo" . 45 Pero el riesgo se corría ya, a pasos agigantados. En palabras de Sierra, "el hambre comenzaba a tender sobre la ciudad un crespón de fiebre y de terrores. Moría de gangrena el herido; moría de enfermedad el que salía indemne del combate. La muerte comenzaba a ser artera, y esto enloquecía a los combatientes, que no temen cuando se presenta con estrépito y embriaguez[. . .] Había en el ambiente la desconfianza de los egoísmos que se desencadena­ ban a la hora del peligro supremo" . 46 Al darse cuenta de que Márquez no regresaría a Querétaro, se perdieron todas las esperanzas de mantener la plaza por lo que, a sugerencia de Miramón, Maximiliano decidió romper el cerco, a pesar de que Mejía y Méndez sostenían que lo más conveniente era la capitulación. Sin embargo, la medida no pudo concretarse, pues horas antes del momento convenido para el ataque, el coronel Miguel López entregó el Convento de la Cruz a los republicanos, sitio estratégico para la toma de Querétaro. Momentos después, el general Mariano Escobedo tomaba prisionero al emperador Maxi­ miliano, lo mismo que a los militares de alto rango que lo acompa­ ñaron hasta el último momento. El 21 de abril se expidió la orden para que Maximiliano, Miramón y Mejía fueran juzgados de acuer­ do a la ley del 25 de enero de 1862, que condenaba a muerte a todo H 45 46 lbidcm, p. 462. Concepción Lombardo de Miramón, op. cit., p. 871. Justo Sierra, op. cit., p. 465-466. 82 PATRIC IA GALEANA aun en su mismo partido, porque este general no tenía condiciones polfticas para ser caudillo, dieron el primer lugar a Miramó n. En Queréta ro, puestos ambos jefes ante una autorida d que los nivelara política mente, tendió necesar iamente a prevalec er el de mayor mérito militar que era Márque z. El amargo despecho de Miramó n recobró enérgica mente y determi nó la catástrofe. 40 y más adelant e, el mismo historia dor pone en entredi cho el plan elabora do por Miram ón para resistir en Querét aro: quedars e en una plaza doblem ente cercada por una cadena de monta­ ñas y por un ejército numéric amente muy superior ; atacar a este ejército y, en el caso más probabl e, casi seguro, de verse obligados a retirarse , hacerlo precisam ente al interior de esa plaza maldita , cerrada , tumba de todos los defensores del Imperio . Había una finalida d de verdade ro sol­ dado en ese program a que sólo contení a la presunt uosa certidum bre de aniquila r complet amente a quince mil hombre s que diariam ente aumen­ taban hasta pasar pronto a veinticinco mil[ ...] Sin embarg o, este fue el plan adoptad o cuando ya se sabía que Juárez no aceptarí a ningún acomod o. 41 A pesar de que todo apunta ba al triunfo de los liberales, el 8 de marzo Miram ón manten ía las esperan zas, o por lo menos así se lo hacía saber a su esposa, seguram ente para tranqui lizarla. Hace tres días que estamos esperan do ser atacados, el enemigo se movió sobre nosotros; yo fui de opinión de batir primero a unos y después a otros, pero no se quiso y hoy están ya reunido s, hay sin embarg o una gran ventaja; apoyada la posición que tomé en la mañana del miércoles, he tenido tiempo de fortificarla y está hoy hecha un pequeño Sabastopol, de un momen to a otro seremos , como te digo, atacados, pero no temas por el éxito, que estoy seguro será favorable. 42 Justo.S ierra relata, enJuáre z, su obra y su tiempo, la situación que guarda ban los monarq uistas: "Cada día se hizo menos probab le la salida de los sitiados. Miram ón empren día frecuentes operaciones con su habitua l rigor, pero tambié n con su habitua l imprem edita­ ción[ ... ] Estos choques costaba n mucha sangre y exaltab an el entu­ siasmo de los combatientes; pero no podían ser intermi nablem ente favorables en la moral de ejército sitiado[ ... ] "43 Editorial del Valle de México, 1976, 40 Justo Sierra, juárez, su obra y su tiempo, México, p.460. 41 Justo Sierra, op. cit., p. 460. 42 Concepci ón Lombard o de Miramón , op. cit., p. 870. 43 Justo Sierra, op. cit., p. 463. LOS CONSER VADORE S EN EL PODER 83 En un esfuerzo por resistir los embate s del ejército constituciona­ lista, Maxim iliano decidió nombr ar lugarte niente del Imperi o a Márqu ez, quien partió hacia la ciudad de México en busca de refuerzos y provisiones. Entreta nto, los republicanos, al mando de Porfirio Díaz, tomaro n Puebla . Márqu ez decidió ir a comba­ tirlos, pero fue derrota do, lo cual le impidió provee r de petrechos a los situados de Querét aro. Se ha hablado mucho de una supues ta traición de Márqu ez por no regresa r a la plaza quereta na, lo que a juicio de Sierra "es un fabulón origina do por el prurito calumn iador de Maxim iliano, amplifi cado fantást icamen te por los adulad o­ res de Miram ón y aceptad o por la necesidad que tiene el vulgo de explicar con causas maravillosas los hechos más natural es". H Para el día 19 de marzo, Miram ón aparen taba conserv ar las espe­ ranzas de salir airoso de Querét aro, pues le comun icaba a doña Concha : "[... ]muy pronto te particip aré nuestro triunfo, si como espero se adopta un plan que yo he present ado, si no se adopta, corremos el gran riesgo de morir de consunción, lo cual yo peleo para evitarlo" . 45 Pero el riesgo se corría ya, a pasos agigantados. En palabra s de Sierra, "el hambre comenz aba a tender sobre la ciudad un crespón de fiebre y de terrores. Moría de gangre na el herido; moría de enferm edad el que salía indemn e del combat e. La muerte comenz aba a ser artera, y esto enloquecía a los combatientes, que no temen cuando se present a con estrépito y embria guez[. . .] Había en el ambien te la desconfianza de los egoísmos que se desencadena­ ban a la hora del peligro supremo" . 46 Al darse cuenta de que Márqu ez no regresa ría a Querét aro, se perdier on todas las esperan zas de manten er la plaza por lo que, a sugerencia de Miram ón, Maxim iliano decidió romper el cerco, a pesar de que Mejía y Ménde z sostenían que lo más conveniente era la capitulación. Sin embarg o, la medida no pudo concretarse, pues horas antes del momen to convenido para el ataque, el coronel Miguel López entregó el Conven to de la Cruz a los republicanos, sitio estratégico para la toma de Querét aro. Momen tos después, el general Marian o Escobedo tomaba prision ero al empera dor Maxi­ miliano, lo mismo que a los militares de alto rango que lo acompa­ ñaron hasta el último momen to. El 21 de abril se expidió la orden para que Maxim iliano, Miram ón y Mejía fueran juzgad os de acuer­ do a la ley del 25 de enero de 1862, que conden aba a muerte a todo H 45 46 lbidcm, p. 462. Concepci ón Lombard o de Miramón , op. cit., p. 871. Justo Sierra, op. cit., p. 465-466. 84 PATRICIA GALEANA aquel que atentara contra la independencia nacional. Para Maximi­ lano, la ciudad de Querétaro iba a convertirse en "la tumba de sus sueños" . 47 La prensa y la diplomacia europea hacían lo posible por salvar la vida del emperador derrotado, pero Juárez se mostraba inflexible. Maximiliano era acusado, entre otras cosas, de haber usurpado la soberanía de México y atentado contra su independencia; asimismo, se le encontraba culpable de haber dispuesto de la vida, los derechos y los intereses de los mexicanos. Los generales del Imperio por su parte, merecían la pena de muerte ya que, dice el documento que los juzg6, "los dos tenían desde antes grave responsabilidad por haber sostenido durante muchos años la guerra civil, sin detenerse ante los actos más culpables, y siendo siempre un obstáculo y una constante amenaza cotra la paz y la consolidaci6n de la República". 48 Miram6n veía con resignaci6n el momento en que sería ejecuta­ do. En su última carta a su esposa, el militar que entonces tenía treinta y cinco años, se despide de ella y le pide que le quite a su hijo Miguel toda idea de venganza. "Son las ocho de la noche -le re­ fiere Miram6n-, todas las puertas están cerradas, menos la del cielo; estoy resignado y s610 por tí, vida mía, siento el abandonar este mundo[ ... ] Ruégote tengas resignaci6n, te cuides para la edu­ caci6n y colocaci6n de los niños[. . .] y que pienses algunas veces en quien tanto te ha hecho sufrir, pero que mucho te ha amado" . 49 Un día antes de la ejecuci6n, Maximiliano envi6 a Juárez un mensaje en que solicitaba la absoluci6n para Miram6n y Mejía. "Desearía -escribi6- se concediera conservar la vida a don Mi­ guel Miram6n y a don Tomás Mejía, que anteayer sufrieron todas las torturas y amarguras de la muerte, y que, como manifesté al ser hecho prisionero, yo fuera la única víctima" . 50 Pero la decisi6n esta­ ba tomada y ya nada pudo cambiarla. Al llegar al Cerro de las Campanas, Maximiliano cedi6 a Mira­ m6n su lugar, diciéndole: General, un valiente debe ser admirado hasta por los monarcas; antes de morir, quiero cederos el lugar de honor. Este último, antes de caer fusi­ lado, exclamó: Mexicanos, mis defensores trataron de salvar mi vida en el consejo de guerra; aquí, próximo a perderla, y cuando vaya compare­ cer en la presencia de Dios, protesto contra la acusación de traidor que 47 Martín Quirarte, Visión panorámica de la historio. de México, México, Editorial Libros de México, 1975, p. 211. 48 Justo Sierra, op. cit., p. 473. 49 Concepción Lombardo de Miramón, op. Clt., p. 474. 50 Carlos Sánchez-Navarro y Peón, op. cit., 279. LOS CONSERVADORES EN EL PODER 85 se me ha lanzado al rostro para cubrir mi ejecución. Muero inocente de este crimen, con la esperanza de que Dios lne perdonará y de que mis compatriotas apartarán de mis hijos tan vil mentira, haciéndome justi­ cia. Mexicanos, ¡Viva México!5l Al cumplirse la orden de ejecuci6n, se cerraba definitivamente el segundo intento de establecer un imperio en nuestro país. Todo su­ cedi6 en un instante, come para cortar de tajo esos años de angustias e inseguridades. Refiere donJosé C. Valadés: "Rápidamente, el co­ mandante de los pelotones dio las 6rdenes de preparar armas. Se­ gundos después, Miram6n rod6 herido como un rayo. Mejía levant6 y agit6 los brazos. El príncipe cay6 sobre una de lasa cruces" .52 Sánchez Navarro, por su parte, hace una analogía entre Miram6n y Cristo, al afirmar que el primero mientras recibía los impactos de las balas, dijo: "Madre santísima, te pido que tu Hijo perdone mis pe­ cados, como yo perdono a los que van a sacrificarme" . 53 Con el fin del Imperio, asegura el maestro Sierra, Juárez "podía esperar tranquilamente la voz del sufragio que le entregara, con el poder supremo, los medios para proceder sin tardanzas a la reorga­ nización de un pueblo que suspiraba por la paz" ,54 Los restos de Miram6n fueron inhumados en el Panteón de San Fernando el 18 de julio de 1867. Quiso el destino que el presidente Juárez, fallecido en ese mismo día, pero cinco años después, fuera enterrado junto a Miramón. Veintinueve años más tarde, al regre­ sar su esposa a México reparó en esta cercanía y realizó las gestiones para que los restos de su marido fuesen transladados a la Catedral de Puebla. Muchas conjeturas pueden hacerse sobre las circunstancias que movieron la vida militar y política de Miram6n. Algunos lo tachan de estratega malogrado, mientras que otros, más exaltados, le lla­ man el "brazo armado de la Divina Providencia" o el "campeón de Dios". Sin embargo, hasta los más acérrimos críticos del conserva­ durismo reconocen su arrojo; el mismo Santos Degollado 10 calificó de "joven temerario" cuando intentó tomar Veracruz por primera vez. En el libro secreto de Maximiliano su ficha es comprometedora, se reconoce su inteligencia pero se le acusa de haber dado un golpe 51 52 53 54 Ibídem, p. 286. José C. Valadés, Maxímiliano. ., p. 270. Carlos Sánchez-Navarro y Peón, op. cit., p. 286. Justo Sierra, op. cit., p. 473. 84 LOS CONSERVADORES EN EL PODER PATRICIA GALEANA aquel que atentara contra la independencia nacional. Para Maximi­ lano, la ciudad de Querétaro iba a convertirse en "la tumba de sus sueños" . 47 La prensa y la diplomacia europea hacían lo posible por salvar la vida del emperador derrotado, pero Juárez se mostraba inflexible. Maximiliano era acusado, entre otras cosas, de haber usurpado la soberanía de México y atentado contra su independencia; asimismo, se le encontraba culpable de haber dispuesto de la vida, los derechos y los intereses de los mexicanos. Los generales del Imperio por su parte, merecían la pena de muerte ya que, dice el documento que los juzg6, "los dos tenían desde antes grave responsabilidad por haber sostenido durante muchos años la guerra civil, sin detenerse ante los actos más culpables, y siendo siempre un obstáculo y una constante amenaza cotra la paz y la consolidaci6n de la República". 48 Miram6n veía con resignaci6n el momento en que sería ejecuta­ do. En su última carta a su esposa, el militar que entonces tenía treinta y cinco años, se despide de ella y le pide que le quite a su hijo Miguel toda idea de venganza. "Son las ocho de la noche -le re­ fiere Miram6n-, todas las puertas están cerradas, menos la del cielo; estoy resignado y s610 por tí, vida mía, siento el abandonar este mundo[ ... ] Ruégote tengas resignaci6n, te cuides para la edu­ caci6n y colocaci6n de los niños[. . .] y que pienses algunas veces en quien tanto te ha hecho sufrir, pero que mucho te ha amado" . 49 Un día antes de la ejecuci6n, Maximiliano envi6 a Juárez un mensaje en que solicitaba la absoluci6n para Miram6n y Mejía. "Desearía -escribi6- se concediera conservar la vida a don Mi­ guel Miram6n y a don Tomás Mejía, que anteayer sufrieron todas las torturas y amarguras de la muerte, y que, como manifesté al ser hecho prisionero, yo fuera la única víctima" . 50 Pero la decisi6n esta­ ba tomada y ya nada pudo cambiarla. Al llegar al Cerro de las Campanas, Maximiliano cedi6 a Mira­ m6n su lugar, diciéndole: General, un valiente debe ser admirado hasta por los monarcas; antes de morir, quiero cederos el lugar de honor. Este último, antes de caer fusi­ lado, exclamó: Mexicanos, mis defensores trataron de salvar mi vida en el consejo de guerra; aquí, próximo a perderla, y cuando vaya compare­ cer en la presencia de Dios, protesto contra la acusación de traidor que 47 Martín Quirarte, Visión panorámica de la historio. de México, México, Editorial Libros de México, 1975, p. 211. 48 Justo Sierra, op. cit., p. 473. 49 Concepción Lombardo de Miramón, op. Clt., p. 474. 50 Carlos Sánchez-Navarro y Peón, op. cit., 279. 85 se me ha lanzado al rostro para cubrir mi ejecución. Muero inocente de este crimen, con la esperanza de que Dios lne perdonará y de que mis compatriotas apartarán de mis hijos tan vil mentira, haciéndome justi­ cia. Mexicanos, ¡Viva México!5l Al cumplirse la orden de ejecuci6n, se cerraba definitivamente el segundo intento de establecer un imperio en nuestro país. Todo su­ cedi6 en un instante, come para cortar de tajo esos años de angustias e inseguridades. Refiere donJosé C. Valadés: "Rápidamente, el co­ mandante de los pelotones dio las 6rdenes de preparar armas. Se­ gundos después, Miram6n rod6 herido como un rayo. Mejía levant6 y agit6 los brazos. El príncipe cay6 sobre una de lasa cruces" .52 Sánchez Navarro, por su parte, hace una analogía entre Miram6n y Cristo, al afirmar que el primero mientras recibía los impactos de las balas, dijo: "Madre santísima, te pido que tu Hijo perdone mis pe­ cados, como yo perdono a los que van a sacrificarme" . 53 Con el fin del Imperio, asegura el maestro Sierra, Juárez "podía esperar tranquilamente la voz del sufragio que le entregara, con el poder supremo, los medios para proceder sin tardanzas a la reorga­ nización de un pueblo que suspiraba por la paz" ,54 Los restos de Miram6n fueron inhumados en el Panteón de San Fernando el 18 de julio de 1867. Quiso el destino que el presidente Juárez, fallecido en ese mismo día, pero cinco años después, fuera enterrado junto a Miramón. Veintinueve años más tarde, al regre­ sar su esposa a México reparó en esta cercanía y realizó las gestiones para que los restos de su marido fuesen transladados a la Catedral de Puebla. Muchas conjeturas pueden hacerse sobre las circunstancias que movieron la vida militar y política de Miram6n. Algunos lo tachan de estratega malogrado, mientras que otros, más exaltados, le lla­ man el "brazo armado de la Divina Providencia" o el "campeón de Dios". Sin embargo, hasta los más acérrimos críticos del conserva­ durismo reconocen su arrojo; el mismo Santos Degollado 10 calificó de "joven temerario" cuando intentó tomar Veracruz por primera vez. En el libro secreto de Maximiliano su ficha es comprometedora, se reconoce su inteligencia pero se le acusa de haber dado un golpe 51 52 53 54 Ibídem, p. 286. José C. Valadés, Maxímiliano. ., p. 270. Carlos Sánchez-Navarro y Peón, op. cit., p. 286. Justo Sierra, op. cit., p. 473. 86 PATRICIA GALBANA de Estado contra Zuloaga, y lo más duro, se le considera poco escru­ puloso en materia econ6mica, acusándolo de malversaci6n de fondos en las campañas contra Veracruz y durante se gesti6n presidencial, en connivencia con su secretario de Hacienda, notas seguramente escritas por Eloin. 55 Sin embargo, en la correspondencia con su es­ posa no se ve que tuviera gran fortuna sino lo contrario. Claro está que hay que recordar que doña Concepci6n es la viuda por antono­ masia, a quien, al decir de don Felipe Teixidor, "se le muri6 para siempre el coraz6n en el pecho" y obviamente escribe con una pro­ funda herida para ensalzar a su marido. De acuerdo con Fuentes Mares, podemos afirmar que en Mira­ m6n campe6 la duda constantemente. Al vivir en el exilio, rechaz6 el ofrecimiento de poner su espada en nombre de las causas impe­ rialistas, pero más tarde abandon6 esta actitud y regres6 a México para ponerse a las 6rdenes del general Forey. Cuando Maximiliano lo mand6 a Berlín, nuevamente manej61a idea de enfrentarse al em­ perador y luchar por la liberaci6n de su país, si éste no consentía en sus proposiciones. Yal final, lo vemos decidido a ofrecer su vida por el emperador que, a instancias del mariscal Bazaine, le había mandado al exilio. Sin duda la indecisi6n fue producto en buena parte de la época que le toc6 vivir, así como de su ambici6n. A pesar de todo no puede dejar de reconocerse que fue un militar de valor y que, contra lo que digan sus detractores, se mostró siempre fiel a sus ideas, aunque és­ tas adoptaban cambios en el terreno político, no así en la defensa de su corporación, de su religión y de su patria, en este orden. En sus cambios encontramos una constante: le interesaba partici­ par en el destino de su país y siempre tuvo un gran rencor contra los liberales. Ese era su credo y a éste servía su espada. Tenía más voca­ ción militar que política. Disociaba los aspectos econ6micos y sociales de los políticos. Su defensor don Ignacio J áuregui trat6 de probar que no había sido cómplice de Maximiliano en la intervención sino en la guerra, y que, por tanto, su delito era político y no de traici6n a la patria. Tal vez, de haber triunfado los monarquistas, los reformistas habrían sido condenados como traidores por sus relaciones con Estados Uni­ dos. En su época, después de una guerra sangrienta con ocupaci6n extranjera, estas actitudes se explican y entienden. En nuestros días son inadmisibles. El tener un distinto proyecto político no impli­ 55 Maximiliano, Los traidores pintados por sí mismos. Libro secreto de Maximiliano, México, Imprenta de Eduardo Dublán, 1900, p. 32-34. LOS CONSERVADORES EN EL PODER 87 ca ser traidor a la patria. En todo caso hay que señalar que el propio sentimiento nacional para los conservadores estaba aún por debajo del de la religión. La conciencia nacional del pueblo mexicano ma­ duró precisamente en estos años. Lo que es un hecho es que Miguel Miram6n muri6 con honor, aunque hubo de ser ayudado a subir al Cerro de las Campanas por haberse desmayado, hecho perfectamente comprensible en esos mo­ mentos. 56 Su actitud nos hace recordar las palabras de su bi6grafo, José Fuentes Mares, y que bien podrían figurar en su epitafio: "Pa­ ra Miram6n no brillará más la estrella de los vencedores, aunque sí alcanzará todavía la de los vencidos" . 51 56 51 José C. Valadés, Maximilíano . .. , p. 272. José Fuentes Mares, op. cit., p. 90. 86 de Estado contra Zuloaga, y lo más duro, se le considera poco escru­ puloso en materia econ6mica, acusándolo de malversaci6n de fondos en las campañas contra Veracruz y durante se gesti6n presidencial, en connivencia con su secretario de Hacienda, notas seguramente escritas por Eloin. 55 Sin embargo, en la correspondencia con su es­ posa no se ve que tuviera gran fortuna sino lo contrario. Claro está que hay que recordar que doña Concepci6n es la viuda por antono­ masia, a quien, al decir de don Felipe Teixidor, "se le muri6 para siempre el coraz6n en el pecho" y obviamente escribe con una pro­ funda herida para ensalzar a su marido. De acuerdo con Fuentes Mares, podemos afirmar que en Mira­ m6n campe6 la duda constantemente. Al vivir en el exilio, rechaz6 el ofrecimiento de poner su espada en nombre de las causas impe­ rialistas, pero más tarde abandon6 esta actitud y regres6 a México para ponerse a las 6rdenes del general Forey. Cuando Maximiliano lo mand6 a Berlín, nuevamente manej61a idea de enfrentarse al em­ perador y luchar por la liberaci6n de su país, si éste no consentía en sus proposiciones. Yal final, lo vemos decidido a ofrecer su vida por el emperador que, a instancias del mariscal Bazaine, le había mandado al exilio. Sin duda la indecisi6n fue producto en buena parte de la época que le toc6 vivir, así como de su ambici6n. A pesar de todo no puede dejar de reconocerse que fue un militar de valor y que, contra lo que digan sus detractores, se mostró siempre fiel a sus ideas, aunque és­ tas adoptaban cambios en el terreno político, no así en la defensa de su corporación, de su religión y de su patria, en este orden. En sus cambios encontramos una constante: le interesaba partici­ par en el destino de su país y siempre tuvo un gran rencor contra los liberales. Ese era su credo y a éste servía su espada. Tenía más voca­ ción militar que política. Disociaba los aspectos econ6micos y sociales de los políticos. Su defensor don Ignacio J áuregui trat6 de probar que no había sido cómplice de Maximiliano en la intervención sino en la guerra, y que, por tanto, su delito era político y no de traici6n a la patria. Tal vez, de haber triunfado los monarquistas, los reformistas habrían sido condenados como traidores por sus relaciones con Estados Uni­ dos. En su época, después de una guerra sangrienta con ocupaci6n extranjera, estas actitudes se explican y entienden. En nuestros días son inadmisibles. El tener un distinto proyecto político no impli­ Maximiliano, Los traidores pintados por sí mismos. Libro secreto de Maximiliano, México, Imprenta de Eduardo Dublán, 1900, p. 32-34. 55 LOS CONSERVADORES EN EL PODER PATRICIA GALBANA 87 ca ser traidor a la patria. En todo caso hay que señalar que el propio sentimiento nacional para los conservadores estaba aún por debajo del de la religión. La conciencia nacional del pueblo mexicano ma­ duró precisamente en estos años. Lo que es un hecho es que Miguel Miram6n muri6 con honor, aunque hubo de ser ayudado a subir al Cerro de las Campanas por haberse desmayado, hecho perfectamente comprensible en esos mo­ mentos. 56 Su actitud nos hace recordar las palabras de su bi6grafo, José Fuentes Mares, y que bien podrían figurar en su epitafio: "Pa­ ra Miram6n no brillará más la estrella de los vencedores, aunque sí alcanzará todavía la de los vencidos" . 51 56 51 José C. Valadés, Maximilíano . .. , p. 272. José Fuentes Mares, op. cit., p. 90.