DISERTACIÓN PARA INGRESO A LA ACADEMIA MEXICANA DE ECONOMÍA POLÍTICA, A.C. marzo de 2013 “La acumulación de capital en México y los límites al desarrollo: La necesidad de una alternativa antineoliberal y anticapitalista” Abelardo Mariña Flores Área: Sociedad y acumulación capitalista Departamento: Economía Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco e-mail: abmf60@me.com 1 INTRODUCCIÓN Este trabajo tiene como objetivo central contribuir a una discusión que ciertamente no es nueva: la del desarrollo. Lo que sí es novedoso son los tiempos que vivimos. La crisis por la que atraviesa la economía mundial capitalista desde 2007-2008, la más profunda y extensa desde las épocas de la Gran depresión, ha puesto de manifiesto, en primer lugar, la crisis del régimen de acumulación neoliberal que fue construyendo su hegemonía en las últimas décadas. Ha evidenciado, en segundo lugar, las limitaciones y contradicciones generadas por la instrumentación de programas expansivos anticrisis, con mayor o menor fundamento keynesiano, que lejos de aliviar la crisis detonaron su segunda fase: la de las deudas soberanas. Y, en tercer lugar, a partir de los procesos de involución económica, social y política que se están desplegando en gran parte del mundo, en particular en naciones catalogadas como de alto o medio desarrollo, está poniendo en cuestionamiento la posibilidad misma del desarrollo o, al menos, su irreversibilidad en el marco de las relaciones sociales capitalistas. 2 Este trabajo se inscribe en una perspectiva desde la economía política marxista que se sustenta en tres premisas: la primera, que la acumulación de capital, más allá de sus bases técnico-materiales, es un proceso social contradictorio; la segunda, que el capitalismo es un sistema que desde su génesis histórica opera a escala mundial y que, por tanto, los procesos nacionales de acumulación están subsumidos a la lógica global del sistema; tercera, que el mercado mundial articula los distintos espacios nacionales de acumulación en una estructura jerarquizada (centros, subperiferias y periferias) y que, por tanto, su lógica de operación está regida por contradicciones imperialistas e interimperialistas. La hipótesis central del trabajo es que si bien el desarrollo teórico, discursivo, político y práctico de una agenda antineoliberal es indispensable para avanzar en la construcción de una alternativa real de desarrollo para México tras tres décadas de desastre neoliberal, no es suficiente. Se requiere que tal agenda neoliberal devenga una agenda anticapitalista que sea la base teórica, social, organizativa y política de una transformación social radical que permita a los mexicanos avanzar en la construcción de una sociedad sustancial e integralmente justa. El contenido del trabajo es el siguiente: en la segunda sección se desarrolla un análisis descriptivo general de la acumulación de capital en México en una perspectiva histórica que permite ubicar, por un lado, las principales contradicciones y limitaciones del desarrollismo que, en el marco de una onda larga expansiva de acumulación y crecimiento económico, dio sustento al proceso de industrialización sustitutivo de importaciones y al llamado “milagro” mexicano; por otro, las limitaciones y crisis de la modalidad 3 mexicana de restructuración neoliberal. En la tercera sección, se presenta un análisis general del surgimiento, consolidación y crisis del neoliberalismo en el plano mundial con el objetivo de contextualizar el desarrollo de la acumulación de capital en México en las últimas tres décadas. En la cuarta sección se desarrolla un análisis crítico de los discursos neoliberal y neo-desarrollista en que se destacan sus limitaciones como pretendida base para una estrategia de desarrollo. En la quinta sección se presentan las reflexiones finales enfocadas a ubicar algunos de los elementos generales requeridos para avanzar en la discusión de una alternativa antineoliberal y anticapitalista. 2 LA ACUMULACIÓN DE CAPITAL EN MÉXICO EN PERSPECTIVA HISTÓRICA 2.1 La onda larga expansiva: el “milagro” mexicano En la segunda mitad de la década de 1930 la actividad económica en México inició una onda larga expansiva de largo plazo que puso final al largo periodo de inestabilidad y lento crecimiento que se había manifestado desde el final del siglo XIX y que se agudizó durante la Revolución Mexicana y la Gran Depresión. (Gráfica 1) La fase de despegue de esta onda larga expansiva coincide con el inicio del proceso de industrialización sustitutivo de importaciones (ISI) inducido por la implosión del mercado mundial y el desplome de los flujos internacionales de capital durante la Gran depresión y la Segunda guerra mundial. El esfuerzo inversor que, al ampliar el tamaño de la planta productiva, dio sustento a esta fase fue mayoritariamente público (Gráfica 2) y de tipo extensivo. (Gráfica 3). La fase de consolidación y auge de la onda larga expansiva corresponde con la profundización cuantitativa y cualitativa de la ISI que culminó durante el llamado desarrollo estabilizador. En 4 este periodo la inversión pública se volvió complementaria de la privada que tuvo un alto dinamismo por los altos niveles y relativa estabilidad de la tasa general de ganancia y por los bajos niveles de las tasas de interés; asimismo, la acumulación se volvió crecientemente intensiva en maquinaria y equipo. En la fase final de la onda larga expansiva, que se inició a finales de la década de 1960, se manifestó el paulatino agotamiento de la ISI. El debilitamiento de la rentabilidad general del capital, que puso freno a la dinámica creciente de la inversión productiva privada, se expresó por conducto de crecientes presiones inflacionarias y con incrementos en el déficit fiscal y externo en la medida en que el Estado instrumentaba políticas expansivas anticíclicas. El esfuerzo inversor en esta fase se volvió crecientemente dependiente de la inversión pública, especialmente durante el auge petrolero. 5 Las políticas expansivas de inspiración keynesiana no lograron evitar el fin de la onda larga expansiva que se expresó, en un primer momento, con la 6 crisis de balanza de pagos y la devaluación de 1976-1977 y, en uno segundo, contundente y definitivo con la crisis de 1981. 2.2 El fin de la onda larga expansiva, los límites y contradicciones del modelo desarrollista El éxito relativo del modelo desarrollista que se desplegó con la ISI tuvo como fundamento endógeno un marco normativo e institucional, emanado de la nueva correlación de fuerzas sociales y políticas resultante de la Revolución y plasmado en la Constitución de 1917, que delineó las funciones de un Estado promotor de la acumulación (y, por tanto, de una economía “mixta”) pero, al mismo tiempo, tutelar de los intereses de los grupos sociales subordinados (y, por tanto, desarrollista). Pero este éxito no puede entenderse si se omite el hecho de que estuvo inscrito, después de la Segunda Guerra Mundial, en una onda expansiva de acumulación y crecimiento del mercado mundial capitalista y en el marco de la Guerra fría. El debilitamiento de la rentabilidad general del capital en México en la segunda mitad de la década de 1960, coincidente con la misma tendencia mundial, puso en evidencia varias de las contradicciones estructurales del modelo desarrollista: su carácter desequilibrado que llevó a la pérdida de la autosuficiencia alimentaria y del superávit comercial agropecuario; la naturaleza trunca del proceso de industrialización, y su dependencia de la importación de bienes de capital, por haber dependido en fuerte medida de la inversión extranjera directa; su carácter excluyente pues, aunque resultó en una participación creciente de las remuneraciones totales en el producto interno bruto y en un incremento sostenido de su poder de compra, polarizó las 7 condiciones de vida entre campo y ciudad, lo mismo que entre las distintas regiones del país. 2.3 Desregulación y auge del modelo neoliberal La imposición del modelo de restructuración neoliberal se llevó a cabo en el marco de la crisis crónica de la deuda externa Latinoamericana (1982-1987) a través de un ajuste altamente recesivo y una agresiva ofensiva antilaboral y antisindical que provocaron el desplome del salario real y del empleo. En este periodo se desmantelaron las bases normativas e institucionales del proteccionismo comercial, se inició la apertura a la inversión extranjera directa y la ampliación de la inversión en la industria maquiladora de exportación. Al final del mismo, con la instrumentación de los pactos de estabilidad, se sentaron las bases del nuevo régimen salarial neoliberal: cuantitativamente, se oficializó la desvalorización de largo plazo de la fuerza de trabajo al establecer como criterio de negociación salarial la inflación esperada y no la pasada; cualitativamente, se eliminó en los hechos la naturaleza del salario como medio de sustento de los trabajadores, para poner énfasis en su carácter de costo de producción al vincular las negociaciones salariales a la productividad. La definición de la especificidades de la modalidad neoliberal mexicana se concretó a partir de la fraudulenta elección de 1988, en que la fracción globalizadora-monopólica-financiarizadora se impuso, a través del PRI, a los defensores del nacionalismo revolucionario y del desarrollismo que se habían aglutinado en el Frente Democrático Nacional. La modalidad de restructuración neoliberal que se consolidó en México en las últimas tres décadas desembocó, por la liberalización acelerada e indiscriminada de los flujos internacionales de comercio e inversión extranjera y por los procesos generales de desregulación 8 de la actividad económica, en la conformación de un modelo económico estructuralmente precario caracterizado por la depresión del mercado interno, por el desequilibrio externo y por su carácter financiarizado (Marois, 2012) que se expresa en su dependencia del capital financiero y especulativo local y extranjero, especialmente de EU (Mariña, 2013). La depresión estructural del mercado interno se debe, por el lado de la oferta, al deterioro de la capacidad productiva interna resultante del proceso de desindustrialización que consolidó un modelo industrial exportador maquilador con escasos eslabonamientos internos e intensivo en fuerza de trabajo; por el lado de la demanda, al hecho de que este modelo maquilador está sustentado en la precarización de las condiciones de trabajo, remuneración y reproducción de la fuerza de trabajo lo que, por un lado, generó un esquema perverso de competitividad que inhibe la innovación tecnológica y la dinámica de la productividad del trabajo y, por otro, limita la capacidad de la población para satisfacer sus necesidades. Ésta es la causa central de la limitada dinámica general de la economía y del empleo. El desequilibrio externo estructural derivado de los procesos de desindustrialización y de las características del modelo maquilador determina la dependencia, para financiarlo, del ingreso de capital extranjero de todo tipo y, con ello, la subordinación estructural de la política económica a los intereses de del capital financiero y especulativo local y extranjero. Con el objetivo de sostener el tipo de cambio y de acumular reservas, la política monetaria ha devenido pasiva durante las fases expansivas y procíclica en fases contractivas, mientras que la política fiscal es regresiva y la política industrial es asistencialista. 9 2.4 Los límites de la acumulación de capital en el neoliberalismo mexicano La relativa recuperación de la rentabilidad general del capital en México a partir de la segunda mitad de la década de 1980 fue la base de la paulatina reactivación del esfuerzo inversor privado, sobre todo tras los procesos de estabilización de la inflación y del tipo de cambio y la reducción de las tasas de interés que se iniciaron con la salida de la crisis de 1995-97, así como de la entrada en operación del TLCAN. Este relativo dinamismo de la acumulación privada, además de haber sido insuficiente para compensar el desplome de la inversión productiva pública, fue de corta duración ya que no pudo sostenerse tras la crisis de 2000-2003. La consolidación del llamado estancamiento estabilizador durante la última década muestra los límites estructurales de la acumulación de capital en el marco de la modalidad mexicana de neoliberalismo, altamente dependiente de EU. Las perspectivas con el regreso del PRI al ejecutivo federal apuntan a profundizar este modelo económico precario. La reforma laboral ya aprobada precarizará aún más las condiciones laborales. La reforma energética, apunta a privatizar la principal fuente de ingresos fiscales del gobierno. La reforma fiscal, orientada a incrementar los impuestos indirectos, intenta contrarrestar regresivamente la previsible disminución de los ingresos fiscales petroleros. 3 LA CRISIS ESTRUCTURAL DEL CAPITALISMO MUNDIAL Y LOS LÍMITES DE LA GLOBALIZACIÓN NEOLIBERAL Las políticas desreguladoras que definen al neoliberalismo fueron surgiendo como respuesta general del capital a la crisis estructural de sobreacumulación que se manifestó mundialmente desde la segunda mitad de la década de 1960 y durante la de 1970 a través de la disminución de la tasa 10 general de ganancia.1 Estas políticas, enfocadas a abrir espacios alternativos a los productivos para la valorización de capital, por un lado, y a restaurar la rentabilidad general del capital disminuyendo los costos laborales e incorporando nuevos sectores y regiones del mundo a la explotación del trabajo asalariado, por otro, fueron transformando las bases normativas e institucionales de operación del capital con lo que terminaron conformando un nuevo régimen de acumulación. El régimen neoliberal globalizado de acumulación se caracteriza por la dominancia relativa: i) del plusvalor absoluto y la superexplotación del trabajo como mecanismos de dinamización de la producción de plusvalor; ii) de la venta de bienes y servicios diferenciados para los estratos de medios y altos ingresos como mecanismo de realización del plusvalor; y iii) de la inversión financiero-especulativa como mecanismo de acumulación de plusvalor.2 3.1 Las contradicciones del neoliberalismo Los sesgos antilaboral y financiero-especulativo de la globalización neoliberal, que se desplegaron inicialmente en la década de 1970 como contratendencias a la declinación de la rentabilidad productiva, se reforzaron en las siguientes décadas: en el primer caso, por la ampliación del ejército industrial de reserva a escala mundial resultante de la liberalización de los flujos de comercio y de inversión productiva, así como de la destrucción de formas no capitalistas de producción en el mundo capitalista, del derrumbe del bloque soviético y de las reformas de mercado en China; en el segundo, por los 1 Cámara y Mariña (2010), además de presentar una interpretación de largo plazo sobre la crisis actual, analizan diferentes interpretaciones marxistas sobre la misma. 2 En contraste con el régimen fordista-taylorista-keynesiano, hegemónico durante el auge de la posguerra, que se sustentaba en la plusvalía relativa, la producción estandarizada para el consumo de masas y la inversión productiva como mecanismos dominantes de producción, realización y acumulación del plusvalor (Mariña 2012). 11 procesos de desregulación propiciados por la liberalización de los flujos internacionales de capital financiero y especulativo. La insuficiente recuperación de la tasa general de ganancia en los centros capitalistas, a pesar de su tendencia ascendente en la década de 1980 y en la primera mitad de la década de 1990, se debe precisamente a la articulación de los sesgos antilaboral y financiero-especulativo del neoliberalismo. Por un lado, la generalización de la aplicación y difusión de las nuevas tecnologías a los procesos productivos ha sido obstaculizada por la relocalización a las periferias de numerosos segmentos de las cadenas de valor globales para aprovechar, ya sea las laxas legislaciones laborales y ambientales y los bajos costos salariales existentes, o bien para incorporar a nuevos contingentes de asalariados a la explotación capitalista (masivamente en el caso de las economías en transición).3 Estos procesos de relocalización, comandados por los consorcios transnacionales, han propiciado la utilización extensa en las periferias y subperiferias de tecnologías intensivas en trabajo, relativamente ineficientes frente a tecnologías de punta potencialmente utilizables, que impulsan la productividad de la fuerza laboral mediante la intensificación y flexibilización de las jornadas laborales, pero no necesariamente la productividad del trabajo.4 Con ello, se ha obstaculizado la vía relativa de incremento de las tasas de plusvalor y ganancia frente a la vía absoluta y a la superexplotación laboral, lo que ha tenido implicaciones negativas no sólo por limitar la propia dinámica de la rentabilidad productiva, 3 La desregulación generalizada del trabajo incluso ha propiciado procesos de relocalización hacia periferias “locales” dentro los países centrales que explotan extensivamente a trabajadores migrantes. 4 En Mariña y Rangel (2011) se desarrolla la distinción entre la dinámica de la productividad del trabajo, que depende de la innovación tecnológica, y la de la productividad de la fuerza laboral, que depende de la intensidad y duración de las jornadas laborales, así como de la propia productividad del trabajo. 12 sino por restringir las posibilidades de expansión masiva de los mercados. Por otro lado, los procesos de financiarización han obstaculizado la desvalorización general del capital y, con ello, han restringido la recuperación de la tasa general de ganancia; desvían fondos de acumulación y flujos crediticios desde la inversión productiva hacia los espacios financieros y especulativos de valorización; asimismo, han propiciado una inestabilidad sistémica progresivamente ampliada que se refuerza con los desequilibrios globales suscitados por los procesos de relocalización. Estos círculos viciosos generados por los dos sesgos propios del neoliberalismo tienen un carácter estructural en el sentido de que están sustentados en las nuevas correlaciones de fuerzas económicas, sociales y políticas que el propio neoliberalismo ha impulsado en los planos nacionales e internacionales (Mariña, 2010). 3.2 Los límites del neoliberalismo La recesión de 2000-2001, que puso fin a la expansión que se desplegó desde 1993 (incluyendo el prolongado y vigoroso “boom de Clinton” en EU), fue la manifestación inicial de los límites del régimen neoliberal de acumulación, por lo menos en los centros hegemónicos del capitalismo y en particular en Estados Unidos (EU). La difícil salida de esta recesión en los países centrales desató, por un lado, el proceso de sobreacumulación financiero-especulativa de la década de 2000 y, por otro, la consolidación de nuevos polos de acumulación en las periferias (BRICS). La exponencial expansión cuantitativa y cualitativa de los mercados financieros y especulativos en la década de 2000 fue uno de los fundamentos del estallido de la crisis bancaria y financiera global iniciada en EU en 2007 que, al propagarse a todo el mundo afectó las actividades productivas y comerciales globales, operó como el detonante de la 13 recesión mundial de 2009. Las asimetrías del despliegue de la actual crisis han estado determinadas por las formas de articulación de los BRIC en el mercado mundial. Importante consecuencia del desarrollo de la primera fase de la actual crisis, de las políticas monetarias y fiscales expansivas instrumentadas para enfrentarla y del papel de esas políticas en el despliegue de su segunda fase (la de las deudas soberanas) es la destrucción de dos mitos: el de la infalibilidad del mercado y el de la naturaleza progresista y eficiencia de cualquier tipo de intervención estatal. La posibilidad de retorno a un Estado de Bienestar reformista es ilusoria en la medida en que no existen las condiciones sociales y políticas que dieron lugar al mismo (la existencia de una alternativa mundial al capitalismo liberal). Lo que estamos viviendo, más bien, es el desenvolvimiento de un neoliberalismo crecientemente autoritario que está imponiendo los costos de la crisis sobre los trabajadores (reducción de salarios, prestaciones, empleo y legislación antisindical) (Gambina, 2010). 4 LOS LÍMITES AL DESARROLLO: NI CAPITALISMO NEOLIBERAL NI CAPITALISMO DESARROLLISTA 4.1 Las falacias del discurso neoliberal El neoliberalismo tuvo sus manifestaciones tempranas como estrategia estatal en proceso de conformación en la década de 1970 con los regímenes dictatoriales impuestos por cruentos golpes de Estado en Chile, Argentina y Uruguay para luego extenderse, en la década de 1980, a toda la región y a todo el mundo capitalista. Desde sus inicios, el neoliberalismo ataca práctica e ideológicamente las estrategias estatistas de desarrollo, particularmente los modelos de industrialización sustitutivos de importaciones argumentando que 14 el estallido generalizado de crisis de balanza de pagos demostraba los límites absolutos del intervencionismo estatal proteccionista. Generalizando el argumento, plantea que al obstruir la competencia el intervencionismo estatal genera ineficiencias industriales que provocan el debilitamiento de la inversión productiva privada, estancamiento, déficits fiscal y externo, creciente endeudamiento e inflación.5 En el discurso neoliberal la estrategia para el desarrollo debe basarse en el impulso a la competitividad por conducto de la libre operación de los mercados ya que, en la medida en que permite una asignación eficiente de los recursos productivos, promueve mayor inversión, crecimiento sostenible, aumento del empleo y bienestar. El discurso neoliberal en contra de las experiencias desarrollistas en América Latina es falaz en varios aspectos: i) Sobredimensiona la naturaleza proteccionista de los modelos sustitutivos de importaciones. Las políticas de industrialización en América Latina en las décadas de 1950 y 1960 sólo fueron parcialmente proteccionistas frente a los flujos comerciales y de inversión extranjera directa (IED). Ciertamente estaban orientadas a restringir las importaciones de algunos productos (principalmente finales), pero eran liberales, con diferentes grados, en lo que respecta a la importación de bienes de capital fijo (maquinaria y equipo) y al ingreso de inversión extranjera directa. Esta última fue promovida como mecanismo de financiamiento del desarrollo, dado la escasez de crédito de EU a la región (Thorpe, 1998: 221), y como vehículo de innovación tecnológica. 5 En Moreno y Ros (2009: 140-141) se refuta esta hipótesis. 15 ii) Sobredimensiona el papel del Estado como responsable de los aspectos anticompetitivos de las políticas de industrialización. El proteccionismo no fue una decisión técnica unilateral de política estatal, sino más bien el resultado de su concordancia con los intereses de grupos locales de capital y de empresas transnacionales, particularmente de EU, que se beneficiaban del mismo con ganancias oligopolísticas. iii) Se fundamenta en una interpretación equivocada sobre las causas de las crisis de balanza de pagos y de las tendencias al estancamiento y la inflación en la década de 1970. Evade el hecho de que los límites de los procesos sustitutivos de importaciones se manifestaron en el contexto de la crisis estructural de rentabilidad que se extendió mundialmente desde la segunda mitad de la década de 1960. La rentabilidad decreciente fue la causa central del debilitamiento de la inversión productiva privada, por el cambio en las expectativas que generó; asimismo, de las presiones sobre la estructura de precios relativos, por la agudización de la competencia, que en el contexto de la instrumentación de políticas anticíclicas expansivas de inspiración keynesiana se manifestaron inflacionariamente. Los incrementos del gasto gubernamental, del déficit fiscal y del déficit externo, más que causa, fueron consecuencia de los intentos de contrarrestar la desaceleración de la inversión privada y la creciente inestabilidad de la actividad económica. iv) Oculta su verdadero contenido y objetivos, que de ninguna manera es el lograr una asignación técnica y socialmente eficiente de los recursos productivos, un desarrollo sostenible y un aumento del bienestar, sino una estrategia clasista general para impulsar la rentabilidad capitalista y la acumulación por conducto de procesos de redistribución regresiva del ingreso, 16 de expropiación de propiedades estatales, sociales y comunitarias y, en particular, de apoyo a la relocalización geográfica y sectorial de los consorcios capitalistas transnacionales y de ampliación de los ámbitos de explotación del trabajo asalariado. En lo hechos, el neoliberalismo ha tenido efectos contradictorios. Ciertamente ha extendido y profundizado la hegemonía mundial del capital y de la explotación del trabajo. Pero aunque ha propiciado el fortalecimiento de la rentabilidad y acumulación capitalistas, sólo lo ha hecho de manera parcial, con costos sociales y ambientales muy altos y generando una inestabilidad sistémica. Ello por sus sesgos antilaboral y financiero-especulativo. 4.2 Las limitaciones de la agenda neo-desarrollista El discurso neo-desarrollista (Khan y Christiansen, 2011) surge en la década de 2000 como una crítica al programa neoliberal original, sintetizado en el Consenso de Washington (Williamson, 1990) y, pretendidamente, a su versión extendida (el pos-Consenso de Washington) que deriva del informe anual de 1997 del Banco Mundial (World Bank, 1997), en el que se recupera la necesidad de la intervención estatal como complementaria de los mercados sobre la base de la instrumentación de una “buena gobernanza” y de una clara definición de los derechos de propiedad. El neo-desarrollismo plantea la posibilidad de superar las contradicciones emanadas del neoliberalismo por conducto de un renovado programa de desarrollo dirigido por el Estado como medio para que los países de bajos y medios ingresos se emparejen (“catch-up”) con los desarrollados. Recupera los 17 planteamientos y objetivos centrales del desarrollismo clásico6 (la reivindicación de un Estado activo que por medio de la política industrial, cree ventajas comparativas promoviendo eficiencias dinámicas: rendimientos crecientes, desarrollo tecnológico, capacitación y productividad laboral, fortalecimiento de la demanda doméstica), y los actualiza (desarrollo del conocimiento y de capacidades organizacionales en un marco de eficiencia energética y sustentabilidad ambiental). El neo-desarrollismo se reivindica como una alternativa coherente y operativa frente al carácter más descriptivo de otras críticas antineoliberales, por un lado, y al insuficiente desarrollo de propuestas de diseño institucional de otras, particularmente del desarrollismo clásico. Por ello, uno de sus rasgos principales, que lo diferencia de este último, es el énfasis en el desarrollo de capacidades institucionales de gobernanza eficientes basadas en la transparencia, la meritocracia y prácticas de evaluación de desempeños a través de mecanismos de incentivos y sanciones. Otro de sus rasgos centrales es su orientación globalizadora estratégica, que también lo diferencia de la orientación endógena del desarrollismo clásico, que sostiene la replicabilidad de experiencias de industrialización exitosas a partir de una articulación eficiente con la globalización en que la sustitución de importaciones y la promoción de exportaciones son complementarias. El neo-desarrollismo también se plantea explícitamente como una agenda reformista frente a propuestas sustentadas en las nociones de explotación y lucha de clases (Fine, Lapavitsas y Pincus, 2003; Lapavitsas y Noguchi, 2005). Frente a las propuestas de transformación social radical, propone reformas agrarias, 6 El desarrollismo tiene raíces de largo plazo: Listz, en el siglo XIX, y en la mitad del siglo XX los clásicos RosesenteinRodan, Nurkse, Lewis, Hirschman; en el marco de la CEPAL, entre otros, Prebisch. 18 salarios justos (vinculados a la productividad) y el empoderamiento del trabajo industrial sin cuestionar las bases de funcionamiento del capitalismo. Se visualiza al mercado como un medio que puede (y debe) ser aprovechado para impulsar su programa alternativo de desarrollo, siempre y cuando se impida que opere como un “señor” cuyos dictados deben ser obedecidos. Las principales limitaciones teóricas y prácticas del discurso neodesarrollista son: i) Una noción “técnica” y políticamente neutral del Estado y del gobierno muy similar a la del Consenso extendido de Washington que soslaya completamente las contradicciones económicas y políticas entre clases y fracciones de clase y entre naciones. Al restringir los problemas esenciales del desarrollo (cómo iniciarlo, impulsarlo y sostenerlo) a un asunto de “buena gobernanza” dependiente de los planos de ética subjetiva de las burocracias económicas (deseo de justicia social y honestidad), de capacitación instrumental de las mismas (eficiencia) y de evaluación coercitiva (incentivos y sanciones), por cierto retomando uno de los aspectos autoritarios básicos de la reforma neoliberal del Estado, es incapaz siquiera de entrar a discutirlos. ii) Una visión idealistamente pragmática sobre la posibilidad de domesticar a los mercados, en ocasiones dirigiéndoles y en otras siguiéndolos, que no toma en cuenta en lo absoluto las complejas formas de funcionamiento de la competencia y el papel hegemónico que juegan en ellas los intereses de las grandes corporaciones transnacionales. ii) La desestimación de las asimetrías que siempre han caracterizado a las relaciones económicas y políticas internacionales y que son propias del funcionamiento del mercado mundial capitalista y, por tanto, de las complejas 19 estructuras jerárquicas de relación entre centros, subperiferias y periferias que restringen las posibilidades de éxito de los programas nacionales de desarrollo. El buen desempeño de algunos programas caracterizados como neodesarrollistas en la década de 2000 y, especialmente, los menores impactos negativos sobre ciertos países subperiféricos y periféricos (de Asia, China e India; en general en América Latina, con la excepción de México) de la recesión mundial de 2007-2009 y de la crisis que se inició en esos años han reforzado la ilusión sobre la posibilidad de desacoplamiento de las tendencias generales de la crisis como una vía para establecer rutas de desarrollo más igualitarias y sostenibles. Sin embargo, el optimismo sobre la viabilidad del neo-desarrollismo a partir de estos hechos no tiene un sustento fuerte. En primer lugar, porque en general se pone énfasis en el crecimiento económico alcanzado y, en menor medida, en indicadores cualitativos y en contradicciones económicas, sociales y políticas que podrían afectar la dinámica económica futura de varios de esos países. En segundo lugar, porque se subestima el hecho de que la crisis mundial no ha finalizado y que, de continuar y extenderse la misma, la tesis sobre la posibilidad exitosa del desacoplamiento será crecientemente cuestionada. La evidencia histórica de largo plazo y, más en particular, las especificidades del desenvolvimiento de las distintas fases de la actual crisis del capitalismo mundial parecen demostrar la imposibilidad, por un lado, de “domesticar” el funcionamiento general de los mercados y, por otro, de regular la operación del capital financiero-especulativo. De aquí la necesidad de avanzar en la construcción de una agenda para el desarrollo de México que deberá ser antineoliberal, para impedir la profundización del precario modelo 20 económico vigente, pero también anticapitalista para comenzar la reconstrucción económica, social política del país. 5 REFLEXIÓN FINAL: ELEMENTOS GENERALES PARA LA DISCUSIÓN DE UNA AGENDA ANTINEOLIBERAL Y ANTICAPITALISTA La discusión y desarrollo de una agenda antineoliberal, con bases nacionales y perspectivas internacionales, avanzó decididamente en América Latina en la década de 2000 con el triunfo electoral y ejercicio de gobierno de distintas opciones de izquierda que han impulsado programas con distintos grados de progresismo y antiimperialismo: desde Venezuela y Bolivia, hasta Ecuador y Brasil. El análisis crítico de estas experiencias (Dietrich, 2007; Woods, 2008), que también se está llevando a cabo de manera intensa es, sin duda, indispensable para seguir avanzando en la construcción de alternativas para el desarrollo. Algunos líneas de discusión particularmente relevantes para avanzar en la articulación de una agenda antineoliberal inmediata con una agenda anticapitalista de más largo plazo son: i) La historia muestra que los programas de desarrollo dirigidos por el Estado terminan subordinándose a las fuerzas del mercado y, con ello, a los intereses particulares de los grupos hegemónicos de poder económico. La alternativa es el control estatal de los programas de desarrollo, de tal manera que se limiten en el corto plazo los efectos perniciosos de la operación de los mercados y en el largo plazo se vaya erosionando la centralidad de los mismos en el proceso de reproducción social. ii) Sin embargo, la historia también muestra que los programas de desarrollo controlados por el Estado tienden a subordinarse a la reproducción de grupos de poder burocrático, que conforman sus propias agendas de 21 intereses, tanto económicos como políticos. El necesario complemento y antídoto de esta tendencia es el control social de los programas de desarrollo. Aquí el problema de la democracia es central: en particular, la articulación entre las estructuras representativas y participativas y entre las vertientes horizontales y verticales del ejercicio del poder y del gobierno y de los mecanismos de deliberación, toma de decisiones y ejecución. iv) El control social de los programas de desarrollo, al estar sustentado en nuestra multilateral existencia como ciudadanos y en la correspondiente confluencia/divergencia de valores e intereses individuales de muchos tipos (éticos, religiosos, culturales), debe centrarse en nuestro ser como trabajadores que producimos socialmente para satisfacer nuestras necesidades y, con ello, garantizar la reproducción social en un contexto de libertades individuales plenas. Por ello, el control social de los programas de desarrollo debe estar dirigido por las clases trabajadoras esto es, de los ciudadanos en cuanto trabajadores-consumidores. v) El desarrollo discursivo y práctico de programas de desarrollo antineoliberales y anticapitalistas requieren de un fuerte fundamento social y político nacional para enfrentar, no sólo al Estado que expresa sintéticamente los intereses de la coalición de fuerzas económicas y políticas que administran al capitalismo en cada nación, sino especialmente a las fuerzas imperialistas. Por ello, la defensa de la soberanía nacional es muy relevante desde una perspectiva clasista. vi) Pero el fundamento nacional debe trascenderse en el sentido de que debe constituirse como la base de una perspectiva, también discursiva y práctica, de lucha internacional que es indispensable para enfrentar el poder 22 económico de las corporaciones transnacionales, restringir y, en su caso, reorientar el funcionamiento de los organismos económicos internacionales y, por supuesto, resistir cualquier tipo de agresión imperialista. 6 BIBLIOGRAFÍA Cámara, Sergio y Abelardo Mariña Flores (2010), "Naturaleza y perspectivas de la actual crisis: una caracterización marxista de largo plazo", en Política y Cultura, núm. 34, otoño 2010, UAM-X, México, pp. 7-31. Dietrich, Heinz (2007), Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI, Monte Avila Editores y Fondo Editorial Por los Caminos de América, Venezuela 2007, 2nda edición. 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