El sueño Dr. Harvey Spencer Lewis, F. R. C. El setenta y cinco por ciento de las quejas formuladas por las personas acerca de la salud o de la felicidad en la vida, se refiere a su dificultad de dormir bien. Parece que hoy en día un ser humano cualquiera se acuesta bastante cansado como para dormir, pero no puede aquietar los nervios o caer en la inconsciencia y dormirse con relajación y descanso. Sin duda, la vida apresurada que estamos viviendo, con toda la excitación que nos rodea y toda la precipitación que hace el día lo más largo posible, es la causa que cansa nuestros nervios hasta el punto de que el sueño parece imposible. Pero, por otra parte, el sueño es tan esencial y tan importante para la salud, que debemos hacer todo lo posible para dormir lo suficiente. He hallado que lo que cuenta no es tanto el número de horas de sueño, sino el grado de profundidad del sueño en que nos sumergimos y permanecemos por un tiempo. Tomás Edison y muchos otros personajes famosos constataron que unas pocas horas de sueño profundo les daba más descanso y recuperación que ocho o diez horas de sueño intranquilo. Naturalmente, yo no puedo decir a ustedes cómo es que uno se duerme. Si yo tratara de decirlo tendría que hacerlo con mucha brevedad y decirles que cuando vayan a dormirse, se duerman, y no hagan creer que lo hacen. Es decir, que se entreguen al sueño con una actitud de abandono tan completa como fuere posible. Yo sé que cuando quiero echar un sueñito de dos o cinco minutos a mediodía, a las seis de la tarde o por la noche, simplemente me resuelvo a dormirme, y sin ninguna vacilación y consideración me duermo, sin que importe nada que tenga o no una almohada bajo la cabeza, o en cuál posición me encuentre, con tal de estar en seguridad. Eso es todo lo que puedo decir. Temo que muchos de aquellos que no pueden dormirse, se acuestan con la creencia o la convicción de que pasarán un mal rato tratando de dormirse, o bien comienzan por inquietarse y preocuparse, sin relajarse nunca por completo. Si me siento para adormecerme un poquito, me siento como si fuera una carga de plomo y quedo tan relajado que no siento nada desde el momento de sentarme hasta el de despertarme. Cuando me acuesto en un sofá o en una cama, me dejo relajar de un modo tan completo que inmediatamente estoy como un cuerpo sin vida. Por muchas pruebas que he hecho he averiguado que puedo dormirme profundamente en doce segundos. Ahora, analicemos esto del sueño. Al mismo tiempo voy a referirme a ciertas peculiaridades de mi sueño que muchos de ustedes habrán observado, y quiero asegurarles que no son una cosa especial mía, sino una práctica general de todos los que han desarrollado sus facultades objetivas y psíquicas para que funcionen en armonía. EI sueño es un estado en que todas o la mayoría de las facultades objetivas quedan inactivas o sujetas a la inacción. Estas facultades son las de la vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato. Si una cualquiera de esas cinco facultades está activa, usted no puede estar profundamente dormido. Si una de ellas está activa usted no puede estar dormido sino en cuatro quintas partes. Si dos de ellas están activas usted no puede estar dormido sino en tres quintas partes; si son tres las activas, usted estará dos quintas partes dormido, lo que casi no es grado alguno de sueño. Con cerrar los ojos cuando nos acostamos, sólo excluimos una quinta parte de las actividades objetivas, y esto no es suficiente para darnos un sueño completo. Hasta el cerrar puertas y ventanas para impedir todo ruido, es insuficiente para proporcionarnos un verdadero sueño. Una de las facultades principales que debe quedar inactiva para dormirse es la sensación del tacto. Por cómoda que sea nuestra silla o nuestra cama, si podemos sentir nuestro cuerpo contra la cama, o la cama contra nuestro cuerpo, o sentir que la silla toca nuestra piel, o si nos sentimos respirando, no podremos dormirnos de manera completa. Es este sentido del tacto el que mantiene despiertas a muchas personas, por más que cierren los ojos o que el cuarto tenga quietud. Nada, sino una relajación completa y un cerrar la consciencia del tacto, producirán un verdadero sueño y ayudará a que las otras facultades queden inactivas. Pero es posible estar dormido en cuatro quintas partes y sin embargo dormir con completo descanso. Este no es un sueño completo, naturalmente, pero es un grado de sueño que permite descansar a la mayor parte del cuerpo. Quienes me hayan acompañado alguna vez al cine, tarde en la noche, cuando he estado cansado por un largo trabajo en el día y en la noche aquí en mi oficina, se han sorprendido al verme dormir durante toda la función cinematográfica, sin haber perdido nada de la proyección. Esto se debe a que he logrado que todas mis facultades se duerman, excepto la visión. Con los ojos abiertos puedo ver toda la película y sin embargo dormir con la suficiente profundidad para que otras personas comprendan, por mi respiración y algún leve ronquido, que estoy dormido profundamente, o casi profundamente. Esas personas han sabido que después de dos horas de esta clase de descanso, me he revitalizado y me he refrescado mucho. Al mediodía del domingo, cuando hemos tenido nuestros períodos de recreación y de discusión general en el Parque Rosacruz, hemos encendido la radio para escuchar algún concierto sacro, y he podido sentarme en una silla y dormirme, excepto por lo que respecta al oído. Aunque aparentemente bien dormido durante una hora, no he perdido ni un minuto del programa musical. En estos casos, se emplea la voluntad para acallar todas las facultades menos una, ya sea la vista o el oído. Y aunque no siento nada, ni gusto de nada, ni huelo nada, ni oigo nada, puedo ver y sin embargo dormir; o puedo oír y sin embargo dormir, como yo lo elija. Muchas veces me he dormido durante alguna de las discusiones que sostenemos aquí en la Sede Principal, sin perder nada de lo que se ha dicho. Me he despertado luego y he hecho un resumen de todo lo discutido y he expresado mi opinión. El tema del fenómeno del sueño es tan profundo e implica tantas leyes y principios, que sería necesario todo un libro para tratar el asunto de manera completa. Pero expliquen ustedes a los demás que les hagan preguntas, que en vez de ponerse a contar ovejas imaginarias que saltan una empalizada, o en vez de practicar cualquier otra forma de fatiga mental para producir el sueño, deberían comprender que cualquier clase de actividad mental impide la relajación, y por lo tanto, impide el sueño. La manera más rápida de dormirse es sentarse o acostarse cómodamente e inmediatamente abandonar todo el yo objetivo a la inconsciencia, cerrando bien para ello las facultades y sentidos físicos, olvidando el mundo entero durante unos minutos mediante el empleo de la voluntad. No se trata de voluntad firme o débil, sino del empleo de la voluntad que cada uno posee normalmente. Acuéstese y duérmase, cerrando la consciencia objetiva, lo mismo que usted cierra su casa por la noche para impedir cualquier intrusión del exterior.