JUHA SEPPÄLÄ MR. SMITH Traducción URSULA OJANEN - RAFAEL GARCÍA ANGUITA meettok San Petersburgo 1891 Nieve, los árboles en los parques parecen de lana por la nieve limpia recientemente caída, montones de nieve por doquier. Los caballos van al trote casi en silencio por las calles, Mijaíl Mijáilovich Schmidt grita en su interior. De pie, delante de Pasadskaya 4, bajo los blancos tilos, en la oscura noche de invierno, la nieve resplandeciendo a su alrededor a la pálida luz de las farolas de gas, mira insistentemente la ventana de la tercera planta. Es uno de esos edificios con habitaciones bonitas y altas, pero con sótanos en los que cada primavera entra el agua y la leña queda completamente humedecida. La gente pasa de largo sin echarle un vistazo siquiera, a pesar de que en su interior transcurre el fin del mundo. La ventana continúa a oscuras segundo a segundo, minuto a minuto. La luz del mundo está a punto de convertirse en la luz de la muerte. ¡Que se acabe mi vida, ésa de la que había esperado tanto y que me lo había prometido todo! El portero que vigila el edificio se queda mirándole fijamente. 7 Mijaíl Mijáilovich Schmidt echa a andar con largos e impetuosos pasos, respirando fatigosamente. En la esquina de Devyataya Vossnaya se detiene, se da la vuelta rápidamente y ve lo que más teme: en lugar de ver a Anastasia Alexandrovna, no ve nada en absoluto. Al llegar a Sredniy prospect se para de nuevo, dejando que los carruajes crucen por delante de él, y desea que lleguen más, ininterrumpidamente, en ambas direcciones. Ninguna luz, ninguna promesa amarillenta proveniente del farol de aceite, ninguna invitación, ningún sueño hecho realidad. Todo en vano. Tiene que cruzar la calle. Continua hacia adelante sin detenerse hasta llegar a Bolshói prospect, que siempre permanece alumbrado con faroles que arrojan una tenue luz eléctrica, se para de nuevo y le da a la vida una nueva oportunidad. Esta vez Mijaíl Mijáilovich no mira atrás. Sus pasos se ralentizan a medida que continua caminando en dirección al paseo marítimo Nikolayevskaya. No sabe que Anastasia Alexandronva va corriendo tanto como puede, a pesar de la falda larga y el pesado abrigo que lleva, por la misma ruta que Mijaíl Mijáilovich ha transitado, por esa misma ruta que los dos juntos han hecho decenas, cientos de veces. “El domingo por la noche llegará mi respuesta”, había dicho Anastasia con guasa, “se leerá en mi ventana como el juicio de Dios misericordioso”. Y en la casa solo había tres largos fósforos, las sirvientas estaban fuera, solo las lámparas del techo lucían en otras habitaciones. El último fósforo se extinguió sin llegar a encender el 8 candil, se extinguió igual que la vida antes de haber comenzado. Anastasia fue corriendo hasta el vestíbulo, cogió rápidamente el abrigo de la percha y se lanzó hacia el portal sin tocado alguno. ¡En solo dos minutos se podía echar a perder toda una maravillosa vida! Abajo, en la calle, estuvo a punto de chocar con un grupo de personas alegres, lanzó un gemido y se precipitó hacia delante. Sabía que tenía que seguir la ruta, a pesar de los atajos, Shesmaya Shesta, Pyataya Tchetvertaya. El puente de Nikoláy, Anastasia estaba alarmada, tenía que alcanzarle antes de que llegara al puente, después ya no sería capaz de adivinar qué ruta seguiría él. Mijaíl Mijáilovich Schmidt camina, cada vez más lentamente, con los hombros caídos, completamente abatido. Anastasia Alexandrovna corre, corre tanto que su aliento podría detenerse en cualquier momento, a punto está de enredarse en los largos faldones, resbala pero en seguida se incorpora y continua corriendo. En la esquina de la Academia del Arte detecta la figura conocida y amada que sube por el puente de suaves arcadas. Sabía que llegaría a tiempo. Sigue corriendo durante cincuenta metros más y luego se detiene. Permanece en silencio veinte segundos más para poder gritar, sin importarle las personas que pasan a su lado: ¡Mijaíl Mijáilovich! Un grito agudo a través del aire, un rayo de luz penetrante, una hoja de cuchillo brillante. Eso es, de algún lugar viene esa luz que hizo que Adán y Eva huyeran del Paraíso, que obliga a taparse los ojos. 9 Schmidt se detiene al instante, se da la vuelta y ve a Anastasia de pie al otro extremo del puente. Ese grito era el que Mijaíl Mijáilovich Schmidt había estado esperando durante veintisiete años, toda su vida. 10 I MR. SMITH Me presentaré en la puerta de sus casas como Mr. Smith. Ese como significa que no me llamo Smith. Sin embargo, para que no haya dudas, desde este momento usaré el nombre de Smith al referirme a mí mismo. Tocaré el timbre y me presentaré. Diré que me dedico a resolver problemas. Sé mucho de todo. Aunque no lo sé todo. No soy médico, ni pastor de almas, ni un profesional de las finanzas. Tampoco soy un estafador o un prestidigitador. Si no consigo encontrar la solución, no le cobraré. No habrá peligro de que por culpa mía vayan a pagar caro el aprendizaje. Cuando aparezca en su puerta, ya habrán pagado por ello. ¡Quién podría haberlo imaginado! ¡Cuántos problemas surgirían en esta nuestra nueva y alegre Europa, la nueva Europa que se decía que era representativa, transparente y cercana, en la que la democracia abrazaba a los ciudadanos hasta convertirlos en personas sumisas y en la que la gente no podía entender que su continente se había convertido en Europa S. A.! Nos hicieron creer todo lo que nos habían dicho: cuando nos mostraban el dedo corazón querían que viéramos los cinco dedos de la mano. La mano entera podía amputarse como se amputan las novelas de George Orwell en Amazon Kindle. Además, como es15 cribe Stanislaw Jerzy Lec: “Quien dice nosotros, no se está refiriendo a sí mismo.” Todo eso ocurre en una situación en que la historia ya no es más que un concepto de negocio, un cruce entre la democracia y el capitalismo radical. Antes la historia era arqueología de la política. En Europa el espíritu ha muerto, la materia domina. Pero Europa se encoge constantemente, las bombas estallan cada vez más cerca, una masa de gente sitia nuestros hogares. Se refuerzan las fronteras, los bancos y los políticos barren hacia sus sucias bolsas. En cada una de las fronteras las personas no encuentran a otras personas, sino que encuentran censores, algoritmos de manipulación de señales y algoritmos comparativos. Biometría: reconocimiento ocular, vocal o manual, geométrico. La punta de la nariz, el rabillo del ojo, las pupilas, las comisuras de la boca y esos pequeños triángulos que se forman entre los puntos de medición definen tu destino. La forma de tu cara, el tamaño de tu boca y de tus ojos. Rostros encapuchados, escaparates rotos, fuegos y llamaradas, balas de goma, camiones cisterna antidisturbios, enfurecidos gritos de desesperación de seres anónimos que se hunden en los torbellinos del mar. Tengan cuidado, bienaventurados. Cuando la gente empieza a hablar de sí misma como de un pueblo, hay razones para preocuparse a ambos lados del muro. Los pueblos odian a sus libertadores de la misma manera que a sus tiranos. El paisaje es la pared del muro. Si encerraste a 16 alguien en un campo de concentración un año después pudiste encontrarte a ti mismo dentro de el. Ya que no podía resolver mis propios problemas, decidí empezar a resolver los de los demás. Cuando aparezco en su puerta es porque usted ha contactado conmigo. O porque alguien lo ha hecho, quizá la vida. No aparezco sin invitación. Soy su servidor. Mi misión es hacer que se sienta cómodo, pero no puedo obrar milagros. Al menos, no siempre. No soy completamente omnipotente, aunque pueda cumplir sus deseos, y aunque la omnipotencia sea relativa. Usted sabe por qué aparezco. La razón está en sus ojos. Cuando toque el timbre, el daño ya se habrá producido, se habrá cometido el error, el destino habrá golpeado. Si considero que no hay ninguna posibilidad, saldré y no volveré a aparecer jamás. A menudo soy capaz de aportar algo: ayuda, justicia, o, al menos, la sensación de que las cosas podrían empeorar. Al fin y al cabo, lo más interesante en la vida son los problemas, los errores, los desaciertos. La imperfección de la vida. Todo ello supone una oportunidad comercial en el mercado. A partir de ahí comienza el drama, la acción. Actualmente si una persona tiene un problema quiere una solución rápida. “Líbrame de este problema”, me dicen. Haré lo que pueda. Creo en la franqueza. Se me podría describir de la misma manera que a Malte Laurids Brigge: “Era poeta 17 y odiaba la vaguedad.” Odio el pase adicional, mover el balón. Disparo en seguida. No dispongo de algoritmos: un sistema con ayudas en el que el programa de ordenador busca la solución al problema. El juego fluctúa, tiene sus momentos, pero al final hay que hacerlo de forma sencilla. El momento pasa increíblemente rápido, de héroe aclamado a paria, de Austerlitz a Borodino a un tiro de piedra, la piedra ya está en el aire. No puedo permitirme sentimentalismos, tengo que mantenerme en movimiento. No espero nada especial, y eso me ayuda a tener las manos libres. He tratado de mantener mi mente brillante y evitar el cinismo: el pararrayos más simple de las tensiones entre el individuo y la sociedad. Reconozco que no siempre lo consigo. Es sano aspirar a la felicidad y al bienestar, huir del sufrimiento. Ayudo a mis clientes a ver posibilidades que ellos no ven. En el fondo solo son personas que quieren sobrevivir. Pretendo transformar sus derrotas en victorias, sus pérdidas en energía positiva. Odiad, les digo a veces, y ellos odian. Perdonad, y la gracia cae sobre sus enemigos. Logro hacerles pensar recordándoles que vivimos en un mundo donde aquello que más nos une es el hecho de que todos vamos a desaparecer, vamos a dejar de existir. Tengo que ser exigente, incluso duro. Sin embargo, puedo perdonar. Tengo que exagerar y caricaturizar para que mi cliente vea clara su situación. A veces tengo que tomar cartas en el asunto a posteriori, volver a 18 escribir la historia de nuevo, especialmente si considero que lo sucedido ha sido injusto. Si hace falta un hijo natural del presidente Kekkonen, lo fabrico. También ocurre que tengo que buscar a las personas, ponerme en contacto con ellas, hacer de ellas mis clientes. A veces ni siquiera saben que necesitan mi ayuda. A veces la necesito yo. Entonces lo sé. Si hace falta sería un prisma y lo refractaría todo en la dirección que quisiera. Puede que reflexione acerca de la manera en que mi abuelo se acercaría a sus clientes, cómo hablaría, cómo miraría. Sin duda alguna, sabía tratar a las personas mejor que a su propia vida. El hecho de que yo odie la vaguedad y la indefinición no quiere decir que siempre hubiera estado igual que estoy ahora: acabado, inmutable. He calculado que mi personalidad debió madurar a los veintisiete años, que debe ser el promedio. A esa edad se consigue la inmortalidad o se continúa viviendo. Después también he cometido errores, pero he asumido la responsabilidad de los mismos. Vivo solo. Es la única alternativa. Ninguna mujer podría aguantar mucho tiempo a una persona como yo. Ya no tengo necesidad de compartir mi lecho con nadie, de jugar a las casitas, de adquirir un calentador de infrarrojos para la terraza, para acurrucarme calentito a disfrutar el té de la tarde mientras escucho el repiqueteo de la lluvia. No echo de menos ni los crisantemos, ni las verónicas ni las brásicas en la mesa de la te19 rraza. Tengo unos incipientes problemas de próstata, una necesidad frecuente de orinar, por lo que una mujer no es la prioridad en mi cabeza. Dos matrimonios, un par de relaciones abiertas, un número indefinido de polvos –vamos un historial de relaciones bastante usual para un hombre de mi edad–. Ningún descendiente, algo de lo que puedo sentirme realmente contento. Una de las mujeres quiso tener un hijo conmigo. Le dije que sería mejor un perro, pero no le convenció porque habría sido un sustituto muy evidente. Si todas mis acciones no se caracterizaran por una inmensa responsabilidad, podría considerar que, de alguna forma, en algo habría tenido éxito. No sé si he sido una persona inmoral, pero he encontrado a demasiadas personas de ese tipo. Ha pasado tiempo desde mi última relación amorosa, no recuerdo cuánto exactamente, pero, al menos, han debido ser meses. Creo que mi última réplica dialogada fue más o menos que el sexo a una edad madura es un convenio y que el amor entre dos adultos también lo es. Al final el diálogo se mantuvo a través del correo electrónico, y creo que mientras leíamos los caracteres ninguno de los dos recordaba que quien tecleaba el texto al otro lado era una persona. Al principio los mensajes volaban rápidamente, como ráfagas apasionadas, hasta que se estabilizaron en un intercambio de pensamientos de ritmo vago y cotidiano. Ya no contesté al último signo de interrogación. La gente se separa demasiado poco. No hablo de 20 los padres de niños pequeños, sino de aquellos para los que ha acabado el partido y el terreno de juego se ha quedado vacío, aquellos cuya casa común es la amargura y el hastío, personas que, entre bastidores, han pasado una soga alrededor del cuello del otro y esperan que algo pase. Las sillas sobre las que están de pie crujen. Estas parejas vigilan histéricamente también a otras parejas, para que nadie intente escaparse del cerco de la maldición de la condena perpetua. Si alguien lo rompe, dirigen contra él una furia nunca vista antes. La ruptura del matrimonio ajeno es un recordatorio rudo, experimentado y personal sobre la miseria del propio matrimonio. En las relaciones iniciadas en una edad avanzada resulta pesado contar los años y crear recuerdos. Se acumulan lentamente y en pequeña cantidad. Se calcula la vida perdida en común. Uno se acostumbra a la separación. La vida de una persona adulta es una serie de personas, separaciones, puertas que se cierran, partidas de trenes y barcos, saludos agitando la mano desde la orilla. Espaldas que se dan la vuelta. Rane y Briscilla se ahorraron este sufrimiento. Ahora pasaba las noches delante de la televisión. Comía nueces, alguna vez durante los fines de semana un pedazo de chocolate negro, y bebía un par de vasos de agua mineral. Más o menos una vez al mes tomaba una copa de vino chileno Tarapacá o de vino español Castillo Murviedro, ambos son vinos baratos, y quizá cinco veces al año una copita de brandy o de coñac. 21 No echaba de menos las borracheras, mi vida se había aguado igual que mis bebidas y mi sexualidad. Grababa y veía prácticamente todos los documentales que emitían: historia en general e historia de las guerras, historias de crímenes, de política, de la naturaleza. Todos ellos trataban temas cuyos contornos se habían trazado claros y definitivos. Muchas veces resultaban realmente monolíticos, como la Gran Muralla China o Nelson Mandela. Veía una y otra vez el documental que había grabado sobre la Batalla de Stalingrado. Conocía bien cómo sucedía todo: el infierno a la orilla del Volga, los francotiradores y los tanques en la estepa gélida aplastando a los soldados atormentados por el hambre y el frío, la llamarada incendiaria provocada por la artillería y los lanzacohetes entre las ruinas de la ciudad, una despiadada lucha desde una casa esquelética a otra, finalmente las colas interminables de los prisioneros, y el mariscal Paulus sin afeitar, con su cuello de grulla y sus ojos arrojando miradas de sospecha. 22 Puse un anuncio en el periódico: “Se resuelven problemas” y el número de mi móvil, en aquel momento aún no tenía una página web. Añadí al anuncio la mención de una empresa “abierta”, pensé que la palabra generaría confianza. El otro accionista de la sociedad era Lötjönen, que solo aportaba su trabajo. Un poco más adelante sería el socio sin voto de mi sociedad comanditaria. Tuve que rechazar una innumerable cantidad de preguntas sobre la tala de árboles problemáticos, de cómo eliminar tocones con una fresadora, de la limpieza de la nieve de los tejados, de la eliminación de babosas y avisperos, de cómo solucionar la necesidad aguda de dinero, incluso de cómo tratar con una suegra pesada. O, quizá, no del todo, porque comenté que a los babosos había que darles cerveza y sal, pero parece ser que no fue un remedio efectivo. Hundidlos en agua caliente, añadí, pero ya no obtuve ninguna respuesta. Por aquel entonces no sabía nada acerca del efecto que tiene la ceniza en la eliminación de los bichos; con la ceniza se podía trazar una especie de frontera que no podían cruzar. Me llamaron para que eliminara amianto, para que cortara los setos, para realizar diversos servicios de destrucción de material de archivo y papeles, para eliminar residuos tóxicos y peligrosos, para poner ene23 mas, para eliminar moho y olores desagradables, así como para incinerar pequeños animales domésticos. Servicios de adelgazamiento, de detective privado y servicios domésticos varios. Preparación de reclamaciones contra proyectos preliminares impositivos o resoluciones sobre el pago del subsidio. Información sobre los campamentos rusos de prisioneros de guerra. Querían que resolviera casos de acoso laboral o escolar. Puse un nuevo anuncio: “Consultor para la resolución de problemas”. A partir de ahí desapareció una considerable cantidad de impertinentes tomas de contacto. No soy un Winston Wolfe o un Victor the Cleaner. A pesar de todo, aún quedó algún problema sin resolver. Rechacé los asuntos criminales, los relacionados con préstamos y litigios. Tuve que explicar que no era abogado. No eran grandes problemas. Los más complicados surgieron cuando me pidieron buscar a familiares desaparecidos, padres desconocidos, personas adultas que se habían ausentado sin que hubiera crímenes de por medio. En esos casos la policía tampoco podía ayudar. Me enteré de que los hospitales psiquiátricos no daban información ni siquiera a los familiares más cercanos. Incluso tuve que devolver documentos o sus copias, en los que quedaba declarada la paternidad de la persona buscada. Si una persona quería desaparecer, podía hacerlo fácilmente. Solo había que dejar de informar a las au24 toridades del cambio de dirección y de municipio y no actualizar ningún dato sobre el nuevo domicilio. Si no se había casado por la iglesia ni en el juzgado y no se había divorciado ni adoptado un hijo, se encontraba fuera del registro censal. Sencillamente no existía. Les remití a la Oficina de Búsquedas del Ejército de Salvación, cuya misión es buscar a los allegados desaparecidos y unir lazos rotos. ¿Acaso tendría que contactar yo mismo con ellos? ¿Quién fue mi abuelo? ¿Quién soy yo? Mi primer cometido fue resolver el problema de la extinción de la vida. Un viejo solitario hizo que me llamaran junto a su lecho de muerte. No tenía a nadie más. Decía que tenía miedo. Yo también. Me dijo que había pecado mucho. Yo también. Permanecí una semana junto a su lecho. Murió. No pude facturar mi primer encargo. Cuánto oro no habría en los anillos de mis parientes muertos. Cuánto corazón. Cuando introduzco en mi dedo este tipo de anillo, mi mano es una mano infantil. Su vida ha terminado. Yo sigo vivo. La vida puede terminar de muchas formas. Puede terminar de forma serena, deslizándose tranquilamente junto al muelle, pero a menudo termina como un divorcio feo y de mal gusto entre personas de avanzada edad. ¿Dónde acaban las personas que se han divorciado a una edad tardía, en un agujero negro, 25 en una sala de espera en la que solo hay una puerta? A una edad en la que ya nadie da ni recibe nada. A veces la vida solo se descompone entre tus manos. He encontrado a mujeres que lloran en la puerta y mujeres que ya no lloran. Una parte de ellas ha sido consumida por sus maridos, no sirven para nada, resultan innecesarias. El marido ya ha pasado página. Me acuerdo de mi primer divorcio. Iba de un lado a otro con una pequeña botella de whisky en el bolsillo de mi gabardina. Las gotas caían del alero, caminaba al sol mientras la niebla de la mañana se iba disipando. Tenía una nueva mujer. El invierno había resultado pesado: con frecuencia un torrente de lágrimas, como la sangre que mana de una herida. Al final el llanto era amargamente débil, y terminó igual que termina en los niños, cuando ya no sale más. No teníamos fuerzas ninguno de los dos. Pero no me quejo. Raras veces se pueden resolver los problemas con rapidez, de la misma manera que no se puede pensar que las cosas mejorarán por el hecho de que, después de una Navidad angustiosa, quites la decoración tan pronto como sea posible, antes de la festividad de los Reyes Magos, y lleves el árbol, que ya se está despojando de las agujas, junto al contenedor. En la caja de cartón, en el interior de un armario oscuro, las guirnaldas continuarán chillando, aún en la festividad de San Juan encontrarás agujas del árbol, y granos de arena 26 en Navidad. Los hombros todavía continuan temblorosos. El difícil problema de la expiración, del abandono. ¿Qué ha sido lo más importante de nuestra vida? Si tuviéramos poco tiempo, ¿qué le diríamos a nuestro prójimo más cercano? ¿Qué confesiones haríamos? ¿Un abrazo inocente, un beso en la mejilla dado a toda prisa o recibido medio atontado en un vestíbulo a media luz? ¿El vacío que nos ha atormentado siempre, desde el principio al fin? ¿Nuestra vanidad? ¿La bajeza de nuestros motivos y de los hechos? ¿Nuestro amor hacia una persona, a quien resultaría totalmente indecente declarárselo? Ya he dicho que como no sabía resolver mis propios problemas, decidí empezar a resolver los de los demás. Aún tengo sin resolver una cuestión tan grande que parece el pilar de mi vida, el planeta central alrededor del cual todo gira. Ha crecido como un enigma sobre mí mismo y se concentra en un folio escrito a máquina, que se ha vuelto amarillo. 27 En Helsinki, el 20 de mayo de 1938 Muy estimado señor Schmidt Luostarinkatu 12 A piso 5 Viborg En nombre de nuestra empresa le doy las gracias por el manuscrito de la novela, si es que se puede hablar de una novela en sentido estricto. La cantidad de trabajo que ha invertido en su novela “Negro y rojo” ha sido considerable. Ha reunido diversos materiales, que podrían ser calificados como noticias, reportajes sociales y políticos, aventuras históricas, recuerdos personales, citas de la literatura universal y psicología que examina las oquedades secretas de la mente humana, vinculados a su época. También recoge usted en su manuscrito tormentas en el mar y en tierra firme, así como circo, fantasía y abracadabra, para los que resulta difícil encontrar una comparación. Incluso ha prestado atención al vaticinio del futuro, aunque bien es verdad que no entra en competencia directa con Nostradamus. Escribía que su manuscrito contiene sabiduría, fuerza y conocimiento pleno de las vicisitudes de su familia y de su vida. De todas formas su novela com28 prende mucho material que habrá que considerar como mero entretenimiento. Asimismo menciona en su carta que estaría dispuesto a recibir ayuda orientativa en el perfeccionamiento de la novela. Lamentablemente nos vemos obligados a decepcionarle. Su gran esfuerzo ha tenido como resultado un conjunto de materiales desintegrados, para el que resulta difícil ver un camino de desarrollo, ni siquiera mediante una gran integración. En general habría que decir que ni siquiera los grandes maestros de la literatura han intentado resolver los enigmas del mundo y de la vida en una sola obra. Como pauta general para un escritor finlandés habría que subrayar que debería mantenerse con los pies en la tierra y aprender a decir mucho en poco espacio. En su novela, en cambio, hay rasgos sobre la decadencia, el pesimismo y el cinismo de la literatura y la vida espiritual extranjeras, lo cual no contribuye a aumentar el interés por parte de nuestra editorial hacia su novela. Por consiguiente, adjunto le devolvemos su manuscrito. Le saluda atentamente Jalmari Jäntti Werner Söderström Osakeyhtiö Bulevardi 12, Helsinki 29 El manuscrito se había perdido, igual que la ciudad de San Petersburgo había desaparecido en una vieja historia, o como la tercera colección de poemas de Vladímir, el hijo poeta del Gran Duque Pavel, que se quedó en Rusia custodiado por “unas manos amables”. O como la bota de Carlos XII, la desaparecida, la otra estaba custodiada en el Museo de Historia de Moscú. ¿Le habría pasado al abuelo lo mismo que a la ciudad de San Petersburgo, se habría quedado a merced de vientos y crecidas, habría perdido su posición, el control de su vida, su autoestima, su pecunio y su fuerza? ¿Aún podría existir el manuscrito, podría hallarse, igual que la vieja edición de los poemas de Lérmontov, junto a una detallada biografía, encontrada por Vladímir en el lugar de su destierro y que le serviría de base cuando comenzó a plantearse escribir un drama en poesía sobre el poeta Lérmontov, su vida, su duelo y su muerte? ¿Podría haber caído el manuscrito en unas manos amables? ¿Habría sido políticamente inflamable en algún momento? ¿Yacería mudo en el fondo de una caja fuerte década tras década? En alguna parte estaba escondida la verdad sobre mi abuelo. 30 Sobre mí. Ya que el manuscrito seguía desaparecido, tenía que imaginarlo igual que haría con el mundo pasado. Era un mero sueño, una senda bajo la sombra de los alisos, un arroyo negro que no lleva a ninguna parte. ¿Dónde empezó? ¿Cómo? Si lo tenía Satanás en su poder, nunca lo devolvería. 31