Vives Vetera corpora morbo afflicta Actas del XI Congreso Nacional de Paleopatología Malgosa A, Isidro A, Ibáñez-Gimeno P, Prats-Muñoz G (eds.) (2013) ISBN: 978-84-940187-5-6. p 15-28 CONFERENCIA INAUGURAL Al margen de la paleopatología: Una perspectiva en el tiempo Vives Balmaña E1 1 Presidenta de la Comissió Nacional Andorrana per a la UNESCO Correspondencia a: elisendavives@andorra.ad La voluntad de la Sociedad Española de Paleopatología de celebrar su congreso en Andorra es una decisión que se debe agradecer puesto que da la oportunidad a los participantes de descubrir el país, su medio, a su gente, sus inquietudes de hoy y su proyección en una historia que podríamos calificar de singular. Y además, quede constancia del placer que la Dra. Assumpció Malgosa i el Dr. Albert Isidro me han hecho con la invitación no solo a formar parte de este congreso sino de dirigirme a paleopatólogos que han viajado desde España, Francia, Portugal, Bélgica, México y ofrecerles la bienvenida. Tras haber pasado un tiempo al margen de la paleopatología, es una gran satisfacción y, sin duda, un honor. 15 Vives EL PUNTO DE PARTIDA, EL REY PERE En el momento de celebrar les sesiones del Congreso se cumplieron 733 y justo una semana que el 8 de setiembre de 1278, el rey Pere II de Barcelona, rey de Aragón, de Sicilia y de Valencia, conocido como el Grande,- de quien se publican el resultado del estudio de sus restos en este mismo volumen - presidía en Lleida la firma de un acuerdo, conocido como el Pareage, que sentó las bases del futuro de los valles andorranos. Dicho acuerdo se celebró entre el conde de Foix, Roger Bernat III, y el obispo de Urgell, Pere d’Urtx como remedio para frenar los enfrentamientos intensos y provocadores entre la nobleza, liderada por Roger Bernat III, y el rey Pere II, y entre el mismo conde y el obispo. El obispo de Urgell es el jefe de Estado de Andorra, y desde Roger Bernat III, mediante alianzas matrimoniales, el condado de Foix que se había unido al de Castellbó –que tenía el dominio sobre los valles de Andorra, se une al de Béarn y llega hasta Navarra. El rey de Navarra, con el nombre de Henri IV, fue coronado rey de Francia. La historia francesa pasó de la monarquía a la república por el camino de la revolución y del imperio, y en consecuencia el presidente de la República francesa es también el jefe de Estado de Andorra. Volviendo al rey Pere el Grande y para ir cerrando el círculo de la presencia en el Congreso de investigadores de Francia y Portugal, no está de más recordar que su hija Isabel fue reina de Portugal por matrimonio y por su virtud fue proclamada santa. Las mesas de trabajo reunidas en Andorra podrían identificarse como una evocación desde un punto de partida, a final del siglo XIII, un rey político y guerrero, pero que llegó también a explorar la montaña, los Pirineos, puesto que se le atribuye la ascensión a la cima del Canigó en el primer ejercicio de alpinismo, antes incluso al de Petrarca, que en 1336 subió al Mont Ventoux a admirar, probablemente per primera vez en la cultura europea, el paisaje. Recordamos asimismo como la cabeza de Henri IV pasó hace poco tiempo por laboratorios forenses y antropológicos de Francia después que su calavera, que había sufrido muchas peripecias, pudo ser identificada. El estudio correspondiente se hizo público con motivo del cuarto aniversario de su asesinato el 1610. En forma de espiral, o quizás de círculo, se van resiguiendo y de vez en cuando se reencuentran los rastros de una historia que nos repite con 16 Vives insistencia todo aquello que, de manera tan necesaria, nos unen. Ambos, el obispo de Urgell y el presidente de Francia, son el jefe de Estado de Andorra, una institución indivisa que, arraigada en el siglo XIII por medio del citado pacto, ha llegado hasta nuestros días puesto que es reconocida per la Constitución de 1993. Este es el esquema de la situación que nos sitúa ante las condiciones que han hecho posible que Andorra se mantenga durante siglos como un país independiente, sobre cimientos como su voluntad histórica y la forma jurídica que asegura su existencia. MUCHO MÁS ALLÁ, EN EL TIEMPO Llegar al acuerdo de 1278, sin embargo, era producto de la necesidad. Andorra había pasado por los mismos ciclos históricos que los países vecinos. Los valles habían sido ocupadas desde la prehistoria, siendo el yacimiento más conocido el de la Balma de la Margineda, del final de la última glaciación, cuando los valles habían sido un espectacular desierto de hielo. La ocupación más antigua que se conoce se remonta hasta 12.000 BP, en el mencionado yacimiento que se convirtió en una referencia y por el que pasaron dos arqueólogos tan célebres como Joan Maluquer de Motes y Jean Guilaine. En el Neolítico, hábitats y enterramientos dejaron sus improntas. De las culturas de los metales, bronce y hierro, también quedan testimonios y presuntamente formaron un grupo, los andosinos, citados por Polibio cuando relataba el paso de paso de Aníbal por los Pirineos. Desde estos antecedentes, el período que ha dibujado el aspecto que hoy podemos percibir en este país es la Edad Media. A lo largo de los mil años que la definen quedó consolidada la división territorial de los valles, las siete parroquias, pero es necesario situar una etapa, la construcción de un patrimonio muy valorado, el arte románico. Los edificios, la iglesias, son muy modestas, pero son indicadores, además, de la estructuración de un territorio difícil, abrupto, aunque se ofrecía como otro paso para cruzar las montañas. Ni al sur ni al norte, los valles andorranos no eran considerados con indiferencia. Si nos situamos en esta época, se debe empezar por la cita de una necrópolis que es va comenzó a excavar y a estudiar al final de la 17 Vives década de los 70, Sant Vicenç d’Enclar, situada en Andorra la Vella, y donde se halló un interesante conjunto de esqueletos desde el punto de vista paleopatológico. Entre sus características se encontraban fracturas que eran resultado de traumatismos que, presumiblemente, debían de ser producto de la violencia y enfrentamientos. Tantos huesos fracturados aparecían con su simbolismo: el fin de una época, el fin de las violencias en Andorra. Efectivamente, en el Pareage de 1278, los dos señores acordaron que no disputarían entre sí en los a les valles de Andorra, a pesar de que los hombres tenían que prestar sus servicios militares si les convenía. Tenían que destruir sus fortalezas y elementos defensivos. Aunque no se cumplió el pacto y se tuvo que firmar un nuevo documento en el 1288, marcó el fin de las guerras en el país hasta hoy. Aun considerando la marginalidad de los conflictos, se sufrieron sus negativas influencias, como sucedió durante la Guerra Civil Española, no obstante, la ausencia de implicación fomentaron una cultura de la paz que no se ha de olvidar. Esta posición de Andorra en relación al exterior no indica que el interior todo fuera armonía y tranquilidad, tal como lo describía, a principios del siglo XIX, Fray Tomàs Junoy, refugiado en los valles. El país había adquirido con el tiempo una fórmula institucional que perdurará con sus evoluciones desde la autorización en 1419 del Consell de la Terra, actualmente Consell General, el parlamento. Los copríncipes, en Urgell y en Francia, delegaban a sus representantes y ejercían la justicia, pero los temas internos, la gestión de la montaña requería un esfuerzo colectivo y muy organizado. En los Pirineos se encuentran organizaciones representativas, de gestión comunal de los pastos de origen muy antiguo pero que algunos casos han logrado perdurar en el tiempo. Es cierto que han favorecido las casas más fuertes, pero llevan a entender un sentido de comunidad ante unos recursos que permiten una buena explotación si se une a un control adecuado, que en el caso de Andorra, han significado un vector para la permanencia de los valles y, en último extremo, del país. No obstante, lo más importante del sistema es el goce la aplicación de libertades. Todos los temas que afectaban la vida interior eran responsabilidad del organismo representativo, el Consell de la Terra, que ha evolucionado, como 18 Vives en todos los países que cuentan con parlamentos hasta ser configurados como instituciones de un Estado de Derecho. Fue el propio Consell General quien encargó a un letrado andorrano, Antonio Fiter i Rossell, escribir la historia del país y la descripción de sus normas, cosa que terminó en 1748. Al final del texto, Fiter i Rossell aportó una serie de recomendaciones para el buen hacer en los valles, las máximas, que son la parte más conocida de la obra. No olvidó dar un consejo sobre el patrimonio en una reflexión corta, pero que se declina hasta la actualidad: “Conservad las antiguallas tanto como sea posible, porque aunque algunas parecen a primera vista ridículas, es que no sabemos penetrar bien en su fineza.”1 En este mismo congreso se presentan nuevas investigaciones sobre la paleopatología en Andorra, que son la demostración de la posición que viene a seguir impulsando la arqueología y la conservación del patrimonio desde la década de los sesenta en el siglo XX, en cuya segunda década se produjo casi sin solución de continuidad el tránsito de un mundo rural a la extensión de la vida urbana y a la economía terciaria que llevó a la cristalización de un nuevo orden, con la mencionada Constitución de 1993, que otorgó al país de una base jurídica que le permite, des de los Pirineos, participar en plena responsabilidad en la vida internacional. LA PALEOPATOLOGÍA, DESDE EL PASADO HASTA EL FUTURO Compartir la experiencia de la paleopatología es una oportunidad, pero al hacerlo después de una largo tiempo fuera de esta actividad solo permite aproximarse con un nuevo aire al trabajo que se ha desarrollado y la satisfacción de comprobar sus progresos, puesto que aun siendo minoritaria cuenta con equipos de investigación imaginativos y con una implicación muy alta. Es un campo importante para el pensamiento, no solo científico al incorporar 1 “Conservalas antigalles, tant com sepuga; perquè encara que algunes pareixen a primer vista rediculas; es perquè no penetram be sa finesa.”Antoni Fiter i Rossell. Manuel Digest. De las Valls neutras de Andorra. Andorra, Consell General, 1987. 19 Vives nuevas técnicas, métodos y disciplinas, sino también para el sistema cultural. La consideración de la enfermedad, del accidente, de la muerte, articula la comunidad y sitúa en ella a la sociedad y al individuo. Al revisar la documentación, al leer acerca de las investigaciones más recientes, se hace evidente el sentido dramático especial de la paleopatología como ciencia. Es verdad, como observó Josep M. Ustrell, que la paleopatología examina la enfermedad humana en retrospectiva, en contracte con otras ciencias, como la práctica de la medicina, que es prospectiva ante la evolución del paciente. Cualquier ojeada a la información de la prensa a nuestra alrededor nos revela un panorama marcado también por el dramatismo que generan las innumerables tensiones del mundo de hoy. Al mostrar los efectos de las carencias, de las enfermedades congénitas o de las adquiridas, de los esfuerzos y el estrés, de los traumatismos y de la mortalidad, la paleopatología, junto con la antropología física, nos abre los ojos a unas realidades sociales e individuales que podíamos imaginar, pero que no sabíamos. Esta es una de las principales aportaciones de este campo. John Berger, escritor, artista, crítico de arte, intentaba llegar a esta relación intangible entre los vivos y los muertos. “Los vivos son el núcleo de los muertos”, decía. En este núcleo se encuentran las dimensiones del tiempo y del espacio. “Para los vivos, los muertos son únicamente aquellos que vivieron; pero en su propia gran colectividad los muertos ya incluyen a los vivos”, afirmó en una frase agorera en un ensayo de 1994 que llevaba el sugerente título de Doce tesis sobre la economía de los muertos2. En dichas tesis escribió que “Los muertos habitan un momento sin tiempo, de construcción continuamente recomenzada”, conceptos dos que son aplicables a la paleopatología, como ciencia histórica, que investiga sobre los muertos de todos los tiempos y a partir de los que se va reconstruyendo el espacio para los que están vivos. Y una última referencia a Berger, en cuanto según su opinión, antes de que la sociedad quedara deshumanizada por el capitalismo, todos los vivos esperaban alcanzar la experiencia de los muertos. 2 John Berger. Con la esperanza entre los dientes. Madrid, Alfaguara, 2011. 20 Vives Vivos y difuntos siempre eran interdependientes. El egoísmo moderno rompe con esta interdependencia y como resultado los vivos siempre piensan en los muertos como en los que ya están eliminados. El sentido de separación, de eliminación, es justamente uno de los temas que se puede quebrar desde la paleopatología por su capacidad de aproximación al pasado a través del individuo objeto de estudio y de su entorno, y a hacer presentes entre nosotros esos, casi siempre, desconocidos. DOMÈNEC CAMPILLO, LA PASIÓN, EL RIGOR Y LA RESPONSABILIDAD EN LA PALEPATOLOGÍA: LAS REFERENCIAS DE LA ENFERMEDAD Un aspecto muy importante alrededor de décadas de estudio de la paleopatología, de su desarrollo y permanencia, y que de ninguna manera se podría obviar, es que sus inicios en Catalunya i en el estado español no se pueden desvincular de la seriedad del trabajo que empezó y sigue Domènec Campillo. Médico de gran práctica clínica y vocacional se inició en la aplicación de sus conocimientos y experiencia en investigar las poblaciones prehistóricas. Su conocida tesis doctoral sobre las trepanaciones marcó una época, pero solo fue la carta de presentación de nuevas obras, artículos, investigaciones, retos, interrogantes y riesgos, con una metodología y rigor que le han merecido el aval de este círculo de profesionales. La valentía en enfrentar riesgos, el coraje de perseverar en el alto nivel de su trabajo, la energía, la constancia y su generosidad en compartir llevan a considerarlo como pionero de la paleopatología, maestro de tantos expertos de hoy, y divulgador para entusiastas. ¿Dónde se sitúa la paleopatología? En 1995, se celebró el III Congreso Nacional de Paleopatología en Barcelona. Transcribo unas palabras del antropólogo Alejandro Pérez-Pérez en la introducción a una edición de algunos textos:3 “La enfermedad afecta la supervivencia de los individuos, su fertilidad, adaptabilidad y eficiencia biológica. Sus efectos no solamente son biológicos, sino 3 Alejandro Pérez-Pérez. Notes on Populational Significance of Paleopathological Conditions. Health, Illness and Death in the Past. Barcelona, Fundació Uriach, 1996. 21 Vives sociales”. La cultura humana, afirma Pérez-Pérez, atenúa los efectos selectivos de la enfermedad. La cultura humana es la reacción, respuesta, previsión e inclusión de la enfermedad y de la muerte en una sociedad. Una obra clásica, publicada en 1989, Health and the rise of civilisation, de Marc Nathan Cohen4, precisamente examina esta circunstancia, cómo influyen los cambios de la conducta humana sobre la salud. Al pretender explicar cómo las perspectivas sobre el pasado se pueden reproyectar en la salud pública, su obra llega muy lejos. En muchos países europeos, la creación de los sistemas de salud pública después de la II Guerra Mundial aportó un verdadero cambio social. Forma parte del estado del bienestar, la educación y la salud debían de ser para todos. La tendencia peligra en el momento de escribir estas líneas a causa de la reducción del gasto público. La historia en general y la paleopatología en particular pueden aportar con elementos críticos un poco de luz, salvando distancias y contextos. En la presentación de una reunión de la Asociación de Paleopatología en Middelburg-Anvers, en 1982, Gerhard Haneveld i Rutger Perizonius explicaron que la paleopatología era a su juicio el intento de reconstruir el pasado de restos fragmentados. Quien trabaja en antropología sabe muy bien qué quiere decir lo de los fragmentos y el tiempo que exigen. Reconstruimos la vida de los muertos y ellos nos enseñan. Mortui viventes docent, es el lema de la Asociación, y sería una buena propuesta para resumir el objeto paleopatológico. El volumen de estudios y publicaciones se ha incrementado enormemente, como ya hemos constatado, y de forma paralela la extensión de la investigación científica en todos los ámbitos del conocimiento. De la década pasada, quisiera citar algunas reflexiones procedentes de dos obras muy ambiciosas sobre paleopatología. En el 2003, Albert Isidro y Assumpció Malgosa editaron un libro enciclopédico y espectacular, cuyo título es llamativo y sugerente: Paleopatología. La enfermedad no escrita. En la introducción del prestigioso paleopatólogo Luigi Capasso afirma que la paleopatología es una disciplina reciente, un neologismo creado en 1892 y cuya definición disciplinar se debe a M. A. Ruffer 4 Mark Nathan Cohen. Health and the rise of civilization. Yale University, 1989 22 Vives en el 1913. Es reciente, no cabe duda, pero también lo son otras técnicas y disciplinas que se han apoderado de nuestras vidas y gestiones como la informática o la comunicación de masas. La influencia no viene dada por la antigüedad sino por la proyección que pueden tener los estudios que se llevan a término y por eso es fundamental fijar bien los objetivos y su contexto. Otro punto de partida, es interesante una afirmación del presidente de la Sociedad Española de Paleopatología, José Delfín Villalaín. En su criterio la paleopatología constituye un área pacífica que mueve a sus componentes solo per el interés por la ciencia y la curiosidad. No ofrece ganancias, ni poder, ni fama dadas las características de marginalidad de cada área expuesta y la ausencia de mercantilismo. Se trata, pues, de uno de los principios elementales para el avance intelectual, la voluntad de saber, con interés y con una expectación ilusionada. ¿Es extrapolable esta actitud a otras actividades? Deberían lleva a pensar que otro mundo no solamente es posible sino que ya existe, pero lo que ocurre es que no es el dominante y que el amor al saber está sujeto a un orden más general. Con su voluntad inflexible, Domènec Campillo dejó muestra de la labor desarrollada en el Laboratorio de Paleoantropología y Paleopatologia en la coordinación de una obra de 2009, Quaranta anys de paleopatologia en el Museu d’Arqueologia de Catalunya, la segunda a la que haré referencia. Su título es significativo del esfuerzo y dedicación que exigen cuarenta años de trabajo de estas características. Daniel Turbón recuerda en el prólogo que el laboratorio se creó en 1971, a pesar de que el trabajo ya se había iniciado a mediados de la década de los sesenta y concluye su texto con una reflexión sobre los sueños de Domènec Campillo, que asocia a la célebre película 2001 Una odisea en el espacio, que han logrado ser hoy una evidencia, pero ¿qué futuro espera a la paleopatología? Indiscutiblemente, tiene la ventaja de que requiere un trabajo de equipo y crear relación es virtud en la comunidad humana. Con acierto, el propio Campillo formula una severa crítica contra la literatura divulgadora, sea escrita o de televisión, en boga, pero llena de falsedades “que pone en peligro la seriedad de algunos trabajos paleopatológicos”, por lo que permite disponer de un aparato crítico. En la cultura popular, tanto del ayer como del 23 Vives presente, pocas cosas generan tanto interés como, en oxímoron, la vida de los difuntos. Inevitablemente, forma parte de nuestro ser, pero si nos distanciamos de los muertos, la paleopatología puede incitar a una reflexión que supere las contingencias cotidianas. No se puede evitar la relación entre la calavera, los cráneos y la vida, la muerte y el más allá. Artistas de toda índole han proyectado su interés. Podemos remontarnos al barroco, a los memento mori, a las Vanitas, como las que se reunieron en París en el Musée Mailloll en 2010, pero es en nuestro tiempo que el esqueleto, sobretodo el humano, se ha convertido en un símbolo y objeto de la expresión artística. Por citar algunos ejemplos en nuestro contexto, haremos referencia al crítico de arte Fernando Huici, que organizó una exposición sobre el arte y los huesos, bajo el título de Postrimerías exhibida en Madrid en 1997. En 2005, en Sant Feliu de Boada (Empordà) una galeria presentó una exposición sobre artes y calaveras con el título de Krankas. Frederic Amat, José María Sicilia, Eduardo Arroyo, Arranz Bravo, Jorge Castillo, Robert Llimós, Zush eran algunos de los artistas seleccionados que han trabajado con estas imágenes. Los creadores más innovadores, los más rompedores, los que buscan e investigan encuentran en los cráneos y en los huesos la manera de comunicar su ironía, como por ejemplo, Miquel Barceló que remodeló, en 2010, el arte funerario del Palacio de los Papas de Avignon.5 Investigar en este campo es una tarea pendiente. DEL PLACER ESTÉTICO AL PLACER PRÁCTICO Entre los paleopatólogos se despiertan sentimientos ambivalentes. Por una parte, la ilusión de encontrar huesos que muestren todo tipo de problemas de salud, de la otra, la necesidad de otorgarles un valor filosófico desde la práctica científica. ¿Qué sabemos de la salud? De su concepto, de su noción en el pasado? Podemos aproximarnos a una reconstrucción de su modo de vida, nos haremos una cierta idea sobre el dolor, adivinaremos las consecuencias de una caída, de una fractura no reducida, 5 Exposición de Miquel Barceló, Terra-mare en el Palais des Papes Avignon, 2010 24 Vives constataremos como era de breve la vida en la era preantibiótica. La documentación histórica puede ayudarnos a interpretar los aspectos demográficos, económicos, sociales, psicológicos, políticos y religiosos, como encaró Bartholomé Bennassar en su trabajo pionero sobre las epidemias de peste en España.6 Susan Sontag entró en el terreno de la metáfora de las enfermedades en una obra de 1977,7cuando Campillo había publicado su tesis y el laboratorio que fundó funcionaba ya. En opinión de Sontag, “al nacer, todo el mundo adquiere una doble ciudadanía, una del reino de los sanos y otra del reino de los enfermos”. La autora pretendió describir los estereotipos en el reino de la enfermedad, no de la misma enfermedad física sino de su utilización como figura o como metáfora como se ha dicho y que puede ser relevante. Así, por ejemplo, en el contexto del siglo XIX, una enfermedad de pulmones era metafóricamente una enfermedad del alma. Una enfermedad como el cáncer puede golpear en cualquier parte, es pues una enfermedad del cuerpo. Lejos de describir algo espiritual, solo revela que el cuerpo no es más que eso, cuerpo. Rectificar la concepción de la enfermedad, desmitificarla. Esta es la solución que Sontag deseaba aportar en el análisis de la mitología del cáncer y de la tuberculosis en los estigmas sociales, entendidos como responsabilidades individuales en el caso del cáncer y como modas estéticas en el caso de la tuberculosis, dentro de la gran dificultad que las sociedades industrializadas presentan en su relación con la muerte. El propio concepto evoluciona del mismo modo que evoluciona el de la enfermedad, pero nos pone ante un nuevo interrogante difícil de solucionar, el concepto de enfermedad en un pasado largo y cambiante. ¿Se trataba de un castigo divino? ¿De las consecuencias de la decadencia moral? ¿Era una responsabilidad del individuo o era una prueba? La muerte se ha convertido en un fenómeno 6 Bartholomé Bennassar. Recherches sur les grandes épidémies dans le nord de l’Espagne du XVIe siècle. Problèmes de documentation et de méthode. París, SEVPEN, 1969. 7 Susan Sontag. La enfermedad y sus metáforas. Madrid, Muchnick, 1980. 25 Vives repulsivo, carente de significado; es mejor ocultar también la enfermedad, considerada como sinónimo de la muerte. Sabemos que la paleopatología difícilmente captará estas consideraciones y que tampoco hará que la sociedad cambie, sabemos que sus investigaciones satisfacen hasta un cierto punto la curiosidad morbosa inherente al ser humano. Sabemos también que ha evolucionado, que intenta llegar más allá del descubrimiento singular. Sabemos que todo aquello que envuelve el sentido de la muerte y del crimen se ha transformado en un producto de consumo, con sus vulgaridades y desaciertos al obtener provecho de la credulidad acrítica que ya señaló Campillo. Gracias a la paleopatología podemos interpretar a nuestros antepasados, los podemos traer al presente desde un pasado impreciso, que se remonta a los orígenes humanos, en el que ya existía un sentido de colaboración, de cooperación y de organización y que eran respetuosos con la diferencia que marcaba la enfermedad o la incapacidad. La solidaridad. Este es un valor que la paleopatología ha sido capaz de poner de relieve. Un estudio del tema, de los primeros que se dieron a conocer en Catalunya de la mano del arqueólogo del Collège de France Jean Guilaine, fue el estudio de un esqueleto conocido como la Dama de Bonifacio por Henri Duday,8un trabajo de campo y de reconstrucción de la posición del esqueleto en su enterramiento que demostraba como en un período previo al neolítico la comunidad se hacía cargo de una persona con incapacidad para atacar cualquier actividad manual. La literatura ha proporcionado muchos más casos en este mismo sentido y para mencionar un yacimiento que se ha hecho muy popular, en la Sima de los Huesos, en Burgos, se encontró un cráneo infantil, atribuido a una niña, que presentaba una craneosinostosis que debía de causar una deficiencia psicomotora, pero la vida de la niña fue posible durante unos años porque el grupo de hizo cargo de ella.9 8 Henri Duday. Le squelette du sujet féminin de la sépulture prénéolithique de Bonifacio (Corse). Étude antrhropologique. Essai d’interprétation paléoethnique. París, 1975 9 Cristina Serret. “Les malalties de fa 50.000 anys”. Sàpiens 106 - juliol 2011. 26 Vives El ya citado Mark Nathan Cohen10se presenta a sí mismo como a alguien que está muy preocupado por el “mito” del progreso, por la idea que la historia de la civilización consiste básicamente una sucesión de mejoras tecnológicas. Es un mito, como tantos otros. La veracidad de la historia es irrelevante pero proyecta valores contemporáneos en el hecho del pasado, dice Cohen, y se utiliza para animar sentimientos patrióticos o de lo que se considere conveniente. Dado que los mitos y las reconstrucciones de la historia de alguna manera sirven a los proyectos políticos, es importante ponerlos en cuestión de manera regular. Tenemos que creernos las cosas, nos movemos, decía Cohen, en un contexto de creencias y estereotipos que influyen en nuestra política de hoy, pero también del pasado. Las conclusiones de Cohen mostraban que en las sociedades de cazadores se vivía mejor que en las de agricultura, la comida era mejor y más nutritiva por lo que eran capaces de resistir mejor las enfermedades. Nuestra proyección, recordaba Cohen, sobre una mejora de la alimentación a lo largo de la historia era una consecuencia de los criterios del siglo XX de un falso sentido del progreso. En el XXI somos conscientes de que el problema del hambre y el de una alimentación inadecuada son retos claros sobre los que se debe actuar. La modernidad va ligada a un concepto social en el que se permite que el individuo tome un protagonismo particular. De alguna manera, la perspectiva científica de la paleopatología se relaciona particularmente con esta idea, que se aprecia claramente en el estudio de personajes históricos, que en su aproximación a lo más íntimo del individuo alcanzan a descubrir cosas que en vida tampoco eran tan evidentes, desde Mozart, Henri IV, Blanca d’Anjou –sobre la que se publica su estudio en este mismo volumen-, o el mismo Pere II, Guifré el Pilós, los impresionantes nobles de Ripoll, los obispos de Nubia, santos, faraones, pero también el campesinado anónimo, los soldados muertos en la batalla, en 10 Alejandro Pérez-Pérez. Notes on Populational Significance of Paleopathological Conditions. Health, Illness and Death in the Past. Barcelona, Fundació Uriach, 1996, p 55. 27 Vives aquellas personas cuyo nombre se separó de su vida, de los vestigios de nuestro tránsito. UNA CIENCIA POR DELANTE Actualmente, la organización de un congreso exige un esfuerzo añadido para reunir intereses, exponer casos compartir vivencias, sentir voces percibir miradas y descubrir nuevas líneas de trabajo, organizar. En 1992, tuvo lugar en Barcelona una reunión europea de loa Sociedad de Paleopatología en la que Eva Cockburn, viuda ya de Aidan Cockburn, se refirió al caso de un investigador que se lamentaba porqué solo en aquel había ya siete reuniones de paleopatología. A la vista de los resultados, el entusiasmo de aquellos tiempos se ha mantenido e incrementado. El mismo Cockburn, en una reunión años antes, en 1980 en Caen reclamó síntesis, publicaciones, con las dataciones y los diagnósticos adecuados. Anunció que en aquel momento se hallaban ante otra nueva era de la paleopatología por los estudios que se estaban llevando a término y las nuevas preguntas que aparecían sobre las enfermedades y su interpretación histórica. No se equivocó puesto que el ritmo y los contenidos de los trabajos fueron dejando un conjunto muy productivo, pero muy probablemente con la aparición de una verdadera interdisciplinariedad y con nuevas tecnologías y recursos se han resuelto mucho mejor los estudios de los que podía imaginar. No podríamos permitirnos que desparecieran las referencias al pasado, pero sin duda, los planteamientos globales de las investigaciones obligan a un trabajo que pide no cesar de mejorar la comunicación y la divulgación para contribuir al relato universal de la vida humana, allí donde inexorablemente se van reuniendo los vivos y los muertos. Por todo ello aparece ante nosotros todo el trabajo realizado por los arqueólogos que hace unas décadas empezaron a considerar que todo el trabajo realizado por antropólogos y paleopatólogos coincidían en mundos afines para conocer y explicar nuestra historia. 28