Ana Lía Cubero Arias

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UNIVERSIDAD NACIONAL
CENTRO DE INVESTIGACIÓN Y DOCENCIA EN EDUCACIÓN
DIVISIÓN DE EDUCACIÓN RURAL
BIOGRAFÍAS DE EDUCADORES Y EDUCADORAS DE COSTA RICA
(II FASE)
Estudiantes
Arce Rodríguez Gloria
Castro Molina Michael
Domínguez Lacayo María del Carmen
Esquivel Miranda Paola
Fajardo Hernández Eliécer
González Salazar Noemy María
Granados Campos Herlin
Mora Villegas Nancy Lucia
Muñoz Segura Amalia
Salazar Solanos José Mauricio
Valerio Porras Jorge Gerardo
Mejía Marín Noemy. Profesora Participante
Vidal Castillo Marisol. Responsable del Proyecto.
2007-2008
Ana Lía Cubero Arias
Datos Biográficos
Mi nombre es Ana Lía Cubero Arias. Tuve muchas experiencias en mi trabajo y
hoy quiero darlas a conocer, por lo menos unas cuantas.
Llegué a la vida un 28 de abril de 1938, en un pueblito llamado Sarchí Norte, hoy
Valverde Vega. Allí vivíamos en un rancho con una familia de seis personas, muy pobres.
No teníamos cañería ni luz, el agua la jalábamos de una acequia, la luz era se obtenía por
medio de un tarro al que se le ponía una mecha y canfín y otras veces nos alumbrábamos
con candela de cebo.
La familia aumentó, ya éramos diez, vivíamos en la finca de mi abuela, allí todos
trabajábamos, el dinero no se veía, pero sí había alimentos. Mi padre sembraba maíz,
frijoles, verduras y algunas hortalizas. Una vaquita nos daba la leche y era tan mansa que
andábamos debajo de ella.
Pasaron los años y tenía que ir a la escuela, situada a un kilómetro de distancia.
Allí sobraba el polvazal o el barreal.
Ya en tercer grado me tocó una excelente maestra, quién demostraba su gusto por
servir. Los grupos eran pequeños, a todos nos daban el almuerzo, que contenía sopa de
carne, pan con queso amarillo y otras veces pan con miel de abeja.
Año 1954
Llegué a sexto grado y por cosas del destino me trasladaron a la provincia de
Heredia, a la escuela Braulio Morales, donde finalicé la Primaria. De nuevo me tocó una
maestra que me inspiraba a estudiar y llegar a ser educadora, ella se llamaba María del
Socorro Vargas de Pacheco. Ahí recordé que mi madre me decía “Estudie, yo no fui
maestra porque aquí (en Sarchí), solo llegaba la Primaria hasta quinto grado y el sexto
tenía que irme para Alajuela a vivir o viajar a caballo todos los días desde el lugar donde
vivía. Razón por la cual, mi padre no me dejó”, debido a esto soñaba que algún día
llegaría a trabajar en una escuela.
Los niños de otras escuelas nos decían “Las Panaderas”, ya que el uniforme se
conformaba por un vestido blanco con pañuelo azul en el cuello, como se muestra en la
imagen. (Ver anexo 1)
Aquella maestra conociendo mis recursos limitados me invitó a vivir en su casa,
así podría estudiar en la Escuela Normal, en horario nocturno. Aunque la distancia era
corta para asistir, a mi padre no le pareció y no pude alcanzar mi sueño.
Año 1955
Estudié Mecanografía en la Escuela Greg. Después me fui al liceo León Cortés en
el cantón de Grecia, con grandes dificultades para viajar, a pie, llevando el almuerzo,
tenía solo un par de zapatos que me ponía antes de llegar al colegio. ¡Pasó ese año¡
Año 1956
Este año, vine de paseo a Heredia donde mi abuela, conocí a doña Rosario
Bolaños, ella me informó que había una oportunidad en Educación, necesitaban maestros
aspirantes y para esto abrieron el Instituto de Formación Profesional (IFPM), el cual, daba
cursos por correspondencia durante el año y en el periodo de vacaciones las lecciones se
daban en el Edificio Metálico. Esto me favoreció ya que, en este lugar obtuve mi título de
Bachillerato por Madurez y además un Postgrado en Educación.
Fui a solicitar plaza, me nombraron en Concepción de Orotina. El domingo
siguiente fui con mi padre a conocer el lugar y buscar alojamiento. El viaje era en tren, el
que, pasaba dos veces al día, llegamos y el pueblo estaba constituido por dos casitas,
una para la escuela y la otra habitada por dos personas mayores, ¡no había más!,
pregunté ¿y los niños?, me respondieron: las personas vienen de largo, de esos guindos.
Pulpería no había y carretera tampoco.
En la tarde nos regresamos y papá me dijo estas palabras “Ahí no se puede
trabajar, olvídelo”.
Fui a la Regional de Alajuela y renuncié con gran pesar. En ese momento me
senté a descansar y meditar qué iba a hacer. Al rato me llamaron y me nombraron para
hacer un permiso de un año en la escuela La Luisa de Sarchí, busqué diarios y
estadísticas, así como material. Trabajé con primer y tercer grado. Me interesé en conocer
los hogares de mis alumnos para ver con qué contaba en el campo humano (situación
social) y material (situación económica). Poco a poco fui aprendiendo y estudiando.
Éramos dos maestras, teníamos lo necesario, hicimos un turno para pintar la escuela.
Año 1957
Fui nombrada en Santiago de Palmares, donde me asignaron primer y segundo
grado, permanecía de lunes a viernes en una bonita escuela y con comodidades, la
mayoría de los maestros eran de la zona. Se efectuó una actividad de carreras de cintas a
caballo y venta de comidas, dejando suficientes recursos para el comedor escolar.
Año 1958
No trabajé.
Año 1959
Como era aspirante (sin graduación), me nombraron en la Zona Sur, en
Concepción de Buenos Aires, viajaba en avioneta desde la Sabana y de ahí a Pilas y
después dos horas a caballo.
¡La escuelita era muy necesitada!, ¡había que trabajar! La Junta de la comunidad
me respondió muy bien, y logré limpiar el lote y cerrar el aula con tablas. Unas señoras
venían a dar almuerzo a los niños.
Año 1960
En este curso lectivo fui a otra comunidad; Bolas de Potrero Grande, un pueblito
indígena. Cuando llegué no había nada, solo selva. Unos días viví donde un vecino, me
reuní con la comunidad y acordaron venir todos a limpiar la selva y hacer un rancho, el
cual se construyó con palos redondos enterrados que quedaban a la altura de un metro,
amarrado con bejuco de burío. El mobiliario consistía de unos trozos de madera tipo
tablón, la mesa y la banca, montados en horquetas. Anexo al rancho había un cuartito
para la maestra, el que tenía un camón con palos redondos sin colchón y en una esquina
un fogón.
No había vecinos cerca, tampoco negocios, había que traer lo que se necesitaba
por mes, a caballo o en burro.
Me fui a vivir a la escuelita, ahí una cholita me acompañaba, Cándida Quiel, ella
tenía un rifle bala U, por si llegaba algún animal o para ir a montear o defendernos de
algún peligro.
El material escolar lo llevaba en un burro y había que atravesar el río Brujo, el cual,
no tenía puente. Siempre llevaba muchos periódicos, los que me servían para que los
pequeños escribieran y sumaran con carbones en lugar de lápices, ya que, los cuadernos
eran muy escasos. Los pocos que había eran donados por el Estado.
Las flores de la selva servían para pegarlas en el periódico con goma de yuca,
también granos, semillas y plumas. Todas estas actividades las realizaban los niños de
primer y segundo grado. Estos pequeños en su mayoría hablaban un dialecto, para mí era
muy difícil de entender, pero poco a poco fui interpretando por lo menos las palabras
comunes, y así logramos establecer una comunicación recíproca conforme transcurría el
tiempo.
Los padres de familia acudían al llamado que yo les hacía para arreglar el ranchito.
Se venían tres días con toda la familia, a esa reunión la denominaban Junta. La chicha
era lo primero que alistaban en canoas, era preparada con maíz, dulce y agua,
fermentándola durante varios días. También mucha carne de cerdo y animales del bosque
(tepezcuintle, venado y gallina de monte). Terminados los tres días partían a sus hogares.
Los niños y yo, hacíamos excursiones allá donde estaban dos grandes bolas de
piedra y otras más pequeñas. Los niños hacían tantas preguntas sobre las bolas que no
sabía contestarles, ya que ni yo sabía la procedencia de ellas. Ellos se subían a las bolas
para jugar. ¡Era bonito e interesante aquel lugar! Eso dio origen al nombre el pueblito y a
la Escuela Bolas.
En este lugar tenía mucha tranquilidad para estudiar y pensar.
Año 1961
Siguiendo mi viaje, llegué a San Rafael de Cañas, una escuela con dos maestros;
don Rodrigo y yo. Era pequeña pero bien equipada. La comunidad daba la contribución al
Patronato, la Junta de Educación siempre respondía a nuestros pedidos. (Ver anexo 2)
Grandes y difíciles eran las distancias a Buenos Aires, atravesar ríos sin puente,
sabanas solitarias y pasar por medio cementerio, en algunas ocasiones, cuando ha
cesado la lluvia y son las diez de la noche, de lo contrario salir a Volcán y esperar el bus
a ver si tenía espacio y si no seguir a pie y atravesar otros ríos peores Ceibo y Cañas,
estaba en construcción el puente que los cruzaba.
Años 1961-1962
De nuevo me trasladaron, esta vez a Cacao de Buenos Aires (Ver figura 1, anexo
3), en donde no había edificio escolar, comencé a visitar a los vecinos y pedir ayuda.
Logré hacer un aula, una plaza adjunta. El lugar quedó sin servicio sanitario ni agua. Fui
donde el señor Feluco Herrera que estaba construyendo puentes en la Carretera
Interamericana para solicitarle ayuda, le pedí que me cercara el lote y le pusiera zinc al
rancho. Con mucho don de servicio y amabilidad pronto tuve respuesta positiva y
mejoramos un poco la situación.
La comunidad cultivaba el maíz para hacer la chicha, porque también eran
indígenas, la alimentación era arroz y plátano, algunas veces carnes de animales del
monte. En este lugar estuve dos años.
Año 1964
En la Zona Sur, mi escuela fue San Francisco de Tinoco que pertenecía a Puerto
Cortés, éramos siete educadores en una escuela grande, bonita y cómoda, allí
trabajábamos horario nocturno sin remuneración.
Año 1965
Tiempo después sucedió que una escuelita unidocente quedó sin maestro. El
supervisor me ofreció el traslado a este centro llamado San Gerardo de Sierpe, ahí tuve
días muy difíciles, había demasiado qué hacer. La escuelita se ubicaba en un paraje
solitario, cercada con cedazo de gallinero. Para trasladarse a este lugar había que cruzar
un kilómetro por debajo de los árboles de la selva y con el agua al nivel de la tierra. Los
zapatos no servían, solo se usaban botas colibrí y a veces se quedaban en aquel atol que
si se hundían no había forma de encontrarlas.
Toda clase de animales rondaban el lugar: serpientes, venados, zancudos, monos
y muchos más.
Trabajé con seis grados de primero a sexto, tenía tres pizarras y había que luchar
para sacar la escuela de aquel retiro. Quedaba muy cerca de la laguna Estero Azul,
donde a menudo salían unos tigrillos que se comían los terneros de los vecinos.
Comencé por pedir un terreno al señor Mariano Gallo, lo que conseguí. A la
Bananera solicité ayuda y conseguí material para hacer el salón de clase y ponerle piso.
Pronto recibí comunicación del señor supervisor que me asignaba un recargo en la
escuela Santa Eduviges, en Olla Cero, cerca de la escuela donde me encontraba, de
esta manera cubría las dos escuelas. En este centro educativo no había director y tenía
que concluir el curso lectivo, realmente no hubo ningún problema.
En esa época el Ministerio de Salud daba muy buen servicio a las escuelas, las
visitaban para examinar a los niños, vacunarlos contra la malaria, desparasitarlos y
atender problemas con el papalomoyo y la tuberculosis. En esta escuela se inició el
comedor escolar mantenido por el Patronato y los padres de familia. Las madres venían a
cocinar pues no había cocineras pagadas por el Estado.
Como experiencias fueron tantas y tan importante en el campo educativo y en lo
personal que siempre están en mi recuerdo y lo vuelvo a vivir con mucha alegría.
En la Laguna Estero Azul de Sierpe aquellos niños que tenían que pasar por ahí
para ir, a sus clases y eran perseguidos por un lagarto. Un día no aguantaron más y se
fue todo el grupo con varillas y cuchillos filosos. Cuando salió el animal y abrió el enorme
hocico, Felipe le incrustó el cuchillo en la garganta. Salimos corriendo porque brincaba
mucho, al otro día volvimos, y nos encontramos con el lagarto muerto, le quitamos el
cuchillo. No hubo más peligro.
En una oportunidad había tantas serpientes venenosas en el pueblito que al llegar
por las mañanas había que botar los pupitres desde la puerta con una caña, pues ahí
estaban durmiendo o cazando.
En otras ocasiones, estaban detrás de la puerta arrolladas entre los libros y hasta
en las reglas del techo. Los niños gritaban y les daban garrotazos, como si fuera una
fiesta, matar aquel enemigo que a veces nos esperaba en el mejor lugar del pueblo.
En esos tiempos la visita a los hogares venía plasmada en un rubro del Informe al
Hogar. Había que anotar cuántas veces se visitaba al año. Era un requisito para el
maestros.
En una de esas giras fui a hacer una visita donde don Nacho Ortega, ahí atendí a
cinco niños en una sola visita. A eso de las tres de la tarde íbamos llegando los niños y
yo. Debíamos pasar la laguna, ya que ellos vivían del otro lado. Era terrible, porque había
dos cables con palitos atravesados como una escalera sobre la laguna que se movía para
todo lado. Cuando me tocaba pasar por ella, lo hacía de cuatro pies. A otro lado estaba el
rancho. Doña Amalia siempre estaba muy contenta de recibir la visita. No hallaba qué
darme. Al rato de estar ahí, llegó doña Casta de Martínez llorando, con una niña al
hombro ¿Qué pasó? le pregunté, “se me murió la chiquita”, la que llevaba a finca 8. Como
en el camino no había agua se murió de sed. Todos los compañeritos se fueron al otro
rancho. Yo quedé ahí confundida y asustada, al rato vino Léster el hermanito y me dijo
que en la noche había fiesta por la vela. Yo ni lo pensé, ¡Me voy de aquí, no me quedo!,
ya que sentí mucho miedo, Léster me fue a pasar la laguna y se devolvió corriendo.
Comencé a caminar, eran las cuatro de la tarde y a esa hora empezó la lluvia, y me perdí
en la selva que se oscurecía a cada instante, caminaba de un lugar al otro sin encontrar el
trillo de regreso. En un momento pensé, ¡aquí voy a limpiar el monte con el cuchillo!,
luego me subí a un árbol por temor a los animales que rondaban, ahí estuve horas bajo
lluvia, relámpagos y zancudos, creyendo que no iba amanecer, oí tantos cantos y ruidos
de los animales que no me podía dormir ni descuidar porque caía del árbol. Ya muy
avanzada la noche cuando nada se veía, visualicé una luz que se arrimaba poco a poco,
un bulto venía por debajo del árbol, yo gritaba ¿Quién viene ahí?, y una voz me gritó
¿Quién está ahí?, yo le respondí ¡la maestra! ¿Y usted?, él respondió, Aguilar. Era un
viejito de la comunidad. Yo le dije que me había perdido. Él me ayudó a bajarme del árbol,
la luz era una canfinera que traía. Tomamos el camino, le pregunté para dónde iba y él
me dijo que iba para la escuelita a traer unas tablas para hacer el ataúd de la niña. Las
únicas tablas que había se ocuparon para el ataúd.
Yo tardé varios días sin ir al trabajo pues se me infectaron las picaduras de
zancudo. La verdad estaba en el trillo pero el miedo me hizo no ver la realidad en la selva.
Años 1973-1983
Me trasladaron de nuevo, ahora al Valle Central, cantón de Desamparados. En la
que actualmente es la escuela Francisco Schmith, ubicada en el Porvenir. En esa época
llegamos varios maestros, donde encontramos unos tractores removiendo el terreno para
hacer la urbanización del mismo nombre, no había donde comenzar a laborar, el único
lugar que pudimos utilizar fue debajo de unos árboles y después en casas, de manera que
nos trasladábamos a diario de casa en casa y garaje en garaje, mientras nos hacían un
lugar donde poder estudiar. Nos hicieron un galerón y fue dividido para cada uno de los
maestros.
Inició la escuela y continuaba nuestra labor entre peones, materiales, y los niños
se tenían que sentar en blocks de construcción.
Fui al Ministerio de Transportes con una compañera y como no había que pedir
cita previa, me atendió el señor Ministro don Fernando Valverde Vega y le solicité ayuda.
Me dio pupitres, no sé cuántos, pero llegaron y se llenó en parte la necesidad.
Año 1974
Una permuta aparece para mí, en la escuela Pilar Jiménez,
Primero fui a conocer a ver si me gustaba y decidí quedarme.
ubicada en Guadalupe.
En aquel gran edificio tenía lo que en el transcurso de mi viaje por la Educación,
no había logrado, comencé con un cuarto grado, excelente material humano y económico.
A este grupo lo llevé hasta sexto grado. A partir de ahí seguí dando sexto grado.
Tuve la oportunidad de hacer un curso de Bibliotecología en la Universidad de
Costa Rica. En esos días se inauguró el servicio de biblioteca en la escuela Pilar Jiménez,
el trabajo me lo dieron a mí.
Recuerdo que era el Centenario de la Historia de “Pinocho”, lo celebré el 9 de
setiembre 1983. Esta fue una buena actividad. Participaron alumnos de diferentes grados
y se realizó una asamblea para todo el plantel educativo. Un niño representó a “Pinocho”,
otros se vistieron con pijamas y trajes de fantasía. (Ver anexo 4)
Como mi estadía en el campo me había enseñado a producir la tierra, aquí lo puse
en práctica, con los niños busqué un lugar para hacer una huerta escolar, muy cerca
había un lote encerrado y sin ningún uso, investigué que el dueño se llamaba don Mario,
un comerciante que tenía una tienda quince metros al sur del Ministerio de Educación,
me lo prestó, ahora había que buscar el tiempo para trabajar: los días sábados. Los niños
iban a limpiar y sembrar algunas verduras, tales como, chayote, culantro, elotes, chiles
entre otros, de todo nos dio aquel lote para el comedor escolar. Los niños también
llevaban a su casa como premio por venir los sábados.
Ese mismo grupo de agricultura consiguió con la Estica, un departamento del
Ministerio de Cultura, árboles de ciprés que sembramos en la parte noroeste de la
escuela. Hoy todavía quedan algunos como testigos de mi labor. También recuerdo que
trabajaba con la nocturna en la Escuela República Argentina en Barrio México, con la
licenciada Marita González de Acosta.
En mi estadía por la Pilar salía de mi casa en Heredia a las 6:00 a m y regresaba a
las 11:00 p m por trabajar en tres turnos. Creí que había terminado mis labores
pedagógicas en el año 1983, pero luego continué.
Enseñanzas
La Escuela Rural me enseñó mucho, a luchar y vencer dificultades, a sacar
fuerzas por aquellos que estaban tan desprovistos de afecto y conocimientos. Ellos serian
el futuro social, económico de nuestro país.
Los padres de familia, educadores y entidades públicas y privadas, deben de
preparar al niño como un todo para tener un pueblo que responda a sus necesidades.
Mi regreso
Pasaron algunos años después de pensionarme en 1983. Un día en el Parque de
Heredia me encontré con los licenciados Francisco Badilla y Rodrigo Víquez, les pregunté
¿cuánto era el monto de su pensión?, el cual no pasaba de 11000 colones, ninguno. Los
convencí para ir a trabajar por contrato, el Ministerio nos volvió a nombrar, al señor Badilla
y a mí, en la escuela la Gran Samaria en la Aurora de Heredia, en un precario. No había
edificio, ni servicios básicos, el agua había que traerla de la Aurora y la construcción de
los ranchos estaba iniciándose. Luché y conseguí unos pupitres en la escuela Pilar
Jiménez y otros en la Escuela Ricardo Jiménez, era para arreglarlos y resolví en parte esa
necesidad. En diciembre de 1987 terminé con el contrato.
Al año siguiente, en el mes de marzo, renuncié a la pensión y me nombraron en
la escuela La Guaria en Puerto Viejo de Sarapiquí, con dos primeros grados. El señor
supervisor me asignó una escuela nocturna en Puerto Viejo, terminó el año y me pensioné
para siempre.
Reflexiones
Realmente en la actualidad, la Educación necesita de mucha comunicación por
parte de padres, hijos y maestros, ya que los grupos son demasiado grandes y perjudican
el aprendizaje individual.
En la zona rural encontramos, por ejemplo, que además de estudiar los niños se
dedican a sembrar y producir, lo que les ayuda a dar mejores resultados.
La Educación Rural ha dado importantes aportes, sea diurna, vespertina o
nocturna. Ha servido como un puente para el mejoramiento y progreso personal y
comunal. Encontramos hoy en muchos lugares empresas guiadas por mujeres y familias
que se benefician entre ellas.
Si volviera a nacer, sería educadora nuevamente, ¡SOY FELIZ!
Anexos
Anexo 1
Anexo 2
San Rafael de Cañas, de Buenos Aires.
Anexo 3
Escuela “Cacao” de Buenos Aires.
Anexo 4
María de los Ángeles Vindas González
Datos Biográficos
Nací en Heredia, el 7 de diciembre de 1945.
Me crié en San pablo de Heredia, este ha sido mi pueblo; tengo once hermanos
hay dos fallecidos, eran cuatro hombre y ocho mujeres. Yo soy la tercera de la familia.
Crecí con mi padre y mi madre, además de mis hermanos; tuve una infancia muy
bonita, San Pablo era un lugar muy conservador, muy familiar, no había casi automóviles,
era bastante rural en ese entonces.
Mis estudios primarios los realicé en la Escuela de San Pablo, era grande pues
contaba con bastante matricula. Me gradué en una sección de 25 alumnos.
Vivía como a ochocientos metros de la escuela, por tal motivo caminaba todos los
días, mi tía me decía en algunas ocasiones, ¡tome llévele esto a su mamá! y como a cien
metros otra tía me decía, ¡tome lleve esto otro!, me daban muchas frutas y alimento, para
mi familia. Era un barrio familiar.
Cuando jugaba con mis hermanos, teníamos un lugar preferido, ese lugar era la
plaza, bastante extensa y con un ambiente agradable; además éramos muy religiosos,
vivíamos mucho la Semana Santa, teníamos mucho respeto y devoción, nunca me perdía
las procesiones y recuerdo que, ¡eran aquellas asoleadas!, que quedaba roja de llevar sol,
pero las viví con mucha devoción.
En mi familia, mi padre trabajaba en lo propio, tenía cafetales en San Pablo, yo
cogía café, me ganaba mi platilla, me gustaba ir porque era muy tranquilo, me encantaba
comer el almuerzo en el cafetal, ¡uy! era tan rico. Recuerdo, que gran parte de donde está
ubicado el Residencial Marino y la escuela de Topografía de la Universidad Nacional, era
de mi padre.
Entre algunos de los recuerdos menos gratos de mi infancia, tengo presente lo que
mi madre contaba con respecto a su profesión de secretaria. Estudió en el Colegio de
Señoritas en San José, trabajó en oficinas en San José y para ir a trabajar tenía que vivir
donde un tío. Como mi padre era machista, desde que se casó no volvió a trabajar, se
convirtió en ama de casa, y tuvo que abandonar su profesión, fue duro, pero luego se
entregó a sus hijos.
Nosotros vivíamos en la Meseta, por la Calle de la Uriche, actualmente es la recta
que viene de la Universidad Nacional.
Estudié en el Liceo de Heredia, y la verdad, me hice maestra porque era la
profesión que había en ese momento, y la situación económica en mi familia no era fácil
para estudiar Psicología o Trabajo Social, que eran las profesiones que me llamaban la
atención. Además, tenía cerca la Escuela Normal, ahí fue donde me formé como maestra.
En la Escuela Normal, recibí una formación que no cambio por la de ahora, he visto, que
actualmente no tienen metodología, ya que no son concientes que la motivación, es
fundamental para el aprendizaje, a nosotros nos enseñaron a querer a los niños, que ellos
tienen diferencias individuales, y a ser considerada como a una segunda mamá,
realmente uno llega a querer mucho a sus estudiantes. Yo todavía tengo contacto con
antiguos estudiantes y compartimos, me visitan y hasta me llevan a pasear,
demostrándome que tienen agradecimiento por mi labor.
Mis primeros cinco años como maestra los trabajé en Villa Neilly, no había calle,
lo que había eran un trillo.
Tengo 37 años de ser maestra, y laboré 24 años, me vine porque siempre fui muy
apegada a mi familia. Era muy lindo trabajar ahí, no cambio lo rural por lo urbano. Me
sentía orgullosa de que mis alumnos entendieran la materia, me devolvía cuando alguno
no entendía y hasta que todos entendieran, daba por visto la temática. Yo como maestra,
me di cuenta de que los alumnos más brillantes no han llegado muy lejos, pero los más
rabiletillos sí han llegado a ser grandes profesionales.
En esos tiempos, vivía con una familia de la comunidad que me alquilaba un
cuarto y al pasar de los años nos reuníamos entre varias maestras y alquilábamos casas
aparte. Recuerdo, que la gran mayoría de maestros que trabajaban en Villa Neilly,
provenían de Heredia, entonces, nosotras convivamos con ellos (as). Cuando trabajé, en
Villa Neilly, me tocaba ir a la casa de los padres, las llamaba visitas a los hogares, y se
realizaban con el fin de conocer el ambiente familiar en el que se devolvían los niños,
dando como resultado una entrega desinteresada a los estudiantes.
Para poder viajar a Villa Neilly desde Heredia, se tomaba el bus a las siete de la
mañana en San José y llegaba allá a las diez de la noche, estos viajes solo se hacían una
vez finalizadas las vacaciones, en algunas ocasiones el bus se quedaba varado, y había
que estar preparada, cargando el suéter para soportar aquel frío, que hacía en el Cerro de
la Muerte, es grato cuando estos recuerdos llegan a mi mente.
Cuando trabajaba en este pueblo, los niños venían de hogares con mucho
problema social, pero eran muy humildes, muy obedientes, estudiosos, aplicados; eso
producía el que uno los quisiera mucho. Además, se notaba que las familias tenían
muchos problemas económicos y aún así ellos mostraban compromiso con la Educación
de sus hijos, lo cual era admirable.
Evoco que en la comunidad, se respetaba mucho la figura del maestro, la del
Director Regional, el Director Institucional, el Sacerdote y el Médico eran los más
distinguidos de la comunidad, porque se les consideraba personas importantes para el
desarrollo de la misma, pero en algunas ocasiones, al docente de zona rural, le
corresponde ser Médico, Sacerdote, Consejero, Enfermera, de todo, porque la necesidad
de la comunidad es abundante.
Los niños siempre estuvieron muy atentos a asimilar los conocimientos impartidos
por el maestro, las asignaturas que existían eran las básicas, no había clases especiales;
Educación Física, ni Música, las órdenes dadas por el maestro siempre eran acatadas por
el alumno, lo que generaba una gran armonía entre maestro y alumno.
Tuve que vivir los constantes cambio de gobierno, cada uno con sus diferentes
sistemas de calificación. En la escuela se trabajaba con mucha limitación, casi ni había
cuadernos para los estudiantes, eran pabellones de aulas y no había salón de actos.
Para la construcción de la cancha de deportes de la escuela, tuvimos que pedir
ayuda a la Compañía Bananera, para que nos regalara materiales de construcción,
además de realizar otras actividades como bingos, turnos, ferias, bailes entre otros, pero
al fin y al cabo se logró tener la cancha.
Recuerdo, que algunos docentes comentaban y se veía, que los maestros de las
zonas bananeras si tenían muchas comodidades, tenían casa individual, alimentación,
diversión, y lugares de recreación, ya que estaban patrocinados por la Compañía, pero
eso no era lo realmente importante, si no la labor que se realizara, siempre en beneficio
de los niños.
En Ciudad Neilly, impartí clases en la Escuela Nocturna, por algún tiempo, recibí
personas mayores que querían aprender a leer y a escribir, a sumar y a restar. Por lo
tanto, trabajé con diversas poblaciones de diferentes edades.
En mi tiempo de trabajo no logré escuchar un vocabulario inapropiado en los
alumnos, ellos tenían muy buena formación en valores personales y cívicos.
Durante mi estadía en este lugar conocí un personaje muy importante, que fue
Don Ricardo Neilly, de origen Libanés, él fue el fundador del pueblo, el cual lleva su
apellido, en agradecimiento a que realizó labores sociales como por ejemplo: donó
terrenos, para la construcción de algunas instituciones. Era el dueño de una planta que
proporcionaba la luz eléctrica del pueblo. Su lugar de refugio era una inmensa casa
antigua ubicada en el centro de un potrero, donde vivía con mucha comodidad, fue
realmente interesante conocer a este señor y a su labor social.
Recuerdo, que las relaciones que tenían la escuela y la comunidad eran muy
buenas, sí había mucha pobreza, pero se trabajaba muy bien, los padres eran muy
solidarios y realmente comprometidos e interesados por la formación de sus hijos.
Tengo memorias de esa escuela; alumnas que viajaban hasta cinco kilómetros
por la Interamericana. Nunca se me olvida Mercedes, que siempre llegaba tarde; una vez
ella me invitó a su casa, pude comprobar que tenía que recorrer muchos kilómetros por
caminos y potreros en mal estado, el día que la acompañé, hasta se me rompieron los
zapatos, ahí comprendí el motivo por el cual llegaba tarde a la escuela. Su casa era un
rancho de paja, siempre recuerdo que la madre no sabía qué hacer cuando llegué,
entonces la niña corrió hacía un riachuelo y buscó unos cangrejos bajo unas piedras,
volvió a la casa y los asó en una cazuela, pero yo no sabía cómo comerme eso. Ella sí se
lo comió con muchas ganas. Comprobando así que esta familia vivía en pobreza extrema,
siendo una remembranza inolvidable para mí.
El primer sueldo fue de 302 colones, con él pagaba la casa, la comida y demás
gastos, me alcanzaba apenas para comprar la ropa a pagos, esta no era muy lujosa.
Recuerdo que nos quedaba fácil ir a la Frontera a comprar latas de frutas, ropa, u
otras cosas, porque el dólar estaba a 6.67 colones.
Entre los problemas importantes que presentaba la comunidad, están: los caminos
en mal estado, el clima insalubre, el agua no era potable, no había clínica ni hospital y
solo existía un médico, la forma de comunicarme con mi familia era la carta o el telegrama
y luego, con el desarrollo se asfaltaron las carreteras, se construyeron edificios, se
implantó la luz eléctrica y se potabilizó el agua.
Las distracciones y recreaciones, eran los partidos de fútbol, o los bailes de la
escuela y las reuniones de circuito que se efectuaban cada mes, donde nos
encontrábamos personas conocidas e intercambiábamos ideas, metodologías y demás.
De mis alumnos inolvidables: Miguel Ángel, Yolanda, Mercedes y el terrible Jorge
Mena Mora, tenía un nombre muy inolvidable.
Recuerdo, que una vez finalizada una clase se me acercó un niño gordito de lo
más lindo, que me dijo ¡niña déme el bendito! yo no entendía a que se refería, hasta que
una colega me explicó que lo que quería era que le diera la bendición. Tampoco olvido a
una estudiante de diez años que quedó embarazada del padrastro, fue impactante para
mí, y en ese tiempo no se impartía Educación Sexual para los niños, además de que las
demandas podrían no tener efecto.
Para mí, fue una de las mejores etapas de mi vida, años inolvidables de trabajar
en zonas rurales, no los cambio, me dejaron un recuerdo de un trabajo muy lleno de paz,
tranquilidad y mucha satisfacción de la formación que impartí.
Actualmente en las reuniones de pensionados he encontrado a muchos colegas,
que trabajaron en ese tiempo en la zona.
Aprendí a querer mucho a los niños y ser independiente, además a actuar con
responsabilidad. El hecho de ir a un lugar que no conocía, hace que uno valore su hogar
y su familia.
Una Escuela Rural, es un lugar donde se trabaja con muchas necesidades, pero
se trabaja con empeño en pro de los niños, haciendo sacrificios para el bien de estos. Era
una escuela grande, se ubicaba en el centro de Villa Neilly, su nombre es Escuela
Echandi Montero, el ambiente en que se desarrolla la escuela era muy bonito y silencioso,
se planeaba por secciones, el director siempre estaba atento y pendiente de todo.
En la reuniones de circuito se refrescaban conocimientos y se daban exposiciones
de maestras que innovaban y uno ponía en práctica todo los que se exponía. Eran como
talleres para los docentes. Había mucha solidaridad entre las compañeras, que iniciaban y
se fortalecían en esas reuniones de circuito.
Yo reflexiono y seria bonito volver a esos tiempos, a tener esa bonita imagen de
maestro, al respeto, entrega por parte del maestro, a dar amor y cariño.
Para mí la Educación Rural, es un proceso en el que se trabaja mejor, en cuanto al
ambiente, al respeto y a la formación impartida, ya que se trabaja con más libertad y
confianza.
La Educación Rural, tiene sus pros y sus contras, pero creo que puede aportar
personas de mucho valor al país, ya que en las zonas urbanas hay mucho problema
social, y en parte se debe a esa carencia de valores individuales y colectivos.
Mario Zamora Miranda
Datos Biográficos
Soy Mario Zamora, hijo de padres sencillos; pero honrados, trabajadores y
luchadores.
Nací el 28 de noviembre de 1939, hace 68 años y unos meses, en Concepción de
San Rafael de Heredia, cuando comenzaba la Segunda Guerra Mundial y era Presidente
de Costa Rica el educador y abogado León Cortés Castro, quien realizó una excelente
labor en infraestructura (edificios públicos, escuelas, puentes, carreteras, etc.).
Mi infancia la viví con dos hermanos mayores y tres menores en las comunidades
de San Rafael de Heredia, El Palmar y Los Ángeles de este cantón.
En esos lugares jugaba canicas, trompos, paleta, vaqueros y me bañaba en
algunas pozas del río Bermúdez.
Asistí a la Escuela Pbro. Pedro María Badilla (primer y segundo grado), Escuela de
Los Ángeles (tercero y cuarto grado) y escuela Concepción (quinto y sexto grado) donde
me gradué en 1952.
En 1957 obtuve el Bachillerato en Ciencias y Letras en el Liceo Nocturno Alfredo
González Flores. En 1959 me gradué como profesor de Enseñanza Primaria en la
Escuela Normal de Costa Rica. En 1976 obtuve el Bachillerato en Educación de Adultos;
en 1977 logré el Bachillerato en Administración Educativa y en 1979 la Licenciatura en
Administración Educativa (estos tres últimos títulos en la Universidad Nacional).
Me hice maestro porque desde niño tenía vocación para ello; era la profesión que
me gustaba; por el corto tiempo de estudios superiores (2 años) y por el estímulo que
recibí de mis padres y maestros.
Me formé para ser maestro estudiando primero la Enseñanza Primaria (6 años), la
Secundaria (5 años) y la Enseñanza Superior o Escuela Normal de Heredia (2 años).
Total 13 años de estudio. Me gradué con mucho esfuerzo y sacrificio
de mi parte y de
mis padres, trabajaba durante las vacaciones en los cafetales para financiar mis estudios
(pasajes, compra de uniformes, libros, material didáctico, etc.)
Trabajé como maestro rural en la escuela del distrito de Roxana de Pococí
(Guápiles) de 1960 a 1963. En 1960 Roxana era un caserío. Esa escuela está ubicada
aproximadamente a 15 Km. al noreste de esa ciudad. Para ir a Roxana se viajaba en tren
que tardaba 6 horas saliendo de la estación del ferrocarril del Atlántico en San José y me
dejaba en Guápiles. Ahí tomaba una cazadora (bus de madera) que viajaba por una
carretera lastreada, cerca de 40 minutos, hasta llegar a la escuela que era un rancho de
palma. En esa época la empresa Northem en convenio con el Ministerio de Educación nos
daba gratis el tiquete de ida al inicio del año lectivo.
En marzo de 1960 inicié como maestro; la escuela no tenía electricidad, agua,
teléfono ni servicios de salud. Yo ganaba ¢450,00 por mes, tenía 3 maestros. Solo se
impartían lecciones de primero a cuarto grado. Yo daba segundo y tercero.
Personajes interesantes que conocí:
A un señor de raza negra que me recibió y alquiló un humilde cuarto para dormir,
ubicado en un segundo piso, sin electricidad y poca ventilación.
Al señor Juan Montoya que me vendía la alimentación y a su esposa que me
lavaba la ropa.
Al señor Joaquín Arce, Presidente de la Junta de Educación, al señor Juan Vega,
Agente de Policía.
Al señor Rodrigo Fernández, Presidente de la Junta Progresista (hoy Asociación
de Desarrollo).
Al señor León Weinstock, Presidente Municipal de Pococí.
A los señores Antonio Torres, Antonio Paniagua, Rosario Cascante (colaboradores
de la escuela).
Las relaciones escuela-comunidad, fueron excelentes y gracias a estas, el
cementerio, que era un montazal, se convirtió en algo lindo (se limpió, se le puso una
cerca hecha de rieles y se pintaron de rojo). Se hacían reuniones de padres de familia, se
les ofrecía charlas y por las tardes y noches se les enseñaba a leer, a escribir y a ampliar
sus conocimientos académicos. También se construyó la Casa del Maestro, un puente
peatonal, un jardín, un campo de juegos, la instalación de una red telefónica que
comunicaba cuatro comunidades (Roxana, La Rita, San Rafael y Guápiles). Debido a
esas relaciones se obtuvo mucho progreso.
Fui monaguillo y tuve que aprender latín para ayudar en la misa que se celebraba
un sábado cada mes.
En 1960 había muchos problemas: La escuela era un rancho (como lo mencioné)
con piso de tierra, sin pupitres (eran bancas y mesas largas).
No había electricidad, cañería, teléfono, ni servicios de salud.
No existía la Casa del Maestro (por eso primero dormí en un cuarto, luego en la
Agencia de Policía y después en una aula).
Había mucho ausentismo de algunos alumnos.
El terreno de la escuela era un montazal al que daba miedo entrar por las
serpientes.
Faltaba un puente peatonal a 200 m de la escuela para proteger a los alumnos de
las "cabezas de agua".
No se contaba con conserje.
Existían las amenazas del paludismo o malaria.
Entre algunas soluciones que pude recontar se encuentran: La escuela fue
construida a mitad del año 1960 por el gobierno del Lic. Mario Echandi Jiménez y con la
ayuda del señor Hernán Víquez, quien eran el Gobernador de Limón. Contaba con tres
aulas y una pequeña dirección (que por la noche me servía de dormitorio y durante el día
como aula para impartir lecciones). El edificio se construyó con blocks, madera y piso de
mosaico.
En 1961 se impartió el 5° grado y en 1962 se creó el 6° grado y se realizó la
primera graduación.
Me alumbraba con candelas y bebía agua de pozo. Como no había baño, me
bañaba en el río Roxana a las 5:30 de la mañana, ubicado a 300 m. de la escuela. Solo
había un pozo para sacar agua con un balde. Luego se le puso tapa y una bomba manual
para extraer el agua para consumo y aseo de la escuela. El inodoro para los alumnos y
maestros era un hueco o letrina cubierto con tablas a sus lados y un pequeño techo de
zinc. Cuando se construyó la Casa del Maestro se instalaron cuatro estañones
intercomunicados colocados sobre una tarima para disfrutar de más agua. Era una
pequeña cañería interna.
La instalación de teléfonos se resolvió haciendo un trabajo comunal: se instalaron
postes de riel y cables para formar una red que comunicaba a cuatro pueblos como lo
indiqué.
La Casa del Maestro se construyó a mediados de 1960 con mano de obra de
padres de familia que trabajaban los domingos, materiales aportados por la Municipalidad
de Pococí y por la Junta de Educación, resolviéndose así un gran problema a los
maestros que llegaban cada año. Esa casa tenía tres dormitorios, cocina, corredor, y
contaba con agua de pozo en una instalación de cuatro estañones. Yo dormía en una
tijereta de lona con un toldo para protegerme de los zancudos.
El ausentismo se resolvía convocando o llamando a los padres de familia de esos
estudiantes, con recados a los hogares y enviando al policía a traer los alumnos a la
escuela.
El terreno de la escuela que medía una hectárea y estaba abandonado, se
convirtió en huerta, jardín, zona verde, un frutal y cancha para juegos de los niños
mediante la colaboración de estos y de sus padres quienes chapeaban los sábados y los
domingos.
Sobre el río Roxana se construyó un puente peatonal hecho de cemento,
arena, piedra y rieles para evitar que los alumnos se mojaran sus zapatos y que los
arrastraran las "cabezas de agua". Para esto se contó con la ayuda de los padres de
familia en mano de obra y materiales
En 1961 el Ministerio de Educación Pública nombró un conserje por gestión de la
Dirección de la escuela.
El Ministerio de Salud rociaba D.D.T. (dicloro, difenil, tricloroetano) cada seis
meses en la escuela y las casas para luchar contra la malaria que producía el mosquito
anofeles.
Entre mis alumnos inolvidables recuerdo a Eladio Arce, Alberto Piedra, Bernarda
Paniagua, Zaida Torres, Alejandrina Fernández, Susana Martínez, distinguidos por su
inteligencia y su buena conducta. Algunos se hicieron profesionales.
Otros que viajaban a caballo o a pie 10 Km. cada día para llegar a la escuela.
Hubo un alumno que algunas veces dormía en la Casa del Maestro porque el río
Santa Clara no lo dejaba pasar, pero obtuvo éxitos porque se hizo profesional. Como
anécdota recuerdo a un alumno de nombre Antonio a quien tuve que llevar sobre mi
espalda 2 Km. de la escuela hasta su casa, porque se le metió un vidrio en un talón y no
podía caminar.
Muchos alumnos lograron graduarse de sexto grado como un premio a su
esfuerzo, sacrificio y perseverancia.
Como frustración puedo mencionar la repetición de grado por el ausentismo de
algunos alumnos y por la irresponsabilidad de padres de familia que no valoraban la
Educación.
Por otra parte conservo recuerdos perdurables de la Escuela Rural; como: La falta
de infraestructura que encontré. Esto fue un reto; en vez de afligirme o lamentarme logré
la solución de ese problema gracias al entusiasmo que le puse, a la motivación que
inculqué en los padres de familia y a la ayuda que obtuve de ellos, de la Junta de
Educación y de la Municipalidad de Pococí.
Otro recuerdo perdurable que tengo es el interés que mostraron los adultos por
aprender y recibir lecciones por la noche alumbrados con una lámpara de gas y metidos
en un rancho como aula.
Algunos aprendizajes importantes obtenidos en mi trabajo de maestro fueron,
entro otros, el entusiasmo y sacrificio de los alumnos que recorrían grandes distancias
para aprender.
La cortesía y el respeto que brindaban al maestro los vecinos y padres de familia.
La colaboración desinteresada de ellos para hacer progresar tanto a la escuela
como a la comunidad.
El liderazgo que tenía uno como educador.
La vocación, el sacrificio y el carisma que debe poseer un maestro para trabajar en
una Escuela Rural y hacer una excelente labor en pro de alumnos y comunidad.
La Escuela Rural es, en cuanto a infraestructura tiene muchas limitaciones: sin
pupitres, un rancho de paja con piso de tierra, sin cañería, electricidad, ni teléfono. Sin
contar con servicios de salud, ni tener un conserje para el aseo de la planta física.
En cuanto a vida interna, había mucha unión entre el personal docente (éramos
solo tres maestros) y cada uno impartía una Educaciónpersonalizada a los estudiantes.
Referente a la dinámica pedagógica, se contaba con mucha libertad respecto a la
aplicación de métodos de enseñanza. Yo atendía las diferencias individuales: enseñaba
todas las materias básicas (Español, Matemáticas, Estudios Sociales y Ciencias),
además les daba lecciones de Religión, Música, Agricultura y Educación Física. Es decir
se impartía una Educación Integral.
La Educación en general hay que mejorarla insistiendo en la correcta aplicación de
las adecuaciones curriculares en forma permanente y establecerse los conocimientos
mínimos para pasar de un grado a otro.
Es necesario adaptar la Educación a la época actual, pero no debe "manosearse"
tanto el contenido ni el plan de estudios con tanta frecuencia cuando se le ocurra a algún
jerarca del Ministerio de Educación, según el gobierno de turno.
Para mejorar la Educación es necesaria más responsabilidad de padres de familia
y alumnos y más vocación y mejoramiento profesional de muchos educadores en
metodología, dominio de contenidos, etc.
La Educación Rural es la que se imparte en zonas alejadas de las ciudades. Es la
que tiene más deficiencias en infraestructura, vías de comunicación y en medios de
transporte. También en materiales didácticos. Pero cuando se cuenta con excelentes
educadores esas deficiencias se minimizan y la Educación Rural es tan buena o mejor
como la que se imparte en las ciudades.
Entre algunos aportes de la Educación Rural a la Educación Costarricense, cito, el
uso racional de recursos naturales, la formación de líderes comunales que luchan por el
progreso del país, la integración de microempresas para generar empleo, la disminución
del analfabetismo a nivel Nacional.
ASDRÚBAL CARAVACA BRICEÑO
Dirección: Liberia, Guanacaste
Datos Biográficos
Nací el 08 de mayo de 1936 en una finca que dista de la Ciudad de Nicoya unos 8
kilómetros al noreste de la misma. Soy el tercer hijo de los ocho hermanos que
procrearon mis padres. Mi infancia fue simple, entre juegos, trabajo y estudio. Feliz en
medio de una naturaleza que brindaba oportunidad para producir el sustento necesario y
no carecer de lo esencial para ese medio de vida y en esa época.
Cursé la Educación Primaria en la Escuela “Leonidas Briceño” del centro de la
ciudad de Nicoya. Tuve que recorrer esa distancia de ocho kilómetros día a día. Sufrí las
penurias del camino, muy largo para mi corta edad, con fuertes calores, mucho barro en
los duros inviernos de la época, tierra muy caliente en los veranos, para un niño que
caminaba descalzo; a pesar de esto y otros problemas que se tenían que enfrentar tengo
muy gratos recuerdos de los viajes, de la escuela y de una niña Noemí, mi maestra de
primero a quinto grado.
Entre 1950 y 1955 estudié en el Instituto de Guanacaste y obtuve el Bachillerato
en Ciencias y Letras. En 1956 me gradué de Maestro de Educación Primaria, con
especialidad Rural. Se nos otorgaba este título con año de estudios pedagógicos
después del Bachillerato; pero desde el quinto año se nos incluían algunas asignaturas
del Currículo de la Escuela Normal.
Considero que la Escuela Normal de Guanacaste, preparaba a sus estudiantes
para lo que estaba previsto: la Educación del Maestro de las Zonas Rurales de Costa
Rica. Tengo buenos recuerdos del énfasis que se hacía, pensando en la función que
desempeñaríamos en los pequeños lugares donde haríamos nuestra labor. Se nos
enseñaba las técnicas del cultivo de la tierra. Cómo ensillar un caballo. Enyugar bueyes
y la preparación de la carreta. Poner los arneses a los caballos para que tiraran el arado.
Cómo equipar un botiquín de emergencia. En el taller, cómo usar el martillo, el serrucho,
el cepillo, la escofina y otros.
Agregado a esto se insistía en la mística que debíamos cumplir a la hora de ir a
laborar, ya frente al grupo de niños, los padres de familia y de la comunidad en sí. Que
deberíamos ser líderes y agresivos agentes de cambio en cada pueblo. Comprobé la
gran exigencia en el planeamiento del trabajo en clase y valorar los recursos de la
comunidad como material escolar.
Nos inculcaron gran respeto al niño y su
individualidad. Tuvimos excelentes profesores que recuerdo y admiro todavía hoy.
Desde mi perspectiva de hoy, considero que me hice maestro por vocación.
Incluso, como bachiller se me ofreció trabajo en un banco de la ciudad de Nicoya, un
puesto muy codiciado en esa época. El gusanillo de la docencia me hizo continuar hacía
ese horizonte y hoy no me arrepiento de la experiencia que me brindó los veinticinco años
de labor educativa. Aunado a unos trece años que laboré como docente posterior a la
pensión.
No sé cómo valorar la razón que me indujo a aceptar que podía llegar a ser un
educador; pero pienso en mis raíces: en el campo. Mi madre fue educadora. Tuve una
linda maestra en Educación Primaria. Disfruté de magníficos profesores en la secundaria.
Y lo fortuito, la Escuela Normal era la única institución que daba un título profesional en la
región y no tenía recursos para ir a estudiar a San José.
Para hacerme educador pasé por experiencias personales fuertes. Como inicio,
desde los trece años (un niño de campo) para hacer los estudios secundarios debí dejar
el hogar de su familia para viajar en avión de Nicoya a Liberia. Vivir en un hogar de
personas desconocidas. En una ciudad muy distinta geográficamente a la natal. El
cambio de Primaria a Secundaria. Todo un motivo para traumarse.
Ya propiamente en la Normal había que cumplir con una cantidad de requisitos
muy exigentes para un joven: planear sus lecciones de tal manera, construya el material
de esta forma. Preséntese puntual ante la maestra donde va a practicar, lo mismo a la
escuela; debe hablar tomando en cuenta que son los niños quienes escuchan. Darse a
respetar; pero manteniendo la amabilidad y el buen trato. Su presentación personal debe
ser intachable. Nos revisaban desde los zapatos hasta el peinado. Era difícil; pero lo
aceptábamos con alegría. Todo esto estaba a cargo de la profesora de Metodología y
Práctica Escolar.
Hoy puedo decir que nuestros profesores sin nombrar y sin recitar “citas” de
pedagogos, científicos, filósofos, etc. Y sin grande elocuencia, sino con gran sencillez, nos
fueron encausando el pensamiento de esos grandes hombres que desde otras partes del
mundo y en Costa Rica, guiaron la formación y la creación de las técnicas y métodos de
enseñanza.
Mi experiencia en la zona rural la enmarco en dos pequeñas comunidades de
Nicoya: Moracia y Corralillo de ese Cantón. En ambas escuelas laboré como maestro con
un grado a cargo a partir del año 1957.
Moracia: Escuela de tres maestros. Se atendía los seis grados. Planta física de
dos aulas. Edificio muy viejo. Alumnos: muy educados, atentos, respetuosos, descalzos,
aseados con su uniforme. Pobreza en general. La asistencia que recibían era una vez al
año y no a todos se les daba un cuaderno y un lápiz. De alimento dos o tres veces a la
semana, un trozo de queso amarillo que venía en latas de un galón, ellos llevaban la
tortilla y un vaso de leche; recibida por donación de “Alianza para el Progreso”, un
programa del Gobierno de los Estados Unidos. El porcentaje de promoción era muy
satisfactorio.
El primer día que me iba a ser cargo de la Escuela; un domingo por la tarde, ya
montado en el caballo y con una valija por delante, sentí mucho temor a la
responsabilidad que me asignaban y dudé algún momento si me regresaba; pero seguí.
Tengo muy gratos recuerdos de esta comunidad. Hice muy buenas amistades. Jugué
fútbol. Aconsejé a vecinos en campos variados. Organizábamos bailes para recaudar
fondos para la escuela. Con la Junta de Educación se compró madera para hacer una
nueva planta física. Dos años después se construyó la escuela. Salía cada fin de
semana, me encargaban comprarles las cosas personales o del hogar a algunas familias.
Por las tardes se hacía tertulia con algunos vecinos: en una casa o en una cantina, en la
otra cantina-pulpería que estaba cerca de la escuela. Con mis alumnos sembré maíz y
tuve una buena cosecha. Una vez tuve una experiencia de mal agricultor, invité a mis
alumnos a que hiciéramos un plan de reforestación en una quebrada que pasaba por
detrás de la escuela. Los niños llevaron muchas semillas de frutales y maderables,
calculo que unas quinientas. Limpiamos de maleza una buena área del terreno, con pico
y pala removimos la tierra. Todo con esmerada técnica bajo mi supervisión. Tendríamos
un excelente vivero. Resultado: no nació ninguna semilla. Consulté al señor de la casa
donde vivía la razón. Él me aclaró que había enterrado las semillas muy hondo de la
tierra y no pudieron germinar.
En esta comunidad había personas que se acercaban al maestro con interés de
saber algo nuevo del mundo, no solo de las cosas corrientes. Eran personas muy
respetuosas, confieso que desde mi juventud e inexperiencia me sentía poco cómodo con
ese trato. Me parecía que me acuñaban más años que los que en realidad tenía.
Para leer el periódico iba a la cantina, pues era el único lugar donde llegaba. Un
poco atrasado, pues lo llevaba el correo una vez por semana.
En alguna oportunidad, al compartir con algunos vecinos, comenté que el hombre
llegaría a la Luna. Años después visité, con mi esposa, esa comunidad y un vecino le dijo
a ella que yo, su marido, era un sabio. Les había pronosticado que el hombre llegaría a la
luna.
Esta comunidad tenía la condición de que no había personalidades destacadas, ni
por sus posibilidades económicas, ni por conocimientos académicos. Eso la hacía un
pueblo muy tranquilo. Cada familia medianamente se sustentaba con sus pequeñas
propiedades donde había una agricultura y ganadería para vivir. Sumándole a eso
gallinas y cerdos criados en sus casas.
Reconozco que solo en esta población vi dos cosas poco comunes. Para
cosechar los frijoles y para techar con palma, algunas casas, no se les pagaba a los
peones. Estos trabajos se hacían “hombro por hombro”. El frijolar lo sembraban un día
varios hombres en el terreno de uno de ellos. Los siguientes días iban donde el otro
vecino, hasta concluir con tanto frijolares como vecinos querían sembrar este producto.
Para el techado de palma, se reunía un grupo de vecinos, hacían el trabajo, y el pago era
el almuerzo de ese día y la gran alegría de que este amigo tenía casa nueva.
Se puede destacar la sólida relación que había entre la comunidad a la hora de
ayudar a la escuela. Reuniones de padres de familia, siempre atentos al llamado. Ayuda
para organizar actividades para recoger fondos, muy solícitos, con ayudas materiales o
con mano de obra.
Si presentamos una comunidad en los años 1957 y 1958, con un vecindario como
lo describí anteriormente, no había en ese momento sino la única inquietud de tener una
nueva planta física para la escuela. Con la Junta de Educación, la escuela y el Patronato
Escolar, se hicieron actividades encaminadas a este fin. A nadie le inquietaba y al
maestro tampoco, arreglar el camino para llegar a Nicoya, aunque en invierno ni el caballo
ni la carreta pasaba fácilmente. No preocupaba el puente del río. No inquietaba tener
una buena cancha de deportes. La pobreza del vecino no era asunto de interés
comunitario, ni de Gobierno Municipal o el Gobierno Central. En cuestión de salud, cada
cual se las agenciaba por su cuenta, no había Seguro Social en estas comunidades.
Destacable en esta época la provisión de todos los artículos necesarios para
abastecer las pulperías y cantinas, llegaba vía Puerto Humo un pequeño embarcadero
que había en el Río Tempisque, en un pueblito del mismo nombre que se comunicaba
con Puntarenas por medio de una lancha. La mercadería llegaba en carreta a Moracia.
No sé cuantos errores metodológicos cometí en mi labor inicial. Tampoco podría
precisar el método específico con que impartía mis lecciones; pero tengo la seguridad de
que las promociones, y sin regalías, fueron muy buenas. También aseguro que mis
alumnos me siguieron aceptando, tanto es así, que cuando me trasladé a trabajar a la
Escuela de Corralillo, que está cerca de Moracia, tuve la colaboración artística de un
grupo de egresados que invité a participar.
La capacitación del educador era muy buena. Pero hoy recuerdo con absoluta
realidad que tuve que recurrir a una vecindad, donde una maestra-amiga que se había
graduado antes que yo, a pedirle que me indicara como llenar el Registro de Clase.
¿Dónde fallé? No sabía que había que ordenarse alfabéticamente separados por sexo.
Como labor extracurricular destaco a tres compañeros de sendas escuelas de esa
zona; trabajamos varios años y logramos crear una cooperativa entre los educadores del
cantón. Llegó a tener miles de socios hasta fuera de Guanacaste, en los últimos años.
Por problemas administrativos tuvo que fusionarse con otra.
Algo anecdótico como educador es que tuve un alumno que le di lecciones en
sexto grado de Primaria. Algunos años después al trabajar en el Liceo de Nicoya también
lo tuve como alumno en mi curso de Español. Algún tiempo después fue alumno mío en
la Escuela Normal de Guanacaste.
Como educador de la zona rural tengo plena seguridad de que esta labor sirve
grandemente a los educadores para madurar sobre lo que es la Educación, cómo
enfrentar los problemas de las pequeñas comunidades. También le da al educador la
madurez, seguridad y confianza de cómo llevar adelante la Educaciónen cualquier parte
del país.
El educador de la zona rural y la Educación Rural de mi época la puedo
dimensionar, comparativamente, con la actual Educación Rural. Mi experiencia rural data
de hace cincuenta años. Para comentar y comparar: sumábamos y restábamos con
piedras, semillas del Árbol de Guanacaste o de jaboncillo. Para reproducir un texto, un
examen, etc., era con papel carbón. Nadie conocía el polígrafo, ni manual, menos
eléctrico. Fotocopiadora jamás. ¿Internet?
Estas carencias eran superadas con el fuerte vínculo que tenía el educador con la
misión de formar ese grupo de niños. Este educador radicaba todo el tiempo en la
comunidad, por tanto podía ser verdadero educador-promotor. A esto se le suma que los
alumnos tenían gran respeto al maestro. Mucho interés en su formación personal. Casi
ninguno de mis alumnos de esa latitud se interesaba, en esa época, por pasar a un nivel
de secundaria. Por tanto, lo interesante era que aprendiera lo justo para graduarse de
sexto grado y de aquí iban al campo laboral: Peones y Amas de Casa.
Dentro de esta misma tónica también sumamos a los padres de familia, quienes
tenían también gran preocupación por la superación de sus hijos, y el respaldo que daban
al maestro, en cualquier disposición que él determinara en relación con la formación de
los niños.
Si juzgamos la Educación Rural actual y la general, tengo la creencia que es
necesario impulsar mayor mística al educador. Los planes y programas que ofrecen los
centros formadores de docentes es difícil decir si son idóneos o no. Considero que esto
es muy importante; pero porque con este mismo currículum tenemos destacados
formadores en los centros educativos en la actualidad.
La Educación Rural de hoy, la analizó, con poco elemento de juicio real,
desvinculado directamente, con la Educaciónen sí, pues tengo 26 años de pensionado.
Emito criterio de la siguiente forma: Por un lado la ruralidad de hoy es relativa, por lo
menos en Guanacaste, porque la mayoría de estos pueblos tienen luz eléctrica, televisión,
cocina eléctrica, quizá hasta teléfono y tienen computadoras, en la escuela y en algunos
hogares. Las vías de acceso permiten que los niños conozcan la ciudad, disfruten en
ocasiones de las facilidades que se dan en estos centros.
El educador difícilmente vive en la comunidad. Tiene como transportarse, un
vehículo, aunque sea una bicicleta, o la escuela está cerca de una vía pública donde se
puede tomar el bus, para viajar diariamente.
La mayoría de los niños y jóvenes directamente, o por la influencia de sus padres
o por otros medios, actualmente desean salir adelante con estudios que los capaciten
para ganarse la vida en actividades diferentes a los de las “zonas rurales” del país.
Debo agregar que las facilidades para estudiar, en la actualidad, son muchas y de
gran variedad. Los centros educativos están en la mayoría de los centros poblacionales
y, que la juventud muchas veces, no valora esa gran oportunidad.
Es criticable que se menosprecien esas posibilidades, pues nuestro sistema
gubernamental, creo, que en oportunidades hasta se excede con las ayudas que propicia
para que los niños y jóvenes tengan oportunidad de estudiar. En ciertos casos da la
impresión de que se le paga al padre de familia, para que ponga a estudiar a sus hijos. A
la par de esto, considero, que nuestra Educación se ve perjudicada por una cantidad de
leyes y normas, que permiten que el niño y el joven se sienta sumamente amparados a
estas normas y las interpretan como que tienen la autoridad para hacer lo que les venga
en gana y nadie puede decirles que no. Veo una psicología muy permisiva. No en todos
los casos, es el motivo de la decadencia social con que se vive. Criminalidad.
drogadicción, prostitución, etc.
Finalmente, no creo que estas leyes o reglamentos sean del todo malos, es que,
en la mayoría de las situaciones, se recurre a ellos según la conveniencia de quien desea
beneficiarse para encubrir lo que no se debe hacer, y acrecentando así la problemática
social.
La vida ofrece muy lindas experiencias traídas hoy del pasado, solo nos queda
vivirlas en nuestro recuerdo.
Carmen Ocampo Mondragón
Datos biográficos
Nací en Heredia, el 15 de agosto de 1927; fui hija única, mi padre Alfonso Ocampo
Gutiérrez, y mi madre Aurelia Mondragón Guevara, vivía en Heredia centro, mi casa era
de adobe y poseía las características de esa época. Mi infancia se desenvolvió de forma
muy normal, mi madre se dedicaba a las labores del hogar sin mayores problemas, mi
padre era de oficio talabartero, manejaba el cuero, hacía todo lo relacionado con
monturas de los caballos, alforjas, entre otros.
Recuerdo que en mi infancia adoraba las muñecas, jugaba de casita, hacía
repostería de barro, y tenía un grupo de amigos del barrio, con los que jugaba
constantemente.
Cuando tuve edad para la Primaria, estudié en la Escuela Braulio Morales, en
donde cursé hasta el quinto grado y posteriormente terminé los estudios en la antigua
Escuela Rafael Moya, que se ubicaba del parque central 100 m al oeste. Recuerdo, que la
maestra que me enseñó de primero a quinto año fue la señorita Jovita Cartín y la maestra
de sexto año fue Herminia Bonilla; de las anteriores evoco, que eran maestras dedicadas
a la Educación, íbamos en las tardes a informarnos de todo lo relacionado con la
geografía de otros países, hacíamos mapas, colocábamos ríos en los mismos,
estudiábamos los productos y los cultivos de cada país, dentro de los cuales llamaban
mucho la atención, India, China, África, Brasil, por sus particularidades.
La secundaria, la cursé en el Liceo de Heredia, en el diurno y en el nocturno, tengo
memorias bellísimas de esos años, hice grandes amigos y amigas y viví experiencias
inolvidables.
Después de terminar la Secundaria decidí ser maestra, ya que fue un sueño que
tuve desde la infancia; jugaba escuelita con mis primos y vecinos y desde ese momento
supe que era mi vocación y que no la cambiaria por nada.
Mi formación inició desde muy joven, ya que teníamos una vecina maestra, que
cuando se enfermaba me pedía que le fuera a cuidar el grupo, con ella, aprendí a hacer el
Diario de Clase, el Registro de Actividades y Calificaciones y a desenvolverme ante un
grupo; estudié en el Instituto Profesional del Magisterio, ya en ese entonces, impartía
lecciones, cubría permisos, y era nombrada por el Ministerio de Educación Pública, para
cubrir otras lecciones.
Recuerdo que inicié con nombramientos en San Josecito de San Isidro de Heredia,
Concepción de San Isidro, San Pedro de Brava, Cinchona de Sarapiquí en 1951 y 1952.
De este último lugar, vienen a mi mente paisajes hermosos, cascadas, caminos de piedra
y barro, montañas vírgenes rodeadas de orquídeas, naturaleza por doquier, aire fresco y
puro, amaneceres hermosos y atardeceres sombríos, los domingos, los paseos era
internarme en la montaña, me encantaban las caminatas y el contacto con la naturaleza,
además, las poblaciones que ahí existían eran flotantes, recuerdo, que cuando recién
llegué alguien me dijo: Si quiere una casa tiene que ir a buscar entre todas las que
dejaron los gringos y recoger todo lo que pueda, después traérselo para una casa y vivir,
pues cuando los gringos se fueron dejaron todo contado y bajo llave, pero los pobladores
todo se lo llevaron para sus casas. Contaba la historia de los gringos, que para la
Segunda Guerra Mundial, los norteamericanos se apoderaron de esos terrenos, y que
utilizaban la Cinchona, por la quinina, la cual se manipulaba para combatir la Malaria y el
Paludismo, pero luego ellos se fueron y abandonaron todo.
Por otra parte, recuerdo que en ese entonces, era maestra unidocente, los niños
venían de diferentes fincas, y las jóvenes y señoras iban en las tardes a la escuela para
aprender a tejer y a coser, yo daba talleres de manualidades, artes y de cocina. También
evoco que impartía lecciones para adultos, mis alumnos eran todos los tractoristas que
habrían camino, llegaban en las noches después de su trabajo a aprender a leer y a
escribir. Siento que ayudé a esa población tanto en el desarrollo humano, como en el
académico, me entregué a la enseñanza y me comprometí con la población; venía a la
ciudad, iba a la imprenta, les llevaba recortes de papeles, y esos eran los útiles con los
que estudiaban los niños. En Cinchona, uno veía a los campesinos, con una horqueta en
la mano y con las ganas de aprender nuevos conocimientos en su interior.
Vienen a mi mente innumerables anécdotas, entre ellas: un día que hacía
agricultura con los niños, nos encontramos un nido con gran cantidad de serpientes
corales; fue una gran impresión para mí, pero una experiencia típica del lugar la cual,
formaba parte del estilo de vida de los estudiantes.
En esos tiempo, a los maestros nos obligaban a hacer visitas a los hogares, yo era
muy entusiasta, y un día observaba que cómo era posible que las personas no celebraran
los días patrios, entonces, me propuse celebrarlo, e incentivar a los pobladores para que
me apoyaran, así fue. Por lo tanto vine a Heredia a comprar papeles, celofán y todo lo
indispensable para los faroles, luego los invité para que fueran a caminar por los trillos,
pero se vino un temporal, que llovía y llovía, hubo neblina, era terrible, pero curiosamente
el pleno día de la celebración dejó de llover, e hizo una luna hermosa, fue una experiencia
magnifica, todos las habitantes estaban contentos porque nunca se había celebrado
ninguna actividad igual y mucho menos de que los hayan tomado en cuenta. Al finalizar
el año me tuve que venir, y nadie quería, pero lastimosamente ya no podía quedarme
más, fue una gran experiencia, y valoro el aprecio que me brindó la población.
Todos los alumnos para mí fueron inolvidables, todos eran especiales y grandes
seres humanos, no tengo preferidos y los recuerdo con mucho agrado.
Entre otras cosas, las relaciones que mantenían la escuela y la comunidad eran
excelentes, los padres participaban en todas las actividades que se realizaban.
Cuando salí de Cinchona, fui a trabajar a la Escuela España de San Antonio de
Belén durante 10 años.
Después en el Colegio Vocacional Monseñor Sanabria de Desamparados, para
llenar una plaza que salió a concurso, dando clases de alta costura. Trabajé 17 años, con
el padre Armando Alfaro Paniagua, como director.
Luego laboré en el Liceo de Heredia, en Educación para el Hogar y Vida en
Familia, trabajando en esta institución me pensioné.
Para mí la Educación Rural es muy limitada en cuanto a recursos, pero es
necesario rescatar que en las zonas rurales, las escuelas son vivientes, ya que se puede
explotar el medio que rodea a las mismas e interactuar con la educación.
Dora Iris Vivas Soto
Datos Biográficos
Nací en Puerto Jiménez, Zona Sur, el 08 de febrero de 1942, vivía con mis
padres, y mis tres hermanos, dos mayores y yo la menor, el lugar de mi residencia era
muy apartado, solo en lancha podíamos viajar, llegaba una lancha que se llamaba la
Centroamérica, que llevaba los comestibles de Puntarenas hasta Puerto Viejo. Me crié, en
un pueblo que era netamente rural, no se conocía ni una bicicleta, solo a carreta y a
caballo, se podía realizar el transporte.
Recuerdo que mis hermanos y yo crecimos con el recuerdo de que en aquel lugar
se encontraba mucho oro, y se veían mucha fiesta; evoco que la celebración más sonada
en esos años, era la de San Juan Bautista, más disfrutada que la del Santo Patrono que
era San Domingo. Una anécdota interesante del pueblo, era, que ese mismo lugar se
fundó por medio de personas que eran prisioneras, a las cuales, luego las desterraban de
los gobiernos Costarricense y Panameño, posteriormente, se iban a vivir ahí.
Recuerdo que fui a la escuela que estaba cerca de la iglesia, que se formó en una
casa que donó don Saturnino Cedeño, esta casa se dividió en aulas; de ahí el nombre
que recibió: Escuela Saturnino Cedeño. En ese lugar estuve hasta cuarto año, ya que en
el gobierno de Otilio Ulate, construyeron una nueva escuela, ubicada frente a la plaza, ahí
concluí mis estudios de Primaria hasta sexto año. Luego, me mandaron donde mi abuela
materna, en Alajuela y estudié en el Instituto de Alajuela, donde obtuve el titulo de
Bachillerato.
Decidí ser maestra porque desde pequeña me gustaba, siempre era la maestra de
los grupos con los que jugaba, tenía vocación para la profesión.
Mi formación la recibí en la Escuela Normal de Costa Rica, pero por cuestiones
económicas, tuve que salir y continué en el Instituto de Formación Profesional de
Magisterio, obtuve el PT3, como maestra normal.
En 1963, fui a trabajar a Puerto Jiménez, a la misma escuela en la que recibí mis
primeros conocimientos, era una escuela con cinco maestros y el director, impartí todos
los grados, y gradué un sexto año. Trabajé siete años en este centro educativo. Entre
algunos de mis recuerdos están los del transporte, ya que, para llegar a esta escuela
tenía que pasar en bote. En esta institución pude formar la primera Asociación de
Desarrollo de la cual fui la primera secretaria, que por cierto nos avocamos para ver cómo
hacíamos una carretera, la misma se construyó con la ayuda de algunos pobladores
entre ellos los señores; Celestino Rodríguez, él era muy amable con los niños y con la
gente del pueblo, Encarnación Bellanero, Célimo Soto, quines fueron grandes baluartes
para el pueblo y su desarrollo.
Entre mis remembranzas, tengo a una estudiante que me provocó frustración, ella
se llamaba Bienvenida, tenía problemas psicológicos, y no pude ayudarle a aprender a
leer ni a escribir. Por el contario, tenía otro alumno que era muy estudioso, y llegó a ser
Presidente de la Escuela con tan solo siete años, era realmente admirable la manera de
expresarse de ese niño.
Entre otras anécdotas, recuerdo que me levantaba las tres de la mañana, tomaba
un bote y cruzaba el Golfo Dulce durante dos horas para llegar a Golfito, y recibir el giro,
además de asistir a las reuniones de circuito, ya que entre los medios de comunicación
existentes solo se hallaban el correo y el telégrafo.
Luego me trasladé a la Escuela La Fuente en Caño Seco, cerca de Cuidad Neilly,
ahí laboré como Directora, durante cuatro años. Recuerdo que los alumnos eran muy
buenos, no existían problemas de disciplina y los padres colaboraban mucho, repaso, que
la escuela en un principio era abierta; solamente cerrada desde la mitad y con ayuda del
gobierno y de los padres de familia, se construyó una nueva escuela con dos aulas.
Entre otras cosas recuerdo, que en esta zona era muy difícil salir a reuniones o a
comprar abastecimiento, yo tenía que caminar dos kilómetros, y pasar a pie el río Caño
Seco, luego caminar y caminar; de regreso, era un camino duro, ya que traía todo lo
comprado, cargando hasta la casa, llegaba muerta, pero no tenía otra opción. A pesar de
todo, me enamoré del lugar, era una forma de enseñar muy diferente a la que se aprende,
se ama lo que se realiza y se aprende a valorar la diferencia y la carencia.
Posteriormente, me trasladaron a la Escuela San Felipe de Alajuelita, en la cual
trabajé durante nueve años, era maestra, e impartí todos los grados y gradué un sexto
año. Recuerdo, que para llegar, me levantaba de madrugaba, tenía que tomar dos buses,
y luego caminar.
Luego me trasladan a la Escuela Republica de Argentina, en Barrio México, laboré
como maestra, hasta que me pensioné con 25 años de trabajo. Evoco que la disciplina
era terrible, ya que asistían niños que vivían cerca del río Torres, de León XIII, y
alrededores del antiguo Líbano.
En realidad tengo muchos recuerdos hermosos, que nunca terminaría de contar,
pero que me enseñaron a ser mejor profesional y mucho mejor persona.
Entre mis aprendizajes personales, me instruí mucho sobre el compañerismo, la
solidaridad, entrega personal necesaria para la labor educativa siendo maestra, además
recuerdo las familias en las zonas más alejadas, los padres eran más comprometidos con
la Educaciónde sus hijos y se aprendía de una forma más natural y humana.
Para mí la Educación Rural, es más limitada, y un maestro debe valerse de otros
recursos como por ejemplo cartones, material natural de la población, entre otros. Pero la
disciplina es mucho mejor que en las ciudades. La Educación Rural, puede aportar niños,
muy estudiosos, y con ganas de sobresalir en alguna profesión, la formación en valores
es más arraigada, el maestro tiene más autoridad que ahora, los niños soñaban más con
llegar a ser profesionales, y por supuesto, que la labor que realizaba el maestro era más
valorada que hoy día.
GERMAN AZOFEIFA VILLALOBOS
Introducción
Con el fin de atender la invitación de un grupo de estudiantes universitarios, como
parte de su compromiso estudiantil, me he decidido a escribir unas líneas con la intención
también de reafirmar una vez más, de acuerdo con el formato previamente suministrado
por las estudiantes, las ilusiones previas de un estudiante universitario que emprende su
viaje para desempeñarse como docente en la zona rural, el papel tan importante que
debe asumir como promotor de cambio y formación integral del individuo para una mejor
calidad de vida de nuestros campesinos Con ejemplos y anécdotas se trata de distinguir
el papel del maestro en la zona rural, que por cierto no es nada fácil pero que al final de la
jornada laboral, puede hacerlo sentir que no fue en vano el sacrificio personal, ya que
aportó un grano de arena para fortalecer las buenas costumbres, y el desarrollo intelectual
de nuestros niños, con acciones que fortalecen nuestro sistema democrático, respetando
las individualidades en función del bienestar colectivo.
Es un saludo y agradecimiento a la distancia y en el tiempo a todos aquellos que
compartieron experiencias en la zona rural de nuestro país y un reconocimiento a la
labor del os profesores de la Escuela Normal de Costa Rica que supieron inculcar en el
estudiante el concepto claro del porqué y para qué se ingresaba a dicha institución.
Datos biográficos
Desarrollo
Inicio mi relato describiendo algunas características del ambiente en que comencé
la carrera como estudiante, en San Vicente de Santo Domingo de Heredia, cuando se
respiraba en este pueblo la tranquilidad del campo y se disfrutaba de las costumbres y
tradiciones de nuestros abuelos con matiz colonial. Pueblo rodeado de cafetales que eran
la fuente de riqueza para el agricultor y para los trabajadores que obtenían su sustento
como jornaleros y recolectores de café. Pueblo que se despertaba con el sonido de los
ejes de las carretas tiradas por bueyes bajo el mando del tradicional boyero: descalzo,
con delantal y sobrero de pita o de lona, con su alforja en el paral de la carreta, en el cual
guardaba su almuerzo cotidiano envuelto en hojas de plátano o guineo. En el calabazo
portaba el agua para calmar la sed durante su faena y su chuzo conductor de su yunta.
Pueblo que durante sus fiestas patronales, sus pobladores, adultos y jóvenes,
desempolvaban los mejores trajes para venerar a su Patrono y las damas con su
arrogancia, guiñarle el ojo a más de un admirador. Pueblo formado por casas de adobe,
tapias cubiertas de teja y una que otra guaria todavía sobreviviente. Pueblo, donde los
hacendados hacían gala de su comodidad y otros como el cura, ubicado en el lugar
privilegiado, guía de las almas domingueñas y forjadores del pueblo que orgullosamente
conservamos. Se adhiere a esta lista, el maestro que solo con su presencia infundía
respeto y sabiduría para orientar a las nuevas generaciones.
Dentro de este contexto, un 28 de junio de 1942, crecí con mis padres y cuatro
hermanos, dichosamente profesionales por iniciativa especialmente de mi madre, quien
tuvo la visión de pensar y lo manifestaba con una expresión muy propia de la época: -“ el
dinero y las herencias se pueden terminar pero el conocimiento producto del estudio
mueren contigo” Esa visión la indujo a matricularme en la Escuela Félix Arcadio Montero
Monge, donde obtuve el Certificado de Conclusión de Estudios primarios bajo la tutela de
estrictas maestras.
Su visión fue más allá e ingresé al Liceo de Heredia, época donde no había
colegios en los cantones, para ingresar luego a la muy querida y recordada Escuela
Normal de Costa Rica, lamentablemente desaparecida, forjadora de maestros y maestras.
conscientes de lo que iban a estudiar y a producir.
La Escuela Normal de Costa Rica, funcionaba en lo hoy es la Universidad
Nacional en Heredia. En esa época, muchos de los estudiantes de secundaria ingresaban
a la Escuela Normal, para estudiar Educación, por ser una carrera corta para los jóvenes
de escasos recursos y porque el ser maestro encerraba prestigio comunal. Para muchos
fue la primera alternativa para llevar otra carrera como Profesorados, Medicina, Leyes,
Ingeniería, Arquitectura y Farmacia, muchas de ellas en el exterior para los más
acomodados.
Dentro de mis limitaciones ingresé con las esperanza de ser un profesional
primero y bastión económico para mis padres y hermanos que aún estudiaban.
Posteriormente obtuve le Bachillerato en Administración Educativa en la UNED y ya
jubilado obtuve la Maestría en Administración Educativa en la Universidad Americana
para culminar mi carrera como profesional en educación.
Como se mencionó anteriormente, para los hijos de campesinos principalmente, la
carrera de docente era una alternativa óptima por el tiempo que durara la carrera y el
prestigio que tenía dentro de la sociedad, estas razones motivaron a mis padres para que
ingresara a la Escuela Normal de Costa Rica “Omar Dengo”. Una vez matriculados, la
mayoría de los estudiantes, entre los dieciocho años de edad, experimentaban un cambio
profundo en sus vidas. Por un lado recordando los años de colegio, con sus algarabías y
chiquilladas y ahora se enfrentaba el estudiante normalista a un nuevo mundo: Dejando la
adolescencia y aventurándose en el mundo del compromiso intelectual, con miras a
forjarse el futuro laboral. Prácticamente, se ignoraba en sí la esencia de la carrera pero
poco a poco, uno se iba empapando del compromiso tan serio y el reto que se tenía al
escoger esta profesión. Ese paso, el cual implicaba para el futuro un gran compromiso, un
gran esfuerzo, un reto social y económico, y aún más, una gran mística para tener
siempre presente el apostolado del maestro: “la formación de nuevos ciudadanos
amantes de su Patria, conscientes de sus derechos y responsabilidades de sana
convivencia dentro de un marco de respeto”. Forjador de nuevos ciudadanos que
fortalecieran el futuro de su país en todo sentido , promoviendo el legado intelectual y
moral de nuestros ancestros, sin marginar el papel de ciudadano de acuerdo con los
avances que el futuro pudiera presentar. Es oportuno recordar, que producto de los
procesos políticos de los años cuarenta, la legislación y la visión de gobernantes,
permitieron romper con muchas de las ideas conservacionistas de la clase
económicamente fuerte, en su mayoría cafetaleros, no solo en el aspecto educativo, sino
social y económico , donde las clase trabajadora, era mayoría. Hay que recordar que la
regla de las grandes terratenientes era tener en sus haciendas a los jefes de familia con
su casa gratuita, pues de hecho se aseguraba que los miembros de esas familias,
continuaran ligados a la empresa asegurándose la mano de obra que necesitaban.
Debe resaltarse que, producto de esos cambios políticos de la época, promovió el
interés de las familias trabajadoras para buscar la oportunidad de educar a sus hijos,
provocando malestar en la clase poderosa, ya que de esta forma se iniciaba la pérdida de
peones agrícolas. Mi persona y mi hermano somos un ejemplo, junto con muchos
costarricenses, que paulatinamente fueron engrosando las filas de la clase media, que se
cultivó y llegó a ser protagonista del desarrollo del país.
Una vez graduado con la preparación que la Escuela Normal de Costa Rica me
brindó, con la interrogante de dónde me correspondería ejercer, igual que decenas de
jóvenes, emprendimos las gestiones de reclutamiento ante el Servicio Civil y esperar con
gran ansiedad el resultado de la oferta laboral. Cabe mencionar que al ofrecer mis
servicios escogí la zona rural y en mi mente quedó establecido que me iba por diez años,
diez años de juventud y de sueños ante un mundo desconocido y difícil que
posteriormente comprobé, no solo por el clima, la geografía, las costumbres sino por
ignorar el gran compromiso intelectual, social que conlleva la profesión de maestro,
especialmente en la zona rural, llena de limitaciones y hasta del olvido de las clases
gobernantes. Producto de estas gestiones, tuve que trasladarme a laborar como Director
1 en la Escuela de Desamparados de Pejibaye de Pérez Zeledón, a partir del 1 de marzo
de 1963.
Cabe destacar como anécdota, que dentro de la euforia porque ya tenía un
trabajo, consultaba a los que laboraban por la zona de San Isidro de El General, dónde
esta situado este caserío. Como respuesta un sacerdote que era tan nuevo como yo, me
dijo que ese caserío se localizaba a unos diez kilómetros de San Isidro. Ilusionado
preparé mi valija con lo indispensable para viajar, lleno de ilusiones y con el
convencimiento de que iba ser el pilar del desarrollo material y económico de una
comunidad, me encontré con las sorpresa de que ese pueblo estaba situado al pie de la
fila costeña sur, a una distancia de sesenta kilómetros, una hora caminando, para llegar a
la cabecera de lo que es hoy es el distrito de Pejibaye. En invierno, los docentes de mi
zona, caminábamos cinco horas para ir a reuniones y viceversa para volver a la escuela
asignada. ¡Qué ironía, hoy no quieren desplazarse teniendo los medios de transporte a
mano y con los adelantos y subsidios que reciben!
Posteriormente laboré en la Escuela San Miguel de Pejibaye como Director 1 y
San Pedro de Pérez Zeledón, dos años para completar diez años en la zona rural
Luego me trasladaron a San José; a la Escuela Juan XXIII de San Antonio de
Escazú y después a la Escuela Francisco Osejo en la Sabana como Director 3, en forma
interina, laboraré después en la Escuela Cristóbal Colón, de Los Ángeles de Santo
Domingo de Heredia como Director 2, durante siete años. La última institución a cargo
fue la Escuela Los Lagos de Heredia, a la que dediqué 18 años de labor desde su
fundación, primero como Director 2, hasta llegar a Director 5, en una escuela que llegó a
contar con los servicios que demandaba, producto de un gran esfuerzo por parte del
personal docente, administrativo y los padres de familia; apoyados afortunadamente por
entes privados. Se puede decir, que este período fue uno de los más productivos, ya que
la experiencia fue importante pues favoreció la unión de tantas y variadas acciones en
beneficio de la niñez de Los Lagos. En total laboré 37 años lectivos.
Producto de este trajinar, le quedan a este exdirector una serie de satisfacciones,
prueba de ello es que, pudiendo acogerme a la jubilación, laboré 13 años más. De esta
forma cumplí mis sueños de joven con mi familia y, los que acompañaron en el campo
de la enseñanza y otras metas propuestas.
Mis respetos para los colegas que aún viven y una oración al Creador para los que
ya han partido.
El mundo de trabajo está lleno de experiencias agradables que hace al educador
sentirse bien, a pesar de las vicisitudes que afronta, desde el no saber dónde se va alojar
cuando se llega a un caserío desconocido, donde no hay transporte, donde no hay quién
le suministre alimento, ya sea por desconfianza, ignorancia y hasta por pobreza. Se
pasaron tiempos difíciles en el campo estructural: escuelas maltratadas por el comején,
techos deteriorados, sin servicio de agua, luz y sin recursos económicos, donde el
docente debía comprar la cartulina para apoyar su trabajo, materiales que se trasladaban
durante cinco horas a pie en sus maletines, con las esperanza de que llegaran en buen
estado.
La experiencia como maestro en zona rural fue muy dura, donde se pone en riesgo
la salud física y sicológicamente maltratado al dejar su terruño en la flor de juventud. Sin
embargo queda la satisfacción del deber cumplido, cuando se sacan conclusiones de lo
realizado: construcción de una escuela acorde con las necesidades educativas, dotación
de servicio de alimentos a los niños, atención médica a los alumnos aunque tuvieran que
caminar una hora para llegar al centro más cercano, promover la construcción de un
puente o un camino .y lo más importante, encontrarse con exalumnos de la zona rural
codeándose con funcionarios públicos y privados en el Valle Central y reflexionar que no
fue en vano el sacrificio. Creo firmemente que de los sacrificios que hicieron muchos
vecinos de mi pueblo cuando era un escolar.
Una vez jubilado, cabe mencionar que ingresé de nuevo al Sistema ya como
voluntario al formar parte de juntas administrativas como la del Colegio Nacional de
Artesanas y la Junta de Educación de Santo Domingo de Heredia durante diez años,
funciones que actualmente desempeño como Secretario, también en la Cruz Roja de
Santo Domingo y algunas directivas gremiales.
Para culminar mi labor profesional, modestamente menciono el hecho de haber
sido nominado al Premio Mauro Fernández en representación de la Dirección Regional de
Educación de Heredia, estímulo que se le brinda a los educadores que han manifestado
entrega y esfuerzo al quehacer educativo, que dicho sea de paso, hay muchos en el país
que laboran calladamente y en el anonimato. En nombre de ellos recibí el homenaje un 15
de setiembre de 1998, en el Acto de Celebración de la Independencia Patria, en el
Palacio de los Deportes en Heredia.
Referirse a las experiencias en la escuela y la comunidad rural es de nunca acabar
para un docente. Se puede hablar desde la expectativa que se tiene al iniciar un trabajo,
desde la sorpresa que se tiene como lo dije al inicio, de con qué y con quiénes se va a
encontrar, con qué costumbres culturales, religiosas y educativas se va enfrentar y qué
actitud, como profesional, va a tomar como docente sin experiencia, qué recursos
didácticos se va a tener a mano, qué concepto de Educación tienen los padres de familia,
el concepto de maestro que tienen los padres de familia más aún en aquella época,. Así
podríamos seguir enumerando algunos más, como por ejemplo la limitación del medio en
que se desarrollan los niños, sus limitaciones en el desarrollo social, sus limitaciones en la
comunicación y el concepto de hombre que ambiciona el padre de familia en la zona rural.
Por cierto como director, pregunté al Presidente de la Junta donde estaba la
biblioteca y lo que me mostró fue un estante con pocos ejemplares de texto como Paco y
Lola un diccionario de bolsillo, y no es broma: una revista de Tarzán, seguramente releída
por el maestro anterior. Experiencias duras al no saber dónde dormir. No tener servicio de
cocinera para el comedor, compuesto por un galerón y un fogón con un escaso menaje.
Esto constituyó un reto para aprender a cocinar la leche, que por cierto muchas veces se
quemó provocando la algarabía de los niños alertando al docente de tal falla con un grito:
-“se quemó la leche maestro”Si nos trasladamos a la gestión administrativa, es de recordar el hecho de las
congojas que pasamos, mi compañero y este servidor, confeccionando estadísticas y
cuadros de matrícula para llevarlos hasta San Isidro de El General, a veces arrugados o
maltratados por el largo e incómodo trajín, a veces con la crecida de los ríos, obligaba al
docente a retrasar u partida.
En este momento en que estoy digitando estas palabras, doy gracias a Dios
porque en aquel tiempo no aparecía ni una máquina de escribir y me vienen a la memoria
imágenes de satisfacción, tristeza y dolor por lo mucho que se forjó y lo mucho que se nos
impidió realizar por las limitaciones del ambiente, tiempo y distancia Sin embargo se
intentó mucho y mucho se logró. Dios quiera que los colegas que nos suceden logren más
en beneficio de la niñez de la zona rural, quienes merecen compartir la riqueza en todo
sentido como lo disfrutan en su mayoría los niños de zona urbana. El docente de la zona
rural tenía insuficiencias materiales, ambientales e intelectuales en sus alumnos. Pero
tenían una gran riqueza: la pureza del ambiente, las sanas costumbres de los alumnos, el
respeto de los padres y alumnos y el aliciente de tener el tiempo para desarrollar su labor
sin presiones cotidianas como las que experimenta el docente de la zona urbana. En la
comunidad rural, el docente tenía grandes retos, entre ellos adaptarse a la idiosincrasia
del pueblo, donde el varón tenía que cuidarse de ser cortés, manifestar una actitud
humilde pero con dignidad y en algunos casos, luchar por las insinuaciones de la bebida
de parte de algunos lugareños, donde las docentes eran vistas a veces como la
alternativa de una vida mejor por parte de los galanes jóvenes de la comunidad. Casos
positivos hay de hogares que se formaron en esa forma y muchos que fueron una ilusión
de cinco o más años debido a compromisos generados por el ambiente tan limitado en
que se vivía.
Dentro de este marco histórico, es agradable recordar cómo los hombres en su
afán de demostrar sus capacidades y deseos de solidarismo, muestran sus talentos en
beneficio de sus semejantes, a costa de su esfuerzo y sacrificio de sus familias, sin
pensar en prebendas políticas como lo experimenté en la zona rural en aquel tiempo.
Aparecen en los pueblos los típicos personajes; el Presidente de la Junta de Educación,
al que se llegaba siempre para que oriente a los docentes nuevos, el Presidente de la
Junta de Caminos, el Presidente de la Junta Edificadora o Pastoral de la Iglesia, el
Presidente del Comité de Deportes y el Presidente del Patronato Escolar. A veces estos
puestos eran ocupados, en su mayoría, por un solo vecino.
Conocí personajes abnegados que con costos leían y escribían, pero estaban
llenos de un espíritu de lucha por el bienestar comunal. Creo que a todos esos
personajes, se debe el auge demostrado por el pueblo de Pérez Zeledón durante estos
cuarenta y seis años que han transcurrido desde el primer día en que crucé el Cerro de la
Muerte para incursionar en el campo de la Educaciónen San Isidro de El General. ¡Gloria
para ellos y ellas!
El docente de la zona rural tuvo y tiene quizás más oportunidades de vivir
experiencias sorprendentes a veces trágicas y agradables, las cuales, si queda espacio
mencionaré algunas.
Si alguien tiene la oportunidad de compartir sus experiencias personales y
profesionales con una comunidad, es el maestro. Por eso se constituye en un promotor de
desarrollo. Bueno, esa era la misión en el campo rural del docente, y el que no daba la
talla no era bien visto por la comunidad, principalmente el director, promoviéndose la
crítica y las comparaciones con los directores anteriores, mucho más si anteriormente la
dirección la había ejercido un funcionario con experiencia y activo, promotor de cambios
en la institución y la comunidad.
Uno de las restricciones que tienen los docentes de la zona rural, es el hecho de
que su permanencia en las comunidades no es estable, ya sea porque aspira alguna
comunidad más cerca de los centros urbanos o por condición de interinato, lo que evita
una identificación de la institución con su entorno. Lamentablemente, escuché en algunas
ocasiones, colegas que acababan de ingresar en febrero y en Semana Santa ya querían
estar en el Valle Central, lo que producía desinterés hacía la comunidad y el trabajo,
dando como resultado un estado de ánimo negativo que no favorecía en nada el proceso
educativo, desmotivación que va transformando su labor como un mero cumplimento de
labores en función de una remuneración para subsistir. Desde luego que las víctimas
fueron los alumnos, la comunidad y el mismo docente, sin ningún sentido de pertenencia.
En mi caso como director, tuve que tener muy presente que el conocimiento del
ambiente en el cual se desenvolvían las instituciones era importantísimo,
para
desarrollar buenas relaciones comunales, las cuales son inherentes al cargo que se
desempeña como líder, no solo en el ámbito de la institución, sino también en el comunal,
donde repito, la llegada de un nuevo director fue y seguirá siendo motivo de expectativa y
sujeto, en los primeros meses a la observación y comparación.
Sin duda alguna, el conocimiento del medio es fundamental para trazar metas y
objetivos en el desarrollo de la labor docente, sea esta rural o urbana. En el ámbito rural,
hay que estar muy atento a la realidad que experimenta la comunidad para promover
proyectos que favorezcan el proceso educativo en el aula y fuera de ella. A veces, y es
muy dado en el campo, que se juzgue la labor del docente por lo que se ve a simple vista,
desviando la atención de la esencia del proceso, como es la formación integral del
educando, cuyo peso lo lleva sobre sus hombros el docente y la docente, con el apoyo
desde luego de los demás participantes del proceso, participación que es un reto para
acercar esos elementos que van a favorecer y fortalecer la labor del maestro. Cuando se
tiene conocimiento de dónde estoy, con quién estoy y hacía dónde voy, lo que resta es
saber emplear los mecanismos para aprovechar los elementos docentes y comunales
para echar a andar los proyectos en conjunto, respetando criterios que, aunque a veces
distorsionan la ruta trazada, sirven para enderezar decisiones que quizás se hayan
apartado del consenso grupal. Aquí se pone a prueba la capacidad del líder .para
rodearse y aprovechar el conocimiento y dinamismo de sus colaboradores.
En mi caso, puedo manifestar que debido a que hubo períodos muy largos en
cuanto a desempeño de labores en las instituciones, se tuvo el tiempo para conocer y
diagnosticar la problemática institucional y comunal, de tal manera que, ese sacrificio
personal se vio recompensado con el apoyo de los miembros de la institución y la
población, desde luego, con las excepciones del caso. La entrega e identificación con la
labor encomendada como director, fue el arma que me favoreció para alcanzar las metas
que, aunque fueron producto también de los colaboradores, gran cuota de confianza y
mérito la recogía como líder.
El desprenderse de la vanidad personal y compartir con todos los compañeros y
colaboradores, es un acto de humildad pero a la vez es una estrategia para promover la
colaboración y alcanzar el éxito. Siempre expresé “nosotros” en vez de manifestar lo que
el egoísta menciona: yo hice, yo promoví, yo conseguí yo construí, etc. En lo personal
siempre me dio buenos resultados.
En cuanto a problemas, creo que en una forma indirecta se han mencionado, sin
embargo los mayores que afrontaron los docentes de mi época, fueron los malos
caminos, riegos al cruzar ríos, falta de edificaciones escolares dignos, servicios de salud y
alimentación, recursos didácticos y falta de alojamiento para los docentes, preparación
académica incompleta, pues en su mayoría, los docentes eran aspirantes. Gracias a Dios,
estaba el Instituto Profesional del Magisterio que preparó a los docentes en servicio hasta
alcanzar el titulo profesional. Cabe mencionar que tuve muchos y excelentes
profesionales de ese Instituto, que se superaron a pesar de las limitaciones que le ofrecía
el medio, y hasta fueron una oportunidad para compartir experiencias educativas.
Hay que destacar que, con ahínco y sacrificio, se obviaron muchos de los
problemas presentados y en muchas oportunidades sirvió para despertar la competencia
sana de ser mejor que el antecesor.
En el campo y en la ciudad y en todos los tiempos, no puede el docente abstraerse
del recuerdo de sus alumnos, del abrazo fraterno, del adiós al final de la partida, del éxito
de sus alumnos y padres de familia También de los momentos difíciles y hasta injustos
que esta labor depara. Para nadie es un secreto que en nuestro corazón llevamos
muchos recuerdos agradables de nuestra profesión y el nombre de alguno o alguna
tremenda, que como dicen los abuelos:” me sacaron las canas” y curioso, a veces ellos
con el pasar de los años se convirtieron en los más cariñosos. Es corriente encontrarse
con exalumnos que después del saludo, le preguntan a uno si los recordamos como,
evaluando si su conducta fue correcta o incorrecta. Precisamente a muchos los
recordamos con cariño. Al fin y al cabo fueron niños y para eso estábamos ahí: para
formarlos como futuros ciudadanos, muchos de ellos exitosos adultos, hoy cabezas de
hogar, como empresarios, finqueros en la zona rural y profesionales que se integraron a la
vida urbana.
Me piden que mencione chascos y voy a mencionar algunos ejemplos, donde se
pone a prueba la mística del maestro. Por ejemplo, una vez estando en San Miguel de
Pejibaye a setenta y cinco kilómetros del centro de San Isidro de El General, con cinco
kilómetros de camino de tierra y el resto lastrado pero en mal estado, un niño
acostumbraba a correr siempre con la lengua fuera. Muchas veces este servidor le
llamaba la atención para que no lo hiciera y así evitar un accidente. Sin embargo no
obedecía. En cierta ocasión, escuché fuera de la oficina de la dirección una algarabía, se
escuchaban los gritos de alarma porque un niño se le había cortado la lengua. Cual fue mi
sorpresa que quien estaba en esas condiciones, era el niño Claudio, a quien se le había
llamado la atención por andar con la lengua fuera. Sorpresivamente y producto de los
juegos, un compañero levantó su rodilla y golpeó al niño accidentado en la barbilla,
presionando la lengua y produciendo la herida que le dejó como resultado media lengua
cortada. Este servidor con dos años de experiencia, ante esa situación y a gran distancia
del centro médico, no le quedó más remedio que atarlo a la cintura pues era posible su
caída al llevarlo en motocicleta .Primero fui donde su madre para escuchar qué decidía y
su respuesta fue inquietante, producto de las limitantes de los pobladores del campo, ¿Qué puedo hacer yo, si no tengo medios para llevarlo al hospital- ¡Un niño de nueve
años lesionado, con un futuro incierto, qué lamentable!. Siguiendo con la historia, solicité
permiso para llevarlo al centro médico para que le dieran el tratamiento necesario y dos
horas más tarde veníamos de regreso con el niño operado. Esas determinaciones y
sustos no están especificados en los manuales de estudio. Ese es rol del maestro en el
campo, aunque parezca trillado, se educa, se cura y se reza por el bien de nuestros
alumnos, prueba de ello, en una vista del Presidente Oduber a San Pedro de Pérez
Zeledón, en la inauguración de la carretera de acceso, no empezaba el acto porque el
director se había atrasado debido a los preparativos del fiesta y no había quien dirigiera el
canto del Himno Nacional. Como se puede notar, hasta maestro de ceremonias y músico
le corresponde ser al maestro en la zona rural.
Comparto otro susto como docente y que sirva de ejemplo para que, en los
recreos los docentes respeten los turnos de cuido, que son de diversión y descanso para
los alumnos. Estando en un recreo, jugando los niños con un mecate fuerte y largo,
compitiendo a ver quién dominaba por resistencia al grupo contrario:
cada grupo
ocupaba parte de la mitad de la cuerda hacía cada uno de los extremos. En esa lucha
fuerte y alegre, hubo aflojamiento de la cuerda y muchos cayeron al piso sin ninguna
consecuencia inmediata. Sin embargo, cuando se tensó de nuevo la cuerda se había
formado un lazo y un alumno quedó con la cabeza dentro del mismo. Por causa de los
gritos, nadie escuchaba sus lamentos Este servidor que acostumbraba durante los
recreos a andar vigilante, se percató de la tragedia y con un grito desesperante logré que
aflojaran la cuerda y desatar al niño. No me olvido de los ojos desorbitados y gestos de
desesperación del alumno, que gracias a Dios por mi cotidiana costumbre de vigilar al
máximo el comportamiento de los alumnos en los recreos, se pudo evitar una tragedia. Al
niño se le dio atención médica y no hubo lesiones internas. Sin embargo venía lo peor: A
la hora del reparto de las flores muchos reciben rosas pero cuando hay problemas al
director le corresponden las espinas. Había que llevar al niño a su hogar, explicar el
accidente a sus padres con la esperanza de que no hubiera una reacción hostil.
Precisamente, cuando el padre de familia observa la preocupación de la institución
por el buen trato y cuido de su hijos, sirve en ocasiones como estas, para salir de un
conflicto que a la postre era susceptible de implicaciones legales. Se explicaron las
razones y la madre dio una voz de aliento al manifestar que gracias a Dios el niño no
tenía lesiones y que lo interpretaba como fortuito, pues creía la historia porque sabía que
en la institución eran estrictos con la vigilancia de los niños. Pero la cizaña está presente
en algunos seres humanos y surge la presencia posteriormente de una vecina que le
aconseja demandar al director para “sacarle plata” ¡Qué ironía de la vida! ¡Por un lado
comprendido y estimulado y por otro lado maltratado solapadamente!
Conclusión: El docente está expuesto a lo imaginable ante la conducta de los alumnos y
padres de familia. situación que a muchos funcionarios públicos no les afecta debido a la
naturaleza de su trabajo y por eso el docente, donde quiera que desempeñe su labor
debe estar atento a lo inesperado y tener la hidalguía y sabiduría para afrontar estas
situaciones. Hoy este niño de la historia es un profesional, que me ha mirado con ojos de
agradecimiento, pero en mi memoria quedó el recuerdo de una mirada de desesperación
y también la satisfacción por el bien que realicé para que la vida de un ser en formación,
pudiera seguir el curso normal de la vida. Eso es parte de la misión del maestro.
Toda esta lucha le permite al docente aprender cada día, le permite mejorar su
conducta como profesional y como persona. No en vano el paso por la zona rural
fortaleció el conocimiento intelectual, sino que fue un medio para lograr la sensibilización
de la condición de docente, la oportunidad de enfrentarse a los problemas comunales y
educativos que se presentan en los pueblos rurales, fueron el bastión para el resto de los
años en que se ejerció la labor administrativa-docente. Diez años sirvieron para conocer
más a un pueblo, viviendo sus dificultades y limitaciones, sus costumbres, sus pocas
aspiraciones intelectuales debido al medio, sus defectos y potencial de los niños que no
pudieron desarrollarse más y se quedaron estancados.
Posteriormente al llegar a la ciudad, se observan otros tipos de situaciones y
problemas pero se llega fortalecido con sensibilidad social, más humanista y ducho ante
situaciones difíciles, pero se llega a un ambiente que exige retos, esfuerzos y dinamismo
personal e intelectual, pues es otro ambiente, con otra materia prima pero con una
inmensidad de oportunidades positivas que el ambiente otorga, con problemas sociales
quizás más graves que en la zona rural. De todas maneras, donde esté en el campo
educativo el docente no puede dejar pasar el tiempo ni dejar de gestionar los medios para
lograr la superación del ser en formación. Es un reto perenne y en algunos casos hasta
siendo jubilado.
¡No es fácil ejercer la labor docente, no se manipulan máquinas, formamos seres
humanos!
En relación con la situación de una escuela en general, aparte de lo que se ha
dejado entrever anteriormente, cabe destacar que el maestro rural en mi época, se
enfrentó por lo general a la falta de locales educativos que llenaran los requisitos y
expectativas que se tenían para la labor docente. Corrientemente nos encontrábamos con
locales hechos de troncos y paja, como el caso de una escuelita cuyo local era un rancho,
la cual estaba ubicada en un caserío que se llama Barrio Nuevo de Pejibaye en el año
1964, donde el director-maestro quedó impresionado por la dificultad y esfuerzo a la vez
de los padres de familia por la falta de mobiliario que presentaba. Constituyó un reto
profesional y logró mejorar lo que recibió. En el campo, al maestro y principalmente al
director que se duerme, el pueblo lo margina Fue común vivir la falta de material didáctico
elaborado previamente. En esa época se ponía a prueba la mística del educador, los
conocimientos sobre elaboración de material didáctico recibido, llegando a sacrificar
hasta su propio salario para suplir lo básico y complementar su labor. En ese tiempo no
había subsidios para material como ahora y se salía adelante. Había que ser creativo ante
esas limitaciones, lo que motivaba a los docentes para aprovechar muchos de los
recursos naturales del entorno.
El quehacer educativo se resume como una labor de equipo y de carácter familiar,
donde el común denominador fue la solidaridad, entre jóvenes que se iniciaban en el
desempeño de su carrera. En el aspecto pedagógico había respaldo, pues como lo
mencioné anteriormente, muchos colegas que estaban iniciándose y era normal verlos
únicamente con Certificado de Conclusión de Estudios primarios y Bachilleres otros, que
dichosamente recibían el apoyo de los pocos graduados de las Escuelas Normales,
porque difícilmente un egresado de la Universidad de Costa Rica llegaba a laborar a esas
lejanías. Prueba de ello fue la presencia de solamente tres educadores normalistas en un
radio de cien kilómetros cuadrados. Estas son condiciones difíciles que enfrentaba el
director como líder y que repercutían en el educando.
Cabe mencionar lo satisfactorio que era ver compañeros compartiendo, en las
tardes tranquilas y extensas, labores de planeamiento educativo con el fin salir adelante
con labor encomendada. Volvemos a lo mismo: una limitación generalizada, se convierte
en un medio de enriquecimiento pedagógico y solidario.
Al final de la jornada, se puede manifestar que con todos los errores que lo
entendidos y legos manifiestan, siempre se ha tratado cumplir con el desarrollo de hombre
en función de los fines de la Educación Costarricense y objetivos de los diferentes niveles
que conforman el proceso educativo: promover una sociedad democrática, donde haya
participación de todos los actores del proceso educativo es lo ideal, donde la
investigación, planificación en todos los niveles y proporcionar una capacitación a los
protagonistas como una prioridad del Ministerio de Educación, sería lo ideal, ya sea en el
ámbito institucional o comunal como medio de fomentar la responsabilidad y la
creatividad, de tal manera que no sea como un compromiso sino como medios de lograr
el desarrollo de la política educativa vigente por parte de los funcionarios docentes,
administrativos y comunidad en general. Lamentablemente las políticas educativas por lo
general han tenido que responder muchas veces a la política partidista, y no se
conceptúa como un proceso social, económico y político producto de un consenso
Nacional de carácter continuo y respetado por los gobernantes de turno, sujeto desde
luego, a las modificaciones que exigen los cambios de la época. Sin embargo mucho se
ha logrado y somos producto de ello pero también debemos considerar que hay aspectos
del proceso que no facilitan el aprendizaje y desarrollo de los alumnos. Lamentablemente
muchos recursos no reflejan en la práctica el sacrificio del país para propiciar mayores
oportunidades a los jóvenes que estamos formando, quedándose rezagados en el
camino, con las graves consecuencias que esta situación produce, distorsionando el
papel de la Educacióncomo un instrumento para el mejoramiento de las condiciones de
vida de los miembros de la sociedad. Esa ruptura en la continuidad de la política
educativa por parte de los gobiernos obstaculizan el desarrollo educativo, desestabilizan
las acciones que llevan a cabo las autoridades educativas permanentes como lo son los
educadores.
Volviendo al tema de la Educación Rural, en esencia, es siempre educación.
Cambia el estado formativo, económico, social, religioso y tradicional de los protagonistas
que son los padres de familia niños y las instituciones que conforman el grupo social rural
y la situación geográfica que sirve de escenario para su desarrollo. Ese marco con sus
características, le dan el calificativo de rural, donde cada aspecto hace la diferencia, pues
se establecen una serie de limitaciones materiales, que alteran el desarrollo de la
educación, aunque es digno reconocer, que muchas cualidades que caracterizan la
Educación Rural permiten la formación de ciudadanos más estables emocionalmente y
más sanos, lejos de las corrientes culturales extranjeras que nos agobian, principalmente
a través de la televisión. Desde Luego hablo de la época en que fungí como profesional,
aunque a pesar de esa ola de influencias que diz de la moda, todavía se conservan
muchos valores que en la ciudad a veces cuesta vivir y disfrutar.
Como todo sistema educativo, la finalidad es que llegue a todos por igual, sea rural
o urbana en bien del desarrollo del individuo en general. Pensar que la Educación Rural
no aporta mucho a la educación, es falso, pues producto de esa formación en zonas
rurales, a raíz del esfuerzo del Estado, los docentes y la comunidad, es que se forman
ciudadanos que poco a poco pueden promover el mejoramiento del sistema de vida local
evitando la migración a centros urbanos, de hecho ya saturados y rodeados de pobreza.
La Educación Rural estimula al individuo para que tenga las armas para su desarrollo
evitando el analfabetismo que todavía carcome a muchos grupos sociales y le permite al
individuo no caer en las garras de la explotación producto de la ignorancia.
Cualquier tipo de escenario en que se imparta la Educaciónlo merece, pues si
tomamos la misma como una inversión, su fin es recoger buenos frutos. Eso se espera y
por lo tanto, la Educaciónsigue siendo un reto, no importa el tiempo y el espacio en que se
desarrolle.
Para concluir, cabe mencionar, que todo educador debería experimentar del
ambiente rural con todas su ventajas y barreras pues, sería una oportunidad para tener
un concepto global de los elementos participantes del proceso educativo en ese entorno,
para sentir que es un medio, no solo, para afrontar dificultades, sino que es una
oportunidad para compartir el bagaje cultural y académico con que se gradúa, por cierto
más avanzado que en mi tiempo, por las oportunidades que ofrecen tantas universidades.
En mi tiempo solíamos decir: “en el campo empecé realmente a ser maestro” en mi caso
puedo manifestar que muchos de los logros en la ciudad, se debieron al cúmulo de
experiencias vividas las zonas alejadas y necesitadas del servicio de la educación.
Isabel Díaz
Correo Electrónico: isita3000@yahoo.com
Datos biográficos
En 1959, en un lugar de la Mansión de Nicoya, de la provincia de Guanacaste.
Mis primeros años de vida, transcurrían dentro de lo que se puede llamar normal,
en una familia humilde, de bajos recursos económicos, junto a dos hermanos mayores
varones y una hermanita de meses, mi madre y mi padre, quien trabajaba como jornalero
para proveernos del sustento diario.
Junto a mi familia, era muy feliz aunque con muchas limitaciones, ya que mi padre
era muy amoroso; lo recuerdo jugando conmigo de ponerme botones de mozotes en mi
vestido o dándome de comer sopas de pan con leche en mi plato favorito -esto lo he
soñado, avivando a mis 48 años- los vagos recuerdos de una niña de 3 años y nueve
meses) que tenía el día que mi padre falleció. Ocurrió cuando venía de su trabajo y al
advertirles (según cuenta mi mamá) a tres niños escolares que iban para sus hogares,
que se hicieran a un lado por el peligro que representaba una chapeadora que pasaba por
la calle, fue a él a quien una piedra que expulsó la máquina le dio justo en la sien,
provocando su muerte.
Ese fue el inicio de muchas angustias, pues mi mamá tuvo que ponerse a trabajar
como empleada doméstica ganando ¢90 para mantenernos, ya que no contaba con la
ayuda de nadie. Para ese efecto, tuvo que dejarnos a cuidar con una familia a la que le
pagaba ¢30, diez por cada uno, porque aunque éramos 4, la señora no le cobró por mi
hermano mayor, pues él podía ayudar en los oficios. En esta casa fueron muy crueles con
nosotros. . . recuerdo que a mí me cortaban las uñas en forma puntiaguda y me hacían
tragar los restos y como si fuera poco me obligaban a punzar a mis hermanos, de lo
contrario me golpeaban. . . y otras cosas que no vale la pena recordar.
Estos sufrimientos acabaron cuando a los 2 años mi mamá conoció al que hoy día
estimo como a mi padre, quien al ver como sufría mi mamá diariamente, cuando llegaba
y escuchaba nuestras quejas; decidió llevársela de ese lugar, a costas de perder a mi
hermano mayor a quien en ese tiempo ya tenían convencido de que mi mamá no lo quería
y como dicen “le lavaron el coco” mientras mi mamá trabajaba. (Esa es otra historia)
Ese señor se encargó de que yo estudiara, me matriculó en la Escuela Mixta de
Santa Rita de Nandayure, Colonia Carmona; donde saqué el Diploma de Sexto Grado,
con muchos sacrificios ya que debía caminar 2 Kilómetros de ida y 2 de regreso, bajo
lluvia o sol, por una camino rústico y muchas veces con solo una tacita de café en el
estómago, esperando que nos dieran algo en la escuela, que dichosamente gozaba del
programa de Alianza para el Progreso que patrocinaba EEUU.
Así, inicié la Secundaria, en el primer año que se fundó el Instituto Técnico
Agropecuario de Nandayure; obteniendo el título de Bachiller en el Colegio Nocturno de
Limón.
Al lograr ese título, mi deseo era continuar mis estudios en San José, en la
American Businees, para eso tuve que salir de Limón y emplearme como servidora
doméstica, que era la única forma de garantizarme techo y comida sin pagar y con lo que
ganaba me costeaba el estudio. Pero ese no fue mi tropiezo; el problema es que había
dejado mi corazón en esa provincia y eso pudo más que mis planes de estudio. De
manera que formalicé una relación de la cual nacieron mis tres hijos mayores, quienes
son la razón de que haya decidido iniciar la carrera docente. Esto, porque me surgieron
inquietudes a la hora de ayudar a mis hijos en sus labores escolares, ya fuera en la parte
académica o en el área emocional. Me sentía desactualizada.
Inicié en la UNED, con las generales y las que me llamaban la atención para
ayudarme en la tarea como madre, así que consideré importante llevar primero ”Historia
del Desarrollo del Niño en Edad Escolar” y así sucesivamente. Pero no terminé mis
estudios en esa universidad, tampoco fueron sucesivos los cursos, ya que por cosas que
pasan en la vida tuve que suspender y los retomé años después en otra universidad.
Después de muchos años y de haber realizado diversos trabajos, tuve mi primera
oportunidad de trabajar como docente en una zona rural, en el año 2001 en Bataan,
Limón.
Puedo, sin temor a equivocarme, asegurar, que fue en esa escuela donde me
formé, pues aunque la universidad capacite académicamente para desarrollar la labor
docente, no es sino en el campo de trabajo donde se adquieren las mejores e
insustituibles herramientas para poner en práctica, en función del objetivo más importante
que se persigue en esta labor y es que el niño asimile los conocimientos básicos que le
preparan para enfrentar los retos de la vida, que le ayuden a ser un buen ciudadano, tanto
en cuanto a su capacitación académica, como en su formación humana, obviamente con
el refuerzo de sus padres en el hogar.
Esta fue una etapa de mi vida muy difícil, ya que aún estudiaba y se me hacía muy
duro asumir las responsabilidades del trabajo, del hogar y del estudio en forma
simultánea, máxime cuando se tiene que salir a las cinco del la mañana del hogar para
tomar un bus y luego otro que me llevara al trabajo, cuando del trabajo tenía que recorrer
el mismo trayecto y llegar directo a la universidad y por último a la casa a asumir las
labores propias del hogar. . . en fin, es la historia de muchas mujeres, me imagino, que
han tenido que luchar para salir adelante con su familia.
Vale la pena rescatar, que este sacrificio hecho por mi persona y especialmente
por mis hijos que mucho aportaron en el proceso valió la pena, porque la formación como
docente no hubiese sido tan productiva en una escuela urbana, con las comodidades que
ofrece la ciudad. Durante los años que estuve trabajando en Bataan, logré acumular
experiencias muy valiosas para el desarrolla de mi labor como docente y se lo debo
especialmente a la persona que dirigía entonces la Escuela de Excelencia Bataan,
Rosemary Rodríguez Bustos, originaria de la provincia de Guanacaste, quien aparte de
sus atestados académicos, es un gran modelo a seguir; goza tanto de un gran
profesionalismo como de ser una persona humanitaria, seria, responsable, estricta, capaz
de orientar a su personal y hacerse respetar sin humillar a nadie. Ella es la persona más
interesante con la cual me he topado en este camino.
En esta zona me encontré con situaciones muy particulares, por ejemplo: durante
el tiempo que estuve allí no se solicitaba ninguna clase de libros a los niños y se
implementaba el método natural integral para el proceso de enseñanza de la
Lectoescritura, de manera que la literatura para los niños podría ser desde un periódico o
hasta una revista por ejemplo.
Otra experiencia orientada por doña Rosemary, que me sorprendió y me gustó
mucho, fue que en la primera semana de trabajo antes de entrar a lecciones
acostumbraba a decir: mañana vienen preparados con tenis o zapatos cerrados y bajos,
pantalones, sombrero o sombrilla para la lluvia o sol, etc. porque vamos a visitar las
comunidades de donde vienen los niños. Eso tenía un objetivo, el cual era sensibilizar a
los docentes ante las diversas situaciones que podrían presentar los estudiantes, en
cuanto a sus ausencias, presentación personal o de trabajos o tareas; las distancias que
tenían que recorrer desde su hogar a la escuela y viceversa, y otras situaciones similares.
Ahí saludábamos a los padres o estudiantes que nos encontrábamos y no faltaba una
cabecilla que asomado gritara “maestra” y todas amos a ver como si fuéramos la única
maestra de aquel lugar.
En cuanto a las relaciones escuela-comunidad, funcionaban en una forma
satisfactoria, pues eran muy participativos en las actividades organizadas en la escuela
y/o comunidad. Por ejemplo, esa zona es vulnerable a las inundaciones, de manera que
cuanto esto ocurría, la escuela servía de albergue y el personal docente colaboraba en la
atención a los damnificados:
cocinando, seleccionando ropa, repartiendo medicinas,
organizando y programando grupos de trabajo y muchas cosas más.
Durante la Semana Cívica, el personal docente previos ensayos diarios; se
presentaba en el salón comunal ofreciendo dramatizaciones y bailes típicos a la
comunidad que llenaban el salón a reventar, esa fue una experiencia que me
correspondió vivir tanto bailando como actuando y que me complació muchísimo.
Hay una experiencia que viví en una escuela unidocente de la Isla Damas que me
gustaría compartir con ustedes: para el 14 de setiembre que se realiza el tradicional
Desfile de Faroles; yo me preguntaba adónde lo íbamos a hacer, si sería en la playa
porque para ir a la escuela no había más que un trillo. Sin embargo mi sorpresa fue
grande cuando ví que estaban llevando varios botes a la orilla en los que nos subimos y
salimos al mar con los faroles encendidos y allí nos encontramos con los botes de la
Escuela de Isla Damas II y los que conducían hacían piruetas con los botes o pangas,
pudiendo observarse en la oscuridad del mar las luces de los faroles en un espectáculo
increíble. Allí los niños manejan el conocimiento sobre las mareas bajas o altas, de una
manera natural, pueden identificar a la persona que pasó por la playa con solo observar la
huella de su pie en la misma.
Al trabajar en una provincia diferente de la que uno vive o conoce, se enfrenta a
problemas en cuanto a la contextualización de sus conocimientos y se debe buscar la
solución inmediata. Los problemas se presentan especialmente en el área de los
Estudios Sociales en cuanto al nombre de cantones, distritos o comunidades o en lo que
se refiere a medios de transportes locales.
En cuanto a estudiantes destacados, siempre los hay y son inolvidables, pero este
niño lo recuerdo porque en primer grado que escribía con la mano zurda, por lo que para
adecuarlo le busqué una silla por toda la escuela, pero lo que encontré fue un esqueleto,
de manera que le pedí a un padre de familia que me ayudara a arreglarla; yo le conseguí
la madera y él hizo lo demás, se la di al niño y todos muy felices y satisfechos. Un día,
mando al niño a realizar una práctica en la pizarra y cual no fue mi sorpresa. . . . Estaba
escribiendo con la mano derecha como si fuera diestro y pensé lo que correteamos para
conseguirle su mesa para zurdos. . . de pronto de me ocurrió pedirle que escribiera con la
mano zurda y lo hizo correctamente, aún desconcertada le pedí que lo volviera a hacer
con la mano derecha y por fin supe que el niño era ambidiestro.
¡Qué importante es monitorear constantemente el trabajo que realizan los niños y
observarlos de una forma efectiva, me pasó a mí y quién sabe cuántas situaciones
parecidas pueden suceder si no realizamos nuestro trabajo en forma responsable!
Otra experiencia que me ocurrió y que recuerdo, es la de un niño que ninguna
maestra quería en su aula, porque según referencias de ellas, era muy malcriado,
irrespetuoso y no le gustaba trabajar en clase y tenía dificultades de aprendizaje. Y con
estas referencias es difícil no impresionarse y tener conceptos preconcebidos. Sin
embargo, le pedí Dios que me guiara para hacer lo mejor de este niño que me enviaban.
Hice como que no lo conocía, era un niño nuevo, le dije que estaba feliz de tenerlo
conmigo, que había escuchado que era un niño bueno, respetuoso, atento y todo lo que
se me ocurrió que fuera agradable para una persona de su edad. Diariamente lo recibía
con una sonrisa y no fue más el niño que me habían dicho que era. Mis compañeras se
sorprendían cuando lo veían participando en actos cívicos. Lo triste de esta historia es
que el niño me dijo que quería que me lo llevara para mi casa, porque en la suya nadie lo
quería.
En esta labor he aprendido que cada niño es diferente y que se le debe brindar
esa atención específica que le ayude a asimilar los conocimientos. Que esa es nuestra
responsabilidad, que son además nuestros clientes y que depende del trato que les
demos, así va a ser la promoción gratuita que obtendremos de ellos y sus padres. Pero
también hay que reconocer que el sistema nos cruza de manos cuando nos satura el aula
con muchos niños y a veces con diferentes tipos de adecuaciones, que se tiene que
abandonar a los unos para atender a los otros o se atiende a todos pero no con la calidad
que se merecen y necesitan, ya que por más que se pueda identificar el estilo de
aprendizaje de cada uno, se hace casi imposible aplicarlo, a menos que se cuente con un
espacio de atención individual para cada niño. En este sentido, es muy importante, que el
gobierno abogue por mantener los programas que facilitan estos apoyos y no que piensen
en ir terminando con ellos en forma paulatina, según reza por ahí un Convenio
Centroamericano.
Para mi, una Escuela Rural no es tropiezo en mi labor, como sería para otras
personas, pues conociendo las “limitaciones” que podrían existir, quien ha tenido la
experiencia de trabajar en una zona rural aprende a hacer uso de los recursos naturales
disponibles para ilustrar de una manera concreta la mayoría de los contenidos de lo
programas del MEP, o sino lo fundamental para el desarrollo de los niños en su entorno.
Puede que una zona rural no cuente con los recursos de la ciudad, no obstante,
ahí se puede encontrar la voluntad, el compromiso genuino de grupos de personas, de
padres que hacen y aportan lo que puedan para tener mejores condiciones de
infraestructura tanto para el centro educativo, como para su comunidad. Ahí los
habitantes no son indiferentes, hay más unión y eso hace que lo que se proponen lo
lleven a cabo. También se notan marcadas diferencias en los niños, aunque siempre hay
unos hiperactivos, dispersos, impulsivos, en fin, de todo, son más disciplinados y
respetuosos. Aquí a uno como docente lo valoran y lo respetan.
La Educación Rural para mí no existe como término, sino más bien, es el entorno,
la contextualización lo que la define como tal. Y claro que puede brindar muchos aportes
a la Educación que se imparte en las zonas puramente urbanas. Donde no pueden por
ejemplo, vivenciar las etapas del desarrollo de diferentes animales y plantas, como sí lo
pueden hacer en el campo, o manejar el conocimiento concreto sobre una marea alta o
baja, o si a la gallina cuijen se le echaron 19 huevos y nacieron solo 13 pollitos, cuántos
no nacieron, o palpar las capas de la corteza terrestre en un paredón, en fin son muchas
las experiencias que se pueden rescatar de una zona rural y que pueden aportar al
sistema Nacional.
Se puede demostrar que si bien los libros son una gran herramienta como
complemento al proceso educativo, no son indispensables, que la naturaleza cuenta con
muchos recursos de apoyo al proceso educativo y que los intercambios de experiencias
entre ambos sectores enriquecería de gran forma el proceso educativo primario.
Jeanneth Salas González
Datos Biográficos
en Heredia, el 25 de febrero de 1947, tengo ocho hermanos, me crié en uno de
los primeros barrios de Heredia; en un barrio marginal, San Vicente de Pául, con muchas
carencia de cosas materiales, ya que ni siquiera tenía zapatos, viví solo con mi mamá y
mis hermanos, la relación era excelente, la pobreza nos unía cada vez más, trabajábamos
mucho en labores agrícolas, y en una pequeña industria casera fabricábamos, bolsas de
manigueta, que vendíamos en el Mercado Central de Heredia y en algunas carboneras.
Recuerdo, que los vecinos (niños) del barrio nos ayudaban a realizar las labores
para poder participar de los juegos de grupo, ya que mi madre nos exigía un número
equis de bolsas para poder salir, con la venta diaria. Aun así, lográbamos jugar yacses,
con piedritas y canicas, cromos con recorte de periódicos, jugábamos bolero, con un
palito de café y un tarrito, yoyo con dos botones unidos, entre otros.
Fui la niña más feliz del mundo, me tocaba alimentar a mis hermanos, curarles el
ombligo a los más pequeños, darle la comida, con tan solo ocho años de edad. En estas
labores recuerdo, que una vez mi hermano, estaba muy enfermo y yo salí corriendo a que
lo bautizaran, porque creí que iba a morir y quería que si se iba, lo hiciera bendecido con
el bautizo, se le llamó Héctor Jesús, luego se lo llevé a mi madre, quien presurosa lo llevó
donde el doctor Roblero, quien atendía a cualquier persona aunque no le pagaran, y se
curo gracias a Dios, no sucedió nada.
Mi Primaria fue en la escuela Barrio Morales, era una de las mejores escuelas, en
ese entonces, viví ratos muy felices a pesar de mi pobreza, nunca me discriminaron, más
bien siempre me apoyaron mucho.
Recuerdo a una maestra bellísima, se llamaba “Niña Cristina”, ella siempre me
ayudaba mucho, me ubicaba en las labores que iban a ser primordiales en la vida, como
preparar un platillo, poner una mesa, me enseñaba hasta cómo debía caminar una
señorita.
En la secundaria, otra de mis maestras me ofreció darme todo, pero yo tenía que ir
al colegio. Por prejuicios personales, no asistí al colegio inmediatamente, perdí como tres
años. Cuando tenía 15 años, a mi mamá cansada de trabajar para una familia después de
35 años, le solicitaron las señoras de la casa, que le mandara una hija para que les
ayudará, la más grandecita era yo, y me fui a cuidar a esas dos señoras, una con 69
años, y la otra con 85 años aproximadamente. Eran tres adultos mayores, que tenía a mi
cargo. En esta casa encontré una universidad privada, ya que eran educadores
pensionados que se dedicaron a enseñarme idiomas, me enseñaron cómo se debía
estudiar; recuerdo que yo les servía el almuerzo, y luego se privaban como bebés,
entonces yo aprovechaba para estudiar, me fue fácil, ya que la casa tenía diferentes
árboles frutales y yo escogía cada tarde uno diferentes para estudiar; fue cuando decidí ir
a probar suerte en el Colegio Nocturno Alfredo Gonzáles Flores, pero hubo un
inconveniente, no me aceptaban, tenía que tener un permiso del Ministro para que me
aceptaran. Por el exceso de trabajo, mi madre nunca se interesó, por lo tanto yo tuve que
ir solita, sin conocer San José, el Ministro era Don Lalo Gámez, quien se extrañó de
verme sola, y al percibirme tan interesada, no dudó en darme el permiso para estudiar;
ahí arranqué como estudiante de Enseñanza Media, fui siempre líder, con una gran
bendición de Dios, que siempre en mi vida puso ángeles guardianes, que me ayudaron a
salir airosa, ya que antes de llegar a esa casa tuve que trabajar en el mercado, en
zapaterías, vendía bolsas familiares, vendía chayotes en canastitos, o los canjeaba por
huevos, o tortillas, para alimentar a la familia.
Entre algunos de los recuerdos de esta estadía se encuentran:
Cuando vivía con esas señoras, recuerdo que se murió una de ellas, y yo con tan
solo quince años, la maquillé para le funeral, ¡todas las demás jóvenes con emoción de la
celebración de los quince años y yo maquillando un cadáver!, ¡qué irónico! Fue realmente
impactante para mí.
Me casé a los 20 años, cansada de trabajar. Cursaba el cuarto año de la
secundaria, me casé con la idea de descansar, pero ese descanso me duró 40 años, hace
tres años falleció mi esposo, como dato curioso ya que, en mayo cumplimos cuarenta
años de casados y falleció el 9 de junio cuando cumplía 63 años de edad. Fuimos padres
de cuatro personas valiosas, dos hombres y dos mujeres.
Me gradué en Ciencias de la Naturaleza para la Enseñanza Media, pero no la
ejercí, solo durante un año.
Decidí ser docente por facilidad, porque fue totalmente por necesidad, por ser la
carrera más barata y la más corta. Ya estando ahí descubrí, que estaba como pez en el
agua, soy muy maternalista, y por eso me encantaba.
Estudié en la Escuela Normal, y en la Escuela Normal superior, con un título de
Bachiller en Educación, me gradué después de algunos años.
Trabajé en todas las escuelas del área metropolitana, Alajuela, Heredia, San José
y Cartago, en forma interina y, buscando la propiedad me retiré a una preciosa
comunidad Cartaginesa, en donde puse a prueba mí calidad de educadora, ya que entre
los niños que recibí algunos no tenían ni secuencia mental, ya que me decían, “niña
pulpería deja ir mi”, era una escuela con muy pocos estudiantes y tenían escaso
repertorio de vocabulario, porque vivían en unas montañas hermosas y solo tenían
contacto con un radio de batería, padecían mucha desnutrición, eran niños arrugados, no
tenían un nivel cognitivo sano, porque para que se dé un aprendizaje permanente se
necesita una unión con la alimentación y la cognición. Viajaban todos los días de Heredia,
a las tres de la Mañana, durante dos años.
Recuerdo que pasaba por la Esmeralda, eran aquellos festines, que un día me
brinqué un borracho, poco tiempo después me enteré de que no era un simple borracho,
si no un cadáver, el que me había brincado.
Por otro lado, recuerdo que conocí a un señor que me decía que nos
acompañáramos en el viaje, yo no sabía ni quien cuidaba a quién, pero nos
acompañábamos, fue una experiencia interesante.
Pedí traslado a San José y me ubicaron en el Carmen de Guadalupe, trabajé ahí
durante dos años, luego me fui a San Blas de Moravia, por dos años, después me
trasladaron a la Escuela Antonio José de Sucre, en la Uruca, trabajé durante cinco años, y
de ahí me trasladé a la Escuela La Aurora de Heredia, donde me pensioné, ya que me
acogí a una pensión extraordinaria. Solo trabajé 20 años.
Como personajes interesantes recuerdo a los niños de Cartago, yo los rotaba y me
los traía para que conocieran el área metropolitana, y recuerdo que se caían
constantemente porque no sabían caminar en la parte plana, hasta que pudieron
adaptarse a caminar en lo llano.
Además una vez esos niños vinieron a Cartago, a conocer el presidente Carazo,
ellos estaban todos emocionados, ¡qué lindos mis chiquitos!
Entre algunos personajes distinguidos, tuve la oportunidad de conocer a John F.
Kennedy, a la madre Teresa de Calcuta y a Juan Pablo II, ellos inspiran paz, tienen otra
perspectiva, otro carisma, otra personalidad. Además tuve la oportunidad de compartir
con los ingenieros de la NASA. Todas y cada una de estas experiencias me han
enseñado a ser mejor persona.
Además, entre algunas de las obras importantes que pude realizar en las
comunidades en las que estuve recuerdo, que colaboré con el Proyecto de Electrificación
en la Zona de Cartago; en el campo la comunidad es muy participativo, se demuestra en
los turnos, el Desfile de Faroles y múltiples actividades netamente comunales.
También recuerdo a Lisette Howell, y a otros de los que no preciso nombres,
repaso a un niño, que el padre me lo trajo con una nota que decía “niño incapacitado para
leer” el padre preocupado, me lo llevó, yo en mi labor educativa ubiqué al estudiante en su
forma de aprender, pude conocer que le encantaba el fútbol, y por ese lado, aprendió a
leer con múltiples metodologías.
La Educación Urbana, es más acelerada, el aporte entre ésta y la Educación Rural
es recíproco, ambas deben aportarse, de la rural más que todo la producción agrícola, y
de la urbana se alimentan de la reproducción académica, la tecnología ha hecho que se
universalice, eso ha estimulado a que el desarrollo rural sea más equitativo.
La comunidad rural, ya no es pura, fue contagiada con lo tecnológico, con lo
nuevo.
Rural es una Educación muy limpia, las ciencias se dan magnifico en esta área.
Enseñaba con las experiencias, donde ellos buscaban los nidos, por ejemplo, para que
ellos los conocieran.
La Educación es fundamental para el desarrollo equitativo de los seres humanos y
los maestros tienen acceso directo a ella.
Nelly Brown Castro
Datos Biográficos
Nací en Almirante, Bocas del toro Panamá, en aquellos años mis papas vivían en
Sixaola, lo que pasó es que en ese lugar no había hospitales, entonces la mayoría de las
personas, tenían que ir al lado de Panamá a tener a los hijos; por eso en ese lugar.
Fui a la escuela de Guabito, porque es la población que está más cerca de
Sixaola, ahí estuve hasta el tercer grado, como todos lo niños que vivían ahí, jugábamos
en aquel puente, que hoy día yo lo miro y hasta que se me paran los pelos, yo no sé como
yo jugaba ahí.
Después nos fuimos, cuando yo tenía 11 años, para San José, a vivir a
Guadalupe, mi mamá y mis seis hermanos. Mi papá se quedó trabajando en Sixaola, él
era comerciante, hasta que murió, fue comerciante en ese lugar. Recuerdo que la relación
que mantenía con mis hermanos era normal, claro con todo lo que conlleva tener seis
hermanos, en aquellos años no exista la televisión, hasta la edad de los 13 años fue que
entró un aparato de televisión a mi casa. Normal, jugábamos, hacíamos las tareas y
siempre comíamos juntos. Existían las buenas relaciones con papá y mamá, aunque
ellos no podían jugar con nosotros, porque tenían demasiado trabajo, pero nosotros sí
jugábamos con los vecinos y con otros niños del barrio:
fútbol, bicicleta, escondido, a
hacer casita.
Yo entré a la escuela de Guabito a los 7 años, recuerdo el primer día de lecciones
cuando la Maestra dijo: “Yo me llamo Gladis Ce de Arrocha” y lo escribió en la pizarra y lo
leí perfectamente, solo tenía solo siete años. La primera canción que ella me enseñó yo
me la aprendí y hasta hoy me acuerdo, más bien las que aprendí en el Colegio se me
olvidaron; la canción se llama Yo Soy la Luna Blanca y Redonda, dice así:
Yo soy la Luna Blanca y Redonda, con mis amigos juego a la ronda, me subo al
cielo y en la laguna, bajo hasta el fondo y hago mi cuna. Con mis amigos juego a la ronda,
yo soy la Luna Blanca y Redonda.
De esa escuela me llevaron a Limón un año, pero no pegué ahí, en realidad no era
mi ambiente, ya que no estaban mis padres, me dejaron donde una señora y me sentía
mal, al año siguiente nos fuimos a Guadalupe. Viví en el Alto de Guadalupe un año, ahí
hice la Primera Comunión a la edad de los 11 años. Después nos pasamos a San Antonio
de Guadalupe, estuve en una escuela que se ubicaba donde ahora es el Palacio
Municipal de Guadalupe, era una escuela de monjas católicas que atendían a toda la
población escolar y además atendían a un reformatorio que tenían a la par, entonces las
que llegábamos de internas, teníamos una imagen de que las trataban como presas, a
pesar de que un niño no tiene esa discriminación.
Cuando terminé la Primaria, papá dijo que ellos tenían que devolverse a Sixaola y
que a mí me tenían que buscar un internado, entonces se me vino el cielo a la tierra, yo
me imaginaba que me iban a meter interna, era tremendo. Mi mamá llevo al Colegio Maria
Auxiliadora de Alajuela, era un colegio de Señoritas, y exigían una calidad muy alta para
permanecer ahí, estudié mis cinco años en ese colegio.
Mis recuerdos más perdurables:
en primer año, gané un concurso de
composiciones, era un premio más grande que yo y el director decía que me vieran como
ejemplo, para que otros niños de otros niveles se motivaran a escribir. En el colegio, por
dos veces obtuve el primer lugar de todo el colegio, y me dijeron, que era la mejor de todo
el bimestre de quinto año, porque traía 10 corrido y la conducta se calificaba con 10 y yo
tenía todo con 10, por eso era la primera de colegio, me regalaron una banda bien bonita
y se la regalé a mi mamá, por cierto todavía no he podido quitársela.
Yo recuerdo que no me costaba lo que enseñaban.
Tuve dos maestras, una de ellas se llamaba Libia de Jubane, la cual era muy
cariñosa, muy dulce. Tengo en mi mente una vez que nos dijeron que en el recreo había
que permanecer cerca de la escuela, y con unos compañeros nos fuimos a un potrero a
comer guayabas, -y la niña Nelly en ese entonces-, se trepó en un árbol de guayabas,
por que le tenía miedo a las vacas y todos los varones se fueron y me dejaron ahí sola,
claro, cuando yo pude bajar llegué tardísimo y la maestra me dejó en el rincón, por
salirme del solar, a ellos no los castigaron pero a mí si. En ese rincón, los demás se
burlaban de uno porque estaba ahí y los otros no, nos sentaban viendo hacía el frente,
viéndolos a todos y prestando atención a lo que la maestra explicaba.
Recuerdo el primer día de clase como si fuera hoy, y creo que el método al que
llaman global, sí ayuda a que se aprenda a leer, la maestra escribía con una letra que le
llaman palmer. A veces uno piensa que los chiquitos no pueden aprender, pero sí, ellos
aprenden.
En realidad yo no iba a ser maestra, estuve en San José estudiando Química
Industrial, pero hubo un problema con mi papá en la Frontera con Panamá, no sé qué fue
exactamente, pero se lo llevaron como preso político, entonces, mi mamá quedó sola con
mis hermanos pequeños, por lo cual tuve que salirme de la universidad para ayudarle,
perdí la beca que tenía por formar parte del Coro Universitario, eso sí me dolió, fue un
trauma horrible. Perdí todo ahí, fue un año completo, perdí todo lo que había estudiado,
hasta que todo se resolvió más o menos, fue que empecé a trabajar en educación.
Estudié mientras trabajaba en educación, en 1973 fue el primer año de trabajo, no
estudié, pero atendí 25 chiquitos, eran 15 en la mañana y 10 en la tarde, tenía que
caminar como media hora hasta allá desde Sixaola, hasta el fondo de una de las fincas, a
darle clase a los chiquitos, había que usar botas, porque eran un barriales y unos
zancuderos horribles, algunos niños vivían cerca de la escuela, pero los que viajaban
conmigo caminaban, los niños eran normales y aprendían bien, uno de ellos es piloto de
la Seguridad Pública, Nei Escobar, uno que se accidentó y la mamá casi se muere de la
angustia, ese fue alumno mío.
Después ya no fui maestra, si no profesora en el Colegio de Talamanca, el primer
año de su apertura, fui profesora de Español, 6 años. Ahí fue cuando empecé a estudiar
para maestra, en la UNED, saqué el titulo de I y II ciclos. Es más facial trabajar con
adolescentes que con niños, yo les exigía mucho como lo hacían conmigo, ahí estaba
este diputado del PAC. Edwin, había otras que ya son enfermeras, maestras y otras que
trabajan en el Ministerio de Salud.
En el 83, inicié mi trabajo en Primaria, sin luz, solo con una candela o con una
lámpara de canfín, y de vez en cuando me iba a planear a la orilla de la playa, para mayor
tranquilidad. Inicié en la escuela de Cahuita por un año y después en la de Hone Creek
por tres años, ahí quedé viuda y me de a Cahuita hasta el 2004 que me pensioné.
Considero que mis clases eran normales, uno recibe niños de diversas clases
sociales, con hambre, sin interés, por suerte ya existían los comedores escolares, aquí en
las zona rural hay mucha necesidad, muchos niños iban a la escuela porque había
comida, a uno le preguntaban desde buena mañana ¡niña hoy hay comida!, y si no había
ese niño ya no trabajaba igual por la congoja de que ya no había comida. Había días en
que uno como maestra tenía que ingeniársela para ver cómo le daba comida a ese niño
para que le trabajara.
Yo inicié mi trabajo con horario alterno, siempre lo más difícil fue en la mañana, los
niños que asistían por la tarde ya estaban más acoplados a la vida rural.
Con respecto a la participación de los padres con los maestros no era muy buena,
le dejaban a uno los chiquitos como diciendo, ahora vea a ver que hace con este chiquito,
era muy difícil, uno tenía que buscar libros y otro material para ellos.
Entre otras experiencias, recuerdo a una niña que no aprendía, pero un día la
agarré tirando un papelito a un compañero que decía: TE AMO, por lo cual, yo comprobé
que en el mes de agosto ya ella asimilaba la materia.
Una vez, recuerdo que estaba trabajando en Hone Creek, cuando un chiquito se
me acerca y me dice: ¡Niña vieras que animal más lindo está en el aula de la niña tal!,
pero, yo les decía están en recreo vayan a jugar, yo estaba revisando exámenes, pero me
decían, ¡no niña viera que lindo animalito, es como un gatito!, ¿cómo un gatito? les
pregunté y dice un niño, ¡no niña no es un gatito, es un animalito negro con una rayita
blanca!, y yo caí en el hecho de que era un zorrillo, yo les dije, ¡no lo toquen! Cuando me
llegó el olor, ese día no se pudo trabajar el resto del día, lo chiquita lo estaba agarrando,
tuvimos que meterla al rió, enterrarla en arena y que no le hicimos para que se le quitará
el olor.
Otra experiencia, fue con unas muchachitas que tenían entre 13 y 14 años, una
era mi alumna, muy vivaz, por lo menos el primer año, luego en el segundo año la chiquita
se volvió rebelde, como amargada, triste, como en tercer grado salió del colegio y no
volvió, era que el papá la estaba abusando, por eso cuando hay algo que sucede así, es
porque a los niños los están abusando y uno como maestro se da cuenta de esas cosas y
no se puede quedar callado.
Cuando yo era directora, nos dimos cuenta que unas niñas estaban siendo
utilizadas por unos extranjeros que sacaban fotos para Internet.
Para ir a trabajar debía irme en lo que fuera, porque no había servicio de
transporte, viajaba en vagoneta, camión de ganado y otros medios. Recuerdo una vez
que veníamos en un camión lleno de indios, maíz, cerdos, gallinas, para llegar a la casa.
Trabajé desde 1995 al 2004, primero como Directora Uno, es muy difícil trabajar
en ese puesto, pienso que no debería existir, un director no tiene que ser maestro, porque
no se da un cien por ciento a los niños ni a los maestros, siempre los niños salen
perdiendo.
También, dentro de las actividades que se realizaban, recuerdo que se celebraba
el Día del Agricultor, siempre se traía personas que vivieran a la escuela, y también
íbamos a sembrar árboles en cuencas de ríos, limpiar la comunidad, la playa, entre otros.
Don Claudio, es un maestro al que le gustaba el teatro, me traía los alumnos a
realizar obras de teatro en la escuela, además ha ayudado mucho a la comunidad de
Cahuita, también fue maestro y director.
Los maestros de estas zonas no podían intercambiar muchas estrategias y
técnicas, ya que aquí todos buscaban cómo lograr el desarrollo de sus propias
actividades.
Entre los problemas más comunes se presentaban, los académicos, porque no
existía lo de las adecuaciones curriculares, debido a que en su mayoría los chiquitos
presentaban un fenómeno, producido por el aislamiento, en donde se producían
nacimientos de niños con algún tipo de retardo, porque sus padres eran familia. A este
tipo de niños se les enseñaba, escribiendo en la arena, con papel lija, escribir en el aire,
cantando (con música se aprende mucho, es importante el dinamismo y el movimiento),
además me reunía con los padres para mejorar el estudio y la organización de sus hijos.
También el lenguaje era un problema, muchos hablaban en Inglés y otros en Español.
Los problemas de disciplina y deserción siempre han existido aquí en la zona de
Cahuita, pero se han acentuado por la visita de turistas, nómadas y la droga que se vende
en la región, los chiquitos traían en el bulto la droga y armas, yo lo que hacía era decirles
a los papás que por favor revisarán los bultos de los hijos. Un día una señora, me contó
que el hijo traía un puñal y averiguando nos dimos cuenta que ese puñal lo utilizaba para
amenazar a sus compañeritos y quitarles la plata, esto sucedió en el año 1996.
Otra experiencia, fue que un chiquito traía un arma 22 en el bolso y llamamos a los
papás, pero un año después un hombre murió por esa misma arma.
Siempre recuerdo que tuve una niña que nunca me habló, ella era muy callada, en
un año ella nunca, nunca me habló, pero sí hablaba en la casa, cantaba con todos para
que se escuchara individualmente.
Tengo alumnos brillantes y otros que están en la cárcel, ser maestra es una gran
experiencia.
Yo les diría a los maestros que inician en su formación, que no permitan que el
Ministerio les robe el espacio de manifestación y el de plasmar lo que uno quiere en los
alumnos, ellos le dan a usted la receta y le dicen haga, haga pero a usted le dan muy
poca oportunidad de hacer lo que usted quiere, le quitan la originalidad y la creatividad al
maestro. Es necesario reivindicar al verdadero maestro y la dignidad del mismo, el
Ministerio de Educación no le da el lugar que merece el educador. El educador es el único
que cuando termina su jornada sigue trabajando fuera y dentro del centro educativo y
cuando ellos se revelan son catalogados como vagos. Hay que luchar por jornadas
completas en el centro educativo y que su estadía en el hogar esté libre, que el educador
se forme no solo como educador sino como persona y que aprenda a defender sus
derechos y a luchar por ellos. Que se dé libertad y que no se coarten su vida y capacidad.
La Educación Rural cambia en comparación con la de la cuidad, porque en la
ciudad hay de todo, y hasta los padres están mejor, más responsables, en las zonas
rurales la Educación es un acto heroico, cuando yo trabajaba eso era una aventura, por
que el maestro de zona rural tiene que andar de todo, hasta medicinas, psicología, igual
como directora, uno se busca muchos enemigos, siempre hay que estimular a los padres
para que apoyen el proceso educativo, yo daba hasta talleres, para que organizaran el
lugar de estudio de los niños y demás cosas.
Personalmente pienso, que los docentes que se pensionan deben alejarse de las
aulas, para darle oportunidad a los que están terminando de estudiar, es como una
carrera de relevos, para trasladar la antorcha a los nuevos docentes que la pueden llevar
y ganarse el pan.
Por otra parte, la Educación Rural, aporta a la urbana, ese sentimiento de
compartir con la comunidad, relación comunidad-escuela, tomando en cuenta la situación
económica, social y de entorno de las personas, trayéndolo en beneficio de la Educación
de los estudiantes.
Rescato que el maestro que se formó en zonas rurales, generalmente, tiene más
madera de maestro por todas las experiencias que ha tenido que afrontar.
Marta Salas Arguedas
Datos Biográficos
Niñez
Nací el 5 de enero de 1943, actualmente tengo 65 años, crecí en Atenas, hasta los
cinco años y me crié en San Rafael de Esparza, éramos 13 hermanos, siete mujeres y
seis hombre, vivía con mis padres.
Lo que más hacíamos era jugar, jugábamos bolinche, quedó, escondido, trompos,
mirón mirón, en el patio de la casa, junto con otros primos. Andábamos por los potreros
apiando guayabas y demás frutas.
Asistí a la escuela, eran dos maestros, ellos daban un grado por la mañana y dos
por la tarde. Siempre fui excelente estudiante, ya que se enseñaba lo básico, y había que
aprenderlo bien en las cuatro materias. Los sábados nos daban una hora de canto, nos
enseñaban los himnos patrióticos, canciones de la madre, y canciones típicas, que me
encantaron y me sirvieron montones luego.
Adolescencia
Para la Secundaria estudié en Heredia, en el Liceo Alfredo González Flores
Nocturno, cuyo director era Don Rogelio Chacón, siendo un colegio muy disciplinado, las
mujeres asistían con enagua azul, blusa blanca con cuello engomado y bien aplanchado
y con una chaquetita color gris, los hombres iban con pantalón azul, corbata y chaqueta, y
a ninguno se les permitía quitarse ninguna prenda ni asistir sin estar completo el uniforme.
En Heredia, ya que nos tuvimos que venir de Esparza por problemas económicos,
recuerdo, que se escogía, letras o ciencias y el idioma, en cuarto año.
Decidí ser maestra porque toda la vida me ilusionó enseñar y ayudar a los
compañeros, aún hoy día doy clases en mi casa, lo cual me produce mucha felicidad al
ayudar a los niños, recibo como tres por día, les ayudo en todas las áreas de estudio.
Mi historia fue dura por la pobreza de mi familia, lo cual era muy frustrante ya que
no podía continuar con mis estudios. A mí me gustaba muchísimo enseñar, solicité al
Ministerio de Educación Publica una plaza como maestra interina, solo con Bachillerato,
por lo tanto, no tenía derecho a renunciar por el lugar que me designarán.
Profesión Laboral
Mi primer trabajo lo llevé a cabo en el Centro Educativo de Boca Brava, durante un
año, una isla de los Delta del Térraba, en Puerto Cortés, la escuela se llamaba Boca
Brava, ya que una de las bocas del mar era muy fuerte, era una escuela unidocente; yo
era la única que atendía a los niños. Viví en una casa y recibía a 27 niños, los cuales
presentaban muchos problemas de desnutrición, y económicos, ya que no tenían en que
trabajar; viví personalmente la escasez de los alimentos por las mismas condiciones
ambientales, ya que teníamos que salir a Puerto Cortés a comprar la comida (granos
básicos), donde el trasporte era muy difícil, ya que no se contaba con el dinero necesario
para la gasolina, recuerdo que el piso de la escuela era de arena, las paredes eran de
caña blanca, y algunos asientos eran troncos que estaban atascados en la arena.
En 1973, que la Universidad Nacional abrió el primer curso del Plan de
Seguimiento, no pude ingresar por un nombramiento atrasado, y el requisito era tener una
escuela para llevar este curso que duraba tres años como plan piloto. Ingresé el año
siguiente y durante ese lapso me desempeñé como Maestra Bachiller en la Escuela
Sierpe de Osa, centro educativo con tres docentes, aquí un año y en la Escuela Bajo de
los Indios, de Ciudad Neilly, con dos docentes siendo yo la directora, también por un año.
Recuerdo, que en estos centros educativos, la labor era más sencilla, todo
relacionado con el ambiente, tomando en cuenta la comunidad indígena.
En Sierpe, vivía en un cuartito, a la par de la escuela, el agua se obtenía de un
pozo, y nos bañábamos detrás de una mata de plátano y una lata de zinc. Era un pueblito
rodeado por el río Sierpe, se daban mejores condiciones, mejores medios de transporte
por tierra y mar, la economía era diferente, existía muy buena relación entre la comunidad
y la escuela vecinas.
En Bajo de los Indios, el trasporte era muy difícil, porque había que entrar por
Panamá en bus, y cuando no había servicio, viajábamos en el carro del repartidor de
leche, hasta la frontera, donde luego tomábamos el bus, hasta llegar a Ciudad Neilly.
Una vez que veníamos de Ciudad Neilly, llegamos a las siete de la mañana, pero
el transporte era tan malo que tuvimos que caminar (una compañera de trabajo, una
amiga que iba a pasear, mi hijo mayor y yo), no sabíamos por donde caminar, eran unos
caminos sorprendentes, yo a ratos lloraba y a ratos reía; tuvimos que caminar y subir, una
cuesta enorme, luego bajar y luego subir y llegar a la escuela en la que laborábamos.
Cuando llegamos al bajo, había un río con un puente, que estaba hecho de una sola tabla
y dos mecates sosteniéndolo, sentimos miedo al tener que atravesar ese puente, me
sentía muy preocupada, porque llevaba a mi niño en brazos y no sabía como cruzar,
cuando de repente y por gracia de Dios, vino un indio, que nos dijo: ¡les ayudo a pasar!, y
por supuesto asentimos, él nos ayudo a pasar a todos, luego le consultamos cuánto
faltaba para llegar y nos respondió: ¡Si no se paran llegan de día!, lo cual nos sorprendió
muchísimo, y nos preguntábamos ¿Cuánto falta?; sin más demora continuamos
caminando, tuvimos la oportunidad de ver todo tipo de animal de monte, hasta venados
nos salieron, pero no dejamos de caminar, hasta que la noche nos atrapó en su
penumbra, no podíamos visualizar nada, era frustrante, lo único que hacía era pedirle a
Dios que no nos saliera una serpiente o algo malo. Al fin llegamos, eran pasadas las siete
de la noche, caminamos aproximadamente cinco horas o más, realmente no lo preciso,
cuando llegamos nos bañamos inmediatamente, por supuesto que había que sacar el
agua del pozo, esa experiencia fue realmente frustrante y cansada.
Además recuerdo, que en esa escuela tuve una estudiante indígena, y no leía
dentro del grupo, había que sacarla al corredor, para que, ella sin que nadie la viera,
leyera, ya que le daba mucha pena leer ante los compañeros de clase.
En este mismo lugar, hicimos (mi compañera y yo) amistad con maestros
panameños, que pasaban problemáticas similares a las nuestras.
Conjuntamente, recuerdo, que los indígenas me llevaban a conocer sus hogares;
ranchitos que tenían una puerta pequeña, por lo que había que agacharse bastante para
poder ingresar a la misma, entre otras cosas nos llevaban a ver juegos de fútbol; me
parecía asombroso, que las indias se colocaban una cinta en la frente con una bolsa
atrás, para jalar a sus hijos, mientras salían.
Por otra parte, a finales del año 75, logré matricular los cursos del Plan de
Seguimiento de la Universidad Nacional: tres meses teóricos en Heredia, y el resto del
año práctico en las escuelas, recibiendo lecciones cada 15 días en las sedes regionales.
Luego trabajé en Coto Sur de Ciudad Neilly, la escuela se llama Coto Sur (La
Vaquita), ahí permanecí un año, la misma funcionaba con el apoyo de una cooperativa, la
cual fundó la escuela, ellos velaban por el plantel educativo. Recuerdo que vivíamos en
un cuarto, cocinando con canfín, sacando agua de un pozo, y alumbrándonos con
lámparas, solo trabajábamos dos maestras, ella era una compañera de Guanacaste, y
desempeñaba la función de directora. El transporte, era más fácil, se salía en tren a Coto
49, o en bus por Laurel, para llegar a Cuidad Neilly; tuve la oportunidad de enseñar
Educación para Adultos a diez alumnos, esas clases se impartían por las noches,
alumbrándonos con una lámpara de canfín, finalmente el esfuerzo fue recompensado, ya
que todos aprobaron el sexto año.
En ese año se implementaron los comedores escolares, en todo el país, por
consiguiente, en este mismo centro educativo, visitándonos el presidente don Daniel
Oduber Quirós.
De ahí continué estudiando, y pasé a trabajar a la Escuela de San Rafael de Villa
Neilly, lugar más céntrico, con mejores opciones de enseñanza, hacía los niños, pero era
unidocente, tenía que cumplir con todas las funciones de la Junta de Educación,
Patronato y Comedores escolares, trabajaba con 46 alumnos.
Vivíamos en una casa, alquilada, enfrente de la casa de don Ricardo Neilly,
Fundador del Pueblo.
Posteriormente, regresé de nuevo a Sierpe, donde terminé la Universidad, y pedí
propiedad en ese mismo lugar; me quedé tres años más, siendo solamente maestra, bajó
la matricula y me dieron opción de escoger escuela, trasladándome a Volcán de Buenos
Aires, donde trabajé tres años, y habíamos tres maestros, un ambiente muy agradable, la
economía era buena, los niños eran muy capaces y dedicados al estudio, casi todos eran
muy buenos alumnos, se desarrollaban adecuadamente los programas del Ministerio,
entre otros.
Me trasladé a San José, y trabajé en la Escuela República de Nicaragua, durante
tres años, y posteriormente pasé a San Antonio de Belén en Heredia, por cuatro años, y
de ahí me trasladé a la Escuela de La Aurora en Heredia, donde terminé mis años de
trabajo, y de ahí salí pensionada.
Aunque, mi vocación fue enseñar con buenos ejemplos y metodologías para el
mejor aprendizaje, después de pensionada, no terminé de enseñar, lo cual me gusta
bastante.
Vienen a mi memoria alumnos, inolvidables como Luís Fernando, Marvin,
Esperanza, Jacqueline, Francisco, Esteban, Ana Libia, Juanita, entre otros.
Ahora bien, como lo mencioné anteriormente, después de pensionada, me he
dedicado a la elaboración y decoración de queques y repostería fina.
La Educación Rural, tiene mucha similitud con la Urbana, solo que en la Rural hay
más tiempo para abordar las materias especificas, por todo lo contrario la urbana no se
especializa en las mismas, por la gran cantidad que se imparte.
La Educación Rural bien desarrollada es excelente, por el medio en que se
desenvuelve, y aporta conocimientos sobre la naturaleza y la agricultura, llevando a cabo
un conocimiento integral para los estudiantes. Además cabe rescatar que aporta
información geográfica, del clima, la cultura y las diferentes situaciones socioeconómicas
que exigieron y existen en el país.
Alcides Vargas Umaña
Nací en Heredia, el 16 de julio de 1949. Soy el penúltimo de siete hermanos, de un
hogar muy pobre, con problemas serios productos de que mí papá era amante del licor.
Vivía en la Puebla de Heredia y asistía a la escuela de San Pablo de Heredia (Ezequiel
González). Tuve la suerte de tener maestras exigentes, tanto en la parte académica como
en la parte formativa. La maestra de VI grado, Mireya Aguilar de Zumbado me insistió que
fuera al Liceo de Heredia (en ese entonces único colegio en la provincia, hablo de 1963).
Tal fue la insistencia de doña Mireya, que en el período de vacaciones me preparó
para que realizara una prueba para optar por una beca. Recuerdo que en las pruebas
(Matemáticas y Español) obtuve un 9.50, sin embargo no tuve opción. Como era muy
pobre mi mamá no me podía enviar al colegio, además decía que yo no servía para
estudiar. Recordemos que en esa época la mayoría de padres de familia enviaban a los
hijos a trabajar una vez terminado el VI grado. Mi hermana Odilia me ofreció el pago de
los estudios y fue así como estuve en el Liceo de Heredia, primero y segundo año y
segundo bimestre del tercer año. Por conflictos económicos tuve que abandonar el
colegio. El profesor de matemática don Ponciano Gutiérrez Zamora de grata memoria,
cuando se enteró que yo había abandonado los estudios, me localizó en la plaza de fútbol
de La Puebla (estaba jugando la clásica mejenga) y me dijo que no me podía perder que
tenía que seguir estudiando. Yo le expliqué la situación y me dijo que fuera al Colegio
Nocturno que él ya había hablado con don Rogelio Chacón R. Director de la Institución.
Don Ponciano me regaló sesenta colones (¢ 60.00) para que compara la jacket que se
usaba en ese entonces como uniforme. Al día siguiente me presenté al colegio, en la
puerta me atendió don Rogelio y me dijo que allí no se aceptaban niños. Obvio que me
puse triste. Inmediatamente me dijo don Rogelio que era una broma y que conocía la
situación a través de don Ponciano. En ese entonces exigían una edad mínima para
entrar al colegio nocturno y yo no la tenía. Eso fue en el año 1965, es decir, iba a cumplir
16 años. En 1967 obtuve el Bachillerato en Ciencias y Letras.
Cuando salí del Liceo de Heredia, trabajaba vendiendo leche y natilla y los
domingos cuidaba carros en el parque de Heredia y en las afueras del estadio cuando
habían partidos.
Ya con el bachillerato pensé en un cambio de vida. Con ayuda de Carlos, un gordo
que trabaja en el Cuerpo de Bomberos de Heredia logré que me nombraran de maestro
de Limoncito de Coto Brus. Cuando me llegó la comunicación del nombramiento me puse
a llorar. En realidad era un güila. Recordemos que en esa época la mayoría de edad se
alcanzaba a los 21 años. Mi hermana Odilia al verme llorando me dijo que no me fuera,
que matriculara en la Escuela Normal. Tuve la suerte que ese año (1968) comenzaba a
funcionar La Escuela Normal Superior lo que ayudó a descongestionar la Escuela Normal
Omar Dengo. Después de realizar el examen de admisión fui aceptado y en 1969 obtuve
el título de Profesor de Enseñanza Primaria.
Como siempre tuve un ángel a mi alrededor. Surgieron las figuras de don Jorge
Madrigal; Secretario de la institución, Amparo Zamora y doña Ángela Soto, quienes no sé
cómo se enteraron de mi situación y me dieron una beca de bienestar estudiantil.
Posteriormente don Jorge me dijo que si obtenía excelentes notas me gestionaba para el
próximo año una beca del gobierno. Dicho y hecho, don Jorge hizo todas las vueltas y en
segundo año gozaba de beca del gobierno. Imagínense el platal, doscientos colones (¢
200.00) por mes. Fue una vida muy difícil ya que tuve que trabajar desde los seis años,
pero a Dios gracias y a todas las personas que me ayudaron logré salir adelante y con
mucha honra contar mi vida de niño y de joven.
¿Por qué me hice maestro?
Como lo manifesté anteriormente fue por la situación económica. No contaba con
los recursos económicos para ir a la Universidad de Costa Rica, única que existía en esa
época. Mi deseo era estudiar Derecho.
¿Como me formé para ser maestro?
Con la ayuda de tres de mis hermanas, ingresé a la Escuela Normal de Costa
Rica en 1968, -asistí a lecciones durante dos años (18 meses), de lunes a sábado con
horario bastante cansado. De lunes a jueves de 7 a.m. a 4 p.m., viernes y sábado de 7 a
12 m. La formación era teórica y práctica.
¿Dónde he trabajado en zona rural y cuando?
Orgullosamente fui un educador de zona rural. Pienso que el Educador Rural está
obligado por diferentes motivos a involucrarse en todos aquellos problemas que de una u
otra manera contribuyen al desarrollo socioeconómico y cultural de la comunidad. En un
alto porcentaje el maestro rural de esa época vivía en la comunidad. Salvo casos
excepcionales era la persona más preparada de la comunidad. Laboré en la zona rural en
los siguientes puestos.
PEGB1 H2C. Paso Canoas, zona sur, 1970
DEGB1 H2C. Coloradito, Corredores, Zona Sur 1971-1972
DEGB2 H2C. La Cuesta, Zona Sur 1973 - 1974.
DEGB3 H2C. Río Claro y Palmar Norte 1976 - 1977
DEGB4 H2C. Ciudad Nelly 1975
DEGB5 H2C. 1979 - 1980 1981 - 1982 y 1988.
Asesor Supervisor Palmar Norte 1978
Asesor Supervisor Paso Canoas 1983
Asesor Supervisor Ciudad Nelly, Coto 1984 - 1985 -1986 -1987.
Asesor Supervisor Upala 1989
Asesor Supervisor Quepos 1990.
Asesor Supervisor Loma Larga, Cartago 1991.
¿Personajes Interesantes que conocí?
El docente de Escuela Rural, en especial el director por diferentes motivos tiene
relaciones con los personajes políticos, eclesiásticos y funcionarios de la Municipalidad,
de salud, etc. Yo tuve la suerte, quizás por el puesto que ocupaba, de mantener muy
buenas relaciones con todas aquellas personas que de una u otra forma contribuían al
progreso del pueblo.
Recordemos que en ese entonces la escuela era el centro para realizar
actividades tales como reuniones, visita del médico, del sacerdote, etc. De ahí que tuve la
oportunidad de conocer y coordinar proyectos con funcionarios del Ministerio de Obras
Públicas y Transportes (MOPT), Salud, Acueductos y Alcantarillados, Regidores y otros.
Tuve la suerte de
comunidad.
mantener muy buenas relaciones con los vecinos de la
Casi siempre conté con una Junta de Educación y un Patronato Escolar que se
preocupaban para que la escuela marchara de la mejor forma.
Problemas importantes y soluciones que encontré.
Los problemas más serios que encontré fueron de planta física en las escuelas. En
algunos casos eran tugurios y en otros había faltantes de aulas. Gestioné ayudas
específicas por medio de los diputados, por ejemplo, materiales para la construcción en el
MOPT, Edificaciones Nacionales y la autorización para construir aulas por medio de
CENIFE. Dichosamente hice amistades con funcionarios de diferentes ministerios y
departamentos lo que me permitió llevar progreso a los pueblos. También participé en la
creación del Colegio Técnico Agropecuario de Paso Canoas, siendo director de escuela y
en el Colegio nocturno de Palmar Norte. Como Asesor Supervisor organicé actividades
deportivas en las comunidades como un mecanismo de integración y desarrollo para los
pueblos. También guiaba a los directores para que gestionaran recursos para mejorar la
planta física.
En ese entonces los circuitos se organizaban en núcleos. En algunos casos
asesoraba a los jefes de núcleo, en las temáticas de Planeamiento y Evaluación, para
que se convirtieran en agentes multiplicadores, tenía conocimientos en estas áreas, ya
que tuve la suerte de trabajar con la Universidad Estatal a Distancia (UNED), donde
impartí esos cursos, lo que me favoreció enriquecer los conocimientos adquiridos en la
Escuela Normal de Costa Rica. Siempre tuve como norma orientar a mis compañeros
subalternos, en la parte técnica y administrativa. En la primera reunión les decía a los
docentes que yo también hacía diagnóstico a los docentes para conocer en que me
podían ayudar y en que me correspondía enriquecerlos.
Era una experiencia muy linda que me dio muchas satisfacciones. El gran papel
del supervisor es asesorar, orientar.
Experiencias o “chascos” sucedidos en la carrera de educador
Me inicié como PP1 en 1970 en la Escuela de Paso Canoas, Zona Sur. Llegué con
el título de la Escuela Normal de Costa a debajo del brazo.
El primer “chasco” fue un 19 de marzo de 1970 (feriado). Estaba acostado en una
hamaca en el patio de la propiedad de don Bonifacio Rodríguez, gamonal de grata
memoria, cuando de pronto veo una serpiente que pasa cerca de la hamaca. Del susto yo
grité “un hombre que venga a matar una culebra”. Salió Bonifacio de su casa en carrera y
me grita “… y usted qué es…”. La famosa serpiente era una de las que llaman come
ratones.
El segundo fue, estando de director en la Escuela de La Cuesta Zona Sur: me
entregan las órdenes patronales de todos los funcionarios de la escuela, y entre ellas la
de una maestra que por primera vez recibía este documento. Como soy muy bromista le
pregunté que si le debían dinero, me respondió que no, yo le dije qué raro, le llegó un giro.
Le hice la entrega de la orden patronal y me fui para la Dirección y llegó la maestra a
solicitarme permiso para la mañana del día siguiente para ir a Paso Canoas a cambiar el
cheque. Yo no sabía qué contestarle. En eso llegó el Profesor de Música quien me ayudó
a salir del enredo.
El tercer “chasco” fue, trabajando como Asesor Supervisor en Ciudad Nelly, me
comunican que el director de la escuela anda tomando guaro. En ese entonces en la
Semana Santa se trabajaba hasta el día miércoles, en la jornada de la mañana. Llegué a
la escuela el Miércoles Santo aproximadamente a las 7:30 a. m. y toqué la puerta en el
cuarto donde dormía, contiguo a la escuela. Al rato el gritaba, váyanse para sus casas
hoy no tienen lecciones porque tengo reunión con el supervisor. Yo le respondí soy yo el
supervisor. Al salir me dice: …estaba soñando… no sé que me pasa.
El cuarto fue cuando visitaba la comunidad de Jalisco a caballo y como a 10
metros divisé una serpiente que estaba sobre la trocha. Me tiré del caballo y me de en
carrera. Como a los trescientos metros me encontré un señor y me preguntó… ¿qué le
sucede? Yo le expliqué lo sucedido. Él me dijo que esa serpiente la había matado en la
mañana. Le pregunté qué podía hacer ya que el caballo estaba aproximadamente a 300
metros. Me dijo que no me preocupara, que el caballo pronto se devolvía. Así fue. Pronto
regresó el caballo y la visita a la escuela quedó para otro día.
Un quinto “chasco” fue al inicio del curso lectivo. Se realizan las reuniones previas
al curso lectivo. Con base en la relación de puestos falta un docente para una escuela que
se llama “Las Nubes”. Yo soy nuevo y no conozco la ubicación de la mayoría de las
escuelas. Hago la consulta y no me dan razón de la ubicación de la misma. El primer día
de clases llegan a mi oficina tres padres de familia para decirme que ellos habían venido
el año pasado a pedir un maestro y que el supervisor les manifestó que les iba a ayudar.
Yo les pregunté cómo se llamaba el lugar y me dijeron que tenía varios nombres
porque las casas estaban muy dispersas. Unos hablaban del Alto, otros de Cerro Oscuro.
Yo les dije que había una escuela aprobada llamada Las Nubes. Lo cierto fue que yo
quedé en enviarles el maestro en el transcurso de la semana y así se hizo. El lunes de la
semana siguiente le envié al maestro con base en las señas que me dieron. Cuál fue la
sorpresa que al día siguiente llegaron un grupo de vecinos de un lugar llamado Las
Nubes donde me solicitaba el maestro que el supervisor les había ofrecido el año pasado.
Lo cierto del caso fue que logré que en el tercer decreto se le diera contenido a esa nueva
escuela con el nombre de Cerro Oscuro. Sin querer queriendo le cambié el nombre a las
comunidades. El verdadero nombre de Cerro Oscuro es Las Nubes y viceversa. Lo
importante es que las dos comunidades tienen su maestro desde 1978.
Estando de asesor en Upala tuve tres lindas experiencias
En Semana Santa andaba de gira (Escuela Nazarea) y observo una serie de
cruces cada 25 metros aproximadamente. Como buen católico en cada cruz me
persignaba y rezaba un Padre Nuestro. Como recientemente había terminado la guerra le
pregunté a una señora si aquí había hecho estragos la guerra. Ella me preguntó ¿qué por
qué? Entonces yo le respondí que por las cruces que observé en el trayecto. Según yo
cada cruz representaba un muerto. Ella me respondió que aquí se celebraba todos los
días de la Semana Santa el Santo Vía Crucis.
Me invitan a jugar un partido de fútbol en la cancha del Colegio de Upala. Como a
los 10 minutos de haber iniciado el partido, gritaba un compañero “…tírense al suelo…
boca abajo” ni lerdo ni perezoso me tiré. Yo escuchaba un ruido bastante fuerte, dado los
nervios me imaginé en ese momento, que eran helicópteros del Frente Sandinista. Para
sorpresa era un enjambre de abejas asesinas.
Por ser nuevo no conocía los pueblos de Upala. Decido visitar una de las escuelas
ubicadas a mayor distancia de Upala y de difícil acceso. Aproximadamente se duraba dos
horas en moto y una hora a pie. Había que cruzar el río Zapote. Después de mucho
caminar veo una escuela. Le doy gracias a Dios porque había llegado. Saludo en la
puerta y me pasan adelante. Observo de inmediato que el rostro de la maestra no era
conocido. Aclaro que era la segunda vez que estaba en contacto con la maestra. Al
saludarla me doy cuenta que no era la maestra que había visto en Upala en la reunión.
Para sorpresa estaba en una Escuela de Nicaragua. Fue la única vez que fui “Asesor
Internacional”.
Yo tenía un jefe que, pienso con todo respeto, no sabía tratar los conflictos que le
presentaban los subalternos, por lo tanto siempre le respondían de mala gana. Un día se
va a una cantina, al día siguiente del pago y observó a un director y le preguntó ¿Y la
Escuela?
Le responde el maestro…-Allá la dejé, qué quería que me la echara al hombro-.
Reflexiones como Educador Rural
Es una experiencia muy linda e inolvidable cuando se ha trabajado con amor y
cariño. Si bien es cierto, me hice educador por accidente, dichosamente me gustó. El
trabajo es muy duro en todo sentido. A veces se carece de todo tipo de ayuda
especialmente de las altas autoridades del Ministerio de Educación Pública (MEP). El
docente es un profesional, creo que es el único que se convierte en turnero, binguero,
cachivachero, etc., para recaudar fondos económicos y solventar las necesidades de la
Institución y de la comunidad.
Como define usted la Educación Rural
Tanto el educando como el educador tienen una serie de limitaciones que no
existen en algunas zonas urbanas. A veces por más esfuerzo que se haga no se logra el
objetivo.
Es cierto que un docente graduado está en capacidad de trabajar en cualquier
escuela del país y en cualquier grado o año, pero la realidad es otra. El apoyo logístico
con que cuenta una escuela de zona urbana es muy diferente al de una Escuela Rural. A
esta situación le agregamos que el alumno de escuela urbana pasa más horas lectivas
que el de rural.
Además el docente rural atiende mínimo dos grupos y máximo seis como es el
caso de los unidocentes. De ahí que aunque exista buena intención de aportar algo; esa
acción es muy difícil. Aclaro que si se le brindan otras condiciones, la Educación Rural
puede aportar muchísimo a la Educación Costarricense.
CARLOS GARCIA MURILLO
Yo soy Maestro de Educación Primaria pensionado, me crié con una familia muy
numerosa, mi mamá, mi papá -que era administrador de una finca de café- allá en
Turrialba. Nací el 4 de abril de 1943, al lado de catorce hermanos. Recuerdo que mamá
iba a dejar almuerzo con un niño alzado, uno en el vientre y otro de la mano. Hice la
Primaria en la Escuela Ascensión Esquivel porque nos fuimos a vivir a esa provincia.
Un tío quería que yo fuera Sacerdote, pero yo quería ser Médico, pero eso era
muy difícil porque no habían medios económicos, entonces me dediqué a coger café, a
cortar caña a los diecisiete años, incluso me dediqué a atender un billar. Poco tiempo
después me hice repartidor de pan en las madrugadas, hasta las once de la mañana.
Más adelante me fui a trabajar a un comisariato en Miramar de Puntarenas y luego al
ingenio, pero antes de atender estos trabajos, por presión de mi tío, de que yo tenía que
ser Sacerdote y habiendo salido de sexto grado asistí a clases al Seminario Menor
durante dos años. No fui al colegio, eso sí aproveché los dos años que estuve en el
Seminario en Tres Ríos, pero me di cuenta que esa no era mi vocación. Por los dos años
en el Seminario, un día de1961, me solicitaron que diera clases de Religión en
Concepción de Naranjo, también trabajé en el Distrito de Valverde Vega en 1963, pasé
muchos trabajos para mejorar las escuelas y ayudar a los niños, de esta manera me gustó
enseñar, pero entonces me dieron muchas ganas de ser maestro de aula y no de
Religión.
En el Gobierno de José Figueres Ferrer, con don Uladislao Gámez como Ministro
de Educación, surgió una preocupación porque para entonces la Escuela Normal
Superior formaba Maestros Normalistas, que en su mayoría se empleaban en las zonas
urbanas de Costa Rica. Estos dos insignes personajes del gobierno decidieron crear una
forma para resolver en parte la situación en que se encontraban las escuelas de zonas
rurales, que con suerte eran atendidas por maestros aspirantes, así se creó el Instituto de
Formación Profesional del Magisterio, en donde se estudiaba en dos formas: una, se
trabajaba mediante los documentos que le llegaban al interesado por correo. Desde San
José nos mandaban las unidades de estudio y también los cuestionarios para que uno los
contestara, una vez terminados se mandaban de regreso a San José para su revisión y
se los regresaban revisados vía correo o con el supervisor de la zona.
Este sistema cubría todo el país, en el transcurso del año, se estudiaban las
unidades y si un vecino salía a San José uno aprovechaba para enviar con él, o ellos le
traían a uno el correo también.
Durante esos años las lecciones comenzaban el primer lunes de marzo y
finalizaban el último sábado de noviembre, se trabaja medio día del sábado. El primer
lunes de diciembre los maestros aspirantes se iban a San José a recibir los cursos de
verano, estos cursos cubrían diciembre, enero y febrero, terminados los cursos,
inmediatamente entraban a dar clases a partir el primero de marzo. Los estudiantes
recibían clases en diferentes escuelas de San José, como por ejemplo a mí me tocó en la
Escuela Ricardo Jiménez, a otros en la Juan Rafael Mora, el Edificio Metálico, La
República del Perú, también en la Escuela República de Chile en Barrio Luján.
Como lo mencioné, en 1963 me nombran en San Pedro de la Unión en Valverde
Vega y La Hacienda La Luisa, lugares realmente rurales, que tenían muchas necesidades
y pobrezas. Mis padres vivían en San Pedro de Poás, pero antes del año 1961, se
vinieron a vivir al Valle del General a un lugar que se llamaba la Angostura, actual Brasilia
a siete kilómetros pasando por Pavones.
Ya me había matriculado en el Instituto de Formación Profesional y se me
presentaron varias oportunidades, como ir a trabajar a Jícaras de Puntarenas, Anita
Grande de Pococí, las Delicias de Upala y la Florida de Pérez Zeledón que quedaba cerca
de Uvita (1964) viajaba de Angostura a esa escuela y tardaba nueve horas a caballo
porque era por la pura montaña. Por lo largo del camino, me quedaba a dormir en la
Escuela Ojo de Agua, por lo que hacía el viaje en dos jornadas, a la mañana siguiente
ensillaba el caballo y seguía mi ruta. En una oportunidad el maestro que me daba
albergue no estaba en la escuela por lo que debí continuar mi camino, llegó un momento
en que estaba tan oscuro que el foco no me servía para nada, la montaña se llamaba La
Laja, y como no podía continuar amarro el caballo y con una ramas tuve que hacer un
ranchito y dormir para seguir el día siguiente con su viaje a la escuela.
En la Escuela de la Florida tenía seis grados repartidos en grupitos y los atendía a
todos durante las horas de clase. Esta escuela solo tenía horcones con techo de paja y el
piso era de tierra, un vecino había cortado troncos grandes y pequeños que servían de
pupitres y de sillitas para que los niños pudieran sentarse, además me hizo una mesa
grande para poner mis papeles con el tronco más grueso y el archivo era una caja de
cartón donde tenía los documentos de cada niño, en esa caja encontré por los menos en
tres ocasiones una serpiente terciopelo durmiendo.
La infraestructura se construyó en un claro de la pura montaña, con la ayuda de
algunos vecinos y había una serie de trillitos por donde iban apareciendo los niños cada
mañana.
Yo vivía en un ranchito donde una familia, cerca de la escuela, dormía en una
cama de chonta (bambú) en el suelo. La familia era extremadamente pobre y en una
cerca del ranchito la señora de la casa tendía la ropa de toda la familia. Un día llegué de
la escuela y me encontré con que mi caballo se había comido la ropa de la familia. Esto
fue un evento terrible porque la gente estaba molesta y acongojada, yo solo ganaba
ciento diecinueve colones por mes y ese fin de semana tuve que traerme a un miembro
de la familia para San José; para que le comprara ropa a toda la familia. Ese mes invertí
mi giro en compra de ropa.
De esta familia tengo un extraño recuerdo de algo que presencié. Había tres
muchachas Tilma de 20 años, Mera menor y había otra de la que no recuerdo el nombre,
supuestamente la mayor practicaba la brujería y le rezaba al diablo. Una vez venía un
señor por el trillo que lo llevaba a su casa, y esa mujer se volvió y me dijo -maestro usted
quiere ver como pierdo a ese señor para que no encuentre el camino a su casa-. Lo
conocían por nombre Casto pero se llamaba Cándido, lo cierto es que se concentró y de
pronto vimos al pobre Casto viendo para todo lado, se quedó en un solo lugar, se le
perdió el camino, no hallaba para donde caminar, hasta los veinticinco minutos después lo
soltó del encantamiento. Esto me produjo mucha curiosidad. Sin embargo a mí nunca
me hizo ninguna broma o chanchada.
Yo salía cada mes para recoger el giro y porque la plata era poca, sí salía seguido
no me rendía, el pago llegaba al centro de San Isidro del General. El Ministerio de
Educación enviaba los pagos con los supervisores y aprovechaban para hacer reuniones,
nos daba instrucciones y materiales para llevar a la escuela.
Desde la montaña donde estaba ubicada la escuela se veía el mar y las luces de
las lanchas. Algunas veces mis amigos me preguntaban que por qué yo iba a la escuela
más lejana que si era que andaba huyendo de alguien.
En 1965 me trasladaron al Bajo de las Bonitas que pertenecía al Distrito de
Platanares con ruta a Pejibaye. Aquí trabajé un año, contaba con diecisiete alumnos
repartidos de primero a sexto. Los atendía por grupitos, los sentaba de acuerdo al grado,
se le enseñaba de todo; Ciencias, Español, Matemáticas, Sociales, Religión, Agricultura y
Normas de Moral y Respeto. Así como atendía a los niños, también lo hacía con las
necesidades de los vecinos, por ejemplo una vez me buscaron para que ayudara a un
señor que se había cortado una pierna con el hacha, fui a verlo, lo encontré tan mal, en
una camilla en el suelo, como ya tenía días de tener la pierna inflamada se le gangrenó,
por lo que hubo que hacer una camilla de palos para sacarlo a un lugar, que se llama
Mollejones donde llegaba el carro, de ahí lo logramos llevar al Hospital de San Isidro en
donde ese mismo día le amputaron la pierna, pero se salvó.
En otra ocasión eran como las diez de la noche, yo estaba acostado cuando oí que
alguien gritaba -maestro vamos para que me ayude, mi mujer se está muriendo porque
está pariendo y no tengo quien me ayude-. Nos fuimos corriendo y ella ya estaba lista
para parir, jamás creí que podría ayudarle, porque el esposo estaba muy asustado y todo
me tocó a mí. De esta salí bien.
Los últimos meses de este año me fui a vivir a la casa de un vecino donde era muy
difícil dormir porque el señor de la casa fabricaba guaro clandestino y en las noches
llegaba la gente a comprar, eran minoristas y lo iban a revender a otras partes. Las
garrafas estaban enterradas por si llegaba el resguardo, como no podía dormir, algunas
veces ayudaba a sacar guaro y los domingos cuando no iba a ver a mi mamá.
En ese pueblo todos los casos me los llevaban a consulta, que tal terreno no
estaba bien medido y tenía que hacer de Abogado, Enfermero, Juez de Paz para arreglar
problemas de los vecinos. La gente me tenía mucha confianza.
Un colega pasó por una situación muy interesante, él se llamaba Nautilio Ramírez,
trabajaba en la Esperanza y yo tenía que pasar por ahí cuando iba la Florida. Este lugar
era muy alto, bajaba hasta el río a traer agua para hacerles la leche a los estudiantes, por
cierto que esta leche llegaba de los Estados Unidos de América de un Programa llamado
Alianza para el Progreso. Un día se aburrió de bajar a traer agua y empezó a cavar un
pozo a la par de la Escuela y les pidió a los vecinos que le ayudaran, pero ningún padre
de familia ofreció sus servicio; entonces él empezó a volar pala, cuando llevaba medio
metro pasaron varios peones y se quedaron viendo al maestro Nautilio pero a ninguno se
le ocurrió ofrecerle ayuda. Entonces al otro día se trajo de la casa una aguilita de oro, de
las que aparecían en las huacas y como sabía que los trabajadores volverían a pasar
después de medio día, ensució el aguilita, cuando los jornaleros pasaron tiró el águila en
el pozo y la sacó con la pala y dijo -miren que emoción encontré una aguilita de oro-, los
trabajadores empezaron a volar pala y macana para ver si encontraban la huaca e
hicieron un pozo de tres metros y medio, por supuesto nunca salió nada pero hicieron el
pozo, que facilitó el trabajo a todos en la escuela.
Otra anécdota muy acongojante aconteció una vez que un señor llegó a contarme
que tenía una vaca enferma y, qué le aconsejaba, yo le dije -yo voy para San Isidro y si
quiere le pregunto a un veterinario y le compró algún medicamento que él me aconseje-,
el Lunes cuando llegó a San Isidro consultó con el veterinario Urrutia, un español, yo le
expliqué los síntomas de la vaca y le dio una inyección para se compusiera, le llevé el
medicamento y el señor dijo -vamos maestro a inyectar la vaca-, a la seis y media de la
mañana y como a las once del día me llegó a decir que la vaca se había muerto, nunca
supe que pasó pero no fue mi culpa.
Es importante contar que cuando me trasladaron al Bajo de las Bonitas me
nombraron un poco más cerca para que yo jugara fútbol con ellos. También estuve en la
Escuela de la Guaria cerca de la Palma, era de clima frío, la gente era admirable, aprendí
a inyectar, me hice Enfermero, porque la Unidad Sanitaria les daba inyecciones a los
enfermos y a mí me enseñaron a inyectar, nunca les cobré, pero ellos me mandaban
huevos y tortillas en señal de agradecimiento. Era Maestro Unidocente, luego me dieron
un ascenso porque iba a tener una compañera, pero la mandaron a trabajar a Quizarrá,
trabajé con los colegas Maritza Montenegro y Alejandro Scott, este era un extranjero muy
famoso escribió un libro sobre aves, era especialista en Ornitología, su esposa era de
Inglaterra, y trabajaron muy duro en traducir el libro a varios idiomas.
Tiempo después me trasladaron a Pueblo Nuevo de Rivas, había dos compañeros
Jesús Almengor y Carmen Quesada. Yo soñaba con llegar a tener una Dirección
Técnica, cosa que logré y me dediqué a labores de la Institución en 1975, trabajé como
Director Técnico de Rivas desde 1975 hasta 1977; porque me dieron otro ascenso como
Director de la Escuela de Palmares que ahora se llama Escuela Hernán Rodríguez como
reconocimiento al señor que regaló el terreno.
En general la relación con la comunidad era muy cordial, siempre traté de ser un
agente de cambio, si uno no se dedicaba ellos se quedaban. La maestra y el director
vivíamos a tiempo completo en la comunidad donde trabajábamos, en las cañerías, en el
mejoramiento del camino, etc. Todas las comunidades eran sumamente pobres, había
niños que llegaban a la escuela sin desayunar y no podían rendir en sus faenas por sus
pobres condiciones, tal vez solo se tomaban unA aguadulce y teníamos que buscar la
forma de darles comida, esta situación la viví en varias comunidades por donde pasé,
hacíamos turnos y rifas para comprar cosas para la escuela.
Una vez al año llegaban del Ministerio de Salud para vacunarlos o cuando llegaba
el Dentista había que perseguir a los niños entre los cafetales.
En Quizarrá ocurrió algo muy desagradable, una vez llegaron los del Ministerio de
Salud a vacunar un niño que no se dejaba, el Enfermero lo obligaba y le dije -déjelo yo me
encargo de llevarlo a la Unidad Sanitaria-. En un descuido el Enfermero tomó al niño, lo
pegó contra el suelo le puso una rodilla encima, algo así como cuando se marca un
ternero; lo empujé y entonces se fue y no quiso vacunar al resto. Luego yo los llevé a la
Unidad Sanitaria.
Yo buscaba ayuda con un Diputado para conseguir materiales que me ayudaran a
mejorar la escuela (varillas, pintura, y otros), y hasta maquinaria para pintar y lastrar las
calles, en Palmares estuve siete años, y en este tiempo hubo que cercar la escuela,
trabajo que costó mucho dinero. El Ejecutivo Municipal en ejercicio señor Ademar Vega y
otras personas participaron y mejoraron las huertas con lo que también mejoró la dieta de
los alumnos.
Un tema que no puedo omitir y que me causaba frustración era el maltrato que
recibían mis alumnos por parte de sus padres y para peores penas, en ese tiempo no
había como defenderlos porque no existía el Patronato, los padres que yo más necesitaba
para hablar con ellos eran los que menos se acercaban a la escuela.
También me entristecía la dieta tan pobre, la parasitosis, esto era un flagelo. El
agua era insalubre porque se tomaba de las quebradas. Sin embargo y a pesar de tantas
penas fueron más las alegrías y los aprendizajes que obtuve de niños y vecinos.
Una vez que ya estaba en el Magisterio me encariñé con la profesión, me gustaba
curar animales y ver como los niños no les tenían miedo a las culebras.
Con respecto a la dinámica pedagógica en el trabajo unidocente, aprendí de los
mismos alumnos a curar animales, los niños aprendían a hacer letras, los de segundo y
los de tercero yo los iba evaluando cuando pasaba por cada grupito. Cuando llegaba la
tarde planeaba para el otro día, los ponía a trabajar, en esta situación uno se vuelve
mañoso.
Los supervisores casi nunca llegaban y menos a las escuelas muy lejanas, solo
recuerdo a don José A. Castro, supervisor que llegaba a La Florida y al Bajo de las
Bonitas. Conforme me fui acercando más a San Isidro los supervisores llegaban a ver el
estado de la Escuela, el avance de los niños, daban recomendaciones, algunos llegaban
en actitud positiva otros buscando defectos y al final uno se sentía frustrado.
Desgraciadamente los tiempos cambian porque uno veía la buena labor que se
hacía cuando se vivía en la comunidad, entonces el maestro se involucraba mucho más
atendiendo a los padres de familia e incluso, atendía grupos de estudiantes adultos por
las noches con candelas o lámpara de canfín y nunca me pagaron por eso, yo lo
consideraba ad honorem. Cerraba a las cuatro la escuela, comía algo y alas seis abría
para atender a los adultos, a las diez terminaba, esto lo hice porque algunos nunca
habían ido a la escuela, no sabían leer ni escribir, y así obtuvieron el diploma personas
mayores de cuarenta años y el entusiasmo era lo que me agradaba.
Como ya nadie vive en la comunidad todos vienen al centro, entonces viajan, en
la mañana a las siete abren la escuela, cierran entre tres y cuatro de la tarde, ya no se
ve toda la labor comunal con los padres de familia, siento que esto ha ido
desapareciendo.
Si comparo el trabajo de antes y el de ahora he notado cambios. A pesar de que
éramos solo aspirantes los niños aprendían, ahora los maestros son hasta Máster y el
conocimiento y el rendimiento de las escuelas no son del mismo nivel. La mística se ha
perdido, antes el maestro eran muy dedicado y la relación entre niño y padres de familia
era más formal, existía un respeto mutuo.
Yo quisiera que el estudiante que va a trabajar de maestro lo haga de corazón, no
usar el puesto como trampolín. No es correcto ser maestro si lo que se quería era ser
Médico, para hacerlo debe estar seguro de que podrá hacerlo bien, es muy importante
que haya verdadera vocación porque de lo contrario solo será un mal ejemplo para los
niños y es con el ejemplo con el que se forman los niños. Actualmente hay muchas
carreras es mejor escoger lo que verdaderamente les gusta.
En los últimos años el maestro perdió autoridad, ahora a un niño no se le puede
hacer ni un mal modo. Si regañan a un estudiante los padres de familia los alcahuetean y
los premian, así les dan alas para que hagan lo que se les ocurra. También ha contribuido
al cambio la desintegración familiar, ha cambiado el concepto de familia.
Los supervisores deberían visitar más a las escuelas rurales porque necesitan más
apoyo, en cuanto a planeamiento, más capacitación de parte del Ministerio de Educación
Pública y más estímulo económico, más motivación por medio de seminarios y formación
profesional.
CINTHIA ESPINOZA RAMÍREZ
Mi nombre es Cinthia Espinoza Ramírez. Nací un lunes 28 de julio de 1969 a las
5:00 p.m., en la provincia de Heredia.
Viví mi infancia en el Barrio El Carmen de Heredia, conocido también como Barrio
Chino, al lado de mi padre Walter Espinoza Segura, mi madre María Eugenia Ramírez
Badilla, mi abuelo Gabriel Espinoza Esquivel, mi hermano Allan y mi hermana Sandra.
Mis primeros estudios los realicé en el Kínder Centro Educativo Domingo
González Pérez, ubicado en Santa Lucía de Barva. En mi segundo de Primaria fui
trasladada a la Escuela República Argentina, donde logre finalizar el período escolar.
Cursé la Secundaria en el Liceo de Heredia, sétimo y octavo año, luego cursé los
años restantes en el Colegio Nocturno Alfredo González Flores, ubicado en el mismo
edificio del Liceo de Heredia.
Durante el proceso de la adolescencia siempre soñé ser una profesional, aún
cuando sabía que para alcanzarlo tenía que luchar con las dificultades económicas y de
trabajo del momento.
Ingresé a la Universidad Nacional en el año 1994 a la División de Educación Rural
del Centro de Investigación y Docencia en Educación CIDE. Obtuve el título de
Diplomado en I y II Ciclo de la Educación General Básica y me gradué como Licenciada
en Educación en una universidad privada.
Los datos relevantes de la vida profesional son los siguientes: me hice Maestra de
Primaria, porque siempre me llamó la atención contribuir responsablemente con la
formación de los niños, para enseñarlos a enfrentar sus propios retos, a superar sus
debilidades, a confiar en sus cualidades, a esforzarse por alcanzar metas logrando así
ayudar a construir una Costa Rica diferente. Con personas preparadas para un nuevo
milenio. De nosotros los maestros, va a depender cuánto avanza y cuánto cambio tenga
un país ya que debemos guiar el desarrollo físico, intelectual y socioemocional de los
niños.
Soy humanista y me gusta dar desinteresadamente, por eso tenía que escoger
trabajar con niños y fortalecer el carácter de los mismos. Elegí una carrera de servicio y
creo firmemente en ello.
Empecé mi trabajo en el cantón de Barva de la provincia de Heredia, en el año
1995 con una práctica pedagógica. Luego me desarrollé en los siguientes centros
educativos:
1995 Escuela Pedro Murillo Pérez (práctica)
1996 Escuela Julia Fernández de Cortés (rural)
1997-1998 Escuela Félix Arcadio
1999 Escuela Rafal Mora
2000 al 2008 Escuela San Bosco (rural)
Entre las experiencias que viví en la Escuela Rural paso a contarles lo siguiente,
en 1996 con muchas expectativas y dudas inicié mi labor como Maestra en Vara Blanca,
iba con mucho temor, por la ausencia de mi familia, no conocía a nadie ni siquiera
imaginaba cómo era aquel lugar.
Para mí fue un gran reto, impulsada por la necesidad económica y el deseo de
superación que siempre conservaba. Así con dichos temores llegué al lugar que me
correspondía.
Fue muy difícil el primer encuentro con la Institución, recuerdo que eran la 7:00 de
la noche, muy oscura, lluviosa, sin la presencia de ninguna persona que me estuviera
esperando en la Escuela Julia Fernández de Cortés. Después de un rato de espera, a la
distancia apareció don Rafael, un integrante de la Junta de Educación para entregarme la
llave de la escuela y del pequeño cuartito que la Institución tenía destinado para el
docente que llegara a trabajar.
Don Rafael era un campesino de la comunidad, un hombre de trato agradable y
según llegué a saber era muy trabajador, me dio una cordial bienvenida, y me comentó
que para el pueblo el Educador conservaba su autoridad, se consideraba una persona
respetada y querida. Luego de un largo rato de conversación y cuando el aguacero dejó
de caer don Rafael se despidió y desapareció en la oscuridad de la noche.
Un día primero de marzo inicié un nuevo curso lectivo a las 6:30 a.m. ingresó un
carro de carga a la institución donde trasladaba a unos cuarenta niños, que era la
población total de la escuela.
En ese momento me enfrenté con temor, sin experiencia, pero tratando de
expresar seguridad en mis acciones y decisiones del momento ya que la directora que
estaba nombrada no se presentó el primer día, ni los quince días restantes del mes de
marzo. En este primer día me dediqué a conocer los niños, lo cual significó una gran
experiencia; eran callados, tímidos, generosos y muchos de ellos eran trabajadores.
Entre los estudiantes había un niño llamado Adolfo, “bandido”, muy alto, más
grande que yo, grueso, me recordaba a mi padrino, trabajaba en la siembra de fresa y la
trasladaba de su casa en la montaña a la pulpería del pueblo antes de venir a la escuela.
Ese esfuerzo me llamaba mucho la atención. Al terminar el primer día, muy contenta de
atender la población de primer grado hasta los niños de sexto, me dio la certeza de que
mi lugar eran las aulas y dar a la comunidad toda mi ayuda como profesional. A los pocos
minutos de permanecer sola en la escuela sin saber qué hacer con muchas ganas de
llorar, porque ya extrañaba a mi familia, en especial a mí mamá. Me acordaba que tenía
que dormir sola en un pequeñísimo cuarto adjunto al aula, me aterrorizaba y quería
devolverme para mi hogar, pero le pedía a Dios que me ayudara y dándome auto
fortaleza y amor, por mi trabajo que me gustaba y me apasionaba, justo en ese momento
llegó don Chiri, un miembro del Patronato Escolar con un rico almuerzo: arroz, tortillas y
palmito, me supo delicioso, ya que era medio día y aún no había desayunado. El mismo
don Chiri me comunicó que tenía que dormir sola en el cuartito del maestro y que ahí
asustaban porque salía una mujer desnuda y que por ser tan solitario asaltaban a los
maestros.
Con todo el temor del mundo y sentimientos encontrados le dije don Chiri -me
regreso a mi casa- el lugar era muy solo y me daba mucho miedo. Don Chiri con mucho
cariño me ofreció buscarme un lugar donde dormir para que no dejara la escuela sola.
Durante la tarde conocí el lugar, era un paisaje natural precioso, lleno de colorido y vida.
Las montañas, las vacas, la bruma y la lluvia, la naturaleza hablaba por sí sola.
La casa que abrió sus puertas alquilándome un cuarto al precio de 3.000 colones
por mes, era de doña Carmen y su hija Patricia, quienes con mucho amor y confianza me
cedieron el cuarto de don Carlos, el esposo fallecido, conservaban muchas cosas de él,
con miedo acepté quedarme.
Fue una familia que respetaba mucho y para ellos era tan importante que les
preocupaba mucho conversarme, me tenían mucha pena, pero al paso de los días me
gané su confianza y recuerdo que en compañía de otros hijos y yernos de doña Carmen
me enseñaron a realizar la labor de pica, que consiste en picar las fresas que por alguna
razón tienen alguna picadura, se pesan por kilos y se empacan ganándose la vida así
muchos de los lugareños.
Así, la vivencia diaria, me hizo comprender que la vida misma de esos niños y
personas del pueblo eran los primeros aprendizajes más importantes que puede obtener
una Maestra.
Una tarde de fuertes lluvias características del lugar, caminaban junto a mí,
muchos de los alumnos ya que la casa donde vivía se ubicaba a 2 kilómetros de la
escuela, camino a la casa los niños se iban quedando en las suyas, una rutina diaria pero
ese día nos topamos al llamado Mincho un joven vecino de Carrizal de Alajuela que tenía
grandes problemas mentales, andaba mal vestido, mal oliente y se comportaba agresivo
por ocasiones. Lo topamos, de camino nos llamaba pero los niños lloraban y me decían
“Niña”, debemos correr que Mincho está loco y nos puede pegar, llovía montones, le
pregunté al joven que se le ofrecía pero a la vez caminábamos rápidamente, el joven
utilizó un vocabulario vulgar y nos empezó a correr, no sé en qué momento solté el
planeamiento, bolso, sombrilla y corrí hasta la casa más cercana. Los chicos lloraban, no
portábamos ni bolso, ni bulto, ni sombrillas. Totalmente asustados, nos tranquilizaron con
una rica aguadulce y nos trasladaron en chapulín a las diferentes casas.
En otro momento la alumna Argeri de segundo grado, para un día feriado y a
media semana, me invitó a conocer un lindo río del lugar, donde compartí con otros
alumnos, así padres y madres de familia; caminamos montones de kilómetros, hasta
llegar donde la familia Barboza, que la menciono ya que era la última casa en la montaña
que se veía muy lejos de la escuela y era un gran reto visitarla y teníamos más de seis
alumnos de ese agradable e inolvidable hogar.
Así entre vivencia y vivencia me conmovió el amor de los niños, la esperanza de
sus padres, la humildad de todos y su espíritu de colaboración. Esto me inspiró a
quedarme a pesar de las dificultades. Fue un desafío que logré sobrellevar, que me
enseñó a ver la realidad de la vida de otras personas.
En esa escuelita rural el maestro debe trabajar con las manos, es importante ser
creativo, solidario y cumplir más de una función.
Elaboré el horario de tres grupos: segundo, tercero y quinto por la tarde. Dentro
del aula los dividía en dos grupos por la mañana y uno por la tarde, utilizando las fichas
del Ministerio de Educación Pública, las cuales no correspondían a la realidad. En fin el
material no ayudaba mucho. Los programas de estudio eran los mismos para San José
como para Vara Blanca. No había claridad en las técnicas con la práctica docente.
La metodología se aplicaba sobre la marcha entre ensayo y error, así empecé a
enseñar. No conté con materiales, ni condiciones apropiadas, por lo tanto el aprendizaje
se construía con los niños y niñas.
Ser educador de la zona rural no es tarea fácil, la teoría llevada a la práctica y
vivida en la realidad, en vivo, en el propio lugar es otra cosa. Todo se vuelve sacrificio;
hasta el pago, esperar un salario por siete meses mediante un giro que cuando llegaba
ya lo debía todo. El salir cada ocho días a visitar a mi familia y a estudiar esto hacía más
difícil el regreso.
Me refiero también a los comentarios de las personas cercanas a la escuela que
manifestaban quejas sobre maestros que dejaban malos recuerdos y sin sabores.
Dejé Vara Blanca donde realmente aprendí a sobrevivir, me fortalecí con cada día,
crecí y me formé un poco más como docente junto a mis inolvidables alumnos. Me alejé
con la satisfacción de haber cumplido y dado el mejor esfuerzo por cumplir con mi deber.
En 1997 me nombraron en la Escuela Alfredo González Flores, cerca de
Guápiles, la visité para encontrar un lugar donde quedarme ya que como el año anterior,
debía también vivir en el lugar de trabajo, es decir donde se ubicaba la escuela.
Inolvidables momentos a pesar de ser un lugar medianamente cercano, se
catalogaba como rural, visité innumerables hogares, maestros del lugar, pero no encontré
apoyo por lo cual regresé, con temor y miedo a perder el trabajo, a los días, caminé
buscando una casa de alquiler pero fue imposible y tuve que renunciar a pesar del interés
que tenía por cumplir con mi deseo de trabajar una vez más en Educación.
El trabajo en zona rural me dejó experiencias y enseñanzas para toda la vida,
como; ser independiente, valorar mi casa, mi familia, convivir con gente con una
formación diferente, a conocer más sus costumbres y aprender a vivir su realidad,
compartir cada día con amor, entusiasmo aunque hubiera temores y obstáculos siempre
presentes.
Cuando recuerdo los inicios de mi carrera y el momento actual noto la gran
diferencia, me doy cuenta de lo que era, lo que fui y de lo que soy, trabajo con
responsabilidad, aprovecho los recursos con lo que cuento, me actualizo en los diferentes
campos y no olvido que debo educar con amor, comprensión y verdadero entusiasmo.
Es muy importante que todo educador pase por una Escuela Rural, en ella se
complementan y enriquecen de manera directa y práctica los procesos de socialización, la
vida de la comunidad, en relación con el entorno social y natural. En la Escuela Rural se
educa con un solo profesor, todos los alumnos de edades diferentes, con una dinámica
de trabajo unificada y de un solo proceso de comunicación, orientados hacía la
consecución de objetivos, adecuados a la realidad social donde está inmersa la escuela.
Para mí la formación de un verdadero Maestro Rural se consolida en el campo,
con todos los pros y los contras que se presenten. Actualmente me encuentro trabajando
en la Escuela San Bosco de Santa Bárbara donde me siento muy a gusto con el personal
y los niños al igual que con los padres de familia.
Reflexión sobre ¿cómo educar en la Escuela Rural?
Educador abarca a toda persona que ejerce la función de educar, de ir
transmitiendo valores, formas de actuar, valores y acciones y sentimientos, es por esto
que se tiene en la vocación más que un interés material. En el momento que decidimos
ser educadores, aceptamos que debemos ser un ejemplo de vida, ya que transmitimos
nuestra visión y nuestras creencias. El docente comprometido, no debe olvidar que esté
donde esté será imitado de una u otra forma por sus alumnos; que formamos para un
reencuentro con la vida, en donde intervienen los sentimientos, placeres, goces, en
busca de una excelente formación humana.
Por esto es que la Educación es más que una enseñanza de contenidos, es una
transformación que permite al ser humano cambiar y mejorar la forma de vida de nuestros
estudiantes. Entonces educar encierra el desarrollo de capacidades, aprendiendo a lo
largo de toda la vida, incluso cuando ya no estemos con nuestros alumnos y alumnas
para guiarlos. Es desarrollar sus capacidades para ser, no para saber, educar para la
creación de personas críticas e independientes.
No podemos cuestionar ¿cómo llevar esto a la práctica cuando no tenemos
herramientas y materiales para hacerlo? como sucede en el medio rural. La respuesta es
un educador con actitud y aptitud de convencimiento ante los valores, dando importancia
a todo lo correcto con una concepción moderna, creando un vínculo entre lo real y lo
imposible de alcanzar.
No hay duda que la Educación Rural es fiel reflejo de la idiosincrasia costarricense,
donde vive el verdadero costarricense, con sus costumbres y tradiciones, luchando por el
desarrollo de los pueblos, mediante lo que se le enseñe a los estudiantes. Un maestro
debe tomar un rumbo acorde con las necesidades del país, donde los niños encuentren
soluciones a los problemas con los que se tienen que enfrentar en la realidad, y poder
llenar sus necesidades y ser útil con el medio.
Por eso la Educación de Costa Rica necesita un cambio metodológico y estructural
que venga a favorecer la Educación Rural y que los planeamientos sean más acordes con
el acontecer Nacional y mundial. Una buena Educación podrá responder a las
necesidades y a superar las dificultades tanto de una persona como de un grupo social o
un país por eso debe darse a conciencia.
Luís Fernando Cascante Cascante
Nací en Santa Cruz de Guanacaste un 23 de noviembre de 1948, atendieron a
mi madre en la Unidad Sanitaria ya que en ese tiempo no había Caja Costarricense de
Seguro Social, ni hospitales. Me crié con mis abuelos maternos debido a que mi papá
había dejado a mi mamá y ella tenía que trabajar haciendo oficios domésticos en casas
para llevar el sustento a la casa.
La infancia aunque pobre, fue muy bonita ya que en aquel tiempo Santa Cruz era
una zona totalmente rural. Vivíamos aproximadamente ocho primos y uno tenía que
dormir en camarotes y teníamos que cobijarnos de dos en dos con la misma cobija.
En el día, nuestros abuelos nos mandaban a la escuela aunque fuera de mala
voluntad, después llegábamos, nos mandaban a traer las vacas para darles agua y
después había que apartar los terneros para el ordeño del día siguiente, cabe señalar
que en aquellos tiempos al que no hacía nada lo dejaban sin comer y el que llegaba muy
tarde a eso de las ocho de la noche, tenía que dormir en un rancho donde estaba el maíz.
Los estudios los realicé en una escuela bastante grande, ya que en ella habían
más de quince maestros, los estudios tuve que suspenderlos más por vagancia que por
recursos económicos y también en mi época los maestros eran más exigentes y tenía
mucho apoyo de los padres de familia, le jalaban las orejas o le daban reglazos a los
estudiantes y después en la casa le volvían a dar y si no hacíamos caso lo sacaban y lo
mandaban a trabajar, entones me vi en la obligación de estudiar de noche; quinto y sexto
grado. El Bachillerato lo obtuve en el Liceo Nocturno de Santa Cruz de Guanacaste.
¿Por qué me hice maestro?
Cuando salí de Bachillerato, ingresé a la Normal Superior de Liberia y estuve un
año, y salí para trabajar como Visitador Social, en el Instituto Nacional de Alcoholismo, en
este trabajo visitaba hogares y daba charlas en las escuelas del cantón. Pasé tres años
en esa Institución y después de haber realizado estudios de Trabajo Social pasé al
Instituto Mixto de Ayuda Social, mi labor consistía en dar ayuda económica y de
alimentación a las familias más pobres, trabajé solo dos años por ser puestos políticos.
Me casé con la que hoy es mi esposa, ella trabajaba en Puerto Viejo de Sarapiquí por lo
que tuve que trasladarme hacía dicho lugar. En una oportunidad que jugaban los
maestros de Sarapiquí y San Carlos y los primeros no tenían portero, mi esposa habló
con el supervisor para que me diera chance para jugar, entonces jugamos el partido y
después de eso él me dio la oportunidad de hacer un permiso por un mes en una escuela
que se llamaba Remolito de Sarapiquí. Esa escuela estaba ubicada en la desembocadura
del Río Sarapiquí y el río San Juan.
Para llegar allí, el traslado se tenía que hacer en bote durante tres horas sobre el
Sarapiquí y una hora sobre el Río San Juan, cabe señalar que para esa época era
aspirante y sin experiencia en la educación, fue cuando comencé a sufrir ya que en dicha
comunidad existía una pulpería y lo primero que hice fue comprar un toldo y me dieron del
grueso, pregunté por qué del grueso, el Chino de la tienda me contestó -en la noche lo
averiguará-, y la situación era que tenía que dormir en la escuela, ya sea en el piso o en
los escritorios y habían muchos zancudos, ratas, cucarachas, culebras sobre el toldo, y
fue cuando entendí lo que el Chino de la pulpería me había advertido sobre el toldo
grueso.
El primer día de mi labor fue un poco difícil, ya que la gente por su pobreza no le
gustaba atender al maestro porque manifestaban que a veces no había comida ni para
ellos. Pero como a nadie desampara Dios al lado del río en territorio nica, habían unos
señores que podían dar la manutención con la única salvedad que yo tenía que cruzar el
río en Canalete (bote pequeño) jalado por palanca o cruzar nadando, y como en el río
habían muchos lagartos y el río media 150 metros de ancho por esa situación el primer
mes pasé a pura guayaba o algunos de los alumnos me llevaban de comer algo, cabe
señalar que la escuela PPI tenía solo un maestro es decir era unidocente, y la mayoría de
los estudiantes eran de origen nica, con todas las problemáticas.
Ya casado me gustó mucho la Educación, para aquella época existían los cursos
de verano y decidí ingresar a estudiar a la Universidad Nacional y viajando a pie, en
caballo, en bote, logré concluir hasta que saqué el título de Profesor de Primaria en la
Universidad Nacional.
¿Para hacerme maestro tuve que ponerme a estudiar?
El Bachillerato lo saqué en el Liceo Nocturno de Santa Cruz, ingresé a la Escuela
Normal Superior en Liberia, Guanacaste y realicé un año, pero por asuntos económicos
abandoné los estudios y los seguí cuando me nombraron interino en Sarapiquí, entré a
estudiar en cursos de verano de la UNA, tenía que salir todos los viernes y sábados a
estudiar y todas las vacaciones de tres meses hasta sacar el Título de Profesor de
Primaria. Después saqué unos cursos de capacitación en diferentes instituciones como
INA, UNA, UNESCO, UNED y concluí mis estudios en la Universidad de Costa Rica
como Bachiller en Educación Primaria
Trabajé en varias escuelas aunque ahorita no preciso las fechas exactas:
Remolinito. Las Vegas del San Juan, Sarapiquí
La Tigra
La Unión del Toro, Las Vegas del Río Sarapiquí
Los Arbolitos, Las Vegas del Río Sarapiquí
El Muelle, Las Vegas del Río Sarapiquí
Pueblo Nuevo. La Virgen de Sarapiquí
Kay Rica. La Virgen de Sarapiquí
La Guaria. La Virgen de Sarapiquí
Finca Chaves. Río Frío. Sarapiquí
Teruel. San Ignacio de Acosta
Caño San José. Las Vegas del Sarapiquí
Quiero recalcar que en lo personal nunca me gustó trabajar más de tres años en la
misma escuela. ¿Por qué? Se debe a que muchos maestros se creen dueños de la
comunidades, hacen de curandero, mandadero, psicólogo, en términos generales el que
arregla todos los problemas, no solo de la escuela sino de toda la comunidad y sus
vecinos.
Personajes importantes
En cada comunidad siempre existe por lo menos un personaje que se identifique o
trate de ayudar a la comunidad y al maestro a solucionar los problemas unos, y para
empeorarle otros, especialmente si son algunos padres de familia.
Remolino: Encontré una persona trabajadora, luchadora por la comunidad y apoyaba
mucho al maestro.
Había personas dañinas como los hermanos Chavarría que hacían lo posible por hacerle
la vida imposible al educador.
Unión del Toro: Personas que se sacrificaban para la ayuda del maestro, los Lou y los
Mena, en ellos no había maldad.
La Tigra: En ella sobresalía don Santiago Mena y don Domingo Gallo,
sacrificaban por ayudar a la comunidad y al maestro.
ellos se
Los arbolitos: En esta escuela sobresalían don Fernando Navarro y Jesús Martínez que
fueron los fundadores y creadores de la comunidad.
El muelle: En esta comunidad solo era famosa una señora de la que no preciso el
nombre y la familia Montero.
Pueblo Nuevo: En este fue don Erasmo López que fue, o es el Cacique de la Comunidad
y se hacía lo que él decía, daba la misa y cobraba la limosna. Pero también ahí existía
otro señor que le llamaban Piñero que se dedicaba a hacerle la vida imposible a todos lo
maestros.
Kay Rica: Aquí las únicas personas que se preocupaban eran Juan Zúñiga, Carlos
Centeno y Miguel Villalta después al resto no le interesaba nada.
La Guaria: Esta escuela fue en la única escuela de Dirección 3 que pertenecía al Cantón
de la Virgen en la que trabajé con mucha gente pero ya no era director.
Finca Chávez: En realidad la Escuela se llamaba Santa Eduviges y estaba compuesta
solo por parceleros, lo curioso es que en esta escuela, siempre mandaban a las
madres a las reuniones y los padres nunca aparecieron.
Teruel de Acosta: Aquí las persona que sobresalía era líder general,
don Carlos
Rodríguez, ya que el a pesar de tener su finca y su ganado nunca fue capaz de negarle
algo al maestro o a la comunidad. En esta comunidad también existen tres pulperías y los
tres propietarios se peleaban por vender los alimentos que DANEA le proporcionaba a las
escuelas.
Caño San José: En la comunidad donde se ubicaba este centro educativo, el líder fue
don Rafael Artavia, que era el único que tenía medio de transporte y pulpería o sea que
era el abastecía tanto a la escuela como a la comunidad.
Relaciones Escuela-Comunidad
Las relaciones siempre fueron de regular para abajo porque una mayoría están
ubicadas en Las Vegas de Río Sarapiquí y el San Juan. Los habitantes aunque quisieran
ayudar no podían por su pobreza o su sencillez, pero por lo general eran buenas
personas siempre y cuando el maestro no fallara en su clases.
Problemas.
Los problemas que encontré fueron muchos, pero el más importante consistió en
que en esas comunidades no había quien atendiera al maestro, por eso lo primero era
hacerle un cuarto. Después la falta de comedores, aulas mobiliarios, material didáctico,
etc.
Soluciones
Todos los problemas habidos y por haber tenían dos rutas a seguir uno era hacer
un turno y la otra buscar ayuda en la Municipalidad.
Con respecto a los turnos se realizaban comidas de todo tipo, las relacionadas con
la comunidad, al principio se hacían bailes con algunos padres de familia, que tenían una
guitarra y un acordeón, unas maracas, panderetas y alguno que otro instrumento manual.
Uno como maestro hacía obras de teatro para recoger fondos y se vestía de lo que fuera.
En el caso de la Municipalidad era muy duro debido a que el que salía a hacer las
vueltas siempre era el maestro, con sus propios recursos y por lo general perdía hasta
tres días por la incomodidad de la comunidad.
Éxitos
Entre los éxitos estaba la satisfacción, en cada comunidad, cuando se resolvieron
muchos problemas de estructura, pero lo más grande es tener uno la satisfacción de
enseñar a pura tiza y pizarra ya que el Gobierno nunca se preocupó por asistir a las
escuelas rurales donde yo trabajé.
Las pruebas se realizaban en la pizarra lo cual era un problema porque la mayoría
de los maestros fueron PPI y teníamos que dar tres grados, en la mañana y tres en la
tarde.
Creo que el éxito más grande de todos los maestros es cuando los niños y niñas
aprenden a leer y a escribir, y ellos, los niños le llegan a agradecer a uno, ¡vale la pena el
esfuerzo!
Hernán Gerardo Carballo Rodríguez
Barva es uno de los pueblos más antiguos de Costa Rica, su nombre proviene del
Valle del Barva, una región mencionada en la Historia Colonial de nuestro país. Desde
hace algunos años hemos escuchado que el origen de Barva se deriva también del
Cacique Barvak, quien habitaba con su tribu dicho territorio. Es precisamente en este
bello pueblo costarricense donde vine al mundo el martes 5 de abril de 1949.
un año después de la Guerra Civil que azotó nuestro país en 1948. Mi padre
participó en este triste episodio Nacional obligado por las circunstancias, formando parte
del Pelotón Nº 2 de Barva destacado en Puntarenas, Murciélago y Santa Rosa. Era de
oficio picapedrero, pero al mismo tiempo desempeñaba el trabajo de policía de villas y
pueblos. Falleció en 1991 y tuvo gran influencia en la decisión que tomé de ser maestro
de escuela.
Mi madre nunca terminó el primer grado de Primaria, porque las circunstancias la
obligaron a trabajar desde pequeña. Siempre fue una destacada ama de casa. Falleció en
1989 dejando un gran vacío en nuestra familia igual que mi padre. Tengo cuatro
hermanos que siguieron otras profesiones diferentes a la de Educación.
Mi infancia transcurrió entre pobreza y privaciones, ya que el salario que ganaba
mi padre apenas alcanzaba para cubrir las necesidades básicas familiares. Esta situación
fue la que me obligó a ser Maestro de Primaria, con el fin de contribuir a mejorar la calidad
de vida familiar. Inicié mis estudios primarios en la Escuela Pedro Murillo Pérez del centro
de Barva, ingresando a primer grado en 1956 con la docente Teresita. Tuve el honor de
compartir mis estudios con docentes guiados por una gran mística educativa, virtud que
prácticamente ha desaparecido en los docentes y profesores actuales. Concluí la
Enseñanza Primaria el domingo 29 de octubre de 1961 y obtuve mi diploma con la
docente Clara Víquez de Jiménez.
Continué mi Educación Secundaria en el Benemérito Liceo de Heredia en 1962.
En aquel tiempo el pasaje de Barva a Heredia costaba ¢ 0,15 (quince céntimos),
sin embargo, representaba un gran sacrificio para mi familia, ya que como lo mencioné en
otro apartado, el salario de mi padre era muy bajo. Muchas veces se sacrificaba el café de
las tardes, para que mis hermanos y yo pudiéramos asistir a clases en Heredia.
Obtuve el Bachillerato en Ciencias y Letras en febrero de 1967.
A inicios de ese año me encontré ante una encrucijada que sería decisiva en mi
carrera profesional futura. Por un lado, quería estudiar Electrónica; por otro lado, mis
padres soñaban tener un docente en la familia. Al final prevaleció el deseo de mis padres,
ya que la Electrónica era una carrera incipiente y muy costosa para el presupuesto
familiar. Aunque sacrifiqué mi verdadera vocación, nunca me arrepentiré de ser un
Docente Rural. La vida me reservaba grandes sorpresas en esta nueva etapa de mi vida.
Ingresé en 1967 a la Escuela Normal de Costa Rica de Heredia y terminé mis estudios en
1968 graduándome como Profesor de Enseñanza Primaria.
Como lo a en el párrafo anterior, mi verdadera vocación era estudiar todo lo
relacionado con la Electrónica, pero ante las precarias condiciones económicas por la que
atravesaba mi familia, hacían imposible esta determinación. El deseo de mis padres,
mejorar la calidad de vida de la familia y el considerar que la carrera de docente en la
Escuela Normal de Costa Rica era de dos años, fueron los aspectos determinantes que al
final tuvieron peso para que este servidor se convirtiera de la noche a la mañana en un
Educador Rural.
Esta etapa de mi vida en la desaparecida Escuela Normal, la considero como la
más bella e inolvidable y marcó definitivamente para siempre, mi vida futura de Maestro
de Primaria.
En esta benemérita institución aprendimos verdaderamente a trabajar en equipo,
compartir los materiales y a vivir en estrecha camaradería. Mezclábamos la teoría con la
práctica en forma sistemática y oportuna; y tal vez lo más valioso e importante, nos
inculcaron el amor y la mística por la Educación de los niños. Algo que desgraciadamente
se perdió y que no vemos en las generaciones de docentes y profesores actuales. Ser
docente en la Escuela Normal de Costa Rica era algo más que poseer un título, era
adquirir un compromiso serio, formal y profesional con uno mismo y con las futuras
generaciones de costarricenses.
En el primer año aprendíamos los pasos básicos de un planeamiento de aula y a
confeccionar los materiales didácticos necesarios que reforzaran las lecciones
programadas. Al principio nos llevaban a diferentes escuelas de Heredia Centro para
observar lecciones. Luego nos asignaban una escuela y una sección para ayudar una
mañana completa al docente a cargo. Esta colaboración consistía básicamente en borrar
el pizarrón, copiar trozos de lecturas, recoger los cuadernos de los niños y revisar las
tareas asignadas por el docente. Finalmente, nos asignaron un grupo de niños para
trabajar una lección donde los narrábamos el poema épico “La Canción de Roldán” para
posteriormente reconstruirlo mediante láminas en el portafolio.
En el segundo año, además de afianzar los conocimientos académicos en las
asignaturas básicas: Matemática, Ciencias, Español y Estudios Sociales, nos impartían
otras asignaturas como Psicología Infantil, Filosofía Educativa, Educación Física, Taller de
Materiales, Educación para el Hogar, Música, Agricultura y Experiencia Profesional. Los
profesores que impartían estas asignaturas además de comprensión y tolerancia para con
sus estudiantes, también exigían que los futuros docentes fueran capaces de dar lo
máximo y tener mística para resolver cualquier situación que se les presentara. Donde
actualmente se encuentran la Bomba de Pirro y el Restaurante KFC, se ubicaba en la
década de los 60, un enorme patio de beneficio de café. En ese sitio recibíamos la
asignatura de Educación Física, cuyos juegos eran posteriormente aplicados en el
aprendizaje de aula.
Al finalizar el segundo año, como requisito básico e importante para ganar el
curso, que valía un 50% de la calificación total, era necesario que el futuro docente
estuviera a cargo de una sección de niños por un lapso de dos semanas, trabajando
mañana y tarde, como lo requería el horario de esa época. El desempeño del estudiante
normalista era evaluado por la docente de grado y la Profesora de Experiencia Profesional
de la Escuela Normal de Costa Rica. A este servidor le correspondió hacer dicha práctica
en noviembre de 1968 en la Escuela de Mujeres de Santo Domingo de Heredia.
Finalmente obtuve el título de Profesor de Enseñanza Primaria, el que al año siguiente
estrenaría en una verdadera odisea en las montañas de una región alejada de la provincia
de Limón.
Del 3 de marzo de 1969 al 23 de junio de 1970 laboré como docente PP2 (Maestro
Unidocente) en la Escuela San Gerardo de Peralta (Cartago) que posteriormente cambió
el nombre a San Gerardo de Siquirres (Limón). Este cambio se dio porque la escuela
geográficamente estaba ubicada en territorio limonense, pero administrativamente
dependía de Turrialba (Cartago). Del 24 de junio de 1970 a 1988 laboré en la Escuela
Bebedero de Escazú como Director 1, es decir, trabajaba con tres secciones a cargo y
con el puesto de director al mismo tiempo. Esta escuela es de tipo rural y se localiza en la
parte alta de los Cerros de Escazú. De 1989 al 2005 desempeñé el puesto de Director 2
en la Escuela El Carmen de San Antonio de Escazú. A partir del 1 de enero del 2006 me
convertí en docente pensionado, después de laborar 35 años consecutivos con el
Ministerio de Educación Pública.
En febrero de 1968 recibí un telegrama procedente del Ministerio de Educación
Pública, donde se me nombraba en propiedad en la Escuela San Gerardo de Peralta
(Turrialba-Cartago). Contaba en ese momento con 19 años cumplidos. Mi padre me
alentaba diciendo que él conocía la zona de Peralta, que era un lugar agradable y que
además pasaba el tren procedente de Limón a San José y viceversa. Meses después, la
experiencia vivida me demostraba todo lo contrario, ya que la escuela ni pertenecía a
Peralta ni se ubicaba en la provincia de Cartago.
El sábado 1 de marzo de 1969 a las 8 de la mañana salí de Barva de Heredia,
acompañado por mi padre y una gran maleta que contenía ropa, medicinas y los
documentos necesarios para desempeñar el papel de maestro. A las 10 de la mañana
partimos de la parada de Cartago en Cuesta de Moras (San José) con rumbo a Turrialba,
a la cual llegamos cerca del mediodía. El trayecto San José - Turrialba era de dos horas
en bus. A la 1 de la tarde salimos de la terminal de Turrialba con rumbo a Torito, una
comunidad que se localiza al pie del volcán Turrialba. Cerca de dos horas y media
después, la casadora (bus) hizo una parada de media hora en la población de San
Antonio de Santa Cruz, donde aprovechamos el tiempo para tomar café y estirar las
piernas por lo agotado del viaje. A las 4 de la tarde reiniciamos el viaje y cerca de las 5:40
p.m. llegamos finalmente a la población de Torito Arriba.
Aquí en Torito, un pueblo que pasa la mayor parte del día cubierto de una espesa
neblina y noches bastante frías, nos esperaba la primera de una serie de sorpresas
inesperadas y frustrantes. Al bajarnos del bus nos dio la bienvenida el señor José Rivera,
Presidente de la Junta de Educación de la supuesta Escuela San Gerardo de Peralta. De
forma directa don José Rivera nos puso al tanto de la verdadera situación geográfica de la
escuela; se llamaba San Gerardo y se ubicaba en el Destierro una lejana región
montañosa de Siquirres (Limón). Al día siguiente, domingo 2 de marzo de 1969 la
conocería ¡y de que manera!
El señor Presidente de la Junta de Educación era una persona muy servicial y
precavida, nos consiguió alojamiento en la casa de la señora Nelly Serrano Méndez para
pasar aquella noche después de un largo día de viaje. Nos indicó que estuviéramos listos
para las seis de la mañana del día siguiente y que conseguiría un taxi para llegar a Bonilla
Arriba, una población que se localizaba una hora de camino al este de Torito. Al retirarse
don José, nos atendió doña Nelly, una increíble dama que se convirtió prácticamente en
mi segunda madre a partir de aquel momento, ya que su casa era el punto de hospedaje
de este servidor, cuando salía cada fin de mes para recibir el salario mensual y asistir a
las reuniones convocadas por el señor German García, supervisor Escolar de Turrialba. A
la seis de la tarde doña Nelly nos sirvió una suculenta comida y a las siete de la noche
apagamos la candela para dormir. Es conveniente advertir, que en esos pueblos al pie del
volcán Turrialba no existía en aquella época corriente eléctrica, por lo cual la comunidad
recurría a las candelas para alumbrarse en las noches y las siete era la hora oficial para
descansar del trabajo diario.
Al amanecer del domingo 2 de marzo de 1969 doña Nelly nos despertó y nos
ofreció un delicioso café acompañado de pan casero, una verdadera especialidad de la
casa. Siempre recuerdo y guardo un gran respeto y admiración por aquella dama tan
especial, que sin conocernos siempre nos trató como si fuéramos de su familia, y jamás
nos cobró un cinco por todas sus atenciones. A las seis de la mañana como lo prometió,
se presentó don José Rivera y nos informa que logró conseguir un taxi. Mi padre y yo nos
miramos sorprendidos ya que en ningún momento escuchamos ningún tipo de motor.
Incrédulo salí unos metros de la casa de doña Nelly para verificar las palabras de don
José y lo único que observé fueron tres enormes caballos amarrados a un viejo tronco, en
una curva del camino. Ese era el famoso taxi prometido, una leve sonrisa apareció en el
rostro de mi padre y de este servidor.
Después de despedirnos de doña Nelly iniciamos el camino hacía El Destierro a
pie, ya que yo mi padre respetábamos y nos daba miedo montar a caballo. Después de
una hora de camino y por una callecilla llena de barro, en ciertos tramos, arribamos a la
comunidad de Bonilla Arriba. Era un pueblo pequeño donde todas las personas eran de
apellido Bonilla y las casas estaban desperdigadas por las laderas de las montañas
cercanas al volcán Turrialba. En este pueblo nos detuvimos unos minutos para comprar
unos refrescos en la única pulpería que había. A pocos pasos de la pulpería pasaba un río
y en el puente estaba incrustada una placa que decía “División provincial entre Cartago y
Limón”.
A las 7:30 de la mañana continuamos el viaje ascendiendo una ladera montañosa
con dirección sureste con respecto a Bonilla Arriba. A partir de aquí el paisaje escénico
cambió radicalmente. Una trocha o picada abierta en la montaña (selva para hacer más
específico) cubierta por grandes lodazales en ciertos pasajes, donde se nos hundía el pie
hasta las rodillas, nos dificultaba el paso a ratos. Esta picada en la montaña o sendero,
medía una longitud máxima de un metro de ancho, donde apenas cabía una persona a la
vez. Ciertos pasajes del sendero eran realmente peligrosos, porque una orilla era un
verdadero farallón de piedra de cerca de 10 metros de altura y la otra orilla un enorme
precipicio donde la tupida vegetación impedía ver la verdadera profundidad del mismo.
Solo se observaba un color azulado en la vegetación circundante.
Después de varias horas más de camino, finalmente llegamos al Destierro; eran
cerca de la una de la tarde. El nombre de Destierro que recibía la comunidad se debía a
un afluente del Río Parismina que atravesaba la misma y que se llama Río Destierro.
La primera casa que divisamos era precisamente la de don José Rivera, que está
a la entrada del Destierro, donde su familia nos recibió muy cordialmente. Después de un
delicioso almuerzo y merecido descanso continuamos el peregrinaje hacía la escuela, a la
cual llegamos cerca de las tres de la tarde. Habíamos completado el viaje iniciado el día
anterior pero a qué costo. Aunque mi padre no se dio cuenta, en su semblante tristeza y
preocupación, sentimientos que yo compartía en silencio. Las expectativas de ambos
habían quedado por el suelo, ante la crudeza de la realidad. Estábamos en una remota
región montañosa limonense, lejos de nuestro hogar. Mi padre ocultó siempre este hecho
a mi madre para no preocuparla.
A cien metros de la escuela se ubicaba una vivienda donde pasamos la última
noche. Esta casa era de don Ernestino Serrano Méndez y de su esposa Cristina, hermano
precisamente de doña Nelly que vivía en Torito. En esta casa era donde este servidor
recibía la alimentación diaria y por la cual pagaba ¢6 diarios, equivalente a ¢180
mensuales. Doña Cristina, otra gran dama de grata memoria para este servidor, falleció
trágicamente en 1970 (meses después de que me viniera del Destierro) como
consecuencia de la mordedura de una serpiente terciopelo cuando recogía leña. Cuando
hago recuento de estos recuerdos, no deja de sorprenderme la espontaneidad y calidad
humana de aquellas personas que habitaban el Destierro, quienes en la guerra del 48
vivían cómodamente en la ciudad de Cartago pero ante los hechos bélicos y para
salvaguardar la seguridad de sus familias, terminaron internándose en las montañas de
Limón, fundando una comunidad de precarias condiciones básicas, pero unidos por la
amistad, la lealtad y confraternidad para hacerle frente a las adversidades de la vida.
A las 4 de la mañana de aquel lunes 3 de marzo de 1969, primer día de clases, mi
padre se despidió con rumbo a Florida (Limón) donde tomó el tren con destino a Turrialba
y de aquí viajó en bus hacía San José, para llegar finalmente en horas de la tarde a
Barva. Mientras tanto yo quedé sumido en la tristeza, desesperanza y unas ganas
enormes de llorar y dejar todo botado. Sin embargo, para no defraudar a mis padres y lo
aprendido en la Escuela Normal y recordando que otros docentes estaban en peores
condiciones que las mías, obtuve el aliciente y la motivación necesaria para continuar
hacía delante.
En vista que las viviendas estaban separadas por enormes distancias unas de
otras, en algunos casos entre hora y media y dos horas y media de camino, empecé las
clases con los niños hasta el jueves 6 de marzo, ya que los padres de familia desconocían
si había sido nombrado algún maestro que aceptara impartir clases en aquellas
condiciones de lejanía y falta de material didáctico. Por esa razón, durante tres días
consecutivos y acompañado de don José Rivera recorrimos la comunidad que se
integraba de 22 familias, para avisarles personalmente que había maestro y que las
clases se iniciarían oficialmente a partir del jueves 6 de marzo.
Tres hechos fundamentales me llamaron la atención desde el principio, cuando
visitábamos las casas de todos los 27 estudiantes que tenía a cargo. Primero, todas las
casas estaban construidas en claros de la montaña, cerca de las nacientes de agua y
constaban de dos plantas; la primera planta era como una especie de corral donde
veíamos terneros, cerdos y gallinas; para llegar a la segunda planta era necesario subir
una escalinata de madera y era el hogar propiamente. Segundo, cuando visitamos cada
casa, los únicos que nos recibían y nos daban alimentación eran los hombres, las mujeres
no salían, sólo veíamos sus ojos a través de pequeñas rendijas en las paredes. Solo me
permitieron conversar y dialogar con ellas después de tres meses, luego de ganarme la
confianza de todos los habitantes. Luego me enteré, que a raíz de experiencias negativas
que sufrieron estas familias por el comportamiento de extraños que iban de paso por la
comunidad, fue que tomaron la decisión de que las mujeres no recibieran las visitas
directamente. Tercero, cada casa tenía un cuarto desocupado, que servía para albergar a
una persona que estaba de visita o de paso por la comunidad, pero que era de total
confianza para la familia.
La escuela también estaba localizada en un claro del bosque, cuyas dimensiones
era de 8 mts de largo por 5 mts de ancho. Tenía 8 bancas que medían 2,50 mts de largo
por 0,35 cms de ancho. Las mesas o pupitres en realidad eran mesitas rústicas labradas
por los mismos padres de familia, que tenían una longitud de 2,50 mts de largo por 0,85
cms de alto, con su respectivo cubículo para que los niños guardaran sus útiles de
trabajo. Tenía la escuela un pequeño local ocupado por una cama y una mesita, que
representaba el lugar donde vivía el docente. Una pizarra bastante deteriorada y un techo
lleno de huecos que cuando llovía o hacía temporal, imposibilitaba dar clases por varios
días. Gracias a la ayuda oportuna de los padres de familia logramos frenar las goteras a
tiempo. Una puerta y seis ventanas completaban la infraestructura escolar. A unos dos
metro de la escuela, se levantaba un pequeño galerón donde se preparaba el desayuno
escolar, que consistía básicamente en leche proveniente del Proyecto “Alianza para el
Progreso”.
Pensándolo bien, ahora con la ventaja del tiempo, recapacito que la Escuela
Normal de Costa Rica nos preparó muy bien para desempeñarnos en una escuela
urbana, pero nunca nos dijeron las condiciones limitantes que encontraríamos en una
Escuela Rural. Como lo comprobó este servidor, todo dependía de la iniciativa, mística y
creatividad del docente para superar estos inconvenientes. Tenía un total de 27 alumnos
distribuidos en dos turnos de trabajo de lunes a sábado: primero, segundo y tercero por
las mañanas; cuarto, quinto y sexto por las tardes. El día sábado como era una sola
jornada, entonces alternábamos la asistencia, un día sería el primer ciclo y otro el
segundo ciclo; estos términos son conceptos recientes, ya que en 1969 no se conocían.
Esta distribución de jornadas de trabajo no era algo antojadiza, simplemente llegué a la
conclusión que era más fácil y productivo trabajar con los niños más pequeños por las
mañanas, porque estimulaba mejor su proceso de enseñanza-aprendizaje. Los más
grandes se adaptaban mejor en la jornada de la tarde, porque la gran mayoría
madrugaban para ayudar en las faenas domésticas y en el campo agrícola. Todos los
niños, indistintamente de su sexo, ayudaban a sus familias en el trabajo cotidiano: unos
se levantaban temprano para traer los terneros, otros ordeñaban, otros ayudaban a
cultivar las milpas y yucales, otros ayudaban en las faenas domésticas (limpieza de la
casa, acarrear agua de los manantiales y limpiar los corrales).
Ante el triste panorama que me encontré en la escuela, escasez de tiza, pocos
libros de lectura muy deteriorados, sin carteles para la Lectoescritura y con poquísimo
material didáctico disponible, me di a la tarea de improvisar: utilizaba material de
deshecho de las casas y el que nos brindaba gratuitamente la naturaleza, para que los
niños avanzaran a su propio ritmo en las cuatro asignaturas básicas. En realidad este
paso no fue fácil, tuve que valerme en algunos casos de la creatividad de los padres de
familia para salir adelante, así como de la técnica del trabajo en grupo que apareció como
una novedad en la Escuela Normal en 1967. También aprovechaba la salida de algunas
familias que vendían el queso (principal fuente económica comunal) en las comunidades
de Torito y San Antonio de Santa Cruz para conseguir barritas de tiza y algunos libros que
nos donaban las escuelas vecinas. También los fines de mes, durante las reuniones
mensuales que realizaba el supervisor de Escuelas, que siempre concordaban con los
días de pago en la Escuela John Rockefeller de Turrialba, compraba cartulinas. La Junta
de Educación contaba con pocos recursos económicos, los cuales empleábamos en
adquirir el material estrictamente necesario y barato que pudiéramos hallar.
Debido a la enorme lejanía del Destierro con respecto a otros centros importantes
de población y tomando en cuenta que la pulpería más cercana se localizaba en Bonilla
Arriba a 3 ó 4 horas de camino, los padres de familia practicaban el trueque o préstamo
de artículos. Ejemplo: si una persona necesitaba arroz, azúcar, cigarrillos, fósforos o
medicinas básicas, la otra persona le prestaba el servicio, pero con el compromiso que se
lo devolviera en la primera oportunidad que tuviera, porque el dinero en esa región, no
tenía valor alguno.
Durante mi primer año como docente rural, recuerdo como algunos estudiantes
sobresalieron por su inteligencia y amor al estudio: entre ellos Gerardo y Guillermo hijos
de don José Rivera, Rodrigo y Marlene Serrano (primos hermanos), Estrella Gómez y
José Luís García, entre otros. Tuve una estudiante de 9 años bastante tímida y enfermiza
pero muy inteligente de nombre Helena, que nunca asistió a la escuela porque se
necesitaban dos horas de camino para llegar hasta la misma y los padres no se atrevían a
dar este paso. Me comprometí con los padres de esta niña que le daría clases a domicilio,
únicamente los fines de semana, siempre y cuando las condiciones climáticas lo
permitieran. Lo cual cumplí siempre con resultados muy satisfactorios, ya que la niña era
muy buena estudiante.
Hay que reconocer con toda honestidad, que un Maestro Unidocente por más
preparado que se encuentre, jamás dará el mismo rendimiento escolar que otro que
trabajé con un solo grupo. Con tres secciones trabajando al mismo tiempo, con un área de
estudio reducida y carente del material didáctico adecuado, es prácticamente imposible
cumplir con un ciento por ciento de eficacia.
Los fines de semana (sábado y domingo) los utilizaba para el planeamiento
quincenal de lecciones con los mismos componentes para los seis grados, lo cual era
sumamente agotador. Recuerdo que durante los tres primeros meses del primer año de
docente, no conté con los programas de estudio, porque el docente anterior se los había
llevado. Me basé para cubrir el planeamiento de los tres primeros meses, con varios
planeamientos que conservaba de la Escuela Normal, pero adecuándolos a los seis
niveles, tarea nada fácil para un principiante. En junio me llegaron unos programas de
estudio facilitados por la Escuela de Guayabo de Turrialba, lo cual agradecí
oportunamente.
Tomando en cuenta que las familias vivían alejadas unas de otras, utilizaba
algunos domingos, siempre y cuando las condiciones climáticas lo permitieran, para jugar
fútbol (deporte favorito de la comunidad) en una plaza pequeña ubicada a orillas del Río
Destierro. Cuando jugábamos fútbol había que considerar dos cosas: la cancha contaba
con grandes piedras que sobresalían en su superficie, y si la bola caía en el cauce del Río
Destierro terminaba el partido, hasta conseguir nuevo balón. La comunidad estaba
polarizada en dos equipos fundamentales: alajuelenses y saprissistas. Ganara quien
ganara el partido, siempre había motivos de celebración para la comunidad, además que
esta actividad estrechaba aún más los lazos de amistad y confraternidad entre ellos.
Entre los muchos recuerdos que guardo del Destierro siempre me llamó la
atención la sencillez, Educación y cortesía de las personas y el gran respeto que sentían
los padres de familia por el docente. Realmente ellos tenían al docente en un bello
pedestal, como también ocurría en las poblaciones cercanas, donde pude corroborarlo
personalmente. Lástima que algunos maestros y profesores con su comportamiento y
accionar docente a través del tiempo, echaron por tierra aquel pedestal y aquella imagen
sagrada que tenían los padres de familia de los educadores. Ellos asistían puntualmente a
las reuniones de padres de familia que este servidor convocaba cada fin de mes, sin
importarles la distancia que tenían que recorrer para llegar a la escuela. La gran mayoría
(un 80%) hacían la jornada a pie, empleando desde una hora hasta dos horas y media,
caminando entre la montaña.
Igualmente, esas mismas distancias eran recorridas por los niños para asistir
puntualmente a clases, sorteando grandes peligros en el camino, como por ejemplo:
cruzar el Río Destierro sobre un tronco de árbol sin ningún tipo de protección, exponerse
a la mordedura de serpientes terciopelo que abundaban en aquella zona, ser atacados
por una manada de jabalíes o pumas que llegaban de vez en cuando a la comunidad. Los
padres les inculcaron tal amor por el estudio a estos niños que rarísimas veces llegaban
tarde a lecciones, y cuando eso ocurría había de por medio una razón de peso justificable.
Los niños eran parte importante en el trabajo familiar, porque las precarias condiciones en
que se desenvolvían los obligaban a hacerlo. Algunos domingos estuve con la familia de
Ernestino Serrano cuidando una milpa de una manzana que tenían en una montaña
cercana, para evitar que los monos cariblanco, taltuzas y ardillas causaran estragos en la
plantación. Por esa razón estos niños llegaban a convertirse excelentes agricultores. Otra
faena en que intervenían los niños era en la fabricación del queso (industria que
financiaba la economía familiar); con la venta del queso que se realizaba una vez a la
semana, en la que empleaban tres días de camino de ida y regreso a Torito, lograban
comprar los granos básicos y vestimenta para toda la familia. En la venta del queso, las
familias salían en días diferentes, para no perjudicarse entre ellas.
Otro recuerdo memorable que conservo fue el Desfile de Faroles del 14 de
setiembre de 1969. Ese día en horas de la tarde se hacía un baile comunal en la escuela,
cada familia aportaba un plato típico de la región y el dinero recaudado pasaba a las arcas
del Patronato Escolar. La famosa orquesta consistía en una marimba, bandolina y
guitarra. A las 6 de la tarde después de un pequeño acto cívico, hacíamos el recorrido con
los faroles desde la escuela hasta la casa del señor Godo Serrano que se encontraba a
una hora de camino. Desde una loma pude observar aquel desfile que semejaba un
inmenso gusano de fuego arrastrándose por los bosques; esta imagen quedó muy
grabada en mi mente para siempre. En la casa de Godo Serrano el pueblo era recibido
con mucha expectación y para todos había música, comida y para los adultos bebidas
espirituosas (guaro de caña). A pesar de esta situación, todo transcurrió normalmente sin
ningún tipo de escándalo. A la luz de una candela que mi reloj marcaba las 11 de la
noche… fue lo último que recuerdo.
Al día siguiente, 15 de setiembre me levanté con un fuerte dolor de cabeza y con
la ropa puesta. ¿Cómo llegué de regreso a la escuela? Nunca supe ni tampoco pregunté.
A las 8 de la mañana celebramos un sencillo pero grandioso acto cívico para
conmemorar la Fiesta Patria. A las doce del día recibí con inmensa alegría la llegada de
mi inolvidable padre. Esa misma alegría la volvería a experimentar cuando el 22 de junio
de 1970 llegó mi padre con una grandiosa noticia, era un telegrama del Ministerio de
Educación donde me notificaban mi traslado interino a la Escuela Bebedero de Escazú.
Eso significaba ni más ni menos, que estaría más cerca de mi familia. Al despedirme por
última vez del Destierro el 23 de junio de 1970 una parte de mi vida quedó para siempre
con aquella gente y aquella montaña en Limón. Empezaba a sentir por primera vez amor
y dedicación por la profesión de maestro.
Al terminar en el 2005 mi labor como docente activo, puedo sacar algunas
conclusiones en forma general:
1. La Educación que se impartía en la década de los años sesenta comparada con la
actual, nos permite señalar grandes diferencias de forma y de fondo. Empecemos por el
desempeño docente, había más carisma y mística en los docentes; era todo un reto para
el educador sacar adelante a sus estudiantes (no era tan importante la promoción) lo
único importante era que el estudiante tuviera la oportunidad de aprender a leer y a
escribir, como primer paso fundamental para su formación futura. A pesar de la escasez
de material didáctico se recurría al material de deshecho y el que podía aportar la misma
comunidad o ambiente donde se encontraba la escuela. Los docentes se identificaban
plenamente con su profesión y lo que ello implicaba, se ponía mucho énfasis al
planeamiento didáctico y se combatía enérgicamente la improvisación. A través de los
años el salario mejoró sustancialmente. Mi primer salario en aquella remota región era de
¢750 al mes.
2.- La Educación comenzó a cambiar desde la década de los setenta cuando apareció el
Plan Nacional de Desarrollo Educativo. Posteriormente se varió el enfoque educativo
cuando aparecieron los documentos “La Educación Hacía el Siglo XXI” y “EDU 2005” e
hizo su entrada el constructivismo. El constructivismo no es un enfoque moderno, los
docentes de la década de los 60 lo poníamos en práctica en las aulas pero con otro
nombre, hablábamos de mejorar las lecciones mediante la utilización diaria de material
concreto y semi-concreto y del juego educativo.
3.- El curso lectivo se amplío a 200 días como si el tiempo tuviera alguna relación con el
aprendizaje. Tremendo error del Ministerio de Educación. No es el tiempo, es la calidad
de los profesionales en Educación lo que debe importar. Un docente o profesor mediocre
le puedan dar 200 días o tres años y jamás sacará adelante a su grupo. En cambio un
docente o profesor con mística y excelente preparación pedagógica solo le bastaran días
o pocos meses para cumplir satisfactoriamente con su misión educadora.
4.- La Educación Rural bien planificada y en manos de excelentes profesionales, puede
lograr mejorar la calidad de vida de la niñez costarricense que se desenvuelve en lugares
y comunidades lejanas de los centros de población. Esos estudiantes merecen tener una
calidad de Educación como los niños de las áreas urbanas. Algo positivo del Ministerio de
Educación en los últimos años, es la utilización de estrategias y metodologías nuevas en
las zonas rurales, como las fichas de trabajo individual y otro tipo de material que refuerza
el proceso de enseñanza-aprendizaje de los niños, permitiéndoles trabajar de acuerdo
con su propio ritmo y limitaciones educacionales.
5.- La Educación Rural bien programada y planificada puede aportar valiosos elementos
educativos no solo a la Educación, sino que también a la sociedad costarricense. Las
comunidades rurales cuentan con una riqueza cultural y social envidiable. Muchos de los
valores que se han perdido en las zonas urbanas, son conservados y transmitidos de
padres a hijos en las áreas rurales. La Educación es un medio que puede ayudar a
mejorar la calidad de vida de las familias rurales. Recordemos que muchos de los
productos que llegan a nuestras mesas, son el resultado del trabajo arduo, cotidiano y de
grandes sacrificios de nuestros campesinos y campesinas.
6.- En lo personal, trabajar en zonas lejanas de nuestro país donde el docente tiene que
trabajar hasta con las uñas, me permitió conocer dos aspectos fundamentales: La gran
riqueza cultural, artesanal y valores sagrados que existe en nuestros campesinos por un
lado, y el demostrarse así mismo el docente, que no existen obstáculos que no pueda
superar, si lleva en su sangre, en su mente y en su corazón la vocación de maestro. No
puedo decir si soy un buen o mal docente, pero cuando recuerdo aquella primera
experiencia en 1969, donde por primera vez ejercía mi profesión y recordar durante el
desarrollo de las lecciones la alegría, el entusiasmo y la dedicación de mis estudiantes y
el agradecimiento reflejado en el rostro de los padres de familia, entonces deduzco que
escogí la profesión correcta y cumplí a cabalidad con la responsabilidad que esperaban
de mi. Ahora puedo decir: Misión cumplida, gracias al Dios Viviente y a las personas que
me asesoraron oportunamente. Soy Maestro Rural con mucho orgullo y respeto.
HAYDÉE M. BARRANTES ROJAS
Nací en la calurosa ciudad de Puntarenas un 7 de abril de 1953. Mi papá era
marinero, mi mamá y dos hermanos más. Mientras crecí mi mamá parió doce hermanos
más, o sea fuimos quince hermanos, de los cuales aún vivimos diez. Mi infancia no fue
muy feliz, como comprenderán al haber muchos hijos las carencias eran en igual número
y a veces más.
A pesar de todo, me desarrollé, dentro de la pobreza que teníamos. Fui a la
escuela Delia Urbina de Guevara, cuando era solo para niñas, tuve una niña en primer
grado, a la cual amé desde el primer día por dulce y buena, aún hoy la veo de vez en
cuando.
Luego,
mis grados superiores los pasé con una maestra de origen
nicaragüense, buenísima también de la cual heredé la buena letra. Ella se llaman la niña
Rosita y la niña Olga Somarribas.
Al llegar a los doce años, me tocó ingresar al Colegio y, asistí al Liceo José Martí,
en esa época se respetaba al Colegio y el uniforme. Fue una época linda, la mejor, pues
ya se adquiere un poco de libertad y más conocimientos. Al llegar al tercer año, se me
presentó la oportunidad de mi vida: estudiar Enfermería, era lo máximo, yo con poco
más de catorce años, practicando esta carrera con muchos médicos que hoy son
eminencias, además soñaba con estudiar Medicina Forense.
Pero como siempre; algo trunca las aspiraciones de los hijos y ese algo son sus
padres generalmente. Por esos días en el año 1966, nos visitó un tío que vino de la Zona
Sur. Le llenó de ideas la cabeza a mi papá y ¡zaz!, nos sacaron del colegio y de la
escuela a todos, tuve que dejar el hospital y la práctica para irnos a aventurar a un lugar
que nunca creímos que existiera.
Todo esto, buscando un mejor futuro ya que la Compañía Bananera era la mejor
opción para ganar buen dinero. Nada fue como creyeron mis padres, y los más grandes
de la casa, tuvimos que abandonar los estudios y trabajar en las empacadoras de banano
para ayudar en los gastos de la casa. Mi madre me maltrataba y yo me fui de mi casa con
el que fue el padre de mis hijas.
De vuelta en Puntarenas por el año 1972 y con dos niñas pequeñas no me quedó
más que trabajar en lo que pudiera y eso era desde salonera y/o cocinera en un
restaurante chino y por último de empleada doméstica.
Mi vida profesional
¿Por qué me hice maestra? Yo mejor preguntaría, ¿Cómo me llegó la opción de
ser maestra? Pues bien, trabajaba de doméstica en una casa en Esparza donde vivía,
cuando cierta vez en Semana Santa, llegó Don Álvaro Pérez un gran señor, un tronco de
profesor, y al verme limpiando pisos le dijo a mi patrona: -Lástima cerebro que se está
desperdiciando-. Por casualidad mi hermana menor estaba en la Universidad de Costa
Rica, pero solo iba a turistear pues nunca estudió y unas amigas llegaron donde vivíamos
a buscarla para darle unos papeles. Al no hallarla me los dieron a mí pues dijeron que
estaban seguras de que yo si aprovecharía lo que estaban dando. Me explicaron que era
para estudiar Educación en un plan de emergencias, yo no entendía muy bien pero fui a
averiguar. Olvidaba contarles que hice mi Bachillerato por Madurez y en 6 meses gané
las siete materias que se requerían para obtener el título.
Retomando el relato fui a la Universidad de Costa Rica y necesité hacer dos
pruebas que costaban ¢ 500 que no tenía; pero me los regalaron, los hice y los gané. De
142 personas que fuimos escogían 75 y de esas las 26 mejores, dentro de las cuales iba
yo, gracias a Dios.
Me ayudaron a formarme como maestra en la U.C.R. Ahí hice mi profesorado y el
resto de estudios hasta la Maestría los hice en la Universidad Latina: no me costó
estudiar y nunca llevé malas notas, en la U.C.R. tenía beca 10 y eso me ayudó mucho, el
primer año de estudio aguanté hambre para poder estudiar ya que muchas veces tenía
que conseguir los ¢100 de los pasajes; pero todo sacrificio tiene recompensa, y la mía
llegó en 1992 , no sin antes tener que acusar en el M.E.P, al señor de Nombramiento de
ese entonces, pues me propuso algo que no iba ni irá nunca con mi forma de ser, luego
del problema, ese año me nombró. Y aquí voy para Altos de Parritón en Parrita, un lugar
hermoso y lejano, donde no hay luz, ni cañerías, un lugar al que llegué y no encontré
donde quedarme posando y decidida a devolverme, fui a conocer la escuela que queda
frente al Río Parrita.
Al verla limpia, brillante el piso y con flores esperándome, no pude dejar esa
oportunidad y me quedé.
Dormí en la escuela, no comí durante casi una semana ya que nadie me vendía la
comida; me enfermé y casi me muero. Pero cumplí. Luego una señora me recogió en su
casa y todo fue mejor. Para llegar a ese lugar yo salía de Puntarenas a las 5:00 a.m. y
llegaba allá a las 6:00 p.m.
No era fácil pero fue lindo trabajar ahí.
En 1993, en Mal País, hermoso lugar y cambio total de montañas a costas.
En 1994 Bahía Gigante en Paquera, también un lindo pueblo y una bonita
comunidad. De 1995 al 97, en San Fernando, Paquera otra montaña hermosa con gente
sencilla y auténtica de la que ya no se encuentra en esos lugares pues se ha ido
maleando con tanto desarrollo.
En 1998-99 y hasta el 2005 laboré en Pochote en Paquera, zona turística por
excelencia y todo un paraíso en belleza natural.
En el 2005 recién empezaba el curso lectivo cuando me trasladaron a Puerto
Caldera donde estoy actualmente y donde si Dios me lo permite me quedaré hasta
pensionarme.
Como ven siempre he trabajado en zona rural como maestra única o unidocente.
Experiencias en escuelas y comunidades rurales
Laborar como maestra única, desde el primer año de trabajo, equivale a que te
tiren a una piscina llena de agua sin saber nadar. La universidad te da la “receta”, pero no
te enseña como aplicarla, ahí entra en juego tu destreza y creatividad para aprender a
enseñar.
En Altos de Parritón a la orilla del río Parrita, los niños aprendieron a contar, sumar
y restar con semillas de un árbol llamado gallinazo. Cuando llegué a trabajar ahí no había
lugar donde vivir, conocí a una familia con siete hijos, que fue la que dio posada; viví todo
el año con ellos y el día de partir lloramos. Personas especiales todas sin excepción.
Relación con la comunidad
En los lugares donde he laborado, la comunidad no es muy allegada a la escuela,
por lo que me las agenciaba para hacerlos llegar a las reuniones. Por ejemplo hacíamos
un café o compartíamos un refresco con galletas y así, llegaba la mayoría de padres.
Problemas importantes
En las escuelas siempre falta algo (trastos para la cocina, mobiliario, casas para el
maestro, etc.) Gracias a Dios donde quiera que haya estado queda algo hecho por mí.
Lo más importante que he logrado es dejar, independientemente de lo material, la
huella de persona honrada y leal, lo que me vale el poder llegar en cualquier momento a
visitar las personas que conocí donde he trabajado.
Frustraciones
No he tenido pues no les he dado lugar en mi vida. Se trata de no dejar que la
frustración te gane, debemos motivarnos cada día y buscarle el lado bonito a nuestra
difícil labor.
Éxitos
Creo que el hecho de ser lo que soy y haber colaborado a que muchos niños
aprendieran es para mí esto un éxito total.
Chascos
La única vez que usé botas Colibrí, nunca las había utilizado y no sabía caminar con ellas,
porque me caí en un charco, lo que causó la risa de todos los niños.
Recuerdos perdurables
Son muchos, no puedo contarlos todos. Pero el más significativo fue llegar a una escuela
en la montaña y hallarla limpia y encerada. Llena de flores. Lo que hizo que yo decidiera
quedarme aún con lo difícil y lejano del lugar.
Aprendizajes
Igual, mil cada día, y aún no dejo de aprender algo nuevo cada vez.
He laborado en
tantas escuelas y en cada una de ellas la vivencia aunque parecida no es igual. En lo
académico el enfrentarse a seis grados diferentes, formados por niños con caracteres y
necesidades diferentes, de verdad que hay que hacerse “mañoso” para dominar los
grupos y, que estos no se enteren de la tensión y ansiedad que uno siente. La
incertidumbre de no saber si lo que hacemos está correcto o no. Aún usando nuestra
“arma” que digo, se forma de dos palabras “planeo” y “miento”, porque no se cumple a
cabalidad el plan de trabajo sean las razones o situaciones que aparezcan durante el día,
uno se sale de lo planeado, a veces eso enriquece el currículo a veces no tanto.
Hablando ahora de la infraestructura, solo piensen lo que es trabajar y acomodar
en una aula de 42 m a 36 niños de todos los grados, evitar que se peleen, o se digan
sobrenombres, que molesten y no se concentren en la lección, Ahí colegas, entra la
astucia del docente y la pedagogía y psicología inherente en cada uno de nosotros. En fin
dentro de la escuela unidocente somos como una gran familia pues el que más sabe
ayuda al que menos sabe y así se logra un liderazgo positivo.
Reflexiones
La Educación en general necesita del apoyo de los padres, de la comunidad y de
todos los que tenemos algo que ver con ella.
Nuestro sistema ha diezmado la autoridad, a los padres y a los maestros por lo
que los niños y adolescentes hacen lo que quieren.
Además con tanto distractor, no se concentran en estudiar.
Educación Rural
Mi definición de Educación Rural es una Educación más depurada, no por eso es
floja ya que se debe poner mayor empeño en lo que se hace, para lograr lo que el
docente se propone. Como dije antes las universidades te dan recetas pero no te
enseñan como aplicarla, depende de ti, de mí y de cada uno de los que estudiamos para
formar personas, el aplicarla con sabiduría. Primero Dios siempre se logra, aunque
tengamos que trabajar “con las uñas”, si lo hacemos con amor lo lograremos.
La Educación Rural aporta a todo el país, profesionales excelentes y personas de
bien, también muestra que en cada pueblito de este hermoso país, hay un centro
educativo con uno o dos docentes que dejan su casa, sus hijos, su vida cotidiana, amigos
y muchas cosas más por dar a otros sus conocimientos y sus fuerzas para que, con los
procesos de enseñanza aprendizaje sean mejores personas, críticas y capaces de
solucionar los problemas que se les presenten durante la vida.
Aparte de todo comentario y llena de satisfacción les cuento que entre mi
exalumnos de escuela unidocentes, algunas tienen buenas profesiones (odontólogos,
deportistas, profesores, etc.), lo que indica que un trabajo bien hecho, da sus frutos y por
ende la satisfacción de ser “yo” quien contribuyó a que ese estudiante, corone en esfuerzo
y sacrificio.
Recordemos que trabajamos con el material más delicado; con los seres que más
ama Dios. Sus padres nos los confían, trabajamos forjando caracteres y moldeando
personitas. No marquemos sus almas con actitudes que luego los dañen. Roguemos a
Dios nos dé inteligencia, capacidad y tolerancia para esos pequeños vean en nosotros un
modelo a seguir. Tratemos de ser el mejor para no desilusionar y no borrar la buena
imagen que hayamos creado en cada uno de ellos.
JOAQUINA VARGAS FLORES
Nací el 4 de marzo de 1950 en Sierpe de Osa provincia de Puntarenas. Mi padre
oriundo de Alajuela, trabajaba con el Ministerio de Salud como Inspector de Salud, dada
la característica de su trabajo tenía que desplazarse por diversas zonas alejadas del país.
En esta época se encontraba en la provincia de Puntarenas, Cantón Osa. Viajaba a
lugares alejados e inhóspitos, sin comodidad ninguna, sin medios de transporte, solo a
caballo, bote o lancha, como en ocasiones tenía que quedarse por meses en estos
lugares mi madre viajaba con él, en esta oportunidad mi mamá esperaba su segunda hija
que era yo.
Estando en Sierpe de Osa, lugar alejado con poquísimos habitantes, a mis padres
les acondicionaron, la escuela del lugar: una casona grande en forma de escuadra
montada sobre basas altas con pequeñas gradas de madera, vieja sin pintar, típicas
construcciones de la región, en desuso por falta de docente. Estando en este lugar le
llegó el tiempo del parto a mi mamá el cual se llevó a cabo con ayuda de una partera, en
una escuela el 4 de marzo de 1950.
Por las características del trabajo de mi padre, podría decir que mi infancia fue
nómada. En oportunidades amos al mismo lugar por alguna temporada, fue así que
cuando tenía 3 años y 5 años, a la escuela donde había nacido con dos hermanos más.
En mi memoria está cada rincón, con sus árboles, sus alrededores llenos de monte
de la vieja y abandonada escuela, y siempre con el aprendizaje transmitido por mi padre
que no era una casa, sino una escuela y que teníamos que cuidarla.
Transcurría el tiempo, crecíamos y llegó el tiempo de ingresar a la escuela. Para
este tiempo estábamos establecidos en Palmar Norte de Osa.
Nuestra casa se ubicaba frente a la escuela, separada por una grande y hermosa
plaza, demarcada en sus cuatro esquinas por enormes esferas de piedra que le dan
renombre a la región de zona Sur del País.
Esta escuela, con el nombre de Eduardo Garnier, era grande para esa época por
ser una escuela central de la zona, mi maestra llamada la niña Gladys, fui una alumna
normal, regular no recuerdo haber destacado en algún aspecto en particular.
Sí puedo asegurar que en mi infancia, todo juego realizado giraba alrededor de ser
maestra, terminé la Primaria y continué con la secundaria; estudié con ahínco y esfuerzo
y solo con la convicción y la fe de convertirme en maestra, era mi más anhelado sueño y
Dios me ayudó a hacer realidad y cumplir dicho sueño.
Me hice maestra por vocación y convicción y la mayor satisfacción como persona y
profesional fue el tener la oportunidad de enseñar y sembrar una pequeña semilla de
conocimiento, valores y aptitudes para contribuir con un granito de arena en la formación
de niños y niñas para un desarrollo mejor como seres humanos.
Con mucho sacrificio llegué a la Escuela Normal de Heredia, que en aquella época
era la formadora de maestros de casi todo el país.
Fue aquí donde experimenté la satisfacción de aprender, cómo transmitir
conocimiento debido a que los profesores se empeñaban en enfocar en este aspecto, su
único fin, era formar maestros capaces, pensando solo en los niños que tendríamos en el
futuro y así lo hacían sentir constantemente.
Estos profesores dejaron una huella imborrable, debido al énfasis y la exigencia
que ponían en lo que enseñaban para que nosotros pudiéramos enseñar de la mejor
manera.
Me gradué, inmediatamente solicité plaza en propiedad en varias partes alejadas
del país y por pura casualidad me asignaron la plaza donde había hecho mi primer y
segundo año, la Escuela de Palmar Norte. Llegué con muchos deseos de trabajar pero a
la vez con muchas sorpresas, no era lo mismo hacer prácticas en las escuelas urbanas,
en escuelas centrales, que ir a trabajar a las rurales con todas sus limitaciones.
El inicio causa cierto grado de frustración. Todo es diferente, te dan un grupo de
niños con características diferentes debido al entorno social, económico y cultural en
edades. Hay niños que han emigrado de la ciudad por diversas razones, entonces se
encuentran grupos muy heterogéneos. Niños sin ninguna experiencia, únicamente su
campo de cultivo y de crianza de animales, por primera vez toman un lápiz y un cuaderno,
por lo que hay que empezar prácticamente de cero.
El trabajo es arduo porque hay una labor de apresto muy intenso y no se
encuentran los materiales didácticos adecuados, como en estos tiempos donde todo es
más accesible, aunado a esto el Ministerio de Educación Pública da los programas para
cumplirlos sin tomar en cuenta todos estos factores.
El Maestro Rural ante todas las limitaciones que encuentra, desarrollo su propia
creatividad y recurre a lo que tiene a su alcance, en mi caso personal hice uso de la
naturaleza.
Se le enseña al niño a contar, operaciones básicas, así como las Ciencias del
lenguaje, pero los Estudios Sociales, son un verdadero reto, cómo explicar y hacerse
entender que su comunidad forma parte de algo más grande que su alrededor, cuando
están acostumbrados solo a su pequeña parcela. Ellos no habían viajado a ningún otro
pueblo, no tenían noción de qué era un país, menos cómo está formado. Los programas
entonces estaban regidos por los libros ROCAP que rezaban así: “La carta de Punta del
Este base de la alianza para el progreso” fue firmada en Uruguay y en Agosto de 1961,
estos libros fueron producidos dentro del Programa de la Organización de Estados
Centroamericanos ODECA, los Ministerios de Centroamérica y Panamá y la Agencia del
Gobierno de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.”
Según el programa había que desarrollar los contenidos con base en dichos libros
abarcando una enseñanza generalizada en toda la región Centroamericana con ayuda de
los Estados Unidos.
Como se podría observar los programas eran generalizados, sin tomar en cuenta
las condiciones y necesidades de las regiones en que se tenían que desarrollar, fue una
tarea difícil tanto para los alumnos como para los docentes, cumplir con estos programas
y que estos niños pudieran ubicarse en un contexto tan desconocido para ellos. En mi
caso personal fue muy difícil idear maneras de hacerme entender y tratar de sacar al niño
de su diminuto mundo.
También en el primer año que trabajé se crea la ley como tal, que prohibía tocar
maltratar o agredir en cualquiera de sus formas a un niño, muy importante porque se
frenaba el abuso del que, en muchas ocasiones eran víctimas los niños.
La Enseñanza de las Ciencias era más fácil porque al contrario del niño de la
ciudad, ellos tienen más contacto con la naturaleza, la tierra, sus cultivos, animales, ríos,
se observa el cielo con sus estrellas, etc.
En la Escuela Rural de aquella época, la colaboración de los padres era casi nula,
ya que depositaban toda la obligación en la escuela, en el docente. Para ellos, teníamos
la obligación de dar un niño con una Educación completa en todo aspecto y ayudarles en
cualquier problema que trajesen.
Una anécdota fue que una vez tenía un pichel con café en mi mesita y una niña
entro corriendo y botó el pichel. Otro día llegó la mamá enojada, decía que una maestra
no debía tener esas cosas en el aula.
También se encuentra niños muy inocentes y lo que el maestro enseña es para
ellos un dogma.
Todo esto se debe a la poca o casi ninguna Educación unida a la pobreza de los
padres.
La relación escuela-comunidad era difícil, poca colaboración, al maestro le
correspondía ir casa por casa a ver que niño no lo mandaban a la escuela porque los
padres en ocasiones preferían que el niño trabajara con ellos, el niño faltaba mucho a
clase, llegaba tarde, problemas de salud, timidez, dificultad en el aprendizaje, pobreza
extrema y otros más.
Había que tratar con mucho tacto ciertos problemas como la higiene, la cortesía y
otros más, porque la mayoría de ellos eran muy susceptibles y huraños. Otros los ven
como una persona especial, unos niños por falta de afecto en sus hogares se encariñaban
demasiado con una.
Había un niño grandecito pero demasiado tímido y en mi afán de ayudarlo me fui
ganando su confianza le di mucha pelota y se enamoró perdidamente de mí y no escribía,
no trabajaba porque se le caía la baba viéndome toda la mañana. Pobrecito inocente, me
llevaba mangos, aguacates, guayabas, guanábanas, etc. Tuve que usar otras tácticas
para solucionar el problema.
La enseñanza con niños es preciosa, enriquecedora, se va de sorpresa en
sorpresa, cada uno de ellos es un mundo diferente y una escuela para una en aprender
de ellos, sobre sus necesidades, su lenguaje de niños, inquietudes, deseos, frustraciones,
sueños. Personitas con un mundo de sueños e ilusiones, solo hay que saber extraérselos
para asomarse a ese mundo que a simple vista no podemos captar.
Fui afortunada al trabajar con directores muy entregados a su labor, me motivaron,
me enseñaron a solucionar problemas de infraestructura, materiales, mobiliario, cómo
gestionar recursos para niños en pobreza extrema, trabajar bajo sol, lluvia, feriados,
domingos, no había otra forma que trabajar y trabajar para sacar la escuela adelante.
Así mismo era en lo académico, al niño se le daba recuperación cuantas veces
fuera necesario y en la materia que fuera, sin escatimar esfuerzo y tiempo, diferente a las
escuelas urbanas donde el padre en su mayoría ayuda al niño en estos aspectos.
En zonas rurales se pone a prueba la capacidad del maestro, lo obliga a
reinventarse sus propios recursos ya sean humanos o materiales y esto nos hace crecer
en todo aspecto. Por algo, en tiempos pasados era obligado trabajar en áreas rurales para
poder tener opción a trabajar en las zonas urbanas.
La Educación en zona rural es enriquecedora porque es a base de esfuerzo y
sacrificio que se hacen buenos y abnegados maestros.
El educador aprende a aplicar técnicas adecuadas, sencillas, amenas, entendibles
para el niño, para una mejor enseñanza aprendizaje.
Aprendí como educadora que lo importante es cómo transmito conocimiento y no
cuánto.
Una enseñanza dinámica, alegre, en forma de juego y sobre todo un cien por
ciento de motivación, que el niño o niña sepa el para y el porqué de aprender.
Ante la carencia de recursos mis mayores instrumentos fueron los ya señalados,
además de mantener el interés y curiosidad de los niños.
La Educación Urbana está en clara ventaja porque el niño tiene estímulos desde
muy temprano, su entorno es amplio, la tecnología llega primero aquí. Se cuenta con
muchos más recursos de infraestructura, mobiliario didáctico, etc.
Con todas estas diferencias, que podemos notar aún, los programas de
Educación están diseñados para todos por igual, por lo que el Educador Rural tiene que
redoblar esfuerzos para dar un resultado final satisfactorio, y que se refleje en los
exámenes del Ministerio que se hacen para evaluar, y también se aprecia que con sus
tantas diferencias y obstáculos el maestro saca su tarea avante y se manifiesta en que
aún así, en nuestras universidades hay alumnos de todas estas zonas y salen
profesionales como tal.
Otra anécdota fue que para un 14 de setiembre teníamos que ir a recibir la
antorcha a la Carretera Interamericana bajo un aguacero torrencial y yo con un gran
paraguas procuraba tapar los faroles de los niños y el paraguas ardió como si fuera una
antorcha, empapados de pies a cabeza, sin luz, en una oscuridad total, volvimos a la
escuela. Pobres niños, fue terrorífico.
En lo personal considero que “No hay
maestro… pero maestro de vocación”
Joaquina Vargas Flores
oficio más sublime como el de ser
JOSE MARIA CAMPOS MORERA
Nací el 1 de julio de 1940. Hijo de José María Campos González y Bertalía
Morera Campos. Mi papá era agricultor, mi mamá ama de casa. Mi papá llegó a V grado,
mi mamá apenas a IV grado. Mis hermanos son nueve y yo el número diez, en el
siguiente orden: 3 hombres mayores, 2 mujeres mayores, yo 1 hombre, 2 hombres
menores, 2 mujeres menores.
Igual que nueve de mis hermanos en mi casa, en Barrio San José de Atenas,
Alajuela. Sólo el último hermano nació en la Unidad Sanitaria de Atenas. Los hermanos
mayores ayudaron a mi papá en Agricultura. Mis hermanas mayores ayudaban a mi
mamá en los quehaceres del hogar.
Yo ayudaba un poco a mi papá y hermanos en agricultura: coger café, arrancar
frijoles, chinguear y rasquetear arroz; llevar almuerzos y cafés. Pero el criterio de mis
hermanos consistía en que no era bueno para el trabajo del campo. Ayudaba a mi mamá
y hermanos cuando salía de la escuela a lavar ropa en el río (aunque en mi casa había
cañería faltaba mucho el agua) También barría los patios y casa, hacía mandados. Pero
creo que mi mamá tenía la puntería puesta en mí; era “un gato” para seguir las gallinas
que ponían fuera de la casa. Casi siempre que llegaba de la escuela me decía:”Chema
apenas almuerza me sigue a la gallina tal” y dicho y hecho: Terminaba de almorzar y
sacaba la gallina debajo del canasto y 15 a 30 minutos después, venía con nueve o diez
huevos en mis bolsas o en las faldas de mi camisa. Lo otro que me encantaba era que mi
papá o mi mamá me mandaran a hacer mandados. Como era descalzo y corría mucho,
en más de una oportunidad “me soplaba” a traer leche, o recoger costuras a otro distrito
(6 o 7 Km.) y mi felicidad era sorprender a mamá… -¿“No has ido todavía”?- -Ya
regresé…- -”Qué…en qué momento fuiste”-. Eso también me sucedió cuando por dos
años creo, que fui mensajero de mi barrio. Sorprendía al telegrafista al haber regresado
tan pronto de dejar los telegramas.
Salí de VI grado en 1952 de la Escuela San José Sur de Atenas. Recuerdo con
cariño a mis maestros: doña Elena de Fonseca, a Juancito Jenkins y a Virginia Campos
Arredondo.
Los años en la escuela fueron lindos, pero lo que más recuerdo son las
celebraciones del Día del Niño (9 de setiembre), las veladas y asambleas de la escuela.
Pero como actividades más importantes, no olvidaré jamás la escogencia que hizo mi
maestra de VI grado para que yo diera el mensaje de los alumnos al final el curso lectivo y
ese mismo año en agosto, el discurso para agradecer al Sr. Presidente de la República
don Otilio Blanco, al inaugurar nuestro comedor escolar. No podré olvidar a Don Otilio
cuando nos recordaba: “Es más importante la salud del cuerpo, pero es más importante la
salud del alma”. Después fuimos buenos amigos.
Al Colegio. La persona que más influyó para yo ingresara al colegio, fue la
Directora del Colegio de Atenas: doña Marta Mirambell de Meneses. Cuando yo estaba
por salir de sexto grado venía con mi papá los sábado a pie a Atenas, él era muy amigo
de doña Marta y coincidían casi siempre a la misma hora en la carnicería y la verdulería.
Yo la saludaba muy amablemente y ella luego de saludar a mi papá y preguntarle por la
salud de mi abuela Leonor, decía: “Charico, recordá que quiero que mandes a José
María a estudiar al colegio”. Yo no cabía de la alegría y admiración por aquella gran
señora.
De verdad, en 1953 descalzo, pantalones cortos y mi almuerzo al hombro recorría
con otros compañeros siete kilómetros a pie para ir al colegio. Faltando un kilómetro más
o menos, en una casa amiga nos bañábamos, cambiábamos la ropa por el uniforme, nos
poníamos los zapatos y al colegio. No podíamos llegar a las 7 a .m. pero siempre
encontrábamos a doña Marta, quien con sus -“Buenos días muchachos ¿Cómo
amanecieron?”- Nos recibía. Y - “no se preocupen hace poco tocamos el timbre-. En
1957 finalizamos el colegio.
Hubo dos acontecimientos importantes
Precisamente en diciembre de 1957, llegó don Lalo Gámez, Ministro de
Educación a la escuela donde salí de VI grado y nos informó que a partir de marzo de
1958 los alumnos del colegio tendrían autobús para viajar; en ese año ya yo terminaba los
5 años de viaje a pie 7 + 7 km. Total 14 Km. ¡Bueno otros se favorecieron!
Gané las materias de bachillerato no así Matemáticas…
Dios nos pone a prueba en el camino. Si yo hubiera ganado bachillerato, de todas
maneras no hubiera podido seguir estudiando. No tenía a quién recurrir. Pero el hecho
de haberme quedado, me dio una salida: el 1 de julio de 1958 cumplía 18 años y pude
solicitar, a través de mi papá, un permiso como maestro aspirante. Fui nombrado el 15 de
julio, luego de vacaciones, como director y maestro en Santa Eulalia de Atenas para
sustituir a la directora y maestra de III y VI grados.
Mi labor comunal excelente; escenario nuevo, pintura para la escuela, comedor
escolar, plaza de fútbol, veladas, bingos, etc. Relación escuela-comunidad increíble. La
labor académica, si acaso buena. Un tercer grado muy bueno, pero VI grado salieron los
cinco niños que eran muy buenos. Se quedaron otros cinco, y no dudo que yo no estaba
capacitado para impartir un sexto grado.
A la Escuela Normal (1959)
Con el poco dinero que pude ganar en seis meses, ayudé a mi papá, compré mi
uniforme para la Escuela Normal y tenía algo para los pases de Atenas a Heredia. Pero
lo que más me ayudó fue la beca de ¢100 colones (cien colones) de la Normal por mes y
mis familiares en Heredia que solo me cobraban ¢ 0.90 (noventa céntimos) por mes y me
quedaban 0.10 (diez céntimos) para otros gastos. La Normal fue maravillosa: los
profesores excelentes: nombro algunos Lía Murillo, Lía Brenes, Fernando Chávez,
Fernando Vargas, Oscar Cascante, Hannia de Camacho, Nella Barato de Gutiérrez,
Ángela Soto y el director Miguel Sáenz. -“Recuerden que se inician los meses que
terminan en bre”. “Muchachos a estudiar”-.
Las fiestas del maíz, las prácticas docentes, el compañerismo, los bailes en San
Lorenzo, San Rafael, etc. Los partidos de fútbol, las guayabas en el potrero del Loco, los
desfiles y las noches frente al parque, y el caminar de muchachos y muchachas del
Teatro Isabel al Century y Astral por media calle.
Es imposible dejar de mencionar, el apoyo y la ayuda valiosa que me brindaron en
mis estudios, Carlos y doña Margarita Argüello de González, don Porfirio y doña Priscila
de Alvarado, quienes me ofrecieron un hogar más en la Ciudad de las Flores.
Maestro Normal a trabajar
En febrero de 1961 fui nombrado director y maestro en la Escuela de la Sierra de
Pérez Zeledón. Una hora y treinta minutos en Jeep, de Pérez Zeledón a San Rafael de
Platanares. De allí cuatro horas a caballo estaba La Sierra. Me llegaron a recoger a la
Escuela de Platanares dos jóvenes a caballo. Venían con dos caballos más: uno para el
maestro y otro para llevar la pizarra, cuadernos, tiza, algunos libros y papel para hacer
carteles.
Yo entonces contaba con 20 años cumplidos. El camino polvoriento y los
muchachos poco hablantines. Pasamos por el poblado de Bolivia, El Alto de San Gerardo
ya empezábamos a bajar cuando los muchachos Rodrigo y Ramón me dijeron: -don José
María allá está La Sierra-. Desde lo alto divisé entre doce y trece casitas desperdigadas
en el valle. Seguimos entusiasmados bajando y bajando hasta que llegamos al río.
Quinientos metros después del río estaba la casa de los Quesada.
Me sorprendió grandemente, encontrar muchos yugos y carretas dentro del
corredor y fuera de la casa en un patio. -“¿Y que sucede?”- fue mi pregunta. La
respuesta de Rigo no se hizo esperar. -De aquí a La Sierra no hay camino. La gente trae
los bueyes arreados y aquí los enyugan, les ponen la carreta y sacan los productos a los
pueblos vecinos (Bolivia, Platanares, Los Reyes, Pejibaye) y cuando regresan vuelven a
dejar aquí los yugos y las carretas y se llevan los bueyes hasta La Sierra-.
De donde los Quesada al Centro de la Sierra hay cuatro kilómetros. Iniciamos el
recorrido, un caballo detrás del otro, en medio de la montaña raíces, piedras y riachuelos,
-“Aquí vive don Jesús; allá en el bajo Alberto Navarro; este rancho es de Manuel Godínezy así sucesivamente me iban comentando Rigo y Ramón mientras avanzábamos para
llegar a la Sierra. El camino se hizo corto por la belleza de la vegetación. De pronto,
hicimos un alto en el camino. El trillo terminaba y habría que abrir un portillo para que
pasáramos; Rigo me dijo señalando: -“en ese lote es donde vamos a construir la escuela”Yo no salía del asombro, sólo miraba, pero incrédulo. Lo único que me dije para mi, era
que le tendría que contar a mi mamá que estaba en donde el camino se terminaba.
Trescientos metros más y llegamos a la casa de Rodrigo. Me recibieron muy contentos
don Fernando Mora, doña Sofía, y sus hijos. Georgina, Caliche, Álvaro, Miriam y la
cumiche.
Casi no aguantaba caminar, pero el saludo amable de los dueños de la casa me
hizo sentirme contento. -“Este será su cuartito don José María. Allí le pondremos sus
pertenencias-”.
Fuera de la casa de don Fernando, había una pulpería. La atendía Caliche, y solo
oía mientras tomaba refresco de limón y eran atendidos los niños en la pulpería, el
mensaje que don Fernando enviaba a los vecinos: -“dígale a su papá que ya llegó el
maestro. Que mañana a las 5 a.m. iniciamos la construcción de la escuela-”. Ese fue el
mensaje que oí durante toda la tarde, para don Luís, don Benigno, don Antonio, don
Rafael y muchos otros más. Al día siguiente, cuando yo llegué a la escuela a las 7 a.m.
se oían serruchos, martillazos, sierras, tablas y láminas de zinc que iban y venían. Había
caballos amarrados a la cerca y unos doce padres de familia que trabajaban
afanosamente.
Los niños estaban sentados sobre algunas piedras y al llegar yo, se pusieron de
pie y al unísono dijeron: -“Buenos días señor maestro-”. Los niños descalzos en su
mayoría y de todos los tamaños, se arremolinaron a mi alrededor y me dieron un fuerte
aplauso. Los papás se me acercaron y con la mayor cordialidad me fueron saludando y
dándome sus nombres; pero inmediatamente continuaron con su faena. Los niños
rápidamente hicieron una fila y yo, sentado sobre una piedra comencé a hacer la
matrícula. Ramón tenía 14 años y Zeneida de 7 años recién cumplidos ¡Qué abismal
diferencia!… y los dos venían para primer grado. El total de alumnos eran 32, que pude
dividir por edades y que separé: doce por la tarde y 20 por la mañana. Al ser las 9:30
a.m. muchos de los niños ya iban hacía sus hogares, mientras sus mamás iban llegando
con refrescos, agua dulce y almuerzos para sus esposos. Unos cuantos minutos más
tarde y luego de saludar con alguna timidez al maestro, se organizaron para servir a sus
esposos y a aquel “mocoso maestro”, gallos, de gallina, de picadillo y unas deliciosas
tortillas en un almuerzo comunitario. Al almuerzo siguió la preparación del café, haciendo
pocos altos en el camino, porque la tarea era dejar lista la escuela. A las cuatro de la
tarde ya estaban colocando la pizarra en una pared, tres bancas grandes con su
respectiva mesa y el escritorio rústico para el maestro. Oía también que el servicio
sanitario de hueco, ya estaba casi listo a unos veinte metros de la escuela. Un rato
después escuché la voz de don Fernando que decía: “ya está lista “. -“¿Qué le parece la
escuela don José?- De verdad tuve que felicitarlos y estrechar las manos callosas de
aquellos hombres, humildes campesinos y agradecer a las esposas e hijos, que me daban
ejemplo de compromiso desde aquel 17 de febrero de 1961.
Desde esa fecha en adelante correspondería al director-maestro su trabajo, no
solo con los niños, sino con los miembros de toda la comunidad.
La Sierra: un pueblo de gente sencilla y cariñosa
Un 90% de sus habitantes era gente que había emigrado de San Marcos y San
Lorenzo de Tarrazú. Habían llegado hace algunos años pero al multiplicarse las familias,
se dieron cuenta de la necesidad de solicitar la creación de una escuela. Por eso
recurrieron al Ministerio de de Educación con la esperanza que le nombraron al maestro.
El trabajo del educador a partir de ese momento, sería a tiempo completo: en la
mañana y en la tarde con grupos de niños. Después de las cuatro de la tarde un grupo
pequeño de adultos llegaba a la escuela para refrescar sus conocimientos. Por la noche,
en la casa de don Fernando, quien era el Presidente de Junta de Educación y a la luz de
una lámpara de canfín, realizaba reuniones con padres de familia para solicitar a la
Municipalidad mejoras a la comunidad. Muy pronto, el portillo donde terminaba la calle se
eliminó y pocos meses después la Municipalidad de Pérez Zeledón mandaba un tractor
para hacer el camino de donde los Quesada al Centro de La Sierra, que era precisamente
frente a la Pulpería de don Fernando.
Con respecto a la relación escuela-comunidad fue el desarrollo de la misma, ya
que a partir de ese momento, se iniciaron las prácticas para la conformación del equipo
de fútbol de La Sierra. Se consideró que el lugar más apropiado para la cancha, sería el
potrero de Toño Quesada. Un día después, ya estábamos chapiándolo y colocando los
marcos de bambú y pocas semanas después ya teníamos la visita de un equipo de San
Miguel en esta comunidad. Las visitas se fueron rotando y muy pronto estuvimos con
nuestro equipo de Pejibaye, Bolivia, Platanares, San Lorenzo y El Águila; utilizando como
medio de transporte los caballos de la comunidad.
Un turno muy sui-géneris
La escuela necesitaba fondos. Había actividades que realizar con los niños y el
Patronato Escolar no contaba con recursos económicos para solventar dichos gastos.
Un turno pero ¿Dónde? Se oyeron sugerencias. Al final el trapiche de don
Fernando fue el lugar escogido. Las comisiones no se hicieron esperar; y unas semanas
después, el centro principal, el trapiche, no se conocía: mesas, sillas, bancas, bateas,
canastos, tinajas, cafeteras, ollas de toda la comunidad estaban en el trapiche. Las mesas
y los molederos dieron paso para la elaboración de tamales y la paila se convirtió en la
olla mágica para cocinarlos. No podemos olvidar los picadillos, el frito, arroz con leche,
lomo relleno, gallinas arregladas, preparadas con la cuchara de doña Lupe, que era la jefe
de la cocina. El turno se iniciaba el viernes en la tarde y terminaba el lunes al mediodía
con la recogida de todos los utensilios y volver a armar el trapiche. Es importante
recordar que las visitas que venían de pueblos vecinos, participaban activamente en los
partidos de fútbol y en las carreras de cintas, todo aquello era una fiesta comunal.
Experiencias que dejaron huella
El caballo de mi amigo Rigo, era mi fiel compañero. Para salir a las reuniones de
directores, en muchas oportunidades, le dejaba libre la rienda porque solo él sabía, cuál
era el camino adecuado. El barro llegaba hasta la mitad de la montura y mis piernas las
tenía que colocar sobre su crin. Esto se daba por lo menos de junio a noviembre. La otra
proeza con este caballo, fue cuando un domingo, al ser las cinco de la tarde llegué a La
Sierra y los padres de familia quedaron boquiabiertos porque no se explicaban cómo
podía haber atravesado el río después del aguacero que había caído.
No siempre el maestro lo sabe y lo puede hacer todo. Una mañana llegaron con
urgencia a la escuela a solicitar mi ayuda porque Toño Quesada, al derribar un árbol, el
hacha le había hecho una herida profunda en la cabeza y Toño se desangraba. Yo,
aunque me fui corriendo hacía su casa, me encontré con una situación que estaba fuera
de mis posibilidades. No sabía qué hacer en un caso como este. Lo único que se me
ocurrió fue llamar con prontitud a don Benigno Barquero, Tesorero del Patronato que llegó
con rapidez y con una seguridad que me impresionó, cortó el cabello que estaba cerca de
la herida, la lavó con agua tibia, le colocó café molido y le puso un pañuelo campesino
apretado sobre su cabeza. Rápidamente lo montaron a caballo y el mismo don Benigno
con el hijo de don Toño lo llevaron al Centro de Salud más cercano, distante como a hora
y media de la Sierra. Di gracias a Dios de la sapiencia de don Benigno, porque si no
nuestro amigo Toño, se hubiera desangrado.
Una comunidad que no he podido olvidar
En agosto de 1963 fui trasladado a la Escuela de Pacuarillo de Pérez Zeledón, en
donde permanecí casi dos años y con experiencias muy enriquecedoras; sin embargo, el
paso por la escuela de La Sierra no lo podré olvidar jamás. La serenata que las hijas de
don Chalo me dieron la noche antes de mi partida, me hicieron llorar, pero también sé que
varios de mis alumnas, entre ellas Isabel, María Jesús, Joaquín, Carlos y otros todavía me
recuerdan porque me llaman con alguna frecuencia. He visitado nuevamente La Sierra
por lo menos en cinco oportunidades desde que salí. Y en febrero del 2004, que fue mi
última visita, fui invitado y recibido con bombos y platillos por los vecinos de la Sierra.
Don Fernando Mora es quien ha estado más en contacto conmigo, ya que me
llama con mucha frecuencia. El que me abrió su hogar hace 47 años en La Sierra, lo
tengo como de mis mejores amigos y aunque ahora vive con sus hijos en La Ceniza de
Pérez Zeledón, le doy gracia a Dios porque tengo en él, el contacto con mi Sierra querida.
JULIO RODRIGUEZ BOGANTES
18 de julio de 2008
Barva de Heredia, cuna de canasteros y mascareros, pero también… cuna de
ilustres maestros. Allí nací, a finales de los años 60. Me crié en medio de cafetales, junto
a mis abuelos, primos, hermanos y vecinos.
Mi infancia transcurrió llena de aventuras, sustos, heridas, regañadas… todo
alrededor del paisaje rural, que en ese entonces, predominaba en Barva. Aunque nos
consideramos pobres, la comida nunca faltó: chayotes, tacacos, limones, guabas,
nísperos, de todo había en el cafetal del abuelo Memo.
A pesar de que éramos bastantes: cuatro hermanos y cinco hermanas, todos
fuimos a la escuela y al colegio. Finalizando precisamente el colegio me entró la
“espinita” de irme a un país diferente en todo el sentido de la palabra. Fue así como
enrumbé a los veinte años a la Antigua Unión Soviética, dejando atrás la Universidad
Nacional, en donde me preparaba para ingresar a la Carrera de Agronomía.
En setiembre de 1987 inicié en la ciudad de Kiev, Ucrania, la Carrera de
Educación, con Énfasis en la Enseñanza del Idioma Ruso, del Inglés y de la Literatura
Eslava. En ese momento, no tenía planes de ser educador, simplemente me atraía el
conocer otras culturas, relacionarme con ellas y aprender de ellas. Al cabo de tres años,
y como parte de la carrera, debí impartir clases del idioma ruso a estudiantes de Vietnam.
Esta fue una experiencia cautivadora y motivante, lo cual me permitió sentir por primera
vez, ese sentimiento y deseo de “enseñar”.
Regresé en setiembre de 1993 y para el curso lectivo del año 1994, me nombraron
como Profesor de Inglés en el Colegio de Puerto Viejo de Sarapiquí. Ese inicio laboral me
resultó bastante agotador, ya que era el único profesor de la materia. Tenía los cinco
niveles, o sea, cinco planeamientos con sus respectivos exámenes, tareas, etc.
Al año siguiente, me ofrecieron inaugurar una escuela unidocente en Los Ángeles
de Finca 10 de Río Frío de Sarapiquí. Apenas eran unos pocos estudiantes, tenía horario
alterno, pagaban zonaje.
Bueno, en comparación con los cuatrocientos y resto de colegiales, era ilógico no
hacer el cambio.
A partir de ahí, inicié un “peregrinaje” por varias escuelas: Los Ángeles del Río
(para llegar allí requería dos horas en bote de Puerto Viejo, sobre el río Sarapiquí),
Escuela Plan de Birrí que está al norte de Heredia, Zapote que queda entre fincas
bananeras y por último, en el Barrio La Trinidad de Puerto Viejo de Sarapiquí, en la que
hoy día soy Director 1. Esta escuela se localiza dos kilómetros antes del Centro de
Puerto Viejo de Sarapiquí, frente al Comando Atlántico, está sobre la pista que lleva al
Parque Braulio Carrillo
Esta escuela se inauguró en 1998 con tres galerones de madera, con agua de
pozo, pozo negro, es decir servicio sanitario de hueco o letrina. La inauguración de la
escuela llenó de gozo a los pobladores de la zona porque eso representó una economía
en dinero para pasajes y en tiempo porque los niños tenían que trasladarse a Puerto
Viejo. Con el fin de ganarme la confianza de la gente jugaba fútbol con los adultos,
participé en turnos, ferias, bingos, etc. Desde el primer día que llegué a la fecha se ha ido
mejorando la instalación. Los muchachos que se han graduado y van al colegio, de vez
en cuando vienen a buscarme para pedir asesoría, se les ayuda con el uso de la
computadora, si puedo les consigo libros, etc. Cuando salgo a mi casa en Barva, consigo
cachivaches, libros de segunda y otras cosas para llevarles a los adolescentes que ya
ingresaron al colegio y a los niños y niñas de mi escuela.
Cuando llegué por primera vez los padres de familia y los niños estaban tan
emocionados, porque ellos creen que uno los va a ayudar a resolverle los problemas.
Personalmente no me molesta hacerle mandados a los vecinos cuando vengo a San
José, o tener que prestarles dinero.
Durante todo este tiempo que he laborado (15 años), he tenido la dicha de conocer
a gran cantidad de personas y personajes con los que se debe trabajar, compartir, discutir
y hasta pelear. Todo esto, por supuesto, que deja una gran enseñanza.
Siento que la suerte me ha acompañado en los lugares en que he trabajado.
Siempre he sentido el apoyo, e incluso, la admiración de los pobladores. La Escuela
Rural no es simplemente una escuela. A veces sirve de iglesia, de centro de reuniones
comunales o de centro de atención médica. La gente ve en el maestro al doctor, al
abogado o al sacerdote.
En ocasiones resulta cansado e impertinente, cuando le llegan a uno en la noche
para comentarle problemas personales, pero al mismo tiempo es reconfortable sentir que
la gente deposita su confianza en uno. Por lo anterior, afirmo que el Maestro Rural, es
más que un maestro.
En ese año que inicié funciones en esta zona se planeaba a nivel de circuito 08
que es puerto Viejo. El circuito 06 es La Virgen y el 07 es Río Frío. El supervisor
convocaba determinado número de maestros para planear por niveles. Un grupo de
maestros planea para dos niveles, otro grupo planea para otros dos y un tercer grupo
planea para un tercer grupo es decir queda así:
3 maestros planeaban para I y II grados
Circuito 08
3 maestros planeaban para III y IV grados. Circuito 07
3 maestros planeaban para V y VI grados. Circuito 06
Una vez que planeaba, se distribuían las fotocopias, esto significa que los tres
circuitos trabajan bajo un mismo planeamiento.
Los objetivos son los mismos para toda la zona. Los maestros trabajaban con el
mismo planeamiento anual, sin embargo cada maestro lleva su planeamiento diario con
base en el general. Lo que uno puede variar son las actividades.
Poco a poco las escuelas rurales han ido mejorando su infraestructura, pero sea
como sea, las limitaciones son bastantes. Algunas por ejemplo, no tienen electricidad,
entonces ¿Cuál registro electrónico? Otras, no poseen agua potable, así que cada
mañana hay que ir al río a traer agua o tire la cuerda para subir el agua del pozo. Del
teléfono, ni que hablar.
A menudo, los miembros del Patronato o de la Junta de Educación no leen o no
escriben correctamente, por lo que al final, es uno como maestro el que termina
escribiendo las actas, haciendo las compras del comedor y a veces, termina sirviendo el
almuerzo y lavando los platos.
Se debe tener mucho cuidado para adecuar los programas de estudio a las
circunstancias que se dan en la Escuela Rural. Existe mayor dificultad para obtener
ciertos materiales, libros, fotocopias o tener acceso a Internet.
Cabe recordar que en muchas escuelas rurales el maestro imparte lecciones a
varios o a todos los niveles. Por eso, considero que el planeamiento diario no es tan
“exigente” como el que se hace en escuelas urbanas. No significa esto que esté mal
elaborado o cosa por el estilo, sino que un educador con tres o seis grados diferentes,
tiene que utilizar una forma diferente de planeamiento por razones obvias.
Entre las actividades que los pongo a hacer, aparte de darles lecciones ordinarias,
preparo música, les enseño a cantar canciones patrias, populares, los pongo a dibujar,
hacemos dramatizaciones, para lo que tienen gran experiencia, porque en esta zona hay
muchos evangélicos y protestantes que los enseñan a dramatizar pasajes de la Biblia en
sus iglesias. A veces preparo concursos de conocimiento general, tipo Antorcha, esto los
motiva a estudiar.
Con respecto a la modificación del espacio en algunos casos hacemos s, pero
cada vez que se puede, se sacan del aula para que aprendan a escuchar el trino de los
pájaros, a observar procesos como la descomposición orgánica en una reserva forestal
que los mismos niños han sembrado mediante la ayuda de la Organización para los
Estudios Tropicales (OET). Esta organización ha donado arbolitos, que los niños pueden
observar cada día, por ejemplo si el árbol ha crecido 1 o 2 centímetros con los aparatitos
que se le colocan alrededor. Se le enseña a realizar mediciones de lluvia caída o de
temperatura, cada uno sabe que tiene que ver cuántos centímetros ha llovido en un día o
una semana, etc. La OET lleva a los niños una o dos veces por año a sus instalaciones
en “La Estación La Selva”, para impartirles charlas sobre pájaros, insectos, conservación,
etc. Estas charlas son secuenciales, IV-V-VI.
Con los padres de familia se cuenta con poco apoyo, a veces siento que hay poco
interés en algunos de ellos. La mayoría de la gente no tiene educación, los niños no
reciben ayuda en el sentido académico de parte de sus padres y en lo económico menos,
porque hay mucha pobreza.
Entre algunos de los problemas psicológicos que presentan en algunos niños;
hay dos niños de 11 y 14 años, a los que mandaron a la escuela por primera vez muy
pasados de edad, son niños acostumbrados al trabajo pesado de lechería; algunos niños
viven solo con la abuela porque la madre los abandonó, tratar de ayudar a una niña
violada y además abandonada por la madre. En sexto he llegado a tener niños y niñas de
15 y 16 años, hay tres primos a cargo de una tía, así que la situación a veces es muy
delicada y hay que tener mucho tacto para tratar a estas personas.
Una característica de esta comunidad es que los hogares no se conforman por
papá y mamá, sino por mamá y padrastro o papá y madrastra, viven en unión libre, en
donde la violencia es el pan de cada día; a la escuela llegan niños agredidos, las madres
no hacen ninguna denuncia porque prefieren que los compañeros sentimentales se
queden porque son el sostén económico de la casa. Castigan a los niños con cables de
electricidad, con garrote o faja. Al respecto, se han dado charlas y se les ha hecho
advertencias a varios padres y madres de que a la mínima señal de castigo físico se
recurrirá al PANI. Hay niños enfermos por los parásitos, con anemia, otros muy mal
vestidos y sin cuadernos.
Una forma de tener una buena relación con los niños es por el lado del deporte, se
hacen campeonatos y se visitan otras comunidades o se reciben a otras escuelas, pero si
el niño tiene bajas notas no puede asistir.
El trabajo de aula a veces se dificulta al tener varios grupos al mismo tiempo y por
más que se planeen las lecciones, muchas veces no se obtienen los resultados
esperados. Se exige mucha autonomía al estudiante, sin embargo, la falta de libros, de
materiales, obliga al maestro a doblar esfuerzos.
A menudo se de asumir gastos extras por pago de “exámenes”, fotocopias y otros
materiales que los estudiantes no pagan. Tampoco se les puede pedir trabajos
extraclase que tengan un costo, porque no tienen posibilidades.
Mi mente está llena de recuerdos vividos en las diferentes escuelas. Pero uno de
los que me encanta recordar es el recorrido de la Antorcha el 14 de setiembre sobre el
Río Sarapiquí. Se sale de la frontera con Nicaragua en un desfile de botes decorados
con banderas y emblemas. Durante el trayecto, se va encendiendo la antorcha de las
diversas escuelas que esperan a la ribera del río. Es impresionante ver esos estudiantes,
muchas veces descalzos, o en botas, con esa alegría y deseo de iniciar sus respectivos
recorridos a través de la montaña. Así, antes de las 6:00 p.m. se llega al Puerto del Río,
donde otros estudiantes toman la antorcha y la llevan a pie hasta el centro del pueblo.
Otro recuerdo que a menudo me viene a la mente es que en la Escuela de los
Ángeles de Finca 10, el primer ejercicio matutino era golpear contra el suelo los pupitres
y las sillas con el fin de que cayeran los enormes alacranes que se habían escondido
durante la noche. Y ¿Cómo olvidar a Carlitos? Carlitos, un niño de tercer grado que
desde que llegaba a clases preguntaba la hora en que se daba el almuerzo. Apenas
llegaba el olor a comida, se encogía y se restregaba las manos por el estómago. Una vez
almorzado y sin ser la hora de salida, tomaba los cuadernos y se iba. Al final, poco
aprendió y perdió el año… solo iba a la escuela a comer.
El haber tenido la oportunidad de observar otros sistemas educativos, me hace
creer que es necesario un cambio radical en nuestro sistema educativo, que
verdaderamente se planifique desde el Ministerio de Educación Pública .para llenar las
verdaderas necesidades de los pueblos rurales.
Las palabras “Preparar para la vida” se quedan en el aire. Es obvio que se
necesita una gran inversión económica para mejorar la calidad de la educación.
Además, debe existir una verdadera planificación de las actividades que se hagan
para mejorar el sistema mismo. Solo así, se logrará obtener verdaderos resultados en
nuestros estudiantes, que lógicamente, se reflejarán en el bienestar social de nuestros
pueblos rurales. Además, los cambios globalizados no dan tiempo para preparar a estas
gentes que en vez de prosperar se van quedando rezagados.
Algo importante y que no quiero dejar por fuera, es que los estudiantes participan
en un concurso llamado Reto Fair Child organizado por la Organización para los Estudios
Tropicales (O.E.T). Se debe participar en varios retos como baile, dibujo y reciclaje. El
año anterior se obtuvo el primer lugar, que fue premiado con una computadora. Para este
año, también la escuela ocupa el primer lugar.
Algunas personas que han tenido problemas con la ley por pesca o tala ilegal,
como no hay donde encarcelarlos, los multan con trabajo comunal, que generalmente
favorece a la escuela. Por ejemplo un hombre multado tuvo que hacer el tanque séptico,
otro tuvo que hacer el drenaje y otros hacen la chapia o corta de zacate y malezas. La
dirección debe hacer una constancia de que sí realizaron el trabajo y lo comunica a la
Guardia de Asistencia Rural.
Debo decir que este trabajo me llena de satisfacciones y no creo que llegue a dejar
la zona rural por la urbana.
LIGIA MARIA MORA CORDERO
Mi nombre es Ligia Ma. Mora Cordero, nací el 20 de enero de 1949, en San Isidro
de Pérez Zeledón.
Mi infancia fue muy bonita pues somos nueve hermanos y en ese tiempo en San
Isidro los niños jugábamos libremente, al aire libre. En la casa lo único que teníamos
para divertirnos era un pequeño radio, donde oíamos canciones y radionovelas. Así
crecimos.
La Primaria la hice en la Escuela 12 de Marzo al igual que todos mis hermanos.
Mi primera maestra se llamaba Juanita Flores.
La Secundaria la cursé en el Liceo UNESCO. Al salir de Bachillerato se
presentaba un problema pues para estudiar más, había que ir a San José y nosotros no
teníamos recursos económicos.
Estamos hablando de 1966. Durante el año 1967 y sólo con el Bachillerato,
trabajé de interina como Maestra, en la Escuela Pedro Pérez Zeledón, con un grupo de
cuarto grado.
Al año siguiente 1968 se abrió la Escuela Normal de Pérez Zeledón como un
anexo de la Escuela Normal de Heredia. En ella me gradué con el título de Maestra para
Primero y Segundo ciclos.
Durante el año 1979, ya con el título, trabajé haciendo permisos e incapacidades
en varias escuelas rurales como la de Pedregoso.
En el año 1971 me nombraron como Maestra Auxiliar en San Elena de Pérez
Zeledón. La escuela era de tres maestras, cada una teníamos dos grados. La directora
generalmente se dejaba los grados superiores. A mí me asignaron primero y segundo
grados. La planta física era muy pequeña y la escuela en sí muy pobre. Viajábamos a
casa cada ocho días.
La gente del pueblo era muy trabajadora y muy amable con los maestros. En este
lugar recuerdo que una ocasión llegaron unos niños a tomar agua al tubo y se
encontraron un serpiente terciopelo que por allí abundaban.
Los libros para estudiar eran muy escasos y se pasaban muchas penurias. En
invierno muchas goteras y en verano muchísimo polvo. Allí estuve un año. Luego fui
trasladada a Rivas, la escuela se llamaba Juan Valverde Mora, era más grande, dirección
técnica y un poco más cómoda para los niños y maestros. En esta escuela trabajé
durante tres años. En este lugar teníamos muchos problemas con el terreno, porque
había muchísimas piedras y muy grandes. Había que hacer huerta escolar y no teníamos
adonde; entonces un vecino prestó un lote cercano; así pudimos cosechar alimentos que
los niños consumían en el comedor.
De esta escuela guardo una anécdota bonita. Viajábamos todos los días en bus y
este salía a las 5 a.m. de manera tal que antes seis de la mañana ya estábamos en la
escuela.
Durante el gobierno de José María Figueres Ferrer hubo un cambio de hora
Nacional para ahorrar energía. Entonces el bus salía siempre a las 5 a.m., pero eran las
cuatro en realidad, llegaba, a la escuela antes de de las 6 de la mañana pero eran las 5
a.m., era un lugar frío y como llegábamos temprano estaba muy oscuro; ideamos llevar
candelas y meternos a las aulas que tenían murciélagos y con la luz se espantaban. Por
supuesto los sustos eran inmensos. Así esperábamos hasta las 7 de la mañana hora en
que iniciaban las lecciones.
También recuerdo una vez, en el comedor, entre la malla, se entrelazó una
terciopelo muy grande. Una compañera nuestra, estaba embarazada y cuando la
serpiente la vio, el animal se quedó como hipnotizada. Así comprobamos lo que gente
decía de las culebras y las mujeres embarazadas.
En esta escuela tenía un segundo grado. La gente eran muy amable, los niños,
trabajadores y obedientes. La escuela era cómoda. El personal tenía buenas relaciones
humanas.
El problema aquí era que teníamos muy cerca un río muy caudaloso y en varias
ocasiones no nos permitió el paso a la escuela; pues para llegar a ella teníamos que
cruzar un puente. En invierno, en algunas ocasiones se desbordaba.
De esta escuela de Rivas, pasé a la Sagrada Familia durante diecisiete años, aquí
sufrimos de todas las carencias pues la escuela apenas a en ese año.
La planta física era sólo el techo y el piso chorreado pero en forma brusca, no
había paredes y lo que separaba un grado del otro era sólo la pizarra; esto fue construido
por los padres de familia.
En esta escuela quisieron especializarme en primer ciclo, de manera tal que
siempre trabajé con primero y o segundo grados; la matrícula era muy recargada, de
treinta y ocho a cuarenta alumnos, todos los años, la incomodidad para sentar a los niños
era terrible.
Como la escuela era abierta, entonces, en los fines de semana era el lugar para
jugar fútbol, y el refugio de los enamorados. Cuando nosotros llegábamos el lunes
encontrábamos todo tipo de cosas y el poco material destruido, había que comenzar todo
de cero.
En esta escuela me encontré una vez con un niño muy agresivo con sus
compañeros, tenía doce años y apenas entró a primero. Les pegaba a los pequeños.
Recuerdo que en una ocasión le iba a pegar a un niño pequeñito, entonces, yo me
interpuse y casi salgo golpeada. Después me enteré que su padre lo amarraba a un árbol
durante horas y horas. De aquí fui trasladada, en 1992 a Palmares a la Escuela Hernán
Rodríguez, trabajé durante tres años para finalmente pensionarme en el año de 1994.
Reflexiones sobre la educación
Yo creo que la mayor riqueza que pueda tener un país es la Educación del pueblo.
Me parece que todo gobierno debe darle bastante empuje para que todos o la mayoría,
tengan derecho a educarse, invertir en infraestructura, en seminarios, capacitación,
formación, materiales, alimentos, etc. Aunque a veces los vecinos creen que todo debe
aportarlo el gobierno, creo que no es lo correcto, también el pueblo debe colaborar, que
sea una responsabilidad compartida.
El pueblo con buena Educación se libra de muchos otros males
La Educación Rural es aquella que se imparte en los lugares más alejados de la
ciudad. Donde encontramos más necesidades pero también donde el docente puede
poner a funcionar más su creatividad y se puede valer de los medios que tiene a su
alrededor para enseñar a los niños.
Estos a su vez son diferentes a los de las escuelas
urbanas. Al niño rural le cuesta más asistir a la escuela, pues él debe ayudar, a sus
padres en el trabajo de campo. Está más limitado pero no por eso es menos capaz.
La Escuela Rural le aporta a la Educación en general el coraje, el valor al trabajo,
el esfuerzo. La tenacidad para conseguir las cosas pero sobre todo la creatividad, porque
tanto el maestro como los niños tienen que valerse de todo lo que los rodea para lograr
los objetivos de aprendizaje.
MARIA DE LOS ÁNGELES CAMPOS VILLALOBOS
Nací un 2 de noviembre del año 1921, y un día 2 de noviembre murió mi madre y
en otro 2 noviembre de otro año murió mi padre, este caso siempre ha llamado la atención
personal y familiar.
Éramos 16 hermanos de los cuales, uno llegó a ser Alcalde, otro Secretario de la
Delegación de nuestro pueblo San Isidro de Heredia, una hermana fue Maestra, al igual
que yo. Gracias a mamá que era la que nos daba empuje para el estudio, nosotros
vivíamos en casa de adobes y ella me decía -nosotros no vamos a vivir toda la vida en
ese terronero, algo he averiguado sobre los préstamos del INVU por radio, por eso ya hice
un trato con este lote-, entonces yo le preguntaba -mamá ¿porqué usted dejó que papá
desperdiciara tanta herencia?-, -…porque como una era mujer en ese tiempo no podía ni
chistar…- ,y yo le preguntaba, -mamá porque usted le tuvo tantos hijos a papá-, porque
yo era la número quince, y ella me dijo -¡ah… yo no me arrepiento porque naciste vos,
que más le puedo yo pedir a la vida¡- …y yo le dije -¡OH mamá … gracias ¿Sabe es muy
bonito que la mamá lo trate a uno así?Después se construyó la casa y ella vivió con todo el gusto, se sentaba en una silla
con un almohadón para ver lo que uno hacía. Después recibí un curso para cuidar
diabéticos y ahora me da lástima porque no la puse a activarse con la siembra de matitas.
Si doña Ramona (doña Moncha como cariñosamente le decían), tenía que ir al
Ministerio de Educación Pública, nada más se arreglaba un poquito y se iba a pedir ayuda
para nosotros, como fue una beca que consiguió con el Ministro Teodoro Picado en el
Gobierno de Calderón Guardia de grata memoria; esta beca era en calidad de préstamo
hasta que uno llegara a la Universidad, que por cierto eran ¢25.00, a esta cantidad
agregaba la venta de cajetas y de tamal asado que hacía los sábados y domingos para ir
a vender y ayudarme en los estudios, así como mamá distribuía leche del Patronato a los
niños más pobres y por este trabajo recibía ¢15 al mes.
Mi papá era un trabajador despilfarrador de herencias, era amable a .pesar de que
fue alcohólico, lo último que me regaló como herencia fue un catre, para que yo me
llevará a la casa donde iba a vivir, porque tuve que ir a hacer el sexto grado a la Escuela
Julia Lan (Edificio Metálico) en San José ya que en San Isidro de Heredia todavía no se
impartía sexto grado, y mamá aprovechó que yo tenía una tía en San José.
En el tiempo que viví en San José estuve con unos familiares, los cuales me
cuidaban mucho y me limitaban las amistades, entre las familias más allegadas a este
hogar eran la familia Rojas y la familia Steinford que obviamente eran excelentes
personas. Sin embargo, a pesar del buen trato que me daban yo quería irme a casa, y le
escribí a mamá que yo sufría mucho, que en esa casa yo pasaba hambre, pero como yo
no cerraba el sobre, seguro mi tía la leyó y aún así la envío y un día me preguntó
-¿porqué usted se quiere ir si yo la trato bien?-, ella me zurcía las medias, ya me iba a
mandar a traer mamá cuando un tío llegó, él sabía que yo estaba mintiendo y me dijo que
me iba a dar unos fajazos y que era una alcahuetería que yo dejará todo botado. Habló
con mamá y le explicó que todo lo que yo decía era mentira porque en esa casa me
chineaban, mía tía me quería mucho y puedo recordar cuando mi tío me dijo vaya para
adentro con esas maletas, algún día me lo va a agradecer. Por lo tanto, me tuve que
quedar a terminar el sexto donde mi tía.
Cuando obtuve el título de Conclusión de Estudios pasé al Liceo de Heredia y mi
mamá me ubicó para que yo viviera con las monjas de María Auxiliadora, a las que no
recuerdo con mucho cariño porque eran muy groseras, le daban maltrato a las niñas y
como aquel ambiente no me gustó me fui a vivir a la casa de don Rafael Martínez que
tenía una sombrerería en su casa al frente del Liceo de Heredia, él hacía sombreros para
todos los gustos. En esta casa por dormir, comer y que me lavaran la ropa yo pagaba
¢0.75 al mes y recibía muy buen trato.
En 1941, el Dr. Calderón Guardia fundó la Universidad de Costa Rica y yo tuve
como Profesora de Pedagogía a la señora Emma Gamboa, a don Samuel Sáenz Flores y
a otros insignes profesores, que descansen en paz. Doña Emma viajó a Estados Unidos
y cuando regresó al país, me parecía muy pedante, entonces yo le remedaba el
habladito, trataba de hacerle la vida imposible porque yo decía que repugnante que es
esa doñita, pero ella era muy sabia, un día me dijo: -Marielos… ¿me haría un favor?-, yo
le dije que sí-, entonces sacó una llave y me dijo -tome estas llaves, vaya a mi casa y no
entre por la entrada principal sino que se va por el pasillo de la parte trasera, ahí está mi
cuarto, la puerta está abierta… si acaso Angélica la oye le dice que yo la mandé a traerme
un collar al clóset-. Cuando abrí el closet me quedé muy sorprendida porque había fajos
de billetes en dólares, había joyas, cosas bellísimas de gran valor, seleccioné lo que ella
me pidió que le llevara. Después de este acto de confianza, la respeté eternamente, le
ayudé a luchar con don Manuel Mora porque ella defendía los salarios de los maestros y
maestras en el Magisterio Nacional. Fui miembra activa de La Junta Directiva de ANDE.
Yo llegaba a la casa con ella a las 4 a.m., de trabajar por dar estas luchas sociales. Tuve
la dicha de ser muy amiga de Estela Quesada quien fue Ministra de Educación, esto
sucedió cuando yo ya era Maestra de Primaria.
Para esta época había un grupo que recibía lecciones fuera de la escuela,
aproveché para pedirle ayuda a doña Estela Quesada porque no tenían mobiliario y a los
cinco días estaba el mobiliario para ese grupo.
Me encanta recordar cuando el profesor José Guerrero, me decía -pero Marielos
siga usted con la lección mientras yo hago otra cosa-, y así por el estilo, también le
ayudaba a don Félix Martínez y a don Guillermo Azofeifa, que eran profesores que
recuerdo con todo cariño y admiración.
A pesar de que yo no tenía cuaderno para Matemática, preparé a una compañera
que iba mal en esta asignatura, y recuerdo que dijo la profesora Claudia Cascante… …”cuando el río suena, piedras trae…” si a Marielos la preparó el profesor Juan Félix, ya
me lo dijo todo-.
Siempre fui muy inquieta, era como un panal y los profesores me ponían a hacer
algo útil y todo esto me ayudó a madurar.
Me hice Maestra porque en esos tiempos no quedaba otro camino, para ver si yo
podía corresponder a mi mamá por todo el esfuerzo que ella había hecho por mí,
efectivamente así lo hice trabajé le ayudé y la tuve hasta el día de su muerte a los
noventa años. Me entregué de lleno a mi papel de Maestra y para entonces fui candidata
a la Medalla del Club Rotario. Además había conseguido una beca para ir a estudiar a
Pascuaro pero no pude aceptarla justamente porque ya mi mamá estaba muy mayor.
Empecé a trabajar el 8 de marzo de 1943 como Maestra en la Escuela José Martí,
llevé mi primer grupo desde primero hasta sexto. Les enseñé a jugar fútbol, yo era el
árbitro y también jugaba de arquero, había un campeonato, yo jugaba con los de sexto
entonces llamé a un estudiante de quinto porque íbamos perdiendo y el chiquillo dijo maestra yo le ayudo- yo sabía que él era zurdo y mandó un penalti y yo lo agarré, me
chollé toda pero los chiquillos me alzaron en hombros.
Me preocupaba por averiguar cuáles niños habían llegado sin desayunar y cuáles
habían dormido bien, porque para esos tiempos había una gran pobreza en los hogares,
alguno que otro tenía problemas de disciplina, pero yo trataba de averiguar que le estaba
pasando; tuve tanta suerte porque a ninguno de mis alumnos le dio por fumar.
El grupo era tan disciplinado que yo dejaba el grupo solo para ir al Seguro Social y
el director, don Efraín, ni cuenta se daba por el excelente comportamiento de los niños.
Luego don Efraín el director se fue a México, e inmediatamente me pidieron que asumiera
el puesto de él, y por unanimidad me eligieron directora.
He trabajado además con el Prof. Víctor Manuel Arguedas, que era el supervisor
del Circuito 02 conformado por San Rafael, Barva, Sto. Domingo y San Isidro de Heredia,
se reunían los directores para planear el trabajo de las huertas escolares, cuyos
productos se utilizaban para quitar el hambre de muchos niños que llegaban sin
desayunar, se hacían unas excelentes sopas con lo que sembraban y cuando había
excedente se lo llevaban para la casa, esta fue una de mis mayores preocupaciones;
asegurar el alimento de tanto niño necesitado. Si tenía que preparar a un niño le daba
reposición para que se pusiera al día y no se quedara rezagado.
Desde el año 1943 hasta 1978 trabajé en San Isidro de Heredia, que para
entonces eran solo barriales, no había buenas carreteras, era un lugar totalmente rural,
la gente iba a coger café, tenían algunas reses, o sembraban verduras y tubérculos. El
Ministerio de Educación Pública calificaba esta zona como “zona incómoda” y por eso nos
pagaban un zonaje ya después eliminaron el zonaje.
Considerando que me había costado tanto lograr mis estudios, pensé en mucha
gente adulta que no había tenido oportunidad de ir a la escuela, por lo que empecé a
impulsar escuelas nocturnas gratuitas para adultos. Durante varios años trabajé en la
Escuela República Argentina que albergó a muchas personas que deseaban superarse,
en esta escuela me pagaban como un recargo.
Siempre he sido muy sensible a los problemas de las demás personas por eso no
puedo ver las noticias que pasa la televisión en este país, simplemente me enferman.
Una anécdota de mi vida mientras fui estudiante y vivía en la casa de las monjas y,
que creo que fue lo mejor que me pasó, es que me encantaba escuchar al cantante
Agustín Lara, y yo con mis ahorros me escapé al Teatro Raventós cuando él vino a Costa
Rica, cuando me vi, fue en primera fila viéndolo a él con aquella gran cicatriz, sus manos
que volaban sobre su piano, le pude dar la mano y desde entonces me hice fiel
admiradora, tengo discos y casettes de él, calcule yo toda chiquitilla… ay no, no, qué
bárbara, si yo tengo historia, pero a mí no me gusta decir -yo soy- porque es mejor ser
humilde.
Yo vivo muy agradecida con la comunidad que me ha visto crecer, que me respeta
y me tiene mucho cariño.
Entre los personajes más interesantes y valiosos que conocí fueron Emma
Gamboa, don Samuel Sáenz Flores, don Guillermo Azofeifa. Calcule usted como era yo
de inquieta que insignes profesores me mandaban a la biblioteca para quitarme de
encima o para mantenerme sosegada, la Bibliotecaria era Olga Benavides y don
Fernando Vargas los que ya me conocían y me trataban muy bien. A Olga todavía la veo
de vez en cuando en las reuniones de ANDE, cada vez que nos vemos recordamos
viejos y hermosos tiempos y a don Fernando Vargas dejé de verlo porque está enfermo
de eso que nos da a la personas mayores, que no volvemos olvidadizos.
Yo todavía bordo y hago bufandas y blusas, me encanta hacerlas, nunca me falta
una gorra o un sombrero para salir.
Con respecto a la relación escuela-comunidad, no puedo más que decir que fueron
excelentes relaciones, porque se contaba con el apoyo de los padres de familia y de las
autoridades del pueblo, creo que me respetaban muchísimo. Usted pregunta aquí por la
niña Marielos y todos en el pueblo me conocen y me han rendido varios homenajes por mi
trabajo con la comunidad.
En mis ochenta años, vino el fotógrafo de la nación, Castillo, y me sacó una
fotografía y me tomó varias pruebas, aquí las tengo, le presto dos para que haga su
trabajo de investigación.
Cuando yo me inicié como estudiante, mi mamá me iba a dejar al Río Pirro, porque
en ese tiempo había que levantarse a las 4:30 a.m., me tomaba una tacita de café solo,
porque nunca me gustó acompañar el café con nada, y aún siendo profesional me iba a
clases esa tacita de café de desayuno y, los niños de la escuela ya conocían a mamá
cuando tenía 80 años porque a las 8 o 8:30 a.m. ella venía a la escuela a dejarme un
atolito, no le gustaba que estuviera sin comer nada…
Ah bueno, como le iba diciendo, mamá me dejaba en Pirro a las 6:00 a.m., ella
se regresaba a hacer los quehaceres de la casa y atender a los demás muchachos.
Entonces a esa hora de la mañana me iba para donde la familia Martínez Cortés, donde
pasaba la semana pagando ¢0.75 céntimos por todos esos servicios que siempre me
brindaron y los sábados había un bus que subía a San Isidro, a este bus le llamaban “La
rompe nubes”, salía a las 6:00 a.m. hacía Heredia con seis pasajeros, la tomaba a
mediodía para regresar a casa, la casadora cobraba de pasaje ¢0.50, era un vehículo
muy viejo, propiedad del finado Toño Oviedo, que encendía un puro desde que salía de
Heredia y se lo terminaba cuando llegamos a la última parada en San Isidro.
Los sábados mamá no me iba a traer, cuando yo llegaba a la casa me tenía listos
cocos rayados para hacer cajetas y tamal asado, ¡claro descansaba un poquito! y quería
que todo mundo comiera solo cajetas y tamal para hacer yo mi plática y seguir
estudiando, nunca me comí un helado en Heredia, ni unas famosas cajetas que hacía
Catalina Ferreto, no tenía con qué comprarlos.
En la graduación todas las muchachas fueron con unos vestidos y trajes largos
que daba yo no sé ni qué, yo me gradué con zapatos prestados, medias prestadas y con
un vestido de mi cuñada, la muy recordada profesora Clemencia Martínez, como me
quedaba muy largo, le hice un toque aquí en la cintura y, así me gradué, pero recuerdo
que fui de las más aplaudidas por mis buenas notas.
Salimos del Liceo en 1941 y se abrió la Universidad de Costa Rica, entonces
desapareció la Escuela Normal, pero ocupábamos el local del Liceo de Heredia, entonces
nosotros por hacer dos años de Pedagogía, nos graduábamos como profesoras de
universidad que para mí era grandioso porque salíamos muy preparados, ahora hay
licenciaturas y maestrías y quien sabe cómo andaremos al respecto, esto es un criterio
muy personal. Pero quién sabe, no me gusta ofender porque no es conveniente. Es
como referirse a la juventud, uno oye lo que dicen de la juventud, pero no es así porque
los muchachos tienen muchas cosas buenas y que yo les admiro.
Muchos maestros de ahora se quejan porque hay mucha papelería, y poco el
tiempo que le pueden dedicar a los muchachos, ahora, no podemos calificarlas de malas
porque uno no tiene capacidad para juzgar o calificarlas así, pero sí se han descuidado
muchos aspectos por ejemplo, el hábito de la lectura, la ortografía, la redacción, porque
esto es importante para la vida del individuo, ¿Porqué se ha perdido?, ¿Dónde está la
falla?... habría que buscarla, ya los que jugamos, jugamos, pero sin embargo esas cosas
nos duelen, ver cómo a un muchacho uno no le entiende, a un sobrino de los que crié, no
le entiendo nada, que tiene un puesto en Correos de Costa Rica que lo han estimulado
mandándolo a Brasil, a Portugal yo no le entiendo, cuando yo firmo los exalumnos me
dicen niña no ha cambiado nada la caligrafía, yo tuve una maestra en segundo que se
preocupaba tanto por la caligrafía, la ortografía, también una maestra que se llamaba
doña Deifilia en tercero, en cuarto y quinto don José Guzmán de grata memoria, todos
se interesaban por nuestra buena formación académica y cuando yo llegué a sexto a San
José, a la niña Lilia Soto de Castillo, con decirle que en el examen escrito de Bachillerato
tuve un décimo de malo, y logré hacer la redacción mía y la de otro muchacho porque si
no perdía el bachillerato. Cuando tengo una duda la busco en el diccionario, ahora a los
chiquillos les da pereza, Dios guarde buscar en el diccionario, es un pecado para ellos.
Hay una maestra que fue mi subalterna, excelente maestra que vive en Heredia la
niña Amalia Villalobos hermana de Max Villalobos, de lo mejor que he conocido, tenemos
una amistad de hace cincuenta años, ella no solo es buena en lo académico sino que teje
lindísimo y es ordenada en su vida personal, tiene aún una manera de vestir excelente,
yo de vez en cuando digo una palabrilla fea, ella nunca, es excelente. La han
homenajeado los estudiantes para las Bodas de Oro, aún la visitan los alumnos y por
supuesto ahí estaba yo en la fiesta, porque no podía faltar.
Con respecto al planeamiento, lo hacía día a día y estudiaba el tema porque el
maestro tiene que estar bien afilado para no fallar, sobre todo ahora que hay Internet y el
chiquillo sabe mucho, antes era diferente.
Cuando fui directora planeaba el trabajo administrativo con mucho orden y
cuidado. Por cierto tengo una nuera que es maestra y yo le pregunto si planea y dice que
todos los días tiene que hacerlo, los niños y los papás la quieren mucho y se ve que ella
lo hace de verdad, de corazón. Ojalá todos lo hicieran por vocación.
Mientras fui Maestra un hermano mío tuvo problemas con su esposa y yo tuve que
hacerme cargo de sus tres hijos, los asumí muy niños en todo el sentido de la palabra
hasta verlos graduados y casados. Creo que todas las personas tienen derecho a una
oportunidad en esta vida. A ellos también tenía que revisarles su trabajo de escuela y
asegurarme que no les faltara nada, todavía tengo una excelente relación con la
comunidad y gracias a Dios me ven con mucho respeto. En varias ocasiones me han
hecho dedicatorias y homenajes por trabajo como maestra en mi propio pueblo San Isidro
de Heredia.
Creo que actualmente se le puede llamar Educación Rural a la que se da en los
pueblos de más difícil acceso en nuestro país, que verdaderamente están alejados de las
zonas urbanas, en donde a los maestros les cuesta llegar y en donde los padres de
familia colaboran poco. Además, por la Educación Rural se podría hacer mucho, pero
sucede que habría que replantear programas y planes de estudio y dedicarles un
verdadero cambio a los estudiantes con la concientización de que los tiempos han
cambiado velozmente. Además no se puede seguir aplicando el mismo sistema a los del
campo que a los de la ciudad, tendrían que haber cambios de cultura de los padres y
madres de familia y debido a que tanto papá como mamá trabajan se tiene menos apoyo
de su parte. La verdad es que un poco difícil tocar este tema porque es muy serio.
A esta mujer le han hecho varios homenajes de su pueblo natal, San Isidro de
Heredia tanto es así, que los investigadores tuvimos acceso a documentos de la
Municipalidad en los que se hace referencia al amor que le enseñó a los niños de
entonces por la agricultura, era exigente pero respetuosa y hacía trabajar duro al personal
que estaba a su cargo, para esta época no solo le preocupaba la parte administrativa sino
que velaba continuamente por los asuntos académicos, ella revisaba los diarios de los
docentes, supervisaba lecciones y convocaba a reuniones con frecuencia para planear y
coordinar diferentes actividades siempre a favor de su amada escuela.
MARITZA RODRÍGUEZ
Nací en 1961, en Venecia de San Carlos, soy de las menores de cinco
hermanos. Mis primeros años de la infancia los viví en una finca rodeada de vacas,
caballos, ganado y de mucha naturaleza, mi padre era el mandador de la misma, que se
encontraba aproximadamente a cuatro kilómetros del centro del pueblo de Venecia, el
camino era muy solo y de tierra, a veces a los caballos se les pegaban las patas o se
caían, porque llovía mucho, más que ahora y por más tiempo.
Mis primeros años de la escuela los cursé viajando a caballo, en ancas, junto con
mi hermano mayor, en la escuela de Venecia de San Carlos, éramos 15 compañeros, con
la niña Merceditas Aguilar A.
Siempre me destaqué por tener buenas notas y la niña con frecuencia me
motivaba a seguir preparándome. Al finalizar la Primaria, en Venecia no había colegio,
era muy difícil viajar a Ciudad Quesada o Aguas Zarcas, por la situación económica de mi
familia. Fue entonces, en el año 1975, que se me abrieron las puertas: se fundó el
Colegio de Venecia, entonces tuve la oportunidad de estudiar y así obtuve el Bachillerato
como Técnico Medio en Industria del Vestido.
Empecé a trabajar haciendo una incapacidad a mi vecina en 1983, en el área de
Educación Religiosa, ya que yo ayudaba con la Catequesis de la comunidad.
En el año 1995 se abrió en Ciudad Quesada una sede de la Universidad Católica,
donde ingresé a la Carrera de Educación Religiosa y recibí mi formación pedagógica y
teológica. En mis primeros años trabajé en las escuelas Luis Demetrio Tinoco de San
Miguel de Sarapiquí, 1984; Los Ángeles de La Fortuna, 1985; San Francisco de La
Palmera, Aguas Zarcas y actualmente trabajo en el Centro Educativo Profesor Mario
Salazar Mora en Aguas Zarcas de San Carlos.
Me inicié como maestra, primero porque tuve la oportunidad de integrarme como
docente de Educación Religiosa, luego para mejorar la situación económica personal y
familiar, y por último me fui informando y descubrí la vocación que tenía para trabajar con
los niños, me gustó y sentí la necesidad de superarme en el campo de la Educación
Primaria.
Como personajes interesantes en toda la labor educativa, recuerdo a padres de
familia ejemplares, en el esfuerzo por tener un centro educativo con buena imagen,
algunos compañeros que siempre me brindaron apoyo incondicional y me sentí segura en
mi trabajo, alumnos que daban ejemplo en comportamiento y logro de metas, y de ellos
aprendí mucho. Asesores que me hicieron sentir como hija y no subalterna con su trato,
eso me daba fortaleza y me ha ayudado a realizar mejor el trabajo.
La relación escuela- comunidad siempre fue muy buena, ya que la población por
ser pequeña se involucraba con mucha facilidad, a la gente le encantaba ayudar para los
turnos, bingos, etc., al maestro siempre le daban su lugar, era una persona muy
respetada y se le apoyaba en su trabajo.
Entre los problemas importantes que encontré, eran las largas distancias a los
centros educativos, medios de transporte como el caballo, a pie por medio de barriales. La
poca ayuda de Asignaciones Familiares en cuanto a los comedores, no había en todas las
escuelas. El material lo calcaba con papel carbón, no había polígrafos y menos
fotocopiado.
Entre los alumnos inolvidables tengo varios por el cariño y buen comportamiento
que siempre expresan por mi persona, otros por serviciales, atentos, por sus buenas
notas, por su dedicación y apoyo que recibí en todo momento, otros por chistosos y
fogosos, pero con respeto y agradables.
Como éxitos puedo citar el poder realizar mi trabajo en forma satisfactoria, al lograr
servir como peldaño de muchos niños para que puedan triunfar en la vida como personas
cristianas.
Entre los pocos chascos que recuerdo, fue una vez que iba caminando por el
corredor de una de las escuelas, con mis cuadernos en la mano, dos niños iban corriendo
y me tiraron al suelo quedando golpeada y los cuadernos regados por el piso, me sentí
disgustada y los niños asustados, después todo pasó y nos reíamos de lo ocurrido.
Los logros que recuerdo y pienso haber obtenido son los tantos niños que han
pasado por mis manos y verlos hoy día profesionales y otros estudiando en
universidades, preparándose para tener un mejor bienestar.
También he tenido logros personales como el poder realizarme como profesional
en el campo de la Educación Religiosa.
Como en el campo de la Educación no todo son logros, existen también
frustraciones, entre ellas: para mí es muy triste encontrar ex-alumnos drogadictos, con
problemas familiares, personas que no lograron estar en la sociedad resolviendo
situaciones que se presentan como parte de la vida, quedándose estancadas y
convirtiéndose en un problema para la sociedad.
Tengo recuerdos de la Escuela Rural que perduran aún en mí, como por ejemplo,
cuando caminábamos largas distancias con los alumnos por el campo para sembrar
árboles en las nacientes a orillas de los ríos y así celebrar el Día del Árbol, mediante una
excursión educativa programada.
Otro recuerdo: cuando compartíamos con los niños juegos deportivos para
establecer una relación más amena entre las escuelas cercanas, los niños disfrutaban y
nosotros como docentes también disfrutábamos creando en ellos una motivación alegre
por asistir a la escuela y destacarse en estos campos, entre otros muy agradables en el
aspecto humano.
En mi trabajo como Maestra, he aprendido formas de impartir el aprendizaje a los
niños, por actitudes y actividades sugeridas por ellos mismos. Aprendí también,
compartiendo situaciones educativas con compañeras. Desarrollé más creatividad
tratando de resolver situaciones y problemas de aprendizaje en los niños.
Algo muy importante que aprendí es a tener tolerancia y respeto al coeficiente de
inteligencia de cada niño; además, que no siempre, a pesar del esfuerzo que se haga,
puede uno obtener el máximo y óptimo aprendizaje en todos los niños, al comprender
esto dejé de sentirme frustrada en mi profesión y entonces pude dar mejor fruto.
Descripción de una Escuela Rural
Desde mi vivencia educativa recuerdo una Escuela Rural donde trabajé: era una
casita muy pobre con rendijas en las paredes, de madera vieja, dos ventanas de madera,
techo muy bajo y sin cielo raso, cosa que hacía difícil el ambiente, ya que el calor era
sofocante, creando un ambiente difícil para los niños en la disciplina y para mí al impartir
la lección, además era muy pequeño el saloncito que también dificultaba la colocación de
los alumnos, la pizarra no era adecuada, ya que tenía grietas, era incómodo escribir en
ella; esta sala de clase era compartida con el pequeño comedor escolar, razón por la cual
hacía más incómodo el ambiente, porque el humo de la cocina, que era de leña, se colaba
por toda la sala. A pesar de estas dificultades se vivía internamente unas relaciones
humanas muy buenas entre niños, maestros y comunidad, se disfrutaban los ratos
agradables y se soportaban sin muchas alteraciones negativas Ios momentos difíciles.
Respecto a la dinámica pedagógica que se empleaba, yo la considero muy buena,
porque a pesar de tanta dificultad se empleaban métodos muy buenos, porque adquiría
rendimientos académicos casi excelentes en muchos de los niños que asistían al centro
educativo.
Reflexiones como educador o educadora rural
Mayor creatividad en pedagogía y material auxiliar para resolver necesidades que
se tenían que afrontar.
Se utilizaba mucho de la naturaleza directamente en la enseñanza aprendizaje.
Se impartía mejor la lección al tener pocos alumnos,
Un ambiente familiar respetuoso interfamiliar y con el docente.
Se vive un ambiente más ameno y tranquilo en los recreos, pues los niños tienen
espacios apropiados en donde disfrutar sin peligros.
El ambiente rural es menos ruidoso, entonces hay una mayor concentración.
Al ser el pueblo pequeño y pocos alumnos, hay mayor relación en cuanto al
ambiente en que se desarrolla el niño, y una comunicación de confianza, de respeto entre
otros.
Reflexionando sobre la Educación en general, pienso que el sistema educativo en
su totalidad es malo, porque es un sistema vertical, esto no permite que la Educación se
dé de acuerdo con las necesidades y vivencias de cada región del país. El sistema
educativo no forma personas conformes a las demandas del país, se optan filosofías o
sistemas de otros países que no son acordes a la realidad de nuestro país.
Otro aspecto según mi criterio, que no ayuda a obtener un buen producto en
Educación por más esfuerzos que se hacen, son los cambios constantes y sin
planificación de los programas educativos que hacen cada cuatro años, el material
didáctico, textos auxiliares que se hacen sin tener en cuenta una evaluación eficiente y
eficaz de todo este sistema educativo y el producto que se obtiene del mismo, más bien
que lo hacen por políticas, favoritismo a empresas comerciales entre otros muchos
defectos educativos.
La Educación Rural la defino como difícil, pero a la vez mejor que la urbana, por
los aspectos antes anotados en las reflexiones de mi persona como educadora rural, pero
académicamente para igualar la Educación Urbana es necesario y urgente el apoyo
económico y tecnológico por parte del Ministerio de Educación, además el estímulo para
el docente rural en los diferentes campos formativos, conocimiento y social del mismo.
¿Qué cree usted que aporta o puede aportar, la Educación Rural a la Educación
Costarricense? Con respecto a esta pregunta creo que la Educación puede aportar
muchísimo. Entre sus aportes cito los siguientes:
La mística de muchos Educadores Rurales.
La naturaleza, aporte valioso en formación, conocimiento y Educación de la
persona.
Valores familiares, religiosos, morales, sociales, políticos...
El esfuerzo de padres de familia-alumnos-educador, por alcanzar metas y mejorar
el nivel de vida familiar y comunal.
La motivación propia de las personas por alcanzar una buena imagen de su
institución y del proceso educativo, a pesar de carecer de incentivos para lograr la
motivación. Aceptación de cambios para la superación propia y de su comunidad.
NANCY VILLARREAL VILLARREAL
Nací en San José, un 24 de diciembre de 1975, soy hija de una madre soltera,
que trabajó muy duro para hacerse responsable de mí; ella es de Nicoya pero tuvo que
irse a trabajar a San José para enviarle dinero a mi abuela que fue quien me crió, mamá
se hizo cargo de toda la parte económica.
Estudié en la Escuela del Rosario de Nicoya. La Secundaria la inicié en Nicoya,
dos años los hice en San José y terminé el Bachillerato en el Colegio Nocturno de
Nicoya.
Los estudios universitarios los realicé, desde el Diplomado hasta la Licenciatura
con la Universidad Estatal a Distancia, para estudiar la UNED me dio beca, trabajé horas
estudiante y mi abuelo me ayudaba con la parte de la alimentación.
Decidí ser maestra empujada por convencimiento de una amiga, a pesar de que lo
que yo quería estudiar era la Carrera de Relaciones Internacionales. Me hice maestra por
las ventajas que tenía en el sentido de que la carrera era corta y después me gustó. Ser
maestra es bonito, pero es muy cansado; a veces quiero más bien hacer otra cosa, tener
otro tipo de trabajo en el que uno se sienta incentivado salarialmente, sentir que a uno lo
recompensan, porque la responsabilidad de formar niños es muy grande, sobre todo
porque ahora, el PANI ha quitado autoridad al maestro, por esta situación se da mucha
indisciplina, no hay interés por parte de los estudiantes.
Esta zona por ser turística permite que se den altos niveles de libertinaje, porque
papá y mamá trabajan; no es un secreto que hay mucha droga, que la vida aquí es muy
cara justamente porque como hay mucho extranjero todos pagamos por igual. Los
estudiantes no traen los trabajos extraclase y los papás vienen a reuniones, pero la parte
de formación de valores en el hogar no está bien, hay mucho irrespeto. La mayoría no son
muy responsables.
En el 2001 fui nombrada en la Escuela de Excelencia de Ticabán, que se
encontraba dentro de una finca bananera en propiedad. En el 2002 me trasladaron a la
Escuela Colonia del Valle en Bejuco de Nandayure, para entrar o salir de esta zona tenía
que pedir aventón a los vendedores que entraban a dejar mercaderías a las pulperías.
Solo había transporte tres veces por semana y salía en camión lunes, miércoles y viernes
y si no había pasada por el río tenía que ir a dar la vuelta por Jicaral, lo cual significaba
un viaje más largo y cansado.
En el 2003 fui nombrada en Santa Elena de Monteverde. Para ganar un poco más
busco alternos con matriculas de 43 y hasta 46 estudiantes, o algún recargo en un
Comité de Evaluación, ya que los pasajes a Nicoya que es donde vivo con mi esposo son
muy caros, la alimentación es increíblemente cara por ser esta una zona turística, y que
no pago alquiler de casa porque duermo en la Casa de los Maestros.
Cuando estuve trabajando por primera vez recuerdo con mucho aprecio al director
Lic. Marvin Rodríguez quien me orientó mucho en las primeras lecciones, lo recuerdo con
especial estima ahora él trabaja en el S.E.C.
La Colonia del Valle de Nandayure es una comunidad lindísima que quiero y
recuerdo mucho, siempre me apoyaron mucho para recaudar fondos, me ayudaban en
las actividades de la escuela, fui muy querida, así lo sentí, no tuve dificultades, la gente es
muy linda y agradable.
Actualmente en la Escuela Santa Elena de Monteverde, donde trabajo, tengo
apoyo de los padres y madres de familia sobre todo en lo que se refiere a aportar arreglos
en las aulas, mejoras de la escuela en general, hay padres de familia muy serviciales.
Hay una señora que nos ve como si fuéramos sus hijos, se llama doña Deyanira Núñez,
en ella siempre hemos tenido apoyo, cuando estamos enfermas nos trae medicinas y
bocaditos, es una persona muy humana y además trabaja en la Junta de Educación.
Los problemas más serios que tengo como maestra en esta zona, es el traslado
hasta mi pueblo, porque el servicio de buses es muy irregular, hay a las 2:30 p.m. y a las
3:00 p.m., viajo por las Juntas pero cuando llueve no hay paso porque el río se crece,
entonces tengo que ir a dar la vuelta por el Río Lagarto.
Creo que el mayor sacrificio es estar tan lejos de la familia, una vez me avisaron
que se me había muerto un tío, la llamada la recibí a las 6:00 p.m., pedí aventón pero
nadie me llevó por las Juntas, me sentí muy desesperada porque no pude resolver el
problema sino hasta otro día.
Cuando trabajé en Ticabán solo una vez al mes podía ir a ver a mi madre, porque
se hacía muy largo, por los horarios de los buses, cuando llegaba a la casa eran las 12 m
o 1 a.m. y el domingo tenía que salir a primera hora de la mañana para regresar a
trabajar.
Algunos recuerdos inolvidables que tuve de alumnos fueron en especial de tres:
pero al que más recuerdo es a Isaac (Mate), lo recuerdo porque era insoportable, por sus
travesuras, llamaba la atención porque todo lo resolvía con su forma de ser, que a
veces era muy superficial.
Un detalle que me encantó fue que en el 2003 saqué la graduación de sexto
grado que se componía de 36 niños y ninguno perdió la prueba de sexto grado. Esta fue
una experiencia dura, porque en principio tenía un segundo grado y tres meses después
de haber empezado las lecciones, me quitaron el grupo y me dieron el de sexto, eso me
generó mucho miedo; pero lo tomé como un reto y con mucha fe, creí que podía llevarlos
hasta el final. Para mí eso fue un gran logro, sobre todo porque algunos de los niños
obtuvieron nota 100 en la prueba del MEP y eso lo hace sentir a uno realizado y capaz.
He tenido dos “chascos” que me han desagradado mucho. Uno de ellos fue que se
metieron a robar en la Casa del Maestro, lo que compramos para el servicio de todos se
lo llevaron. Otra situación que me entristece día a día es que no he podido tener hijos. Mi
esposo y yo deberíamos estar en un tratamiento, pero por la distancia que vivimos uno del
otro no ha sido posible. Hicimos gestiones para adoptar un niño y no nos apoyaron porque
solo estoy en la casa los fines de semana. He esperado un traslado a Nicoya con mucha
fe.
Un recuerdo agradable es que tenía un niño con adecuación curricular significativa
y pasaron varios años para poderlo ver escribir y construir pequeñas oraciones y sobre
todo fue emocionante escucharlo leer por primera vez oraciones completas. Esto sucedió
hasta que llegó a quinto, es una sensación motivante que lo llena a uno para seguir
adelante ayudando a quien lo necesita.
He aprendido a ser más humana, más unida. Uno ve a los compañeros de trabajo
como una familia con los que se siente más amigable, más solidaria y todos nos
ayudamos en momentos difíciles.
Con respecto a los planeamientos, se hace un planeamiento mensual que tiene
que ser transversalizado y desdoblado a objetivos, y día a día lleva la minuta diaria,
porque realmente se planea el trabajo todos los días del día siguiente. La escuela cuenta
con los programas del Ministerio de Educación Pública y uno analiza los objetivos
específicos para hacer el general.
Todas las escuelas en que he laborado tienen buena infraestructura; solamente en
la escuela de Santa Elena, a pesar de tener muy buena apariencia, cuando llueve toda la
escuela se inunda porque las aguas no tienen desfogue hacía la calle. Se ha estado
trabajando en ese aspecto pero a la fecha no se ha logrado concluir. Cuando esto sucede
los niños se arrollan los ruedos de los pantalones para seguir con la clase, pero cuando la
situación empeora se suspenden las lecciones para que los niños ayuden a sacar el
agua.
Una experiencia terrible que vivimos en este pueblo, la cual fue conocida a nivel
mundial, fue el asalto al Banco Nacional de Monteverde (Santa Elena) En ese momento
como no se sabía quienes eran los rehenes se produjo una conmoción muy grande, lo
que provocó pánico entre los niños, esto obligó a que tuviésemos que ir a dejar a los
niños a sus respectivas casas uno por uno, lo cual fue bastante difícil en razón de que la
matrícula es de trescientos estudiantes. Esa semana se suspendieron las lecciones ya
que uno no hallaba que hacer con tantos niños llorando y en estado de shock, además de
que a algunos de ellos les mataron familiares.
A mi parecer la Educación en Santa Elena es rural pero el lugar está muy
desarrollado, en razón de que es un lugar muy turístico con visitantes principalmente de
Europa, América del Norte, Japón, etc. Esto hace que el costo de los bienes y servicios
sea muy elevado ya que en su mayoría lo cobran en dólares, lo que hace que los salarios
que se reciben en colones no rindan.
Cuando empecé a trabajar en Santa Elena se me pagaba un incentivo al salario
por zona insalubre y me lo quitaron por el alto desarrollo del lugar que proviene
específicamente del turismo, lo cual no beneficia a todos los residentes. Por ejemplo si
uno se enferma después de las 4 p.m. que cierra el EBAIS tendría que pagar un doctor el
cual cobra en dólares, situación que consideramos muy injusta. Cuando hicimos ver la
situación al MEP lo que hizo fue asignarnos un zonaje muy bajo (¢ 5.000.00). Por el
motivo de ser un lugar muy desigual, fomentado por la misma actividad de la zona, hace
que uno se desmotiva, porque el MEP no ofrece ninguna ayuda adicional como por
ejemplo talleres de autoestima, de administración, capacitación, lo que se junta además
con el hecho de estar lejos de la familia. Todo esto hace que uno se aburra porque
tampoco me han querido reubicar en una zona más cercana de la casa. Preferentemente
en Nicoya.
ROSA MARÍA VARGAS CÓRDOBA
Esta linda historia empieza aquí; un 12 de julio de 1946 en Siquirres un cantón de
Limón. Con apenas 7 meses mis papas se trasladaron a Juan Viñas un distrito de cantón
de Jiménez perteneciente a la provincia de Cartago. Soy la número 6 de una familia muy
numerosa porque somos 17 hermanos, mi papá se desempeñó en puestos políticos y mi
mamita realizaba los quehaceres del hogar, pero le alcanzaba el tiempo para bordar,
coser, zurcir medias entre otras cosas. Mi infancia transcurrió tranquila y feliz, disfrutando
de la vida en el campo, comiendo guayabas, mandarinas, jocotes tronadores, naranjas
malagueñas, duraznos, cabitos de caña de azúcar, sobado del trapiche, nadando en la
poza La Mica, cogiendo y escogiendo café, haciendo huacas en el potrero de Mingo
donde poníamos a madurar, matasanos, guabas, bananos y zapotes.
A pesar de la pobreza y limitaciones, compartíamos juegos, cuentos, historias de
miedo, alrededor del fogón .Cuando contaba con 12 años nos fuimos para San José, esto
me causó un trastorno ya que tenía que adaptarme a un estilo de vida distinto, nueva
escuela, maestras, compañeros, asistir a clases con uniforme y zapatos; esto último fue
lo peor ya que no estaba acostumbrada. Así terminé mi Educación Primaria, dándole
gracias a Dios.
Por problemas económicos mis hermanos mayores y yo nos fuimos a trabajar sin
la oportunidad de estudiar.
Pasó el tiempo, al cumplir 17 años nació mi primer bebé. En el transcurso de 6
años tuve 5 hijos, fue muy difícil ser padre y madre a la vez, sin preparación de ninguna
clase pero con ayuda de Dios y mi fortaleza logré sacar adelante a mi familia y hoy ellos
son profesionales.
Mi hermana menor
contaba con 17 años y
cursando quinto año salió
embarazada, me la traje para mi casa a estudiar Bachillerato por Madurez, aquí fue donde
sentí la necesidad de estudiar, nos propusimos y un año después nos estábamos
graduando, e hicimos el examen de admisión en la UCR y lo ganamos.
Fue como un sueño ya que allí estudiaban mis tres hijas mayores, ellas con su
amor y paciencia me enseñaron técnicas de estudio para facilitar mi aprendizaje. Tres
años después me graduaba de Bachiller en l y II ciclos, me dieron propiedad en una
escuela marginal, tenía a cargo un quinto grado con 38 alumnos, la mayoría estaban
repitiendo y con edades de 13 a 15 años.
En el año 1992 estudié Administración Educativa en el CIDE de la Universidad
Nacional, pero faltándome dos materias para terminar tuve que ausentarme por motivos
de salud (depresión severa).
En el año 2000 solicité traslado por excepción a Teruel de Acosta un lugar
olvidado del mundo, prácticamente para llegar hay que pasar por un sitio llamado el
Soslayo muy peligroso y estrecho, abajo esta el río la Candelaria.
Cuando llegué a ese lugar quise devolverme pero dije manos a la obra nadie dijo
que era fácil. Era una escuela muy bien ubicada, constaba de dos aulas, bien ventiladas,
dos cuartos para los maestros, un comedor, cocina, baño, una pequeña bodega, amplias
zonas verdes, en fin una escuelita bien cuidada, con amor.
Tenía a cargo una
Dirección 1, tres grupos l, ll, y V grados con edades desde 8 años hasta 15 años inclusive.
Compartía la escuela con un compañero llamado Freddy, un excelente profesor con
carisma y vocación lo que le permitía tener muy buena relación tanto con los niños como
con los padres y la comunidad.
No tuve problemas en adaptarme a ese lugar, la relación alumnos padres y
comunidad fue buena, lo que me favorecía para mis propósitos Este lugar presenta serios
problemas a nivel económico, de salud, de servicios públicos, comunicación, falta de
empleo entre otras cosas.
La relación entre los vecinos es muy buena, todos se conocen por ser un pueblo
pequeño, además la mayoría son familia, ellos comparten los mismos problemas
existiendo una ayuda mutua y solidaridad en momentos difíciles.
Los políticos no
conocen este lugar, no hay EBAIS, solamente una vez al mes llega el Sacerdote a impartir
misa. Para asistir a lecciones, los niños debían realizar primero sus tareas en la casa:
limpiar los chiqueros, ordeñar las vacas, cortar el pasto, recoger leña, llevar los caballos a
pastar; por ese motivo al llegar a la escuela estaban agotados, con hambre ya que no
habían desayunado.
Carecían de material didáctico, de lo más indispensable como lápices, cuadernos y
libros y había que facilitárselo porque su situación económica no les permitía comprarlo; el
bono escolar se les negó porque los formularios no llegaron a tiempo. Los niños tenían
serios problemas de salud necesitaban lentes, medicamentos, porque presentaban
problemas de asma, trastornos estomacales, anemia entre otros.
La mayoría de ellos tenían peligro para llegar a los hogares porque había cantidad
de serpientes terciopelos y la picadura de alacranes, esto me motivó a solicitar ayuda a la
Clínica Bíblica quienes gentilmente nos regalaron tres botiquines.
Muchas veces la única alimentación que recibían los niños era la que se les daba
en la escuela por medio de la ayuda de DANEA, esta dieta era muy poca y no cubría las
necesidades de una dieta balanceada completa. Doña Maritza la cocinera hacía milagros
para que estos niños desayunaran y almorzaran, les preparaba empanadas de queso y
papa, tortillas, arepas, picadillos de zorrillo y de flor de itabo, gelatina de naranja y de
piña.
Muchas veces, tanto ella como yo, teníamos que comprar con nuestro dinero para
que esos angelitos no se fueran a sus casas con hambre.
Soluciones favorables
Ayuda del IMÁS (jefa de hogar)
Clínica Bíblica
Material didáctico donado por La Meseta ya que en el patio de la escuela tenían un
recibidor de café: 20 pares de zapatos y 20 uniformes
Obsequio de ex compañeras de la Universidad de Costa Rica
Visitas de estudiantes de UNIBE; odontólogos practicantes quienes realizaron
extracciones, flúor, limpieza y calzas
Ayuda económica para reparación de viviendas
Acueducto
No dudo que si se lograra formar un buen equipo con la participación educadores,
padres, alumnos, comunidad, Municipalidad, entidades públicas y Asociaciones de
Desarrollo; la Educación Rural brindaría un aporte importante a la Educación
Costarricense, material hay de sobra porque existen maestros comprometidos con Dios y
su vocación, niños deseosos de aprender y descubrir nuevos horizontes, que les permitan
una mejor calidad de vida, comunidades dispuestas a dar lo mejor por el bien de la
sociedad infantil; lo que falta es el interés de parte de los jerarcas del Ministerio de
Educación Pública, aportando lo necesario para lograr que en el área rural la Educación
sea de lo mejor.
La mayor frustración en mi caso es con el sistema educativo por no brindarles
oportunidad de surgir y sobre todo de olvidarse de los alumnos con necesidades
educativas especiales, no reconocen aun la ley 7.600 con igualdad de oportunidades para
todos, para estas personas sería muy sencillo subsanar esta problemática: Apoyando al
maestro rural, capacitándolo hacía una Educación sin restricciones, brindándole la
orientación necesaria para que puedan aplicar sus conocimientos a esta población infantil
deseosa de que se le abran nuevos horizontes y además, tienen todo el derecho de que
se les brinde esa calidad de Educación para que en un futuro sean competentes e
independientes
Reflexionando sobre las experiencias y vivencias en el área rural fueron muchas
las que marcaron mi vida para siempre.
La incomprensión y deshonestidad de los supervisores nombrados por política y
sin poseer ningún conocimiento de su cargo.
Anomalías que la regional conoce con los nombramientos que se realizan y no
hace nada para corregirlos.
Educadores que aún no terminan sus estudios y por falta de oferentes los nombran
y no tienen la capacidad, ni la metodología para trabajar en el área rural.
Cualidades que posee la comunidad rural
Honradez y solidaridad de los vecinos que a pesar de su humildad y sencillez son
de una sola palabra.
Rectitud admirable tanto del Patronato escolar como también de la Junta de
Educación.
Respeto y cariño de los alumnos hacía el docente.
Colaboración incondicional de la cocinera, y de los padres al momento de realizar
actividades para el bienestar de la educación.
Amor hacía la escuela de los alumnos, padres y comunidad.
Metodología empleada con los niños con necesidades educativas especiales
De los 3 grupos a mi cargo 10 alumnos presentaban severos problemas de
aprendizaje.
Tres con retardo mental severo, 2 con trastornos emocionales, 3 con problemas
de lenguaje y el resto presentaba problemas en su aprestamiento.
Con estos niños trabajé diferente tuve que diseñarles un diagnóstico en sus
diferentes áreas socio afectivas, psicosociales, psicomotoras, terapia de lenguaje,
matemática; la mayoría de las pruebas se realizaron con adecuación significativa.
Siento pesar porque la mayoría de los problemas de esa área no tuvieron solución
ya que este es un pueblo olvidado de los políticos, la municipalidad, sector salud, ayuda
comunal, económica y social.
Inolvidables experiencias viví al lado de esos angelitos
Sentirme feliz cuando los domingos llegaba en bus a las 6 p.m., la mayoría de los
niños me esperaba frente a la escuela, me ayudaban a bajar las cosas que llevaba como
recompensa a ese gesto los premiaba con un cariñito, galletas, confites, lápices,
cuadernos y demás chucherías.
Tremendos sustos pasé en ese lugar cuando frente a la escuela una serpiente
cruzó, era tan grande que la cubría de lado a lado. Ver a un alumno ayudándole a su
papá a matar un cerdo él le golpeaba la cabeza con un mazo y luego con un cuchillo
filoso, lo abrió para separar las costillas, las paletas, chuletas y demás vísceras.
Me estaba bañando y me cayó en la cabeza un inmenso alacrán casi me muero
del susto; observar a mis niños montar a caballo como los mejores jinetes, ordeñar vacas
y aporrear frijoles, exponiéndose a que le brincara una terciopelo; preparar quesos, natilla,
leche agria, en fin oficios muy groseros para su edad. El único momento que disfrutaban
como niños era en la escuela, aquí se sentían felices jugando bola, brincando mecate,
chumicos, yacses entre otros juegos tradicionales.
Tuve grandes satisfacciones en la Escuela Nocturna, impartiendo clases de
Alfabetización, aquí aprendieron tres alumnos mayores de sesenta años, a leer, escribir y
firmar, en especial don Paco, don Ramiro y don Rodrigo, comprobaron la inteligencia de
los alumnos estudiantes de Térraba y Ujarrás poniendo todo su empeño en aprender.
La Educación Rural no ha cambiando en nada, presenta los mismos problemas;
nombramientos tardíos, pagos atrasados, infraestructura en pésimo estado, programas
educativos no aptos para la región, menos al currículo; malos caminos. El educador no
cuenta con herramientas necesarias que le permitan realizar una buena labor docente; el
Educador Rural es el principal protagonista en esta obra, por este motivo debería de
poseer ciertas características:
Vocación y entrega a su profesión
Vasto conocimiento del currículo
Metodologías, habilidades, estrategias novedosas
Recordar que todos los niños aprenden con ritmo diferente
Buscar ayuda en las diferentes asesorías del MEP, con respecto a los niños con
necesidades educativas especiales.
Lograr despertar la necesidad y el interés de los alumnos por aprender.
En fin el Educador Rural debe tener alma franciscana y así poder enfrentarse a
estos retos con valentía, amor, comprensión y sobretodo que al final de la jornada
extienda su mano derecha al cielo y la izquierda a la tierra diciendo con satisfacción.
Eterno Dios, valió la pena el compartir en este lugar tantas experiencias
maravillosas, gracias porque me ayudaste con ser alfarero de estas mentes deseosas de
compartir conocimientos y experiencias. Sobre todo contemplar esas caritas sonrientes y
sus manitas callosas, torpes al coger el lápiz para escribir y juntarlas al orarte donde un
Dios misericordioso y bueno nos miraba.
Nota
La infraestructura de la escuelita estaba en muy buenas condiciones por el
continuo cuidado de sus pobladores; constaba de dos aulas ventiladas, una cocina y un
comedor con tres bancas, dos cuartos para los maestros, un baño, jardines, huerta y un
recibidor todo muy limpio y ordenado.
ROSA MARÍA LARA VIALES
Mi nombre es Rosa María Lara Viales. Nací en un barrio llamado Guardia, del
cantón central de Liberia; el día 3 de marzo del año 1943. Mi infancia fue muy feliz, en
verano nos reuníamos todos los chiquillos de las casas vecinas y jugábamos, al
escondido, doña Ana, Gallina ciega, mirón-mirón, la zorra, la viudita, Juan quemado, etc.
Entré a primer grado cuando tenía 8 años, estudié en la escuelita de Guardia hasta
segundo grado; ya que era de Maestro Único.
Mi maestra de segundo grado Doña Berta Venegas, les dijo a mis papás que
hicieran un sacrificio y me mandaran a Liberia, para que continuara con mis estudios, ya
que no me costaban las materias.
Para esa época estaba ya casada una hermana mayor, que vivía en Liberia quien
le dijo a mis papás que ella me cuidaba. Terminé mi Primaria en la escuela Ascensión
Esquivel de Niñas. Me acuerdo que me iban a dejar en carreta, porque eran unos
barriales en invierno; en verano eran polvazales, solo entonces entraban las famosas
casadoras, que llegaban hasta Filadelfia, en el cantón de Carrillo. Así terminé mi Primaria,
con buenas notas y con un premio de cincuenta colones (¢50.00) que me regalaron unos
docentes de la Escuela Corazón de Jesús de Rivas, Nicaragua, ya que ese año,
habíamos ido de paseo, y yo dije unas palabras de agradecimiento, por lo bien que nos
recibieron.
Al entrar al colegio, sí se me puso dura las cosa, para comprar lo que necesitaba,
esas vacaciones tuve que trabajar recogiendo algodón, en la Hacienda “Las Trancas” de
don Manuel Jirón, nos pagaban ocho colones (¢ 8.00) por quintal recogido.
Con el dinero ahorrado de diciembre a febrero, compraba todo lo necesario para ir
ese año al colegio. A veces terminaba el año con un hueco en la suela del zapato, porque
tenía que caminar mucho, desde la casa de mi hermana en el barrio Los Cerros hasta el
Capulín donde esta el Instituto de Guanacaste. Este recorrido lo hacía cuatro veces al día,
ya que en el Colegio no había comedor; entrábamos a las 7:00 a.m. salíamos a las 11:00
a.m. volvíamos a la 1 p.m. y salíamos a las 4:00 p.m. Con esa rutina todos los años,
gracias a Dios, al esfuerzo de mis padres y al mío propio; me gradué de Bachiller en
Ciencias y Letras.
La Educación Superior la hice en la Escuela Normal de Guanacaste. Me gradué
de Profesora de Enseñanza Primaria, en 1963. Y esas vacaciones, ya con el título bajo el
brazo, fueron los últimos meses, que me vieron los algodonales.
Mi primer año de trabajo y mi primera experiencia como educadora, la realicé en
una escuelita rural, llamada Limonal de Bagaces, en las faldas del Volcán Miravalles. Ahí
se llegaba en verano en las famosas casadoras, eran solo polvazales, y en invierno era a
lomo de caballo o en carreta. Se tardaba tres horas para llegar a Bagaces en caballo, en
carreta era más tardado, ya que eran barriales.
Las reuniones de personal eran en Bagaces, cada mes. Mi salario, era de
seiscientos colones (¢600.00), porque tenía título. En Limonal trabajé dos años, luego
pedí traslado en la misma zona a otra escuelita llamada Los Ángeles, le decían el Barrio
de los Sapos porque para llegar había que pasar dos lagunas grandes, por puentes que
eran troncos redondos, donde de vez en cuando una se daba cada sentonazo. En esa
escuelita fui directora diez años, dejé una escuelita prefabricada, con mobiliario completo,
y dos aulas.
Cuando llegué a Limonal, me tocó vivir en un cuartito que era, como un tugurio,
tenía que bañarme en una quebrada, entonces me iba para el excusado y me ponía a
llorar a más no poder, así pasé casi un mes. Luego ya hice amigas y nos íbamos los
domingos a pasear a caballo, a los pueblos cercanos y a las hornillas o fumarolas del
Volcán Miravalles. Aquí trabajé con mi compañera, Flor Ulate que era la directora, de ella
aprendí muchas cosas, sobre mi trabajo en la escuela.
Con los padres de familia se planeaban las actividades para recaudar fondos,
hacíamos los famosos turnos, con venta de comidas, bailes con toca discos, carreras de
cintas, etc. Con este dinero se suplían todas las necesidades del centro educativo. Aquí
trabajé dos años, en 1964 y 1965. Me fui muy agradecida con toda la comunidad, con los
niños que tuve a mi cargo y con mi compañera. No teníamos luz eléctrica, así que nos
iluminábamos con candelas y canfineras y, cocinábamos con leña. Cuando me trasladé a
la Escuela del “Barrio de los Sapos” fue duro, me encontré con un centro educativo muy
pobre, solo de un aula. En la primera reunión con los padres de familia, me di cuenta que
la mayoría pertenecía a una secta religiosa llamada “Adventista del Sétimo Día”, o sea
que ellos los sábados, no mandaban a los niños a la escuela, ni asistían a ninguna
actividad. Me tocó con plata de mi bolsa hacer las fiestas de los niños de salidas de
vacaciones. También me encontré con un caso muy particular; una niña era mujer y a la
vez era hombre, en esos años no eran comunes estas cosas, pero como yo leía mucho,
ya sabía de estas cosas raras, y así pude hacer que esa alumna se sintiera bien dentro
del grupo.
Cuando salía a Bagaces a reunión de personal, iba también a solicitar ayuda al
Ministerio de Obras Públicas, así conseguí dos aulas prefabricadas y mobiliario escolar.
Además el MEP me consiguió otro código para otro educador. Para poder llegar hasta
Bagaces, debía ir a caballo, mi esposo me compró uno de nombre “Rebelde”, les puedo
contar que solo le faltaba hablar conmigo, era muy inteligente este animal y me cuidaba
muchísimo, gracias a él me libre de varios peligros, pues debía salir a las tres de la
mañana de mi casa para estar a tiempo en la reunión a las siete de la mañana.
Cuando perdí a uno de mis seres queridos, (mi madre) pedí traslado a la provincia
de Limón, fui nombrada en una escuelita bananera muy pobre llamada “La Perla” de
Siquirres. Para esa época ya estaba casada y tenía dos niñas pequeñas. Como no había
carretera, la salida a Siquirres era en tren; cuando el tren se descomponía, entonces
entraban los burrocar. En esta escuelita mis niñas sacaron su sexto grado.
Mi esposo y yo habíamos comprado una finquita al otro lado del río Pacuare,
donde también había una escuelita rural. Ahí me trasladé, para estar cerca de mi casa; y
aprendí a cruzar ese hermoso río en bote y empujando con varillas, en invierno se
desbordaba y llegaba a tener una profundidad de más de diez metros, aún así tenía que
pasarlo para cada vez que debía entrar o salir a trabajar. También a andar en maquinilla,
especie de tranvía, donde jalaban el banano de las empacadoras, al tren en La Perla. En
Nueva Esperanza, la otra escuelita, el camino para salir a otra bananera llamada Imperio,
donde se tomaba el bus, era por trillos, barriales a pie o a caballo. En estas escuelitas
siempre fui directora.
En todos esos centros educativos, rurales, dejé cosas nuevas, aulas, pupitres,
comedores escolares, padre organizados en Asociaciones de Desarrollo y Comités
comunales.
En la Escuelita Nueva Esperanza, tuve muchas cosas agradables que me
pasaron, otras no tanto. Entre las desagradables; una que me tuvo varios minutos en
zozobra. Pasaba el río Pacuare con mis hijas en bote, el río estaba crecido, me empujaba
con una varilla, cuando el bote pegó en un vástago de banano me llevaba río abajo, pero
gracias a Dios pude cogerme de una rama de sota caballo, de los árboles que abundan
mucho en este río; en ese momento llegaba mi marido a toparme, al verme en la situación
que estaba me gritaba; -“…no suelte la rama, no suelte la rama-”. Así pudo coger el
mecate del bote y jalarnos a la orilla. Otra situación desagradable fue una manada de
monos cariblancos que atravesaban el camino, tuve que esperar como diez minutos para
poder pasar.
Dentro de lo agradable está una que a pesar de ser trágica, tuvo un final feliz. Una
vecina tenía un hijo con retardo mental, y cuidaba un nieto, estaba picando leña con un
hacha, cuando de pronto el nieto, soltó el llanto, era que el niño con retardo le había casi
cortado la manita de un hachazo. La señora me gritaba, salí corriendo al ver aquello no
pensé mucho y con una tira de tela, le hice un torniquete en el brazo, le arreglé la manita
cortada mientras lo llevaban al hospital; así con ese trabajo que le hice, le pudieron salvar
la manita y, más bien dicen que el médico manifestó: -¿Quién fue el médico que hizo esto
y le salvó la mano a este niño?-.
La Escuela de la Perla, en Siquirres de Limón era un salón, con una matrícula de
veinticinco niños. Cuando hice el censo antes del curso lectivo de 1976, y anduve de casa
en casa, entre bananales, selvas, etc. Tenía una matrícula de ochenta niños. Estos niños
no asistían a la escuela, porque nunca iban a las casas a matricularlos. Al ver la cantidad
de niños que tenía, desde primer grado hasta sexto, el administrador de la finca con
ayuda que le solicité, mandó a dividir el salón en dos aulas, y con la ayuda del supervisor
conseguí además los alimentos para el comedor y se construyó también el comedor
escolar. Aquí tuve otro caso particular con un niño que se drogaba, hablé con los padres,
pero resulta que era un caso, que a ellos no les interesaba, porque nunca hicieron nada
por ayudarlo.
En esta escuela comencé el curso de Alfabetización, porque había varios de los
trabajadores, que eran Capataces, y no tenían el sexto grado. Trabajaba con estos
adultos de 6 p.m. a 9 p.m. de lunes a viernes.
Las fiestas que hacía a los niños eran muy bonitas, porque todos en la comunidad,
participaban. En este pueblo todos me recuerdan, como la educadora que realizó muchas
cosas buenas en favor de los niños porque visitaba las casas, me enteraba de los
problemas de los hogares, y así resolvía muchos que tenían los educandos. Esto me
ayudó a ser mejor educadora cada día y cada año, porque la experiencia era mejor cada
vez. Cansada de tanto ajetreo, y faltándome cinco años para mi pensión, solicité traslado
al Valle Central, me nombraron en la escuela David González de Río Segundo de
Alajuela. Allí terminé mi carrera como educadora siendo recordada, con cariño, tanto de
mis exalumnos, como de mis compañeras y compañeros. Esa es la satisfacción, que me
queda, que en cada uno de mis niños y niñas, dejé una enseñanza que espero no
olvidarán.
A la Escuela David González, en Río Segundo de Alajuela, sustituí a una
educadora, que los niños a su cargo la habían mandado al asilo. Era un tercer grado, y
estábamos en un acto cívico; cuando terminó, como yo no conocía a mis alumnos les dije
-“vamos mis pollitos al aula-“y eso bastó para que los niños que decían eran los rebeldes,
los convirtiera en alumnos muy buenos, estos niños estaban faltos de amor y de
comprensión. En cuarto grado me llevaron un niño, que ninguna de las compañeras
maestras lo querían por mal portado, ese niño era así porque en su hogar había serios
conflictos y nadie se había interesado en ayudarlo, conmigo salió de sexto, siendo un
alumno diferente que le gustaba ayudarle a los compañeros y a los docentes que le
pedían ayuda.
Reflexión
Todos los años que trabajé en las escuelas rurales, que fueron veinte años, no los
cambio, por los cinco, que trabajé en zonas urbanas. En estas escuelitas se trabajaba con
todo lo que la naturaleza nos brindaba, ya que no teníamos tanta tecnología; pero los
niños eran más dedicados y aprendían haciendo; se les brindaba más tiempo, había más
relación entre escuela y comunidad;
juntas encontraban soluciones tanto a la
infraestructura, como a la enseñanza pedagógica, porque se involucraban en el quehacer
educativo. La disciplina de los estudiantes era excelente, ellos aprovechaban al máximo el
tiempo que el docente les daba ya que en la mayoría de los hogares, los padres eran
personas sin saber leer ni escribir.
El temor a Dios los hacía conservar muy en alto los valores que hacen grande a
cualquier persona y, el respeto hacía el maestro era indiscutible. Es una lástima que
muchos de estos jóvenes no tengan la oportunidad de seguir estudios secundarios,
porque realmente son talentos que se desaprovechan,
Los Educadores Rurales de mi época, éramos de vocación, por amor a la
Educación de los niños, el salario que ganábamos no pagaba toda la verdadera labor que
realizábamos; pero la satisfacción personal que queda después del deber cumplido, no
tiene precio; tan solo los recuerdos de tantos bellos momentos, llenan mis días de paz.
¡Qué Dios bendiga siempre esta digna profesión que se llama maestro (a)!
Con Cariño.
Rosa María Lara Viales
GERARDO ENRIQUE BORBÓN SOLERA
Entrevista realizada por: Noemy González Salazar.
Narración de: Gerardo Borbón Solera.
Nací un 26 de Marzo de 1950, en el distrito central de Heredia, mi madre me dio a
luz gracias a mi tía abuela, en mi propia casa, ya que ella era Enfermera Obstetra.
Mi infancia la compartí con mis tres hermanos: Julieta, Mario Alberto y Johnny;
además de mis padres. Sin embargo en el año 1966, a mis dieciséis años, quedamos
huérfanos de madre y nuestra vivencia la vivimos prácticamente solos, ya que mi padre
por su alcoholismo, dejó el hogar.
Debido a nuestra condición económica, tuvimos que trabajar muy duro, mis
hermanos y yo, para llegar a ser profesionales. Mi hermana Julieta y este servidor nos
graduamos como educadores en la Universidad Nacional, el hermano menor se dedicó a
la Administración y mi otro hermano decidió no estudiar a pesar que tuvo todas las
oportunidades necesarias para sobresalir en la vida.
Mis Estudios primarios, desde Kínder hasta sexto grado, los realicé en la Escuela
Cleto González Víquez, como un dato interesante, mi abuela materna vivió 104 años y fue
sobrina del expresidente de la República Cleto González Víquez
Los Estudios Secundarios los realicé en el Liceo de Heredia, en el periodo 19621969, ingresando luego a la Universidad Nacional obteniendo el título de Profesor de
Estado en la especialidad de Matemática, en 1974.
Todos esos años anteriores 1966-1974 fueron muy duros, tanto para mí como para
mis hermanos, ya que tuvimos que coger café, pintar casas, vender números de una rifa
que organizaba la iglesia del Corazón de Jesús en Heredia y luego tuvimos que madrugar
para continuar repartiendo pan, negocio que tenía mi madre y el cual nos ayudó mucho
económicamente para alcanzar nuestras metas.
Como profesionales, el Educación el Ministerio Educación Pública me nombró en
propiedad en 1975-1976 en el Instituto de Educación Doctor Clodomiro Picado en la
comunidad de Turrialba, época en la cual ya estaba casado y mi nuevo hogar estuvo en
dicha comunidad.
Posteriormente fui trasladado al Colegio Agropecuario de la Suiza de Turrialba de
1977 a 1980, volviendo al Clodomiro Picado en 1981 hasta el año 1988. Como padre de
familia en un inicio alquilé casa, mientras mi estabilidad laboral se consolidaba y ya en el
año 1980 tenía mi casa propia en la urbanización “Ciudad Jorge Debravo” viviendo tan
solo a 200 metros del colegio donde laboraba.
Siendo profesor en el Instituto Doctor Clodomiro Picado ingresé en 1984 a la
Universidad Estatal a Distancia UNED con sede en Turrialba, obteniendo el Bachillerato
en Educación con énfasis en I y II ciclo. Proseguí mis estudios en esta casa de
enseñanza, aprobando solo 5 cursos de la carrera de Administración Educativa, que por
razones personales no logré finalizar.
En el año 1989 fui trasladado, por influencia política, en forma interina al Colegio
Profesional de Heredia, año el cual me sirvió para observar cómo se mueven los
nombramientos en el Ministerio de Educación Publica. Nuevamente por amistad con el
Jefe de Personal: el Licenciado Mario Coto, soy nombrado en el Colegio Luís Dobles
Segreda, ubicado en Sabana este y por intermedio de un Diputado alajuelense trabajé
mis últimos diez años en Educación en el Colegio Gregorio J. Ramírez Castro, con una
justa pensión a partir del 1 de abril del año 2000.
Cuando me preguntan porqué me hice profesor o educador, contesto que siempre
me llamo la atención la Educación, en especial los últimos dos año de mi secundaria
donde recuerdo con cariño a mi profesora de matemática doña Betty Sequeira, otro
motivo para estudiar Educación fue la condición tanto económica como social, tanto la
escuela, como el colegio y la universidad quedaban muy cerca de mi hogar, por otro lado
mi madre nos aconsejaba que debíamos estudiar para salir adelante y así obtener una
pensión para un futuro.
Mi formación docente.
Como comenté obtuve mi título en la Universidad Nacional y la Universidad Estatal
a Distancia, en la cual tuve que sacrificar parte de mi vida y mis tiempos libres, así
recuerdo como profesor a personajes que me enseñaron a ser responsable, trabajador,
honrado y servicial, como por ejemplo a la Directora del Colegio Clodomiro Picado, una
compañera con todas las cualidades y meritos para un puesto así. Su nombre lo recuerdo
con cariño: Norma Jiménez Quirós.
Dentro de mis compañeros de trabajo recuerdo con especialmente a don Arturo
Sotela Espinoza, Liberiano de sepa, Profesor del área de Ciencias una persona recta en
su manera de ser, buen compañero excelente amigo, tuvo oportunidades de superación
profesional pero su color político no le favoreció. También fuimos vecinos en la
urbanización en la que vivíamos.
En cuanto a la relación colegio-comunidad, puedo decir que existía una fuerte
relación entre estos elementos con la finalidad de evitar desfases de los estudiantes al
pasar de Primaria a secundaria. Además todas las actividades que proponía el colegio o
la escuela tenían apoyo de la comunidad, a pesar de que los estudiantes provenía de
varias comunidades tales como: Tucurríque, Pejibaye, Atirro, Santa Cruz, Santa Teresita,
Guayabo y del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE) la
respuesta era maravillosa. Sin embargo hubo un desfase en el cantón de Turrialba. La
eliminación del ferrocarril al Atlántico; el pueblo tuvo un receso en el aspecto comercial,
económico, social y turístico.
Por otra parte a pesar del apoyo del pueblo, al igual que otros lugares de Turrialba,
las comunidades enfrentaban obstáculos importantes como: el desbordamiento de Río
Turrialba, que amenazaba con arrasar con el Centro, una solución que encontramos fue el
drenado del río, ya que como consecuencia de estas inundaciones aumentaban las
ausencias de los estudiantes, dándose atrasos en las materias. Recuerdo que los
desbordamientos de quebradas hacían difícil volver a la normalidad. Una solución para
las inundaciones eran los programas de nivelación y exámenes especiales para el
educando.
Otro aspecto difícil eran los bajos recursos económicos de algunas familias, pero
esta situación era resuelta a través de ayudas económicas de parte de la Municipalidad,
Asociación de Padres de Familia, Centro Agronómico Tropical de Investigación y
Enseñanza (CATIE), del comedor escolar se recibía un apoyo directo y además los
profesores colaboraban para ayudar a los más necesitados.
Entre mis principales logros están: encontrarme con estudiantes, de esos que
pasaron por mis aulas y mis manos, donde algunos de ellos ya son profesionales y con
familia. Además haber trabajado con quinto año de colegio, obteniendo muy buenas y
altas promociones de estudiantes. Todo esto era parte de la solución.
Una situación que me entristeció durante mi labor como educador fue: la muerte
de estudiantes distinguidos, quienes murieron jóvenes a causa de alguna enfermedad.
También hubo un estudiante inolvidable Mauricio Rosero Orbe, Ecuatoriano que
vivía en el (CATIE), con él casi se podía garantizar un 100 en el examen sin haberlo
revisado, era bueno en todo campo.
En cuanto a las frustraciones están: el mal funcionamiento del Sistema Educativo
tanto en la formación de profesionales, en los nombramientos de educadores y en el
sistema de promoción que actualmente existe.
Recuerdos perdurables.
El compañero Arturo Sotela me ayudó a descubrir mis facultades como Atleta,
llegando a participar, en Juegos Nacionales y fui campeón de maratón en 1978. Luego
estuvimos participando en un grupo de ciclismo recreativo donde se visitaban los
diferentes distritos de Turrialba.
En el campo educativo participé junto a un grupo de compañeros profesores en las
Olimpiadas de Matemática, llegando muchas veces a la final.
Descripción de un Colegio Rural.
En lo académico se desarrollan los mismos programas; en colegios Agropecuarios
se ajustan los programas de acuerdo con las necesidades de la institución y la
comunidad. Respecto al estudiante es el elemento más importante tomando en cuenta su
condición económica, su rendimiento académico y su lugar de procedencia. En la
infraestructura, en el Colegio Agropecuario se trabajaba con un material acondicionado
para la especialidad, aunque no se contaba con ayuda suficiente por parte del Ministerio.
La biblioteca contaba con poco material didáctico, pero tenía a disposición varios
libros para los profesores y estudiantes.
Al comienzo de las lecciones los grupos eran numerosos, situados en aulas que
tenían las medidas estipuladas por el Ministerio, sin embargo luego se hicieron pequeños
por la deserción y la necesidad, una de las principales causas.
Reflexiones sobre la Educación en general.
Algunos aspectos positivos de la Educación son: hoy día hay acceso tanto a la
Educación formal como a la no formal, es decir existen muchas opciones, para prepararse
en lo profesional.
Por otro lado el alumno cuenta con muchos sistemas de ayuda dentro de la
institución tales como: becas, comedor y ayudas para comprar el material didáctico.
También hay acceso a las bibliotecas talvez no completas, pero más o menos equipadas.
Sin embargo existen aspectos negativos tales como: la Educación sea masificado,
por lo tanto no hay excelencia en cuanto a los profesionales en las diferentes áreas. Los
programas de estudio no se ajustan a la realidad Nacional ni a la realidad de los
estudiantes. Se desarrollan los mismos programas de estudios en zonas rurales como en
zonas urbanas. La intromisión política que existe a la hora de nombrar a los profesionales
en los diferentes puestos. Los reglamentos cada vez son más flexibles a favor del
estudiante, fomentando el irrespeto. Las leyes en el campo legal ponen en desventaja a
los educadores con respecto a los jóvenes y niños.
¿Qué es Educación Rural?
Debe ser un proceso diferente al urbano, adaptarse a las necesidades de las
zonas marginales y en especial a este tipo de alumno y el tipo de colegio.
Aportes de la Educación Rural
En cierto modo beneficia al desarrollo tanto social como político y profesional de
nuestro país, porque los estudiantes rurales ayudan a que los pueblos surjan y progresen
tanto en lo económico, en lo social y en lo político.
GERARDO MANUEL NÚÑEZ VARGAS.
Nací en Barrio Jesús de Santa Bárbara de Heredia, el 23 de enero de 1949,
estudié en la Escuela Mixta de Jesús de primer hasta sexto grado. Pasé luego al Colegio
Claretiano de Barrio Mercedes de Heredia, donde estudié los tres primeros años. Para
ese momento el colegio era interno: es decir vivíamos ahí los que estudiábamos.
Mis estudios los realicé, un año, a través de una beca otorgada por la
Municipalidad. Después mi padre me ayudó con el financiamiento de los mismos.
Posteriormente, por cuestiones de salud, los Directores del Colegio Claretiano me
dijeron que no podía continuar allí, entonces como ya había pasado el tiempo de
matrícula en otros colegios, me quedé un año sin asistir al colegio.
El siguiente año me matriculé en el Liceo de Heredia y solicité una beca al
Ministerio de Educación Pública, la cual me otorgaron y allí saqué cuarto y quinto año de
colegio. Después de mi Bachillerato, se escuchó por las noticias que se iba a fundar la
Escuela Normal Superior, me matriculé y solicité una beca, que se me concedió Sin
embargo con el año de atraso que tuve, me alcanzó la Reforma Educativa por lo que todo
cambió e incluso, había que decidir entre un Bachillerato en Letras o Ciencias.
Escogí Bachiller en Letras, el problema fue al ingresar a la Escuela Normal
Superior, donde me hicieron un examen supuestamente de Cultura General, pero era de
muchas preguntas sobre ciencias. Recuerdo que no sabía nada por lo que saqué una
nota muy baja; pero esto no impidió mi ingreso. Después de esta experiencia me instruí
en el campo de las ciencias y llegué a ser el segundo promedio de la Normal Superior.
En esa Institución estuve cuatro años por lo que me gradué de Profesor de Estado
en la especialidad de Ciencias, en el año 1973 en la sala de actos del Liceo de Heredia.
Recuerdo que un año antes, se creó el Colegio de Licenciados y Profesores (COLYPRO),
por lo que tuve que asociarme a él. Trabajé un tiempo como Fiscal Auxiliar para esta
institución y durante el primer Congreso Centroamericano de Educación fui partícipe de la
organización, por lo que me dieron un certificado que aún conservo. Para este tiempo se
encontraba Malavassi en la Junta Directiva del Colegio.
Por ese tiempo no había plazas en el Valle Central, ya que todas habían sido
ocupadas por los maestros graduados. Motivo por el cual me fui ha trabajar lejos,
concursé para plazas en Turrialba y Guanacaste, porque si me quedaba aquí tenía que
hacer permisos cortos y había poca estabilidad.
Posteriormente fui nombrado en Guanacaste, La Fortuna de Bagaces, allí estuve
treinta y tres años. Después de un tiempo me dieron una incapacidad total, por
enfermedad.
De mi experiencia tengo recuerdos perdurables, por ejemplo cuando empecé a
trabajar más o menos en 1973, el colegio empezaba a funcionar y no había planta física,
por lo que los vecinos dividieron el salón comunal con láminas de playwood y allí
comenzamos a trabajar con un profesor por cada asignatura básica. Era un Colegio
Técnico Agropecuario, ubicado en la Fortuna; un director fue Juan Rafael Madrigal, que
vivía en Escazú y se encargaba de impartir lecciones de Agricultura.
El colegio en primera instancia, estuvo dirigido por un maestro que trabajaba
cerca, cuyo nombre no recuerdo bien, creo que era Emiliano. En esta institución, yo era el
único profesor titulado, todos los demás eran aspirantes. Para vivir allí alquilaba una
cabina cerca del colegio y la familia de un estudiante me ayudaba con la comida y la
lavada. Tiempo después Juan Rafael Madrigal compró una casa grande y nos alquiló un
cuarto a cada uno.
La población que se atendía allí era poca, cerca de ciento cincuenta estudiantes,
por lo tanto al comienzo del curso lectivo tuvimos que organizarnos los profesores para
convencer a los jóvenes que vinieran a estudiar, para que no disminuyera la matrícula.
Hubo un tiempo en que llegaron a estudiar unos jóvenes indígenas de Guatuso de San
Carlos, pero afortunadamente hablaban su lengua y Español. Dentro de los estudiantes
había unos que venían de Aguas Claras de Upala, Guatuso de San Carlos, los que tenían
que quedarse donde conocidos para poder estudiar.
Dentro de las fortalezas de estos estudiantes están: el esfuerzo, perseverancia,
mucho compañerismo y empeño por el estudio para sacar buenas notas. Después de un
tiempo, un señor de la comunidad donó un terreno grande para practicar la agricultura, y
se logró hacer la planta física del colegio bien hecha, sin embargo, decayó el rendimiento
de los estudiantes, además venían muchos estudiantes que no sabían leer ni escribir, por
lo que había que empezar por enseñarles eso; por ejemplo realizaban trabajos en grupo y
entonces aprendían tanto teoría de ciencias como las destrezas de leer y escribir.
Personajes interesantes
Entre ellos: el señor Deudato Castillo, padre de una estudiante, ayudó mucho en
los primeros años del colegio contratando una persona que atendiera a los jóvenes que
venían de lejos y colaboró con la fundación de la Junta Administrativa etc...
Virginia Ramírez, era maestra, tenía mucho interés por la Educación por lo que
trabajó en la Asociación de Desarrollo y en la Junta Administrativa.
Quisiera comentar que en algún momento ayudé al colegio comprando bonos de la
deuda interna, que benefició al colegio con la compra de equipos de riego. El señor que
me atendió y me brindó alimentación y las lavadas de ropa.
Entre algunas situaciones que recuerdo están, el que algunos de los pobladores
de la comunidad preferían por cuestiones religiosas, que los niños no estudiaran. También
que visitábamos al finalizar los cursos lectivos las escuelas, para entusiasmar a los
estudiantes para que se motivaran a ir al colegio, ya que los muchachos no se
preocupaban por estudiar, solo por tener trabajo y casarse. No existía ningún EBAIS ni
clínica, la más cercana era a veinticinco kilómetros. Las relaciones escuela-colegiocomunidad, era excelente, ya que todos querían un colegio en la comunidad por lo que
ayudaban mucho.
Las visitas a mi familia eran en vacaciones o una vez por año.
Problemas importantes.
Después de un tiempo se logró que se construyera un EBAIS con ayuda de varios
compañeros y personas de la comunidad.
Carencia de material didáctico, el poco material encontrado era aportado por el
docente, de no poder comprar se utilizaba el material que los rodeaba.
Dificultades de transporte, unidades inadecuadas y choferes irresponsables por
esta razón ocurrió un accidente, el vuelco de un bus, donde muchos estudiantes
perecieron o quedaron con deficiencias y a la merced de la asignación de una pensión de
por vida.
Para solucionar estos problemas, yo traté de colaborarles en lo que pude.
Alumnos inolvidables.
Todos mis estudiantes fueron significativos y mi éxito es saber que muchos
trabajan en diferentes instituciones del país.
Las frustraciones y chascos residen en aquellos estudiantes que no lograban
aprender todo por ejemplo, al final algunos no sabían leer ni escribir.
Éxitos y logros.
Aquellos estudiantes que lograron aprender lo necesario, por méritos propios a
base de esfuerzos.
Aprendizajes.
Para trabajar en zonas alejadas, se debe estar en coordinación con la gente de
pueblo y las organizaciones como Asociación de Desarrollo, Junta Administrativa y
Escuela. En la comunidad todos deben estar unidos para resolver los diferentes
obstáculos que se presentan con los estudiantes, padres o funcionarios.
Recuerdos perdurables.
La celebración de los veinticinco años de la fundación del colegio, donde nos
encontramos los compañeros profesores y los miembros de la comunidad, compartiendo
un almuerzo.
Cuando un estudiante del colegio, que se casó y luego tuvo una niña, me pidió que
fuera el padrino de su hija, actualmente este estudiante trabaja en el ICE.
Cuando el director del colegio, no me dio permiso para sacar una licenciatura en
Química en Heredia, esto es lamentable porque muchas de las personas que se van a
trabajar lejos, no tienen posibilidad de seguir estudiando.
Descripción del Colegio Rural
La infraestructura se logra a través de la colaboración de una comunidad
interesada. En cuanto a la vida interna, todo problema se supera en colaboración con la
comunidad. En los colegios rurales, a veces se hace necesario improvisar estrategias
pedagógicas, debido a la carencia de un respaldo de entidades pedagógicas. Se debe
estar capacitado, porque allí uno está solo ante todo y debe responder correctamente
para superar la adversidad.
Reflexiones.
Existe una Educación de mala calidad, por ejemplo antes los estudiantes en
Primaria conocían lo básico, ahora a secundaria llegan con muchas deficiencias.
La Educación debe ser un producto de la comunidad que se interesa por la
superación de sus miembros.
Educación Rural.
En ella se logra motivar mucho a las personas de la comunidad y hace que crezca
en el campo social y económico. Ahora en estas zonas se aprecia la educación, cosa que
en las zonas urbanas no se hace.
Aportes de la Educación Rural.
El interés de la comunidad que se preocupa por la superación de sus miembros. El
apoyo social y económico de la comunidad para cualquiera de sus miembros, que lo
necesiten.
Recomendación.
Como recomendación final, las personas que trabajan en zonas rurales deberían
tener más apoyo de instituciones, que se preocupen por mejorar la cultura, brindar un
apoyo tecnológico y dotar de medios a la institución, por ejemplo Canal 13 Sistema
Nacional de Radio y Televisión (SINART).
JUAN DE DIOS CARBALLO NÚÑEZ
Nací en San Pedro de Barva en 1939, mi familia es oriunda de este pueblo, yo soy
el quinto de la familia conformada por seis hermanos, cinco hermanas y mis padres. Mi
familia era humilde y de escasos recursos, todos colaborábamos con las tareas del hogar
tanto mujeres como hombres. Mi padre se dedicaba a labores agrícolas como Jornalero,
mi madre era dedicada al hogar y también ayudaba a mi papá en el campo.
Mis Estudios primarios los realicé en la Escuela Joaquín Camacho Valerio, en San
Pedro de Barva y la Secundaria en el Liceo de Heredia. Salí con quinto año y me fui a
trabajar aunque debía algunas materias. Cuando me decidí a trabajar como docente me
preparé en el Instituto de Formación Profesional del Magisterio, ya que para las personas
que emigraban a trabajar a la zona rural, era la mejor opción para formarse. Además de
que en su mayoría todos trabajaban en Educación por necesidad. La formación en este
instituto era muy buena, para lo necesario, sin embargo había cosas que nos se
aprendieron allí, sino en el trabajo.
Yo me hice maestro por la condición socioeconómica, fue una decisión propia, ya
que sentí la necesidad de aportar más a mi casa, porque el salario de Jornalero era poco
y el de Maestro era más. Siempre tuve que hacer trámites para ser nombrado, pero
algunos, como en todo lado, tienen más suerte que otros y por política más rápido aún.
Estuve cinco años en el Carmen de Siquirres en Limón de 1960 a 1965. A
principios de año, me despedí de mi familia y me fui solo caminando hasta Barva y allí
tomé un bus como a las 6:00 a.m. y llegué anocheciendo a Limón, Cuando estaba en
Limón venía cada 6 meses en vacaciones.
De 1965 a 1985 pasé a Chilamate de Puerto Viejo en Sarapiquí. Cuando estaba
allí venía cada mes, al mejorar la carretera me compré una moto, después un carro y al
final seguí viajando. En ambas escuelas se trabajaba de 7:00 a.m. a 11:00 a.m. a veces
se atendían 2 grupos en la mañana y luego en la tarde de 12:00 m.d. a 3:00 p.m. se
atendían los grupos restantes.
Esas fueron mis dos experiencias en el ámbito rural porque trabajé durante 25
años, ya que por trabajar en zona rural se daba un reconocimiento de 5 años, por el
esfuerzo realizado. En cuanto al pago siempre me vino puntual y pude cambiarlo a
tiempo. Recuerdo sobre mi tiempo de maestro haber quebrado metros enseñando.
Durante mi labor conocí a personajes interesantes como: Gregorio Guillén del
Carmen de Siquirres y otras personas de las cuales no recuerdo el nombre; muy
colaboradores y me ayudaron siempre; nunca me dejaron perecer. José Prado y algunos
padres de estudiantes, quienes nunca dudaron en darme consejos. Don Francisco
Madrigal una persona colaboradora con el docente en todo momento.
La relación escuela-comunidad era muy buena:
cuando habían turnos, carreras
de cintas, veladas y bailes, organizados por la escuela, todos los habitantes del pueblo
participaban porque les gustaban los festejos para alegrarse y cooperar.
Problemáticas
En Sarapiquí no había agua, por esta razón los dos maestros tenían que bañarse
en el río. Por medio de unas actividades, en las que se recaudó una plata se hizo posible
comprar una bomba, para traer agua al rancho de paja donde vivíamos. Posteriormente
se hizo una casita aparte para el maestro. Por otra parte los ríos crecidos hacían
imposible la comunicación entre los estudiantes y las escuelas.
En Limón, no había casa en la cual viviera el maestro, había que dormir en la
escuela que tenía un cuartito. Había además muchos problemas para obtener comida, ya
que la gente casi no la vendía, porque con costo alcanzaba para las familias, por lo que
había que hacerse su propia comida o buscar a una persona que hiciera el favor de
cocinar. Pero en ocasiones uno se atenía a los malos hábitos higiénicos de las personas
que le colaboraban, tal vez eran pocos cuidadosos con el aseo de los alimentos.
Mucha pobreza, desnutrición y alcoholismo que llevaba a pleitos entre las
personas, también analfabetismo, muchos no sabían leer ni escribir, por lo que se
consideró la posibilidad de unos cursos de Alfabetización para adultos impartidos por el
maestro.
Recuerdo que los niños más pequeños eran los más apegados al maestro.
Otra situación que recuerdo es con respecto al material, ya que casi siempre lo
ponía el docente o se valía de la naturaleza para explicar un tema o para ilustrarlo,
dependía del tema.
Durante mi labor impartí todas las materias y, la población de mayor número en
mi carrera como educador, fue de 45 estudiantes.
Alumnos inolvidables.
A algunos estudiantes los recuerdo por su forma de hablar, por su forma inquieta
manera de ser y a uno especialmente por tirar sapos a sus compañeros. Otros por
inteligentes, ahora me encuentro algunos que son grandes profesionales y un estudiante
específicamente porque era muy peleón, no terminó la Primaria y se fue a robar, a fumar
marihuana y luego cayó en la cárcel donde murió.
Éxitos.
Entre ellos, formar los grandes profesionales del presente y las graduaciones de
sexto que durante esos años viví. Esto de las graduaciones lo cuento, porque por ejemplo
en Limón casi no se podía aspirar a la Educación Secundaria y en Sarapiquí hasta que
hubo Colegio Técnico Agropecuario en Puerto Viejo, por lo que las graduaciones de sexto
eran un orgullo para el estudiante y las hacían los maestros como actos protocolarios con
la Junta y el Patronato Escolar.
Otro éxito fue mi labor como director durante 2 años en Limón, donde tuve que
aprender a llevar la administración, ya que los supervisores visitaban la escuela y daban
una guía para realizar éstas funciones.
Recuerdos perdurables realmente significativos.
En Sarapiquí, aprendí a pescar y lo hacía todos los domingos de 8:00 a.m. a 4:00
p.m. También visitaba la montaña y disfrutaba mucho. Otro es de la señora que nos daba
de comer; era un poco descuidada con la limpieza, además cuidaba los niños de su hija
que era prostituta y una vez nos sirvió cerca de donde había defecado un niño, era un
lugar desagradable, pero no había otra opción.
Las amistades que las personas consiguen no se olvidan, a pesar de la jubilación
aún perduran, muchos conocidos, recuerdos y ayudas que me prestaron en muchas
ocasiones.
Aprendizajes.
Aprendí a valorar el ser humano, a ver la vida diferente, ya que topé con muchos
casos difíciles. Aprendí a ser juez y a mantener la distancia, para evitar las
complicaciones sociales. Aprendí a comprender, ayudar a los que más lo necesita porque
existen situaciones de abandono y llegar al corazón de las personas (más humanidad).
Definición de la Escuela Rural.
En Limón, había niños que caminaban 3 horas con los cuadernos mojados y los
cuerpos arañados por las plantas que estaban en su camino, tal vez a caballo o en bote,
cruzando por un río. La dinámica pedagógica y la labor educativa eran difíciles, ya que las
condiciones humanas son apremiantes. La infraestructura de la escuela en Limón eran
unas cuantas tablas malas y sucias, una aula para todos los grupos, dos pizarras viejas
que servían para realizar algo de la práctica pedagógica. No había ni luz ni agua.
Ventanas de madera y mesitas de tres en tres del mismo material.
En Sarapiquí, dos aulas de madera para los grupos y con el tiempo una de ellas se
hizo de blocks hubo ventanales de vidrio y pupitres.
Debe ser una Educación muy similar a la de todo el país y que brinde oportunidad
a los estudiantes de superarse, ya que en las zonas rurales también hay aspiraciones, por
ejemplo ser médicos. Debe ser una Educación paralela.
Reflexiones.
Existen demasiados derechos y pocos deberes para los estudiantes que son
difíciles y los padres de familia son desconsiderados con los maestros y yo les tengo
lástima a los docentes, porque están indefensos ante las humillaciones.
Aportes de la Educación Rural a la Educación Urbana.
La existencia de una sincronía entre ambas educaciones, para mejorar y aportar
buenos profesionales. Además el valor de la perseverancia presente en la Educación
Rural.
JULIO CARBALLO BOGANTES
Nací en San Pedro de Barva Heredia, un 13 de febrero de 1937. Realicé la
Primaria en la Escuela Mixta San Pedro de Barva, empezando mi primer grado en el año
1945. Soy el número doce de trece hermanos, siempre viví en la comunidad de San
Pedro de Barva, mi familia se dedicaba al Comercio y la Agricultura. Mi madre se
encargaba de los oficios domésticos. De los siete a los ocho años nos ponían como tarea
mancuernar (desgranar) cien mazorcas de maíz o estibar una carretada de leña o
despeluzar las mazorcas de maíz. Con nueve o diez años, en vacaciones, íbamos a
ayudar a mi padre en el campo de 7:00 a.m. a 5:00 p.m. rodajeando café, raspando lana
del café, desamontonando (cortar la maleza) potreros de la mala hierba, cuando
regresábamos teníamos que traer alguna de las siguientes cosas: una racimo de guineo,
una caña, palote o un vástago. Éramos para ese entonces tres o cuatro hermanos los que
íbamos a trabajar.
En época escolar, ningún padre de familia iba a dejarlo a uno a la escuela, aunque
estuviera en primer grado, teníamos que irnos con los hermanos, conocidos o solos.
Muchos de los niños les temían a las locas que a veces aparecían por el camino.
En primer grado estuvimos en tres escuelas; La Casa de Justo, la Casa de Nino
Ulate y luego en la actual escuela, que lleva el nombre de Joaquín Camacho Valerio.
Estas escuelas eran dirigidas por tres maestros, pero uno de ellos era a la vez el director.
Allí hice los cinco años restantes en esa escuela.
Cuando cursaba el sexto grado, en las pruebas finales me iba a quedar aplazado
pero en esa época las pruebas de recuperación las hacía el supervisor don Fausto Loría,
entonces él tenía que hacerme la prueba de Español. Con un día que estudié obtuve cien
por ciento, era vagabundo; entonces Don Fausto buscó a mi papá y le dijo que porque no
me ponía a estudiar en colegio; mi papá le contestó que de los once que tenía ahora, a
ninguno lo había mandado a estudiar. Y como éramos humildes le dije que él sabía si me
ponía a estudiar o no, con tan mala suerte que con un mes de haber ganado el diploma mi
papá falleció, por lo tanto nadie se interesó en mandarme a estudiar.
A los catorce años, gané mi primer salario como hombre, me hice peón, de allí en
adelante aparecieron los vicios como: el licor, el cigarro, los bailes hasta que a los
veintitrés años contraje matrimonio con una muchacha de Barrio Jesús de Santa Bárbara,
mi matrimonio duró tres años. Luego ella me puso un juicio, con el clero para anular el
matrimonio, que duró ocho años y se consumo el divorcio.
En esa época aprendí el oficio de Carnicero, trabajando con un hermano. Mi padre
me dejó una herencia de una hectárea de café, la cual vendí en diez mil colones y compré
un negocio en San Roque de Barva: pulpería y cantina, allí apareció un amigo que me
invitó a que fuera al colegio, esto a los veintisiete años de edad, o sea quince años
después de haber salido de sexto.
Mi amigo me dijo que era un año de vacilón, un año perdido, pero con gran suerte
gané sétimo con las mejores calificaciones del grupo. Mi amigo dijo que tenía derecho a
otro año de vacilón hasta que en el segundo año, en vacaciones de medio período,
reflexioné y me dije hay dos caminos el vacilón o seguir estudiando. Gracias a Dios tomé
el mejor camino, pero al dejar el licor se me bajó la nota, pero con esfuerzo lo superé.
Cuando obtuve más responsabilidad y trabajaba viajaba de fiado en el bus al Colegio
Nocturno Alfredo González Flores, pero como vivía en pobreza pagaba los sábados, de
esa forma, llegué a quinto año de colegio sin perder ningún grado.
En quinto año, con la Reforma Educativa tuve que escoger entre Bachillerato en
Letras o en Ciencias y me fui por Ciencias. Sin embargo con el profesor de Estudios
Sociales tuve un altercado sobre la Segunda Guerra Mundial y el profesor me aplazó para
que no pudiera hacer pruebas de Bachillerato. Entonces seguí trabajando en el campo,
pero a medio periodo, lectivo de Junio 1970, un amigo me mandó a llamar para que me
presentara en el Ministerio de Educación Pública, para darme una plaza de maestro
aspirante.
Cuando llegué al Ministerio, a la oficina de Floriberto Sancho Rodríguez, quien me
estaba ayudando a que me dieran la placita, tuve que esperar una hora hasta que
apareció el supervisor de la zona de Upala, el cual me dijo que si estaba dispuesto a irme
a trabajar a esa zona difícil. Le dije que estaba ansioso de trabajar como educador.
El viaje lo realizamos el día siguiente de la entrevista, en avión, la única vía de
acceso a Upala. Ese día había reunión de Presidentes de la Junta de Educación del
circuito 06 de Alajuela, pero con tan mala suerte que el Presidente de la Escuelita de la
Cruz no se hizo presente para viajar a la comunidad. Entonces a las 2:00 p.m. de ese día
me dispuse a viajar solo, pero el Secretario de la Alcaldía me dijo que no fuera solo a esa
hora, que le dijera al supervisor que me dejara dormir en su casa y me fuera al otro día en
la mañanita, esto era cuando yo tenía treinta y tres años. Al otro día me disponía a viajar,
pero el supervisor me dijo que le diéramos mi valija a un señor de apellido Mejía que iba
a caballo cerca de la escuela. A las 8:00 a.m. inicié el viaje camine quinientos metros por
un caminito transitable y de allí en adelante aparecieron los barreales que me llegaban a
la rodilla y me costaba dar el paso en ese barro espeso. Así llegué a las 3:00 p.m. donde
tenía que quedarme, la señal, un árbol de zapote, que era el cruce entre las Delicias y la
Cruz. Llovía en ese momento pero yo debía esperar al señor del equipaje.
Luego apareció un señor que venía de la Cruz con rumbo a las Delicias, entonces
lo llamé para que me orientara, lo que no sabía era que se trataba del Presidente de la
Junta de la Escuela de la Cruz. Él me dijo que fuéramos juntos a las Delicias, para
esperar el equipaje y luego regresar a la escuela.
Cuando llegamos a la Cruz nos dirigimos a la casa de doña Celina García, donde
se hospedaba el maestro de la escuelita que yo iba a sustituir. Cuando llegó le di la carta
del supervisor donde se le comunicaba mi nombramiento y su traslado. Entonces él dijo a
doña Celina, que me diera algo de comer y luego conversábamos un rato. Ese día
dormimos allí, pero mi sorpresa fue que no había un lugar para mí y la única parte era el
corredor. En un camón con un mosquitero me acosté, las primeras horas dormí tranquilo,
pero en horas de la madrugada me despertó como un ruido de terremoto, después de
bajar todos los santos cogí el foco y alumbré. Lo único que vi fue un caballo rascándose
en un horcón; me tranquilice y seguí durmiendo hasta las 4:00 a.m. cuando me despertó
el ruido de los congos que estaban aullando en la raíz de la casa y entre ruidos amaneció.
En la mañana tuve que ir a bañarme en un pozo, lleno de cabezones de sapo,
después del desayuno me reuní con el compañero para ponernos de acuerdo; ese día se
suspendieron las lecciones y me llevó a conocer las trece casitas de la comunidad. De
camino, en la conversación, le pedí que me ayudara a orientarme en lo que estaba viendo
con los seis grados, esto lo hizo en la tarde ya que en ese mismo momento tuvimos
reunión con la Junta y el Patronato, ambos me dieron su apoyo y me recibieron muy bien.
Al otro día me dispuse a impartir lecciones esperando que el compañero me
llegara a asesorar un poco más, pero a las 8:00 a.m. se asomó a la puerta del aula y me
dijo, aquí tiene este repelente para zancudos y se marchó con dos caballos y su equipaje
y no me dejó ni lista de los alumnos de la escuela. Entonces tuve que guiarme con los
cuadernos de los chiquitos. El fin de semana que siguió un miembro de la comunidad me
invitó a ir a las Delicias, donde me encontré a una compañera amiga y vecina de mi
pueblo natal, la cual me asesoró bastante para continuar el trabajo. Recuerdo que
trabajaba de 7:00 a.m. a 3:00 p.m. con tres grupos en la mañana y tres grupos en la tarde.
Después de mi llegada, venían las vacaciones de medio periodo y salí a San
Pedro de Barva, luego regresé con mi esposa que se encontraba embarazada. Nos tocó
vivir en un lugar muy incómodo, donde era difícil para ella cocinar y teníamos que
conseguir en el monte cabezas de guineo para colocar la olla, porque no había piedras.
Recuerdo que me tuvieron sin pago hasta noviembre, por lo que tuve que utilizar
plata del Patronato para financiar mis necesidades y las de mi familia por supuesto con
carácter devolutivo.
A principios de noviembre me visitaron el supervisor y el Director de la Escuela Las
Delicias, ellos se sentaron en el fondo del aula a observarme trabajar; cuando terminé la
lección me dirigí a ellos, el Director de Las Delicias dijo al supervisor “...cuáles son las
recomendaciones que le va a dar...” entonces él dijo, como falta poco lo dejaremos así.
En ese momento recién me habían cancelado el salario adeudado, pagué todas mis
deudas, incluida la que tenía con el Patronato y salí libre de todo. Posteriormente salí a
entregar la documentación de fin de año y regresé a mi casa y a mi pueblo. Como era
aspirante tenía que esperar nuevo nombramiento, donde el Ministerio quisiera o pudiera
mandarme.
Me nombraron en la zona del Atlántico en una escuelita llamada Sahara de Batán
donde comencé a trabajar con un compañero, esta vez no estaba solo, el compañero me
dio mucha orientación, pero al mes lo trasladaron a la Meseta Central y nombraron en su
lugar a una morena con la que me costó mucho entenderme y terminar el año, para mayor
dificultad ella era la Directora, esto fue en el año 1971.
Para el año 1972 me nombraron en una escuela de San Antonio de la Rita de
Guápiles, se llamaba escuela San Antonio allí casi todo el personal (más o menos siete
docentes) era nuevo o se iniciaban en educación, provenían de la Escuela Normal todos
con pedagogía y yo era aspirante. Me dieron un grupo de primer grado, por mi
experiencia. Hablando con unas compañeras docentes me di cuenta que había dos niñas
de cuarto, que no sabían ni leer ni escribir, por lo que decidí con autorización de las
compañeras y los padres llevarlas conmigo durante las clases de primer grado y que
luego se integraran a cuarto grado en la tarde. Al finalizar el año todos sabían leer y
escribir incluidas las niñas de cuarto.
En 1973 trabajé en la misma comunidad, normalmente. En 1974 tuve muchos
problemas con el nombramiento, primero estuve en una escuela que se llamaba Villa
Franca en Guápiles pero muy pocos días. Recuerdo que para esta escuela nombraron a
un señor en propiedad pero no se presentó por lo que me nombraron a mí. A los quince
días, se presentó el señor con una incapacidad y sus papeles al día, por lo que tuve que
regresar a la supervisión sin plata y sin nada. Allí me dieron una incapacidad por veintidós
días en la escuela Linda Vista de Siquirres. Después pasé a hacer otra incapacidad por
maternidad, durante tres meses en la escuela Balsaville de Río Jiménez en Guápiles.
Luego me mandaron a realizar otro permiso de maternidad por los últimos tres
meses del año en una escuela que no recuerdo el nombre. En esa escuela me tocaba dar
segundo grado, pero como en primero había un niño muy indisciplinado llamado Iván,
decidieron darme ese nivel a mí. La cuestión es que llegué al grupo y me presenté
curiosamente, la maestra que se iba se llamaba Julia y yo era el nuevo Julio, cuando
empecé todos los niños me dijeron maestro!!! tenga cuidado con Iván, yo les dije pero
cómo si Iván se ve tan bonito y tan bueno, entonces inicié con la actividad de
presentación y todos decían cosas muy bonitas, al llegar el turno de Iván, le pregunté
¿Qué piensas del nuevo maestro? Y el dijo NADA. Entonces le dije: Iván vaya y me trae
tiza y el cepillo donde don José de la Cruz Briones, el director. Iván fue y después le dije
borre la pizarra y accedió. Luego les pedí que cada uno pasara a escribir su nombre en la
pizarra pero ninguno sabía, les dije, conmigo van a aprender, entonces se pusieron
todos contentos. Al día siguiente vino la madre de Iván, se presentó Ella me dijo “...sólo
vengo porque Iván, dice que le tocó un maestro muy bueno...” yo le agradecí y continué
mi labor con los estudiantes. En esta institución tenía la confianza absoluta del director,
por lo tanto en ocasiones si él salía a hacer un mandado me dejaba a cargo. Su amistad
fue tanta que al final del año me pidió que lo acompañara a realizar las calificaciones de
los docentes, así aprendí este proceso. Mi calificación por esos tres meses fue excelente.
Recuerdo que en esta escuela yo tenía la costumbre de jugar con los estudiantes
en el recreo, contrario a lo que hacían los demás que era reunirse a conversar entre ellos.
En 1975 me nombraron interino en la escuela Guácimo de Limón donde
trabajamos diecisiete docentes y me asignaron un grupo de segundo grado alternado con
una compañera de Palmares, que venía saliendo de la Normal, el planeamiento lo
hacíamos en conjunto, planeando con base en mis conocimientos y los suyos. Para ese
año nuestra aula fue la mejor, la más arreglada y presentada. Nuestros grupos también
recibieron un reconocimiento por su excelencia.
En esta escuela yo acostumbraba reunirme con las conserjes y cocineras para
ayudarles, recuerdo que les construí una alacena pequeña para guardar alimentos, limpié
y pinté la campana de la escuela, ya que me gustaba dejar un recuerdo bonito en las
escuelas donde estuve.
En 1976 emigré de allí y fui nombrado en Golfito en una escuela llamada Cañasa,
con una compañera directora y maestra, cada uno trabajaba con tres grupos. Para llegar
a esta escuela había que pasar en una lancha que se llamaba Chirinplín, que significaba
caballo y medio.
En esta ocasión a los veintidós días llegó un maestro guatemalteco nombrado en
propiedad, pero con problemas de alcoholismo muy fuertes, por lo que la directora fue a
hablar con el supervisor para que me dejaran a mí y a él lo devolvieran. Así fue.
Yo acostumbraba estar con mi familia durante los ratos libres, allá crié cinco hijos.
Por esta época empecé a presentar los exámenes de Bachillerato que debía, uno a uno
los fui ganando y obtuve el título.
En 1977, me nombraron en la Virgen de Sábalos en Coto Brus como Maestro
Unidocente, pero con el aumento de la matrícula pasé a ser Director Uno y entonces
nombraron a al compañero Gerardo, que era aspirante y se iniciaba como maestro.
Al tiempo llegó un muchacho con nombramiento como director para sustituirme y
un traslado, para Gerardo como Maestro Único a la escuela adonde este muchacho
trabajaba, una escuela muy difícil, entonces Gerardo indignado le dijo que iba a venir a
consultar a San José, porque su nombramiento, lo habían tramitado allí. Cuando hizo la
consulta le enviaron una orden al supervisor que todo quedaba como al principio. Así
continuamos felices ese año, ya acercándose el final de mi proceso como director,
solicité dos aulas, porque la escuela era de sólo una entonces. Vine al Ministerio y me
autorizaron pero la construcción se dio en vacaciones de tres meses y al año siguiente me
nombraron en otro lugar, por lo que no pude estrenar las aulas.
En 1978 me nombraron en Finca dos de Ticabán, Guápiles como Uno, allí
trabajé todo el año normalmente y logré la Casa del Maestro y hacer la escuela nueva.
Entre 1977 y 1978 se dieron en la Universidad Nacional unos cursos de veraneen
un plan seis para maestros aspirantes, donde logré matricular y saqué en 1979 el título de
Profesor de Enseñanza General Básica I y II ciclo, el que me costó la superación de
muchas adversidades durante los viajes.
En 1979, ya como Maestro Titulado me nombraron en una escuelita de Roxana de
Guápiles llamada Yuca tica donde trabajé quince días porque era muy incómoda, por
ejemplo para llegar tuve que tomar un bus a las 4:30 a.m. desde Guápiles hasta Punta de
Riel de Roxana y después a caballo hacía la escuela. Entonces le dije al pueblo que me
iba y me vine a Limón a la supervisión, allí pedí me nombraran en otra escuela más
accesible; entonces el supervisor revisó y en la tarde me llamó y me nombró en la escuela
Cultives, como Maestro Único en Siquirres a una hora a pie de donde me dejaba el bus.
Allí tuve cuatro muchachos de sexto grado, uno no sabía leer ni escribir, por lo que
apliqué una adecuación con él, esta consistía en trabajar con el estudiante una jornada
con temas de Lectoescritura de primer grado y la otra jornada con los contenidos de
sexto, pero el supervisor no me dejó seguir haciendo esto. En esa escuela no tenía donde
dormir, lo hacía en la escuela que era como un comisariato (pulpería) y estaba muy
comido por la polilla y en mal estado.
En 1980, concursé y gané la Escuela Finca dos de Ticabán como Director Uno,
conociendo la comunidad por el trabajo anterior que realicé. Trabajé tranquilo hasta el
año 1984.
En 1985 cuando iniciaron las lecciones, en la segunda semana de marzo, tuve una
cita médica debido a mi dificultad visual; la doctora Estrada me atendió y dijo que
regresara el viernes para hacerme un fondo de ojo, pero ese día era lunes y yo no podía
faltar y esperar tanto. Entonces me dijo venga mañana martes y ese día me hizo el
examen y me dijo, usted no puede trabajar más y me incapacitó, hasta que luego vino una
Junta de Médicos y me dieron una incapacidad total y temporal hasta el año 2006.
Cuando me pensioné, me integré a ADEP, trabajé en la Junta Administrativa de
Salud por 2 años, luego en la Junta Administrativa de la Funeraria del pueblo y en el
2005, 2006 y 2007,
como voluntario con un grupo de adultos discapacitados
enseñándoles a pintar y hacer otras actividades en la comunidad de Barva.
Actualmente pertenezco a los grupos de adulto mayor de Barrio Jesús y de San
Pedro. También pertenezco al ANDE y ADEP, donde me siento muy contento, lleno de
vida porque puedo compartir con muchas personas.
Aprendizajes importantes del Maestro Rural.
Tuve muchos aprendizajes entre ellos el más grande que es ser maestro, porque
yo nunca creí que iba hacerlo, debido a mis limitaciones. Es decir aprendí el arte de la
Pedagogía.
Aprendí a ser una persona importante para la comunidad: Consejero, Abogado,
Conserje, Director etc., a enfrentar situaciones difíciles de la comunidad
Descripción de la Escuela Rural.
Son lugares insalubres, de difícil accesos y comunicación. Algunas escuelas eran
cuartos hechos por la comunidad o casitas del pueblo. El maestro en estas escuelas es
bien acogido por los pobladores. Las casitas del pueblo, quedan lejos de la escuela a
veinte o treinta minutos otros estudiantes con menos suerte viajaban en bote para llegar a
la escuela. Estas escuelas en el tiempo de mi labor fueron ayudadas por el Ministerio a
través de las solicitudes que le hiciera al Departamento de Suministros, el cual dotaba de
uniformes, zapatos, cuadernos, lápices y demás útiles escolares.
Reflexiones sobre la Educación en general:
Es primordial que el maestro conozca la comunidad en que trabaja. Que visite los
hogares y casas de sus niños. Debe integrarse a la comunidad. Menos sobreprotección y
consentimiento de los padres y del Ministerio, para los estudiantes. Se deben mejorar la
forma de dar clases.
Demasiado libertinaje para el estudiante y poca libertad de educar por parte del
docente. La mayoría de los docentes o maestros están en función de un salario.
Definición de la Educación Rural.
Es la Educación donde la mayoría de los alumnos son sumamente pobres, donde
el maestro no puede exigir materiales ni dinero, casi ni calzado. Es la Educación donde
hay que ajustarse a las circunstancias de la comunidad y de los niños. Por otro lado es la
Educación en la cual los padres de familia e hijos, se ajustan al interés del maestro por
sacarlos adelante. Es donde se trabaja casi sin material o con materiales del entorno y se
trabaja con uñas y dientes.
Aspectos por mejorar en la Educación Rural.
Actualmente las escuelas supuestamente rurales son iguales a las urbanas en el
aspecto académico, sin embargo durante mi labor las cosas que podrían haberse
mejorado son: Mayor interés en la Educación Rural, por parte del gobierno. Mayor
estímulo para el docente rural, de parte del Ministerio para lograr un mayor rendimiento.
Mayor asesoramiento de los supervisores, porque nunca hubo un personero del Ministerio
para colaborar con la dirección de la práctica pedagógica.
NORA MARÍA CARBALLO VEGA
SOY MAESTRA POR VOCACIÓN.
Nací un 5 de Julio de 1950 en San Pedro de Barva, Heredia. En mi casa que se
ubicaba en un sector del pueblo que se llama Naranjo. Soy la mayor de 10 hermanos, mi
hogar fue humilde, mi madre, ama de casa y mi padre era comerciante de carne. Siempre
teníamos que comer porque en casa había carne, verdura, una vaca que se ordeñaba y
mi madre tenía gallinas.
Desde los 5 años jugaba escuelita, mi tiza era un tizón de leña, las paredes de
atrás de mi casa eran la pizarra y unos troncos de madera los pupitres. Además buscaba
telas para hacerme vestidos elegantes para la maestra (que era yo) y las semillas de
guaba eran mis aretes. Cuando era la época escolar me sentaba en las graditas de mi
casa a ver los niños pasar a la escuela y lloraba porque quería ir, entonces mi mamá pidió
al director, que era conocido suyo, me admitiera como oyente. Ese año fui a la Escuela
San Pedro, me quedé hasta el final y el director al ver mi capacidad decidió realizarme un
examen de ubicación o suficiencia, recuerdo que en el examen había un dictado y el único
error que cometí fue escribir cielo con “s”. Así pasé con 6 años a segundo grado, para ese
momento la edad mínima de ingresar a la escuela eran los 7 años, de allí hasta sexto
grado en la misma escuela.
Con esfuerzo de mis padres, especialmente de mi madre, fui a la Secundaria al
Liceo de Heredia, recuerdo que era descalza, me calcé específicamente para ir al colegio;
pero lo hice con zapatos clavados y tenis sencillas, pero cuando llegué al colegio los
zapatos de mis compañeras eran cocidos y las tennis muy finas, por lo que ese año me
propuse coger más café para calzarme igual que ellas y ayudar a mi papá. Ambas metas
las logré. Así transcurrió el colegio y salí egresada del Liceo de Heredia.
Después un allegado de la familia me ayudó a entrar a la Escuela Normal, porque
sabía que yo quería ser maestra; allí estuve por 2 años y salí muy bien preparada porque
los profesores me enseñaron desde lo básico, desde cómo acomodar los pupitres y la
pizarra hasta cómo entender a los estudiantes que iban a ir a las escuelas, a través de un
trabajo comunal. También recibimos cursos donde nos enseñaban a dirigir una escuela.
Todavía recuerdo que hubo un profesor que decía “Sean excelentes Abogados,
Secretarias, Médicos, pero nunca pésimos Maestros”, porque antes también se estudiaba
Educación para financiar otras carreras, pero yo lo hacía por vocación. Allí saqué el título
de Profesora de Enseñanza Primaria en diciembre de 1970. En marzo de 1971 fui
nombrada en Estrada, Matina en Limón, en la escuela que llevaba el mismo nombre.
Yo fui a conocer la escuela con mi esposo, cuando llegué me encontré con un
pueblo donde no había luz y el agua de pozo y el único medio de comunicación era el tren
y los caminitos de los caballos. Empecé a trabajar con dos compañeras más de las cuales
una de ellas era directora, éramos en este lugar conserjes, cocineras, enfermeras y
realizábamos además otras actividades. El pueblo había pasado por una llena
(inundación), era una zona insalubre. La población era negra, indígena y hablaban Patuá
y eran pobres. Vivía en casa de una persona de origen negro, a 200 metros de la escuela,
que se encontraba en Estados Unidos de América, la casa era cuidada por una familia
guanacasteca y se le alquilaba al docente, pero este servicio era solo para ellos.
En la escuela los niños eran negros e indígenas, con horario alterno.
Como anécdota recuerdo que ese año recibí a un estudiante hijo de un negro y de
una indígena, pero su madre no soportó la civilización y se internó en la montaña,
abandonando al niño, por lo que él no entraba casi a la clase y fue una tarea difícil lograr,
que entrará pero con mucho cariño, le llevaba cuentos para que los viera afuera y
después entró pero se tornó agresivo y le metía las punta del lápiz a los otros niños por lo
que algunos padres se enojaban, pero con más cariño logré tenerlo en el pupitre tranquilo,
ese fue mi mayor logro, a pesar de que la madre volvió luego y se lo llevaron.
Otra experiencia fue cuando tuve que trabajar como directora en Estrada, ya que
la anterior solo laboró 2 meses y después se retiró con un permiso de maternidad, por lo
que me correspondió ejercer la dirección, yo sin tener conocimiento de las
responsabilidades administrativas que esto generaba.
Cada mes salía a Limón y dormía allí, para asistir a las reuniones, recibir el pago.
Cuando llegó el cierre del curso lectivo tenía que entregar documentos tales como: la
fórmula 14 y la matrícula final, los cuales al principio no sabía cómo hacer, entonces pasé
unas malas noches, tratando de encontrar los documentos anteriores esperando que la
llena (inundación) no se los hubiera llevado.
A pesar de todo logré salir excelente. Fui la única que no tuvo faltas y el director
dijo que era una barbaridad, que la novata lo había hecho mejor que los otros. También
recuerdo que una vez pitaba un tren pequeñito frente a la escuela, yo no sabía qué era,
hasta que me dijeron que era mi primer pago (un giro, una boletita con huequitos, para
cambiar por dinero) el problema era dónde lo iba a cambiar porque estábamos entre
montaña.
Durante mi labor, el supervisor de la zona me visitaba para hacer observaciones.
De pronto aparecía en un trencito. Una vez vino a observarme yo me encontraba con
ahogamiento. Le dije que era por el calor, pero él me dijo que se trataba de asma. Luego
agregó “-...yo le hago un permiso para que se vaya a Limón, a un hospital, en el pachuco
(que era un tren que salía a las 5:00 p.m.) y que la vea un médico...-” Después de la
valoración extendida por el médico, el supervisor me concedió un traslado por excepción,
porque era primero mi salud ya que estaba padeciendo de asma.
Como algunas experiencias importantes guardo, que en la escuela conocí y comí
Tepezcuintle e iguana que en ocasiones los padres o vecinos compartían conmigo.
También las pocas veces que salía a mi casa ellos me daban cocos y otras cosas para
que llevara.
Recuerdo que frente a la escuela había dos almendros. Los niños miraban fijo a
uno de los árboles donde se encontraba una culebra lora. La maestra de los niños, que
era yo, no se arrimaba porque estaba muy asustada.
Además aprendí a divertirme con las mismas actividades del pueblo, ya que las
diversiones de ellos eran: el carro de mula o mula de riel, donde se paseaban por todas
las bananeras, ir a observar cómo construían la carretera a Limón e ir al boxing a ver el
proceso del empaque del banano.
Una vez cuando iba al boxing, pasé por la Trocha (un camino en la montaña) sin
percibir que cerca pasaba una culebra. Solo recuerdo que uno de mis estudiantes, que se
encontraba conmigo, me dijo maestra no se mueva allí va una culebra de las grandes.
Entre las principales problemáticas de este pueblo estaban: la pobreza, ya que sus
cultivos habían sido arrasados por la llena. Por la pobreza los estudiantes no tenían
materiales propios ni medios para vivir cómodamente. El docente era el que aportaba
materiales de su propiedad o los compraba cuando salía.
Por el dialecto que hablaban en esta zona era difícil la comunicación entre
maestra-alumnos. Además esto les dificultaba el aprendizaje. Y como si fuera poco, el
licor, problemática social en todos los lugares.
Pero aún con estas problemáticas vinieron aprendizajes entre los que puedo citar:
salir adelante con lo poco que tenía y afrontar la adversidad. Este fue el año más lindo de
mi vida y si tuviera que volver a dar clases lo haría de nuevo en este lugar, pero me
gustaría repetirles el curso con la experiencia que tengo ahora.
En 1972 me trasladaron por un año a San Rafael Abajo de Desamparados a una
escuela de tres jornadas, cuya problemática para mí era desplazarme a las reuniones de
personal en las tardes. En las mañanas a pesar de la distancia siempre llegué temprano.
Luego en el Gobierno de Daniel Oduber, me llamaron del Ministerio de Educación
Pública, para que me presentara, porque por error se le dio mi plaza a otra educadora.
Yo enojada no quise aceptar ningún nombramiento, que no fuera los que yo había
solicitado, en los alrededores de Barva y Heredia, porque no era mi culpa el error que
ellos habían cometido. Unos días antes de entrar a clases me nombraron en la Escuela
San Pedro de Barva. Con un poco de miedo, pero animada por mi abuelo acepté el reto
de trabajar en mi propia comunidad, todo esto ocurría en el año 1973.
Con mi telegrama en mano me presente a la escuela, una semana antes de iniciar
el curso lectivo. El director me recibió de muy mala gana y dijo que la plaza ya estaba
ocupada por su hermana. Al no ser recibida regreso al Ministerio. Mensajes van y
mensajes vienen, hasta recibiendo maltrato de los altos funcionarios de esta institución,
porque ellos pretendían colocarme en otra escuela, pero dentro del área de San José
omitiendo mi deseo de trabajar únicamente en los alrededores de Barva-Heredia.
Amparándome en el hecho que yo nunca había pedido traslado, hasta que políticamente
trasladaron a la hermana del director a su pueblo natal Barva, adquiriendo yo dicha plaza.
La labor educativa durante este año la realicé muy responsablemente, con mucho
amor, ya que me encontraba trabajando en la escuela que me enseñó a leer y escribir.
Compartiendo con mis maestras de antaño y ahora como mis compañeras de trabajo. Al
finalizar el año, el director me llama a la dirección para entregarme mi calificación del
curso lectivo, él me dice “-...antes de entregarle la nota, quiero pedirle perdón por lo
grosero que fui al inicio del curso lectivo, pero entiéndame era por defender el puesto de
mi hermana, la felicito es usted una excelente maestra y le aseguro que si usted trabaja
siempre como lo ha hecho este año, nunca tendrá diferencias importantes con los
directores...”- y así fue.
En esta escuela trabajé 28 años en los cuales tuve la dicha de impartir lecciones
en todos los grados es decir de primero a sexto, pero me especialicé en dar primer grado.
Junto con una compañera inicié el trabajo del aula de cómputo en la institución,
proyecté el trabajo escolar a las actividades comunales, siempre existió un cariño
recíproco entre padres de familia, personal docente-administrativo y personas de la
comunidad.
En 1998 gané el premio Mauro Fernández a nivel de la provincia de Heredia
(Premio Nacional de Educación). Fui agasajada por varias instituciones como: la
Municipalidad de Barva, por la parroquia del pueblo, por la escuela y la comunidad en
general, a raíz de este premio.
Además mi labor durante estos 28 años en esta escuela, fue muy apreciada por
todos los que me conocieron.
Me pensiono en enero de 2001, trabajando por 30 años pero administrativamente
salí pensionada con 32 años y medio. En el primer año de pensionada tuve que acudir al
Psiquiatra, porque sufrí una gran depresión al tener que desligarme de la labor educativa.
En este momento tengo 7 años de pensionada, sin embargo no me desligo de la
escuela, ayudo a la institución en las actividades educativas de mis nietos y nietas y
algunas veces sueño que estoy dando clases. Actualmente me dedico de lleno al trabajo
social, en la atención integral de adultos mayores, lo cual me llena de satisfacción, de
alegría y nuevas experiencias.
Descripción de la Escuela Rural.
Es una escuela que carece muchas veces de lo básico, a veces dando clases
debajo de un árbol, en un salón comunal o en otro lugar no apropiado careciendo de los
servicios básicos. Sin embargo muchos alumnos y maestros sobresalen venciendo estas
adversidades.
Reflexiones sobre la Educación en general.
Actualmente la mayoría de maestros están más por un salario que por una
vocación. Algunos se dedican exclusivamente a sus labores curriculares obviando
aquellas que se salen del currículo como: visitar a los alumnos y atender sus actividades
sociales y carencias emocionales.
Definición de Educación Rural.
Durante mi labor en la Educación Rural, yo carecía de experiencia, pero tenía
muchas ganas de superarme día a día y de hacer lo mejor dentro de todas las
limitaciones físicas, educativas y sociales entre otras, que estaban a mi alrededor.
Aportes.
Aporta un modelo de superación a pesar de las carencias y adversidades. Aporta
un modelo de padre de familia que está más atento a colaborar con las necesidades de la
escuela por ejemplo: chapear, pintar. Está en más contacto con el personal docente y se
siente orgulloso de que la institución sea un ejemplo para la comunidad.
VIRGINIA MARÍA RAMÍREZ VILLALOBOS
Entrevista realizada por: Noemy González Salazar.
Narración de: Virginia María Ramírez Villalobos.
Nací un 4 de Junio de 1949, en el centro de Santo Domingo de Heredia. Mi
infancia transcurrió feliz con un padre exigente, que se preocupó mucho por nosotros,
tuvimos correcciones, pero nada fuera de lo normal. Crecí en una familia humilde, pero en
la cual realmente me sentí amada y comprendida, donde era la mayor de 5 hermanos, por
lo que las condiciones para mí no fueron fáciles.
En lo referente a mis estudios puedo decir que no fui al Kínder, entré de una vez a
primer grado y toda la Primaria la realicé en la Escuela Benito Sáenz y Reyes (Santo
Domingo, centro), la cual actualmente recibe el nombre de Escuela Félix Arcadio. La
Secundaria la hice en el Colegio Santa María de Guadalupe, este colegio fue manejado
por el Padre Delio Arguedas (cura de Santo Domingo), por las Monjas de la Congregación
Misioneras Clarisas y un grupo de profesores pagados por el gobierno y escogidos por la
Junta de Educación, para esa época era semiformal y vocacional. En la parte vocacional
se podía escoger entre corte y confección y secretariado/mecanografía/Taquigrafía.
Una de las anécdotas que tengo del colegio, por los años 1967 o 1968, es la
siguiente: cuando cursaba el cuarto año escogí el curso de corte y confección, yo soy
izquierda, pero mi papá como no fui al Kínder me enseñó a escribir bien y me obligaba a
tomar el lápiz con la derecha (siendo zurda), por lo que sólo escribo con la derecha, todo
lo demás lo hago con la izquierda. Entonces en el curso de corte-confección yo tomaba
las tijeras con la izquierda y la monja decía que si escribía con la derecha las tijeras las
debía tomar con la derecha, esto me trajo problemas ya que la monja se enojaba y yo no
podía hacer lo que me pedía. Por lo que no al curso y entonces no saqué el título
vocacional.
Es por esta razón que puedo decir que todo lo que sé, de corte y confección, lo
aprendí en Primaria en clases de costura. Ya que cada grado tenía un proyecto de
costura. Mi mamá a pesar de las limitaciones, se encargaba de sacar de los sacos,
limpiones, en los que hacía lo proyectos, por ejemplo en primer grado había que sacar
hebras y en sexto el proyecto era hacer un juego de recién nacido completo, como esos
que les usan a los niños para sacarlos del hospital. Ahora afino los conocimientos de
costura y hago muchas manualidades. Actualmente me encuentro en el IPEC (Instituto
Profesional de Educación Comunitaria), llevando cursos de costura.
Los estudios universitarios los realicé en la Escuela Normal de Costa Rica, allí
estuve dos años, salí graduada como Maestra en 1968 y 1969.
Luego empecé a laborar, la primera zona en la que estuve fue Limón,
específicamente en La Rita y Roxana de Guápiles allí pase los años 1970 y 1971. Luego
fui trasladada por excepción (por influencias políticas) a la escuela Benito Sáenz en Santo
Domingo centro, a la misma escuela que me dio la formación Primaria.
Después de un tiempo decidí que quería estudiar algo diferente, que yo no quería
pasar toda mi vida en la escuela dando clase. Ingresé a la Universidad de Costa Rica a
estudiar Trabajo Social, la cual cursé hasta el cuarto año, ya que las materias
incrementaron su dificultad y yo no disponía de tiempo, además mis compañeros me
decían que si yo tenía trabajo fijo en Educación me quedaba mejor especializarme en esa
carrera que sacar una nueva, por lo que me pasé a la Facultad de Educación, en esta
obtuve el título de Bachillerato en Ciencias de la Educación. Esto me ayudó a mejorar mi
sueldo y mi categoría.
Mi trabajo en la zona rural, aunque fue de dos años aún lo recuerdo con cariño
como una experiencia que me ayudó a crecer. De ella puedo rescatar, la comunidad rural,
que se caracterizaba por abrigar una población humilde, con confianza absolutamente en
el maestro, actitud que invitaba al docente a hacer y dar lo mejor de sí. En estos lugares
los padres parecen estar ausentes, pero esto se debe a la eterna confianza que depositan
en quien tiene a cargo sus hijos. Por mi parte existían buenas relaciones y una
identificación con la comunidad. Estas buenas relaciones se veían reflejadas en la
colaboración y la presencia de los mismos, padres, para realizar alguna actividad, turno o
festejo, también tenían muestras de cariño, con la maestra como por ejemplo cada mes
que salía venía repleta de regalos (pollos, yucas etc.)
Para salir viajaba en tren. Todavía recuerdo la primera vez que viajé a esa zona;
tomé el ferrocarril al Atlántico hasta Guápiles, luego hice trasbordo en las Juntas, allí me
recogió un señor, que era el dueño de la casa donde iba a vivir, de apellido Carballo
mandador de una finca bananera. Después del trasbordo duramos 1 hora en carro por
calle de piedra, del Centro de Guápiles a Roxana. Debo aclarar que esta travesía no la
hice sola, fue mi padre quién me acompañó la primera vez, él fue a dejarme a la casa del
señor Carballo (conocido en el pueblo Dominguejo), allí permaneció 8 días.
La razón por la que me hice maestra fue la necesidad, ya que era pobre y tenía
que ganar dinero para ayudar a papá (era la mayor de los hermanos). Mis años laborales
empezaron en la Rita, a este lugar tuve que viajar porque yo vivía en Roxana. Recuerdo
agarrar un pedazo de casadora, que pasaba a las 6:00 a.m., si acaso pasaba, de lo
contrario caminaba una hora por barro y en el invierno centrada en los trillos para que no
me fuera a caer o llevar la corriente.
Tengo muy claro que el director de la Rita era de San Pablo, pero el tenía grupo a
cargo, yo impartía primero y segundo grado trabajaba hasta las 3:30 p.m., mientras que él
director de Roxana no tenía grupo a cargo, en Roxana estuve 2 años. En la escuela de
Roxana tenía un niño llamado Victorino, recuerdo que a este niño en algunas ocasiones lo
traje a mi casa, con permiso de la madre, para que conociera Heredia. Victorino amaba
venir a Santo Domingo, ya que mis hermanos lo llevaban a jugar bola, le compraban
cosas, le regalaban ropa e iba a todas partes con ellos. Recuerdo que las primeras veces
que vino a Heredia era muy tímido, a veces se orinaba en la cama de miedo, por dormir
solo en casa ajena, por esta razón tuve que dormir con él, aunque amaneciera orinada.
Después de varias visitas de Victorino, aprendí a forrar el colchón con plástico, para
resolver un poco el problema de amanecer orinada. Por estas experiencias y porque
luego me pedía que lo trajera a Heredia, lo recuerdo mucho y le tengo cariño.
Una vez llegando a la Escuela La Rita, había una culebra en el portón, yo no podía
entrar porque les tenía pavor, entonces le dije a los estudiantes que si no quitaban ese
animal de allí no iba a dar clase, ellos dijeron que la culebra no hacía nada que era una
lora y la quitaron, luego continuamos hacía la escuela, recuerdo al director muerto de la
risa.
Con cariño recuerdo que en la escuela La Rita, nosotras las maestras y maestros
les llevábamos a los estudiantes yoyos, trompos, bolinchas, yacses y cromos. Además del
material didáctico, que el docente llevaba de donde vivía, entre los materiales están
cartulinas, lápices de color, libros de cuentos, papel periódico blanco y marcadores.
Después de esas experiencias me hicieron un traslado por excepción, a través de
un Diputado, ya que mi padre y mi madre me querían tener trabajando cerca.
En cuanto a los problemas de la comunidad, en su mayoría eran de índole social
pero no tan marcados, en los cuales no me involucraba mucho, quizás solo aconsejaba.
Los recuerdos que vienen a mi mente de esta zona son las clases que les daba a
los peones de las empacadoras de banano. A mí me gustaba mucho ver las empacadoras
funcionando. Además recuerdo que en la casa no había luz eléctrica, por lo que nos
abastecíamos con una planta ubicada en el potrero. Otra de las cosas que más me
gustaban de la zona era la valoración tan grande que se hacía del docente, también los
paseos al río y la posibilidad de enseñar con la materia natural y con el material concreto.
Por esto puedo decir que la Escuela Rural modela al docente y lo prepara para
diferentes tareas. Además le da seguridad. Escuelas humildes en su estructura y en sus
materiales, donde hay una relación fraterna entre los docentes y directores más humanos.
Los estudiantes son: respetuosos, humanos y más sumisos al docente. Por otra parte
existe un acercamiento directo con la comunidad y una identificación plena entre los
alumnos y el maestro.
Reflexiones sobre la Educación en general.
En estos tiempos se hacen revisiones de la tareas a medias o no se revisan por
parte del docente, hay mucho desprestigio para con los docentes (comentarios de los
padres en frente de los hijos) entre los mismos colegas. Se centraliza el aprendizaje en el
uso de solo un libro.
La Educación Rural:
Es una Educación con limitaciones económicas pero los habitantes de estas
zonas, tienen mucha perseverancia. Además existe la presencia de los padres y una
buena percepción de la educación. Colaboración de la comunidad para con la escuela,
personas con aptitudes que se convierten en líderes comunales.
Como una recomendación digo lo siguiente: todo líder del Ministerio, desde el
Ministro hasta los supervisores, deben ser maestros rurales primero, para luego poder
dar órdenes a sus subalternos con respecto a la práctica pedagógica de estas zonas.
MARÌA DEL CARMEN BOLAÑOS SÁNCHEZ
Nací en el año 1946, en San Juan de Santa Bárbara, en el seno de una familia
muy numerosa y también muy pobre, hasta la pequeña casa en donde vivíamos era
prestada.
Los primeros años de vida, los viví en San Juan, no en la misma casa, ya que para
entonces mis hermanos mayores trabajaban y ayudaban a sostener los gastos de la casa,
claro que de esta época de mi vida no recuerdo mucho, porque estaba muy pequeña. De
San Juan nos fuimos a vivir a San Pedro de Barva, en donde mi papá pudo por fin
comprar una propiedad con una humilde casa que aunque pequeña era propia, esa casita
si la recuerdo muy bien, me parece verla, una casa pintada de blanco y azul de techo de
tejas, con un lindo y colorido jardín, el que mi madre muy afanosa cuidaba con esmero,
era el orgullo de mi madre.
Mi papá algo de comerciante tenía y le gustaba comprar y cuidar animales que
luego vendía. Después se le presentó un negocio y vendió la casa y nos vinimos a vivir a
Santa Bárbara ya para entonces yo tenía seis años de edad y contaba los días para iniciar
mi Educación en la escuela, porque en ese tiempo la edad para iniciar la Primaria era de
siete años.
De mi casa a la escuela caminaba trescientos metros, no había carretera, las
calles eran de tierra que, en invierno se convertían en enormes charcos en los que felices
chapoteábamos con los pies descalzos, todo esto nos hacía sentir que la escuela nos
quedaba muy lejos.
Recuerdo perfectamente mis años en la escuela Juan Mora Fernández, a los
docentes que tuve en mis seis años de escuela, los recuerdo con mucho cariño, fueron
mis formadores de quienes aprendí tanto.
La Secundaria la realicé en el Liceo de Heredia, del que tengo mis bellos
recuerdos de estudiante, con orgullo vestíamos el uniforme de esa época, con aquel
cuello de marinero, puños azul sobre las mangas largas de la blusa y el pañuelo de seda
azul, bajo el cuello, que se lucía al frente al hacer pasar sus puntas, por la gasa que tenía
la blusa ¡Cómo olvidar ese atuendo!
Después de hacerme Bachiller en el año 1964 me matriculé en la Escuela Normal
de Costa Rica Omar Dengo. Recuerdo con enorme cariño la insignia que lucíamos en la
bolsa de la blusa blanca y era como un pequeño banderín azul con una estrella blanca y
con las palabras “Escuela Normal de Coata Rica Omar Dengo” Gratísimos recuerdos de
mi queridísima Escuela Normal, lo que me ganó el derecho de ser una educadora
graduada de la Escuela Normal en el año 1966.
¿Por qué me hice maestra?
Creo que me hice maestra porque quise muchísimo a mis maestros y fue lo que
viví día a día en mis seis años de escuela y recuerdo que por las tardes, después de
clases, nos gustaba jugar de escuelita. Mi formación de maestra, antes lo comenté, a
mucho orgullo fue en la Escuela Normal de Costa Rica, con excelentes profesionales, que
me enseñaron sobre la práctica educativa, el material didáctico y el planeamiento
didáctico.
¿Dónde he trabajado como maestra rural?
En el año 1967 solo trabajé los dos últimos meses del curso lectivo, en la Puebla
de Heredia, porque no era fácil conseguir un nombramiento cerca. Y en el año 1968
decidí ir a trabajar aunque fuera lejos de mi hogar. Tuve que decidir entre una terna de
lugares: Murcia (Turrialba), Lepanto (Puntarenas) y las Pilas (San Carlos). Decidí y fui
nombrada en Murcia de Turrialba, en una escuelita que era una vieja casa de madera en
pésimas condiciones, rodeada de laderas con un pequeñísimo patio y en frente pasaba la
vía férrea, pero a muy pocos metros, en realidad todo ofrecía un gran peligro. Recuerdo
que mi hermano me fue a dejar en moto (una vespa) pasamos por laderas y barreales.
Tuvimos que pasar por Tucurrique para poder llegar a Murcia, pero antes nos tuvimos que
bajar para limpiar la moto y las tuercas por el barreal. Después nos encontramos a un
señor con un chapulín, quien ofreció irnos a dejar. Al llegar allá, mientras conocía, me
quedé a vivir por una semana con la compañera de la escuela, ya que éramos solo dos.
Posteriormente busqué alojamiento en casa de una señora que me facilitaba alimentación
y un cuarto para dormir. En ese lugar trabajé del año 1968 al 1972.
Recuerdo que en el techo de la escuela había muchos murciélagos, por lo que
todos los días había que barrer las defecaciones de los animales. Además la escuela
estaba montada en pilas por las inundaciones. Cada 15 días, venía a mi casa, llegaba
sábado y me iba domingo. El horario de la escuela era de 7:00 a.m. a 11:00 a.m. y 12:00
m.d. a 3:30 p.m. en las diferentes jornadas con diferentes grupos.
En 1972 llegué a Barrio Jesús, donde trabajaba con un horario totalmente
diferente de 7:00 a.m. a 11:40 a.m. y de 11:30 a.m. a 4:00 p.m. y tenía a cargo el aula de
recuperación. Cuando trabajé en esta escuela tenía conocimiento de muchas cosas, que
aprendí en zona rural, tales como: formación de Patronato Escolar, preparación de actos
cívicos, hacer y cuidar una huerta y en ocasiones me pedían ayuda para resolver alguna
situación administrativa por mi experiencia como directora. Allí trabajé hasta 1990.
Personajes interesantes que conocí: recuerdo a la humildad hecha persona; un
pequeñito hombrecillo huérfano, que vivía solito, en una humilde casita, tan humilde como
él. Me imagino que su nombre era José Calvo, pero solo lo conocí por Pepito Calvo. En su
boca solo había un gran colmillo, pero siempre andaba sonriendo con gran franqueza y
era un señor muy servicial.
Conocí otro señor, que también vivía solo, muy trabajador y al que se encontraba
todo el tiempo hablando solo. Miguelito Bonilla ese era su nombre. Por supuesto que no
faltaban los borrachitos de quienes todos los vecinos hacían mofa en la única pulpería
que había en ese lugar, en el que la cantina no podía faltar.
La relación escuela-comunidad era muy estrecha, porque la comunidad en esos
lugares y en esa época veían la escuela como de su propia pertenencia. El maestro debía
ser un verdadero testimonio para la comunidad porque todas las miradas estaban puestas
en los maestros.
Problemas importantes.
El principal problema fue la construcción de la escuela. Esto si que fue una
verdadera lucha durante los cinco años que trabajé en ese lugar, buscando ayuda por
todos los medios, tocando puertas, rogándole a los diputados de Turrialba, con cartas y
visitas al MOPT y hasta una visita con personas de la comunidad al Presidente de la
República en ese entonces Don Luís Alberto Monge. Pero después de muchas peripecias,
se logró la construcción de la escuela con un par de aulas grandes, con amplios
ventanales, la que no tuve la oportunidad de estrenar, porque en ese año me trasladé a
trabajar en un distrito de mi querida Santa Bárbara.
Es importante aclarar que la escuela funcionó como unidocente mucho tiempo,
luego paso a ser Dirección 2, se le hizo un agregado de un galerón y la cocina y luego se
construyó la nueva escuela.
Alumnos inolvidables.
Los niños muy humildes de pies descalzos y de escasísimos recursos económicos.
Pero a pesar de todo, sus ropitas muy limpiecitas y entre ellos algunos que destacaban
por sus logros y también otros a los que había que ayudar más en el proceso de
enseñanza-aprendizaje. Actualmente recibo saludos procedentes de Canadá de un
muchacho que estudió y se hizo Ingeniero y reside allá en el norte en donde tiene una
empresa constructora.
Otros de los estudiantes se han dedicado al comercio y tienen su propio negocio.
Chascos.
No pueden faltar, recuerdo que en un segundo grado cuando estudiamos en
Ciencias sobre los animalitos que nacían de la mamá, por ejemplo, los terneritos que se
desarrollan dentro de su mamá, la vaca y, de ella nacen. Me sucedió que dos hermanitos
al día siguiente me dijeron que la mamá les dijo que la maestra les había dicho una
mentira, porque la vaca escarbaba en la tierra, hasta que salía el ternerito de la tierra, los
compañeritos se reían de lo que los niños decían y les decían que fueran a escarbar ellos
para sacar terneritos.
Logros.
Muchos porque el progreso de los niños era fruto del proceso educativo.
Frustraciones.
No contar con materiales que facilitaran la enseñanza.
Recuerdos perdurables de la Escuela Rural.
En los años en que laboré en Escuela Rural todo era muy diferente a lo que
vivimos en la actualidad. Llegar cada mañana recorriendo la línea del tren acompañada
por los chiquillos y chiquillas cada mañana es un recuerdo perdurable, hoy ni siquiera esa
vía está en uso. El cocinar y darles queso y leche, porque en la escuela éramos de todo
desde conserjes, enfermeras, consejeras y maestras etc.
Aprendizajes obtenidos.
El cariño que se alcanza por los niños, el gusto con que se lucha porque los
educandos avancen en su aprendizaje sin dejar de lado la formación espiritual.
Para mí fue importante ofrecer ayuda en todo momento, sobre todo a los niños que
tenían dificultades su aprendizaje. Aprendí a mirar más que con los ojos, con el corazón,
para apreciar la realidad que viven muchos niños y cómo los golpea la vida en su diario
vivir.
Otro de mis aprendizajes fue dirigir el área administrativa de la escuela, ya que
como ocho días después de estar en Murcia, llegó el supervisor y me comentó que debía
tomar la dirección y tener un grupo a cargo. Esto implicaba entregar mensualmente
informes, todo lo del Patronato Escolar y los documentos correspondiente al comienzo y
final de año. El supervisor me ayudó a capacitarme con lo del patronato y lo demás lo
aprendí en reuniones. A través de la experiencia puedo decir que la parte administrativa,
en ocasiones entorpece la labor educativa, por las reuniones que no permitían dar las
clases.
Descripción de la Escuela Rural.
La Escuela Rural en la que trabajé estaba a orillas de la vía férrea al Atlántico y
quizás por eso, era una construcción similar a las que vemos en las cintas de cine
americano, por citar un ejemplo “La casa de la pradera” solo que ya era muy antigua y con
gran deterioro.
La labor educativa la realizábamos dos docentes y el tiempo que trabajé en ese
lugar, además de los grupos que atendía, llevaba también la dirección de la escuela. Con
mi compañera realicé una labor muy paralela porque ella también era graduada de la
Escuela Normal de Costa Rica.
Reflexiones como educadora rural.
En la actualidad a pesar de que se cuenta con más medios para desarrollar el
proceso de la enseñanza, se ha perdido el carisma y la formación de los educadores se
ha venido abajo pareciera que más interesa lo que se devenga mensualmente, que
esforzarse por trabajar con abnegación. Son muy pocos los educadores, que si se
esfuerzan por la formación de sus alumnos.
¿Cómo define la Educación Rural?
Actualmente las cosas han cambiado a tal punto que lo único diferente es que se
trabaja en el campo, porque los problemas que se viven en la ciudad han llegado a la
zona rural.
Aportes de la Educación Rural a la Educación Costarricense.
Talvez el sentir campesino y las raíces que no deberían perderse por nada de la
vida.
ELBA MURILLO GUTIÉRREZ
Nací el 24 de abril de 1954, en Santa Bárbara de Heredia. Primogénita del
matrimonio formado por Humberto Murillo Ramos (qdDg) y Angélica Gutiérrez Vargas;
quienes posteriormente procrearon cinco hijos más. Mi padre era Jornalero y mi madre
Ama de casa.
Mi infancia la viví Santa Bárbara y Rosales de Desamparados de Alajuela, hasta
los siete años, cuando mis padres tuvieron que trasladarse a San Miguel de Sarapiquí a
cuidar una finca.
Ingresé a la Escuela Juan Mora Fernández en Santa Bárbara pero a medio año
me tuve que trasladar a la escuela Luís Demetrio Tinoco de San Miguel. En este lugar mi
infancia fue muy pobre pero feliz y tranquila, rodeada de animales y naturaleza,
ayudando tanto a mi mamá en los oficios de la casa como a mi papá en la finca, cogía
café, arriaba ganado, iba a dejar almuerzo a mi papá, etc.
Mi tío tenía un caballo que era tuerto, yo lo llevaba y recogía del potrero e iba a
hacer mandados en él. En ocasiones en compañía de uno o dos de mis hermanos íbamos
donde mi abuelo e incluso a la escuela en dicho caballo. Varias veces me tiró al suelo
pero nunca sufrí daño.
Recuerdo cuánto disfrutábamos en las noches de verano jugando en el patio
especialmente persiguiendo las luciérnagas y contemplando las estrellas.
Después de tres años regresamos a vivir a Rosales de Desamparados de Alajuela
y viajábamos a la escuela de San Pedro de Santa Bárbara. El recorrido lo hacíamos a pie,
íbamos descalzos, con los cuadernos en una bolsa plástica, bajo el sol ardiente en el
verano y la lluvia en el invierno, pero éramos felices porque el recorrido lo hacíamos con
otros primos y disfrutábamos jugando o recogiendo frutas en el camino.
En las tardes, después de la escuela, jugábamos en los potreros, íbamos a buscar
frutas, brincábamos mecate, pero lo que más disfrutaba era bañarnos en el río Rosales;
sus aguas limpias y cristalinas eran una delicia.
En vacaciones íbamos a coger café y recuerdo que ansiosamente esperábamos el
día sábado en que mi mamá nos daba 75 céntimos para comprarnos un tarrito de leche
condensada, era el pago por toda la semana de trabajo. También íbamos a juntar café,
arrancar manquito o a envolver almácigo de café.
Cuando iba a ingresar a sexto grado mi abuela me llevó a vivir con ella a Santa
Bárbara, vivíamos en la casa en donde ella trabajaba como Empleada Doméstica. Al
concluir mis estudios primarios mi maestro le recomendó a mi abuela que me mandara al
colegio porque era muy capaz. Mi mamá no quería hacerlo por no tener los recursos
necesarios, sin embargo haciendo un gran sacrificio me matricularon en le Liceo
Regional de Flores, para lo cual debí vivir en casa de mi bisabuela un tiempo, luego en
casa de una vecina, para poder terminar mi sétimo año. Por todos los problemas que tuve
que pasar ese año, mi mamá decidió venirse para Santa Bárbara a alquilar casa con tal
de que yo viviera con ellos.
Gracias a mis buenas notas, siempre obtuve el primero o segundo promedio del
colegio, la orientadora me asignó una beca de 30 colones mensuales lo que me permitió
estudiar con menos problemas económicos.
Cuando terminé mi cuarto año, quedé embarazada de mi primera hija, por lo que
no pude ingresar a quinto debido a que en ese entonces no permitían estudiantes
embarazadas. Ese año me quedé en la casa haciendo los quehaceres y cuidando a mis
hermanos para que mi mamá fuera a trabajar. Al año siguiente cuando mi hija tenía 5
meses ingresé a trabajar a la Fábrica Lovable e iba al Colegio Nocturno Alfredo González
Flores donde obtuve mi Bachillerato.
Hice el examen de admisión de Universidad de Costa Rica y al obtener buena nota
logré ingresar, me dieron beca 11, es decir ayuda económica, libros, almuerzo y hasta
servicios médicos. Esta ayuda me permitió estudiar desahogadamente e inclusive me
permitía velar por mi hija, a quien mi mamá cuidaba mientras yo estudiaba.
Durante mi época de estudiante tuve la dicha de contar con muy buenos
profesores que dejaron recuerdos muy gratos, y como siempre me ha gustado mucho la
naturaleza quería estudiar Biología. Ya en la universidad me di cuenta que la biología no
tenía mucho campo de trabajo y como necesitaba salir rápido para trabajar y la carrera
más corta era el profesorado decidí llevarlo tanto en Ciencias como en Biología.
Durante mi formación conté con profesores muy destacados como Constantino
Láscarez, Hilda Chen Apuy, Jesús Ugalde, Carlos Paniagua y muchos otros que me
inculcaron gran amor y dedicación a la profesión. Considero que todos y cada uno de mis
profesores fueron formadores excepcionales que hicieron de mí una buena educadora.
En 1976 obtuve el profesorado en las dos materias y posteriormente saqué el
Bachillerato en Ciencias de la Educación.
Durante los dos años posteriores a mi graduación trabajé en el Colegio México en
forma interina. A principio de 1978 quedé embarazada de mi segunda hija y cuando tenía
4 meses de embarazo, el padre de mis hijas murió en un accidente. Al quedar sola con
dos hijas me vi obligada a concursar para obtener una plaza en propiedad. Así lo hice y
me la dieron en Santa Cruz de Guanacaste.
En febrero de 1979 viajé a ese lugar para conocer y buscar una casa donde vivir.
Aunque toda mi vida había vivido muy pobremente, al llegar a Santa Cruz y ver las casas
viejas que había, todo mi cuerpo se estremeció pensando que tendría que vivir en una de
ellas con mis hijas. Gracias a Dios logré conseguir una casa nueva, pequeña pero
cómoda, de una vez la alquilé y también encontré una señora Nicaragüense para que
cuidara a mis hijas.
El lugar era sumamente diferente a todo lo que yo había vivido y conocido hasta
ese momento, lo primero que llamó mi atención fue que todos, niños jóvenes, ancianos,
hombres y mujeres, viajaban en bicicleta y yo ni siquiera sabía andar en ella.
Al iniciarse el curso lectivo de 1979 comencé a trabajar en el Colegio Diurno
Clímaco A Pérez. De inmediato debí enfrentar varios problemas: En el mismo edificio
trabajaban tres instituciones: el diurno, el agropecuario y el nocturno, por lo que el horario
de trabajo del diurno se iniciaba a las 6:30 a.m. y era muy cansado por ser una sola
jornada principalmente por el calor que hacía en el lugar y al que me costó
acostumbrarme.
Otro problema fue de comunicación, como mis alumnos no pronunciaban la “s” les
hacía gracia escucharme y se distraían mucho.
Los estudiantes que llegaban a este centro viajaban de todo el cantón, inclusive de
los lugares más lejanos de la Costa. La condición económica de la mayoría era precaria,
viajaban en buses que pagaba el gobierno, salían desde la madrugada de la casa por lo
que su principal problema era la alimentación. El colegio tenía un pequeño comedor, en
donde algunos compraban su almuerzo, a otros se les daba gratis, pero muchos
aguantaban hambre hasta que volvían a sus casas.
Había una pequeña biblioteca que no abastecía todas las necesidades, no se
contaba con ningún tipo de laboratorio ni material científico, ni siquiera la posibilidad de
material escrito por lo que las lecciones tenían que ser expositivas en su mayoría. El
colegio contaba con un pequeño polígrafo utilizado exclusivamente para los exámenes.
Sin embargo uno de los mayores inconvenientes que tuve que enfrentar fue el dar
lecciones de Física. Si bien es cierto que mi profesorado era en Ciencias, no tenía
experiencia específica en este campo ya que mi especialidad fue en Biología, por lo que
ni siquiera conocía el programa, esto demandó mayor tiempo para prepararme y preparar
las lecciones. Por suerte esto fue solo un año ya que al siguiente hubo cambio de
programas y al dar Biología me sentía más satisfecha por ser más vivencial y me
acercaba más a los estudiantes.
En ese entonces al no haber bachillerato uno tenía más tiempo para aspectos
formativos y no solo dar conocimientos. Los jóvenes y la población en general tenían
muchas dudas y tabúes sobre todo en Educación Sexual por lo que parte de nuestro
trabajo era la adecuada formación en este aspecto. Recuerdo que el compañero de Artes
Industriales durante sus lecciones daba Educación sexual a los varones y muchos
consejos para enfrentar la vida.
En mis lecciones de Ciencias y Biología constantemente debí resolver problemas,
dudas, e inquietudes de mis estudiantes, recuerdo que unas vez en un recreo se me
acercó un alumno y me dijo que si podía hablar conmigo, a lo que accedí y entre congoja
y vergüenza me preguntó: -“¿una mujer puede quedar embarazada si ha tenido relaciones
sexuales con la menstruación?”-. Le aclaré la duda y al final me dijo que era que él había
tenido relaciones con su novia solo una vez y que estaba con la menstruación y después
le había dicho que estaba embarazada y quería obligarlo a casarse. Aunque este era un
tema privado debí hablar con el joven en un corredor ya que no había un lugar apropiado.
Como profesora de Biología di mucho énfasis a la Educación Ambiental formando
jóvenes que se preocuparan por los conflictos comunitarios, es así con en 1986
realizamos un estudio sobre el entorno ambiental de la Ciudad de Santa Cruz, y que fue
expuesto por los estudiantes en “El Primer Congreso Juvenil sobre le Problemática
Ambiental en Costa Rica”
Entre los problemas que ayudé a solucionar destaco dos: la alimentación de los
estudiantes y la banda del colegio. Para la alimentación se buscaban diferentes medios
para abastecer el comedor o se buscaba la posibilidad que los de regiones más alejadas
recibieran ayuda económica o alimentación en otros hogares, en varias ocasiones yo me
llevaba algunos a almorzar a mi casa.
Pero el proyecto en el que más me involucré fue el de la formación de una banda
para el colegio. Por muchos años el colegio no contó con ella, por lo que a mediados de
los años 80 formamos un comité para comprar instrumentos. Para recaudar fondos
realizábamos rifas, ventas de comidas pero especialmente organizamos festivales de la
canción, primero a nivel de colegio y luego a nivel interinstitucional. La organización de
estos festivales era agotadora pero nos dejaba buen dinero, además de que permitía dar
a conocer muchos talentos y ofrecer un acto cultural. Después de muchas actividades
logramos recaudar el dinero necesario para la compra de los instrumentos y
posteriormente abocarnos a la escogencia del profesor, los alumnos y después a los
ensayos, logrando una banda de gran prestigio.
Al igual que los estudiantes, en su mayoría la comunidad era de escasos recurso
por lo que su colaboración con el colegio era poco, pero el colegio siempre buscó
proyectarse a ella, con actividades deportivas y culturales. Algo muy notorio era el interés
de todos por la educación. A pesar de que era una zona rural y de los pocos recursos,
todos se sacrificaban por estudiar, el que no aprovechaba lo sacaban a trabajar y los
frutos fueron abundantes. La Educación era el puente que les permitía pasar a una
posición económica mejor.
En aquel tiempo no había universidades en la región por lo que si querían
continuar estudios universitarios deberían trasladarse a otras regiones, posibilidad que no
todos tenían, pero el bachillerato sí estaba alcance de todos.
A pesar de todos los sacrificios conozco de muy buenos profesionales en todos los
campos. Sería interminable citar los que han destacado, pero de los que más han
sobresalido están los del grupo “Los de la Bajura” quienes han recibido muchos
reconocimientos a nivel internacional, Dixie Mendoza, Periodista de la Nación, Alexander
Santamaría, Locutor de varias emisoras Nacionales, Luís Gdo Cascante que ahora es el
Cura Párroco de Santa Cruz, varios que son profesores, empleados judiciales,
funcionarios del 911, etc. Con la mayoría de ellos aún mantengo comunicación.
Viviendo en Santa Cruz me dio por escribir poemas como expresión de
sentimientos, actividad que aún realizo. He escrito más de 300 poemas destacándose los
ecológicos y de amor; 11 de ellos fueron publicados en una antología llamada: “De
mujeres, Antología poética”
Como recuerdos perdurables me quedan muchísimas experiencias con los
estudiantes, como la dedicatoria que me hicieron de las graduaciones de 1980 y 1990,
pero muy especialmente la convivencia con mis compañeros de trabajo, había dos
actividades muy importantes: El Día del Educador y el Corpus Cristi.
Cada jueves de Corpus Cristi todo el personal de colegio se levantaba temprano a
decorar las calles de la comunidad para la procesión que se realizaba. Finalizada esta
actividad todos nos íbamos para donde Don Julián Li, un miembro de la Junta que
siempre nos ofrecía un desayudo y la posibilidad de compartir con todos.
El Día del Educador era muy particular porque siempre se realizaba un viaje a
diferentes playas, pero el paseo era familiar, lo que permitía no sólo compartir con los
compañeros sino también con la familia. Todos los hijos se conocían y esperaban con
ansias este paseo. Estos viajes me permitieron conocer muchos lugares que de otra
forma no hubiera sido posible, al igual que para mis hijas. Eran actividades inolvidables.
Como experiencias negativas que difícilmente olvidaré tengo dos: la muerte de
Carlos Contreras, uno de los alumnos del grupo de 1980, quien recién graduado se fue a
montar toros y uno lo degolló con el cacho; y la otra cuando un Profesor de Matemática
hirió a uno de mis alumnos. Yo me encontraba trabajando con un grupo de sétimo año en
la observación de diferentes ecosistemas, el trabajo era en grupos y al finalizar debían
regresar al aula para revisar el informe. Me encontraba revisando el informe de algunos
que ya habían terminado cuando me dicen unos alumnos: -”profe, profe, llevan a Ronny
herido”-, yo corrí y al salir del aula apenas pude ver al compañero profesor que llevaba al
estudiante en brazos. Tuvieron que llevarlo al hospital donde permaneció varias semanas
grave. Al parecer profesor y alumno se encontraron e intercambiaron algunas palabras
que el primero consideró como ofensivas por lo que tomó al estudiante del cuello y lo
lanzó contra el suelo, pegando la cabeza en unas piedras. El profesor fue acusado ante el
Ministerio, por lo que hubo toda una investigación, yo fui llamada a declarar varias veces
teniendo que viajar hasta San José, pero al final de cuentas al profesor no le hicieron
nada, y gracias Dios el alumno se recuperó
Considero que el trabajar en una zona rural lo sensibiliza más a uno, lo hace más
humano, porque cada problema enfrentado y solucionado deja una enseñanza, pero
sobre todo el dejar familia, ambiente, amigos, etc, para enfrentarse a situaciones muy
diferentes permiten valorar más lo que se tiene y entregarse en busca del bien de los
demás.
El ser educador es una tarea ardua y sacrificada, pero al serlo en una zona rural,
especialmente hace 30 años, lo era mucho más.
Como antes mencioné, creo que la Educación Rural es el puente que permite a
las comunidades más desprotegidas, alcanzar un nivel de vida mejor. La Educaciónen
general pero sobre todo la rural ha permitido a personas muy humildes lograr una
profesión que lleva a toda una familia a un nivel de vida mejor.
La Educación Rural ha permitido un mayor desarrollo para el país, pero muy
especialmente para las mismas comunidades. Educación y desarrollo van unidos pero
considero que en las zonas rurales es donde más provecho se le ha sacado, aunque
muchos de los profesionales luego debieran migrar en busca de mejores fuentes de
trabajo.
La Educación Rural ha aportado a nuestra educación: educadores más sensibles y
humanos y gran cantidad de profesiones que valoran y aman su trabajo, destacándose
por su calidad humana. Lo que más nos cuesta es lo que más se valora y eso es lo que
sucede con los estudiantes de zonas rurales, que son los que más aprovechan la
educación.
Considero que el ser educador era más fácil en épocas pasada, porque los
estudiantes tenían más interés, realmente había respeto, los padres estaban atentos a lo
que hacían sus hijos y había menos distracciones, en cambio ahora todo eso se ha
perdido. En mi caso, nunca tuve ningún problema mientras trabajé en Santa Cruz ni en
los otros colegios, pero en los últimos dos años que trabajé en el Liceo Regional de
Flores, tuve todos los problemas que no había tenido en 30 años, especialmente por el
irrespeto de los alumnos y la alcahuetería de los padres.
Mientras no había bachillerato ni examen de noveno, la labor educativa y formativa
iban unidas, los educadores nos interesábamos realmente por los estudiantes y
compartíamos mucho más con ellos, al aparecer los exámenes los educadores nos vimos
obligados a cumplir con los contenidos y la mayoría se preocupaba tanto por la promoción
que se olvidaron de la formación, yo traté de cumplir con las dos y durante los 5 años que
tuve bachillerato logré promoción del 100 %.
Como parte de mis lecciones yo siempre tomaba tiempo para la formación de los
jóvenes, iniciaba el año con reflexiones y meditaciones y todos los días rezaba antes de
iniciar las clases, y lo mismo hacían la mayoría de mis compañeros, pero esto ya no se da
y considero que la falta de Dios, y de amor por los demás es lo que tiene al país con tanta
delincuencia. A los muchachos ya no se les manda a trabajar, se les da todo y no se le
exige nada, con el cuento de pobrecito, se les ha convertido en seres materialistas, para
quienes un ser humano no vale nada, la ambición es su principal sentimiento, el ser se ha
sustituido por el tener.
Los padres, por darles cosas materiales a sus hijos pasan trabajando, no están en
la casa, los hijos pasan en la calle, donde las amistades son los mejores educadores.
Este es un problema que solo se puede solucionar desde el seno de cada hogar, sin
embargo la Educación debe colaborar, pero la generación de los nuevos educadores, en
su mayoría no se preocupan por estos aspectos.
Con todos los medios informativos que hay en la actualidad ya el joven no
necesita ir a las aulas para saber, pero sí necesita compartir, necesita recibir afecto,
necesita la formación que ya no le dan sus padres y mientras no se le de un rumbo
diferente nuestra Educación va al fracaso.
¡LA TIERRA ESTÁ TRISTE!
¡La tierra está triste!...
Ha cesado su cantar,
por el verdor que no existe,
y las llamas que no puede apagar.
¡La tierra está triste!...
por los trinos que no puede escuchar,
por el odio que tu trajiste,
al, los pájaros matar.
¡La tierra está triste!...
porque tú no dejas de contaminar,
hasta sus entrañas heriste,
al, sus bosques talar.
¡La tierra está triste!...
no deja de llorar.
Su hijo predilecto, fuiste
y con ella vas a acabar.
¡La tierra está triste!...
y entre todos debemos ayudar,
arrancando el orgullo que existe
y más árboles sembrar.
¡La tierra está triste!...
Sus aguas debemos limpiar,
borrando el odio que persiste
y a todas las criaturas salvar.
HE VISTO A DIOS LLORAR
He visto a Dios llorar,
en lo más profundo de su corazón, herido;
porque con la vida va a acabar,
su hijo preferido.
He visto a Dios llorar,
porque el hombre se ha confundido.
Olvidándose de amar
solo dolor ha traído.
He visto a Dios llorar,
por el humano, que por ambición se ha convertido.
Queriendo el dinero acumular
ha realizado todo lo prohibido.
He visto a Dios llorar,
por el daño producido
al aire, al agua, al mar
y los minerales que ha extraído.
He visto a Dios llorar,
Porque, al bosque ha introducido,
las máquinas a arrasar
los árboles, que fuente de vida han sido.
He visto a Dios llorar,
por la tecnología que ha construido,
productos a contaminar
y los animales perdido.
He visto a Dios llorar,
por el hermano que ha caído
bajo el cañón que no puede acallar
y el dolor temido.
He visto a Dios llorar,
por cada niño que no ha nacido,
sin que la luz logre mirar
pues como objeto lo han destruido.
He visto a Dios llorar,
por las lágrimas que ha vertido,
cada madre sin cesar,
por su hijo, en las drogas consumido.
He visto a Dios llorar,
por cada anciano distraído,
que no se cansa de rogar,
por los hijos que le han dejado en el olvido.
He visto a Dios llorar,
Él que en la Cruz ha sufrido
por su pecado de amar,
a quien no lo ha merecido.
¡EL ÚLTIMO ÁRBOL!
A ritmo de sierra,
uno a uno van cayendo
los árboles que han brindado
aire, agua y alimento.
Uno a uno van cayendo
emitiendo un grito doloroso,
que estremece las entrañas,
las entrañas, de la tierra que los vio nacer.
Uno a uno van cayendo,
los pocos árboles que han dejado,
los inconscientes que han talado
y su sabia arrancado.
Uno a uno van cayendo,
aunque sea un pecado.
Por poco dinero han comprado,
la belleza de que habían disfrutado.
Uno a uno van cayendo,
como un botín ganado.
Olvidando el daño causado
y la vida que han borrado.
Uno a uno van cayendo,
hasta que todos hayan acabado,
y con ellos, el ser humano
enterrado...
TENGO...
La soledad por compañera
que me sigue por doquier.
Tengo el alma herida
brotando sangre sin querer.
Tengo el corazón desolado
de tanto querer.
Tengo una amargura,
que toda ilusión, hace perder.
Tengo un llanto incesante,
que una a una las lágrimas deja caer.
Tengo la sonrisa ausente
y por siempre de mi rostro va a desaparecer.
Tengo una tristeza interminable,
que desgarra todo mi ser.
Tengo un dolor que quema
y poco a poco me hace perecer.
Tengo su ausencia
ante el deseo de poderlo tener.
Tengo el desconsuelo
que me acompañará hasta que pueda volver.
EL AGUA…
Limpia y cristalina,
corre el agua sin parar,
reflejando la luz que ilumina,
el follaje al pasar.
Limpia y cristalina
la contemplo atravesar,
viniendo de la colina y
buscando el mar.
Limpia y cristalina
la tierra la quiere atrapar,
más, con su presencia fulmina
el calor que la quiere acabar.
Limpia y cristalina
ya no parece estar,
el inconciente la contamina,
pero entre todos al debemos limpiar.
Limpia y cristalina
al final debe llegar,
cuando su tarea culmina,
al hacer. La plantar germinar.
ELBA MONTERO PRENDAS
Con mucho cariño, les brindo mi autobiografía desde mi nacimiento hasta el día de
hoy. Gracias a Nuestro Señor Jesucristo.
Nací un 11 de diciembre de 1936 en mi hogar, cantón Barva, provincia Heredia
siendo Presidente de la República don León Cortés.
Mi infancia fue muy pobre; mi familia la conformaban mi papá, mi mamá y seis
hermanos; cuatro varones y dos mujeres. Mi padre trabajaba en el campo y mi mamá ama
de casa. Recuerdo que papá se colocó como Policía fue una época muy difícil, ya que la
Guerra Civil del año 48 estaba en pleno apogeo. A ellos los concentraban en un cuartel
que se llamaba Artillería, edificio que quedaba frente al Registro Civil de San José; no se
les permitía venir a la casa.
Yo acompañaba a mi madre a recoger cada ocho días un diario, que era como una
especie de lo que es una canasta básica hoy en día, todo este viaje lo realizábamos a pie
hasta San José.
La escuela me quedaba cerca y fui una excelente alumna durante los seis años,
tuve tres educadores, de ellos solo vive uno. Cuando cumplí doce años una señora vino a
mi casa para que yo fuera a trabajar al campo en una finca. En Heredia el Ministerio de
Educación abrió el Colegio Nocturno Alfredo González Flores. Yo había cumplido los
quince años y una vecina me dijo que yo era muy inteligente que fuera al colegio.
Trabajaba en el día y estudiaba en la noche. Saqué el Bachillerato y luego entré a la
Escuela Normal de Heredia, donde hoy es la Universidad Nacional. Allí estudié con una
beca de cincuenta colones por mes.
Me hice Maestra porque veía en ellas el amor hacía la niñez, facilidad de enseñar
y lo lindas como llegaban a la escuela. En el año 60 yo tenía mi título, en febrero de ese
año fui donde una vecina y le pedí prestado el periódico para leer. Recuerdo que era la
Tribuna Libre y cuál fue mi sorpresa cuando veo una nota de la Compañía Bananera de
Costa Rica de la zona sur (Golfito) donde solicitaban maestros recién graduados. Yo no
contaba con dinero suficiente, pedí prestado dos colones para ir a las oficinas de dicha
empresa. Ese mismo día me contrataron y me entregaron los pasajes de avión. El
aeropuerto era donde hoy es la Sabana en San José.
Primero trabajé en la escuela Finca Damas de Quepos, luego en Golfito en la
escuela Central Finca 18 de Palmar Sur, Coto 62, Finca 5 y Finca 13 de Palmar. En
Damas, las fincas cultivadas de palma africana del cual se extraía el aceite, en las otras
fincas plantaciones de banano, que exportaban al extranjero. El medio de transporte era
el tren y el barco.
A mis 24 años me casé en Golfito, cantón de la provincia de Puntarenas, en el
año 60. De mi matrimonio tuve dos hijas. En el año 74 renuncié a la compañía por la
muerte de mi esposo.
Ingresé a trabajar al Ministerio de Educación, este cambio fue muy difícil, ya que
era otro ambiente, clima, transporte, forma de trabajo y menos comodidades salariales.
Trabajé en San Joaquín de Flores de Heredia, Pavas de San José, San Bosco de
Santa Bárbara de Heredia y finalicé mis labores educativas en la Virgen de Sarapiquí,
Heredia. Esta escuela era muy humilde contaba solo con cuatro aulas, un amplio corredor
y mucho espacio para el juego. La infraestructura era de madera, carecía de electricidad,
no había cañería recuerdo que había un pozo de agua. Esta agua la utilizábamos para el
uso diario, como la limpieza y el consumo humano al igual que la comunidad; que obtenía
este recurso natural del río Sarapiquí. Por esta razón lleva este nombre el último cantón
de la provincia de Heredia.
La escuela y el pueblo eran muy humildes. Lo hermoso que había era la ayuda y
cordialidad tanto en el trabajo como en lo personal. En este distrito finalicé mis labores un
primero de marzo de 1981. Tengo 27 años de pensionada, pero para mí es uno de los
lugares más lindos.
En los demás puntos recibí mucho aprecio, cariño y comprensión. En cuanto a los
alumnos fue maravilloso, porque ellos ganaron sus años de estudio en forma consecutiva.
En cuanto a alumnos inolvidables recuerdo a un niño en La Virgen que actuó en
una dramatización haciendo el personaje del ratoncito Pérez; hoy es un muchacho
profesional el cual conserva el disfraz. Él cuenta que cada vez que lo ve, se acuerda de
mí. Uno de los éxitos del arte de la dramatización, aún así después de pensionada lo
continuo realizando en diferentes instituciones.
Un chasco que nunca olvido fue cuando fuimos a una reunión de directores a la
Escuela Central de Golfito, conversábamos en el corredor con el supervisor, antes de
iniciarla cuando llegó una compañera, nos saludó y nuestro jefe le preguntó que si ella
venía en representación de su escuela. Ella le contestó que sí. Él le dijo que por favor
fuera al baño, se quitara ese pañuelo de la cabeza y los rulos y que se peinara para entrar
al salón.
Entre los logros que obtuve fue el cariño, confianza, seguridad de mí misma hacía
los demás. En cuanto a frustraciones una vez pensionada decidí aprovechar mi tiempo
libre en llevar un curso en la Universidad Nacional de Heredia sobre la especialidad del
idioma Español, sin embargo no pude realizarlo ya que el funcionario que me iba a
brindar la ayuda necesaria para la admisión falleció. eso fue algo que quise hacer sin
embargo por los diferentes motivos no logré realizar.
Entre los recuerdos más preciados en mi profesión fueron innumerables, los
aprendizajes obtenidos como: relaciones humanas, dedicación a la comunidad, brindar
ayuda sin interés a cambio.
En cuanto a las reflexiones como Educadora Rural yo la defino con mucha
sencillez muy linda porque se adapta al ambiente de los padres de familia, que son
grandes cooperadores. Esa era la época en la que yo trabajé. En general ahora es
diferente por los avances tecnológicos que tiene la educación.
La Educación Rural aporta o puede aportar a la Educación Costarricense porque
aprovechan todos los recursos geográficos, turísticos, terrestres, acuáticos, información
periodística y televisiva.
JEANNETTE DÍAZ MEJÍAS
CLAROS Y OSCUROS EN LA VIDA DEL MAESTRO DE ESCUELA RURAL.
Nací el 23 de febrero de 1945, mi núcleo familiar estuvo formado por siete
miembros cinco hermanas, un hermano y mis padres, vivo en Bara de Heredia.
Puedo decir que mi niñez fue muy agradable, porque aunque el ingreso familiar
era poco, tenía una mamá que estaba en casa para darme los frijolitos con agua dulce
que tanto me gustaban y esto mantenía el calor de hogar.
A mis seis años ingresé al Kínder de la Escuela Pedro Murillo Pérez, continuando
mis estudios en este mismo centro educativo, hasta obtener el diploma a mis doce años.
Debido a los bajos ingresos del hogar, opté por realizar la Secundaria en el Liceo
Nocturno, Licenciado Alfredo González Flores de la provincia de Heredia, aquí obtuve mi
Bachillerato en Ciencias y Letras; en el transcurrir de este tiempo, mi papá adquirió una
casita con el Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU), pero su salario no le
alcanzaba para hacerle frente a la situación, esto me hizo decidirme a solicitar una plaza
en la zona rural y poder así continuar estudiando; realicé las gestiones y me enviaron a
una escuelita en San Luís de Jiménez de Pococí, lugar situado a tres horas del principal
centro de población. Enfrenté un reto, tres grupos primer grado, segundo grado y sexto
grado, además la dirección.
Para una joven de solo 17 años, esto era una gran responsabilidad, con solo el
hecho de estar lejos del hogar con un trabajo tan dedicado y sin experiencia, pero me
esforcé al máximo.
En esta odisea me acompañaba una muchacha de San Rafael de Heredia, para
ella también era su primer año de labor en educación, ambas vivíamos en una pequeña
casa al lado de la escuela; el vecino más cercano quedaba a unos 800 metros,
atravesando un potrero, era difícil la situación porque teníamos que bañarnos en una
quebrada, traer el agua para cocinar los alimentos y demás cosas como aseo de la casa
etc.
Trabajando con las uñas, con las inclemencias del tiempo, la angosta calle; eran
charcos por la cual era difícil transitar. Tenía talvez unos ocho meses de laborar así pero
me di a la tarea de investigar bien a los padres de familia y formé una buena Junta de
Educación. Esto me ayudo muchísimo, realizamos un turno, lo primero que les solicité fue
la construcción de un pozo, con el Ministerio de Salud adquirí una bomba; bueno ya
teníamos agua limpia, los niños no tenían que tomar agua del riachuelo, Íbamos
mejorando. Trabajé por dos años en este lugar, en el cual obtuve tantas experiencias con
excelentes alumnos y padres de familia deseosos siempre de colaborar.
Puedo decir que el docente rural se da por completo en la comunidad, porque a
cualquier hora lo llegan a buscar, no olvido la vez que llegó una mamá angustiada, porque
una niña se estaba ahogando en parásitos, me preguntaba ¿Qué le podía dar?
Dios mío, aquí me estaba convirtiendo en médico, bueno, tenía que darle una respuesta,
recordé lo que me decían mis papás, cuando se suben las lombrices, hay que darles ajos
majados con un poquito de agua con dulce, la medicina fue efectiva y la mamá muy
agradecida con la maestra. Como pueden darse cuenta en estos lugares no sólo se es
educador, sino parte de un todo.
Pero hoy le doy gracias al Creador, por permitirme todas estas vivencias que me
fortalecieron personal y profesionalmente, ahora digo que una vida sin luchas es como
una fruta sin sabor o como dijo Winston Churchill “PORQUE EL PRECIO DE LA
GRANDEZA, ES LA RESPONSABILIDAD”.
ADYS MORA RODRÍGUEZ
Nací en Pérez Zeledón. Durante mi infancia estudié en la Escuela San Antonio y
asistí a la Secundaria en el Colegio Nocturno de Ciudad Neilly.
Los estudios universitarios los realicé en la Universidad San Isidro Labrador y en la
Universidad Latina de Costa Rica. Decidí ser Maestra porque me gusta la profesión,
compartir lo que sé (conocimiento) con los niños del país y además para lograr una
estabilidad laboral. Me gradué como docente en la Universidad Latina donde obtuve el
Bachillerato y en la Universidad San Isidro Labrador la Licenciatura. Además hice cursos
de Computación e Inglés.
Actualmente tengo once años de servicio al Ministerio de Educación Publica, este
año estoy laborando en la Escuela Campo tres, cuyo código es 2985, con una categoría
de PT6 y en el puesto de Profesora de Educación General Básica 1.
Anteriormente laboré en los siguientes lugares: la Esperanza de Río Claro, Álvaro
París en Golfito, Kilómetro Uno en Golfito, Leonor Chinchilla en Palmar Norte, Garnier
Ugalde en Palmar Norte, La Mariposa en Paso Canoas, Quebrada Bonita en Changuena
de Buenos Aires, Lic. Alberto Echandi Montero en Ciudad Neilly, Campo Tres en Agua
Buena y Coto 54.
Una de mis anécdotas como docente es la siguiente: la experiencia más grande
fueron los tres años que pasé en la escuela Changuena de Buenos Aires (Quebrada
Bonita), ya que me quedaba en la casa que había para los maestros y en los dos primeros
años no había luz eléctrica y fue bastante difícil para mí. En cuanto a la comunidad la
recuerdo mucho ya que me acogieron como un miembro más de su familia. Se compartía
mucho con los padres y con los estudiantes.
Actualmente tengo treinta y nueve años y mi número de cédula es uno setecientos
treinta y tres cero ochenta y cinco.
AMALIA ÁLVAREZ ARGUEDAS
HISTORIA DE UNA MAESTRA RURAL
¡Gracias a Dios y a María Santísima que me permitieron ser maestra!
Mi nombre es Amalia y soy de Barva de Heredia, hija de Luís Álvarez y Juanita
Arguedas, fui la número ocho de once hermanos, seis mujeres y cinco hombres, me crié
en medio de cuatro varones, dos mayores y dos menores, señalo esto porque influye
mucho en las actividades y juegos de mi niñez.
En el año 1946 Dios me da el don de la vida. Con unos padres pobres y humildes,
pero ricos en honradez y principios religiosos, éticos y morales.
Mi madre cursó hasta tercer grado y mi padre el segundo grado, ella como era
costumbre en esa época era Señora del Hogar y mi padre un Jornalero que en esa época
se desempeñaba en el tajo del lugar, detrás de la escuela, donde precisamente queda
hoy el colegio.
Después de su trabajo, todas las tardes iba al templo a dar gracias a Dios, por las
noches y ensayar su música ya que era miembro de la banda municipal. Parte de mi
niñez la pasé en la casa donde vivió Don Cleto González Víquez el Expresidentes, pues
mi papá cuidaba esa propiedad.
De primero a quinto grado lo cursé en la Escuela Pedro Murillo y el sexto grado lo
saqué en la Escuela Cleto González Víquez donde estaba como Subdirectora mi maestra
de primero. Cursé hasta tercer año en el Liceo de Heredia y como mi padre enfermó me
trasladaron al Nocturno Alfredo González Flores, donde saqué mi Bachillerato en el año
1963.
Ingresé a la Escuela Normal, ya había cuatro educadores en la familia y eso me
motivó para formarme como Maestra, pues aunque también me gustaba la Enfermería no
tenía medios para esa carrera, mis hermanos me ayudaron y en el segundo año me
otorgaron media beca.
En el año 1965 me gradué y mi vestido de graduación me lo hizo una vecina de
túnica blanca que desarmó, que era la que había usado mi hermana menor en la Primera
Comunión.
En esa época se vivía con mucha austeridad, pero mi mamá se preocupó porque
todos estudiáramos y siempre he pensado que si hubiera existido un premio a la madre
que más educadores hubiera tenido, ella se lo hubiera ganado, pues de sus once hijos,
nueve somos educadores, uno Ingeniero y una exalumna de Bellas Artes.
¡Gracias mamá sé que Diosito sí te lo debe haber premiado!
Una vez graduada, concursé para obtener una plaza, pero como había tantos
maestros, solo pude trabajar en permisos y como anécdota, una vez me mandó a decir un
alto funcionario del Magisterio que si votaba por “equis” partido y le daba la adhesión me
colocaba por Acosta, pero yo con mis principios y notas que eran muy buenas y graduada
de la Universidad tenía muy buen puntaje y le dije que no, que yo valía por lo que era, por
mis notas y educación.
En el año 1967 una hermana se había ido a Sabalito de Coto Brus a trabajar como
Maestra y me conquistó para que yo me fuera. En 1968 concursé y me nombraron en la
Escuela Central de Sabalito en el I.N.V.U.
Cuando me fui, llevaba una ropa muy linda que me había vendido barata una
señora en San José (de segunda). Pero dice mi esposo que parecía una monja, con
cuellito, mangas largas (algunos) y a media pierna.
Llegué a allá y para mi fue duro, nunca había salido de mi hogar, yo creo que ni a
pasear.
Empezamos a buscar hospedaje, pues la escuela estaba a distancia de los dos
centros de población, Sabalito y San Rafael de Sabalito, lo que había frente a la Escuela,
que era un pabellón de tres aulas, una cocinita con fogón y dos servicios sanitarios, era
un caserío de I.N.V.U. Quince casitas sin agua ni luz.
Entonces regresé con mi hermana Olga donde vivía con Trina León, madre soltera
con seis hijos, una recién nacida, que vivía en una casilla enclenque de paredes viejas sin
pintar, no había cañería, ni pozo de agua como otras casas, había que ir al río a
abastecerse, o bañarse en el verano y en el invierno recoger agua en un estañón y
asearse en un cuarto, una letrina a 15 metros de la casa, el servicio de luz eléctrica era de
cuatro a diez de la noche y la cocina un triste fogón. Trina dijo, si usted se aviene, se
queda aquí.
Ella lavaba ajeno para subsistir y a veces cosía ropa, dicho y hecho por lo menos
estaba a la par de mi hermana, esto me sirvió para que con mi salario me hiciera algunos
vestidos un poco más modernos, cosía muy lindo.
Durante seis meses, todos los días, sentía ganas de venirme, me molestaba
mucho el clima, mucho calor en el día y frío en la noche, el zinc sudaba y extrañaba el
calor de mi hogar.
Se salía dos veces al año: en vacaciones de quince días y de tres meses en
avioneta de San Vito.
Bueno me olvidaba contarles que mi hermana me había conquistado pues ella se
hizo de un novio 15 años menor que ella y quería casarse, yo me iba a casar en Barva y
le hice ver que esa diferencia de edad le iba a acarrear muchos problemas, ella me dijo,
como estoy muy sola, porque no se va a acompañarme para discernir mejor.
Para no cansarles con el cuento, cuando llegué, me relacioné con la familia de su
novio, sobre todo con el hermano que tenía un comisariato, centro de reunión de algunos
pobladores. Él tenía novia, yo terminé mi compromiso en Barva y éramos tan buenos
amigos que nos contábamos todo. Él era un autodidacta, trabajaba en la Junta de
Educación y miembro directivo de la Cooperativa de Caficultores. Cuando alguien
necesitaba una carta hecha con maquinita de escribir se la hacía y tan buenos amigos
fuimos, que cuando nos dimos cuenta nos hacíamos mucha falta y en mayo de 1969 nos
casamos y precisamente en la iglesia de Sabalito, bueno terminamos casadas dos
hermanas con dos hermanos.
En ese año fue le golpe de Estado de Omar Torrijos a Arnulfo Arias y como ese
lugar es frontera con Panamá se vio afectado y el Gobierno de Costa Rica tuvo que
mandar un destacamento para guardar el orden, a algunas horas se oía ráfagas de
tiroteos de ametralladoras especialmente de Niche.
Luego cuando ya todo paso entablamos muy buenas relaciones con los maestros
del lado panameño, ellos a veces nos visitaban y en otras ocasiones nosotros a ellos. En
una ocasión don Omar Torrijos, por medio de su hermano Marden, nos regaló un viaje
con todo pago a Panamá, nos recogieron en Paso Canoas.
Mi salario en el año 1970 era de 895 colones, con zona y alterno, se pagaba 100
colones de casa y 100 colones de empleada, pues yo tenía mi primer hijo, quien hoy es
Sacerdote y necesitaba quien me lo cuidara mientras trabajaba.
La directora de la Escuela era doña Flor Carvajal que vivía en una casita de
madera detrás de la escuela, con su esposo e hijos, Freddy su hijo, fue alumno mío, ella
fue maestra de mi esposo muy buena persona y Maestra.
Al inicio trabajé hasta cuatro turnos, pues éramos solo dos maestros, cada uno con
tres niveles y en la noche, en Sabalito Centro, con un grupo de adultos en forma
adhonorem, luego llegó otro maestro y cada uno tuvo dos niveles.
Para ir a la escuela viajaba con la conserje Flor Corrales que había sido
compañera de mi esposo en la escuela, íbamos a pie por un cafetal de Yayo Mora,
pasábamos por debajo de los alambres, esto para acortar camino.
En el invierno llevaba botas pues se hacían unos barreales tremendos, una vez me
quedé pegada a 50 metros de la escuela por el I.N.V.U. y tuve que esperar como media
hora a que llegara un alumno y avisara que me sacaran, pues si uno trata de salir se
hunde más. Llegó a caballo, don Víctor Trejos, dueño de un piñal cercano me dio la mano
y me sacó.
Bueno esto no es nada, si conocemos las dificultades que tuvieron los primeros
colonizadores de Sabalito quienes entraron entre los años 46 al 54 por Cañas Gordas
quienes tuvieron que hacerlo a pie, vivir en ranchos sin dinero ni casi comer y entrar a
voltear montaña. Esto lo conocí por mi esposo que llegó a los siete años con su familia en
el año 52 y pude corroborarlo ahora con un librito de relatos de los colonizadores, que
emitió la Cooperativa de Caficultores de Sabalito en el 2007.
Tuve el privilegio de conocer algunos de esos primeros valientes hombres como:
Joaquín Chavarría, Arsenio Ureña, Vital Monge, Moisés Barrantes, Manuel Herrera, Adán
Salazar, la Familia Struif, (Belgas) Salvador Marfil, Pedro García (Españoles), Eduardo
Mora Rojas. Raúl Miranda y algunos otros que no recuerdo sus nombres.
De algunos de ellos sus hijos fueron mis alumnos, con mucho entusiasmo trabajé
con los niños, les llevaba materiales de San José como el libro Conociendo sílabas, Paco
y Lola, lápices de color, cromos y libritos de cuentos, que usaba como premios para
estimular sus estudios y algunos otros materiales de apoyo.
Había que trabajar mucho, los papás no les podían ayudar y algunos ayudaban a
sus papás en las labores del campo. Un día llevé hasta semillas de plantas florales que
me gustan mucho para las jardineras y para mi sorpresa cuando estaban bien lindas, un
alumno amarró el caballo cerca y se las comió.
En esas épocas los maestros visitábamos los hogares de los alumnos y nos
integrábamos en las actividades de la comunidad, más en el caso mío que era casada
con uno de sus miembros.
Cosa curiosa, en esta escuela, cuando había turnos, los que tamaleaban eran los
varones, Gabino Barrantes y Arsenio Ureña, eran incansables, desde matar el cerdo
hasta concluir, me acuerdo haciendo arroz con pollo y lomo relleno, por dicha mi mamá
también participó en los turnos de su comunidad, era buena cocinera y me había
enseñado, a veces hacíamos bailes para recoger fondos para el Patronato, eran
peseteados.
Éramos muy activos y para los actos de clausura, a los que asistía toda la
comunidad, nos montábamos cuadros muy bonitos, una vez hicimos la obra de teatro de
Blanca Nieves del libro de teatro infantil, y entre la conserje y yo preparamos los trajes
con papel crepé ¡vaya cosida en los ratos libres! Siempre que voy a pasear allá, pues no
los olvido, quisiera verlos a todos y llego y no veo casi a ninguno, pero los recuerdo con
mucho cariño.
He ido a la casa de Jamaica y Tella, que cuando estaba allá y la visitaba, me daba
agua dulce con leche y torta de huevo, me cuenta que su hijo Evelio es director de una
Escuela en San José y fue Asesor de un Viceministro de Educación, Edith es enfermera,
por cierto hace tres días me encontré a Evelio, no me conoció, pues recuerda que yo era
muy delgadita, me dijo que siempre ha hablado de que tuvo muy buena maestra en primer
grado, qué vean sus rasgos de escritura. Nos pusimos a recordar a sus compañeros, le
nombré varios como los Gamboa (Maro y Elandio) Arias del Cid, Leslie, Denia, Elvia,
Jorge Pineda, Los Padilla Carpio, Zumbado, Ureña, Garita, Barrantes Soto, etc. Y me dijo,
niña que buena memoria, se acuerda más que yo y es que los llevo en mi corazón, fueron
mis primeros hijos, pues siempre les enseñé como quería que alguien enseñara a mis
hijos.
En días anteriores supe que las Arias de Cid eran todas profesionales, pues me
encontré a María Victoria mi alumna de primer grado y es Dentista y además habla Ingles,
gracias a que su hermano mayor les ayudó, pues su niñez fue difícil, su papá había
fallecido.
Había unos morenitos que un dia me dijeron, nos regresamos a Puerto Jiménez
de donde vinimos, pues aquí estamos muy pobres y allá aunque sea cosas del mar
comemos.
Un día al final del año hicimos una piñata, formamos una ronda de la mano para
que nadie saliera golpeado, el travieso de Maro se coló y salió con tremenda chichota, lo
peor es que tenía que salir en el acto de clausura. ¡Quedé curada, nunca a hacer piñatas!
Durante el tiempo de maestra tanto en el área rural como urbana aprendí que en la
enseñanza hay que dar un trato individualizado. Que se educa para la vida, siempre insistí
en que nos preparamos para servir a los demás, que es más satisfactorio la labor que
realizamos que el salario que recibimos, que debo ponerme en el lugar del otro y si es
necesario hasta ayudar con lo que el Señor me ha reparado, El siempre nos recompensa,
por eso siempre compré estímulos y material de mi propio bolsillo. Siempre inicié la labor
con una oración, cantos, ejercicios físicos. Nunca olvidaré aquel canto que decía:
SEÑOR EN TU GRANDEZA
SE ENCUENTRA LA QUIETUD
OH DADNOS FORTALEZA
CONSTANCIA, FE Y SALUD, ETC.
En la Escuela Rural se vive más en comunión con las familias, la comunidad es
más solidaria, las familias vecinas se conocen y ayudan. El aprendizaje fue mucho, por
ubicación de la escuela no teníamos donde almorzar, comprábamos una piña y media
para cada una, ese era nuestro almuerzo.
Valoramos los alimentos, se come de lo que hay, los sábados en la tarde lavada
en el río, pues en la mañana había clases, yo no sabía que primero se enjabonaba y
luego se metía a enjuagar, me metía al río todo el rato, los domingos íbamos a San Vito a
comprar verduras y carne, lo que se podía pues no había refrigeradora.
El bus iba dos veces al día a San Vito, iba en la mañana y regresaba en la tarde.
Mi salud se deterioró un poco y tuve que trasladarme al centro del país, pero
aprendí mucho, valoro el servicio eléctrico, el servicio de agua potable, aprendí a
economizar el agua, el valor de tener los alimentos necesarios, de cuidar la salud. La
enseñanza en la Escuela Rural es tan importante como la urbana, pues ahí se inician los
profesionales que servirán en su propia comunidad, no podemos ser mediocres por la
sencillez de los pueblos, somos gestores de progreso. El maestro siempre debe ser un
ejemplo a seguir. Es la vela que alumbra y se desgasta.
¡Gracias Señor por haberme permitido ser instrumento en la formación de tus
predilectos los niños! Ya cumplí mi labor como educadora y por el tiempo que el Señor me
lo permita disfrutaré de mi pensión.
GAUDELIA MORA SALAS
Mi nombre es Gaudelia Mora Salas y nací en Nandayure, Guanacaste. Mis
estudios primarios los realicé en la Escuela Cerro Azul y los estudios de secundaria los
hice en el Colegio Técnico Profesional Agropecuario de Nandayure.
Trabajo para el Ministerio de Educación Publica hace veinticuatro años, en este
año me encuentro brindando mis servicios profesionales en la Escuela Fray Casiano de
Madrid, cuyo código es 3254, con una categoría de PT6 y en el puesto de Profesor de
Educación Unidocente.
Anteriormente laboré en otras instituciones tales como: Escuela Federico
Gutiérrez, Copabuena, Cañas Gordas, Bello Oriente, Copal, Republica de Honduras en
San José, Valle Azul, Fray Casiano de Madrid y Los Ángeles.
Me hice docente porque me considero con habilidad para enseñar, me siento
satisfecha y me agradan los niños. La preparación para ser docente la recibí en dos
centros de estudios universitarios los cuales son: en la Universidad Nacional el
Diplomado, en la Universidad Católica el Bachillerato y la Licenciatura en la Universidad
Nacional. Recibí un curso adicional cuyo titulo es Erradicación del trabajo infantil.
Me gradué en la Universidad Nacional de Ciudad Neily.
Una de mis anécdotas es la siguiente: las Escuelas Unidocentes trabajamos con
horario ampliado, los niños se atienden de 7:00 a.m. a 1:15 p.m. Hay un periodo que se
llama creativo, como las escuelas son de comunidades muy pobres, no contamos con
materiales variados, únicamente con hojas blancas y lápices de color. Un día estando en
el que una niña se quedo dormida, ¡IMAGÍNENSE QUE TAN DINÁMICO!
Actualmente tengo cuarenta y seis años, mi número de cédula es cinco ciento noventa y
ocho doscientos tres (5-198-203).
IVANIA VANESSA CEDEÑO ZUÑIGA
Nací en Golfito. Mi número de cédula es seis trescientos cuarenta y uno
ochocientos cincuenta (6-341-850) tengo veintitrés años de edad y cinco años de servicio
como docente.
Durante mi infancia estudié en la Escuela Central Coto 47 y asistí al Liceo Cuidad
Neily, donde saqué la secundaria.
Me preparé para ser docente en la Universidad Latina de Costa Rica y en la
Universidad Internacional San Isidro Labrador, en esta obtengo mí título.
Recuerdo que me hice docente por tres motivos el primero porque tuve una
maestra muy buena que se llamaba Ligia Ramírez Rodríguez, quien fue para mí un
ejemplo, el segundo porque el trabajo con los niños es agradable y el tercero la situación
económica en que me encontraba no era buena.
Actualmente trabajo en la Escuela Quebrada Bonita, cuyo código es 3207, con una
categoría de PT6 y con un puesto de Profesor de Educación Unidocente.
También laboré en las siguientes instituciones: Escuela Punta Zancudo, Escuela
La Estrella de Conte, Escuela Ciudadela González, Escuela Santa Eduviges y Escuela El
Triunfo.
Como anécdota cuando trabajaba en la Escuela Santa Eduviges, tenía una alumna
muy pobre, a la cual nadie quería porque era desordenada. Cuando llegué todavía ella no
sabia leer (II trimestre). Yo me comprometí a sacarla adelante y así fue. Al final me quería
como a nadie y hasta ahora me llama por teléfono y me dice que “Yo fui la persona que
más la ha querido y que nunca me va a olvidar”.
JENNY ROJAS S
Nací en Coto Brus, mi número de cédula es seis ciento ochenta y tres trescientos
treinta y nueve (6-183-339) hoy día tengo cuarenta y tres años.
Durante mi niñez realicé mi Educación Primaria en la Escuela Federico Gutiérrez y
la Secundaria en el Liceo Cuidad Neilly.
En este momento tengo veintitrés años de laborar para el Ministerio de Educación
Publica y actualmente trabajo en la Escuela Linda Vista, cuyo código es 3067, con una
categoría de PT6 y en el puesto de Directora de Educación General Básica 1.
Anteriormente trabajé en Escuelas tales como: Río Salto, Los Planes, Copabuena
y Valle Azul.
Para elegir la carrera de Educación tuve dos motivos que son los siguientes: era la
oferta de estudio más adecuada a mis condiciones económicas, sociales y personales.
Además me gusta trabajar con niños.
Mis estudios universitarios fueron en la Universidad Nacional y en la UMCA. Sin
embargo me gradué como maestra en la Universidad Nacional. Por otra parte he recibido
varios cursos en diferentes capacitaciones.
Como parte de las anécdotas en la zona rural tengo la siguiente: Cuando trabajaba
en Los Planes tenía todos los documentos sobre el escritorio (registro, planeamiento) y en
el recreo entró una cabra y caminó sobre ellos, dejando sus huellas como un sello en
cada documento.
MARIBEL FUENTES
Desde ese 9 de marzo de 1966 cuando Dios quiso que fruto del amor de dos seres
humildes y trabajadores llegara a este mundo, ya sabían el don de trabajo en aquella niña
amada por sus padres, y mucho más por la madre; porque se le pareció mucho a ese
hombre amado e idealizado, por aquella valiente costurera, la cual a pesar de su
impedimento físico producto de una enfermedad cuando era niña, especialmente a los
once años, no tuvo miedo de ser madre.
Aquel padre como buen machista esperaba su varón, pero a pocos días no
cambiaba a su muñeca por ningún otro niño que le ofrecieran.
Con ese mismo amor al año siguiente nació mi hermano Luís y años más tarde
Henry.
Como la reina de la casa ingresé al Kínder de la escuela Mixta de San Pedro
Santa Bárbara, bella como todos los niños, pero aun más porque mi madre me hacía
aquellas gabachas de cuadritos de ese entonces y con hermosos colochos en dos colas.
En esa escuela aprendí lo más importante en la vida de un ser humano como, el
respeto por las otras personas, la solidaridad y despertó en mí el amor por la Educación a
través de la niña Victoria. Así transcurrieron cada uno de los años, donde lo mejor que me
podía pasar era el regresar a clases para compartir y aprender algo nuevo cada día.
Admirando siempre la labor de mis maestros a quienes quería imitar en todos los juegos
después de clase, porque solo jugaba escuelita donde yo era la maestra.
En el colegio siempre fui la asistente de los profesores que me lo permitían, no
porque fuera insistente, sino por el deseo que descubrían en mí. Esa admiración y respeto
por la docencia creció cada día; por eso cuando llegó el momento de tomar esa decisión
tan importante en la vida de un ser humano, las tres carreras seleccionadas eran en el
área de educación; a pesar de la gran admiración por los Maestros de Primaria que son
los formadores de nuestras vidas quienes nos enseñan a leer y escribir, siempre tuve la
certeza de inclinarme por secundaria, conciente de mi personalidad estricta y con el temor
de asustar algún niño, preferí continuar la bella misión de los maestros, pero con los
adolescentes.
Sentirme aceptada en la Universidad Nacional, cuna de los educadores fue una
gran satisfacción para aquellos estudiantes deseosos de aprender y aplicar tiempo
después esos buenos conocimientos en otros; llenaban mi corazón de gozo.
Fueron cuatro años maravillosos, tanto en la Escuela de Filosofía y Letras como
en el CIDE no solo por la diversidad de profesores y conocimientos, sino también para las
experiencias con los compañeros de los cuales quedo en mí una parte importante. Porque
muchas veces se aprende más de una lección de vida, o el compartir momentos y
experiencias con quienes sin terminar la carrera ya iniciábamos a trabajar. Es aquí en
verdad donde uno aprende a ser docente, porque se enfrenta a la realidad del aula, lo
cual se aleja mucho de las teorías impartidas en las diferentes clases; aún más distante
de la realidad cotidiana es iniciar en un centro educativo privado o ubicado en el centro de
cualquiera de las provincias de Heredia, Alajuela, San José comparado con lo que es la
Educación Rural; donde en verdad se aprende a ser docente al solventar todo tipo de
situación.
Considero que el conjunto de todas estas experiencias son las bases
fundamentales para llamarnos verdaderos educadores.
Quienes no hayan tenido la oportunidad de trabajar fuera del área metropolitana se
han perdido de la mejor parte de ser educador, entre más distante sea el lugar donde
trabajemos mayores las posibilidades de enriquecer nuestra labor, porque si en los
lugares centrales nos tenemos que dividir además de ser docentes orientadores,
psicólogos, médicos y segundos padres en estos lugares alejados somos todo esto y
mucho más, porque hay que luchar con inclemencias climáticas, pobreza extrema,
carencias de medios como luz eléctrica, biblioteca, buen servicio de transporte, centros
médicos y otros.
Podré olvidar cualquiera de mis años laborales, pero ese 1994 en que fui
nombrada en Puerto Viejo de Sarapiquí permanecerá en mi mente y mi corazón, como el
primer día cuando debí iniciar por conocer, tendría que conseguir casa para iniciar en el
curso lectivo de 1995, situación que no fue nada fácil, más aún porque no estaba
acostumbrada a convivir con familias ajenas a la mía.
Visite el lugar varias veces tratando de encontrar donde hospedarme, después de
sufrir la incertidumbre Dios me llevo al mejor lugar pero debía sacar una buena parte del
salario para pagar mi estadía, además de los viajes semanales a mi hogar, lo cual se
hacía bastante caro. Sacrificio que nunca toman en cuenta las entidades
gubernamentales para reconocer algún porcentaje.
Mi sorpresa fueron las instalaciones educativas que difieren mucho a los lugares
donde uno estudió, porque en el lugar de vidrios es cedazo para contrarrestar el calor del
lugar, buscar la biblioteca del colegio fue conocer una odisea más; porque el río en una de
sus inundaciones se la había llevado y así fueron pasando los acontecimientos que me
permitieron sacar más coraje del que me caracterizaba para proponerme una meta más
en mi vida, la cual era dar lo mejor de mí, a pesar de no contar con herramientas, pero
tenía lo mejor; el deseo de dejar una huella en aquel lugar. En cada uno de los jóvenes,
porque yo era la profesora de todos los niveles desde sétimo hasta decimosegundo año al
ser el Colegio Técnico Profesional.
La lucha no era fácil, más cuando empecé a diagnosticar y conocer lo aprendido
en años anteriores y enterarme que sus antiguos profesores no eran de la materia mía,
sino de otra totalmente opuesta como Inglés versus Biología en ese momento tome más
fuerzas y aquella labor se convirtió en algo más allá que un trabajo; porque mi horario era
de siete de la mañana a cinco y veinte y me quedaba con aquellos que podían hasta las
siete de la noche en mi casa, donde tomábamos un cafecito para continuar.
Aquella hazaña mía no era nada comparada con la que daban cada uno de mis
alumnos, porque ellos no venían del centro, sino que de lugares muy lejanos dentro de las
bananeras por lo que debían ser trasladados en buses exclusivos; porque para esos
lugares no existía servicio regular, sino una vez al día e incluso solo dos veces a la
semana. Otros de mis alumnos tenían que cruzar el río en un cable con una silla porque
su casita se encontraba al otro lado del río. En otros sectores hacían la travesía por medio
de una panga.
Pensar que muchos de esos muchachos llegaban a sus casas hasta las siete de la
noche como lo pude vivir con ellos, debido a la experiencia de acompañarlos en el bus
hasta donde les quedaba más cerca.
Ese día comprendí y me enorgullecí de mi labor en este mundo al saber que mis
alumnos se bajaban del camión estudiantil proporcionado por el gobierno y buscaban sus
botas de hule a la vera del camino para continuar la travesía por medio de trillas oscuras
para llegar a sus hogares donde carecen de servicios eléctricos.
Fue en ese momento cunado hice un alto en mi camino y me di cuenta que
aquellos jóvenes no podían ser evaluados con tareas; porque no había luz y además
llegaban muy tarde, pero de esto me enteré hasta ese día cuando los acompañe de
regreso a sus hogares. Otra sorpresa fue cuando en los días siguientes le pregunté a mis
colegas si sabían de donde procedían estos jóvenes y ninguno conocía a pesar de tener
varios años de trabajar con ellos.
Pensar que tiempo antes a mi visita los jóvenes estudiantes cumplían con las
tareas asignadas me hizo valorar ese esfuerzo de cumplir, aunque fuera con una
canfinera o una candela llevaban su trabajo, fue en ese momento cuando hice una
adecuación del proceso dejando tareas para el fin de semana.
En estos lugares rurales no hay persona más importante que el alumno y el padre
de familia quien a pesar de su limitado grado de escolaridad lucha porque sus hijos
tengan un futuro mejor al de ella.
Lástima que en ningún momento del año el padre de familia pueda hacerse
presente a la institución, no porque no lo quiera, sino por sus múltiples dificultades
laborales, de distancia o económicas, pero basta con tener a sus hijos en las aulas para
saber que esos padres buscan lo mejor.
Es en estos lugares donde el docente se da cuenta que no es el poder económico,
ni el acceso a distintos medios lo que hacen grande al ser humano, en estos lugares
valoran y agradecen cuando un profesional graduado en Educación llega hasta ellos y lo
demuestran con la disciplina, el esfuerzo y la responsabilidad que muchas veces no
encontramos en instituciones del área metropolitana, donde se cuenta con toda clase de
materiales.
Trabajar en estos lugares es devolver a la comunidad los individuos que ellos
necesitan, porque estos muchachos se encaminan por áreas como el turismo y las
bananeras, debido al lugar tan bello en naturaleza también los agros y carreras propias
que el lugar necesita.
Aquí el docente debe adecuar el proceso más que todo a las necesidades de ellos,
situación bastante divorciado del pensamiento gubernamentales, porque los evalúa en
bachillerato igual que a jóvenes del área metropolitana con diferencias tan abismales,
tanto en las condiciones como en las expectativas.
Cómo olvidar ese año 1995 con todas las metas propuestas al conocer la
problemática de aquel lugar y aquellos jóvenes; y pensar que precisamente se vería
truncado por esa inesperada y larga huelga. El compromiso moral con cada uno de los
muchachos y la presión ejercida por los compañeros para tener el apoyo me hacían pasar
días de gran angustia; pesaba sobre mis hombros la responsabilidad de cumplir con un
mandato y saber que se trataba de una lucha justa para este gremio tan maltratado en la
Sociedad Costarricense no es fácil, y aun más cuando el comando del lugar llegaba a
pasar lista todos los días y solo dos o tres personas nos encontrábamos hacía más
pesada la labor, pero son estos acontecimientos lo que forman a un educador con amor y
se compromete de corazón con la causa.
Por eso y mucho más no fue hasta el 22 de diciembre de ese año inolvidable
cuando decidí regresar a mi tierra para ver a mis alumnos graduarse, hubiera deseado ver
a todos los doce estudiantes de duodécimo año obtener el titulo, considero y reconozco
el esfuerzo de los ocho que lograron el Bachillerato, a pesar de no haber tenido
profesores de cada una de las materias en años anteriores y es ese el reconocimiento
que nunca llega hasta esos jóvenes y padres de familia, por parte del gobierno.
Trabajar más de lo común cuando se labora en un lugar de área rural no es carga
para un docente, porque es más que agradecido por quienes verdaderamente nos
interesa como son los estudiantes. Cargar bolsos con copias, incluso costeados por
nuestro dinero, quedan más que compensados.
Dos horas y media o tres de camino no parecen ser tantas para la gran diferencia
entre una institución de área rural, con todas las implicaciones que conlleva desde el
peligro de cruzar el Zurquí cada fin de semana o sentirse completamente mareado por las
vueltas de Vara Blanca o tal vez correr el riesgo de tener lodo en el baño después de un
día lluviosos, donde las nacientes y las aguas sucias se revuelven son solo una parte de
la vida en zona rural, pero son vivencias que nadie se podrá robar de mi corazón por todo
el tiempo.
Perderse de esta maravillosa travesía es no haber terminado la carrera docente.
MARLENE ÁLVAREZ
Nací hace casi 61 años en una zona netamente cañera de la provincia de Cartago,
en medio de cerros, hermosos cañaverales y como guardián imponente, el inquieto volcán
Turrialba, en un pueblo que lleva el nombre de este último.
Allí cursé mi Educación Primaria y mi primer año de secundaria. Fui criada, junto
con una hermana menor, por dos adorables abuelitos que se convirtieron, a través de los
años en nuestros cariñosos y responsables padres.
Por cosas del destino, al concluir mi primer año de colegio, debimos emigrar hacía
la ciudad de Atenas, en la provincia de Alajuela, de donde era oriunda la familia de mami
(mi abuelita). Allí concluí mi secundaria, en el Liceo de Atenas, al cual le guardo un cariño
muy especial y los recuerdos más gratos de mi juventud.
Mi papá (abuelito) murió cuando cursaba mi cuarto año de secundaria y la
situación económica se nos tornó sumamente difícil. Al concluir mi Bachillerato, sentí que
mis aspiraciones de ser abogada se acababan y así fue, porque en ese entonces no se
tenían las facilidades con que se cuenta hoy día.
Siempre me han gustado mucho los niños, prueba de ello es que de mi matrimonio
nacieron cuatro hijos. Por tal motivo, al ofrecérseme una beca de 150 colones para
estudiar en la Escuela Normal, no lo pensé dos veces y encaminé mis pasos hacía la
ciudad de Heredia.
De este centro educativo superior, guardo también hermosos recuerdos, por la
formación integra que recibí en ella.
¡Cuántos buenos ejemplos recibimos de nuestros profesores y cuantas bonitas
experiencias vividas junto a mis compañeros! Las idas al cine de vez en cuando y las
comidas de gallos de salchichón y papas a la francesa en el parque de Heredia, servían
de distracción, después de las lecciones.
Al cabo de dos años de estudio, me gradué en 1967 y debido a mi situación
económica debí optar por buscar una plaza.
Esos tiempos eran sumamente difíciles para conseguir una plaza en un lugar
cercano, porque en la mayoría de los casos, por política, esas vacantes eran ocupadas
por personas con influencias de familiares o amigos, en este campo.
Fue así como llegué a las Mellizas de Sabalito, un pueblito enclavado en las faldas
de la Cordillera de Talamanca, por el lado del Pacifico y fronterizo con la hermana
Republica de Panamá. Para llegar allí se debía tomar una avioneta en la Sabana, durante
una hora, para llegar a San Vito de Java (lugar colonizado por Italianos). De ahí se
tomaba un carro de un señor llamado Jorge Segura, que hacía el servicio a Sabalito. Y
que muchas veces se quedaba atascado en los barriales, por lo que era necesario usar
un “Wincher” para sacarlo y luego cinco horas a caballo o a pie hasta Mellizas.
La escuelita era completamente de madera rústica, sin pintar, montada sobre
bases altas y sin vidrios en las ventanas. Como era una zona fría y lluviosa, muchas
veces la neblina se colaba por las ventanas y huía por los huecos de las puertas que no
existían, por falta del cielo raso, el ruido tan fuerte de la lluvia, interrumpía las lecciones.
El edificio fue construido en medio de un bosque y el “play ground” que utilizaban nuestros
niños, eran los troncos de los árboles que habían sido derribados para poder ubicar este
centro educativo. Por allí corrían, saltaban, subían y bajaban durante los recreos. Esos
troncos serian de mucho valor para nosotros, como lo veremos más adelante.
Me recibieron con 41 alumnos de primer grado y allí mis pies tocaron suelo,
porque con las ilusiones de los materiales que se confeccionaban aquí, solo pude
encontrar una tiza áspera que rayaba la única pizarra y un borrador. Por suerte yo llevaba
algunos materiales de los confeccionados en la Escuela Normal, el famoso Pantógrafo y
otros que había adquirido en la librería Lehmann.
La zona era cafetalera, pues una familia adinerada proveniente de Santa Maria de
Dota, de apellido Zeledón, habían conformado allí una gran hacienda y se habían llevado
a mucha gente de ese mismo lugar, para que trabajara con ellos. Además, a falta de
escuelas al lado de Panamá, muchos niños panameños llegaban a la nuestra, por lo que
la población era abundante. Éramos tres maestros (dos varones y yo) que atendíamos
todos los grupos en horarios alternos.
¡Cómo disfrutábamos los recreos, los compañeros y yo, sentados en los troncos
de los árboles, respirando un aire muy puro, escuchando el canto de una inmensa
variedad de pájaros, observando muchos otros animales que cruzaban muy cerca de
nosotros y cuidando a los niños!
Allí tuve que atreverme a montar a caballo, pues para ir a reuniones a Sabalito,
debíamos caminar esas cinco largas horas por un camino paralelo a la frontera,
barrealoso y solitario y en muchos casos, regresábamos cuando la noche ya había caído.
Allí también aprendí a usar el interior de pozo negro, que estaba un poco alejado
de la casa, en el patio. Al principio fue difícil, pues para llegar a él, debía usar candela,
que los murciélagos, al revolotear a mi lado, me apagaban en muchas oportunidades, por
lo que los fósforos eran mis compañeros inseparables. No se podía, llegar a oscuras a
este aposento, porque muchas veces se encontraban, colgando del techo, serpientes
venenosas ¡ah!, por cierto, una vez al buscar un corta uñas que guardaba debajo de mi
almohada, encontré una de ellas, hecha una rosquita.
Después de tres meses de trabajo, recibí mi primer salario, me modernicé y pude
comprar un foco.
Todo transcurría muy tranquilo, hasta que se produjo en Panamá un Golpe de
Estado que le diera el General Omar Torrijos al señor Arnulfo Arias. Entonces se acabó la
paz. Nuestra escuela estaba situada en una parte alta, luego de una hondonada. Al lado
opuesto, en otra zona alta, en un lugar llamado Piedra Candela, en territorio panameño,
estaba un puesto de la Guardia Nacional de ese país. Muchas veces, tuvimos que sacar a
los niños de la escuela y acostarnos con ellos en el suelo, resguardados por los troncos
de los árboles, porque las ráfagas de ametralladoras silbaban en el aire. Gracias a Dios
nunca ocurrió ninguna desgracia, pero la tensión y el temor estaban presentes durante las
dos jornadas que trabajábamos cada día.
Innumerables fueron las duras experiencias vividas con este conflicto, algunas
altamente peligrosas pues arriesgábamos nuestras vidas al tener que atravesar territorios
ocupados por guerrilleros y patrullados por la Guardia Nacional, al tener que ir a
reuniones, a cobrar nuestros salarios, o como en una ocasión, que debimos adentrarnos
bastante en territorio panameño, acompañados por miembros de la Guardia para darnos
protección, para ir en busca de tres niños (Mitzila, Isidoro y Arístides) que por muchos
días no llegaban a la escuelita y que habían sido abandonados por sus padres en un
rancho, en medio de un cafetal, soportado hambre y frío.
Pero no todo es malo. Los niños eran muy sanos, respetuosos y obedientes y los
padres de familia agradecían y respetaban a los maestros. Muchos hogares nos
recibieron para compartir con nosotros carnes de animales salvajes y peces que se
encontraban en aquellas aguas cristalinas que discurrían entre las espesas montanas.
¡Cómo fortalecían y sosegaban nuestros espíritus esas horas vividas al calor de un hogar,
oyendo anécdotas de estas familias, con las que aun mantengo nexos y a quien le guardo
imperecederos agradecimiento e inmenso cariño!
Con los alumnos construimos una huerta y recuerdo que las espinacas se
convirtieron casi en arbustos, debido a la riqueza del suelo.
Nosotros les preparábamos la comida a los alumnos, entre clases y recreos,
también elaborábamos la famosa leche que llegaba en ese entonces a las escuelas.
Una anécdota, que luego de vivida me hace reír, debido a la travesura que pagó
bien cara Rafita, momento fue de angustia y pánico, pues este niño, pidió permiso para ir
al baño y se escapó para el galerón donde estaba el fogón donde preparábamos los
alimentos, para robar un poco de leche en polvo. Otro niño que pasaba frente a la huerta
a dejar almuerzo a su padre, nos avisó que Rafita se estaba ahogando, escondido entre
las plantas de espinacas ¡Cuánto nos costó volverlo! Pero al fin el niño respiró tranquilo y
nosotros también
Algunas veces tuve que inyectar a algunos niños enfermos, pues no podían viajar
hasta San Vito para que allí lo hicieran y gracias a Dios, mi hermana que es Enfermera,
me había preparado al respecto, antes de irme a esos sitios.
Son muchas las privaciones y sacrificios que vive el maestro en estas zonas
rurales tan apartadas, sin centros de salud y sin la mayoría de los servicios básicos, pero
son estas vivencias las que forman al verdadero docente, que a falta de materiales muy
llamativos por sus formas y colores, tiene que ingeniárselas para tomarlos de la misma
naturaleza, que en esos parajes es prodiga.
¡Cuántas lecciones di a mis alumnos en el bosque o en campos abiertos,
observando plantas, hongos, animales, etc! ¡Y los diferentes relieves del suelo, y muchos
temas más donde la madre naturaleza nos ofrecía tan hermosos materiales!
Luego de dos años en Mellizas, me asignaron a San Rafael de Limoncito, una
escuela de solo dos maestras, con dificultades similares o peores a las vividas
anteriormente, pues aquí, para poder llegar a San Vito (lugar de reuniones) debía hacerse
también a caballo, pero allá los equinos se pegaban en grandes barriales, donde algunos
morían, al no poder salir de ellos. Allí llegué con dos meses de embarazo de mi primer
hijo y varias veces me caí camino a la escuela por lo barrialoso del camino. Al no sentirme
bien de salud, debido a las caídas, debí acudir a una noble, heroína y generosa
Enfermera italiana llamada Juana Pirola, que con una pequeña farmacia, era el médico
que curaba todo en esos lugares tan apartados. Ella, con inmenso cariño y sacrificio sin
límites, miles de veces durante noches oscuras y tormentosos aguaceros, iba a caballo,
con algún señor, que llegaba a solicitarle que fuera a su casa a atender a su señora en el
momento de un parto complicado.
¡Cuántas vidas salvo, esta mil veces bendita señora y cuántos cotobrusenos
llegaron a este mundo, por medio de sus santas manos!
En este lugar estuve también por dos años y el último de ellos, sola, pues al que
fue mi esposo, lo trasladaron con una dirección a Sabalito.
Ya con mi hijo mayor recién nacido, logré irme a la misma escuela donde él
estaba.
Aunque era un poco más cómodo, por ser un centro de población más importante,
no había agua de cañería y debía de ir a lavar al río, cuando este lo permitía, en épocas
de lluvia. La luz eléctrica llegaba a las dos de la tarde y la quitaban a las diez de la noche.
La escuela era una construcción de madera, sumamente vieja, deteriorada por el
comején y descolorida. En este pueblo existía un problema entre dos comunidades, San
Rafael de Sabalito y Sabalito Centro que se disputaban el tener la escuela central del
lugar. Esto había sido motivo de muchos roces entre vecinos y maestros.
¡Y nos tocó a nosotros vivir lo más crudo del conflicto!; por lo que fue nuestra
principal tarea, junto con una cuñada que laboraba allí mismo, luchar por ubicar la escuela
donde nos desempeñábamos, en un lugar intermedio y más espacioso, que uniera más
bien a las partes en disputa.
Allí llegó la parte dura de nuestra misión, pues en muchas ocasiones debíamos
viajar por nuestra propia cuenta a San José para buscar gran parte de la ayuda
económica necesaria para construir, en un sitio donado, dos hermosos pabellones.
Tocando la buena voluntad de diputados y otras instituciones, cumplimos nuestro
sueño.
Y ni qué decir de los turnos que hubo que realizar, donde comenzábamos nuestro
trabajo desde matar a los animales, cuya carne se utilizaría en el evento, hasta cocinar el
maíz, lavarlo en el río, molerlo y demás, para preparar los tamales, e inclusive, preparar
muchas otras comidas y venderlas. Por supuesto que todo este trabajo se hacía en unión
con varios miembros de la comunidad.
Aquí tuve a mi segundo y tercer hijo y ellos fueron parte del sacrificio, pues
muchas noches y hasta parte de las madrugadas durmieron en el suelo, sobre cartones y
sacos, con colchitas encima, para que cada turno continuara normalmente al otro día.
La escuela se logró construir y quedó preciosa: corredores muy amplios, aulas
ventiladas y claras y hasta se consiguió quien pintara murales en sus paredes para
embellecerlas aun más.
Iniciando un cuarto embarazo que se malogró a los dos meses y medio, nos
dedicamos a embellecer las zonas verdes entre ambos pabellones, y al estar los fines de
semana, sembrando zacate, lavando paredes y decorando como jardineras dos grandes
pailas de trapiche, perdí a mi hijo en gestación.
Al ver la escuela tan deslumbrante pero tan vacía, nos propusimos un nuevo reto:
trabajar un bingo los sábados y domingos en las tardes (pues los sábados en las
mañanas, eran de trabajo escolar), para dotarla de materiales que favorecieran la
enseñanza y la hicieran más agradable.
Con el esfuerzo de muchos años (7 en total) y con los dineros recaudados en el
bingo, donde también mis hijos debieron dormir muchas veces en el suelo, en medio del
ruido, logramos comprar materiales que según el criterio de un Director Regional de la
época, no tenía ninguna escuela desde San Isidro del General hasta Coto Brus
Acondicionamos una aula de Ciencias con un equipo bastante completo: tres
microscopios, un estereoscopio, mapas en relieve de Costa Rica y del mundo, esfera
lunar y terrestre también en relieve, un planetario, un proyector de filminas y mucho
material educativo para ser utilizado en las aulas por los docentes como: juegos de mesa,
rompecabezas, volteadores, pizarras para franelogramas, equipo de oficina, etc. Esto nos
llenó de satisfacción y comodidad, pues por muchos años debíamos comprar materiales
de nuestro bolsillo.
Constituyó también motivación para ambas comunidades en conflictos, pues se
logró unirlas y subsanar todos los resentimientos y rencores que entre ellas existía y a
partir de allí en conjunto, se logró un resurgimiento de la comunidad misma pues como
fuerzas unidas se organizaron para solicitar la creación de un Colegio Agropecuario con el
que hoy cuentan y que ha graduado a muchos muchachos de la zona.
Me olvidaba narrar que fue creada en este lugar una Cooperativa de Caficultores y
era necesario contratar personal de allí mismo para laborar en ella. Pero muchos de los
muchachos que querían optar por estos puestos, no tenían la Educación Primaria
concluida, por lo que, por varios años, tuvimos tres jornadas de trabajo diarias (horarios
alternos y Educación para Adultos) hasta las nueve y media de la noche. Aún recuerdo el
agradecimiento de estas personas al concluir sus estudios primarios y que era para
nosotros el aliciente para mitigar el cansancio mental y físico.
No se crea que cuando logré trasladarse al área metropolitana, me vine cerca de
mi casa, pues como premio a mis 10 años de sacrificio y a las enfermedades de mis dos
hijos mayores (meningitis bacteriana, pulmonía en ambos, infección renal en el mayor lo
mismo que un sarampión con complicaciones muy severas), que fue la justificación para
ese traslado, debía viajar desde Barva de Heredia hasta Puriscal, iniciando el quinto
embarazo, tomando tres buses de ida y tres de regreso, saliendo de mi casa a las 5:00
a.m.
Estas son a grandes rasgos, las aventuras de una maestra que tuvo la suerte de
llegar a regiones inhóspitas a adquirir muchas experiencias y satisfacción personal.
Yo siento que todo ello formó mi carácter de lucha y superación, pues por optar
por una plaza en un lugar más cercano, fui durante muchos sábados hasta Ciudad Neily,
para, a través de la Universidad Nacional, mejorar mi condición académica y poder buscar
nuevos horizontes para mis hijos.
Pero bendita la hora en que Dios me llevó a esos parajes tan bellos con gente tan
auténtica y tan linda y donde la lucha se libra cada día para formar, con lo mínimo de
recursos, pero con muchas vocación y disposición, las vidas que fueron confiadas en
nuestras manos.
Hoy, al peinar canas y disfrutar de mis cuatro nietos en mi hogar, doy gracias al
Creador por la satisfacción que me causa el deber cumplido.
BERNARDITA VENEGAS LARA
Nací en Alajuela un 19 de febrero de 1968, en el hospital San Rafael, para mi
madre era su primer hijo con 23 años.
De mi padre solo sé que estaba muy emocionado el día que y orgulloso porque
me parecía a él.
Tengo tres hermanas más, con respecto a mi edad la diferencia de la que sigue
son dos años, de la tercera tres años y de la menor cinco años, soy la mayor de todas. A
los ocho meses de mi vida por enfermarse mi madre de depresión posparto, mi papá
buscó a mi abuelita materna para que me cuidara y así lo ha hecho con el resto de mis
hermanas, hasta la fecha.
Toda mi infancia fue feliz con travesuras, amor, regaños, idas a misa, a pasear y
mucha unión, a través de la vida a todas nos han dado por igual, solo la menor no terminó
de estudiar en la Universidad porque no ha querido. Todas asistimos a la escuela España
en el centro de Belén, ya que soy oriunda de este cantón.
Mi papá era Panadero y Comerciante, tenía un negocio frente al Ferrocarril al
Pacifico, ahí dividía el negocio en abastecedor y una panadería, oficio que nos enseñó a
todos, mi madre siempre le ayudaba y dos dependientes que tenía en el negocio. Poco a
poco en mi crecimiento y luego de la escuela el negocio fue parte de mi niñez,
adolescencia. Hace diez años, se retiró y alquila los locales, de esa entrada vive mi
madre.
Mi papá era muy listo, conversador, amable y esforzado. Mi madre trabajadora y
esforzada terminó su bachillerato cuando tenía 11 años.
Mi abuelita aprendió A atender el negocio y cuidarnos, siempre ha sido muy
honesta y trabajadora, nos inculcó la fe en Cristo y el amor. En vacaciones los paseos
eran a la finca a Puntarenas o a Jacó, ella se iba primero con nosotros y allá llegaba papi
y mami, de adolescentes ella nos acompañaba a los patines o algún baile (Que vacilón ja
ja ja) Nunca me gustó el colegio, me costó mucho Matemática, cuando gané quinto año y
entré a la Universidad me sentí en otro mundo.
Inicié estudiando Geografía y paralelamente Publicidad, era estudiante buena,
.aplicada, perseverante y le ponía. Trabajaba los sábados y domingos, como en el
segundo año de la universidad un profesor me ayudaba y vendía pan tres veces por
semana en una soda. Me levantaba a las 4:00 a.m. Papi me ayudaba y mami hacía unas
veinte bolsitas de pan. Iba a clases pero antes de llegar las dejaba en la soda. En
Navidad trabajaba en una boutique y así me ayudé en el estudio, igual hizo mi hermana
Kattia que me sigue.
La universidad fue un tiempo hermoso.
Cuando terminé el
Bachillerato y mi
exnovio me consiguió trabajo en Guanacaste, me fui. Mi primer trabajo fue en Educación
Ambiental, el segundo y el tercero dando clases, como a los dos años de haber terminado
el bachillerato y aparte de la Licenciatura en Publicidad, me veo en la necesidad de
estudiar Educación y como en el CIPET no me dieron pelota entré a la UNED, cursé la
Licenciatura en Docencia, luego la Maestría en Administración Educativa y concluí el
Diplomado en I y II ciclos y actualmente espero terminar el Bachillerato en I y II ciclos.
Me casé en el dos mil.
El año anterior me recluté no solo para Heredia y Alajuela centro, sino también
para la Regional de San Ramón. Trabajé entre Zarcero y Naranjo en el día en una
Escuela Rural Unidocente y en la noche en el INA. En esa escuela estuve tres años di
casi todos los niveles excepto primero fue una buena experiencia. La comunidad y mi
persona teníamos una excelente comunicación aún los visito y nos echamos grandes
conversadas. El año pasado se me graduaron del colegio los primeros cuatro niños que
les di sexto grado en el 2002, ya que antes de ellos pocos niños de Zarcero tenían la
posibilidad de ir al colegio.
En esta escuela aprendí el valor humano con más profundidad a planear y
organizarme mejor. De esa experiencia hasta adopté a una alumna en riesgo social (Qué
vacilón).
Problemas que tuve fue el transporte, al inicio mami y mi suegro nos prestaban un
carro pues ahí no entraba bus. Luego compramos un Toyota, también por otra ruta más
corta viaje a caballo.
Cuando había fiestas organizaban ventas de granizados o dulces para la escuela,
con el dinero compré un mueble y libros para fomentar la lectura. Luego la Compañía de
Fuerza y Luz me donó 6 metros cuadrados de construcción para una biblioteca.
Los alumnos que tuve en ese lugar los veo de vez en cuando, pocos han ido al
colegio, muchos trabajan pues el lugar es de poca gente y la tierra está en pocas manos y
las actividades principales son la lechería y producción de queso.
La comunidad de Anateri era muy cuidadosa y tenía en buen estado la escuela,
como no tenía un comedor adecuado cruzábamos la cancha de básquet y llegábamos al
comedor del salón comunal y ese sería hasta el día de hoy la cocina de la escuela, limpio,
con cerámica y ordenado.
Mi estancia siempre fue tranquila, gestioné y logré que se pudiera abrir una
telesecundaria, con apoyo de varios padres que continuaron la idea. Se logró que en el
2005 se abriera. A la otra compañera que estaba conmigo nunca le interesó, vivía en otro
mundo. En ocasiones me molestaba con estupideces y siempre creí que le llevaba ideas
negativas a la supervisora, esta nunca apoyo la telesecundaria. Era fría, nunca se
interesó mucho en la comunidad pues cuando llegué había tres chicos que repetían por
tercera vez segundo grado, entonces solicité al grupo itinerante una evaluación y se logró
adecuación significativa para dos y no significativa para otros dos. Hoy los de adecuación
significativa aprendieron a leer, se graduaron uno en el 2006 y otro en el 2007, una de las
madres de esos niños me obsequió una taza grande de natilla y una gallina. La gallina se
la di en custodia a mi suegra y creó que ha reproducido unos cincuenta pollos y pollas.
Otro recuerdo para toda mi vida fue que la yegua en que viajaba estaba muy
aumentada en su embarazo y mi esposo consiguió un caballito, al llegar el primer día al
cruzar el río Espino no le gustó mucho, al segundo día a mitad del río se acostó y me
mojé toda, así tuve que dar clase con mi ropa interior toda mojada, gracias que siempre
echaba otra mudada, uy qué día fue ese.
Viajaba a caballo con mi esposo, con Nacho mi perro Golden y Camila mi perra
Doberman, ellos se quedaban conmigo en la escuela esta era de 7:00 a.m. a 1:30 p.m.,
al regreso mi esposo me esperaba por el río y así transcurrían los días. Cuando entraba
en carro en ocasiones lo hacía con la otra maestra o con un vecino de otro pueblo que
todavía entra todos los días de nombre Rolo. Un día a la salida necesitaba irme rápido
para Zarcero y no había cómo, a los minutos pasa Rolo en su carro con cajón, me montó
y el viaje fue así, Rolo a la izquierda manejando al centro un ternero y en el otro asiento
yo. Había que sostenerle con un mecate la cabeza al ternero para que no se fuera de mi
lado o del de Rolo.
Otro día caminaba como tres kilómetros hasta llegar al río Espino, ahí llegaba a
recogerme mi esposo o un vecino llamado Gerardo Mena, ellos me ayudaban a salir.
A mi parecer siempre he tenido logros y buenos frutos, sigo estudiando y
educando porque me gusta. Me gusta conocer gente y ayudarle, orientarlas, la gente me
respeta, he conocido gente humilde a la cual he podido ayudar a surgir y eso me llena el
corazón.
Mi dinámica pedagógica es crecí, aprendí, me relacioné con otros docentes,
observé y sigo observando. Las maestras muchas son exigentes, cuenteras, envidiosas y
cuando tienen el poder tratan de humillar, eso me pasó con mi compañera ella era un PT3
y yo Pt6 y siempre vivía incómoda. Las reuniones de capacitación y circuito o de ANDE
las disfruté mucho compartí y vi que también hay maestra buenas, nobles y humanas.
Muchos me preguntan por qué seguí estudiando educación, porque espero dar
clases en la universidad y motivar más a los futuros maestros.
Estoy bien donde trabajo y eso es una ganancia ya que a nivel de secundaria la
visión del mundo es tan amplia, si regreso a Primaria, sin ofender sería como directora a
organizar no que me organicen.
Ser educador es una satisfacción, un placer servir ayudar siempre, se sigue
vigente, creciendo y estando a la moda.
Qué más se pide, ah y toda la vida estresado, como dije que más qué una sonrisa
de un joven o saber que diste tu mano para construir un mejor país.
MAYRA SALAS RODRÍGUEZ
Nací en el año mil novecientos cuarenta y ocho, en la ciudad de Heredia cerca de
la actual Universidad Nacional. De familia con escasos recursos. Hija de padre Músico y
madre Ama de Casa, un hermano y dos hermanas.
Mis primeros estudios los realicé en la Escuela Cleto González Víquez con la gran
maestra y profesora dona Carlota Bogantes de Azofeifa (que de Dios Goza), que luego
pasó a ser profesora de Metodología de la Escuela Normal en Heredia. Gracias a su gran
dedicación, amor y cariño logramos hacer nuestros primeros pasos en el leer, escribir y
sacar la conclusión de estudios primarios.
Al pasar a la nueva etapa de estudios, mi padre no me dejó estudiar pues decía
que debía trabajar para ayudar a la casa, lo que hice, trabajé durante un año como
sirvienta de diferentes casas y tuve la suerte de llegar a la de la Profesora de Español
doña Alicia Vargas Villalta, que me aconsejó que estudiara en el Colegio Nocturno Alfredo
González Flores.
Empecé a estudiar y trabajar al mismo tiempo y gracias al trabajo y apoyo de la
señora profesora pude salir adelante y obtener el título de Bachiller en Ciencias y Letras.
Ingresé a la Escuela Normal en Heredia en el año de mil novecientos setenta
donde se recibía la metodología para ser un buen maestro. Se aprendía a confeccionar
planes de trabajo, evaluaciones y prácticas dirigidas en grupos de escuelas que nos
acreditaban para llegar a obtener el anhelado título de Maestra de Educación Primaria.
En el año de mil novecientos setenta y tres fui nombrada en la Escuela de
Pedernal de Puriscal. Para llegar a la escuela se viajaba en bus que salía de Santiago de
Puriscal a las seis de la mañana y salir a las cuatro de la tarde, solo un bus había con un
camino quebrado, cuando llovía se hacían unos grandes huecos y barro, que hacía difícil
el acceso pero un paisaje muy hermoso.
Al viajar a dicho lugar me llevé la sorpresa de que la Escuela Rural se encontraba
sin techo, un tornado había elevado el techo y colocado a trescientos metros abajo en la
plaza del pueblo. Se contaba con un aula que fue acondicionada, pues las dos siguientes
estaban totalmente destechadas y en malas condiciones, mis dos compañeros trabajaban
uno en el hotel del turno y el otro en el centro de salud.
Inicié mi labor con un grupo de primer grado con treinta y cinco niños, de escasos
recursos pero con unos padres muy entregados a la escuela y prestos para ayudar en
todo lo posible. Esta escuela a pesar del problema de infraestructura se encontraba en un
lugar muy hermoso rodeado de montes pues era un terreno muy quebrado con una iglesia
pequeña pero muy cuidada. Se cultivaban hortalizas con los niños, pese a que vivían
algunos largo de la escuela dentro de grandes plantaciones.
Algo que me llamó la atención una vez fue que se desbarrancó una vaca y todo el
pueblo se fue a degollarla y ese día pudieron tener algo más nutritivo para comer, pues el
dueño de la vaca lo regaló a los vecinos.
Al año siguiente me dieron propiedad en la Escuela de Orosí en Cartago, lugar
muy pintoresco y hermoso. La escuela se encontraba en el centro del pueblo; era grande,
bien conservada, con treinta aulas, salón de música, comedor, trabajé ahí con primer
grado pues se trabajaba solo un turno. Los niños eran de escasos recursos, pero con
ganas de estudiar y aprender. Se trabajaba por grupos, de acuerdo con las dificultades de
los niños, utilizando diferentes libros de lectura, otro grupo trabajaba con el método
fonético, pues había unos niños a los que les costaba mucho aprender. Esto lo
realizábamos entre los niños de segundo y tercer grado. Este lugar era de difícil acceso
pues viajaba desde Barva de Heredia todos los días. Conté con la valiosa ayuda de la
señora directora doña Caridad Calvo, que me sustituyó en ocasiones mientras llegaba a
la escuela. Gracias a la ayuda de dicha señora fui trasladada a Tres Ríos.
La Escuela San Vicente de Tres Ríos un lugar un poco aislado y de difícil entrada
pues se encontraba a tres kilómetros del centro de Tres Ríos, que se debían hacer a pie
por un camino de tierra, rodeado de cafetales y muy solo. Lo más difícil era la llegada
pues era una cuesta muy empinada, cuando llovía había que subir con botas de hule y
casi agarrada de la cerca pues se venía el agua como un torrente cuesta abajo. La labor
en ese centro fue bastante dura pues los niños eran de familias marginadas, con muchos
problemas sociales que influían mucho en el resultado académico de los alumnos. La
escuela se encontraba en el centro del poblado rodeado del monte de la Carpintera, eran
cuatro aulas estrechas, con pupitres incómodos pues eran algunas bancas y otros eran
pupitres como bancas anchas con una tabla que servía de mesa, en donde se atendían
hasta treinta y cinco niños, en horario alterno. Existía un comedor a unos cincuenta
metros de la escuela en donde pobremente se les daba algo de comer a los niños.
Algunos solo eso tenían para comer hasta el otro día.
Estando en ese lugar aconteció el incendio de tienda La Gloria en San José, desde
ahí se veía con toda claridad, por la altura del cerro creando mucha expectativa en los
habitantes del pueblo pues se veían como si fuera ahí cerca.
En el año mil novecientos setenta y nueve fui trasladada a la Escuela León Trece
de San Juan de Tibás. Escuela muy grande con un ambiente bastante inestable pues
como es sabido es un lugar de grandes problemas sociales. En esa escuela por primera
vez trabajé durante varios años con varios grupos de segundo grado aplicando un tipo de
aula recurso pues se les daba en especial el estudio de la cartilla de alfalit que consistía
en trabajar con base en las vocales, primero todas las sílabas con a, después con e y así
hasta conseguir utilizar todas las sílabas y vocales. Se obtuvo buen resultado por el
sorprendente aprendizaje de varios niños que se encontraban rezagados y se logró sacar
adelante.
En esa escuela se empezó el proceso de trabajar con dibujos y oraciones con el
fin de que el niño escribiera y fuera soltando su imaginación lo que daba como resultado
hermosas redacciones que eran revisadas y se obtenían diferentes reglas ortográficas
que ayudaban a una mejor escritura y buena ortografía.
En el año mil novecientos ochenta y nueve fui trasladada a la Escuela Joaquín
Camacho de San Pedro de Barva, una escuela semirural con diez aulas y Kínder. Escuela
con niños de escasos recursos y algunos problemas de aprendizaje, ahí se empezó a dar
aula recurso para ayudar a esos niños.
A raíz de un problema de voz me dieron una licencia y pasé al Colegio Técnico
Vocacional de Heredia, en donde fungí como administrativa en la biblioteca de dicha
institución, gracias a la ayuda del señor Álvaro Campos, bibliotecario, aprendí el manejo
de las diferentes actividades de una biblioteca y ayudé a los alumnos en sus diferentes
materias. En el año dos mil uno se me otorgó la pensión.
De acuerdo con mi experiencia con los alumnos y los diferentes métodos de
enseñanza hay gran diferencia en la que existe ahora con la Educación Nacional donde
se carece de buena ortografía, mala escritura, la lectura casi no existe, la redacción no se
conoce o muy poca.
Con las actividades antiguas en donde el alumno salía de la escuela con buenas
bases tanto en Español y Matemática como en las otras materias. Existía por ejemplo en
la escuela un estudio general desde el pueblo, provincia, país, continente, se obtenía un
conocimiento muy general, qué sucede ahora que ni lo elemental se conoce.
La Escuela Rural si se les da los recursos que necesita de acuerdo con las
tendencias actuales puede aportar al país grandes profesionales en el campo
agropecuario, ganadero y otros,
pues los alumnos en esos lugares tienen los
conocimientos prácticos en su campo que sabiéndolos llevar pueden ser importantes
tanto en su propio lugar como para el país.
YAMILETH SIBAJA SANCHEZ
Nací en Palmar Norte. Tengo cuarenta y ocho años de edad y dieciséis años de
servicio como docente, mi cédula es seis ciento sesenta y uno doscientos ochenta y uno.
Cursé la Primaria en la Escuela Federico Gutiérrez Brown y la secundaria en el Liceo
Pacifico Sur.
Mis estudios universitarios los realicé en la Universidad Católica, donde obtuve el
titulo para ser docente. Recuerdo que elegí esta carrera porque me gustaba trabajar con
niños y porque era la profesión que me gustaba.
Actualmente trabajo en la Escuela San Isidro Agua Buena, cuyo código es 2983
con una categoría de PT6 y con un puesto de Profesor de Educación Unidocente.
Anteriormente laboré en las siguientes Escuelas: La Estrella de Conte, San Isidro,
Federico Gutiérrez Brown, Los Ángeles de la Colonia, Quebrada la Tarde, Saturnino
Cedeño y Agua Frescas.
Como anécdota, cuando iba rumbo a una de las escuelas fui sorprendida por una
persona borracha y me dijo muchas cosas feas.
JOSE ELIECER MONTERO JIMENEZ
Nací en San José. Mi número de cédula es uno mil setecientos treinta y nueve
ciento setenta y ocho. Actualmente tengo treinta y nueve años. En mi infancia estudié en
la Escuela Federico Gutiérrez Braun y mi adolescencia la pasé en el Colegio Técnico
Profesional Agropecuario Humberto Melloni, donde saqué la secundaria.
En este momento me encuentro laborando en el Centro Educativo Campo Tres de
Agua Buena, cuyo código es 2985. Mi categoría es PT6 y mi puesto Director de
Educación General Básica 1.
Anteriormente laboré en escuelas: José Gonzalo Acuña Hernández de Sabalito,
Federico Gutiérrez Braun de Agua Buena, Linda Vista de San Vito, Los Pilares de Agua
Buena, Pueblo Nuevo de Agua Buena, Río Marzo de Sabalito, La Amistad de San Vito,
Paraíso de Changuina, La Isla de San Vito, El Roble de Sabalito, Santa Cecilia de Agua
Buena y Campos tres de Agua Buena.
Esta trayectoria me lleva a tener 19 años de servicio al Ministerio de Educación
Publica.
Decidí ser maestro porque era la única fuente de trabajo disponible en la zona y
muy fácil ingresar al Magisterio. Además luego de trabajar con niños y un año en
Enseñanza Especial, me gustó la labor de docente y ver como uno puede ayudar a los
niños a ser alguien en la vida, desde las aulas, a pesar de que la sociedad actual se
encarga de quebrantar el sueño de todo docente, de ver a sus alumnos como personas
importantes en el país.
Mis estudios universitarios los realicé en la UNED el Diplomado, en la Universidad
de Costa Rica el Bachillerato en I y II ciclo y en la Universidad Florencio del Castillo la
Licenciatura en Administración Educativa y una Maestría en Administración Educativa.
Además llevé cursos de Formación Sindical, Administración Estratégica en las
Organizaciones Educativas, Liderazgo y Relaciones de Poder en el Manejo de Conflictos
en las Instituciones Educativas, Planeamiento Institucional, Adecuaciones Curriculares,
Gestión de Empresas Agropecuarias, Supervisión y Evaluación de Centros Educativos
para Administradores y Docentes, Internet y Correo Electrónico, Intel Educar Para el
Futuro, entre otros.
Me gradué como maestro en la Universidad Latina de Costa Rica, sin embargo
creo en todas, ya que en cada una de ellas aprendí las armas necesarias para enfrentar el
reto de la educación.
Anécdota vivida durante mi labor
Entre tantas, la que más me desalentó fue, en el año 1996, cuando laboraba en la
Escuela de Paraíso de Changuina. Recuerdo que fue para el huracán Cesar, que hubo
muchas inundaciones y desbordamientos. En esta ocasión el río arrasó con gran parte del
puente; de este punto a la escuela había que recorrer unos 10 kilómetros, ese día viajaba
mi esposa y mi hijo de tan solo tres meses y unos días. Mi esposa llevaba cargando al
niño y el bolso con las mantillas, mientras yo cargaba el maletín con la ropa y un cilindro
de gas, luego de caminar por varias horas llegamos a la Casa del Maestro, la cual no
tenía luz, el único que poseía corriente era el pulpero que tenía planta. Llegamos más o
menos a las 8:00 de la noche, luego de prender la canfinera procedimos a conectar el gas
para hacer comida, ya que íbamos muertos de hambre y cansados y cuál fue la sorpresa
que el pulmón de la cocina no calzó con el tanque del gas, mi esposa lloraba y yo
deseaba ir a prenderle fuego al tanque de gas, no me quedó de otra que ir a despertar al
pulpero, para que me vendiera un refresco, unas galletas sodas y unos atunes, para
calmar el hambre.
JUAN DE DIOS VILLEGAS ZUMBADO
Nací en San José en el año mil novecientos treinta y ocho. Me crié en Barva de
Heredia rodeado de mis padres, dos hermanos y cuatro hermanas. Mi padre era Peón
Agrícola y mi madre Ama de Casa. Mi infancia a pesar de la pobreza fue feliz al lado de
mi familia, mis estudios primarios los realicé en la Escuela Pedro Murillo Pérez en Barva
de Heredia, donde obtuve mi conclusión de estudios el treinta de noviembre del año mil
novecientos cincuenta y uno. Mi maestra fue doña Laura Argüello quien vive aún, visitó mi
casa en donde hizo la observación a mis padres de lo importante de mandar al niño a
seguir estudiando en el colegio.
A raíz de la situación económica en ese tiempo no se hizo realidad pues era
necesario que trabajara para ayudar a mi familia. Ejecuté diferentes trabajos como: Peón
Agrícola en fincas, construcción, Cobrador de bus, Empleado Municipal, trabajé en el
beneficio de café, formé parte de la banda municipal en donde recibía ingresos para
ingresar al colegio.
En el año mil novecientos sesenta y tres inicié mis estudios en el Liceo Nocturno
Alfredo González Flores en Heredia.
Ingresé en el año mil novecientos sesenta y siete a la escuela Cleto González
Víquez como conserje, ahí recibí gran ayuda del señor director Don Carlos Luís Coto
motivándome a no dejar de estudiar y dándome el tiempo necesario para poder hacerlo.
En el año mil novecientos sesenta y nueve obtuve el Bachillerato en Ciencias y
Letras.
En mil novecientos setenta y uno el señor Director Regional don Manuel Antonio
Bolaños, me brindó la oportunidad de iniciar como maestro en la escuela El tigre de
Sarapiquí, con el objetivo de continuar estudiando en los cursos de verano en la
Universidad Nacional en donde obtuve el título de maestro.
La Escuela El tigre de Sarapiquí se encontraba camino a Río Frío pasando por el
río Sarapiquí en ferry. La escuela se encontraba en malas condiciones, era de madera, no
contaba con agua potable, ni luz eléctrica. Se trabajaba con todos lo grados de primero a
sexto. El pueblo no contaba con un cuadrante definido y la escuela estaba a la orilla de la
calle y muchos alumnos vivían muy alejados de ella. Cuando llovía mucho, los ríos se
desbordaban impidiéndoles asistir a la escuela hasta por varios días. En este mismo año
se construyó una escuela nueva con tres aulas por el Ministerio de Obras Públicas.
En mil novecientos setenta y dos y setenta y tres fui trasladado como único
docente a la escuela Agua Azul de la Fortuna de San Carlos, escuela en buenas
condiciones, constaba de un aula en donde se atendían los niños de primero a sexto
grado. La gente muy colaboradora en la actividad escolar pues la mayoría de sus
habitantes era de buenos recursos económicos En ese tiempo y para ayudar a los niños
estrené un polígrafo manual, en él se sacaban copias de trabajos para los niños,
exámenes y otros materiales didácticos que se necesitaban en la escuela.
En los años de mil novecientos setenta y cuatro setenta y cinco me trasladaron a
la zona de Limón a la escuela Bristol de Corina como Director Uno, con un compañero a
cargo. La escuela se encontraba en la margen de la carretera rústica de Limón, estaba en
muy malas condiciones pues se albergaba en un comisariato que dejó abandonado la
Compañía Bananera. Se contaba con un galerón en donde se daban clases a los niños
de primero a sexto grado.
Aún así se realizaba un proyecto con los niños, en que ellos hicieran los mapas
de Costa Rica, y los demás del mundo, en el suelo a relieve utilizando los materiales que
se encontraban en la comunidad: arena, piedra, hojas etc.
El señor supervisor don Salvador Fernández Solano, vio con gran beneplácito
dicho proyecto dándole a los niños un reconocimiento por la labor realizada.
La Universidad Nacional propuso hacer un proyecto con adultos, con la Escuela
Nocturna durante todo el año, como requisito de estudio. Por esa época el único material
que se encontraba en la escuela para poder trabajar, pues en esas escuelas no se
contaba ni con agua potable, luz ni otra clase.
Agradable experiencia fue recibir dos niños de escasos recursos hijos de padres
alcohólicos y analfabetas que llegaron a la escuela sin saber usar el lápiz, al cabo de los
seis meses siguientes aprendieron a leer de corrido todos los libros de ROCAP y
trabajaban muy bien en Matemáticas, esto hizo que el supervisor se presentara en la
escuela a examinar a esos niños en las diferentes áreas y se llevó la sorpresa de que en
todo salieron muy bien, a raíz de esto los niños fueron trasladados de primer grado a
tercer grado por su nivel académico.
En esta escuela realicé un proyecto de construir un pozo para obtener agua
potable con apoyo de la Municipalidad de Matina que donó el material.
En el año mil novecientos setenta y cinco fui trasladado a la escuela de Corina de
Matina por la carretera rústica, como Maestro Auxiliar. La escuela se encontraba a la orilla
de la carretera rústica con la carretera principal, estaba en malas condiciones, con el
tiempo se logró construir un aula nueva, ya se contaba con dos aulas. A esta escuela
asistían diferentes grupos étnicos: indios cabécar, gente negra, blancos y chinos. Los
niños se desplazaban de las montañas y lugares muy alejados a la escuela.
A raíz de una llena causada por el dique del río Chirripó se inunda el pueblo y la
escuela, por consiguiente, la mayoría de los niños no podían venir a la escuela por que
todo estaba inundado. Durante los meses de octubre y noviembre la mayoría de los niños
no pudieron venir a la escuela. Se hizo presente el supervisor de ese lugar a observar la
situación y dijo las siguientes palabras “es mejor un niño analfabeto que un niño muerto”.
Se hizo la solicitud para tener un teléfono público administrado, el cual fue
adjudicado en la pulpería del pueblo, lo que daba un poco más de comunicación con los
demás poblados.
En mil novecientos ochenta y uno y ochenta y dos fui ascendido como Director
Uno con tres grados a cargo en la misma escuela. Gran sorpresa me llevé al observar a
un niño que era zurdo escribía el nombre al revés, por más actividades que se le hacían
para que lo hiciera correctamente no lo lograba.
Se reportó a la Dirección Regional de Limón de donde enviaron a un especialista
en problemas de aprendizaje a ver el caso. Otro niño tenía una cualidad diferente pues
realizaba las sumas en forma totalmente diferente a lo enseñado; descomponía los
números pero siempre el resultado era el correcto. El señor supervisor en una visita que
hizo en el lugar, observa al niño y dijo que no conocía ningún niño que hiciera estas
cosas. Recomendó dejarlo mientras que el resultado fuera exacto, se le debía calificar
bien.
En los años de mil novecientos ochenta y tres al ochenta y ocho pasé a formar
parte de la Escuela Manuel Ortuño Boutín en San Rafael Arriba de Desamparados como
maestro. Para mí fue un cambio, trabajar con los grupos anteriores a tener un solo grupo
a cargo.
Además se realizaban varias actividades a nivel de circuito durante todo el año
como: redacción y ortografía, poesía coral, oratoria y dramatización.
En mil novecientos ochenta y nueve y noventa me integré a la Escuela de Barrio
Jesús de Santa Bárbara, en donde laboré con horario alterno por dos años y ahí fue
donde obtuve mi pensión.
La Escuela Rural desde mi vivencia.
Sé desde mi punto de vista que la Escuela Rural tiene demasiados inconvenientes
para lograr un buen desenvolvimiento en el aprendizaje por varios motivos:
Infraestructura inadecuada
Población alejada del centro de población
Padres con poco interés en el estudio de sus hijos
Escasez de material didáctico
Falta de una biblioteca y periódico
Caminos de difícil acceso, dan paso al ausentismo del niño
Ríos desbordados e inundaciones
Falta de electricidad, teléfono y agua potable
Atención de todos los grupos por un solo maestro.
A pesar de los inconvenientes antes anotados se logran obtener buenos
resultados académicos y agradables sorpresas. Se trabajaba en algunas escuelas con
todos los grados, agrupándolos de acuerdo con la capacidad de cada uno.
La Educación
Rural puede aportar a la Educación Costarricense los
conocimientos adquiridos en su medio ambiente si se canalizan adecuadamente. Además
de un buen profesional que puede aplicar el sabio conocimiento adquirido en su entorno
para su propio beneficio y el de los demás.
YOHANNY CARRILLO CARRILLO
Mi nombre es Yohanny Carrillo Carrillo, número de cédula cinco doscientos
veintitrés doscientos noventa y dos (5-223-292), nací en Mansión Nicoya, Guanacaste.
Durante mi época escolar asistí a la Escuela Federico Gutiérrez Braun y la
secundaria la hice en el Colegio Técnico Profesional Humberto Melloni.
Actualmente tengo cuarenta y tres años de edad y veinte años de servicio en el
Ministerio de Educación Publica.
Mi categoría es PT6 y mi puesto es Profesor de Educación Unidocente. En este
momento me encuentro laborando en Pueblo Nuevo, en la institución cuyo código es
2922.
Anteriormente laboré en las siguientes escuelas: Los Planes, Valle Azul, Fray
Casiano, Santa Marta, Villa Roma, Río Marzo, Bello Oriente y Pueblo Nuevo.
Recuerdo que decidí ser maestro, después que hice un permiso y porque me
gusta enseñar y compartir con los niños. Hice mis estudios universitarios en la
Universidad Nacional, en la Universidad Florencio del Castillo, Universidad Católica
Anselmo Llorente y Lafuente. Me gradué como maestro en la Universidad Nacional.
Como anécdota recuerdo que una vez salí de una escuela en que trabajaba y no
pasaba ningún carro que me trasladara a San Vito, por lo que me fui para donde una
compañera y dormí en la sala. Yo le dije que era sonámbulo a una muchacha que estaba
con la compañera. Estaba muy cansado de caminar por lo que me dormí y al otro día en
la mañana salí para regresar a mi casa. A los pocos días vi a la compañera y me contó
que la muchacha no durmió ya que pensó que lo que yo le había dicho era cierto.
MARÍA DE LOS ÁNGELES VILLALOBOS MUÑOZ
Mi nombre es María de los Ángeles Villalobos Muñoz, nací el 4 de enero de 1943
en la provincia de Heredia, cantón Barva, distrito San Pedro.
Soy la hija mayor y luego tuve siete hermanos de los cuales cinco son varones y
dos mujeres. Mis padres fueron personas muy humildes pero trabajadores. Viví con ellos
en San Pedro hasta la edad de cinco años, luego mi padre decidió que fuéramos a vivir
con una tía y su familia que vivían en Santo Domingo de Heredia, esto fue por un año.
Regresamos de nuevo a San Pedro de Barva a vivir donde mis abuelitos por un
lapso de dos años, aunque mis abuelitos tenían medios económicos suficientes; pero por
cosas del destino nosotros no; por tal motivo, no contábamos con una casita propia. Fue
entonces cuando mi madre tomó la decisión de solicitarle al Expresidentes Otilio Ulate
Blanco, una orilla de calle y en ella construir la casita. Se recibió el lotecito y con la ayuda
de Dios y de muchas buenas personas logramos el objetivo deseado; en la que habilité
los años de mi Educación Primaria. Recuerdo que en ese entonces pedían que se fuera a
la graduación con vestido y como no tenía medios económicos para contar con dicho traje
el director de ese entonces, de la escuela Joaquín Camacho Ulate de San Pedro, donde
fui alumna le solicitó a la Junta de Educación que me ayudaran con el corte. Así fue, y
una prima hermana lo confeccionó y logré ir a la actividad con dicho traje. Tenía zapatos
blancos pero como estaban feillos los pinte con pintura blanca (sapolín). En esas
circunstancias y aún así era feliz.
Llegó el momento de pensar en la Educación Secundaria, pero mi padre me decía
que esperara un año para ver si contaba con medios para matricularme en el Colegio
María Auxiliadora. En ese entonces le contesté -no importa el colegio, pero quiero
continuar mis estudios. Por los uniformes y útiles no se preocupe porque iré a coger café
durante las vacaciones y compraré mis cosas-. Así fue, mi madre fue al Liceo de Heredia
y consiguió matricularme. Recuerdo que cuando no tenía los pasajes caminaba a pie de
San Pedro a Barva y en Barva cogía bus y pagaba quince céntimos, agradezco a unos
jóvenes que vivían en Barrio Jesús de apellido Ruiz que cuando venían me invitaban a
viajar con ellos. Como sucedió varias veces, mi madre habló con el padre de ellos para
que yo siguiera viajando cuando tenía el mismo horario.
El segundo año fui matriculada en el Liceo Nocturno Alfredo González Flores, para
trabajar en el campo y ayudar a mis padres tanto en lo económico como en los trabajos
hogareños. Pasé los cuatro años restantes y cuando saqué el quinto solicité trabajo.
Tenía pendientes, Matemática y Literatura y Gramática, no tenía Bachillerato. Al
solicitar el trabajo hablé con el Director Provincial de ese entonces don Alfonso Garita en
el año 1961. Este señor comprendió mi situación y me nombró en propiedad en una
escuelita llamada La Herediana de Siquirres, Limón. Acepté y pensé que necesitaba vestir
mejor y se me ocurrió decirle a mi mamá que hablara con una señora de una tienda
llamada Nabija que estaba en Heredia para solicitarle crédito y ella muy amablemente nos
otorgó la compra; recuerdo que eran como 3000 colones. Preparé mi equipaje y en
febrero de 1961 me fui a iniciar mi trabajo, me fueron a dejar a San José y tomé el tren
rumbo al lugar, duré siete horas para llegar. Llegué al lugar y me recibió una familia muy
buena pero con costumbres un poco diferentes. Me puse nerviosa y lloré como una
semana. Si no hubiera sido por el compromiso que tenía de pagar el crédito en la tienda,
seguramente me hubiera regresado. Bueno traté de acostumbrarme a las cosas de allí
(bañarme en el río, coger agua del río para que cocinaran, lavar ropa en el río etc.) Otras
de las cosas que difíciles fue cuando me presentaron a los miembros Junta de Educación,
Patronato Escolar y al director llamando Wenceslao. Este señor me recibió muy
indiferente, seguro pensó; tiene 18 años, estatura pequeña sin preparación pedagógica y
además va a recibir alumnos del tamaño de ella etc… más bien parecía una alumna más.
En ese momento seguramente pensó me va a ocasionar problemas. No conté con
ninguna ayuda de parte de él.
Bueno así pasó el tiempo y recuerdo que cada vez que iba a dar lecciones,
planeaba el trabajo en borrador y cuando regresaba a la casa lo pasaba al cuaderno
Diario de Clase. En una de las primeras reuniones de circuito conocí a varios directores y
a uno de ellos le conté mi situación. Él me ofreció ayuda y me enseñó como tenía que
planear, llenar el registro y hacer la estadística mensual.
Llegó el tiempo de continuar mis estudios. Matriculé en el Instituto de Formación
Profesional del Magisterio. En ese entonces creo que el director se llamaba Efraín
Hernández y un tiempo recibí las lecciones en tiempo de vacaciones en la Escuela
Metálica. Creo que fueron tres años los que estudié para obtener el título de maestra y un
año de postrado para obtener el título equivalente al de Maestro Normal, calificación PT3.
Una vez graduada y de haber trabajado cuatro años en la Escuela La Herediana,
solicité traslado para la Escuela Justo A Facio de Siquirres. En ese entonces solo esta
escuela había en el centro de Siquirres. Este traslado lo solicité porque tenía como
proyecto el matrimonio y el que iba a ser mi esposo trabajaba en la Caja Costarricense de
Seguro Social de Siquirres. A los seis meses del traslado nos casamos y de este
matrimonio hay cinco hijos, de los cuales, cuatro son mujeres y un varón. También
contamos con siete nietos.
Bueno, en la Escuela Justo A Facio estuve once años, en uno de ellos fui la
primera Maestra de Preescolar, con un grupo de 42 niños, en un solo horario, con la
ayuda de una monjita Cubana llamada Síster Victoria. Yo me encargaba de lo académico
y ella me ayudaba con los hábitos en general y a preparar el material. También ocupé la
dirección por tres meses, donde laboré con la ayuda de una asistente. Esta escuela
contaba con 1500 alumnos y aproximadamente 45 maestros más las maestras de Música,
Religión, Educación para el Hogar etc.
Luego trasladaron a mi esposo a la sucursal de Guápiles y al año siguiente solicité
traslado a la Escuela Central de Guápiles, donde laboré tres años. Después de estos
años a mi esposo lo trasladaron a Cuidad Cortes y yo también solicité mi traslado a la
Escuela Nievorowski, en ese lugar, donde trabajé cuatros años. Al final como mis hijas
tenían que matricularse en la universidad pensé en un traslado para la provincia de
Heredia. Entonces fui nombrada en la Escuela Jesús de Santa Bárbara y después de
cuatro años de trabajo, con los mismos estudiantes, terminé el sexto grado con ellos y
me acogí a la pensión un 17 de diciembre de 1985.
Datos relevantes de la vida profesional.
Me hice maestra porque necesitaba trabajar para ayudar a mis padres. Durante mi
labor conocí miembros de la Junta de Educación, Patronato Escolar, padres de familia y
compañeros muy especiales.
Entre los problemas que enfrenté: la pobreza, la distancia que los niños recorren y
los problemas de aprendizaje. Fueron años de labor muy bonitos, los cuales me llenaron
de satisfacción, donde me entregué de lleno a cumplir y por ello mis exalumnos siento que
guardan gratos recuerdos de quien fue su maestra.
Experiencias en la escuela y la comunidad.
Entre ellas están:
Realizar actividades con miembros que integraban los diferentes organismos y con
los padres de familia.
En la comunidad rural es muy estimado el educador.
El educador hace a veces de Sacerdote, de Maestro de Música, Religión,
Educación Física etc.
Conocer los hogares de la mayoría de los estudiantes.
Ayudar a las familias a orientar a sus hijos etc.
Problemas importantes y soluciones que encontré.
Ausencia de grupos organizados para aprovechar el tiempo libre. Solución:
organizar un grupo, para impartir dos veces por semana conocimientos de costura
(bordado, confección de ropita para bebé, hacer ruedos, hacer ojales, pegar broches y
botones).
Niños con dificultades de aprendizaje, principalmente en lectura y escritura. Solución:
ayudar con recuperación en las tardes libres a mis alumnos y a otros que me pedían la
ayuda.
Mucha pobreza. Solución: considerar su situación, visitar hogares, solicitar ayuda a la
Junta de Educación, Patronato Escolar, Comité de Padres del grupo, realizar actividades
como: bingos, rifas y ferias etc.
Alumnos y alumnas inolvidables.
Todos, pero destacaré unos pocos por situaciones especiales como mala
conducta, poca comunicación. Elías y Mario, a los que logré ayudar y dar solución al
problema de cada uno, brindándole mucho apoyo, cariño, comprensión, integración en las
actividades de grupo.
Eduardo (un chasco) un día le llamé la atención por llevar el cuaderno de tareas
sucio. Se puso a llorar. Al salir a recreo, le pedí que se quedara un momento para hablar
con él y le pregunté ¿Por qué lloraba? Y me contestó que llevaba sucio el cuaderno
porque tenía que realizar sus tareas en el suelo y un hermanito se lo pateaba. Le pedí
disculpas y en los próximos casos tuve prudencia.
Recuerdos perdurables de la Escuela Rural. Muchos, citaré algunos:
Hacer Censo y matricula montada a caballo.
Tener alumnos con mucha edad.
Preparar niños para la Primera Comunión.
Preparar adultos, dar alfabetización.
Ayudar a entregar premios en las actividades que realizaban, como: carreras de
cinta a caballo.
Ser la primera Maestra de Kínder en la Escuela Justo A Facio de Siquirres.
Recibir la imagen de la Virgen de los Ángeles y prepararle el altar en mi aula.
Conocer a la persona con la cual contraje matrimonio.
Aprendizajes importantes como maestra.
Es una profesión delicada pero bonita. Sensibiliza mucho al ser humano. Se siente
una responsabilidad moral para con los niños, con la comunidad donde habita y hasta con
la humanidad.
Describo mi primera Escuela Rural.
Ubicada en la Herediana de Siquirres, esta escuelita era una casita de madera con
dos aulas y una piecita donde vivía el maestro-director. Sus pupitres eran mesitas con
silla, una pizarra para cada aula. No había escritorio para el educador. El personal lo
formaban el director y dos educadores más. Se trabajaba con horario alterno y un maestro
tenía a cargo hasta tres grados. La escuela no contaba con cañería. Los niños iban al río
a tomar agua. Tampoco había corriente eléctrica. En cuanto a la dinámica pedagógica, en
esta escuela se trabajaba de la siguiente manera: el director tenía a cargo la dirección y
un grupo, los demás maestros, uno con dos grupos y otro con tres. Se trabajaba por la
mañana de 7:00 a 11:00 a.m. y por la tarde de 12:00 a 3:40 p.m. El educador con tres
grupos trabajaba con dos grupos por la mañana y otro por la tarde. Cuando tenía dos
grupos a la vez tenía que dividir la pizarra. Los grupos eran pequeños de acuerdo con la
matricula para cada nivel. Seis o siete alumnos. Cada educador hacía un plan de trabajo
para cada grupo fuera semanal o diario o ambos. Se practicaba mucho la enseñanza
individual. Se dejaba tareas al alcance de cada grupo y de la materia vista durante esos
días. No como ahora que dejan trabajos extraclase y el que lo termina haciendo es el
padre de familia. En la mayoría de los casos se practicaban diferentes actividades hasta
que el educando comprendiera, principalmente con los que presentaban problemas de
aprendizaje. En esta escuela mi primer salario fue de 300 colones y me pagaron con un
giro que era cambiado en el banco. Pagaba 90 colones en comida y estadía, de lo demás
cogia 50 colones y el resto se lo enviaba a mis padres.
Reflexiones.
Se debe predicar con el ejemplo y ser respetuoso.
Tener responsabilidad moral dentro y fuera de la institución.
Ayudar y ser solidario con los que están trabajando sin experiencia.
Integrarse en proyectos de su comunidad.
Nota: Espero que las cosas contadas de mi experiencia, aporten un granito de arena a los
estudiantes que inicien esta labor, sea en zonas urbanas o en las rurales. Para que algún
día disfruten de una pensión bien merecida.
Suerte y éxitos.
JORGE VÍQUEZ RAMÍREZ
Nací el 7 de enero de 1951 en el distrito de Santo Domingo del Roble. Mi familia
de condición humilde sufrió una pérdida muy fuerte, ya que mi padre en 1956 murió de un
infarto, a la edad de 37 años, quedando huérfanos a temprana edad. En mi caso yo tenía
5 años y mi madre tenía cinco hijos más por los cuales velar.
Mis recuerdos de Primaria son de la Escuela del Roble entre los años 1958 y
1963, ya que siempre pertenecí a esta comunidad. Para esos tiempos no había Kínder,
por lo que ingresé a primer grado. Yo iba solo a la escuela, antes la dinámica de mandar o
viajar solos a la escuela era normal. Siempre había peligros pero no como ahora.
La secundaria la realicé en el Claretiano, conocido como seminario, este era un
colegio sólo para varones y su modalidad era de internado con esto quiero decir que los
estudiantes se iban desde febrero hasta diciembre. En este proceso de estudios
secundarios estuve los tres primeros años: sétimo, octavo y noveno. Recuerdo que los
primeros domingos de cada mes recibíamos la visita de los padres de familia. Para ese
tiempo, el colegio era supuestamente para formar futuros sacerdotes. Para cuarto y
quinto año de colegio me pasé a estudiar al Liceo de Heredia, esto en los años de 19671968, allí me gradué de Bachiller.
Ingresé en el año 1969 a la Escuela Normal de Costa Rica en la que había
personas de todo el país. Allí me preparé para ser maestro, porque era la institución de
enseñanza superior más cercana, además era la carrera más rápida para trabajar, ya que
por la situación económica difícil que vivíamos después de la muerte de mi padre, era
urgente conseguir trabajo para ayudarle a mi madre y no tenía derecho a pedir mucho
gusto.
En algunas ocasiones me fue difícil estudiar; tuve que hacer rifas, trabajar y
vender cosas, para ganar dinero y poder pagarme los estudios, recuerdo que mi madre
me ayudaba.
La primera escuela en la que trabajé fue en Ticabán de Guápiles. Ingresé en el
mes de marzo de 1971 con varias compañeras, sin embargo fue una de las experiencias
más difíciles, ya que la escuela pertenecía a una bananera y los trabajadores no querían
que yo estuviera ahí, por lo que sólo me quedé 3 días.
El 28 de abril de 1971 me dieron plaza, por el resto del año, para sustituir a un
señor en Horquetas de Sarapiquí con tercero y cuarto grado, acompañado por otro
docente y el director. En ese mismo año trabajé en el Colegio Nocturno como Profesor de
Español. Durante este periodo viví en unas piezas anexas a la escuela, destinadas para
los docentes. Para ese año hubo atrasos en mi salario.
En 1972 empecé en la Escuela San Bosco, la cual iniciaba labores para ese año,
allí impartía clases a tercero y cuarto grado. En 1973 seguí en esa escuela dando tercero
y cuarto grado y para 1974 di quinto y sexto grado. Estos tres años lo trabajé como
interino.
Luego tuve que concursar y fui nombrado en 1975 en la escuela Florencio de
Castillo, en Cachí de Paraíso hasta 1982. En esta escuela trabajé con quinto y sexto
grado. Además, gratuitamente con personas adultas en programas de alfabetización. Por
otro lado trabajé (ad-honoren), dando Estudios Sociales a un grupo de adultos que
querían sacar el bachillerato por madurez. Durante el tiempo que estuve en Cachí,
primero me quedé en la delegación de la Guardia de Asistencia Rural (GAR), donde un
policía me ofreció dormir en la parte superior de dicho lugar, allí presencié muchas cosas.
Luego viví en una casa de habitación con una familia en una finca de la comunidad
pero después me trasladé a otra casa, esta vez solo.
De 1983 hasta 1985, estuve como Director 1 en la escuela José María Loría, en
Guatuso de Cachí, donde viví ahí mismo ese primer año. Los 2 años restantes me quedé
en una casa de habitación. En 1986 fui trasladado a la escuela Mercedes Sur en Heredia
donde fui director hasta el 01 de abril de 1998, cuando me pensioné.
Personajes Interesantes.
En Cachí, cuando trabajé con adultos mayores fue muy interesante escuchar a
estas personas y mucho más ver esas ganas de estudiar que tenían, por otra parte un
Regidor de la Municipalidad de Paraíso y también algunos abuelos que sacaron el
diploma de sexto. En Horquetas de Sarapiquí y Cachí conocí muchos agricultores, los
cuales siempre admiré mucho por su gran trabajo.
Relación Escuela-Comunidad.
En Cachí era muy buena, a tal punto que todos me conocían y hasta gente que no
tenía niños en la escuela me hablaban mucho. Podría decirse que era una relación muy
cordial. Las serenatas y las velas eran famosas por mi participación.
Problemáticas encontradas.
En Sarapiquí, había dificultades de índole social tales como: desintegración
familiar (los niños estrenaban papá a cada rato), alcoholismo y pobreza. En Cachí, se
iniciaba el problema de drogas. En el aspecto pedagógico en Guatuso, cuando trabajé
con tres grados me era difícil atender lo administrativo y lo pedagógico a la vez, por lo que
resultó difícil. Además existía la falta de material didáctico, por lo que había dos opciones
o se aportaba el material didáctico o se utilizaba el ingenio para crearlo.
Estudiantes inolvidables, logros y chascos.
En San Bosco recuerdo dos casos a Francisco Cortés, quien fue jugador de la
primera división de la Liga Deportiva Alajuelense, quedó huérfano de padre y siendo
profesional del deporte, me honró con la oportunidad de verle jugar como si yo fuera su
padre. Por otro lado un estudiante que sólo pasaba silbando y no trabajaba, cualquier
cosa que le preguntaba sólo silbaba, Él decía que venía de turista.
Entre los logros están todos aquellos estudiantes, muchos de ellos grandes
profesionales y otros a los que les ha ido bien en lo que se dedicaron. Entre los chascos:
aquellos estudiantes que les fue mal en la vida. Frustraciones, un estudiante que murió
de Hepatitis, en Cachí.
Recuerdos perdurables.
Cuando en Guatuso de Cachí después de pensionado me dedicaron una
graduación, por haberlos ayudado. El compartir con las personas adultas y los exalumnos,
que llenos de cariño me dicen: ¡Gracias por lo que me enseñó!
Aprendizajes obtenidos.
La huerta fue todo un aprendizaje, cuando nos ensuciábamos aunque muchos no
querían y con tal de aprender lo hicieron.
Y también comprendí que debe haber una relación estrecha entre la escuela, la
comunidad y el padre de familia ya que entre mejores sean las relaciones, existen
mayores oportunidades para la comunidad. Por otra parte debe existir un compañerismo
entre los docentes, para sacar provecho de la experiencia ajena. Y por último “es mejor
convencer, que vencer”, es decir se debe enseñar con el ejemplo.
Definición de la Escuela Rural.
Es la escuela más tranquila para trabajar, donde se valora más el trabajo del
maestro, pero donde se encuentran más obstáculos en cuanto a materiales y apoyos.
Además en estas zonas hay que dar más esfuerzo de sí mismo, porque usted es todo:
Conserje, Médico, Enfermera, Abogado y Consejero etc. Hay más reconocimiento de toda
la labor educativa, pero se requiere más ayuda para los pobladores ya que muchos se
quedan con el sexto grado únicamente.
Reflexiones sobre la Educación en general.
Se deben reformar los programas y sus contenidos, que no se acoplan por ser
abstractos. Se debe aplicar una pedagogía práctica, por ejemplo en el caso de agricultura
que generalmente se da en la pizarra, cambiar esto por la visita y el trabajo en una huerta
escolar. Hacer de las materias, herramientas aplicadas a la vida. La asignatura de
Ciencias debe ser más experimental, para que no se atomicen los conocimientos.
Matemática más racional. Una escuela más técnica para la vida y menos teórica.
¿Qué es la Educación Rural?
Es contextualizar el currículo, depende directamente del docente, porque hay unos
que no pueden lograr identificarse con los pueblos. Entre sus aportes están las
experiencias buenas y malas en general, la experiencia de las personas con más
trayectoria en estas zonas, que deben capacitar a los nuevos maestros. Las narraciones
que los maestros comparten sobre sus vivencias e historias, para ser contadas a los
novatos en la experiencia de la educación.
ALFONSO MONTERO CARMONA
Entrevista realizada por: Noemy González Salazar.
Narración de: Alfonso Montero Carmona.
Nací un 11 de agosto de 1944, en el distrito Esquipulas en Palmares de Alajuela.
En 1946, mis padres, mis cuatro hermanos y yo emigramos a San Isidro de El General por
la pobreza, en busca de nuevos horizontes y un mejor ingreso.
Crecí en Palmares de El General, donde asistí a la escuela Mixta Daniel Flores
desde primero hasta sexto grado. Recuerdo que antes de entrar a la escuela, yo leía
sílabas en el periódico donde envolvían la carne y el jabón. Después empecé como
oyente en la escuela, donde la maestra me dio un libro de Porfirio Brenes, para que me
entretuviera. Me llamó la atención las últimas lecturas, que eran fábulas, me dijeron que
eran muy lindas.
Así pulí mis conocimientos para aprender a leer. Luego la maestra me pidió el
libro, pues lo necesitaba para otro niño, pero conseguí pedírselo a una amiga, que vivía
cerca.
Un día le escribí un cuento a la niña Soledad. Ella se sorprendió tanto que mandó
a llamar a mi mamá para incluirme en la lista como su discípulo. Esto después de dos
meses de estar como oyente.
La escuela a la que asistí era rural, tenía que caminar 1 kilómetro y medio por
barreales. Cuando llegábamos, se sacaba agua de un pozo y nos hacían lavábamos los
pies para entrar al aula. Siempre admiré al director, una persona zurda, que tocaba muy
bien el violín. Él nos guiaba, amenizaba los actos cívicos y pasaba por las aulas tocando
el violín, enseñándonos canciones propias de los niños. Él era maestro y director.
Entre 1952-1953 el pueblo se convirtió en parroquia, nombrando al Presbítero
Delio Arguedas, cura párroco de este lugar. Este sacerdote habló con mi papá, para que
me permitiera ayudarle como Monaguillo, petición a la que mi papá accedió. Cuando
estaba en tercero ya sabía leer muy bien, por lo que el Sacerdote me dio un folleto que
contestaba la misa en latín, desde el inicio hasta el final. Me lo aprendí de memoria y
continué ayudando.
El padre Delio me tenía mucho afecto, por lo que en quinto grado habló con mis
papás, para que me enviarán a estudiar al Seminario Menor, colegio privado semioficial e
interno, donde me prepararían para ingresar al Seminario Central y ser Sacerdote. Este
proceso duraba 5 años en el Seminario Menor.
El Sacerdote había conseguido más o menos dos o tres becas, para otorgarlas a
estudiantes sobresalientes. Una de las becas era completa y me la dieron a mí. Después
de recibir el diploma de sexto grado, don Delio me enseñó reglas de urbanidad que debía
aplicar en el Seminario.
Este padre fue a dejarme al Seminario Menor más o menos a finales de enero, esa
era la fecha de ingreso y se salía el 25 de diciembre, con vacaciones de 15 días y entre
diciembre y enero. El reglamento era sumamente estricto, con un horario de estudio de
7:00 a.m. a 5:30 p.m. con una hora más de estudio antes de dormir. Se estudiaban varios
idiomas: Inglés, Francés, Griego y Latín. En este lugar había muchas cosas para
divertirse.
Allí estuve 4 años, ganando todos los cursos lectivos, pero luego salí porque me di
cuenta que no era mi vocación. Regresé a San Isidro de El General y le pedí una disculpa
al Obispo Delfín Quesada, por no continuar. Él me dijo que debía continuar los estudios
sin beca en otro colegio, pero que me acordara de todos los conocimientos que adquirí en
el Seminario. Obtuve el bachillerato en el Liceo de San Isidro, llamado Liceo UNESCO.
Tuve que repensar que hacía por lo que me fui a trabajar con mi papá a una finca,
cerca de la escuela Las Juntas de Pacuar, durante los meses de verano. Estando en los
quehaceres de la finca, llegó un señor y se presentó adonde estábamos trabajando. Era el
Director de la Escuela, que se encontraba allí porque le habían recomendado a un
muchacho que ya había obtenido el titulo de bachillerato, ya que necesitaba una persona
que hiciera un permiso de 1 o 2 meses, puesto que era difícil mandar al Ministerio la
petición para que nombraran a alguien rápido.
Al día siguiente me presenté a la escuela y me puse a las órdenes del director.
Para empezar a realizar el permiso utilicé una guía que me dejó la maestra. Recuerdo que
yo estuve trabajando con permiso del Patronato por un tiempo, ya que era menor de edad
(la cédula la daban a los 21 años). Durante mi labor como docente conocí varios
supervisores y entre ellos a don Ramón Salazar, un Herediano.
En el año 1962, este supervisor habló con otro de sus compañeros de una zona
más rural y me dieron una plaza como maestro interino (aspirante), por el resto de ese
año. La escuela en la que me nombraron se llamaba San Luís, de Pérez Zeledón. Allí
estuve junto con otro compañero de estudio hasta noviembre.
Para entrar a esta comunidad tenía que caminar 8 horas, entre montañas y trillos.
Vivíamos en la misma escuela, en un aula y un galerón desde el primer día de
nombramiento hasta el último viernes de noviembre.
La vida en esta escuela era difícil, en una ocasión tuvimos que estar 2 meses sin
poder salir a la casa por un temporal muy terrible. La alimentación era brindada por una
familia cercana a la escuela. Algunas veces había sopa de fideos, frijoles, tortillas y agua
dulce y con suerte gallina. Allí trabajé dos años con primer grado y dos grupos más.
Para dar clases busqué ayuda con maestros de más experiencia, pero ellos me
dijeron que debía estudiar. Entonces en 1963 inicié los estudios de Pedagogía en el
Instituto de Formación Profesional del Magisterio. Estudiaba por correspondencia durante
el tiempo lectivo y en vacaciones iba a tutorías a San José. Como éramos
aproximadamente de 1000 a 2000 docentes, el Instituto alquilaba las instalaciones de las
escuelas centrales entre ellas: La República de Perú, el Edificio Metálico y el Ricardo
Jiménez donde repasábamos. Teníamos horario como en el colegio.
Los profesores eran nombrados por el Ministerio de Educación Publica. Algunos
de ellos eran profesores de la Escuela Normal. Durante la época de vacaciones
repasábamos los conocimientos que se estudiaban durante el tiempo de lecciones, por
medio de la solución de cuestionarios y de guías de estudio. La otra parte de la nota se
ganaba con la asistencia a recibir lecciones en vacaciones de medio período y los
exámenes de cada materia que se presentaban. Entre las materias que se recibían
estaban: Metodología, Pedagogía y Material Didáctico, Psicología y otras, cada una de
ellas con estrategias para aplicar en el trabajo de campo. Sin embargo algunas de estas
ideas se volvían complejas.
Tres años en total, duraba el período de estudio. Se dividía de la siguiente manera:
en el primer año era la Introducción a la Pedagogía, en el segundo año las graduaciones,
recuerdo que se llevaban a cabo en el teatro Raventós, lo que es hoy el Melico Salazar.
Además con el mérito de un título se afirmaba la oportunidad de obtener plaza en
propiedad. El tercer año era opcional (Posgraduado), pero era una buena decisión para
obtener la misma categoría de la Escuela Normal (PT3). Durante ese año se hacía un
trabajo comunal.
Yo tuve dos opciones de trabajo comunal, la atención de una biblioteca o la
alfabetización para adultos, escogiendo esta última en San Miguel por el período de abril
a noviembre. Recuerdo que tres señores recibieron el diploma de Sexto grado. Ellos
trabajaban hasta las 11:00 a.m. en el campo, se refrescaban y venían a reforzar la
materia que se les enseñaba en el curso de alfabetización; con el grupo de niños de
sexto. Otros por desuso no recordaban cosas y venían a reforzar conocimientos. Y los
que salían y no habían sacado sexto.
En San Miguel de Platanares, éramos cuatro maestros, hombres, que nos
turnábamos para cocinar por semana. Cocinábamos en fogón, y vivíamos en una casa
vieja con dos cuartos. Luego de un tiempo, adquirimos una cocina de canfín. En este
lugar casi todo lo traíamos de San Isidro, porque había una pulpería pequeña con lo
básico. En esta escuela trabajábamos con dos grupos cada uno y con alterno de 7:00
a.m. a 10:00 o 10:30 a.m. y de 11:30 a 3:30 p.m., se impartían lecciones también los
sábados; de no ser así se aumentaban las lecciones entre semana. En otros niveles había
estudiantes que no sabían leer ni escribir, pero salieron con conocimientos de estas
destrezas.
El regalo de fin de año era una “gallina enjarrada”, una gallina rellena con verduras
y asada. Algunos de los estudiantes que salían de sexto podían ir al Liceo UNESCO,
donde le daban mucho énfasis a la Lectoescritura, sin dejar de lado las otras materias.
En la zona de Pejibaye, Pérez Zeledón trabajé 4 años, donde adquirí Papalomoyo
(enfermedad producida por el piquete de un zancudo que lleva el mismo nombre) estando
a punto de perder una pierna. Para evitar eso fui sometido a 5 meses de tratamiento en
un dispensario del Seguro Social, cada mes que retiraba el giro me veía el Doctor donde
me daban 30 inyecciones, pero no funcionaron, por lo que me tuvieron que mandar de
urgencia al Policlínico en San José, lo que hoy es el Calderón Guardia, donde me
internaron por más de un mes.
La Educación Rural
La formación que recibían los estudiantes en la década del 60, era como lo
contemplaron los fines de la Educación, se preparaba para la vida. Entonces era lo
básico, con materiales propios de la comunidad. El Educador era una persona muy
respetada aunque fuera joven. Lo buscaban para todo y se encargaba de muchas cosas
entre ellas: llenar pagarés, ser Conserje, Cocinero, Médico, Consejero y otros.
Por ejemplo la escuela recibía ayuda de parte del gobierno, quien daba la leche
para la alimentación de los estudiantes, pero la preparación le correspondía al maestro.
Además debía desparasitar a sus estudiantes una a dos veces por año, por medio de una
cápsula que la llamaban Timol (rellena con aceite de castor, acazote y otros remedios).
Recuerdos de la Escuela Rural
Una vez una niña tuvo un ataque de lombrices en la escuela. Ella gritaba que
había una culebra y lo que tenía era una lombriz que le salía del recto y estaba debajo de
su enagua. Esto era muy común en este tiempo. Sin embargo no se estaba lo
suficientemente preparado para atender tales situaciones.
En la escuela de Aguas Buenas de Pérez Zeledón, éramos 2 maestros con tres
grupos a cargo. En estas escuelas rurales los niños tenían una gran motora fina y motora
gruesa, por todas las actividades manuales que hacían.
En la escuela Concepción de Pérez Zeledón, tuve a cargo un primer grado con 38
estudiantes; era rural pero con más comodidades. Había planta eléctrica, teníamos casita
para vivir. Teníamos mucho material como carteles, libros de ROCAP. Se iniciaba en ese
momento el primer grado con una metodología nueva, cuyas palabras eran nuevas.
Dominaban muy bien la lectura y la escritura.
En esa escuela conocí a mi esposa y tomamos la decisión de trasladarnos a la
Meseta Central. A ella la nombraron en la SACA y yo me fui a la Escuela Unitaria de
Higuerón de León Cortés, escuela donde se planeó el secuestro de un avión de LACSA.
Estuve alrededor de 4 meses y después el supervisor me trasladó a otra escuela llamada
Manuel Padilla en Río Conejo de Cartago, cerca de la finca de José Figueres, el cual
ayudaba a las escuelas con 80 000 colones, entre ellas en la que yo trabajaba. Allí finalicé
el año. Recuerdo que para salir tenía que pasar por varios terrenos muy escarpados y con
mucha cuesta. El proceso de salir lo realizaba cada ocho días, a pie para tomar el
autobús en Tarbaca.
Luego me trasladaron a la Escuela Inglaterra en San Rafael de Montes de Oca,
donde está el Parque del Este, por un período de 2 años. Cuando vivía en Santa Bárbara
viajaba desde las 4:45 a.m. y llegaba casi a las 7:00 p.m. a la casa. Recuerdo que nos
adelantaron una hora (el cambio de hora) entonces en realidad salía a las 3:45 a.m.
de
Santa Bárbara, Heredia. Resultó difícil adaptarme a los cambios en la vestimenta, usar
corbata, también escuchar a los otros decir que eran de la Universidad de Costa Rica,
quizá menospreciando mi título.
Posteriormente me trasladé a la escuela San Rafael de Cinco Esquinas de Tibás
(Bajo Piuses), zona marginal, zona roja. Cerca de la antigua Ladrillera. Cuando llegué allí
se iniciaba ese distrito escolar hacía el este. Abundaban las drogas (marihuana), algunos
estudiantes de sexto, llevaban la droga a vender a otras personas, desintegración familiar.
Un estudiante de cuarto grado dijo que la mamá trabajaba en una tienda de 7:00
p.m. a 5:00 a.m. cuando en realidad ejercía la prostitución.
Las lecciones se impartían en la ermita dividida por biombos (mamparas),
divisiones móviles.
De estos recuerdos tiene fotografías el señor Miguel Salguero, quien trabajaba
para un periódico. Más de un año trabajé en la ermita.
En este lugar trabajé 6 años con las limitaciones propias de zonas marginales.
Pasaron pocos años e hicieron una escuela en forma, donde funcionó el Programa
de Asignaciones Familiares, para dar una buena alimentación a los niños que en su
mayoría eran de bajos recursos. No se podían hacer reuniones muy tarde ni Desfile de
Faroles, por el peligro al que se exponían, niños, padres y educadores.
Después de un tiempo logré el traslado a la escuela Juan Mora Fernández con
mayores comodidades, en cuanto a edificio. Sin embargo añoraba el espacio que sí
disponían los niños en las otras escuelas donde laboré. Me inauguraron con un grupo de
40 alumnos de segundo grado, un 40% no leía ni escribían. Ya no trabajábamos sábado
pero teníamos la sétima lección. Trabajé por niveles en esta sétima lección, dándoles
énfasis a los niños con dificultades en el aprendizaje.
Para ayudar a esos, apliqué la enseñanza individualizada, ayudándome con
material didáctico aportado por mi persona como láminas y otros. De ocho a diez casos
difíciles salieron avante, acompañándolos hasta sexto grado.
Durante mis años de educador utilicé como material complementario, Las Revistas
Bambi Mensual para los niños de Costa Rica, compiladas por las señoras Margarita y
María de los Ángeles Obregón Lizano, para reforzar la enseñanza en general hacia los
educandos
Reflexiones sobre la Educación en general.
No se ve al docente como un profesional. No se le da la importancia, de parte de
ninguna entidad del Ministerio de Educación Pública.
Hay mucha política de por medio, de una forma a veces camuflada.
¿Qué es la Educación Rural?
Ahora hay mucho desarrollo, pero en la década de los 60 era una Educación que
consistía en la preparación simple y concisa de los discípulos (niños) para que tuvieran
oportunidad de enfrentarse a la vida sin ningún complejo. Con conocimiento práctico y
esencial de lo que un individuo requiere para desarrollarse. En ella existe mayor relación
entre padres, niños, el educador y el supervisor donde se hacían intercambio de
aprendizajes, por ejemplo yo enseñaba pero ellos me enseñaban lo de su comunidad.
Aportes de la Educación Rural.
La experiencia adquirida en zona rural, ayuda a enriquecer métodos de
enseñanza-aprendizaje para aplicarlos en zonas urbanas. El educador que se ha forjado
en la zona rural, trae consigo muchos conocimientos y vivencias, lo que le hace más fácil
afrontar problemas propios de zonas urbanas.
BIOGRAFÍA ANÓNIMA
Nací en San José, el 22 de abril de 1948, la primera parte de mi vida la pasé en
San José (Barrio Luján) junto a mis padres y mis 5 hermanos, yo era. Éramos ocho en la
casa.
A la edad de 6 años nos pasamos a Santo Domingo de Heredia, este cambio de la
ciudad al campo fue brusco. Sin embargo allí empecé una nueva vida, con una infancia
muy bonita. Durante esta época tuvimos muchos juguetes mientras que los demás no
tenían por sus escasos recursos. En Navidad éramos los únicos que recibíamos regalos,
pero prestábamos nuestros juguetes, a los demás niños. En el barrio fuimos famosos,
primero por tener juguetes, después por ser calzados y los únicos que teníamos una
enciclopedia muy completa, la cual mi papá había comprado una Navidad en lugar de un
televisor, por que él decía que leer y aprender era lo mejor.
Mis estudios primarios los realicé en la Escuela Benito Sáenz, escuela para
mujeres, ya que no había escuelas mixtas. La escuela para hombres se llamaba Félix
Arcadio Montero, ambas se encontraban en el mismo terreno, el cual había sido donado
por el padre Benito Sáenz.
Mi juventud fue muy feliz, ya que todos éramos vistos como iguales. Durante esta
época hice mis estudios de secundaria en el Colegio Santa María de Guadalupe, que para
ese momento era solo para niñas y atendido por monjas (un grupo de mujeres de la
Universidad de Puebla de México) y por el padre Delio, quien era el cura de Santo
Domingo. Este Sacerdote fue el que impulsó la Educación para las mujeres. En este
colegio habían pocos estudiantes, situación muy particular en las zonas rurales, sin
embargo teníamos una Educación Vocacional, las monjas eran muy preparadas, por lo
que recibíamos muchas materias tales como: las Académicas, Secretariado, Educación
para el Hogar, Corte y Confección, etc. La parte vocacional se dio en este colegio, porque
el padre Delio quiso que los estudiantes sacaran dos carreras y siguieran adelante con
alguna de las dos.
Cuando salí del colegio no sabía qué hacer, entonces pregunté a mis compañeros
y me dijeron que iban a la Normal, entonces decidí ir, porque era lo más cercano para
estudiar, ya que no había trabajo para un bachiller y no había dinero, sin embargo mi
sueño era estudiar Alta Costura o Diseño
Después de tomar la decisión, empecé mis estudios en la Escuela Normal Omar
Dengo en Heredia, donde estudié 2 años para hacerme maestra. La Educación que recibí
era muy especializada al igual que los profesores, existía un curso de Metodología que
incluía Planeamiento y cursos de cómo hacer Material Didáctico.
Después de sacar el Título de Maestra Normal, el padre Delio nos buscó trabajo a
mí y a otros compañeros que contábamos con los títulos; vocacional, bachillerato y la
Escuela Normal. A mí me colocó en Limón en el Colegio Diurno de esta provincia, para
llegar allá había que viajar 8 horas en el tren, por la montaña. Mi madre me fue a dejar
hasta allá, ya que yo era relativamente joven. Recuerdo que me fui a quedar donde unos
conocidos de mi papá. Tengo muy presente, en mi memoria, que el día que llegué a
Limón había atracado un grupo de Cadetes, estudiantes españoles, que venían en un
barco llamado El Sebastián Alcano. Mi madre sólo se quedó un día.
Al siguiente día, los profesores del colegio fuimos a conocer el Barco El Sebastián
Alcano y a sus tripulantes. Todavía tengo muchas amistades de ese lugar que al igual que
yo tuvieron la oportunidad de conocer este barco.
En el Colegio Diurno de Limón trabajé un año, recuerdo que muchos de los
profesores eran de la provincia de Heredia. Yo era profesora de Educación para el Hogar
y los estudiantes a los que impartía clases eran mayores, pero afortunadamente
entablamos una buena relación. Quizá esto sucedió así por las ganas que tenía de
trabajar.
Una anécdota que recuerdo es la siguiente: me citaron a una reunión del colegio
por la noche, porque había colegio nocturno y algunos docentes del diurno trabajaban en
esta modalidad, entonces la reunión se extendió mucho y todos nos retiramos caminando
pero poco a poco los compañeros fueron llegando a sus destinos, pero a mí me daba
vergüenza pedir favores, entonces me fui alejando sola y a lo lejos vi a varias personas
de raza negra juntos y yo tenía mucho miedo de pasar por allí, pero al hacerlo ellos fueron
respetuosos y lo único que dijeron fue “Buenas noches, profesora”.
Otra anécdota en Limón fue al principio del año, yo veía a las personas viajar en
bicicleta a realizar sus trabajos o hacer mandados, entonces decidí comprar una moto,
luego viajábamos las estudiantes y yo al colegio en la moto. Era muy bonito.
Además de la experiencia en Limón, trabajé en Guápiles en el Colegio
Agropecuario ubicado en un lugar llamado “Los Diamantes”. Recuerdo que para llegar a
Guápiles Centro tomaba un tren que me llevaba a Siquirres y luego otro tren que iba de
Siquirres a Guápiles.
Para ese tiempo sólo venía a Santo Domingo en vacaciones de 15 días.
Posteriormente laboré en San Isidro del General, en el Colegio UNESCO, allí me
fue muy bien.
También trabajé en el Colegio de Puntarenas, pero allí las personas colocaban
barreras comunicativas, en especial con las personas de Heredia.
Por otro lado trabajé en el Colegio de Zarcero, para este tiempo vivía allí y venía
únicamente los sábados a mi casa.
En cuanto la relación que tuve con las personas de las comunidades en la cuales
trabajé, esta fue muy buena, por ejemplo los padres de familia asistían a las reuniones a
pesar de que muchos de los alumnos eran mayores. Los pobladores de las comunidades
poseían un gran sentido de superación. Sin embargo también tenían sus problemas tales
como: el desempleo, desintegración familiar, estudiantes a cargo de sus abuelos por
abandono de sus padres y el racismo, contra esta última problemática social yo trataba de
inculcar a mis estudiantes que todos eran iguales y esto hizo que demostraran aprecio.
Además nunca soporté que uno de los grandes maltratara a los pequeños.
Entre los aprendizajes que tuve, fue descubrir mi vocación por la educación,
aprendí a ver esos lugares como un mundo nuevo, casi como si visitara otro país, los
estudiantes se identificaban conmigo, aprendí a no tratar de cambiar la identidad de la
comunidad. Aprendí que la cultura es una nueva forma de vivir.
Sufrí de aculturación, sin embargo considero que estas experiencias laborales no
fueron choques sino oportunidades de conocimiento.
Algunos de los chascos que viví fueron: en Guápiles, acoso sexual de parte de un
director, que luego me mal informó en el Ministerio.
En otra ocasión otro director no me permitió asistir a una cita médica y me dijo que
tenía que dar lecciones, entonces yo las impartí y me fui en la tarde rumbo a Turrialba,
pero el tren duró mucho en llegar y anocheció; entonces le pedí a la china dueña de un
comisariato (pulpería) que había por la estación, que me dejara estar allí mientras venía
el tren pero ella me dijo que ya tenía que cerrar. Después de esperar, con mucho miedo
sola en la estación, el tren llegó. Rápidamente llegué a Turrialba donde busqué un hotel
para pasar la noche, pero todos estaban ocupados, sin embargo me hicieron un campo y
al día siguiente me fui a la cita y en la tarde di lecciones.
La descripción del Colegio Rural que yo conocí es muy bonita, por ejemplo en
Guápiles el Colegio de Los Diamantes” era una casa de Ingenieros Agrónomos. En Limón
el edificio era de dos plantas y tenía su buen salón de actos, esto se había logrado con el
apoyo de los padres, los cuales también aportaban materiales como: tiza y cartulinas.
Además en Limón se organizaban muchos bailes muy diferentes a los de Heredia y San
José, era todo un choque.
En este momento tengo 60 años y mis reflexiones sobre la Educación son las
siguientes: deberían haber más mujeres líderes activas en educación, que sepan lo que
hacen, ya que somos muchas educadoras pero casi todas estamos bajo la dirección de
varones representados en la figura del director o el supervisor y por ejemplo la mayoría de
los directores que conocí en ocasiones no sabían sobre la administración de una
institución; entonces es importante apoyar la labor de la mujer en puestos de
administración y dirección.
El sistema apesta y debe haber un cambio general, desde los cargos grandes en
el Ministerio Educación hasta los maestros.
¿Cómo define la Educación Rural?
Es una Educación pobre, porque no hay medios y los altos índices de deserción
escolar. Faltan medios para informar, conocer y aprender, sin dejar de lado que los
programas nunca se adaptan completamente al contexto de cada comunidad.
Los aportes de la Educación Rural a la Educación Costarricense son: el fomento
de la agricultura, una cultura original y complementaria, casi lo más significativo de
nuestro país. Por otro lado estas zonas aportan muchos talentos los cuales a veces se
pierden o se fugan por la migración de lo rural a lo urbano.
BIOGRAFÍA ANÓNIMA
Entrevista realizada por: Noemy González Salazar.
Nací en Heredia en al año 1942. Me crié en una familia muy sencilla y pobre. Casi
en un ambiente de tugurio. Mi madre y padre trabajaron en el campo. Yo permanecía solo
con mi hermano en la casa. Por esta razón concluir mis estudios primarios resulto difícil.
Con grandes dificultades y esfuerzos pude sacar la primaria en la Escuela Pedro María
Badilla, con poca esperanza de continuar estudios secundarios. Máxime que mi padre ya
había muerto y tuve que empezar a trabajar; no obstante era mi preocupación pensar en
el futuro y prepararme.
Con esfuerzo y dedicación matriculé en el Colegio Nocturno Alfredo González
Flores. En esta institución obtuve el bachillerato, con buenas calificaciones. Fue sin duda
una experiencia importante.
Con el bachillerato, se presentó la oportunidad de trabajar a la Zona Sur en
Golfito. Esta posibilidad se dio por medio de unas amistades del Ministerio de Educación
Pública. Ellos me inscribieron en un proyecto que tenía como objetivo la formación de
Educadores Rurales.
Es por medio del Instituto de Formación Profesional del Magisterio (proyecto antes
citado) que entré al campo de la enseñanza de la zona rural. Con este proyecto trabajaba
en la Escuela Civil de Golfito y a la vez estudiaba. Además en el Instituto obtuve el Título
de Maestro.
En 1970 regresé a Heredia, con el objetivo de obtener, en 1971 y 1972, el mismo
título que saqué con el Instituto, pero esta vez en la Escuela Normal y así contar con el
titulo de Maestro Normal.
Posteriormente en 1973 trabajé en la Escuela San Miguel de Santo Domingo con
tercer grado y en 1974 en la Escuela Pedro María Badilla, donde el director de ese
momento era don Carlos Herrera, me dio un sexto grado con casos muy difíciles.
Recordando un poco de mi experiencia en Golfito. Viene a mi mente la escuela
que se encontraba en un charral, donde había muchas serpientes y cerca pasaba un río.
Este río en ocasiones llenaba la escuela es decir la inundaba. También recuerdo que una
señora muy buena y atenta me ofreció una hectárea de terreno, donde había un galerón
que servia para darle de comer a las vacas. Esto para que empezara allí a dar clases,
mientras se trasladaba la escuela.
En este lugar fui Maestro Unidocente, situación que considero es un atropello a los
estudiantes y al docente, ya que no se recibe preparación para ejecutar dicho trabajo, en
especial el administrativo, sin estar preparado. En mi caso las veces que busqué ayuda
para realizar esta labor los compañeros me la negaron.
En esta escuelita había aproximadamente de 50 a 65 niños, con un horario para el
maestro y los estudiantes de 7:00 a.m. hasta las 2:00 o 3:00 p.m. Para trabajar se dividían
por grupos, entonces se atendían 3 grupos de 7:00 a.m. a las 11:00 a.m. y los otros tres
de 12:00 p.m. hasta las 2:00 o 3:00 p.m.
Con mi experiencia puedo decir que falta tiempo para hacer material y para la
atención individualizada. Se requieren asesorías permanentes por parte de Ministerio de
Educación Pública, universidades y docentes que se especialicen en un área o en una
población, por ejemplo la población rural.
La temática de las asesorias debe ser las estrategias para ejecutar la práctica
pedagógica en zonas rurales.
Entre los problemas encontrados están: no habían pupitres, con suerte los niños
llegaban con un cuadernito y no había un lugar para dar clase. Recuerdo que un Diputado
nos ayudó con los materiales para realizar el proyecto de infraestructura. No está de más
indicar que la ayuda recibida tuvo que ver con la buena relación que tenía con la
Municipalidad y algunas organizaciones de la comunidad.
Otras situaciones que se registraban en la comunidad son: las familias
inconsistentes en su núcleo familiar (hijos de diferentes padres), ausencia de los
progenitores, desintegración, poca formación de los padres y vicios. Por otro lado no se
daba crédito a la formación educativa, agresión intrafamiliar, maltrato a los niños (física,
sexual y psicológica), mal ejemplo y pobreza. Reflejada en la alimentación (niños con
hambre y desnutridos). Desde la escuela solo se contribuía a mejorar la condición
nutricional de los niños preparándoles los alimentos para el desayuno y el almuerzo, ya
que no se estaba preparado para atender los aspectos sociales.
Por otro lado, en otras experiencias como en San Miguel de Santo Domingo, me
apoyaban los padres de familia con material didáctico y en San Rafael también ayudaron
mucho los padres.
Relaciones Escuela-Comunidad.
Existían buenas relaciones entre la escuela-comunidad y el docente, porque como
todo buen educador sabe, es indispensable tener buenas relaciones con las familias y la
comunidad, de eso depende el éxito de su labor.
Recuerdo que existía una identificación total con la comunidad en la que laboraba,
porque era uno más de ellos, ya que vivía en la casa de la madre de uno de mis
estudiantes, en un cuartito.
Siguiendo con lo importante, que son las buenas relaciones entre el docente y la
comunidad vale destacar lo valioso que resulta dar armas pedagógicas y sociales al
educador para enfrentar diferentes situaciones, por ejemplo a mí me tocó con apenas 18
años de edad reunir a la gente, para comenzar el año lectivo en Golfito situación para la
cual nadie me había capacitado y aún así tuve que enfrentarla.
Otro recuerdo que tengo sobre las relaciones entre la escuela y la comunidad es el
siguiente: en una ocasión un señor necesitaba arreglar una situación legal con un vecino
sobre quitarle el paso por un trillito que había y como no habían abogados cerca me
mandaron a llamar a mí, porque alguien de suma confianza debía de dar una solución,
recuerdo que fui con ellos al lugar donde estaba la situación de la que hablaban y en eso
recordé que había un artículo que hablaba sobre la libertad de paso o de tránsito y de que
esto no podía ser violentado, entonces hablé con ellos y así fue como salí de este
problema vecinal.
En mi relación con los estudiantes yo optaba por tener una actitud similar para
todos.
Alumnos inolvidables y situaciones inolvidables.
En Golfito tuve un alumno, que no olvidaré, se llamaba Enoc, él quería imitarme y
le gustaba mucho estudiar. Yo tuve intenciones de ayudarle a seguir estudiando, porque
era muy inteligente, pero después de venirme de allá me encontré a uno de los hermanos
de Enoc y me dijo que murió muy joven de una fiebre.
En San Rafael, yo daba clases en la escuela y vivía en el mismo pueblo pero los
estudiantes no creían que viviera allí. Entonces una vez vinieron todos los niños a conocer
la casa del maestro, recuerdo que mi madre me dijo tienes visitas y cuando los vi me llené
de asombro de lo que eran capaces.
Frustraciones.
Entre ellas el papel que tiene el supervisor en la zona rural, donde controla la parte
administrativa y no se preocupa de la cuestión pedagógica, por lo tanto el docente no
tiene a quién recurrir en esta parte la cual es de suma importancia para el aprendizaje de
los estudiantes; provocando un divorcio entre ambas partes la pedagógica y la
administrativa lo cual no es correcto.
Los aprendizajes dolorosos, que se dan del fruto de no estar preparado para todas
las situaciones, donde su condición profesional se vuelve frustrante, pero a la vez lo
coloca en una posición de mucho renombre. Al principio se experimentan sentimientos de
fracaso, impotencia y ganas de irse.
Éxitos.
Todo lo que hice me satisface, porque estaba bajo el reto de ser el mejor
educador. Los conocimiento obtenidos y lo que trataba de facilitar a los estudiantes era lo
mejor que podía. Además la disposición que tenía siempre, a pesar de la poca formación,
es mi mayor éxito.
Descripción de la Escuela Rural.
Desde el punto de vista físico es una escuela carente de mobiliario pedagógico
para los niños, los espacios en los que se mueve el niño no son adecuados. No hay
pizarras, se usan a veces cartones. Los edificios no son construidos acorde con las
situaciones climatológicas. Aulas separadas por paredes de cartón o latas de zinc, por
esto no se da una verdadera concentración. El maestro atiende otras labores a parte de
dictar clase. Es un ambiente incómodo, no es armonioso por tantos ruidos, hay elementos
incompatibles con una enseñanza feliz. La verdadera Escuela Rural, es impropia para el
aprendizaje del niño que tiene algunas problemáticas sociales. Todo sería mejor si se
pudieran encontrar herramientas para atender adecuadamente las necesidades e
intereses de los niños.
Reflexiones como Educadora Rural.
Es importante rescatar que los principios filosóficos de la Educación deben ser
dirigidos a la Educación Rural. Además debe aplicar una Educación regionalizada, para
así lograr como fruto, promotores y líderes en la comunidad, es decir personas con
arraigo cultural. Los programas del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica deben
cambiar. Buscar enseñar lo propio en lugar de aprender cosas de las que no es participe.
Por otro lado se debe formar un educador preparado en todos los sentidos para la zona
rural.
Pero también se debe empezar por crear la verdadera Educación Rural, ya que en
este momento ella no aplica, pues se brinda en estas zonas la misma Educación de las
zonas urbanas. Sólo algunos docentes contextualizan el currículo, pero cuando este se
los permite.
Emiliano Prado Martínez
Nací el 05 de enero de 1971, en Florencia de San Carlos, en una finca cerca de un
río, rodeada de animales, montañas y una numerosa familia.
Mi años de infancia la viví en una humilde vivienda, en compañía de algunos de
mis 8 hermanos, sobre todo los menores. Mi papá se dedicaba al cuidado de los
animales de la finca y mi mamá y hermanas a los oficios domésticos. La escuela
quedaba muy lejos por lo que no era posible ir, y lo que se aprendía, se lograba en la
casa con ayuda de los hermanos mayores.
Al tener unos 8 años mis padres se separaron, por lo que vendieron la finca y
decidí acompañar a mi papá, quien compró una nueva finca en otro lugar cerca de una
escuela. Ya allí fui a la escuela y por mis conocimientos en diferentes áreas cursé solo el
tercer grado. El año siguiente mi papá vendió otra vez la finca, se trasladó a Caño Rito
de Upala en donde fui a la escuela pero el maestro era muy borracho y por lo tanto
cambié de escuela sacando mi sexto grado en la Escuela Veracruz de Los Chiles.
Con miles costos viajé a Ciudad Quesada para ir al colegio, lo cual era casi
imposible para un niño tan pobre como yo, sin embargo a través de la colaboración de un
amigo de mi padre logré instalarme y dar a conocer mis cualidades como estudiante, lo
cual me permitió que algunas personas, tanto dentro del colegio como fuera de él, me
tendieran una mano, así terminé viviendo con un Misceláneo del colegio y su familia.
Cuando cursaba el cuarto año la situación era insostenible, por la tanto intenté
sacar Bachillerato por Madurez lo cual logré a mediados de año.
Al cumplir los 18 años aspiré trabajar en el BCR (Misceláneo) pero no funcionó por
que no me dejaban estudiar, luego en el CNP (Vendedor y Gondolero) pero se cerró y
posteriormente en el Hospital San Carlos (Asistente de Pacientes); en ninguno me
apoyaban en mis los estudios por lo cual debía irme.
Después de explorar profesiones nadie me apoyó para ser Médico, intenté estudiar
Enfermería, hice cursos de Administración de Empresas; pero un amigo de bachillerato
me insistió que hiciera el examen de aptitud para integrarme a trabajar como maestro el
cual lo hice y gané.
En abril de 1 993 ingresé a laborar en una escuela de Chamorro de Cutris llamada
Curire como Unidocente. Desde aquel momento ya tenía gran parte de la carrera de
Educación a través de la UNED.
Como no tuve apoyo para ser Médico y la administración no tenía un trabajo
seguro seguí los estudios enfocados en educación. Al ingresar a trabajar ya cursaba un
nivel de bachillerato en la UNED a través de los planes de formación, lo cual me
financiaba en gran medida los costos de matrícula, dándome así la oportunidad de sacar
un sinnúmero de materias y con ello llegar a la Licenciatura en Administración Educativa y
en I y II ciclos.
Desde 1993 que ingresé a laborar a la Escuela Curire, en Chamorro de Cutris, en
el 94 en El Pinar de Pital, en el 95 en el Rubí de Río Cuarto de Grecia, en el 96 y 97 en
Santa Fe de Guatuso, en el 98 en Montealegre del Amparo, en el 99 en el Sector Los
Ángeles de Fortuna y en el 2000 en Santa Fe de Los Chiles, en el 2001 y 2002 en Las
Delicias Jicarito de Monterrey y en el 2003 en adelante en la Escuela Granada de El
Amparo de Los Chiles. Siempre he sido maestro en la zona rural y no he ascendido por
que no he ganado nunca un concurso y no me he integrado a ser servil de ningún partido
político, lo cual critico mucho que tenga tanta ingerencia en el sector educación.
En todas las escuelas en que he laborado, siempre he encontrado personas muy
colaboradoras y otras muy poco colaboradora. En muchos casos he sido el que trabaja
solo con la ayuda de una persona de la comunidad y el resto solo de espectadores.
En 1993 estando en la escuela Curire a la cual debía llegar el domingo en la noche
después de caminar 3 horas a pie, por unos barriales entre montañas y completamente
solo. En una tarde después de clase me visitó el Presidente de la Junta de Educación y
por situaciones que desconozco sacó un semejante machete y me lo sonó en el escritorio
varias veces y dijo que me partiría la cabeza y muchas cosas más las cuales no hizo,
cuando vi que no hizo nada me levanté y le dije que no hablara mucho y que se cuidara
porque yo no era de hablar pero sí de actuar, yo era el maestro de sus dos hijas.
El día de la graduación me dio la mano y me dijo que creía que su hija no iba a
pasar por el incidente que habíamos tenido, le dije que el rendimiento de mis estudiantes
no se medía por las acciones de sus padres y que yo solo hacía mi trabajo.
En la Escuela El Rubí, un día yendo hacía la escuela como a las 6:30 de la
mañana, me para en la calle un padre de familia y me dice que me baje de la moto y
sacando un machete me dice que me va partir en dos. Le dije que antes de hacerlo me
dijera por qué. En ese momento y por casualidad, pasaba el Presidente de la Junta en su
moto y al ver aquella escena se detuvo y trató de mediar en el asunto. El señor dijo que
yo le había agredido a su hijo con un borrador y por lo que tenía un hematoma en la
cabeza y que la maestra lo había visto todo y se lo había contado. Le dije que nunca
sucedió nada y que si quería saber la realidad de los hechos que le preguntara a su hija
mayor la cual estaba en sexto y era alumna mía y que guardara el machete por que no
era la mejor solución. Al poco rato apareció la niña y le dijo al papá que se detuviera que
el niño se había caído de un caballo y que la maestra había inventado todo porque ella
quería que me echaran. La maestra no dijo nada ni yo le pregunté, pero nunca más me fié
de ella.
Escuela Granada.
En esta logré que los estudiantes conocieran fuera de su comunidad a través del
deporte y en 2007 llevé a un grupo de niñas, a conocer casi todo el país jugando Fútbol
Sala, niñas que en algunos casos no eran ni de mi escuela y que los padres las dejaban
salir conmigo a cualquier parte y hasta por una semana. Solo porque se hacía un trabajo y
un plan muy responsablemente. Así logré que alumnas de bajo rendimiento académico
se convirtieran en estrellas y en algunos casos ídolos de sus comunidades lo cual las
llevó a esforzarse y ser muy buenos promedios y en el deporte ir a una final Nacional,
conocer el mar, hasta ingresar a conocer los animales de África Mía, algo insólito para
ellas. Son alumnas que logré disciplinar y darles la mayor alegría de sus vidas y como tal
son inolvidables por su hazaña.
En 1997 estando en la escuela Santa Fe, sospeché que mi esposa con la que me
había casado en 1 992, un año antes de entrar a ser maestro, me era infiel. Me divorcié
en diciembre de ese año. Tratando de hacer traslado me encontré con una compañera y
por accidente nos enviaron a trabajar juntos en el 2000 a la Escuela El Cruce en Santa Fe
de Los Chiles, llegamos a vivir en una soledad terrible y en una casa sola con 8 cuartos
propiedad del Presidente de la Junta.
Pasados tres meses dejó de ser mi amiga y hoy en día es mi señora y una de las
mejores maestras que he tenido como compañera de trabajo.
La Escuela Rural ha sido muy descuidada por la rotación del personal y porque los
docentes no son de esos pueblos en su mayoría. Sin embargo, cuentan con recursos
naturales al alcance y a través de ellos se logra enseñar vivencialmente mejor que con
imágenes. Sin embargo, la relación con los padres de familia es muy poca o ninguna,
ellos tienen poco interés por sus hijos, y a su vez esperan que todo les caiga del cielo, no
aportan nada, lo que se convierte en una labor casi titánica para el docente quien debe
preocuparse tanto por enseñar como por satisfacer las necesidades de los niños, sin el
apoyo de los padres.
Creo que las escuelas rurales han sido una gran fuente de aprendizaje en mi
formación como persona. He visto que los alumnos no son tan incapaces como piensan
los de la ciudad, en algunos casos son mejores y más humildes. Ellos solo necesitan una
oportunidad para destacarse y la guía de un buen maestro, pero que el mismo sistema
impide ser ese referente o ese líder para llevar acabo esa labor. Sin embargo, con lo
poco que se hace como Maestro Rural, con limitaciones en todo, se pueden lograr
grandes personas y bien formadas.
La Educación Rural necesita otro enfoque, otra visualización, que responda a los
cambios sociales, que brinde las oportunidades de desempeñarse a los alumnos y a su
vez que los docentes no sean cualquier persona, que lo que menos les interesa son los
alumnos, sino su salario o el despilfarro del mismo. El docente ha perdido ese lugar de
importancia y se ha dedicado a ser un trabajador más, falta esa visión humana, ese
enfoque de que los niños del campo son capaces de ser un profesional y como tal darle la
formación que se merece.
La Educación Rural es una forma de vida, es ser un héroe sin que nadie nota, es
ayudar al que lo necesita casi sin que este lo quiera. Es una labor muy difícil y que aún
en contra del sistema y en contra de las políticas económicas familiares y sociales es
necesario que sea de calidad. Que brinde lo necesario para que los niños y jóvenes
lleguen a valorarla y aprovecharla para lograr ese desarrollo que todos anhelan.
Los aportes de la Educación Rural son innumerables en todos los campos, los
alumnos que logran salir de sus comunidades a estudiar cambian su visión, su forma de
vida y se integran a la sociedad de la mejor manera. Es la puerta, talvez la única, para
salir de la situación en que viven las familias, es un proceso lento pero seguro, es el
medio adecuado pero por ser a largo plazo casi no se visualiza como tal.
Creo que día con día la visión de Educación va ir cambiando y que los cambios
generacionales traerán una visión diferentes a todos los entes sociales que intervienen en
la Educación pero que como tal la Educación Rural seguirá dando frutos adecuados al
desarrollo de los pueblos y con el enfoque adecuado ese proceso se puede acelerar,
todo se basa en la calidad de los docentes y su gran aporte para lo cual se les da esa
gran oportunidad de moldear, en alguna medida, esos futuros ciudadanos. Es una gran
labor y necesita buenos docentes.
Luis Orlando Rojas Mesén
Correo Electrónico: lorome@costarricense.cr
Datos Biográficos
Mi niñez.
Nací en el ano 1976, en el hospital La Anexión, de Nicoya, Guanacaste; en ese
tiempo mi padre se dedicaba a administrar una finca ganadera y mi madre como hasta
hoy, velando por el orden del hogar y por el sustento de todos, incluyendo la confección
de sus siempre deliciosas cuajadas y el tamal asado.
Soy el segundo de siete hijos, de niño mis quehaceres eran arrear las vacas junto
a mi hermano mayor, recoger las hojas secas que caían de la multitud de árboles que
adornaba el hermoso “rancho” donde crecí y sobre todo jugar con mis carritos entre el
platanar, transportando el polvo más fino que podía colar con el viento, que estremecía
los árboles de Guanacaste y de higuerón que me acompañaban siempre.
La época de niñez la recuerdo con mucho cariño y nostalgia, pues ahí aprendí a
valorar la naturaleza, a convivir con ella y a desenvolverme en ella; pude acompañar a mi
padre a cortar los elotes y a ordeñar las vacas, pude jugar con las luciérnagas en la
oscuridad de mi rancho y disfruté de las salidas de las lunas llenas por entre las colinas
que resguardaban celosamente, la finca y la choza donde crecí.
Con la justificante de acompañar a mi hermano mayor en el trayecto de dos
kilómetros, ingresé a la escuela de mi pueblo a cursar mi primer grado teniendo solo
cinco anos y ocho meses, en el ano 1982; ahí compartía con 55 estudiantes más que
formábamos la población estudiantil de la Escuela Iguanita, ubicada en el pueblo del
mismo nombre y perteneciente al distrito de La Mansión de Nicoya.
Tuve varios maestros y maestras, sin embargo doña Maria Elena Mora fue
siempre la maestra que más admiré,
su vocación y rigidez,
así como por su
preocupación constante por mi bienestar, despertaron en mí un enorme cariño hacia ella
y de inmediato un ejemplo a seguir, siempre le hablaba a mis padres sobre mis muchas
virtudes en el estudio y la facilidad con que aprendía, a pesar de ser siempre el menor del
grupo.
Datos relevantes de mi preparación universitaria
Me matriculé en la Carrera de Educación pensando en demostrarme a mí mismo
que yo era capaz de enseñar a leer y escribir a un niño, pues muchos de mis compañeros
de escuela repetían dos y tres años en primer grado, también pensando en que era una
carrera no tan larga (me equivoqué), que no faltaría jamás el trabajo y además era la
posibilidad para conocer mucho pueblos como el mío y muchas personas importantes a
quien ayudar y con quien compartir.
Con estas ideas en mi mente me animé e ingresé a la universidad. Con muchos
sacrificios salí de mi casa para trabajar como Ebanista en un taller, con un horario de
lunes a viernes de 6 a.m. a 5 p.m., para pagar la universidad a la que asistía los sábados
de 7: 45 de la mañana a 6: 55 de la tarde.
La universidad no era nada difícil para mí, era muy feliz en ella y me sentía
realizado, sin embargo, fueron muchas las noches en vela preparando trabajos y
exposiciones y fueron muchas las veces que el cansancio casi me convencía de no
levantarme temprano para ir al trabajo, pero si no trabajaba no podía seguir en la U y si no
había universidad tampoco habrían sueños: la moto, el carro, la finca, la casa y una mejor
calidad de vida resonaban en mi cabeza con más fuerza y entonces podía vencer con
facilidad al cansancio.
Después de dos anos y cuatro meses llegó el momento anhelado; una incapacidad
por maternidad en la escuela IDA San Luis, de Upala, era mi oportunidad de iniciar mis
sueños y sobre todo de realizar mi práctica docente devengando el salario que tanto
necesitaba para pagar la universidad.
Fue en esa institución donde inicié mi carrera de educador en el año 1997.
Lugares donde he trabajado como docente rural.
Como lo señalé, inicié mi labor docente en la escuela IDA San Luis, Upala, en el
ano 1997, donde laboré diez meses como docente de primer grado y trabajando por áreas
como Profesor de Matemáticas, haciendo una incapacidad; esta institución es dirección
uno.
En 1998 adquirí mi propiedad en el Centro Educativo Playa Torres de la Isla
Caballo, en el Golfo de Nicoya, esta es una Escuela Unidocente y probablemente el lugar
más difícil donde he laborado.
En el año 1999, logro trasladarme en propiedad a una Escuela Unidocente en
Jicaral de Puntarenas, donde actualmente tengo la propiedad, ahí laboré hasta el 2000.
En el 2001 me nombran como docente de apoyo en una Escuela Unidocente en
Nicoya, ahí laboré hasta el 2002 interinamente.
En el año 2003 fui nombrado interinamente como Director Uno en un centro
cercano a Nicoya, con una matricula de 170 alumnos y 7 profesores a mi cargo, aquí
laboré tres anos, hasta diciembre de 2005. Este ano viví uno de los retos más importantes
de mi carrera y unos de los momentos más gratificantes también.
En el año 2006 regresé a mi propiedad en Jicaral de Puntarenas, debido a la
reubicación de un servidor y dejé la dirección donde tan bien me iba.
En el año 2007, había terminado un profesorado en el CIPET, en el área de Artes
Industriales y fui nombrado como profesor en esta área en un CINDEA con el recargo de
la coordinación del satélite, lo cual fue algo muy importante para mí ya que tuve la
posibilidad de desempeñarme también en secundaria.
Actualmente laboro interinamente como Director Uno en el centro educativo 25 de
Julio, en Florida de Nicoya.
Experiencias en escuelas y comunidades rurales.
Las comunidades y escuelas rurales constituyen sacrificios, desafíos, retos y
responsabilidades: en el ano 1997 inicié mi carrera como docente, ahí me encontré con
varios retos como trasladarme a 250 kilómetros de mi casa los lunes en la madrugada en
motocicleta y regresar los viernes para asistir a la universidad, toparme por primera vez
con un grupo de primer grado de 26 alumnos, con estudiantes de 12 anos sin saber leer y
más de la mitad repitentes fue muy difícil.
En el siguiente año me fui a una isla donde no conocía y adonde debía
trasladarme en una panga los lunes muy temprano, encontrar una pequeña comunidad
carente de todos los servicios públicos tales como agua potable, electricidad, teléfono,
calles, cancha de fútbol, salón comunal, pulpería, etc, fue terrible. Además encontrarme
con una matricula de 25 estudiantes en donde solo 6 habían aprobado el año, fue para mí
un enorme reto, pues era tanta la pobreza que muchos niños llegaban al a escuela más
por almorzar que por aprender a leer y a escribir.
La posibilidad de realizar actividades era casi imposible por las limitaciones de
servicios inexistentes, salvo las tamaladas que realizábamos y que en unos botes de
remo íbamos a vender por toda la isla, además me libré de la muerte una vez cuando
regresaba de una reunión en Puntarenas en una panga, donde me alcanzó junto a dos
pescadores una terrible tormenta en la noche que casi nos vuelca en medio trayecto y que
gracias a mis oraciones y mi fe pudimos salvarnos.
También he conocido grandes amigos, padres y madres de familia incondicionales
con la escuela, instituciones que gracias a la motivación y al trabajo de todos y los padres
y madres que realizaban actividades se pudieron remodelar ya que por ejemplo en
algunas, el agua se colaba por el zinc y por el cemento; otras comunidades
completamente desintegradas y sin ningún tipo de responsabilidad ni con la Educación de
sus hijos mucho menos con la escuela y que poco a poco pude convencer e integrarlos al
punto de convertir una institución abandonada en uno de los centros más hermosos,
organizados y prósperos del circuito.
También conocí comunidades en donde increíblemente al docente se le respeta,
se le ayuda y se le ve como un sujeto de cambio, de prosperidad y de ejemplo para toda
la comunidad y al cual le brindan toda la ayuda que requiere para que realice su trabajo.
Recuerdos perdurables de la Escuela Rural.
Durante mis casi doce años de trabajar en escuelas rurales he aprendido muchas
cosas en cada comunidad, en cada institución y en cada salón de clases. Sin embargo, el
enseñar a niños muy pobres con dificultades de aprendizajes severos, con un ambiente
en el hogar que no contribuye en lo absoluto a su problema, es quizás lo más gratificante
de ser maestro de zonas rurales; he topado en mi camino con muchos niños de segundo
y tercer grado sin saber leer ni escribir, y lo peor, sin ningún interés en el estudio y he
podido con la ayuda de Dios convencerlos que se esfuercen, que se enamoren de la
escuela y de su enseñanza y he podido ver a esos alumnos cursando grados superiores
en el colegio y eso es motivo de alegría.
Otra experiencia hermosa fue, cuando por la reubicación de una directora tuve
que regresar a mi propiedad y dejar la dirección de la escuela, donde al principio los
padres y madres no se acercaban siquiera al centro, y al termino de tres años ver como
los 170 alumnos no regresaban a la escuela durante una semana en señal de protesta
porque no querían otro director que no fuera yo y ver a esos padres de familia en un bus
en la Dirección Regional protestando y posteriormente en el Despacho del Ministro
pidiendo mi permanencia en esa institución.
La Educación es el proceso más importante en la vida de toda persona, es la
solución a todos los problemas de una sociedad violenta, carente de valores espirituales y
morales, es sin duda el único vehículo que nos lleva a realizar sueños, a ser mejores
personas, a enfrentar con valentía las adversidades y a lograr una mejor calidad de vida.
En el caso de la Educación Rural, constituye para algunas personas, la única
oportunidad de socializar, de pasar ratos agradables en compañía de personas
respetuosas, constituye la única oportunidad de conocer un mundo distinto al suyo y el
que jamás pudieron imaginar y que gracias a la Educación pueden interiorizarlo e ir tras
el.
Es por eso que el educador de zonas rurales debe ser un sujeto de cambio y
compromiso, debe ser muy innovador y creativo; debe estar actualizado y sobre todo
propiciar un ambiente y un proceso contextualizado y adecuado al tipo de estudiantes y a
la realidad a la que se enfrentan estos niños día a día, debe ser muy trabajador y debe
proyectarse siempre en la comunidad en cuanto a la resolución de conflictos, ya que estas
son zonas de muy escasos recursos económicos y por lo general no cuentan con muchos
servicios ni con la ayuda de entidades gubernamentales por lo que los recursos deben
adquirirse con el esfuerzo de todos.
Flora Luisa Monge Valverde
Nací el 27 de mayo del año 1966 en Naranjo centro en la Unidad Sanitaria.
Mi infancia la viví en Palmitos de Naranjo, mi madre, Juana Valverde Calvo, era
Ama de Casa, también tenía que trabajar en el campo recolectando café, deshijando
café, apodando y abonando.
A mi padre, Jesús Monge Azofeifa, lo tuve solo 6 años, pues murió de cirrosis.
Durante toda la primaria y secundaria a mi madre le correspondió darme los
estudios, somos 11 hermanos por todos.
Estudié en la Escuela de Palmitos de Naranjo, cuando obtuve el diploma mi
madre no me iba a mandar al colegio por la situación económica pero principalmente
decía que nada iba hacer al colegio, lloré mucho y un hermano la convenció que me
mandara.
Así pasaron 5 años y en el año 1983 me gradué obteniendo el titulo de Bachiller
en Ciencias y Letras.
Una de las razones por las cuales soy docente es que soy elegida por Dios y me
satisface enseñar.
Desde muy pequeña jugaba escuelita con los muñecos sentados en bancos y
tucas de palo. Las aptitudes uno las lleva en las venas.
Después de que obtuve el bachillerato, deseaba ingresar a la universidad pero
fue imposible, mi madre no podía cubrir mis estudios, y cuando había que hacer el
examen de admisión no tenía dinero para pagar el derecho.
Conseguí trabajar para ayudarle a mi mamá, en ese entonces ganaba 3500
colones, por las tardes como Asistente en una clínica dental.
Pasaron 2 años y acepte casarme, pensé que ya mi vida profesional acababa y
que me dedicaría a mi hogar, sin embargo un mes antes decidí reclutarme en la Dirección
Regional de Enseñanza San Carlos.
En ese entonces acepaban reclutarse con bachillerato de colegio, pues los
profesionales en Educación eran muy pocos.
En 1987 me trasladé a vivir a Pavón de Los Chiles un lugar muy lejos de Naranjo.
Al mes de vivir en este lugar, la directora de la Escuela Pavón, Roxana
Vásquez Monge, me pidió ayuda, pues la madre de mi esposo, trabajaba en el comedor
escolar y le contó que yo tenía bachillerato, Roxana necesitaba un oferente para que
hiciera una incapacidad por maternidad, fue así como inicié un 15 de Abril del año 1987.
Desde aquí comenzó mi historia.
Ese día me esperaban alumnos curiosos, deseosos de ver a la nueva maestra y
como era una escuela con Dirección uno, debía ejercer también como directora,
desde ese momento decidí enfrentarme y dar lo mejor de mí.
La incapacidad era por 4 meses. Había otra docente Lilliana Zúñiga, debía dar 3
grados, uno en la mañana y dos en la tarde y atender la dirección.
Como no sabía y nunca había visto un planeamiento acudí a los cuadernos de
los niños y a los libros que en ese momento estaban vigentes.
Lo que hacía primero en mi rutina diaria era una oración y enseñaba a los niños
canciones infantiles.
Poco a poco fui acomodándome y le solicité ayuda a unos compañeros
maestros y de esa forma me confeccioné mi planeamiento, el cual cumplía al pie de
la letra.
Nunca se me olvida, que a los dos días de haber iniciado llegó el supervisor
Rodolfo, en compañía de un señor a realizar una visita rutinaria principalmente en
cuanto a documentos;
como nombramiento de la Junta de Educación y todo lo
relacionado con el comedor escolar, la sorpresa fue que me di cuenta al final de la
visita que se trataba de Arturo Jiménez, Director Regional de San Carlos, pero ni sentí
temor pues no sabia la magnitud de quienes eran esas personas, sin embargo las recibí
con amabilidad y no hubo ningún problema, sí me dieron algunas recomendaciones.
El año marchó muy bien y cada día me gustaba más el trabajo principalmente
lo que más me animaba eran los niños tan cariñosos y la felicidad que mostraban
cada día al recibirme. También las personas de la comunidad y miembros de las
Junta Administrativas , que me daban mucho apoyo.
En este mismo año mi mamá se enfermó y murió de cáncer en el cerebro, nunca
acudí a una licencia porque no conocía la Ley de Carrera Docente.
En 1988 me nombraron en la Escuela Montealegre como Unidocente.
Cuando me llegó el nombramiento decidí ir a conocer la escuela, mi esposo
consiguió un caballo prestado y llegamos a Montealegre,
estaban construyendo el
comedor, pregunté
y me recomendaron al Presidente de la Junta de Educación:
Guillermo Rojas Vásquez, hable con él y me mostró la escuela, decidí irme a vivir allá,
porque para viajar todos los días quedaba largo, no había luz eléctrica ni agua, vivía en un
cuartito anexo al comedor.
Don Guillermo me decía que esa oficina la habían hecho precisamente con ese
fin de que si algún maestro llegaba a trabajar la utilizará también para vivir.
Trabajé un año interina, aquí estaban siempre al tanto de la escuela, Guillermo
Rojas, Víctor Julio Rojas y terminando Roy Rojas, hombres muy cooperadores, siempre
líderes en la comunidad, y que se han esmerado para que en la escuela todo
marche bien.
La
Escuela
Montealegre está 3 Km. al Oeste de la Iglesia de Pavón.
En 1989 no laboré, me nombraron en la Escuela El Jardín de Cutris, que se
encuentra a 50 Km. de la entrada de Buenos Aires, de Pocosol, pero renuncié, pues
iniciaba un embarazo y tenía temor de perder mi bebé, además el permiso era solo por
un mes.
En el año 1990
me nombraron en la Escuela de Santa Rita de Los
Chiles
pero ese mismo año me enteré de que la Universidad Nacional tenía un convenio con el
MEP, había que hacer un examen de admisión, conseguí los temas y comencé a
estudiar, el examen era en agosto de 1989, en San Carlos.
Toda mi ilusión era iniciar una carrera en lo que realmente me gustaba.
Un día antes del examen estuve hasta las 4:30 de la tarde, en observación en
el Hospital Los Chiles, con fuertes achaques, sin embargo yo tenía los resúmenes y
mientras tenía el suero puesto iba estudiando, me sentí preocupada pues el Dr. me dijo
que si no mejoraba me dejaba internada hasta el otro día. Le supliqué que me diera la
salida para ir el otro día a presentar el examen y así fue, me trasladé el día siguiente a
realizar el examen de admisión y me dijeron que el resultado estaba en 2 meses, en los
que precisamente me mejoraba del bebé Danny.
Cuál fue mi sorpresa, me admitieron, fue así como en el año 1990 inicié un
Convenio de Estudio con la Universidad Nacional y me nombraron en la Escuela de
Santa Rita de los Chiles como un Unidocente.
Fue difícil ese año, un lugar sin electricidad y en tiempos de invierno bravo, el agua
del pozo se batía y debía esperar 3 horas para que el agua se aclarara y poder usarla.
No había medio de transporte público, solo finqueros que salían a vender queso los
viernes a la comunidad de los Lirios por lo que aprovechaba para salir cada 15 días a
estudiar a la Universidad Nacional sede en el Liceo San Carlos, con un horario los
viernes de cinco a diez de la noche y los sábados de 8 a.m. a 12 m.d.
En el año 1991, trabajé en Chimurría de Los Chiles como unidocente, tuve una
experiencia muy difícil pues no había Junta de Educación y según la opinión de toda la
gente, nadie quería ayudar a la Escuela, dado el caso me fui a pie a visitar 3 familias
para convencerlos de que me ayudaran en la Junta de Educación y de esta forma el
señor Jorge Barrantes junto con Elida Corella, y otro señor Vásquez no me acuerdo
del nombre, me ayudaron, mandé las ternas de la Junta a la Municipalidad, de ahí todo
marchó bien, se realizaron muchos proyectos y la Junta se sentía muy contenta con migo.
Pero como era interina me tuve que ir, el siguiente año me nombraron en San
Isidro de los Chiles, solo estuve hasta julio pues me retiré con una licencia por
maternidad de mi segunda hija Francela, tuve que irme a vivir a esa comunidad por el
difícil acceso de todos los días, también recibí mucho cariño y apoyo de la gente, siempre
recuerdo a los lideres como Carlos Rodríguez conocido como Caliche y su esposa Cecilia
y la señora Ángela, Cocinera de ese entonces.
En este año 1992 ya me graduaba con el diplomado pero como me faltaban unas
materias y no las daban en las en la sede de San Carlos tenía que ir hasta el CIDE a
Heredia a llevar un cuatrimestre, fue así como me tuve que ir a Palmitos de Naranjo
donde una hermana, para tener cercanía a la Universidad Nacional, en ese año obtuve
el diplomado, tenía que ir hasta noviembre y mi hija nació el 2 de setiembre, iba hasta en
cuarentena a clases.
Obtuve mi diplomado, con mucho esmero y ahínco, dejar todo, irse para poder
concursar el año siguiente 1993. Estando en la Escuela de San Jorge de Los Chiles y
como la Universidad Nacional cerró los cursos, me trasladé a la UNED a sacar el PT4,
concursé y me dieron propiedad con un PT3 en la Escuela Montealegre en el año 1994
nuevamente a esta comunidad y como ya me conocían la gente me recibió con mucho
cariño y me apoyaron mucho, tenía que viajar todos los días por mis dos bebés, entonces
caminaba 40 minutos de ida y otros 40 de venida o a veces me trasladaba en raid, todo el
año lo hice y me cansé, fue así como me trasladé a la Escuela Concepción, que queda a
800 metros de mi casa, estuve 5 años ahí, ya viajaba en mi propio carro, como no tenía
horario alterno ese ultimo año y el dinero no me alcanzaba presenté una solicitud de
traslado de Concepción a Montealegre y me lo dieron, estuve del 2000 al 2005 en este
entones ya había un director y me nombraron como subalterna.
En el 2001 me gradué con una Licenciatura en I Y II ciclos y siempre en esa
comunidad lideres muy representativos como Guillermo Rojas y Fernando Rojas y otros
más.
En el 2005, decidí trasladarme para Concepción Santa Cecilia de los Chiles y
hasta hoy en día 2008 aquí estoy.
Hasta la fecha esta escuela es de 4 docentes y un
Ingles, una Docente de Apoyo Fijo.
director, un Docente de
En el 2006 saqué otra Licenciatura en Administración Educativa en la Universidad
Santa Lucia en San Carlos, además inicié con un recargo en el CINDEA Pavón y hasta la
fecha ahí estoy.
Eric Reyes González
Nací en un pueblo llamado Veracruz de Caño Negro de los Chiles.
Mi familia la componemos ocho hermanos y mi papá, ya que mi mamá murió hace
diez años, yo soy el penúltimo y les puedo asegurar que disfruté mi infancia de lo mejor.
En mis tiempos de escuela asistía, descalzo, con pantalones cortos, los cuadernos
forrados con periódicos aunque escogía las mejores ilustraciones a colores para las
portadas y los guardaba en bolsas plásticas.
Siempre quise ser el mejor en el aula, cuando llegaban los exámenes, me
preparaba aún mejor para obtener las mejores calificaciones.
Cómo olvidar todos esos recuerdos que en su mayoría fueron buenos y de gran
valor formativo para mi futuro.
Uno de mis hermanos mayores me motivó para que continuara mis estudios en la
secundaria, él me ayudó con la compra de útiles y la estadía ya que mi comunidad en ese
entonces no contaba con un colegio, por eso tuve que trasladarme al cantón de Los
Chiles.
Aprobé los dos primeros años ya que los años siguientes los terminé en el Colegio
de Upala donde aprobé el bachillerato.
Le doy infinitamente gracias a Dios, a mis padres y a mis hermanos porque me
ayudaron a estudiar y hacer mi sueño realidad. “Ser educador”.
¿Por qué me hice maestro?
Gracias a Dios tuve buenos ejemplos de maestros, a ellos debo mi profesión de
educador ya que quise seguir sus dotes de enseñanza, el de formar ciudadanos para un
futuro mejor.
Siempre me gustó poner en práctica lo aprendido de mis maestros, y que más que
con niños de primaria.
Quiero hacer énfasis en que el buen educador, no es aquel que se coloca al frente
de sus alumnos a dictar, a escribir en la pizarra hasta que el niño se canse o a regañar. El
buen maestro es aquel que da confianza, el que dialoga, el que se pone en los zapatos
del niño que anda con hambre, descalzo, sucio, porque sus progenitores no tienen los
recursos necesarios para cubrir todos estos gastos.
“Por eso quise ser maestro, para enseñar mis conocimientos positivos a través de
los niños y perdure por siempre”.
¿Cómo me formé para ser maestro?
Tuve un buen proceso de enseñanza, tanto a nivel académico como sociocultural y
religioso.
Obtuve mis títulos con gran esfuerzo; desde la Enseñanza primaria, secundaria y
hasta la universitaria.
La práctica hace al maestro y depende de él si los niños adquieren buenas bases
para ser buenos ciudadanos.
Gracias a la motivación que obtuve de algunos docentes, tanto de primaria como
de secundaria, estoy trabajando en lo que más me gusta “la educación”.
¿Dónde he trabajado como Maestro Rural y cuándo?
Todavía tengo muy presente mi primera experiencia como educador.
Como todo ser humano, el primer día de clases me sentí muy nervioso, pero con el
transcurrir de los días obtuve más confianza y pude desarrollar mi trabajo.
Después del año 2003 me nombraron en el Centro Educativo El Jobo del que
tengo buenos recuerdos, tanto con los niños como con los padres de familia.
En el 2004 trabajé en la Escuela La Trocha de Los Chiles, esto es fronterizo con
Nicaragua en donde la matrícula era un alto porcentaje de origen Nicaragüense.
En el 2005 me nombraron en Medio Queso también de Los Chiles, también tuve
una excelente relación escuela-comunidad.
En el año 2006, el mejor para mí, ya que me nombraron en propiedad en una
Escuela Urbana, en San Juan de Dios de Desamparados. El nombre de la Institución es
Sotero González Barquero; estuve un año ya que al año siguiente año 2007 me
trasladaron con mi propiedad a la escuela Pueblo Nuevo de Los Chiles donde laboro
actualmente.
Personajes importantes que conocí.
En cada comunidad que he trabajado conocí diferentes personajes muy humildes,
trabajadores y con valores deseables. No podría mencionarlos aquí, ya que ocuparían
muchos espacios y sería muy injusto de mi parte mencionar algunos.
Relaciones escuela-comunidad.
Esta relación, gracias a Dios siempre fue excelente. Obtuve apoyo constante de
los padres para realizar actividades, e incluso jóvenes que se involucraron directamente
para un desarrollo del sistema educativo.
Problemas importantes y soluciones que encontré.
Los problemas que se presentaron eran más que todo el factor económico en el
núcleo familiar. Pero con ayuda de instituciones como IMÁS, FONABE y empresas
privadas como Tico - Frut, los niños de diferentes familias cuentan con pequeñas de esas
ayudas para subsistir y estudiar con gran regularidad, tanto a nivel primario como
secundario.
Alumnos inolvidables.
Son muchos los alumnos que nunca olvidaré, pero hay uno muy especial de
nombre Jeison que estudiaba en la Escuela El Jobo de Los Chiles.
El era un niño muy rebelde, pero con el transcurrir de los días me lo fui ganando,
Al finalizar el curso lectivo, me entregó un regalo y un escrito que decía:
“Agradezco su comprensión, su cariño y dedicación conmigo, nunca hubo un maestro que
me demostrara todo eso y es por eso que nunca lo olvidaré”.
Esas palabras cortas, lo llenan a uno para toda la vida, siempre las tendré
presente.
Recuerdos perdurables de la Escuela Rural.
Esto ocurrió un lunes del mes de junio de 2002 en la escuela San Cristóbal de
Pocosol.
Eran las 6:25 a. m., en pleno invierno, iba para el centro educativo cuando se
pinchó el neumático de la moto en la que viajaba, esto ocurrió a unos 6 Km. de la escuela.
Llamé a la directora y le expliqué la situación.
Seguí mi ruta a pie, cuál fue mi sorpresa al ver el grupo de mis alumnos,
descalzos, mojados y unos hasta con hambre pero con gran energía para encontrarme.
Les dije que me hubieran esperado en el aula, pero ellos me respondieron que
querían ayudarme con la maleta y acompañarme en el camino ya que me querían mucho.
¡Cómo olvidar esos recuerdos perdurables!
Algunos aprendizajes importantes.
En las Escuelas Rurales uno aprende muchos valores que se están perdiendo,
uno de ellos es la humildad y sencillez.
Al docente lo ven como un líder, un orientador, un guía para las necesidades de la
comunidad. Es ahí donde debemos demostrar que somos capaces de ayudar a resolver
problemas sencillos y no hacerlos más grandes.
Debemos sembrar una semilla en cada niño y ayudar a que germine y crezca con
todo los valores positivos y que perdure para siempre.
Escuela Rural. Infraestructura - dinámica pedagógica
Para nadie es un secreto observar infraestructuras de los centros educativos del
país en muy malas condiciones, especialmente en las zonas rurales.
En mi caso siempre me ha gustado trabajar para la comunidad. He tocado puertas
para adquirir ayuda, tanto de empresas públicas como privadas. En algunos casos
conseguí dichas ayudas en otras no.
Pero seguiré luchando para que los niños obtengan un aprendizaje mejor.
En lo personal, en las escuelas rurales los niños son uno belleza en cuanto a su
comportamiento educativo se refiere.
A Dios gracias, hasta la fecha no he tenido conflictos con los educandos, al
contrario ellos me ven como parte de su familia, como un amigo más, e incluso como un
padre que los protege, que los guía y educa.
Considero que la enseñanza es de un alto nivel académico sin importar la
ubicación del centro educativo, ya que depende únicamente de nosotros los docentes.
Lo importante es que se realice con profesionalismo y aprovechar todo lo que hay
a nuestro alrededor.
La Educación en general
La Educación en general, considero que ha bajado su nivel académico y la
formación de los niños como un todo. Esto debido a muchos factores externos que
rodean al educador.
Uno de ellos es que algunos no tenemos la vocación de enseñar con tanta
dedicación.
Hemos perdido ese amor, ese respeto y esa admiración, tanto de los educandos
como de los padres y de la comunidad en general.
Cuando empecemos a valorar todo eso y mucho más, la Educación en general
subirá en calidad y excelencia.
Hagamos de esos niños un futuro mejor y para ello, luchemos por los educandos.
Cómo defino la Educación Rural.
La defino como un avance hacía la superación muy cercana a pesar de las
limitaciones con que se cuenta en cuanto a los avances científicos y tecnológicos.
Creo en la capacidad de los docentes, la aportación de los padres en sus
conocimientos, la comunidad en general y las instituciones públicas y privadas para lograr
un aprendizaje mejor en los niños y niñas de nuestro país.
Lo que creo que puede aportar la Educación Rural a la Educación Costarricense
La Educación Rural aporta a la Educación Costarricense, algo que es muy
importante y que poco a poco se está perdiendo, lo cultural y el rescate de nuestros
valores.
Anteriormente mencioné que en las zonas rurales se vive la sencillez y la
humildad creo que son las bases fundamentales para la gran superación.
Por una Costa Rica mejor, dediquémonos con amor a la educación.
Iris Atencio Caballero
Nací en el año 72, en un pueblito campesino fronterizo con Sabalito (Costa Rica)
y Río Sereno (Panamá), lo que me acreditó para tener dos nacionalidades.
Mi padre era descendiente de indígenas Guaimí, a la edad de cuatro años, mis
padres se separaron; somos cinco hermanos (tres mujeres y dos varones), con edades de
tres a once años, de todos se hizo cargo papá.
Emigramos hacia Talamanca y la situación se tornó difícil, puesto que éramos
sumamente pobres y a mi padre lo había picado una serpiente muy venenosa, a él le
propusieron ayudarlo con los estudios y la Educación de nosotros sus hijos, pero para
esto debería internarnos en dos hogares diferentes, uno para niñas y otro para niños, para
él esto fue una decisión muy dura, separarse de sus pequeños, pero como nos contó, así
lo decidió, porque creía que la Educación era la herencia más grande que nos podía
dejar.
Papá vivía en Talamanca, mientras nosotras estudiábamos en Chiriquí provincia
de Panamá, los varones no siguieron en ese internado porque el más pequeño no se
acostumbraba a estar lejos de papá, por lo cual, ellos asistían a la escuela en el lugar
donde vivía mi padre.
Así transcurrió mi infancia, lejos de casa y de papá, puesto que solo regresaba a
casa, cuando eran las vacaciones de fin de año, que en ese tiempo eran de tres meses,
por cierto los más cortos de mi vida.
Mi padre fue un hombre preocupado por nuestro bienestar, se preparaba durante
todo el año para recoger el dinero de los pases míos y de mis dos hermanas, sembrando
maíz, criando animales para la venta y trabajando ajeno. Hicimos los recorridos del lugar
donde estudiábamos a nuestra casa y viceversa en muchas ocasiones, unas veces en
avión otras en bus utilizando un ferry para al final llegar nuestro destino.
En 1987 papá no me mandó más al internado porque solo quedaba estudiando yo,
mis otras hermanas ya habían terminado sus estudios y en Panamá la revolución contra
“Noriega” estaba muy sangrienta.
Por lo tanto, terminé la Educación Secundaria en el Colegio Técnico Profesional
de Bribri Talamanca.
En 1999 me gradué de quinto año, en 1991 estuve en casa ayudando a papá
mientras que mis dos hermanos terminaban el colegio.
En 1992 ingresé a trabajar a la Escuela Bernardo Drüg como maestra aspirante de
preescolar.
En 1994 ingresé a la Carrera de Educación Preescolar en la Universidad de Costa
Rica, y contraje nupcias.
En 1995 abandoné dicha carrera porque nació mi primer hijo y era muy difícil para
mí trabajar, estudiar y atender a mi bebé. Esto se me hacía más difícil porque tenía que
vivir en la comunidad donde se localiza la escuela, como a doce kilómetros de la casa,
para llegar hasta aquí debía tomar un autobús, cruzar el río en bote y luego viajar en un
camión o a pie.
Salía de mi casa los domingos por la mañana y regresaba los viernes a medio día
para dejar al bebé, para que me lo cuidara mi papá o mi hermana, y luego tomar el bus
hacía Limón donde queda la sede de la UCR.
En 1997 se nos comunica a los docentes que la Universidad Nacional abrirá una
sede en Bribri, para dar la carrera de Educación General Básica con Énfasis en
Indigenismo, decido entrar en la carrera aún estando embarazada de mi segundo hijo, el
mismo nació en diciembre de ese mismo año.
En 1998 regresé a clases pero ya no iba sola me acompañaba el bebé en un
coche, que dormía profundamente mientras yo recibía lecciones y cuando por algo lloraba
siempre habían diferentes brazos dispuesto a chinearlo (mis compañeros de clase) y a
veces llegaba una muchacha a cuidarlo.
En 1999 aún continuaba trabajando en el mismo centro educativo y en preescolar.
Por este trabajo, por el estudio y por otras razones terminé separándome de mi
esposo quien no aceptaba este rol de vida.
Continúe con los estudios universitarios teniendo el apoyo incondicional de mi
padre quien me cuidaba los niños los viernes por la noche y los sábados todo el día y, mi
hermana mayor me los cuidaba toda la semana mientras yo trabajaba.
Me gradué de diplomado en el año1999
Debo contarles que la mayoría de los profesores que nos dieron lecciones fueron
personas muy humanitarias, responsables y comprensivas.
En el 2000 concursé y obtuve propiedad en el mismo centro educativo pero como
Docente de Enseñanza General Básica, en el 2001 tuve a cargo el grupo de tercer grado.
Continué los estudio de licenciatura aún después de darme cuenta que estaba por
tercera vez embarazada y sola nuevamente, una vez más encontré el apoyo en mi padre
y el impulso para seguir adelante. Por eso cuando se programó la gira para compartir con
los compañeros del Sur, fui gustosa a pesar de sentirme muy pesada; el viaje fue
tranquilo y no hubo pormenores en mi estado de embarazo.
En el 2002 nació mi niña quien también se convirtió en parte del grupo de
estudiantes que estábamos con el proyecto de tesis.
En el 2003 cuando la niña tenía tres años y yo empezaba a trabajar en una
computadora para pasar los ensayos de la tesis, trabajaba con la bebé en las piernas y en
más de una ocasión me borró todo lo que había escrito. Ser madre soltera, estudiar y
trabajar al mismo tiempo es muy difícil pero el que persevera alcanza. Así en el 2004
hicimos la presentación de nuestra tesis en el salón de la DER en Heredia, la cual
ganamos.
En el 2005 obtuve el título de Licenciada en Educación con énfasis en
Indigenismo.
Mi padre me felicitó con un beso y un abrazo muy efusivo, pues él me infundió y
me enseñó el amor por mis hijos y por el estudio, la perseverancia, el esfuerzo, la
dedicación y otros valores más.
Él también se sentía un triunfador, pues había cumplido dejándome la mejor
herencia “el estudio” y el deseo de superación. Aún después de su muerte sigo dándole
las gracias a mi padre por todo lo que hizo por mí, por mis hijos y por mis hermanos;
siendo un campesino que fue a la escuela hasta tercer grado, conocía el valor de la
educación, hoy doy gracias a Dios por permitir a papá ver a sus cinco hijos convertidos en
profesionales y porque disfrutó tanto como yo de mis triunfos y logros en esta carrera tan
hermosa como es la Educación, además por ver el amor y la ternura con que trataba a
sus nietos quienes también lo llamaban “PAPÁ”
Con esto les comparto que tuve el mejor padre que ningún otro hijo haya podido
tener, un hombre fuerte, perseverante, lleno de Dios, sencillo, amable, cariñoso, alegre,
siempre dispuesto a perdonar y ayudar al prójimo.
Un ejemplo maravilloso de lo que todos los hombres deberían ser; papá fue un
hombre que me ayudó a superar los temores y desengaños de mi niñez y convirtió todo lo
que pudo en éxitos y esperanzas.
Fue un hombre cuya devoción a su familia estuvo acentuada por la ternura de su
firmeza, sus consejos amor por la vida, la conducta y sabiduría que practicaba.
Papá falleció el 29 de diciembre del 2007, a sus 67 años. Este ha sido uno de los
días más tristes de mi vida.
Él partió dejándome una gran enseñanza “El que perdona, ama, lucha, nunca se
rinde y es perseverante alcanza sus metas”.
Eugenio Ríos Oporta
Nací en zona rural, en el año 1937, en el seno de una familia de nueve miembros,
fundadora del pueblo de Caño Negro de los Chiles. Por esa época los territorios de la
zona norte estaban habitados en su mayoría por nicaragüenses indocumentados, gente
muy trabajador que venían y se metían como precaristas en territorios baldíos, vírgenes
atestados de variada flora y fauna.
Mi padre tenía una finca ganadera donde daba trabajo a muchos pobladores.
A los cuatro años perdí a mi madre por causa de una bronconeumonía y quizás
eso me convirtió en el miembro de la familia más chineado, no me gustaba hacer trabajos
pesados como hacían mis hermanos, una vez casadas mis hermanas, yo me hice cargo
de las tareas domésticas. La maestra que me dio sexto grado me tomó mucho cariño
porque además yo padecía sangrados nasales y era muy delgado, ella le propuso a papá
llevarme a estudiar a Alajuela porque mis notas eran excelentes, y me fui.
Siempre conté con el apoyo de mi familia pero los vecinos se burlaban de mí, con
todo y eso yo fui el primer intelectual que salió de Caño Negro de Los Chiles.
A los cinco años de haberme ido y con diecinueve de edad comencé a trabajar
siempre bajo la influencia de la maestra Rosario, fue ella la que hizo todo por mí hablo en
el Ministerio de Educación, me dio tutoría tantas veces como necesité.
La comunidad donde llegué se llamaba el Venado de Tilarán una comunidad
pequeña, poco poblada, alumbrada con una planta de batería, en mi escuela atendía a 47
alumnos.
En realidad tuve que enfrentar situaciones realmente críticas en todos los
aspectos. En lo social pues para los padres de familia el maestro es “un vago” que le
pagan bien para hacer nada, por esa época todo conflicto se resolvía a machete y con
violencia, y eso de que le paguen bien es falso pues una de mis peores dificultades que
enfrenté fue la poca remuneración, el exceso de trabajo, las incomodidades del medio por
diversas situaciones ya fueran climáticas de acceso, o por ambas en principio yo no tenía
ni idea de mi fututo, solo me dejaba influenciar por mi maestra que fue como mi ángel de
mi guarda en todo lo que necesité.
Trabajé en muchas comunidades tales como; Caño Rito, La Virgen y San Jorge
de Upala, Aguas Frías de Guápiles, la zona de Bribri, Guatuso, El Jobo de Los Chiles y
muchas otras comunidades más.
Quiero contarles que el método de enseñanza que siempre utilicé fue el fonético
silábico, porque es el que surte mejores rendimientos en materia de enseñanza aprendizaje tal es así que por obsoleto que parezca aún se usa.
El material didáctico fue todo cuanto se pusiera al alcance tiza y pizarra, y tantas
cosas más que pudieran servirme, en cuanto a la disciplina yo a los niños les hablaba
como amigo, como padre y como hermano, hay niños que se comportan hostilmente
porque tienen serios problemas, que uno como docente les puede descubrir observando
su conducta.
Mis mejores recuerdos son aquellas escuelitas con techo tejido de hojas, piso de
tierra, los pupitres eran dos tablas montadas en seis ganchos y horquetas una más arriba
que la otra, el agua en el mejor de los casos se sacaba de un pozo con teclee, un mecate
y un balde.
En º1976 entré a la universidad, pues a esta fecha sólo tenía Bachillerato en la
Enseñanza General Básica. Entré con el plan seis, modalidad donde uno iba a clases
presenciales cada mes, sábado y domingos así obtuve un título de PT3. Actualmente
disfruto de mi pensión en el seno de mi familia con mi segunda esposa.
Germán Gutiérrez Hernández
Mi nombre Germán Gutiérrez Hernández, cédula 8041860, Costarricense de
corazón, pero de origen Nicaragüense.
Nací el 10 de noviembre del año 1950,
en una preciosa isla llamada
Mancarroncito, perteneciente al Archipiélago de las Islas de Solentiname, enclavadas en
el Lago de Nicaragua.
Siendo muy pequeño mis padres se separaron, mi madre emigró a Costa Rica, al
cantón de Upala en un lugar llamado San Jorge, nosotros nos quedamos viviendo con
una hermana. Tiempo después mi hermana, junto con su esposo también emigraron a
Costa Rica y con ellos nosotros.
Al llegar a Costa Rica me matricularon en una escuela, en donde atendían dos
supuestos docentes. La escuela se llamaba Delicias de Upala, aunque para mí de delicias
no tenía nada. Recuerdo que entre oscuro y claro salía para la escuela, a eso hora no
tenía hambre, el camino era espantoso y por más que me apuraba siempre llegaba tarde,
y de premio el maestro me paraba una hora frente a los compañeros. Este docente jamás
visitó mi hogar, jamás se preocupó por averiguar el por qué de mis llegadas tardías.
Años después las cosas cambiaron, mi padre permitió que volviera con mi madre.
Ahora la escuela me quedaba a 500 metros, los maestros me trataban muy bien, y la
comunidad me respetaba, ya no era visto como el niño abandonado, ahora estaba de
nuevo con mi madre.
Al concluir mis estudios primarios, mi maestro de sexto, con el que habíamos
cultivado una excelente amistad, me ofreció ayudar para que fuera al Colegio en Alajuela,
su ofrecimiento se hizo realidad, una madrugada salí de mi casa y después de cuatro
horas de caminar llegué a un campo de aterrizaje, después de horas de esperar llegó un
avión muy grande que en cuarenta y cinco minutos nos trasladó al Aeropuerto Juan
Santamaría, ahí esperaba mi maestro y amigo, fuimos a una tienda compramos mi primer
uniforme de secundaria, el que usaban los estudiantes del Instituto de Alajuela en la
década de los setenta todo, se hacía con mucha prisa porque ese mismo día debía
presentarme a clase. Recuerdo que apenas llegué al colegio, me condujeron a un aula,
me senté en los asientos de atrás no quería ser visto, quería pasar inadvertido; para mi
desgracia la Profesora de Español tomó la lista y pronunció mi nombre pidiéndome que
pasara al frente a leer, casi me desmayo, no sabía qué hacer. Todo esto era demasiado,
en horas de la mañana estaba en mi selva, estaba en mi mundo horas más tarde en otro
mundo tan diferente.
Es frecuente escuchar a personas que menosprecian la Educación Rural, se habla
de mala calidad, que los estudiantes del campo deberían tener un programa diferente,
pero yo me pregunto, yo salí de la pura selva de una auténtica Escuela Rural porque me
adapté y concluí sin repetir año, en uno de los mejores colegios de esa época, mis
compañeros de primer año de secundaria venían de las escuelas centrales de Alajuela, al
final del curso muchos quedaron reprobados o aplazados y por qué yo aprobé.
Cinco años después concluía mis estudios secundarios, mi meta era estudiar
Medicina, pero no pude ingresar a la única universidad que existía la de Casta Rica,
exigían un alto puntaje en el examen de admisión y yo no lo obtuve y ni tampoco tenía mi
madre los recursos económicos.
Empecé a buscar trabajo en diferentes fábricas y no conseguí, solo me quedaba
dos opciones; irme a trabajar a la bananera o buscar una plaza como maestro, que para
esa época exigía como requisito mínimo tener estudios secundarios concluidos.
Así fue como en abril de 1971, me dirigí a la dirección principal de escuela en
busca de una plaza para maestro de escuela. No resultó nada difícil tan solo había
puesto un pie adentro, un señor me preguntó que si buscaba trabajo. Unos minutos más
tarde me encontraba con mi nombramiento como Maestro Unidocente en una escuela
llamada San Ramón de los Chiles, ubicada en el cantón de los Chiles y vecina de mi
querida Upala.
Así fue como a la mañana siguiente me encontraba en el Aeropuerto Juan
Santamaría, aquel mismo que me había visto llegar cinco años atrás, siendo un
adolescente asustado, pero ese día era diferente ya que no estaba asustado, al contrario
disfrutaba. Me encontré que aquel avión bimotor que me había trasladado de mi mundo
natural a este otro mundo, hoy me devolvía de nuevo.
Al llegar a los Chiles y presentarme con el supervisor me informó que debía
esperar unos días para trasladarme a mi escuela ya que solo los lunes había un bote de
motor fuera de borda que iba a la comunidad en que estaba la escuela, ese viaje se hacía
navegando por el río Frío. Mientras esperaba aproveché, con el permiso de la directora
de la Escuela Central de los Chiles, para asistir a observar a los docentes dar clases, era
una escuela muy grande, los colegas y la directora me brindaron mucha ayuda y me
facilitaron sus unidades de trabajos, me explicaron cómo planear, y una serie de consejos.
En la supervisión encontré gran cantidad de libros de ROCAP, que eran los que se
estaban usando y los libros y guía de Paco y Lola para primer grado.
Al llegar a mi escuela me quedé encantado; con una laguna inmensa frente a la
escuela, botecitos con remos una maravilla. Era una comunidad extremadamente pobre y
pequeña, ocho padres de familias, sin fuentes de trabajo, los padres de familias y los
jóvenes adultos tenían que salir a trabajar a lugares vecinos.
El docente era tratado con mucho respeto y consideración. Este era un lugar
hermoso donde se podía trabajar, pero mi corazón seguía en mi Upala y mi compromiso
de volver a mi pueblo San Jorge.
En el año 1972, La Universidad Nacional, abrió sus cursos de verano para
docentes en servicio y así fue como el 2 de enero del año 1972 inicié mi primer curso.
Estos cursos se iniciaban el 2 de enero y terminaban el último día de febrero, eran cursos
muy intensivos, los profesores muy bien seleccionados y muy exigentes, al terminar el
curso seguíamos llevando unos módulos, que nos obligaban a continuar preparándonos
durante todo el año.
Fue en esa misma década cuando el MEP creó un grupo de Asesores Nacionales,
recuerdo que eran dirigidos por un señor llamado Enio Víquez.
Entiendo que ellos viajaban por todas las zonas rurales del país. Daban un
asesoramiento de gran calidad con ellos aprendimos, que la falta de materiales, de
infraestructura en las zonas rurales era un mito, aprendimos a elaborar dominó usando
cajas de fósforos, sílabas con tapas de refrescos y bingos con cartón, ábacos con
preciosas semillas que se encontraban en la comunidad, etcétera. Para el desarrollo de
muchos temas utilizar a personas de la comunidad. Qué mejor para hablar de la historia
de mi pueblo, de mi cantón que los señores de la comunidad. Era hermoso escuchar a
una señor, narrando leyendas a los niños, o explicándoles sobre nuestras tradiciones y
costumbres, esto rompía la rutina, los vecinos se sentían parte de la escuela, todo esto lo
aprendimos de esos asesores, nos sentíamos motivados, también le daban seguimiento,
de vez en cuando tomaban una escuela para visitarla. Recuerdo que muchos materiales
escolares originales fueron llevados a otros lugares para exponerlos.
Las excursiones educativas de los años setenta fueron muy comunes, hoy ya no
se practican, por los peligros, es una lástima.
El Maestro Rural cuyas escuelas estaban en comunidades muy alejadas y de difícil
acceso; su labor no tenía límite, él era el motor y el responsable de su desarrollo integral,
era el Abogado, el Notario, el Conciliador, Médico, Promotor de Desarrollo. Cuántas
veces nos ha tocado redactar un pagaré, un testamento, una carta de venta, salvarle la
vida a un mordido de serpiente, que antes era frecuente y que en los botiquines escolares
no podían faltar los sueros para estos casos, cuántos educadores nos vimos obligados a
aplicar una inyección de atropina en la vena de un intoxicado, porque eso hacía la
diferencia entre vivir o morir, en cuantos pleitos nos hemos visto involucrados como
mediadores o conciliadores.
Hoy en una gran cantidad de escuelas las situaciones han cambiado, las vías de
transporte han mejorado, Centros de de Salud por todos lados, Asociaciones de
Desarrollo Integral, los Médicos y Abogados se encuentran más disponibles. Pero la labor
de la Escuela Rural no ha concluido en el pasado, y hasta hoy ha sido peldaño
fundamental en el desarrollo de este país.
Hoy la Escuela Rural ya no tiene que enfrentar los problemas del pasado, hoy
tiene otros que no solo afectan a su comunidad sino a todo el país, en el pasado se
reducía a su entorno, hoy ya los problemas se han nacionalizado; hoy afectan a nuestra
capital y a la comunidad más remota, el robo, la violencia, la criminalidad, las violaciones,
la corrupción, la economía, la drogadicción, lo que está pasando en las carreteras,
afectan a todos, y todos debemos asumirlos y luchar.
La Escuela Rural tiene un papel fundamental en todo esto.
Los docentes de hoy
están comprometidos con esta lucha que no solo deben combatirla con palabras sino que
con sus propios ejemplos.
Al finalizar la presente biografía deseo agregar que después de trabajar dos años
en la Escuela de San Ramón de los Chiles, regresé al pueblo que un día me vio partir
asustado y laboré durante veinte y tres años como Director Uno.
En el año de 1997 me pensioné, contento porque durante esos 25 años me
entregué por completo a mi escuela y a mi comunidad.
Muy desilusionado con el ANDE y el SEC asistí una vez a sus congresos y
asambleas, me di cuenta que las escuelas cerraban sus puertas, los docentes se
ausentaban pero los que asistían a los congresos y asambleas eran muy pocos. Propuse
que se hicieran en vacaciones de medio año o al final y la respuesta fue que nadie
asistiría, comprendí que era un pretexto para no dar clases, por eso nunca más, eran más
importantes mis alumnos que esos congresos y asambleas.
En mis 25 años solo tuve un supervisor, que para mí, cumplía su función pero
duró unos meses; un grupo pequeño de colegas le hicieron la vida imposible y se fue,
después de él tuve otro que decían que era supervisores porque presidían reuniones,
recogían papeles y hacían visitas de cortesía a las escuelas.
Sé que existen educadores que con supervisores o sin supervisores cumplirán sus
deberes y lo darán todo por este país, pero otros necesitan de la labor del supervisor de
verdad.
En mi cantón de Upala, al llegar las universidades privadas el nivel de Educadores
Upaleños aumentó significativamente y la mayoría de las escuelas están ocupadas por
ellos y que con las mejoras de caminos y carreteras viajan desde sus hogares a sus
lugares de trabajo, ahora ya no es como antes que el docente vivía en la escuela o en una
casa cercana a ella. Con este cambió la mayoría llegan tarde 10, 20 y hasta 40 minutos,
se perdió lo de presentarse el director 20 minutos antes y los auxiliares 10 minutos antes,
me preocupa porque es una mala formación para los niños, y porque a los padres de
familia parece no importarles ni al MEP.
Un agradecimiento a la profesora María del Carmen Domínguez, por darme la
oportunidad de escribir mi biografía, y a la vez la autorizo para que corrija, o elimine
cualquier concepto aparte de la presente.
San Jorge de Upala 5 de junio de 2008.
Nelson Alpízar Rojas
Nací en San Ramón de Alajuela el 16 de noviembre de 1956.
Mi padre se llamó Evangelio Alpízar Alpízar, fallecido, el día 10 de mayo, un día
después de su cumpleaños número 76. Mi madre María Agustina Rojas Rojas, aún vive.
Inicié mis estudios en la Escuela Federico Salas Carvajal en San Juan de San
Ramón. Mis maestros y maestras fueron doña Noemí Cárdenas en primer grado, doña
Damaris Durán en años, en años posteriores, Hernán Rodríguez Herra y además el
docente Marcos Ulate.
Me inicié como maestro en el año 1994 en Bajo Rodríguez de San Ramón en la
Escuela Fermín Rodríguez Cordero, siendo director don Juvenal Rodríguez, atendiendo
los grupos I y IV grado.
Comencé esta trayectoria, después de haber estado trabajando por algún tiempo
en Agricultura con siniestros fracasos originados por fenómenos naturales, actividad en la
que todavía hoy no he claudicado.
En ese lugar llegué a trabajar dos permisos por incapacidades, lo mismo sucedió
en la Unidad Pedagógica de Valle Azul en 1994, Escuela El Progreso. En 1995, trabajé
todo un año completo en la Escuela San Jorge de Las Rocas. Todos estos caseríos se
ubican en el distrito de Ángeles, San Ramón.
Contraje matrimonio el año 1985 un 27 de julio. De esa relación nacieron cinco
hijos, varones todos. Mi esposa Isolina Jiménez Ureña vecina también de San Ramón.
En 1997 después de terminar un permiso por tres meses en la Escuela Fermín
Rodríguez Cordero, siendo director Wilberth Chavarría, me di a las tareas de arreglar las
pizarras del aula, con el apoyo de padres de familia, proyecto que debió concluir la
maestra de grado, por cuanto el término de la incapacidad cortó tal posibilidad.
En este entonces di clases a II y IV grado. Dado mi situación económica se tornó
difícil por cuanto con permisos cortados, me quedaba muy poco para cubrir los gastos de
estudio, alimentar a la familia y trabajar la parcela, decidí trasladarme a la Dirección
Regional de Enseñanza de San Carlos; siendo Director de Personal el Licenciado Antonio
Jiménez quien me envió por el resto del año a la escuela Las Delicias, ubicada en el
distrito primero del cantón de los Chiles.
Cuando llegué a Los Chiles el entonces supervisor Arturo Cantón Rodríguez me
advirtió sobre un conflicto que había con la cocinera del lugar y que nombrara el Patronato
Escolar en asamblea comunal, sin tomar partido en el conflicto, lo cual hice.
Cierta vez nos encontramos reunidos, casi anocheciendo, el Patronato Escolar, la
Junta de Educación y pude divisar unas gallinas de las casas de alrededor de la escuela,
espulgando sus plumas sobre las mesas donde almorzaban los niños, llamé la atención
de los presentes y les pregunté si eso deseaban ellos para sus hijos, algunos contestaron,
recuerdo aquí a don Sebastián Soto, y a doña Juana de Leiva, diciendo que podíamos
sacar recursos para construir un nuevo comedor escolar, que guardara las condiciones de
higiene.
Yo les contesté que si ellos estaban de acuerdo a pasar por grandes sacrificios el
proyecto se llevaría a cabo pero que el reto no era fácil.
Ocho días después el supervisor Arturo Cantón nos hizo ver de la disponibilidad de
recursos de parte de una ONG que ayudaba a proyectos para inmigrantes, lo que
sentaba muy bien las bases para impulsar el proyecto de construir el comedor en Las
Delicias.
Una de las dificultades estaba en que la comunidad debía ver por la alimentación
de los constructores. Debido a eso tanto mi persona como la maestra colaboradora Isabel
Solórzano Morales, visitamos las casas y conseguimos víveres para enfrentar dicho reto.
Dicha situación se tornó bien difícil, pues los caminos con el invierno se volvieron
casi intransitables, entonces tuve que conseguir ayuda con los agricultores de arroz para
que nos donaran fletes con tractores agrícolas desde Coquital a las Delicias, pues los
materiales no llegaban hasta dicho lugar.
Los vecinos de la comunidad viajaban en el tractor a cargar la arena en una
carreta. Dichosamente después de muchas dificultades la obra se concluyó, solo que no
la logré inaugurar, porque posteriormente fui enviado a Pital de San Carlos, esta vez a
otra escuela, también igual que la anterior, casi fronteriza, me refiero a la Escuela
Yucatán de Pital. Allí también continué tratando de llevar una enseñanza bajo una
metodología constructivita, situación en la que todavía hoy permanezco.
Me encontré dando clases a todos los grados y todas las materias, dichosamente
por esos tiempos salieron nuevos programas de estudios que resultaron muy buenos por
traer la dosificación de objetivos y contenidos incorporados, en mi opinión fueron mejores
que los actuales que parecen tener serias deficiencias.
Desde entonces y aunado a lo vivido durante 1995 en San Jorge de Las Rocas,
las escuelas unidocentes siempre me han dejado un gran sin sabor pues el trabajo que
producen es para no descansar, ni siquiera dormir pues debe uno concentrarse tanto en
dirigir la institución y siempre en las regiones que se encuentran hacen falta Secretarios
de Juntas que lleven las actas, o Tesoreros del Patronato que no conocen de números o
que hacen las compras sin pedir factura.
En Yucatán encontré que la escuela contaba con el apoyo de la Embajada de
México, por cuanto esta escuela tenía nombre mexicano, esos recursos más dos
cabalgatas que se hicieron permitieron construir la Casa del Maestro en baldosas y
comprar un motor de gasolina para generar electricidad. Estuve tres años allá desde 1999
hasta el 2001.
En el año 2000 colaboré con el censo de ese entonces sobre población.
En el 2002 la entonces Directora de Personal, Urania Chaves no encontró ocasión
de prorrogarme el nombramiento y en lugar de ello me envión al Liceo de Pavón a
desempeñarme como profesor de Artes Plásticas y Artes Industriales. Dichosamente me
acompañó la tradición familiar heredada de los Alpízar en el campo de las Plásticas y la
Artesanía. Cierta vez el director del Liceo Silverio Ortiz González me dio el instructivo
para el Festival de la Creatividad, visité las aulas y expliqué el fin que perseguía la
actividad y el festival se llevó a cabo.
Quedaron como ganadoras las alumnas Elizabeth Morales y Xinia Barrera primero
y segundo lugar respectivamente, fueron enviadas al Festival de la Creatividad Regional
y también ganaron.
Posteriormente la Asesora Supervisora Minou Arias, pidió se me nombrara en el
puesto de Maestro de Problemas de Aprendizaje, en las Escuelas San Antonio, Los Lirios
y Montealegre, puesto que me causó severos problemas económicos, pues año a año
vinieron los atrasos en el salario, entre los cuales en uno de ellos pude percibir ingresos
hasta el mes de setiembre.
En el transcurso de los años que estuve en este puesto hice la práctica docente en
la Escuela Montealegre, siendo director el hasta entonces Betzabé Reyes Flores y
docente de grado la maestra Flora Valverde. Uno de los proyectos fue fijar las pizarras a
las paredes del aula broqueando las paredes, y el otro, pintar los pupitres con colores
alegres. Además con el arribo del Asesor Supervisor Mynor Castro y posteriormente de
doña Carmen Mejías Ovares, mi participación en la promoción del Festival de la
Creatividad y Feria Científica, cobró enorme importancia por cuanto logré visitar escuelas
con el permiso de la Asesora Supervisora y motivar a participar en ellos, trataba de
explicar técnicas plásticas, recopilaba información sobre grupos de danza y música que
habían surgido y aplicaba el método científico para el aprendizaje, así como las técnicas
que se valorarían en las Ferias Científicas.
Los resultados no se hicieron esperar, un proyecto de una de las escuelas más
humildes del circuito se coronó con éxito. Un alumno de sexto grado presentó un
proyecto en la feria científica sobre un vehículo construido con material desechable que
se transportaba a control remoto. Pasó a la Feria Científica Circuital y a la Regional
donde también ganó. De allí pasó a la Nacional, para ese entonces yo estaba como
Coordinador de Ferias Científicas a Nivel Circuital. Resultó que ganó también la Nacional.
De este estudiante recuerdo solamente el nombre, Miguel, quien actualmente es
estudiante del Liceo de Pavón.
Actualmente estoy como director en la Escuela Caño Castilla de Pavón de los
Chiles, nuevamente en un lugar fronterizo con matrícula mayormente nicaragüense, inicié
en esta escuela el año anterior 2007. Entre los logros de esta etapa está la apertura del
servicio de Kínder en sus áreas materno y transición, con una matrícula inicial de 13
niños, además la construcción de una modesta escuela, con madera donada por
finqueros y manos de obra donada por los lugareños.
En este lugar he estado trabajando hasta la fecha, en trámites para la
documentación de inmigrantes así como también por la conformación de un Comité pro
Construcción de Acueductos. A largo plazo se pretende conformar una Asociación de
Desarrollo Comunal.
Estos dos últimos proyectos requieren de un enorme sacrificio de los lugareños.
Patricia Hondoy Barahona
Me enorgullece escribir mi nombre y redactar esta experiencia.
Nací en el bello puerto de Puntarenas, un 12 de Abril del 71, Cocal. Mis padres
con poco estudio lucharon para que todos sus hijos estudiaran, lo cual lograron con
mucho esfuerzo y sacrificios, vendiendo plátanos, ollas nuevas que compraban y
revendían para poder ir a la escuela.
Con seis hermanos tuvimos muchas necesidades pero al mismo tiempo nunca
fuimos pobres porque teníamos comida.
Estudié mis primeros pasos en la Escuela Sión donde mi madre trabajaba en la
soda. Ahí en quinto y sexto ya no podíamos pagar la escuela entonces mi hermana me
dijo que me viniera para San Isidro de Monte de Oro donde terminé mi primaria.
Seguí en el Colegio de Esparza, mi primer año con profesores excelentes, en este
participé en los Juegos Estudiantiles, carrera de 150 metros. Por la pobre situación
económica tuve que seguir por la noche, me daba oportunidad de trabajar en el día, en
tiendas, casas. Lo cual me dio la oportunidad de conocer a mi príncipe azul.
Fue todo lo contrario, dejé mi estudio terminando mi quinto año y me casé el año
siguiente de conocerlo, ese príncipe ya no me dejó seguir estudiando así como me lo
propuso. Viví diez años aislada del mundo, mis dos hijos eran la recompensa de todo, me
dediqué a ellos, hoy día tienen dieciséis y doce años, pero me expresan que se quieren ir
con el papá, en lo cual yo no quiero ser obstáculo para ellos.
No he podido tener la oportunidad de estudiar, estuve en el IPEC después de
separada, pero ellos me necesitaban y no pude terminar el quinto.
Tengo una amiga profesional, la Dra. Eva Gonzáles Elizondo, el cual, mi hijo fue la
mejor docente de la reconocido en el momento mis horas libres iba donde ella veía aquel
amor con que ella impartía aquella clase no importando las condiciones de niños.
Teniendo la habilidad de dibujar y ocupar solo cosas reciclables. El cual aprendí a utilizar
varias cosas para los niños.
Para ser un maestro, se tiene que tener amor, ternura, dedicación, comprensión
porque este mundo tiene mucha desintegración familiar y esto afecta a los niños de este
mundo.
He trabajado, no como maestra sino cocinando a los niños de la Escuela El
Palmar, dos meses asistiendo como una cocinera y amiga de aquellos niños que no
veían a personas desconocidas. Nunca había llegado nadie desconocido a cocinar que
aquella persona que tenían como amiga. Todos los niños eran como un libro más en mi
vida. Siempre quería trabajar en un lugar así y sentirme amada.
Un personaje que conocí fue una mujer trastornada por un hombre al cual
perseguía todos los días. Se paraba en el portón de la escuela para ver si su hombre
salía en los buses o carros que salían por ahí.
Esta escuela necesita educadores que quieran trabajar, pero yo en lo personal
veía más personas que maestras. Todos se trataban de ir temprano no terminando su
horario. Una comunidad muy pobre, que hoy día no venían por ir a cultivar la caña con la
madre eso fue lo mínimo que veía. Son niños que les hace falta la alimentación, salud y
aprendizaje. En estos lugares hay mucho analfabetismo por la falta de información.
Matemática, lectura, redacción, ortografía hay que recordar que todos tenemos los
mimos derechos, sólo que en ellos hay muchas personas amantes al dinero y no al
enseñar aquello que aprendieron.
Soluciones que yo como persona tengo es que los educadores quieran trabajar de
verdad y vivir en el lugar que trabajen para tener más cerca los problemas de sus
alumnos.
Una niña se me acercó y me dijo gracias doña Patricia por darnos rica comida yo
les daba hasta tres veces, las veces que ellos quisieran comer .
Éxitos; saber que uno de mis niños tenía zapatos todos rotos, con mi esfuerzo le
conseguí unos de mi hijo que ya no le quedaban, ropa, gorra y todo lo que puede darles .
Sé que ellos están contentos conmigo y yo con ellos.
Otro gran éxito es que no desperdicié comida porque ellos eran más importantes,
comían hasta tres veces. Casi nunca tenía que guardar o botar nada. Ellos eran mi
prioridad. Tuve dos oportunidades en que los maestros se quedaban sin almuerzo pero
yo sabía que ellos estaban satisfechos, era mi gran meta.
El chasco más grande que tuve fue una semana lloviendo muy duro y saber que
así venían a clase sin importar que estuviera lloviendo.
Logros; saber que a las siete ya me estaba pidiendo comida.
Saber que yo llegaba a las seis a las ocho o nueve ya estaba comiendo su
alimento, cosa que esa era la comida de todo el día.
Frustraciones; saber que todavía hay mucha pobreza y saber que muchos tenemos que
no sabemos como desperdiciarlo.
Recuerdo; fue que 3 niñas me escribieron dándome gracias por la comida y que
estaba muy rica.
Siempre he creído que la enseñanza es uno de los papeles más importantes para
los niños son nuestro futuro y presente.
Pienso que un Maestro Rural tiene que trabajar con lo que la naturaleza le
dé. A veces los seres humanos somos faltos de imaginación. Pero hay tanta belleza
alrededor de esos niños. Yo en lo personal los admiro de saber el tipo de sobre vivencia
que tienen ellos, su espíritu de luchadores para un futuro mejor.
La Educación Rural debe ser lo mejor, porque hasta un pájaro, mariposa, árbol,
río, vaca, gallina, todo lo que tienen para saber buenos escritores.
La Educación Costarricense siempre tiene un poco aparte esos sectores, pueden
ser el futuro Presidente o el Alcalde de nuestro país.
La causa de escribir es haber obtenido la dicha de trabajar para un grupo de niños
en la zona de Miramar El Palmar, en el que hay varios niños con muchos problemas en
varias áreas de aprendizajes. Estos menores fueron los mejores en mi vida. No tengo
palabras cada día que me levanto por darme la oportunidad de haber podido ayudar a
más personas. Ellos necesitan personas que quieran trabajar de verdad, hay que
acordarse de ellos son personas igual que nosotros.
Doña Rosario
Nací en el año 1940 en ciudad de Liberia en la provincia de Guanacaste
Propiamente mi infancia la conviví con ocho hermanos: 4 varones y 4 mujeres; yo
fui la segunda hija de mis padres. Mi papá fue un sobresaliente Agricultor y mi madre con
el oficio doméstico y aplanchaba ajeno.
Asistí a la Escuela Ascensión Esquivel a 500 metros Sur de mi casa. Mi escuela
fue de tipo “urbano”; mi maestra me llevó de 1ero a 6to año (hoy en día existe con 82
años: Abigail Rivas de Clachas).
Seguí estudiando; en el colegio fui becada durante los 5 años de secundaria (una
beca de ¢ 30 treinta colones)
Me hice maestra por vocación; amé la profesión (me quedé soltera por dar la vida
por mis alumnos, feo decirlo pero así fue)
Para hacerme maestra con mucho esfuerzo y con la ayuda de mi beca, en este
nivel de pedagogía me daban ¢ 60 (sesenta colones) (Escuela Normal de Guanacaste el
primer año y me gradué en la Escuela Normal de Heredia Omar Dengo). Trabajaba en
una casa para sostener mis gastos del último año para graduarme.
Siempre trabajé en Escuelas Urbanas; 15 años en Limón Centro en la Escuela
Iglesias C.; luego 8 años en Santa Ana Centro en la Escuela Andrés Bello López; y 2 años
en la Escuela de Salitral (la Escuela lleva el mismo nombre del distrito: Salitral de Santa
Ana).
Esta última escuela (Salitral) si era rural, trabajé 2 años (en los años: 1977 y
1978) y trabajé en este tipo de zona (porque yo la solicité en el Ministerio de Educación)
(por argolla de política).
Fue una experiencia enriquecedora tanto por el trabajo escolar propiamente; como
por la indiferencia del hogar (o de la comunidad en sí); ¿porqué?, porque el padre de
familia colabora poco en el estudio del niño (falta de tarea, no los ponen a estudiar, mala
alimentación); en este tipo de comunidad al padre de familia le interesa que trabajen en la
Agricultura, el ausentismo es la causa más grave en la zona rural (o también en la época
de invierno).
En estas causas es donde se ve el esfuerzo del verdadero maestro por “vocación”,
por la preocupación que se tiene al visitar los hogares; porque se les ayudaba con
personajes interesantes que conoció: recuperación fuera del tiempo lectivo, colaborando
en sí; fueron mis padres de familia, y mis jefes superiores (el director, el supervisor) que
son nuestro apoyo ante cualquier circunstancia seria que se presentara con el trabajo
escolar.
Mis relaciones entre escuela-comunidad fueron estrictas debido a mi carácter
fuerte; pero siempre hubo comprensión y respeto hacia los padres de familia, es decir, la
comunidad se hace respetándoles ciertas normas de sus actuaciones, como las
costumbres de campo que ello conlleva (malas palabras en el vocabulario y expresiones
tales: “a mi hijo lo mando yo”, “si lo mando es a aprender a leer y escribir”).
Problemas importantes y situaciones que encontró.
Considero que uno de ellos es cuando le quitan algún alumno con meses de
tenerlo en su aula, y simplemente por algo que no está de acuerdo con la maestra; la
solución de último es la ayuda o intervención del director; este problema me afectaba
mucho por la ignorancia del padre de familia.
Entre alumnos inolvidables “los famosos gemelos” de apellidos “Sandí” quebraron
un macetero con un bellísimo “helecho” sembrado; se enojó el “director”; se llamó al papá
y tuvimos que irlo a comprar (vale que el papá era de buenos medios económicos) y la
facilidad de obtenerla por la mayoría de artesanos que abundan en el cantón en cuanto a
la cerámica, recuerdos perdurables de esta Escuela Rural.
Parece mentira, en este tipo de escuela se siente una sanidad de mente y una
humildad entre los alumnos; también muy serviciales y dadivosos (estos recuerdos los
considero más que todo), son actuaciones personales de los alumnos pero fueron
realmente significativas para mí.
Esta Escuela Rural donde trabajé esos 2 años fue la más linda por su limpieza en
general (aulas, corredores) y sobre todo sus plantas ornamentales (helechos y diversas
rosas de todos los colores); aquello embellecía los corredores con helechos colgantes y
sembrados en bellos grandes maceteros; el verdor de ellos refrescaban el ambiente de la
escuela con un colorido a escoger y aquellos patios sembrados de rosas adornando el
frente de la escuela, en las aulas y corredores se reflejaba la lucidez de limpieza de los
mosaicos de los pisos.
Sobre lo pedagógico, el material didáctico era renovable y confeccionado con
esmero, gusto; y esto adornaba las paredes de las aulas y además todo entra por la
“vista”, todo esto ayudaba a la enseñanza - aprendizaje.
Reflexiones como Educadora Rural.
Mi experiencia fue de dos años, considero que la Educación en general fue
eficiente, todo depende del empeño o rendimiento y responsabilidad que el educador
ponga en su grado a cargo; o el interés del personal docente hacia el plantel educativo,
recordemos “la unión hace la fuerza”; otro impacto que influyó muchísimo en esta Escuela
Rural fue la hermandad que existía entre los compañeros colegas.
De acuerdo con mi criterio personal, la Educación Rural es poca la diferencia que
podría existir entre la Educación Urbana, ¿Por qué?; porque todo, todo; depende del
elemento humano: los niños de Escuela Rural son de cualidades y de características muy
semejantes al niño de ciudad (urbano); pequeña diferencia del (niño rural) considero el
medio ambiente en que viven (de campo o de pueblo a ciudad); pero la Educaciónen
general depende de la responsabilidad del educador.
La Educación Rural puede aportarle a nuestra Educación Costarricense:
habitantes trabajadores; además de su estudio de Enseñanza Primaria que siempre lo
obtienen; son buenos agricultores, ganaderos, artesanos, y también en la Educación
Rural se reflejan mejores hábitos de moral social (respeto, recogimiento hogareño); y
también muchos de los jóvenes de pueblo llegan a ser: Médicos, Abogados, Enfermeras,
Oficinistas; todo es una aportación para el pueblo o distrito rural en que han vivido.
María Elena
Nací un 21 de septiembre de 1944 en un pequeño pueblo ubicado a 44 Km. al
Oeste de la capital, Puriscal, caracterizado en esa época como el granero de Costa Rica,
por los extensos cultivos de maíz y de fríjol; de ahí por supuesto, se deriva su nombre, al
decir:” Los frijoles están purisquiando”.
Vivía con mi abuela materna, mi madre y mis siete hermanos. Mi madre lavaba y
aplanchaba ajeno para el sustento de la casa. Cabe mencionar que para aplanchar lo
hacía con planchas de carbón, donde las camisas tenían el cuello y los puños
engomados. Lavaba en una batea de madera, cobraba por la docena de ropa aplanchada
y lavada cinco colones.
Como vivía en Santiago, cabecera del cantón, asistí a la escuela Darío Flores. Al
inicio del primer año me cambiaron la maestra tres veces, pero, a pesar de que mi mamá
no tenía estudio, ya que por ser muy alta, sus padres no le permitieron asistir a sexto
grado, fue a hablar con el director para corregir la anomalía y en efecto terminé mi primer
año con la maestra Amalia Sandoval. No tuve problemas cognitivos en la Educación
Primaria, al contrario obtuve buenas calificaciones.
Una de las anécdotas que recuerdo de mi vida escolar: Cursaba el segundo grado,
cuando una mañana mi compañera Clara pidió permiso para ir al baño, no se lo dieron, se
orinó en el aula y ella lloraba , lloraba y lloraba sin consuelo, todos quedamos en silencio,
nada más la mirábamos. Cuando estaba en cuarto grado, frente a la escuela, jugábamos
paleta, mi compañera Marielos estaba también jugando, pero estaba distraída y no se
percató que la iban a quemar, entonces, la tomé del brazo para que corriera, cual fue mi
sorpresa que se cayó y se metió un pedazo de lápiz en el pie. Pienso que nunca tuve
tanto miedo como ese día.
A pesar de que mi madre no tenía dinero ni estudio, siempre nos indujo a que
estudiáramos. Fui al Liceo de Puriscal, no perdí años. En el primer y segundo año tuve
que presentar una materia. Fui puntual, no llegaba tarde, a prueba de ello me dieron una
mención por puntualidad. Recuerdo que mi madre tenía una olla de aluminio nueva en la
casa y como tenía que comprar un libro y no había dinero, vendió la olla para comprarlo.
En el colegio me gustaba participar en deportes como voleibol y fútbol, pero para
la mujer no era bien visto el deporte. Una vez estuve jugando en la plaza, lo que es hoy el
parque, y como vivíamos a un costado, mi madre me vio, cuando llegué me castigó por
jugar.
Una vez que me gradué de bachiller, no tenía probabilidad de seguir estudiando
por la situación económica. Entonces mi madre me acompañó donde el supervisor para
solicitar una plaza como maestra, ya que ellos tenían la potestad de nombrar en su
circuito. En efecto me nombraron como maestra en un pueblito un poco alejado, Bajo
Badilla, se viajaba en bus cuarenta minutos y luego una hora a pie para llegar al pequeño
y escondido pueblo en la montaña; de regreso se gastaba hora y media o más. Era un
camino solitario, sin casas, se podía escuchar el canto de las aves, el susurro del viento,
disfrutar de la naturaleza y del aire sin contaminar.
En esta escuela trabajé como unidocente, con diez estudiantes y tres grados. A
pesar de mi edad, 17 años, ya que inicié a trabajar con permiso del Patronato Nacional de
la Infancia, busqué ayuda con maestras ejemplares como fueron Lala Corrales y Alicia
Jiménez, me prestaron un diario para guiarme en las actividades diarias, además doña
Alicia me ayudaba a planear, yo iba todos los sábados a su casa y ella cortésmente
colaboraba conmigo.
Ese año 1962 que inicié como docente, aunque estaba en la plaza interina, pude
matricularme en el Instituto de Formación Profesional del Magisterio, institución que
preparaba docentes. Nos enviaban libros para estudiar, cada mes necesitaba enviar las
tareas y en los tres meses de vacaciones teníamos que ir a recibir clases a San José, al
edificio metálico o a la escuela situada en Plaza González Víquez. Después de dos años
me gradué como maestra y un año después obtuve ahí mismo el título de postrado. . En
el año 1976 obtuve el Bachiller en Ciencias de la Educación con énfasis en Español en la
Universidad Nacional. Diecisiete años después de pensionada obtuve en la Universidad
Metropolitana Castro Carazo mi maestría en Administración Educativa. No hay edad ni
tiempo para estudiar, si la persona tiene la disposición para hacerlo.
La mayoría de mis años de trabajo los realicé en escuelas rurales. Trabajé en Bajo
Badilla un año, en San Antonio Abajo en la Escuela Eloy Morúa, cinco años, en San
Antonio Arriba en la Escuela Ramón Bedoya cinco años, en la Escuela Junquillo Abajo
catorce años y tres años en la escuela Jacinto Mora, situada en Guayabo de Mora.
Además he trabajado en la escuela privada Nuestra Señora del Carmen y el
Colegio Bilingüe Naciones Unidas ocho años. También he trabajado en Conversa,
enseñando Español como segunda lengua.
Inicié como educadora porque no tenía dinero para estudiar, pero, creo y estoy
convencida que he trabajado en Educación con amor y vocación, lo disfruto al máximo,
cada experiencia con los niños o niñas es motivante, después de veintidós años de
pensionada aún estoy trabajando, prueba de ello.
El trabajo en Escuela Rural permite conocer personajes importantes que de
alguna manera han colaborado con las instituciones. Ese es el caso del Diputado
Puriscaleño don Rafael Solórzano, que colaboró en arreglos de caminos de lastre, para
que los estudiantes no tuviesen problemas, pues el transporte lo hacían a pie, ayudó en
reparaciones, alcantarillados cerca de la escuela, para evitar deslizamientos. También la
primera dama de república Karen Olsen quien trajo a las escuelas bibliotecas para
estimular la lectura en los estudiantes. Socorrito Arroyo, supervisora del circuito 01 con un
carisma y amabilidad increíbles para tratar a los padres, maestros y estudiantes.
En la comunidad, la escuela era el eje central, ya que el docente era respetado por
todos los miembros, no sólo daba lecciones, se involucraban en las actividades del
pueblo, como por ejemplo turnos, deportes, actividades religiosas, sociales y otras más.
Las personas se acercaban a la escuela para colaborar, el dinero que se hacía era en
beneficio de la institución, se solucionaban muchos problemas que en ese momento tenía
la escuela.
Cada docente tiene experiencias inolvidables, de hecho a través de los años las
experiencias son incontables, porque se trabaja con niños, que por sus diferencias
individuales presentan éxitos, frustraciones o logros. Me parece estar viendo a Juan, un
niño de segundo año, que en su cabeza no le cabía un piojo más, llamé a la Enfermera, le
colocó un líquido especial para exterminarlos, de pronto Juan comenzó a brincar, a
caminar de un lado a otro, a mover la cabeza, sin pensarlo mucho inició una carrera que
nadie lo alcanzó. Más tarde me di cuenta que llegó a su casa, a los días regresó a la
escuela.
Tuve logros con estudiantes donde el aprendizaje era difícil, daba recuperación en
mi casa para sacarlos avante, hoy después de muchos años me he encontrado con
exalumnos que me dan las gracias por haberlos ayudado.
Uno de los problemas esenciales a principio de mi carrera fue la situación
económica en los estudiantes, traían a la escuela un cuaderno y un lápiz únicamente,
tenía que buscar ayuda con otras personas ajenas a la comunidad, para conseguir
lápices de colores, más cuadernos, borradores, etc .Siempre guardaba los papeles de
regalos de mi familia, para luego forrar los cuadernos de mis estudiantes. Además para
las fiestas del día del niño o la niña, o fin de curso, los niños y las niñas tenían su regalo,
solicitaba a empresas o personas donaciones, o fabricaba su presente. El que hubiese
comedor en la escuela fue importante, pues la mayoría de ellos o ellas no traían dinero,
por lo tanto la comida de la institución fue su merienda y su almuerzo.
La maestra también hacía la función de Psicóloga, leía libros para buscar solución
a los conflictos emocionales como cognitivos.Todos los y las estudiantes han sido
importantes para mí, sin embargo de una u otra manera algunos resaltan durante la vida
escolar, tal es el caso de Olga Hidalgo una estudiante muy inteligente, con una
presentación única de sus cuadernos, donde se veía el esfuerzo, el amor y la dedicación,
Luis Zúñiga con una presentación personal excelente, Adriana Hidalgo colaboradora en
todo momento, usaba un polígrafo manual y le gustaba utilizarlo para las copias del
grupo, Julio Vargas especial para hacer guiones, usando las Efemérides de Estudios
Sociales, esencialmente. A Rafael le fue difícil aprender a leer en primer grado, le ayudé
lo suficiente sin resultados positivos, a veces pienso en él, trato aún de buscar la solución
para el aprendizaje. Rita que por su condición o problema, nunca aprendió a dibujar un
rectángulo, solo hacía cuadrados. Norman con una condición especial, aprendió a leer y a
escribir, fue una satisfacción personal.
En la escuela acontecen muchas situaciones que son imborrables, ya sean por el
trabajo, el esfuerzo, la dedicación o la satisfacción que el docente percibe. Por ejemplo:
en Junquillo Abajo, cada año se realizaba “El día del maíz”, con un propósito, que se
escogiera la reina por medio del voto, para enfatizar el respeto, la honestidad, el derecho
y el deber del voto. En carreta paseábamos a la reina. Los niños muy felices porque ese
día había exceso de comidas alusivas al maíz.
En esa época era difícil comprar regalos para la fiesta de la alegría, aunque era el
único que iban a tener en navidad; por eso hablé con mi compañera Juanita para hacer
osos de peluche para las niñas. En efecto, como teníamos sesenta niñas en los cuatro
grupos decidimos hacerlos. Compré la tela los corté y los cosí, me ayudaban a rellenarlos.
Fue un trabajo increíble, cansado, pero cada niña obtuvo su regalo. Lo más importante es
la satisfacción personal que se siente al ver esas caritas de ángel recibiendo con alegría
el presente. De igual manera sucedió el siguiente año, opté por hacer muñecas de trapo
para cada una. También me dejó alegría y gozo.
Como Maestra Rural, cada minuto, cada hora, cada día tiene un nuevo
aprendizaje, ya sea en el aspecto cognitivo donde los estudiantes eran humildes,
cariñosas, ingenuas y agradecidas con la labor de la maestra, así como en los aspectos
sociales o culturales que se llevaban a cabo, se hacía el trabajo para recaudar fondos, se
trabajaba fuertemente, si no podía o no sabía hacer las cosas, se aprendía como hubiera
lugar. Siempre tuve la disposición para hacerlo, por ejemplo: hacer tamales, picadillos de
chiscasquil, lomos, también colaborar en el arreglo de las calles en el Corpus Christi, en la
Asociación de Desarrollo, el contacto con los padres y las madres de familia al visitar las
casas la sencillez y la amabilidad con que me atendían formaron en mí valores que
colaboraron en mi personalidad y en mi trabajo.
La escuela Bajo Badilla está ubicada en un pequeño caserío, en ese entonces
vivían doce familias, un clima caliente por la topografía, muchos árboles, las calles con
lastre porque el terreno es lastroso. La escuela era pequeña: un aula, un interior y una
cocina.
Cabe mencionar que solo la escuela tenía interior, las casas no, las personas
defecaban en el patio, cerca de los cerdos y las gallinas. Había cañería, no electricidad,
usaban canfineras. En el pueblo existía una diminuta pulpería con pocos alimentos. Las
personas trabajaban en el campo. Los niños se presentaban aseados, a varios les
quedaba lejos la escuela, pero se veía en ellos el interés y preocupación por el estudio.
Les gustaba jugar fútbol. En cuanto a lo cognitivo eran capaces y con interés de aprender.
No había tantos materiales como hoy en día, reciclaba los papeles de regalo para
forrarles los cuadernos o para recortar los dibujos, les llevaba ropa que conseguía con los
vecinos.
Todos los niños recibían clases a la misma hora, a pesar de que eran tres grupos
diferentes, pero con la dedicación y el esfuerzo de los y las estudiantes y la docente,
finalizó el curso lectivo con una excelente promoción. Gracias a las docentes Adelaida y
Alicia, mi primer año de labor fue exitoso.
Con la responsabilidad que adquirí, me ayudó para los demás años en la
educación. Cuando se inicia un trabajo debe realizarse con esmero, deseos de hacer las
cosas cada vez mejor, como dice la canción, sonreír aunque llore en el alma, porque
estamos moldeando seres humanos, si dejamos una huella negativa en ellos, nunca será
borrada. Siempre me preocupé por hacerles la vida agradable y feliz. Hoy en día muchos
exalumnos me saludan muy contentos, me expresan su agradecimiento. Sé que marqué
en ellos aspectos positivos, es decir sembré en terreno fértil y hoy estoy recogiendo
buenos frutos.
Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra Educación se
refiere a la acción y efecto de educar, a la crianza, enseñanza y doctrina que se da a los
jóvenes. Al ser educadora, en términos generales, se pretende o se persigue la Educación
el orientar, guiar, dirigir, encaminar a los y las estudiantes para que adquieran el
aprendizaje. El profesor o la profesora colaboran a desarrollar o perfeccionar las
facultades intelectuales, morales, así como lo físico por medio del ejercicio, afinamos al
ser humano integralmente.
La Educación Rural debe perseguir o acatar el mismo concepto de educación,
pero, hay algunos parámetros que impiden la realización completa para alcanzar los
aprendizajes. Una de esas situaciones es la de compartir una misma aula con dos o tres
niveles, además la irresponsabilidad de algunos docentes que faltan a dar las lecciones
que les compete. Otro de los aspectos es el factor económico, que no tienen dinero para
uniformes o cuadernos, también por la poca responsabilidad de algunos padres y madres
de familia que no envían a sus hijos a la escuela, para que colaboren con las tareas del
campo.
En síntesis la Educación Rural es una rama de la Educación General, que tiene
sus virtudes y debilidades, sus fortalezas y amenazas, que trae consigo un débil
desenvolvimiento en el ser humano, necesita más integridad.
Al vivir y convivir en el estado de Costa Rica y todos bajo un mismo cielo, la
Educación Rural aporta un granito de arena a la Educación Costarricense, con firmeza se
puede decir que el trabajo, la humildad, la sencillez son aspectos que debemos tomar en
cuenta de la Educación Rural. Tanto la Educación Rural como la privada o la urbana son
parte de la Educación Costarricense, si juntamos todo lo positivo de cada una de ellas, el
hombre o la mujer costarricense se desarrollará integralmente, capaz de asimilar todos los
aprendizajes, para hacer crecer a nuestra querida patria.
Con esta autobiografía ha llegado a mi mente recuerdos que forman parte de mi
ser, de mi existir y que de alguna manera, a través de los años han ido remodelando mi
existencia, para ser cada día más positiva, más entusiasta, con deseos de compartir mis
experiencias laborales con otro u otras docentes, como lo hicieron en antaño conmigo
otras maestras, porque si me extendieron la mano para que mi labor como docente fuera
excelente, ahora me corresponde a mí darle la mano a aquellos que quieren surgir y
sobresalir como docentes capaces y emprendedores. Seamos personas de bien, que el
Todopoderoso, tarde o temprano nos dará la recompensa.
Brunilda Morgan Cruz
Cahuita, Barrio la Unión del Súper Vaz, 75 metros este casa cemento con verjas
verdes.
Yo nací en el año 1968, un 8 de agosto, aquí en Cahuita, soy nativa de aquí toda
mi infancia y adolescencia.
Hice la primaria en la Escuela Cahuita, me fui en tercer grado y la secundaria en el
Colegio Talamanca, luego hice mis estudios universitarios en la UNED y una licenciatura
en la Universidad Católica.
Mi infancia fue dura porque mis padres se separaron a los mis 6 años y me fui a
vivir con mi abuelita, esa época fue muy bonita, en la playa jugábamos a correr olas.
Cahuita anteriormente era muy verde y no tenía caminos, como a los 6 años,
entraron los primeros extranjeros que eran los famosos hippies.
Con la construcción del puente que une Pensul (1974) en la escuela se jugaban
bate, yacses y se compartía, era la época de los reglazos y de los borradores. Pero de
respeto al maestro, recuerdo que en primer grado, se preocupaba por pegar botones y
actividades para la vida. Materias: Español, Matemáticas, Ciencias, Est. Sociales y
Agricultura.
Secundaria: Era muy tímida, no quería ir al colegio. Como yo siempre fui alta
hacían comentarios, teníamos que tomar el bus de 5:00 a.m., por esta razón tenía que
levantarme a las 4:00pm.
Cuando llovía mucho, y había llenas, nos pasaban en chapulín o con cuerdas.
Cuando los buses se varaban, teníamos que regresar a pie nos daban cursos de
Formación Social, Costura etc…
Me costó un poco adaptarme porque era un poco lenta y los profesores exigían
más rapidez.
Yo terminé el colegio en Artesanía porque nos JAPDEVA, nos había pagado un
curso para todos los días del ultimo año. En 5to año se obtenía el bachillerato y en 6to
grado la especialidad.
El estudiar a distancia nos facilitó el estudio finca Costa Rica, en Sixaola
centro ultimo pueblito 1989 empecé con 1º, Escuela Cahuita 1º, Escuela La Celia en
sixaola 1991 Esc. Daitonia, en sixaola 1º año Colegio Talamanca 2 años Esc. Hone
Creek, 1995 4 años.
En 1999 regresé a Cahuita donde tengo propiedad, tengo 19 años de trabajar,
actualmente trabajo con primer grado y tengo un recargo de biblioteca.
En Sixaola había un prostíbulo, problemas sociales, hijos de madres que se
prostituían.
Las mujeres trabajaban en bananeras. Los niños viajaban en chapulín o carreta
Niños muy sueltitos
La Celia
Muchas personas vivían ahí en los barches, porque trabajaban en las bananeras,
con las lluvias era feo porque a veces no se podían salir.
Antes había más preocupación por los estudiantes,
caminaban para llegar a la Escuela.
las distancias que se
.
Una vez una señora vino a reclamarnos, porque estábamos diciéndole a su hija
que no se fuera a meter a un barche de un hombre solo.
Actualmente tengo estudiantes que se hicieron profesionales: Médicos, Maestros,
Enfermeras. A raíz de un estudiante que es no vidente y que yo tuve que atender, estudié
Educación Especial, en la Celia estuve como directora y 2 compañeras más, pero una
compañera me puso al pueblo en contra, pero luego me ayudaron otras personas.
En otra situación una compañera, quería pegarme, porque le pedí respeto
Una vez Salí con un grupo de sexto a la catarata y casi me ahoga una niña,
porque se me tiró encima y no me avisó y me estaba ahogando.
Un niño llamado Júnior se ahogó y su padre también, eso fue muy duro para mí.
La época muy bonita fue la de Hone Creek, por toda la ayuda, que recibí de los
padres y de la comunidad. Puntualmente en Cahuita, hay mucha pasividad tanto de las
escuelas y la comunidad, los padres de familia de mi grupo sí me ayudan mucho, los
estudiantes que tengo actualmente son muy respetuosos, pero anteriormente fueron
grupos difíciles.
Escuela Dir Ol, porque bajó la matricula, ya que algunos estudiantes se fueron a
una escuela privada y escuela Comadre con las inundaciones se afectó la escuela
indirectamente, ya que se cierra el paso porque hay personas que no tienen dificultades,
pero siguen adelante.
Cahuita director con grupo a cargo aprendí baile tercer año dirección, fue difícil e
trabajado con adultos en programa de alfabetización y graduaciones de sexto gradué una
señora de 80 años de sexto grado después de horario daba las clases de alfabetización,
con un recargo.
Hoy unas con muy buenas infraestructura y otras muy pobres en ocasiones trabajé
en galerones o escuela de tablones y pisos rústicos estudiantes respetuosos, familias muy
humildes, hay profesores abnegados y otros no.
Ambiente de campo, materiales aportados por los docentes se aprovecha la zona
rural, si se hace un proyecto con el mar, se dan clases bajo un árbol y demás.
Es trabajar con niños en lugares de difícil acceso, familias sencillas, de bajos
recursos, pero con muchos valores.
Los valores, como el trabajo se ve en el joven al ayudar a los demás y se ve el
amor por la tierra, los estudiantes anhelan ir a las zonas urbanas para estudiar por un
rato, pero no hay libertad.
Margarita Arias
Experiencia como Maestra Rural.
Mi lugar de nacimiento fue en Puriscal, en el año 1984. Mi mamá me contaba que
cuando ella estaba embarazada de mí, para la guerra del 48, mi papá andaba huyendo
por las montañas, con otros más, porque los iban a tomar presos por ser contarios al
gobierno.
Mi familia fue numerosa, somos siete hermanos, ocupo el cuarto lugar. Cuando
nos venimos para Santa Ana tenía dos años de edad.
Mi infancia fue muy bonita, aunque éramos muy pobres vivíamos felices
aprovechando todo lo que la naturaleza nos ofrecía para jugar y divertirnos.
Mi papá era Carpintero y Albañil, por cierto que todavía se conservan algunas
construcciones hechas por el, fue un papá muy responsable.
Mi mamá era maestra y fue muy querida por sus alumnos y padres de familia;
todavía me encuentro exalumnos y padres familia que me hablan bellezas de mi ella.
Asistí a la Escuela Andrés Bello López, del centro de Santa Ana, aquí saqué el
sexto grado.
Mi maestra está viva y se llama Maria Eugenia Aguilar, me dio de segundo a sexto
grado. Primer grado la maestra Elvia Aguilar, ya fallecida.
La secundaria la hice en el Colegió Luis Dobles Segrega de San José.
Estudié para maestra porque me gustaba enseñar a los niños, desde pequeña
jugaba con mis hermanos y amigas de que yo era la maestra, hasta hacía “Diario de
Clase”.
Para hacerme maestra me formé en la Escuela Normal de Costa Rica por dos
años consecutivos, donde hacíamos muchas prácticas docentes, también visitábamos
familias de escasos recursos económicos para ayudarles con alimentos, enseñarles
algunas cosas, darles consejos y algunas recetas de cocina fáciles de realizar.
Me gradué en el año de 1971 y comencé a trabajar en ese mismo año, en el mes
de mayo, en San Francisco de León Cortes; aquí trabajé dos años.
Fue una experiencia maravillosa, a pesar de todo, ya que para trasladarme tenía
que coger bus de San José a San Marcos de Tarrazu; luego tomaba un carro de carga
que me llevaba a Llano Bonito de León Cortes, de aquí en adelante caminaba una hora
hasta llegar a San Francisco a la casa donde me hospedaba, quedaba a veinte minutos
de la escuela. Esta era pequeña trabajaba con un compañero (director), cada uno atendía
tres grados.
El trabajo me gustó bastante, la comunidad me acogió mucho. Los niños
caminaban hasta dos horas para llegar a la escuela, tenían muchas ganas de aprender y
no faltaban a clases.
Una de las veces que no visitó el supervisor de esta zona, nos informó que había
que hacer un reajuste por el traslado de niños a otras comunidades, entonces que tenía
que quedarse un solo maestro, en este caso se quedaba el director y a mí me
correspondía el traslado a otra escuela. Me llegó un telegrama un sábado, el cual me
indicaba de mi traslado a la Escuela de Salitrillos de Aserrí, a partir del 14 de agosto de
año 1972.
Algunos chascos me ocurrieron con culebras ya que les tengo mucho miedo. El
primer día de clases, cuando regresaba de la escuela con unos niños, vi una, comencé a
correr y la culebra iba detrás de mí, los niños me decían que no corriera porque la culebra
se toreaba, por dicha ellos la mataron.
En este trabajo, la formación profesional es muy importante, pero hasta que una
esté trabajando comprende que es muy importante la práctica; ahí es done una entiende
que eligió la carrera correcta. En mi caso estoy segura que sí, porque el tiempo que
laboré como maestra lo disfruté mucho. Trabajé por 31 años, hoy tengo 7 años de
pensionada y no he dejado de soñarme con la escuela, niños y padres de familia.
Pienso que la Educación en general es buena, se podría hacer muchos cambios,
como en el programa de cada grado, número de niños por sección, en los planeamientos
de clase, pedir menos documentos a la hora de planear, hacer más trabajo con los niños,
que es lo más importante.
En mis años de trabajo en la Escuela Rural, encontré muchos inconvenientes,
tanto como el traslado a ella, como el faltante de mobiliario, material didáctico,
bibliografías y otras cosas más.
La Educación Rural es buena, lo que sucede es que el trabajo del educador es
muy limitado, en cuanto a materiales didácticos, tiene que hacer o invertir por cuenta
propia en comprar o buscar mucho material de apoyo, lo que a veces no se puede por la
distancia de su hogar a la escuela, en mi caso cada mes viajaba a mi casa.
En realidad lo que lo motiva a una a seguir adelante es el amor por los niños.
La diferencia entre la Educación Rural y la actual es que esta posee más recursos
y nuevas tecnologías que hacen posible una mejor educación.
Margarita Arias Fallas
Mi nombre es Isabel Casasola Calderón, tengo 44 años, nací un 9 de agosto del
año 1963 en un lugar que antes lo llamaban “La charra” .Actualmente lo llaman San
Joaquín, perteneciente al cantón de Siquirres, provincia de Limón de Costa Rica.
Mi nacimiento fue trágico porque sucede que mi madre se enfermó de parto en la
noche, un día antes que ella tenía planeado salir para Turrialba a esperar a su bebé,
donde una partera llamada doña María, porque en esa entonces no iba al hospital, ya que
no tenía Seguro Social por la condición de pobreza.
Pero aquí no termina esta anécdota, mamá no sabía que iba a tener gemelas, que
en su vientre habían crecido dos en lugar de uno como de costumbre. En la casa, mi
abuelita paterna fue la que me recibió en este mundo, mi gemela no pudo nacer. A mamá
la tuvieron que trasladar hacia Turrialba en un tren que llamaban Local ó Extra que pasó
de casualidad como a las 9:00 p.m., pero para llegar a la estación donde era la parada
había que pasar el río Reventazón en un andarivel. Imagínense, mamá enferma porque
no pudo a dar a luz a mi hermana y mi abuelita conmigo en brazos. ¡Qué difícil situación
para mis padres!
Mi Educación Primaria la recibí en la Escuela San Antonio, pero entré hasta los
siete años, debido a mi mala salud y que a los seis años sufrí una quebradura en mi brazo
izquierdo. Por esta razón permanecí internada en el Hospital de Limón cerca de tres
meses. En ese entonces no le colocaban yeso como ahora. A mí me pasaron un pin de
metal entre el hueso y me tenían colgando el brazo con una gasa. ¡Qué fatal era eso!
Cuando me dieron la salida estaba muy débil, entonces papá no me mandó a la escuela.
Además había que caminar y el trillo era con mucho barrial.
Recuerdo el nombre de algunos maestros como Imelda, Víctor Manuel Hernández,
a los cuales les tengo mucho respeto porque creo que fueron los que me inspiraron para
que estudiara educación. Mi primera muñeca la llamé como mi maestra Imelda, porque
era muy buena, me trataba con cariño. A mi otro maestro Víctor Manuel le debo mi
profesión porque fue el, quien le dijo a mi papá que me mandara a estudiar al colegio. Y
como antes los papás eran muy celosos y estrictos, no fue fácil que tomara la decisión de
dejarme estudiar. Desde pequeña, que casi no sabia pronunciar bien las palabras decía:
“Yo quiero se maeta como mi maeto”.Jugaba escuelita con mis hermanos y amigos
vecinos, siempre quería ser la maestra.
Mi Educación Secundaria la recibí en el Colegio Instituto Clodomiro Picado de
Turrialba. Otra fase de mi vida muy difícil, ingresé hasta el mes de abril porque papá
compró una casa y los inquilinos que vivían allí no la querían desocupar; entonces para
poder ir al colegio tuve que separarme de mi familia, pues no había transporte como
ahora. De la comunidad de San Antonio, donde vivía, solo en tren se podía salir. Me fui a
vivir a ese cantón con mi abuelita sin conocer cómo era la ciudad, tenía miedo a la gente,
hasta los carros. Era un conflicto pasar las calles.
Mi Educación Primaria fue mala en el sentido que los maestros rurales no
enseñaban todos los contenidos y materias que debían impartir, aparte que faltaban
mucho, quizás se atenían a que el supervisor no visitaba la escuela como lo hacen ahora.
Lo que les quiero contar es que por esta razón me costó mucho adaptarme al colegio, mi
primera nota fue distinguida por el color rojo. Tuve que esforzarme mucho para poder
seguir adelante, aparte que me hacía falta estar con mi familia, lloraba por las noches a
pesar que abuelita me chineaba como una bebé, porque era su nieta consentida.
Extrañaba mi pueblo, a mis hermanitos, aún el barro en mis pies con botas de hule.
Pero tenía que hacerle frente, costara lo que me costara, no quería defraudar a mi
padre que se esforzaba por darme lo que necesitaba, porque reconocía que era un
sacrificio para él tenerme estudiando porque la familia que tenía que mantener era
numerosa, éramos once hermanos, pero solo yo tuve la valentía de irme a estudiar en esa
entonces.
Mi primer año de colegio fue fatal, los compañeros se burlaban de mí, decían que
era una cholita salida del monte, me llamaban “la anticuada”, “la tontita”, que ese no era
mi ambiente que me devolviera por mi camino. Algunas veces me faltaba apoyo de los
profesores, que comprendieran la situación, de que necesitaba ayuda, porque quería salir
adelante. Fue un cambio radical porque en la escuela recibía pocas áreas de enseñanza y
comparado con el colegio eran un montón de materias que estudiar, cuadernos que usar y
tareas que tenía que realizar en casa. Desde luego todas mal hechas porque no estaba
acostumbrada a presentar trabajos, mucho menos a exponer temas ante la clase. Para mí
era terrible pararme al frente de mis compañeros, porque sabía que se burlaban.
Al tercer año de clases, como en el mes de septiembre papá llegó a visitarnos. Yo
regresé del colegio llorando decidida a dejar todo botado, estaba hastiada de todo,
cansada, sentía que no podía más, porque era un año de mucho estudio. En ese
entonces decían que el tercer año era muy difícil. Le dije a papá que mi decisión era no ir
más a estudiar. No me dijo nada y se vino al centro de Turrialba a una farmacia. Luego
llegó y me dijo que me había comprado medicinas para mejorar el cerebro, que me
esforzara para seguir adelante. Por eso siempre admiro el amor de mi padre. A él le debo
mi profesión porque siempre me motivaba a que siguiera adelante, me enseñó a ser muy
valiente.
En el año 1981 me gradué de secundaria aunque tuve que hacer mucho esfuerzo,
pero alcancé lo que deseaba. Fue un feliz e inolvidable momento que compartí con mis
padres. Subir al escenario para recoger aquel título, casi no lo podía creer.
No pude asistir a una Universidad que deseaba por falta de dinero. Quise trabajar
para pagar mis estudios, pero papá no lo permitió. Entonces asistí a la UNED de Turrialba
los sábados y domingos escogiendo la carrera que siempre soñé “Educación”.ese inicio
fue muy duro porque el sistema de estudio es muy estricto, mucha lectura y
memorización.
Sucedió que conocí un muchacho del cual me enamoré tanto que me casé,
aunque papá no estaba de acuerdo porque ya mi futuro esposo me había advertido que
no me dejaba continuar mis estudios. ¡Claro que papá tenía razón! Todo el esfuerzo de él
perdido y mi sueño de ser maestra sin realizar. Pero cuando uno se enamora, se ciega
por completo. Quizás por eso dicen que el amor es ciego.
De mi matrimonio nacieron dos niños bellos y hermosos, Luís y Josué. Pero aquí viene
una parte de mi historia triste. Al pasar tres años, mi esposo enfermó de gravedad,
apareció con cáncer en el sistema urinario. ¡Terrible noticia para mí! Tuve que escuchar a
mis padres: ves por no haber seguido estudiando no tienes posibilidad de trabajar.
Por esta razón regresé a la UNED, pero en contra de la voluntad de mi esposo.
Algunas veces por las noches tenía que estudiar con candela porque se enojaba que
gastara energía.
Los fines de semana siempre problemas al tener que asistir a clases. El problema
era que este hombre era celoso, hasta con la sombra me celaba, entonces papá le decía
que me acompañara para que no se enojara.
Ante este sufrimiento creo que estaba pagando la desobediencia a mis padres.
Mi suegro y papá deseaban que consiguiera trabajo de maestra para que yo
ganara para ver mi casa. En esos tiempos era fácil que lo nombraran porque había poco
educador con título.
En el año 1986 se me presentó una oportunidad de iniciar y practicar mi sueño de
ser maestra en la escuela de San Antonio a fines del mes de octubre. Sucede que el
maestro don Fernando Fernández Hernández, firmó su pensión y me recomendó con el
supervisor para que continuara su trabajo. Me sentí muy feliz de hacer lo que más
deseaba, aparte que ayudaría a mantener mi familia, pero por el otro lado enfrentaba
grandes dificultades con mi esposo porque por celos no quería que trabajara.
El siguiente año 1987, laboré en esa misma Escuela de San Antonio, fue una
experiencia dura porque la compañera que nombraron trabajó solo medio curso lectivo.
Comenzó a incapacitarse semana a semana por asuntos familiares, entonces no
nombraban sustituto.
Yo me cansé atendiendo a 65 niños a la vez y ahora pienso que no sé cómo lo
hice. También enfrentando la enfermedad de mi esposo, conflictos matrimoniales,
atendiendo a mis hijos, asistiendo a la Universidad.
Les cuento también que en este año murió mi esposo y un bello alumno de primer
grado.
Lloré mucho estas situaciones difíciles y de dolor. También el supervisor de ese
entonces quiso abusar de mí .Me decía que si no lo complacía me calificaba mal y ya no
me daban más trabajo. Al fin del curso lectivo me calificó con una nota de Insuficiente
porque no quise acceder a sus deseos solicitados. Gracias a Dios siempre hay personas
que nos ayudan, en este caso el Director Regional Don Jorge Castro, anuló la nota de
todos los maestros del circuito por anomalías encontradas y por eso me salvé.
Puedo decir que este fue el año de primer experiencia donde aprendí que el campo
de la Educación es para personas dispuestas a todo, noches de desvelo, trabajo sin
horario, a recibir buen y mal trato de parte de algunos padres de familia y comunidad, a
sufrir y llorar junto con la familia y algunos casos con los alumnos.
Pienso que nosotras las mujeres somos heroínas porque tenemos que hacerle
frente a todas las adversidades que se nos vengan y salir adelante con ayuda de Dios.
En 1988 me nombraron en la Escuela Unidocente de San Isidro. Comunidad
retirada de donde vivía. Durante medio año caminé, tardaba una hora y media para llegar.
Luego papá me compró un caballo que lo llamaba “Consentido”.Yo no podía comprarme
nada porque hasta el mes de agosto me pagaron el salario. Viera qué penas, vivía sin
plata y lejos de mis hijos porque se los dejaba a mamá .Me iba lunes a las 4:30 a.m. para
llegar a tiempo de comenzar la lección y regresaba hasta viernes en la tarde y sábados ó
domingos asistía a la Universidad.
Siempre lo digo, pobrecitos los hijos de los educadores porque la mayoría del
tiempo pasan solos, a veces por el trabajo y otras por tener que seguir estudiando. Así es
la vida.
Como el edificio escolar estaba en malas condiciones la Junta de Educación, la
gente de la comunidad y mi persona comenzamos a luchar por construir otra. Todos
colaboramos, los niños escolares y yo jalamos madera de una montaña. También con
algunas madres sacamos piedra y arena del río más cercano de donde se iba a construir.
Cuando ya logramos nuestro objetivo de construir este edificio lo inauguramos con
una gran fiesta. La torta fue que hasta la maestra se pasó un poco de tragos, esto se los
cuento en secreto como anécdota. Es que en esa comunidad hacían el licor que llaman
contrabando y es muy fuerte, con poco que se tome uno se queda viendo estrellitas.
Trabajé durante tres años en esta comunidad, la verdad que a pesar de ser muy
largo y tener que sacrificarme me gustaba estar ahí, por la gente que forma esta
comunidad .Eran muy buenos, amables, servidores, muy luchadores por alcanzar y lograr
los proyectos que se proponían. Las familias eran como una sola familia, porque cuando
una de estas necesitaba un favor todos estaban presentes ayudando. A mí en particular
me daban todo el apoyo que necesitaba para que impartiera una buena Educación a los
niños.
Más bien les cuento que los miembros de la Junta de Educación solicitaban al Director
Regional que me volviera a nombrar, pero la verdad el cuarto año pedí que me
trasladaran porque me sentía muy cansada para regresar otra vez a San Isidro. Muchos
padres se resintieron por ello y me dolía no complacerlos, pero ya había tomado la
decisión.
Algunas anécdotas que recuerdo de cuando viajé a esta comunidad son las
siguientes:
Para llegar a esta comunidad se tenía que pasar un trayecto de camino de solo
montaña. Un día que regresaba de una reunión de Siquirres, el tren llegó muy tarde por lo
que me tomó la noche y cuando iba a caballo por media montaña con mi hijo sonó un
ruido espantoso como de un tigre. El asunto fue que tuve que pegar al caballo y salimos
como cachinflín del susto, vale más que no nos caímos del caballo porque nos sujetamos
muy bien.
Otro día, viernes, cuando regresaba a casa de mis padres venía a caballo con
mis dos hijos, uno adelante y otro atrás. Sucede que salieron unos perros que nos
persiguieron y el caballo nos votó. Yo me di un golpe en el pulmón derecho que quedé sin
aire, me tuvieron que auxiliar. Largo rato para recuperar fuerzas y continuar mi camino.
Gracias a Dios a mis hijos nada les pasó porque cayeron encima de mí.
Muchas historias y experiencias puedo contarle sobre mi estadía en esta bella
comunidad. Creo que en esta escuela aprendí a formarme como buena educadora.
Luego de estos años me nombraron en la Escuela La Pascua, donde laboré 13
años en forma consecutiva. Lugar de trabajo donde he estado más años. Esta comunidad
contaba con casa para maestro, por lo que decidí vivir dentro de esta comunidad con mis
tres hijos en los cinco primeros años. Luego sí tuve que viajar porque compré, con ayuda
económica de la ANDE un lote con una casita humilde y como nunca había tenido algo
propio quise vivir en el lugar que Dios me había reparado...
Aprovecho la oportunidad de dar gracias a esta bella Institución, ANDE, porque
por ella pude tener mi primera propiedad para vivir con mis hijos.
Cuando llegué a laborar a la Escuela La Pascua, fue una lucha muy grande,
debido a que era unidocente y con varios alumnos. Trabajé con horario alterno, un grupo
por la mañana y otro por la tarde. Mucha labor, por grado eran varios niños, y como saben
todos, también hay que atender la Dirección, reuniones con la Junta de Educación, Junta
de Patronato, Comités formados y otros asuntos que tenemos que atender por ser
maestros unidocentes. Somos “doña toda”. A todo le tenemos que hacer para tratar de
quedar bien con todos.
A pesar de todo el trabajo que un Maestro Unidocente debe realizar, es en la
modalidad donde más he elaborado y me gusta mucho más, soy una enamorada de estas
escuelitas. Con este año cumplo 18 años de laborar en estas. Solo 2 años en institución
con Dirección uno, pero siempre en zona rural que también me encanta, porque la
naturaleza y tranquilidad de estos lugares es gratificante.
Durante los años que laboré en la escuela La Pascua se llevó un trabajo muy
coordinado con las Juntas Escolares, padres de familia y comunidad en general. Se
lograron proyectos de relevancia por ejemplo se construyó una nueva Casa para el
Maestro prefabricada, porque la anterior era de madera y estaba deteriorada. También se
consiguió ayuda económica para pintar el edificio escolar por dos ocasiones, se le cambió
el techo y cielorraso, se dotó a la escuela de Pabellón y Estandarte, con ayuda del
Gobierno, por donación de carros viejos ó chocados (chatarra) los vendimos y
compramos una fotocopiadora pequeña Canon, la cual fue un gran alivio para mi trabajo,
me sentí feliz porque en una zona rural esto es un sueño hecho realidad.
También con ayuda de todos los padres de familia llevamos a cabo un proyecto de
granja y huerta escolar porque con este nos beneficiamos para hacer fondos y cubrir
gastos de materiales para la escuela.
Otra cosa que me gustó eran las grandes fiestas que organizábamos para
celebrar el Día del Padre, el Día de la Madre, el Día del Niño, actos de clausura, Día de
Faroles e Independencia, la Navidad y Año Nuevo.
Es que uno en estas comunidades rurales se siente como parte de la familia y
aprende a compartir como solo una familia. Se goza, se asusta y llora junto con ellos.
Siempre me recuerdo que para las fiestas realizábamos presentaciones de teatro
para divertir a los presentes. Sucede que en una de estas fiestas una señora que le gusta
mucho hacer drama junto conmigo, se montó encima mío como si fuera un caballo y casi
me desmayo del dolor de cintura, porque más bien no quería participar este día debido a
que no me sentía bien de salud, pero tanto me rogó que cedí a complacerla.
Los presentes se carcajeaban tanto que me enojé un poco porque sentía dolor.
Pero así eran las fiestas bonitas, dejando recuerdos inolvidables.
Para llegar a estas escuelas de San Isidro y Pascua se tiene que pasar un río que
llamamos “La Hermosa”.Y vaya que le va bien ese nombre, porque en tiempo de invierno
crecía que era difícil pasar. Recuerdo que muchas veces lo pasé con el agua hasta la
cintura, algunos me decían que no lo hiciera más porque podía arrastrarme, hasta
ahogarme, pero siempre trataba de no faltar a clases, porque sabía que los niños me
esperaban. Un día se realizaba la fiesta de la alegría de los niños, y como llovió mucho, el
río se creció, fui a pasarlo y casi pierdo los regalos y golosinas por querer pasar.
Para el año 2006 solicité a un compañero que presentáramos solicitud de permuta
ante el MEP, para cambiar de escuela, primero que nada comencé a tener un problema
de salud y el doctor que me atendía me recomendó hacer un cambio, que tal vez me
ayudaba para mejorar, también que ya eran muchos años (trece) de estar ahí mismo y
quería conocer otros niños, relacionarme con gente nueva. Entonces me nombraron en la
Escuela de Bonilla donde estoy actualmente cumpliendo 2 años de labor.
Para llegar a esta comunidad me compré un cuadriciclo para viajar, primero
porque el camino está en malas condiciones y a la vez porque sale más barato, se gasta
menos en gasolina.
En realidad con el cambio de escuela me va muy bien, estoy feliz, porque trabajo
siempre de unidocente, aunque queda un poco largo, pero me divierto al viajar en este
medio de transporte. El inicio de labores fue difícil por algunas cosas que hubo que poner
al día, hacer cambios y otros, pero aquí estoy en la lucha, queriendo hacer las cosas lo
mejor posible, por el bien de los niños.
Al trasladarme a esta escuela me incorporaron a un Programa de la Fundación
Omar Dengo que consiste en trabajar con computadora en el aula o sea integrar el uso de
esta herramienta en el quehacer educativo. Esto ha sido una nueva experiencia porque he
tenido que recibir capacitación y aprender junto con los niños. Les cuento que saben más
que uno.
Al finalizar de escribir quiero agradecer a Dios primeramente, a papá que aunque
no lo tengo a mi lado desde hace ya tres meses, porque partió hacía la Vida Eterna;
porque a este viejito lindo le debo ser maestra y mujer de bien. A ustedes por permitir que
diera a conocer parte de mi historia como educadora. Que Dios le bendiga hoy y siempre.
Jacinto Hernández Mora
Con mucho gusto hago este trabajo y aporto datos sobre mi labor como maestro
en Educación de los años 1954 al año 1979.
Yo Jacinto Hernández Mora con cédula # 1-214-934 vecino de Guayabo de Mora,
nací el 21 de febrero de 1932. Ingresé a la Escuela de este lugar a los 8 años y mi primer
maestro se llamó Trinidad Morales. Fui un alumno aplicado, activo, obediente y me
gustaba darle bromas a mis compañeros. En el año de 1946 obtuve el Diploma y mi
maestro y director fue Mergil Vásquez, que a la vez me estimuló para que estudiara.
Mis padres eran muy pobres y por tal motivo me dediqué a trabajar en el campo,
durante tres años. En 1950 me matriculé en la Escuela Complementaria de Puriscal que
debido a poca planta física y los pocos alumnos el horario era de la siguiente manera: las
lecciones se iniciaban a las 12 m.d. hasta las 5 p.m.
Laboré en la Escuela durante 26 años en zonas rurales y pude conocer personas
muy importantes como: supervisores excelentes, Directivos de A.N.D.E, incluyendo a
Ramiro Arauz quien se preocupó para que fuera trasladado de Quirimán a Quitirrisí y
otros que en la actualidad no recuerdo.
Mi labor fue siempre calificada de excelente, debido al empeño como maestro
dentro del aula y luego por el esfuerzo de llevar a cabo grandes obras de progreso en las
comunidades de de Quitirrisí y Guayabo de Mora, mi pueblo natal.
En mi primera escuela donde empecé a trabajar que fue Mastatal donde existía
una escuelita dentro de una montaña y su construcción era un rancho donde habitaban
las serpientes debajo del piso y alrededores. Luego me informé que los padres de familia
les compraban a algunos niños cigarros.
Mis estudios me los financié así: trabajaba en el campo de 5 a 9 a.m. haciendo
trabajos por tarea, trabajaba a pie y descalzo ida y regreso. Mis padres no pudieron
ayudarme por ser Jornaleros.
Me hice maestro gracias a los consejos de mi maestro de sexto grado. Debido a
los escasos recursos acepté una plaza con el 4to año que obtuve en el Liceo de Costa
Rica. Luego estudié en el Instituto de Formación Profesional donde obtuve el
Posgraduado.
En dos cursos de verano, logré obtener el Bachillerato.
He trabajado como director en Mastatal de Puriscal en el año de 1954. En 1955
como director en Quirimán de Nicoya, con recomendaciones de mi maestro de sexto
grado.
En 1956 hasta 1969 laboré durante 14 años en Quitirrisí de Mora, zona indígena.
Los alumnos viajaban a pie por las montañas hasta una hora para asistir a clases.
Logré reunirme con los padres para concientizarlos del mal que les estaban causando a
sus hijos al enseñarlos a tomar licor y a darles cigarros.
En Quitirrisí me correspondió luchar contra la ignorancia religiosa, la pobreza
extrema y la planta física de la escuela. Se logró trasladar la escuela a la orilla de la
carretera nacional con la ayuda de la Municipalidad de Mora, los vecinos y ayudas del
M.O.P.T.
Luché en la Evangelización de la comunidad, llevando a cabo Misiones con
misioneros carmelitas. Al mismo tiempo se preparaban todos los años catequesis para la
Primera Comunión y por último se construyó una gruta a San Martín.
Todos los años, el Patronato organizaba 2 turnos para colaborar en la
alimentación de los niños y compra de telas para que tuvieran ropita para asistir a la
escuela. Todo esto se logró con el apoyo de los padres y Juntas Escolares que trabajaron
con amor y esmero.
En Guayabo, mi pueblo, me correspondió iniciar la fundación del Puesto de Salud
y el Centro de Nutrición en la misma planta física de la escuela.
La Escuela Rural en Costa Rica ha progresado grandemente gracias al apoyo que
han brindado los gobiernos en estos últimos tiempos. Sin embargo en la actualidad se
está careciendo de más aulas debido al aumento de población. Los padres de familia
tienen que hacer grandes sacrificios para que sus hijos estudien, debido a la falta de
medios económicos, escasez de trabajo.
La Educación Rural, puede estar en el campo o la ciudad. Es donde hoy existen
muchas familias con escasos recursos para vivir o estudiar donde los vecinos sufren por
la prostitución, violencia, hogares desintegrados y sobre todo la ignorancia religiosa y vivir
el amor de Jesucristo.
Marlene Salazar Mesén
Mi nombre es Marlene Salazar Mesén, nací un 2 de Mayo del año 1953 en
Guayabo de Mora, atendida por una partera en la casa, porque esto era costumbre en
los pueblos.
Mi madre se casó de 18 años y mi padre de 65 años, fue su primer novio y mis
abuelos arreglaron el matrimonio porque los hijos obedecían las decisiones de sus
padres.
Mi infancia fue diferente a la de otras niñas porque muy pequeña sufrí la
enfermedad llamada Poliomielitis y tuve que someterme a muchos tratamientos que
gracias a mis padres y vecinos que cooperaron, porque me tenían que trasladar de mi
pueblo a San José a las citas y en ese tiempo el transporte era muy difícil, de esta
enfermedad solo quedaron pequeñas secuelas gracias a Dios.
A los tres años murió mi padre, situación que cambió mi vida, junto a mi hermana
de 5 años y mi madre fuimos recuperando ese gran dolor que todavía a mi edad me
pregunto cómo sería si mi padre hubiera estado más tiempo conmigo.
A los 7 años asistí a la escuela que quedaba muy cerca de mi casa, era una
escuela pequeña con pocos maestros pero nos daban las cuatro materias básicas,
Música, Religión, Educación para el Hogar. De los maestros tengo gratos recuerdos en
especial una maestra que vivía cerca de mi casa y en los ratos libres me enseñó a tejer,
manualidad que todavía la hago.
Después de concluir la Educación Primaria permanecí 2 años sin asistir al colegio
porque tenía que trasladarme a otro pueblo y no había transporte tenía que quedarme y
para mi era difícil separarme de mi familia.
A los 14 años fui al colegio porque ya podía viajar todos los días y cinco años
después me gradué como Bachiller en Letras.
En el tiempo que no fui al colegio me dedicaba a jugar con mis amiguitas de
escuelita y siempre me gustaba ser la maestra. También viendo a mi hermana preparando
materiales para las prácticas en donde se preparaba para ser maestra sentía la necesidad
de prepararme y seguir el camino de ella.
Después de mi bachillerato me matriculé en la Escuela Normal de Costa Rica que
ese mismo año pasó a ser Universidad Nacional. Aquí me gradué como Profesora de
Educación Primaria y me siento muy orgullosa y satisfecha por la formación que me dio,
porque gracias a ella me pude enfrentar a la vida como maestra con mucha confianza y
dedicación.
Mis primeros años los trabajé en la zona de Puriscal en un pueblito pequeño, una
Escuela Unidocente; se llama Naranjal carretera a Parrita, por lo incómodo de la
ubicación de la escuela tuve la oportunidad de permutar con un compañero que estaba en
la escuelita vecina y con frente a carretera principal. Después me trasladé a la Escuela
Jacinto Mora Gómez, una escuela con 4 maestros, aquí trabajé con dos grupos y los
últimos años trabajé en aula de recurso.
Me pensioné en el año 1997, con una pensión extraordinaria, con 23 años de
trabajo.
En el tiempo como educadora conocí personas interesantes; un señor Joaquín
Quirós, Presidente de la Junta de Educación, que a las 7 estaba en la escuela
ofreciendo su servicio y muchas veces como ángel guardián, mataba la serpiente que
amanecía sobre los libros de texto. Otro señor Joaquín López que me curó una torcedura
del tobillo con Bermolan un medicamento para ganado.
Las Escuelas Rurales siempre tenían el apoyo de las comunidades vecinas, el
maestro se tomaba como un líder, en él se apoyaban para consultas sobre diferentes
necesidades y todos los días llegaban a invitarlo a su casa y esto favorecía a tener una
mejor comunicación entre escuela y hogar.
Los problemas fueron siempre económicos pero con los turnos y ayudas del
Diputado de la zona se lograba salir adelante.
Como alumnos inolvidables: Gabino un niño VI grado que siempre traía en la bolsa
de atrás del pantalón unos chiles picantes para la hora del almuerzo, un día se le olvidó
sacarlos y se fue a jugar bola, se resbaló y cayó sentado, y esto fue motivo para no
volver a comer chiles.
Una niña Lidieth, que permanecía en la escuela todo el día esperando a sus
hermanos porque les quedaba a gran distancia. En el tiempo libre se dedicaba a colaborar
en el grupo, también aprendió a tejer.
Entre los recuerdos perdurables de la Escuela Rural puedo mencionar la vez que
con siete meses de embarazo subí al bus y casi siempre iba sin campo porque solo había
una carrera en la mañana y otra en la tarde de regreso. El chofer considerando mi estado
me ofreció que me sentara sobre el motor, cuando habíamos caminado como 1 hora un
señor que iba de pie comenzó a vomitar y me baña de cabeza a los pies. Todos los
pasajeros se preocuparon y me buscaron un baño y ropa prestada para poder continuar el
viaje.
En mi trabajo como Maestra Rural aprendí a ver la vida de otra forma, a valorar la
humildad, el amor sin interés, la responsabilidad de las personas de pueblo, también me
di cuenta de que el maestro no es solo de aula, que debe ser creativo y relacionarse con
las personas para realizarse como persona.
Rosa Emilia Salazar Mesén
Mi nombre es Rosa Emilia Salazar Mesén, nací en el año 1951 en de Mora, mi
padre contaba en ese entonces con la edad de 65 años y mi madre era una joven de 18
años, era un matrimonio arreglado por mis abuelos maternos, en especial por mi abuela
quien fue un pilar importante en esa unión matrimonial
Viví mi infancia como una niña de tantas que había en mi comunidad, corría por
las calles y potreros, a veces descalza en los desagües, comía frutas silvestres, perseguía
mariposas y ayudaba a mi madre en los quehaceres del hogar.
Mis primeros cinco años los disfruté junto a mis padres y mi hermana menor, pero
con la triste fatalidad de que mi padre murió para esa época, situación que de una u otra
forma cambió aspectos importantes de mi vida.
Asistí a la escuela de mi pueblo, la cual quedaba muy cerca de mi casa, era una
escuela pequeña con seis u ocho maestros, pero recibía materias especiales como
Música, Religión y Educación para el Hogar. De aquellos docentes conservo muy buenos
recuerdos pues más que instituirnos nos formaban para la vida.
Luego de concluir con la Educación Primaria asistí al colegio y me gradué como
Bachiller en Letras.
Desde muy joven quise ser maestra, siempre jugué de escuelita con los vecinos
del barrio y les enseñaba lo que aprendía en la escuela.
Al terminar mi bachillerato me matriculé en la Escuela Normal de Costa Rica en
Heredia y en ese centro educativo me formé como Profesora de Educación Primaria,
hecho del cual me siento profundamente orgullosa pues fue una escuela modelo en la
formación docente pues se preocupaba por la formación integral del futuro educador.
Trabajé mis primeros años en Puriscal, en una escuelita con dos maestras ubicada
sobre carretera a Parrita y con una matrícula de cincuenta y cinco alumnos en el año
1972. Ahí laboré por nueve años, luego me trasladé al circuito 01 de Puriscal a una
escuela que se llamaba Floralia, aquí trabajé como PP2 con tres grupos a cargo pues
solamente éramos dos maestros.
Después de siete años me trasladé a San Bosco de Mora, donde tenía dos grupos
únicamente, pues éramos tres docentes, esto en el año 1983, aquí estuve por nueve
años aproximadamente, luego pasé como directora a la Escuela La Fila de Mora, hoy
Adela Rodríguez Venegas y aquí me jubilé después de laborar 26 años consecutivamente
con horario alterno y en zona rural.
En este trayecto conocí personajes interesantes que tuvieron relación con la
escuela, sobre todo en los turnos que realizaba el Patronato para recaudar dinero para
las necesidades de los niños, como “Mon Cobija”, personaje muy especial que abría los
bailes y cobraba una peseta (veinticinco céntimos) por cada pieza a beneficio del turno.
Las primeras que tenían que bailar con él eran las maestras en un salón con piso de tierra
y música de marimba.
Las Escuelas Rurales contaban con mucho apoyo de las comunidades en esa
época, el maestro se tomaba como un líder, el cual se relacionaba muy de cerca con las
necesidades e intereses de los habitantes del pueblo.
Los problemas generalmente eran económicos, pero con la ayuda de los diputados
y actividades como turnos y tómbolas se solucionaron en gran parte.
Alumnos inolvidables.
Donelia, una señora de 33 años que quería aprender a leer a escribir y se
matriculó en primer grado, pues en la noche no podía recibir lecciones por no contar con
energía eléctrica. Fue una excelente estudiante llegó hasta 3º grado. Otro caso fue el de
Yetty una niña paralítica con diez años que caminaba arrastrada por el suelo, sus padres
sentían vergüenza se ella, entonces llegué a su casa y fui muy directa con sus padres, les
pedí que la enviaran a la escuela con la ayuda de sus hermanos, de lo contrario acudiría
al Patronato. La niña llegó a clases a primer grado, tuve que iniciar con ella en un nivel de
preparatoria, pues no teníamos Kínder y había que estimular su motora y su lenguaje, al
final niña aprendió a leer y escribir y obtuvo su diploma.
Entre los recuerdos perdurables significativos de la Escuela Rural puedo
mencionar la vez que con cuatro meses de embarazo de mi primera hija, cruzando el río
Floralia caí al cauce al resbalar de una piedra y el agua se llevó mi Diario de Clase, y mi
Registro de Actividades, esto en el mes de septiembre con todas las listas y calificaciones
del curso lectivo, a las 6:30 de la mañana cuando iba al trabajo, sin oportunidad de
regresar a la casa pues era el único bus que llegaba a ese lugar, caminé hasta la escuela
y trabajé con ropa prestada por las vecinas de la comunidad.
En mi trabajo como maestra rural aprendí a valorar de manera diferente la vida y
encontré en cada estudiante valores como la humildad, la responsabilidad y el amor al
trabajo que son actitudes que hacen grandes a las personas y a la comunidad.
También aprendí que un maestro no debe dedicar su tiempo dentro del aula
solamente a transmitir conocimientos, sino a desarrollar personas con más valores, más
creatividad, más sensible a la realidad que los rodea y tomar la docencia no como un
simple trabajo sino como una misión, que al final, le deparará gran satisfacción y mucho
orgullo.
CECILIA ALVARADO OVARES
Congregación, Hnas de la Caridad, Santa Ana.
Nací un 30 de diciembre de 1951 en Concepción de Atenas, Alajuela.
Mis padres, se llaman Juan Alvarado León y Amable Ovares Trigueros.
En 1958 ingresé a la Escuela, Thomas Jefferson, anteriormente se llamó, Estados
Unidos de América. Entré a primaria directamente ya que no se daba preescolar, todas
mis maestras, fueron muy especiales y el señor director, Era todo un modelo de educador,
una excelente persona, cuidaba a los estudiantes y los formaba, como a sus propios
hijos y nos corregía, con mucho cariño y gran firmeza, no le gustaba, que hiciéramos, algo
mal.
Obtuve el Diploma de Enseñanza General Básica en primero y segundo ciclo en
el año 1964. No continué mis estudios de secundaría debido a que mis papás, se
trasladaron de residencia a Sahara de Batán, Limón y todavía, me puse más triste
porque en ese lugar solamente existía un burrocar, en otras palabras, transporte de línea
férrea, esto ocurrió desde el año 1964, hasta el 13 de junio de 1971, que ingresé al
convento de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Este día llegué a Escazú.
Pasé una noche en el aspirantado, que es la primera etapa, para un principiante,
porque ya tenía 19 años, el día 14 me pasó a Llorente de Tibás. Allí me vistieron
de postulante, y al día siguiente 15 de junio, llegué al Sanatorio Durán a hacer mi etapa
del postulantado que duraba un año, pero yo la hice en seis meses.
Haciendo mis primeros votos temporales o mejor dicho, iniciaba la etapa del
noviciado, por dos años. Tiempo en que lo dedicamos a formarnos, en lo bíblico, en
Mariología y sobre todo en conocer todo lo que toca al Carisma Congregacional.
Además de todo lo mencionado iniciamos o nos comprometemos a vivir los cuatro votos
que son POBREZA, CASTIDAD, OBEDIENCIA Y HOSPITALIDAD. Renovando, por
siete años dichos votos que llamamos los temporales, al cabo de esos años, hacemos
los votos perpetuos y pasamos a pertenecer a la Congregación y firmamos un
documento, como cuando uno se casa, firma una promesa , un compromiso con Dios
de ser fiel hasta el final. SI Dios así lo quiere, porque todo depende de EL...
Así, en el año 1974, me trasladan al Hogar Carlos María Ulloa, haciendo el
papel de ayudante de Enfermería, para cuidar a los enfermos, allí solamente duré seis
meses, pues me trasladaron al Hogar Víctor Casco, en Limón.
En el año 1975, estando un día curando una paciente, se me acercó una
Hermana que venía de Talamanca, me saludó y me hizo, esta pregunta ¿chiquilla, usted
no piensa estudiar secundaría no quiere llegar a ser maestra como yo? y le contesté,
-pero cómo hago, si todo el día me la paso atendiendo a los ancianos-. Me dijo, usted,
no se preocupe, que yo le voy ayudar. Yo le traigo, todos los folletos, con que yo estudié
en el Bachillerato por Madurez y usted va al Ministerio de de Educación lleva su
Diploma de Primaria, abre expediente y empieza a llevar las materias que menos le
cuestan, y así lo hice. Inicié, con Redacción y Ortografía esto fue en el año 1978. Luego
me trasladaron, a San Ramón, allí atendíamos a los niños del Hogar Monserrat.
Trabajaba en el día y por la noche, iba a estudiar a la Universidad Nacional.
Ya en San José, logré, entrar a recibir clases en un Instituto privado llamado
Paula Rosabal. Me encontré con un profesor, que nos quería mucho y poco a poco nos
fue preparando para el examen y cada vez que lo hacía y lo perdía me decía , El
fracaso no te sobrecogerá nunca, si tu determinación para alcanzar el éxito es lo
suficientemente poderosa. Y me repetía a menudo Querer es poder. Por fin, después
de ocho presentaciones entre lágrimas y oraciones, gané mi querida Matemática,
gracias al buen Dios, y a todas las personas de buena voluntad, que me ayudaron y me
animaron a llegar alcanzar esta meta. El 26 de marzo de 1982 obtuve mi gran
deseado Título de Bachillerato por Madurez. Les digo, que muchas noches lloré, batallé,
pero nunca me hice para atrás. Siempre pensé, que si los demás lo habían logrado,
porqué yo no lo iba a ganar.
En 1982, me enviaron a Santiago de Veraguas, Provincia de Panamá a realizar
estudios para ser Educadora, a la Normal Juan Demóstenes Arosemena, por tres años.
Ahí sufrí mucho, porque ya habían estudiado otras compañeras de nosotras y eran
superinteligentes y yo apenas, había logrado lo necesario para ganar mi Bachillerato.
En esta Normal los estudiantes, que casi todos son indígenas, unos Guamíes,
otros Kunas entran a estudiar con un tercer año, y ya yo había sacado mi Bachillerato,
lógicamente que les llevaba ventajas, pero aún así era extranjera y tenía que llevar 16
materias , para conocer un poco el terreno que estaba pisando. A veces, me sentía tan
sola y desanimada que creía que no podía ganarlas Empecé a levantarme a las tres de
la mañana y me alumbraba con una candela y me descubrió, la Superiora y me llamó
la atención y no seguí estudiando a las horas de la mañana.
Bueno poco a poco fui superándome, se me calmaron los nervios y logré ganar
la carrera de Maestra.
Abelardo Calderón
Nací en el año 1967 en la Unidad Sanitaria del Ministerio de Salud en San Marcos
de Tarrazú, donde en esa fecha, atendía partos el Ministerio de Salud, aunque mis
padres son de Santa Maria de Dota y luego de los 70s esta práctica se prohibió.
Mi crianza fue en el centro, aun rural de Santa María de Dota, con mis dos
hermanos. Nos criamos con un señor que adoptó y crió a papá, permitiéndole casado,
seguir habitando su hogar, para nosotros fue nuestro dulce abuelo.
La casa era muy pequeña, de madera, igual que las del barrio, teníamos un patio
con gallinas, por eso la alimentación nunca fue mala, si le sumábamos la abundante
leche del vecindario.
Aunque fuimos enormemente pobres, nunca nos dimos cuenta, pues pasamos
jugando en las empedradas calles y plaza del pueblo todo el día
Mi madre, trabajaba en los veranos, escogiendo café en CoopeDota, mi padre en
la gasolinera del pueblo, quedamos al cuidado, del dulce anciano Víctor y de Dios, pues el
hermano mayor tenía sólo 8 años, mi hermanita 7 y yo de 5 años, Ahí vivimos hasta mis
doce años.
Cuando terminé el colegio me di cuenta que la vida se me "quebró," no sabía qué
hacer, puesto que no teníamos dinero para seguir en las universidades Valle Central, un
privilegio muy prohibido para un joven de pueblo, menos para pagar transporte.
En 1986, escuché a mi amiga Liliana (qdDg), decirme que fuéramos a Cartago,
pues estaban apuntando gente para que trabajen como maestros.
Sin tener conocimiento de la labor, nos fuimos bien de mañana en bus de 5:00;
para cuando llegamos, había una inmensa fila, dejamos copias del Bachillerato y las
solicitudes llenas, por si acaso, mas no nos llamaron ese año.
Me entusiasmó la idea y al poco tiempo, fuimos a conocer la recién llegada UNED
a los Santos, en San Marcos de Tarrazu, terminando matriculando dos materias en
Educación de I y II Ciclo. Los ahorros de la cogida de café, se fueron y sin trabajo.
Como no temamos orientación académica, perdimos a pesar del esfuerzo el
primer semestre, pues las materias matriculadas, eran de licenciatura y no sabíamos.
Para poder seguir estudiando a distancia, tuve que trabajar en los cafetales de
Arturo Ureña como cualquier otro peón.
Guardaba los 175 colones que ganaba por semana, para pagar la matrícula. En
ese tiempo no se cobraban los 375 de la asignatura, cuando eran más de cuatro, por eso
llevábamos entre seis y ocho materias por semestre con suficiencias, con el fin de ahorrar
y salir más pronto...
En 1987, sin ninguna experiencia me llamaron a trabajar en forma interina como
maestro en un pueblo llamado Llano Bonito, en León Cortés, gracias a la presión del
pueblo, que logró el traslado para el docente propietario, quien tenía problemas de
alcoholismo, por eso me salve.
Trabajé cinco años en diversos pueblos conociendo valiosas personas y
costumbres, creciendo cada vez corno persona y docente, hasta que obtuve mis
preciados diplomas y pude concursar para ganar la propiedad, en la escuela Central de
San Marcos de Tarrazú.
Al no tener horario alterno, tuve que trasladarme al año siguiente a la escuela
donde inicié pero ahora con experiencia.
Por las tarde cuando se iban los estudiantes me quedaba en la absoluta soledad y
sin dinero, pues el ministerio pagaba cada mes y, llevaba varios sin recibir paga. Por
esta situación dormía en un cuartucho de la escuela derruido por el comején, donde se
esperaba el ataque de los alacranes mientras dormía.
En muchas tardes solo llegaban de visitaba las culebras, pues la escuela estaba
en un bajo cerca de la quebrada. Comía lo que la noble cocinera me dejaba a la par de la
cocina de leña, " tiquizques solo eso había, para la mañana, tarde y noche. Cuando me
pagaron lo primero que hice fue dejar esa casucha que llamaban Casa del Maestro.
Tenía a cargo primer grado, según mi persona se enseñaba todo el abecedario,
solo eso daba en Español, pues no sabía cómo empezar a enseñar a leer.
La compañera Liliana, se dio cuenta y por aparte me explicó el Método Silábico
durante dos tardes, con mayor seguridad, empecé a formar lectores, hasta la fecha
Recuerdo en otra comunidad, El Higuerón en San Andrés de León Cortés, en el
Aniversario de la Batalla de Rivas, había una niña con serias dificultades cognoscitivas
producto del incesto. “Ella quería traer la pistolita como todos los niños para dramatizar a
Juan Santamaría"
Estaba dentro del aulita, cuando los niños gritaban y corrían despavoridos, al
asomarme vi, que se había traído la carabina del abuelo y hacía puntería a blancos
móviles, también grité y salí con todos ellos al cafetal, no sabíamos que le habían quitado
los tiros.
SIN NOMBRE
Nací un Jueves Santo, a las diez y treinta y. cinco de la mañana de mil
novecientos cincuenta y tres, en un pequeño pueblito, Santo Tomás de Santo Domingo de
Heredia, rodeado de hermosos cafetales y bordeada por las aguas transparentes del río
Tibasito, en la finca de mi tío Rómulo León.
Era poca la compañía con la que iba a compartir mi vida: ocho hermanos, mi padre
don Juan Rafael León Cano y mi humilde madre campesina Consuelo Alvarado Zamora;
quienes a pesar de ser tan pobres y humildes, siempre unieron esfuerzos para lograr que
sus hijos fueran útiles al país; porque les cuento después de mí, nacieron un hermano y
una hermana más, en total una familia constituida por trece bocas que mantener, con solo
el salario de Jornalero que recibía mi padre.
Ingresé a la Escuela de Santo Tomás en el año mil novecientos sesenta y uno, y
me gradué en mil novecientos sesenta y seis. Llegó el sufrimiento porque, aunque mis
padres y yo queríamos que siguiera estudiando en el colegio, no tenía dinero para hacer
lo; pero con grandes esfuerzos mi madre me compró un uniforme de segunda mano en
tres colones, este era de una muchacha que se había ido al convento y ya no lo
necesitaba; pero aún quedaban otros obstáculos por vencer, el andar tocando puertas
donde los vecinos para que me prestaran los libros y viajar a pie hasta el Colegio de
Santo Domingo, el Santa María de Guadalupe, pues en casa no habían treinta céntimos
para pagar los pasajes.
Cada año cuando se iniciaban las cogidas de café, sabía que tenía que ganarme
el uniforme y los cuadernos, además un vestidito para el turno que celebraban en honor al
santo de mi pueblo, en el mes de marzo.
Con profesores de gran renombre y grandes valores, logré sacar mi Bachillerato
en Letras, en el año de mil novecientos setenta y uno. Concluida mi secundaria, llegó el
momento de decidir qué quería estudiar y en mi mente revoloteaba la idea de ser
Profesora de Español, porque mi madre siempre escuchaba: cuentos, leyendas, novelas y
la vida de algunos santos, y a mí también me agradaba escucharlos, ya que en las tardes
nos reuníamos los chiquillos del barrio a jugar y yo siempre quería ser la maestra, y les
contaba a mi manera las narraciones que había escuchado por Radio Columbia en un
viejo radio Sanyo que tenía mi madre.
También sentí la motivación de ser Profesora de Español por mi gran y querida
profesora Leticia Rodríguez Peraza; pues en mi mente siempre ocupó un primerísimo
lugar como ejemplo de excelente profesora.
Llegó el momento de hacer le examen de admisión, que valga decirlo, era en aquel
entonces dividido en dos partes, una de aptitudes y la otra sobre aspectos importantes de
la materia que uno iba a elegir.
De entre tantos que hicimos la prueba para ingresar a la Normal Superior, solo
aceptaban cincuenta estudiantes y gracias a los culitos de candela y a los ruegos y rezos
de mi madre a Dios y a todos los santos, gané el examen y puede ingresar en el año de
mil novecientos setenta y dos a la Normal Superior.
Iba a la Normal de lunes a viernes de 7a. m. a 1:30a p. m. y para costear mis
estudios, trabajé con un Psiquiatra en la Clínica Orlich, de 2:30 a 10:00 p. m. Como verán,
no era fácil. Los sábados y domingos hacía los trabajos en la Biblioteca Nacional y
estudiaba casi siempre de once de la noche a las tres de la mañana. Así logré graduarme
en mil novecientos setenta y cinco como Profesora de Español.
Era el momento de empezar a trabajar en el año de mil novecientos setenta y seis;
pero había que concursar en el Servicio Civil, y eran pocos los colegios que había en el
país, por lo cual, sí tenía deseos y necesidad de trabajar, había que irse donde lo
nombraran. Esperando con ansias el telegrama de nombramiento, hasta que lo recibí, y
me informaron que había sido nombrada en el Colegio de Matapalo de Aguirre. Empecé a
buscar el lugar en el mapa y no aparecía, fui al Ministerio de Educación y averigüe dónde
quedaba, llegó el mes de marzo y tenía que irme, pues las clases entraban en ese mes.
Llegué a Matapalo a buscar el Colegio y me dijeron que no había colegio, que se
trabajaría en una iglesia vieja hecha de madera, y lo que en el pueblo llamaban el rastro,
que era un viejo galerón donde mataban un cerdo o res a la semana, para sustentar al
pueblo, que por cierto era muy pequeño y rodeado de hermosas montañas, bordeado por
el lado este de una bellísima quebrada que en aquel entonces, sus aguas transparentes
dejaban ver fácilmente los camarones y hermosos pececillos multicolores que danzaban
al son del canto de las ranas y sapos.
Siguió el interrogatorio y pregunté - ¿Dónde puedo hospedarme? Aquí casi no hay
dónde hospedarse. Fue la respuesta que con gran temor recibí de un personaje de ese
pueblo. En ese preciso momento, apareció el que sería mi director y me dijo que se
llamaba Armando Vargas y que era de Heredia.
Sentí que ya tenía un poco más de apoyo y le pregunté a don Armando que dónde
íbamos a trabajar y por el hospedaje, y su respuesta fue "Compañera, aquí no hay nada,
tenemos que arar el terreno con las uñas". En ese momento comprendí que si Dios me
había enviado a ese lugar, era por algún motivo especial; pero que si de algo estaba
segura era que la lucha iba a ser ardua.
De pronto don Armando me dijo: Vamos Elieth donde una señora a ver si la
hospeda.
Gracias a Dios que sí me dio hospedaje esa buena señora, quien tenía a su
esposo y dos hijos; pero después tuve que irme de ahí por razones muy ingratas.
Le pedí al director que me facilitara una casucha vieja que había a la entrada de la
finca que se iba a comprar para hacer el colegio, y que antiguamente había pertenecido a
una cooperativa; la encalamos y con cera derretida y candela la limpiamos para eliminar
los insectos y el olor a viejo que despedía. No había corriente eléctrica, lo único que había
era un planta manejada por diesel en la cantinilla de Tito Porras, y que la las ocho de la
noche la apagaban y todo quedaba en tinieblas; sólo se escuchaba el croa de las ranas y
sapos en su concierto nocturno y una que otra lucecilla que mandaban las luciérnagas.
De noche era imposible salir porque no se presentía el momento en el que se le
arrollaba una terciopelo en los pies, las cuales abundaban en todos lados.
No teníamos ni siquiera un colchón donde reposar nuestro cuerpo, pero a nadie le
falta Dios, y un buen hombre nos trajo unas espumas, para que pudiéramos dormir, y
claro, con ese clima tan caliente sudábamos la gota amarga; pero ya contábamos con
algo.
En cuanto a la alimentación era muy difícil, pues casi no había medios de
transporte para salir de compras y ya sea al centro de Quepos o de San Isidro de El
General, me las agenciaba a puro atún, plátano maduro y galletas.
Una vez instalada con las comodidades mínimas, empezábamos a visitar casa por
casa bajo aquel sol resplandeciente que nos sofocaba con el fin de hacer la matrícula.
Nos distribuimos para hacer la visita unos a pie y otros a caballo, otros en tractor por los
pueblitos de Roncador, Mona, Llorona, Marítima, San Cristóbal, Hatillo, El Hollón,
Dominical, etcétera. Así logramos obtener matrícula para dos grupos de treinta y cinco
estudiantes cada uno, de edades y características muy diferentes.
Pasó el tiempo y a pesar de que existían tantas diferencias entre los alumnos, nos
fuimos familiarizando y se notaba el interés de cada muchacho por salir adelante. Los
recursos didácticos brillaban por su ausencia, ni siquiera teníamos tiza, si no hubiera sido
por la maestra de la escuelita que ahí había, que nos regalaba pedacitos y por los
Profesores de Agricultura que hicieron unas pizarras improvisadas, los libros tampoco
existían, yo tenía que salir a San José a como pudiera, muchas veces subida en un tractor
para pasar los ríos que se llenaban demasiado y eran todo un peligro, así salí a fotocopiar
material y a comprar al menos tres ejemplares de libros para desarrollar la materia.
Como era Colegio Agropecuario, el Ministro don Fernando Volio luchó mucho por
el colegio; se hizo la compra de la finca y así empieza la labor más ardua; se inicia la
siembra de arroz, palma africana, hortalizas y otros productos que se vendían, y así se
solucionarían algunas necesidades básicas de la institución.
El esfuerzo de la comunidad, alumnos y profesores era incansable; hacíamos
turnos, reinados, y entre alumnos y profesores Se construyó un redondel para hacer una
corrida de toros que con mucho entusiasmo se organizó; pero ocurrió lo inesperado; uno
de los alumnos más alegre y colaborador, Hugo Loría, quiso montar un toro, y este le dio
una cornada que le produjo una hemorragia interna y lo mató. Esta tragedia marcó mi
vida para siempre; pero con el transcurso del tiempo comprendíamos el esfuerzo que
teníamos que hacer profesores y alumnos para salir adelante y cuando veíamos a los
jóvenes venir a pie, a caballo, todos sudorosos y llenos de mocos, y tener que darles
papel higiénico para que se limpiaran, comprendí que la misión tenía que continuar.
Muchos llegaban tristes, llorosos por los problemas en sus hogares: violaciones
silenciosas, maltratos físicos, hambre y ahí estaba fa misión que Nuestro Divino Maestro
nos encomendó a les educadores, la de ser Madre de Familia, Psicóloga, Sacerdote,
aconsejar y "orar en silencio con ellos; pues casi siempre salía de sus labios y con sus
caritas suplicantes.
Día a día comprendía que la Educación Rural es de gran lucha. Esfuerzo,
dedicación y sobretodo aprovechar lo poco que hay en las comunidades para lograr salir
adelante; porque por lo general estos jóvenes están llenos de esperanzas y nobles
ideales: pero sobre todo aportar al país todo lo que puedan.
Así transcurría el tiempo y entre lágrimas y alegrías encontramos algunos
personajes con los cuales compartíamos como Marcial Espinoza, alias Tabaco era flaco
como una lombriz y negrito como el carbón, le gustaba tirarse unos traguitos como el
decía y en forma muy respetuoso echaba piropea a las profesoras. De vez en cuando se
oían las trifulcas en la cantinilla de Don Tito y era Tabaco peleando con Sapo cosido, que
así le decían. Porque cada nada le apuñaleaban la panza y la tenía toda cosida. A pesar
que ante la vista de cualquier persona, estas eran repugnantes, para nosotros no lo eran
ya que en medio de sus locuras nos hacían reír y colaboraban mucho con el colegio.
Recuerdo cuando nos ayudaban a buscar huevos de tortuga en la playa de Matapalo,
para ponerlos a encubar y cuando volvían las tortuguitas, también nos acompañaban a
ponerlas en el agua para que estas iniciaran su vida.
En mi mente de educadora rural llegan a cada instante como fantasmas que
acechan, recuerdos tristes y alegres de alumnos que pasan desapercibidos.
Es el caso de los hermanos Quirós que viajaban desde un palmar llamado El
Negro, a pie con su bolsito plástico en donde traían sus cuadernos para evitar que se les
mojaran, su almuercito en hoja y bien cansado y sudoroso: pero con ansias de aprender.
En la actualidad uno de estos jóvenes es Ingeniero y el otro ha inventado bombas
para utilizar el abono orgánico y viaja por todo el mundo.
De entre mis experiencias hermosas les cuento que ahí en la soledad de ese
pueblo; pero de playas hermosas y vegetación exuberante encontré entre mis
compañeros profesores al que iba a ser mi compañero de por vida, mi esposo. En este
pueblo y ya con cinco años de vivir aquí compartí con él experiencias buenas y malas
como en el año ochenta que hubo una llena muy fuerte en Parrita y habíamos salido a
visitar a nuestra familias y no podíamos regresar al colegio; pero nuestro deber nos
llamaba y nos fuimos por San Isidro de El General; pero al llegar al río Hatillo se vino una
cabeza de agua nos arrastró con el carro y perdimos todas nuestras pertenencias, pero
gracias a la mano divina de Dios nuestros vidas fueron rescatadas por un señor que nos
saco con un tractor" y pudimos llegar de nuevo al colegio para seguir luchando.
También había momentos en los que me molestaba porque los Profesores de la
Rama Técnica nos sacaban de nuestras lecciones a los estudiantes para llevarlos a
deshierbar el arroz o cortarlo y sentía que las materias académicas eran tapahuecos en el
horario lectivo, sin embargo seguía luchando y haciendo la vida más placentera a las
personas con las cuales compartía porque también había otras que trataban de que
nosotros nos sintiéramos bien y un buen día nos invitaron a un baile que se hacían en
Hatillo y vaya un baile en esos pueblos era “como una muerte de obispo".
Íbamos muy felices y todo estaba bien hasta que se armó un pleito, en donde las
botellas volaban por nuestras cabezas y los balazos y puñales ni se diga. Nos refugiamos
debajo de las mesas mientras salíamos, temblábamos como conejos; pero ese salvajismo
que era casi rutina paro esos pueblitos, con la llegada del colegio, poco a poco se fue
terminando y lo gente cada día se iba haciendo más humana, colaboradora, esforzada y
sobre todo trataban de inculcar mejores valores en sus hijos.
Doy gracias a Dios por permitir realizarme como Educadora Rural, porque de
Matapalo me trasladé al Nocturno de Quepos, debido a que nació mi hija y necesitaba
alimentos que debían estar en refrigeración y en Matapalo no había corriente eléctrica.
En Quepas compartí con estudiantes que llegaban cansados y muy asoleados
pues trabajaban recogiendo coyol en los palmares para ganarse el sustento de cada día;
pero con muchos deseos de superación.
En 1988 me trasladé al Liceo de Puriscal, donde viví experiencias maravillosas
como las de dos de mis alumnos que obtuvieron el mejor promedio en el examen de
admisión del Tecnológico y de la Universidad de Costa Rica, también participé en el
programa Antorcha con ellos en los cuales siempre obtuvieron buenos resultados.
En 1995 me trasladé al Liceo de Ciudad Colón, donde laboré mis últimos seis
años y en la actualidad estoy felizmente pensionada y no me canso de dar Gloria al Señor
por haberme escogido como una oveja dentro de del rebaño de Educadores Rurales;
porque aprendí a reír llorar, compartir, luchar en fin a ser más humana que es el carisma
que debe tener todo educador.
En 1991 tuve la experiencia de dar Educación para Adultos a un grupo de 16,
incluyendo a mi esposa, y a un señor de 58 años, todos querían sacar el diploma de
sexto. Estaba recién casado, convencí a mi esposa a mi joven señora que se integrara al
grupo, luego de contarme su más absoluto secreto, de no terminar el sexto, porque mi
suegra la saco para atender el hogar.
Quise que ella y los demás tuvieran esa oportunidad, Don Israel me contó que le urgía
tener ese diploma para trabajar de policía, Doña Marina para trabajar de cajera en
Coopetarrazú todos tenían buenos propósitos y el mío más grande que obtuvieran su
anhelo.
Gran satisfacción cuando entregaron el resultado de parte del MEP donde ganaron el
sexto doce de los dieciséis, me dolió que muchos, Israel y marina no lo lograran.
El Educador Rural es el motivador, el funcionario más noble y barato del Estado, el que
realiza múltiples funciones sociales, culturales deportivas y de mejoramiento de las
instituciones y comunidades, que hace continuar las costumbres de las comunidades y las
tradiciones de la sagrada patria, que enlaza y hace trabajar en equipo a muchas
personas, hace que el programa educativo, tenga razón de existir al aplicarlo a la realidad
más próxima de los dicentes. El que tendrá amigos por siempre.
Humberto Villalobos
Nací en San Nicolás de Cartago, en el año 1954, mientras mi padre trabajaba con
el gobierno, en aquellas aguas frías del río Reventado al norte de la ciudad de Cartago,
donde junto a sus compañeros de trabajo extraían piedra y arena de dicho río para luego
cargar las vagonetas en forma manual, de todo este esfuerzo en su trabajo llevó el
sustento a la familia.
Mi infancia la viví junto a cuatro hermanos, tres mayores y dos menores, me
gustaba jugar con canicas, trompos, aros como rueda, escondido, tiro a la raya con bolas
de vidrio, botones y bañarme en los ríos cercanos a mí casa. Esta casa era de madera,
piso de tierra, dormía en un camón con esteras, mí madre cocinaba con cocina de leña y
barría el piso con una escoba compuesta de una hierba llamada escobilla.
Recuerdo que cuando tenía ocho años tuve la experiencia de ver los desastres
que causó el río Reventado, este pasaba a los trescientos metros de mi casa, además
observé el proceso de actividades volcánicas que en varias ocasiones y en sus
erupciones llenaban las calles y techos de ceniza . Posterior a esto ver como mi casa el
río la arrastraba hasta dejar en lodo el lugar, que con tanto esfuerzo la habían construido
mis padres.
Durante este tiempo, estaba en la escuela República Francesa cursando estudios
de primaria, mi padre tuvo que buscar donde refugiamos y logra construir un rancho con
horquetas, ramas y algunas latas viejas de zinc.
Dicho rancho lo construyó a la orilla de calle sobre la cuesta de Ochomogo, ahí
permanecimos hasta que años después logró ser incluido en la lista de damnificados y le
dieron una casita de las que donó el Gobierno de los Estados Unidos.
Me hice educador porque: Bueno, no era mí fuerte, siempre quise estudiar
Ingeniería Industrial, pero mi familia era de escasos recursos económicos y para
costearme los estudios tuve que trabajar, ya que nuestro padre ganaba poco, apenas
para comer y pagar los servicios básicos, de tal forma que no nos podía ayudar para
nuestros estudios.
Siempre quise seguir adelante con mis deseos de ser alguien en la vida, por lo que
un día decidí estudiar Administración en el C.U.C, mientras trabajaba de día y estudiaba
de noche, logré sacar el Diplomado en dicha carrera. Luego se me da la oportunidad de
ingresar a la universidad donde logro el título de Bachiller en Administración con Énfasis
en Contabilidad, en esta oportunidad decidí trabajar para el MEP impartiendo lecciones de
Contabilidad en el Liceo Mario Quirós Sasso, de San Diego de Tres Ríos, donde descubrí
que era interesante dar lecciones y enseñar a los jóvenes tanto en la especialidad como
en la formación, luego seguí estudiando y obtuve la Licenciatura en Administración de
Empresas con Énfasis en Contaduría Pública , también se presenta la necesidad de subir
de categoría por lo que seguí el estudio en el CIPET-MEP, donde cursé toda la
pedagogía. En esta Institución me gradué como Profesor de Estado en la especialidad
Técnica en Contabilidad.
Para ser educador, estudié en universidades y en el CIPET, conforme pasaba el
trabajo en el aula fui adquiriendo experiencia con la convivencia, el roce con los
estudiantes, padres de familia e identificación con las necesidades de la comunidad y de
la institución, todo esto me sirvió para madurar en forma personal y profesional, como
también logré recibir mucha capacitación, constantemente participaba en la confección de
objetivos en diferentes programas de estudio. Tuve la oportunidad de participar en varios
congresos técnicos y en muchas ocasiones representaba a la Asesora Supervisora del
circuito en reuniones importantes a nivel Regional.
Lugares donde he trabajado como Educador Rural y cuándo.
Liceo Mario Quirós Sasso -San Diego Tres Ríos Período: 1991 a 2004
Liceo Enrique Guier Sáenz - Cachí- Paraíso - Cartago. Período: 2005 a 2007.
Experiencias en las instituciones.
Mi inicio como educador fue muy doloroso, sin embargo logré acoplarme con los
compañeros, estudiantes y estructura organizativa de la institución, el liceo era en ese
entonces opcional (un área académica y otra con carreras técnicas) el estudiante tenía
que elegir en cuál de las dos seguiría. Este sería mi primer contacto con el Sistema
Educativo, el cual lo viví en el Liceo Quirós Sasso.
En lo que respecta a las personas o personajes interesantes conocidos me referiré
a un señor que era el Presidente de la junta administrativa, era demasiado mentiroso,
contaba muchas anécdotas que solo en su cabeza cabían, pero claro era un baluarte,
trabajó mucho para que el liceo superara muchas crisis de infraestructura y también en el
apoyo para el cambio de modalidad. Conocí profesores ya por pensionarse los cuales
narraban vivencias tristes y también muy graciosas de las cosas que les sucedían con
estudiantes y hasta con padres de familia.
Relaciones Liceos-Comunidades.
La gente de las comunidades, son poco colaboradoras, la mayoría ven la
institución como una guardería, en el caso del Liceo Quirós Sasso, por su ubicación
geográfica se presta con más facilidad para que muchos padres y madres trabajen en las
ciudades que los rodean, estas son de fácil acceso.
En cuanto a la del Liceo Enrique Guier -Cachí los padres de familia son los que
trabajan y la madre es la cabeza de hogar. Estas dos características se reflejan en la poca
participación de los padres de familia en las diferentes actividades que requiere una
institución para salir avante.
Problemas y soluciones que encontré.
Los liceos mencionados tienen los mismos problemas por solucionar, cito algunos
los cuales unos se solventaron en una institución pero no en la otra.
Falta de oportunidades después de graduarse, hacía falta especializarlos en
alguna carrera corta, que les solventara pronto necesidades socioeconómicas. Pero antes
los liceos debían cambiar de modalidad.
Soluciones.
En el Liceo Mario Quirós Sasso se logra el cambio, se le ofrece a los estudiantes
varias especialidades las cuales llenan una gran necesidad de estudio y económica,
beneficiándose la familia y el graduado.
En el Liceo Enrique Guier --Cachí se intentó el cambio de modalidad, pero no se
logró. La solución era viable pero persiste el problema.
Bajo Rendimiento Académico, para el Liceo Quirós Sasso por la gran población
estudiantil y el liceo Enrique Guier --Cachí contaba con poca población.
Soluciones a ambos.
En las dos Instituciones, se utilizan el trabajo en centros de estudio para que los
jóvenes recuperaran sus materias, se les ofrece más oportunidades para que vieran que
lo que hacían era con una meta en su vida, reuniones con padres de familia, para juntos
atacar la problemática. Se les ofrecía becas a los estudiantes para que pudieran continuar
con sus estudios ya que lo económico ayudaba a desmotivar a los jóvenes.
Socioeconómicos.
A la población que muestra esta situación se les da: becas de comedor, de
FONABE, Municipal, y profesores que apadrinan a algunos estudiantes como apoyo
económico.
Alumnos inolvidables (éxitos, chascos, logros y frustraciones)
A lo largo de mí paso por estas instituciones conocí a muchos estudiantes que son
difíciles de olvidar entre ellos menciono las siguientes anécdotas:
Como exitoso califico la gestión realizada para que un estudiante de cuarto año
lograra seguir en sus estudios, ya que había tomado una actitud negativa después de que
su vida cambia por un accidente que su padre tuvo y su madre solo le quedó trabajar para
llevar el sustento a su casa. Esto genera que el joven se sienta mal, aún así él trata de
asimilar la situación. Su padre al quedar invalido, en silla de ruedas, la toma en contra de
una de las actividades del joven y logra desestabilizarlo con la queja de que no soportaba
oír el ruido de la guitarra, propiedad del alumno por lo que el padre procedió a destruir su
instrumento musical. Los compañeros de este muchacho se preocuparon y me solicitaron
colaboración para hacer algunas actividades y con lo recolectado poder comprarle una
guitarra, cedo a las inquietudes de ellos y se le hizo la entrega del instrumento que el más
adoraba. El joven muy contento y agradecido logra su meta, además pasa su cuarto año y
también se graduó como Contador.
En este caso me pasa un chasco con una alumna de cuarto año.
Un día estaba muy concentrado impartiendo un taller de contabilidad, todos los
jóvenes del grupo ponían mucha atención, cuando en ese preciso momento entra una
joven del mismo grupo con una empanada de carne arreglada con repollo y salsas , hasta
que chorreaba por sus brazos y la boca embarrada y dice a los compañeros ; miren, qué
rico!, por supuesto todos voltearon hacía la joven, diciendo ... ! que rico ... !, bueno tuve
que esperar que pasara el algarabía, reprender a la alumna y empezar por motivar de
nuevo a todo el grupo para continuar con la lección.
Un logro se da en el siguiente caso: Un alumno recibe de mis manos el resultado
de un examen, pero con la sorpresa para este que su resultado era con nota muy baja. El
estudiante al rompió a llorar desconsoladamente delante de todos sus compañeros,
diciendo: no puede ser justo si estudié y me preparé bien para este examen, ¡no vuelvo al
Cole más!
Procedí a conversar con este alumno por aparte, y le di la oportunidad de realizar
otra prueba, claro con la materia a evaluar y así darse la oportunidad de recuperar su
nota, a lo cual accedió y me dice dijo se va a preparar bien como lo había hecho en este.
El joven hace la prueba y su resultado fue muy bueno, superando su nota anterior.
Motivado por el resultado desiste de su deserción, continúa sus estudios, se gradúa como
Contador, ahora es un empleado bancario ejerciendo el puesto como analista financiero.
La situación que sucede con una alumna, fue frustrante : Una estudiante de cuarto
año por presión de algunos compañeros toma un pedazo de lápiz y procede a cerrar la
puerta del baño donde estaba haciendo mi necesidad, fuera del servicio habían cualquier
cantidad de estudiantes, al querer salir del baño me doy cuenta que estaba encerrado,
llamo al señor de la fotocopiadora y en segundos me abre, claro me sentí muy mal,
entonces procedí a realizar la investigación hasta que dimos con la persona que hizo esa
broma, por lo que se procedió a la sanción que le correspondía según el Reglamento de
Evaluación de los Aprendizajes.
Recuerdos que perduran de las instituciones rurales donde laboré.
Uno de los recuerdos más importantes de toda mí labor como educador en zona
rural es haber logrado que padres de familia e Institución se pudieran entender en cuanto
a que la Educación es parte de cada uno de los que estamos involucrados por lo que
cada medida que se hace es para bien de los estudiantes, los que deberán enfrentarse a
la vida, los que serán el futuro de nuestro país. También que ningún estudiante de este
país es diferente entre sí, todos tienen las mismas oportunidades para estudiar y
superarse en nuestra Educación Costarricense.
Aprendizajes importantes en mi trabajo como educador.
Un aprendizaje importante es aquel con el cual por medio de mi inducción los
estudiantes construyen sus ideas plasmándolas en papel y luego las hacen realidad,
ilustrando un ejemplo la creación de una empresa desde su invención , utilizando
materiales desechables, objetos del medio ambiente y los recursos del entorno
(infraestructura de una empresa y su organización). La ilusión de ser un pequeño
empresario lo lleva a una fantasía con sus ideas y aprendizajes en el aula. La mayoría de
estos jóvenes hoy en día son cabezas de hogar y por sus necesidades han creado su
propia empresa en sus comunidades, así compiten en el mundo de los negocios y
generan empleo a sus pobladores.
Otro aprendizaje es cuando los estudiantes de diferentes comunidades logran
sociabilizar entre sí.
En algunas zonas rurales se da que los grupos se encuentran conformados por
jóvenes de una misma comunidad, situación que se da por la distancia que hay del hogar
al centro educativo y ellos deben acompañarse o bien tomar el transporte que los lleva al
colegio y a su lugar de residencia.
El aprendizaje se obtiene cuando colocamos en los grupos estudiantes de
diferentes comunidades, la movilización de estudiantes para otros grupos rompen el
esquema por lo que la sociabilización juega un rol importante en la vida del joven se logra
un buen rendimiento académico y la unión entre familias, beneficiando la interrelación
entre comunidades.
Descripción de un centro educativo rural según mí vivencia.
Cuando hacía mis primeras armas en educación, me llega la oportunidad de
trabajar en un liceo con exceso de estudiantes donde la infraestructura no alcanzaba para
todos los grupos, por lo que me tocó trabajar en unas instalaciones que era en su tiempo
un gallinero, a su alrededor existía mucho monte y animales peligrosos, por ahí pasa una
zanja que en tiempo de cosecha de café era insoportable trabajar en ese lugar, más
imposible cuando era tiempo de lluvia porque como las latas de zinc estaban rotas se les
mojaba los cuadernos a los estudiantes, por otro lado en ese lugar habían muchos
árboles cuando había rayería era tremendo, ya que ramas de los árboles caían en las
viejas, rotas y podridas latas de zinc que conformaban el techo del aula entre comillas.
En cuanto a la dinámica empleada durante el período lectivo en el aula descrita,
había que planificar las actividades de manera que todos los estudiantes del grupo
participaran en forma cómoda ya que el espacio que tenía el aula (6 m x 5 m) no permitía
desarrollar las actividades en forma conjunta, por lo que se tenía que utilizar el recurso de
la zona verde para colocar algunos subgrupos de los cuales se seleccionaban para que
realizaran el trabajo con mucha responsabilidad.
Dada la explicación correspondiente a la metodología que se emplearía para
desarrollar el tema del día, procedía a conformar los grupos, siempre utilizando la opinión
en forma democrática y si en caso de no haber un acuerdo entre los estudiantes entonces
me correspondía organizar los subgrupos, una vez organizados cada subgrupo tenía que
leer, analizar y construir los elementos que llevan al objetivo del tema que correspondía
según el planeamiento.
Para esta actividad es necesario que cada subgrupo nombre un relator el cual
junto a sus compañeros exponen su trabajo en plenaria.
Para el desarrollo de sus trabajos los subgrupos solicitan los permisos
correspondientes para visitar algunos lugares (comercio, empresas u otros) de la
comunidad para realizar sus investigaciones, una vez recolectada la información
elaboraban maquetas u otros objetos, utilizaban materiales desechables, los medios
didácticos en tecnología, y recursos que existían en la humilde aula.
La evaluación a estos trabajos se les asignaba por medio de tabla de cotejo que
permite valorar las actividades realizadas y de ese rubro cada subgrupo obtenía un
puntaje, esto con el objetivo de que los jóvenes se autoevaluaran como subgrupo, a veces
lo hacían equitativo en otras ocasiones valoraban su trabajo en forma individual en base a
dicho puntaje, siempre al final debían dar sus resultados como subgrupo para
contabilizarlos en el registro.
Reflexión como Educador Rural.
Antes de ingresar a laborar como educador pensaba que al cambiar de ambiente,
sería más viable encontrar los recursos para desarrollar las actividades, pero es muy
difícil, la realidad es otra más cuando se trabaja en zonas rurales donde hay que lidiar
con recursos muy escasos, comunidades muy pobres, muchas de ellas sin ningún interés,
únicamente que su hijo estudie para ser alguien en la vida.
Con lo poco que ofrece el Estado, existen padres que solo envían a sus hijos para
que la institución los atienda mientras trabajan, desintegración en la familias, estos
lugares sirven de dormitorio a los padres que trabajan fuera de esta, los pocos que
trabajan al campo solo se dedican a esta actividad y no se identifican con la escuela.
Algunos docentes son nombrados en propiedad pero rápido se trasladan para estar cerca
de sus hogares esto genera que el personal emigre y venga a sustituir otro u otra en
forma interina.
Con lo que respecta a la infraestructura es precaria en muchos centros educativos
hay que trabajar con las uñas.
Lo cierto de todo esto es que los estudiantes son talentosos, existe mucho talento
en estas comunidades, quizás más que en zonas urbanas, la desventaja es que lo poco
que posee la institución, no basta para una óptima educación.
Las Juntas Administrativas y de Educación, solo piensan en cómo gastar el
presupuesto asignado a veces hasta en forma desordenada, no hay interés en que el
centro educativo de su lugar surja en otras áreas, que sirven para que sus hijos tenga
oportunidades de desarrollarse intelectual, económica y socialmente.
Como educador seguiré luchando y daré todo mí esfuerzo y sacrificio, para que el
desarrollo en la Educaciónenfocado en las comunidades rurales tenga la oportunidad de
ampliarse, y con esto, sus hijos logren sus sueños y tengan el día de mañana un futuro
ideal.
Aportes que puede dar la Educación Rural a la Educación Costarricense.
La Educación Rural aportaría a la Educación Costarricense la conservación de
valores, cultura, un perfil del ciudadano con deseos de conservar la naturaleza (ríos,
plantas, árboles, bosques, montañas, flora y fauna) el trabajo como un símbolo de
desarrollo, ciudadanos con mucho talento en el folclor, teatro y actividades de
investigación utilizando los medios del entorno en sus comunidades.
Conclusión.
La Educación Costarricense es primordial para el ciudadano, la cual conduce a la
preparación de muchos niños y jóvenes a desarrollarse desde su ámbito ya sea rural u
urbano.
Si nos trasladamos a las diferentes zonas del país las cuales llamamos rurales,
podemos encontrar las verdaderas raíces de nuestra cultura, el terruño añorado por las
ciudades, perdido entre estas, como lo es: ver los bosques, ríos, el campo trabajado por el
campesino, con grandes siembras con productos que son el sustento de los
costarricenses.
Estas comunidades nos dan el vivo reflejo que nos dejaron nuestros ancestros, el
campesino humilde, laborioso, niños y jóvenes recibiendo la Educación en sus escuelas.
Los jóvenes de estas zonas luchan por superarse, las familias suelen esforzarse para que
sus hijos tengan educación, bajo muchas limitaciones económicas.
La Educación Rural sí puede aportar mucho a la Educación Costarricense,
siempre y cuando los entes responsables de brindar los recursos necesarios para una
óptima Educación asignen dichos recursos en infraestructura, presupuesto acorde a las
necesidades del centro educativo, personal docente y administrativo con muchos deseos
de trabajar y bien pagados, Juntas de Educación y Administrativas con capacidad para
administrar los dineros del presupuesto anual, centralización de los servicios en las
regiones, programas de estudio acordes con la realidad Nacional y no dejar de lado los
valores.
El ser educador no se hace, se lleva en la sangre, aunque no era mí fuerte
descubrí que en mí sangre corre ese deseo de enseñar lo aprendido en la infancia,
adolescencia, en el proceso recibido para ser profesional y en las experiencias vividas.
Trasmitir lo aprendido es una satisfacción personal y que de ella muchas personas se
beneficien todavía más satisfecho se debe sentir un educador sea rural o urbano.
Luis Montiel Matarrita
Fecha de nacimiento 15 de Junio 1938 en Nicoya.
Estudios primarios: Escuela Napoleón Quesada Zapote San José.
Secundaria: Liceo de Nicoya.
Estudio para mi formación como educador en Primaria Instituto de Formación
Profesional del Magisterio Nacional “IFPM”.
Siendo bachiller solicité plaza, para maestro. En 1960 se me dio una Escuela
Unidocente, en Altos de Mora de Puerto Carrillo, una vez que adquirí la plaza, no
matriculé en “IFPM”, en dicha institución, nos daban la facilidad, de estudiar por
correspondencia, y cuando salíamos a vacaciones que eran de tres meses nos íbamos
para San José a clases, a aclarar dudas y hacer exámenes, hasta lograr graduarnos
como Maestros de Educación Primaria. En esa escuelita trabajé tres años; haciendo
grandes sacrificios, porque comenzando a trabajar no tenía ninguna experiencia con
niños; pero gracias a Dios logre salir avante y aprender mucho de la escuela nueva y los
niños; recuerdo que logramos con la comunidad, hacer una escuela nueva y trasladarla a
otro lugar más cerca de los hogares de los niños
La escuela cuando yo llegué era toda de paja, piso de tierra, no habían asientos;
pero la comunidad unida logró hacer una escuela nueva, con todo de zinc piso de madera
y construimos los asientos; fueron tres años muy hermosos, aprendí mucho con la
comunidad me lleve muy bien, a veces con ex alumnos que me saludaban y me respetan
mucho.
Después pedí traslado a otra escuela en otra comunidad llamada Bocas de Nosara
era una Escuela Dirección Uno, fui auxiliar, en dicha escuela. Trabajé tres años; pienso
que realicé una buena labor, me llevé muy bien con el personal además, era muy querido
por los niños y la comunidad porque jugaba mucho fútbol.
Realizamos muchos proyectos con mis compañeros de trabajo como: huertas,
biblioteca, comedor escolar etc. En dicho lugar conocí, la que fue mi esposa.
Solicité traslado más cerca de mi casa, es decir cerca de Nicoya centro, logré que
me trasladaran, a la comunidad de Matambú hoy “reserva indígena Chorotega” ahí fui
director de la escuela, una Dirección Uno; laboré durante 20 años, tenía ya mucho
conocimiento, por lo que se lograron realizar muchos proyectos; tanto en beneficios de la
escuela como de la comunidad.
Debo manifestar que dicha ayuda fue excelente sobre
todo para ayudar a estar presente para cualquier trabajo; si no hubiera sido por ellos los
proyectos realizados no estarían.
Voy a hacer una pequeña reseña histórica, sobre aquellos trabajos que se
realizaron.
Se logró construir la escuela ya que estaba en malas condiciones, adquirimos una
partida específica de diputados.
Se construyó el comedor escolar.
Se construyó el CEN.
Se formó un Comité de Desarrollo Comunal. Para el trabajo comunitario como:
arreglo de caminos, adquirir letrinas etc. Más adelante formamos una Junta Progresista
logramos arreglar la plaza de deportes, raspar un poco los caminos, logramos construir el
salón comunal.
Ya con mucho camino recorrido, la Asociación de Desarrollo Integral de Matambú,
adquirió más derechos para el bien de la comunidad.
En Matambú una comunidad muy pobre, necesitábamos comprar una finca para
repartirla en parcelas para los más necesitados, contactamos con el ITCO, en ese tiempo
así se llamaba lo que hoy es el IDA, y se nos informó que cabía la posibilidad de
desocuparla, hicimos contacto con el Diputado en ese tiempo “Guillermo Vargas
Sanabria, el nos brindo toda su ayuda; visitamos varias veces las oficinas centrales del
ITCO.
Al tiempo logramos comprar la finca a Dios gracias se repartió. Más adelante se
logro crear la reserva indígena de Matambú, vinieron personas del “CONAI” Comisión
Nacional Indígena, y nos dijeron que Matambú fue un centro indígena Chorotega, y que
para darle realce a esa tribu.
Se podía formar una reserva indígena el lugar estaba apropiado por las
características de sus moradores; los vecinos estuvieron de acuerdo y hoy para bien de
todos; Matambú, es muy privilegiada con la creación de la reserva, Matambú ha crecido
en su desarrollo comunal.
Cabe mencionar que también se compró un pedazo más de terreno, para
ampliación de la plaza; el señor diputado Vargas Sanabria adquirimos una partida, se
logró crear o construir una gradería en la plaza. También se compró otra finca más
pequeña y también ahora esta llena de muchos viviendas, que se adjudicó a muchas
familias.
Se logró instalar la cañería, y ya saliendo pensionado se construyó la carretera,
Matambú-Nicoya.
Se realizaron otros proyectos en bien de la comunidad.
En 1984 salí de la escuela pensionado, muy triste porque en realidad Matambú, su
gente fue muy especial conmigo a ellos les debo mucho; sobre todo la unión que tenían
para trabajar en bien de la comunidad; tenía 46 años de vida.
Más adelante trabajé un año en una escuela privada en Nicoya; el sueldo de mi
pensión era ese tiempo muy baja, el Ministerio de Educación dio permiso para que si
algún pensionado, quería trabajar otra vez que lo hiciera por dos años y se podía salir; y
la pensión le subía, yo solicité plaza y logre trabajar 2 años en una isla cerca de Paquera
de Puntarenas, esa isla se llama Cedros, en esos dos años construimos la escuela, se
pintó y también logramos construir una plaza para que los niños y jóvenes jugaran.
Salí de esa isla, también su gente muy buena y muy cooperadora. Una vez que
dejé las aulas me dediqué a mi familia y gracias a Dios que me brindó siempre su ayuda
para bien mío, porque sin Él, yo no hubiera realizado lo que creo se hizo en bien de los
niños y de las comunidades donde trabajé.
Solamente que en 1995 perdí a mi esposa lo cual me dolió mucho, pero Dios me
ha dado voluntad y fortaleza para seguir adelante a la par de mis hijos.
Maureen Monge Jiménez
Nací en El Cedral de Aserrí el 4 de abril de 1967 hija de Rafael Ángel Monge y
Ana Betty Jiménez. Cuenta mi madre que en la casa, el parto se complicó entonces nos
trasladaron en carreta hasta el lugar donde se podía tomar un carro para llevamos al
hospital. Mi padre un hombre de escasos recursos, humilde, trabajador, en ese tiempo
empleado de una lechería. Mi madre una mujer sencilla, inteligente y muy emprendedora.
Después mi familia se trasladó a vivir a Palmichal de Acosta, crecí en una familia
de cinco hermanos, dos varones y tres mujeres. Sufrimos muchas necesidades
económicas, pero en un hogar acogedor, donde mis padres se preocupaban por nuestro
bienestar y educación.
Recuerdo que mi madre se enfermó y la internaron unos días en el hospital
Psiquiátrico de Pavas, eso se debió a que mamá estaba con mucha fiebre y cerca de mi
casa había un cañal. Un vecino con problemas mentales encendió una fogata y como era
verano todo el cañal ardió. Mamá se asustó mucho cuando oyó el ruido de las cañas al
quemarse y pensó que mis hermanos, para entonces éramos cuatro nos habíamos
quemado. Eso produjo su gravedad, que conllevó a un momento difícil que aún recuerdo
con dolor porque nos llevaron a vivir unos días con mis tías en Moravia sin saber nada de
mamá, porque nadie nos explicaba lo que pasaba.
Vino la época escolar yo ingresé a la Escuela de Palmichal a los 5 años y unos
meses como oyente, no había preescolar, pero como aprendí a leer y a escribir pasé a
segundo grado y así sucesivamente hasta sexto grado. Me gustaba estar en la escuela,
disfrutaba mucho con mis compañeros, recuerdo que antes de los exámenes nos
hacíamos preguntas unos compañeros a otros, en los corredores de la escuela, para ver
cuanto habíamos estudiado y aclarar dudas.
Mi maestro de I grado se llamaba don Mariano Pineda, doña Deifilia me dio
segundo grado, y así sucesivamente recuerdo todos los maestros y maestras. De doña
Florencia, que de Dios goce, mi maestra de sexto grado tengo muchos recuerdos gratos,
era exigente, con una letra cursiva incomparable y muy preocupada por sus alumnos.
Cuando ingresé a primer grado en el año 1972, los niños de sexto grado me
escogieron para participar en el Reinado de la Independencia, dicen que yo era muy
pequeña, les llamé la atención y sin darme cuenta me convirtieron en reina. Fue muy
lindo, la carroza era una carreta con bueyes adornada con motivos patrios y conducida
por don José Ángel, que de Dios goce, lo único que no me gustó fue que me llevaron con
zapatos cerrados de hule, no había dinero para comprar otros más bonitos.
Pasó el tiempo, para poder ir al colegio yo cogía café, ayudaba a mi papá a
arrancar frijoles y a coger cubaces, en el tiempo de vacaciones. El colegio fue una época
inolvidable, de grandes recuerdos y de grandes angustias porque muchas veces el dinero
que me daban era limitado, pero yo trataba por todos los medios para salir adelante y no
perder ningún curso lectivo, así obtuve el Bachillerato y Técnico Medio en el año 1984 en
el Colegio Técnico de Puriscal.
Cuando salí del colegio, no supe que hacer porque para mí la universidad era algo
deseado pero a la vez inalcanzable, no teníamos recursos suficientes y tampoco se me
ocurrió presentar el examen de admisión de alguna universidad, y entre otras cosas mi
mamá decía que yo tenía que ser Enfermera, cosa que no me gustó nunca.
Para este tiempo mamá trabajaba en la Escuela de Palmichal como conserje, el
director en ese año 1985, era Don Jorge Villalobos quien me comunicó que quedaba un
grupo sin maestro y que si estaba de acuerdo me proponía. A mí siempre me agradó ser
maestra y acepté, yo aún era menor de edad, las clases empezaron en marzo y yo
cumplía dieciocho años en abril.
Me comunicaron del nombramiento como aspirante y me arriesgué, inicié con un
segundo grado de dieciocho niños, trabajé el año completo sin dificultad e ingresé a
estudiar a la UNED, al año siguiente me nombraron en otra escuela en Chirraca de
Acosta, hoy "Juan Calderón" ese año me informaron de los convenios UNA- MEP, hice el
examen y fui aceptada en dicho convenio.
Se realizó mi sueño de ingresar a la universidad en el año 1986y me gradué con
Bachillerato en Educación con énfasis en I y II ciclos, cinco años después, yo no lo creía,
ese año me nombraron en una escuela de la Comunidad del Plomo de Acosta, era un
lugar muy alejado, mi papá me fue a dejar a ese pueblito, era una Escuela Unidocente.
Cuando papá se vino yo pensé que no podía soportar quedarme en ese lugar, sin
embargo terminé el curso lectivo con grandes experiencias y gratos recuerdos.
Continúe estudiando y trabajando, al año siguiente me nombraron más cerca de mi
casa en la escuela de Bajo Cerdas de Acosta por un período de dos años 1988 y 1989,
era una Escuela de Dirección Uno. Ese año concursé y me nombraron en propiedad en la
Escuela Tomás de Acosta en Bajos de Jorco de Acosta. La alegría que me envolvió por el
nombramiento pronto se apagó por el dolor de perder a mi padre el 5 febrero y las clases
entraron el 4 de marzo. Fue una época difícil porque papá murió por causa de un
accidente y a toda la familia le costó entender lo que había pasado. Pero a pesar de toda
la angustia que sentía en mi corazón, logré cumplir otro ciclo y ese mismo año solicité
trasladó por excepción el cual fue aprobado para la escuela Corralar de Mora, donde
estuve dos años, el primer año como P.P 1 Y el segundo año como P.P.2.
Nuevamente solicité traslado y esta vez me lo concedieron para la escuela Bajo
Loaiza de Mora, ahí labore un año, ese mismo año me casé en enero y mi hija nació en
noviembre, enfrentaba una nueva experiencia, ser madre.
Pienso en solicitar traslado para la Escuela Palmichal de Acosta, donde había
iniciado en el año 1985, laboré en esta institución cinco años consecutivos. Al quinto año
tuve la peor experiencia de mi vida que me marcó por siempre.
El 4 de octubre del año 1998, una señora interpuso una demanda en contra de mi
persona en el Juzgado Penal de Desamparados, esa demanda era por abusos
deshonestos en contra de una menor de segundo grado, supuestamente yo había
cometido dichos delitos.
Dos días después la madre de la menor se presenta a la escuela para solicitar el
traslado de la niña a otra institución por recomendación de la Psicóloga, la Directora le
pregunta la razón y no la da. Yo desconocía totalmente lo que sucedía. Se hace efectivo
el traslado de la niña y su hermano a otra institución educativa, pasan aproximadamente
veintidós días, un jueves del Congreso de la Ande, cuando llegué a mi casa, la vecina me
entrega un citatorio, era del Juzgado Penal de Desamparados, mi esposo trabajaba en un
trapiche propiedad de su padre y llegaba muy tarde, no sabía a quién acudir o que hacer
para dejar pasar la noche y esperar el nuevo día.
Al día siguiente conversé con la directora de la escuela y me presenté al Juzgado,
donde se me indicó de lo que se me acusaba y que debía presentarme el martes
siguiente con un Abogado, o bien que declarara de una vez y que en la Fiscalía me
asignaban uno de oficio.
En ese momento el mundo se me vino encima yo iba con mi esposo, llovía mucho
eran los días de aquellos huracanes que dejaron huella en nuestro país, como dejó huella
esta situación en mí, en este momento que escribo, diez años después aún lloro y pido a
Dios respuesta.
Me separaron de la escuela, me aplicaron medidas cautelares. El martes de la
audiencia el Abogado que me asistió, cometió un grave error en mi contra, me dijo que le
firmara un documento, que no entrara al Juzgado, que él hacía todo por mí, eso si, que le
diera un número de teléfono para llamarme en caso de que me dictaran prisión
preventiva, Gracias a Dios no fue así, pero ese mismo día el Abogado dejó el caso.
Seguí buscando abogado, pero lo más grave es que yo en esta materia era
totalmente analfabeta y no entendía las consecuencias de esta acusación.
Finalmente encontré un Abogado que como cuento de hadas dejó pasar los
periodos para la presentación de pruebas, cosa que me perjudicó otra vez, la primera vez
porque el abogado no dejó que yo declarara y yo ignorantemente creía que estaba bien.
Al tiempo consulté otro abogado, ante la duda de lo que estaba pasando, este
licenciado fue muy sincero y me dijo que el caso estaba perdido, que viendo el expediente
a mí me condenaban y que él prefería defender un caso de narcotráfico que defender mi
caso.
A pocos días de iniciar el juicio un nuevo abogado me asistió, pero aún así me
condenaron a ocho años de prisión, nunca fui a la cárcel, no ordenaron detención, pero
este fue el peor momento, ese día de la lectura de la sentencia mi hijo menor cumplía
cinco años y antes de irme me dijo que le trajera un regalito. El regalito fue una mamá que
no sabía dónde estaba y una familia angustiada, triste y desconcertada.
El caso fue llevado a Casación, donde nueve meses después los Magistrados dan
el fallo con la anulación de la condena y reenvío para nuevo debate. El día en que el
Licenciado Manuel Brenes me comunicó lo que la Sala Tercera había resuelto, ese día
nuevamente lloré mucho, porque lo contrario era el fin de mi familia y de mi carrera
profesional.
A mí no me importaba si perdía todo, lo único que me importaba era que el Señor
se manifestara de alguna forma y que yo pudiera demostrar mi inocencia de tan
desagradable acusación.
Al año siguiente de que la Sala Tercera dio el fallo, se celebró otra vez el debate,
rodeado de incertidumbre, fue un debate desgastante, durante tres semanas consecutivas
se celebraban las sesiones los días jueves y viernes, hasta que culminó un lunes con una
sentencia absolutoria, pero no solo, eso la Presidenta del Tribunal Licda. Doris Guzmán,
dejó clara la mala intención de madre de la niña. Se vuelven a interponer recursos de
Casación ante la Sala Tercera por parte de la Fiscalía, del PANI Y del Ministerio Público
quienes impugnaban el fallo absolutorio a mi favor. La Sala Tercera me da la razón y de
una vez por todas cierra el caso, señalando que a todas luces se ve la mala intención de
la madre de la menor en hacerme daño.
Esta situación no podría llamarla una situación aislada, sino algo que me impulsó a
seguir adelante, el hecho de poder demostrar mi inocencia a los que antes habían sido
mis alumnos y a los padres de familia que me habían confiado la Educaciónde sus hijos
años atrás, me llenó de halago, pero no niego el gran temor que siento hoy, nuevamente
laborando de la Escuela José María Cañas de Piedra Blanca de Mora.
Ruego a Dios todos los días que me ilumine y le agradezco a Él y a su Infinita
Misericordia por haberme dado nuevamente la oportunidad de hacer mi trabajo y ganarme
la confianza de los niños y padres de familia con los que comparto.
Hoy por hoy puedo decir que durante estos casi veinticuatro años al servicio de la
Educación Pública, he experimentado amargas experiencias como la que ya les narré, así
como otras que me han hecho llorar de alegría como cuando los niños de primer grado
aprenden a leer, ¡Qué satisfacción más grande!, o, cuando un grupo de sexto grado
obtiene su Certificado de Conclusión de Estudios, o bien frases como: ¡Niña gracias
porque salí bien en el examen!, el mérito no es mío, es del niño pero ellos agradecen
como si el maestro hiciera magia.
Nunca olvidaré los niños de la escuela del Plomo, niños humildes con ropita
particular, sin uniforme, con niguas en los pies, pero deseosos de aprender y con gran
respeto y admiración por el maestro.
De esta escuela tengo gratos recuerdos como cuando iba para una reunión en
Desamparados y llevaba una garrapata pegada al lado de la oreja derecha, ¡Qué dicha,
que la sentí!... Eso de la garrapata era porque yo salía a las cuatro de la mañana a
caballo para tomar el bus que salía de Teruel hacía San Ignacio.
Otra vez en un turno escolar en Bajo de Lorco se me volcó un plato con sopa de
mondongo y le cayó al director en la pierna, estábamos trabajando en la cocina para
recaudar fondos.
En fin recuerdos hay tantos como aprendizajes también, por ejemplo en una
Escuela Unidocente la maestra cumple muchas funciones y algunas veces se toman
decisiones beneficiosas pero que ponen en riesgo su trabajo.
En una comunidad donde fui Maestra Unidocente llegó el tractor de la
Municipalidad a desechar el camino, o sea a abrir pasos de mejor acceso, el señor que
operaba el tractor dormía y comía en la misma casa donde yo pagaba la comida. Al lado
de la escuela había una pendiente alta que tapaba la visibilidad y que no daba ningún
beneficio. Se le ocurrió a un señor de la comunidad que con el tractor se podría eliminar
esa parte del terreno y que quedaría un buen espacio para que los niños jugaran, eso sí la
maestra tenía que hablar con el Alcalde Municipal, en caso de un problema por la
retención del tractor más tiempo y por el combustible.
Con mi poca experiencia manifesté que estaba bien, pero sin tomar en cuenta las
futuras consecuencias, Gracias a Dios, todo transcurrió con normalidad no hubo
problema, en la municipalidad se enteraron, pero el alcalde al escuchar que se trataba de
un beneficio para la comunidad, que no tenía ni siquiera plaza de deportes aceptó y la
pequeña plaza se construyó.
Por supuesto en una comunidad donde no había electricidad, agua potable, los
caminos eran de tierra, hacer un pequeño espacio para jugar fútbol por las tardes de
verano fue una gran decisión. Pienso que hoy día con mi experiencia no hubiese tomado
esa decisión tan apresurada.
En las escuelas rurales especialmente las unidocentes hay muchas limitaciones,
los niños muchas veces se sientan en bancas, viajan desde muy lejos y solos por
caminos, llenos de barro o con el peligro de que los muerda una serpiente, no
desayunan y la comida del comedor es la única del día. Recuerdo unas niñas que eran
hermanitas, ellas no hablaban, no se relacionaban con nadie, eran sumisas, de aspecto
muy pobre, demacradas, y la mayoría de las veces esperaban con ansia la hora del
comedor, aunque no lo decían verbalmente, su tristeza y desánimo lo demostraba.¿
Cómo podían esas niñas comprender una lección de Matemática?.
Lo más agradable es que estos niños, de hace veinte años o aún ahora, viven
estas situaciones, pero ponen todo el empeño por aprender. Quizás las escuelas rurales
son desprotegidas, son las que más necesitan y a las que menos se les da, sus niños no
conocen el manejo de una computadora, algunos ni siquiera tienen televisión en sus
casas.
A las Escuelas Técnicas se les asigna grandes sumas de dinero y la mayoría de
los niños proceden de familias solventes, mientras que los edificios de las escuelas
rurales ven pasar los años sin pintura, las canoas se caen o no existen, el maestro tiene
que comprar desde la tiza hasta el mapa de Costa Rica para dar la lección de Estudios
Sociales porque los recursos de la Junta de Educación son insuficientes.
Se tiene una concepción muy amplia del sistema educativo de nuestro país,
formador de individuos integrales, críticos, constructivistas y capaces de enfrentar
situaciones de su entorno, pero muchas veces no se toman en cuenta una serie de
limitaciones que agobian las zonas rurales.
No podemos comparar una escuela de cabecera de cantón, donde el docente se
dedica a un grupo de niños de un mismo nivel, que cuenta con servicio de psicología, de
apoyo en problemas de aprendizaje, de conducta, entre otros y el maestro solicita el
material y la mayoría de los niños lo tienen a su alcance, con una escuela en la
comunidad de Zoncuano de Acosta donde el docente trabaja con seis grados al mismo
tiempo, con escasez de material, la infraestructura de la escuela sufre graves daños y no
hay presupuesto para repararlas. Se carece de servicios como electricidad o agua potable
y sin tomar en cuenta la calidad de alimentación de los niños.
La Educación está destinada a formar personas que dirijan el destino de nuestro
país, no debemos permitir que este objetivo se vea truncado debido a las limitaciones con
que cuentan las comunidades rurales, porque en ellas encontramos gran riqueza en
valores, costumbres y tradiciones propias del ser costarricense, la riqueza natural está al
alcance de la mano y no hay necesidad de ver una lámina para indagar sobre la
deforestación o las riquezas de los ríos, o bien el relieve y la biodiversidad.
En las comunidades rurales se trabaja fuerte, pero al final de la jornada se ve el
fruto del trabajo manifestado en el aprendizaje de los niños con miles sacrificios y en el
agradecimiento honesto de los padres de familia .La Educación Rural es un ejemplo de
esfuerzo y tenacidad de los educandos y educadores que muchas veces recorren
kilómetros para ver cumplida la misión.
Luís Alberto Rojas Quesada
Nací en Atenas de Alajuela el 07/11/1960. Hijo de Ovidio Rojas Alpízar, de oficios
Sastre y Agricultor e Imelda Quesada Cortés, Ama de Casa.
Soy el 3° de 8 hermanos más otras 2 hermanas fuera del matrimonio. Pasé mi
infancia en Atenas hasta los 7 años en el centro.
Hice el I y II grado en la Escuela Central de Atenas, donde viví experiencias
escolares muy traumatizantes. En ese tiempo el educador tenía la oportunidad de castigar
y torturar, física y psicológicamente a los alumnos que no le eran de su agrado, esos dos
años para mí fueron un martirio.
Después entre los 8 y los 12 años los viví en el Pueblo de Sabana Larga de
Atenas, donde mis padres compraron una pequeña parcela. Fue un cambio de vida total;
el disfrute del campo con una maestra excelente en los aspectos tanto educativos, como
humanos, unos compañeros con los cuales me identifiqué plenamente.
Estas condiciones cambian el rumbo de mi vida.
Mi vida profesional.
Empecé en el campo educativo desde el año 1977 como Músico y cooperando con
el Instructor en la Escuela de Música de la Municipalidad de Atenas, en ese tiempo
Filarmonía, entre 1977 a 1980 como tercer clarinete y también saxofón. Esto me permitió
financiarme mis estudios en Mecánica Automotriz en el Instituto Técnico Profesional
Jerónimo Ocaña Rojas, Alajuela, hasta 1999.
En 1980 ingresé al CIPET (Alajuela) a la Carrera de Educación Técnica (Mecánica
Automotriz).
Me ayudó y recomendó para trabajar como Educador en Artes Industriales un
amigo y profesor Oldemar Chávez, quien a la vez me remitió al Ministro de Educación
con el Lic. Marvin Herrera Araya.
Trabajé desde 1980 a 1983 en diferentes Colegios: Atenas, San Pedro de Poás,
Gregorio J. Ramírez, Julio Fonseca. Me sentía muy satisfecho impartiendo artes
industriales lo cual era mi vocación.
Desde 1984 a 1985 me trasladé a San Miguel Matina a trabajar en una montaña
que compré; fueron 2 años de mucho sacrificio y lucha; esos 2 años traté de concursar
pero fue en vano ya que fui acusado de portar propaganda política en la oficina del taller.
Por lo los pasé abriendo montaña con hacha y machete.
En el año 1985 empecé como Educador Unidocente en la escuela que trabajo
actualmente Colonia Puriscaleña de Matina. Me sentí muy emocionado de continuar con
esa labor, aunque añoraba impartir artes industriales. Desde esa época traté de combinar
e incorporar las prácticas técnicas.
La primaria, un proceso más vivenciar. Me gradué en 1991 en la U.C.R. como
Profesor de Primaria.
Realicé un curso o asesoría en 1994 en la Universidad Nacional sobre Escuelas
Unidocentes. Además de algunos cursos en la UNED sobre Empresas Agropecuarias.
Otros muchos cursos en el INA relacionados con Agricultura y Agro turismo.
Combinar la Educación con la Agricultura no me he preocupado por obtener títulos
en ascenso, sino más bien por conocer diferentes áreas del quehacer agrícola.
En este circuito de Batán, en el cual he trabajado por más de 20 años tuve
experiencias en la Escuela de Cuatro Millas de Matina, y San Miguel de Matina.
Los alumnos que he tenido en esta comunidad son de padres nativos del Sur de
Puriscal con un alto porcentaje de etnia indígena Huetar.
Otro grupo de alumnos que atiendo en esta escuela es los Cabécar de la Reserva
Indígena Barbilla, los cuales conservan si idioma y costumbres ancestrales. Tanto me he
identificado con esta comunidad que escribí un libro de cuentos llamado "Cuentos
Nacidos del Bosque" que se refiere a una versión fantasiosa de la propia historia y
problemas de mi comunidad. No lo he publicado pero si logré inscribirlo en el Registro
Nacional "Derechos de Autor".
Desde hace unos 8 años, participo activamente en el Comité Técnico Unidocente
de Limón lo cual me ha permitido conocer, y relacionarme más estrechamente con estas
escuelas y sus necesidades.
En cuento a mis alumnos me complace que hasta la fecha entre los egresados hay
algunos profesionales en diferentes áreas: Educación Agricultura, Mecánico Automotriz,
Profesores entre estos, mi hija mayor quien fue mi alumna por 6 años, es Ingeniera en
Turismo Rural. Pero es para mí también muy triste ver que he tenido por dicha muy pocos
pero sí, alumnos que hoy están en el abismo de la delincuencia y drogadicción.
Lo más lamentable es que al tener oportunidad de conocerlos desde I hasta VI
grado ya he podido predecir si va a ser persona de bien o inadaptado social. Y lo más
triste es que muchos fracasados, han obtenido excelentes calificaciones, alumnos con
una gran capacidad intelectual, pero con dificultades familiares que los han llevado al
colapso.
Por más que como educadores tratemos de intervenir e influenciar, no podemos
vencer esas barreras familiares y vacíos de amor, de cariño que traen incluso desde antes
de nacer. Otros con limitaciones intelectuales pero con disciplina y estabilidad social han
logrado triunfar.
Cabe mencionar que otra de mis experiencias ha sido que desde 1980 hasta la
fecha solo he necesitado 2 incapacidades: La primera en 1998 por un mes al haber
sufrido un grave accidente automovilístico al trasladarme de mi pueblo natal Atenas al
lugar de trabajo. El segundo sucedió el año anterior 2007, al empezar a caminar de mi
finca a la escuela sufrí la mordedura de una serpiente cascabel a muda (Matabuey) por lo
cual estuve al borde de la muerte, hospitalizado por casi 5 meses y perdiendo parte de la
acción de un pie.
Sin embargo no fui atendido ni indemnizado por el INS porque a pesar de empezar
a obtener atención médica a las 7: 40 en el hospital Tony Facio de Limón, la póliza no
cubre accidentes que suceden antes de llegar al portón del lugar de trabajo.
Viaje a Panamá.
A pocos metros de cruzar nuestra frontera se aprecia, se siente la vivencia de
haber pisado tierra de otra nación. Esto, por los emblemas y símbolos patrios alusivos a
sus 100 años de independencia. Nos llamó la atención esa gama de adornos que
identifican su identidad.
Entre los diferentes personajes había un indígena, pregunté el aporte de éste y me
dijeron que se llamaba Victoriano Lorenzo, héroe en las luchas de la independencia. Esto
me hizo reflexionar que en todos los movimientos importantes en nuestros países latinos,
siempre se destacó la figura indígena. En Costa Rica Pablo Presbere y Garabito. Sin
embargo me preocupa el problema de que al igual que en mi país, los indios son la clase
social más marginada. En los últimos años se han dotado de mejoras, sobre todo en
Educacióny salud, pero queda un gran trecho que superar.
Nuestros gobiernos deberían de reflexionar en que "El Estado debe dar más a
quienes menos tienen". Crear un ambiente adecuado para mitigar la pobreza. Educar a
los más olvidados. Estos asimilan y responden en forma extraordinaria.
Me alegró observar el programa parecido a Telesecundaria en Escuela Rural.
Visita a la Escuela Santiago de Veragua.
Miércoles 29: Escuela Isabel Arosemena
En esta escuela su infraestructura es muy buena. Su personal se nota muy
entusiasta en sus labores. El comedor es rústico con techo de paja y fuego de leña, al
igual que en todas las otras escuelas visitadas se notó un excelente aseo y orden, que
más bien les da un aspecto muy particular y agradable a éstas.
Se practica la agricultura en casi todas las escuelas rurales, siendo los principales
productos: yuca, maíz, hortalizas; con lo que se mejora así la dieta de los alumnos.
En esta escuela conocimos a un estudiante de adaptación curricular; tenía una
grave enfermedad en los huesos, los maestros adaptaban sus actividades y metodologías
a las necesidades de estos niños, logrando tocar guitarra y cantar con una extraordinaria
habilidad.
Todas las escuelas visitadas, sean rurales o urbanas, cuentan con laboratorio
científico: pecera, microscopio, implementos de laboratorio como son tubos de ensayo,
lupas, etc.
Existen también los rincones de Ciencias, Español, Matemáticas, etc.
Escuela Cabuya Arriba Provincia Coclé - Distrito Antón.
Un aspecto importante observado fue la escogencia de una anciana de 100 años
como Reina de las Fiestas de Independencia en esa escuela.
Pregunté si existía una pensión de vejez para todos los ancianos y me dijeron que
existían algunos privilegios para los de la tercera edad como descuentos en negocios y
otros, pero sólo tenían acceso a pensión los que habían trabajado y cotizado para ese
régimen.
Les insté a que deberían de proponer una pequeña pensión de subsistencia para
todos.
Visita a Escuelas Indígenas.
Entre las escuelas visitadas tuve la oportunidad de conocer unas tres escuelas en
que su población en su mayoría es indígena.
El método de enseñanza - aprendizaje se realiza en el idioma Español. No existen
materiales escritos en las escuelas sobre la lengua materna. Aunque realizan algunos
bailes y actividades propios de su cultura.
Entrevisté a algunos niños y les insté a que me hablaran en su propio dialecto y
les daba vergüenza.
Conocí una maestra indígena que trabajaba en una escuela de las que llamamos
en Costa Rica "Técnica". Ella es indígena pero abandonó su tierra natal hace muchos
años, sus hijos no sabían el dialecto, nunca había impartido lecciones en territorio de su
grupo étnico.
Concluyo que se está perdiendo lamentablemente el idioma autóctono y algunas
tradiciones. Sería importante coordinar para crear un Departamento de Educación
Indígena y reubicar a esos maestros en su propia tierra.
Visita a Portobela.
Fue muy impresionante observar aquellas ruinas de los fuertes antiguos,
carreteras empedradas, iglesias y un museo. Son testigos mudos de aventuras, proyectos
de conquista y colonización de nuestros países. Pensé, si esos muros hablaran, cuánta
historia, cuantos proyectos de desarrollo, cultura, ambición e injusticia nos contarían.
Me senté sobre un muro a imaginar a Cristóbal Colón decir en su lengua OH
Portobelo, en lugar de decir Oh Puerto Bello en español; recordé también los planes de
Francisco Pizarro y Diego Almagro trazando hace quinientos años en este sitio la triste
masacre y conquista del Perú.
Al observar la iglesia imaginé aquellos sacerdotes ideando el método de
evangelización.
Pregunté también sobre el saqueo de los piratas, ¿Cómo hicieron para penetrar en
aquella fortificación? Y me explicaron que fue atacada por la retaguardia dejando los
barcos a cierta distancia y haciendo la travesía por tierra.
Me entristeció ver construido entre la iglesia antigua y el museo, un edificio muy
moderno con estructura metálica y paredes de cerámica. ¡Qué contraste más opuesto,
cómo se altera un mundo de historia que es un patrimonio de toda América! Debería de
tomarse medidas para que sólo se puedan construir edificios con una fachada colonial,
manteniendo el sitio lo más autentico posible.
Félix Ángel Salas C.
Antes de referir cómo fue mi vida cuando estuve con los Indios Guatusos o
Maleku, como se les conoce actualmente, considero un deber mío relatar algo de esta
región Norte de Costa Rica, que por desgracia es completamente desconocida para la
mayor parte de mis compatriotas.
Creo tener alguna autoridad para escribir lo que sigue, puesto que a través de
tantos años de vivir en comunión continua con esta gente, compartiendo sus alegrías, sus
penas y problemas, que juntos hemos tratado de resolver en más de una oportunidad, he
llegado a querer toda esta zona como si hubiera nacido aquí, a la sombra de uno de estos
humildes ranchitos de paja.
Llegué a la región, específicamente a Playuelas, en el año de 1945, a trabajar
como Maestro Único en la escuelita del lugar, que era un ranchito de paja con un piso de
tablas sueltas.
Me hospedaron en casa de la familia Martínez en donde se habían hospedado
también los dos maestros que me antecedieron: Soledad Gómez Guerrero y Francisco
Ramos Moreira. Dormía en un cuartito en una esquina de la casona y la escuela estaba
situada frente al río Frío, a unos 75 m de la casa.
Había muchísimos zancudos y para defenderme de sus ataques cuando
anochecía, metía los pies en sacos de gangoche y me protegía la cara y los brazos a
base de palmadas. Para dormir era indispensable utilizar toldos. Como a los dos meses
regresó a la casa Esmeraldita, hija de doña Marta Martínez, quien según me dijeron
estaba estudiando en Granada. Era una muchacha de ojos penetrantes y vivarachos, con
una sonrisa adornada de dos enormes camanances que me enloquecieron a primera vista
y quien se convirtió en mi esposa ese mismo año. Me casé en San Carlos de Nicaragua,
ya que en los contornos no había sacerdote.
No había un Médico en 100 Km. a la redonda. En San Carlos de Nicaragua de vez
en cuando aparecía algún practicante, pero uno no sabía cuándo cerraban la frontera, por
el menor problema entre los dos países. Por esta razón, la gente recurría al maestro,
quien tenía que ser el que atendiera y resolviera cualquier emergencia. Debido a lo
anterior, me preocupé y ocupé de aprender a inyectar en forma intramuscular e
intravenosa, según la necesidad. Más adelante tuve el honor de conocer al Dr. Romero
quien había sido candidato presidencial en Honduras. Él conoció de mis problemas y se
propuso ayudarme, dándome infinidad de consejos y recetas para diferentes males. Me
llevó al Hospital San Juan de Dios y allí me puso a inyectar a diferentes pacientes bajo su
supervisión y la del Dr. James Fernández Carballo, Médico de Naranjo, de grata memoria.
Años más tarde, ya como supervisor de Escuelas, me propuso que tuviéramos un
Seminario con todo el Cuerpo de supervisores Escolares de zonas rurales, en el que
aprendieran a inyectar y aplicar suero antiofídico a toda persona mordida por serpientes
venenosas.
En el año 1947 si mal no recuerdo, un Jueves Santo, me llegaron a buscar para
que fuera a atender a una señora llamada Chulita Sandoval que había sido mordida por
una terciopelo. Llovía mucho. Eran como las ocho de la noche cuando salimos a caballo
hasta un lugar llamado La Chompipera; de ahí nos embarcamos en un botecito pequeño y
“muy celoso”. Arribamos a tierra y seguimos caminando entre lodazales. Llegamos al
rancho donde vivía doña Chula como a las diez de la noche. Me encontré una situación
que me paró el pelo. La enferma vomitaba sangre roja (arterial) y sudaba sangre. Estaba
en un estado en el que podía morir en cualquier momento. Sus minutos estaban
contados. Dudé: s i le hacía la prueba para saber si era alérgica al suero antiofídico, me
podría llevar una media hora y pensé que moriría antes de ese tiempo. Tuve mucho
miedo. Yo no tenía ningún título que me autorizara para hacerlo y si no lo hacía, ella iba a
morir muy pronto, sin lugar a dudas. Si le ponía la inyección en la vena sin saber si era
alérgica o no, podía morir y si no lo hacía, estaba seguro que moriría. Tomé la decisión:
apliqué la inyección intravenosa y no dejé de rezar mientras lo hacía, y después que
terminara la inyección. A los pocos minutos, el vómito de sangre pura se convirtió en un
vómito de “babas” con sangre. Media hora después le apliqué la segunda inyección y la
tercera como a las seis de la mañana. Doña Chulita se había salvado. Desinfecté el
lugar del pie donde había mordido la serpiente y al raspar un poquito por la superficie con
la cuchilla, ella gritó de dolor. ¡Buena señal! Pedí una pinza y como por milagro me
trajeron dos. Limpié la herida con cuidado y descubrí como una uña; la prensé con la
pinza y saqué un hermoso colmillo. Las serpientes venenosas cuando tienen viejos sus
colmillos, los cambian por unos nuevos; hay casos en que encontramos serpientes con
cuatro colmillos: dos nuevos y dos viejos que los dejará la próxima vez que muerda. Eso
había sucedido en el caso presente. Doña Chulita se salvó de una muerte inminente.
Tuve casos tan difíciles que más de una vez me arrepentí de haber aprendido a
inyectar. Si un paciente moría, yo de seguro iría a San Lucas… ¿Y mi familia?
Una vez me pidieron que fuera en ayuda de una parturienta que no podía parir.
Para casos así, yo usaba una inyección de pituitrina cuando el niño había coronado, y
cinco minutos después el niño a. En este caso la señora en cuestión me manifestó que
el niño estaba muerto porque no lo había sentido moverse en los últimos tres días. La
paciente hervía en calentura y era casi seguro que había fiebre puerperal. Apliqué una
inyección doble de pituitrina y al poco rato el niño fue expulsado… ¡Estaba casi podrido!
¡No se podía soportar la hediondez! Apliqué lavativas con permanganato y se le realizó
una limpieza extrema. El único antibiótico inyectable que tenía a mano era penicilina y
había que aplicar una cada tres horas. Empecé a las 6:00 a.m. y terminé a las 3:00 a.m.
del día siguiente. La señora se salvó, por milagro de Dios.
En 1948, cuando vino la Revolución, yo admiraba la obra del Doctor Calderón
Guardia: las Garantías Sociales, el Código de Trabajo, la Universidad de Costa Rica, y
tenía mucho miedo que se perdieran esas conquistas que tanto habían costado. Para
defenderlas, lo que consideré un deber como ciudadano y sabiendo que la legión caribe
venía a luchar en contra de un pueblo indefenso, sin armas modernas, ofrecí mis servicios
y los de 32 personas que me ofrecieron su ayuda. Envié un telegrama al Dr. Calderón
Guardia ofreciendo nuestros servicios y me contestó por medio de otro telegrama en el
que decía: “El Viernes Santo llegará avión a recoger su grupo; favor esperen en
aeropuerto a las 10 a.m.”. Al llegar a la Sabana, estaba un bus que nos recogió y nos
llevó al cuartel Bella Vista. Fui nombrado Jefe del Pelotón 108. Nunca olvidaré ese
número. Estuvimos en El Empalme, en Tejar y en retenes en diferentes lugares. Terminó
la revolución y yo tuve que distribuir a mis soldados en distintas casas, de liberacionistas
inclusive, para esconderlos. Conseguí diez mil colones que me prestó mi compadre y
excelente amigo, don Ricardo Vargas Murillo. Le pedí que redactáramos un pagaré o
algo así, porque si me mataban, estaba seguro que mi esposa le cancelaría el dinero. Me
dijo: ¡No hay nada que firmar! Si lo matan, no me debe nada y si no lo matan, usted se
arregla conmigo. ¡Que Dios lo proteja y lo conserve para que pueda criar a su linda
familita!
Después de la Revolución, me hicieron preso varias veces. Tenían miedo que yo
organizara la gente para atacar el Resguardo de Los Chiles, cosa en la que jamás había
pensado. Mi papá estaba conmigo en Playuelas. Entonces nos hicieron presos a los dos.
Me lo llevé de San Pedro de Poás donde vivía, porque lo habían amenazado de muerte.
Él era un viejo soldado de mil batallas. Cuando la Revolución de Tinoco, él entró
peleando al lado de su íntimo amigo, el general Jorge Volio y los generales Estupiñán y
Chao. A su arribo a Costa Rica, fue condecorado con medalla de honor, “que yo
conservo en mi poder” y se le concedió el puesto de Comandante Mayor de la Guardia de
Honor de Casa Presidencial.
En 1949 trabajé en la Escuela de Las Delicias de Upala. Vivíamos en la casa de
don Santiago Romero y de su esposa, doña Julia Talavera. Tenía varios hijos pilotos:
Alejandro, dueño de una empresa de avionetas que visitaba regularmente, desde Ciudad
Quesada, todos los campos de aterrizaje ubicados en varios pueblos de la Zona Norte.
Recuerdo los de San Rafael de Guatuso, Caño Ciego, Sabogal, Caño Negro, San Jorge,
Los Chiles, Upala, Colonia Puntarenas, Santa Clara, Las Delicias, México, San José y
otros más que no recuerdo ahora. Eran pilotos de la familia Romero: César Romero
Talavera y Toño Espinoza.
A fines del año 1949, llegó a la Escuela de Las Delicias el entonces supervisor
Escolar, Marciano Campos Bolaños. Me contó del proyecto que tenía de abrir una
escuela en el Palenque Margarita. Él sabía que yo quería mucho a los indios y que
siempre los andaba defendiendo. Me habló de la promesa que tenía del Ministerio de
Educación de construir una escuela de tres o cuatro aulas en el Palenque y a la vez una
casita montada en basas, con doble forro, “paredes dobles” y solicitó mi ayuda. Mi labor
de momento, sería abrir un camino entre Guatuso y el Palenque, construir un puente en el
río Curirre. (La palabra curirre significa “donde huyó la mujer”). También debería construir
un campamento donde se hospedarían los carpinteros que enviaría el Ministerio y los
trabajadores y cocinera que yo conseguiría. Como yo quería trabajar un tiempo con los
Indios Maleku sin pensarlo más acepté y de inmediato, salimos en la lancha propiedad del
supervisor hacía Playuelas. En ese lugar dejé a mi familia, y me fui solo para Guatuso.
Los apuntes que realizo sobre los Indios Maleku han sido tomados sin ningún
orden, sino que he tratado de anotar aquí todo conocimiento que adquiero en el orden en
que llega; lo que trato es dar una idea más o menos clara y exacta de lo que es la vida de
esta tribu, con el deseo de dar a conocer un poco de la historia viva del país. Costa Rica
posee riquezas en la que los ticos apenas sí nos fijamos y que muchas veces dejamos
pasar inadvertidas.
Como costarricense, me sentiría inmensamente satisfecho si estas líneas tuvieran el
privilegio de hacer que muchos de los habitantes de esta gran Patria Chica, conozcan y
sientan como yo, el deseo de penetrar la grandeza que en esta pequeñez se encierra:
conociéndola mejor, amaremos más a Costa Rica.
El autor
Mi vida entre Los Maleku.
Las tierras comprendidas por el Concejo de Distrito de los Chiles, Upala y Guatuso
están situadas al norte de la provincia de Alajuela, a una altura de 45 metros más o
menos sobre el nivel del mar. Su clima oscila entre los 25 y 28 grados centígrados.
Consta el Concejo de una población de unos 9000 habitantes compuesta en un 93% de
nicaragüenses, pero como es lógico, por cuestión de permanencia en esta zona, la gente
se ha ido Nacionalizando poco a poco. Según la Constitución Política de nuestro país,
hijos de padres extranjeros nacidos en Costa Rica, conservan la Nacionalidad de sus
progenitores, pero es de admirar cómo y con qué ardor los hijos de nicaragüenses
nacidos y criados en Costa Rica, defienden su Nacionalidad costarricense y cómo aman
al país donde nacieron.
Por la feracidad de sus tierras y su riquísima flora, esta región está llamada a
desempeñar un gran papel en la economía Nacional. Upala produce gran cantidad de
inmejorable cacao, arroz, maíz, frijoles y frutas. Guatuso, como Upala, produce muy buen
cacao aunque en menor escala ya que este cultivo no se ha intensificado como debiera.
El maíz, arroz, frijoles y frutas se producen muy bien en Guatuso.
Los Chiles es el centro comercial más importante, así como la cabecera del
Concejo.
Aunque no tan bueno para la agricultura, su fuerte es la ganadería que se extiende
desde Los Chiles propiamente dicho, hasta el lugar denominado Argelia, con una
extensión aproximada a los 40 kilómetros sobre las márgenes del Río Frío y sus
afluentes. En los bosques de esta región se encuentran excelentes maderas para
construcción, tales como la caoba, cedros, laurel, roble, etc. También constituye una
riqueza el hule (caucho) y la raicilla “Ipecacuana” que abunda en ellos. El hule fue
explotado en los años de 1940 al 46 por la Rubber Develoment Corporation que instaló
sus oficinas en Los Chiles para comprar el látex extraído por los huleros que, halagados
por los buenos precios, se diseminaron por todas las selvas. La raicilla ha constituido
también una riqueza obtenida de estos suelos y por desgracia, como el hule (caucho), va
siendo exterminada ya que es muy perseguida por su alto precio y no se ha hecho nada
por conservar esta preciosa planta cuya raíz se paga a 4000 pesos el quintal.
De la fauna se puede asegurar que no hay animal de caza comprendido en
nuestro país que no se encuentre en esta zona, desde el tepezcuintle hasta el tigre o
jaguar. Abundan los sahínos, chanchos de monte, venados, agutíes (guatusas), iguanas.
La región está regada por gran cantidad de ríos que constituyen la mejor, y en
algunos casos, la única vía de comunicación y medio de transporte entre los diferentes
lugares. Por esta razón todos o la mayor parte de los pueblecitos y caseríos están a
orillas de un río. Veamos por ejemplo: Los Chiles está situado a orillas del río Frío, a unos
2 kilómetros de la frontera con Nicaragua, y a unos 10 de San Carlos, puerto fluvial de
aquella República.
Guatuso, a orillas también del río Frío, unos 50 kilómetros aguas arriba, se sirve de él
para comunicarse con Los Chiles. Upala tiene su asiento en la margen izquierda del río
Zapote.
El distrito de Los Chiles cuenta con un magnífico muelle de unos 150 metros de
longitud. Tiene un numeroso Resguardo, Alcaldía, Agencia Principal de Policía; posee un
buen teatro, campo de aterrizaje que es visitado tres o más veces por las empresas de
aviación Taca y Lacsa. Tiene un pequeño cuadrante con su buena plaza para deportes.
Escuela donde se imparten lecciones hasta sexto grado. Una oficina radiográfica, varias
boticas y muy buenos establecimientos comerciales. En Los Chiles labora con mucho
éxito el Consejo Nacional de Producción. Está compuesto por los caseríos de Playuelas,
Caño Negro, Sabogal, Medio Queso y el Guabo, siendo los dos primeros distritos
escolares.
Upala también tiene un pequeño campo de aterrizaje que es visitado de vez en
cuando por la empresa AVO, ya que las otras compañías no aterrizan por lo reducido de
la pista pero no obstante está en proyecto la construcción de otro de mayores
dimensiones que una vez construido, prestará grandes servicios al lugar.
Upala está formado por los caseríos de San Isidro, San Antonio, Las Delicias,
Canalete, Santa Clara, México, San José, Cuatro Bocas y Bijagua, todos distritos
escolares.
Guatuso está formado por los caseríos de Buena Vista, Caño Ciego, La Cabanga,
La Muerte y los Palenques, donde viven los indios Guatusos, lugar que fue creado distrito
escolar el año pasado (1950), donde se está construyendo una escuela y casa de
habitación para el maestro que serán las mejores en su estilo construidas en aquella
zona. Esto se debe en gran parte, a las gestiones realizadas por el dinámico Inspector de
Escuelas, don Marciano Campos Bolaños, quien ha realizado una labor digna de encomio
en toda esta región Norte del país que tiene a su cargo.
En lo religioso atiente aquella grey el Presbítero Manuel Vargas, quien viaja por
todos los lugares celebrando misas, bautizos, matrimonios, con un heroísmo y
abnegación que hacen honor a su apostolado.
La región está regada por una gran cantidad de ríos que desempeñan un
importante papel en su desarrollo económico y social, como vía de comunicación y medio
de transporte y por su rica y variada pesca. El mayor y más importante de estos ríos es el
Frío que nace en las faldas del Cerro Tenorio y recorre una extensión de unos 125
kilómetros hacía el norte, desembocando en el Lago de Nicaragua, en la confluencia con
el río San Juan. Son sus principales afluentes: El Venado, La Muerte, Buena Vista, Caño
Negro y Sabogal.
El río Frío es el Nilo de Costa Rica. En invierno crece hasta salirse de madre
inundando mansamente grandes extensiones de terreno con lo que forma impresionantes
panoramas, máxime si estas interminables lagunas son observadas en una puesta de sol.
Al volver el río a su cauce, lo que sucede por los meses de febrero o marzo, deja las
tierras cubiertas de una fértil capa de limo que a los pocos días producirá un exuberante
pasto llamado “aceitillo” que es muy gustado por los ganados. Como estos llanos son
Nacionales y pueden alimentar miles de animales, todo dueño de hatos los echa a pastar
en ellos. Por ese motivo, en toda esa región bañada por el río Frío, se ha hecho
costumbre ordeñar solo en verano que es cuando las vacas se alimentan mejor y dan, por
lo tanto mayor rendimiento, amén de que en esta forma se evita el lodo de los corrales. En
invierno, los pastos escasean.
Entre los ríos que riegan la región de Upala, podemos citar el Zapote, en cuya
margen están asentados los lugares de Upala, San Antonio, San Isidro y Canalete.
El río Guacalito conduce a Las Delicias y Santa Clara; el río Cucaracha, en cuyas
márgenes se encuentra México y por último el río Niño o Pizote, que es entre los de
Upala, el de mayor caudal; da salida a los pueblitos de San José y Cuatro Bocas, que
están situados en sus márgenes. Todos estos ríos son tributarios del Gran Lago de
Nicaragua.
Para trasladarse desde cualquiera de estos lugares a Los Chiles, hay que hacerlo
en botes o pequeñas embarcaciones que, además de recorrer gran parte del río (a veces
doce horas), tienen que atravesar una parte del Lago para llegar a San Carlos de
Nicaragua, de donde casi todos los días parten lanchas que hacen el servicio comercial y
de pasajeros, entre este lugar y Los Chiles.
Entre los ríos que desembocan en el San Juan, podemos citar el Medio Queso, río
Chico, Zompopero, y Poco Sol. En todos los ríos que riegan la región hay variedad de
peces. Entre ellos se encuentra el róbalo, un pescado cuya carne es muy apreciada por
su exquisito sabor y por las pocas espinas que tiene; se halla con preferencia en el río
Frío. El guapote, lagunero, el sabalete, la mojarra, la guabina, gaspar, barbudo y
roncador abundan en todos los ríos y son, junto con la tortuga y el camarón, grandes
fuentes alimenticias que complementan la dieta de los moradores de esta zona. El pez de
mayor tamaño es el llamado sábalo real que alcanza hasta dos metros de longitud y cuya
carne, aunque no muy gustada, es comestible; esta especie habita en todo el río San
Juan, en el Gran Lago, y en los ríos que, como el Frío, ofrecen suficiente profundidad y
anchura para sus correrías.
Como novedad científica, he de citar que el tiburón y el pez sierra, que son
especies de agua salada, se encuentran en estos ríos y en el lago. Procedentes del
Océano Atlántico, se han adaptado perfectamente al agua dulce. La carne e hígado del
primero, constituyen una fuente de riqueza, pues están siendo aprovechados con fines
comerciales. El gaspar es un pez de cuerpo cilíndrico, cubierto por una especie de concha
durísima y cuya boca provista de múltiples y afilados dientes termina casi en punta. Su
carne es tan buena como el bacalao por lo que ha sido comercializada a San José y
Managua. El gaspar es un pez prehistórico por lo que ha sido considerado un fósil
viviente.
Un 98% de los habitantes de la región son nicaragüenses procedentes en su
mayoría de Chontales. Las costumbres de esta gente, como su vocabulario, son muy
parecidas a las del vaquero guanacasteco: amigos de montar novillos que también torean,
pegando un grito de contento en cada trance afortunado.
Cada familia tiene un Santo en cuyo honor celebra una fiesta anual que consiste
en un rosario seguido por un baile que se prolonga durante toda la noche. Durante el
rosario, las mujeres se agrupan alrededor del altar mientras los varones en el patio se
entretienen fumando, contando chistes y disparando los cohetes cuya cantidad está en
relación con la mayor o menor solvencia económica de la familia celebrante o bien, con su
sentimiento de vanidad. Después del rosario, la matrona y sus hijas obsequian a todos
sus invitados con sendos guacales de chicha de maíz, de jengibre, horchata,
acompañados de alfajores, y a veces perrerreques y marquesotes. A continuación
comienza el baile, que no será interrumpido sino hasta medianoche en que todos los
concurrentes pasan a la mesa donde los espera una apetitosa cena, en la que no falta la
gallina o el chompipe, arreglados en “caldillo”, rellenos con arroz, etc., amén de los
tradicionales nacatamales y el café con rosquillas. Innecesario es decir que antes y
después de esta cena, los tinajones de la chicha, son visitados por todos los discípulos de
Baco los que gracias a esto, se mantienen alegres y comunicativos. De vez en cuando el
anfitrión grita: ¡Que viva el Santo! Viva que responden a coro todos los “devotos”.
Las chozas están situadas a orillas del río, de manera que cuando hay fiesta,
apenas anochece, cada familia invitada comienza a hacer los preparativos del viaje, que
consiste en preparar la ropa que han de llevar al baile, la que guardan en sacos ahulados
para evitar que se mojen en caso de lluvia. Mientras tanto, el dueño de casa se encarga
de lavar el bote, poner los bancos necesarios (tablas), para que se acomode toda la
familia y alistar los canaletes. Una vez que todo está listo, los miembros de la familia se
embarcan alegremente, y se van cantando, río arriba o río abajo, lo que depende del lugar
donde esté ubicada la casa de la prángana. Antes de llegar, los visitantes disparan un
cohete que equivale a un saludo a distancia para la familia que se va a visitar. Ese saludo
es contestado con uno o dos cohetes inmediatamente, pues la familia visitada no debe
quedarse atrás de ninguna manera.
Todos los lugares con sus ríos, sus llanos y sus bosques salpicados a intervalos por
ranchos semejantes a cluecas empollando, ofrecen al viajero que por primera vez navega
por algunos de sus ríos, vistas panorámicas bellísimas y el deleite de viajar la mayor parte
del tiempo a la sombra de ceibas centenarias y de una exuberante vegetación que
enmarca de un verde intenso las cristalinas aguas.
Es una lástima que se haya venido tolerando derribar árboles en las márgenes de estos
ríos, especialmente en el Frío, pues con eso se resta belleza al paisaje, amén que se
provoca la disminución de las aguas, lo que es un grave perjuicio para la navegación de
las numerosas lanchas que surcan este río. Esta zona de inmensas riquezas
inexplotadas, podría convertirse en una fuente de producción capaz de solucionar, en
gran parte, muchos PROBLEMAS económicos de Costa Rica. Esto sería factible si se
construyeran buenas vías de comunicación
.
LOS INDIOS MALEKU
Los pocos Indios Maleku viven al sureste del centro de San Rafael de Guatuso y
son aproximadamente unos 227; están distribuidos en tres palenques: Margarita, Tojiba y
El Sol, siendo los dos primeros los más importantes ya que en el último apenas sí habitan
dos familias compuestas por 27 personas.
El palenque Margarita, como el de Tojiba, es un conjunto de ranchos rodeados de
selva, cacaotales y cañaverales. La mayoría de los ranchos, sin paredes, tienen una sola
habitación donde hacen el fuego y a la par del cual queda la cama que consiste en una
cáscara de balsa colocada en el suelo, que es de tierra apisonada, y cuando no, colocada
en un tarima de varillas.
Estos indios son descendientes de los votos que habitaban el Norte del volcán
Poás y la margen derecha del río San Juan, y luego se extendieron hasta las riberas del
río Frío. Vivieron en constantes luchas con huleros nicaragüenses que remontaban este
río en busca del caucho y de ipecacuana, pero por su inferioridad en armas, por lo general
salían mal parados de estas guerrillas y fueron cediendo terreno a los vencedores hasta
refugiarse en el lugar que hoy ocupan, a unos 8 kilómetros de San Rafael de Guatuso, en
medio de selvas con ferocísimas tierras.
Quien remonte el Río Frío se encontrará con lugares cuyos nombres se deben a
pasadas luchas entre indios y blancos, tales como “Las Trincheras”, “La Muerte”, etc. y
acerca de las cuales existen interesantes leyendas.
En “Las Trincheras”, los indios sostuvieron un combate que duró varios días y en
el que murieron muchos de ellos y unos cuantos blancos. “La Muerte” es un afluente del
río Frío, y sobre él existe la siguiente leyenda que según afirman los indios más viejos,
tiene mucho de cierto: como los indios no sabían aprovechar los víveres de que iban
provistos los buscadores de hule (harina, manteca, café azúcar, etc.), cada vez que tenían
oportunidad, se contentaban con romper sus embarcaciones y echar al agua todos los
comestibles que iban adentro. En vista de eso que era de fatales consecuencias para los
huleros ya que los hacía pasar hambre y regresar a pie por entre selvas infestadas de
mosquitos, serpientes, y demás fieras, teniendo además que atravesar grandes
extensiones cubiertas de pantanos, resolvieron, para proteger sus botes, dejar un vigilante
provisto de un rifle y suficientes tiros mientras ellos se internaban en la selva. Los indios,
que al abrigo de las malezas y con la cautela de la que aún se enorgullecen, acechaban
todos los movimientos de sus eternos enemigos , cayeron un buen día sobre el guardia
designado, al que no dieron la oportunidad de usar su arma pues lo atacaron por
sorpresa, acribillándolo a flechazos. A continuación y como advertencia -según cuenta la
leyenda- lo descuartizaron y colgaron su cuerpo en pedazos bien visibles; luego echaron
al agua las provisiones y quebraron los botes. Los huleros al llegar y ver aquel macabro
espectáculo convertido en festín de zopilotes, la emprendieron contra los aborígenes, que
a su vez los esperaban en pie de guerra; pero ahora también la historia tenía que
repetirse; cuentan que éste fue uno de los combates más encarnizados y que dio como
resultado el casi total exterminio de la tribu y la muerte del cacique; aunque sobre esto
último existe otra versión, pues los indios actuales sostienen que el cacique nunca muere
con bala, flecha ni de ninguna otra manera. Ellos confían en la inmortalidad de sus jefes y
afirman que solo pueden morir cuando así lo deseen. Dicen que en esta última batalla, al
ver el cacique tanto indio muerto y tan pocos vivos, le entró una gran tristeza pues se
creía culpable por no haber defendido mejor a sus hermanos y resolvió abandonar la tribu
y huir solo, en busca de la muerte que quería encontrar para reparar el daño hecho a su
gente. Algunos que se dieron cuenta de las intenciones de su cacique, trataron de
seguirlo, para hacerlo desistir de su determinación pero éste, con gestos mágicos y
terminantes, les prohibió que lo acompañaran, creando un inmenso pantano que nadie
pudo franquear y por el que él continuó caminando o lo que parecía más, flotando.
Continuó luego hasta llegar a la laguna de Coter donde se internó, caminando siempre
sobre sus aguas, hasta convertirse lentamente en ese humo o neblina que aún vemos
flotando de vez en cuando sobre la laguna.
Actualmente son muy pacíficos pero en caso de que se les moleste, son capaces
de hacer uso de sus flechas que aún constituyen un arma peligrosa y las que manejan
con suma destreza. Con éstas, matan aves, peces y hasta saínos, para su alimentación.
El empleo principal que les dan es el de la pesca.
Es un error pensar que el indio Maleku es muy vagabundo; a todos les gusta tener
su yucal; siembran caña de azúcar, arroz, maíz, frijoles, cacao, café y si siembran poco, lo
hacen porque es solo para el consumo personal, pero estoy seguro de que cuando se
mejoren sus mercados, intensificarán sus cultivos, pues les encanta sentirse dueños de
unos cuantos colones.
Hacen chicha de maíz, de yuca, plátano maduro y pejibaye, la que beben como
nosotros el café. En sus fiestas se emborrachan y bailan a la luz de la luna, al compás de
sus tambores. Sus cantos son lentos, cadenciosos, parecidos a los salmos de nuestra
religión. Cada indio compone su canción que dedica a su novia o a algún acontecimiento
que le haya merecido especial atención. Los tambores son unos cilindros de cedro
amargo al que hacen hueco por medio del fuego conservando en este procedimiento su
tradición. Le hacen hueco primero por un lado y luego por el otro, dejando al centro una
pequeña abertura que le da más sonoridad a su artefacto. En un extremo colocan la piel
de una iguana que pegan con hule crudo que recogen en sus bosques, en donde
abundan.
Al bailar se toman de las manos y dan saltitos hacía atrás y adelante. También
bailan en grupos formando fila y tomados siempre de las manos: este baile consiste en
caminar tres pasos hacía delante, levantar luego el pie izquierdo y volver hacía atrás para
repetir de nuevo la coreografía. Desde luego que todos hacen los pasos a un mismo
tiempo y compás.
Creen en la existencia de un solo Dios, pero establecen ciertas diferencias entre el
de ellos y el nuestro, pues el suyo les da saínos, chanchos de monte, aves que no nos da
el nuestro. El Dios de ellos lo imaginan como un hombre alto, blanco, muy fuerte, muy
bravo, con una pluma de guacamaya en la frente, y lo llaman Jabara. Al nuestro lo llaman
Tocu.
Nadie ha podido conseguir que le digan el lugar donde sepultan a sus muertos; sin
embargo en los cuatro años en que trabajé con ellos logré que me brindaran gran parte de
sus secretos y me dispensaron bastante cariño y confianza, que ahora estoy traicionando
al escribir estos datos; amistad que estoy seguro de perder si estos apuntes llegan a ser
de su conocimiento. Ellos entierran a sus muertos en su propia casa y lo más cerca
posible del lugar en donde duermen sus deudos más cercanos, para que así le sirvan de
compañía durante las noches: esto es ley de la tribu. Esta ley, desde luego tiene sus
excepciones: a los indios que mueren mordidos de serpiente no se les entierra, sino que
se les va a dejar en determinado lugar de la selva que se abstienen de cultivar y al que
evitan acercarse, pues aseguran que les traerá enfermedades y maldiciones ya que el
diablo siempre anda rondando por sus cercanías en custodia de sus muertos; a los
mordidos de serpiente se los lleva el diablo; por eso, desde el momento en que ven en la
víctima de una mordedura, los primeros síntomas de la muerte, abandonan los palenques
y huyen a los bosques lanzando aullidos de terror.
Cuando alguna persona les es simpática, tratan de bautizar a uno de sus hijos con
el nombre y apellidos de la misma. Anteriormente se dieron muchos casos de indios ya
mayores que se cambiaron el nombre por el de otra persona por la sencilla razón de que
les sonaba bien o porque les hubiera hecho algún servicio de importancia.
Se dio también el caso de un indio que llevó a bautizar un niño y al preguntarle el
Sacerdote qué nombre iba a llevar el chiquito, le contestó: “Poner el tuyo” pero como el
cura accediera a ponerle su nombre pero no su apellido, el aborigen protestó diciendo
que, o llevaba el nombre y apellido del sacerdote, o no bautizaba al muchachito.
Hay entre ellos un indio, el más grande y fornido de todos, a quien tanto blancos
como indios han dado en llamar “presidente”. Esto ha influido tanto en su ánimo que
realmente él se siente con derecho a mandar y ser obedecido. Para no trabajar, alega
que él como presidente, no tiene obligación de hacerlo, y sí de ser obedecido cuando
manda. En visita pasada que hiciera el señor Ministro de Educación, Prof. Virgilio
Chavarri a los palenques, en el año de 1950, estando este indio sentado en una tarima de
varillas, le dije que fuera a saludar al señor Ministro, a lo que contestó: “Mejor venir él a
saludar a mi; yo ser presidente y él solo ser Ministro. Don Virgilio fue gustoso a ofrecerle
sus respetos, pero antes tuvo que pasar por sobre varios palos y varillas que había en
medio de ellos dos; aunque don Virgilio sonreía, yo creo que en ese momento sintió
cólera pues para colmo de males en esos días estaba con una pierna lesionada.
Al principio de mi llegada en el año de 1950, se portaron un poco huraños, y hasta
hubo un indio que me amenazaba si no me iba inmediatamente de Los Palenques. “El
blanco, alegaba, nunca ha querido al indio; siempre le ha hecho todo el daño que ha
podido; lo visita como si se tratara de un animal raro no sabiendo seguro que él es gente
como los demás; nunca nadie se ha interesado por curar un indio enfermo; no se han
preocupado por ver si tienen cobijas, ropa, herramientas, armas para cacería, etc. Si
hasta ahora han vivido solos, es mejor que sigan así, pues el blanco, como no los quiere,
no puede hacer nada bueno por ellos”.
Antes de mi llegada hubo blancos que se interesaron en estorbar la labor que el
Ministerio se proponía realizar en esa zona. Habían dicho a los indios que yo llevaba
instrucciones precisas de quebrar las tinajas en las que fabricaban la chicha y además, de
cambiar en todo sus costumbres.
A mi regreso ese día para San Rafael un indio viejo se vino haciéndome compañía
y en el camino me preguntó si era cierto que yo pensaba destruir sus tinajas; me rogó que
no lo hiciera, pues a las indias les costaba mucho fabricarlas ya que tenían que acarrear
la arcilla desde muy lejos; que la quemada era tarea costosísima y que a ellos les gustaba
tanto beber chicha, que si se les prohibía serían capaces de morir; que me prometían no
dar chicha a los “arapchaos” (chiquitos) pero que a ellos sí los dejara beberla. Que por
esta noticia, todos los inditos estaban afligidos. Al contestarle yo que no había pensado
causarles semejante daño y que, por el contrario, les prometía ayudarles a hacerlas más
grandes ya que a mi también me gustaba beberla, corrió a dar la buena noticia a sus
hermanos, la que celebraron con una de sus tradicionales fiestas. Cuando como era de
esperar, me recibieron con manifestaciones de contento y con un guacal de chicha…
A pocos días de haber llegado me prometieron que, cuando muriera, lo que esperaban
fuera en sus dominios, me sepultarían en una loma, al pie de la cual está el Palenque
Margarita, y que en las noches de luna subirían con sus tambores, a cantar y bailar sobre
mi sepultura, para que yo estuviera alegre. Otro me prometió que si yo moría primero que
él, se enterraría conmigo, o de lo contrario, sería yo quien tendría que enterrarme con él.
Desde luego, cerramos el trato.
En junio estuve enfermo de paludismo y como se sabe, esta enfermedad ataca los
riñones, el hígado, etc. A mí me atacó los riñones en forma de un agudísimo dolor de
cintura que me tuvo sin dormir varios días con sus noches. Al saberlo, los hermanos
llegaron a ofrecerme sus medicamentos; ya en mi casa, sostuvieron entre si “un consejo
médico” para resolver de común acuerdo el tratamiento que mejor convendría a mi
enfermedad: unos proponían aplicar lo que más convendría en este caso, pero otros se
oponían porque posiblemente yo no aguantaría tal tratamiento. Como blanco que era,
tenía que ser indefectiblemente muy inútil; con lo poco que entendía del dialecto, pude
darme cuenta de lo que estaban discutiendo, y con la desesperación que trae consigo un
dolor agudo y persistente, yo me ofrecí gustoso a la prueba que consistió en frotarme la
“rabadilla” con hojas de ortiga. Este tratamiento al principio se siente duro, pero al poco
rato, la piel se adormece y enroncha, y aunque parezca mentira, el dolor desaparece. Las
hojas de ortiga son un anestésico que pone acalenturada la parte de la piel donde se
aplica. Después de la primera aplicación, dormí profundamente y cuando desperté, ya en
la madrugada, rogué que me repitieran el tratamiento para poder dormir el resto de
aquella noche.
Yo había llevado conmigo inyecciones de quinina y pastillas de aralen,
cloroguanida, etc. pero las había agotado curando los indios que en aquel tiempo
padecían de paludismo en un 99%. Ahora, gracias a la dedetización, se ha logrado
erradicar el paludismo casi totalmente, en aquella región. En el año de 1950 daba
lástima llegar a veces a un palenque y encontrar diecinueve y hasta más indios
acostados, la mayoría en el suelo, quejándose de calentura unos, de frío otros, sin cobijas
todos, sin mosquiteros, ahí donde hay millones de zancudos, víctimas del azote de la
zona. A veces llegaba a un ranchito y encontraba a una india acostada a la par del
fogón; su mirada y lamentos me hacían detenerme a preguntar qué le pasaba; si la india
estaba tan mal que no podía contestar, se encargaba de hacerlo algún familiar: “ella estar
ferma… va morir seguro. Pobrecita”. Y así ha ido extinguiéndose una tribu que en un
tiempo fue orgullo de su raza, por la hermosura de su dialecto, por lo aguerrido de sus
soldados y por la belleza de sus mujeres.
Todavía es tiempo de evitar el total exterminio de este reducto, que aún queda,
como por milagro, de nuestros Corobicíes, y es mi opinión, muy modesta por cierto, que si
existe en Costa Rica una Junta Indigenista que está encargada de velar por nuestros
aborígenes, se debió comenzar por las comunidades más reducidas, que son las más
expuestas a desaparecer, ya que las otras, más numerosas, dan tiempo de trabajar por
ellas.
La Filantropía es algo muy bello y da excelentes frutos si con ella no se buscan
laureles personales; es un apostolado y no un medio de buscar renombre.
Con los Maleku la labor es dura…muy dura, pero sumamente necesaria. Los
Maleku son amigos del baño, a tal extremo que lo toman cuatro o más veces al día: el
primero a las cuatro de la mañana y el último, a las siete de la noche. En sus
enfermedades, aun en las fiebres más renuentes, recurren al baño como su mejor
medicina.
Aprovechan la corteza del bejuco de quinina para curar sus calenturas. De la
cabuya y la “majagua” (cáscara fibrosa extraída de ciertos árboles como el anono, cacao,
burío, etc.) hacen hamacas, mecates y redes en las que acarrean cargando en la cabeza
sus productos, que sacan a veces hasta Tilarán, a dos días de camino.
Por lo general las mujeres cargan más que los varones; no es raro cruzarse en el
camino con una pareja en que la india lleva la red con cien o más libras de peso y un
chiquito encima de todo esto, mientras que el indio la sigue detrás, con un cuchillo, el
arco y la flecha.
Son amantes de la caza y la pesca; salen por lo general marido y mujer, y siendo
éste el que tira la pieza, es aquélla quien debe encargarse de acarrear la caza o la pesca
obtenida. Para la cacería, usan escopetas y sus tradicionales flechas. Además se valen
de trampas en forma de huecos cuidadosamente disimulados con ramitas, hojas y tierra
en las que los animales se hunden sorpresivamente; también emplean, para caza mayor,
lazos corredizos que hacen con bejucos resistentes y que les dan magníficos resultados.
Para comunicarse en la montaña, usan ciertas señales, que no por sencillas,
dejan de ser interesantes; en una ocasión, un indio trató de derribar un árbol de gran
tamaño que estaba a la orilla del camino; como el árbol, ya casi derribado, se inclinara
sobre otro del que quedó sostenido por medio de gruesos bejucos, constituyendo así un
peligro para los que transitaran por ahí, este indio, para advertir del peligro a sus
hermanos, colocó en el camino, unas doscientas varas antes de llegar al lugar del peligro,
así como unas doscientas varas después, una ramita inclinada y unas astillas del árbol a
medio derribar. Todo el que pasaba, al ver aquello, caminaba con cautela tratando de
localizar el peligro anunciado; la mayoría, una vez que conocían la situación del árbol,
daban un rodeo para no exponerse a un accidente.
Un haz de ramitas colgado de un arbusto en parte visible de la “picada”, es señal
de que el indio que salió de caza por aquel lado mató algo y le pide al compañero la leña
para cocinar la carne; en tal caso tendrá su ración.
A Carmela, india viuda y con solo una niñita por familia, se le metieron los cerdos
en una milpita que había sembrado con mucho trabajo, ocasionándole, desde luego,
grandes daños. En señal de protesta, y como no supiera a quien pertenecían los cerdos
dañinos, la indita se trajo un rollo de matas de maíz comidas y las colocó a la par de una
varita clavada a la orilla del río, donde todos los indios llegaban a bañarse varias veces al
día, y donde, en consecuencia, tenían que verla. Le pregunté a un indio viejo lo que
aquella señal significaba y la interpretó así: que aquello quería decir, que a Carmela,
pobre mujer sola, le estaban haciendo daño los cerdos en su milpa y que ponía esa
muestra como un mudo llamamiento al dueño del cerdo dañino para que lo amarrara. Fue
de admirar el buen resultado del pedido, pues la india no volvió a sufrir daños en sus
sembradíos.
Algunas veces vamos por el camino y encontramos que está cercado de lado a
lado por una línea de ramitas; si observamos bien, notaremos que en ese lugar existe
alguna picada lateral: el indio o la india que nos precedía, tomó ese camino y nos lo avisa
para que, en caso de que no regrese, lo o la busquemos por ese lado. Y así por el estilo,
tienen tantas otras formas de comunicarse, que sería cansado enumerar.
Para la pesca usan las flechas que manejan con extraordinaria destreza; también
son aficionados al anzuelo y las bombas de clorato que fabrican ellos mismos.
A mi llegada encontré que la mayor parte de los indios dormían en el suelo. Resolví,
después de construir mi cama, que consistió en cuatro horquetas, dos varillas a lo largo y
varias atravesadas y debidamente amarradas con bejuco, sobre las cuales coloqué la
corteza de un árbol de balsa, ayudarles a fabricar camas similares a la mía, ya que
manifestaron ese deseo. Todo marchaba bien hasta que el matrimonio que disfrutaba de
uno de estos “confortables” lechos, se disgustaba: sucedía entonces que el indio o su
mujer arrancaba la cama para obligar a su consorte a dormir solo y en el suelo. Ellos eran
los del pleito y yo, quien tenía que reconstruir, cargado de paciencia, y muchas veces de
cólera, la obra que con tanta facilidad habían destruido y que estaba seguro desbaratarían
en su próximo bochinche.
Cuando fui por primera vez a visitarlos, me di cuenta que el camino que conducía
de Guatuso a Los Palenques era poco menos que intransitable, ya que apenas sí era un
trillo por el que pasaban agachados para evitar golpearse con las ramas y zarzas que
formando una especie de túnel, lo cubrían. Algunos riachuelos, insignificantes en verano,
no lo eran en invierno, pues crecían al punto que obligaban a los indios a dormir en la
montaña muchas veces, o a esperar que vadearan. Claro está que mi primer paso tenía
que ser mejorar, hasta donde me fuera posible, esta vía de comunicación, la única
existente con San Rafael de Guatuso, y puse manos a la obra.
El primer día que llegué al Palenque me fue muy mal. Solo me recibió Félix
Ramón Fonseca, el indio que me llevó hacía el Palenque por una “picada” en la selva, con
caminos llenos de lodo, subiendo y bajando troncos y baches a todo lo largo de la vía,
subiendo en un árbol caído y caminando sobre él en toda su longitud, para repetir lo
mismo en otro y en otro. Llegamos al anochecer y de inmediato el guía me llevó a
presentarme las familias. Fue un recibimiento frío, en el que no hubo la menor muestra
de cariño o bienvenida. Félix Ramón consiguió que Pancho Lacayo me prestara una caja
que usaban para asolear cacao para que yo pasara la noche ahí. Los indios estaban
bebiendo chicha y a cada rato se hacían más escandalosos. Se estaban emborrachando.
Había uno, Solón Acosta, que era el más escandaloso. A cada rato se acercaba a la caja
en la que yo no dormía por el escándalo, por los piquetes de miles de zancudos y por el
miedo que me fueran a matar. Este indio se paseaba frente a mi cama-caja y gritaba
amenazas según yo presentía por su voz colérica y sus gestos que yo, aparentando
dormir, estaba observando todo el tiempo. Yo tenía una escuadra Colt calibre 38 de bala
acorazada “acero” que le había regalado don Teodoro Picado a mi papá cuando era Jefe
Político de Poás y que papá a su vez, me había regalado a mi porque me tocaba recorrer
una región en la que había tigres, pumas, dantas , sahínos, cariblancos, serpientes
venenosas y mil peligros más. De más está decir que esa noche la pasé en blanco.
Al día siguiente me trasladé al lugar que me pareció el mejor para construir el
campamento. Félix Ramón me ayudó a conseguir varios indios que a cambio de dinero
me ayudaron cortando estacas, varillas y palmas de corozo que se usarían como techo.
Construimos camas rudimentarias con cuatro horquetas, varillas que servirían como
largueros y muchas otras atravesadas, sobre las que ponía una cáscara de balsa de dos
metros de longitud por un metro y medio de ancho. Esta cáscara se golpeaba con un
martillo con un palo para enderezar sus curvas, hasta que quedaba convertida en una
superficie plana, en la que se podía dormir y descansar. Una vez terminado el
campamento, nos dedicamos a buscar lo más cerca posible del Palenque, árboles de
cedro, laurel, caoba, cedro macho, manú, que se usaban para las bases o cimientos, por
su duración y resistencia al agua, el barro o la tierra.
Cuando tenía tan solo tres días de estar en el campamento, llegó Rita, esposa de Solón
Acosta, mi enemigo acérrimo desde el primer día y me dijo: “A Solón mordió jalan
(serpiente) y va a morir”- Félix Ramón que estaba conmigo me tradujo y por su medio le
contesté: “Solón no va a morir porque yo lo voy a curar”. De inmediato alisté mi equipo:
tenía una cajita montada en un recipiente al que le echaba alcohol y sobre el cual ponía a
hervir la jeringa y las agujas. Era rápido y muy práctico; me llevé dos ampollas de diez
centímetros cúbicos cada una, de suero antiofídico. Acosté a Solón boca arriba en una
tarima e introduje una aguja larga y gruesa en la piel estirada de la barriga del indígena.
Un nutrido grupo de indios estaban a mí alrededor observándome. A medida que iba
entrando el suero, a Solón se le iba hinchando la piel alrededor como una vejiga de agua.
Todos hacían comentarios que yo no entendía. Solo a Rita, la esposa de Solón le
entendía el “¡bruto, bruto, bruto!” “Si vos matar para mi ocha (mi marido), nasotros matar
para vos”. Mientras tanto yo rezaba para que Solón no se muriera; de lo contrario, tendría
que dar por terminada mi misión apenas iniciada. Le puse dos inyecciones más. Al día
siguiente, llegó Rita a mi campamento; me llevaba cacao, pejibayes, plátanos maduros, y
una bolsa llena de huevos. Me la dio diciendo: “aquí te manda Solón por amijo”. Le pedí
que no se fuera y le alisté una bolsa con azúcar, otra con café, arroz, frijoles y confites y le
dije: “llévale esto a Solón por amigo”.
En la mañana del otro día, me bañé en un baño que habíamos fabricado
recogiendo agua con una caña de bambú y sostenida por horquetas que constituían una
delicia de ducha. Desayuné y me vestí apropiadamente antes de mi visita; la casa de
Solón tenía como paredes hojas de corozo. Solón estaba de pie en el centro. Me
introduje por las palmas y saludé efusivamente con lo primero que aprendí a decir en
maleku: “Majué capillammiun” (“¿Qué tal, cómo estás?”). El indio, sin contestar, me dio
la espalda, entonces yo avancé, le di unas palmaditas en el hombro y le repetí: “Majué
capillamiun na jacao” (“¿Qué tal cómo estás mi hermanito?”). Solón se volvió como una
fiera y me contestó: A vos no importar cómo estar; vos no ser mi hermanito. Mejor salí de
mi casa. Derrotado y cabizbajo, retorné a mi loma verde decepcionado. Solón siguió
siendo mi mayor enemigo en el Palenque. Aconsejaba a los indios para que no fueran a
San Rafael de Guatuso a traer mercadería que necesitábamos. Pero todo en la vida tiene
su recompensa. Un mes más tarde, andando de cacería con Rita, Solón se hizo una
herida con su machete en la rodilla izquierda; derramó mucha sangre. Para parar la
hemorragia, Rita colocó muchas hojas de una planta muy parecida a la bijagua: colocaba
las hojas una tras otra y las iba amarrando con “majagua”, especie de mecate muy fuerte
que se fabrica con la corteza de ciertos árboles como el anono. Cubrió la rodilla y sus
alrededores con tantas hojas, tan bien colocadas y amarradas que no permitían la salida
de más sangre que al fin se coaguló. Luego consiguió una varilla de güiscoyol a la que le
quitó todas las espinas y la amarró desde el tobillo hasta la altura del pecho,
inmovilizando de esta forma, toda la extremidad. Ella le sirvió de sostén y poco a poco
recorrieron como 5 Km. para regresar a su palenque.
Anochecía cuando Rita llegó a rogarme que fuera a ver a Solón que se había
cortado en la rodilla y tenía mucha hemorragia. Alisté mis herramientas: jeringa de
inyectar esterilizada, penicilina, pastillas de sulfatiazol bien molidas, hilo Nº 10, una aguja
curva, un alicate, percloruro de hierro para parar la hemorragia, vendas y algodón. Me
encontré a Solón muy afligido y me dijo: “Si es que puedo recuperarme de esta herida,
tardaré como cinco años o es posible que la pata me quede tiesa. En vez pasada me
pegué una herida similar y tardé como tres años para caminar”. Le respondí: “te vamos a
poner a caminar en tres o cuatro meses”. Después del tratamiento, seguí poniéndole una
inyección de penicilina cada tres horas y lavando la herida todos los días. Como a los
tres o cuatro meses, no recuerdo bien, llegó a buscarme a mi casa. Iba medio jumado; le
dijo a mi esposa (que ya estaba conmigo en los Palenques), que me llamara. Cuando
salí, me dijo que yo era el mejor hermano que tenía. Me cogió la cabeza y me dio un
beso en el cachete. Desde entonces me traía al hombro desde San Rafael de Guatuso,
toda la mercadería que yo necesitaba y nunca aceptó que yo le pagara por su trabajo.
Solón murió un año después de mi salida del Palenque. Lo mordió una terciopelo.
El maestro que quedó en mi lugar no supo inyectarlo, a pesar de que yo le había dado
instrucciones para estos casos. Se llenó de nervios y mi amigo Solón murió. El maestro
tuvo que irse.
Innecesario en enumerar aquí las dificultades con las que tropecé, comenzando
porque tuve que aprender a derribar árboles y labrarlos, amén que en el principio mis
“hermanos” se reían de mi propósito y pese a que trabajaba desde las seis de la mañana
hasta las cuatro de la tarde, sin almorzar la mayoría de las veces, no mostraban ningún
interés en ayudarme. Aprendí a decir en dialecto cada día al salir para el trabajo,
“erreque makoro Curirre” (“vamos a trabajar al Curirre”). Es el nombre del río en donde
estaba iniciando el trabajo. Los indios contestaban “¡Aula!”(“¡Bueno!”), pero nadie se
movía. Finalmente, como a los diez días de trabajar solo, una mañana en que salía como
de costumbre, cargado con el hacha, dos tecles, el cuchillo y un mecate tan grueso como
largo, el indio Félix Ramón, al verme salir, se enderezó y arengó en forma vehemente a
sus compañeros, acompañando sus palabras con gestos enérgicos. En castellano solo
pude oírle decir dos palabras: “maestro recho”. Su discurso surtió el efecto mágico que
por cierto no esperaba: al poco andar, me alcanzaron más de veinte indios, entre ellos
Félix Ramón, que me manifestaron su deseo de ayudarme. Y efectivamente, después de
sentarse todos a verme luchar solo con un árbol al que por cierto me costó mucho
derribar, irrumpieron en manifestaciones de contento y se dedicaron de lleno a la labor
que a cada uno encomendé, de acuerdo a sus preferencias. Unos querían derribar
árboles, otros limpiar el terreno con sus cuchillos y abrir trochas, otros derramar los
árboles cortados y apartarlos para dejar la vía sin obstáculos. Ese día el proyecto pudo
avanzar más de lo que yo había podido hacer solo en todos los días anteriores. Así
continuaron ayudándome un día unos, al siguiente otros, hasta que dejamos concluidos el
camino con tres puentes de 15, 14 y 10 metros de largo respectivamente, para lo que
aprovechamos hermosísimas “varas” de laurel que sirvieron como vigas.
Para colocar las vigas que eran largas, gruesas y muy pesadas, sin contar con la
ayuda de un chapulín, un tractor o una yunta de bueyes, por lo menos, teníamos que
recurrir al ingenio y a la ayuda de los indios. Para lograr ese objetivo, hacíamos huecos
en el suelo, debajo de las vigas, a un metro de distancia uno del otro. Por cada hueco
debajo de la viga, pasábamos un bejuco de seda, que es muy resistente, al cual le
hacíamos una gasa en la cual insertábamos una varilla, que era operada por una pareja
de indios. De esta forma, si la viga tenía 15 metros de longitud, debíamos hacer en la
tierra 14 huecos, para que la viga fuera finalmente manipulada por catorce parejas de
indios. Una vez que los indios estaban colocados en su posición, cada uno a un lado de
la varilla que le correspondía alzar con su compañero, les dábamos la orden: ¿Listos?
…¡Alcen ya! Y 28 indígenas levantaban la viga simultáneamente, como si se tratara de
algo muy fácil. Caminaban unos cuantos metros hasta que se les daba la orden de bajar
poco a poco y descansar un rato. De nuevo, después del descanso se repetía el proceso
inicial. Así, de una en una, íbamos arrimando al río las vigas que necesitábamos.
Mientras descansaban, a más de uno se le ocurrió la “brillante” idea de tratar de levantar
por sí solo la viga. ¡Imposible! Eso provocaba grandes risas entre los trabajadores que
alegraban a todo el grupo.
Las vigas arrimadas de punta a la orilla del río eran pasadas de un lado al otro del río por
medio de tecles de la siguiente forma: uno de los tecles se amarraba de un árbol grande
en el lado opuesto del río y el otro tecle en la punta de la viga. Todos halaban de un lado,
y así pasaban la viga del un lado al otro del río. Cuando las vigas estaban colocadas, se
ponían paralelas a una distancia de un metro una de otra aproximadamente. Sobre estas
vigas se colocaba madera de manú y laurel, rajadas al hacha o por medio de cincel y
mazo para poner en lugar de tabloncillos. Encima de las mismas se colocaban
atravesadas hojas de corozo, sobre las cuales echábamos tierra hasta cubrirlas
totalmente y una vez realizado esto, los indios se dedicaban a correr de apelmazaban la
tierra recién colocada.
Cuando los puentes estuvieron terminados, en Los Palenques hubo fiesta;
pasaban cantando con sus tambores repetidas veces, y contaban a todo el que veían que
ahora sí tenían carretera y lo que era más grande y significativo: ellos habían ayudado a
construirla.
Un año después de mi llegada al Palenque Margarita llevé a mi esposa Esmeralda
y a los tres hijos que teníamos: Ligia María, Sonia y Óscar, a vivir conmigo en los
palenques. Para entonces, los carpinteros que había enviado el Ministerio de Obras
Públicas, habían construido una hermosa escuela de cuatro aulas y una linda casita con
doble forro que era un verdadero milagro y un adorno en el corazón de la selva. Mi
esposa quedó embarazada del cuarto hijo. Faltando quince días para el parto,
planeábamos enviarla a casa de su madre que vivía en Playuelas.
Estábamos empeñados en limpiar el río Sol para que los indios sacaran sus
productos a San Rafael de Guatuso, en botes y no como lo hacían hasta entonces: al
hombro, o en redes construidas por ellos que cargaban en la espalda, sostenidas por su
frente con mecates fabricados con majagua. Ellos o ellas colocaban sus manos en la
cabeza para dar más fortaleza al cuello. En la limpieza de ese río se mataron como
quince o dieciséis serpientes terciopelo de todos los tamaños. Por suerte nadie resultó
mordido.
El último día de trabajo, llegamos de regreso al Palenque como a las seis de la
tarde. Cuando llegué a mi casa, mi señora me esperaba con cara de sorpresa: “Gracias a
Dios que llegaste porque voy a tener a nuestro hijo esta noche”- No puede ser, te faltan
quince días, le dije tontamente. De todas maneras, voy a regresar a San Rafael a traerme
a doña Orfilia; hablaba de una señora, hija de los fundadores del pueblo que tenía mucha
experiencia. Por favor, me contestó, no te vayas porque ya no hay tiempo. Esto va a
suceder en media hora lo más. Alisté mi equipo de inyectar y cuando ya era tiempo, le
apliqué una inyección de Pituitrina. Cinco o diez minutos después, nuestro cuarto hijo
Wilberth había nacido. De inmediato le bañamos y le recorté el ombligo. Le amarré con
hilo número diez, y a las dos y media de la madrugada estaba con el agua al pecho
lavando toda la ropa en el río Sol.
Apenas amaneció, salí a pie para Guatuso y contraté un bote a motor para que fueran a
traer a mi suegra a Playuelas, porque doña Orfilia estaba en San José. De inmediato
regresé al Palenque y cuando entraba, mi esposa me dijo que el niño lloraba mucho.
Quité la sábana que lo cubría y lo encontré cubierto de sangre. Resulta que el hilo con el
que amarré el ombligo, lo dejé muy largo, y el bebé al mover sus pies, enredó el dedito
gordo en el hilo y cada vez que estiraba su piecesito, el hilo hacía sangrar el ombligo.
Quité el hilo de inmediato y entonces amarré en la parte rosadita del mismo.
Regresé a Guatuso en busca de mi suegra. Un bote rápido podía tardar seis horas en ida
y vuelta. Efectivamente, doña Marta me esperaba en San Rafael. De inmediato, salimos
de regreso para el Palenque. Cuando llegamos, el recién nacido seguía llorando. Lo
descubrí de nuevo y con horror pude ver que el ombliguito se le había convertido en una
bola por la inflamación. Mi suegra me dijo: “usted mató este niño; ya casi está
desfondado”. Le dije que se callara. Que solo Dios era dueño de nuestras vidas y que en
este caso, Él nos ayudaría. Tenía conmigo una cámara alemana con un lente excelente.
Le quité el lente a la cámara, le pedí a doña Marta que hiciera hacía un lado el ombligo
del niño, y Esmeralda me sostenía el lente mientras yo, con dos agujas trataba de soltar el
nudo. Como a los veinte minutos el nudo fue soltado y entonces sí amarré donde termina
la piel y empieza el cordón umbilical. Al terminar, yo estaba bañado en sudor, como si me
hubiese metido dentro del río. Pero todos nos sentíamos felices. A mi hijo le quedó un
ombligo perfecto.
Este acontecimiento me hizo tomar la decisión de salir de Palenque. Yo tenía
derecho de hacer con mi vida lo que quisiera, pero no tenía derecho de arriesgar la vida
de mi esposa y de mis hijos.
Los indios bautizaron a mi hijo recién nacido con el nombre de “Tubijuali” y
proclamaron que el niño era un indio Maleku, por haber nacido en su territorio.
El indio Félix Ramón Acosta merece una mención aparte: era el indio más altivo,
orgulloso de su raza y de su tribu. Le preocupaba que sus congéneres tomaran tanta
chicha, pero aún le mortificaba más que tomaran tanto guaro de contrabando que
obtenían de los blancos a cambio de huevos, gallinas, cerdos o algún otro artículo en
cuyas transacciones siempre salían perdiendo. “¡Cambiar alimentos por alcohol siempre
es un mal negocio!”
Combatía que sus hermanos Maleku fueran pedigüeños, que mendigaran monedas a los
blancos. “Esanagarptá macarracu” (regalame plata). Él no pedía ni aceptaba limosnas.
Como ejemplo, recuerdo una vez en Guatuso en donde se encontraba de visita la Dra.
Doris Stone, Presidenta de la Junta Indigenista de Costa Rica. Sucedió que al serle
presentado Félix Ramón a la señora Stone, esta tomó un billete y se lo dio a Félix Ramón.
Él puso el billete en la palma de su mano y le dijo a la Sra. Stone: ¿Por qué vos regalar
este billete para mí? ¿No ves que yo no he hecho ningún trabajo para vos? ¿No ves que
yo ser un hombre saludable y fuerte que no necesita limosna? En ese momento pasó al
frente un ancianito de nombre José Andrés, a quien Félix Ramón llamó y le puso el billete
en sus manos diciéndole: Doña Doris te regala este dinero; ¡dale las gracias! Me pareció
excelente y muy altiva la actitud de mi amigo, a quien felicité y le pedí hacer conciencia
con los demás indígenas que sí eran muy pedigüeños.
Cuando fue terminada la casa que para el maestro construyeron el MOP y ya
estando en los palenques mi esposa Esmeralda y mis hijos Ligia María, Sonia y Óscar, a
Félix Ramón le gustaba visitarnos por las tardes, después que regresaba del trabajo. Se
bañaba, se ponía un pantalón de army y una camisa blanca manga larga, su pelo crespo
bien peinado y sus dientes blancos bien limpios. Para entrar en la sala se quitaba los
zapatos para no ensuciar el piso de madera que mi esposa mantenía siempre limpio y
brillante.
A Félix Ramón le gustaba investigar de la vida en otros países: costumbres, avances de la
ciencia, medios de transporte, distancias, climas, culturas, razas, etc. Siempre supo ser
mi amigo y me apoyó en todos los trabajos y proyectos que emprendí. En los concursos
que hacíamos con frecuencia de tiro al blanco con arco y flecha, él siempre fue el
campeón. Disfrutaba mucho cuando lograba atravesar un huevo de gallina colocado a
distancia; reía como un niño siempre que lo hacía. Fue la única persona que se interesó
en ayudarme en la recolección de palabras, frases y oraciones del Maleku; llenó un
cuaderno que me regaló como ayuda para el libro que yo deseaba publicar algún día. No
aceptó pago por su trabajo, a pesar que le supliqué que recibiera aunque fuera una suma
simbólica.
Todos los indios aman sus dominios al extremo de que no están contentos en ningún otro
lugar por más comodidades que disfruten. Para ejemplo este caso que tiene algo de
leyenda y mucho de verídico: “En una de las tantas guerrillas que sostuvieron los indios
contra los huleros, hace ya muchos años, salieron derrotados los primeros, como sucedía
casi siempre; en su huída dejaron perdido un niño de unos seis años a quien los blancos
(nicas) atraparon con muchas dificultades, pues el indito se defendió como una fierecita.
Lo llevaron consigo hasta San Carlos de Nicaragua donde lo vendieron en cuarenta
córdobas a don Chano Vela que residía en Managua y quien lo compró como una
novedad, y más que todo, guiado por su buen corazón.
Para imposibilitar la huída de sus prisioneros, los huleros tenían por costumbre, cuando
atrapaban un indígena, sin importar la edad o el sexo del mismo, aplicarle hule ardiente
en las plantas de los pies, las cuales quedaban en carne viva, y les impedía ponerse de
pie por varias semanas. El indio (a) se revolcaba del dolor en los botes y daba alaridos
mientras los huleros nicas, de regreso a su tierra, pernoctaban en Los Chiles, para beber
guaro, despreocupándose de los prisioneros porque sabían que no estaban en
condiciones de escapar y dejándolos expuestos a los miles de zancudos o demás
insectos que abundaban en la zona.
El niño al que llamaron Manuel Vela, aprendió el Español con rapidez, cobró cariño a sus
padres adoptivos y una vez en la escuela, se distinguió por su inteligencia; pasó todos los
grados de la Enseñanza Primaria y luego ingresó a un colegio donde cursó la su segunda
enseñanza.
Cuando vino la guerra del año 56, Manuel se alistó con las tropas nicaragüenses y
se distinguió por su coraje, cautela y bravura, por lo que obtuvo el grado de Coronel.
Terminada la guerra, realizó estudios comerciales y luego se dedicó a atender un
comisariato que don Chano tenía en Alta Gracia. Para entonces era un perfecto nica, que
no conocía más costumbres que las de “su país” y no recordaba nada de su vida anterior
a los seis años. Quería a sus padres como a su patria, y ellos se habían cuidado siempre
de que Manuel no se enterara de su verdadero origen.
Chano Vela murió y luego su señora, quien dejó a Manuel como único heredero,
ya que el matrimonio Vela no tuvo más hijos.
A la altura del año de 1870 se despertó nuevamente la fiebre por el hule y la raicilla, lo
que originó de nuevo la invasión de huleros nicaragüenses sobre las márgenes del río
Frío y como consecuencia, nuevas guerrillas contra los indios
Manuel Vela se entusiasmó como tantos otros, y después de haber recibido unos cuantos
reveses de fortuna, decidió probar suerte en tal aventura. Liquidó lo poco que le quedaba,
cruzó el Gran Lago, y remontó el río Frío con unos cuantos peones, abundantes
provisiones y armas, en busca del caucho. Instaló sus campamentos en Mónico, sobre el
río Caño Negro, afluente del río Frío, y ahí distribuyó su gente por la inmensa selva.
Un domingo salió el señor Vela con el deseo de cazar alguna pieza, y en el preciso
momento en que iba a disparar a un pavón (especie de gallinácea del tamaño de un
chompipe y de carne deliciosa) que estaba a cierta distancia, lo vio desplomarse
atravesado por una flecha. Como hubiera oído hablar tanto de la hostilidad de los indios
que habitaban estas regiones, Manuel se escondió tras un árbol pues además de estar
solo, no quería verse obligado a matar a ninguno de ellos. Al poco rato se sorprendió al
oír habar una lengua que le era familiar y que, lleno de sorpresa, se dio cuenta que
dominaba. Como por encanto olvidó sus temores y salió al encuentro de los indios que de
inmediato lo rodearon en actitud hostil amenazándolo con sus flechas, pero que cuando lo
oyeron expresarse con tanta soltura en su misma lengua y al notar su mismo tipo,
decidieron, por consenso, llevarlo a la tribu para que el Cacique y el Concejo de la tribu
decidieran su suerte.
El Cacique le preguntó en dónde o cómo había aprendido a hablar Maleku, a lo que
Manuel le dijo que no sabía, pero que cuando los oyó hablar, lleno de sorpresa y alegría
se dio cuenta que él entendía lo que ellos estaban hablando. Por eso dejó a un lado sus
temores y se les acercó. El Cacique le preguntó cuántos años tenía y luego, el Concejo
de la tribu le pidió que se quitara los zapatos, las medias y mostrara las plantas de los
pies. Al observar las cicatrices remanentes y sacando cuentas, todo el Concejo estuvo de
acuerdo en que Manuel era el Maleku que se habían robado los chuli (nicas), siendo
niño, y que era hijo de Joaquina, quien lo abrazó llorando de alegría. Manuel también
lloró de alegría y en ese mismo instante tomó la determinación de no abandonarlos
nunca y luchar junto con ellos para defender sus derechos. Una vez resuelto lo que debía
hacer, volvió al campamento y puso a cada hulero peón suyo en posesión de lo que había
recolectado, con el compromiso de observar ciertas líneas de conducta para con los
indios. De ahí siguió a la tribu de regreso a su hogar, donde se casó con Juana, la india
más hermosa de la comarca quien le dio un hijo que murió a los 85 o 90 años de edad y
quien siempre lamentó que su padre muriera dejándolo a él muy pequeño por lo que no
pudo aprender tanto como aquel que era casi un sabio.
El padre de Lisandro Vela (así se llamó el hijo) puso, en parte, fin a la persecución
armada de la que por tanto tiempo fueron víctimas los indios. Lisandro hablaba con
orgullo de su padre y contaba esta historia emocionado. De Lisandro quedan aún en Los
Palenques dos hijos. Uno se llama Manuel, en honor a su abuelito y la otra Joaquina;
además, quedan muchos nietos.
Cuando una india va a dar a luz, se va a un lugar apartado, pues sus ranchos, muy
cerca unos de otros y sin paredes, no le presta intimidad para tenerlo en su misma casa.
Después del parto regresan con el hijo en brazos, y pasan madre e hijo a un baño al río.
No guardan cama porque para ellos el parto es una cosa natural de lo que no hay que
cuidarse mucho. Todos los días madre e hijo cumplen con el ritual del baño diario, a las
cuatro de la mañana, las doce del día, y las siete de la noche. Ellos creen que el niño
puede nadar como andar y he de afirmar que algunos aprenden ambas cosas casi al
mismo tiempo.
Para castigar a sus hijos usan hojas de ortiga, con las que sacuden sus piernas,
sus nalgas, espalda o brazos, pues aunque es doloroso, esto no los rompe, no los atonta
y sí los hace fuertes al dolor y los previene de muchas enfermedades; para muchas de
sus dolencias utilizan estas hojas aplicadas en forma externa; el dolor de muelas
desaparece friccionando la mandíbula al lado de la muela; el dolor de espalda, pasándole
ortiga por toda la región adolorida; el reumatismo, aplicando las mismas hojas en la
articulación afectada, y así sucesivamente.
Para curar una calentura persistente, usan un procedimiento tremendo: muelen
varios chiles de los más picantes (a veces media libra), los baten en un litro de agua y el
paciente se los toma; no sé si este medicamento da buenos resultados pues nunca lo
ensayé.
Tiene el indio Maleku una inteligencia privilegiada: en el tiempo que tengo de
trabajar en el magisterio puedo asegurar que nunca he tenido, con algunas excepciones,
alumnos que asimilen con mayor rapidez todo cuanto se les enseña. El indio adulto se
enorgullece de su inteligencia y dice que si el blanco habla solo Castellano y le cuesta
aprender el dialecto, a ellos en cambio les cuesta menos aprender el Español.
Es una lástima que el indio aproveche su inteligencia solo para engañar al blanco
y para hacer maldades que por suerte son siempre de poca monta. Si ellos aprovecharan
su inteligencia para labrar la tierra que tienen en cantidad suficiente, y en proporcionarse
mejores condiciones de vida, esta sería una de las tribus más prósperas del país. Esa es
labor que tenemos por delante los que sintamos un poco de cariño por ellos.
El indio ve en el blanco a su eterno enemigo de quien debe cuidarse, razón por la cual
son siempre desconfiados; llega donde usted y le dice: “jacao na marratoquitai”
(hermanito yo te quiero); le pide que le regale dinero para comprar pan y en dialecto les
dice a los indios: “chutti cuerreta niora” (este blanco es un bandido). Son felices
engañando al blanco, no por lo que el engaño les pueda producir, sino por la razón de
sentirse más inteligentes.
Esta forma de ser del indio tiene su explicación y sus raíces que se remontan hasta el
tiempo de la conquista. Siempre ha tenido que luchar contra el blanco a través de todos
los tiempos. Primero por la sed de oro y riquezas del blanco, que los llevó en su ambición
desmedida, al robo y a los más horrendos crímenes. Más tarde el blanco se dedicó a
explotar al indio haciendo de él un esclavo, arrebatándole sus cosechas, sus mujeres y
sus tierras, todo lo que el indio más amaba. ¿Qué les hemos dado en cambio? La
esclavitud de la ignorancia, de la miseria, del temor…
Para quitar la idea que el indio tiene del blanco, y sus justas reacciones, debemos
reivindicarnos, hacerles conocer que, aunque un poco tarde, reconocemos sus derechos
a una vida mejor y que estamos dispuestos a ayudarles. Claro está que hay que sufrir
sus reacciones desconsoladoras a veces, pero con paciencia y buena voluntad, tarde o
temprano se logrará quitar ese abismo en el que se aíslan.
Si el indio pone tanto interés en aprender, creo que lo hace porque está seguro de
que el estudio es un arma poderosa para combatir en su eterna lucha contra el
blanco…porque le permite igualarse a él.
Le pregunté una vez a un indio viejo, el Sacerdote de la tribu, de dónde vinieron ellos, es
decir, cuál es el principio de su gente, y comenzó por contarme algo de su dios “Jabara”.
Jabara es el dios del indio; nació solo, es decir, no tuvo principio; viene a ser como
hermano de “Tocu”, dios del blanco. Jabara, me dijo, es muy alto, blanco como ustedes,
cara muy seria, con una cinta en la cabeza y dos plumás de guacamaya en la frente…es
muy bravo y no permite que nadie vivo se le acerque. Vive en el Cerro Tenorio y desde
allí observa las acciones de los indios.
Hace muchísimos años los indios enterraban, como ahora, los muertos en el
rancho. Sucedió que vino de Cacique un gigante, hombre malo a quien el diablo ayudó a
entorpecer a los indios para que le confiaran la dirección de sus asuntos. Este Cacique
ordenó que se enterraran los muertos en el puro campo, donde sus sepulturas eran
profanadas por las culebras, los sapos y todos esos animales que son parte del diablo. Al
ver lo que estaban haciendo, Jabara se puso muy bravo y para castigarlos mandó lluvia
durante muchos días. La tierra se fue poniendo suave, todo era barro y la lluvia seguía; el
agua llenó todo y fue subiendo…subiendo. Los indios subían a los árboles, pero el agua
los alcanzaba y morían ahogados; todo murió. Mientras tanto, Jabara estaba subido en
un árbol que subía a medida que las aguas subían. A ese árbol llegó una gran cantidad
de aves, entre ellas las lapas que son amigas de Jabara. Cuando ya había llovido mucho,
Jabara arrojó una piedra al agua con la orden de que dejara de llover y secara el terreno.
Inmediatamente cesó la lluvia y comenzó a secarse la enorme laguna que se había
formado. Cuando todo estuvo seco, Jabara cogió un tambor que todo el tiempo había
flotado a su lado, sacó de este una flor de tabaco, ya en semilla, y se fue a un subterráneo
enorme que existe en La Muerte llamado Arebe Calicón; allí regó las semillas del tabaco
restregándolas con las manos; luego subió a una roca que está a la salida del
subterráneo donde entonó una extraña canción que acompañaba con su tambor, lo que
hizo que todas las semillitas se convirtieran en inditos que fueron saliendo del túnel.
Habían salido ya varios miles de indios cuando a uno de ellos se le ocurrió volver a ver de
dónde provenía el canto, por lo que de inmediato se convirtió en una piedra que aún
existe a la salida de esta gruta, la cual hizo que el túnel se cerrara sin permitir la salida de
los demás indios que faltaban, los que tuvieron que salir por el otro extremo, que sale al
otro lado del mundo, lo que dio origen a los otras gentes que lo habitan.
Los demás indios sufrieron también parte del castigo: no se convirtieron en piedras, sino
que sucedió que entre ellos se hablaban diferentes dialectos, los que fueron divididos en
cinco tipos. Cada indio buscó la gente con la que pudiera entenderse y así formaron
cinco grupos que se repartieron en la siguiente forma: los llamados Jabangui, se fueron a
establecer a Nicoya; los Corocu se fueron a Upala; los indios Votos buscaron Boruca; los
Jérrisui, Chirripó y los Arimim, Talamanca.
Cuando un indio muere, Jabara envía a traer su alma en una cajita de oro; cuando se la
llevan, pregunta:
¿A quién me traen?
Al indio Fulano.
¿De qué murió?
De calentura.
Llévalo al Cielo.
Si el indio murió mordido de serpiente, quien llega por su alma es el maica, “el
diablo”, y en ese caso Jabara no tiene nada que hacer con él; es botín del infierno. Lo
mismo sucede si el indio es enterrado en el monte y no en su casa, como manda su
“Popol Vu”. Si esto llegara a suceder nuevamente, Jabara mandará llover otra vez, y todo
se llenará de agua, acompañado esto de grandes temblores que no dejarían a nadie vivo.
Cuando hay tormenta, el indio no se asusta; en cada detonación por fuerte que ésta sea,
el indio grita de contento, canta y baila… es que Jabara tiene fiesta y está celebrando con
cohetes y bombas.
El rayo es amigo del indio… no así del blanco. Algo extraño es que realmente, no se han
registrado en la historia casos en que un indio haya muerto a consecuencia de un rayo.
Todos los años mueren blancos fulminados por un rayo en la región, pero nunca un indio.
Esta es la canción que ellos le cantan a Jabara cuando hay una rayería:
Maque maque enan
fruca ría, fruca ría,
llámana con oron í
irra irra tau mallamanamaqué
chi cari pioco pioco chíi
La traducción caprichosa que ellos dan a esta legendaria canción es la siguiente:
Está relampagueando,
en el cielo hay fiesta
mi papá canta canción
entiéndanme chiquitos
vamos a ir al cielo
se está terminando la canción
ya se terminó.
En sus borracheras, el indio canta y baila un rato, y se dedica a pelear otro; sus pleitos los
hacen más que todo de boca: se amenazan con matarse y tantas cosas, pero de ahí no
pasan. Muy raras veces se resuelven a pelear de veras, y entonces escogen las armas
de común acuerdo… por lo general, un palo, que prefieren de jícaro. Cuando llegan a
ponerse de acuerdo para pelear, se coloca uno frente al otro y el primero le pega un
garrotazo por la cabeza al otro, alternando: primero uno y después el otro; no es
permitido esquivar el golpe porque eso sería cobardía; hay que aguantarlo como
hombre… claro está que salen hechos un cristo. Por suerte, estas peleas van
desapareciendo. En los últimos tres años en que estuve en el palenque, solo pude
presenciar una de esta naturaleza. Claro está que terminé la gasa y el esparadrapo que
tenía, vendándoles la cabeza.
Ahora solo ha quedado el pleito de boca, que aunque desvela, por lo menos no deja saldo
de heridos. Oigamos uno de estos pleitos:
-Na ti ni mi fan: yo quiero pelear con vos
-Aula; atamaracorroge: bueno; vamos a pelear
-Nicoe marrafare: aquí te estoy esperando
-Epeto miptiu (no tengas miedo)
-Taumare mara cuape cuape tue: (vamos a mentarnos la madre )
-Orrotumarajue: mape coora, mape tufari, mape na cuquichi. (¿Con qué vamos a
pelear: con palo cualquiera, con palo de jícaro, o con las manos?)
-Mape tufari.( con palo de jícaro)
-Ataota, oto nacome mi oja (va pues; cuidado te corrés)
-Naptiuje; nicotarritain. (no peleemos más; tengo miedo).
-Aula; nacone to mi tue mi carra. (está bien; pobrecillo, váyase para su casa).
El dialecto, a primera vista, parece fácil de aprender, pero quien como yo, tuvo la
oportunidad de aprender por lo menos lo necesario para hacerse entender, se da cuenta
que es harto difícil porque ellos no tienen reglas gramaticales, y si las tienen, no hay indio
suficientemente educado como para hacerlas conocer; de ahí que es uno quien tiene que
ir reuniendo en su vocabulario frases y palabras sueltas, para luego establecer
comparaciones y relaciones de unas palabras con otras; con otras razas, de las que
existe algo escrito sobre su dialecto, son los mismos aborígenes quienes han servido de
auxiliares en la edición de los respectivos folletos.
Por ahora, y mientras no haya podido realizar un estudio más concienzudo del
dialecto de los Malekus, me conformaré con anotar aquí unas cuantas palabras y algunas
frases del mismo.
Comenzaré por las primeras palabras que me fue indispensable aprender para hacerme
entender por los niños en mis labores como maestro, y cuya necesidad sentí desde el
primer día de clases, pues al pedir a un niño que se pusiera de pie, se quedó mirándome
como embobado y al insistir yo, se hincó, abrió los brazos en cruz y temblando
incontrolablemente, rompió a llorar. De inmediato aprendí que “Mi rillíe” quería decir:
póngase de pie.
Aquí encontrará el lector, escritas en forma fonética y sin un orden determinado, algunas
palabras del dialecto de los indios Malekus. Desde ahora me propongo recoger sobre
este dialecto la mayor cantidad de palabras que es posible se publiquen aquí mismo y que
más adelante espero verán la luz en un folletito que deseo más que nadie publicar, pues
es una necesidad, antes que sea demasiado tarde; por una razón de lógica este dialecto
se ha ido empobreciendo y es posible que siga así hasta desaparecer, si no se toman las
medidas necesarias para evitarlo. La civilización de esta gente, producirá aquí, como en
otras regiones indígenas del mundo los mismos resultados, en cuanto a la lengua se
refiere: a mayor conocimiento y mayor intercambio social, cultural, y económico de ellos
con el blanco, menos necesitarán su dialecto que indefectiblemente irán abandonando y
acogiéndose a una lengua que cada vez dominan mejor, que necesitan más, y que por un
complejo racial del que nosotros mismos tenemos la culpa, desean reemplazar por su
dialecto; esta es una forma de igualarse con el blanco, lo que en el fondo han deseado a
través de tanto tiempo. Es un deber de todo costarricense, conservar, hasta donde sea
posible, esto que es la historia viva del país.
Yo aporto en forma muy modesta por cierto, pero de todo corazón, mi granito de arena.
Historia de los Indios Maleku.
Los datos históricos que a continuación escribo se los debo a una gentileza de
doña Carolina Quesada viuda. de Castro quien con una dedicación y espíritu investigador
que haría honor al más grande historiógrafo, recogió a través de los tiempos datos aquí y
acullá, continuando la labor iniciada por su hermana doña Hortensia, educadora ya
fallecida. Juntas ambas hermanas se propusieron hacer justicia a la memoria de su
extinto padre, don Mercedes Quesada, quien fue uno de los conquistadores de los indios
Guatusos (posteriormente conocidos como indios Maleku).
La familia Quesada fue una de las primeras que comenzó a disputarle terreno a las
selvas de la actualmente pintoresca Ciudad Quesada, a la que dieron su nombre que aún
conserva como homenaje al heroísmo del que hicieron derroche en la lucha contra la
Naturaleza, estos grandes pioneros de nuestra civilización.
El país no ha hecho justicia a la labor realizada por don Mercedes Quesada, pues luchó
contra las inclemencias, los que a través de su vida dieron ejemplo de laboriosidad y
honradez, los que supieron inculcar en sus hijos el verdadero sentido de patriotismo y a
quienes legaron como un tesoro inagotable sus atributos, que dieron al país nuevos
derroteros hacía ferocísimas tierras desconocidas, los verdaderos patriotas merecedores
del bronce y del granito. Estos hombres supieron predicar siempre con su ejemplo
dignísimo. Ante su memoria debemos inclinarnos respetuosos.
Don Mercedes Quesada fue hijo de don Ramón Quesada, hombre íntegro que
supo heredar a sus hijos el espíritu que siempre los caracterizó, y que los hizo descollar
como gente de bien.
Leamos lo que sobre don Ramón Quesada dice un periódico de aquella época:
“En la historia del desarrollo agrícola de Costa Rica, el nombre de este esforzado
luchador tiene un lugar de estimación y respeto.
Nació en Alajuela en 1829, y desde sus primeros años comenzó a trabajar como
jornalero en Punta de Caña, entre Grecia y Poás, pues no tenía medios de ninguna clase
para dedicarse al estudio. Estuvo luego en Chontales, Nicaragua, en unas minas de oro,
de donde obtuvo alguna ganancia, que empleó a su regreso a Costa Rica, en un negocio
mercantil que estableció en Grecia, favorecido por don Joaquín Fernández, de cuyo
almacén en San José, salieron las primeras mercaderías para el señor Quesada.
Dueño por fin de una fortuna, fue a los Estados Unidos de América a efectuar
compras para ensanchar su negocio, y en 1870, se internó en los bajos de San Carlos,
hoy Florencia, en donde formó una magnífica hacienda de cría y engorde de ganado;
sembró árboles frutales e incorporó a la vida del país una región desconocida, que surgió
posteriormente a la demarcación administrativa con el nombre de cantón de San Carlos.
Cuando el Obispo Thiel entró a Guatuso, la hacienda de don Ramón Quesada fue el
cuartel general de esta conquista civilizadora, y puede decirse que sin este apoyo, tal vez
habría fracasado el intento del celoso misionero.
Acarició como un sueño querido la construcción de un ferrocarril de Alajuela a San
Carlos, que uniera también a Grecia, Naranjo y San Ramón y en persecución de este
propósito hizo el trazado de la vía, en compañía de un ingeniero suizo.
Maduró el proyecto, que presentó al gobierno de don José Joaquín Rodríguez, elaborado
por él con la asistencia de un ingeniero cubano de apellido Menocal, quien le ofreció
financiar el proyecto con capital norteamericano. El gobierno no estimó del caso atender
la excitativa presentada, y el Ministro, don Joaquín Lizano le señaló, como más factible, la
vía de Sarapiquí.
El señor Quesada creyó siempre que aquella negativa había sido una
consecuencia de su parcialidad política por don Ascensión Esquivel, en la campaña
política de 1889.
Deseoso de abrir una posibilidad a la instrucción, fomentó la creación del “Colegio
americano”, que dirigió en Grecia don Juan Fernández Ferraz, y donó, junto con algunos
parientes, el terreno en el que hoy está edificado el hospital de esa ciudad.
Finalmente, un mal negocio de uno de sus hijos lo llevó a la ruina. Anciano y ciego, el
Director del Banco de Costa Rica, don Mauro Fernández, le brindó facilidades para la
adquisición de una casa y de un pequeño lote de terreno, donde terminó sus días, asistido
por una pensión de cien colones mensuales, que le otorgó el gobierno de don Ascensión
Esquivel, recordando que había rehusado una donación de tierras con motivo de su
anterior colaboración en la conquista apostólica de Guatuso.
En memoria suya, se llama Villa Quesada, la población cabecera del cantón de San
Carlos. Es justo que así sea. Es justo que se perpetúe el recuerdo de este pionero, que
levantó su nombre desde la llanura del pueblo, - sin necesidad de ingresar a la políticapara dejarlo como distintivo de una población de gran porvenir para Costa Rica.”
Don Ramón Quesada contrajo matrimonio a principios del año de 1852 y el 24 de
setiembre de ese mismo año, nació en San Rafael de Poás, su primer hijo que fue
bautizado con el nombre de Mercedes.
Murió en Grecia, el 12 de febrero de 1912.
Hulero Nicaragüense visita la Hacienda de don Mercedes Quesada.
A principios del año de 1882, llegó un hulero a la aldea de San Carlos, y se alojó
en la casa de don Mercedes Quesada, a quien contó las atrocidades que cometían los
huleros nicaragüenses con los indios Guatusos. El señor Quesada se horrorizó de tan
tristes relatos, y fue tal su compasión, que pensó en buscar el medio de civilizarlos, y
ponerlos en comunicación con el interior del país.
Con este fin invitó a su tío Baltasar Quesada y a su cuñado Gregorio Rojas H. para que lo
acompañaran a visitar el pueblo indígena de los Guatusos, a sabiendas del peligro que
correrían, pues los indios, víctimas en aquel tiempo de tantas iniquidades, lógicamente
reaccionarían enfurecidos contra cualquier incursión del hombre blanco en sus dominios.
El 10 de marzo de 1882, salió de la hacienda de don Mercedes Quesada un grupo de
valientes armados de rifles y guiados por una brújula, rumbo al perdido pueblo de los
indios Guatusos. Llevaban la provisión a la espalda, y tuvieron que luchar contra la
enmarañada vegetación de una selva todavía virgen, habitada por infinidad de fieras y
millares de mosquitos.
A los diez días de penalidades, expuestos al doble peligro de las fieras y de los mismos
indígenas, divisaron los ranchos habitados por los desdichados indios, los que a esa hora,
doce del día, estaban solos por temor a una invasión de los enemigos que tanto daño les
habían ocasionado.
Aprovechando esta ausencia, nuestros exploradores penetraron al interior de un rancho
para inspeccionarlo. don Mercedes recogió unas flechas y algunos otros objetos como
prueba evidente del descubrimiento realizado, siendo hasta entonces, los primeros
costarricenses que llegaron a estos lugares.
Con semejante éxito regresaron muy satisfechos, por lo que don Mercedes siguió
su viaje hasta San José, para mostrar al Presidente los objetos adquiridos, quien a su vez,
los mostró al Obispo Thiel y luego ordenó los llevasen al Museo Nacional. Tanto se
entusiasmaron, que se pensó en organizar una nueva gira, con ayuda del gobierno,
utilizando la picada por donde habían pasado, don Mercedes y sus acompañantes.
Un mes más tarde, el 10 de abril de 1882, el Obispo Thiel salía de San José, para
realizar una de sus más accidentadas giras de Evangelización, de la que daremos un
minucioso detalle, a medida que el señor Obispo avanza hacía aquellos remotos lugares,
asiento de tan bellas leyendas, y donde aún viven los indios, inclinada la cerviz, por el
despotismo que en forma más inteligente, pero no por eso menos reprochable, sigue
ejerciendo el blanco sobre ellos.
Crónica de la época.
Feliz viaje: En el tren de la tarde de ayer partieron de esta capital para la ciudad de
Alajuela, de donde seguirán viaje para la tribu indígena de Guatuso, el Ilustrísimo Prelado
Diocesano, Monseñor Bernardo A. Thiel, el Licenciado don León Fernández, Coronel don
Concepción Quesada, Don Ramón y don Mercedes Quesada y la comitiva que debe
acompañarlos al lugar al que se dirigen. Esta expedición es altamente meritoria por el
filantrópico fin que la determina: llevar las enseñanzas regeneradoras del cristianismo a
un pueblo que arrastra la miserable existencia del salvaje, estudiar su dialecto, tradiciones
y costumbres, lo cual dará un rayo de luz que en algo contribuirá para el conocimiento de
nuestra historia primitiva. Esta expedición, repetimos, que es la segunda que con tan
noble fin se lleva a cabo entre nosotros, será fecunda en resultados para aquellos
infelices desheredados de los bienes de la civilización.
Que los trabajadores en esta obra de progreso, tengan feliz viaje, y sean coronados sus
esfuerzos, dignos de todo elogio, con la más completa realización de sus humanitarios
deseos.
San José, 11 de abril de 1882 (Tomado de la Gaceta Oficial)
Efectivamente, el 10 de abril de 1882, se inició esta expedición que más adelante
se vio engrosada por un grupo bastante considerable de personas entre las que podemos
citar: don Francisco Pereira, don Juan Álvarez y don Isidro Soto de Alajuela, don Joaquín
y don Jesús Páez, don Ernesto y don Jenaro Pinto, don León de Jesús Gutiérrez, todos
de San José; don Raimundo Hernández y don José María Figueroa de Cartago; don
Francisco Mora y el Presbítero don Ignacio Monge de Naranjo; don Máximo Quesada, don
Baltasar Quesada, don Gregorio Rojas, Felipe Masís, don Procopio Porras, don Juan L.
Fonseca, don José Abarca, don Raimundo Serrano, de Grecia; don Yanuario y don
Santos Cubillo, de Alfaro Ruiz; Coronel don José Cabezas A, don Florencio Varela,
Presbítero don José Guzmán, don José María Varela, don Santiago Salas, Presbítero don
Luis Hidalgo, de San Ramón; don José Zumbado de Buena Vista.
Parte de tan numerosa comitiva fue solamente a encaminar al señor Obispo hasta un
lugar determinado del camino, como se verá más adelante; de ahí se devolvieron,
habiendo continuado la gira un grupo más pequeño, pues para tantos hubiera costado
más el acarreo de tantas provisiones.
Crónica de Monseñor Bernardo A. Thiel.
Hace algunos años, desde que se agotaron los árboles de hule en las orillas del río
San Juan y sus afluentes inmediatos, los huleros nicaragüenses se internaron en el
territorio de los Guatusos atraídos por la abundancia de estos árboles en esa región,
habiendo encontrado, en un principio, una seria resistencia de parte de los indios, por los
que resolvieron estos huleros organizarse para dar combate a los aborígenes que tanto
les estorbaban en sus trabajos; se reunieron en gran número, atacaron y vencieron,
matando al cacique. Desde entonces han quedado los indios sin autoridad, viviendo en
diferentes grupos, los unos independientes de los otros.
Los huleros no encontraron ya ninguna dificultad par internarse en el territorio de
los Guatusos; atropellaron mucho a los pobres aborígenes, faltando principalmente a las
mujeres. A algunos les robaron sus hijos, los llevaron a San Carlos de Nicaragua donde
los vendieron, y entonces, llevados por la codicia, establecieron un comercio de esclavos,
principalmente de niños, que robaban cometiendo mil atrocidades contra los pobres
indios.
Se llevaron a Nicaragua más de quinientos indios de ambos sexos, de los cuales
murieron más de la mitad a consecuencia de los malos tratos y del cambio de ambiente.
Mientras escribo estas líneas, puede haber todavía unos 150 a 200 indios en diferentes
puntos de Nicaragua. El precio de un indio es de cuarenta a cincuenta pesos
(equiparados al dólar).
Ahora que el hule comienza a escasear, el comercio de carne humana ha tomado
mucho incremento. Los indios están totalmente atemorizados: no tienen armas que los
igualen en el ataque o la defensa con las de los huleros nicaragüense. Han abandonado
los grandes palenques que antes tenían y en los que vivían con toda comodidad,
retirándose a los bosques y viviendo en chozas pequeñas. Un gran número de ellos ha
muerto en los últimos años, especialmente en los meses de lluvia, porque están
expuestos a todas las variaciones del clima; sin tener casa en qué vivir, han sucumbido
pronto a las calenturas y fiebres. El “Diario de mi viaje a los Guatusos” suministra
abundantes pruebas de lo que acabo de referir.
Desde el momento en que la Divina Providencia me ha puesto a la cabeza de
esta Diócesis, he pensado seriamente en atraer a la civilización y religión a todos los
indios salvajes que se encuentran en nuestra república. Por esto, después de haber
recorrido los diferentes palenques de los indios Talamancas, Chirripoes, y la costa de
Pirrís, me resolví a hacer una entrada en el territorio de los Guatusos, a los cien años
cabales de haberlos visitado el Obispo Tristán.
Considerando los diferentes caminos que se me presentaban para llegar al país de
los Guatusos, resolví salir de la boca del río Peje, uno de los afluentes del río San Carlos.
La entrada por el río Frío, adoptada por el Obispo Tristán, tenía grandes inconvenientes:
había que ir al territorio de la república vecina, en donde los víveres y demás cosas
necesarias para el viaje se dificultan muchísimo; más me atemorizó la navegación por el
río aguas arriba, que es bastante larga.
La entrada por el lado del Cerro Tenorio, ofrece igualmente muchas dificultades
por lo quebrado del camino; por esto, resolví entrar por el camino arriba indicado.
Uno de los vecinos de San Carlos, el señor don Ramón Quesada, se encargó de
abrir una vereda desde la confluencia del río Peje con el de San Carlos, con dirección al
Noreste, vereda que nos debía conducir infaliblemente, a los palenques de los indios.
Abierta la vereda y hechos todos los preparativos del viaje, designé para día de salida el
lunes de Pascua, 10 de abril; llegué en la tarde a Alajuela con el Lic. don León Fernández.
Se hicieron los últimos arreglos, y el martes, después de haber dicho la misa a las tres de
la mañana en la Iglesia Parroquial de Alajuela, salí a las cinco de la mañana.
Bernardo Augusto
Obispo de San José de Costa Rica
San José, 22 de mayo de 1882
San José, 22 de mayo de 1882
Honorable señor Ministro de Cultos,
Don Saturnino Lizano
Señor:
Los sucesos del viaje los apuntó el Secretario de la Visita, Presbítero don Francisco
Pereira, cura y Vicario de Alajuela, cuyos apuntes me permito transcribirle.
Entrada en el Territorio de los Guatusos.
Su Señoría Ilustrísima, después de haber partido de San José en el tren de la
tarde del lunes 10 de abril, salió el martes del mismo con una parte de la comitiva para
Zarcero.
Pasamos por Grecia y el Naranjo, donde fuimos muy bien recibidos por las
autoridades locales, tanto civiles como eclesiásticas y al llegar a la ermita de San José,
que se halla al Norte del Naranjo, determinó su Señoría hacer la visita a esta ermita, lo
cual ejecutó predicando a los fieles reunidos; en seguida emprendió su marcha, dando
antes, varias disposiciones para el buen arreglo de la ermita; llegamos al anochecer al
Zarcero, en donde los vecinos recibieron a su Señoría y a toda su comitiva con mucho
entusiasmo; se distribuyó la comitiva en muchas casas, por ser imposible quedar todos
reunidos.
En la mañana del día doce de abril, dijo su Señoría la misa muy de mañana en
casa del señor Yanuario Cubillo, dejando dispuesto que se erigiese una cruz en las
cercanías del lugar en donde había celebrado los augustos misterios de nuestra santa
religión. Salimos a las siete de la mañana y llegamos a la hacienda de don Ramón
Quesada, sita sobre la orilla del río Peje, cerca de su desembocadura, a las doce y media
del día; fuimos muy bien recibidos por todos los vecinos de San Carlos. Don Ramón
Quesada había llevado exprofeso de Grecia unos músicos que ejecutaron varias piezas.
En la tarde, nos ocupamos de hacer los últimos preparativos para el viaje. Su Señoría
Ilustrísima y los tres sacerdotes que le acompañaban, el Cura del Naranjo, Presbítero don
Ignacio Monge, el cura de San Ramón, Presbítero don José Guzmán, y el infrascrito,
secretario, se ocupaban en su ministerio sacerdotal. En la mañana del jueves trece de
abril, dijo su Señoría la misa a las ocho de la mañana en el patio de la hacienda, debajo
de una hermosa enramada. Las hijas del señor Quesada cantaron la Gloria, el Credo y
los demás cantos religiosos con mucha maestría, acompañadas de los músicos. (Emilia y
Élida, hijas de don Ramón cantaron la Gloria; ese mismo día, trece de abril, el Obispo
Thiel casó a la señorita Emilia con don Hermenegildo Bolaños; fue éste el primer
matrimonio celebrado en ese lugar).
A las doce y media del día trece de abril, nos pusimos en marcha; pasamos los
ríos Peje y San Carlos y llegamos a las cuatro de la tarde al río Peñas Blancas, pasando
por hermosos potreros que la laboriosidad del hombre ha creado en estos montes casi
impenetrables; nos acampamos al otro lado del río, en donde encontramos un rancho de
huleros en el cual pasamos la noche.
El viernes catorce de abril, salimos a las siete de la mañana, después que su
Señoría Ilustrísima celebró la misa y llegamos a las dos de la tarde al río Arenal; el
camino es bastante llano y no ofrece dificultades de ninguna especie, solo en algunas
pequeñas quebradillas y fangales hubo que andar con algún cuidado; en la tarde llegó el
resto de la comitiva que había quedado en el río San Carlos y entonces, mandó su
Señoría pasar revista a todas las personas que debían acompañarlo.
La comitiva se componía de treinta y siete personas: el Lic. don León Hernández,
que se encargó de la parte científica de los lugares por donde habíamos de pasar; el
infrascrito secretario; nueve personas de San Carlos, entre ellos don Ramón Quesada y
su hijo Mercedes y varios individuos de su familia; dos jóvenes de Grecia, Ernesto y
Genaro Pinto; tres jóvenes de Curridabat, Joaquín y Jesús Páez y Jesús Gutiérrez, y el
acompañamiento militar que el Excelentísimo señor Presidente de la República,
Benemérito don Tomás Guardia, a instancias de varias personas de San José y Alajuela,
creyó necesario dar a su Señoría.
Los militares estaban a las órdenes del Coronel don Concepción Quesada; eran
diez soldados rasos, un Corneta y un Ordenanza. Se encontraban, además con su
Señoría, tres indios de Tucurrique, armados con flechas y lanzas para proveer a la
expedición de pescado fresco que abundaba en todos estos ríos; un indio Guatuso que
debía servir de intérprete; un hulero conocedor de los caminos y veredas de los indios, y
dos muleros de Alajuela: total, treinta y siete personas.
Se contrataron las bestias, diecisiete de silla y ocho de carga.
Las armas eran: doce rifles Remington, dos Winchester y doce escopetas; total, veintiséis
armas de fuego. Para resguardarnos contra un ataque nocturno, llevábamos seis perros
acostumbrados a la montaña.
El sábado quince de abril, salimos después de la misa, a las siete de la mañana y
llegamos como a las tres de la tarde al alto de la colina, punto llamado por los huleros “El
Mirador”. Resolvimos quedarnos ahí, en un rancho de huleros. En el día no encontramos
otra dificultad que la subida del Arenal, en donde tuvimos que hacer un desecho, para
franquear el paso a las mulas de carga, y no obstante todos los cuidados, una de ellas
rodó. En ese desecho perdimos como tres horas y por eso no anduvimos más que tres
millas, poco más o menos, en todo el día.
En el Mirador pudimos, por última vez, ver los potreros y desmontes del río San Carlos,
desde el río Palmar, hasta el pie de la Vieja.
El domingo 16 de abril, salimos después de la misa, como a las ocho de la
mañana, con dirección al Noreste, como cinco millas y media hasta uno de los afluentes
del río Sabogal, llamado por los huleros el Purgatorio; durante este día uno de los
soldados se enfermó y debido a los cuidados que todos le prodigaron, sanó a los dos
días.
Tuvimos que hacer varios desechos, pasamos por diez o doce quebraditas de las cuales,
una solamente ofreció dificultades serias y hubo que hacer un puente como de cinco
varas, que se hizo en un instante, poniéndose todos a trabajar, aun su Señoría Ilustrísima.
El lunes 17 de abril, salimos después de la misa, como a las siete y media de la
mañana; a las nueve llegamos a un riachuelo al que los huleros han dado el nombre de
“Infiernillo”.
Desde la madrugada estaba lloviendo y como el terreno se había ablandado,
encontramos bastantes dificultades en la bajada y subida de esta quebrada.
Desde las diez en adelante, se aclaró el día; a las once encontramos los primeros
trillos de los indios, probablemente veredas o caminos de caza.
Uno de los jóvenes Pinto tiró un saíno que, acosado por los perros, se lanzó sobre
el camino por donde todos veníamos; pasó por los pies del Ilustrísimo señor Obispo;
recibió varios machetazos de parte de los soldados; a poco rato encontramos un rancho
en donde almorzamos con carne fresca.
A las cuatro de la tarde, llegamos al río Pataste, uno de los afluentes del río Frío,
en donde resolvimos pernoctar, habiendo caminado todo el día, nueve millas y media; el
camino no ofreció serias dificultades, fuera de la quebrada del Infiernillo. Las quebraditas
o yurros que pasamos eran unos ocho o nueve.
El martes 18 de abril, después de la misa, salimos como a las siete de la mañana.
Su Señoría resolvió ir a pie, como lo había hecho el día anterior, tomando un machete y
acompañando a los ocho individuos que se ocupaban de ampliar y rectificar la vereda;
hubo que cortar algunos árboles con el hacha, pero solo en los carrizales encontramos
mayores trabajos; la mayor parte de la vereda estaba casi limpia; caminamos este día
ocho millas y media y llegamos a las cuatro de la tarde al primer platanar de los indios,
sembrado en la propia orilla del río Pataste.
Aquí encontramos los primeros hoyos que los indios acostumbran hacer para cazar los
animales montaraces; algunos estaban abiertos y otros tapados con tal esmero, que uno
de la comitiva hubiera caído en uno de estos hoyos, si otro más avisado no le hubiese
prevenido.
Su Señoría mandó destapar uno de estos hoyos para medirlo: tenía tres y media varas de
hondo; la apertura tenía media vara de diámetro, aumentándose el ancho de arriba para
abajo, hasta tener vara y media de diámetro. Encontramos la mayor parte de estos hoyos
alrededor del árbol llamado “ojoche”, cuya fruta sirve de alimento a muchos animales del
monte. Algunos hoyos los encontramos en medio de los trillos.
Resolvimos dejar todas las bestias, tanto las de carga como las de silla, en este
lugar y continuar al día siguiente el camino a pie. Su Señoría llamó a este lugar “La
Esperanza”. Las bestias encontraron en los gamalotales y platanares, bastante pasto.
El miércoles 19 de abril dispuso su Señoría irse con diez personas adelante con el
fin de buscar los primeros Palenques y mandar en seguida un aviso a los demás para que
lo siguiesen.
Después de dos horas de camino llegamos hasta el punto en donde había llegado la
expedición que había abierto la vereda y pasamos en seguida a la ribera derecha del río
Pataste, que tiene más o menos ocho varas de ancho y vara y media de profundidad,
sirviendo de puente un palo, que pasamos a horcajadas por ser muy delgado;
encontramos tres veredas de indios igualmente traficadas; su Señoría dispuso irse con el
Coronel Quesada y otros de la comitiva más adelante por el camino de la izquierda; a la
media hora de camino, se encontró un pescadero de los indios; volvió su Señoría a topar
a los otros compañeros que habían explorado la vereda de la derecha que, según la
opinión de los indios Tucurriques, era la vereda que debía llevar a los palenques de
habitación.
Después de haberse confortado con un ligero almuerzo de biscocho seco y agua,
todos resolvieron que debía seguirse el camino de la derecha. Su Señoría y otro, tuvieron
el cuidado de señalar el camino adoptado con varios cortes sobre los árboles, teniendo la
desdicha de darse una herida bastante profunda; después de hora y media de camino
encontramos algunos árboles de pejibaye que les indicaron que los ranchos debían estar
muy cerca; al pasar por una quebradita encontraron las huellas de indios que acababan
de pasar y subiendo una pequeña colina desmontada, vieron de muy cerca los primeros
tres grandes palenques. Su Señoría, con el intérprete Guatuso seguía adelante por si
tenía la oportunidad de hablar con los indios, en caso de encontrarlos. Todos observaron
un silencio profundo, y como no se oía ningún ruido en los palenques, juzgamos que la
gente se había retirado; efectivamente, los encontramos sin habitantes; el intérprete
pronto nos explicó la ausencia de los indios, que no era otra cosa que la falta de agua;
habiéndose secado la pequeña quebrada que se encuentra al otro lado de los palenques,
los indios habían ido a establecerse sobre la orilla del río Pataste.
Inmediatamente su Señoría resolvió reunir la gente en estos palenques y envió
dos correos a llamar a los otros; en seguida, todos se pusieron a examinar los utensilios
de los indios. Encontramos redes grandes, canastas llenas de guacales, ollas de una
vara de alto enterradas hasta la mitad; algunas bien tapadas, llenas de chicha de plátano
maduro; otras muchas ollas apenas secas y no quemadas todavía; en cada fogón, palos
para sacar fuego, flechas, arcos, machetes de madera y mil otros utensilios e
instrumentos de los individuos y hamacas bien trabajadas.
El indio Guatuso que nos servía de intérprete se puso al instante a sacar fuego la
modo de los indios, por medios de fricción de un palo con otro. Mientras se preparaba una
taza de café su Señoría rezó el Breviario. Siendo las tres de la tarde, resolvió su Señoría
no perder este día sin hacer otra expedición; se fue con algunas personas siguiendo el
camino por el cual se habían retirado los indios. Un cuarto de hora después llegaron al
Pataste y pasando al otro lado, encontraron inmensos platanares; hasta las cuatro y
media anduvieron en los platanares y entonces tuvieron que retirarse a la casa para llegar
antes de anochecer; llegaron como a las seis de la tarde a los tres palenques grandes y
encontraron a todos reunidos y contentos por haber hallado, después de tantos días de
trabajo, un lugar cómodo para dormir. Todos estaban admirados de la laboriosidad de los
indios, que se nota especialmente en el modo de hacer el techo de los ranchos,
fabricados con hoja de “cola de Gallo”. Los tres palenques tenían una extensión de
veinte varas en cuadro; se contaban como veinte fogones, por lo cual el indio Guatuso y el
hulero deducían que igual número de familias debían vivir en estas casas; están rodeadas
de grandes plantaciones de yuca, plátano, maíz y caña de azúcar.
El jueves veinte de abril, después de haber celebrado la misa, salió su Señoría con
algunas personas para seguir la exploración comenzada el día anterior; después de
media hora de camino, encontraron otros cuatro ranchos sobre la orilla del Pataste y
pasando al otro lado, hallaron platanares inmensos, grandes plantaciones de yuca, caña
de azúcar, cacao y dos ranchos bien formados y grandes como los tres primeros;
siguiendo siempre el camino más traficado, se encontró otro lugar con tres ranchos
igualmente abandonados por falta de agua; como el camino estaba seco, era muy difícil
encontrar las huellas más frescas; pero el hulero que era muy práctico en caminar entre
los indios y encontrar el lugar de sus habitaciones, aseguró que debían estar sobre la
orilla del Pataste y que él percibía el olor de indios que recientemente debían de haber
pasado; y efectivamente, siguiendo el camino en la dirección que él nos indicaba,
encontramos a poco rato, en un platanar recién sembrado, los cabellos que un indio
recién se había cortado. Llegamos otra vez al río Pataste, hallando un puente bastante
traficado; pasamos al otro lado y al poco rato, hallamos el lugar de habitación de los
indios; unos diez ranchos pequeños, hasta treinta fogones, la mayor parte encendidos;
gran acopio de plátanos maduros y verdes y hamacas. Al entrar en los ranchos, huyó el
indio que los demás habían dejado de vigía; le llamamos en su lengua, que se acercara
pero fue imposible; desapareció. Ya eran casi las doce del día y por esto, después de
haber almorzado algo, resolvimos volver al lugar de la anterior dormida, a donde llegamos
como a las cuatro de la tarde; después contamos a los demás compañeros el resultado de
nuestra exploración y se resolvió que algunos días debían irse a dormir al lugar en donde
los indios tenían un campamento de verano, pensando que en la noche volverían de
seguro a este punto con el fin de buscar sus provisiones; los que fueron señalados se
trasladaron al instante al lugar indicado; pero los indios no se atrevieron a llegar.
El viernes veintiuno de abril, resolvimos trasladarnos con toda la gente, al mismo
lugar en donde los indios tenían su campamento de verano, porque el agua que se
encontraba en las cercanías de los tres ranchos era impotable y temíamos por nuestra
salud. Llegamos con toda la gente a las nueve al campamento y resolvimos, en atención
a la facilidad del agua, la abundancia de víveres y lo fresco del lugar, quedarnos en este
punto y hacer desde allí nuestro viaje al territorio de los indios.
Mientras todo se arreglaba buscando cada uno su lugar para la dormida, instalándose lo
mejor que se podía, su Señoría llamó a dos de los indios Tucurriques para hacer una
exploración; eran las diez de la mañana cuando salió, y volvió sin almorzar, muy rendido,
a las siete de la noche; caminó dos horas en dirección al Sudeste hasta encontrar los
pescadores de los indios, en donde vieron unas huellas frescas y también la huella de un
tacón de zapato; siguió las huellas hasta las tres y media de la tarde, internándose en la
montaña que separa el río Pataste del río de La Muerte y como no había comido este día
tuvieron que satisfacer el hambre con palmitos y pacayas que encontraron en el camino, y
la sed con el agua que hallaron en los tubos de la caña hueca que abunda en toda la
montaña; al regreso, como a las cinco y media de la tarde y encontrándose con un
gamalotal grande, oyeron todos los gritos y cantos de los indios que estaban en fiesta,
tocando el tamborillo y bebiendo chicha; otros estaban aporreando el metate a poca
distancia de ellos; el indio que estaba de espía, corrió por el gamalotal y desapareció. Su
Señoría, viéndose solo con los dos tucurriques no juzgó prudente acercarse a los indios,
que tal vez le hubieran recibido mal y determinó tomar el camino del campamento,
adonde llegó ya cerrándose la noche. Comunicó a todos los resultados de su expedición
y enseguida tomaron todos la resolución de enviar a la mañana siguiente, una parte de la
gente al lugar adonde los indios habían celebrado su fiesta y otra parte debía irse
directamente al río de La Muerte.
El sábado, veintidós del mismo mes, su Señoría acompañado del Lic. Fernández,
del Coronel Quesada y otras cuatro personas, se fue al caño de La Muerte; pasaron por
interminables platanares y después de tres horas de camino, llegaron a La Muerte, en
donde en un platanar encontraron el almuerzo de los indios que estaban trabajando en él
y al poco rato vieron dos indios enteramente desnudos, altos y robustos, que cruzaban el
río para tomar la otra ribera y señalaban con la mano el lugar en que nos encontrábamos;
al instante se echaron tres al agua, para encontrarse con los indios, pero fue imposible
alcanzarlos.
Seguimos nuestra marcha y encontramos otro lugar de habitación de verano, gran
número de ranchos, acopio de plátanos verdes y maduros, chicha fresca en abundancia,
veintiún fogones encendidos, guacales llenos de hojas verdes de tabaco cocidas con ají,
al lado de cada hamaca.
Nos quedamos algún tiempo en este lugar y en seguida
seguimos las huellas de los indios; después de una hora de camino, llegamos a una
quebrada profunda en donde las huellas se perdieron en cuatro direcciones y siendo ya
las cinco de la tarde, volvimos al campamento de los indios, donde pernoctamos.
Al acercarnos al campamento, encontramos el espía que los indios habían puesto y que
tomó al instante la montaña, sin hacer caso a los llamamientos repetidos que se le
hicieron, gritándole que éramos hermanos y amigos.
A las diez de la noche oyeron a los indios acercarse, pero no se atrevieron a llegar. Esta
noche la pasaron casi todos sin dormir, por la gran cantidad de zancudos que no les
permitían descansar ni un momento.
Las expediciones de los últimos días nos probaron que nos era imposible acercarnos a los
indios, ni siquiera hablar con uno de ellos, y ya todos se entregaban a una profunda
tristeza por el fracaso de la expedición que tanto sacrificio y gastos había causado.
Nos era imposible comprender el motivo de la constante fuga de los indios, cosa que su
Señoría nunca había encontrado, ni entre los viceítas, ni los chirripoes y resolvimos volver
a San Carlos.
El domingo veintitrés de abril, su Señoría y demás compañeros, muy de mañana
se fueron al primer campamento. En camino encontraron la otra expedición que se había
dirigido al lugar en donde su Señoría el viernes había oído los cantos y la música de los
indios. Éstos habían sido más felices en su expedición, pudiendo tomar dos indios.
Grande era la alegría de todos al ver los primeros Guatusos. Ya había esperanza de
entrar por medio de ellos, en contacto con los demás indios. Uno de los indios es padre
de tres hijos; una partida de huleros le había tomado en la Boca del Pataste, con el fin de
venderle en el Fuerte de San Carlos; pero al oír que el Obispo de Costa Rica estaba
cerca, se lo entregaron voluntariamente. Al otro lo encontró la expedición que su Señoría
había enviado al Palenque en donde los indios habían celebrado su fiesta. Estaba
pescando en el río Pataste y al verle, los nuestros le llamaron y como corrió, todos le
siguieron hasta alcanzarlo. De regreso todos al campamento, su Señoría preguntó a los
indios, por medio del intérprete, si querían acompañarle a su casa y que les regalarían
machetes y hachas y todo lo que desearan; dijeron que bueno, que le acompañarían por
un mes, y con esta condición, tomaron la resolución de guardar los dos indios. Uno de
ellos nos contó los grandes trabajos que pasaban todos por el maltrato de los huleros; que
a él un hulero, le había matado a su padre. Que su padre estaba cortando un árbol de
hule, del platanar que le pertenecía, con el fin de hacer de la corteza, un vestido, cuando
uno de los huleros se acercó secretamente y le partió de un machetazo la cabeza; que
todos se veían obligados a huir al monte, al acercarse los huleros, dejando su casa y sus
provisiones y viviendo de raíces, de palmitos y pacayas; que los huleros les habían
robado muchísimos niños, que además, muchos niños habían muerto en la montaña,
huyendo de los huleros, y que algunos habían sido devorados por los tigres; otros habían
muerto mordidos por culebras; que además muchos hombres y mujeres ya grandes
habían muerto a consecuencia de las enfermedades que habían contraído cuando
estaban obligados a vivir en el monte durante los meses de lluvia, sin ranchos y sin
comidas.
NOTA: Este relato está escrito respetando en casi todo, la redacción del original; en el
próximo relataré la captura e internamiento del señor Obispo Thiel y su comitiva, en la
República de Nicaragua.
Honorable Señor Ministro de Cultos
Don Saturnino Lizano
San José, 22 de mayo de 1882
Señor:
El lunes 24 de abril, resolvimos hacer una salida para encontrar los demás indios,
sirviéndonos de guía los dos que habíamos tomado. Se negaron los indios a llevarnos a
sus casas, alegando que sus paisanos los matarían infaliblemente a palos; que nosotros
éramos muchísimos y que al ver sus compatriotas tanta gente, se asustarían; entonces,
para inspirarles confianza, su Señoría se llevó los dos indios, dejando dispuesto que
algunos debían seguirle a corta distancia; apenas habían salido el Obispo con los dos
indios, éstos hicieron una tentativa de huirse; empujaron fuertemente al Obispo, que casi
cayó en tierra; uno de ellos tomó la montaña y al otro lo detuvo su Señoría, quien tuvo
bastante presencia de ánimo en ese momento; al ruido vinieron todos los demás y,
después de un cuarto de hora, tomaron al indio que había huido. Desde entonces tuvimos
más cuidado con los indios, única esperanza que teníamos para obtener un resultado feliz
en nuestra expedición. Los indios nos llevaron todo el día por caminos poco traficados,
evitando siempre aquellos que conducían a los ranchos; nos engañaron completamente, y
a las cinco de la tarde, cuando alguno de los nuestros reconocieron una cruz que su
Señoría había plantado en días anteriores, nos dimos cuenta que estábamos en un lugar
distante tres horas del campamento.
Todos estaban muy irritados contra los indios; nos resolvimos volver al
campamento, caminando durante la noche en la montaña. A una hora del campamento
hicimos algunos tiros que fueron contestados por los que habían quedado en él; a media
hora, oímos el son de la corneta; y así, pasando y cayendo sobre palos, bejucos y raíces,
algunos armados con tizones encendidos, atravesando sobre palos las quebradas y el río
Pataste, hasta que llegamos al rancho, a las ocho y media, rendidos y agotados de la
marcha continua de casi doce horas.
Martes 25 de abril
Los sucesos del día anterior nos habían convencido de que era imposible
servirnos de los indios para reconocer los palenques; y por esto, no habiendo ya más
motivos de demora entre los Guatusos, se resolvió hacer en este día los preparativos para
el regreso, que debía efectuarse el día siguiente. Su Señoría, con algunos otros
individuos quisieron aprovechar este día, para hacer una expedición en la dirección Este;
uno de los huleros se ofreció a acompañarlos y se recorrieron como catorce palenques
grandes. En uno encontramos dos sepulturas. Al llegar al último oímos gritos y voces en
diferentes direcciones; llegados al palenque vimos que los indios habían estado ahí
celebrando su fiesta, y que debían haberse ido rápidamente; resolvimos seguirlos por un
camino en el que encontramos plátanos maduros regados; y al cuarto de hora hallamos a
una partida de huleros cargados de plátanos verdes y maduros que habían tomado del
palenque ahuyentando a sus habitantes; encontramos en este palenque todas las
diferentes armas de los indios, sus plumajes, los remedios que toman, acopio de greda
(tiza) que comen en terrones por falta de sal; sus remedios envueltos en hojas, los
instrumentos para la labor de la tierra, como macanas, machetes de madera para cortar
los plátanos, tabacos secos, los cuales por curiosidad fumamos; algunos machetes de
hierro quebrados, que los indios probablemente habían robado a los huleros, y para que
éstos sirvieran para dos, los habían partido. Es increíble lo que trabajan estos infelices.
Hemos encontrado muchos árboles de vara y media de diámetro que con miles de
machetazos habían derribado; algunas veces, siendo la circunferencia al pie del palo
demasiado grande, construyen andamios de tres o cuatro varas. Los platanares los
trabajaban en común, reuniéndose de cuarenta a cincuenta individuos. Se dividen en dos
partidos, trabajando siempre dos horas, y otras dos descansan alternativamente. Su
comida la hacen los hombres; ésta consiste en plátanos cocidos o asados, yucas y maíz
tostado, carne de monte, y frutas. Sus bebidas son chicha de maíz, de plátano maduro,
de yuca o de pejibaye y la machaca, que toman a cada hora. Las mujeres deben traer
la leña, hacerlas canastas, redes y hamacas; ellas elaboran las ollas; los hombres
duermen en la hamaca; las mujeres en la tierra
Encontramos este día mucha caña de azúcar de cinco varas de alto y
y arbustos de algodón.
Al regreso, llegando al palenque en donde en la mañana habíamos encontrado las
dos sepulturas, mandó su Señoría abrir una de ellas con el fin de conocer cómo entierran
sus muertos. El entierro no tenía mucho tiempo; por esto no era posible examinar la
sepultura del todo.
Siempre vimos que en el fondo del hoyo que cavaban para la
sepultura, ponen palos, en éstos extienden hojas sobre las cuales colocan el cadáver
envuelto en hojas y en mastate; en seguida extienden una cama de palo sobre la que
ponen las hojas y en seguida llenan el hueco de tierra, evitando de este modo que el
cadáver esté en comunicación directa con la tierra y formando una especie de ataúd.
De regreso al campamento encontramos a los que habían quedado, tratando con
los huleros el viaje por el río Frío, por el Fuerte de San Carlos; el señor Licenciado
Fernández y los demás, tenían bastante interés en que su Señoría conociera el lago de
Nicaragua, la orilla del San Juan y San Carlos. Su Señoría al fin consintió en hacer el
viaje por el río Frío, llevado de la esperanza de encontrar algunos indios Guatusos,
robados y vendidos por los huleros.
Vencidas las exigencias exorbitantes que hacían los huleros, convinieron en prestarnos su
bote, obligándonos a devolverle del Fuerte de San Carlos hasta la desembocadura del río
Pataste.
El miércoles 26 de abril nos despedimos mutuamente los once que habíamos de
irnos por el río Frío, y los demás que debían regresar por tierra para aguardarnos, una
parte de ellos, en la aldea de San Carlos.
Su Señoría y sus diez compañeros marchamos a pie hasta la desembocadura del río
Pataste en el río Frío, donde llegamos al medio día. A las dos de la tarde nos
embarcamos en el bote; el indio Tucurrique fue designado piloto y Mercedes y Baltasar
Quesada, tomaron los canaletes; éramos once personas y la carga bastante pesada, de
modo que los bordes del bote quedaron solo dos pulgadas sobre el agua.
No era pequeña empresa navegar por un río enteramente desconocido, sin tener un
piloto, ni marineros acostumbrados, en un bote sobrecargado, el que, al más ligero
movimiento que uno hacía, se llenaba de agua; pero su Señoría, acostumbrado ya a
navegar por los ríos de Talamanca y el río Grande de Térraba, animó a todos, y así,
confiando en Dios, comenzamos nuestra marcha. Los marineros improvisados trabajaron
con fuerza y valor, y rápidamente bajamos el río, y vencidos los primeros malos pasos
que ofrecían algunos palos sobre los cuales había que pasar forzosamente, o por debajo
de ellos, todos nos llenamos de confianza.
A las cinco hicimos alto, habiendo escogido para la dormida un banco de arena; después
los unos se fueron a pescar y los otros a preparar la comida.
Bernardo Augusto
Obispo de San José de Costa Rica
La Gaceta, 7 de julio de 1882
Honorable Señor Ministro de Cultos
Don Saturnino Lizano
Señor:
El jueves veintisiete, salimos a las seis de la mañana, pasando por la boca de varios ríos
a ambos lados, todos afluentes del río Frío, pescando igualmente en el lugar en el que
almorzamos, que fue en la confluencia del río Caño Negro. A las dos de la tarde pasamos
por la boca del río Sabogal, uno de los afluentes principales del río Frío. Dejamos a la
izquierda una laguna llamada Las Playuelas, y a la derecha, otra laguna llamada La
Lagartera; a las cuatro de la tarde llegamos a un punto que llaman Las Lagunas de Los
Chiles, punto distante unas seis millas de la boca del río Frío. Aquí encontramos casas a
uno y otro lado del río y una hacienda, y fuimos bien recibidos por los habitantes de este
lugar.
De aquí resolvimos enviar un aviso en nuestro bote para hacer saber al Comandante de
San Carlos la llegada de su Señoría. Dos mozos de la hacienda se ofrecieron voluntarios
a ir en el bote a San Carlos. Había tantos zancudos que tuvimos que comer caminando y
casi todos nos quedamos sin dormir esa noche.
El viernes veintiocho dijo su Señoría la misa a las cinco de la mañana y a las ocho
nos embarcamos para continuar nuestro viaje. La gente de la hacienda nos prestó un
bote más grande que aquel que habíamos tenido el día anterior, y así estuvimos
contentos, esperando descansar en el Fuerte de San Carlos, de los trabajos de los días
anteriores. A un cuarto de hora de camino encontramos un bote en el cual venía la
señora dueña de la hacienda, con el fin de asistir a la misa del Obispo. Nos comunicó
que en San Carlos todos estaban alborotados por la llegada del Obispo y que el
Comandante había mandado gentes para toparnos; uno de los mozos a quienes
habíamos enviado en la tarde del día anterior nos informó que habían dado de alta a
todos los hombres capaces de llevar las armas; que les habían tomado declaraciones
juradas, sobre todo de lo que habían visto en nuestro bote. Bajamos el río; y cinco
minutos después de haber viajado como tres cuartos de hora, encontramos otro bote en el
cual venían unos hombres
con vestidos militares; se arrimaron a nosotros
inspeccionando todo lo que teníamos; a sus preguntas les explicamos el fin de nuestro
viaje y nos convidaron a continuar con ellos; hicieron como cuatro tiros al aire que
consideramos como signo de alegría, como se acostumbra a la llegada de un Obispo a
un pueblo; a la primera vuelta del río, como cinco minutos después de haber encontrado
el primer bote, hallamos otro bote igualmente con hombres armados, de los cuales uno
llevaba la bandera de Nicaragua y un corneta. Se arrimó este bote igualmente al nuestro
y uno que le llamaban Mayor y que nos fue presentado como segundo Comandante de la
Fortaleza de San Carlos, nos preguntó de nuevo el fin de nuestro viaje y después de
haber satisfecho las preguntas, nos convidó a continuar el viaje; hicimos un pequeño
obsequio a los de ambos botes, como lo permitían las cortas provisiones que teníamos y
todos aceptaron. El corneta tocó la marcha y los soldados gritaron: ¡“Viva el gobierno de
Nicaragua”! En seguida la corneta tocó varias señales militares, de nuevo hicieron tiros al
aire los nicaragüenses y como nosotros pensamos que eran tiros de alegría les
contestamos; a poco rato encontramos un tercer bote igualmente lleno de soldados,
armados de “Chassepot”; ya esto nos parecía algo ridículo y por esto resolvimos dejar a
los señores nicaragüenses tranquilos.
En la punta del tablazo, en donde encontramos el tercer bote, vimos un cuarto bote con
soldados armados, que estaban emboscados en un caño y que, a la llegada de los otros
botes, continuó con ellos; después de tres cuartos de hora, llegamos a un punto llamado
“Coloradito”, que se halla a dos millas de la ribera del lago, y considerando este lugar
como límite entre Costa Rica y Nicaragua, su Señoría dijo que debíamos pedir permiso
para seguir adelante. Aquí había algunos soldados en tierra; los botes nicaragüenses
arrimaron a la orilla y nosotros nos quedamos en medio río, pidiendo el permiso en voz
alta de pasar adelante. Al poco rato nos contestó aquel que se llama Mayor: “pasen
ustedes” y otros gritaban: “pasen”. Entonces su Señoría dio orden de pasar adelante; de
nuevo se unieron todos los botes nicaragüenses y nos dijeron que éramos muchos y para
avanzar más, sería bueno que algunos de nosotros pasaran a los botes de ellos; sin
vacilación, aceptamos esta invitación y cuatro o cinco de los nuestros se embarcaron en
los botes nicaragüenses, en donde viajaban los soldados; entonces vino una lancha y el
Mayor dijo a su Señoría que pasara a esta lancha. Su Señoría le contestó que estaba
bien así, que no le precisaba llegar a San Carlos; repitiendo la gente sus instancias y
diciéndole un Oficial que era necesario pasarse a la lancha, dijo su Señoría: ¡Vaya pues,
démosles gusto! Y con otro compañero se embarcó en la lancha. Al llegar a la boca del
río Frío, los nicaragüenses hicieron como 15 o 20 tiros al aire y después de veinte minutos
llegamos al muelle del Fuerte de San Carlos; en la ribera encontramos mucha gente, el
cura y
Su Señoría dijo al cura: “Hágame el favor de llevarnos a una casa grande en
donde hospedarnos”. Nos llevó a una casa de un señor Manuel Granizo; mandamos a
traer el equipaje a esta casa. Toda la gente se arrimaba a su Señoría, con el fin de
besarle el anillo pastoral. Como su Señoría vio entre la gente a muchos que tenían el tipo
de los indios Guatusos, les dirigió algunas palabras en su lengua, cosa que recibieron con
mucho entusiasmo y al poco rato se vio rodeado de Guatusos, la mayor parte, niños y
niñas de seis a catorce años. Les preguntó que cuántos de ellos había en el Fuerte San
Carlos y le dijeron que como de cincuenta a sesenta; su Señoría preguntó a la dueña de
la casa que estaba sentada a su lado, al cura y a varios caballeros si era cierto que había
tantos indios Guatusos y le contestaron que sí y que talvez había más de setenta en el
Fuerte de San Carlos. Una señora que seguía la conversación dijo: “¡Oh, señor Obispo,
son muchísimos!”
Una pequeña indita, como de cuatro años de edad, no quiso separarse del señor
Obispo. Le refirió su historia: que un día los hombres se habían ido a trabajar a un
platanar, quedando las mujeres y los niños en el palenque, cuando de repente, llegaron
los huleros; que ella no quiso huir con los demás por amor a su hermanito que en ese
entonces tenía apenas como cuatro meses y que así los habían capturado con su
hermanito y la habían vendido en San Carlos. En seguida su Señoría preguntó a varios
indios cómo los habían tomado y todos refirieron la historia de sus sufrimientos. A las
doce y media del día entró en la casa un Oficial con una carta para su Señoría quien dijo
al Oficial que después mandaría la contestación al señor Comandante, continuando
enseguida su conversación con los indios hasta después del almuerzo.
Durante el
mismo, comunicó en francés el contenido de la carta al Licenciado Fernández,
suplicándole la contestara verbalmente al señor Comandante.
Omito transcribirle a U. Sa. Honorable el contenido de la carta pues es la misma
que con el número dos se encuentra inserta en el Diario Oficial de la fecha 20 de abril y
que es probable que U. Sa, ya haya leído.
(Nota: más adelante se publicarán todos estos documentos)
El señor Licenciado Fernández fue a la oficina del Comandante para decirle que le
parecía un acto ilegal llevarnos presos a Granada; refirió al Comandante detalladamente
todas las circunstancias y pormenores de nuestro viaje para convencerlo de que nuestra
expedición era enteramente pacífica y que no podía haber ningún motivo de alarma;
manifestó al Comandante se sirviese mandar registrar nuestro equipaje y que entonces se
convencería más de la verdad de su palabra: encontraría el altar, mitras, los santos Óleos
y demás utensilios eclesiásticos que llevaba su Señoría y que el resto del equipaje, nada
más que las cobijas y útiles necesarios para dormir; un poco de ropa y algunos víveres;
que las tres armas de fuego las llevaban para defenderse en la montaña contra un ataque
de los animales feroces y para cazar. El señor Nemecio Martínez, comerciante de San
Carlos y amigo del Lic. Fernández, les ofreció depositar al instante mil quinientos pesos
como garantía, y se propuso al Comandante que diera a nuestras expensas, una escolta
de soldados hasta la boca del río San Carlos y también esto fue en vano.
Su Señoría Ilustrísima comunicó el contenido de la carta a todos los que
componían la comitiva, quedando todos sorprendidos por una orden dada tan sin razón;
preguntamos a varios vecinos de San Carlos que estaban presentes, qué sospechas
había respecto a nosotros y nos contestaron que desde la noche anterior, el pueblo había
estado muy alarmado, temiéndose un ataque por el lado de Costa Rica; que habían
corrido la voz de que el Obispo que iba no era más que un general disfrazado y el
sacerdote, un capitán; que se había dado de alta a toda la gente capaz de llevar las
armas. No poca risa nos causó esta respuesta, recordando varios episodios muy
conocidos de don Quijote de la Mancha: habíamos encontrado nuevos tipos originales
para otra obra por el estilo de la de don Quijote. Al fin resolvimos que el Licenciado
Fernández fuese otra vez donde el Comandante a ver si de algún modo se podía
enderezar este entuerto; al poco rato volvió con la respuesta de que el señor Comandante
tenía órdenes expresas del señor presidente de la República de Nicaragua, (señor
Joaquín Zavala), según las cuales, debíamos marchar sin dilación para el interior.
Entonces se fue su Señoría con dos personas a la oficina del señor Comandante para
protestar contra las órdenes que habían dado. Señor, le dijo, no he venido para pedir
favores, sino para protestar contra la orden dada, y la tropelía que usted comete contra
ciudadanos de una República vecina, y además contra el Obispo de la Iglesia Católica de
Costa Rica. Usted comete un acto que deshonra a Nicaragua, y tendré cuidado de
ponerlo en conocimiento de todo el mundo civilizado. Usted, señor Comandante, puede
registrar nuestro equipaje para ver si llevamos algo de peligro para la tranquilidad de
Nicaragua; pero no tiene derecho de tomarnos presos y mandarnos al interior de la
República; siento profundamente este acto que tiene mucho de arbitrariedad y raya en
barbarismo; lo siento por las cenizas de uno de mis antecesores: el inolvidable Obispo de
Nicaragua y Costa Rica, don Lorenzo Esteban de Tristán, que hace cien años, saliendo
de este lugar, hizo su expedición en el territorio de los Guatusos, sufriendo mil trabajos de
parte de estos indígenas; y yo, su sucesor, me veo atropellado por aquellos que deberían
seguir sus virtudes. Con que, señor Comandante, adiós. Le dio la mano y salió de la
oficina. El Lic. Fernández se quedó algunos momentos para hacer su protesta por escrito;
pidió papel sellado y le dijeron que no había.
A las cuatro, estando todos reunidos en la casa del señor Granizo, vino el
Contador del vapor para comunicarnos que ya era hora de embarcarse. Su Señoría le
preguntó si tenía orden del Comandante y como no pudo enseñarla, fue despachado; lo
mismo sucedió a otro que vino enseguida, diciéndonos que de parte del Comandante
debíamos embarcarnos. Por último envió al mismo Oficial que había traído la nota,
repitiéndonos terminantemente la orden del Comandante de embarcarnos por bien o por
la fuerza, a bordo del vapor.
Comunicó el Contador a su Señoría que él y su comitiva eran pasajeros de segunda
clase; pero que no obstante, el Capitán del Buque permitiría que ocupáramos la primera
clase.
No hubo más remedio que partir.
A la hora de la comida, convidó a su Señoría y a otros dos amigos, a participar de su
mesa. A las ocho de la noche, llegamos a San Miguelito; vinieron a bordo el cura y varios
de los habitantes del pueblecito para visitar a su Señoría y expresarle sus sentimientos de
compasión reprobando con las palabras más expresivas, lo que había sucedido; dos
comerciantes del mismo lugar, ofrecieron a su Señoría los fondos que pudiese necesitar;
el señor Obispo les dio las gracias por su generosa oferta.
A las diez de la mañana del sábado 29 de abril, llegamos a Granada. Como el
vapor dio la señal de novedad, acudieron al instante muchas personas al muelle.
Inmediatamente circuló la noticia de la llegada del Obispo de Costa Rica y de su
cautiverio en la ciudad de Granada. Su Señoría y sus compañeros permanecieron a
bordo, enviando al Lic. Fernández a la ciudad, en busca de un Cónsul extranjero o de un
Notario Público. Pasados unos veinte minutos vinos el señor cura de Granada y varios
individuos del clero, para ofrecer sus servicios al señor Obispo. El señor cura tomó
mucho empeño en llevar a su Señoría y toda su comitiva, a la casa de uno de sus
parientes. Al poco rato vino el Prefecto de Granada y comunicó a su Señoría que
acababa de recibir una nota del Comandante de San Carlos en la cual se le informaba
sucintamente de lo acaecido. El Prefecto dijo que consideraba la prisión del señor Obispo
y su comitiva, como una deshonra para Nicaragua y añadió que su Señoría y todos los de
su comitiva estaban en completa libertad. El Obispo, riendo, dijo al Prefecto: Señor
Prefecto, esto es muy poco y esto como costarricense, no me contenta. Instó el prefecto
para que su Señoría y sus compañeros desembarcasen y se trasladasen a la ciudad. El
cura añadió también por su parte las instancias anteriores y su Señoría les dijo que
aguardaba al Notario para hacer la protesta por escrito, y hecha esta, desembarcaría. Al
cabo de hora y media llegó el Notario y todos hicieron la protesta, de la que omito poner
copia pues U. Sa. Honorable sabe que se encuentra inserta en el diario oficial con fecha
20 y marcada con el número uno.
Acto continuo desembarcaron; el cura tenía listos dos coches para llevar a su
Señoría y a algunos de su comitiva a la casa que les tenía preparada; fueron muy bien
recibidos por la familia del señor cura, empeñadísima en tratar bien a su Señoría y a los
demás.
Después del almuerzo, vino el Notario a decirnos que el Presidente de Nicaragua,
a quien él había creído deber dirigir nuestra protesta porque en nombre suyo nos tomó
presos el Comandante de San Carlos, no había querido oírla; entonces se trasladó el
señor Obispo con el Lic. Fernández inmediatamente a la casa del señor Presidente, con el
fin de hacer la protesta verbalmente. Fueron recibidos por el Presidente, don Joaquín
Zabala y el doctor Cárdenas, ex Ministro de Estado. El Presidente le dijo que no había
escuchado la protesta, porque uno de los testigos que acompañaban al Notario era un
hombre descalzo, y así no había podido admitirlo en su sala; que su gobierno era
constitucional y por eso nosotros debíamos dirigirnos al Ministro; su Señoría le dijo que el
Comandante de San Carlos, como consta en la nota de éste, nos había tomado presos
por orden del mismo Presidente de la República de Nicaragua y en nombre del Ministro
de la Guerra, del cual, como Comandante, dependía. Enseñaron al señor Presidente la
nota del Comandante, de la cual pidió una copia. Su Señoría refirió sucintamente los
hechos y suplicó por último se diera la orden de devolvernos inmediatamente a San
Carlos. El Presidente contestó que no tenía conocimiento oficial del hecho, y que al día
siguiente nos contestaría; en seguida su Señoría manifestó algunas de las impresiones
que habían causado en su ánimo las tropelías cometidas contra un Obispo católico, cosa
que dio lugar a algunas observaciones poco agradables. Se despidió el señor Obispo
agradeciendo la contestación del Presidente.
Mandamos en la tarde, tres telegramas para Costa Rica, con el fin de avisar a nuestras
familias que estuviesen sin cuidado y que pronto volveríamos (sin hacer mención alguna
de los hechos desagradables que habían ocurrido). Estos telegramas no fueron
despachados, porque la línea estaba interrumpida, según las palabras del telegrafista;
después supimos que otras personas sí habían podido enviar telegramas.
El domingo 30 de abril, dijo su Señoría la misa a las ocho de la mañana en la Iglesia de la
Merced; durante este día vinieron muchos caballeros de Granada con el fin de visitarnos y
expresarnos sus sentimientos de condolencia. En la tarde del domingo, recibió su
Señoría un telegrama y una carta del Ilustrísimo y Reverendísimo señor Obispo de
Nicaragua, en las cuales le anunciaba su llegada a Granada al día siguiente. El tenor de
estos es como sigue. Hay un sello: Telégrafos de Nicaragua. Despacho particular Nº 5.
Vale 75 cts. Depositado en Diriamba a las 2 p.m. del 29 de abril de 1882. Recibido en
Granada a las 3:38 p.m.
Al Ilustrísimo señor Obispo de Costa Rica, don Bernardo Augusto.
Es para mí profundamente sensible lo ocurrido; y retorno con sinceros
reconocimientos su cordial saludo; dígnese ocuparme con entera confianza en todo lo que
se le ocurra, pues si puedo serle útil en algo, esto suavizará la amargura que sufre mi
corazón. Le escribo con expreso, y me daré el placer de pasar a hablar personalmente
con su Señoría Ilustrísima. Francisco, Obispo de Nicaragua. Isidro Murillo Vélez. Hay
dos firmas.
Abril 29 de 1882
Ilustrísimo y Reverendísimo
Señor Doctor don Bernardo Augusto Thiel
Dignísimo Obispo de la Diócesis de Costa Rica
Granada
Muy respetado y distinguido señor mío:
En estos momentos acabo de contestar el telegrama que su Señoría Ilustrísima y
Reverendísima se dignó dirigirme a esta ciudad en esta misma fecha participándome el
desagradable acontecimiento que ha tenido lugar, porque habiendo llegado a la frontera
de Nicaragua de la expedición a los indios Guatusos, el Comandante de San Carlos le
tomó preso en unión de sus diez compañeros y le despachó en el vapor a esa ciudad, en
donde se encuentra actualmente.
Debo manifestar a su Señoría Ilustrísima y Reverendísima que esta ocurrencia
inesperada ha venido a contristar mi corazón y a llenarme de amargura, pues ni aun
remotamente podía pensarse que la vez primera que le tocara llegar a la Diócesis de
Nicaragua, fuera con motivo de un incidente que naturalmente ha debido impresionar a su
Señoría Ilustrísima y Reverendísima con sobrada justicia; y ya que Dios, Nuestro Señor,
ha querido proporcionarle estos días de verdadera pena, siento especial complacencia en
ofrecerle mis servicios sin limitación alguna, pues no debe ocultarse a su Señoría
Ilustrísima y Reverendísima que yo experimentaría indecible regocijo si tuviera la dicha de
serle útil en algo.
Tengo el más vivo deseo de ver a su Señoría Ilustrísima y Reverendísima, y con tal fin
estoy resuelto a suspender la Santa Visita, para darme el gusto de abrazarle cuanto antes
y presentarle personalmente mis respetos y adhesión, y mientras puedo proporcionarme
tan singular placer, no puedo dejar de manifestarle que una vez que se encuentre en esta
Diócesis, es su Señoría Ilustrísima el Prelado de la Iglesia de Nicaragua y puede por lo
mismo dictar todas las providencias que a bien tenga en ejercicio de sus funciones
pastorales.
Deseando que su importante salud no sufra el más ligero quebranto, me cabe la honra de
ofrecer a su Señoría Ilustrísima y Reverendísima, mis sinceras protestas de alto aprecio y
distinguida colaboración, que me es sumamente satisfactorio suscribirme, su muy atento,
seguro servidor y humilde capellán,
Francisco, Obispo de Nicaragua.
El lunes primero de mayo recibió su Señoría una nota del Prefecto de Granada, la
cual contestó al día siguiente. Ambos documentos han sido publicados en el Diario
Oficial, marcados respectivamente con los números 3 y 4.
Su Señoría se fue al encuentro del Señor Obispo. A poca distancia de Granada se
encontraron los dos prelados y cambiaron abrazos: fue grande el sentimiento y dolor del
Prelado nicaragüense al oír la relación y tratamiento que se le había dado a su
cohermano. Ambos prelados entraron en un mismo coche a Granada, acudiendo un
sinnúmero de gente de todas partes.
Su Señoría hizo en la tarde una visita al señor Obispo de Nicaragua, que se había
hospedado en la casa de don Pedro Joaquín Chamorro, ex Presidente de Nicaragua; ahí
les fueron presentados tres indios Guatusos de doce a quince años y su Señoría les
dirigió algunas palabras en su lengua natal; preguntó enseguida cómo se habían
conseguido estos indios y le fue contestado que por un valor de cincuenta pesos cada
uno, habían sido comprados a los huleros; fue grande la impresión que causó esta
respuesta a su Señoría, quien cambió por un instante su semblante. Como uno de los
indios estaba herido, preguntó uno de la comitiva de su Señoría, de qué tenía heridas, y
dijo el indio que los huleros le habían quemado con mechones de hule sus piernas para
evitar que huyera a las montañas. Se informó su Señoría del número de indios que
habían en Granada y le fue dicho que de unos cincuenta a sesenta y que había otros en
Rivas, en San Juan del Norte, en Managua, en León y otras ciudades de la República;
que por todos podía haber de doscientos a doscientos cincuenta, pero que los huleros
habían sacado muchísimos más; que los indios eran tan delicados que más de la mitad
habían muerto; que para conseguir a los indios algunas personas les compraban
directamente a los huleros por cincuenta, sesenta y más pesos; que otras personas daban
una gratificación al hulero en recompensa por su trabajo.
Estas noticias alarmaron no poco a su Señoría y de regreso a su casa de habitación,
comunicó sus impresiones a los compañeros de viaje; estos habían recibido las mismas
noticias en las casas que habían visitado; se supo que hasta Nueva Cork habían llevado
dos indios Guatusos.
Entonces resolvió su Señoría hacer una nueva visita al Presidente de la República
de Nicaragua con el fin de hacerle algunas súplicas para cortar de una vez este infame
comercio de carne humana. A las cinco de la tarde vino el señor Obispo de Nicaragua a
visitar a nuestro Prelado y ambos convinieron en visitar esa misma noche al Presidente de
Nicaragua con el fin de suplicarle borrase para siempre esta mancha que queda sobre
Nicaragua. A las siete de la noche se trasladaron a la casa del Presidente. Nuestro
Prelado habló con fervor de los indios y contra su esclavitud. El Presidente le contestó
que efectivamente existía este tráfico, pero que la ley lo condena en el Artículo primero de
la Constitución de Nicaragua. A esto le replicó el Prelado que nada se hace con leyes
que no se ejecutan y que, según su opinión, debían castigarse con igual rigor, tanto los
que venden o regalan los indios como aquellos que los compran. Suplicó enseguida que
diera orden al Comandante de San Carlos, para que le fueran entregados algunos indios.
El Presidente dijo que con mucho gusto daría órdenes privadas al Comandante de
entregar a su Señoría una docena de indios y de disponer para su rescate hasta de los
fondos públicos. Su Señoría dijo que con cuatro indios tenía suficiente; que su fin era
ponerlos en un colegio y servirse de estos mismos para la catequización de los otros. El
Obispo de Costa Rica comunicó en seguida al Presidente que denunciaría el hecho de la
esclavitud de tantos infelices a todo el mundo civilizado y que estaba dispuesto a dirigir en
persona a su Gobierno, una acusación contra los huleros. El Presidente dijo que en
realidad era lamentable el hecho y que debían tomarse medidas enérgicas para cortar el
mal.
El martes 2 de mayo dijo su Señoría la misa en el Hospital de Granada y
enseguida visitó y consoló a todos los enfermos dedicándoles algunas limosnas. Visitó
igualmente a la esposa del Comandante con el mismo fin de consolarla. En el curso del
día se visitaron de nuevo los dos Prelados y en la tarde acompañó su Señoría al Obispo
nicaragüense hasta cerca de una hora fuera de Granada. Recibimos la contestación del
Prefecto de Granada, la cual se encuentra inserta y marcada con el número 5 en el Diario
Oficial del 20 del que corre. El Presidente había ofrecido visitar a nuestro Prelado a las
seis de la tarde, pero se mandó excusar diciendo que desde la entrevista de la noche
anterior había estado con calentura. Su Señoría confirmó en estos días dos veces en la
casa de su habitación y dos veces dirigió la palabra al pueblo reunido. El deseo del
pueblo de ver a su Señoría era muy grande y cada noche no se retiraban las personas
sino hasta las diez de la noche. Todos, hombres calzados y descalzos, pero
especialmente las mujeres, lo mismo que las señoras de rango, manifestaban repetidas
veces la indignación que sentían por los sucesos que nos habían ocurrido. Su Señoría y
todos nosotros procurábamos excusar del mejor modo posible la conducta del Gobierno,
atribuyendo todo a un celo exagerado de un empleado del Gobierno. Sobre todo merece
alabanza el buen trato que nos dio el respetable cura de Granada, don José Antonio
Castillo y su honorable familia. Este digno sacerdote estuvo incansable, en busca sin
cesar cómo aliviar nuestra situación y prodigarnos todas las atenciones posibles; se
mostró como un verdadero sacerdote católico y digno discípulo de Jesucristo; igualmente
quedamos obligados a don Francisco Bárcenas y su familia; este señor no se separó de
nuestro lado desde nuestra llegada a Granada hasta el momento de la despedida,
procurándonos todo lo que pudiésemos necesitar. A las nueve de la noche de ese día
llegué de Managua, adonde me había dirigido con el fin de autenticar en los diferentes
Ministerios las firmas del Comandante de San Carlos y del Notario Público de Granada.
Esta tarde publicamos la siguiente despedida inserta en el periódico “El Centro
Americano”:
Los infrascritos cumplimos gustosos con el deber de manifestar públicamente nuestro
sincero agradecimiento hacía los señores Ilustrísimo Obispo de León, Cura y Clero de
Granada, hacía varias personas por las atenciones de que hemos sido objeto durante
nuestra corta residencia en esta ciudad. La generosa hospitalidad y consideraciones que
hemos recibido, han servido para borrar, en parte, la desagradable impresión que nos
hizo la conducta violenta e injustificable del Comandante de San Carlos, y para disminuir
un tanto nuestra extrañeza por el silencio que han guardado las autoridades superiores de
esta República a nuestras justas protestas y reclamaciones.
La falta de tiempo nos impide pasar personalmente a despedirnos de las muchas
personas que nos han honrado con sus visitas; pero lo hacemos por medio de la
presente, llevando el más grato recuerdo del carácter hospitalario y de las maneras finas y
obsequiosas de los vecinos de esta ciudad, muy particularmente del señor Cura don José
Antonio Castillo y de su apreciable familia.
Granada, mayo 2 de 1882. Bernardo Augusto, Obispo de San José de Costa Rica. León
Fernández. Francisco Pereira. Concepción Quesada. José María Figueroa. Ramón
Quesada. Mercedes Quesada. Baltasar Quesada.
Joaquín Páez. Jesús Páez.
Raimundo Hernández.
El miércoles 3 de mayo nos embarcamos a las siete de la mañana; nos
acompañaron a bordo el señor cura y otros caballeros principales de Granada, entre ellos
los señores don Pedro Joaquín y don Dionisio Chamorro, quienes durante nuestra
permanencia en Granada, nos habían prodigado igualmente toda clase de atenciones. El
señor Coronel don Miguel Vigil nos acompañó en nombre del Prefecto de Granada,
presentándonos a bordo al nuevo Comandante de San Carlos y al señor Lic. Rocha,
comisionado del Gobierno para seguir una investigación contra el anterior Comandante.
El muelle estaba lleno de gente de todas las clases de la sociedad. Se notaba que todo el
mundo estaba empeñado en borrar la mala impresión que nos había causado el
recibimiento que nos hicieron en San Carlos. Este día anduvimos poco en el vapor pues
tuvo que tomar leña; el tiempo era malo y por eso todos sufrimos algo en la navegación.
Esta vez nos llevaron en primera clase.
El jueves 4 de mayo llegamos como a las ocho de la noche a San Miguelito. Su
Señoría encargó a los que iban a tierra, comunicar al señor Cura y habitantes de San
Miguelito, que tenía facultades para confirmar; esta noticia fue rápida de casa en casa y
en un cuarto de hora, el vapor estaba lleno de gente; mientras se hacían los preparativos
para la confirmación, los sacerdotes confesaban a los niños de mayor edad. A las nueve
se administró a bordo del “Coburgo”, la confirmación a unas cincuenta personas,
predicando al pueblo reunido. Era un hermoso espectáculo... ¡tal vez único en la historia
eclesiástica!
A las dos de la tarde llegamos a San Carlos. Su Señoría se fue con su comitiva de nuevo
a la casa del señor Granizo. Los sancarleños nos recibieron en esta ocasión con más
entusiasmo que pocos días antes. Este entusiasmo llego al máximo cuando su Señoría
les dijo que esa misma tarde confirmaría a todas las personas que aún no hubiesen
recibido el Sacramento de la Confirmación. Administró este Sacramento a las cinco de la
tarde, como a 170 personas, entre ellas, a muchos de nuestros paisanos Guatusos. En la
noche celebró el Ilustrísimo señor Obispo el matrimonio del dueño de la casa en que
vivíamos, procurando, en uso de las omnímodas facultades que le había dado el señor
Obispo de Nicaragua, hacer sin cesar todo el bien posible y dejar los mejores recuerdos
en el puerto de San Carlos. El ex Comandante de San Carlos nos hizo una visita para
dar las gracias a su Señoría por la visita que le había hecho a su señora en Granada. No
era sensible tocar la cuestión pasada, pero él la tocó, asegurando siempre que en todo
momento había procedido según órdenes superiores; que la cuerda debía reventarse por
el lado más delgado. El señor Rocha tomó en la misma noche las declaraciones del Lic.
Fernández y de nuestro Prelado, que se esmeró en excusar la conducta del Comandante
anterior; en seguida su Señoría se ocupó de la cuestión de los indios Guatusos. Con este
fin, hizo una visita al nuevo Comandante, hablándole de la entrevista que había tenido con
el Presidente de Nicaragua y de las instrucciones que este había prometido dar al
Comandante sobre los indios que debían entregársele a su Señoría, aún con fondos del
Gobierno. El Comandante contestó que no había recibido tales instrucciones del
Presidente y que además, estos indios eran propiedad de las personas que una vez los
habían comprado; semejante respuesta consternó del todo al Obispo, dejándole
profundamente herido en su corazón.
Una india de dieciocho años, vino a contarnos todos los sufrimientos que su gente
soportaba en Nicaragua; que muchas personas los maltrataban; que los trataban de
monos, de animales montaraces; que más de la mitad habían muerto a consecuencia de
esos maltratos. Su Señoría le pidió que se viniese con nosotros para Costa Rica, pero
como su estado de salud no permitía esto, el señor Obispo le entregó una cantidad de
dinero para que pudiese efectuar después su viaje. El señor Obispo le preguntó por una
india mayor de edad que había visto en la Confirmación y le dijo que ella deseaba mucho
venir a Costa Rica; y entonces, al instante, la mandó llamar el Obispo. Vino la india
llorando con un chiquito; se informó pronto el Obispo del modo cómo habían vendido a
esta mujer, por cuarenta pesos. La india nos mostró las señales de los maltratamientos
que había recibido de su patrona. Esto basto para llenarnos de compasión y resolvimos
llevarla con nosotros a todo trance, aún contra la voluntad de la mujer que la había
comprado. Desde entonces la custodiamos. Vino la mujer que se decía dueña de la
india, reclamando doscientos pesos por ella, cuarenta de la compra y ciento sesenta por
la manutención en los cuatro meses, desde diciembre. Su Señoría le dijo que todo ese
dinero le sería restituido y que lo pagaría el Gobierno de Nicaragua.
A las once de la noche nos embarcamos para pasar a bordo del vapor que nos
debía conducir al Castillo, llevándonos la india con el fin de devolverla a su pueblo natal y
a su familia, de la cual con crueldad había sido separada.
El viernes cinco de mayo dijo su Señoría la Santa Misa en la Iglesia Parroquial de
San Carlos; después de la misa predicó al pueblo reunido para conmoverle a compasión
hacía los pobres indios Guatusos. Les habló del trabajo que había sufrido en la montaña,
adonde se había ido, como pastor, en busca de la oveja descarriada; que todos sus
esfuerzos habían sido infructuosos por el miedo que tenían los indios de acercarse a él y
a sus compañeros; que la causa de este miedo no podían ser otras que las vejaciones
inhumanas a que los indios se veían expuestos por parte de los huleros; que deseaba
llevar siquiera unos dos o tres indios desde San Carlos, para educarlos bien en un colegio
y servirse después de ellos en la catequización de los demás; que como tenían más de
sesenta indios en su poder, dos o tres que entregaran a su Señoría no podría hacerles
falta. Todos se conmovieron con las palabras del señor Obispo. Pero nada se obtuvo.
Así pues, nos despedimos tristes, por no haber podido hacer nada a favor de los indios
Guatusos.
A las nueve salió el vapor y a la una llegamos al Castillo. Su Señoría confirmó a
bordo del vapor a unas sesenta o setenta personas; entre ellas había varios indios
Guatusos. También allí fueron vanas sus súplicas de entregarle algunos indios. A las
cuatro salimos en dos botes del Castillo. A las ocho de la noche llegamos a un punto
llamado “Patricio”, donde pernoctamos.
El domingo siete de mayo pasamos la boca del “Tres Amigos”, como a las dos
la tarde y como a las cinco de la tarde nos quedamos a pasar la noche en un banco
arena. El lunes ocho de mayo encontramos el bote del Comandante de San Carlos
Costa Rica, don Juan Bart, con varios vecinos de la aldea de San Carlos, que venía
de
de
de
en
nuestra búsqueda. Nada se había sabido de nuestra demora. Nos contaron el sinnúmero
de historias que habían corrido por el país respecto a nosotros; cómo los unos habían
sido muertos, los otros presos, los otros heridos; todo esto nos causó gran alegría, y
grande fue la consternación de todos al saber que no los Guatusos, sino los
nicaragüenses, nos habían molestado. Esa noche no nos dejó dormir la lluvia, pero el sol
del día siguiente pronto nos tocó.
El martes nueve pasamos por la boca del Arenal y Peñas Blancas, y llegamos a
las seis de la tarde al muelle de San Rafael. Subimos así el río en tres horas. No hay
duda que el río San Carlos es transitable aun por vapores y destinado así por la
Providencia, a ser uno de los caminos comerciales más importantes de Costa Rica. Pero
el río que más se presta a la navegación es, sin duda, el río Frío; él carece enteramente
de correntadas y tiene en todas partes suficiente profundidad. Se puede decir que es un
ferrocarril hecho por la naturaleza. Una cuadrilla de diez hombres podría mantener el río
limpio de los palos. El territorio por el cual pasa el río Frío es tal vez el más fértil de toda
Costa Rica. En las bajuras podrían formarse grandes haciendas de ganado como las
tiene Nicaragua en las vecinas costas de Chontales. A tres días de su boca, en la
confluencia con el Pataste y La Muerte, hay un clima igual al de Alajuela; terrenos
enteramente planos, cruzados en todas direcciones por un sinnúmero de riachuelos. Los
grandes platanares que tienen los indios en estos lugares, el algodón, la caña de azúcar,
la yuca, y el cacao que tienen sembrados, prueban la fertilidad de estos terrenos.
De aquí sube el terreno paulatinamente hasta el cerro Pelado, Miravalles y Tenorio: en las
alturas de estos cerros se darán sin duda alguna, todos los productos de clima frío. De
este modo aquella inmensa comarca con un ferrocarril natural que es el río Frío, y sus
afluentes cono el Sabogal, el Pataste, la Muerte y el Venado, está llamada a desempeñar
un día un gran papel en nuestro país.
Continuando la vereda que se mandó ampliar desde San Carlos, está uno en día y medio
en el Departamento de Liberia.
Fuimos bien recibidos en el muelle de San Rafael por el señor Comandante y pasamos
ahí la noche. El miércoles diez de mayo nos fuimos a la hacienda de don Ramón
Quesada que dista dos horas del muelle.
El jueves once salimos de San Carlos y el trece del mismo mes llegó el Ilustrísimo señor
Obispo con sus indios Guatusos a San José, como a las siete y media de la noche.
Firmado: El Secretario de la Visita “Presbítero don Francisco Pereira”
“La Gaceta”, San José, 29 de junio de 1882
Nota:
En este relato se encontrará, con mayor o menor frecuencia, una línea continua.
El párrafo comprendido entre una y otra línea es el correspondiente a las entregas que
sobre este relato iba haciendo el Presbítero don Francisco Pereira, Secretario encargado
en esta gira de relatar todas las incidencias del viaje.
En cada entrega se lee al principio:
Honorable señor Ministro de Cultos
Don Saturnino Lizano
San José
Al final se lee:
Bernardo Augusto, Obispo de San José de Costa Rica.
SEGUNDO VIAJE DEL SEÑOR OBISPO A GUATUSO
Al Honorable Señor Ministro de Cultos
Palacio Episcopal, San José, junio 26 de 1882
Honorable Señor:
Me hago el honor de poner en conocimiento de U. Sa Honorable la relación de mi
segunda entrada en el territorio de los Guatusos, que es como sigue:
El viernes 9 de junio me fui a la aldea de San Carlos para emprender una nueva entrada
en el territorio de los Guatusos. Llegué el sábado a las diez de la mañana al río Peje, en
donde encontré a mis indios Guatusos, a quienes había despachado unos ocho días
antes. Muy contentos quedaron los indios al verme, porque ya debía ser el regreso a
upala (casa). El domingo salí del Peje con ocho compañeros, dos indios Guatusos,
(Rafael Tazquero y Sotero) y la india del fuerte San Carlos; en tres días, el martes trece
de junio llegué a la Esperanza, a la orilla del Pataste. El camino ofreció algunas
dificultades, que se vencieron rápidamente gracias a la energía y el valor de los que me
acompañaron.
Los indios se pusieron cada día más contentos, viendo que era verdad lo que les había
ofrecido. El miércoles 14 de junio me fui con dos compañeros, la india con su hijito y el
intérprete, a los caseríos de los indios. Dejé a los demás compañeros en la Esperanza y
también al indio Rafael que se halló algo enfermo de camino. Llegamos al árbol de la
cruz, mencionado en la relación de mi primera entrada. Allí se vistió la india Concepción
con su traje Nacional, lo mismo que el indio intérprete. Llegué con mis compañeros, la
india por guía, por unos breñales y malezas impenetrables, al río Pataste. Este río estaba
muy crecido; los compañeros querían pasarme, pero no obstante me caí al agua, mojando
toda mi ropa. Al otro lado del río encontramos más cerrado el camino; con mil trabajos
llegué, después de una marcha de dos horas, a cuatro palenques regulares,
abandonados. Eran la habitación de nuestra india. “Upala” dijo la pobre llena de alegría,
pero “gente fue”. Después de un corto examen del suelo y de los árboles, encontró la
india las huellas por donde se habían ido caminando sus paisanos. Otra vez hubo que
internarse entre los bejucales y espinas, andando a pies y manos hasta que la india
encontró el escondite de los suyos. El camino no careció de peligros; hoyos muy
profundos y rapados se encontraron. Uno tuvo la desgracia de caer en un hoyo profundo,
pero gracias al rifle que llevaba, pudo sostenerse sobre el borde y evitar tal vez la muerte.
Llegados a los ranchos escondidos, dije a la india y al intérprete, que se fueran adelante
para avisar a la gente. Los indios de los ranchos huyeron al ver a sus paisanos, pero a
los gritos y explicaciones de la india, se paró un indio viejo; la india le comunicó en un
instante de qué se trataba y quiénes éramos. Los compañeros se quedaron atrás y fui
solo a saludar al indio llamándolo “tzaca” (hermano) y abrazándolo. “Tzaca”, contestó el
indio temblándole todo el cuerpo y cogiéndome la mano en la que llevaba el machete para
cortar los bejucos del camino; le di el machete. La alegría del indio era muy grande; al
llegar los otros, había perdido el miedo; nos dio plátanos, bebida de cacao y enseguida se
fue a llamar a los demás y al marido de la india. Ésta no pudo contener el llanto por la
alegría de haber podido introducirnos entre los indios.
Nos instalamos del mejor modo que se podía en un ranchito provisional, tomando un poco
de alimento; al rato comenzaron a llegar los indios, muchos temblando, otros con la flecha
puesta sobre el arco. Pero la palabra “Tzaca” les inspiró confianza a todos. Hasta la
noche se reunieron como quince indios, casi todos jóvenes, de veinte a veintiocho años.
Entregué al marido de la india a su esposa e hijo; el pobre quedó suspenso y muy
impresionado; no podía creer que fuera posible que unos hombres pudiesen devolver a su
esposa; tomó en sus brazos al chiquito, lo miró, lo acarició, quedándose mudo. La india
les contó del modo como la había rescatado de los huleros y llevado otra vez a su país.
La alegría de los indios creció por momentos: palmotearon, gritaron y bailaron. Lo que
más les alegró fue saber que nosotros éramos hermanos y paisanos de ellos, que
habíamos venido llevándoles machetes, hachas y además instrumentos de agricultura.
El martes 13 de junio nos acompañaron catorce indios a la Esperanza, con el fin de recibir
sus machetes.
Les manifesté el gran deseo que tenía de ver a un anciano de barbas blancas, que según
los informes que la india me había dado, vivía entre ellos; ofrecieron llevarme al palenque
de él; antes de irnos les enseñamos los caballos y las mulas, cosa para ellos de
grandísima novedad; cuando vieron que los compañeros los trataban y se montaban, si
no hubiese sido por las explicaciones del intérprete, todos los indios hubieran tomado la
fuga; pero siempre quedaron profundamente asustados. Cuando los indios recobraron su
ánimo, en compañía de ellos me fui al palenque del anciano y llegado nuevamente al
árbol de la cruz, de allí tomamos el camino que llevaba a los ranchitos quemados; y
después de haber caminado una hora, se fueron los guías por la derecha, y otra vez hubo
que pasar entre charcos, breñas, bejucales espesos e interminables. Pasé dos, lo más y
entonces el guía me hizo señal para que me detuviera porque él quería hablar con la
gente. Después de un cuarto de hora, nos gritaron para que nos acercáramos. El dueño
del palenque mandó dos de los suyos para recibirnos y llevarnos el equipaje, y él nos
recibió a la entrada del palenque, ofreciéndonos a cada uno un plátano maduro.
Los indios del palenque eran como catorce y se mostraron menos tímidos que los
primeros, pero siempre don reserva. A los informes de sus paisanos y viendo el cordial
trato que les dimos, perdieron poco a poco el temor, que cambió en una estrepitosa
alegría, como anoche. Hubo que tener ese día mucha paciencia, porque después de cada
canción o baile, nos ofrecían chicha dulce. En la noche se retiró una parte de la gente
que en el día anterior habíamos encontrado.
Encontramos en el rancho una casita hecha de mastate y adentro una cama y un
fogoncito, me dijo el dueño del palenque que era la casa de su mujer, que allí mismo
había dado a luz y que a la llegada de nosotros se había retirado al monte. Le dije al indio
que la llamara sin miedo; vino la india y lo primero que pidió fue un hacha y un machete
para cortar leña, porque entre ellos, este es oficio de la mujer. Le di algunas gargantillas y
cintas con lo que, contenta se retiró para su casita de mastate. Pasamos esta noche
algunos trabajos, por la demasiada alegría de los indios.
A la mañana siguiente, sacó otro indio a su mujer del monte, en donde había pasado la
noche y también a ella le regalé cintas y gargantillas, pero ella prefirió machetes y hachas,
que no pude ofrecerle, porque los que quedaban los había destinado para los indios.
A las ocho de la mañana me fui para el palenque del anciano. Llegué como a las once,
pasando mil trabajos, por caminos casi intransitables, a tres grandes palenques
abandonados que están muy cerca del palenque que ocupamos en el primer viaje; ya no
pude andar más y por eso decidí quedarme en estos palenques con mis compañeros;
despaché correos a los indios vecinos para que me vinieran a visitar a este lugar; como a
las dos horas, se habían reunido más de cincuenta indios, y en la mañana siguiente, vino
también el anciano de barbas blancas; el contento de los indios y su alegría eran
indescriptibles.
Los compañeros míos se ocuparon en enseñar a los indios a limpiar bien sus plátanos y
todo lo notaban los indios con mucha curiosidad, como también hicieron gran aprecio de
todos los granos que les regalé.
Al anciano le regalé un hacha que llevaba y a los otros les obsequié algunos de los
machetes que aún quedaban.
Gran novedad les causó el paraguas, la brújula, el reloj y antes que todo, las armas de
fuego.
El indio intérprete hizo un tiro a un árbol, pasando al otro lado la bala; al disparo se
asustaron un tanto y quisieron huir; yo les dije que eran “curijuris” (mujeres), parándose
entonces; fueron a ver el hueco que la bala había hecho, siéndoles incomprensible cómo
había pasado ésta a través del palo.
Ya todos pidieron, hasta el anciano, fusiles, para tirar los “chiutis” (huleros); les dije que
primero tenían que aprender el manejo de las armas y que entonces les daría unas;
después me pidieron les dejara unos tres maestros, para defenderse de los huleros y les
prometí que pronto el Supremo Gobierno les mandaría algunos hombres para
defenderlos; que fuesen a conocer el camino de nuestras casas para avisarnos cada vez
que los huleros estuvieran entre ellos. Esta noticia les arrancó desmedidos gritos de
alegría y aplausos que no querían terminar.
El sábado 17 me fui con algunos indios a la “Esperanza”, con el fin de aguardar allí
a los demás indios. Estuve todo el domingo recibiendo a los indios que por grupos venían
a visitarme. Empleé este día en informarme de las costumbres y creencias de los
Guatusos y para darles algunas ideas de nuestra Santa Religión. El intérprete, habiendo
sido robado a los nueve años, no pudo explicar bien todo a los paisanos suyos por lo que
pude obtener pocas noticias.
Después de haberles explicado la creación del mundo, les pregunté cómo lo entendían
ellos; uno de los indios ancianos mi dijo que según sus tradiciones, Tocú, (Dios), que
gobierna el Toji (sol), había sacado la tierra de un gran hoyo y enseguida sembrado los
árboles, criado los animales y hombres; que en caso de necesidad, cada uno de ellos
hablaba con el Tocú, mirando al Oriente. Efectivamente, tuve la ocasión de ver un día a
un indio rezar al Tocú: era una mañana, ya a la salida para San Carlos. Todo el día
anterior había llovido a cántaros; entonces el indio antes de emprender su marcha, se
puso de pié mirando al Oriente y con los brazos primero cruzados y luego extendidos,
hizo su oración: “Tocú, gran Tocú, hoy tengo que hacer un gran viaje. ¡Oh Tocú, gran
Tocú, todo el día tengo que caminar! Por esto, que no llueva hoy; de otro modo me mojo,
y los plátanos y la ropa que me ha regalado el tzaca (hermano). Que los ríos sean
transitables y todo el camino bueno. Tocú, gran Tocú, eso te pido. Con gran seriedad
oró el indio; los otros siguieron asando los plátanos; les dije que les enseñaría a rezar
bien al Tocú, que les mandaría una persona que les enseñara. Ya querían irse conmigo a
llevarse estos hombres.
El matrimonio se realiza entre ellos de la manera más sencilla: el indio que pretende a una
india, se provee de una carga de cacao y va con ella a la casa del padre de la pretendida;
si el padre acepta el cacao, queda obligado a mandar al día siguiente a su hija y si ella no
quiere, la obliga por castigo.
Los indios pelean mucho entre sí mismos, casi todos tienen heridas en la cabeza; algunos
indios tenían heridas muy frescas, de tres a cuatro días. Parece que herir al otro en la
cabeza con la macana o con el machete de palo, no es castigado y sí herir a uno en el
cuerpo.
El tipo del indio no es desagradable; algunos se pueden llamar hermosos, a las mujeres
que vi no puede negárseles cierta hermosura. La mayor parte de los que vimos tienen
cinco pies cuatro pulgadas de altura; algunos eran muy altos, talvez hasta cinco pies diez
pulgadas y más. Preguntándoles de dónde habían venido, me decían que Tocú los había
colocado a orillas del río Frío (no sabían más), que sus padres les habían enseñado no
montear muy lejos para no encontrar los hombres de barba que matarían a muchos y que
no sabían hasta entonces que de nuestro lado había tzacas que los defenderían contra
los huleros, por lo que ahora tendrían cuidado de comunicarse con nosotros en caso
necesario.
Procurando enseguida enseñarles a tratar con nosotros les dije que yendo ellos con
cacao, algodón, tabaco, hamacas y otras cosas a nuestro país, podrían obtener en
cambio, machetes hachas, eslabones, espejos, cintas, gargantillas, peines y algunos otros
objetos; esto les gustó mucho y uno decía que en la mañana siguiente emprendería
trabajos con el machete que les habíamos regalado, que desmontarían terreno para
sembrar cacao, tabaco y algodón. Me preguntaron qué como hacíamos para hilar el
algodón; que ellos habían ensayado de mil maneras, pero que siempre el hilo se les
rompía; y entonces les dije que en nuestro país había personas que los podrían enseñar,
quedando de venir con nosotros para aprender.
La vida diaria del indio es sumamente sencilla; a las tres o cuatro de la mañana,
encienden los fogones para asar sus plátanos; apenas amanece se van al agua para
bañarse; enseguida toman sus plátanos y se van al trabajo llevando la comida necesaria
para el día. Algunos se van a cazar, otros a pescar, y otros a trabajar en los platanares;
otros se quedan haciendo hamacas, flechas, machetes y macanas de madera. Entre las
cinco y seis de la tarde, se reúnen de nuevo todos en el palenque; toman plátanos otra
vez y la carne que en el día han podido conseguir.
Todos los días para ellos son iguales y solo cuando uno muere, tienen grandes fiestas en
la que la que beben chicha en demasía.
Éstas son las únicas noticias que he podido sacar de los indios Guatusos; muchos
querían acompañarme al interior para proveerse de ropa, machetes y hachas, además
para conocer el camino de nuestro país.
El lunes me despedí de los indios, de los cuales siete me acompañaron. En dos días
llegué a San Carlos; di a los indios hachas, machetes, ropa y los despaché a sus
palenques; dos no querían volverse sin haber conocido San José. No dudo que en poco
tiempo vendrán muchos indios Guatusos a San Carlos para llevar instrumentos de
agricultura. Así termino esta segunda expedición con un éxito casi completo.
Los
Guatusos que por tanto tiempo han sido un mito para muchos, ya han comenzado a entrar
en relaciones con nosotros, y es posible que dentro de poco tiempo, haya un pueblo de
bastante consideración. 
Al poner esta relación en manos de usted Honorable, me permito reiterar mis súplicas que
hice anteriormente que, si el Supremo Gobierno toma algún interés en la civilización de
estos infelices indios, pronto se obtendrá un feliz resultado. Me parece que sería
conveniente encargar a una persona de confianza, que forme en los ricos terrenos
contiguos a las plantaciones de los indios, una hacienda con todos los animales
domésticos que tenemos. Los indios aprenderían muy pronto nuestro modo de agricultura
y el valor de nuestros animales domésticos, de los cuales carecen completamente;
además habría un lugar de donde los misioneros podrían emprender la catequización de
los indios.
Muy importante sería también abrir un camino amplio de San Carlos al Departamento de
Liberia, camino que prestaría una gran utilidad a la conducción de ganado al interior, ya
del Departamento de Chontales por el río Frío y la civilización de los indios progresaría
con más rapidez.
Soy de usted Honorable, con sentimientos de alto aprecio y consideración,
Atto. y S.S. y Capellán
Bernardo Augusto
Obispo de San José de Costa Rica
Nota del Autor
Por desgracia no fue como pensó nuestro Prelado, pues en lugar de aumentar en
número y de mejorar sus condiciones de vida, el descubrimiento de estos indios
constituyó para ellos una verdadera ruina, pues fueron motivo de explotación por el
blanco, y aún ahora, a mitad del siglo veinte, siguen muriendo abandonados, en un
mundo completamente ajeno, estos desheredados de la vida.
San José, junio 26 de 1882
Ilmo. y Revmo. Sr. Obispo, Doctor don Bernardo Augusto Thiel.
Ilmo. y Revmo. señor:
Tengo el honor de comunicar a U. Sa. Ilma. y Revma. El acuerdo dictado en esta
fecha: Habiéndose obtenido importantes resultados de las expediciones verificadas a los
palenques de los indios Guatusos por el Ilmo. y Revmo. Señor Obispo de esta Diócesis,
debiéndose al talento y carácter caritativo de dicho Prelado la conquista de aquellos
indígenas, S. E., el señor Designado en ejercicio del Poder Ejecutivo, ha tenido a bien
acordar:
Páguese del Tesoro Nacional la suma de mil veintinueve pesos, cuarenta centavos a que
ascienden los gastos ocurridos en tan elevada misión. Es mi deber manifestar a U. Sa.
Ilma. y Revma., ¿? atrayendo a aquellos indígenas a la civilización; bajo tal impresión, S.
E. el Señor Designado en Ejercicio de la Presidencia de la República, ha dictado con la
mayor satisfacción el preinserto acuerdo, en cuya virtud se ha librado hoy contra el Tesoro
Nacional, y a favor de su U. Sa Ilma. y Revma., el giro correspondiente, que será
entregado tan luego como se presente a esta Secretaría, la persona recomendada al
efecto.
Con el debido respeto y la consideración más distinguida, me suscribo de U. Sa. Ilma. y
Revma., atento servidor.
El Subsecretario de Culto y Beneficencia encargado del Despacho,
Francisco Chaves Castro
LA GACETA, 1º DE JUNIO DE 1882
EDITORIAL
TRIUNFO BIENHECHOR
En esta eterna lucha de la humanidad, ya individual, ya colectivamente, ora teniendo por
teatro el planeta todo, ora verificándose nada más que en una parte de él, por ascender a
las regiones superiores de la luz y del bien, de la ciencia, del arte, y de la paternidad de
los hombres y los pueblos, no son por cierto, como algunos creen, los triunfos más
espléndidos, más trascendentales y benéficos, aquellos que dan por resultado la altísima
elevación moral o intelectual de algunas personalidades que brillan solas, únicas, en el
siglo en que viven; son sí aquellos que, obrando de un modo más general uniforme sobre
las masas, levantan el nivel moral racional de éstas, sin que como los primeros, las
constituyan en pedestal inerte, estáticas, colosales y grandiosas.
Confucio, Zoroastro, Sócrates, El Dante, Bossuet, ejemplos son de los primeros; el
pueblo de Atenas, el de Suiza, y el de los Estados Unidos del Norte, símbolo son de lo
segundo. Íntimamente convencidos de la exactitud de la anterior reflexión, como que ella
tiene por base el principio irrefutable de común y solidario destino de la especie humana,
y por otra parte, el natural entusiasmo que sentimos por todo aquello que de algún modo
tiende al progreso de nuestra Patria, no podemos pasar por alto, sin faltar a nuestra
conciencia y a nuestro deber de periodistas, un hecho que, si bien en las apariencias es
muy significativo en si mismo, por ser de alta, caritativa y civilizadora trascendencia para
millares de infelices que, viviendo en el mismo seno de la Patria, casi en nuestro mismo
hogar, no solo no han tenido ni patria ni hogar, sino que,, víctimas de su estado salvaje e
indefenso, han sido perseguidos y cazados con crueldad inaudita, para satisfacer la
codicia no menos salvaje de gentes destituidas de todo sentimiento cristiano, de todo
respeto a la dignidad del hombre; el hecho a que nos referimos es el último viaje realizado
por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Obispo, al territorio de los Guatusos.
Brillante es el éxito obtenido por este obrero infatigable del cristianismo. El informe
que a este respecto, se publica actualmente en las columnas de esta hoja, y de cuya
veracidad nadie se atreviera a dudar, demuestra cuánto se ha avanzado en el camino por
donde habrán de salir los desgraciados Guatusos de las guaridas del salvaje y de los
abismos de la ignorancia, para entrar a la escuela, que dará luz a su espíritu incipiente, y
a la cultura social.
Ahora bien, el primer paso, el paso más difícil en la catequización de los indígenas,
se ha dado: el horror que con sobrados motivos tenían a los que no fueran de su casta, ya
no existe; la comunicación con ellos es fácil: tienen la mejor voluntad de someterse a los
hombres de quienes han recibido el tratamiento de hermanos, de quienes, en vez de
persecuciones, crueldades y despojos fueron objetos de atractivo, de cariño y regalos.
En vista, pues, del estado satisfactorio en que hoy se encuentra el trabajo
emprendido para civilizar a los Guatusos, su E. el Primer designado en ejercicio del Poder
Ejecutivo, ha dado varias providencias encaminadas todas a conseguir la pronta
verificación de tan humanitario como imperioso fin. Ha dispuesto, entre otras cosas,
proveer a los Guatusos del mayor número de instrumentos de labor, como machetes,
cuchillos, palas y barras, etc., para lo cual con laudable celo y actividad, el gobernador de
Puntarenas ha hecho gran acopio de tales herramientas, que pronto serán distribuidas
convenientemente entre los indios. Pero esto no basta; necesario es que los hombres de
buena voluntad contribuyan por su parte a llevar adelante los propósitos del gobierno y los
santos, nobilísimos esfuerzos del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Obispo,
proporcionando a este filantrópico Prelado todo lo que él necesita para dar cima a esta
obra de bien cuyos cimientos los ha puesto el valor, la dulzura, la paciencia la fraternidad.
No nos neguemos de ningún modo a colaborar en algo de nuestra honra Nacional.
Nuestro pequeño continente, unido al ya muy valioso de Monseñor Thiel, y a las
oportunas disposiciones de su E. el Primer Designado, contribuirán no a la formación y el
orgullo de los costarricenses, lo que sería una gran cosa, sino a dar vida moral e
intelectual a millares de seres considerados hasta entonces como bestias, lo que es más
grande aún. 
 Nota del autor: El editorialista de la Gaceta del 1º de julio de 1882, creyó y no sin razón,
que la luz del saber vendría pronto a reemplazar la ignorancia del salvaje, como el mismo
le dice refiriéndose a los indios; creyó, y también con razón, pues no era para menos el
entusiasmo que en el país entero despertaron los trabajos realizados por el Obispo Thiel
y las tristes historias de las crueldades e injusticias que con estos seres humanos se
cometían, que las tragedias del indio habían llegado a su fin, pues éstos entrarían desde
ese momento en una vida de igualdad, integrándose a una sociedad para la que habían
vivido ignorados.
Pero, qué doloroso es reconocerlo: el editorialista se equivocó; se equivocó
también Monseñor Thiel y como ellos, muchos más que creyeron que el calor producido
por tan tristes relatos se conservaría por mucho tiempo.
Pasado el entusiasmo del momento, los indios volvieron a quedar como antes y quién
sabe si no peor, pues con el contacto con el blanco, el indio aprendió unas cuantas
lecciones más: pudo aprender que el blanco, excepción hecha de su “Gran Saca”, como
ellos llamaban y llaman aún al señor Obispo Thiel, y algunos más como el Padre Ronjier,
todos daban algo pero querían que se les pagara con el triple de lo que daban; la
filantropía no existió después: solo un comercio injusto.
Aprendieron a conocer su ridícula desnudez intelectual y ellos mismos en forma
inconsciente, colaboraron a cambiar por un tremendo complejo de inferioridad; lo que
antes fuera motivo de orgullo para esta raza, que como antes he dicho, se sintió orgullosa
una vez de la hermosura de sus mujeres, lo aguerrido de sus soldados y la libertad de sus
tribus.
Era necesario que un segundo Obispo Thiel hubiera convivido un tiempo con los
indios…que hubiera formado conciencia del cambio que a su favor se operaría en su raza.
Pero el Obispo no pudo hacer eso, y ante las injusticias de los blancos, el indio, que no
sabía ni concebía este trato de los nuevos hermanos, reaccionó encerrándose en si
mismo.
En 1950, sesenta y ocho años después de estos acontecimientos, los indios
tuvieron escuela y por primera vez, oportunidad de instruirse; quiera Dios que a ésta sigan
muchas conquistas que favorezcan a éstos infelices que durante tantos años han sabido
esperar con estoicismo… ¡Es tiempo aún de reivindicarnos con los aborígenes Guatusos!
Grecia, Junio de 1882
Ilmo. Señor:
Tengo el honor de transcribir a U. Sa. Ilma., la Sesión extraordinaria celebrada por esta
Municipalidad, el 20 del actual.
Reunida la Municipalidad de este cantón por convocatoria del señor Jefe Político, y
bajo la dirección de su Presidente, Lic. García, con la asistencia de los Regidores
Barahona y Bolaños, en sesión extraordinaria, dispuso:
Artículo I
Felicitar cordialmente, en nombre de este pueblo, a su Ilustre y digno Prelado, Dr.
Don Bernardo Augusto Thiel, por el espíritu civilizador, celo religioso y constancia firme
con que ha conseguido dotar a la nación con el importante pueblo de Guatuso, situado en
las orillas del río Frío, donde muy en breve deben recogerse óptimos frutos que han de
producir tan cristianos trabajos, con provecho general del país particular de Grecia, por
estar limítrofe a esta villa, aquella indígena región. Esta Municipalidad ofrece de la mejor
buena voluntad como primer acto, hacer todo lo posible para contribuir a la definitiva
catequización de los habitantes Guatusos.
Artículo II
Está informada esta Corporación de que la vereda Quesada, mandada ampliar por
el Ilmo. Señor Obispo, desde San Carlos al Pueblo de Guatuso, demanda algunas
importantes variaciones; se dispone encargar para que las practiquen, a los señores don
Mercedes Quesada Q. (autor de dicha vereda), don Baltasar Quesada R. y don Gregorio
Rojas H. y facultar al Jefe Político para que del fondo de propios, mande pagar hasta
veinticinco colones mensuales a los encargados, por todo el tiempo y suma que se
invierta en el trabajo.
Artículo III
Esta Municipalidad, por el órgano respectivo, suplica al Supremo Gobierno, se
sirva hacer a este cantón la gracia de unir a sus distritos, con el número cinco, al territorio
Guatuso, dándole el nombre de “San Bernardo” y nombrarle un Agente de Policía.
Artículo IV
Autorizase al Jefe Político para que levante una suscripción voluntaria de los
vecinos de Grecia, para socorrer a aquellos pobres indígenas con vestuarios,
instrumentos de labor y demás precisos elementos con que atraerlos a la vida civilizada.
Artículo V
Copia certificada del presente acuerdo, será puesta en manos de su Sa. Ilma., por
el señor don Adolfo Bonilla, a quien la Municipalidad comisiona, apreciando el interés que
este señor se ha tomado también por el progreso de Grecia.
Al verificarlo, me es altamente satisfactorio suscribirme respetuosamente de U. Sa. Ilma.
Y Revma. Atento servidor
José Jiménez
Palacio Nacional, San José, 25 de julio de 1882
En atención
Primero.
Que los vecinos de Grecia son los que más han contribuido en unión de su
Señoría Ilustrísima a poner en comunicación con el interior el extenso y feraz territorio de
Guatuso.
Segundo.
Que la Honorable Corporación Municipal de la indicada villa de Grecia, ha
presupuestado la cantidad que debe gastarse mensualmente en la mejora de la vereda
abierta, para quedar fácilmente comunicados con aquellos indígenas.
Tercero.
Que por su posición geográfica, conviene al territorio aludido, a la expresada villa;
su E. el General Presidente, en uso de sus facultades, acuerda:
Agréguese el territorio que se denominará Guatuso a la villa de Grecia, formando el quinto
distrito de la misma. Comuníquese.
Rubricado por el S. E. el general Presidente.
Francisco Chaves Castro
Nota del autor:
El Gobierno de don Próspero Fernández, satisfecho del resultado en la conquista de
Guatuso, acordó premiar materialmente a los miembros dirigentes de las dos
expediciones, obsequiándoles diez caballerías de terreno baldío, así:
Palacio Nacional, San José, julio 31 de 1882
En atención a que el señor Lic. don León Fernández ha sido uno de los que
personalmente y a su costa, han contribuido a la conquista pacífica de los Guatusos; en
atención asimismo, a que es de suma utilidad para el país, la explotación de esa faja
feraz, y para aquellos indígenas el conocimiento de las labores del campo que dicho
señor Fernández se compromete a enseñarles, si lo quieren, siempre que se le den, por el
Supremo Gobierno, tierras para emprender en la agricultura; S. E. el General Presidente,
en uso de sus facultades, acuerda:
Dónense al señor Licenciado don León Fernández diez caballerías de tierra en el territorio
de Guatuso y en el lugar que el indique siempre que no sea en la parte que usan para sus
cultivos aquellos indios.
Por el órgano del señor Secretario de Hacienda, se expedirá el título respectivo.
Comuníquese. Rubricado por el Presidente, S. E. el General
F. Chaves Castro
Palacio Nacional, San José, julio 31 de 1882
En atención a que su Señoría Ilma., Doctor don Bernardo Augusto Thiel, Obispo de San
José de Costa Rica, ha hecho ingentes sacrificios para atraer a la civilización cristiana a
los indios del territorio de Guatuso; y en atención a que su Señoría continúa en esa tarea
humanitaria, para facilitar a tan ilustre Prelado los fines de ella, S. E. el General
Presidente, en uso de sus facultades, acuerda:
Dónense al Ilustrísimo Señor Obispo, don Bernardo Augusto Thiel, diez caballerías de
terreno en el territorio de Guatuso, de los baldíos de la República, y a su elección,
siempre que no estén cultivados por los indígenas, o preparados para ese objeto.
Expídase por el órgano del Honorable señor Secretario de Hacienda, el título
correspondiente, tan luego como sea medido el terreno.
Rubricado por S. E. el General Presidente.
F. Chaves Castro
Palacio Nacional, San José, julio de 1882
En atención
1º. A que el Coronel don Concepción Quesada ha sido uno de los que, en distintas
ocasiones han entrado al pueblo de Guatuso con el laudable objeto de contribuir a la
conquista de aquellos indígenas.
2º. A que en el memorial que ha presentado en esta fecha ofrece hacer una hacienda en
aquel territorio, comprometiéndose a enseñar a los indios que lo quieran, las labores del
campo, siempre que se le den por el Supremo Gobierno, tierras al efecto.
3º. A que es principio económico el de que la riqueza aumenta cuando la propiedad
territorial está debidamente repartida y cultivada.
4º. A que el Gobierno por ahora, no reporta ningunas ventajas del extenso territorio de
Guatuso y es muy conveniente facilitar el cultivo de aquellos terrenos; su S.E. el General
Presidente, en uso de sus facultades acuerda:
Dónese al Coronel don Concepción Quesada, diez caballerías de tierra en el lugar que él
indique, siempre que no sea en la parte que tengan cultivada o desmontada aquellos
indígenas.
El título respectivo será expedido por el órgano del Honorable señor Secretario de Estado
en Despacho de Hacienda. Comuníquese.
Rubricado por el S.E. el General Presidente.
F. Chaves Castro
Nota del autor:
También recibieron cuatrocientas hectáreas de terreno en los baldíos de Guatuso, los
señores don Ramón Quesada Benavides y don Mercedes Quesada, en el año de 1915.
RAZA INDÍGENA
Raza indígena; raza que sin vallas ni diques
domeñó las llanuras y salvó los barrancos;
raza que soportaste la invasión de los blancos
con la ruda entereza de tus recios caciques.
Raza autóctona y fuerte cuyas flechas un día
se opusieron soberbias a las huestes ibéricas,
y que fuiste en el seno de las selvas sombrías
como un gesto rebelde de las libres Américas.
Raza que soportaste la infinita amargura
de mirar el derrumbe de tus santos derechos
y ofreciste sin miedo, con donaire y bravura
para la lucha, el hierro de tu desnudo pecho.
Atahualpas serenos, soberbios Moctezumás
de ademanes pausados y perfiles gallardos;
oh raza que inmolaste tus olímpicas plumas
¡Y el terrible y certero güiscoyol de tus dardos!
No concibo el recuerdo de una casta de esclavos
y te sueño tan libre como estabas entonces,
y entreven mis miradas los ejércitos bravos
invencibles y recios de tus indios de bronce.
Por los trillos ocultos de las selvas contemplo
discurriendo a tus hijos con la masa en las manos,
o lavando su ofrenda para el rústico templo
donde irradia el destello de tus dioses paganos
Ante mi reaparece, desafiando el oleaje,
la piragua aborigen que las aguas remontan
y de pie, los guerreros de chillones tatuajes
que amenazan los aires con sus lanzas de chonta.
Brotan de todas partes como antaño lo hacían
al sonar en los valles el tambor de campaña
esos indios que cruzan las quietudes sombrías
conmoviendo a su paso las feroces marañas.
Y el avance imprevisto de la nueva conquista
que amenaza el derecho, - con sus arcos flexibles los guerreros del bosque que al asalto se alistan
tienen todos un gesto misterioso y terrible.
Es un rictus mezclado de bravura entre espanto
ante la acometida de los hijos de España
y se elevan los gritos y los bélicos cantos
despertando los ecos de la inmensa montaña.
Oh raza de aborígenes, sufridora y altiva
que abismaste en las frondas tus pesares ignotos,
¿no sientes la nostalgia de las selvas nativas?
y el dolor ignorado de tus ídolos rotos?
¿Dónde están tus soldados? ¿Tus valientes de entonces
dueños de estas montañas, de este sol, de estas tierras?
¿Por qué calla el bullicio de tus indios de bronce
y el rugido potente de las tropas de guerra?
¿Qué se hicieron los fuertes luchadores que un día
sostuvieron las andas de tu gran Moctezuma?
¿Dónde están los caciques que en las frondas bravías
asomaban sus frentes coronadas de plumas?
En el polvo sagrado de estas tierras queridas
yace ya para siempre, tus intrépidas glorias
y al nombrarte parece que volviendo a la vida,
tu recuerdo enarbola su pendón de victoria
Raza autóctona y libre, préstanos tu amargura
para llorar la pena de tu historia doliente:
danos para el pecho tu invencible armadura
y el altivo coraje de tus indios dolientes.
Félix Ángel Salas C.
(En el 445 aniversario del Descubrimiento de América)
María Esther Leandro Araya
Cédula: 3-176- 985.
Estado civil: Casada.
Lugar y fecha de nacimiento: Tunrialba- Cartago 21 de Junio de 1948 en plena guerra del
48. Además sobreviví a las inundaciones que hubo en Turrialba.
Prácticamente fui criada por mi abuelita materna a la par de mis 3 hermanos
mayores pero aun menores de edad.
Mi mamá trabajaba en San José en la casa de unos embajadores.
Asistí a la Escuela de Sión, en Turrialba y solo usaba zapatos de hule para ir a la
escuela, cuando llegaba a casa tenía que quitármelos y quedarme descalza.
Dos recuerdos terribles e inolvidables: cuando hice la Primera Comunión, yo salí
para la iglesia y mi mamá se montaba en un carro mandado por los embajadores para irse
con ellos a trabajar a otro país
El otro recuerdo fue que tuve que repetir VI grado solo porque no leía corrido y con esto
no se podía presentar.
Me hice maestra a la edad de 24 años, en ese tiempo podía hacerlo la persona
que se graduaba como bachiller de V año de secundaría. También porque me gustaban
los niños y a pesar de un problema familiar que tenía (mi hija de 3 años con leucemia)
decidí trabajar.
Comencé a trabajar y varios años después me puse también a estudiar por la
oportunidad dada por el ministerio.
En el año 1979 obtuve el título de Profesora de Educación General Básica (I y II
ciclo) en la Universidad Nacional en los llamados Planes de Emergencia, que el MEP
abrió por falta de maestros rurales.
Luego estudié en la Universidad de Costa Rica, gracias a un convenio con el
Cuerpo de Paz llamado: "Plan de Capacitación para Maestros Regulares de zonas en
problemas de Aprendizaje".
En 1992 obtuve el título de Bachiller en Ciencias de la Educación en I y II ciclos
con énfasis en Educación Especial.
Escuelas rurales donde he laborado:
Todas en su mayoría eran rurales y del cantón de Turrialba en diferentes distritos;
1973- Sauce y Dulce Nombre. Carretera a Santa Teresita al este
1974- San Ramón de Turrialba.
1975- Jesús María
1976- La Guaria de Tres Equis. Carretera a Siquirres
1977-Chitaría
1978- La Guaria de Tres Equis
1979- El Carmen de Santa Cruz
1980- La Guaria de Tres Equis con propiedad
1982- Trasladada a la Escuela Mariano Cortés en el centro de Turrialba
1983 hasta 1999- Trasladada con dirección 1 a la Escuela Jabillos, donde me jubilé
después de 17 años.
Inicié mi trabajo como maestra en 1973, en la escuela el Sauce pero solo trabajé
marzo y abril, ahí conocí personalmente al señor Jorge Rossi que era Vicepresidente de
la República en ese tiempo y tenía una finca sembrada de matas de cabuya por lo que
regularmente entraba al Sauce, a veces visitaba la escuela y entablábamos conversación.
Luego fui trasladada a Dulce Nombre de Santa Teresita iniciando en esa escuela
en el mes de mayo junto con otra maestra que era la directora.
Casi en todas las escuelas en que laboré eran rurales, solo en la del centro de
Turrialba estuve un año. Pero en todas las escuelas me di de lleno trabajando con alma,
vida y corazón para tratar de darle a los niños la mejor Educación utilizando los
programas de ese tiempo los cuales eran muy buenos, además utilizando lo mejor para
ios niños en cuanto a material la naturaleza.
Con orgullo puedo decir que nunca tuve un solo problema en ninguna escuela con
los padres de familia, al contrario siempre trabajé muy bien con el apoyo y respaldo de
ellos, además del respeto tanto de ellos como de los educandos que tenían para con la
maestra.
Recuerdos perdurables.
Para llegar a la Escuela Dulce Nombre tenía que irme los domingos a las
3:30 p.m. de Turrialba en bus y regresar hasta el sábado después de medio día (antes se
trabajaba sábado medio día).
Había que caminar aproximadamente 45 minutos en calle de piedra y cuesta
arriba. La escuelita era pequeña de 2 aulas, 1 servicio sanitario y un corredor. No había
luz. A la par de la escuela una pequeñita aula en forma de casita, 1 cuarto y un baño a la
par de la pila.
El segundo día de trabajo en esta escuela y todos los días igual, teníamos que
sentamos en el corredor a planear para aprovechar la luz del día pues no teníamos
electricidad. Luego, cuando estábamos acostadas escuchamos una bulla y voces de
hombre, nos asustamos, pero la sorpresa fue que llegaron a damos una serenata de
bienvenida, igual hicieron al finalizar el curso.
También en la Escuela Jabillos al saber que me pensionaba, en el último acto
clausura me llevaron serenata con mariachis. Esto demuestra el aprecio que me tenía, y
me tienen pues aún me toman en cuenta en muchas actividades, cumpleaños, fiestas,
difuntos).
Este mi primer año fue muy duro pues trabajé con 4 grados para tener 18 alumnos
(2° -3°-4° y 5°). Se aprovechaba mucho el tiempo pues como se daban, solo las 4
materias básicas, se daba recuperación a algunos niños que lo necesitaban.
Esto para los padres era como un premio pues querían que sus hijos se superaran.
Las Escuelas Rurales, en las que trabajé, en su mayoría eran de buena
infraestructura, solo se trabajaba con una Junta de Educación formada por padres de
familia o personas mayores de edad del pueblo que trabajan con mucho cariño para
mejorar la infraestructura(techo, piso, pintura) y también apoyados por un Patronato
Escolar formado por padres de familia que se encargaba de las necesidades de la
escuela como: comidas, libros, hojas, tiza, cuadernos, y otros, con fondos que obtenían
de turnos o rifas.
En las escuelas rurales se trabaja muy unido tanto el personal docente, docente
administrativo y padres de familia como la Junta de Educación y el Patronato Escolar.
Otro aspecto muy importante es que el personal docente sabe manejar a los niños con
respeto y amor, además de sus conocimientos y forma de enseñanza con los diferentes
métodos educativos hacen que el niño aprenda con mayor soltura, le da confianza y se
interesa más en aprender, por supuesto la mayoría de padres de familia apoyando al
educador con su responsabilidad.
Reflexiones como Educadora Rural.
Quiero reflexionar sobre la Educación Rural de los años 1973 al 2000, en el que
me jubilé.
La Educación Rural Ia defino como un ente primordial donde la comunidad centra
sus miradas para la superación tanto en conocimientos para niños, jóvenes o adultos,
como para que sirva de líder, guía de unión en la comunidad, y en donde la Educación
Rural hace crecer en gran parte muchos de los valores que ya se han perdido, pero en las
zonas rurales aún están vivos y se pueden rescatar.
NOTA.
Todo lo escrito está basado en la Educación de los años 1999 para atrás. De fotografías
es poco lo que puedo aportar pues en esos tiempos era casi imposible comprarse una
cámara.
Ruth Chavarría Trejos
Nací en Santa Ana, el 18 de junio de 1929.
Desde mi juventud he cultivado diversas ramas del Arte, me gusta mucho dibujar,
la literatura, la música, el canto, el baile, la poesía y hacer trajes para cuadros escolares
(resaltan los animales).
Me gusta escribir para dar expresión a mi sensibilidad creadora. Analizar los
mensajes para distinguir los valores y los antivalores humanos, especialmente en la
publicidad.
He escrito varios cuentos:
La Tortuga
Cuento Marisol
Cuento Maripaz
Emet y Esau
El Campesino y sus Hijos
También he hecho tres libros de versos, historia, etc.., la Municipalidad de Santa
Ana, me otorgó un certificado y un lindo ramo de flores por participar en la Historia de
Santa Ana y en el Conversatorio El Río Uruca y su significado para los santaneños (23 de
mayo 2007), realizado en el Palacio Municipal de Santa Ana.
Recibí otro reconocimiento, se mismo día por La Municipalidad y la Biblioteca Pública
por mi destacada labor como pionera en el cantón de Santa Ana al haber sido la primera
maestra y directora de la Escuela de Matinilla.
En 1905, quedé de Reina de ADEP, donde participe con cincuenta parejas y
Jesucristo quiso que yo quedara. Me dieron premio y me sacaron en dos revistas.
También participé en AGECO y gané premio por mi poesía "Boda Campesina
(1904)", participé en ADEP en canto y poesía y gané premio (1906)
¡Lo que pasa es que Jesucristo no me desampara, El me ayuda! ¡Gracias Jesucristo y
Espíritu Santo!
En el año 1948, estaba estudiando en la Manuel Aragón, pues yo quería
superarme en conocimiento.
Fue así como supe que en el Ministerio de Educación necesitaban maestros para
trabajar lejos y fui y les dije que yo me iba para donde quisieran y entonces me nombraron
en Matinilla, seguí estudiando hasta que saqué el titulo "Maestra Normal de Educación en
Primaria".
En 1950 trabajé en Matinilla de Santa Ana
En 1951 en Salitral de Santa Ana
En 1952 en Pabellón de Santa Ana
En 1954 en Brasil e Mora
En 1955 en Lindora de Santa Ana
Trabajé 10 años en Matinilla no consecutivos, 10 años en Salitral de Santa Ana no
consecutivos, un año en Pabellón de Santa Ana, un año en Lindora, ocho años en Brasil
de Mora.
Desde que me pensioné recupero niños de todos los grados en mi casa pues
estoy actualizada en la enseñanza actual.
A veces trabajo con algún niño de colegio, en lecciones Español ya que estoy bien
en Literatura y en Gramática.
Primera Maestra (año 1950).
El 3 de marzo de 1950 a las 6 de la mañana íbamos a caballo, el Presidente
Municipal de Santa Ana, don Otoniel Muñoz, el Empresario don Otoniel Brenes, El
supervisor de la Escuela don Femando Cabezas González, a la Escuela Matinilla.
A pesar de la incomodidad del lugar estuve todo el año muy contenta, pues me di
cuenta que era feliz en mi labor diaria.
Fui la primera en dar lecciones en ese lugar. Fuera de las cuatro asignaturas
importantes también les daba Música, Religión y Costura.
A las niñas les enseñé a bordar y a algunas a tejer. Preparé un grupo de adultos
en Matemáticas y Español. Instruí a un grupo de niños y niñas para la Primera Comunión.
Di un sexto para seis niñas.
Matinilla era un pueblo muy descuidado pues la gente se bañaba los sábados para
salir a Salitral, a traer el diario para la semana; pero a pesar de la pobreza no les faltaba
su vaca, maíz, café y frijoles.
No había interiores sus necesidades las hacían al viento en los cafetales y cuando
llovía el agua arrastraba el excremento al río que surtía de agua a Santa Ana. Lo mismo
cuando se enseñaba alguna res y caía al río ahí se podría.
Gracias a que escribí a Salubridad, vinieron a sanear, pues había una peste de
chinchas, alegatos y algunas enfermedades.
El primer jeep que subió fue con cadenas en las ruedas, llegó el doctor Moranguel
del Ministerio de Salubridad a proyectar una película sobre bichos del estómago.
Pude conseguir en fulsa, 40 letrinas y el pueblo se fue saneando.
Los años pasaban y yo me fui encariñando con el pueblo, viajaba a pie y a caballo
desde Santa Ana porque en esa época no había bus de Santa Ana a Salitral.
A las cuatro de la mañana ya iba rezando por el camino pues en Matinilla, por la
noche, se oían el león y los coyotes, al frente de la escuelita en un cerro.
Los niños iban descalzos y mal vestidos a la escuela, yo me pasaba
consiguiéndoles ropa y demás... Yo era una mujer fuerte, sana y valiente.
Mi felicidad era el roce de los niños, montar a caballo y bañarme en las posas del
río que hoy esta afectado por los deslizamientos del Cerro Tapezco.
Yo me quedaba hasta 15 días en el lugar y viajaba a caballo con la Presidenta de
la Junta, doña Ofelia Azofeifa, quien luchó por conseguir esa escuela.
Por las montañas de Matinilla, hasta salir a Escazú y luego a Tabarcia a caballo.
El agua la jalábamos con mil costos para la cocina de la escuela. No había luz, a
las 6 de la tarde ya estábamos durmiendo por la oscuridad.
Todas las tardes se reunía la gente a mi alrededor a escuchar un radio de baterías
que me acompañaba. Fue una lucha hacer tumos para recaudar fondos paras las fiestas
escolares y regalos de los niños.
Para mí esos niños fueron de gran felicidad pues mi mayor augurio era caminar y
ser maestra.
En las tardes nos íbamos para el trapiche a tomar espuma y comer sobado.
Los sábados en mi casa me esperaban con un sobado y una melcocha con queso
que me brindaba don Ramón Álvarez Presidente del Patronato.
Yo amaba a los Álvarez a doña Ofelia y demás gente que me trataba como si fuera
una muñeca.
Al llegar a la escuela había una cuesta terrible y en el camino había un río que,
cuando llovía, se crecía de una manera que no había paso.
En la Política de don Daniel Oduber, se logró construir ese puente grande, según
me contaron, allí vivía un señor que jalaba el dulce en carreta y una vez el río se llevó los
bueyes.
Hace tiempo (1996) visité la escuela y cuál fue mi sorpresa, todos los niños
uniformados, calzados, y perfumados ¡Qué alegría! Los hijos de mis alumnos!
Con muy buena cañería. Teléfonos públicos y en las casas. Ya entra el bus.
Por otro lado lo está afectando los desastres naturales. El deslizamiento del Cerro
Tapezco. Pero hay buen servicio para salir y entrar.
Siempre recuerdo las fiestas escolares de la madre y final.
No me despedía sin hacer una buena asamblea con números, que preparaba y el
vestuario que yo confeccionaba.
Aquí termino diciendo que aún amo a toda esa gente... y la de los lugares donde
trabajé. Quiero recordar que los dos primeros años trabajé en la sala de la casa de doña
Ofelia Azofeifa de Álvarez y luego el MOP nos ayudó y se hizo la primera escuelita y con
turnos se fue agrandando...
Pero gran cantidad de nicaragüenses, como en todo lugar, por eso digo que ya no
se llama Costa Rica, sino "Costa Nica", pero aquí en nuestra propiedad viven varios
nicaragüenses, y yo los amo por lo educados, guapos, trabajadores y respetuosos.
Su calle ya está asfaltada
Alumbrado de mercurio en su calle, ya no son zanjones como cuando yo trabajé
con cuatro grados a cargo.
Tiene un gran director que sabe condensar su desarrollo en el aprendizaje de su
labor diaria, en compañía de cuatro maestras más.
Tiene su grupo folklórico.
Les encanta tener una escuela sobresaliente, se me hizo un homenaje con
invitación y tienen una foto mía grande en un aula para recordar que yo trabajé con las
uñas llevándole a algunos niños algunas necesidades y por caminar a pie desde Santa
Ana para desarrollar mi labor diaria.
Hoy le sigo dando gracias a Dios, por haberme reparado ese trabajo que lo sigo
consagrando ya que hoy estoy actualizada y sigo recuperando niños de todos los grados.
Los personajes importantes de esa época fueron doña Ofelia Azofeifa de Álvarez
que fue una luchadora por hacer sobrevivir la escuela y me ayudó a establecer relaciones
importantes en la comunidad.
Había un gran problema en Matinilla con las chagas, alepatos, pulgas y los niños
estaban un poco enfermos y vino la peste del sarampión negro que hasta a mí me afectó.
En aquella época no existían vacunas para las enfermedades contagiosas Yo escribí al
Ministerio de Salubridad y mandaron medicinas tengo en mi mente gratos recuerdos de
Matinilla:
La gente me trataba con un gran cariño como si yo fuera una muñeca.
En el rió había una pozas deliciosas donde se bañaba la gente y yo.
No había cañería teniendo tan buenas nacientes, tenía que jalar el agua de una
barranco para la leche a los niños.
Había dos trapiches donde yo iba a comer sobado y tomar espumas.
Cuando yo me vine había 50 niños hoy según me cuenta el director hay 150 niños.
Reflexiones como Educadora Rural.
Yo digo lo siguiente: Estoy hablando de los años 1950 a 1970, como se
desarrollaba la labor en la Enseñanza Primaria en las escuelas rurales:
Primero tener vocación para no echarse atrás y ser feliz para luchar por la
necesidad de la Educación de aquel pueblo......
No había material necesario para desempeñar la labor diaria
Ayudarles a los niños con material hecho por el maestro como mapas, carteles de
lectura y como yo tenía tres grupos, los trabajaba con carteles hechos de mi propio puño
dividido en tres grupos:
Grupo A
Grupo B
Grupo C
A este lo trabajaba en la pizarra Este era un poquito más Este era el excelente, ellos leían
ya que les costaba el aprendizaje adelantado
y
con
poco el cartel y lo desarrollaban en
trabajaban mejor
sus cuadernos.
A veces les ponía nombre de un planeta, preguntándoles cual planeta querían, a
veces grupo de flores, grupo de animales etc, yo pasaba feliz el día haciendo los dibujos
de cada tema en la pizarra; todo esto era creatividad mía.
Así, las tablas con canciones y música inventada por mí.
En la Escuela Rural, fue donde aprendí a usar mis cinco sentidos y a enriquecer
mi léxico.
A veces les hacía el dibujo de cada grupo para que lo pintaran y pegaran (yo les
llevaba goma).
La Educación Rural puede aportar a la Educación en general.
El conocimiento de cómo viven aquellos pueblos lejanos.
Escudriñar riquezas de los mares
Conocer grupos indígenas
Conocer instrumentos musicales de los indios
Conocer animales silvestres
Algún lenguaje raro
Comidas silvestres y antes que nada aprovechar la naturaleza
Descripción de un paseo por el pueblo de Matinilla (1988).
Mellissa, Mery y Abuela Ruth: Teníamos muchos deseos de ir a Matinilla ya que mi
abuelita fue la primera directora y maestra de ese pueblito donde se encuentran los Cerro
Tapezco y Quebradillas, ya que mi abuelita habla bellezas de los Álvarez y otras familias,
que fueron tan buenas y cooperaban en todo lo necesario para la escuela.
Al llegar al lugar destinado pasamos por grandes maizales; a lo lejos vimos tres
conejos cafés con las orejas negras.
El maizal estaba maduro, los conejos corrían y las barbas bailaban un baile de
viento, el viento era amarillo entre las mazorcas.
Por las hojas crujientes vagaban unos pájaros muy bonitos llamados "come maíz",
mozotillos y dos conejos con trajes blancos como algodón. En otros surcos partían como
flechas terrestres perdices y otros pájaros que se asustaban al vernos, vimos una fila de
zompopas que iban con su alimento para sus nidos. Esto me hizo recordar Semana
Santa, ya que ese desfile parecía una procesión y por un minuto se me salieron las
lagrimas al recordar lo que Jesucristo sufrió por nosotros, yo amo a Jesucristo por eso el
no me desampara.
Al llegar al río vimos un árbol muy grande con cuatro ardillas y varios nidos de
oropéndolas que hacían una gran algazara; su forma era como una calabaza.
Llegamos a la casa de la amiga de mi abuela, lo primero que nos recibió fue tomar
espumas, pues había un trapiche y estaban moliendo caña. ¡Qué yunta de bueyes más
preciosa! comimos sobado y punto y doña Milda nos esperaba con una sopa deliciosa de
gallina casera y ricas tortillas calientes al fogón.
Había tres perros muy bonitos y nos hizo mucha gracia sus nombres, la perra se
llamaba tortilla y los perros pan y queso.
Pasamos un día maravilloso con ese olor a montaña, el canto de los pajarillos; otro
día nos marchamos felices recordando todo lo sucedido.
Versos al pueblo de Matinilla (hoy)
Eres un rinconcito humilde precioso
un pueblito pequeñito y muy virtuoso
tienes dos ríos grandes y muy frondosos
que surten de agua al cantón de Santa Ana.
Que lindos son los jilgueros y agüios
que a la montaña le dan gran colorido
preciosos lucen en las ramas sus nidos
a la par de los árboles florecidos
La luna brilla en el cielo oscurecido
ella en los árboles tiende su manto
tras la montaña desaparece pronto
los peones están de pie para el trabajo.
Cuando maduran sus grandes cafetales
es alegría, alivio para sus males
ya hay dinero, respuesta al progreso
los campesinos cantan alegres solo por eso.
Eres alegre, rica en agricultura
la gente trabaja con mucha locura
la tierra fértil tiene mucha frescura
no les falta hortalizas y verdura.
Maria Teresa Vargas Sibaja
Nací el 23 de enero de 1925, tuve una numerosa familia yo era la numero 5 de los
8 hijos de mis padres. He vivido toda mi vida en Santa Ana.
Mis padres tenían un pequeño hotel donde se atendía sobre todo a los agentes
que traían cigarros a las pulperías, se les vendía la comida la cual preparábamos con
leña, se acostumbraba también recibir visitantes que venían a veranear a Santa Ana,
hospedándose en nuestro hotel.
Mi niñez fue muy pobre pero con mucho amor y cariño, mis papas vivían en
armonía. Estuve en la escuela de Santa Ana. Ahora se llama Andrés Bello López allí pasé
mis 6 años. En las vacaciones iba a trabajar cogiendo café, trenzar cebolla, granar maíz,
o sea que, todas las vacaciones las pasaba trabajando.
Trabajé ayudándoles a mis papás hasta los 20 años que me casé, después de
tener a mi quinto hijo, abrieron el instituto.
Allí estudié por 6 años para ser maestra, pero ya trabajaba en Matinilla, ahí
empecé, pero cuando me nombraron, no había escuela todavía, pero doña Ofelia hizo las
vueltas para que dieran las clases en un aposento de su casa, ya que quería que los
niños recibieran la educación, porque la distancia que existía desde Matinilla hasta la
escuela principal de Santa Ana era muy larga y de difícil acceso porque no se contaba
con medios de transportes.
Como yo vivía en Santa Ana, viajaba hasta la escuela caballo o a pie, cuando
llovía mucho tenía problemas, porque el rió se crecía y no se podía pasar a caballo.
Algunas veces, tenía que quedarme a dormir en mi trabajo porque no había
pasada, dejando solos a mis hijos, el camino era un trillo sobre el cerro.
En esa época no teníamos luz, ni agua, bajábamos una peña para llegar al río,
recoger agua, los niños en las noches se alambraban con tizones (prender leña en
madera) cuando tenían que hacer algún mandado.
Empecé a dar 1er. grado con 6 niños, les daba lecciones por la mañana, los
alumnos eran muy respetuosos, era gente muy humilde habían muy pocos vecinos, pero
los que conocí eran muy agradables, todos se llevaban bien en ese tiempo, todos eran
serviciales.
¿Por qué se hizo maestra? / ¿Cómo me formé para ser maestra?
Porque me gustaban los niños y la educación, siempre deseé ser maestra, pero mi
papá no estaba de acuerdo porque decía que las mujeres no debían estudiar, decía que
el lugar de la mujer era en la casa trabajando, una prima mía le contó a mi esposo que
necesitan maestros entonces me lo informó y me apoyó a tomar la decisión de ser
maestra, entonces fui con mi prima a hacer los trámites, fue cuando me nombraron en
Matinilla.
El estudio en el Instituto era por correspondencia, en vacaciones hacíamos lo
exámenes
¿Dónde trabajé?
Primeramente en Matinilla, de allí me fui a la escuela de Río Oro, después a la de
Santa Ana y fue en esta última en la que me pensioné.
Mis experiencias en la Escuela Rural fueron muy gratas, no tuve ninguna
experiencia fea. Antes en la escuela no se pedía nada, como se hace ahora porque
sabíamos que era gente muy pobre.
Nunca tuve problemas con los papás, o la comunidad porque antes la maestra era
muy respetada, eran consejeras de las familias, éramos como una mama para los niños.
En estas dos últimas autobiografías:
No existen leyes del acento (tildes).
Las ideas están sueltas, no hay ligamen de estas, entonces
resultan descontextualizadas.
Se omite el uso correcto de las mayúsculas.
Palabras mal escritas.
Uso incorrecto de los homófonos: por ejemplo, se escribió rió
en lugar de río, miro en lugar de miró.
SIN MAYÚSCULAS. REVISAR ESTE ESCRITO, ESTÁ
ESCRITA EN TERCERA PERSONA Y SE TRATA DE UNA
AUTOBIOGRAFÍA.
Francella Chaves Masís
Cuenta la historia de una niña llamada Francella Chaves Masís, la cual nació el 18
de septiembre de 1982 luchando por su vida, fue a vivir a Barrio Limoncito; donde empezó
sus estudios de primaria en la Escuela Líder Barrio Limoncito concluyéndolos en 1994, su
secundaria la inició en el Liceo Nuevo de Limón y obtuvo su titulo de Bachiller en el
Colegio Nocturno de Limón. Pasado el tiempo ingresó 
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