Novena, 2015, en honor de María Auxiliadora MARÍA AUXILIADORA Y DON BOSCO En el segundo centenario del nacimiento de Don Bosco Se ofrecen homilías, moniciones y preces. Textos redactados por Bautista Araiz, salesiano, para www.salesianos.es Temas de la Novena Día 15. EN EL PRINCIPIO, SIEMPRE ESTÁ LA MADRE Misa del viernes, 6ª semana de Pascua Día 16. DON BOSCO CONSTRUYE LA BASÍLICA Misa vespertina de la vigilia de la Ascensión Día 17. FAMILIA SALESIANA, FAMILIA DE APÓSTOLES Misa de la solemnidad de la Ascensión Día 18. “ESTA ES MI CASA” Misa del lunes, 7ª semana de Pascua Día 19. MARÍA AUXILIADORA ES AGRADECIDA Misa del martes, 7ª semana de Pascua Día 20. LA IMAGEN DE MARÍA AUXILIADORA Misa del miércoles, 7ª semana de Pascua Día 21. “OS ESPERO EN EL CIELO” Misa del jueves, 7ª semana de Pascua Día 22. MARÍA AUXILIADORA ESTÁ AQUÍ Misa del viernes, 7ª semana de Pascua Día 23. MARÍA AUXILIADORA TIENE SU HISTORIA Misa vespertina de vigilia de Pentecostés 15, viernes Misa del viernes de la sexta semana de Pascua Homilía: EN EL PRINCIPIO, SIEMPRE ESTÁ LA MADRE Queridos hermanos y hermanas: Es una alegría acompañaros en esta novena de María Auxiliadora, que tiene algo muy singular. Estamos celebrando los doscientos años del nacimiento de Don Bosco: 1815-­‐‑2015. ¡Felicidades, Don Bosco! Por tanto, en esta novena, va-­‐‑ mos a recordar a María Auxiliadora y a su gran apóstol, Don Bosco. Los dos vivieron admirablemente unidos, para gloria de Dios. Comencemos. Una de las características de las madres es la preocupación por sus hijos. Siempre están dispuestas a ayudarlos, especialmente cuando sufren alguna di-­‐‑ ficultad. Y los hijos, si encuentran algún peligro, acuden siempre a la madre. En la primera lectura de hoy, se nos ha presentado Dios con características de Madre. Los judíos perseguían a san Pablo, porque decían que cambiaba la religión judía. El Señor le dijo en una visión: “Pablo, no temas, sigue hablando, no te calles, que Yo estoy contigo” (Hechos de los Apóstoles 18,9-­‐‑10). Esa es la reacción de un padre, pero especialmente de una madre, que está siempre cerca de sus hijos: “Estoy contigo”. Un novelista danés, Joerjensen, conoció la figura de Don Bosco y le impre-­‐‑ sionó tanto el personaje que se animó a escribir una vida sobre él. Se han publi-­‐‑ cado ya muchas vidas de Boso, pero esta tiene algo de especial; por ejemplo, el primer capítulo comienza con estas palabras: “En el principio, estaba la madre”. Son palabras que recuerdan el principio de la Biblia en el libro del Génesis (1,1): “En el principio, Dios creó el cielo y la tierra”. A Joergensen le llamó poderosamente la atención la figura de Mamá Marga-­‐‑ rita, aquella sencilla campesina, viuda, analfabeta, pero que tenía una sabiduría profunda, que es un don exquisito de Dios. Ella, en medio de graves dificulta-­‐‑ des, fue educando a sus hijos, entre ellos a Juanito Bosco, y los fue acompañan-­‐‑ do en la vida. Más aún, dedicó los diez últimos años de su vida a ayudar a su hijo, ya sacerdote, a trabajar a favor de chicos abandonados o pobres. Les pre-­‐‑ paraba la sencilla comida de entonces, les lavaba y remendaba sus ropas apeta-­‐‑ chadas, arreglaba la casita donde vivían. Y lo más importante, les hacía de ma-­‐‑ dre, que era lo que más necesitaban Aquellos chicos, al ver cómo les dedicaba alma, vida y corazón, la llamaron espontáneamente Mamá Margarita. No hay título más honroso que este y con él ha pasado a la historia. El proceso de Beatificación de ella está ya abierto. Espe-­‐‑ ramos que un día sea santa la madre de San Juan Bosco. Santo el hijo y Santa la madre. ¡Qué maravilla! Aquella madre tuvo siempre una profunda devoción a la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia y se la inculcó a su hijo Juan Bosco. Le dio estos sabios con-­‐‑ sejos: “Cuando naciste, te consagré a la Virgen. En tu juventud, te recomendé su devoción. Ahora te digo que seas todo suyo. Ama a los compañeros devotos de María. Y, si llegas a ser sacerdote, recomienda y propaga siempre la devoción ha-­‐‑ cia Ella”. En el principio de la devoción de Don Bosco a la Virgen María, estuvo siempre su madre, Mamá Margarita. Pero hay una realidad aún más importante. La Madre de Jesús y Madre de la Iglesia se presentó al principio a Don Bosco, cuando él tenía nueve años, la edad en que el niño comienza a abrirse más conscientemente a la vida. En ese principio de la edad infantil, nueve años, Jesús y la Virgen, en un sueño que resultó profético, le anunciaron la vocación que Dios le confiaba: ser educador de niños y jóvenes, especialmente de los que más lo necesitaran. A Juanito Bosco, eso le pareció imposible. Entonces Jesús le prometió: “Yo te daré la Maestra que te enseñe lo que has de hacer”. Desde ese momento, la Virgen María y Don Bosco quedan entrelazados durante toda la vida. Jesús nos prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20). La Virgen nos asegura: “También yo estoy con vosotros todos los días, porque vivo unida a Jesús”. En el evangelio de hoy, Jesús ha hablado de que la madre sufre al dar a luz a su hijo, pero que después se alegra de su nacimiento. Jesús anunció a sus Após-­‐‑ toles su Muerte y Resurrección: “También vosotros sentís ahora tristeza, porque Yo voy a morir; pero resucitaré y volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría” (Cfr. Juan 16,22). Jesús parece como una ma-­‐‑ dre que consuela a sus hijos que están llorando por su despedida. En el avemaría pedimos a la Virgen: “Ruega por nosotros ahora”. Ese ahora es siempre: cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. En toda vida humana, al principio está siempre la madre. Pero Don Bosco vivió, desde sus nueve años, esa seguridad de la presencia viva de la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia. Recordemos las palabras que Jesús le dijo a San Pablo: “No temas, sigue ha-­‐‑ blando, no te calles, que Yo estoy contigo”. La Virgen nos promete lo mismo: “Yo estoy siempre contigo, porque vivo unida a Jesús”. Esa unión tiene su plenitud en la Comunión de la Eucaristía, porque Jesús está siempre con nosotros. Él nos dará una alegría que nada ni nadie nos la po-­‐‑ drá quitar. Moniciones para la celebración SALUDO. Jesús, resucitado y glorioso, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. Estamos viviendo la alegría de la Pascua. Jesús resucitó glorioso y triunfante. Él transformó a la Virgen María. A su Madre Dolorosa la cambió en Virgen de la Alegría, Virgen de la Pascua. Jesús y la Virgen anunciaron al niño Juan Bosco cuál era su vocación: dedicar su vida a la educación de los niños y jóvenes. Este año celebramos los doscientos años del nacimiento de Don Bosco, el que fue el gran apóstol de la devoción a María Auxiliadora. Por eso, el tema general de esta novena va a ser MARÍA AUXILIADORA Y DON BOSCO. ACTO PENITENCIAL. Para celebrar dignamente esta Eucaristía, pidamos per-­‐‑ dón al Señor: – Jesús, Tú nos has llenado de la alegría de la Pascua. Señor, ten piedad. – Jesús, Tú nos has dado a María como Virgen de la Alegría. Cristo, ten piedad. – Jesús, Tú nos has dado a Don Bosco como el Santo de la Alegría. Señor, ten piedad. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. San Pablo fue perseguido por los judíos por predicar el Evange-­‐‑ lio. Pero Jesús le prometió: “No temas, sigue predicando. Yo estoy contigo”. ORAD, HERMANOS. Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PASCUAL, I. PLEGARIA EUCARÍSTICA, II. PADRENUESTRO. Dios Padre nos ha regalado a su Hijo y a su Espíritu. Lle-­‐‑ nos de alegría, digámosle: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. Jesús le prometió a San Pablo: “No temas. Yo estoy contigo”. Jesús nos dice también a cada uno en esta comunión: “No temas. Yo estoy contigo”. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Di-­‐‑ chosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles Padre, acoge con bondad nuestra súplica confiada: – Para que la alegría de la Pascua nos ayude a vivir con generosidad nuestra fe cristiana. Roguemos al Señor. – Por las autoridades, para que den ejemplo de honradez y responsabilidad. Roguemos al Señor. – Por lo que predican el Evangelio y se sienten perseguidos, para que escuchen la promesa de Jesús: “No temas, Yo estoy contigo”. Roguemos al Señor. – Por los que hoy comenzamos esta novena, para que la devoción a María Auxiliadora nos acerque más a Jesús resucitado. Roguemos al Señor. Padre celestial, gracias porque nos renuevas con la alegría de tu Hijo resucitado. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 16, sábado Misa de la vigilia de la ASCENSIÓN Homilía: DON BOSCO Y LA BASÍLICA DE MARÍA AUXILIADORA Queridos hermanos y hermanas: Hoy es un día para mirar al Cielo, porque comenzamos la solemnidad de la Ascensión de Jesús. El Hijo de Dios, después de hacerse hermano nuestro en esta tierra, después de morir y resucitar, subió triunfante al Cielo. Más aún. A su Madre, la Virgen María, también la ha subido al Cielo en su Asunción. Y también nos subirá a nosotros. Por tanto, la Ascensión de Jesús preparó la Asunción de María y nuestra futura Ascensión al Cielo. Es un día de inmensa alegría para todos. Pero Jesús, antes de despedirse de sus Apóstoles para ascender al Cielo, les ordenó: “Id al mundo entero y predicad a todos el Evangelio” (Marcos 16,15). En aquel momento, eran unos poquitos, Jesús y los Apóstoles, pero hoy la Iglesia está extendida por todo el mundo, como quería Jesús. Aquello fue como el nacimiento de un río, que comienza en una fuente y, poco a poco, va recibiendo más agua y se transforma en un río caudaloso. La Familia Salesiana tiene una fuente para sus apóstoles, que han de ir por todo el mundo a predicar el Evangelio, como mandó Jesús. Esa fuente es la basí-­‐‑ lica de María Auxiliadora de Turín. En esa basílica, debajo del gran cuadro de María Auxiliadora, Don Bosco enviaba a sus primeros misioneros al mundo. Después, cada año, el Rector Mayor de los Salesianos da el abrazo de despedida a los nuevos misioneros y misioneras de la Familia Salesiana y los envía a todo el mundo. Esa basílica de María Auxiliadora está llena de la gracia de Dios y de la Vir-­‐‑ gen desde sus cimientos. Vamos a recordar esa preciosa historia. Don Bosco era un sacerdote pobre, que se preocupaba de los chicos y jóve-­‐‑ nes pobres. Vivía de las limosnas que le daban. Estaba siempre metido en deu-­‐‑ das para dar de comer y para educar a sus muchachos. Pero una noche, tuvo un sueño especial. La mismísima Virgen María le or-­‐‑ denó que edificara una basílica dedicada a María Auxiliadora de los cristianos. Aquel terreno señalado por la Virgen no era de Don Bosco; por tanto, había que comprarlo, pero sus dueños no querían venderlo; además, por si fuera poco, fue necesario superar la oposición del Ayuntamiento anticlerical de Turín; más aún, en aquel terreno señalado por la Virgen, hubo que evitar serias filtraciones de agua. O sea, que el terreno que escogió la Virgen llenó de problemas a Don Bos-­‐‑ co. Y lo más grave: ¿de dónde sacar el dinero para levantar una basílica? Cuando Don Bosco habló de ese proyecto a sus amigos, lo miraron con pena, pensando que deliraba. Sus mismos salesianos lo consideraron una locura, so-­‐‑ bre todo, el administrador, que no tenía dinero para pagar la deuda del pan de los chicos. O sea, Don Bosco encontró dificultades por todos los lados, dentro y fuera de su casa. Sin embargo, el mandato de la Virgen no admitía excusas. Quería una basíli-­‐‑ ca exactamente en el lugar que Ella había mostrado. Don Bosco, confiado total-­‐‑ mente en la Virgen Auxiliadora, logró comprar el terreno y evitó las filtraciones de agua; después comenzó la excavación para preparar la cimentación del edifi-­‐‑ cio. Encomendó esos primeros trabajos a un antiguo alumno suyo, Carlos Buzzetti. Al concluir el trabajo, este se presentó a Don Bosco para que le entre-­‐‑ gara lo que debía pagar a los obreros. Él sacó su portamonedas y lo vació en las manos de Carlos Buzzetti: había 40 céntimos de lira. Una lira era entonces el jornal que cobraba un obrero por un día de trabajo. Le dijo con una sonrisa: “Carlos, no te preocupes, la Virgen se encargará de todo”. Esta célebre anécdota merece pasar a la historia de los santos, esos locos que han hecho maravillas, poniendo toda su confianza en Dios y en la Virgen María. Contra todo pronóstico, la basílica comenzó a edificarse, llegaron las limos-­‐‑ nas de todos los sitios y a los tres años se pudo inaugurar. Aquello fue la sor-­‐‑ presa y la admiración de Turín, y también del mismo Don Bosco. Mientras construía la basílica, Don Bosco estaba haciendo los trámites para fundar y consolidar la Congregación Salesiana, germen de la Familia Salesiana. Aquello fue como un pacto entre la Virgen y Don Bosco. Él levantaba la basílica a María Auxiliadora y Ella le ayudaba en la fundación de la Congregación Sale-­‐‑ siana. Y el pacto se cumplió perfectamente. Don Bosco, al comprobar todo lo que había sucedido afirmaba: “Yo solo soy el limosnero de la Virgen. Ella se ha construido su basílica”. En esta solemnidad de la Ascensión de Jesús al Cielo, Él nos da una sorpre-­‐‑ sa. Sube al Cielo, pero nos promete: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. O sea, se va y se queda. Y con Él esta siempre su Madre, nuestra Auxiliadora. Fue subida al Cielo, pero también permanece con noso-­‐‑ tros. Con Jesús y con nuestra Madre Auxiliadora, podemos caminar seguros por la vida, con los pies en el suelo y con el corazón en el Cielo. Jesús, en la Eucaristía, es el Pan de Vida que nos da fuerzas para caminar. Moniciones para la celebración SALUDO. Jesús resucitado, que sube al Cielo, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. Esta tarde comenzamos a celebrar la gran solemnidad de la Ascensión de Jesús al Cielo. Hoy es un día para mirar hacia arriba, hacia ese Cielo, la Casa de Dios Padre, que Jesús nos ganó con su Muerte y Resurrec-­‐‑ ción. La Virgen, que estuvo a los pies de la Cruz de Jesús, fue subida al Cielo en su gloriosa Asunción. Y Jesús nos ha prometido a nosotros subirnos tam-­‐‑ bién al Cielo. Por tanto, hoy es fiesta para todos. ACTO PENITENCIAL. Ante Jesús, glorioso, que sube al Cielo, reconozcamos nuestros pecados: – – Jesús, Tú has subido gloriosamente al Cielo. Señor, ten piedad. Jesús, Tú has subido a tu Madre al Cielo en su Asunción. Cristo, ten pie-­‐‑ dad. – Jesús, Tú nos subirás a nosotros al Cielo, la Casa feliz de Dios. Señor, ten piedad. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. Jesús resucitado se despidió de sus Apóstoles para ascender al Cielo, junto a Dios, su Padre. 2ª LECTURA. Jesús resucitado subió al Cielo gloriosamente, para estar a la de-­‐‑ recha de Dios Padre. ORAD, HERMANOS. En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PROPIO DE LA ASCENSIÓN, nº. I. PLEGARIA EUCARÍSTICA, III. PADRENUESTRO. Jesús subió al Cielo para estar a la derecha de Dios Padre, que es también nuestro Padre. Oremos: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. Jesús subió al Cielo, pero continúa estando con nosotros. Es un misterio maravilloso de amor y misericordia. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles Hermanos, Jesús está en la presencia de Dios Padre, después de su Ascensión al Cielo e intercede por nosotros. Por eso, digamos confiadamente: – Para que la Iglesia enseñe a todos el camino que conduce a Dios, que nos ama y nos salva. Roguemos al Señor. – Por las autoridades de los pueblos, para que hagan más serena la vida de los ciudadanos. Roguemos al Señor. – Por los misioneros, que entregan su vida a la difusión del Evangelio, en circunstancias difíciles. Roguemos al Señor. – Por nosotros, que María, la Reina del Cielo nos llene de esperanza, para llegar al Cielo que Dios nos ha preparado. Roguemos al Señor. Padre celestial, Jesús nos ha abierto tu Casa del Cielo. Gracias porque ya nos has preparado un lugar junto a Ti. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén. 17, domingo Misa de la solemnidad de la ASCENSIÓN Homilía: FAMILIA SALESIANA, FAMILIA DE APÓSTOLES Queridos hermanos: Las semillas son un prodigio de la naturaleza. Un elemento tan pequeño, que arrojamos a la tierra, puede producir un rosal, un manzano o un cedro. ¿Qué tiene por dentro la semilla para producir todo eso? La semilla no la hace el hombre. La semilla es obra de Dios, pero Él la pone en nuestras manos para que la sembremos. En esta gran solemnidad de la Ascensión de Jesús al Cielo, hemos escuchado el Evangelio: “Id al mundo entero y predicad a todos el Evangelio” (Cfr. Marcos 16,15). La comparación es clara. Jesús es el que preparó la semilla y les mandó a sus Apóstoles ir por el mundo entero para sembrar la semilla de la Palabra de Dios, el Evangelio. El mejor fruto que ha producido el Evangelio, la Palabra de Dios ha sido la Virgen María. Jesús, al subir al Cielo, fue como un imán divino que atrajo al Cielo a su Madre, en su gloriosa Asunción. Y Jesús es también para nosotros ese imán divino que nos atrae hacia el Cie-­‐‑ lo, para que un día todos formemos la Familia feliz de los hijos de Dios en la Casa del Padre. Hace ya dos siglos, el Señor, por medio de María, puso en la mano de Don Bosco la semilla de la Congregación y de la Familia Salesiana y él la arrojó en tierra y la cultivó. De ahí brotó la Familia Salesiana, que debía ser una familia de apóstoles, para cumplir el mandato de Jesús: “Id al mundo entero y predicad a todos el Evangelio” (Cfr. Marcos 16, 15). Al cabo de doscientos años del nacimiento de Don Bosco, la Familia Salesia-­‐‑ na anuncia el Evangelio en 130 naciones del mundo. Realmente es una familia misionera, universal, que cumple el mandato de Jesús. Pero es importante conocer cómo Don Bosco dio los primeros pasos de esa admirable historia. Él comenzó invitando a muchas personas para que fueran miembros de la nueva Congregación Salesiana, pero todos, uno tras otros, le fallaron. Fueron años dolorosos. Dios, por medio de María, le había encomendado a Don Bosco fundar la Congregación Salesiana, pero no le daba las vocaciones que necesita-­‐‑ ba. ¿Qué hacer, cómo hacer? La solución vino de donde menos podía pensarse. En un sueño, la Virgen le indicó a Don Bosco que pusiera la cinta de la Obediencia a algunos de sus mu-­‐‑ chachos. Y así lo hizo. Esos muchachos procedían de la Compañía de la Inmaculada, que había fun-­‐‑ dado Domingo Savio, aquel adolescente santo, que murió antes de cumplir los quince años. Don Bosco lo educó, le ayudó a progresar en la santidad, y Do-­‐‑ mingo Savio le preparó a los primeros salesianos, porque casi todos los miem-­‐‑ bros de la Compañía de la Inmaculada fueron salesianos. En definitiva, Dios, por medio de la Virgen, le envió a Don Bosco a aquellos muchachos de la Compañía de la Inmaculada para fundar una Congregación religiosa joven con jóvenes y para los jóvenes. Para atender a tantos jóvenes, hacían faltan muchos colaboradores, que eran como los voluntarios de hoy día. En ese ambiente, surgió la Asociación de Sale-­‐‑ sianos Cooperadores. Los chicos estuvieron siempre en la mente y en el corazón de Don Bosco. Pero, en un momento determinado, la Virgen María le indicó, por medio de un sueño, que se preocupara también de las chicas Para ello, puso en su camino a unas jóvenes de la Asociación de Hijas de Ma-­‐‑ ría. Con ellas, animadas por María Mazzarello, después Santa María Mazzarello, puso en pie el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. En nuestro cuerpo, tenemos las arterias que llevan la sangre a todos los miem-­‐‑ bros. Pero, para que esa sangre pueda llegar a los lugares más profundos, posee-­‐‑ mos también finísimos vasos capilares. En la Familia Salesiana, esa función de vasos capilares la desarrolla la Asociación de María Auxiliadora (ADMA), que difunde a su alrededor la devoción a María Auxiliadora. Han pasado 150 años desde que Don Bosco inició la Familia Salesiana. Ya son incontables los Antiguos Alumnos o Alumnas de la Familia Salesiana en todo el mundo. En ellos, los Salesianos, las Hijas de María Auxiliadora, los Salesianos Coope-­‐‑ radores y otros miembros de la Familia Salesiana han depositado una semilla de bien, por medio de la instrucción, la educación, la catequesis. Don Bosco decía: “No basta amar a los jóvenes, sino que se deben sentir real-­‐‑ mente queridos. La educación es cosa del corazón”. Un signo concreto de ese amor es la devoción a María Auxiliadora que los Antiguos Alumnos han aprendi-­‐‑ do en las Casas de la Familia Salesiana. La Virgen es Madre que los alienta y son-­‐‑ ríe, pero también Auxiliadora que les ayuda y defiende. Son treinta los grupos que hoy día forman la Familia Salesiana, pero ahora no tenemos tiempo para enumerarlos. Los recordamos con afecto. En esta gran solemnidad de la Ascensión, hemos escuchado el mandato de Jesús: “Id al mundo entero y predicad a todos el Evangelio”. La Familia Salesia-­‐‑ na es una Familia de Apóstoles, que está extendida por 130 naciones para pre-­‐‑ dicar el Evangelio de Jesús. Jesús en la Eucaristía es la fuerza que mueve y sostiene a la Familia Salesia-­‐‑ na. Moniciones para la celebración SALUDO. Cristo glorioso, que sube al Cielo, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. La publicidad, los partidos políticos, los médicos nos ofre-­‐‑ cen muchas cosas en ese mundo. Pero todo termina aquí. Jesús resucitado, que sube gloriosamente al Cielo, nos ofrece lo que nadie puede hacer: o sea, vivir para siempre con Dios en el Cielo, llenos de felicidad y de gloria. Y porque Jesús, el Hijo de Dios se ha hecho nuestro Hermano, nosotros po-­‐‑ dremos ir al Cielo como hijos de Dios, formando parte de su Familia. ACTO PENITENCIAL. Para ser mejores hijos de Dios, pidámosle que nos puri-­‐‑ fique de nuestras faltas. – Jesús, Tú eres el Hijo de Dios. Señor, ten piedad. – Jesús, Tú te has hecho nuestro Hermano Mayor. Cristo, ten piedad. – Jesús, Tú nos has hecho hijos o hijas de Dios. Señor, ten piedad. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. Jesús resucitado se despidió de sus Apóstoles para ascender al Cielo, junto a Dios, su Padre. 2ª LECTURA. Jesús resucitado subió al Cielo gloriosamente, para estar a la de-­‐‑ recha de Dios Padre. ORAD, HERMANOS. Orad, hermanos, para que llevando al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PROPIO DE LA ASCENSIÓN, nº. II. PLEGARIA EUCARÍSTICA, II. PADRENUESTRO. Jesús, nuestro Hermano Mayor, nos ha hecho a todos hijos de Dios. Por eso, con inmensa alegría, rezamos: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. Dios Padre nos ofrece el mejor alimento que puede darnos: el Cuerpo resucitado de Jesús, que nos prepara a nosotros a resucitar. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles Oremos a Jesús resucitado, que ha sido glorificado por el Padre, y digámosle: – Para que los cristianos proclamemos con palabras y ejemplos que Dios nos espera a todos en el Cielo. Roguemos al Señor. – Por las autoridades, para que ayuden a los ciudadanos a buscar los valores espirituales, que ennoblecen a todos. Roguemos al Señor. – Por los refugiados que huyen de las guerras, para que encuentren ayuda y puedan mejorar sus condiciones de vida. Roguemos al Señor. – Para que la Virgen de la Asunción nos enseñe el camino que sube al Cielo, donde Jesús glorioso nos espera. Roguemos al Señor. Jesús resucitado y glorioso, atráenos hacia el Cielo, donde Tú vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén. 18, lunes Misa del lunes de la séptima semana de Pascua Homilía: “ESTA ES MI CASA” Queridos hermanos y hermanas: A lo largo de la historia, los sueños han tenido siempre algo de misterioso y se ha tratado de interpretar su significado. Existe un diccionario para interpretarlos. Pero hay sueños singulares en los que Dios toma la iniciativa para revelar su voluntad o sus designios. Dios ha querido que también la Virgen se pueda rela-­‐‑ cionar con nosotros a través de los sueños. Un ejemplo singular es Don Bosco. En un sueño, que después se realizó ple-­‐‑ namente, la Virgen le mandó que le edificara en Turín la basílica de María Auxi-­‐‑ liadora de los cristianos. Dento de esa basílica soñada, Don Bosco leyó esta ins-­‐‑ cripción: “Esta es mi Casa. De aquí saldrá mi Gloria”. “Esta es mi Casa”. La casa la preparan los padres para sus hijos, para toda la familia. El refrán afirma que “lo que es del padre es del hijo”. Podemos com-­‐‑ pletar ese refrán, diciendo con más razón: “Lo que es de la madre es del hijo”. Por tanto, si la basílica de María Auxiliadora de Turín es su Casa, quiere decir que es también nuestra casa, porque somos sus hijos. Todo lo que hemos dicho es magnífico, pero quizás no damos su verdadero valor a la palabra Auxiliadora. Cuando uno se encuentra en un peligro grave del cual no sabe cómo salir o defenderse, grita ¡auxilio! La reacción instantánea es acudir al sitio de donde procede el grito para auxiliar a quien lo necesita. Ya salió la palabra: auxiliar. María es Auxiliadora de todos y para todo. Cualquier persona, en cualquier circunstancia puede dirigirse a Ella. Pero nosotros la invocamos, especialmente, como Auxiliadora de los cristia-­‐‑ nos. Eso no excluye a los demás, sino que concreta un aspecto del Auxilio de María. En el Concilio Vaticano II, los papas Juan XXIII y Pablo VI invocaron a María como Auxiliadora de los Obispos. El evangelio de hoy nos ayuda a comprenderlo mejor. Jesús se estaba des-­‐‑ pidiendo de sus apóstoles antes de su muerte en la Cruz. Les anunció que ellos se marcharían todos ante el peligro y lo dejarían solo. No solo eso, sino que después, cuando comenzaran a predicar el Evangelio, tendrían luchas y perse-­‐‑ cuciones precisamente por ser predicadores del Evangelio, o sea, por ser cristia-­‐‑ nos. Eso desanima al más valiente. Pero Jesús terminó prometiéndoles: “Tened valor. Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33). O sea, pase lo que pase: “La victo-­‐‑ ria final será siempre mía”, afirma Jesús. Recordemos esas películas en las que el chico bueno sufre mil peligros y aventuras pero, al final, todo termina bien. Eso es lo que nos garantiza Jesús: “En el mundo tendréis luchas, pero tened valor. Yo he vencido al mundo”. Es en este ambiente donde hemos de colocar a María Auxiliadora de los cristianos. Jesús nos la ha regalado para que nos auxilie para ser cristianos, por-­‐‑ que de un modo o de otro vamos a sufrir persecución, precisamente por ser cristianos. Don Bosco lo había comprendido y, por eso, afirmó: “La Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que vivimos son tan difí-­‐‑ ciles, que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y defender la fe cristiana” (MBe 7,288). La promesa de Jesús: “Tened valor. Yo he vencido al mundo”, nos llega a nosotros a través de la sonrisa de la Madre de la Iglesia y de su cetro de Reina Auxiliadora. Una demostración. María Auxiliadora es patrona de China, con sus mil trescientos millones de habitantes y es patrona también de Australia. Los católicos chinos, perseguidos ya en el siglo XIX, comenzaron a invocar a la Virgen como Auxiliadora. En el año 1868, edificaron una pequeña capilla a María Auxiliadora en la colina de Sheshan, en la ciudad de Shanghai. Providencial coincidencia: en ese mismo año 1868, Don Bosco inauguró la basílica de María Auxiliadora en Turín. Más tarde, los chinos convirtieron la pequeña capilla de Sheshan en un her-­‐‑ moso templo y declararon a María Auxiliadora Patrona de China. Don Bosco tuvo en Barcelona un célebre sueño misionero, en el que una Pas-­‐‑ torcilla, María Auxiliadora, le anunció que sus salesianos llegarían también a China. Ese sueño se cumplió cuando los Salesianos llegaron a Macao, el año 1906, a los 18 años de morir Don Bosco. Las Hijas de María Auxiliadora llegaron a China en 1947. El papa Benedicto XVI nos invitó a todos a rezar por los cristianos chinos precisamente en la fiesta de María Auxiliadora de cada año, porque están su-­‐‑ friendo una verdadera persecución. María Auxiliadora es su patrona, una Ma-­‐‑ dre que anima y consuela, y una Auxiliadora poderosa que ayuda y defiende. Jesús les asegura a los cristianos chinos y a nosotros: “Tened valor. Yo he vencido al mundo”. En la Comunión, Jesús nos da la fuerza que necesitamos para tener valor. Moniciones para la celebración SALUDO. Jesús, que ha vencido al pecado y al mal, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. Jesús fue perseguido por anunciar la verdad, el bien, la paz, el amor, porque había gente que no quería oír hablar de eso. Jesús profetizó que la Iglesia sufriría persecución. Cuántos mártires ha habido durante vein-­‐‑ te siglos. Eso nos puede asustar, pero Jesús nos asegura: “Tened valor, Yo he vencido al mundo” (Juan 16,33). Pase lo que pase, Él vencerá siempre y a to-­‐‑ dos. Y nos ha dado a María como Auxiliadora de los cristianos. ACTO PENITENCIAL. Pidamos perdón al Señor por nuestros miedos en dar testimonio de nuestra fe: – Jesús, Tú fuiste valiente hasta dar la vida para salvarnos. Señor, ten pie-­‐‑ dad. – Jesús, Tu Madre fue valiente, estando a los pies de tu Cruz. Cristo, ten piedad. – Jesús, nosotros, a veces, no somos valientes para vivir nuestra fe. Señor, ten piedad. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. San Pablo encontró a unos discípulos que no conocían al Espíritu Santo. Les anunció el Evangelio y los bautizó. ORAD, HERMANOS. En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PROPIO, DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN. PLEGARIA EUCARÍSTICA, Va PADRENUESTRO. San Pablo encontró a unos hombres que no conocían al Es-­‐‑ píritu Santo. Nosotros lo conocemos, porque Dios Padre nos lo ha regalado. Digamos con alegría: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. Jesús nos repite hoy en la Comunión: “Tened valor, Yo he ven-­‐‑ cido al mundo”. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mun-­‐‑ do. Dichosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles Padre celestial, Tú nos has dado al Espíritu Santo para que interceda por nosotros. Movidos por Él, Te suplicamos: – Para que sepamos dar testimonio de nuestra fe, con la fuerza del Espíritu Santo. Roguemos al Señor. – Para que Dios dé a las naciones el don de la paz, basada en la justicia y la solidaridad. Roguemos al Señor. – Para que el Espíritu Santo dé fuerza, consuelo y esperanza a los que sufren en el cuerpo o en el espíritu. Roguemos al Señor. – Para que esta novena de María Auxiliadora aumente nuestra fe cristiana y nuestra devoción a María Auxiliadora. Roguemos al Señor. Padre celestial, gracias por habernos dado la alegría de Cristo resucitado. Ayúdanos a contagiar a todos esa alegría cristiana. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 19, martes Misa del martes de la séptima semana de Pascua Homilía: MARÍA AUXILIADORA ES AGRADECIDA Queridos hermanos y hermanas: Una de las cosas más agradables es encontrar personas agradecidas. O sea, personas que tienen un corazón capaz de agradecer lo que se ha hecho por ellas. Dios es el más agradecido. Lleva cuenta hasta del vaso de agua que damos en su nombre al que tiene sed (cfr. Mateo 10,42). En las lecturas de hoy hemos encontrado a dos grandísimas personas que han dado su vida entera por Dios y por los demás. Y Dios se lo ha agradecido de modo sublime. El personaje más grande es el mismo Jesús. Él, antes de morir en la Cruz, rezó así a su Padre, como hemos escuchado en el evangelio: “Yo te he glorifica-­‐‑ do sobre la tierra y he cumplido la obra que me encomendaste. He manifestado tu Nombre a los hombres que me diste. Yo les he comunicado tus palabras” (Cfr. Juan 17, 1-­‐‑11). O sea, Jesús realizó todo lo que su Padre le había encomendado. Por eso, Dios Padre se lo agradeció premiándolo, glorificando la humanidad de Jesús, unida al Hijo de Dios, subiéndolo al Cielo y colocándolo a su derecha. El otro personaje es San Pablo. En la primera lectura, hemos escuchado có-­‐‑ mo se despidió de los cristianos de Éfeso: “Siempre he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas. No he ahorrado medio alguno para predicar a todos el Evangelio. A mí no me importa la vida; lo único que me importa es cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio” (Cfr. Hechos de los Apóstoles 20,17-­‐‑27). Más aún, San Pablo murió mártir, entregando su vida por Jesús y su Evangelio. Y Jesús se lo agradeció, dándole una gloria excepcional en el Cielo y en la Iglesia. Jesús es agradecido con sus Apóstoles y con todos. Y María Auxiliadora también. Las madres, que lo hacen todo por los hijos, saben agradecer hasta el mínimo detalle que se tiene con ellas. “Es de bien nacido el ser agradecido”. La Virgen fue bien nacida: Inmaculada, Purísima, Llena de Gracia, desde su concepción. Por eso es la más agradecida. Vamos a demostrarlo con un caso bien concreto, dentro de la Familia Sale-­‐‑ siana. La Virgen mandó a Don Bosco edificarle la basílica de María Auxiliadora de Turín. Él era un sacerdote pobre, que tenía que atender a unos chicos pobres. Estaba siempre lleno de deudas, porque no llegaba a pagar lo que debía a los proveedores. Por eso, andaba siempre pidiendo limosnas a quien podía ayudar-­‐‑ le. Cuando la Virgen le pidió que le edificara la basílica de María Auxiliadora, él lo comunicó a sus salesianos y otras personas conocidas. A todos les pareció aquello una locura. Pero Don Bosco, confiado totalmente en la Virgen, se lanzó a la empresa y en tres años construyó la basílica y fue consagrada. María Auxiliadora se lo quiso agradecer de un modo sorprendente, original. Cuando murió Don Bosco, fue enterrado en el colegio salesiano de Valsalice. Pero, al ser beatificado, llevaron solemnemente sus restos hasta un altar de la basílica de María Auxiliadora. La Virgen, agradecida, le ha querido premiar, porque hizo lo posible y lo imposible para edificar la basílica. La mano derecha de Don Bosco, el hombre práctico que dirigió las obras de la basílica y que estuvo al tanto de todos los detalles, fue don Miguel Rúa, sale-­‐‑ siano. Mientras Don Bosco buscaba el dinero, don Rúa dirigía las obras. Fue tal el peso del trabajo, que cayó gravísimamente enfermo. María Auxiliadora curó a don Rúa. Y, agradecida, ha acogido también la tumba del hoy beato Miguel Rúa en la cripta de la basílica. Un hermoso altar de la basílica está dedicado a Santa María Mazzarello, la fundadora, con Don Bosco, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. La Virgen inspiró a Don Bosco que fundara también un Instituto de religiosas y, para ello, puso en su camino a un grupo de jóvenes llenas de generosidad, diri-­‐‑ gidas por María Mazzarello. Así ellas, que eran Hijas de María, pasaron a ser Hijas de María Auxiliadora. La Virgen, agradecida, ha admitido los restos de Santa María Mazzarello en su basílica. Un altar sorprendente es el de Santo Domingo Savio, un muchacho que no llegó a cumplir los quince años, pero que fue un personaje fundamental en la Congregación Salesiana. Don Bosco lo admitió en su Oratorio y le ayudó a ma-­‐‑ durar en su vida cristiana. Este muchacho santo tuvo una singular devoción a la Virgen. Inspirado por Ella fundó la Compañía de la Inmaculada, que buscaba la santidad de sus miembros y la ayuda a los demás compañeros. De aquellos muchachos, limpios y generosos, surgió juvenilmente en la Iglesia la Congregación Salesiana. Casi todos aquellos pequeños apóstoles fueron los primeros salesianos. María Auxiliadora ha acogi-­‐‑ do en su basílica también la urna con los restos de Santo Domingo Savio. En resumen, María Auxiliadora los ha acogido a todos en su basílica, porque es agradecida. Ella no se deja ganar nunca en generosidad. En resumen: Dios es agradecido con lo que hacemos por Él. Y la Virgen también es agradecida. Y nosotros hemos de ser agradecidos a Dios y a la Virgen Auxiliadora, por-­‐‑ que lo recibimos todo de Ellos. En la Eucaristía, hay un momento en el que el sacerdote nos invita así: “De-­‐‑ mos gracias al Señor, nuestro Dios”. Nosotros respondemos con entusiasmo: “Es justo y necesario”. Sí, demos siempre gracias a Dios, especialmente en la Eucaristía. Moniciones para la celebración SALUDO. El Dios, que nos colma de sus bendiciones, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. Es de bien nacidos ser agradecidos. Esta sabia expresión popular la hemos de aplicar, en primer lugar, a Dios mismo. Él ha creado el universo, nos ha dado la tierra, nos ha regalado la vida. Más aún, nos ha en-­‐‑ viado a su Hijo al mundo, para que fuera nuestro Hermano, nos ha regalado a su Espíritu Santo. Y también ha tenido la ternura de poner a nuestro lado una Madre, María, la misma que preparó para su Hijo hecho hombre. Es de bien nacidos ser agradecidos. Hagamos de la Eucaristía un acto de acción de gracias a Dios. ACTO PENITENCIAL. No siempre hemos sido agradecidos con Dios; por eso, le pedimos perdón: – – Jesús, Tú siempre mostraste agradecimiento a tu Padre. Señor, te piedad. Jesús, Tú siempre mostraste agradecimiento a tu Madre humana, María. Cristo, ten piedad. – Jesús, perdona nuestro poco agradecimiento. Señor, ten piedad. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. San Pablo, antes de despedirse de los cristianos de Éfeso, les re-­‐‑ cuerda que ha entregado la vida por ellos para anunciarles el Evangelio. ORAD, HERMANOS. Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PROPIO, DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN. PLEGARIA EUCARÍSTICA, Vb. PADRENUESTRO. Dios Padre es nuestro verdadero Padre, del cual hemos recibido todo lo que somos y tenemos. Digámosle con amor de hijos: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. No hay amor más grande que dar la vida. Por eso, Jesús nos in-­‐‑ vita: “Tomad mi Cuerpo que se entrega por vosotros”. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles En la alegría de esta novena de María Auxiliadora, invoquemos a Dios Padre, de quien recibimos todos los bienes: – Para que los cristianos sepamos ser agradecidos con Dios y con todos los que nos hacen el bien. Roguemos al Señor. – Por todos los ciudadanos, para que nos sintamos corresponsables del bien común. Roguemos al Señor. – Por los corazones egoístas, que no saben agradecer tantos beneficios como reciben. Roguemos al Señor. – Para que la devoción a la Virgen nos ayude a hacer el bien, sin mirar a quien se lo hacemos. Roguemos al Señor. Padre de todo bien, a Ti se eleva nuestra oración y nuestro agradecimiento filial. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 20, miércoles Misa del miércoles de la séptima semana de Pascua Homilía: ¿CUÁL ES LA IMAGEN DE MARÍA AUXILIADORA? Queridos hermanos y hermanas: En la historia, ha habido miles de millones de madres, pero cada una ha te-­‐‑ nido un rostro distinto. Para un hijo, lo importante no es la imagen corporal, sino la función de madre. Lo demás es secundario. En la Iglesia, hay muchas imágenes de la Virgen: la del Pilar, la Macarena, la de Covadonga. En estos casos, la imagen ha de ser siempre igual al original, en todos sus detalles. Sería ridículo poner a la Macarena sobre un Pilar, y a la del Pilar con las lágrimas de la Macarena. Sin embargo, ¿cuál es la imagen oficial de María Auxiliadora? Ninguna. A algunos les puede desconcertar esta afirmación. El motivo es claro. En María Auxiliadora, no nos importa su imagen corpo-­‐‑ ral, sino que sea una buena Madre que nos auxilie. Don Bosco nos presentó a María como Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos. Eso es lo verda-­‐‑ deramente fundamental. Lo demás es secundario. Los europeos la representamos a nuestro estilo. Los chinos, japoneses, indios rodean a María Auxiliadora de delicados perfiles y vestidos. Los negros le aña-­‐‑ den la ternura de las madres africanas. De todas esas maneras y de muchas más se puede representar a la Auxiliadora de los cristianos. Hagamos un simpático comentario. La policía, cuando persigue a quien ha cometido un delito, busca enseguida las pruebas que pueden delatarlo. Cuando vamos de viaje y encontramos una iglesia, un altar o una imagen de María Auxiliadora, eso es una prueba clarísima de que por allí ha pasado un cristiano, o algún miembro de la Familia Salesiana. Esa es una prueba incon-­‐‑ fundible, que cualquier policía encontraría razonable. Don Bosco dio a su Familia Salesiana esta misión histórica: difundir en la Iglesia universal la devoción a quien es Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos. Él afirmaba: “Difundid la devoción a Jesús en la Eucaristía y a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros” (MBe 11,336) Jesús, María y la Iglesia son tres pilares en los que se asienta nuestra fe cristiana. Eso nos llena de segu-­‐‑ ridad, de confianza, de alegría. Después de comentar que lo importante de María Auxiliadora no es la ima-­‐‑ gen material, sino su Maternidad espiritual, debemos dar dos pasos más. Primer paso. Lo más importante de la Virgen, lo que le da todo su valor es el Hijo que tiene en sus brazos. Si Ella no fuera la Madre de Dios, la Madre de Je-­‐‑ sús, sería una mujer más entre los miles de millones de mujeres que ha habido en la historia. Es Dios quien ha auxiliado a María, haciéndola Inmaculada, Purí-­‐‑ sima. Y es Jesús quien nos ha regalado a su propia Madre para fuera nuestra Madre y Auxiliadora. Segundo paso. La Virgen María recibió a Jesús, no para quedarse con Él, sino para dárnoslo a todos. En la mayoría de las imágenes, la Virgen tiene a Jesús en sus brazos. En la imagen que mandó pintar Don Bosco para la basílica de Turín, Jesús está mirando de frente, con los brazos abiertos, como diciendo: “Aquí es-­‐‑ toy Yo para vosotros, para entregarme a vosotros”. En el evangelio de hoy, Jesús poco antes de su Muerte en la Cruz, reza a Dios Padre y le dice: “Yo he dado tu Palabra a mis Apóstoles. Como Tú me en-­‐‑ viaste al mundo, así los envío Yo también al mundo” (Cfr. Juan 17,14-­‐‑18). Aquí se habla de entrega. Jesús ha entregado la Palabra de Dios Padre a los Apóstoles. Y para eso, Dios Padre entregó a su Hijo al mundo, para que se hi-­‐‑ ciera Hermano nuestro. Dios Padre nos ha regalado a su mismísimo Hijo di-­‐‑ vino. Y después nos regaló también a su Espíritu Santo, el día de Pentecostés. Dios no regala cositas, se regala a Sí mismo. Una comparación. Uno de nosotros entrega generosamente unos euros para las Misiones. Eso está bien. Pero, si él mismo va de misionero y entrega toda su vida para predicar el Evangelio y ayudar a otros, eso es muchísimo mejor. Eso es regalarse a sí mismo. Dios nos ha regalado la tierra y todo el universo. Eso está bien y hay que agradecerlo. Pero lo maravilloso es que Dios se nos ha regalado Él mismo. Basta ver a Jesús muerto en la Cruz para salvar a todo el mundo, a toda la historia humana. San Pablo hoy nos ha hablado también de esto. Nos comunica unas palabras de Jesús que no están en el Evangelio, pero que los cristianos recordaban muy bien. Son estas: “Más vale dar, que recibir. Más dichoso es el que da que el que recibe” (Hechos de los Apóstoles 20,35). La Virgen es más dichosa, porque nos da a ese Jesús que Ella ha recibido. Y le estamos tan agradecidos, que en todo el mundo a la Virgen se le considera de familia, de casa. Las imágenes de la Virgen pueden ser muchas y diferentes. Pero lo fundamental es que representan a la Madre de Jesús. En esta Eucaristía, Jesús va a renovar su ofrecimiento por nosotros: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros” (Lucas 22,19-­‐‑20). Gracias, Jesús. Moniciones para la celebración SALUDO. Jesús resucitado, Salvador del mundo, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. Don Bosco fue un gran apóstol, porque se sintió enviado por Dios. Pero Jesús dice en su Evangelio: “Padre, como Tú me enviaste al mundo, así los envío Yo también al mundo”. O sea, estamos ante una cade-­‐‑ na de enviados: Dios Padre envió a su Hijo, que se hizo Hermano nuestro. Y Él, Jesús, envió a los Apóstoles, a Don Bosco, y nos envía también a noso-­‐‑ tros. ACTO PENITENCIAL. Porque no siempre somos generosos a ese envío de Dios, pedimos perdón: – Jesús, Tú eres el Apóstol del Padre. Señor, ten piedad. – Jesús, Tú eres el Misionero del Padre. Cristo, ten piedad. – Jesús, Tú nos envías a nosotros como apóstoles, como misioneros. Señor, ten piedad. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. San Pablo da su último adiós a los cristianos de Éfeso y les re-­‐‑ cuerda unas palabras de Jesús: “Más vale dar, que recibir. Más dichoso es el que da que el que recibe”. ORAD, HERMANOS. Orad, hermanos, para que llevando al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PROPIO, DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN. PLEGARIA EUCARÍSTICA, Vc. PADRENUESTRO. Nos atrevemos a llamar Padre a Dios, porque su Hijo se ha hecho hombre como nosotros por obra del Espíritu Santo. Como hijos, di-­‐‑ gamos: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. Dice Jesús: “Más vale dar, que recibir. Más dichoso es el que da, que el que recibe”. Y Jesús lo dio todo por nosotros, su vida entera. Apren-­‐‑ damos de Él a ser generosos. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el peca-­‐‑ do del mundo. Dichosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles Jesús nos ha hecho de la Familia de Dios, por eso, con toda confianza, elevamos nuestra oración a Dios Padre: – Por los cristianos que sufren persecución por ser fieles al Evangelio de Jesús, para que el Espíritu Santo los llene de fortaleza. Roguemos al Señor. – Para que todas las naciones respeten la libertad religiosa de sus ciudadanos. Roguemos al Señor. – Por los que están encerrados en su egoísmo, para que el Espíritu Santo les dé un corazón nuevo. Roguemos al Señor. – Para que la devoción a María Auxiliadora abra nuestro corazón a las dimensiones del mundo. Roguemos al Señor. Padre universal, ayúdanos a todos tus hijos e hijas a formar la gran Familia de los hijos de Dios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 21, jueves Misa del jueves de la séptima semana de Pascua Homilía: “OS ESPERO EN EL CIELO” Queridos hermanos y hermanas: La propaganda usa eslóganes que llamen la atención para atraer a los com-­‐‑ pradores. También se usan en las manifestaciones por las calles, coreando con-­‐‑ signas. Don Bosco usó también eslóganes. Uno de los más célebres es este que él decía a sus chicos: ”Sed honrados ciudadanos y buenos cristianos”. Todo a la vez, todo en una pieza. Solo el que es honrado ciudadano puede ser buen cristiano. Y, al revés; un buen cristiano ha de ser buen ciudadano. En la sociedad actual, en la que, por desgracia, hay tanta corrupción, es ne-­‐‑ cesario dar buen ejemplo, siendo un honrado ciudadano. En el ambiente descristianizado en el que vivimos, hace falta dar buen ejemplo, viviendo como un buen cristiano. Un ejemplo perfecto fue la Virgen María. Ella fue esposa de San José y Ma-­‐‑ dre de Jesús. Vivió los problemas de la sociedad de su tiempo, como honrada ciudadana, y fue tan buena cristiana que la proclamamos Madre de Cristo. Don Bosco la propuso a sus jóvenes y al pueblo como Madre de la Iglesia y como su Auxiliadora. Ella, en su vida en este mundo, fue una Virgen caminante. Recorrió los ca-­‐‑ minos de su tierra, manchando sus pies con la arena polvorienta de los caminos, porque entonces no había aceras ni carreteras asfaltadas. Sin embargo, tenía su corazón limpio e inmaculado. O sea, tenía los pies en el suelo y el corazón en el Cielo. Ahora que Ella está en el Cielo, Jesús le ha encargado que sea para nosotros Virgen del Camino. En este momento, nosotros somos los caminantes, los que con esfuerzo y con fe vamos adelante en la vida por aceras, carreteras y autopis-­‐‑ tas. También nosotros hemos de avanzar por la vida con los pies en el suelo y el corazón en el Cielo, siendo honrados ciudadanos y buenos cristianos. María es para nosotros Auxiliadora de los caminantes. “María, desde el Cielo, es para todos signo de esperanza cierta y de consue-­‐‑ lo” (cfr. Lumen Gentium 68) Don Bosco sentía que la Virgen le acompañaba en la vida, que estaba a su lado. Hay una preciosa anécdota que lo demuestra. Él, ya anciano, visitó a una de las comunidades de las Hijas de María Auxi-­‐‑ liadora y les dijo: “María Auxiliadora está aquí con vosotras, se pasea por vues-­‐‑ tra casa”. Su secretario le interrumpió, quitando fuerza a esas palabras: “Don Bosco desea decir que María Auxiliadora os quiere”. Y Don Bosco insistió: “Yo he afirmado que la Virgen está realmente aquí” (MBe 17,479). Jesús nos prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20). La Virgen nos asegura: “También yo estoy con vosotros todos los días, porque vivo unida a Jesús. Donde está Jesús, estoy yo”. En el avemaría pedimos a la Virgen: “Ruega por nosotros ahora”. Ese ahora es siempre: cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. “Gracias, María”. Otro eslogan de Don Bosco a sus muchachos es este: “Os espero a todos en el Cielo”. En una carrera ciclista, el que se escapa hacia la meta en una etapa de montaña, les puede decir a los del pelotón: “Os espero en la cumbre”. Algo mucho más hermoso les dijo Don Bosco a sus jóvenes, cuando él ya estaba cercano a la muerte: “Os espero a todos en el Cielo”. Él, como el ciclista escapado, estaba llegando a la verdadera cumbre, a la etapa final de su vida. Esperaba de la misericordia de Dios llegar al Cielo, a la Casa feliz del Padre. Y su mayor alegría era invitar a sus jóvenes a llegar al Cielo. Pero eso no se lo inventó Don Bosco, sino Jesús, el Hijo de Dios, hecho Her-­‐‑ mano nuestro. En el evangelio de hoy, Jesús se está despidiendo de sus Apósto-­‐‑ les y les dice algo maravilloso, increíble. Él está hablando con su Padre Dios y le pide: “Este es mi deseo, que los que me confiaste estén conmigo, donde Yo es-­‐‑ toy, y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas” (Juan 17,24). O sea, el Hijo de Dios vive con el Padre en la gloria del Cielo. Y el Hijo, he-­‐‑ cho Hermano nuestro, pide al Padre que los Apóstoles, nosotros y todos este-­‐‑ mos con Él, donde Él está. ¿Dónde está Jesús? En la gloria del Cielo, con su Pa-­‐‑ dre, con el Espíritu Santo, y también con la Virgen María, con todos los Santos, con todos nuestros seres queridos, disfrutando para siempre de todas las mara-­‐‑ villas que Dios ha creado y seguirá creando. San Pablo afirma: “Ni el ojo vio, ni el oído oyó ni nadie puede imaginar lo que Dios ha creado para los que lo aman (1 Corintios, 2,9). De todo ello podre-­‐‑ mos disfrutar. Don Bosco invitaba a sus chicos: “Os espero en el Cielo”. Pero ese Cielo es el que nos ha ganado Jesús para nosotros con su Vida, Muerte y Resurrección. El Cielo en la tierra lo tenemos en la Comunión, porque estamos con Jesús; mejor dicho, Él está con nosotros y nos diviniza. Moniciones para la celebración SALUDO. Jesús, el Salvador del mundo, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. Los viajes tienen un principio y un final, una meta. Nuestra vida humana es como un viaje, que comienza en nuestro nacimiento, sigue con nuestra vida y termina llegando a la meta, a la Casa feliz de Dios. Jesús oró al Padre diciéndole: “Quiero que los que me confiaste estén Conmigo donde Yo estoy”, o sea en el Cielo. Don Bosco, al despedirse de sus queridos alumnos, les dijo: “Os espero en el Cielo”. Si vivimos unidos a Jesús en esta vida, lo estaremos también en el Cielo. Dios mismo es la meta de nuestra vi-­‐‑ da. ACTO PENITENCIAL. Porque nos entretenemos en las cosas de la tierra, olvi-­‐‑ dando que nuestra meta está en el Cielo, pidamos perdón: – Jesús, Tú quieres que estemos donde estás Tú, en la gloria de Dios. Se-­‐‑ ñor, ten piedad. – Jesús, Tú has elevado al Cielo a tu Madre, María, el día de su Asunción. Cristo, ten piedad. – Jesús, Tú nos invitas, por medio de Don Bosco, a caminar hacia el Cielo. Señor, ten piedad. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. Dios le pidió a San Pablo que diera en Roma testimonio de la fe cristiana, como lo había hecho ya en Jerusalén. ORAD, HERMANOS. Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea agradable a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PROPIO, DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN. PLEGARIA EUCARÍSTICA, Vd. PADRENUESTRO. Rezamos al Padre, que está en el Cielo y que desea darnos a todos su gloria y su felicidad. Digamos: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. Jesús quiere que nosotros estemos donde está Él, o sea, en el Cie-­‐‑ lo. Pero la Comunión en ya el Cielo en la tierra, porque Jesús está con noso-­‐‑ tros. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles Dios Padre misericordioso, escucha la oración de tus hijos, que caminan hacia tu Casa feliz: – Para que caminemos por la vida con los pies en la tierra y el corazón en el Cielo. Roguemos al Señor. – Para que las autoridades educativas se preocupen de la formación de niños y jóvenes, que son el futuro de la humanidad y de la Iglesia. Roguemos al Señor. – Por los que solo miran a la tierra, para que el Espíritu Santo abra sus ojos hacia Dios, presente en el mundo. Roguemos al Señor. – Para que la devoción a María Auxiliadora nos llene de fortaleza y de esperanza en nuestro camino hacia el Cielo. Roguemos al Señor. Padre celestial, Tú eres la meta feliz de nuestro camino por la vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 22, viernes Misa del viernes de la séptima semana de Pascua Homilía: “MARÍA AUXILIADORA ESTÁ AQUÍ” Queridos hermanos y hermanas: Muchos poetas han escrito poemas sobre la madre. Pero lo mejor es tener a la madre al lado, sentir su cariño y sus cuidados personalmente. Muchos escritores y predicadores hablan de la Virgen María. Pero lo mejor es lo que hizo Don Bosco: sentirla presente y cercana en su vida. Por inspiración de la Virgen, él fundó la Familia Salesiana y también por inspiración de María comenzó la construcción de la basílica de María Auxiliadora de Turín. Don Bosco reconocía que no tenía ni medios ni fuerza para realizar esos dos grandes proyectos: la Familia Salesiana y la basílica. Pero milagrosamente se cumplieron los dos. Él sintió palpablemente la mano cercana de la Virgen que guiaba sus pasos. Por eso, él pudo reconocer agradecido y gozoso: “Todo lo ha hecho Ella”. Uno de tantos hechos. La construcción de la basílica de Turín costó mucho dinero, que Don Bosco no tenía. ¿De dónde sacarlo? Un día recibió una carta que contenía una factura: 30.000 liras, que entonces era una cantidad muy grande. Después de ese susto, abrió otra carta. Era un donativo para la cons-­‐‑ trucción de la basílica: 30.000 liras. Por eso, Don Bosco llegó a afirmar que cada ladrillo de la basílica represen-­‐‑ taba una gracia que María Auxiliadora había hecho a alguna persona; y esta, agradecida, había enviado un donativo para la basílica. Don Bosco tuvo una admirable originalidad. No solo habló de la Virgen, sino que la sintió presente en su vida, de tal forma que no se entiende la vida de Don Bosco sin la Virgen inspirando sus pasos. Para él, María Auxiliadora no era un ser que está en las nubes o en un Cielo lejano, sino una Madre que acompañaba la vida de sus hijos, que estaba a su lado, que era la Virgen del Camino, del camino de cada uno. Ella alienta, apoya y da esperanza. Hay un dato que parece anecdótico, pero que es profundamente revelador. La fiesta de María Auxiliadora en la Familia Salesiana es viva, ruidosa, alegre. Se tira la casa por la ventana, porque se siente a la Virgen viva, cercana, como una verdadera Madre, que está aquí. El centro de la fiesta de María Auxiliadora es siempre la celebración de la Eucaristía. Donde está la Madre se encuentra el Hijo, Jesús, que es el que hace grande a su Madre y nos hace grandes a todos. Pero la Eucaristía se celebra con una alegría especial, que mueve la fe y el cariño de niños y jóvenes, y del pue-­‐‑ blo cristiano, porque todos sienten cercana a la que es Madre y Auxiliadora de todos. Por tanto, la fiesta se celebra con el alma y con el cuerpo, con toda la persona y con todas las personas. Con juegos, deportes, teatro, concursos y otras mil actividades. Fiesta completa, como se merece la Madre, que está viva y presen-­‐‑ te. Esa fiesta queda para siempre grabada en la memoria del corazón de niños y jóvenes. Es una fiesta de fe, de amor, de alegría. El que nos ha enseñado a vivir de fe y de amor ha sido el mismo Jesús. Cuando le confió a San Pedro que cuidara de su Iglesia, no firmó un frío decre-­‐‑ to, no convocó una asamblea. Nada de eso. Simplemente, junto al lago de Gali-­‐‑ lea, mientras estaba amigablemente con otros discípulos, le preguntó: “Pedro, ¿me amas más que estos?” (Juan 21,15). Y se lo volvió a preguntar por segunda y por tercera vez. Ciertamente Pedro tenía fe en Jesús. Pero Jesús quería algo más, algo más profundo: su amor. Porque cuando una persona ama de veras es capaz de todo. Y San Pedro amó de tal modo a Jesús que dio la vida por Él, muriendo mártir. Y Jesús nos ha enseñado también cómo amar a la Virgen María. Él, como Hijo de Dios, la preparó haciéndola Inmaculada, Llena de Gracia. La escogió como Madre, vivió con Ella durante unos treinta años, llenándola de amor, de cariño. En la Cruz nos regaló a su propia Madre como Madre de la Iglesia y de cada uno de nosotros. Después la subió al Cielo el día glorioso de su Asunción y la ha coronado como Reina del Cielo y de la tierra. Nadie ha amado tanto a la Virgen, como el mismo Jesús. Otro detalle. Jesús está en todo el mundo, porque es Dios, Hijo de Dios. Además nos prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Y ha querido que su Madre esté también en todo el mundo. Donde está el Hijo, también está la Madre. Basta dar una vuelta por el mundo y en cualquier parte encontramos una iglesia, una estatua, una pintura de la Virgen. En todos los sitios se la considera Madre de la Iglesia. A lo largo del año cristiano son innumerables las fiestas dedicadas a la Virgen. Después de Jesús, no hay ninguna persona humana tan querida en toda la historia. Mientras la historia camina, Jesús y su Madre permanecen vivos, pre-­‐‑ sentes y amados. Eso es lo que estamos celebrando en esta Eucaristía. Moniciones para la celebración SALUDO. Jesús, que vive cada día, en todo momento, a nuestro lado, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. Los astrónomos miran con sus telescopios estrellas lejaní-­‐‑ simas. Nosotros no necesitamos ningún telescopio para ver a las estrellas más brillantes, que son Jesús, el Sol, la Luz del mundo, y su Madre, María, la Estrella de la Mañana. Don Bosco vivió siempre iluminado por esas dos es-­‐‑ trellas y nos enseñó a sentir siempre la presencia benéfica y amable de Jesús y de la Virgen. Eso nos llenará de ganas de vivir, nos colmará de esperanza, y nos llevará a la meta feliz del Cielo. ACTO PENITENCIAL. Mirando a Jesús, que es la Luz del mundo, reconozca-­‐‑ mos las sombras que nos dejan nuestros pecados y pidamos perdón: – Jesús, Tú eres la Luz del mundo, el Sol de nuestra vida. Señor, ten pie-­‐‑ dad. – Jesús, Tú estás con nosotros todo los días, hasta el fin del mundo. Cristo, ten piedad. – Jesús, Tú nos has dado a tu Madre como Luz de la mañana. Señor, ten piedad Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. El procurador romano estaba sorprendido de que Pablo hablara de un difunto, llamado Jesús, que él decía que estaba vivo. Sí, vivo y resuci-­‐‑ tado. ORAD, HERMANOS. En el momento de ofrecer el sacrificio de toda la Iglesia, oremos a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO PROPIO, DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN. PLEGARIA EUCARÍSTICA, II. PADRENUESTRO. Dios no es un ser perdido en el universo, sino un Padre cercano que busca siempre el bien de sus hijos. Con toda confianza, oremos: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. Jesús fue un difunto, tras su Muerte en la Cruz, pero que volvió a la vida resucitado y glorioso. Y ahora está presente entre nosotros en esta Comunión. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Di-­‐‑ chosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles Padre del Cielo, Tú estás siempre cercano a nosotros. Acoge con bondad nuestras súplicas: – Para que nos dirijamos a Dios, como un Padre cercano y cariñoso, que busca siempre nuestro bien. Roguemos al Señor. – Por las autoridades de los pueblos y naciones, para que atiendan las necesidades de los ciudadanos, sobre todo, de los que más lo necesitan. Roguemos al Señor. – – Por los que no conocen a Dios, para que el Espíritu Santo les revele que Dios es un Padre para ellos. Roguemos al Señor. Para que anunciemos, con palabras y obras, que creemos en Dios y que lo amamos con todo el corazón. Roguemos al Señor. Padre celestial, gracias por tu amor infinito y por tu cercanía. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. 23, sábado Misa de la vigilia de la solemnidad de PENTECOSTÉS Homilía: MARÍA AUXILIADORA TIENE SU HISTORIA Queridos hermanos y hermanas: La historia es una asignatura obligatoria en las escuelas de todo el mundo. Para una persona, para un pueblo conocer la propia historia es tan importante, como para un árbol tener raíces. Dentro de la historia universal, hay otra historia más hermosa, más profun-­‐‑ da, porque es divina. Es la del Pueblo de Dios, la de la Iglesia, la Historia de la Salvación. Jesús, el Hijo de Dios hecho Hermano nuestro, vivió esa historia y después les mandó a sus Apóstoles que la continuaran. Jesús, al subir al Cielo, nos hizo un formidable regalo: enviarnos al Espíritu Santo para que guíe y dirija a su Iglesia a lo largo de la historia. Hay que leer el libro de los Hechos de los Apóstoles, o sea, la Historia de los Apóstoles, para comprobar cómo el Espíritu Santo dirigió los primeros pasos de la Iglesia. La Persona del Espíritu Santo aparece continuamente. Él es como el alma en el cuerpo. Un cuerpo sin alma, sin espíritu está muerto. La Iglesia sin Espíritu Santo sería una institución humana en la sociedad, como tantas otras. La Iglesia, en dos mil años, ha sufrido persecuciones, problemas, dificulta-­‐‑ des de todo tipo, pero hay alguien que misteriosamente la sostiene y le da siempre nueva vida. Es el Espíritu Santo. Esta tarde comenzamos a celebrar la gran solemnidad de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, que es la conclusión del tiempo de Pascua. Y lo vamos a hacer recordando una historia entrañable, que es fruto de la presencia del Espíritu Santo. Me refiero a la historia del título de María Auxi-­‐‑ liadora de los cristianos. La primera oración que se conoce, dirigida a la Virgen, es del tiempo de las persecuciones romanas. Aquellos cristianos perseguidos acudían a la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia para pedir su ayuda en el peligro. Esta era su ora-­‐‑ ción: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas la ora-­‐‑ ción de tus hijos necesitados. Líbranos de todo peligro. ¡Oh, siempre Virgen, gloriosa y bendita!”. En esta confiada oración, aparece el sentido de María como amparo en la persecución, aunque no se encuentra todavía la palabra Auxilia-­‐‑ dora. Para ello, hay que esperar a un momento de gran peligro, la batalla naval de Lepanto (1571). Las tropas turcas querían invadir Europa para extender la reli-­‐‑ gión islámica. El papa San Pío V pidió a toda la Iglesia su oración para conjurar el peligro, poniendo como intercesora a la Virgen, invocada con el Rosario. Desde ese momento, se hizo popular la invocación: “Auxilio de los cristianos”, porque se rezaba en las letanías del Rosario. Un siglo después (1683), los turcos intentaron, de nuevo, entrar en Europa, pero por tierra, a través de Viena. Cuando esa ciudad estaba sitiada, se logró romper al cerco y derrotar a los invasores. El papa Inocencio XI y toda la Iglesia entendieron aquello como una victoria de la Virgen. María era invocada como Auxiliadora, pero no tenía una fiesta en la litur-­‐‑ gia. Eso se consiguió con otra intervención de la Virgen. A principios del siglo XIX, el emperador Napoleón, loco de ambición, intentó conquistar Europa. Y para manifestar su poder secuestró violentamente al mismo Papa, Pío VI, y se lo llevó desterrado a Francia. Allí murió. Su sucesor, Pío VII, fue víctima también de Napoleón y estuvo prisionero durante cinco años. El Papa se encomendó a la Virgen y pidió a los cristianos que hicieran lo mismo. Por fin, recobró la libertad y llegó a Roma el día 24 de mayo de 1814. En agradecimiento a la Virgen, instituyó, en esa fecha del 24 de mayo, la fiesta de María Auxiliadora, que nosotros seguimos celebrando. Hasta ese momento toda la historia de María Auxiliadora había sucedido en Europa. Hacía falta un apóstol que hiciera popular ese título en toda la Iglesia, en todo el mundo. Dios, por medio de la Virgen Santísima, buscó a su apóstol: San Juan Bosco. En la historia de la devoción a María Auxiliadora, Don Bosco y su Familia Salesiana han provocado la siembra universal de este título de la Virgen, que recuerda grandes batallas. Pero han hecho algo original: acercar esta devoción a los niños, a los jóvenes, al pueblo, que también han de luchar sus batallas para vivir la fe cristiana. Don Bosco, por inspiración de la Virgen, edificó la basílica de María Auxi-­‐‑ liadora en Turín. Después, la Familia Salesiana comenzó a extenderse por el mundo. Hoy está presente en 130 naciones. Don Bosco y su Familia Salesiana han popularizado en la Iglesia el título de la Auxiliadora. Pero lo fundamental, lo que más claro ha de quedar es que Ma-­‐‑ ría es Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los Cristianos, de todos los cristia-­‐‑ nos, también de los separados. Estamos celebrando ya la fiesta del Espíritu Santo, Pentecostés. La historia de la Iglesia y, concretamente, la historia de María Auxiliadora son fruto del Espíritu Santo. Él guía a la Iglesia, Él la sostiene en las dificultades, Él la llena de santidad. El gran regalo que Jesús resucitado nos ha hecho ha sido precisa-­‐‑ mente el Espíritu Santo, el que llenó de Santidad y de Gracia a la Virgen María. El Espíritu Santo es el que transforma para nosotros el pan y el vino de la Eucaristía en el Cuerpo y Sangre de Jesús. Démosle gracias. Y celebremos con toda alegría la solemnidad del Espíritu Santo. Moniciones para la celebración SALUDO. El Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida, esté con vosotros. AMBIENTACIÓN. El mejor regalo que nos hizo Jesús resucitado fue enviarnos al Espíritu Santo, que es como el alma de la Iglesia. Jesús preparó el Cuerpo de la Iglesia, pero el Espíritu Santo vino a dar vida a ese Cuerpo. Los Após-­‐‑ toles de Jesús estaban encerrados en una casa sin atreverse a predicar el Evangelio. Eran como un cuerpo paralizado. Llegó el Espíritu Santo, los lle-­‐‑ nó de sus dones y los Apóstoles salieron inmediatamente a predicar por to-­‐‑ do el mundo. El Espíritu Santo es Señor y Dador de Vida. Él hizo que en el seno de María se hiciera hombre Jesús, el Hijo de Dios. Celebremos con gran alegría esta solemnidad del Espíritu Santo. ACTO PENITENCIAL. Ante la santidad infinita del Espíritu Santo, reconoz-­‐‑ camos nuestros pecados: – – Jesús, Tú y el Padre nos enviasteis el Espíritu Santo. Señor, ten piedad. Jesús, el Espíritu Santo llenó de santidad a la Virgen Santísima. Cristo, ten piedad. – Jesús, el Espíritu Santo es como el alma de tu Iglesia. Señor, ten piedad. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros peca-­‐‑ dos y nos lleve a la vida eterna. 1ª LECTURA. (En la misa vespertina de la vigilia de Pentecostés, el leccionario ofrece cuatro lecturas, para escoger una de ellas, como primera lectura. La monición se re-­‐‑ fiere a la 4ª, que es la más explícita sobre el Espíritu Santo.) El profeta Joel, en el Antiguo Testamento, anunció que el Señor derramaría su Espíritu sobre sus siervos y sus siervas, también sobre nosotros. 2ª LECTURA. San Pablo nos asegura que el Espíritu Santo intercede por noso-­‐‑ tros con gemidos inefables. Démosle gracias. ORAD, HERMANOS. Orad, hermanos, para que llevando al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso. PREFACIO DE PENTECOSTÉS. PLEGARIA EUCARÍSTICA, III. PADRENUESTRO. Dios Padre nos ha regalado a su Hijo y a su Santo Espíritu. Por eso, somos hijos o hijas de Dios. Con alegría, oremos: “Padre nuestro”. COMUNIÓN. El Espíritu Santo es quien transforma el pan y el vino en el sa-­‐‑ cramento del Cuerpo y Sangre de Jesús. La Comunión es un regalo maravi-­‐‑ lloso que nos hace el Espíritu Santo en cada Eucaristía. ”Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los llamados a esta cena”. Oración de los fieles Oremos a Dios Padre, que nos ha regalado a su Hijo y a su Espíritu Santo: – En esta solemnidad de Pentecostés, pidamos al Espíritu Santo que nos ayude a todos los cristianos a crecer en la fe. Roguemos al Señor. – Por las autoridades en la sociedad, para que se preocupen de los niños y de los jóvenes, que son el futuro de la sociedad y de la Iglesia. Roguemos al Señor. – Por las personas que se dejan llevar por el materialismo, para que sientan la gracia y la luz del Espíritu Santo y cambien su vida. Roguemos al Señor. – Para que la Virgen María, que está llena de la Gracia del Espíritu Santo, nos enseñe a llevar una vida según el Espíritu. Roguemos al Señor. Gracias, Padre, porque nos has regalado al Espíritu Santo, que es para nosotros fuente de fe, de esperanza y de amor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.