Revisión de un escrito: a) La construcción textual Para que un texto sea considerado como tal, debe atender no sólo a la adecuación comunicativa; sino también a dos características esenciales: la coherencia y la cohesión. La cohesión refiere a la unión entre las oraciones o enunciados a través de diversos procedimientos léxico-gramaticales como la referencia, la elipsis, la conjunción o la cohesión léxicas. Las relaciones cohesivas determinan que la interpretación de un elemento del texto dependa de otro que lo precede o lo sucede. En este punto debemos tener en cuenta si no quedaron “cabos sueltos” en el texto, si las ideas presentadas están entrelazadas con los conectores que marcan el sentido que quiero dar entre ellas y si no hay repeticiones excesivas que se pudieran evitar. La coherencia textual remite al sentido que el lector puede asignarle al texto. La conexión entre las oraciones y proposiciones colabora con la coherencia. En este punto debemos preguntarnos si los conectores (porque, en consecuencia, después de, etc.) orientan la interpretación del lector; si los marcadores (en primer lugar, finalmente, por ejemplo) reflejan la organización textual y cooperan así con el lector. Un texto es coherente cuando de su lectura se puede extraer un sentido global que se puede expresar en una proposición. Muchas veces este sentido aparece expresado en el título. b) La selección léxica y registro Este aspecto considera el uso y significado que le damos a las palabras según el contexto. Por ejemplo, teniendo en cuenta la situación comunicativa prevista, habrá términos propios de cada disciplina o de la especialización que dan cuenta de ciertos conceptos en forma precisa. Para nuestra redacción preferiremos estos términos a otros usos más coloquiales. Por otra parte, también es conveniente evitar el empleo de términos ambiguos o muy generales; así como también evitar repeticiones. El mecanismo lingüístico que nos ayuda en estos casos es la sinonimia, la sustitución (hiponimia e hiperonimia) o paráfrasis. c) La normativa Como otras instituciones socialmente compartidas, la lengua posee reglas o normas que regulan su uso. Los escritos pertenecientes a ámbitos profesionales y académicos tienen exigencias normativas diferentes de otras situaciones y géneros más informales. Así, por ejemplo, no se espera la misma rigurosidad gramatical, ortográfica, léxica en un mensaje de texto, por ejemplo, que en el escrito que estamos planteando. Si bien el escritor dispone de distintas formas entre las que elegir, -y que determinan un estilo- también es justo aclarar que esas opciones no son infinitas y que están limitadas por el sistema de la lengua. Por lo tanto, para la revisión de aspectos como la ortografía, la puntuación y la gramática podemos considerar el corrector del procesador de textos pero también recurrir a diccionarios en línea o manuales de estilo que nos ofrecen las normas o “las opciones” posibles del sistema. La adecuación a estas normas hace no solo a la legibilidad y comunicabilidad del escrito, sino también que el texto sea socialmente “bien” visto. d) La puntuación La puntuación es uno de los aspectos de la escritura que permite tanto estructurar el texto en distintas unidades como otorgar coherencia y claridad. Es un mecanismo de producción e interpretación de sentido; por lo tanto es un aspecto fundamental de la escritura ya que su uso correcto hace posible la lectura. En este sentido, debemos revisar si las oraciones son excesivamente largas, si hicimos una clara organización en párrafos, si las pausas contribuyen a comprender el texto tal como queríamos o si están correctamente utilizados los distintos signos de puntuación. Para favorecer esta revisión debemos ponernos en situación de lectores de nuestro propio texto, incluso, la lectura en voz alta puede colaborar en la corrección.