La cultura grecolatina en El siglo de las luces de Alejo Carpentier se impuso el escritor, claramente esbozados en la cita, y a partir de las referencias explícitas, con lo cual se prescinde de otros posibles y necesarios análisis de la función que esta cumple en la novela dentro de la concepción carpenteriana de los clásicos y de la cultura en general. Para que pueda comprenderse en toda su dimensión la importancia de la cultura grecolatina en El siglo... como elemento referencial y de contrapunto, sobre todo en la caracterización de la época y los acontecimientos, debe tenerse en cuenta que la acción transcurre cuando tiene lugar la Revolución Francesa de 1789, la cual cumplió la misión de su tiempo: librar de las cadenas a la sociedad burguesa e instaurarla en el poder “bajo el ropaje romano y con frases romanas”, tal como se refiriera a esta circunstancia Carlos Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”.2 Amaury B. Carbón Sierra Profesor de la Universidad de La Habana El siglo de las luces (1962), la extraordinaria novela de Alejo Carpentier, fue escrita entre 1956 y 1961. Sobre el proceso de composición expresó el autor: Este fenómeno por el cual los hombres se sirven de las tradiciones literarias y artísticas, lo explica Marx con las siguientes palabras: Escribí El siglo de las luces más fácilmente que Los pasos perdidos, aun cuando presentaba dificultades mayores, que yo mismo me impuse: no mencionar cosas que se desconocieran en el tiempo que tiene lugar la acción de la novela, finales del siglo XVIII e inicios del XIX –de ahí el título–; limitar el uso de vocablos igualmente conocidos entonces y, de otra parte, la veracidad de los hechos, me obligaba a un minucioso acopio de documentación y a un rigor de historiador en la narración.1 La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla en el cerebro de los vivos. Y cuando estos se disponen precisamente a revolucionarse y revolucionar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria, es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio a los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar Es precisamente en ese sentido que se orienta este trabajo cuya finalidad consiste en analizar la presencia de la cultura grecolatina dentro de los límites que 77 la nueva escena de la historia universal. Así [...] la revolución de 1789-1814 se vistió alternativamente con el ropaje de la República Romana y del Imperio Romano...3 de Arquímides, etcétera, que Esteban había encargado (p. 20), las cornisas de clásico empaque de la casona (p. 10), las sandalias a la griega (p. 186), las estatuas mitológicas que los hacendados erigían a la orilla de vegas de tabaco (p. 24), el busto de Sócrates, adorno de la oficina cual altar (p. 39), los libros adquiridos en París, llenos de Patroclos y Eneas (p. 43) y los nombres de embarcaciones de tráfico normal en las Antillas Francesas: Thetis, Venus, La Vestale, la Meduse (pp. 75 y 106). Ciertamente al calor de la Revolución Francesa se produjo un renacimiento del espíritu de Grecia y Roma que alcanzó todos los ámbitos, desde las letras hasta las simples manifestaciones de la vida diaria, que influyó en los movimientos independentistas posteriores. Al proponerse Carpentier la recreación de los acontecimientos y del lenguaje, tenía que tener igualmente en consideración los aspectos de la cultura grecolatina no sólo conocidos por entonces, sino los más característicos de la época, aun cuando la visión que intentaba ofrecer no fuera la de un historiador, sino la de un novelista que se apoya en la historia para expresar su modo de ver las cosas, su pensamiento. Sin embargo, no aparece la retórica grecorromana con la que se daba cuenta de modo enfático de los acontecimientos políticos y sociales del período porque el novelista, según expresó, deseaba ocultarlos al lector hasta vencidas por lo menos unas ochenta páginas o sea, los diez primeros capítulos.5 Con la aparición de Víctor Hugues, uno de los personajes protagónicos que tuvo existencia real y extraordinaria, aumenta el número de referencias, esta vez con la finalidad de contribuir a la caracterización de quien pronto abrazaría las ideas de Robespierre y llevaría el espíritu de la Revolución Francesa a las Antillas. En ese proceso que se verifica inicialmente en presencia de los tres jóvenes, se le oye apuntar una cita clásica antes de hablar de su nodriza martiniqueña negra (p. 27); se dice que era evidentemente afecto a la Antigüedad por su gusto a representar un tanto en serio papeles de legisladores y tribunos antiguos (p. 47); hacer en juego de Mucio Scévola, de Cayo Graco y Demóstenes (p. 31); se le sabe partidario del reparto de tierras, la abolición Es por ello que en las páginas iniciales de la novela,4 la cual se abre con las vidas de Sofía, Esteban y Carlos, tres personajes de creación novelesca, las referencias aluden al clasicismo imperante en el arte y la literatura, así como se caracteriza de igual modo al Siglo de las luces con la frecuente referencia a los adelantos científicos en el campo de la química, la física, el estudio de la naturaleza y otros, que influyeron en la denominación dada al siglo XVIII , utilizada al parecer por Carpentier en un sentido algo irónico. Son frecuentes por eso las menciones al gabinete de Física, repleto de telescopios, balanzas hidrostáticas, tornillos 78 de fortunas y de la acuñación de una moneda de hierro que, como la espartana, no pudiera atesorarse (p. 47), así como conocedor de las Verrinas de Cicerón (p. 57) y del Código romano (p. 59), etcétera. sobre la traducción de la Teoría del Gobierno Democrático de BillaudVarennes acerca de la necesidad de inspirar el amor a las virtudes civiles por medio de festejos públicos e instituciones morales, confiesa que además de la prosa amazacotada por invocaciones continuas a las sombras de los Tarquinos, de Catón y Catilina, “le parecía tan pasado de época y tan fuera de actualidad” como la letra de los himnos masónicos que le enseñaron a cantar antaño (p. 147). El propio Esteban da cuenta no sólo del ridículo de ciertas ceremonias y de representaciones gratuitas de piezas estúpidas, sino de epílogos cívicos que se escribían, y de una representación en el remozado Británico de la Comedia Francesa donde Agripina, la madre de Nerón, era llamada ciudadana (p. 113). A partir de este momento las menciones al mundo antiguo giran ya en torno a los acontecimientos que tienen lugar en Francia y repercuten en el ámbito del Caribe. Es así como a Víctor, quien ha sido nombrado delegado de la Convención en Guadalupe, se le describe por el narrador inaugurando la Place de la Victorie, antigua Sartines, con una frase definidora en sus labios, un concepto de libertad y una cita clásica (p. 131) rematadas brillantemente con un pasaje de Tácito. El cambio de los nombres de las calles, plazas y ciudades fue, en efecto, una de las primeras acciones revolucionarias al producirse la toma del poder, hecho destacado por Carpentier en la novela al señalar que el poblado de Baigony se llamaba ahora “Las Termópilas” (p. 96). Como se ha visto hasta aquí, la utilización que hace Carpentier de la cultura grecolatina en la caracterización de la época y los acontecimientos se ajusta a sus propósitos y a la realidad histórica. Todas las citas están atestiguadas en documentos del período y en estudios sobre el tema. La mayor parte de ellas corresponde a personajes de Grecia y Roma defensores o detractores de la república, especialmente de la romana, modelo de la forma de gobierno a la cual aspiraban. Estos personajes son tomados como símbolos o paradigmas de virtudes y defectos. De este modo a Bruto, el conspirador contra César, se le considera el rebelde por antonomasia, al igual que al Bruto que expulsó al rey etrusco Tarquino el Soberbio; a Demóstenes y Cicerón, el símbolo de la elocuencia; al filósofo Sócrates, de la virtud; al general espartano Leónidas, Más adelante, cuando se produce en la capital francesa el derrocamiento de Robespierre por los termidorianos, representantes de la parte conservadora y reaccionaria de la burguesía, observa el narrador en el catálogo de las naves cómo la “Calypso” quedaba transformada en la “Tyrannicide”, la “Semillante” en la “Carmagnole”, etcétera (p. 155). Al propio tiempo se refiere al hecho de que los niños recién nacidos comenzaban a llamarse Cincinato, Leónidas y Licurgo, y se les enseñaba a recitar un Catecismo Revolucionario el cual no se correspondía ya con la realidad (p. 153). Asimismo Esteban, en un comentario 79 muerto en combate desigual en las Termópilas, del valor. Pero no sólo a ellos, sino que a Tácito se le cita como el modelo de historiador por sus crudas narraciones sobre los emperadores; a los estadistas Licurgo y Solón, como símbolo de las leyes; a los poetas Homero y Horacio, de las letras; y a César, como premonición de un golpe militar que acabaría con la República, lo que sucedió con el realizado por Napoleón Bonaparte, instaurador del imperio... de la restitución del catolicismo en Francia y en Cayena, el cual había sido reemplazado durante la revolución por el culto de los caudillos y republicanos griegos y romanos, como tuvo muy en cuenta Carpentier. Por último se deben mencionar entre las citas las dedicadas a destacar los valores literarios y artísticos de algunas composiciones como el Magnificat. Sobre todo se aprovecha para subrayar la idea del juicio final con la reiteración del primer verso del Dies irae (pp. 207, 322) el cual sirve de refuerzo argumental de la narración. Llama la atención que no haya referencias al Imperio Romano para caracterizar ese período de dominación bonapartista, el cual, como en Roma, siguió a la República y a cuyos cambios políticos Víctor también se acomoda. Desde los primeros tiempos de la revolución los partidos más radicales alababan más calurosamente a los antiguos, mientras los más reaccionarios tendían a rebajarlos, pero todo hace suponer que esta ausencia se debe a que en esa etapa se produce el ocaso del personaje, transformado de amante de la libertad y de los derechos del hombre en un verdadero tirano, y por consiguiente, su paso a un segundo plano. En resumen, el análisis somero realizado no hace más que corroborar la maestría del autor en el logro de los objetivos que propuso y, al mismo tiempo, en el empleo de la cultura grecolatina como elemento caracterizador en El siglo de las luces. NOTAS 1 Carpentier, Alejo. Sobre novelas y relatos breves de Alejo Carpentier. La Habana : Dirección General de Literatura del CNC, 1975. p. 17. Hay, sin embargo, otro elemento definidor del período, y es el empleo con diferentes fines de un reducidísimo número de palabras bíblicas, himnos, exponentes de la influencia cultural y espiritual del cristianismo. Se deben mencionar entre ellas los latines eclesiáticos: Preces, nostrae, quaesimus, domine, propitiatus admitte (p. 294), que apoyan el anuncio 2 Marx, Carlos. “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. En: Marx, Carlos y Federico Engels. Obras escogidas. La Habana : Editora Política, 1963. t. 1, p. 251. 3 Ibídem, p. 250. 4 Carpentier, Alejo. El siglo de las luces. La Habana : Editorial Letras Cubanas, 1979. A ella remite la paginación. 5 80 Op. cit. (1). p. 17.