Jamila Medina Ríos Huecos de Araña Ediciones Unión, La Habana, Cuba, 2009. TRAGALUZ Una hojarasca de coral sale del mar / juntada y va untándose a las grietas del arrecife yerba que crece en los rescoldos los recodos los ajuares de los muertos cansados pasta flamante yedra un muérdago que emana desde el corazón pedregoso de Odín se va podando en suave de coral, en cantos ralos. Sobre la plaza de ciudad se otean las banderas verdeantes, rojinegras, amparadas y alrededor del dienteperro de la placa brillosa de la plaza de la estatuada y de la soldadería se puede ver cómo se añade una crisálida a otra cómo se va cerrando demudada la hojarasca tranquila: azulejada por salir del mar, aunque más violada hacia los cantos, casi sangre. En el remate del festón que avanza, una fe blanca llamea: grasa del borde de una herida carne madurada de cangrejo por la piedra. Al centro del círculo inicia a escucharse la embestida: los capitanes atraviesan apuntalando el orden —avizorando pabellón— se cambian charreteras por chalupas corre la voz de que marinos probos no abandonan de asaltar la pescachada. La hojarasca se anima cuando los ve subir por la gangosa superficie de la raspadura comienza a pintar circes en el mar, carambolas, caracolas, endilgares, volutas púrpuras de sierpes de coral el muérdago crece en los entresijos de las sienes: intersticios del aire indescifrando respirar ostráfago. Luego lentamente los corales se vuelven a la playa y detrás suyo un hilacha de baba como un hilo de plata anuncia la llegada de la arena, cruzándose, fecunda pobladíos de velos fulgurantes de mujer. Repican repican repican picando en bajamar caen yardas de hombres de los cielos. Rumorean que la hojarasca entra despacio por la tierra si se apagan de noche las banderas. (Particularmente he pedido un intermezzo; no quiero alentar la fácil respuesta que soñé o he visto ayer en mi ventana: el viento cortaba a contraluz y andanadas tricolor, enrojecidas, se combaban entrando por el mar.) BÚCARO CON LIRIOS/VOLCADO I Por escaleras sepia va el dolor agarrado al pasamanos el brazo hiende y se alza como puede ojos de trigo seco bajo el cuerpo pañuelos presuponen red de circus ante ser a la caída servilletas de viaje húmedas en el redondel amargo de los ojos (cociéndolos cegando) mustalgia: enfermedad de transmisión sexual siega del grano que hace morir al ciervo hace que asolen pavor de sombras en el cristal del lago. II Paño de lino es la nieve desarrollada en los peldaños para verme subir reina de una vil y pequeña temporada allá al fondo de ese bosque de negruras pegajosas Bilbo Bolsón puedo ver callarse al sol rajar el suelo como rueda afilada de reloj flecha de boj seria moneda de gritar por los cordeles. III No habrá hora del ángelus puedo oler decapitadas por el ruedo del péndulo movedizas raíces mis gusanos en la carne penumbra de la codorniz desasidas deshechos en tu boca cae —allá dentro— en el reloj amordazado una voz sucia inaudita como un agua de desierto arena y nieve: horrorosa belleza de quien fuera untosa lumbre maldición indisoluble y ni siquiera vino agrio desde el agua para el agua (el coronante coronado). IV Al pie del sable-sol un túnel por el que vemos al final —tras cualquier niebla— una barca y un pabilo quizás un gato risa como cuerda de saltar para el país para una niña interminable con una rueda de cebolla sobre cada redondel bulbos de flor de maravilla para empolvarse el labio ojos granizo boca grana. V Cada quien los ojos-muescas-redondeles en un plato (agridulces la abeja-reina-yo y la niña-avispa) giran la escudilla empieza a oler profusamente a cieno: trigo y agua excluibles otra belleza del horror VI El brazo sigue hendiendo al fondo de la garganta de la bestia se le asoma a la boca y alza el cuerpo quiere llevarlo a otros linos a pastar cuando salgo a la c/sima puedo ver la boca del Rey gato: negra de hormigas se retuerce cual si pudiera decir ancla lanzar al agua del desierto una botella verla callarse sobre el cieno de aquesta cuerda rota —ayer risa de gato antes malla de circus— pendió el sol-guillotín. VII Ahora también se ha fracturado finiquitado el pasamanos de la bestia la cerviz delicada toca la luz sus dientes antes de ser dos cuerpos se ve gotear —del cuello trunco— correspondientefluvio: hiede a carmín y a moho en los ojos del segundo cuerpo puede verse como el brazo todavía emerge la cabeza en garganta de alondra de la boca del otro (se agoniza en la luz) agítase en el agua la sombra de la codorniz. VIII Tiempo de grajos se llena el paño de granadas y otro campus parece ahora la nieve: una pintarrajeada faz de luna desde los bulbos-ojos de espiga-plato derramado puntean ya los lirios cual pezuñas profusamente limpias de animal (agarraderas) horrorosa belleza sobre el rojo. CUENTAS DE LA MAÑANA Como esas frágiles muñecas italianas que se desangran al cortarles la cabeza. R. M. R. Las cabezas flotan en el agua podrida dan vueltas con las pestañas tiesas como lanzas con el iris redondo y la boca entorchada si hay algo odiado desde nunca es la palabra vampiresa muñecas de burdel sí fueron Pavese las contaba cada día como a un arria de tercos como a un collar de perlas. Esta mañana ha sido otro el tenedor de libros las muchachas cruzaban la última línea del frente con la misma velocidad del amor en los cuartuchos: ¡Deprisa, aprisa, prisa...! y caían las cabezas sin haberles dado tiempo a los asombros... por eso casi todas sonreían cuando llegaron al agua una tenía hasta los ojos cerrados con laxitud de dicha con dulzura de diosa Las bocas se han fruncido al tocarles la sangre las comisuras al besar su propia muerte un mohín de angustia de disgusto de no querer degustar el agua en podredumbre les retuerce el carmín y los dientes rechinan para impedir el paso de las aguas de la nata en que giran movidas por la tabla de la no-salvación: cuchara de madera que avizora la densidad del caldo en que son acecinadas. Los ojos de la santa se han abierto entre el rímel y el insomnio las pestañas parecen baterías de lanceros mudas manzanas pupilas en invierno. Pavese se desnuda mirando hacia la bañera entra en el agua hiende las manos hasta las muñecas un polvillo de óxido pudiera ser el signo que no sabrá leer cerca de las palmas le verdea el suicidio pide ponche una copera negra que parece haber estado desde el tiempo del mundo aguardando su orden trae la fuente y la copa bañera humeante mujer sepia inclinada la sangre humosa impide ver los dientes de la doméstica ya más siempre serviles ya más nunca una cuenta de coral rojo lo sorprende desde el fondo del cristal de cuarzo nadie lo alerta no le dejan tiempo para reconocer la lanzadera que le abrasa el cuello que teje una lazada de hierro putrefacto agujerea la carne cesárea como un collar de espinas... Por eso se lo encuentran tendido en la bañera como un bendito como un salmo: la cabeza elegante por encima de la nata la boca sonriendo furiosamente dulce la muerte de su muerte no besada. HOJARASCA La mujer sintió el vidrio punzando en el pie izquierdo. Bajó con los dedos: una partícula apenas y vio la sangre, densa, sobre el zapato, sobre el suelo. Trabajosamente lo sacó. La sangre afluyendo al caminar la sangre cálida y la planta húmeda de sangre hacia el final. Levantada y pegándose al zapato levantada y pegándose. En los escalones tuvo que dar un pequeño salto hacia delante con miedo siempre de caer. La tierra cedió bajo la huella empapada y la hojarasca la volvió a la discusión: América el otro opuesto a Europa o Europa dibujándose sobre un campo de rizomas contra el Lejanoriente impenetrable contra el Cercanoriente irracional el Caribe bahína conquistada la mujer el otro ambas inasibles desiguales sobretodos en su humedad caliban, caribe, caribú. La mujer como un agua se desborda se desangra en partar modernidad —enfrente la fastuosa caída del sol— hongos, islas de corcho, islas sonantes, islas solamente sostenidas por los corales que van entrando dolorosos en el mar. La planta mojada el pie alzándose y pegándose la hojarasca cediendo prolongada, infinita como un eco. Partes blandas que se deshacen bajo el pie. DISIDENCIA Si pudiéramos tener otra muerte desmarcarnos escoger otro modo de llegar ya nos han dicho que cada cual es el resultado pero haber podido tener otros padres otra tierra en circunstancia otra podrida mueca al levantarnos ya escuchamos lo que cada cual es pero al menos querríamos maldecir a los que fueron a los que remojaron cada hostia que se llevó a la boca nuestra abuela cuando rompa la luz no vayas a perder esa única puerta de voltear tu blasfemia hacia la llaga injuriar tus raíces los marbetes en la piel la sangre de los muertos que te tocara en suerte. NORIA Algo inquietante se tiende sobre el pájaro / hiende su carne blanda / muerde en el agua de su canto./ Un ala se alza y otra y otra / se les oye llamarse a cada uno por su muerte./ El cinco romano es una avalancha contra el cielo adoquinándolo / y el animal va despertando hacia el poniente como una pajarita de papel maché / lento y mate el acto de la luz / desdibujado en púrpura contra el océano./ Las bocas curvas y duras son estiradas hacia arriba con una mueca de dolor / otean el fino lugar del aire donde sintieran alguna vez el perfume de la madre / el olor a resina de los pinos / el sabor a corteza de la tierra antes de octubre./ Hay un silbido inexplicable reptando en el fondo de sus cuerpos de armiño / arañando sus frágiles paredes / como vasos de Nazca se agitan / desgarran al éter sus anuncios./ Las patas se niegan a estar pegadas a la costa / la arena tampoco alcanza a sostenerlas: traen carga de bultos asustados sobre sí / sobre la espalda el misterioso ciclo de la tierra./ Rito donde agua que anduvo sobre tu testa, bajará de la montaña hasta tu cántaro / ave que es obligada por la estación al vuelo / ya añorará aquel sitio de la brisa / donde se abre la tierra antes de octubre / como un tronco de pino sin lavar.// POR SI VAS A DARME DE COMER Puedo comer de tu mano como un pájaro inclinarme a beber —como un ciervo— en tus ojos... Es en este acto de las visitaciones cuando sacio mi hambre mi sed de clavicordios —de palabras que son hacia ellas un símbolo donde tengo que hurgar para encontrarte. En ese solo de vida en que te espero —con la lengua tendida hacia el milagro del vino arqueándose en la hondura de los vasos rebosados de trigo— cabe todo el ritual del cachorro amamantado de la boca entreabierta que besa en la boca a la boca descorchada y pacta el salmo de los fieles que se echan al gaznate la sangre y el cuerpo del hijo pródigo oloroso a levadura. Puedo lamerte las pupilas pastar temblando en la largueza de tu superficie las migajas del vino que se ofrendó a los dioses pero témele: has de saber que si me das de comer como al cisne como al ciervo existen trampas agolpadas en los frutos en los círculos iridiscentes del lago donde bebo en el ansia con que regurgito una y otra vez el adentro de tus párpados para lamerlo despacio con mis mañas con mis ritos de ave y bestia que puede huir despavorida si te acercas pero que deja intacta la planicie de tus aguas y queda quieta en su fijeza: haciéndole la venia a tu mano extendida.