Causas, consecuencias y necesidades de disciplina fiscal en España. Una de las causas primarias de que las finanzas públicas españolas se encuentren en una situación tan comprometida ha sido la falta de instrumentos normativos y contables para incorporar a nuestro acervo fiscal las mejores prácticas de disciplina presupuestaria. La ausencia de reglas efectivas de gasto vinculadas al comportamiento de las macromagnitudes fundamentales del sistema económico , unido al escaso reconocimiento de que la mayor parte de nuestro déficit es de carácter estructural y a la asunción de una restricción presupuestaria efectiva mediante instrumentos coercitivos para redireccionar comportamientos presupuestarios anómalos, han sido la causa de este disparate en la evolución de las finanzas públicas españolas. En momento tan comprometidos como los actuales es hora de hacer “de necesidad , virtud” y plantear una revisión de la estructura, funcionamiento, prácticas y prioridades del sector público español. Se trata de adaptar la dimensión y el funcionamiento de las AAPP a un escenario de bajo crecimiento en el que ciertos ingresos atípico y excepcionales, como los procedentes del sector inmobiliario o las transferencias masivas y a coste cero procedentes de la UE, no volverán a producirse aunque la economía se recupere y donde, además, se van a ir generando necesidades financieras adicionales vinculadas al envejecimiento demográfico gradual de la sociedad española. Las AAPP españolas cerraron el año 2011 con un déficit de unos 95.000m€. En este escenario, las CC.AA. supusieron 1,9 puntos porcentuales del total de los 2,9 puntos de desviación respecto del objetivo de déficit comprometido por España en 2011 (el déficit comprometido era del 6% del PIB, pero la realidad nos sitúa en el 8,9% según las últimas revisiones). Es decir, la desviación de las CC.AA explica más de dos terceras parte de la desviación. Pero lo más preocupante es que el déficit conjunto de las CC.AA se incrementó en 2011 respecto a 2010. Ninguna ha cumplido el objetivo previsto y esto hace poco creíble la consecución de objetivos de consolidación futuros sin cambios relevantes en el compromiso y gestión de las cuentas de las Comunidades Autónomas. En este contexto, las reglas de disciplina fiscal van a abrir el debate sobre la insuficiencias observadas en el modelo de financiación autonómica aprobado en 2009. El gasto público de las AA.PP se reparte, grosso modo, en dos grandes partes: la que compete a la Administración General del Estado y la Seguridad Social, dando cobertura a los gastos en pensiones, desempleo y protección social, y la que compete, a las CC.AA, dando cobertura a los gastos de sanidad y educación. El gasto público por habitante en educación y sanidad presenta diferencias importantes entre las CC.AA., mientras que el modelo de financiación mantiene elevadas diferencias territoriales en los recursos por habitante, por lo que habrá que estudiar como encajan ambos comportamientos que distorsionan los mecanismos de acceso a una financiación suficiente entre Comunidades Autónomas. El déficit público español es, además, eminentemente estructural, es decir, debido a actuaciones discrecionales y deliberadas de las autoridades fiscales y no tanto a los efectos de los estabilizadores automáticos en un contexto depresivo del ciclo económico. Por lo tanto, hay que hacer un esfuerzo fundamental en la reducción de la capacidad de los gestores políticos a la hora de implementar políticas exotéricas de gasto público reforzando los mecanismos de disciplina fiscal de todas las AAPP españolas. Para avanzar en esta línea, el Estado español ha ido dando una serie de pasos como ha sido la aprobación de una reforma constitucional que afecta al artículo 135 de nuestra Carta Magna, consagrando la disciplina fiscal al más alto nivel y adelantándose a la reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento que se implementaron a finales del año 2011. A nivel europeo, la reforma del PEyC se ha configurado en un paquete de reglamentos y una directiva europea que ha supuesto una modificación de las políticas presupuestarias de los Estados miembros con el fin de alcanzar una mayor coordinación y vigilancia de los Estados de la eurozona. Adicionalmente, se ha suscrito y está en proceso de ratificación el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria que tiene como objetivo reforzar la disciplina presupuestaria mediante la incorporación de reglas fiscales y mecanismos correctores de su incumplimiento en los ordenamientos financieros y contables de los países signatarios. En definitiva, la eurozona ha optado por no adoptar fórmulas de mayor integración fiscal hasta que los Estado miembros aseguren un mejor funcionamiento y control de sus cuentas públicas en los distintos niveles de sus administraciones. Mecanismo como los eurobonos se consideran como la estación final de este proceso y no como un remedio inmediato a las tensiones de liquidez que padecen algunos países, entre ellos, el nuestro. Este proceso es complejo en su dinámica institucional y los mercados están manifestando las incertidumbres sobre el futuro del euro que puede ser incompatible con el marco institucional actual. España, con el fin último de rebajar nuestra exposición a las incertidumbres de los mercados y aparecer como un país serio y fiable en la dinámica de consolidación fiscal, está dando pasos en la dirección de estrechar el control de todas las AA.PP y, en particular, de las menos cumplidoras. En este sentido, la Ley orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera internaliza una serie de reglas objetivas y de obligado cumplimiento que, en algunos casos, van más allá de los requerimiento europeos, incorporando más mecanismos internos de control y estableciendo un régimen de seguimiento, corrección y sanción, en su caso, de comportamientos incompatibles con la disciplina fiscal. Asimismo, está en proceso de información una norma sobre Transparencia que delimite responsabilidades de los gestores ante posibles incumplimientos de las normas básicas de estabilidad presupuestaria, entre otras cuestiones. Una de las cuestiones que está sobre el tapete en el debate económico y político se refiere a la posibilidad de que un escenario de consolidación fiscal muy exigente pueda suponer para algunos países una limitación a sus posibilidades de crecimiento y de salida de la crisis a corto plazo al producir el estrangulamiento de agentes económicos y sectores económicos. En este sentido, el FMI ha alertado sobre el hecho de que, aunque la consolidación a medio plazo debe seguir siendo prioritaria, los países deberían valorar la velocidad e intensidad de ajuste a corto plazo para evitar un desplome de la demanda agregada de la economía. En este sentido, la literatura académica y aplicada nos permite sacar algunas conclusiones relevantes. A corto plazo, los ajustes fiscales suelen tener efectos contractivos sobre la producción, renta y empleo afectando a la demanda y al crecimiento económico. Sin embargo, este impacto se mitiga en el caso de situaciones de dificultades severas de acceso a la financiación por riesgo soberano debido al efecto expulsión real y financiera que ejerce el sector público, asimismo el refuerzo de la confianza en las reformas estructurales acometidas como las del mercado laboral, financiero o pensiones contribuyen a paliar ese efecto contractiva ante expectativas racionales de crecimiento futuro. A medio plazo, no hay duda que el equilibrio presupuestario y la reducción de la deuda generan ganancias netas de crecimiento, y que los ajustes basados en la reducción y recomposición del gasto público son más efectivos y sostenibles que los que se apoyan exclusivamente en las subidas de impuestos. Por último, el riesgo de recesión se incrementa si el ajuste se realiza, con intensidad y en el mismo sentido, por un grupo grande de países, por lo que es necesario una coordinación de los ajustes en espacios económicos integrados de manera que unos países, de cierto peso económico, actúen de factor compensatorio de la reducción de la demanda de los países sujetos al ajuste.