Subido por Sergio Rod

EL CORAZON ES UN CAZADOR SOLITARIO

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El corazón es un cazador solitario
Novela de Carson McCullers
El corazón es un cazador solitario es la novela de debut del autor estadounidense
Carson McCullers; ella tenía 23 años en el momento de la publicación. Se trata de
un hombre sordo llamado John Singer y las personas con las que se encuentra en
una ciudad industrial de 1930 en el estado estadounidense de Georgia RESUMEN
Centrada en el ambiente de una pequeña ciudad sureña y en un grupo de personas que en torno a la figura emblemática del sordomundo John Singer, el personaje más
conseguido de esta genial autora- tienen en común la esencial soledad, su marginalidad y
el rechazo de una sociedad que les ignora, El corazón es un cazador solitario es ya un
clásico de la narrativa contemporánea.»
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Fecha de publicación original: 1940
Autor: Carson McCullers
Personajes: Blount, Biff Brannon, Spiros Antonapoulos, Doctor Copeland, John
Singer, Mick
Géneros: Gótico sureño, Novela psicológica
El corazón es un cazador solitario
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El corazón es un cazador solitario (en inglés The Heart Is a Lonely Hunter) es la
primera novela de la escritora estadounidenseCarson McCullers publicada por la
editorial Houghton Mifflin en 1940. Trata sobre la vida de un hombre sordo que no puede
hablar, llamado John Singer, y la gente con la que se encuentra en una ciudad industrial
en el estado de Georgia en la década de los años 30. Las relaciones se desarrollan en
una atmósfera claustrofóbica que envuelve a todos los personajes bizarros que transitan
por la novela.
Trama
El libro comienza contando la relación entre dos amigos íntimos, John Singer y Spiros
Antonapoulous. Los dos son descritos como sordomudos que han vividos juntos durante
varios años. Se sugiere que su relación tan íntima puede ser homosexual, aunque no
queda del todo claro. Antonopoulous enferma mentalmente, empieza a comportarse
violentamente, y a pesar de los intentos de Singer, acaba en un hospital
psiquiátrico en Chicago. Singer se queda sólo y se muda a un sitio diferente.
A partir de este punto la narración se centra en los conflictos de cuatro conocidos de
Singer: Mick Kelly, una chica hombruna que ama la música y sueña con comprarse un
piano; Jake Blount, un obrero alcohólico conflictivo; Biff Brannon, el observador dueño de
un comedor con tendencias alcohólicas; y Dr. Benedict Mady Copeland, un médico de tez
negra idealista.
Resumen de El corazón es un cazador solitario
Con respecto al contenido específico de la historia tejida por Carson McCullers, en su
libro El corazón es un cazador solitario, esta comienza contando en su primera parte la
historia de dos amigos sordomudos, quienes viven en el estado de Georgia, Estados
Unidos, durante la década de 1930.
De acuerdo a como algunos interpretan la historia, la relación de estos dos hombres, Jhon
Singer y Spiros Antonapoulous resulta bastante íntima, al punto que algunos han sugerido
que más que amigos, quizás sostenían una relación homosexual. Lo cierto, más allá
sobre las especulaciones, en referencia a un hecho que no queda del todo claro, es que
ambos hombres se acompañan, pues ambos, además de su condición de personas
sordo-mudas, conviven hace muchos años juntos.
Sin embargo, poco después de empezada la novela, la historia empieza a contar
cómo Spiros comienza a padecer una enfermedad mental. Por su parte, su amigo –y
quizás su pareja- trata de ayudarlo, y procura impulsarlo hacia la sanación. No obstante,
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la enfermedad termina ganando, y a Jhon Singer, tenido por la crítica como el personaje
mejor logrado se su autora, no le queda otra opción que resignarse a que su amigo ha
sido robado por la locura.
El narrador es omnisciente, muy pegado a los personajes. McCullers describe con
imágenes muy precisas, es dueña de una prosa “magra y muy limpia” y de una enorme
capacidad para crear imágenes. Es el caso de la descripción del camino que recorren
Mick y su amigo Harry durante la excursión que hacen hasta la laguna o el preciosista
retrato del griego Antonapoulos en una de visitas que le hace Singer, llevaba una bata
escarlata, pijama de seda verde y un anillo de turquesa. Su cutis tenía un color amarillo
pálido, y en sus oscuros ojos una expresión soñadora. El negro cabello ligeramente
ribeteado de plata en las sienes. Estaba haciendo punto. Sus gordezuelos dedos
trabajaban con las largas agujas de marfil muy lentamente. Maravilloso. Curiosamente,
la La novela transcurre en el sur de Estados Unidos en 1930, en plena depresión, en un
momento en que el sur experimenta el paso de la economía agrícola a la industrial. Es
además una época turbulenta y compleja, de tensión racial, luchas sociales, etapa de
entreguerras y de llegada al poder del fascismo en varios países de Europa. Todo ese
ambiente hierve en la novela, cargada de la “electricidad de lo que va a ser de Estados
Unidos en décadas posteriores”.
Nacida en una familia de clase media, el padre de Carson era joyero y su abuelo fue
dueño de una plantación. La autora siempre tuvo una especial atracción por los seres
periféricos, los situados al margen de la “normalidad”, los homosexuales, los locos, los
marginados, los inadaptados, los enfermos. En sus obras “dignificó lo individual, en
especial a los perdedores”, aprecia Karina. “Yo tengo más que decir que Hemingway, y
Dios sabe que lo he dicho mejor que Faulkner”, llegó a decir. Autora de cinco grandes
novelas, todas de enorme calidad, fue siempre una mujer muy segura con respecto a lo
que escribía, alcanzando gran éxito y reconocimiento desde el inicio de su carrera. “No
me gustaría vivir si no pudiera escribir. La escritura no es solo mi modo de ganarme la
vida; es como me gano mi alma”, dijo.
El escritor Rodrigo Fresán, gran admirador de la autora a la que define como “un
personaje del primer Tim Burton, ingenuo y a la vez oscuro”, opina que “El corazón es un
cazador solitario” es una novela sobre el amor. La propia autora la definió como la historia
de cinco personas aisladas y solitarias, que tienen el deseo de integrarse en algo
espiritualmente más grande que ellos. En un principio la novela se iba a titular “El mudo”,
pero el editor le aconsejó el título que adoptó finalmente, sacado de un poema. No pudo
ser más acertado.
El protagonismo se reparte entre cinco personajes principales, con varios secundarios que
gravitan alrededor de estos, aunque en el gabinete coincidimos que tal vez la tratada con
más cariño y cercanía es Mick, quien produce mucha ternura en el lector, ya que está
tratada por la autora con verdadera compasión. Lo que prima en todos ellos es el deseo
de comunicarse. La narración se centra en los conflictos de cuatro conocidos de Singer:
Mick Kelly, una niña con aspiraciones artísticas, que ama la música, ambiciona aprender a
tocar el piano y lucha con todas sus fuerzas contra un entorno inflexible; resulta
conmovedor el afán de Mick por aprender, su deseo de trascender a través del arte, de
escapar de su triste realidad. Su tragedia no procede de sí misma sino de una sociedad
que le roba su libertad y sus energías. Mick terminará atrapada en la trampa del trabajo
asalariado, para ayudar a la familia tiene que renunciar a todos sus sueños. Es un
personaje que en algunos aspectos remite a la propia autora. Jake Blount, un obrero
alcohólico, errante, marxista y en constante conflicto. El doctor Benedict Copeland, el
único que tiene estudios universitarios, es un médico negro que lucha por los derechos y
la igualdad racial, en un contexto de falta de justicia y amarga desigualdad. Es un hombre
culto pero infeliz, el ambiente se lo come. Se encuentra totalmente insatisfecho con sus
hijos. El doctor apuesta toda su vida por ser paciente y enarbolar la paz pero al final de
sus días siente que se ha equivocado, que hay que combatir la astucia con la astucia, la
fuerza con la fuerza. La solución vendrá reuniendo multitudes e instándolas a
manifestarse; esta propuesta del doctor Copeland de organizar una marcha y pasar a la
acción directa se adelanta varios años a Luther King y Malcom X. Biff Brannon, el
observador dueño del café New York, es el que menos habla y ve de manera más objetiva
a Singer, precisamente porque él está acostumbrado a escuchar y a observar en su local,
de alguna forma es áspero y se muestra incapaz de sentir empatía. Entre los personajes
hay que destacar que las mujeres tienen gran empuje y fuerza. Es el caso de Mick y de
Portia, la hija del doctor Copeland, joven muy trabajadora, siempre preocupada por su
familia y mediadora entre su padre y sus hermanos.
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Singer, el hombre sordo y mudo, es el personaje al que acuden los otros cuatro. La autora
usa el recurso de las cartas que escribe a su añorado Antonapoulos, para que el mudo
“hable” sobre los otros cuatro personajes; él no les entiende la mayoría de las veces, sólo
ve gente deseosa de hablar y desahogarse. Ellos por su parte consideran a Singer un ser
“superior”; a causa de su sordera y su mudez, resulta cautivador para depositar en él los
sentimientos más personales e íntimos. “El corazón es un cazador solitario” es una novela
sobre la idealización. Por un lado los cuatro personajes inventan un compañero que les
entiende y que se interesa de verdad por todo lo que le cuentan. Los personajes atribuyen
al mudo toda una serie de cualidades que ellos querrían que tuviese. Le habían
convertido en una especie de dios casero. A su vez Singer idealiza al griego
Antonapoulos, que en realidad sufre de desorden mental y no es capaz de apreciar el
amor y los esfuerzos que el otro le dedica.
Como refugio para la soledad y la incomunicación, los personajes habitan su mundo
interior, aquellos lugares donde se refugian. Mick lo hace en su caja de tesoros y en sus
cuadernos de melodías, necesita del “aislamiento intelectual” del que habló la propia
autora en algún escrito. El dueño del bar se refugia en su colección de periódicos y en su
puesto de observador detrás de la barra. Singer, el mudo, se cobija en sus recuerdos del
griego y las cartas que le escribe pero nunca echa al correo. Blount, el revolucionario, en
el alcohol. El refugio del doctor son la ciencia y la razón.
El narrador es omnisciente, muy pegado a los personajes. McCullers describe con
imágenes muy precisas, es dueña de una prosa “magra y muy limpia” y de una enorme
capacidad para crear imágenes. Es el caso de la descripción del camino que recorren
Mick y su amigo Harry durante la excursión que hacen hasta la laguna o el preciosista
retrato del griego Antonapoulos en una de visitas que le hace Singer, llevaba una bata
escarlata, pijama de seda verde y un anillo de turquesa. Su cutis tenía un color amarillo
pálido, y en sus oscuros ojos una expresión soñadora. El negro cabello ligeramente
ribeteado de plata en las sienes. Estaba haciendo punto. Sus gordezuelos dedos
trabajaban con las largas agujas de marfil muy lentamente. Maravilloso. Curiosamente, la
autora adoraba a Proust, a pesar de ser sus estilos tan diferentes.
Uno de sus grandes logros es narrar con gran economía de palabras sucesos tremendos.
Un ejemplo son los últimos instantes de Singer, es magistral cómo llega a contar tanto con
tan poco. Hay momentos en que crea imágenes cercanas a lo cinematográfico. Es el caso
del disparo a la pequeña aspirante a niña prodigio, Baby, como apreció una de las
compañeras de gabinete.
La música, fundamental para la autora, tiene gran importancia en el libro, como nos
explica Karina, añadiendo que la novela se estructura como “una fuga en cuatro
movimientos”, con cuatro tramas entrecruzadas, “mediante la estructura de fuga se
entretejen las tramas en una estructura musical”. Las estaciones y las horas del día tienen
mucha importancia en la novela. A su vez, la naturaleza marca los tiempos. La
enfermedad tuvo una importante presencia en la vida de Carson McCullers, y también
tiene su presencia en el libro. Ser enfermo supone al mismo tiempo ser periférico. Blound,
el agitador marxista se encuentra en la periferia debido a su alcoholismo; el doctor
Copeland está en la periferia por ser negro. Mick es periférica como mujer, pobre y
diferente.
Karina, vestida de sport, chaqueta y vaquero, luce zapatos de charol con vertiginoso tacón
y plataforma, media melena planchada con precisas mechas rubias. Lleva una pequeña
alianza de brillantes, con un gran anillo dorado por encima. Completa sus cuidadas manos
con una perfecta manicura de uñas cortas pintadas de rojo. Mujer con nervio, habla con
cierto atropello, que no le impide pronunciar perfectamente todas y cada una de las
palabras y modular con musicalidad las frases. Estoy sentada a su lado durante la sesión
y tengo una perfecta perspectiva de su cuaderno, lleno de breves anotaciones. En un
círculo con flechas y subrayados rosas, Karina relaciona a los protagonistas y los
personajes secundarios, y yo me quedo con ganas de hacer una foto al
esquema. Completa la magnífica sesión con anécdotas relacionadas con la vida de la
autora. Nos recuerda que Carson McCullers formó parte del grupo de “bohemios” de la
'February House', un experimento de vida comunitaria en el que la autora participó junto a
escritores entonces jóvenes pero ya bastante reconocidos como W. H. Auden o Jane y
Paul Bowles, además del compositor Benjamin Britten. Se reunieron en el número 7 de
Middagh Street en Brooklyn durante 1940 y 1941. Para Carson fue una etapa de gran
intensidad creativa y supuso el germen de dos de sus novelas “Frankie y la boda” y “La
balada del café triste”. También hubo espacio para recordar el memorable encuentro con
Isak Dinesen, Marilyn Monroe y Arthur Miller en su casa, o las adaptaciones al cine de
varias novelas de la autora como la propia “El corazón es un cazador solitario” o “Reflejos
en un ojo dorado”, dirigida por John Huston y protagonizada por Elizabeth Taylor y Marlon
Brando, que a finales de los 80 supuso para mí la puerta de acceso a la literatura de
McCullers.
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Luego de que Spiros es internado sin remedio en un hospital psiquiátrico, ubicado en
Chicago, Singer decide que lo mejor será ponerse en movimiento, quizás para olvidar y
apartarse de los recuerdos que lastiman. Es por eso que decide mudarse, a fin de
continuar con su vida, y conocer nueva gente. Esta situación, termina vinculándolo con los
otros personajes creados por Carson McCullers, los cuales representan personajes que
viven en conflicto con la sociedad y sus prejuicios.
En cuanto a los paradigmas que la autora trata en cuanto a la configuración de estos
cuatro personajes que entrarán en la vida de Jhon Singer, para compartir con él la
etiqueta de out sider, se encontrarán los siguientes: en primer lugar, el Dr. Benedict Mady
Copeland, pese a su título de médico es un hombre negro, lo cual en la década de los
treinta en EEUU era una situación social difícil, por el racismo y la segregación, además
este personaje se caracteriza por su idealismo y su intención de cambiar el mundo. En
segundo lugar, podría hablarse también de Jake Blount, quien es presentado como un
hombre conflictivo, quien lleva años padeciendo de alcoholismo, lo cual igualmente le
otorga una posición al margen de la sociedad estructurada.
Los otros dos personajes que comienzan a compartir vida con Singerserán Mick Kelly un
mujer cuyo sueño es comprarse un piano, y entregarse finalmente al gran amor que siente
hacia la música. Ella es descrita como una mujer con ademanes bastante masculinos, los
cuales probablemente insinúan que también puede ser lesbiana, situación que igualmente
la hace erigirse como un ser al borde de los parámetros sociales de la época.
Finalmente, este cuarteto de amigos lo cierra Biff Brannon, quien tiene su propio negocio
de comida, y que le sigue los pasos a Blount en el camino hacia el alcoholismo, siendo
quizás por ahora menos conflictivo que este. En cuanto a Brannon, la narradora distingue
su capacidad analítica, aun cuando más bien se puede interpretar como la tendencia
simplemente a observar, y no involucrarse en los asuntos.
El corazón es un cazador solitario, como la de cualquier obra de McCullers, resulta fácil.
El estilo no se manifiesta para enredarnos y hacer que nos perdamos. Todo lo contrario.
El estilo nos centra continuamente, nos guía, nos muestra. La voz que narra sabe muchas
cosas, y sigue aprendiendo, no parece dispuesta a claudicar. Nos invita a compartir su
sabiduría, sus dudas y su búsqueda. Una invitación que es casi un mandato, porque está
llena de convencimiento, de una seguridad que emana de lo más profundo de uno mismo,
de la necesidad de encontrar una verdad, algo que explique el inmenso lío y la terrible
injusticia –pero también, la desconcertante poesía- que es la vida. Los sentimientos son
confusos pero el tono es firme. Aquí radica la intensidad de McCullers, en su interés por el
mundo. Está dispuesta a llegar a lo más profundo de esa confusión.”
En efecto, es una obra que se lee sin dificultades, no hay complicación en las imágenes
utilizadas, en las metáforas y en el vocabulario empleados, tampoco abusa de la
subordinación ni de la enumeración; este estilo, caracterizado entonces por la claridad,
por la precisión de los términos sirve como guía, como un timón que guiara el camino del
mar de nuestra lectura; es estable pero al mismo tiempo tremendamente sólido a la hora
de expresar las emociones, los sentimientos que viven los protagonistas en un mundo
como el que nos refleja la norteamericana. Contrasta especialmente esta solidez del
lenguaje frente la confusión de sentimientos a la que alude Puértolas; la escritura actúa,
casi inconscientemente como un amplificador de lo que de verdad quiere expresar, lo que
más le interesa y, por lo tanto, en lo que profundizará aún más.
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El siguiente texto alude a la forma en que diseña el texto a nivel de personajes y cómo
ese diseño le servirá para tratar los temas en los que quiere profundizar:
“En John Singer, el mudo, convergen todos los personajes. La autora, que meditó mucho
sobre esta obra, escribió: “A causa de su sordera, la relación de Singer con el mundo
exterior es vaga e imprecisa. Sus amigos pueden atribuirle todas las cualidades que les
gustaría que tuviese. Cada uno de estos personajes crea su propia manera de entender al
sordomudo a través de sus propios deseos.” Impresiona lo meticuloso del plan, la
conciencia plena de lo que la autora tiene entre manos. Su propósito declarado es “la
rebeldía del ser humano contra su aislamiento interior y la necesidad que siente de una
expresión personal lo más plena posible.” McCullers está evidentemente interesada en
una lucha desigual. Sabe que las posibilidades de perder son grandes. “He aquí a estos
heroicos perdedores,” nos dice. Un mudo, un borracho comunista, un anciano médico de
raza negra, el dueño de un bar, que observa y compadece, una adolescente inquieta…
Frustraciones e insatisfacciones personales en un marco social caracterizado por la
desigualdad y donde las injusticias que padecen sobre todo las personas de raza negra
nos hacen estremecer.”
El faro que sirve de vehículo narrativo es la figura de John Singer, el personaje mudo en
el que convergen todos los personajes, especialmente, por supuesto, su amigo
Antonapoulos (el otro mudo); los otros cuatro representan polos opuestos que van desde
el tabernero Biff Brannon al doctor negro Benedict Mady Copeland pasando por el
comunista alcohólico Jake Blount y terminando con la chica adolescente Mick Kelly.
Gracias a la sordera, Singer vive aislado en una sociedad a la que no puede llegar en
plenitud, la única persona a la que se siente verdaderamente unido está lejos de él (el otro
mudo), por lo tanto adopta un tono adecuado con el resto de personas, son ellas las que
modelan a Singer, convirtiéndole en aquello que necesitan encontrar, en una persona
para sentirse felices; Singer se convierte en el epítome de la amistad, en un elemento
consolador para satisfacer las frustraciones e insatisfacciones a las que se van
enfrentando cada uno de ellos. No deja de ser paradójico que un mudo sea la solución
ante los problemas de la gente y alude directamente a la falta de comunicación que se
produce en nuestros días, una falta de comunicación que evita que compartamos
nuestros problemas con personas como nosotros, ellos descargan sus dificultades en la
imagen idealizada de su amistad encarnada en el ubicuo Singer.
A través de las palabras que nos ofrece podemos asomarnos a una cualidad del amor que
no esperamos: la no-correspondencia. Esta cualidad nos abruma cuando la vemos
aplicada a nuestro protagonista en cuanto a su relación con el otro mudo:
“El ejemplo más sobrecogedor del amor generoso, que se da sin esperar
correspondencia, lo encarna el amor que siente Singer por el otro mudo, el griego
Antonapoulos. Cada vez que nos asomamos a este abismo de amor, nos estremecemos,
doloridos. Qué doloroso puede ser amar, qué solitario.”
Este dolor es palpable casi en nuestras propias carnes, podemos entender la
desesperación del protagonista ante los hechos que acontecen; ciertamente, nos
encontramos ante un amor sin límites que se sustentaba en una amistad que se malogra.
Al perder esa amistad, la verdadera ancla que le unía a la vida, pierde su sentido. Es por
ello que ese impactante momento que llega casi al final es un abismo de sentimientos que
no tienen fin y en el que nos sentimos reflejados:
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“Carson McCullers, en suma, pertenece a esa estirpe de escritores que nos obligan a
mirarnos a nosotros mismos, a pensar, como lo hacen sus personajes, en quiénes somos,
dónde reside nuestra identidad, nuestras debilidades, nuestra fuerza. Era una escritora
extremadamente consciente de lo que hacía. “El aislamiento espiritual es la base de la
mayoría de mis temas. Mi primer libro –este que ahora tienes en las manos, lector- se
ocupaba de ello, casi en su totalidad…” “El amor, y en especial el amor por una persona
que es incapaz de corresponder o de recibirlo, está en el núcleo de mi selección de
figuras grotescas objeto de mis obras: personas cuyas deficiencias físicas son un símbolo
de su incapacidad espiritual para amar o recibir amor, de su aislamiento espiritual.” No
olvidemos que, también según sus propias palabras, “la buena prosa de be estar fundida
con la luz de la poesía” y “la imaginación es más verdad que la realidad.” Sí, esto es
Carson McCullers: deformación, intensidad, poesía, verdad.”
De ahí que su principal virtud sea conseguir que los personajes, atormentados por su
amor no correspondido, por su aislamiento espiritual, se conviertan en verdaderos
prototipos de nuestros propios sentimientos; conseguimos ver en ellos reflejadas nuestra
propias confusiones y frustraciones y nos parecen tan reales como la vida que vivimos.
Solo hay que irse a su prosa para encontrarnos evidencias de esta poesía cargada de
franqueza, tal es el caso de Mick Kelly y su especial sensibilidad musical; especialmente
bellas son las imágenes que utiliza para expresar la escucha de la música clásica
(“trocitos coloreados de caramelo” y “la cosa más suave y triste”); poesía en nuestros
oídos:
“Era algo extraño, pero casi continuamente estaba oyendo en el fondo de su mente algo
así como una pieza de piano u otra música. Hiciera lo que hiciera, o pensara lo que
pensara, casi siempre estaba allí. Miss Brown, que se hospedaba con ellos, tenía una
radio en su habitación, y durante todo el invierno último estuvo sentada en la escalera los
domingos por la tarde, escuchando los programas. Probablemente se trataba de obras de
música clásica, pero eran estas las que ella recordaba mejor. Había un tipo especial de
música que le encogía el corazón cada vez que la oía. A veces, esta música era como
trocitos coloreados de caramelo, y otras era la cosa más suave y triste que jamás
imaginara.”
Y cómo la presencia de dicha música en su mente le sirve para pintar una nueva forma de
aislamiento espiritual: ese que sientes a veces aunque estés rodeado de gente:
“La cálida tarde transcurrió lentamente, y Mick seguía sentada en la escalera, sola. La
música de aquel tipo, Motsart, aparecía otra vez en su mente. Era extraño, pero Mister
Singer le recordaba esta música. Deseó ardientemente encontrarse en algún lugar donde
pudiera cantarla a voz en grito. Había músicas que eran demasiado íntimas para cantarlas
en una casa atestada de gente. Era extraño, también, lo sola que podía sentirse una
persona en una casa llena de gente. Mick trató de imaginarse un buen lugar íntimo al que
poder ir y estar sola y estudiar aquella música. Pero aunque estuvo pensando en ello
largo rato, sabía desde el inicio que no existía semejante sitio.”
En el caso de Jake Blount su aislamiento viene por la falta de comprensión ante lo que él
cree justo y razonable, nadie le comprende y eso se convierte en un obstáculo para
relacionarse en un mundo incongruente y, sobre todo mediocre:
“La verdad es que me gustan las palabras: Materialismo dialéctico…Tergiversación
jesuítica… -Jake desgranaba las sílabas en su boca con amorosa solemnidad-.
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Propensión teleológica. –El mudo se secó la frente con un pañuelo cuidadosamente
doblado-. Pero lo que quiero decir es esto. Cuando una persona sabe, y no puede
conseguir que los demás comprendan, ¿qué puede hacer? –Singer se esforzó en coger
un vaso de vino, lo llenó hasta el borde y lo puso firmemente en la magullada mano de
Jake-. Emborracharme, ¿eh?”
“Nadie puede vivir sin prestar su aceptación pasiva a la mezquindad. Alguien tiene que
agotarse por completo por cada bocado que comemos y cada pedazo de tela que
llevamos puesto.. y nadie parece darse cuenta. Todo el mundo está ciego, mudo,
obtuso…, estúpido y mezquino.”
Singer actúa, como ya dije anteriormente como nexo de unión de todas estas
personalidades que se sienten abandonadas sin su presencia, simplemente con la
expresión de sus ojos consigue que se sientan bien y, sobre todo, queridos:
“Poco después de que Singer regresara a su habitación de la casa de huéspedes, Mick y
Jake Blount y el doctor Copeland empezaron a venir nuevamente. Todos querían saber
dónde había estado y por qué no les había advertido de sus planes. Pero Singer fingió
que no entendía las preguntas, y su sonrisa era inescrutable.
Uno a uno iban llegando a la habitación de Singer para pasar las tardes con él. El mudo
se mostraba siempre pensativo y tranquilo. Sus ojos, tan llenos de matices, aparecían
graves como los de un hechicero. Mick Kelly y Jake Blount y el doctor Copeland llegaban
y se ponían a hablar en la silenciosa habitación, porque sentían que el mundo siempre
comprendía, fuera lo que fuera lo que quisieran decirle. Y tal vez incluso más.”
Copeland es utilizado por la escritora para reflejar cuestiones de raza, sus
preocupaciones ante una posición, la de la población negra, que se sentía desubicada en
el sueño americano, inútil ante una vida de esclavitud, de amargura continua que no les
ayuda a evolucionar, muy al contrario, se sienten bajo el yugo de su color de piel que
ordena todo lo que les pueda suceder de una manera estructural:
“Muchos se dedican a encerar y pulir resbaladizos suelos de bonitas mansiones. O
conducen automóviles para personas ricas demasiado perezosas para conducir ellas. Nos
pasamos la vida haciendo miles de trabajos que no son de verdadera utilidad para nadie.
Trabajamos y la totalidad de nuestra labor se desperdicia. ¿Es eso servicio? No, es
esclavitud.
Trabajamos, pero nuestro trabajo se desaprovecha. No se nos permite servir. Vosotros,
los estudiantes que esta mañana estáis aquí representáis a los pocos afortunados de
nuestra raza. A la mayoría de nuestra gente no se le permite ir a la escuela. Por cada uno
de vosotros hay docenas de personas jóvenes que apenas si saben escribir su nombre.
Nos niegan la dignidad del estudio y la sabiduría.
De cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades. Todos los que
estamos aquí sabemos lo que es padecer verdaderas necesidades. He ahí una gran
injusticia. Pero hay una injusticia todavía más amarga que ésa…, que se le niegue a uno
el derecho a trabajar según su capacidad. Trabajar toda una vida inútilmente.”
Por si fuera poco, también aprovecha el papel de Mick para reflejar cuestiones de género
que también aparecen como algo estructural. Ese ventajismo del que goza un muchacho
por ser solamente un hombre frente a su caso:
“-Se me ha ocurrido una cosa –dijo Mick-. Un chico tiene más ventaja que una muchacha.
Quiero decir que un chico por lo general consigue un trabajo a horas que no le impide ir a
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la escuela y le deja tiempo para otras cosas. Pero no hay trabajos así para las
muchachas. Cuando una quiere un empleo tiene que dejar la escuela y trabajar todo el
día. Tanto como me gustaría a mí ganar un par de dólares a la semana, como tú, pero no
hay manera. “
El hecho de ser Singer el sostén del relato sirve como desencadenante de la última parte;
en su ausencia los personajes que rondaban, que flotaban alrededor de él, pierden su
rumbo, no saben a dónde dirigirse, se vuelven inestables, como es el caso de Copeland
en permanente fuga tras un estallido de violencia:
“Sólo le quedaban cuatro manzanas para recorrer y entonces se hallaría sin duda a salvo.
El miedo le había cortado la respiración, de modo que estaba jadeando. Cerró los puños y
bajó la cabeza. Luego, de pronto, redujo la marcha y se detuvo. Estaba solo en un
callejón, cerca de la calle principal. A un lado estaba la pared de un edificio y se desplomó
contra ella, jadeando, la gruesa vena que le cruzaba la frente inflamada. En su confusión
había cruzado toda la ciudad para llegar a la habitación de su amigo. Y Singer estaba
muerto. Empezó a llorar. Sollozó ruidosamente, y gruesas lágrimas le corrían por la nariz,
mojándose el bigote.”
También se demuestra que, ante la falta de lo que da sentido a su vida, cada personaje
deberá evolucionar para seguir adelante o rendirse en ese mismo momento; tal es el caso
de Biff, el tabernero que siente una epifanía en las últimas páginas, una epifanía
contradictoria, es capaz de ver el esfuerzo y el valor de aquellos que aman pero, al mismo
tiempo se da cuenta de la dificultad que supone enfrentarse a esta nueva situación,
volviendo a plantearse el grotesco monstruo del que hablaba la escritora: el amor nunca
correspondido.
“El silencio de la habitación era profundo como la propia noche. Biff estaba paralizado,
sumido en sus meditaciones. Entonces sintió de repente como un intenso estímulo en su
interior. El corazón le dio un vuelco, y apoyó la espalda contra el mostrador para
sostenerse. Porque en un fugaz resplandor captó una vislumbre del esfuerzo y del valor
humanos. Del interminable y fluido paso de la humanidad a través del tiempo infinito. De
aquellos que trabajan y de aquellos que –tan sólo una palabra- aman. Su alma se
expandió. Pero sólo por un momento. Porque en su interior sintió una advertencia, un rayo
de terror. Se hallaba suspendido entre los dos mundos. “
Qué abismo de emociones nos ofrece Carson McCullers. Los textos provienen de la
traducción de Rosa Maria Bassols de El corazón es un cazador solitario de Carson
McCullers
: su certero análisis de la sociedad (a cargo de los personajes) y de la incomunicación
omnipresente, así como la inclinación que sentirán forzosamente los lectores por cada
prodigiosa criatura extraída de la pluma de Mc Cullers. Pero, además, creo necesario
destacar la que considero su idea predominante, que se trasluce prácticamente en cada
frase y que deja un regusto agridulce al cerrar el libro. La idea es esta: lo que de verdad
nos cuesta exteriorizar no es el odio, como creíamos, sino el amor. Un amor que
avergüenza y nos esforzamos en erradicar si no se atiene a pautas convencionales, si no
va dirigido a la familia ni a un particular objeto de deseo sino que se manifiesta caprichosa
y arbitrariamente por haber surgido sin que intervengan razón ni voluntad.
En la novela –y probablemente en la vida– la inquina sorda, el deseo de revancha o la
ligera hostilidad tarde o temprano acaban saliendo a la luz. Pero ¿qué ocurre con la
bondad, con la necesidad de comunicarse o de contribuir a mejorar la suerte de la especie
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de una forma verdaderamente altruista? Me refiero, no a la cháchara sino a sentimientos
verdaderos. ¿No producen un pudor tan descomunal que acaban encerrados bajo siete
llaves en el interior de cada uno? Sin ir más lejos, en esta historia solo se permite dar
rienda suelta a una emoción bastante habitual, la que surge entre los dos adolescentes y
que acabará abortada y reducida a mero encuentro sexual probablemente a causa de los
convencionalismos.
Dicho esto, podría parecer que se trata de un producto ñoño y sin garra. Todo lo contrario.
Es precisamente su cotidianeidad lo que convierte a la trama en inquietante. La presión
sobre el lector se acentúa a medida que esta avanza volviéndose intensísima al final. Los
personajes (e ideas) que aparecen aquí, el perfecto engranaje de los elementos y el
pesimismo que encierra transmiten, paradójicamente, un gran apego a la vida y
convierten su lectura en una experiencia entrañable.
El reparto que se nos ofrece es sólido en su funcionalidad. Los personajes –
pertenecientes todos ellos a la estirpe de los solitarios– no muestran más que lo
imprescindible para que avance el argumento, pues cualquier otro detalle añadido
arruinaría la armonía del conjunto. Primer, y extraordinario, hallazgo: que un mudo
protagonice un relato sobre la incomunicación. Para construir a John Singer, se le dota
de una personalidad tan misteriosa como repleta de matices que, sin embargo, no hace
sombra a otras figuras espléndidas. En primer lugar, la de Mick, esa adolescente solitaria,
alter ego de Mc Cullers, que personifica la secreta pasión de todo artista. A los rasgos
extraídos de su infancia y adolescencia, la autora añade un puñado de idealizaciones de
sí misma y de sus circunstancias que componen un convincente retrato. Si el estoico y
bonachón Biff Branon oculta una secreta fascinación por su persona, a Mick le guía su
fervor por la música y una admiración ilimitada hacia Singer. Por cierto, la incapacidad de
este para hablar –que se añade a un indiscutible halo de dignidad y a su ilimitada y eterna
reserva– estimula la imaginación de su entorno que acaba atribuyéndole todas las
virtudes imaginables. Es lo que le ocurre al tarambana Jake Blount, cuya tosca superficie
oculta a un espíritu altruista y a un profesional competente. O al desdichado doctor
Copeland, cuya ruina anímica nace de la injusta incomprensión de sus hijos. Ambos
encarnan una conciencia social y un idealismo que acabarán desperdiciándose
sumergidos en la banalidad del entorno. Pero el sentimiento más puro, la camaradería
que no exige nada a cambio, la encontramos, de nuevo, en lo que el propio Singer siente
hacia su compañero Antonapoulos. Es su afecto indestructible quien abre y cierra el relato
como un personaje más.
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