VER http://www.iesezequielgonzalez.com/biblioteca/archivos/2017/prologoElviraLindo.pdf El corazón es un cazador solitario Novela de Carson McCullers El corazón es un cazador solitario es la novela de debut del autor estadounidense Carson McCullers; ella tenía 23 años en el momento de la publicación. Se trata de un hombre sordo llamado John Singer y las personas con las que se encuentra en una ciudad industrial de 1930 en el estado estadounidense de Georgia RESUMEN Centrada en el ambiente de una pequeña ciudad sureña y en un grupo de personas que en torno a la figura emblemática del sordomundo John Singer, el personaje más conseguido de esta genial autora- tienen en común la esencial soledad, su marginalidad y el rechazo de una sociedad que les ignora, El corazón es un cazador solitario es ya un clásico de la narrativa contemporánea.» . Fecha de publicación original: 1940 Autor: Carson McCullers Personajes: Blount, Biff Brannon, Spiros Antonapoulos, Doctor Copeland, John Singer, Mick Géneros: Gótico sureño, Novela psicológica El corazón es un cazador solitario Ir a la navegaciónIr a la búsqueda El corazón es un cazador solitario (en inglés The Heart Is a Lonely Hunter) es la primera novela de la escritora estadounidenseCarson McCullers publicada por la editorial Houghton Mifflin en 1940. Trata sobre la vida de un hombre sordo que no puede hablar, llamado John Singer, y la gente con la que se encuentra en una ciudad industrial en el estado de Georgia en la década de los años 30. Las relaciones se desarrollan en una atmósfera claustrofóbica que envuelve a todos los personajes bizarros que transitan por la novela. Trama El libro comienza contando la relación entre dos amigos íntimos, John Singer y Spiros Antonapoulous. Los dos son descritos como sordomudos que han vividos juntos durante varios años. Se sugiere que su relación tan íntima puede ser homosexual, aunque no queda del todo claro. Antonopoulous enferma mentalmente, empieza a comportarse violentamente, y a pesar de los intentos de Singer, acaba en un hospital psiquiátrico en Chicago. Singer se queda sólo y se muda a un sitio diferente. A partir de este punto la narración se centra en los conflictos de cuatro conocidos de Singer: Mick Kelly, una chica hombruna que ama la música y sueña con comprarse un piano; Jake Blount, un obrero alcohólico conflictivo; Biff Brannon, el observador dueño de un comedor con tendencias alcohólicas; y Dr. Benedict Mady Copeland, un médico de tez negra idealista. Resumen de El corazón es un cazador solitario Con respecto al contenido específico de la historia tejida por Carson McCullers, en su libro El corazón es un cazador solitario, esta comienza contando en su primera parte la historia de dos amigos sordomudos, quienes viven en el estado de Georgia, Estados Unidos, durante la década de 1930. De acuerdo a como algunos interpretan la historia, la relación de estos dos hombres, Jhon Singer y Spiros Antonapoulous resulta bastante íntima, al punto que algunos han sugerido que más que amigos, quizás sostenían una relación homosexual. Lo cierto, más allá sobre las especulaciones, en referencia a un hecho que no queda del todo claro, es que ambos hombres se acompañan, pues ambos, además de su condición de personas sordo-mudas, conviven hace muchos años juntos. Sin embargo, poco después de empezada la novela, la historia empieza a contar cómo Spiros comienza a padecer una enfermedad mental. Por su parte, su amigo –y quizás su pareja- trata de ayudarlo, y procura impulsarlo hacia la sanación. No obstante, 1 la enfermedad termina ganando, y a Jhon Singer, tenido por la crítica como el personaje mejor logrado se su autora, no le queda otra opción que resignarse a que su amigo ha sido robado por la locura. El narrador es omnisciente, muy pegado a los personajes. McCullers describe con imágenes muy precisas, es dueña de una prosa “magra y muy limpia” y de una enorme capacidad para crear imágenes. Es el caso de la descripción del camino que recorren Mick y su amigo Harry durante la excursión que hacen hasta la laguna o el preciosista retrato del griego Antonapoulos en una de visitas que le hace Singer, llevaba una bata escarlata, pijama de seda verde y un anillo de turquesa. Su cutis tenía un color amarillo pálido, y en sus oscuros ojos una expresión soñadora. El negro cabello ligeramente ribeteado de plata en las sienes. Estaba haciendo punto. Sus gordezuelos dedos trabajaban con las largas agujas de marfil muy lentamente. Maravilloso. Curiosamente, la La novela transcurre en el sur de Estados Unidos en 1930, en plena depresión, en un momento en que el sur experimenta el paso de la economía agrícola a la industrial. Es además una época turbulenta y compleja, de tensión racial, luchas sociales, etapa de entreguerras y de llegada al poder del fascismo en varios países de Europa. Todo ese ambiente hierve en la novela, cargada de la “electricidad de lo que va a ser de Estados Unidos en décadas posteriores”. Nacida en una familia de clase media, el padre de Carson era joyero y su abuelo fue dueño de una plantación. La autora siempre tuvo una especial atracción por los seres periféricos, los situados al margen de la “normalidad”, los homosexuales, los locos, los marginados, los inadaptados, los enfermos. En sus obras “dignificó lo individual, en especial a los perdedores”, aprecia Karina. “Yo tengo más que decir que Hemingway, y Dios sabe que lo he dicho mejor que Faulkner”, llegó a decir. Autora de cinco grandes novelas, todas de enorme calidad, fue siempre una mujer muy segura con respecto a lo que escribía, alcanzando gran éxito y reconocimiento desde el inicio de su carrera. “No me gustaría vivir si no pudiera escribir. La escritura no es solo mi modo de ganarme la vida; es como me gano mi alma”, dijo. El escritor Rodrigo Fresán, gran admirador de la autora a la que define como “un personaje del primer Tim Burton, ingenuo y a la vez oscuro”, opina que “El corazón es un cazador solitario” es una novela sobre el amor. La propia autora la definió como la historia de cinco personas aisladas y solitarias, que tienen el deseo de integrarse en algo espiritualmente más grande que ellos. En un principio la novela se iba a titular “El mudo”, pero el editor le aconsejó el título que adoptó finalmente, sacado de un poema. No pudo ser más acertado. El protagonismo se reparte entre cinco personajes principales, con varios secundarios que gravitan alrededor de estos, aunque en el gabinete coincidimos que tal vez la tratada con más cariño y cercanía es Mick, quien produce mucha ternura en el lector, ya que está tratada por la autora con verdadera compasión. Lo que prima en todos ellos es el deseo de comunicarse. La narración se centra en los conflictos de cuatro conocidos de Singer: Mick Kelly, una niña con aspiraciones artísticas, que ama la música, ambiciona aprender a tocar el piano y lucha con todas sus fuerzas contra un entorno inflexible; resulta conmovedor el afán de Mick por aprender, su deseo de trascender a través del arte, de escapar de su triste realidad. Su tragedia no procede de sí misma sino de una sociedad que le roba su libertad y sus energías. Mick terminará atrapada en la trampa del trabajo asalariado, para ayudar a la familia tiene que renunciar a todos sus sueños. Es un personaje que en algunos aspectos remite a la propia autora. Jake Blount, un obrero alcohólico, errante, marxista y en constante conflicto. El doctor Benedict Copeland, el único que tiene estudios universitarios, es un médico negro que lucha por los derechos y la igualdad racial, en un contexto de falta de justicia y amarga desigualdad. Es un hombre culto pero infeliz, el ambiente se lo come. Se encuentra totalmente insatisfecho con sus hijos. El doctor apuesta toda su vida por ser paciente y enarbolar la paz pero al final de sus días siente que se ha equivocado, que hay que combatir la astucia con la astucia, la fuerza con la fuerza. La solución vendrá reuniendo multitudes e instándolas a manifestarse; esta propuesta del doctor Copeland de organizar una marcha y pasar a la acción directa se adelanta varios años a Luther King y Malcom X. Biff Brannon, el observador dueño del café New York, es el que menos habla y ve de manera más objetiva a Singer, precisamente porque él está acostumbrado a escuchar y a observar en su local, de alguna forma es áspero y se muestra incapaz de sentir empatía. Entre los personajes hay que destacar que las mujeres tienen gran empuje y fuerza. Es el caso de Mick y de Portia, la hija del doctor Copeland, joven muy trabajadora, siempre preocupada por su familia y mediadora entre su padre y sus hermanos. 2 Singer, el hombre sordo y mudo, es el personaje al que acuden los otros cuatro. La autora usa el recurso de las cartas que escribe a su añorado Antonapoulos, para que el mudo “hable” sobre los otros cuatro personajes; él no les entiende la mayoría de las veces, sólo ve gente deseosa de hablar y desahogarse. Ellos por su parte consideran a Singer un ser “superior”; a causa de su sordera y su mudez, resulta cautivador para depositar en él los sentimientos más personales e íntimos. “El corazón es un cazador solitario” es una novela sobre la idealización. Por un lado los cuatro personajes inventan un compañero que les entiende y que se interesa de verdad por todo lo que le cuentan. Los personajes atribuyen al mudo toda una serie de cualidades que ellos querrían que tuviese. Le habían convertido en una especie de dios casero. A su vez Singer idealiza al griego Antonapoulos, que en realidad sufre de desorden mental y no es capaz de apreciar el amor y los esfuerzos que el otro le dedica. Como refugio para la soledad y la incomunicación, los personajes habitan su mundo interior, aquellos lugares donde se refugian. Mick lo hace en su caja de tesoros y en sus cuadernos de melodías, necesita del “aislamiento intelectual” del que habló la propia autora en algún escrito. El dueño del bar se refugia en su colección de periódicos y en su puesto de observador detrás de la barra. Singer, el mudo, se cobija en sus recuerdos del griego y las cartas que le escribe pero nunca echa al correo. Blount, el revolucionario, en el alcohol. El refugio del doctor son la ciencia y la razón. El narrador es omnisciente, muy pegado a los personajes. McCullers describe con imágenes muy precisas, es dueña de una prosa “magra y muy limpia” y de una enorme capacidad para crear imágenes. Es el caso de la descripción del camino que recorren Mick y su amigo Harry durante la excursión que hacen hasta la laguna o el preciosista retrato del griego Antonapoulos en una de visitas que le hace Singer, llevaba una bata escarlata, pijama de seda verde y un anillo de turquesa. Su cutis tenía un color amarillo pálido, y en sus oscuros ojos una expresión soñadora. El negro cabello ligeramente ribeteado de plata en las sienes. Estaba haciendo punto. Sus gordezuelos dedos trabajaban con las largas agujas de marfil muy lentamente. Maravilloso. Curiosamente, la autora adoraba a Proust, a pesar de ser sus estilos tan diferentes. Uno de sus grandes logros es narrar con gran economía de palabras sucesos tremendos. Un ejemplo son los últimos instantes de Singer, es magistral cómo llega a contar tanto con tan poco. Hay momentos en que crea imágenes cercanas a lo cinematográfico. Es el caso del disparo a la pequeña aspirante a niña prodigio, Baby, como apreció una de las compañeras de gabinete. La música, fundamental para la autora, tiene gran importancia en el libro, como nos explica Karina, añadiendo que la novela se estructura como “una fuga en cuatro movimientos”, con cuatro tramas entrecruzadas, “mediante la estructura de fuga se entretejen las tramas en una estructura musical”. Las estaciones y las horas del día tienen mucha importancia en la novela. A su vez, la naturaleza marca los tiempos. La enfermedad tuvo una importante presencia en la vida de Carson McCullers, y también tiene su presencia en el libro. Ser enfermo supone al mismo tiempo ser periférico. Blound, el agitador marxista se encuentra en la periferia debido a su alcoholismo; el doctor Copeland está en la periferia por ser negro. Mick es periférica como mujer, pobre y diferente. Karina, vestida de sport, chaqueta y vaquero, luce zapatos de charol con vertiginoso tacón y plataforma, media melena planchada con precisas mechas rubias. Lleva una pequeña alianza de brillantes, con un gran anillo dorado por encima. Completa sus cuidadas manos con una perfecta manicura de uñas cortas pintadas de rojo. Mujer con nervio, habla con cierto atropello, que no le impide pronunciar perfectamente todas y cada una de las palabras y modular con musicalidad las frases. Estoy sentada a su lado durante la sesión y tengo una perfecta perspectiva de su cuaderno, lleno de breves anotaciones. En un círculo con flechas y subrayados rosas, Karina relaciona a los protagonistas y los personajes secundarios, y yo me quedo con ganas de hacer una foto al esquema. Completa la magnífica sesión con anécdotas relacionadas con la vida de la autora. Nos recuerda que Carson McCullers formó parte del grupo de “bohemios” de la 'February House', un experimento de vida comunitaria en el que la autora participó junto a escritores entonces jóvenes pero ya bastante reconocidos como W. H. Auden o Jane y Paul Bowles, además del compositor Benjamin Britten. Se reunieron en el número 7 de Middagh Street en Brooklyn durante 1940 y 1941. Para Carson fue una etapa de gran intensidad creativa y supuso el germen de dos de sus novelas “Frankie y la boda” y “La balada del café triste”. También hubo espacio para recordar el memorable encuentro con Isak Dinesen, Marilyn Monroe y Arthur Miller en su casa, o las adaptaciones al cine de varias novelas de la autora como la propia “El corazón es un cazador solitario” o “Reflejos en un ojo dorado”, dirigida por John Huston y protagonizada por Elizabeth Taylor y Marlon Brando, que a finales de los 80 supuso para mí la puerta de acceso a la literatura de McCullers. 3 Luego de que Spiros es internado sin remedio en un hospital psiquiátrico, ubicado en Chicago, Singer decide que lo mejor será ponerse en movimiento, quizás para olvidar y apartarse de los recuerdos que lastiman. Es por eso que decide mudarse, a fin de continuar con su vida, y conocer nueva gente. Esta situación, termina vinculándolo con los otros personajes creados por Carson McCullers, los cuales representan personajes que viven en conflicto con la sociedad y sus prejuicios. En cuanto a los paradigmas que la autora trata en cuanto a la configuración de estos cuatro personajes que entrarán en la vida de Jhon Singer, para compartir con él la etiqueta de out sider, se encontrarán los siguientes: en primer lugar, el Dr. Benedict Mady Copeland, pese a su título de médico es un hombre negro, lo cual en la década de los treinta en EEUU era una situación social difícil, por el racismo y la segregación, además este personaje se caracteriza por su idealismo y su intención de cambiar el mundo. En segundo lugar, podría hablarse también de Jake Blount, quien es presentado como un hombre conflictivo, quien lleva años padeciendo de alcoholismo, lo cual igualmente le otorga una posición al margen de la sociedad estructurada. Los otros dos personajes que comienzan a compartir vida con Singerserán Mick Kelly un mujer cuyo sueño es comprarse un piano, y entregarse finalmente al gran amor que siente hacia la música. Ella es descrita como una mujer con ademanes bastante masculinos, los cuales probablemente insinúan que también puede ser lesbiana, situación que igualmente la hace erigirse como un ser al borde de los parámetros sociales de la época. Finalmente, este cuarteto de amigos lo cierra Biff Brannon, quien tiene su propio negocio de comida, y que le sigue los pasos a Blount en el camino hacia el alcoholismo, siendo quizás por ahora menos conflictivo que este. En cuanto a Brannon, la narradora distingue su capacidad analítica, aun cuando más bien se puede interpretar como la tendencia simplemente a observar, y no involucrarse en los asuntos. El corazón es un cazador solitario, como la de cualquier obra de McCullers, resulta fácil. El estilo no se manifiesta para enredarnos y hacer que nos perdamos. Todo lo contrario. El estilo nos centra continuamente, nos guía, nos muestra. La voz que narra sabe muchas cosas, y sigue aprendiendo, no parece dispuesta a claudicar. Nos invita a compartir su sabiduría, sus dudas y su búsqueda. Una invitación que es casi un mandato, porque está llena de convencimiento, de una seguridad que emana de lo más profundo de uno mismo, de la necesidad de encontrar una verdad, algo que explique el inmenso lío y la terrible injusticia –pero también, la desconcertante poesía- que es la vida. Los sentimientos son confusos pero el tono es firme. Aquí radica la intensidad de McCullers, en su interés por el mundo. Está dispuesta a llegar a lo más profundo de esa confusión.” En efecto, es una obra que se lee sin dificultades, no hay complicación en las imágenes utilizadas, en las metáforas y en el vocabulario empleados, tampoco abusa de la subordinación ni de la enumeración; este estilo, caracterizado entonces por la claridad, por la precisión de los términos sirve como guía, como un timón que guiara el camino del mar de nuestra lectura; es estable pero al mismo tiempo tremendamente sólido a la hora de expresar las emociones, los sentimientos que viven los protagonistas en un mundo como el que nos refleja la norteamericana. Contrasta especialmente esta solidez del lenguaje frente la confusión de sentimientos a la que alude Puértolas; la escritura actúa, casi inconscientemente como un amplificador de lo que de verdad quiere expresar, lo que más le interesa y, por lo tanto, en lo que profundizará aún más. 4 El siguiente texto alude a la forma en que diseña el texto a nivel de personajes y cómo ese diseño le servirá para tratar los temas en los que quiere profundizar: “En John Singer, el mudo, convergen todos los personajes. La autora, que meditó mucho sobre esta obra, escribió: “A causa de su sordera, la relación de Singer con el mundo exterior es vaga e imprecisa. Sus amigos pueden atribuirle todas las cualidades que les gustaría que tuviese. Cada uno de estos personajes crea su propia manera de entender al sordomudo a través de sus propios deseos.” Impresiona lo meticuloso del plan, la conciencia plena de lo que la autora tiene entre manos. Su propósito declarado es “la rebeldía del ser humano contra su aislamiento interior y la necesidad que siente de una expresión personal lo más plena posible.” McCullers está evidentemente interesada en una lucha desigual. Sabe que las posibilidades de perder son grandes. “He aquí a estos heroicos perdedores,” nos dice. Un mudo, un borracho comunista, un anciano médico de raza negra, el dueño de un bar, que observa y compadece, una adolescente inquieta… Frustraciones e insatisfacciones personales en un marco social caracterizado por la desigualdad y donde las injusticias que padecen sobre todo las personas de raza negra nos hacen estremecer.” El faro que sirve de vehículo narrativo es la figura de John Singer, el personaje mudo en el que convergen todos los personajes, especialmente, por supuesto, su amigo Antonapoulos (el otro mudo); los otros cuatro representan polos opuestos que van desde el tabernero Biff Brannon al doctor negro Benedict Mady Copeland pasando por el comunista alcohólico Jake Blount y terminando con la chica adolescente Mick Kelly. Gracias a la sordera, Singer vive aislado en una sociedad a la que no puede llegar en plenitud, la única persona a la que se siente verdaderamente unido está lejos de él (el otro mudo), por lo tanto adopta un tono adecuado con el resto de personas, son ellas las que modelan a Singer, convirtiéndole en aquello que necesitan encontrar, en una persona para sentirse felices; Singer se convierte en el epítome de la amistad, en un elemento consolador para satisfacer las frustraciones e insatisfacciones a las que se van enfrentando cada uno de ellos. No deja de ser paradójico que un mudo sea la solución ante los problemas de la gente y alude directamente a la falta de comunicación que se produce en nuestros días, una falta de comunicación que evita que compartamos nuestros problemas con personas como nosotros, ellos descargan sus dificultades en la imagen idealizada de su amistad encarnada en el ubicuo Singer. A través de las palabras que nos ofrece podemos asomarnos a una cualidad del amor que no esperamos: la no-correspondencia. Esta cualidad nos abruma cuando la vemos aplicada a nuestro protagonista en cuanto a su relación con el otro mudo: “El ejemplo más sobrecogedor del amor generoso, que se da sin esperar correspondencia, lo encarna el amor que siente Singer por el otro mudo, el griego Antonapoulos. Cada vez que nos asomamos a este abismo de amor, nos estremecemos, doloridos. Qué doloroso puede ser amar, qué solitario.” Este dolor es palpable casi en nuestras propias carnes, podemos entender la desesperación del protagonista ante los hechos que acontecen; ciertamente, nos encontramos ante un amor sin límites que se sustentaba en una amistad que se malogra. Al perder esa amistad, la verdadera ancla que le unía a la vida, pierde su sentido. Es por ello que ese impactante momento que llega casi al final es un abismo de sentimientos que no tienen fin y en el que nos sentimos reflejados: 5 “Carson McCullers, en suma, pertenece a esa estirpe de escritores que nos obligan a mirarnos a nosotros mismos, a pensar, como lo hacen sus personajes, en quiénes somos, dónde reside nuestra identidad, nuestras debilidades, nuestra fuerza. Era una escritora extremadamente consciente de lo que hacía. “El aislamiento espiritual es la base de la mayoría de mis temas. Mi primer libro –este que ahora tienes en las manos, lector- se ocupaba de ello, casi en su totalidad…” “El amor, y en especial el amor por una persona que es incapaz de corresponder o de recibirlo, está en el núcleo de mi selección de figuras grotescas objeto de mis obras: personas cuyas deficiencias físicas son un símbolo de su incapacidad espiritual para amar o recibir amor, de su aislamiento espiritual.” No olvidemos que, también según sus propias palabras, “la buena prosa de be estar fundida con la luz de la poesía” y “la imaginación es más verdad que la realidad.” Sí, esto es Carson McCullers: deformación, intensidad, poesía, verdad.” De ahí que su principal virtud sea conseguir que los personajes, atormentados por su amor no correspondido, por su aislamiento espiritual, se conviertan en verdaderos prototipos de nuestros propios sentimientos; conseguimos ver en ellos reflejadas nuestra propias confusiones y frustraciones y nos parecen tan reales como la vida que vivimos. Solo hay que irse a su prosa para encontrarnos evidencias de esta poesía cargada de franqueza, tal es el caso de Mick Kelly y su especial sensibilidad musical; especialmente bellas son las imágenes que utiliza para expresar la escucha de la música clásica (“trocitos coloreados de caramelo” y “la cosa más suave y triste”); poesía en nuestros oídos: “Era algo extraño, pero casi continuamente estaba oyendo en el fondo de su mente algo así como una pieza de piano u otra música. Hiciera lo que hiciera, o pensara lo que pensara, casi siempre estaba allí. Miss Brown, que se hospedaba con ellos, tenía una radio en su habitación, y durante todo el invierno último estuvo sentada en la escalera los domingos por la tarde, escuchando los programas. Probablemente se trataba de obras de música clásica, pero eran estas las que ella recordaba mejor. Había un tipo especial de música que le encogía el corazón cada vez que la oía. A veces, esta música era como trocitos coloreados de caramelo, y otras era la cosa más suave y triste que jamás imaginara.” Y cómo la presencia de dicha música en su mente le sirve para pintar una nueva forma de aislamiento espiritual: ese que sientes a veces aunque estés rodeado de gente: “La cálida tarde transcurrió lentamente, y Mick seguía sentada en la escalera, sola. La música de aquel tipo, Motsart, aparecía otra vez en su mente. Era extraño, pero Mister Singer le recordaba esta música. Deseó ardientemente encontrarse en algún lugar donde pudiera cantarla a voz en grito. Había músicas que eran demasiado íntimas para cantarlas en una casa atestada de gente. Era extraño, también, lo sola que podía sentirse una persona en una casa llena de gente. Mick trató de imaginarse un buen lugar íntimo al que poder ir y estar sola y estudiar aquella música. Pero aunque estuvo pensando en ello largo rato, sabía desde el inicio que no existía semejante sitio.” En el caso de Jake Blount su aislamiento viene por la falta de comprensión ante lo que él cree justo y razonable, nadie le comprende y eso se convierte en un obstáculo para relacionarse en un mundo incongruente y, sobre todo mediocre: “La verdad es que me gustan las palabras: Materialismo dialéctico…Tergiversación jesuítica… -Jake desgranaba las sílabas en su boca con amorosa solemnidad-. 6 Propensión teleológica. –El mudo se secó la frente con un pañuelo cuidadosamente doblado-. Pero lo que quiero decir es esto. Cuando una persona sabe, y no puede conseguir que los demás comprendan, ¿qué puede hacer? –Singer se esforzó en coger un vaso de vino, lo llenó hasta el borde y lo puso firmemente en la magullada mano de Jake-. Emborracharme, ¿eh?” “Nadie puede vivir sin prestar su aceptación pasiva a la mezquindad. Alguien tiene que agotarse por completo por cada bocado que comemos y cada pedazo de tela que llevamos puesto.. y nadie parece darse cuenta. Todo el mundo está ciego, mudo, obtuso…, estúpido y mezquino.” Singer actúa, como ya dije anteriormente como nexo de unión de todas estas personalidades que se sienten abandonadas sin su presencia, simplemente con la expresión de sus ojos consigue que se sientan bien y, sobre todo, queridos: “Poco después de que Singer regresara a su habitación de la casa de huéspedes, Mick y Jake Blount y el doctor Copeland empezaron a venir nuevamente. Todos querían saber dónde había estado y por qué no les había advertido de sus planes. Pero Singer fingió que no entendía las preguntas, y su sonrisa era inescrutable. Uno a uno iban llegando a la habitación de Singer para pasar las tardes con él. El mudo se mostraba siempre pensativo y tranquilo. Sus ojos, tan llenos de matices, aparecían graves como los de un hechicero. Mick Kelly y Jake Blount y el doctor Copeland llegaban y se ponían a hablar en la silenciosa habitación, porque sentían que el mundo siempre comprendía, fuera lo que fuera lo que quisieran decirle. Y tal vez incluso más.” Copeland es utilizado por la escritora para reflejar cuestiones de raza, sus preocupaciones ante una posición, la de la población negra, que se sentía desubicada en el sueño americano, inútil ante una vida de esclavitud, de amargura continua que no les ayuda a evolucionar, muy al contrario, se sienten bajo el yugo de su color de piel que ordena todo lo que les pueda suceder de una manera estructural: “Muchos se dedican a encerar y pulir resbaladizos suelos de bonitas mansiones. O conducen automóviles para personas ricas demasiado perezosas para conducir ellas. Nos pasamos la vida haciendo miles de trabajos que no son de verdadera utilidad para nadie. Trabajamos y la totalidad de nuestra labor se desperdicia. ¿Es eso servicio? No, es esclavitud. Trabajamos, pero nuestro trabajo se desaprovecha. No se nos permite servir. Vosotros, los estudiantes que esta mañana estáis aquí representáis a los pocos afortunados de nuestra raza. A la mayoría de nuestra gente no se le permite ir a la escuela. Por cada uno de vosotros hay docenas de personas jóvenes que apenas si saben escribir su nombre. Nos niegan la dignidad del estudio y la sabiduría. De cada uno según su capacidad; a cada uno según sus necesidades. Todos los que estamos aquí sabemos lo que es padecer verdaderas necesidades. He ahí una gran injusticia. Pero hay una injusticia todavía más amarga que ésa…, que se le niegue a uno el derecho a trabajar según su capacidad. Trabajar toda una vida inútilmente.” Por si fuera poco, también aprovecha el papel de Mick para reflejar cuestiones de género que también aparecen como algo estructural. Ese ventajismo del que goza un muchacho por ser solamente un hombre frente a su caso: “-Se me ha ocurrido una cosa –dijo Mick-. Un chico tiene más ventaja que una muchacha. Quiero decir que un chico por lo general consigue un trabajo a horas que no le impide ir a 7 la escuela y le deja tiempo para otras cosas. Pero no hay trabajos así para las muchachas. Cuando una quiere un empleo tiene que dejar la escuela y trabajar todo el día. Tanto como me gustaría a mí ganar un par de dólares a la semana, como tú, pero no hay manera. “ El hecho de ser Singer el sostén del relato sirve como desencadenante de la última parte; en su ausencia los personajes que rondaban, que flotaban alrededor de él, pierden su rumbo, no saben a dónde dirigirse, se vuelven inestables, como es el caso de Copeland en permanente fuga tras un estallido de violencia: “Sólo le quedaban cuatro manzanas para recorrer y entonces se hallaría sin duda a salvo. El miedo le había cortado la respiración, de modo que estaba jadeando. Cerró los puños y bajó la cabeza. Luego, de pronto, redujo la marcha y se detuvo. Estaba solo en un callejón, cerca de la calle principal. A un lado estaba la pared de un edificio y se desplomó contra ella, jadeando, la gruesa vena que le cruzaba la frente inflamada. En su confusión había cruzado toda la ciudad para llegar a la habitación de su amigo. Y Singer estaba muerto. Empezó a llorar. Sollozó ruidosamente, y gruesas lágrimas le corrían por la nariz, mojándose el bigote.” También se demuestra que, ante la falta de lo que da sentido a su vida, cada personaje deberá evolucionar para seguir adelante o rendirse en ese mismo momento; tal es el caso de Biff, el tabernero que siente una epifanía en las últimas páginas, una epifanía contradictoria, es capaz de ver el esfuerzo y el valor de aquellos que aman pero, al mismo tiempo se da cuenta de la dificultad que supone enfrentarse a esta nueva situación, volviendo a plantearse el grotesco monstruo del que hablaba la escritora: el amor nunca correspondido. “El silencio de la habitación era profundo como la propia noche. Biff estaba paralizado, sumido en sus meditaciones. Entonces sintió de repente como un intenso estímulo en su interior. El corazón le dio un vuelco, y apoyó la espalda contra el mostrador para sostenerse. Porque en un fugaz resplandor captó una vislumbre del esfuerzo y del valor humanos. Del interminable y fluido paso de la humanidad a través del tiempo infinito. De aquellos que trabajan y de aquellos que –tan sólo una palabra- aman. Su alma se expandió. Pero sólo por un momento. Porque en su interior sintió una advertencia, un rayo de terror. Se hallaba suspendido entre los dos mundos. “ Qué abismo de emociones nos ofrece Carson McCullers. Los textos provienen de la traducción de Rosa Maria Bassols de El corazón es un cazador solitario de Carson McCullers : su certero análisis de la sociedad (a cargo de los personajes) y de la incomunicación omnipresente, así como la inclinación que sentirán forzosamente los lectores por cada prodigiosa criatura extraída de la pluma de Mc Cullers. Pero, además, creo necesario destacar la que considero su idea predominante, que se trasluce prácticamente en cada frase y que deja un regusto agridulce al cerrar el libro. La idea es esta: lo que de verdad nos cuesta exteriorizar no es el odio, como creíamos, sino el amor. Un amor que avergüenza y nos esforzamos en erradicar si no se atiene a pautas convencionales, si no va dirigido a la familia ni a un particular objeto de deseo sino que se manifiesta caprichosa y arbitrariamente por haber surgido sin que intervengan razón ni voluntad. En la novela –y probablemente en la vida– la inquina sorda, el deseo de revancha o la ligera hostilidad tarde o temprano acaban saliendo a la luz. Pero ¿qué ocurre con la bondad, con la necesidad de comunicarse o de contribuir a mejorar la suerte de la especie 8 de una forma verdaderamente altruista? Me refiero, no a la cháchara sino a sentimientos verdaderos. ¿No producen un pudor tan descomunal que acaban encerrados bajo siete llaves en el interior de cada uno? Sin ir más lejos, en esta historia solo se permite dar rienda suelta a una emoción bastante habitual, la que surge entre los dos adolescentes y que acabará abortada y reducida a mero encuentro sexual probablemente a causa de los convencionalismos. Dicho esto, podría parecer que se trata de un producto ñoño y sin garra. Todo lo contrario. Es precisamente su cotidianeidad lo que convierte a la trama en inquietante. La presión sobre el lector se acentúa a medida que esta avanza volviéndose intensísima al final. Los personajes (e ideas) que aparecen aquí, el perfecto engranaje de los elementos y el pesimismo que encierra transmiten, paradójicamente, un gran apego a la vida y convierten su lectura en una experiencia entrañable. El reparto que se nos ofrece es sólido en su funcionalidad. Los personajes – pertenecientes todos ellos a la estirpe de los solitarios– no muestran más que lo imprescindible para que avance el argumento, pues cualquier otro detalle añadido arruinaría la armonía del conjunto. Primer, y extraordinario, hallazgo: que un mudo protagonice un relato sobre la incomunicación. Para construir a John Singer, se le dota de una personalidad tan misteriosa como repleta de matices que, sin embargo, no hace sombra a otras figuras espléndidas. En primer lugar, la de Mick, esa adolescente solitaria, alter ego de Mc Cullers, que personifica la secreta pasión de todo artista. A los rasgos extraídos de su infancia y adolescencia, la autora añade un puñado de idealizaciones de sí misma y de sus circunstancias que componen un convincente retrato. Si el estoico y bonachón Biff Branon oculta una secreta fascinación por su persona, a Mick le guía su fervor por la música y una admiración ilimitada hacia Singer. Por cierto, la incapacidad de este para hablar –que se añade a un indiscutible halo de dignidad y a su ilimitada y eterna reserva– estimula la imaginación de su entorno que acaba atribuyéndole todas las virtudes imaginables. Es lo que le ocurre al tarambana Jake Blount, cuya tosca superficie oculta a un espíritu altruista y a un profesional competente. O al desdichado doctor Copeland, cuya ruina anímica nace de la injusta incomprensión de sus hijos. Ambos encarnan una conciencia social y un idealismo que acabarán desperdiciándose sumergidos en la banalidad del entorno. Pero el sentimiento más puro, la camaradería que no exige nada a cambio, la encontramos, de nuevo, en lo que el propio Singer siente hacia su compañero Antonapoulos. Es su afecto indestructible quien abre y cierra el relato como un personaje más. 9