El superyó femenino Publicado en la revista nº001 Autor: Levinton, Nora Este texto corresponde a la defensa oral de la Tesis Doctoral "El superyó femenino", por la cual la LicenciadaNora Levinton obtuvo el título de Doctora en Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid dentro del Programa de Doctorado “Fundamentos y desarrollos Psicoanalíticos” (programa conjunto de las Universidades Autónoma de Madrid, Complutense de Madrid y Universidad Pontificia Comillas (Madrid). Directora de tesis:Emilce Dio Bleichmar Este trabajo de tesis refleja mi interés en revisar algunos temas que abordan la cuestión de la construcción de la subjetividad femenina, privilegiando como eslabones principales la modalidad de internalización de las normas, su articulación con el sentimiento de culpa y aquellas problemáticas que atañen a lo que define en psicoanálisis al superyó como instancia. La propuesta se basa en dos líneas fundamentales de revisión: el concepto de feminidad y el de superyó femenino. Se trata de una ampliación sobre los fundamentos psicoanalíticos que darían origen y desarrollo a las estructuras intrapsíquicas normativas. Tomo como referencia privilegiada la obra de E. D. Bleichmar, cuyo aporte es el basamento de este trabajo para considerar la especificidad de los fundamentos de la estructura normativa femenina. En relación a la conceptualización sobre el psiquismo, actualmente son muchos los autores que desde el interior mismo del psicoanálisis plantean y trabajan con modelos que amplian el concepto de fuezas motivacionales que estructuran la subjetividad. Entre ellos: Hugo Bleichmar (Avances en Psicoterapia Psicoanalítica, Paidós,1997), Joseph Lichtenberg (Psychoanalysis and Motivation,The Analytic Press, 1989), Fred Pine (Drive, Ego, Object and Self. A Synthesis for Clinical Work, Basic Books, 1990), Daniel Stern (El mundo interpersonal del infante. Paidós, 1985), Drew Westen (A revised theory of motivation Int. J. Psycho-Analysis, 1997, 78:521-548) En este trabajo el punto de partida es el cuestionamiento de los cimientos teóricos que categorizan al superyó freudiano, en tanto éste se concibe como legislador de una única dimensión del psiquismo, la sexualidad, y cuyos elementos constitutivos giran en torno a una estricta y pre-determinada configuración que se establece como las consecuencias psíquicas de la diferencia a partir de una teoría sexual infantil Dado que la explicación clásica se circunscribe a la ley de la prohibición del incesto como respuesta a la necesidad de regular los deseos sexuales dentro del ámbito de la célula familiar, se instituye a aquélla como norma privilegiada para la organización de la subjetividad. Los avatares del complejo de Edipo, de la circulación del deseo sexual, de los sentimientos de culpa y temores a la castración se consideran los desencadenantes que promueven la identificación del sujeto con la norma que pondría en marcha los mecanismos de represión y sublimación, bases del desarrollo de la individuación hacia la exogamia. El fundamento del superyó sería, entonces, el abandono de los deseos incestuosos tanto hacia la madre como hacia el padre. Este modelo sobre el origen y desarrollo de la norma ha sido cuestionado en numerosa oportunidades por su carácter reduccionista, pero tales cuestionamientos han sido considerados, por lo general, como intentos desviacionistas. Ya en 1933, K. Horney fue una de las primeras psicoanalistas que pusieron en tela de juicio tanto la conceptualización sobre la denominación de “etapa fálica” como al papel otorgado a la envidia del pene como consecuencia del reconocimiento de la diferencia anatómica y la idea del supuesto reproche a la madre por la afrenta de la castración. Cuestiones todas ellas de una enorme complejidad conceptual que han llevado a deslizamientos desde categorías biológico-anatómicas (la vagina como cavidad) a articulaciones que organizan contenidos del psiquismo como la pasividad o el masoquismo. El reduccionismo aludido respecto al superyó femenino gira en torno a los siguientes factores: a) Se ha concebido sobre las experiencias de los varones b) No se ha tenido en cuenta el contexto interactivo-intersubjetivo con los adultos, a partir del cual se estructura lasubjetividad infantil c) No se han considerado como ejes del sistema normativo que impera en la subjetividad femenina el cuidado de la vida y las motivaciones de apego. En la conceptualización de la teoría freudiana del superyó como heredero del conflicto sexual infantil partimos de la indagación que Freud propone sobre la conciencia moral y su relación con el sentimiento de culpa circunscribiéndose fundamentalmente en su origen a la percepción en el sujeto de un juicio adverso sobre determinados deseos provenientes de mociones pulsionales tanto sexuales como hostiles. Esta concepción, donde una parte del psiquismo observa críticamente a la otra como si se tratase de un objeto externo, refleja la constitución de la instancia denominada superyó a la que se le atribuyen como funciones la autoobservación, conciencia moral y función de ideal. En el varón la temida amenaza de castración le empujaría al abandono del enamoramiento de la madre y a la identificación con el padre, preservando así su preciado órgano (el pene), lo que favorece la internalización de la prohibición del incesto y, como consecuencia, en el propio niño se erige el superyó como juez interno. Por lo tanto, se otorga a la angustia de castración un lazo indisoluble con la configuración superyoica a la que da lugar. La introducción de la instancia superyoica supone articular una compleja red de formulaciones, que como pudimos constatar fuerzan la conceptualización del superyó como heredero del complejo de Edipo. Pero, al ser este desarrollo el que se toma como referencia, todo lo que suceda en la niña se describe en oposición/diferencia a lo que se ha presentado como modelo universal. Una vez producido este planteo universalizador, el sesgo de género masculino en la teoría, es decir, la supuesta constitución de la subjetividad femenina al suponerse la angustia de castración/envidia al pene como decisiva, determinará de antemano los ítems que se consideran para definir al superyó: la posesión o no del pene, el temor a la amenaza de castración, la posible identificación con el padre como representante de las leyes y tradiciones de su cultura, etc. De modo que sus alcances, planteado en términos de acceder a unas metas predeterminadas, presentan asimismo la cualidad de desvío, inferioridad -descalificación en suma- respecto del modelo privilegiado: el masculino. Lo que lleva a concluir que existe en el hombre un mayor sentimiento de justicia, y en la mujer un menor sentido ético, o incapacidad para la sublimación o mayor labilidad emocional a la hora de tomar decisiones. Todo ello sin tenerse en cuenta que los parámetros desde los que se evalúan estas disposiciones revelan una valoración marcadamente sesgada. A este respecto nos interesa resaltar el aporte de Ana María Fernández cuando plantea la necesidad de pensar otra lógica de la diferencia que no traduzca la alteridad en inferiorización y que, a través de la deconstrucción de categorías conceptuales, reformule la diferencia no en términos de lo negativo respecto de una unidad de medida positiva encarnada por el hombre. Tambien C. Gilligan, cuestiona la supuesta neutralidad con que se evalúan en los estudios de Kohlberg los datos de las investigaciones que se realizan en psicología evolutiva, cuyas respuestas son evaluadas sobre la base de la desvalorización y negación de las características del desarrollo de las niñas. Desarrollos en la tesis En la tesis retomo la cuestión del superyó como un organizador intrapsíquico que se ocupa de reglamentar mediante restricciones, mandatos e idealizaciones todo un delicado entramado que regulará la relación de la mujer consigo misma y con su entorno, estructurando un modelo frente al cual se debatirá en permanentes comparaciones que revelarán fallos, desfasajes entre lo idealizado y lo percibido, y que será causa de dolorosos conflictos. Y, sobre todo generador, del casi omnipresente sentimiento de culpa. Como referente para una relectura me apoyo en el par feminidad/masculinidad, problemática que Freud termina enmarcando en un concepto problemático, como el de los fines de la pulsión. En la tesis destaco cómo el concepto de género permite articular la feminidad y la masculinidad en una dimensión psicoanalítica partiendo de un enfoque intersubjetivo. Utilizo la definición de John Money de género como “dimorfismo de respuestas ante los caracteres sexuales externos como uno de los aspectos más universales del vínculo social”. Desde esta perspectiva, el género, en tanto organización simbólica, es un preexistente, en el cual todo niño/a va a estar inmerso. O sea, un mundo lingüístico y de relaciones humanas impregnadas de distinciones de toda clase: vestimenta, actitudes, gestos, lenguaje, funciones, roles y valores. Coexistiendo, por lo tanto, en la subjetividad los fantasmas de género con los fantasmas de sexualidad, a los que los primeros imprimirán su sello estructurante. En consecuencia, habrá efectos significativos desde y para la intersubjetividad. Mi interés durante el desarrollo de la tesis radicó en trabajar fundamentalmente la incidencia del sistema del género en la organizacióndel sueperyó, dado que, en su versión psicoanalítica, el género es un aporte conceptual que favorece el poder pensar la constitución subjetiva de la identidad, la estructura imaginaria del yo no como algo neutro sino emergiendo femenino o masculino desde sus orígenes. A pesar de que la denominación, y el concepto, de género no pertenezcan al psicoanálisis clásico, sin embargo, retrabajado desde el psicoanálisis, no importándolo mecánicamente de la sociología, permite reflexionar sobre cómo se constituye la identidad temprana y cómo la propia historia del complejo de Edipo se inscribe sobre una identidad de género del yo ya formada. Lo que ha dado lugar a su conceptualización como sistema sexo/género. Esta problemática colabora para interrogarnos sobre la conveniencia de seguir otorgándole al complejo de Edipo el valor de núcleo estructurante del psiquismo. La propuesta consiste en pensar que la intensa fuerza motivacional que se le atribuye a los temores y hostilidades propios de la etapa fálico-edípica no sean los únicos determinantes para la estructuración del superyó. La búsqueda de un referente que pudiese representar en el psiquismo de las mujeres el equivalente de la amenaza de castración en los hombres me condujo, en los propios textos freudianos, a la formulación sobre la angustia producida por el temor a la pérdida de amor surgida, en un primer momento, en la relación con la madre; más tarde proveniente del superyó y, posteriormente, de los sucesivas relaciones significativas. De modo que la hipótesis desarrollada es la del temor a la pérdida de amor como la situación de peligro promotora de angustia más eficaz en las mujeres. Por todo ello, será necesaria otra formulación tanto para describir el funcionamiento del superyó en la mujer como para valorar los criterios con que se piensan sus efectos sobre la subjetividad femenina. Esta consideración ha orientado mi trabajo a intentar una propuesta que hiciese extensivos los límites de la cuestión del superyó más allá de lo que se articula respecto de la sexualidad en torno al complejo de Edipo. Es decir, el rastreo de la constitución del superyó no como organización secundaria a las primeras relaciones sino correlativa a las mismas. Lo que me condujo hasta los rudimentos iniciales de relación, en ese primer y determinante vínculo de la niña con su madre y en la repercusión emocional que para ambas tiene la pertenencia al mismo género. Indudablemente la obra de H. Deutsch me permitió encontrar significativas referencias en cuanto a la relevancia de la fase preedípica de la relación de la niña con la madre y de su importancia en todas las etapas de la vida de una mujer. Destaco, también, la significación que esta autora otorga a la influencia represora del medio respecto de la agresividad de las muchachas e, incluso, de la propia actividad, así como el intento de cuestionar los términos masculino/pasivo y femenino/activo. Lamentablemente, la densidad de la formulación no podía quedar resuelta en el reemplazo en los términos anatómicos sugeridos por H. Deutsch de “giro hacia la pasividad” por “actividad girada hacia adentro”, pero es rescatable su intento de subrayar las diferencias en forma y contenido del brote de actividad previo al incremento de pasividad en varones y muchachas, en la prepubertad. Hoy resulta innegable que muchas de las afirmaciones sobre la feminidad se asentaron sobre ideas preconcebidas en torno a un “ideal femenino” imbuido de categorías esencialistas sobre la mujer derivadas de su rol tradicional como esposa y madre. Actualmente pensamos que si para todo infante su desarrollo está marcado por esa experiencia primordial de apego que le permite desplegar una disposición biológica que irá configurando su universo emocional, la especificidad de compartir el mismo sistema sexo/género, tiene una importancia capital, instituyendo un contenido particular al psiquismo con el valor de un imperativo categórico: "serás madre y te preocuparás por la vida y las relaciones". Lo que C. Gilligan denomina “ética del cuidado”que remite a la perspectiva moral femenina que prioriza como problema el cuidado y la responsabilidad en las relaciones. En la presente revisión del concepto de feminidad que hacemos no se la considera exclusivamente como un tiempo segundo, una consecuencia del descubrimiento de la diferencia anatómica de los sexos, de la ansiedad de castración de la niña (y, derivada de ella, la envidia al pene), del cambio de zona (clítoris por vagina), ni del cambio de los fines activos de la pulsión sexual hacia la madre en pasivos hacia el padre, ni tampoco en el supuesto deseo de recibir un hijo del padre. Hacemos extensivo el concepto de feminidad a la temprana identidad que tiene toda niña como igual a la madre y diferente del padre ( lo mismo que, a la inversa, ocurre con el varón). En otros términos: su feminidad comienza en un proceso del sí mismo, del yo en un sentimiento del ser, que con posterioridad adquirirá el atributo de la sexualidad. Mi propuesta de reformulación se basa en la articulación de tres conceptualizaciones que subrayan el fundamento intersubjetivo de la feminidad en la época preedípica. La noción de género como un preexistente Deseos y expectativas fantasmáticas inconcientes de los padres frente al hijo/a portador de una representación particular de lo que ser niña/o representa para ellos. Y lo que el conjunto social promueve como formato de feminidad o masculinidad vigentes. El género será el fundamento de la identidad, del sentimiento y noción de ser niña o varón, femenino o masculino. La especificidad de la subjetividad femenina no como desviación o carencia respecto de un modelo generador único, el masculino. Como rasgo fundamental de esta particularidad propia de la subjetividad femenina el sistema normativo que se va estableciendo singular en su génesis, contenido, estructura y modalidad. La línea teórica que destaca la intersubjetividad como fundamento de constitución de lo intrapsíquico La interacción recíproca con otros sujetos es el principio de la intersubjetividad El énfasis puesto no en los derivados pulsionales sino en la configuración de relaciones El apego es el trabajo psíquico al que la mente dirige sus esfuerzos La relación primordial con la madre es el punto de partida que pone en marcha el proceso de desarrollo de la intersubjetividad. El enfoque modular- transformacional de H. Bleichmar que describe al psiquismo como una organización de múltiples sistemas motivacionales que movilizan distintos tipos de necesidades y deseos (hetero-autoconservación -incluida la regulación psicobiológica-, apego, sensual/sexuales, transformaciones de un sistema sobre los otros. narcisista), sistemas que, en su articulación, generan Nuestra hipótesis es que lo que confiere especificidad a la feminidad es la prevalencia de la motivación de apego en compleja articulación con el sistema narcisista, proceso de articulación que se inicia en la infancia temprana y se reinviste a todo lo largo del ciclo vital. El reaseguramiento de los vínculos afectivos se constituye en el eje organizador de la feminidad. Lo que conlleva una enorme dificultad para la regulación psicobiológica cuando se halla tan sobreenvestido el mundo emocional y las relaciones afectivas en particular. El siguiente diagrama ilustra cómo he pensado la organización del superyó femenino Los contenidos temáticos del superyó serán, por una parte, las normas que fijan lo aceptable y lo reprobable en el orden moral, prescribiendo como mandato de género privilegiado el cuidado de la vida y las relaciones, la entrega, la capacidad para la empatía. Rasgos, que por lo tanto, condicionan el comportamiento en relación al objeto, e imponen imperativos categóricos. Y los ideales que hacen referencia a las aspiraciones autoimpuestas para tener un sentimiento de sí misma valioso . Por el reforzamiento de los vínculos, de la primacía jerárquica de la motivación de apego, la sanción más temida será la amenaza de la pérdida de amor En cuanto a la estructura del superyó, como conflicto básico destacamos que el incumplimiento del sistema normativo produce culpabilidad cuando se transgrede y sufrimiento narcisista cuando no se alcanzan los ideales. El juicio incide sobre la desaprobación global no por lo que hizo sino por lo que se es (mujer que no cuida la relación, que permite que se deteriore, que no alivia el sufrimiento del otro, etc). La modalidad de funcionamiento está dada por las reglas de cumplimiento de las normas e ideales. Correspondería al concepto de "metaideales", propuesto por H. Bleichmar, que son creencias inconscientes, no formuladas, que determinan el grado en que al sujeto le es admisible el apartamiento respecto de los ideales.. La severidad del superyó se basa en esta condición funcional -ideales sobre el cumplimiento de ideales-, y no en las temáticas de los contenidos de los ideales particulares.. En el caso de la niña vemos como va estableciendo un código de autocensura conforme al modelo de los metaideales condicionados por el género. Conclusiones sobre el papel del género en la constitución del superyó femenino Primeros atributos en la configuración temprana del superyó La madre como primera figura de apego, fuente de identificación, soporte de especularización, es la transmisora, tanto a través de conductas preverbales como de mensajes explícitos, de un modelo de feminidad: lo que para ella es ser una mujer y sus fantasmas de género (qué es una niña). Este modelo es prescriptivo por excelencia, abarca inscripciones diversas y deja su impronta fundamental en lo que posteriormente constituirá la instancia superyoica de la niña. Por lo tanto, la estructura normativa de génesis preedípica establece pautas normativas estrictas sobre la niña, sobre sus hábitos, reacciones emocionales, sobre lo que está permitido o censurado hacer, pensar, decir, legislando no sólo lo que es bueno o malo, sino lo que corresponde para ser mujer. Desde los adultos se implantan contenidos a la niña que constituyen el soporte de lo que se proyecta como identidad propia del género femenino y, por oposición complementaria al género masculino, como lo diferente al igual. En el discurso parental es donde más constituido está el género como "creencia matriz pasional", como una estructura que provee de contenidos particulares al psiquismo. Es a través de un complejo modelaje que se configurará la identidad de género: el sentido de un sí misma sobredeterminado por la igualdad de género con la madre. Este rasgo favorece la no discriminación y refuerza los sentimientos de fusión. Por el lugar que ocupan en el mundo simbólico de los adultos, la organización de la identidad temprana del varón se estructura en torno a la figura de los mandatos del héroe: despliega sus atributos de fuerza y poder en la ejecución de una hazaña física o mental (ejecutivo, instrumental, domador de la naturaleza), en el cual el superyó masculino impone la exaltación del atributo personal (teoría clásica en torno al falo). Como contraposición, la heroína femenina temprana es la "gran cuidadora", debido a los mandatos que exaltan atributos morales de bondad, entrega, y consideración a la vida y relaciones. Si en la descripción freudiana del superyó se pone el acento en la ley del incesto como freno social a las ambiciones sexuales narcisistas del varón, en el caso de la niña deja intactas y, por el contrario, refuerza sus mandatos de género referidos a la capacidad de relacionarse con otros y al cuidado en términos de ser responsables de la preservación de estas relaciones, mandatos que adquieren una suerte de atemporalidad o eternidad ya que son preedípicos, edípicos y postedípicos. Una de las condiciones que ejercen más opresión sobre la subjetividad femenina es que no existe freno simbólico alguno para disminuir la culpabilidad de las mujeres en torno al desinterés, o a la transgresión del imperativo de consagración al cuidado. Anterioridad temporal de los mandatos de género a la represión de la sexualidad Los mandatos de género se organizan tempranamente en el psiquismo femenino, como precursores de lo que configurará la especificidad de su superyó. Por lo tanto la normatividad de género se establece ya en la época preedípica, previamente a los avatares del complejo de Edipo y a la constitución de la normativa sexual que caracteriza la explicación freudiana para el superyó. La madre, como persona y figura, será la representante del paradigma que valoriza como lo propio del género el cuidado de la vida y de las relaciones. Este rasgo sellará lo prioritario en la jerarquía motivacional. Como consecuencia de esta fuerte narcisización del apego, su configuración psíquica, su subjetividad y, por ende, su equilibrio emocional dependerá privilegiadamente de este foco de atención y preocupación cuya amenaza más temida será la perdida de amor. Esta problemática del temor a la pérdida de amor tendrá una doble dimensión: por el efecto de sostén del sí misma y por la pérdida de amor y reconocimiento propiamente dicho. Combinatoria que favorece que perdure el efecto traumático. Es sobre este superyó preedípico sobre el que se asientan posteriores restricciones y determinaciones , y sobre el que las instituciones de lo simbólico redoblan la prescripción del imperativo. Alta valoración narcisista de las dos vías que caracterizan el vínculo de apego: cuidar y ser cuidada, que se inscriben tempranamente como organizadores de la identidad femenina. Por lo tanto en la madre recaerá tanto la sede del apego como el papel de primera figura que genera frustración e insatisfacción, lo que promueve fuertes sentimientos de ambivalencia. Esta difícil situación supone para la propia madre ocupar un lugar donde o se la juzga negativamente por ser en exceso controladora o, peor aún, se le recrimina no ocuparse debidamente de sus hijos. La máxima descalificación sería”la madre desnaturalizada”, lo que pone de manifiesto la creencia pasional sobre como debe ser una mujer. Y a partir de la pubertad la madre será la figura cuestionada y/o repudiada por una hija que necesita rechazarla para conquistar la autonomía que siente amenazada en este vínculo. Será esta una separación forzosa de la madre/persona pero manteniendo el estereotipo de su modelo, ya que las matrices subjetivas no han sido transformadas. Esta incapacidad para reconocer y valorar la sintonía emocional que la relación entre ambas preserva será una de las causas que lleven a las mujeres posteriormente en la pareja al reclamo de "cuidado emocional". Cuidado que el mandato de género masculino reduce al mutilar en su propia socialización la capacidad de empatía reforzando al mismo tiempo rasgos ligados a la fortaleza como sinónimo de virilidad y rechazo a la sensibilidad asociada a lo femenino en términos de fragilidad. Por eso en el reclamo de atención y cuidado los hombres se sienten exigidos a cumplir una tarea para la que no están preparados: el contacto afectivo como expresión de la proximidad en la relación. En ellos, la satisfacción de la motivación sexual refuerza debidamente su sistema narcisista. Pero en las mujeres se hace necesario el reaseguramiento del vínculo para lograr este mismo cometido. Por lo tanto, se sienten decepcionadas por la falta de reciprocidad en el cumplimiento de la motivación para la que están sujetas por mandato: la presencia y cercanía emocional; y este desajuste entre las diferentes necesidades y deseos genera, necesariamente, malestar y conflictos múltiples. Se consolida así en la identidad femenina una estrecha, permanente y vigorosa articulación entre dos motivaciones básicas del sujeto: las necesidades de apego que se convierten en fuertes motivaciones para el establecimiento de vínculos de cuidado, que ofrece a la mujer la oportunidad de sentirse necesitada, y un sentido de sí misma: de allí la narcisización del apego. Esta configuración estructurada en la infancia reencuentra en la cultura un estatuto ambivalente que regirá la vida de las mujeres: la disociación valorativa entre la sacralización-denigración de lo maternal y la invisibilidad teórica de lo maternal en las descripciones y explicaciones de la feminidad. Continuidad de los contenidos que configuran el superyó a lo largo del ciclo vital, sin modificación de su severidad. La identificación primaria a la madre cuidadora se reproduce en forma lúdica en el juego con las muñecas que anticipa, tempranamente, el predominio narcisista, en el ámbito doméstico y privado, como la actividad narcisista del yo femenino. Este contenido será resignificado en las distintas etapas de la vida. En la época escolar, la constelación romántica de la novia y sus vestidos, para atravesar en la adolescencia un intervalo lúcido con el estallido de la sexualidad y su puesta en acto. En la configuración de la pareja este contenido se activará nuevamente, ya que las mujeres por mandato de género se harán cargo del "bienestar y la salud" de la relación, al menos en la responsabilidad inconsciente de su mantenimiento (lo que no quiere decir que tengan los instrumentos afectivos adecuados para hacerlo), ya que puede haber una gran discrepancia entre lo que el mandato exige y lo que el yo pueda instrumentar. Si su identidad se basa en su capacidad de relacionarse, estar sola la conduce a la más baja autoestima. Potenciación de la maternización de las relaciones. La maternización de las relaciones como motivación dominante organiza la identidad femenina y genera un sentido de sí misma autovalorada, narcisizada. Desde el formato de género se potencia el rol maternal en el cual la capacidad de atención y cuidado del recién nacido es instrumentalmente necesaria, pero a través de un largo y delicado recorrido esta función es transferida por las mujeres a todo tipo de relaciones, ofreciendo casi indiscriminadamente ese único rol. Como consecuencia, se sienten atrapadas en vínculos que, por una parte, las refuerzan narcisísticamente al sentirse necesitadas y, por otra, las frustran e irritan, porque paralelamente registran el abuso en términos de explotación e intercambios no correspondidos. Discrepancias entre el mandato de género y la sujeto mujer. El grado de constricción que sufren las mujeres en la intimidad de sus mentes -la sujeto mujer- es variable, pero el mandato impone hacerse cargo de la vida de los otros, lo que, para muchas mujeres, resulta un imposible, ya sea vital por la dificultad de materializar una familia, o afectivo por la problemática concomitante al capital afectivo para llevar adelante tal proyecto. La mayor dificultad reside en la depositación masiva de expectativas derivadas del apego, lo que obstaculiza que las mujeres se valoren a sí mismas en otros espacios de experiencias. Surgen aspiraciones de tipo intelectual, y/o laborales, pero cuyos logros no alcanzan la misma satisfacción narcisista que los que se vinculan al apego. ( Por ej. : a pesar de tener un adecuado desempeño laboral, la constante preocupación por “ser querida” incluso por sus compañera/os de trabajo). Las variaciones en los roles no se constituyen necesariamente en cambio motivacional o en el mejor de los casos entran en conflicto dentro del propio sistema narcisista ya que el compromiso emocional en uno u otro caso, es diferente. Como resultante de la configuración de las matrices subjetivas moldeadas por el formato de género aparece la complejidad añadida para poder discriminar entre deseos e imperativos categóricos, ya que las normas se narcisizan secundariamente para obtener satisfacción narcisista en su cumplimiento, y los ideales se normativizan para evitar la persecución superyoica que produce su incumplimiento. Un sentimiento que tiñe el universo subjetivo femenino: la culpa Cuando la mujer no accede al ajuste correspondiente al formato de género que impone mandatos de docilidad, obediencia, complacencia para evitar conflicto, empatía y cuidado de los demás para contar con aprobación, padece la feroz autocrítica del superyó por infringir los mandatos de género. Si sumamos el factor de la desvalorización que codifica la emocionalidad de la mujer que queda asociada a debilidad, descontrol, y dependencia, la consecuencia directa serán los efectos en términos de autorreproche, culpabilización y descalificación autorreferencial. Esta combinatoria atenta inevitablemente contra el cumplimiento con el ideal del yo, creando un omnipresente sentimiento de inseguridad e inadecuación. De ahí que la autoinculpación permanente ante cada variación del vínculo afectivo, en sus dificultades y vicisitudes, pase a ser interpretada como fallas de la identidad. Esto conlleva una tendencia a la hipervigilancia sobre el estado de bienestar del vínculo, con aprensión y temor siempre presente, a la separación y a la pérdida ( lo que no invalida que las relaciones no cursen con reproches paranoides y todo tipo de psicopatología) . Se sumarían también los factores de culpabilización exógena, como la inculpación que las instituciones de lo simbólico realizan sobre la mujer: desde los mitos (Eva, Pandora); la sociedad (el aborto es una cuestión materna aunque sea el hombre quien lo exige), y la teoría científica (aludiendo a la madre fálica o la madre seductora). Esta atribución a la fragilidad femenina nos impide reconocer la importancia de la consideración de las necesidades emocionales, como un ítem a valorar mediante parámetros no sesgados por el tamiz de género masculino, que recurre a la disociación y negación de estas mismas necesidades, ya satisfechas habitualmente en ellos por las figuras femeninas de su entorno. Respecto a las diferencias en relación a la sexualidad, la niña también tendrá que soportar una mayor censura en cualquiera de las manifestaciones, entre ellas: la masturbación, la curiosidad por los genitales, y la información que recibe. Su propio cuerpo le transmite una complicada red de registros sensoriales que dificulta, incluso, la decodificación de la excitación sexual, lo cual genera un monto de ansiedad importante. Y en su propio crecimiento, percibe la mirada del adulto varón que convierte precozmente su cuerpo en un objeto erótico lo cual la culpabiliza por sentirse provocadora respecto de algo que escapa a su intención y a su control. Como consecuencia, irrumpirán el miedo, la vergüenza y la culpa, ya que a pesar de los cambios en la mentalidad del fin de siglo, las nuevas generaciones siguen recibiendo un doble mensaje: por una parte no está totalmente superado el modelo de las madres con sus propias represiones e inscripciones en que se ponderaban los sagrados valores de la virgindad, fidelidad y la preservación del “buen nombre y honor”; pero, por otra, se les demanda, para ser aceptadas y valoradas entre su grupo de pares, que sean un objeto sexual atractivo y presenten un grado de disponibilidad, que puede operar como un" boomerang" volviéndose en su contra bajo el epíteto de ser “una salida”. Atributo- el de la fácil predisposición a una relación sexual - que, en cambio, es positivamente valorado en los varones. Todo este entramado produce fuertes impactos en la construcción de la subjetividad femenina y muestra la cara más inclemente del superyó y sus poderosos efectos sobre el psiquismo de la mujer. Teniendo en cuenta ambos factores: la mayor inhibición de la expresión de agresividad impuesta por las restricciones que se van formalizando en el proceso que configura la subjetividad de las niñas, y el hecho de que dejar aflorar la hostilidad promueve el sentimiento de “ser mala”, codificado como un rasgo incompatible con “ser femenina”, dicha agresividad se reprime en su expresión por partida doble, ya que al mismo tiempo se estimula la narcisización de la frustración, bajo la forma de la renuncia y la disponibilidad. Porque, en primera y última instancia, lo que se debe evitar a cualquier precio es la pérdida de amor, es decir, garantizar el apego. Como síntesis, el siguiente esquema plantea los rasgos principales a los que nos hemos referido como componentes de la subjetividad femenina Pérdida del ideal femenino primario alude a que: En un primer momento, la madre será el modelo de identificación privilegiado en cuanto a los atributos de género reforzados por la pertenencia al mismo sistema sexo/género, y encarnando al ideal. Proveedora de amor, cuidados, y figura de apego por excelencia. Ya en un segundo tiempo, la captación de la diferencia de valoración adscrita a cada uno de los géneros se traslada a la diferencia anatómica, a la que marca. Lo que la niña registra es una imagen devaluada de su género, no restringida a la posesión o no de un pene Por represión de la agresividad entiendo que es mucho mayor en el caso de la niña, y el “ser buena”, en términos de complacencia y docilidad, queda incorporado al formato de género, lo que trae como consecuencia que la frustración bajo la forma de renuncia, esfuerzo y dedicación a los otros quede narcisizado. Dificultades para la discriminación que, dado lo prescriptivo del género, redoblan las dificultades para discriminar entre los mandatos y/o imperativos categóricos en tanto normativas ya incorporados y los posibles deseos. Por ej.: el deseo de maternidad El reinvestimiento explica que al quedar especialmente jerarquizada la motivación de apego ,y bajo la condición amenazante de la pérdida de amor como causa de angustia más eficaz, se facilita la disposición a la dependencia amorosa. En cuanto a la maternización, el prolongado ”entrenamiento “ en el ejercicio de las capacidades instrumentales de la maternidad precipita la estereotipia de este rol. Para finalizar, quisiera destacar la importancia de resignificar registros que permitan a las mujeres acceder a posiciones de autonomía en el sentido de individuación y control de su propia realidad, con ideales que puedan estar tan valorizados como la concreción de una pareja o la maternidad. La propuesta es que en tanto puedan transformarse los deseos, o sea, las motivaciones ya subjetivadas, podrán cobrar relevancia otros factores de narcisización, y la identidad femenina no estará tan a merced de los avatares exclusivos de sus vínculos. Se trata no sólo de ejercitar nuevos roles, sino de ampliar las motivaciones para un reequilibrio del compromiso emocional y cognitivo con menor pregnancia del apego, de mejorar las condiciones del encuentro con los otros sujetos para sostener menos traumáticamente la tensión constante entre el sí mismo y el reconocimiento del otro. Análisis de Melanie. De la película "Aritmética emocional" (Dir. Paolo Barzman, basada en la novela de Matt Cohen) Publicado en la revista nº032 Autor: Fuster Tozer, Mónica Introducción Voy a desarrollar en este trabajo el análisis y lo que serían posibles líneas terapéuticas para Melanie, protagonista de la película Aritmética emocional. He escogido a Melanie como personaje central de este trabajo debido a que inicialmente sentí simpatía y asombro por ella, su situación, reacciones y conflicto, pude identificarme con algunas dimensiones de su experiencia y me interesó profundizar en qué le ocurría y cómo se daba el cambio en ella. Mi reacción sería equivalente a la contratransferencia con Melanie si ésta fuera mi paciente. En cuanto a la importancia de las relaciones de ella con los demás personajes, las describiré brevemente, especialmente la que mantiene con Jacob (¡me parece extraordinario como ser humano!) que es el que logra, a través del vínculo con ella, llevarla a otro ámbito mental más allá de su herida, al tiempo que él es sanado por ella. Desarrollo el trabajo en tres partes. En la primera, presento a los personajes y algo de lo que les pasa sin adentrarme en el análisis para encuadrar la situación. Después sigo con el análisis y, por último, presento lo que me parece hubieran sido las líneas terapéuticas que ayudarían a Melanie y qué podría plantearme yo si fuese mi paciente. Los personajes y la historia Melanie es una mujer de unos 55 años casada con David, un profesor universitario bastante mayor que ella. Tienen un hijo Benjamin, casado, de unos 35 años, que vive con ellos con su hijo Timmy de 6 años, su mujer está de viaje. Viven en una granja familiar en Canadá. Melanie sufre un trastorno depresivo que trata con medicación y las reagudizaciones requieren ingresos frecuentes en un hospital psiquiátrico. Ella muestra una actitud de desprecio e ira hacia su enfermedad, cuando puede evita tomar la medicación, mostrando una alegría impostada con su hijo y con su nieto. La relación con su marido es distante, son “guerreros en el campo de batalla del matrimonio”, ella dice que su matrimonio con David no la hace feliz pero al mismo tiempo reconoce que no sabrían qué hacer el uno sin el otro, hay un trasfondo cálido de cuidado mutuo en la relación; además, recientemente, él ha sufrido un infarto y se siente vulnerable, ella teme encontrárselo muerto. David se muestra irritable ante los desequilibrios de su mujer pero la atiende y protege. Mantiene aventuras extramatrimoniales con alumnas de sus clases, esto es conocido y ridiculizado por su mujer en la casa. El hijo ha venido (no es explícito en la película pero así parece) a cuidar de ambos mientras se estabiliza la situación tras el infarto de David. Mantiene una relación de cuidador con los dos, ambos le toman como confidente para contarle cosas del otro, él les prepara la comida y la medicación. Timmy es el nieto, un niño espontáneo, dice lo que piensa, juega, busca a cada uno en distintos momentos para jugar. En este contexto la familia espera la llegada de Jacob, un hombre ya anciano que 40 años antes se ocupó de Melanie en Drancy, un campo de trabajo y estación de paso hacia Auschwitz instalado al norte de París por los nazis durante la II Guerra Mundial, al que Melanie fue enviada siendo apenas una adolescente. Sus padres, judíos estadounidenses que vivían en París, habían desaparecido. Jacob también se ocupó de Christopher, un niño irlandés católico que había perdido a sus padres y acabó en el campo por un error de la policía francesa. Melanie y Christopher vivieron en Drancy durante 3 años, allí se hicieron amigos íntimos y convivieron estrechamente con Jacob. Melanie escribía un diario, en un cuaderno que Jacob le había regalado para que pudiera contar al mundo lo que ahí estaba ocurriendo, con el registro de nombres y fechas de todos los que entraban y salían del campo,Antes del fin de la guerra, Jacob convenció a los soldados de que le dejaran ocupar el sitio de Melanie y de Christopher en el tren que iba a llevarles a Auschwitz y así ocurrió, perdieron a Jacob. Poco después, Drancy fue liberado por las tropas aliadas y Christopher y Melanie, que se habían prometido continuar juntos dondequiera que fuesen, fueron separados bruscamente en la estación de tren y enviados a lugares distintos . Ella ha dedicado su vida al seguimiento de víctimas de la opresión y el terror político en el mundo y guarda un riguroso archivo de nombres, fechas, lugares. Así ha descubierto que Jacob vive y acaba de salir de un hospital psiquiátrico en Moscú. Jacob ha pasado 40 años de su vida preso: de Drancy fue trasladado a Auschwitz, de donde fue liberado por los rusos y llevado a un gulag ruso por su origen polaco; de ahí fue ingresado en un hospital psiquiátrico por haber matado a un guarda que estaba violando a las mujeres del campo. En el psiquiátrico ruso ha padecido con experimentos de toda clase, drogas y electrochoques. Al encontrarle por carta, Melanie le pide que se traslade a vivir con ella y su familia a la granja. Melanie adora a Jacob (“mi Jacob”). El va a venir a visitarla a la granja, será su primer reencuentro desde Drancy. Melanie ha salido de un ingreso reciente mientras espera la llegada de Jacob; su marido y su hijo están muy preocupados de que la llegada de éste desencadene una nueva recaída, a David también le preocupa introducir en la vida de familia a un desconocido, a alguien que puede traer más problemas personales, “a un loco seguramente”, su mirada es pesimista y cínica. Jacob resulta ser un hombre entrañable, espontáneo, sabio, que se pregunta en momentos de comunicación honda con Melanie si Dios sigue creyendo en él. También es un hombre impredecible y pasa largas horas en un rincón oscuro de los establos. En el gulag escribió y le dedicó su libro de poesías a Melanie, “una luz en la oscuridad”. Christopher también ha localizado a Jacob recientemente. Christopher vive en París, es soltero, entomólogo especializado en avispas. Muchos años atrás había contactado con Melanie y le había declarado su amor antes de que ella se casara, pero ella estaba comprometida ya con David y le rechazó. Por sorpresa, Jacob acude con Christopher, quien desea encontrarse con Melanie para quien su llegada es un choque. Con estos personajes se prepara una cena de bienvenida en la casa. La película transcurre entre los preparativos para la llegada de Jacob y Christopher y el desayuno posterior a la cena. El ambiente es tenso y cargado de asuntos por resolver a pesar de que se pretende alegría y fiesta. Durante la cena los conflictos del pasado hacen crisis, el ritual de la cena se desmorona pero aparece otro banquete de relación diferente en el desayuno, después de que los personajes se atreven a ser sinceros cada uno con el otro. Análisis Melanie ha vivido una experiencia traumática de separación y pérdida de sus padres, de encierro en un régimen de terror que amenaza su vida durante tres años en su adolescencia, de separación y pérdida de Jacob y Christopher que son objeto de apego y seguridad para ella en el contexto de terror (Jacob) y de incertidumbre al ser liberada (Christopher). Así hay, al menos, cuatro fuertes estresores traumáticos en su adolescencia; en su vida adulta se manifiesta un trastorno de estrés postraumático (TEPT) que iremos detallando. De adulta, ella se dedica al registro de víctimas de terrorismo político, al estudio de casos de presos políticos, de campos de concentración en todo el mundo, de masacres por limpieza étnica. Lo hace en un despacho de su casa, tiene cientos de historias y fotografías y le dedica a este registro todo su trabajo y esfuerzo. Por otra parte aparece como desconectada emocionalmente de ese trabajo, muestra cierta indiferencia cuando se lo enseña a Christopher, mantiene cerrado el cajón de Drancy. Este registro parece una respuesta al trauma a partir del rasgo obsesivo de Melanie dentro del contexto de su trastorno por estrés postraumático. Pienso que es un modo de re-experimentación traumática: organiza un modo de no olvidar lo que ocurrió, de controlar y vigilar de modo que le brinda seguridad. Se trata de un tipo de mecanismo de defensa mixta en cuanto que evita el displacer consciente e inconsciente modificando la representación inconsciente, y de tipo autoplástico al mantener fuera de la consciencia un estado afectivo displacentero, el terror en el campo, mediante procesos cognitivos y perceptuales, lo que les ocurre a otros desde su querer ser testigo (Bleichmar, 1997). No es un modo arbitrario, sino aprendido en el mismo Drancy: tiene relación con la tarea que Jacob le encomienda de niña: que escriba números, cuánta gente va y viene, qué ocurre. Cuando es niña, el registro es un modo de supervivencia, de mantenerse ocupada y ayudar a Jacob, asume el sentido que éste como adulto le da: “es preciso ser testigos, poder contar después lo que ha ocurrido”; así inicialmente no se trata de una mera defensa activada para contrarrestar angustias persecutorias, pero el hecho de registrar y recopilar números y datos se transforma de adulta en una manifestación defensiva permanente (Freud, A., 1965). Éste es un proceso defensivo originariamente muy vigoroso contra los instintos y afectos asociados pero que, desligados de la situación primitiva, se transforman en rasgos de carácter, en este caso un rasgo obsesivo cuyo tema es el registro de datos. De adulta permanece fijada a esta tarea, no puede separarse de ella. “Ser testigos de lo que ocurre” me parece un mandato del superyó de carácter moral y por otra parte la respuesta a una idealización de objeto interno Jacob en cuanto lo hace por él; en cualquier caso es el modo de Melanie de modificar la representación inconsciente del trauma y que la mantiene fijada a él en la repetición de continuar registrando. En la cena Melanie le regala a Jacob el cuaderno con todas las notas escritas, números y detalles que ha guardado desde Drancy: “lo hice por ti, para ti, porque teníamos que ser testigos.” Jacob dice “Yo no me acuerdo”. Melanie dice: “Yo sí que me acuerdo. Es muy importante, si no ¿qué sentido tiene? ¿Para qué vivimos si no es para recordar?”. Jacob le contesta: “¿Cómo te dije que recordaras?, ¡eras una niña!, debería haberte dicho ¡vive!”. Melanie ha desarrollado una forma de vida que brota de la catástrofe y afecta a sus modos básicos de sentir, pensar y actuar, así como a sus relaciones. Es una forma de vida adaptativa de la que brotan síntomas y síndromes. Ella continúa viviendo desde aquella experiencia incluso años después de que haya ocurrido y en un contexto de bienestar y naturaleza hermosa radicalmente diferente del estresor inicial. El estresor traumático, la evitación y la reexperimentación traumática constituyen síntomas primarios del TEPT(Mingote et al., 2001). La evitación es evidente en el silencio que hay en la familia sobre la experiencia de Melanie, vemos los siguientes ejemplos: David habla con Christopher sobre su mujer. C. le pregunta “¿y ella a ti no te cuenta? D. responde “no, yo le pregunto pero no lo hace, no quiere”. C. dice “seguramente no puede”. Melanie puede mostrar a Christopher al principio todos los registros de víctimas, excepto el de Drancy. Por otra parte, cuando presenta a Christopher a una conocida no lo presenta como compañero en Drancy sino que dice que lo conoció en un campamento: C. entonces dice a M. “¿En un campamento?”. M. responde “¿Y qué dirías?”. C.: “puedes decir: estuve con Christopher en Drancy”. Benjamin expresa muy bien el silencio sobre el pasado en este diálogo con Jacob: Benjamin le dice: “creí que eras mi abuelo, nadie me contaba nada”. Responde Jacob: “tú no preguntabas”. Benjamin: “no, mi padre me contó, pero como si fuera un alumno, lo único que logré pensar es por qué no me lo contaba mi madre. Era obvio, daban por supuesto que yo tenía que saberlo, pero yo no sabía nada.” Es interesante cómo Benjamin cuenta el tono y modo como su padre le contó la historia de su madre, “como si yo fuera su alumno”. David contó la historia desde el rol, separado emocionalmente de ella, evitándola también. Hay un bloqueo afectivo en él sobre la experiencia, una defensa que coarta el desarrollo de emociones que el pasado suscita en él (Bleichmar, 2008a). En este caso, la evitación de David manifiesta un fuerte rasgo fóbico de su personalidad. Este rasgo se muestra en otros modos defensivos: se defiende de ideas concretas que tendrían una repercusión emocional a través de la intelectualización - por ejemplo: halaga a Christopher por no venirse abajo con la experiencia y evita nombrar a Melanie diciendo: “usted es de los que pasaron pagina, así me gusta, es que no puedo con los que caen en el hoyo depresivo”. Muestra también mucha agresividad, utiliza la ironía para defenderse ante la idea de que va a venir gente que ha sufrido, ridiculiza el que pueda haber positividad, dice de modo cínico “cada vez que alguien diga lo bella que es la vida he de sonreír”, es otro modo de decir “yo no puedo sufrir”, cuya importancia veremos más adelante. Estas actitudes fóbicas y agresivas de David que aparecen en la evitación del trauma y dolor de Melanie suponen una barrera para ella en la relación con él, manifiestan la respuesta transferencial de David hacia Melanie, escribo más adelante sobre esto. Esta respuesta de David me remite a la herida psíquica doble a la que se refiere Shatan (Orengo y Sabbah, 2000) a propósito del estrés postraumático: una de las pérdidas más grandes del TEPT es la pérdida de capacidad de confiar en los demás seres humanos, la confianza es muy difícil de reconstruir; hay una herida psíquica doble: el sujeto es victimizado en un momento dado, pero después, en su entorno social habitual, la víctima es atacada por actitudes de incomprensión, censura o reprobación. Esto forma parte de la situación de Melanie con David, si bien es preciso comprender que el proceso es dinámico y también ella ataca y se defiende de David con hostilidad manifiesta y generando culpa en él como iremos viendo, ella misma ha organizado sus mecanismos defensivos de tal forma que trae consecuencias en la relación con David. Melanie además padece síntomas secundarios del TEPT: ansiedad, depresión, conductas impulsivas (Mingote et al., 2001): Veamos la depresión. David y ella se refieren a ella como “bajones”. A modo de explicitación del marco conceptual con el que trabajo, la depresión es originada por la representación de un deseo dirigido a un objeto como no realizable, este deseo puede variar en su contenido temático según el sistema motivacional del que brote: puede ser un deseo de apego, de satisfacción sexual, narcisista, de hetero/autoconservación; en todo caso se construye psíquicamente una pérdida de objeto cuando el deseo persiste pero el objeto es inalcanzable. Como consecuencia surge un sentimiento doloroso de impotencia e indefensión que, a su vez, desactiva los movimientos que tienden hacia el objeto de deseo, aparece abulia e inhibición motriz y un estado afectivo de tristeza, todo lo cual constituye el estado depresivo. El cuadro clínico de la depresión es constituido por los intentos restitutivos defensivos, complicaciones de la depresión y sus beneficios secundarios (Bleichmar, 1997). El psiquismo está organizado modularmente en sistemas motivacionales, éstos a su vez están articulados con un sistema de alarma (ansiedad) cuando las necesidades y deseos no son satisfechos, lo que a su vez activa un sistema defensivo que incluye la agresividad. Los sistemas adquieren diferente jerarquía en cada persona. El sistema de apego es independiente pero no es autónomo con respecto a los otros sistemas motivacionales: se desarrolla, es sostenido, reforzado, o por el contrario desactivado, por éstos. La relación entre los sistemas motivacionales puede ser de coincidencia de objetivos, de reforzamiento recíproco, de oposición, de transacción, a todo lo largo de su desarrollo y funcionamiento (Bleichmar, 2003a). Así la depresión se organiza sobre un tipo de angustia distinto según qué sistema motivacional esté más afectado por la pérdida, y los mecanismos de defensa van a proteger de esa angustia predominante, por esto no podemos hablar de una sola depresión sino de subtipos de depresión que requerirán diversos modos de intervención. En el caso de Melanie, el origen de la depresión es una realidad traumática, no actual sino del pasado, a la que ha quedado fijada. “Las experiencias adquieren su significado psicológico en base a las fantasías y estados internos a través de los cuales son captadas, pero, al mismo tiempo, las fantasías no son una mera creación intrapsíquica, sino que están también sujetas a las vicisitudes creadas por la realidad externa. Es un continuo proceso de ida y vuelta (de asimilación de lo externo por las condiciones mentales internas y de modificación de la mente por lo externo). Existen situaciones en que la realidad externa es central en crear sentimientos de impotencia/indefensión y desesperanza, situaciones de pérdida temprana de las figuras parentales o de abandono por parte de éstas o prolongado sometimiento a figuras patológicas tiránicas…” (Bleichmar, 2003b). Los objetos “padres” y una situación vital de estabilidad a las que Melanie de niña tenía una fijación primaria no patológica, se pierden. En Drancy, Melanie logra reemplazar el objeto interno de seguridad y apego de sus padres con Jacob y Christopher, ellos le proporcionan afecto, protección (autoconservación), estados afectivos deseados (alegría, vitalidad), placer sensual (Christopher) y compensan sus necesidades narcisistas (la relación con ambos y el cuaderno de datos, ser testigo, se convierte en objeto de compensación narcisista para ella ante Jacob). Así durante esos años logra compensar la situación traumática, pero el balance se rompe cuando Jacob marcha y cuando les separan a ella y a Christopher bruscamente al liberar el campo. Entonces vuelve a haber una pérdida de objeto que esta vez Melanie no logra compensar con éxito, desarrolla una fijación secundaria montada sobre la desesperanza y la falta de objetos de reemplazo, hay intentos de compensación en su pareja y familia pero no son exitosos y Melanie no logra elaborar la pérdida hasta que vuelven Jacob y Christopher. Pienso que la angustia que subyace en la depresión de Melanie es una angustia por apego. En este sentido se trata de una depresión de tipo anaclítico, tal y como ha sido descrita por S. Blatt (citado en Bleichmar, 1997), caracterizada por sentimientos de soledad, indefensión, con necesidad de sentirse amada, de contacto físico, de ser cuidada y protegida por el objeto de amor. La satisfacción y gratificación son sentidas como proviniendo del vínculo con el objeto. Esto se manifiesta sobre todo en el conflicto que activa en ella la llegada de Christopher. De niña mantuvo con él una relación muy rica que afectaba varios sistemas motivacionales en Melanie: él era quien le otorgaba emociones positivas, vitalidad, alegría, le devolvía una representación de sí misma como querida, hacía posible la intimidad (apego y narcisismo), con él se sentía protegida en una situación de terror (autoconservación) y le despierta placer sensual. Al reaparecer Christopher en su vida de adulta, el conflicto se da al establecer con él un nuevo vínculo, un sufrimiento por apego que se manifiesta en reacciones agresivas y de disregulación psicobiológica. Manifiesta su agresividad con gran hostilidad, frialdad y distancia, transforma el afecto positivo hacia alguien querido (en su recuerdo, tal y como va apareciendo en la película a modo de “flashbacks”) en afecto de odio. Cuando se encuentran en el aeropuerto, ella es muy efusiva y afectuosa con Jacob pero al ver a Christopher se detiene, no se tocan, Melanie no acierta a hablar, es una fuerte impresión, a partir de ahí desarrolla con él frialdad, hostilidad y distancia. Cuando aborda al fin su presencia lo hace con agresividad, dolor y resentimiento. El primer diálogo entre ambos a solas es como sigue, van en coche: Melanie dice a Christopher de modo directo, irónico: “¿Cómo es tu vida sexual?”. C. responde: “sólo me enamoré de una y se casó con otro”. Entonces Melanie empieza a apretar el acelerador e inicia una carrera loca hasta cruzar la vía del tren por donde una milésima de segundos después pasa el tren, se salvan de milagro. Es una conducta de riesgo compulsiva defensiva que se activa tras el diálogo con Christopher. Es defensiva compensatoria en cuanto que la saca y contrarresta un estado emocional displacentero de sufrimiento con otro estado emocional de placer. Ella partió de una pregunta con tono agresivo, agresividad que en este caso puede ser activada por sufrimiento narcisista o bien por culpa defensiva a causa de la experiencia traumática (por control pensó que podría haber evitado la separación) proyectada de modo que se ataca al objeto externo (Bleichmar, 1997). Me inclino al origen narcisista: a causa de un sentimiento de abandono por la separación, o por la propia frustración de Melanie en su relación con su marido por quien dejó a Christopher o aun por haber rechazado a Christopher cuando él se declaró. En todo caso, la respuesta de él toca en ella la angustia de la pérdida del vínculo amoroso, del apego; además Christopher deja ver que no es por él esta pérdida sino porque fue ella la que se casó con otro, con esto apunta al rechazo de ella cuando se casó con David y activa nueva rabia que ella actúa en la defensa compulsiva. Después ella intenta crearle culpa a él, como inoculársela en lo que me parece una forma encubierta de sadismo: Más tarde y en el viaje de vuelta M. dice “¿por qué viniste?”. C. “para acompañar a Jacob, para verte”. M.: “no estaba preparada”. C. dice “yo podría haberte amado”. Ella le da una bofetada y le dice “no sabes lo que me ha costado rehacer mi vida sin ti”. Esta forma encubierta de sadismo se da en un modo de vínculo masoquista con el otro. Creo que en este caso hay una huida del placer del encuentro, una autoprivación cuyo origen está en la experiencia traumática: el masoquismo tendría la finalidad de apoderarse y controlar la situación, en este caso de vínculo que provocó sufrimiento de apego, al autoprivarse gradúa el sufrimiento y evita que ocurra sorpresivamente fuera del control del sujeto (Bleichmar, 1997). Tras la bofetada, C. le dice: “Quiero decirte que yo también me quedé ahí en la separación... debí de haberte llevado… pero era un niño”. Christopher ha resuelto la culpa: se hace cargo de todo el dolor y enfado de Melanie por lo que para ella fue abandono por su parte, lo asume “debí haberte llevado” pero también asume la realidad que no lo hizo posible: “era un niño”. No entra en la representación de sí mismo que le ofrece Melanie como culpable y le devuelve la seguridad de su amor por ella. Después dice “me voy, es mejor para ti”. Así no entra en una relación transferencial culposa y en cambio devuelve al dolor expresado de Melanie la empatía, el principio de realidad y su propia incondicionalidad al irse, no quiere forzar. Por otra parte, le dice a Melanie que él también quedó ahí, él también desea el vínculo con ella. En Melanie surge, entonces, la angustia de autoconservación bajo la forma de una crisis de pánico al ver a una niña que pasa con la bici en ese momento mientras ella conduce. Es interesante cómo se traba el “me voy” de Christopher con la crisis de pánico, y que el catalizador sea una niña como si Melanie en su angustia proyectara en ella la niña que fue. Christopher la obliga a parar, la saca del volante, la abraza, la contiene, conduce después. Se dispara la angustia de autoconservación porque el vínculo con Christopher había sido para ella también protector y proveedor de seguridad; en el campo había personas reales que eran amenazantes y aterrorizantes. En el campo ella dice: “¿Crees que moriremos?”. C. responde: “si morimos lo haremos juntos”. Hay así, además del sufrimiento por apego y muy conectado con él, una angustia persecutoria. Christopher en el campo constituía un vínculo de enorme amor, intimidad y seguridad para Melanie, un vínculo fuerte como la muerte, capaz de trascender el miedo a la muerte. De joven, Melanie sin el balance que le ofrecía Christopher, no ha resuelto el conflicto de su deseo de protección, continúa fijada al deseo de seguridad sin poder transferirlo a dentro de sí misma, no ha habido una internalización transmutadora -concepto introducido por Kohut (citado en Bleichmar, 1997)- desde esa búsqueda de protección se casa con David, como veremos. Este tipo de ansiedad perturba el desarrollo del yo, las relaciones interpersonales y la relación con la realidad en general. Habitualmente se activan defensas para disminuir el sentimiento persecutorio (p.ej.: evitación fóbica, conductas masoquistas para aplacar a los personajes del entorno del sujeto renunciando a logros en la realidad, rituales obsesivos etc.) y esto limita seriamente, hace sentir al sujeto impotente e indefenso para dominar su mente y la realidad externa y satisfacer sus deseos. La depresión sobreviene cuando se dan estas condiciones (Bleichmar, 2003b). Vemos esto en el aislamiento social de Melanie, su sometimiento al marido, su producción obsesiva del registro. La idea de perder a Christopher de nuevo destapa la angustia y sobreviene la crisis de pánico. Desde esta angustia de autoconservación la experiencia de su propio desequilibrio mental le causa terror: Le dice a su nieto Timmy de 6 años: “¿tú también dices que estoy loca?”, Timmy “sí”, ella responde: “te voy a arrancar la cabeza”. Es una única intervención pero me evoca la identificación proyectiva en la que ella inocula en el niño el terror que ella misma siente. Es una defensa aloplástica ante una angustia de autoconservación en que pretende modificar el estado emocional del otro provocando en él el estado emocional propio que no logra asumir, desprendiéndose así de él (Bleichmar, 2008a). Con David, Melanie buscó resolver su deseo de protección, el vínculo de apego con él cristalizó en torno a esa angustia: cuando Melanie habla de su matrimonio le dice a Christopher que se casó porque ella estaba “en un bajón y él dijo que me cuidaría”. A lo largo de su vida en común este sistema motivacional se ve compensado puesto que, si bien David le es infiel, permanece a su lado para cuidarla, se ocupa de sus ingresos y medicinas. En cambio el sufrimiento en Melanie por la relación con David proviene de los sistemas de apego y narcisista (que más adelante veremos). En su última etapa, tras sufrir David un infarto, se despierta en ella el deseo de heteroconservación en el vínculo con él: le dice a Jacob “David tuvo infarto, temo encontrarle muerto algún día ante una vaca, debería ayudarle más”. Es interesante cómo la modularidad del psiquismo es dinámica y cambia la jerarquía de sistemas en cada persona en función de circunstancias y etapas de vida (Bleichmar, 2008a). En cuanto a Jacob, Melanie construye un vínculo positivo, muy afectuoso, y con mucha carga de idealización. Dejó de verle de niña y parece la suya una idealización secundaria a la pérdida. Habla de “mi Jacob”. Melanie se lanza a atarle los zapatos cuando él se levanta de la siesta, J. dice “sé donde están mis pies”. M. responde: “es que me alegro tanto de que vengas”. Le ha preparado todos los utensilios para que se dedique a escribir pero él ya no puede escribir y ella duda en retirarlos. Timmy, el niño, pregunta “¿sabrá nadar?”. M. responde: “Seguro”. Son rasgos de alegría, de deseo de que el otro se encuentre a gusto pero se capta a través de todo ello la idealización de Jacob y cierto sometimiento. Cuando la idealización responde a un compromiso en la autoconservación, se le atribuyen al perseguidor todas las propiedades positivas y se excluyen las negativas, es entonces una defensa montada sobre una angustia persecutoria, pero en este caso no encaja que Melanie perciba a Jacob como perseguidor. Jacob fue llevado a Auschwitz desde Drancy porque se intercambió por los niños (en la película no queda claro si Melanie lo sabía, aunque Christopher sí). Si Melanie lo sabía es fácil que se sintiera culpable. Sin embargo no parece que sea la culpa el motor en esta relación, aunque hay cierto sometimiento no hay búsqueda masoquista de sufrimiento psíquico o físico. Melanie no busca autocastigo en un movimiento defensivo que volviera la culpa sobre sí misma; esto sería una defensa en el inconsciente que transforma cierta representación (culpable) en otra (me entrego al otro y además sufro expiando la culpa) en el seno mismo del inconsciente, los procesos defensivos de este tipo no tienen que ver con evitar el saber de la conciencia sino contrarrestar una representación que crea angustia (en este caso ser culpable), la nueva representación otorga identidad al sujeto (Bleichmar, 1997). En este caso la idealización procede de la pérdida de objeto y de la no elaboración del duelo (Bleichmar, 2008a). En su casa, Melanie provoca sentimientos de culpa a propósito de su enfermedad, ella es la única con derecho a sufrir y desequilibrarse: David le dice a Christopher con mucha angustia: “no tengo derecho a sufrir”. En otra ocasión dice “no puedo tener una migraña porque nadie ha sufrido como ella”. Cuando M. le da una bofetada a C. por haber venido le dice “no sabes cuánto me ha costado rehacer mi vida sin ti”. Timmy dice: “la abuela está loca, por eso tengo que ser bueno”. En otro momento dice “La abuela también estuvo en la cárcel, por eso tenemos que ser buenos con ella”. Pienso que esto responde a la forma de sadismo encubierto de origen masoquista en Melanie: generar culpa en el otro, como el vínculo que trata de establecer sin éxito con Christopher. Con este tipo de vínculo masoquista, el propio sufrimiento es placentero pues constituye el arma con que ataca a otro. Así dota de carácter placentero a través de la agresividad sádica un sufrimiento presente en ella que es displacentero. Pienso que la motivación a partir de la cual este rasgo ha quedado fijado en Melanie es el control de la situación traumática (Drancy, la separación de Christopher y el cuadro depresivo respectivamente en los diálogos anteriores), así es una transformación defensiva que la protege contra ella (Bleichmar, 1997). Otra posibilidad de interpretación en la que pensé, pero que finalmente descarto, es una identificación proyectiva en los demás de la culpa a la que ella habría quedado fijada. La base para esta opción la encuentro en que en situaciones traumáticas es muy característica la tendencia a la inculpación, es una culpa defensiva ante una situación que está fuera del control de la persona, es defensiva frente al miedo y la defensa se funda en el sentimiento de que podía no haber sucedido, uno podría haberlo evitado (Bleichmar, 2008a). En el caso de Melanie la culpa defensiva ante la situación traumática tiene tres posibles fuentes: la desaparición de sus padres, la desaparición de Jacob y Christopher, el sobrevivir a los miles de personas cuyos datos ella misma apuntó y que fueron enviados a las cámaras de gas ante sus ojos, la culpa del superviviente (Orengo y Sabbah, 2000). Así Melanie trata de establecer con ellos el vínculo haciéndoles creer que su (de ellos) dolor, maldad, errores, son los causantes de su (de Melanie) sufrimiento y desequilibrio. En los ejemplos anteriores vemos que esto engancha en David y no en Christopher que dice “yo era un niño”. Podemos comprender aquí mejor los conceptos de transferencia en Melanie tal y como describen Western y Gabbard las reacciones transferenciales: una combinación de las disposiciones permanentes del paciente para reaccionar de forma determinada en determinadas situaciones, las características de la relación entre paciente y terapeuta (en este caso entre Melanie y David), las características del terapeuta y la interacción entre ambos (Western y Gabbard, 2002); también podemos comprender en David la contratransferencia tal y como la describe Jacobs: la limitación que nuestras neurosis, puntos ciegos y rasgos de carácter imponen a la capacidad que tenemos de entender y responder a las comunicaciones de otros (citado en de Celis, 2007). Así hay un juego de imágenes y perspectivas desde las que Melanie capta a David y viceversa que condiciona la manera como están posicionados cada uno con respecto al otro (Bleichmar, 2008a). El sufrimiento narcisista en Melanie viene ocasionado a partir de su cuadro clínico depresivo: su estado y afecto depresivo pero también la defensa que monta frente a ello, la agresividad con la que reacciona a su situación y actúa en sus relaciones. También viene producido por la infidelidad de su marido. El aislamiento y el trabajo obsesivo con los datos de las víctimas en el registro llevan a Melanie a un empobrecimiento de relaciones interpersonales, pasa toda su vida en la granja (en lo que muestra la película) y sus incursiones en el pueblo son las indispensables para compras. Así va deteriorándose su propia representación del self a partir de logros y nuevos vínculos que le lleven a desarrollarse en nuevas áreas. Lo que se pone en cuestión es su sentirse valiosa, su representación del self como válida y capaz. La medicación, la necesidad de tomar las pastillas para estar bien, la pone en contacto con la realidad de su situación de desequilibrio mental. Entonces surge la rabia de origen narcisista y actúa su agresividad sobre las pastillas dejando de tomarlas. El momento es previo a ir al aeropuerto a buscar a sus invitados, es un momento especialmente delicado en el que la medicación viene a recordarle su vulnerabilidad: dice al hijo que se la ofrece “no la necesito” con desprecio y rabia y no las toma. Durante el día es evidente que falta la contención y regulación que le aportan las pastillas, fallan las funciones del self, sufre reacciones compulsivas, actúa la agresividad, tiene una crisis de pánico, esto tiene consecuencias en las relaciones con los que la rodean. En cuanto a la infidelidad de David: si bien el núcleo del apego entre ambos cónyuges es, como vimos, la autoconservación y heteroconservación, su marido es para Melanie también objeto de la actividad narcisista y sexual; el que David prefiera a sus alumnas jóvenes es para ella una herida en su narcisismo, rompe el balance por el lado de la representación del self de Melanie. Reacciona a esta herida desde la rabia narcisista buscando alianza con su hijo y con Christopher (Bleichmar, 2008a) frente a David: Con su hijo mientras busca a David a quien no encuentra Melanie dice con mucha rabia y tono despectivo: “¿con cual estará follando ahora tu padre?”. Con Christopher se encuentra en la tienda del pueblo con una de las parejas de David y se la presenta a C. con tono muy despectivo como “una de las amigas de mi marido”. Se defiende también del narcisismo herido a través de la autoagresión masoquista: cuando esta mujer con quien se encuentra se interesa genuinamente por ella preguntándole si ya ha salido del sanatorio, Melanie responde masoquistamente: “Sí, me he fugado”... lo dice con desprecio, con rabia y con cierto aire de superioridad. Es ironía empleada contra sí misma, pienso que de tipo narcisista en cuanto parte de un sentimiento de ofensa en Melanie ante el interés que la fija en su enfermedad, así responde a la ofensa desde la agresión vuelta contra sí misma en lugar de contra la mujer, se autodenigra (Bleichmar, 1997). Hay un placer en Melanie al decirlo y por esto me parece una reacción masoquista, pues es codificada de forma que, si bien a un nivel genera sufrimiento, en otro genera placer, en este caso deja de manifiesto algo así como “sí, ya he salido, pero me ofendes al preguntarme si estoy fuera, por eso te agredo agrediéndome y disfruto agrediéndote así”. Se monta sobre la reacción masoquista una defensa de vuelta hacia sí misma de la agresividad (Freud, A., 1965). He barajado la posibilidad de que la reacción se haya activado por angustia persecutoria dado que la mujer que pregunta es una pareja de su marido y por tanto puede ser sentida como amenaza por Melanie, pero pienso que es una amenaza a su narcisismo no tanto a su cuerpo o sentido de seguridad. Con David toma la identidad de mujer denigrada de forma reactiva. Se parece mucho a la identidad que toma con Christopher. Se muestra ante él fuerte y agresiva, no necesitada. Manifiesta así el polo grandioso de su narcisismo, pero se esconde la identidad marcada por el déficit de no sentirse valiosa (Bleichmar, 2000). Es una función defensiva de una identidad inconsciente, su representación del yo como deprimido no es tolerada por su conciencia crítica en el balance con el ideal del yo (Bleichmar, 1997), así toma el carácter como defensa y contrarresta la angustia de su sentimiento de vulnerabilidad tomando la identidad de fuerte. Además Melanie no logra el sentimiento de influenciar en el estado anímico de David, se encuentra con su evitación y se activa la rabia narcisista contra él. En cambio sí se atreve a mostrarse vulnerable después de que Christopher le dice “me voy”: ahí, tras la crisis de pánico, Melanie ha tocado fondo en su necesidad de apego, esa tarde Melanie se acerca a David y le pide tiernamente que la mire, que le diga “te quiero”, logra que David se relaje y le responda, en este caso se manifiesta el sistema motivacional sensual/sexual, éste en sí está sano, puede pedir de manera natural y no reactiva. Ella se acerca mucho a él y le mueve la boca con suavidad y ternura en un ambiente cálido, le dice “¿por qué nunca me lo dices (te quiero)?” y mientras le moldea los labios a las palabras dice “te quiero”, David se lo dice tiernamente y progresivamente sonríe. David vive como amenaza la llegada de Jacob, como invasión de su intimidad, como fuente de desequilibrio para Melanie. Pero la llegada de Christopher despierta en él un conflicto narcisista: cuando ve cómo Christopher mira a Melanie y la tensión de ésta siente celos y reacciona con vigilancia. Sitúa a Christopher como rival aunque la relación parece afable: al poco de llegar le dice “eres como un hermano”, al tiempo le mira con desconfianza. La tensión narcisista en David se relaja cuando constata que bajan Melanie y Christopher del coche sin hablarse. Entonces puede hablar en intimidad con él y hablarle de su miedo a morir de infarto, su no tener derecho a sufrir ante Melanie. Es interesante ver la dinámica narcisista de este proceso en que primero necesita asegurarse de que Melanie sigue siendo “su propiedad”, sólo entonces puede entablar un vínculo de no rivalidad, incluso de intimidad, con Christopher. Si bien David es solícito a las necesidades de Melanie, evita la confrontación directa con ella y se defiende de su dolor. Por otra parte el infarto y la reciente jubilación despiertan en él miedo y rabia respectivamente, el miedo a morir le impide dormir en ocasiones y habla de su infarto casi inmediatamente tanto a Christopher como a Jacob, ha saltado en él la angustia de autoconservación y se muestra casi hipocondríaco con respecto al infarto, Melanie responde cuidándole. Por otra parte se rompe el balance narcisista por representación del self a causa de la jubilación a lo que responde con rabia. C. a D.: “Y cuénteme de usted”. D (con humor y rabia): “pues estoy jubilado, pondré una reclama aunque tenga que llegar a tribunal supremo” Las aventuras sexuales con sus alumnas son una defensa compulsiva de satisfacción compensatoria. La evitación y la culpa ante Melanie supone un deterioro de la relación amorosa con ella que provoca en él sufrimiento narcisista que a su vez le lleva a la compensación con actuaciones sexuales. La situación familiar. ¿Por qué no se separan? Cuando Jacob llega le dice a David: “¡Qué feliz deber ser compartiendo todo esto con la mujer que ama!”. David responde: “Creo que ya no hay amor, siento decirlo así” (¿qué es lo que siente, rompe su imagen del self al decir la verdad o siente el riesgo de describir lo que pasa siendo un fóbico que prefiere evitarlo o siente culpa por herir a Jacob en cuanto sabe lo que quiere éste a Melanie?). Jacob parece captar lo último pues contesta: “No, no, no lo sienta”. Por otra parte Melanie le dice a Jacobque su matrimonio con David no la hace feliz, habla de su matrimonio como un campo de batalla (“somos dos combatientes de la guerra del matrimonio que se respetan”). Así ambos manifiestan que no es el amor lo que está manteniendo el vínculo entre ambos, ya hemos ido viendo las motivaciones de una y otro para vincularse al inicio como pareja, ella desde la autoconservación y él desde la heteroconservación, pero en la dinámica de estos sistemas no están logrando la sintonía y el amor como pareja sino la agresión y un precario equilibrio en el encaje de las defensas de ambos. Al tiempo queda el rescoldo del amor: ella reconoce que no sabrían qué hacer el uno sin el otro, hay además un trasfondo cálido de cuidado mutuo en la relación y ella desea ayudarle más desde que tuvo el infarto. Así vemos cómo aun en el conflicto hay diversos planos construidos a lo largo de la relación que pueden acudir al rescate, construir desde la salud, no todo está completamente enfermo. El conflicto intrapsíquico de Melanie con sus angustias, reacciones y defensas entra en juego con lo intrapsíquico de David en constante interacción intersubjetiva. Melanie combina el mito heroico de ser superviviente del caos con el trauma no resuelto que cuando brota la arrastra a la agresividad con los suyos. Esta agresividad trae consecuencias para ella, es desvalorizada ¿o quizás mejor idealizada? y temida en cuanto a enferma y David la hiere en su dignidad con su infidelidad. De este modo se ahonda la herida narcisista de Melanie, la experiencia de abandono, la depresión, la rabia narcisista contra la medicación y el sadismo encubierto. Por otra parte en David esto genera aún más evitación, agresividad, aislamiento e infidelidad. Es interesante observar la secuencia, cómo los deseos se encadenan con las reacciones, que a su vez provocan defensas y más reacciones. En este ambiente crece Benjamin, con un tipo de vínculos montados sobre la experiencia traumática que se mantiene tabú: no es secreta pero no se habla (Grotjahn, 1979). El clima afectivo de la familia es de evitación y culpa: dice Timmy: “la abuela está loca, por eso hay que ser bueno” y David “no puedo sufrir”. La función continente para la familia es ejercida sobre todo por Benjamin y realmente logra disminuir la ansiedad aunque es una función no sana sino culposa. No hay desarrollo de la empatía en la pareja en cuanto a que cada miembro pueda colocarse en el lugar del otro, sí que Benjamin desarrolla esta empatía en su relación con cada uno de ellos aunque como protección de un precario equilibrio que en cualquier momento puede desmoronarse. Se crea una causalidad circular que sólo podría romperse en la medida en que cada uno se responsabilizase de sus reacciones como propias, no dependientes del estímulo del otro, cuando se dejase de cuestionar lo que el otro hace y cada uno se preguntara qué de uno mismo reacciona a qué de otro (Bleichmar 2008a). Este preguntarme cómo es que siguen manteniéndose unidos a pesar del precario balance de sus necesidades me remite al tema de la esclavitud afectiva. Esta refleja el conflicto entre el sometimiento a una relación que no es satisfactoria y la incapacidad de desprenderse de ella por la angustia que esto genera, esa dependencia emocional impide dejar fluir en el caso de Melanie lo que ella siente, es y desea realmente (Bleichmar, 2008b). Como ejemplo, ella dice “soy granjera porque a David le gusta”. Las causas en este caso creo que son las que ya he comentado en cuanto al sistema de auto/heteroconservación en ambos; aunque David tiene montada su vida sexual con otras parejas le puede la culpa en relación con Melanie por lo que ella ha sufrido y de lo que él se siente deudor, asimismo Melanie se deja cuidar por él y ahora ella podrá cuidarle tras su infarto. Jacob. Voy a hablar brevemente de Jacob por lo interesante y terapéutico de su personaje en toda esta historia. Jacob “ha sido expuesto especialmente al lado oscuro de la vida y esto supone un conflicto importante con la vida cotidiana que el resto de la gente elude, es vivido como tocado por la muerte, como peligroso para el resto de nosotros, como si pudiera infectarnos con lo que han experimentado” (Orengo y Sabbah, 2000). Jacob no sólo ha vivido Drancy, también ha vivido Auschwitz, un gulag y un psiquiátrico ruso. David encuentra intolerable verse confrontado por este tipo de persona, en este caso él representa el lado enfermo de la sociedad que vive la realidad como un constructo social en el que no puede entrar más que lo tolerable, que tiene dificultad para afrontar lo terrible (Orengo y Sabbah, 2000). Al principio, David recibe educadamente, aunque con cierto cinismo, a Jacob pero el miedo salta cuando encuentra a Jacob con una escopeta entre las manos en el establo. Esto hace saltar las alarmas en David y habla con su mujer y con su hijo por separado con gran sofoco. Vemos que se activa un rasgo paranoide en David, siente que Jacob va a atacarles y matarles a todos. A su hijo: “tu madre ha traído a un vagabundo, a un loco, a un psicópata” A su mujer: “ese hombre es un loco, nos va a matar a todos, tiene que irse”. A lo que ella responde: “es de la familia, tienes que aceptarlo como a uno más” Más tarde, Jacob hablará con David de su experiencia en el psiquiátrico, de cómo iba a cazar con el director, podrá hacerlo tras la cena como veremos, cuando David ha podido expresar su propio dolor, entonces ambos podrán establecer un vínculo diferente que desactiva la desconfianza en David. Melanie idealiza a Jacob, tiende a fundirse con él. Es interesante cómo responde a esto Jacob desde un narcisismo no reactivo sino sano y sanador para Melanie: trae el libro de poesía que escribió y se lo enseña a ella, le muestra cómo se lo dedicó a Melanie “una luz en la oscuridad”. Así le devuelve a ella su propia valía en cuanto que ella sostuvo la esperanza de él, el mismo a quien tanto admira, y le devuelve también la certeza del vínculo de apego. Por otra parte, se ríe de sí mismo con sencillez en cuanto a poeta, lo recuerda con gusto; también en otra ocasión dice “yo como poeta en el gulag fui un fraude, ya no puedo recordar nada”, lo nombra sin dramatismos; del mismo modo pero con dolor en el rostro recuerda los experimentos y electroshocks en el psiquiátrico que deterioraron esa capacidad. En Jacob aparece la experiencia traumática a modo de flashbacks y aislamiento. Se va a menudo al establo de noche y ahí habla con las vacas: Timmy va a buscarle para que juegue con él y se extraña de que hable con las vacas, dice: “las vacas no hablan”, J.: “no, pero escuchan”, T.: “¿por eso te pasas el día aquí?”. J: “Sí”. T.: “el abuelo dice que es porque te recuerda a la cárcel”. En su rincón del establo le vienen sueños diurnos en los que los niños Melanie y Christopher le tienden la mano desde arriba de una trampilla abierta en el establo en cuyo rincón él se acurruca. El establo está oscuro y la trampilla se abre a una noche estrellada. El sueño es interesante en cuanto conecta con lo que está siendo experiencia actual en él y remite a una red asociativa en que pasado y presente se entrelazan. El sueño revela directamente un capital psíquico de esfuerzo de resolución de problemas, regulación del self, procesos relacionales-objetales (Fosshague, 2000, citado a partir de Méndez y de Iceta, 2002)-, de organización de la experiencia subjetiva a través de la simbolización (Storolow y Atwood, 1982, citado a partir de Méndez y de Iceta, 2002). El significado específico se clarifica considerando cómo encaja en los conflictos activos del soñante y en su estructura prevalente de carácter (Fromm, 1951, citado a partir de Méndez y de Iceta, 2002). Es muy interesante este sueño en que Jacob se representa a sí mismo encerrado y acurrucado y a los niños como su salvación, “luz en la oscuridad”. Para trabajarlo con Jacob habría que indagar en su situación y experiencia actual. En lo que deja ver en la película hay en Jacob orgullo y dignidad por haber salvado la vida de los niños: Christopher, tras decirle que sabe cómo les salvó la vida, le dice: “Gracias, fui feliz”. Jacob (con humor y alegre): “Fue un buen negocio, dos paquetes de Lucky Strike”. También hay en él experiencias de terror, absurdo e impotencia ante la arbitrariedad: David le pregunta: “¿Por qué le encerraron en psiquiátrico?”. J.: “maté a un hombre, estaba violando a las mujeres del gulag, decidieron que yo era un psicópata.” Cuando Timmy le dice “la abuela está loca así que tengo que ser bueno con ella”, él le dice con cariño “entonces tendrás que ser bueno también conmigo” Jacob muestra en estos diálogos una fuerza de vida, dignidad y supervivencia. En su dedicarse a los niños, en el intercambiarse por ellos a cambio de un par de paquetes de cigarrillos y así salvarles la vida, en el reaccionar contra el guarda que violaba a las mujeres del gulag, Jacob ha encontrado una dignidad profunda dentro de sí mismo que él mismo capta como trampilla de salida, de algún modo él la representa en el sueño con los niños que le esperan tras ella y le tienden la mano. En su dignidad y compromiso con otros encontró una fuente de salud para él y para otros en medio de la locura que le rodea. Desde esa dignidad puede ahora relacionarse con Melanie y los demás desde lo que es él mismo, sin defensas, con transparencia y humor. En el libro que ha escrito, él mismo lee para Melanie sucesivamente durante la película: “Si me preguntas si creo en Dios, disculpa si te digo: aún no, más bien me pregunto ¿cree Dios en mi?”. No lo dice con amargura, más bien con tono de ternura. Esto me evoca la ruptura de la confianza que se provoca en el acontecimiento traumático (Orengo y Sabbah, 2000), en este caso de la confianza en la vida, Dios tal y como lo vive Jacob. El ha sufrido la arbitrariedad de otros sobre él mismo, la impotencia, la humillación como ser humano. En medio de esto, creer en Dios no es su pregunta central, para él lo importante es la pregunta sobre si Dios cree en él. Cuando todos alrededor le han humillado, la pregunta es si Dios también o acaso no. Jacob, aunque a nivel racional siga preguntándose, se inclina existencialmente a apoyar la segunda opción: Dios cree en él, vemos cómo él está abierto a una esperanza que alimenta su propia salud, de alguna manera se apoya en lo mejor de sí mismo y desea su despliegue. Sostener esta posibilidad le hace espectador esperanzado de su propia vida y protagonista en ella desde lo mejor de sí mismo. Aunque esto no es psicoanálisis, lo traigo aquí puesto que aborda la dimensión honda de sentido que necesitamos dar los seres humanos a los acontecimientos y a nuestra propia vida, creo que actúa como fuerza transversal que puede modular también los deseos de los diversos sistemas motivacionales, la representación del self a un nivel hondo y las elecciones en la propia vida. Me remite a la dimensión espiritual de la persona que se desarrolla no en el plano de la creencia racional sino en el plano existencial y de trascendencia a través de la confianza y relación con Otro. Algo en el aislamiento de Jacob y en su pregunta sobre si Dios cree en él me remite al tema de la vergüenza. “La vergüenza es la expresión del miedo a decepcionar que obstaculiza el emerger de la autenticidad” (Ciccone y Molet, 2005). Por otra parte Velasco (mismo artículo), sostiene que desde un punto de vista terapéutico, la experiencia de la vergüenza en un contexto relacional puede representar un factor de individuación, una ocasión de crecimiento y cambio en cuanto que permite al paciente acercarse a la percepción de ser (sentimiento de sí), de ser un sujeto con su propia especificidad; en este sentido Donna Orange (2005) lo nombra como un “huésped esperado”. Morrison (2005) dice que el antídoto de la vergüenza es la aceptación, creo que es lo que busca Jacob en Dios: “al estar ausente un testigo compasivo el sistema de vergüenza puede destruir al individuo. Al tener un testigo lo insoportable se hace soportable y lo escandaloso menos humillante”. Para Morrison, la vergüenza se genera en el sistema narcisista en relación con la distancia entre el self real y el ideal (ideales de dos polos de las aspiraciones narcisistas: la búsqueda de una autonomía e independencia totales por un lado y el deseo de realizar un apego con otro idealizado por otro), mientas que para Orange se origina siempre en los contextos intersubjetivos como un sentimiento de sí como defectuoso. En este caso me inclino por un desarrollo de la vergüenza en Jacob en el contexto intersubjetivo: el mundo de experiencias en el campo de concentración, el gulag y el psiquiátrico se va organizando alrededor de un sentimiento de sÍ devaluado. “El problema no sólo está en el suministro de capacidades autorreguladoras que se necesitan para enfrentar la humillación, sino que además se inhibe activamente el desarrollo de la capacidad de tomar perspectiva de uno mismo. Lo peor de todo, no hay escapatoria sino a través del encuentro con otro con quien tendré que entrar de nuevo en el mundo de la vergüenza” (Orange, 2005). Por eso es tan importante el encuentro con otro que pueda contribuir al desarrollo del proceso de subjetivación que estaba en déficit y proveer de capacidades autorreguladoras para enfrentar la humillación. El problema de Jacob es que dada la naturaleza de la relación con Dios sólo puede mantener la esperanza a través de su constante pregunta. Las líneas terapéuticas Me parece interesante buscar cuáles son los ejes que posibilitan el cambio en Melanie y con ella en su familia. Jacob viene a hacer alianza con ella desde un vínculo carente, por su parte, de idealización y de miedo, le muestra un cariño genuino y le ha dedicado su libro. Con la dedicatoria, como vimos, le devuelve una tremenda valoración pues ella ha constituido su esperanza (una luz en la oscuridad) y le ha facilitado la supervivencia aún en medio de enorme sufrimiento. Le devuelve un área de sí misma capaz de sostener en el sufrimiento cuando ella sólo se ve como víctima del mismo. Con esto alimenta un narcisismo sano en Melanie a través de un importante logro que viene a romper con su narcisismo herido a causa de su cuadro depresivo traumático. A través de la relación cariñosa con ella logra resituarla en el contexto familiar como alguien querido y apreciado, y esto me evoca a Minuccin en su enfoque sistémico estructural, cambia la distribución de vínculos y provoca cambios en la función de cada miembro (Bleichmar, 2008a). Al ser la depresión de Melanie de tipo anaclítico, relacional, a partir de la experiencia de pérdida del apego, de la seguridad que otros le otorgaban, el apoyo y afecto de Jacob funcionan con rapidez (Blatt, 2003). Por otra parte, Jacob ha vivido a fondo la experiencia traumática, con lo que Melanie puede saberse comprendida, puede funcionar la empatía en el campo de la experiencia traumática en la que Melanie ha vivido evitación por parte de sí misma y de su familia. Él funciona desde un ámbito de salud desde el que puede darle seguridad a Melanie. Con esto Jacob interviene en las necesidades motivacionales específicas que Melanie necesita, en el sistema del apego creando un vínculo positivo y afectuoso con ella, en el sistema narcisista devolviéndole logros y sin asustarse de su desequilibrio, su sola presencia para ella es protectora (Bleichmar, 2004). El momento del cambio se da en la cena de bienvenida de Jacob y Christopher, que es el desenlace de la película. Para este momento la carga vivencial del recuerdo en Melanie es muy fuerte. Ella tarda mucho en bajar, lo hace espléndida. Antes, delante del espejo, se toca la cara como intentando reconocerse, palpándose la cara con las manos y con gesto de extrañeza, es una escena que se repite en la película y expresa el sentimiento de falta de identidad, de asombro ante si misma, como despersonalización secundaria al trauma. Antes, mientras la esperan, han brindado por ella. Cuando ella llega brindan por Jacob, entonces ella le entrega el cuaderno que fue escribiendo en Drancy, con todos los datos, nombres, números, destinos… es un momento de intensidad muy fuerte y ella se lo entrega a Jacob con mucha emoción, como algo de Jacob, la tarea que él la encomendó, es como si ella cierra un ciclo: “ha hecho los deberes y puede dárselos a Jacob”, ella ha sobrevivido al trauma del campo y a la pérdida de sus padres y de Jacob a través de esto. Melanie dice: “lo hice por ti, para ti, porque teníamos que ser testigos.” Jacob dice “Yo no me acuerdo”. Melanie dice: “Yo sí que me acuerdo. Es muy importante, si no ¿qué sentido tiene? ¿Para qué vivimos si no es para recordar?”. Jacob le contesta: “¿Cómo te dije que recordaras?, ¡eras una niña!, debería haberte dicho ¡vive!”. Ahí es enorme el impacto y perplejidad de Melanie. El mandato idealizado en el que ella colocó su supervivencia se hunde. Jacob señala, por una parte, lo absurdo-enfermizo de la tarea y, por otra, la vulnerabilidad y falta de culparesponsabilidad de Melanie, ella como niña hizo lo que pudo; además no renuncia a su papel de referente de Melanie y aunque le quita de los pies el suelo donde Melanie pisaba le da otro mensaje sano que le sirva de suelo nuevo, acopla el “¡vive!” Es interesante cómo aquí no hay una interpretación de la defensa de Melanie, sino que se trata de una intervención sobre su memoria procedimental a través de un acoplamiento de una experiencia distinta; es posible reinscribir en este momento que la memoria está en estado lábil, cargada afectivamente. Jacob puede hacerlo por ser una persona significativa, un vínculo capaz de generar una nueva significación. El acoplamiento de experiencias reestructura las creencias a nivel presimbólico y se provoca en la memoria un nuevo modo de estructurar el acontecimiento (Bleichmar, 2006). Lo que se acopla a “sé testigo, escribe” es “vive”, se transmuta el contenido del mandato del superyó en el mismo orden moral-existencial. Es importante constatar en este ejemplo que el acoplamiento de experiencias puede transformar cuando el sujeto toma conciencia, el nuevo modo de estructurar encuentra peso en sus sistemas motivacionales y cuenta con recursos para implementar nuevas acciones. (Bleichmar, 2006). David, a lo que Jacob acaba de decir, responde: ¿para qué sobrevivir si no podemos ser felices? Es como si David hablara de que no tienen recursos para vivir en condiciones. Entonces Melanie pregunta a Jacob: “¿Crees que nos cambiaron en algo? Jacob asiente despacio con pesar. No niega lo irreversible del trauma, lo que ha sido ha ocurrido, no se puede negar y evitar, ahí está y ha tenido consecuencias. Pero él no entra a cuestionar si Melanie tiene o no recursos. Melanie dice: ya no tengo ganas de cenar. Se marcha. Ha hecho crisis toda la organización de su estructura en torno al trauma. Se va a la cocina a recoger. En la mesa continúa resolviéndose el dolor de David: Grita a Jacob con mucha rabia y viene a decir: ¡en esta casa vivo a diario con 6 millones de judíos, con los campos de Pol Pot! No puede dolerme nada, ¡siempre es nada comparado con lo que ella ha vivido! Entonces Jacob le dice: “eres una víctima indirecta de la guerra”. Hace una interpretación que tiene peso motivacional para David puesto que legitima todo el dolor que no se atreve a expresar por culpa y le aporta un referente nuevo para su identidad que puede servirle como guía para reajustar su estado interior y modificar su actuación (Bleichmar, 2006). Con esta interpretación derrumba el muro que Melanie había construido para David a partir de su identidad de víctima incomprendida, de su autocompasión y aislamiento, que despertaban en David culpa y agresividad contra ella. De alguna manera descubriendo su identidad de víctima también puede empatizar y vincularse desde el fondo con Melanie, también él sufre con ella el daño. Se rompe su identidad de cuidador de Melanie que niega su propio dolor. Entonces Benjamin acompaña a su madre en la cocina, su madre le dice algo así como “no te preocupes, esto no es tu vida”. Busca protegerle como ha hecho siempre al evitar hablar con él de su vida. Entonces Benjamin dice con rabia “¿qué dices mamá?, ¡siempre ha sido mi vida!, ¡vivo entre desconocidos!”. Ha pasado de ser el hijo protegido que les cuida a ser alguien adulto, que rechaza la protección y desea vincularse con iguales. También él puede afrontar lo que ha sido secreto. Melanie no puede seguir proyectando sobre él la protección y el cuidado que ella misma precisa. Después Melanie sale de la cocina y Christopher va a su encuentro. Le dice que se va al día siguiente. Ella entonces le dice, retomando la conversación que dejaron pendiente: “yo también me quedé en el andén”. Ha enfocado y afronta su herida de pérdida de apego y seguridad. ¿Qué provoca este cambio?, pienso que con la conversación con Jacob ha caído la defensa principal que la protegía y ha quedado al descubierto su vacío, su necesidad de sentido y su dolor. Entonces Christopher le dice: “hola”, se besan y abrazan intensa y amorosamente. A la mañana siguiente él se marcha, ella está relajada y feliz y se dicen “adiós, hasta la próxima vez”; ella se mira en el espejo, esta vez se palpa la cara con firmeza y con una sonrisa, ha desparecido la ansiedad, puede amar y no teme el vínculo que rechazaba. Ha resuelto su conflicto de apego: “yo también me quedé en el andén” rompe con el vínculo sádico que establecía con Christopher creándole culpa y asume el riesgo de no controlar el vínculo a través del masoquismo, así puede despedirse. Mientras, durante la noche, Jacob y David han seguido hablando, se encontraron en la cocina sin poder dormir ninguno de los dos. Jacob estaba ya ahí y al llegar David le habla de su miedo a morir, Jacob le dice: “ven a comer, es la manera de no morirse”. Conecta con el miedo a morir que el infarto despertó en David, lo desdramatiza, le habla a David de cuando iba a cazar con el director del psiquiátrico. Se encuentran ya no desde la sospecha paranoide de David, sino de nuevo desde compartir la vulnerabilidad de la experiencia humana. A la mañana siguiente todos se encuentran en el desayuno, el ambiente es radicalmente diferente, se han restaurado los vínculos desde lo mejor de cada uno. A lo largo de la cena ha ocurrido un trabajo grupal e interpersonal intensivo en el que se ha restituido la confianza mutua, se han resituado los límites interpersonales en la familia y han reaparecido identidades más allá de la estructurada a partir del trauma en el caso de Melanie o de la culpa en el caso de David. Si bien la venida de Christopher y Jacob despierta sus recuerdos traumáticos, Melanie puede curar en la medida en que estos van siendo acoplados en la situación de apego y seguridad que tanto Christopher como Jacob le aportan ahora. Melanie recupera los objetos internos de seguridad y apego. Me pregunto cómo hubiera podido trabajar todo esto con Melanie en ausencia de la reaparición en su vida de Jacob y Christopher. En la terapia habría sido fundamental trabajar el vínculo de afecto y seguridad. En el TEPT es muy importante la calidez del vínculo, es el principal reductor del miedo. Lo que cura es recordar en un ámbito así, entonces la situación de peligro queda acoplada con la situación de apego y puede restablecerse la narrativa. En el trabajo del trauma es importante entrar en la narración de los hechos pero, sobre todo, en los sentimientos que provocaron y comprender su efecto estructurante en la persona. Trabajar las pérdidas y que el paciente pueda expresar el impacto emocional de las mismas (Orengo y Sabbah, 2000). A partir de los rasgos, no de los síntomas, se plantearía el foco terapéutico, qué es lo importante para el paciente, qué es lo que provoca sufrimiento/tensión interpersonal (Bleichmar, 2008). En este caso podría trabajar el conflicto de apego con Christopher a través de su historia, de los sentimientos y fantasías que se despiertan en ella; a medida que se reforzara el vínculo podría entrar a trabajar sus actuaciones defensivas agresivas. No podría pretender desmontar las defensas directamente puesto que son sólo un reflejo de la vulnerabilidad del individuo, de su necesidad de protegerse, es preciso ahondar en las angustias que cubren, sólo atendiendo a éstas podrá la persona ir dejando caer las defensas y dejar ser otros recursos ya no de modo reactivo sino de modo sano para atender a sus sistemas motivacionales (Bleichmar, 2008a). Podría trabajar también su herida narcisista a causa de su cuadro depresivo y de la infidelidad de David a través del vínculo y de interpretaciones que conectaran con su sufrimiento, en este sentido sería importante potenciar a Melanie en los recursos que ha tenido, reforzar los logros y la capacidad para enfrentar situaciones, comprender con ella cómo no tuvo otro remedio que organizarse de esa manera dado lo que vivió pero cómo ahora puede encontrar otros modos. En la medida en que fuera trabajando el trauma, irían saliendo a la superficie la agresividad, angustias y defensas, fantasías, identificaciones y deseos. Podríamos interpretar la transferencia de hostilidad a su marido, su sadismo encubierto, las defensas que llevan a compulsión de repetición (Mingote et al., 2001) de forma que la paciente pueda ubicar su momento emocional del presente en línea con su pasado. En el caso del sometimiento de Melanie a David tendría que hacer explícito el objetivo de dejar de seguir entregando a alguien la decisión de quién es ella, elaborar experiencias concretas nuevas en que se transformen con palabras y hechos los tácitos que hay ya en la relación; esto es muy importante, pues introducir cambios recrea de modo vivencial la representación de sí misma: buscando sus rasgos mejores, de los otros (ni proyección ni idealización), de las fantasías de las consecuencias siniestras de una confrontación con el otro (Bleichmar, 2008b) A lo largo del trabajo sería importante compartir con la paciente la línea terapéutica, mantenerme como terapeuta consciente de mis propios sentimientos, conflictos que reactiva en mí, qué rol tiende a inducir en mí como terapeuta, cómo respondo corporalmente al encuentro. A lo largo del tratamiento, tendría que ir cambiando el foco según evolucionase la paciente, discerniendo, preguntándome cómo va cambiando el vínculo afectivo conmigo: si va a más libertad, cómo reacciona a las separaciones, cómo tolera el acercamiento afectivo, cómo va cambiando mi propia percepción del paciente y cómo evoluciona el vínculo (Bleichmar, 2008a).