o cfifiv ú L O ;w : ñAOMi.iviiekTo f\)í\üQ M i]{/'S<oc\(]i\^H ñ V, 1923 4 lé ^ A í^ í/| • Primer congreso nacional del NSDAP • Tropas francesas y belgas ocupan el Ruhr. en Munich (enero). Los alemanes responden con “resistencia pasiva" (enero). • La inflación llega al nivel más alto (verano). • Estallido y fracaso del "Golpe de la Cervecería" en Munich. El Ejército reprime a los nazis • Se declara el estado de sitio en Baviera y el partido es prohibido (noviembre). (septiembre). r u i O A O - La efímera estabilización de la República 1924 • El Reichstag acepta el Plan Dawes • Hitler procesado y condenado (febrero-abril). para las reparaciones (agosto). • En sucesivas elecciones parlamentarias (mayo y diciembre) los nazis caen del 6,5 al 2,9% de los votos. • Hitler es liberado (diciembre). 1925 • El general Ludendorff desaparece de la • Muere el presidente F. Ebert (febrero). primera línea de dirigentes de la ultraderecha • Elecciones presidenciales en dos vueltas. Triunfa el mariscal Hindenburg (marzo-abril). nacionalista. Se refunda el NSDAP (febrero). • C. Strasser organiza el partido en Alemania • Conferencia y acuerdos de Locarno del norte (marzo). distienden el panorama europeo • Aparece el primer tomo de M i lucha (julio). (octubre-diciembre). • Fundación de las SS, la custodia de Hitler (noviembre). 1926 • Alemania ingresa en la Liga de las Naciones (septiembre). Stresemann (por Alemania) y Briand (por Francia) prosiguen la política • Hitler habla en el Club Nacional, en Hamburgo (febrero). • Segundo tomo de M i lucha (diciembre). de distensión internacional. 1927 • Los gobiernos de Sajonia y Baviera restituyen • Legislación sobre seguro del desempleo a Hitler la licencia para hablar en público (julio). (febrero-marzo). • Hitler redacta un folleto para industriales. 1928 • Hitler redacta un "segundo libro" que • Pacto Briand-Kellog contra las guerras no publica. de agresión (agosto). Alemania adhiere. • Hitler tranquiliza a los propietarios al dar • Stresemann advierte sobre debilidad del explicación moderada de la posición del sistema financiero (noviembre). NSDAP en el tema de posibles expropiaciones (abril). • En las elecciones pariamentarias el NSDAP obtiene el 2,6% de los votos (mayo). • En los severos disturbios de los campesinos del norte del país se advierte el activismo de los nazis. 62 C fti FíV 1929 : EL P| S .iY j.ic' l i a j A ' C 0 M p 4 R ^ 0 / V Hay J miíones de desoc^ados. • Siguen los disturbios rurales. . Conferencia sobre el Plan Young en París • Se advierte un cierto crecimiento en la (febrero-junio). • Derrumbe de la Bolsa de Nueva York ( o membrecla del NSDAP. c t u b r e ) . ___________________ La inestabilidad renovada y la destrucción de la República 1930 • En el gobierno de coalición de Turingia, • Brüning canciller (marzo). el nazi W. Frick se convierte en ministro del • Los franceses desocupan Renania Qunio). Interior y de Cultura (enero). • Hay más de 3,2 millones de desocupados. • Notable avance electoral nazi (logran el 18.3%). Hitler jura ante un juez que su partido ya no quiere golpes de Estado (septiembre). 1931 • Hindenburg recibe a Hitler por primera vez. • Hay 4,8 millones de desocupados (enero). El NSDAP, el DNVP y otras organizaciones de • Quiebran dos bancos alemanes de primera ultraderecha forman el Frente de Harzburgo línea (julio). (octubre). 1932 • Hitler habla ante un club de industriales en • Hay más de 6 millones de desocupados. Düsseldorf y obtiene la ciudadanía alemana • Elección presidencial en doble vuelta, gana (enero-febrero). Hindenburg con el 53»A de los votos iI I)I : • Hitler se presenta como candidato en las (marzo-abril). elecciones presidenciales y obtiene el 36,8%. • Renuncia Brüning (mayo). • Sangrientos choques entre nazis y comunistas. • Von Papen, canciller (junio). Los nazis forman gobiernos regionales en • Alemania suspende el pago de las Oldenbourgy Meckienburg-Schwerin (verano). reparaciones. El gobierno de Papen da un • En las elecciones parlamentarias üulio y "golpe" en el Estado de Prusia (julio). íí- noviembre) el NSDAP pasa del 37,2 al 33%. • Renuncia Papen. • Desde agosto Hindenburg, el DNVP y el centro • Von Scfileicher canciller (diciembre). se inclinan hacia la idea de un gobierno de coalición con participación del NSDAP. 1933 • En la casa de un banquero de Colonia • Hay 6 millones de desocupados (enero). se prepara un acuerdo político entre Hitler • Elecciones provinciales en Uppe. y Papen (enero). • Renuncia Schieicher. • Hitler es nombrado canciller (30 de enero). En la primera etapa de inestabilidad, la República estuvo constantemente asediada por aventuras armadas provenientes de ambos extremos del espectro político, en un clima que parecía la interminable continuación del frenético año 1919. En marzo de 1920, el a la izquierda del socialismo y los comunistas protagoni63 zaron una serie dé protestas y choques violentos con la policía de Berim, dejando un saldo de 42 muertos y 102 heridos. Práctica­ mente al mismo tiempo un grupo ultraconservador (la Unión Nacion ^) dirigido por los generales Ludendorff y Lüttwiz, además e W. Kapp (dirigente del fenecido Partido de la Patria) y T von Jagow (último jefe de la policía berlinesa de la época imperial) capturo el bam o gubernamental en la capital y proclamó a Kapp com o canciller del Reich. Protagonistas principales de este gol­ pe fueron unidades de los "cuerpos francos” que resistían su disolucion. Los mandos del ejército regular se negaron a reprimir a los rebeldes, mostrando claramente que eran en realidad una corporación con sesgo ideológico, pero la intentona se derrum­ bó ante una huelga general apoyada por los partidos de izquier­ da y los sindicatos. Esta movilización fue utilizada por la extrema izquierda de la zona industrial del Ruhr para reunir una mihcia obrera de unos 50.000 hombres mal armados con preten­ siones revolucionarias. Esta vez los generales y los Freikoips se subordmaxon gustosos al gobierno y aplastaron al llamado Ejército R ojo del Ruhr, con un saldo de 1.000 muertos de los rebelaes y ¿50 de las tropas represoras. A consecuencia de estos sucesos quedó establecida una serie de pautas características de la Alemania de los años veinte: 1) La extrema derecha, que buscaba una restauración vio­ lenta, no lograba movilizar suficientes fuerzas de la socie­ dad con ese proyecto y su vieja jefatura, pero aun derro­ tada podía contar con la benevolencia de los oficiales y los jueces provenientes del antiguo régimen. 2) La extrema izquierda podía causar miedo a las clases me­ dias, pero no tenía masas bien armadas y organizadas ca­ paces de plantear con chances de éxito una guerra civil al estilo ruso. 3) Los partidos que sostenían la República de Weimar - l a socialdemocracia, el centro católico y los "demócratas ale­ manes - permanecieron razonablemente solidarios en os mornentos críticos. Pero la lealtad del instrumento mi­ litar del Estado era dudosa y muy condicionada. 64 I Con muy pocas variaciones, estas pautas volvieron a hacerse visibles durante el verano y el otoño de 1923. Ante el desconten­ to y los temores desatados por la hiperinflación y la ocupación francesa de la orilla izquierda del Ruhr, tanto la jefatura del co­ munismo internacional en Moscú, com o los comunistas alema­ nes llegaron a la conclusión de que estaban dadas las condicio­ nes para recuperar la iniciativa a nivel europeo a través de un Octubre Alemán" (alusión a octubre de 1917 en Petrogrado). En el extremo opuesto, el gobierno del estado federal de Baviera, en­ cabezado por Gustav von Kahr, se proclamó una "célula de or­ den hostil a las autoridades de Berlín, y con ayuda del general Lossow empezó la preparación semiclandestina de una versión alemana de la Marcha sobre Roma a fin de instalar una dictadu­ ra de las autodenominadas "fuerzas nacionales". Como en oca­ siones anteriores, la jefatura suprema del ejército se negó a in­ tervenir contra las autoridades bávaras. En octubre de 1923 se vinieron abajo los conatos revolucio­ narios comunistas en Sajonia, Turingia y Hamburgo. Las enton­ ces organizadas "centurias proletarias” fueron disueltas en bre­ ves combates mucho menos sangrientos que los de 1920 Pero en conspirativas: esta vez el NSDAP de Hitler se sentía lo suficientemente fuerte como pa­ ra mtentar tomar la iniciativa de las manos de sus aliados de la vieja derecha, a los que consideraba pusilánimes y algo gastados. o argo e 1923, los nazis habían logrado incrementar sus fílas hasta contar con 55.000 miembros y ya había seguidores que hablaban de Hitler com o "el Mussolini alemán". La noche del 8 de noviembre de 1923 pareció que se había formado una especie de directorio de la "revolución nacional" (Hitler, Luddendorff, Kahr, Lossow), pero al día siguiente los dos primeros quedaron solos y apenas pudieron organizar una marcha que fue reprimia por la policía, resultando muertos catorce nazis y tres agentes. En el Tercer Reich, el recuerdo de este fracasado golpe se con­ vertiría en un ntual muy explotado por la propaganda. Lo cierto es que ya en el proceso subsiguiente Hitler aprovechó la gran co­ bertura de la prensa para presentarse a todo el país como un vaüente idealista. Las penas fueron ridiculamente bajas y los jue­ 65 ces terminaron definiendo al acusado en términos poco menos que indistinguibles de la retórica nacionalsocialista: se trataría de un hombre “de puro espíritu patriótico y la más noble volun­ tad". Ya nadie podía sorprenderse de que en diciembre de 1924 Hitler fuese liberado de una prisión muy cómoda. La falta de éxito de los sucesivos intentos de destruir la Repú­ blica por una acción armada y la recuperación de la economía a partir de 1924 llevaron a la reorientación de la estrategia nazi. Ahora el joven agitador se mostraba más razonable y hablaba del “curso de la legalidad". Se trataba de acumular poder de manera más lenta, a la espera de otra coyuntura favorable, pero siempre con la fírme resolución de lograr una alianza táctica con los sec­ tores políticos y sociales que soñaban con una restauración impe­ rial. En esa estrategia una pieza clave era la sistemática construc­ ción psicopolííica de la figura del "Führer" único del nacionalismo de ultraderecha. Ésta se realizó en etapas y no sin altibajos. Hitler había logrado esa posición dentro del NSDAP en el verano de 1921, pero aun allí sufrirá el eclipse del golpe fracasado en Mu­ nich y recién en el bienio 1925-1926 logró recuperarse plenamen­ te. De todas maneras, para ese entonces ya se había consolidado el ritual de los mitines nazis que iba a ser una herramienta funda­ mental para la emergencia del "mito del jefe". Un participante del primer congreso nacional del NSDAP fue elocuente al respecto. Ni en la guerra ni en la revolución recibí algo parecido al aliento ardiente de la excitación hipnótica de las masas [...]. Anoté: "Canciones de lucha propias, banderas propias, sím­ bolos propios, un saludo propio, guardianes paramilitares, un bosque de banderas rojas con una esvástica negra sobre fondo blanco, la extraña mezcla de lo militar con lo revolu­ cionario, de lo nacionalista con lo social —también en el pú­ blico: predomina la clase media venida a menos, en todos sus estratos—, ¿volverá a fusionarse acá?" [...] De pronto, atrás en la entrada hay movimiento, voces de mando. El orador en la tribuna interrumpe su frase. Todo el mundo se pone de pie con gritos de "Heil". Y a través de las masas vociferantes y las banderas chillonas viene el esperado, en medio de su sé­ quito, con paso rápido y el brazo derecho levantado en rígi66 do saludo. [...] Éste era un hombre distinto del que yo había visto ocasionalmente en ambientes privados. Los rasgos an­ gostos y pálidos contraídos por una ira obsesiva, llamas frías que surgían de sus ojos saltones [...]. ¿Era la masa la que le daba esa f u e r z a - misteriosa? [...] Sólo habló unos 15 mniutos, con ironía demagógica, burlona, montado en oleadas de aplausos y risas. Y luego salió para dirigirse al próximo mi­ tin, que lo esperaba en un clima febril.'*® Además, desde mediados de los años veinte, Hitler había su­ perado ampliamente el rol de simple orador, puesto que en 1925 ya era autor del libro Mi lucha (que pronto sería "canónico ) en un partido que carecía de un texto comparable y que ahora pre­ tendía estar conducido por una especie de “anti-Lenin aleman. En el plano nacional el proceso fue más lento- Mientras que hacia 1925 se eclipsaba la figura del general Ludendorff—desa­ creditado por su derivación hacia un neopaganismo p u eril-, los partidos de derecha presentaban la del anciano mariscal Hindenburg com o el militar patriota colocado por encima de todos los partidos. Hugenberg, el jefe de los nostálgicos del Imperio desde fines de los años veinte y cabeza de un formidable imperio me­ diático, nunca fue un competidor serio en esta^carrera dada su total faka de carisma. De esta manera se ofrecían dos modelos de liderazgo a los alemanes; con Hindenburg, uno de tipo más tradicional, una especie de emperador sustituto, apelando a la mentalidad paternalista de las generaciones más maduras de la derecha, y otro con Hitler, "el hombre venido desde el pueblo , más moderno y dinámico, capaz de entroncar con las vagas es­ peranzas y la ira de la juventud. Pero ambos tenían algo en co­ mún- aparecían com o los defensores intransigerites de la supues­ ta necesidad y justicia de la guerra de 1914-1918. La apelación a esa "camaradería" terminó por jugar un gran rol en el fatídico acuerdo que llevó a Hitler a la cancillería. P a ra entender las condiciones del ascenso del nazismo es también indispensable revisar el panorama de los principales ín­ dices socioeconómicos, cuyos altibajos fueron un desafio que fi­ nalmente no pudieron superar los partidos moderados que die­ ron origen a la República de Weimar;"*' 67 Etapa inicial Etapa interm edia Etapa final Inestabilidad Estabilización Crisis (1913-1925) (1925-1929) (1929-1932) -0 ,4 % 1,6% -7 ,2 % (1919-1923) 1 de 403 a 15.437.000 (1924-1929) (1929-1932) de 128 a 154 de 154 a 121 Realidades socioeconómicas Crecimiento anual promedio del PB per cápila (hab/a sido de 1,6% entre 1896 y 1913) índice de precios para el consumidor (1914 = 100) Desempleo de personas en relación de dependencia (1921-1923) (1924-1929) (1930-1932) entre 1,8 y 4,1% entre 3,4 y 8,5% entre 10 y 29,9% Indice de los salarios reales (1913-1924) (1925-1929) (1930-1932) de 100 a 70 de 87 a 110 de 105 a 94 (1919-1920) (1929) (1932) 1. Sindicalismo socialdemócrata de 6,05 a 8,49 5,29 2. "Cristiano-nacional" 3,93 de 1,43 a 1,69 1,25 1,10 de 0,45 a 0,48 0,48 0,45 Membrecia de los sindicatos, en millones de socios 3. Liberal La primera etapa de la República coincide con un marcado declive de los índices de crecimiento del producto y los salarios y el aumento catastrófico de la inflación. Es esta la circunstan­ cia en que se inscribe la gimnasia revolucionaria en la extrema izquierda, dos golpes de la extrema derecha (el de Kapp y el de Hitler-Ludendorff) y el crecimiento inicial del nazismo. En la fa­ se intermedia, la recuperación de los salarios y del crecimiento econom ico va acompañada de la persistencia de una desocupa­ ción relativamente alta, pero en conjunto es un período de esca­ sa fortuna electoral para el NSDAP. Las consignas tremendistas de este partido recién se expanden a nivel de masas en la fase de la cnsis mundial, en la cual se asiste a brutales caídas en el nivel de empleo y producto bruto, lo que también se refleja en el mar­ cado declive del poder sindical. En 1923, el aún inexperto Hitler habla asustado a sus amigos conservadores del gobierno de Baviera con el prematuro intento de golpe, aunque el suave trato que tuvo en el proceso y la corta prisión indicaron claramente que seguían viendo al nazismo com o un posible socio menor en la lucha común contra demócratas e izquierdistas. A partir de 1931, este juego estratégico se repitió a escala nacional y esta vez Hitler convenció a la derecha tradicional de que había abando68 e „ í,r r r i r ° ^ ‘■“ Ptable una coa h con hegemonizada por las elites ‘ respetablescCómo se reflejaron estas tendencias en los pounciaks ekc orales de las grandes orientaciones políticas? Según su posición con respecto al sistema democrático, éstas eran cuatro: 1) la extrema izquierda antisistema (primero “socialistas independientes", USPD; luego comunistas, KPD)los partidos fundamentales de la inicial Coalición de WeiM P V eí 7 IJDP y el Zentrum, católico); 3) demócratas liberales del partidos oscilantes en su lealtad al sistema (los 1 berales de derecha del DVP y otras fuerzas menores) la extrema derecha antisistema (los "nacional-populares alemanes del DNVP y los nacionalsocialistas, NSDAP) De la trayectoria de esos partidos en las sucesivas elecciones urgen claramente las siguientes conclusiones: e l K t o r a í í ° ' ' “ ™n una base S íu r T íT S “ ^ Asamblea Nacional (76,2% de los sufragios), bastó un año, con la I amargura que provocó el Tratado de Versalles y la crisis IS^dl w ir I ‘^^torce años sostuvo la propa­ ganda de la ultraderecha, nunca existió la m enor chance p ie rd a En''’ “ «tre m a izq ei^da En su mejor momento electoral (1920) esa fuer­ za solo alcanzó el 20,2% y ni siquiera en lo más profundo nn H alcanzar esa cifra. En el otro pla- 1919 1923 7 las a rm a s-, los levantamientos de 1919-1923 demostraron la falta de resonancia masiva y la permanente inferioridad militar frente al ejército y las mi­ licias de la ultraderecha. En una coyuntura económica normal - l a de la etapa de e s ta b d .z a d .n - ,a coa lid .n de Weimarpudo c „«a r" con 69 casi la mitad del electorado, más la aceptación pasiva de aproximadamente otro 20%. La ultraderecha unida osci­ laba entonces entre el 26% y el 17% del electorado, lo cual, si bien la señalaba como más peligrosa que la ultraizquierda, no era suficiente para el asalto al poder. • A partir de 1930 se dibujó una tendencia que resulto de­ cisiva para el derrumbe del sistema. La base electoral de los partidos democráticos sufrió una fuerte reducción, que no se dio en los países dotados de una cultura políti­ ca menos autoritaria que la alemana. El crecimiento de la ultraderecha colocó a los partidos moderados a a defen­ siva: en 1930 todavía contaban con un 42,8% de los votos frente a 25,3% de la extrema derecha; pero en noviembre de 1932 ésta superaba a sus adversarios en una relación de 41,6% a 36,3%. Una parte importante de este proceso estaba dada también por el extraordinario activismo organizativo de los nazis, los que a partir de fines de la década de 1920 desarrollaron una especie de para-Estado, dedicado a una constante tarea de penetración propagandística de todas las regiones y sectores sociales del país. En el aspecto territorial, la pirámide de los afiliados del NSDA , desde los mínimos bloques, pasando por las células, grupos lo­ cales y círculos, hasta llegar a los distritos (Gaue) y culmmar en la jefatura nacional, era comparable a la de otros grandes parti­ dos de la época. Pero además de eso el movimiento creo una do­ cena de organizaciones destinadas a formar reclutar adeptos caracterizados por intereses y mentalidades sec­ toriales. Hacia 1931-32 esto no tenía paralelos eri otras fiierzas políticas. Dos organizaciones, las SA (Secciones de Asalto) y las SS (Escuadras de Protección) atraían especialmente a ex comba­ tientes y activistas violentos; pero además de eso las SA apare­ cieron com o un espacio receptor de desarraigados por desem^ pleo, a través de sus "cocinas", "hogares , Obra de Ayuda y un seguro (“Caja de Ayuda"). Con más pretensiones parapoliciales e ideológicas, las SS organizaron un servicio de segundad y una Oficina para la Raza. Para aprovechar las demandas de los cam 70 peslnos surgió el APA (Aparato P o lm c o -A g r a r .o ) mtegrado a b Ltructura territorial del partido. Para la captacon U juven­ tud se establecieron la HJ (Juventud Hitleriana) y la NSDS (Uga Nacionalsocialista Alemana de Estudiantes), asi como se creo la NSF (Organización Nacionalsocialista de Mujeres) com o encuadramiento del elemento femenino en el movimiento. Para pene­ trar en el ambiente obrero surgió la NSBO (Organización Nacio­ nalsocialista de Células en Plantas Industriales), aunque tuvieron más éxito las estructuras dirigidas al estrato medio y los protesionales: la BNSDJ (Liga Nacionalsocialista de Juristas Alema­ nes), la KDK (Liga de Combate para la Cultura Alemana^ a NSDÁB (Liga Nacionalsocialista de Médicos Alemanes), la NSL (Liga de Maestros Nacionalsocialistas) y la KGM (Liga de Com­ bate para el Estamento Medio de los Oficios). Por último, cabe explorar esta etapa histónca desde la pers­ pectiva de la ideología. La'mayoría de sus temas constituían el pa­ trimonio común de toda la extrema derecha alemana, dentro de la cual los nazis sólo se distinguían por un estilo mas plebeyo y algunos acentos especiales. El conglomerado ya estaba cristaliza­ do hacia 1925 y en los años siguientes sólo fue adaptado a la ma­ sa creciente y heterogénea de la gente que se mostraba receptiva al mensaje y a los altibajos económicos y políticos del país En la etapa final de la República el aparato propagandístico del NSDAP logró marginar a sus competidores y crear en mucha gente la ima­ gen de que el partido acaudiUado por Hitler poseía un proyecto coherente, dotado de explicaciones y soluciones para todos los problemas. Esta ilusión se veía favorecida por el hecho de que to­ dos los demás partidos “nacionales” aparecían más o menos res­ ponsables de los desastres alemanes, desde 1918 en adelante. Ideológicamente, el nazismo puede considerarse com o la combi­ nación de siete temas, que se organizaban de la siguiente manera. . Los mitos que pretendían identificar a los enemigos y ex­ plicar todos los males de la vida alemana; 1) rodeado y atacado 1914. El país inocente, en 2) La “puñalada traidora” de 1918 y la República de Weimar com o inevitable camino hacia el marxismo . 71 3) El fracaso inevitable de la economía liberal de la Re­ pública. 4) La "coMpíracibn d t la judería mundial", com o causa oculta de los tres desastres anteriormente citados. • soluciones para la "salvación de Alemania" (una espe­ cie de utopía posible): ^ 5) El nacionalsocialismo, emendido com o "comunidad del pueblo (Volksgemeinschaft), basada en el "valor de 13 r3Z3, . 6) La primacía de la personalidad, la autoridad y el prin­ cipio de liderazgo {Führerprinzip). continental germánico com o "espacio vi­ tal {Lebensraum) necesario. El primer mito no fue sino la continuación de la propaganda micia a por el gobierno imperial durante la guerra. El káiser lo había lanzado en agosto de 1914, y once años después Hitler lo canomzo para sus seguidores, denunciando a "una coaS icí^ mundial, la cual, a la voluntad alemana de conservarla paz opu­ so su decisión de desencadenar la Guerra Mundial". Ya hemos visto que el segundo mito también era un producto de la elite tu v ie r r tergiversación de los hechos los nazis no w aT dX r^ grandilocuentes diatribas de Oswa d Spengler, que pretendió ver en el "levantamiento del proleid^;,. 1 c Í IQ ^ Í r ^«"secuencia de la "labor subversiva" de las ^ ^^"’ o^ráticas introducidas en el siglo XIX. Ha- f e t i c a f e L T r h ''^ " ' que las nuevas corrientes ar­ tísticas eran bolchevismo cultural" y que toda crítica a la política de subsidios para los terratenientes del este alemán constituía bolchevismo agrario”. Las dificultades económicas del p T r penodo inestable de la República inspiraron varios de los reck mes del Programa de 1920. Se configuraba así el tercerTerÍTa ideologico. Luego, al producirse la crisis mundial, los nazis se presentaron en sus últimas campañas electorales com o los únicos capaces de recuperar" el trabajo y la producción. Hitler traena trabajo y pan , terminando con "la reducción de los salarios el hambre y la miseria". Adíanos, 72 sima reedición de la primera obra ( 1 9 3 1 ) Hitler la rpr por su "papel especial en la preparactón dei “ e n ó -n a ' y Himmter y niiiimier en los anos veinte ao a i , i' ° *t r 8 “ »i ^ei Rosenb^i' -*i , . Ya pn i P P S i ^ SiSHSSS te menos obsesionada por esa“ dido i S T c " S o ! * I ^ L t r "“ ■ ° Uer van den Bruck v Sne -ra difan- escntores como Moe- i s ^ p i m a.® “ m . : ™ : Hitler decía lo siguiente al " sp « ,!? 75 ^ ‘‘= “ comisiones con voto, sino comisiones con deberes. [...] Quien sea el líder tendrá que llevar junto a su ilimitada au­ toridad suprema la carga de la mayor y la más pesada de las responsabilidades. [...] Sólo el héroe está en condiciones de asumir este puesto. El progreso y la cultura de la humanidad no son producto de la mayoría sino que dependen de la ge­ nialidad y de la capacidad de acción de los individuos. [...] Por eso el Movimiento es antiparlamentario [...] pues el "par­ lamentarismo” debe ser considerado como uno de los más graves síntomas de decadencia de la humanidad.''^ El último tema —la utopía del Lebensraum— sólo ocupa el breve tercer punto del Programa y recibió más tratamiento en Mi lucha. De la reivindicación nacionalista, “lucha por la libertad y la reunifícación alemana", Hitler pasó rápidamente a la necesa­ ria “adquisición de tierra en Europa". La “misión" del nazismo sería ampliar el "espacio vital" alemán y esto sólo podría reali­ zarse "a costa de Rusia y los Estados limítrofes". Pero en las cam­ pañas electorales de 1930-1933 este tema no tuvo una presencia destacada, puesto que los nazis sabían que la gran mayoría de los alemanes no mostraban entusiasmo alguno por una nueva gue­ rra de dos frentes. En consecuencia, esta cuestión ya había sido anticipada en Mi lucha, con la promesa de que la nueva Alema­ nia tendría sus espaldas cubiertas (a diferencia de 1914), cons­ truyendo "una liga anglo-germana-itaUana". En general, el acen­ to de la propaganda estaba puesto en la reivindicación de lo perdido en el Tratado de Versalles, la unión con Austria y la for­ mación de un espacio económico en Europa central. Es importante señalar que el nazismo tuvo la ventaja de que sus temas, a menudo difundidos de manera más bien burda, coin­ cidían con toda una corriente de intelectuales, la llamada “Revo­ lución Conservadora". Esa línea predicaba casi lo mismo, pero con más calidad literaria y en elegantes libros y revistas, atrayen­ do a importantes franjas del público culto, especialmente en el mundo académico y militar En fórmulas altisonantes autores co­ mo O. Spengler {La decadencia de Occidente, 1918 y 1922; Prusianismo y socialismo, 1920), A. Moeller van den Bruck (El Tercer Reich, 1923), E. Jung (La dominación de los menos valiosos, 1927), 74 II H. Zehrer (director de la revista Die Tat), H. Freyer {Revolución desde la derecha, 1931), E. Jünger {En la tormenta de acero, 1920, y La lucha como vivencia interior, 1925) y C. Schmitt {La dictadu­ ra, 1921; Teología política, 1922; La situación histórico-espiritual del parlamentarismo actual,\922>) se dedicaron a denigrar el par­ lamentarismo, los derechos individuales, el internacionalismo y a "los mercaderes", para ensalzar las supuestas virtudes purificadoras de la guerra, la dictadura heroica, el corporativismo y el biologismo irracional, según el cual “señor y siervo sería una dis­ tinción basada en la “naturaleza" y el nacimiento. En términos cuantitativos esto se tradujo en una oleada claramente ascenden­ te y desproporcionada de libros dedicados a presentar de mane­ ra positiva los temas bélicos; en la década de 1920 el promedio de tales publicaciones ftie de 200 por año, pero entre 1929 y 1932 os­ ciló entre 300 y 400 anuales, para pasar a 500 en 1933. En cam­ bio, los libros pacifistas nunca fueron más de veinte por año. La oferta ideológica del nazismo constituía un conglomera­ do especialmente apto para atraer seguidores provenientes de los más diversos sectores de la sociedad alemana. Las causas de ese atractivo fueron las siguientes: 1) 'ii: i ;; La ideología nazi evitaba el principal campo conflictivo de toda sociedad industrial: el de la distribución de ingre­ sos entre capital y trabajo, prometiendo en cambio vaga­ mente todo a todos. La aparente audacia de usar el térmi­ no "socialismo" asustó cada vez menos a los estratos altos y medios a medida que Hitler fue dando explicaciones tranquilizadoras en el sentido de asegurar el derecho de propiedad. En la mentalidad promedio dé la sociedad ale­ mana, no más de la mitad de la clase obrera y muy redu­ cidas fracciones de otros estratos estaban inclinados ha­ cia la colectivización de la economía (en conjunto, menos del 40% de la población). En contraste, el marxismo tra­ dicional del discurso socialdemócrata y las ilusiones de quienes postulaban una imaginaria "mayoría anticapita­ lista" bloquearon las chances de que se constituyera una alianza antinazi entre el más grande partido obrero y las fuerzas representativas de las clases medias.'*^ 75 2) El nazismo se negaba a elegir entre las tradicionales subculturas religiosas —protestante y católica—, que limita­ ban la capacidad de expansión de partidos como el Zentrum, los "nacional-populares” y los liberales de izquierda. Potencialmente se mostraba simpático a ambas, con su imprecisa alusión a un "cristianismo positivo” . Además, su identificación con "lo alemán”, “lo germánico” y "lo ario” podía atraer a muchos secularistas, sin antagonizar directamente a los sectores confesionales. Por otra parte, la prédica antisemita servía de factor integrador negativo y cumplía el deseo de muchos alemanes de poder identi­ ficar un chivo expiatorio "ajeno", para cargarlo con la cul­ pa de todos los fracasos de su historia reciente. En am­ bientes religiosos el partido trató de desvincular la figura de Cristo de su marco eclesial, para incorporarlo a una ab­ surda genealogía del nazismo. En 1926 un informante so­ bre la celebración navideña del NSDAP resumía las tesis allí expuestas por Hitler de esta manera: Cristo habría sido el más grande precursor en la lucha contra el enemigo mundial judío. [...] La lucha contra el poder del capital habría sido el sentido de su vida y su doctrina y por eso habría sido crucificado por su archienemigo, el judío. [...] La obra que Cristo comenzó, pero no pudo completar, él —Hitler— la llevaría a su definiti­ va realización.'*'* 3) Al producirse la crisis económica, el NSDAP reaccionó con una sucesión de planes audaces, proponiendo un Estado activo y reactivador de la producción y el empleo, con la inyección de fondos públicos en la economía, el sostén de los precios agrarios y el fomento de la propiedad familiar. En esa tónica se sucedieron el Manifiesto Agrario y el Pro­ grama de Empleo, en 1930, además dél Programa Econó­ m ico Inmediato y el Plan de Reconstrucción Económica, en 1932. Entre los demás partidos predominaba el apego a las clásicas políticas deflacionistas o se encontraban in­ movilizados por divisiones internas en esa cuestión. 76 Si bien el NSDAP intentó penetrar la totalidad de la sociedad con las organizaciones y la prédica que se acaban de resumir, la respuesta que logró fue desigual. En vísperas de su acceso al po­ der conservaba el perfil de un partido con predominio de la cla­ se media urbana y rural. Entre 1928 y 1932, los miembros del partido subieron de 108.717 a 1.414.975, siendo su distribución sectorial la siguiente: Alemanes económicamente activos (entre 1925 y 1933) Afiliados al NSDAP Afíliados 1930 1933 • Obreros: aprox. 50% 26,3% 32,5% • Empleados (públicos y privados): aprox. 19% 24,4% 20,6% • Autónomos: aprox. 20% 18,9% 17,3% • Campesinos: aprox. 10% 13,2% 12,5<i/b Los empleados y los autónomos habían sido captados por el NSDAP en proporciones muy cercanas a las que tenían en la so­ ciedad, y los campesinos, en mayor medida. Pero la clase obrera tenía en el partido una presencia muy inferior a la que poseía en la sociedad alemana. Aun así, después de socialdemócratas (70% de sus miembros) y comunistas (85%) era la fuerza política que había logrado captar mayor número de integrantes —y también votantes, aunque en menor proporción— de ese sector. Aún en 1932, en su etapa de debilitamiento, el gremialismo socialdemócrata logró retener un 68% de los obreros organizados, y los sin­ dicatos católicos, protestantes y conservadores, algo más del 25%, mientras que el sindicalismo nazi (NSBO) sólo aglutinó el 4,5%. Se puede calcular que en las elecciones parlamentarias de noviembre de 1932, socialdemócratas y comunistas reunieron no menos de 10 millones de sufragios obreros, frente a 2,3 millo­ nes captados por el nazismo, quedando unos 3,7 millones de vo­ tantes obreros que se abstuvieron o se distribuyeron entre otras fuerzas políticas. Tampoco fue el nazismo el principal canal de reclutamiento de una elite política de origen obrero: este grupo englobaba más del 60% de la dirigencia en el SPD y el KPD, pe­ ro sólo el 23% en el NSDAP. Por otra parte, hasta el final de la era de Weimar los sindicatos socialdemócratas lograron mantener la hegemonía en las elecciones de los consejos de empresa: en 1931 77 el espacio entre sus peores y mejores resultados se extendía en­ tre el 24% y el 91%; el de los comunistas, entre el 1% y el 66%, y el de los nazis, sólo entre el 0,2% y el 13%. Estando ya Hitler en el poder, las últimas elecciones de esos consejos (abril de 1933) dieron el 73,4% a los socialdemócratas, el 4,9% a los comunistas, el 7,6% a los sindicatos cristianos y el 11,7% a la NSBO. La gran oleada nazi de los años treinta sugestivamente coin­ cidió con el derrumbe del caudal electoral de los partidos de las clases medias protestantes —DNVP, DVP, DDP y Partido de la Economía—, que entre 1924-1928 y 1930-1932 perdieron el 30% del caudal electoral, mientras el NSDAP creció en la misma pro­ porción. Finalmente se observa que antes de la crisis mundial los nazis habían tenido escaso éxito en la clase alta, pero a partir de ésta obtuvieron un gran aflujo de ese estrato social: hasta un 9,2% de los nuevos miembros del partido entre 1930 y 1932, un porcentaje muy superior al de la sociedad alemana global. En co­ rrelación con esta tendencia se produjo también la temprana he­ gemonía de la NSDS en el estudiantado universitario alemán, un ámbito en el cual el 95% de las personas eran de clase media y alta: ya en 1931 los nazis tenían mayoría absoluta en once uni­ versidades y constituían la fracción más numerosa en otras diez. Resumiendo los estudios que se han hecho y los criterios eco­ nómicos con los subculturales, se puede decir que, al culminar su etapa opositora, el nazismo había logrado atraer preferente­ mente a alemanes con las siguientes características: 1) personas fuertemente marcadas por su experiencia juve­ nil en las instituciones educativas y militares de la época imperial (o en la secuela weimariana de éstas); 2 ) miembros de las clases medias rurales del ámbito protes­ tante; 3) miembros de las clases medias urbanas, parcialmente protestantes, parcialmente secularistas; 4) obreros de ciudades y empresas medianas y pequeñas, con escasa experiencia sindical; 5) integrantes de la clase alta (después de 1930-1931); 6) personas relativamente jóvenes (en comparación con otros partidos), y 78 7) hombres, más que mujeres. En cambio, los alemanes que se mostraron com o poco permeables al mensaje nazi fue­ ron los católicos nucleados en el Zentrum y los sectores obreros e intelectuales vinculados a la socialdemocracia y el comunismo. Con independencia del ascenso del caudal nazi, ya desde la elección presidencial de abril de 1925 se había iniciado un proce­ so que terminaría por confluir con ese caudal en el particular “proceso" político de 1933. En la segunda vueha de aquella elec­ ción todas las variantes de la derecha —encabezadas por el DNVP y el DVP— lograron que triunfase su candidato, el mariscal Paul von Hindenburg, sobre Wilhelm Marx, el candidato de la coali­ ción de los partidos de Weimar —SPD, Zentrum y DDP—, por el estrecho margen de 48,3% a 45,3%. Si al menos una parte sustan­ cial del electorado comunista hubiese entendido que su candida­ to —Emst Thálmann— no tenía chances (obtuvo el 6,4%) y de que se trataba fundamentalmente de impedir el acceso de un repre­ sentante del antiguo régimen imperial a la primera magistratura del país, en la coyuntura decisiva de los años de la crisis el presi­ dente de la República hubiese sido un demócrata del centro. Mucho de la retórica de campaña de los partidarios de Hin­ denburg se basó en el mito de que se trataba de "una figura por encima de los partidos", dedicada solamente a los intereses que unían a todos los alemsfnes. En algunas versiones historiográficas ese mito perdura hasta nuestros días, pero en realidad el an­ ciano militar prusiano permitió que aun antes del estallido de la crisis económica sus asesores inmediatos persiguiesen una polí­ tica orientada hacia tres objetivos: 1) La desintegración del frente unido dificultosamente for­ mado por los partidos de Weimar desde 1918. 2) La instauración de un gobierno autoritario basado en una coalición de todas las derechas duras, incluyendo —si fue­ se necesario— al NSDAP com o asociado subordinado y a largo plazo. 3) La restauración de la monarquía. 79 De allí que el jefe de la bancada del DNVP proclamase que los votantes del anciano mariscal habían testimoniado su adhesión a "la idea de la personalidad capaz de ejercer liderazgo” y "a aquella parte del pasado que precedió a 1918". En ese sentido en 1929 Heinrich Brüning y el general Schleicher (que luego serían cancilleres por la gracia de Hindenburg) coincidieron reservada­ mente en que "al final de las inminentes reformas” debía volver la monarquía. El significado ominoso de la nueva situación no fue ignorado por algunos observadores lúcidos: ya en 1925 el editorialista de un diario importante había señalado que "lamenta­ blemente, ahora una nube muy oscura cubre el futuro del pue­ blo alemán”.''^ El primero de los objetivos de la camarilla de Hindenburg se vio favorecido por las crécientes desinteligencias entre los tres par­ tidos más fíeles a la democracia, las que culminaron en la ruptu­ ra de la coalición en marzo de 1930, al no poder llegar a acuerdos mínimos en materia de financiación del seguro de los desocupa­ dos. Así cayó el último gobierno de base parlamentaria presidido por el canciller Hermann MüUer. A partir de entonces lo reempla­ zaron sucesivos gabinetes irremediablemente efímeros, sosteni­ dos básicamente por las atribuciones especiales del presidente, se­ gún una muy dudosa combinación de los artículos 48 y 25 de la Constitución para situaciones excepcionales. Pero tampoco esta constelación crecientemente conservadora lograba incrementar su caudal electoral o implementar un programa económico capaz de superar la depresión. Políticas anticíclicas, desligadas de la or­ todoxia deflacionista que propugnaban los economistas liberalconservadores, fueron propuestas en términos teóricos por el pro­ pio J. M. Keynes en una serie de conferencias en Alemania durante 1930-1932, y fueron incorporadas a planes que propusieron exper­ tos alemanes en 1931 (W. Lautenbach y H. Schaffer) y 1932 (E. Wagemann). El canciller Brüning las rechazó indignado, pero Hitler las utilizaría poco después, en una versión deformada por el militarismo. El sücesor de Brüning, Franz von Papen, intervino el gobierno de la provincia de Prusia en julio de 1932 apoyado en la declaración del éstado de sitio y la amenaza de arrojar al ejército contra el gobierno civil presidido por Otto Braun. Creyendo que 80 f se acercaba a su segundo objetivo político, el círculo de Hindenburg en realidad contribuía a facilitarle el camino a los nazis. El diario de Hitler saludó el atropello con alegría: "se ha comenzado con la liquidación" del "dominio” de los traidores de noviembre de 1918 y "nosotros la vamos a completar”. 2. ¿“Toma" o "entrega" del poder? Tras la poco precisa denominación de "toma del poder” utili­ zada por la propaganda del Tercer Reich se disimulaba lo que en realidad fue una entrega de resortes clave del Estado efectuada tras una negociación entre partes desiguales, cada una de las cua­ les pensaba que iba a manipular y subordinar a la otra. El nue­ vo régimen no fue el producto de una mayoría nazi lograda en una elección libre, ni de una huelga general revolucionaria de las masas empobrecidas. En el invierno de 1933 se formó una alian­ za táctica sin precedentes entre una serie de fuerzas sociales y políticas que representaban a menos de la mitad de los alema­ nes, pero que contaban con medios económicos, periodísticos y coercitivos muy superiores a los de sus fragmentados adversa­ rios. Una parte de la mencionada negociación fueron Hitler y el NSDAP, la otra, una coalición de fuerzas conservadoras y antide­ mocráticas encabezada por Franz von Papen; Oskar, el hijo del presidente Hindenburg, y Hugenberg, el jefe del DNV?. Entre las once figuras del primer gobierno de Hitler figuraban sólo tres na­ zis. En cuanto a los componentes sociales y las motivaciones do­ minantes del conglomerado conservador, se pueden resumir de la siguiente manera: • • El poderoso grupo de presión de los latifundistas prusia­ nos del este de Alemania, terriblemente preocupados por las señales que daba el Parlamento de que se iba a iniciar una investigación sobre la corrupción en el manejo de los subsidios estatales para ese sector del agro. Una parte de la gran industria —especialmente en los sec­ tores de la siderurgia y del carbón— interesada en obte81 ner un gobierno fuerte que realizase una política anticí­ clica en gran escala, reactivando el mercado deprimido por la prolongada crisis. K. von Schroder, uno de los em­ presarios de ese grupo, ha dejado el siguiente testimonio acerca de esto: Un interés común de los dirigentes de la economía esta­ ba dado por el miedo al bolchevismo y la esperanza de que los nacionalsocialistas, con el poder en sus manos, crearían una base política y económica sólida en Alema­ nia. Otro interés compartido era el deseo de convertir en realidad el programa económico de Hitler, siendo allí un punto esencial el que preveía una economía dirigida por sí misma [por los propios empresarios], respondiendo con soluciones a los problemas que plantearía la conduc­ ción política. [...] También esperaban el inicio de una co­ yuntura económica positiva gracias al incremento de la demanda proveniente del Estado."'® Más allá de esto, en parte del mundo empresario, entre los grandes terratenientes, en los partidos DVP y DNVP, así com o en el ala derecha del Zentrum, existía ya desde fines de los años veinte el proyecto de anular la influencia del Parlamento, los par­ tidos obreros y el sindicalismo.'*^ Una parte de los altos mandos del ejército estaba convencida de que con un gobierno de participación nacionalsocialista sería fácil disciplinar e integrar a la turbia masa de los milicianos de las SA en sus planes de defensa y rearme, planes que coincidían con los proyectos de los nazis y la industria pesada. El pequeño círculo que controlaba el entorno inmediato del anciano presidente Hindenburg soñaba con un gobierno autori­ tario que preparase el camino para la posterior restauración de la monarquía. El hijo del presidente, el ex canciller von Papen, el di­ rigente del DNVP, Hugenberg, el jefe de los veteranos Cascos de Acero, Seldte, y algimos miembros de la familia HohenzoUem aca­ riciaban este proyecto desde hacía tiempo. En febrero de 1932 un cortesano del káiser exiliado en Holanda había hablado con Hitíer y creyó que se trataba de un “legitimista”, y poco después el 82 propio Guillermo II se declaró convencido de que el NSDAP tra­ bajaba para lograr su restauración. No es de extrañar que en ene­ ro de 1933 el ex emperador y su heredero se entusiasmaran con la noticia del gabinete Hitler-Papen y manifestaran su esperanza de que esto fuese sólo el prólogo de una rápida vuelta a la monarquía. Uno de los más fuertes lazos que anudó esta coalición fue la tesis de Hitler sobre la supuesta incompatibilidad entre el capita­ lismo y la democracia. Pocos la expresaron de manera tan cruda com o él, pero se trataba de una^dea ampliamente difundida en la derecha alemana de esa época. En un discurso reservado a un círculo de industriales, el jefe del nazismo manifestó lo siguiente: La economía privada no puede mantenerse en la era de la de­ mocracia; sólo se la puede imaginar si el pueblo posee una idea fundamental sobre autoridad y personalidad. Todo lo po­ sitivo, bueno y valioso que se ha creado en los ámbitos de la economía y la cultura se debe exclusivamente a la significa­ ción de la personalidad. Pero si se traspasa la defensa de lo realizado, es decir, su administración política a una mayoría, todo se hunde sin remedio. Todos los bienes vitales que posee­ mos se los debemos a la lucha de unos cuantos seres selectos.'*® Al darle el cargo de canciller a Hitler, Hindenburg cometió una traición política y moral de enormes consecuencias. En abril de 1932 había sido reelecto por una coalición de tipo centrista, asumiendo el rol de garante de la Constitución y del Estado de derecho frente a las amenazas de la violencia callejera y el des­ precio general por la ley de la que daban continuas muestras las milicias nazi y comunista. Para la victoria electoral del viejo mi­ litar fueron indispensables 8 millones de votos socialdemócratas, sin los cüales habría sucumbido frente a Hitler por una relación de 13,4 millones de votos contra 11,3. Sin embargo, el 20 de ju­ lio de ese año aceptó que el efímero canciller von Papen intervi­ niese ilegalmente el estado provincial de Prusia, (dos tercios del país), desalojando al gobierno socialdemócrata y “purgando" la pohcía en sentido ultraderechista, creando así las condiciones ideales para la continuación del terrorismo callejero de las SA. Y sólo nueve meses después de su reelección, Hindenburg entrega­ 83 ba la cancillería al jefe de un partido cuyo programa y conducta se orientaban claramente a la destrucción de la Constitución y el aniquilamiento de las fuerzas políticas que la respetaban. 3. Momento comparativo: coincidencias y divergencias de los movimientos italiano y alemán Haremos ahora un alto en el camino a fin de someter ambos casos a un análisis comparativo, desarrollado a lo largo de diez cuestiones. Éstas se han agrupado en tres ámbitos que correspon­ den a la organización seguida en el primer capítulo de este libro. C o m p a r a c io n e s e n e c o n o m ía y s o c ie d a d 1. Las disparidades cronológicas El fascismo sólo estuvo poco más de tres años en el llano, mientras que el nazismo tardó casi catorce años en superar esa etapa. En consecuencia, se puede decir que Hitler pudo llegar al poder con una organización política relativamente más cohesio­ nada y con cuadros que en muchos casos habían pasado los años decisivos de su formación juvenil en el NSDAP antes de llegar a una posición social y a la estabilidad económica personal. Figu­ ras importantes del posterior régimen —como Rosenberg, Himm1er, Goebbels, Bormann, Darré, von Schirach y otros— práctica­ mente carecían de otra experiencia prolongada de identificación y sentido de pertenecía política o profesional fuera de ese partido. 2. Las estructuras de la modernidad socioeconóm ica Medida según el índice compuesto de Vanhanen (IRP), la mo­ dernidad socioeconómica de Italia a comienzos de la década de 1920 mostraba un retraso estructural si se la comparaba con el ín­ dice de democratización. En ese sentido, el éxito del fascismo pue­ de ser interpretado como expresión de esa inmadurez de-las bases sociales del sistema político. En el caso alemán, la democracia del período de Weimar resulta coherente con el alto nivel del IRP, y el crecimiento de un movimiento antidemocrático como el nazismo no puede explicarse por ningún retraso de las estructuras materia­ 84 les expresadas por datos cuantitativos. Es claro que en este caso ju­ garon un papel decisivo aspectos cualitativos, relacionados con la cultxira política y la correlación coyuntural de los factores de poder. 3. Las coyunturas socioeconóm icas de dos años críticos: 1922 y 1933 Los fascistas llegaron al poder en un año que ya implicó la re­ cuperación de la crisis de posguerra. En cambio, los nazis lo logra­ ron cuando todavía no era visible la superación de la crisis econó­ mica internacional iniciada en 1929-1930. Más allá de esta obvia diferencia, hubo una pauta general común a Italia y Alemania: los tres o cuatro años inmediatamente precedentes a las respectivas lle­ gadas al poder fueron económicamente malos, contribuyendo de esa manera al desprestigio de las fuerzas políticas gobernantes. En ese sentido indirecto hubo un proceso de mediano plazo que hizo más creíbles las críticas y las promesas de dos partidos nuevos que no habían tenido responsabilidades de gobierno hasta 1922 y 1933. C o m p a r a c io n e s e n p o l ít ic a y c u l t u r a 4. La capacidad organizativa Como consecuencia de la realidad cronológica señalada en el primer punto, el fascismo italiano llegó al poder básicamente co­ mo un aparato de combate, provisto con una red organizacional mucho más pequeña y embrionaria que la del NSDAP una déca­ da después. Hacia 1932 se puede decir que una parte no peque­ ña de la sociedad alemana ya se hallaba inmersa en un proceso de nazifícación "desde abajo", antes de que éste se hiciese masi­ vo e irresistible desde el Estado. 5. Ideología, propaganda y com posición social de los m ovim ientos Tanto en el caso italiano com o en el alemán, la prédica de es­ tos movimientos resultó estar más desvinculada de limitaciones clasistas, subculturales y regionales que lo usual en sus competi­ dores políticos, fuertemente anclados en tradiciones y electora­ dos específicos, cultivados a lo largo de muchos decenios. En tér­ minos de intereses materiales, fascismo y nazismo prometían casi 85 todo a casi todos, pero sus principales elementos aglutinadores eran un puñado de mitos histórico-políticos con pretensión de representar la "esencia" de la política: a) la defensa del "sentido po­ sitivo" de la Primera Guerra Mundial com o supuesta medida de la verdadera identidad nacional; b) el mito de la "conspiración" de todos los "antinacionales", culminando en los "bolcheviques"; c) la imagen del resurgimiento de una grandeza pasada y de la "misión" internacional de la propia nación; d) la capacidad del Es­ tado "fuerte" para dar una respuesta "armónica" o "comunitaria" a los excesos no sólo del individualismo, sino también del colec­ tivismo; e) la construcción psicopolítica del líder carismático. Hay que señalar que en la imagen nazi de los "antinacionales" había un componente que no se encontraba en la ideología del movi­ miento fascista: el antisemitismo. Pero esa ausencia no fue con­ siderada por Hitler razón suficiente para negar que tanto el NSDAP como el PNF pertenecían a una misma familia política. Tanto en Italia com o en Alemania, esta oferta ideológica resultó espe­ cialmente atractiva para sectores de las clases medias urbanas y rurales, grupos profesionales muy vinculados al Estado y al siste­ ma educativo, veteranos de guerra y varones jóvenes. 6. El papel de la violencia En los dos casos ocurrió que ninguna fuerza política compe­ tidora fue capaz de dotarse de unas milicias comparables en nú­ mero y capacidad letal a fascistas y nazis. Esto estuvo estrecha­ mente relacionado con la enorme capacidad de unos y otros para atraer a personas con experiencia en la guerra de trincheras. En Italia el nivel de violencia callejera fue superior al de Alemania, pero en ambos países hubo mucha tolerancia y hasta simpatía y apoyo por parte de los organismos de seguridad del Estado. A fin de cuentas, ni los escuadristas ni las SA tomaron el poder en un enfrentamiento abierto con esos organismos. 7. El pod er electoral El nazismo logró en 1932 un caudal electoral muy superior al que había tenido el fascismo en 1922. Por otra parte, ninguno de los dos movimientos tenía la mayoría absoluta antes de acce­ der al poder. Su peso relativo en el panorama electoral se vio po­ 86 tenciado por el hecho de que sus adversarios estaban muy frag­ mentados, mostrándose incapaces de construir algo que fuese más allá de efímeras coaliciones. 8. El presunto “peligro ro jo ” ' Tanto fascistas com o nazis explotaron en su propaganda el tema del miedo al comunismo y la tesis de que socialdemócratas y comunistas no eran más que dos versiones del mismo mal. Es­ to, sin duda, les atrajo seguidores y fue un elemento funcional en la coyuntura que los llevó al poder. Sin embargo, los datos sobre la relación de fuerzas, tanto en la Italia de 1922 com o en la Ale­ mania de 1932-1933, permiten afirmar que el apocalíptico lema “Roma o Moscú" (o "Hitler o Lenin") era un falso dilema, ya que en ninguno de los dos casos existía una chance para quienes so­ ñaban con una revolución de cuño soviético. Todavía hoy se en­ cuentran autores que parecen considerar que la dirigencia nazi realmente creía en una inminente "revolución comunista", pero la evidencia documental no apoya esa creencia y en cambio apunta hacia el carácter manipulatorio del tema en la propagan­ da de ambos movimientos fascistas.'*® 9. La entrega del poder Las simihtudes de la entrega del poder a fascistas y nazis fue­ ron evidentes: siempre surgió de una negociación con los conser­ vadores y después de que Mussolini y Hitler diesen numerosas pruebas de que los componentes aparentemente “socialistas" de su ideología no implicaban un ataque a la propiedad privada. Hu­ bo una importante diferencia de grado; en Italia el bloque enca­ bezado por la monarquía de Saboya era un socio más fuerte que su paralelo alemán, encabezado por el presidente Hindenburg. Los años posteriores iban a mostrar el peso de esta diferente re­ lación en las evolución de los dos regímenes. La c o m p a r a c ió n e n e l p l a n o in t e r n a c io n a l 10. Escenarios diferentes Los "años de lucha" del fascismo transcurrieron en una eta­ pa internacional signada por la relativa fortaleza de estadistas e 87 instituciones de cuño liberal, democrático y del socialismo m o­ derado. El fenómeno italiano aparecía en 1922 com o una excep­ ción dentro de ese panorama, no como una oleada de alcance eu­ ropeo. Pero al comenzar la década de 1930, la confluencia de una serie de tendencias —la crisis económica, un cierto desprestigio de la Liga de las Naciones, el aislacionismo norteamericano, la agresión japonesa en Manchuria, el desarrollo de tendencias po­ líticas similares al fascismo en numerosos países— había altera­ do el escenario mundial. Hitler llegó al poder cuando flotaba en el aire una sensación generalizada de que los nacionalismos au­ toritarios constituían "la ola del futuro”. Teniendo en cuenta estas comparaciones, las coincidencias de los dos movimientos, ya señaladas en el capítulo dedicado a la emergencia del fenómeno, resultan muy notables. No es una casualidad que en el tercer congreso del NSDAP (1927) el teóri­ co nazi Alfred Rosenberg se refiriese elogiosamente al fascismo italiano com o "la primera embestida” contra el Estado mundial internacional de los judíos y que en 1941 Hitler llegase a afirmar en su círculo íntimo que "sin la camisa negra probablemente no habría existido la camisa parda” y que "el simple hecho” que al­ go com o la "Marcha sobre Roma en 1922” hubiese triunfado "nos dio un impulso a n o so tro s".D ich o esto, permanecen no menos claros los rasgos específicos de cada trayectoria nacional. 88 C a p ít u l o V La trayectoria del régimen fascista 1. La "fascistización” de Italia y las guerras exitosas^' En el cuadro cronológico siguiente se consignan datos im­ portantes para entender la dinámica del régimen hasta 1939, es decir, mientras conservó cuotas relativamente altas de autono­ mía. La posterior inmersión en una guerra desencadenada por Alemania inauguró una etapa signada por el predominio de fuer­ zas externas, a la cual se le dedicará una sección especial de es­ te capítulo. Años 1923 El régim en La política exterior Las "escuadras" fascistas se transforman Se intensifica la "reconquista" de Libia. en Milizia Volontaria per la Sicurezza Nazionale (MVSN) (enero). Nueva ley electoral (julio). Crisis diplomática entre Italia y Grecia. Breve ocupación italiana de Corfú (agosto). 1924 Victoria fascista en las elecciones Pacto del Adriático entre Italia y Yugoslavia parlamentarias (abril). (enero). Matteoti denuncia fraude y violencia. Es asesinado y se inicia una crisis del régimen (junio). 1925 Mussolíni acepta la responsabilidad por las acciones fascistas. Rn de la crisis (enero). Muchos opositores abandonan el país. Creación de la Opera Nazionale Dopolavoro (mayo). 89 Pacto del Palazzo Vidussoni entre asociaciones industriales y sindicatos fascistas (octubre). Una ley aumenta los poderes del jefe de gobierno (diciembre). 1926 Es abolido el derecho de huelga: ley laboral Rocco y 0 . N. Balilla (abril). Tribunal especial para crímenes políticos. Policía secreta (OVRA) (noviembre). 1927 Carta del Lavoro (abril). Churchill visita a iVlussolini (enero). Tratado de Amistad entre Italia y Hungría (abril) Albania, protectorado italiano de facto (noviembre). 1928 Nueva ley electoral barre con los últimos Italia adhiere al Pacto Briand-Kellogg (agosto). residuos democráticos (septiembre). 1929 Se establece el Gran Consejo del Fascismo Italia firma tratados de amistad con Turquía, (diciembre). Grecia y Abisinia (diciembre). Pactos de Letrán resuelven la "cuestión Se intensifican la resistencia libia y la romana". Los aprueba un plebiscito represión italiana al mando del general Graziani (febrero). (noviembre). 1930 Tratado de amistad entre Italia y Austria (febrero). 1931 Creación del Istituto Mobiliare Italiano (IM I). 1932 Se publica la Doctrina del fascismo. Italia concluye la "reconquista" de Libia. Nuevo Estatuto del PNF (noviembre). 1933 1934 Creación del Istituto per la Ricostruzione Pacto de No Agresión y Amistad entre Italia Industríale (IRI) (enero). y la URSS (septiembre). Ley de Formación y Funciones de las Primer encuentro de Mussolini con Hitler Corporaciones (febrero). en Venecia (junio). Inauguración del Consejo de las Italia garantiza la independencia de Austria Corporaciones (noviembre). Oulio). Incidente fronterizo entre Italia y Abisinia (didembre). 1935 Italia participa de la Conferencia de Stresa (abril). Invasión de Abisinia (octubre). 90 í? Italia anexa Abisinia (mayo). 1936 Fin de las sanciones de la Liga de las Naciones. Mussolini apoya el levantamiento de Franco (julio). I}■ Italia y Alemania proclaman el "Eje Roma-Berlín" li lí' (octubre). 1937 Asesinato de los hermanos Roselli, Se intensifica la intervención italiana en la activistas antifascistas (junio). Guerra Civil Española. Creación de la Gioventú Italiana del Mussolini visita Alemania (septiembre). Littorio (GIL) (octubre). Italia se une al Pacto Anticomintern de Alemania y Japón (noviembre). 1938 Manifiesto de la Raza y primeras Acuerdo anglo-italiano sobre cuestiones medidas antisemitas (julio). bilaterales (abril). Hitler visita Roma (mayo). Seria tensión entre Italia y Francia (noviembre). ai 1939 Italia invade Albania (abril). La Cámara de los Fascios y las Corporaciones reemplaza al Parlamento Pacto de Acero entre Italia y Alemania (mayo). (enero). En primer lugar se advierte la existencia de una etapa que va desde el nombramiento de Mussolini com o primer ministro has­ ta comienzos de 1925. Los sucesos de ésta prueban la imposibi­ lidad de adaptar el fascismo a la Italia democrática que se había esbozado en la década anterior. La Ley Acerbo de 1923 reformó el sistema electoral, estipulando que el partido o coalición que triunfase y obtuviese más del 25% de los votos recibiría dos ter­ cios de los escaños parlamentarios. Sólo el resto quedaba sujeto al sistema proporcional. Los socialistas quedaron prácticamen­ te solos en la oposición a este cambio; los conservadores siem1 pre habían sido enemigos de la representación proporcional, y el Partido Popular se fracturó, quedando el sector mayoritario en i la abstención. Pero la ley buscada por el fascismo obtuvo los 16 (.votos del ala derecha de los populares. En la elección general de 11924 lá lista de la "concentración nacional" encabezada por el >fascismo se impuso incluso por dos tercios del electorado, resulí>tado que se vio facilitado —especialmente en el sur del país— por 91 Pacto del Palazzo Vidussoni entre asociaciones industríales y sindicatos fascistas (octubre). Una ley aumenta los poderes del jefe de gobierno (diciembre). 1926 Es abolido el derectio de huelga: ley laboral Rocco y 0 . N. Balilla (abril). Tribunal especial para crímenes políticos. Policia secreta (OVRA) (noviembre). 1927 Carta del Lavoro (abril). Churchill visita a IVlussolíní (enero). Tratado de Amistad entre Italia y Hungría (abril) Albania, protectorado italiano de facto (noviembre). 1928 Nueva ley electoral barre con los últimos Italia adhiere al Pacto Briand-Kellogg (agosto). residuos democráticos (septiembre). 1929 Se establece el Gran Consejo del Fascismo Italia firma tratados de amistad con Turquía, (diciembre). Grecia y Abisinia (diciembre). Pactos de Letrán resuelven la "cuestión Se intensifican la resistencia libia y la romana". Los aprueba un plebiscito represión italiana al mando del general Graziani (febrero). (noviembre). 1930 Tratado de amistad entre Italia y Austria (febrero). 1931 Creación del Istituto Mobiliare Italiano (IIVII). 1932 Se publica la Doctrina del fascismo. Italia concluye la "reconquista" de Libia. Nuevo Estatuto del PNF (noviembre). 1933 1934 Creación del Istituto per la Ricostruzione Pacto de No Agresión y Amistad entre Italia Industríale (IRI) (enero). y la URSS (septiembre). Ley de Formación y Fundones de las Primer encuentro de Mussolini con Hitler Corporaciones (febrero). en Venecia (junio). Inauguración del Consejo de las Italia garantiza la independencia de Austria Corporaciones (noviembre). (julio). Incidente fronterizo entre Italia y Abisinia (didembre). 1935 Italia partidpa de la Conferencia de Stresa (abril). Invasión de Abisinia (octubre). 90 Italia anexa Abisinia (mayo). 1956 Fin de las sanciones de la Liga de las Naciones. Mussolini apoya el levantamiento de Franco (julio). Italia y Alemania proclaman el "Eje Roma-Berlín" (octubre). 1937 Asesinato de los hermanos Roselli, Se intensifica la intervención italiana en la activistas antifascistas (junio). Guerra Civil Española. Creación de la Gioventú Italiana del Mussolini visita Alemania (septiembre). Littorio (GIL) (octubre). Italia se une al Pacto Anticomintern de Alemania y Japón (noviembre). 1938 Manifiesto de la Raza y primeras Acuerdo anglo-italiano sobre cuestiones medidas antisemitas Quilo). bilaterales (abril). Hitler visita Roma (mayo). Seria tensión entre Italia y Francia (noviembre). 1939 La Cámara de los Fascios y las Italia invade Albania (abril). Corporaciones reemplaza al Parlamento (enero). Pacto de Acero entre Italia y Alemania (mayo). En primer lugar se advierte la existencia de una etapa que va desde el nombramiento de Mussolini com o primer ministro has­ ta comienzos de 1925. Los sucesos de ésta prueban la imposibi­ lidad de adaptar el fascismo a la Italia democrática que se había esbozado en la década anterior. La Ley Acerbo de 1923 reformó el sistema electoral, estipulando que el partido o coalición que triunfase y obtuviese más del 25% de los votos recibiría dos ter­ cios de los escaños parlamentarios. Sólo el resto quedaba sujeto al sistema proporcional. Los socialistas quedaron prácticamen­ te solos en la oposición a este cambio; los conservadores siem1 pre habían sido enemigos de la representación proporcional, y el Partido Popular se fracturó, quedando el sector mayoritario en tlá abstención. Pero la ley buscada por el fascismo obtuvo los 16 (.votos del ala derecha de los populares. En la elección general de U924 lá lista de la "concentración nacional" encabezada por el ?Jcfascismo se impuso incluso por dos tercios del electorado, resul1' í>tado que se vio facilitado —especialmente en el sur del país— por 91 la inclusión de ochenta candidatos liberal-conservadores y trece fascistas recentísimos venidos del partido católico. Por otra par­ te, en ese año se hizo plenamente palpable la recuperación de la economía europea de las dificultades de la posguerra, fenómeno que favoreció a todos los gobiernos entonces en ejercicio. En agu­ do contraste con la confluencia de las derechas, la izquierda ita­ liana se presentó separada en tres bloques: el Partido Socialista Italiano, el sector reformista de Turati y Matteoti y el Partido Co­ munista Italiano conducido por Gramsci y Bordigha. Antes de la Primera Guerra Mundial muchos observadores cri­ ticaban el fraude conservador, endémico en el sur del país, y da­ ban como tarea política próxima el saneamiento de esta situación. Pero en las elecciones de 1924, los fascistas, sedicentes "renova­ dores" de la vida pública y ahora aliados con el viejo establishment liberal-conservador, demostraron que podían mantener y convertir el fraude en una práctica nacional. Parte del panorama era el hecho de que la abstención electoral —en muchos casos cau­ sada por el temor— fue muy alta: 4.750.000 italianos (del total ha­ bilitado de 12 millones) no acudieron a las urnas. Algunos párra­ fos del diputado socialista Giacomo Matteoti en el Parlamento dieron una certera imagen del poco edificante clima preelectoral: En primer lugar tenemos la declaración explícita del gobier­ no, repetida por todos los órganos de la prensa oficial [...] de que las elecciones no tenían sino un valor bastante relativo, pero que en todo caso [...] el gobierno se mantendría en el poder con la fuerza, aunque... [vivas interrupciones desde la derecha y el centro]. Voces de la derecha: ¡Sí, sí! Nosotros hemos hecho la guerra' [...]. [Sigue M.:] Para reforzar ese propósito del gobierno existe una milicia armada. [...] Luego se da una serie de hechos que sucesivamente han viciado y anulado todas las singulares manifestaciones electorales [...] El supuesto esencial de to­ da elección es que los candidatos [...] puedan exponer sus opiniones [...] en locales públicos o privados. En Italia, en la mayor parte de las localidades, esto no fue posible. Uno de los candidatos, el honorable Piccinini [...] fue asesinado en 92 su casa por haber aceptado la candidatura [...]. No conti­ núen ustedes [dirigiéndose a los fascistas] hasta tener la na­ ción dividida en amos y súbditos, porque este sistema cier­ tamente provoca el desorden y la revuelta.^^ La respuesta fascista —el asesinato de Matteoti— desencade­ nó una crisis en la cual la "huelga” de un sector de legisladores ("los aventinos”) casi produjo la caída de Mussolini. Los que in­ tegraron este grupo de protesta fueron los comunistas, los dos partidos socialistas y un conjunto de republicanos y liberal-demó­ cratas encabezados por Giovanni Amendola. Pero Giolitti y su co­ mitiva no se plegaron a la iniciativa, quedando otra vez clara la real relación de fuerzas. Las instituciones conservadoras —la mo­ narquía, las fuerzas armadas, los grupos de presión económicos y la Iglesia— permanecieron en actitud pasiva, pero claramente favorable a la continuidad del experimento fascista. Mussolini se deshizo de los dos funcionarios más desprestigiados del Ministe­ rio del Interior y reorganizó el gabinete con figuras provenientes del nacionalismo (recientemente integrado al fascismo) y del li­ beralismo conservador. Al finalizar 1924, los comandantes de la MVSN le exigieron a Mussolini la represión sin contemplaciones ni titubeos. El 3 de enero de 1925, el Duce denunció a los "aventinos” com o "subversivos" y asumió la totalidad de la responsabi­ lidad "por todo lo sucedido”, especialmente por haber creado con su propaganda desde 1915 "el clima histórico” que resultó en "to­ da la violencia” de la vida italiana. En medio de escenas de entu­ siasmo de los diputados fascistas, reafirmó su liderazgo y la me­ todología de la guerra en el seno de la paz al declarar que "si el fascismo ha sido una asociación criminal, entonces yo soy el jefe de esa asociación criminal”. En noviembre de 1925, los diputados "aventinos” trataron de reingresar en el Parlamento, pero resultaron expulsados a la fuer­ za por un grupo fascista encabezado por Farinacci. Desde ese momento se derrumbó toda posibilidad de resistencia y se ini­ ciaba una etapa de profundización de la "fascistización” del Es­ tado y la sociedad. La Ley Electoral de 1928 —surgida en un es­ cenario en el que ya no había prensa libre, partidos políticos ni sindicatos— disponía que el electorado no tenía más tarea que 93 aprobar o rechazar una lista única de 400 candidatos, nombra­ dos por las organizaciones verticales del régimen y a los que ha­ bía dado su visto bueno el Gran Consejo del fascismo. El "plebis­ cito" subsiguiente naturalmente fue solo una formalidad, sin contenido competitivo ni debate alguno. Entre 1930 y 1934 esta tendencia iba a continuar, tanto en lo doctrinario com o en lo relativo a un mayor intervencionismo es­ tatal. Finalmente, el período 1935-1939 estaría signado por la cre­ ciente orientación bélica del régimen y su opción por la alianza con Alemania, una potencia ideológicamente afín y percibida por Mussolini com o funcional a los proyectos revisionistas de Italia. Resulta conveniente analizar los aspectos más destacados de es­ ta "fascistización", siempre muy discutida en cuanto al verdadero alcance de sus resultados, en secciones separadas, una dedicada a política y cultura, otra a economía y sociedad, y una tercera a la política exterior. P o l ít ic a y c u l t u r a Una vez Uegado al gobierno, el fascismo se propuso demostrar que realmente era "la idea" superadora de todas las anteriores. Pa­ ra muchos simpatizantes extranjeros —y sin duda para la mayo­ ría de los propios fascistas—, la Doctrina del fascismo de 1932 era el resumen ideológico definitivo, a lo que podría agregarse una antología muy difundida, el Espíritu de la revolución fascista (1938). Otros textos, en especial el tardío Manifiesto de la raza, re­ sultan mucho menos representativos. De todas maneras, Musso­ lini jamás escribió un libro sistemático, siendo lo usual coleccio­ nes de extractos de sus discursos y artículos. Los intelectuales del régimen produjeron una bibliografía abundante y representativa de matices diferenciados entre diversos círculos de militantes, pe­ ro aun cuando se trataba de las obras de funcionarios encumbra­ dos, com o Rocco y Bottai, esos textos nunca contaron con la au­ toridad del único “definidor" que realmente contaba: el Duce. La prédica era no mucho más de lo que ya se había dicho en 1921-1922, con una tendencia clara hacia la cristalización del nú­ cleo derechista, un sector pseudorrevolucionario (el "corporativismo integral" de Ugo Spirito) y una incorporación tardía del an­ 94 tisemitismo con el “manifiesto” de 1938. De manera resumida, se podría presentar la ideología com o la agrupación de una serie de temas en dos secciones; la caracterización del enemigo y la retó­ rica de la "síntesis" nacional con alcance potencialmente mundial. a) La caracterización de las ideas y fuerzas enemigas El fascismo se definía com o "contrario al liberalismo, la de­ mocracia y el socialismo”, rechazando "el individualismo" que se habría "alzado contra el Estado", así com o "los principios de la Liga de las Naciones”. Se trataría nada menos que de "una revo­ lución salvadora para evitar a Europa el miserable fin que le es­ peraba si continuaba la democracia". b) Una supuesta “síntesis” y una nueva legitimidad con proyección hacia el exterior Mussolini sostenía que "nosotros nos damos el lujo de ser aristocráticos y democráticos, conservadores y progresistas, reac­ cionarios y revolucionarios [...] según las circunstancias de tiem­ po". Y de todas maneras, "la verdadera democracia” se habría realizado "en la Italia fascista"; además, allí se habría concreta­ do "un socialismo nacional", al cual se definía com o “simpatía por el mundo del trabajo". Por otra parte, el siglo XX estaría ba­ jo el signo ideológico “de la autoridad, de restauración hacia la derecha". Se trataba de defender valores como “religión, patria y familia", siendo necesario "restablecer severamente los princi­ pios del orden, la disciplina, la jerarquía". En el Estado "totalita­ rio y corporativo" se habría realizado la forma moderna de esos principios, porque; [...] todo está en el Estado y nada humano o espiritual exis­ te y menos aún tiene valor fuera del Estado. En ese sentido el fascismo es totalitario, y el Estado fascista, síntesis y uni­ dad de todo valor, interpreta, desarrolla y potencia toda la vi­ da del pueblo.^^ En cuanto al corporativismo, sería “la economía disciplina­ da, y por lo tanto también controlada” que "supera el socialismo 95 y el liberalismo”, creando "una nueva síntesis", capaz de "liberar" al pueblo italiano. El cual, por otra parte, también se habría de­ sembarazado de la "mentira de la soberanía del pueblo”, para reemplazarla por la aceptación de una concepción "natural" de la legitimidad: "la naturaleza, la vida misma de los pueblos pro­ ducen desigualdades necesarias”. La alianza entre el PNF y con­ servadores es definida com o una suma de "jerarquías nuevas a las tradicionales”. En ese "surgimiento de la aristocracia fascis­ ta", estaría lo fundamental de la "Revolución Fascista” . Y aún más concretamente: el derecho fascista al poder derivaría "del hecho de que nosotros llevamos al país a la guerra y la victoria” en 1915-1918. Los nuevos conflictos exteriores son presentados com o natural proyección de lo anterior. Italia "necesita colonias” ya se proclamaba en 1921, y en 1940 se afirma que "las guerras revolucionarias, primero la de Etiopía, ahora la guerra contra In­ glaterra, son la solución al problema social nacional".^'* Este edificio doctrinario culminaba en el mito del Duce. Bottai consideraba peligrosas las múltiples “competencias y aspira­ ciones en la estructura de la sociedad”, lo cual produciría "la ne­ cesidad de simplificarla, organizaría y dirigirla de modo unitario”, necesidad que rio se satisfacía simplemente con la ideología y las organizaciones impersonales, sino con un nexo emocional entre seguidores y líder: "un jefe es todo en la vida de un hombre: ori­ gen y fin, causa y propósito, punto de partida y meta Eso vi­ no a ser en los años treinta Mussolini, definido como “creador del fascismo, renovador de la sociedad civil, jefe del pueblo italiano, fundador del Imperio". Un periodista del régimen lo describía en 1940 com o "guía con pulso firme en medio de todas las tempes­ tades [...] siempre totalmente seguro de la victoria final y del pue­ blo italiano en el cual cree firmemente, así com o el pueblo cree firmemente en Él, porque Nosotros somos Él y Él es Nosotros".^^ Si, com o se ha visto, el fascismo afirmaba ser tanto la forma política más moderna, “progresista” y revolucionaria como lo con­ trario, la reacción, en el plano de esa retórica el problema de su interpretación histórica es irresoluble. Hubo oscilaciones en los énfasis respectivos, pero nunca desapareció completamente uno de los dos polos. Con todo, si se conectan los temas ideológicos 96 con las realizaciones políticas, económicas y sociales del régimen, el escenario se vuelve más claro y se puede resumir en las siguien­ tes consideraciones críticas, mientras que el fundamento empíri­ co de éstas se desarrolla en el resto del presente capítulo; • La lista de las afirmaciones "de izquierda" aparecía sin de­ finición precisa de sus contenidos o se los reformulaba en términos nada progresistas. Era el típico caso de conce­ bir com o "revolucionario” el encumbramiento de una nue­ va aristocracia. Era una concepción tomada del conserva­ durismo elitista de Vilñredo Pareto, pero en el siglo XX lo que generalmente se entendía por “revolucionario” era otra cosa: a saber, el acceso de amplios estratos de la población antes postergada a nuevos derechos y oportunidades y la destrucción de antiguos privilegios. • Las formulaciones modemizadoras más definidas apenas si tuvieron alguna realización concreta en el "ventenio fas­ cista". No hubo reforma agraria y la "mejor representación parlamentaria” no pasó de Cámaras nombradas "a dedo" desde el poder. El principal logro del corporativismo fue liberar a los empresarios de los reclamos del sindicalismo independiente. Y los arrebatos "antiburgueses” no pasaron de los escritos de publicistas sin verdadero poder, com o Spampanato y Spirito, mientras la jerarquía del régimen los desautorizaba, com o lo hizo Scorza, el último secreta­ rio general del PNF, en 1943, cuando condenó la "retórica antiburguesa en el fascismo” y definió las bases de la "uni­ dad de los italianos" como "la religión católica, la dinastía y el genio del Duce”. • La práctica del régimen resultó mucho más coherente con sus temas de derecha. Mussolini se lanzó al expansionis­ mo colonial apenas pudo, usando una "justificación” so­ cial que ya había sido formulada en Europa hacia 1880; contribuyó a la destrucción de la Liga de las Naciones, anuló el derecho de huelga, y persiguió a demócratas y so­ cialistas con un encarnizamiento que no se vio en sus con­ flictos con los conservadores. En lo fundamental se alió 97 con la monarquía y gozó del apoyo de los grandes empre­ sarios y de las elites prefascistas hasta que la derrota mi­ litar alejó a esos sectores. En un memorial interno, L. Fontanelli, un fascista crítico, ya reconoció esto en septiembre de 1943, señalando que "aparte de sus realizaciones", el régimen se había reducido a "un consorcio ,de intereses políticos y económicos contrapuestos y no fusionables , que ante el avance de los Aliados “se deshizo • El corazón de una ideología está en su concepción de la legitimidad. La del fascismo tuvo poco de moderna, por­ que rechazaba el principio contractual-voluntarista encar­ nado en el voto de las mayorías para sustituirlo por una tesis militarista-elitista. Y ésta pretendía apoyarse en una visión organicista-naturalista del mundo y de la historia. A la hora de sintetizar sus valores y metas en uno o dos "trilemas", el fascismo lanzó consignas que excluían cui­ dadosamente'toda referencia a la libertad y la igualdad, coincidiendo con una creencia básica del conservaduris­ mo autoritario del siglo XIX. La pretensión cada vez más desembozadamente "totalitaria del fascismo implicaba ante todo una relación conflictiva con las subculturas, ideologías y organizaciones preexistentes. Pero las for­ mas y grados de esa conflictividad resultaron muy variables. 1) Los sectores democrático-liberales, socialistas y comunis­ tas de la subcultura laica fueron sometidos a una persecu­ ción intensa, destacándose en esa tarea un organismo re­ presivo especial, la OVRA (Obra de Vigilancia para la Represión Antifascista). En 1927 murió Giolitti, quedan­ do sin referente nacional el viejo liberalismo transformista", y a fines de los años veinte se habían visto forzadas a emigrar casi todas las figuras destacadas que se resistie­ ron al encuadramiento en el régimen: Sturzo, de los popu­ lares; Nenni y Turati, de los socialistas; Togliatti, de los co­ munistas (Gramsci fue encarcelado hasta su muerte en abril de 1937); Amendola, Nitti y Gobetti, de los demócra­ 98 ta-liberales. Hacia 1928 se puede decir que el régimen ha­ bía obtenido "éxito" en esa tarea: la red de partidos políti­ cos, organizaciones sindicales, centros locales y periódicos que respondían a esas orientaciones había sido destruida o forzada a reconstruirse parcial y precariamente en el exi­ lio. Hasta 1943 el régimen condenó —por causas políti­ cas— a 5.155 personas a prisión y a 15.000 a confinamien­ to en regiones aisladas. 2) Con la subcultura católica tradicional, Mussolini negoció un compromiso, que muchos observadores de la época aplaudieron com o un éxito y señal de supuesta modera­ ción. La Iglesia mantuvo sus organizaciones juveniles y sus órganos de prensa, pero el fascismo logró que la jerar­ quía eclesiástica abandonara todo apoyo al Partido Popu­ lar, desapareciendo así el último obstáculo al ideal fascis­ ta de una Italia con partido único. Y en los años treinta reaparecieron las tensiones, al manifestar la Iglesia una cierta oposición a la creciente fascistización de los ámbi­ tos culturales y educativos, manifestada en la expansión de la Opera Nazionale Balilla, la Gioventú Italiana del Littorio y el Ministerio de Cultura Popular. 3) Los sectores ligados a la subcultura laica liberal-conserva­ dora también mantuvieron algunos reductos, fundamen­ talmente en las organizaciones económicas patronales, en las fuerzas armadas y en la monarquía y su entorno. Mirada superficialmente—y sobre todo en las estadísticas de la burocracia—, la empresa de fascistizar “totalmente" al pueblo italiano parecía lograda a fines de la década de 1930 y así se ex­ presó el secretario Starace en un memorial a Mussolini. De los 300.000 miembros que había tenido en 1922, el PNF pasó a 1.000.000 en 1927, a 2.500.000 (además de 750.000 de las sec­ ciones femeninas) en 1939 y a 5 millones en 1943. La MVSN (Mi­ licia Voluntaria para la Seguridad Nacional) pasó de 251.000 milicianos en 1927 a 763.000 en 1938. Además, al comenzar la Segunda Guerra Mundial, los jóvenes de la GIL eran 8 millones, los miembros de la juventud universitaria fascista (GUF) 100.000, 99 y los trabajadores integrados a la O. N. Dopolavoro, 5 millones. En el transcurso de esos años el partido se mostró mucho más exitoso en atraer a italianos de los estratos medios urbanos, que en retener o incrementar sus seguidores entre los obreros y cam­ pesinos. La presencia obrera en el aparato del régimen resultaba engañosa, porque sin la adhesión resultaba prácticamente impo­ sible obtener un puesto de trabajo. Contrastaba con esto la en­ trada masiva de hombres de negocios, profesionales y propieta­ rios en las filas fascistas. Como signo elocuente del atractivo que el correspondiente carnet ejercía en la década de 1930, circula­ ba la frase que explicaba las iniciales del partido (PNF) com o "Por Necesidad Familiar” (sobre todo si había mucho deseo de "hacer carrera"). El régimen también rezilizó un gran esfuerzo tendiente a insu­ flar de "espíritu fascista" a los medios masivos de comunicación. Durante los años treinta, el Ministerio de Cultura Popular había logrado imprirnir un sello uniforme a la prensa por medio de sus directivas ineludibles, de manera que para el italiano medio re­ sultaba cada vez más difícil percibir los contornos reales de la vi­ da política y del entorno internacional, salvo aquellos asuntos que se encontraban al alcance de su experiencia directa. Al igual que en Alemania, la radio se convirtió en uno de los instrumentos más importantes del régimen, siendo algo diferente la situación del ci­ ne. Allí no sólo siguió siendo difícil de neutralizar la seducción de las películas norteamericanas que había comenzado en la década de 1920, sino que también terminó por imponerse a comienzos de la década del cuarenta un competidor muy cercano: Alemania. La más ambiciosa producción propagandística del fascismo, El decimoséptimo año (de 1939), no logró causar el impacto europeo que tuvo cuatro años antes El triunfo de la voluntad, película en que la directora alemana Leni Riefenstahl exaltó a Hider y su par­ tido utilizando los medios técnicos más avanzados de la época. Disimuladas por el discurso exitista y totalitario, aún en las estructuras jerárquicas del régimen se mantenían importantes tensiones encubiertas, las cuales se pueden resumir en los siguien­ tes puntos: f 100 • La rivalidad entre los jerarcas territoriales del PNF y los fun­ cionarios del Estado. Apoyados por el Duce, estos últimos los prefectos— tendieron a prevalecer sobre los prime­ ros, los secretarios federales". Mussolini respondió en es­ to a las esperanzas iniciales de los socios no fascistas de su régimen (los "flanqueadores"): "La burguesía liberal ha querido a Mussolini en el gobierno para que gobernase [...] pero quiere ser gobernada por el Duce y no por los pequeños duces locales". La dualidad entre la MVSN —una milicia partidaria— y el ejército. A pesar de que en 1925 la primera había agrega­ do un juramento al rey a su compromiso inicial con el Du­ ce, siguió constituyendo un motivo de cierta preocupación para los oficiales de las fuerzas armadas, tradicionalmen­ te leales a la dinastía de Saboya. El ducismo ^laacumulación de funciones y poderes por parte de Mussolini—, en una relación ambigua con el rol poco definido del Gran Consejo, un potencial órgano de resonancia de posible insatisfacción en las filas de los “ras" fascistas. La relación entre los socios de la "diarquía” y la cuestión de la legitimidad a ese nivel. En los años veinte todavía se po­ día pensar que entre rey y Duce se mantendría un equili­ brio aproximado; pero a partir de 1935-1936, este último comenzó a asumir los aires de "socio mayor", oscilando entre momentos de condescendencia y de irritación en su actitud hacia la casa de Saboya. Lo cierto es que persistió una indefinición sustancial en el tema de la legitimidad de todo el sistema político. El mismo no pudo dotarse de una concepción unificada y clara, que señalase el depositario último de la soberanía, sobre todo en un caso de extrema crisis. En teoría el monarca podía pedirie la renuncia a Mussolini, pero esa posibilidad —y con ella la de desarti­ cular el fascismo— de ninguna manera estaba contempla­ da en el marca de la "doctrina del fascismo". Para ésta, el Duce era el jefe del pueblo italiano" ...pero entonces, ¿de quiénes era jefe Vittorio Emanuelle III? El espinoso asun101 to era eludido, aunque indirectamente parecía como nega­ do, dada la continua invocación del carácter absoluto del nuevo "derecho histórico" surgido de la "Revolución Fas­ cista”. Así, la cuestión quedaba abierta a una posible deci­ sión oportunista, derivada de los hechos y potencialmen­ te desencadenante de una guerra civil. En 1940 Mussolini parecía estar decidido a clarificar este asunto en un futuro próximo, como lo anotó Ciano en su “Diario": El Duce me informa que el general Soddu ha hablado al rey sobre la cuestión del Mando Supremo Italiano, el cual Mussolini quiere asumir personalmente. Parece que Su Majestad se ha resistido fuertemente, basando en la Cons­ titución su propio derecho a decidir. Sin embargo, final­ mente aceptó un compromiso, esto es, una delegación de poderes. Mussolini mostró irritación. Dijo claramente que después de que se hubiese ganado la guerra era su inten­ ción desembarazarse de la monarquía, la cual no le gus­ ta y cuyo peso no puede seguir tolerando.^® E c o n o m ía y s o c ie d a d El fascismo logró relativamente escasas transformaciones en el mundo agrario de Italia, cuyo peso en la economía seguía sien­ do considerable. Sobre todo en el sur siguió vigente el tradicional dominio de los padroni, debajo de una delgada capa de funciona­ rios locales fascistas, básicamente encargados de una labor de propaganda y control político. Lo cierto es que el porcentaje de los propietarios en la población rural no aumentó —era el 33,6% de la población activa agraria en 1921 y el 33,5% en 1936—, y en general el campesinado pobre no experimentó mejoras. En la elite empresaria urbana, la aceptación del fascismo fue en muchos casos entusiasta, cosa que no sorprendió demasiado a los observadores. El régimen desarrolló en sus primeros ciños una política financiera ortodoxa, pero nunca faltaron medidas proteccionistas especialmente favorables a los intereses de la gran industria, las cuales se intensificaron en la década de 1930, período en que también crecieron el intervencionismo estatal, la cartelización y la concentración del capital. En ese marco, Italia 102 se orientó cada vez más hacia una economía desequilibrada por el creciente peso del gasto militar: de un 2,6% del ingreso nacio­ nal en 1923 pasó a un 5,4% en 1931 y al 18,4% en 1936. En cam­ bio. la pequeña y mediana empresa, y en especial la industria li­ viana de bienes de consumo, se vieron relegadas por la política oficial. La impresión de conjunto en el ámbito económico es la del predominio de las continuidades sobre los cambios. El apo­ yo de los grandes empresarios sólo se enfrió a finales de los trein­ ta, especialmente por la lentitud e inoperancia de muchos engra­ najes en la burocracia) corporativa. El sindicalismo, autónomo ya había sido muy debilitado por la violencia escuadrista de 1921-1922, y en los años siguientes fue incesante la propaganda relativa a la supuesta novedad del corporativismo com o solución fascista de la cuestión social. Pero la pretensión siempre estuvo muy por encima de la irealidad, muchí­ simo más modesta. Al respecto tenían una percepción Ijastante realista algunos de los miembros de la propia jerarquía fascista, com o lo testimonia el documento crítico que Giurati le envió a Mussolini en los tramos finales del régimen. Allí se consideraban no alcanzados los objetivos de la Carta del Trabajo, se constataba la "creación de una burocracia estatal, paraestatal y sindical-corporativa mastodóntica", la dupHcación innecesaria de oficinas y el “caos en la provisión y distribución de materias primas y ali­ mentos b á s ic o s " .L o s esfuerzos por apaciguar y encuadrar al mundo obrero también incluyeron medidas positivas, pero siem­ pre estuvieron acompañados por la represión y el miedo de los je­ rarcas al potencial antifascista que se mantenía latente entre mu­ chos trabajadores. Otra novedad era el énfasis que el fascismo ponía en el ideal de la autarquía, tema en el cual también se man­ tuvo muy grande el abismo entre la retórica y los hechos. Resulta interesante revisar comparativamente el desempeño efectivo del régimen en los diversos ámbitos de la problemática económica y social. Esos resultados se resumen en los siguientes puntos: • La modernización de Italia, medida con el índice elabora­ do por Vanhanen (IRP), se aprecia más claramente si se la compara con la trayectoria de países europeos que al co103 menzar la era fascista partieron de índices relativamente cercanos a los de Italia. Tal es el caso de Grecia, Yugosla­ via, Bulgaria, Polonia y Finlandia. Italia tuvo en la década anterior al fascismo un nivel de modernidad socioeconó­ mica equivalente al de Grecia (IRP de 2,3 y 2,4 respectiva­ mente); al cabo de dieciocho Eiños de fascismo la relación casi no había cambiado (5,4 a 5). Y entre los años veinte y los treinta, Grecia creció im poco más rápidamente que Ita­ lia. El desEUToUo italiano resultó claramente más dinámico que el de Yugoslavia, pero apenas si algo superior al de Bul­ garia (los respectivos IRP crecieron 2,1 y 2 puntos entre las décadas de 1920 y 1930). Pero Polonia se modernizó en ese lapso Eli ritmo de 3,1 y Finlandia al de 2,7. Particularmen­ te, el último caso resultaba molesto para los fascistas, por­ que quitaba credibilidad a su remanido argumento de la supuesta "ineficacia” de las democracias. La brechá de modernidad entre el norte y el sur del país no fue reducida por los veinte años del fascismo. Lo que éste logró fue prohibir el uso de la frase questione meridionale en la prensa. Persisten desacuerdos entre los especialistas en lo relativo al nivel del salario real, pero todo indica que se mantuvo estancado, sin destacarse positivamente en el panorama general de Europa en esa época. En 1930 la Organización Internacional del Trabajo demostró que los salarios reales de Italia eran, junto con los de España, los más bajos de la Europa occidental. A fines de esa década las quejas de la población por las estrecheces en el consumo aparecen re­ gistradas hasta en el "Diario” de Ciano, y la Enciclopedia italiana reconocía, para la comparación entre los años veinte y los treinta, el descenso en el consumo per cápita de artículos populares com o el vino (de un índice de 123 a 101), la harina (de 100 a 91) y el tabaco (de 99 a 81). Tam­ poco resultaba alentadora la profecía lanzada por Mussolini en 1936, según la cual la relativa prosperidad de la dé­ cada de 1920 ya no retomaría al mundo. Sin embargo, en notable contraste, se produjo un gran incremento de las 104 ganancias industriales, y el interés neto por capital inver­ tido pasó de 1,38% en 1932 a 7,28% en 1936. • Hubo importantes aumentos del gasto público en salud y bienestar social, pero algo similar ocurrió en muchos otros países europeos de ese tiempo, sin que por ello tuviesen necesidad de implantar ningún aparato represivo compa­ rable al fascista. En el caso de Italia esta tendencia se vio contrapesada por un presupuesto militar sobredimensionado y la escasez de los servicios sociales que llegaban al campesinado. • En la crisis de los años treinta, el fascismo no logró dar más puestos de trabajo que la democrática y supuestamen­ te decadente Francia; el desempleo italiano osciló entre el 4,3 y el 5,9%, mientras que el francés lo hizo entre el 2,2 y el 4,5%. Por otra parte, también la transparencia de la in­ formación pública es un componente de cualquier idea ra­ zonable de modernidad; resulta elocuente el hecho de que en esa década el régimen haya comenzado a retacear la in­ formación p b re índices socioeconómicos importantes. • En la industria italiana los costos eran a]tos y la innovación tecnológica lenta. En algunos sectores de importancia de­ cisiva incluso se produjeron tendencias regresivas: mien­ tras que en 1919-1920 el 33% de los estudiantes universita­ rios estaban en las carreras de ingeniería, ciencias duras y matemáticas, en 1939-1940 se habían reducido al 13,6%. En términos estrictamente cuantitativos, los Estados que ha­ cia 1939-1940 presentaban impresionantes estadísticas de acele­ ración industrializadora eran dos: Japón y la URSS, pero no ItaHa. Claramente, el posible atractivo del "modelo" fascista para imitadores extranjeros debía tener otros ingredientes.*® P o l ít ic a e x t e r io r e n e l á m b it o d e l e q u il ib r io ENTRE LAS POTENCIAS Hasta el año 1934 la política exterior de Mussolini mantuvo un perfil en el que predominaban los rasgos de continuidad con la conducta internacional de la Italia prefascista. Había negociacio­ 105 nes diplomáticas de tipo tradicional, con algún ocasional golpe de efecto, como fue la crisis de Corfú en 1923. Los intereses subya­ centes a la diplomacia italiana eran los que ya existían en 1919: las relaciones con Yugoslavia, el statu quo en Europa central (es­ pecialmente una Austria independiente) y el desarrollo de la posi­ ción colonial en África. De todas maneras, muy pronto se desple­ gó una retórica sobre la "necesidad" de mucho más espacio para Italia, planteando así vma "cuestión del Mediterráneo” (de sus cos­ tas en sentido estricto) que se fue haciendo más estridente. En un discurso ante altos oficiales del ejército, Mussolini ya había expresado en 1927 que "una nación que no tiene libre ac­ ceso a los océanos no puede ser considerada una gran potencia. Italia debe convertirse en una gran potencia". Pero el predomi­ nio de las potencias contrarias a una revisión de los repartos te­ rritoriales fijados en Versalles no le dio posibilidades concretas al dictador durante esos años. En esa línea se produjeron los tra­ tados “de amistad" de 1924 con Yugoslavia y de 1928 con Etio­ pía, subordinados al oportunismo de la frase del Duce al minis­ tro de Guerra, Gazzera: "Vamos a balar con las ovejas y aullar con los lobos".** El régimen se mantuvo por un tiempo en un marco bastante acotado. En 1924, Yugoslavia aceptó la incorporación de Fiume a Italia y también se lograron muy pequeños incremen­ tos territoriales a través de negociaciones con Gran Bretaña en Libia y Somalia. En cambio, fracasó el sueño colonial italiano en Asia Menor ante la consolidación de la flamante república turca acaudillada por Kemal Atatürk. Entre 1923 y 1932 el régimen intensificó su acción policial y militar en Libia, hasta el punto de que podría hablarse de una primera —y exitosa— "guerra periférica". Sin duda contribuyó al fortalecimiento del fascismo, porque contó con amplio consen­ so interno y total aceptación por las demás potencias de la épo­ ca. Se la veía com o “reconquista" de un territorio supuestamen­ te italiano y las técnicas militares empleadas en ella no diferían de lo que hacían los españoles, franceses e ingleses en sus espa­ cios coloniales y “mandatos”. Tampoco abandonaban el tradicio­ nal campo de la política de negociación y equilibrio las iniciati­ vas de Mussolini (entre 1932 y 1933) tendientes a la creación de 106 un pacto consultivo de las cuatro potencias europeas (Inglaterra, Francia, Italia y Alemania) con el fin de estudiar revisiones en los tratados vigentes desde 1919. Políticos conservadores com o el británico Neville Chamberlain todavía en 1938 creían que esa era la línea directriz de la política exterior fascista, y por un breve instante —la Conferencia de Munich— pareció a los ingenuos que efectivamente esa especie de “tetrarquía" europea se había for­ mado, y muchos italianos creyeron ver en su Duce al sereno me­ diador y al "salvador de la paz” . Con el ascenso del revisionista Hitler el discurso agresivo se hizo más claro y apremiante. Ya en 1932 el dictador italiano pro­ dujo un cambio ministerial que desplazó al aparentemente an­ glofilo" Dino Grandi de la cancillería. El dictador italiano creía que el régimen necesitaba éxitos internacionales de verdadera magnitud, y en diciembre de 1934 dirigió una Directiva y Plan de Acción al mariscal Badoglio, jefe del Estado Mayor, en la que se podía leer lo siguiente: El tiempo está trabajando én contra nuestra. [...] Yo decido sobre esta guerra, el objetivo de la cual no es otra cosa que la completa destrucción del ejército abisinio y la total con­ quista de Abisinia. No podemos construir el Imperio por otro camino. [...] Nadie en Europa presentaría dificultades, siem­ pre que la prosecución de las operaciones rápidamente pro­ duzca un hecho consumado. Bastaría con informar a Ingla­ terra y Francia que sus intereses serán reconocidos [...].*^ En marzo de 1935, Mussolini le dijo al magnate industrial Al­ berto Pirelli que ese país africano era sólo el primer paso, porque "después conquistaremos Egipto y Sudán’ , y era indiscutible que Italia debía buscar "un imperio desde el Mediterráneo hasta el Océano índico". La Guerra de Abisinia ya dio una clara señal de ruptura con el orden de Versalles. Se trató de una agresión sufri­ da por un Estado que pertenecía a la Liga de las Naciones, y la reacción predominante en el exterior, especialmente en Inglate­ rra y Francia, fue negativa. En términos militares la resistencia presentada por el emperador Haile Selassié fue inicialmente inuy dura, pero su inferioridad tecnológica era abismal y rápidamen­ 107 te los centros más poblados fueron ocupados por los italianos, aunque continuó la lucha a nivel de guerrillas en las regiones pe­ riféricas. Un embargo parcial y pobremente implementado no lo­ gró poner en serios aprietos a la economía italiana ni dañó el prestigio de Mussolini, y hay razones para sostener que la gran­ dilocuente proclamación de victoria en 1936 ("ha vuelto el Impe­ rio a las colinas de Roma, señaladas por el destino”) marcó el apogeo de la trayectoria del régimen. Las previsiones que el Bu­ ce había hecho en su memorándum a Badoglio parecían cumpli­ das y confirmada así su "genialidad", siempre proclamada por la propaganda oficial. La intervención en la Guerra Civil Española fue la primera aventura bélica en que los italianos se encontraron aliados con los alemanes. Terminó en una rotunda victoria para Franco, un admirador de Mussolini, pero su desarrollo y balance fueron, desde la perspectiva del Duce, menos brillantes que la guerra an­ terior. No hubo grandes victorias exclusivamente italianas y los beneficios materiales resultaron poco notables si se los compa­ raba con el enorme costo financiero del emprendimiento. En cuanto al escenario centroeuropeo, si hasta 1935 el dictador ita­ liano había creído conveniente mantenerse com o protector de la débil Austria, su entusiasmo por el nuevo aliado alemán lo llevó a un giro completo en ese tema. En noviembre de 1937 le com u­ nicó a Ribbentrop (por entonces el astro ascendente de la diplo­ macia nazi) que "estaba cansado de montar guardia por la inde­ pendencia austríaca", puesto que ahora el interés italiano se conceníraba "en el M editerrán^ y las colonias”. Por último, la anexión de Albania no fue realmente una guerra y sólo puede ser definida com o éxito escenográfico, producto de la envidia por las anexiones logradas por Hitler a lo largo de 1938. En términos reales el pequeño y subdesarrollado país se hallaba en la esfera de influencia itaUana desde hacía años. ¿Implicaban todas estas iniciativas un cambio sustancial en el estatus de Italia como gran potencia, tomando como referencia el años 1914 o 1922? En todos los casos tales conflictos periféricos omitían la temible prueba de enfrentar al fascismo con otra gran potencia. Ciertamente se había ampliado el espacio geográfico y 108; la población controlada: en Abisinia se habían adquirido 112.000 kilómetros cuadrados y 12 millones de personas (con una guerri­ lla persistente) y en Albania 27.358 kilómetros cuadrados y un mi­ llón de personas. En un conjunto de once potencias coloniales, la posición italiana de 1939 era mejor que la de 1914, ya que había subido al tercer lugar en superficie y al séptimo en población. Pe­ ro el valor económico de las nuevas posesiones era mediocre y no podía compararse con lo que habían obtenido los ingleses y fran­ ceses al terminar la Primera Guerra Mundial en África y el Orien­ te Medio. Y todavía más molestia podía causarle al Duce la com ­ paración con Japón, con la expansión de esta potencia a costa de China. Tomando en cuenta la categorización que hemos propuesto en el capítulo I, en vísperas de la Segunda Gueira Mundial, Ita­ lia se mantenía en el grupo III de las grandes potencias. Dentro de éste se habían producido algunos cambios, com o se puede ver en el siguiente cuadro, en el que se incluye a Gran Bretaña (de categoría I) a efectos comparativos: Potencias Francia Japón Italia Gran Bretaña Renta nacional Prod. industrial mundial 1937 1937 1938 (billones u$s) % (millones de toneladas) Producción de acero 10 4,5 6,1 4 3,8 7,0 6 2,9 2,3 22 9,2 10,5 Con respecto a 1914, Italia se había acercado a Francia; sin embargo, su lejanía con respecto a Gran Bretaña seguía siendo muy grande, La novedad más Uamativa era que Japón, claramen­ te la última de las grandes potencias en 1914, ahora superaba a Italia com o país industrial y la triplicaba en producción de acero. En la década de 1930 el régimen fascista se embarcó en un programa armamentista que parecía destinado a sentar las ba­ ses militares para la expansión colonial que estaba cada vez más en el centro de su política exterior Así, en 1937, mientras Fran­ cia gastaba sólo el 9,1% y Gran Bretaña el 5,7% de la renta na­ 109 cional en defensa, el porcentaje italiano era el 14,5%. Sin embar­ go, ese esfuerzo chocaba con las limitaciones económicas y tecno­ lógicas de una sociedad com o la italiana, cuyo índice de modermzacion (el ya citado IRP) seguía siendo relativamente modestosolo 5,4 frente a 12,2 de Francia y 13,1 de Gran Bretaña. Un ejem­ plo elocuente de esta situación es la carrera por dotarse del arma mas novedosa, la aviación: en 1932 Italia (con 500 aviones) esta­ ba prácticamente a la par de Francia (600) y el Reino Unido (445 ); en 1939 había quedado rezagada, con sólo 2.000, frente a 3 163 y 7.940, respectivamente.^^ Tomando com o base lo alcanzado por la Italia anterior a 1922, el Duce no tenía muchos motivos concretos de queja; pero utilizando sus aspiraciones desmesuradas como criterio, lo que había logrado hasta 1939 le parecía bien poco. Podía ilusionarse hasta cierto punto —aunque no demasiado— con la creencia de que en el interior del país se había producido una "revolución" cultural, dando origen a un nuevo tipo humano "guerrero"- pero en el sistema del poder mundial no había tenido lugar ninguna transformación revolucionaria de la posición italiana Ante las victorias alemanas de 1939-1940, el dictador se convenció cada vez mas de que tanto su propio prestigio (se consideraba autén­ tico padre de la idea fascista a nivel universal) com o la supuesta necesidad de "templar" al pueblo italiano, desembarazarse de la monarquía y concretar la máxima expansión territorial tantas ve­ ces anunciada confluían en una sola decisión: la de iniciar una gueira paralela" aliado al Tercer Reich. G. Ciano, su yerno y ministro de Relaciones Exteriores, tenía fuertes dudas, pero en abril de 1940 anotaba las siguientes palabras de Mussolini: [...] Y además es humillante permanecer con nuestros bra­ zos cruzados mientras otros escriben la historia. [...] Para hacer grande a un pueblo es necesario mandario a la batalla aunque haya que darie puntapiés en las asentaderas. Eso es lo que voy a hacer. [...] Y si no aprovechamos esta ocasión para enfrentar nuestra Marina con las fuerzas francesas y bntanicas, ¿qué sentido tiene construir 600.000 toneladas en buques de guerra?*'' 110 2. La Segunda Guerra Mundial y la caída del fascismo Italia entró en la Segunda Guerra Mundial cuando este con­ flicto no había alcanzado aún la extensión que iba a darle ese ca­ rácter global. En 1940 no sólo Mussolini sino también otros jerar­ cas, bastante obnubilados por años de propaganda, subestimaron la capacidad inglesa para continuar resistiendo a los alemanes por mucho tiempo, mientras que sobreestimaron la propia capacidad militar Esto último no se puede decir de los altos mandos italia­ nos, que en su mayoría (la excepción fue el general Graziani) y en forma bastante consecuente, mostraron al dictador las insuficien­ cias de sus recursos para una guerra que involucrase a las gran­ des potencias. En enero de 1940 le hicieron saber que sólo diez divisiones estaban realmente listas para la acción y que a las res­ tantes les faltaba “poco menos que todo", La situación económi­ ca y financiera tampoco era buena; en febrero de 1940 el experto en finanzas y comercio exterior Riccardi lanzó advertencias so­ bre una drástica reducción de las reservas en divisas y oro expe­ rimentadas por Italia desde mediados de la década de 1930. En lo que respecta a la formación del adecuado espíritu fascista, Mus­ solini tenía momentos de duda, pero en líneas generales creía ha­ ber encontrado la receta adecuada para el pueblo italiano. En una conversación reservada con su yerno Galeazzo Ciano la sintetiza­ ba de manera muy plástica: "Tenemos que mantenerlos discipli­ nados y uniformados desde la mañana hasta la noche. Hay que pegarles, pegarles y p e g a r l e s " Qe todas maneras, nada pennite negar el acierto de la apreciación que en marzo de 1940 aparece en el ya citado diario personal: "La gente de todos los estratos so­ ciales no quiere tener nada que ver con la guerra". Mayor ruido por parte de los activistas admiradores de Alemania y los oportu­ nistas de siempre se empezó a advertir recién después de los éxi­ tos alemanes de mayo. Aun así, el rey siguió convencido de que "los que hablan de una guerra corta y fácil son tontos". La consecuencia del error político y estratégico inicial fue la derrota y el hundimiento del régimen tres años después, en un pro­ ceso cuyos hitos principales se resumen en el siguiente cuadro. 111 A ños 1940 Italia en la guerra ' El régimen Italia declara la guerra a Inglaterra y Francia (junio). Comienza la ofensiva italiana contra los ingleses en Egipto. Alemania, Italia y Japón firman el "Pacto Tripartito" (septiembre). Italia ataca a Grecia (octubre). 1941 El Afrika Korps alemán acude para Primeras señales de descontento en el país. estabilizar el frente italiano en Libia (febrero-marzo). Capitulación italiana en Abisinia (mayo). Italia declara la guerra a los Estados Unidos (diciembre). 1942 Importantes derrotas de las fuerzas Crecen los síntomas de desmoralización en germano-italianas en el Norte de Africa el régimen y su distanciamiento de la población, (octubre-noviembre). que desea la paz. Mussolini propone a Hitler llegar a una paz con Rusia (diciembre). 1943 Capitulación de las fuerzas germano- Circuios conservadores inician conversaciones italianas en Africa del Norte (mayo). secretas planeando reemplazar el régimen (marzo). Tropas aliadas desembarcan en Sicilia. El Gran Consejo Fascista y el rey deponen a Mussolini. Se derrumba el régimen (julio). Italia capitula. Tropas alemanas Los alemanes liberan a Mussolini y él proclama se apoderan del norte y centro del país la República Social Italiana (RSI), por radio, (septiembre). desde Munich (septiembre). Manifiesto de Verona (noviembre) 1944 Los Aliados toman Roma y la línea alemana La RSI construye un gobierno en el norte del país retrocede hacia la Italia septentrional. y moviliza algunas milicias, pero crece la actividad de guerrilleros antifascistas. 1945 Capitulan los alemanes en Italia. Desintegración de la RSI y ejecución de Mussolini por los partisanos (abril). En esta trayectoria se pueden distinguir-cuatro etapas, que representan la cambiante fortuna militar y la búsqueda de sali­ das políticas ante las crecientes señales de la derrota inminente. 112 1. L a " g u e r r a paralela" ( j u n i o d e 1 9 4 0 - FEBRERO DE 1 9 4 1 ) En este breve lapso, los fracasos de las tropas italianas en Li­ bia, Grecia y Abisinia dejaron a la vista de todo el mundo el he­ cho de que el aparato militar del fascismo no estaba a la altura de sus ambiciosos objetivos. En su conjunto las operaciones te­ rrestres, aéreas y navales de esos meses no tardaron en demos­ trar que la maquinaria bélica italiana estaba más adaptada a pe­ queñas guerras coloniales contra tropas mal entrenadas y sin equipo moderno que al choque con el Imperio Británico, cuyos tanques, cazas y radares no encontraron equivalentes en las fuer­ zas del Duce. Esto resultaba particularmente demoledor para el mito cesarista que había empezado a tejer la propaganda fascis­ ta en los años treinta, cuando el dictador presumía de lo que creía que podían lograr sus "8 millones de bayonetas". 2 . D e p e n d e n c i a d e A le m a n ia y ú lt im a s e s p e r a n z a s (m a r z o d e 1941 - s e p tie m b r e d e 1 9 4 2 ) En esta etapa, la intervención de Hitler en los Balcanes y el Norte de África estabilizó la situación. Sin embargo la autoconfíanza de Mussolini y los jerarcas nunca se recuperó del todo, por­ que eran conscientes que incluso con una victoria final del Eje, el rol internacional de Italia no sería tan brillante com o lo que ha­ bían soñado en los años treinta. En los altibajos siguientes, si al­ go captó el Duce de la situación real fue que la constante sangría que sufrían los alemanes en Rusia impedía lograr una adecuada concentración de fuerzas italogermanas en el norte de África, el escenario donde se decidía el destino de la Italia fascista. Ya en julio de 1941, el ministro del Interior Buffarini creía ver el creci­ miento amenazador, implacable y silencioso" del antifascismo en todas partes”. Mussolini, en su círculo más íntimo, confesó que sus esperanzas se habían reducido a una guerra larga que concluyese en un compromiso que salve nuestra independencia”. La imagen construida durante dos decenios de propaganda fas­ cista sobre el Duce que siempre tiene razón”, empezó a perder credibilidad hasta en las filas de los que antes habían contribui- 113 wal y fisicamenTe 4 L f l T presLuosoyl b S o " vtóIr' “ ™*'°"'’’"=* “ era taba mucho más peligroso para la tnm w f ^ s c is ta - resul- guen-a conto, grandes po.endas que I J e s “ “ propio m“ “ T se encontraba con la • .7 , Propio Mussolmi con datos reajes; a mediados d e T ^ T le h S t o taf H“ ™ ’’ ° una empresa florentina «nr.., * ® ^^^lan mformado sobre reflecores an.iaé“ r s lado que el ritmo e f e c t o Z j ™ “ ' " ’l » '= f“ ' « v e - d e e s a c a n t id a r S t W iL Í /o ^ & r P“ « e te y ponían al descubierto In n repetían contmuamenal comenzar el conflicto: aue habían sospechado totalmente movilizada en una ® Mussolini de una Italia solidar el tipo d revolucionaria" para conera compartido por e a s i r i T c a X d ~ t r " ^ 3 . D eclive militar y desintegración del E stado ( octubre /n oviem bre de 1 9 4 2 - septiembre de 1943) v ig h Ía l't 'a W t!^ t lt ^ o T u m a '’’’ ^ que iba tomando el cüma político ®‘ ''° ÍÍÍ= S S E E S S ir= S = i5 ===S=HSSS 114 Sin embargo, hasta la debilidad real del régimen no era un secre­ to para muchos jerarcas. En su diario, Ciano se declaraba escép­ tico, viendo a "la policía y los carabinieri" como "todo lo que que­ da para garantizar nuestras instituciones". Más explícito fue el jefe de la aviación, general R. Fougier, quien en diciembre dio por perdida la guerra, quedando una sola cosa por hacer: "encontrar el camino para ponerle fin lo más rápidamente posible y con el menor daño que se pueda para nosotros". En marzo de 1943 el famoso empresario Alberto Pirelli tuvo una conversación con el cardenal L. Maglione, hombre de con­ fianza del papa Pío XII, quien le manifestó que ante la renovada amenaza comunista había que salir del atolladero, con una solu­ ción política sostenida por “la monarquía, la Iglesia, el ejército y los líderes de la economía". De manera paralela, crecía el recha­ zo de la población: en las ciudades del Norte se produjo una se­ rie de huelgas (marzo y abril) que, si bien levantaron demandas económicas, ya iban acompañadas de claras señales de antifas­ cismo. Al trasladarse el combate al propio suelo metropolitano despareció el apoyo al régimen en la mayoría de la población. Sin embargo, las agrupaciones antifascistas en la clandestinidad se­ guían careciendo de los medios y el nivel de organización nece­ sarios para intentar alguna acción a nivel nacional. Una conspiración palaciega de un grupo de jerarcas que bus­ caban salvarse a sí mismos —entre ellos Grandi, Bottai y Ciano— votó una orden del día contraria al parecer de Mussolini en la fa­ mosa sesión del Gran Consejo del 24 de julio de 1943. Allí se pe­ día nada menos que la restitución del "supremo poder de deci­ sión" al rey, y en especial, el "mando efectivo de las fuerzas armadas". Por su cuenta, el rey puso en marcha un plan del ge­ neral V. Ambrosio, jefe del Comando Supremo, que culminó en la detención del desconcertado y aislado dictador. El general Badoglio recibió de manos del rey el gobierno militar y preparó se­ cretamente la rendición de Italia ante los Aliados. Esto llevó de­ masiado tiempo, permitiendo a los alemanes la rápida ejecución de una serie de operaciones en los puntos estratégicos de la pe­ nínsula. El resultado de éstas fue la desintegración y desarme de las tropas leales a la monarquía y la fuga de la familia real, que 115 debió ponerse bajo la protección de los Aliados. Ya en agosto las manifestaciones de la muchedumbre en la propia Roma habían demostrado que la monarquía también había perdido arraigo en la población y que el intento de desvincular a Víctor Manuel III de responsabilidades por un ventenio de complicidad con el fas­ cismo no había sido muy exitoso. Si bien Grándi en sus Memorias señaló que era plenamente consciente de que la caída de Mussolini tendría com o consecuen­ cia el derrumbe del régimen entero, la documentación existente permite concluir que otros miembros de la conspiración no veían esto con tanta claridad. Lo cierto es que el gobierno Badoglio des­ montó las estructuras del régimen con facilidad: entre el 26 y el 29 de julio fueron suprimidas las milicias, disuelto el PNF, el Gran Consejo y el Tribunal para la Defensa del Estado y abolida la Cá­ mara de los Fascios y las Corporaciones. El aparato represiyo —en el que tanto parecía haber confiado el general Galbiati— se desintegró casi sin disparar un tiro. En la siguiente etapa (ya agó­ nica) del fascismo, éste, con el apoyo de las divisiones alemanas, logró reconstruirse de manera fragmentaria, pero ya no volvió a constituir una fuerza autónoma. 4 . L a gueri^ c i v i l y l a R e p ú b l i c a de S aló ( s e p t i e m b r e p e 1 9 4 3 - a b r i l de 1 9 4 5 ) . En un intento desesperado, y contando con la protección mili­ tar alemana luego de su rescate de la prisión, Mussolini trató de refoiraar los restos del fascismo, despojándolo de connotaciones mo­ nárquicas y conservadoras, para ofrecer un programa "social" a los trabajadores, y eliminar a 'los traidores y las plutocracias parasita­ rias".*^ El eco que halló fue muy limitado y la nueva propuesta nun­ ca pudo superar dos contradicciones fundamentales: por un lado, su propaganda seguía reivindicando el desacreditado régimen de los años treinta, y por el otro, de hecho esta "república" no tenía verdadera independencia, dado el férreo, control que las SS y el ejér­ cito alemán ejercían en su territorio. El embajador Rahn y el gene­ ral Wolf actu^on aJlí como virreyes de facto designados por Hitler. Entretanto, rápidamente reap^ecieron las corrientes políticas y sindicales perseguidas durante veinte años, lo que demostró, 116 euán falsa era la afirmación fascista de que liberalismo, democra­ cia y socialismo serían fenómenos "superados” en el siglo XX. Es­ talló una guerra civil italiana que se desarrolló en el marco gene­ ral de la Guerra Mundial y en su transcurso el fascismo regresó a su etapa terrorista de 1920-1922. Pero esta vez el rey, la mayor parte de lo que quedaba del ejército y las instituciones tradiciona­ les se habían pasado al bando angloamericano, que se hallaba a la ofensiva. La relación de fuerzas no era la de entonces. Los cálculos de los combatientes enfrentados oscilan entre 100.000 y 150.000 por cada uno de los bandos de la guerra civil, en la que se dieron los excesos característicos de este tipo de conflictos. La te­ sis de que la Resistencia fue simplemente un emprendimiento co­ munista no refleja la complejidad de la coalición contraria a Sa­ ló, ya que en esa lucha participaron socialistas, democristianos y liberales, además de ima multitud de campesinos y ciudadanos ca­ rentes de una adscripción ideológica netamente definida. Al igual que en Francia, la liberación de Italia fue la consecuencia de las victorias de los ejércitos angloamericanos, pero la contribución de la Resistencia también fue valiosa, ya que los propios Aliados re­ conocieron que los partisanos retuvieron el equivalente de diez di­ visiones alemanas lejos del frente. Pero el desastre final del fascismo era previsible para la ma­ yoría por lo menos desde el verano de 1944. En esa época el ma­ riscal R. Graziani —uno de los pocos altos oficiales que se unió al experimento “republicano”— informaba lo siguiente al deca­ dente Duce: Las masas italianas están convencidas de que Alemania ha perdido la guerra [...]. En la práctica el gobierno de la Repú­ blica Social Italiana controla —y eso sólo hasta un cierto punto— el trozo de llanura que está atravesado por el Po. To­ do el resto está virtualmentc en manos de los llamados rebel­ des, que reciben el apoyo de vastos sectores de la población... Todas nuestras orgg,xiizaciones "periféricas” han sido destrui­ das. Los centros locales y la campiña carecen actualmente de cualquier elemento de fuerza que pueda cumplir las órde­ nes del gobierno y hacerlas respetar. 117 Poco antes del terribJe fínaJ de su vida, las conversaciones de Mussolini con su médico alemán revelan hasta qué punto la fobia antidemocrática y el culto a la violencia eran los hilos con­ ductores de su ideología. Dejaba con esas declaraciones un tes­ tamento político impenitente y jactancioso que retomarían los neofascistas en años posteriores. Su paso del socialismo juvenil al mtervencionismo y al fascismo lo justificaba por el desagrado que le había causado la negativa de las masas italianas a correr los riesgos de la lucha en las plazas o en la guerra; en cambio, los fascistas estaban dispuestos a pelear y a llevarlo al poder. Sabía que se le reprochaban sus continuas guerras desde 1935, pero las defendía con la tesis de que "todos los progresos en el mundo só­ lo pueden obtenerse con meditados sacrificios". Insistía que "el verdadero socialismo lo he desarrollado yo, como idea y realiza­ ción , pero que los demócratas "se equivocaban", porque con "los métodos democráticos" no se podía derrotar al comunismo y además ese sistema no era apto para ItaÜa: "entre nosotros se confunde democracia con individualismo".^® 118 C a p ít u lo VI La trayectoria del régimen nacionalsocialista I 1. La “nazificación" de Alemania (1933-1939)’ * Un f. i' proceso acelerado La primera mitad de la duración del régimen nazi puede subdividirse en cuatro etapas, las que en su conjunto llevaron a un alto grado de “nazificación" de la sociedad alemana. En una ca­ racterización sintética, se trató de; 1) El paso de una “coalición” de las derechas al monopolio nazi del poder político (enero de 1933 - agosto de 1934). 2) La combinación de una propaganda “de paz" con el rear­ me y la consolidación de la penetración en la sociedad. El comienzo de esta etapa se superpone con el de la prime­ ra (1933) y su final se da en 1937. 3) Los grandes éxitos de la política exterior “sin sangre" (1938). 4) El camino hacia la guerra (octubre/noviembre de 1938 septiembre de 1939). La cronología de los hechos más importantes se despliega en el siguiente cuadro. Años El régimen La política exterior 1933 Incendio del Reichstag y Decreto para la "Discurso de la paz”, de Hitler (mayo). Protección del Pueblo y del Estado (febrero). Elecciones legislativas y Ley de Plenos Alemania abandona la Conferencia Poderes (marzo). Internacional para el Desarme y la Liga de las Naciones (octubre). 119 Boicot al comercio judío. Ley para la Restauración del Servido Público de Carrera (abril). Disolución de los sindicatos (mayo). Ley del Partido Único, y Concordato con el Vaticano O'ulio). 1934 Leyes para el Ordenamiento del Trabajo Hitler renueva sus declaraciones de paz. Nacional y la Reconstrucción (unitaria) Pacto de no agresión germano-polaco del Reich (enero). (enero). Himmler es nombrado jefe de la Fracasa un golpe de los nazis austríacos Gestapo en Prusia (abril). en Viena (julio). Represión sangrienta del supuesto intento golpista de Rohm y las SA Qunio). Muerte de Hindenburg; Hitler presidente y canciller (agosto). Creación del DAF (Frente Alemán de Trabajo) (octubre). 1935 Reimplantación del servicio militar El Sarre vuelve a Alemania por un plebiscito obligatorio (mano). (enero-marzo). Sistematización jurídica del antisemitismo: Hitler habla otra vez de "un programa de paz Leyes de Nüremberg (septiembre). (mayo). Acuerdo naval anglo-alemán O'unio). 1936 Remilitarización de Renania (marzo). Himmler es jefe de la Policía Alemana (junio). Hitler apoya la rebelión de Franco Oulio). Directiva secreta de Hitler para el Plan Cuatrienal (septiembre). Juegos Olímpicos en Beriln (agosto). Ley sobre la Juventud Hitleriana (didembre). Pacto Anticomintern entre Alemania y Japón (noviembre). 1937 Prolongadón.de la Ley de Plenos Poderes Encidica papal Mit Brennder Sorge (marzo), (enero). Schacht renuncia como ministro de Directiva de Hitler a las fuerzas armadas Economía (noviembre). (Protocolo Hossbach). Lord Halifax visita a Hitler. Éste sondea a Hungría para un próximo reparto de Checoslovaquia (noviembre). 120 1938 Cambios en la cúpula militar: caen Tropas alemanas entran en Austria. Blomberg y Fritsch (febrero). Es proclamada la anexión (marzo). Pogrom organizado por el NSDAP: Movilización del ejército checo (mayo). "La noche de los cristales". Hitler da directiva a los periodistas para la preparación propagandística de la próxima guerra (noviembre). Conferencia de Chamberlain con Hitler por la “Crisis de los Sudetes”. Acuerdo de Munich y anexión de los Sudetes (septiembre). Directiva de Hitler para la "liquidación del residuo checo” (octubre). Declaración franco-alemana de no agresión (diciembre). 1939 Hitler ocupa la República Checa y la reduce a "protectorado"; Blovaquia, satélite de Alemania. Tropas alemanas ocupan Memnel. Una declaración anglofrancesa garantiza la independencia de Polonia (marzo). Pacto Ribbentrop-Molotov de no agresión (agosto). Alemania ataca a Polonia (1 “ de septiembre). La primera proclama del nuevo gobierno (1/2/1933) incluía en lugares destacados frases destinadas a tranquilizar a los so­ cios conservadores de Hitler, así com o a la opinión pública ex­ tranjera. El flamante canciller prometía brindar "su segura pro­ tección” tanto al "cristianismo, como base de toda nuestra moral, com o a la familia, célula germinal de nuestro cuerpo popular y estatal”: la educación de la juventud tendría fundamento en "el respeto de nuestro gran pasado y el orgullo por nuestras antiguas tradiciones” ; la "guerra de clases” sería "definitivamente supera­ da", reconociendo además el gobierno "la grandeza del deber” de lograr, no sólo una Alemania "libre y con iguales derechos", sino "la conservación y consolidación de la paz, la que el mundo ne­ cesita hoy más que nunca". Pero no faltaba la apocalíptica ima­ gen del supuesto riesgo inminente de "caer en el comunismo anarquista” . Pocas semanas después, el atentado solitario de un joven desequilibrado que iniciaría un incendio en el edificio del 121 Parlamento daría un excelente pretexto para retomar el tema y convertirlo en la justificación para suspender una batería de de­ rechos y garantías constitucionales con el Decreto para la Pro­ tección del Pueblo y del Estado. El comunicado oficial daba por cierto algo que nunca se probó: Este incendio es, hasta la fecha, el más monstruoso acto terro­ rista del bolchevismo en Alemania. [En la sede central del KPD se habrían encontrado instrucciones] según las cuales debían ser quemados edificios públicos, museos, castillos e instala­ ciones vitales [...] AI confiscarse este material se ha obstacu­ lizado el desarrollo planificado de la revolución bolchevique. A pesar de ello, el incendio del Reichstag debía servir como fa­ nal para el levantamiento sangriento y la guerra civil.^^ La primera etapa en la construcción del régimen implicó la rá­ pida destrucción de todo potencial político opositor. En febrero de 1933 fueron incorporados 40.000 milicianos de las SA y SS a la policía prusiana, y el nuevo interventor del estado más grande de Alemania, H. Goring, les ordenó hacer “un uso asiduo" del ar­ ma de fiaego contra los opositores. Con la ya mencionada falsa acusación de que el incendio del Reichstag habría sido la "señal" para una rebelión, el nuevo gobierno reprimió no sólo la prensa comunista sino también la de los socialdemócratas. Y pronto los ataques de las bandas nazis (ahora apoyadas por “las fuerzas del orden")^ también se dirigieron contra los mítines y locales del centro católico. Había habido alguna violencia política en elec­ ciones anteriores, pero jamás de esa magnitud y unilateralidad: a las elecciones del 5 de marzo de 1933 se llegó en un clima de brutal intimidación, con más de 10.000 presos políticos. Hitler y sus socios conservadores obtuvieron de esta manera el 52% de los sufragios, con lo cual habrían podido gobernar en el marco constitucional, si hubiesen tenido la intención de hacerlo. Pero su proyecto dictatorial requería una Ley de Plenos Poderes para el Ejecutivo, para lo cual necesitaban el 66 % de los votos en el Parlamento. El 28 de marzo los obtuvieron, pero otra vez con mé­ todos que violaban derechos fundamentales: los 81 diputados co­ munistas fueron despojados de sus bancas por decreto y los res­ 122 tantes parlamentarios opositores fueron amedrentados por co­ ros amenazantes de destacamentos armados de las SA y las SS que rodearon el edificio del Reichstag. Veintiséis de los ciento veinte diputados socialdemócratas ya habían sido detenidos o perseguidos por una orden de captura; otros partidos votaron la ley por una mezcla de miedo e ingenuidad política. El establecimiento del régimen nazi fue enormemente facili­ tado por los errores y debilidades de las fuerzas que habían crea­ do la democracia de Weimar catorce años antes. Esos partidos carecieron de una estrategia conjunta a partir de 1930; los socia­ listas conservaron su nostalgia por la perdida unidad de la iz­ quierda y una retórica clasista que reducía sus posibilidades de coalición. En los partidos católicos terminó por prevalecer el sec­ tor más autoritario y lo mismo sucedió en los pequeños partidos “liberales", cada vez más dispuestos a sacrificar las libertades po­ líticas a cambio de un “gobierno fuerte" que protegiera a la pro­ piedad privada. Como última tabla de salvación de al menos un Estado de derecho mínimo, muchos se aferraron a dos ideas in­ genuas: la de Hindenburg, com o supuesto “guardián de la Cons­ titución", y la del ejército, como una fuerza "neutral". El 30 de junio de 1934, Hitler eliminó los dos peligros internos más graves: los díscolos de las SA y los conservadores en tomo del vicecanciller Papen, asustados por el activismo nazi. Rohm, el je­ fe de las indisciplinadas SA, y el grupo más ambicioso de sus se­ guidores aspiraban a convertirse en los jefes de unas fuerzas ar­ madas unificadas bajo su dirección: “la roca gris del ejército" debía hundirse bajo "la marea parda de las SA”. Por el otro lado, E. Jung, el portavoz de Papen, se había atrevido a criticar "la antinatural pretensión totalitaria del nacionalsocialismo". En una acción sor­ presa ejecutada por las SS y la Gestapo, con el apoyo discreto del ejército, Hitler dispuso el asesinato —sin juicio previo— de Rohm y unos doscientos de los suyos, además de más de ochenta repre­ sentantes de otras tendencias opositoras, entre ellos Jung, el gene­ ral Schleicher, el director de la Acción Católica E. Klausener y el nazi disidente G. Strasser. Todo se presentó como la necesaria re­ presión de un intento de “alta traición", recibiendo el aval pseudolegal de Hindenburg, el gabinete y los más prestigiosos juristas. 123 A medida que se consolidaba su poder en el interior del país, Hitler dedicó cada vez más tiempo a lo que realmente le intere­ saba: la política exterior. Por otra parte, pronto se estableció una retroalimentación entre ambas dimensiones, ya que el apoyo de los alemanes eil régimen se incrementaba con cada nuevo éxito en el escenario internacional. Hasta fines de 1938, éstos se basa­ ron no sólo en la recuperación económica y el rearme alemán, si­ no también en el astuto manejo de una propaganda que enfati­ zaba dos temas: 1) El derecho de Alemania de presionar por una derogación o amplia revisión del Tratado de Versalles, sin otro obje­ tivo que no fuese el de ser tratada com o una gran poten­ cia entre otras. 2) La necesidad de crear un bloque de Estados anticomunis­ tas, a fin de preservar a Europa de la amenaza soviética. Detrás de este segundo tema asomaba, apenas disimulada, la idea de que los eminentes servicios del Tercer Reich en la lucha antibolchevique deberían ser recompensados por una amplia "es­ fera de influencia” o "espacio vital" que abarcaría toda la Europa central con límites indefinidos más hacia el este. Ya en su libro Mi lucha, Hitler había definido su alianza ideal com o integrada por Alemania, Italia e Inglaterra. La firma del pacto de 1934 con Po­ lonia, el acuerdo naval angloalemán, la ayuda a Franco "en defen­ sa de la civilización occidental” y la retórica del Pacto Anticomintem podían verse com o pasos en esa dirección. La incorporación del Japón al Eje Roma-Berlín era concebida por Hitler como una presión adicional, ya que Inglaterra tardaba en plegarse a sus de­ signios. Las conversaciones que mantuvo con Lord Halifax (1937) no le ofrecieron tanto com o el soñado bloque, pero al menos le permitieron especular con la tolerancia británica, previsión que quedó confirmada al año siguiente cuando el dictador se apode­ ró de Austria y los Sudetes. Lo cierto es qiíe el expansionismo extremo y el antisemitis­ mo mesiánico ^ eron temas que el Tercer Reich mantuvo en sor­ dina para no asustar demasiado a los cándidos. Hasta septiem­ 124 bre de 1938 las iniciativas internas y extemas se defendieron con argumentos que gozaban de considerable aceptación en buena parte de la opinión pública europea. Así, cuando despojaba de derechos a los judíos alemanes, Hitler decía a los periodistas ex­ tranjeros que en realidad era una medida "anticomunista” ; el rearme alemán sólo sería para defenderse de una agresión sovié­ tica y las anexiones de 1938 sólo parecían cumplir con la aspira­ ción de las mayorías en esas regiones. De tal manera Hitler se presentaba com o el paladín de un nacionalismo alemán con ob­ jetivos unificadores y restituyentes, en la línea general de la au­ todeterminación nacional proclamada en todas partes y con cre­ ciente eco desde la Primera Guerra Mundial. Basados en este equívoco, muchos conservadores y liberales de derecha en Ingla­ terra y Francia lo vieron com o una molestia manejable, quizás hasta un aliado posible, si moderaba algunas de sus facetas más rudas. A diferencia de la URSS, en Alemania había propiedad pri­ vada y frecuentemente Hitler invocaba a la "Divina Providencia" en sus discursos. Después de los acuerdos de Munich, muchos admiradores que la Alemania nazi tenía entonces en el mundo —tal fue el ca­ so del general Sanguinetti en la Argentina—''^ pensaron que se había solidificado un acuerdo de Inglaterra y Francia para darle manos libres a Hitler en una próxima guerra contra la URSS, en la que también tendrían un rol Japón e Italia. Pero la realidad era más compleja. Ese acuerdo garantizaba la supervivencia de una Checoslovaquia reducida y ponía estrechos límites al proyecto neoimperial nazi. Hitler no estaba satisfecho y, cuando subyugó Praga creando el Protectorado de Bohemia y Moravia, perdió cre­ dibilidad internacional su viejo tema de que sólo quería auxiliar a "alemanes que desean reunirse con el Reich" (marzo de 1939). Ante la torpe violación de lo pactado se produjo un viraje en la política británica, proceso en el que también jugó un papel la cre­ ciente barbarie antisemita del régimen. En Londres se estimó que todo país limítrofe de Alemania se veía ahora "confrontado con un futuro inseguro” . En el transcurso de seis meses esto produ­ jo tres transformaciones que desembocaron en el desencadena­ miento de la Segunda Guerra Mundial. 125 En primer Jugar, Londres y París abandonaron su sueño de apaciguamiento y tardíamente intentaron construir una coalic 6 n para contener al Tercer Reich, reconocido ahora com o prin­ cipal foco de perturbación del equilibrio europeo. Para ello diem T ' - g - - - n e s con la URSS En segundo lugar, Hitler tomó nota de que el sistema de alian­ zas que había proyectado en Mi lucha, sistema en que Inglateira c i i r ' “ ""h • \ a b a n d o n a r su objetivo principal a mediano plazo - l a conquista de R u sia - y sabiendo que debía superar el mortal peligro de la guerra de dos frentes, optó una jugada oportunista: buscar un acuerdo con la URSS pa­ ra repartirse Polonia y asegurar suministros de materias primas que un bloqueo naval anglofrancés podría dificultar En tercer lugar, estuvo la opción elegida por Stalin. Fue Ale­ mania porque los anglofranceses no le aseguraban la libertad de ob ten e r " Z T ^ P - ^ - d o con Hitler to de Hi le™ ^ empantanamiende Hitler en una guen-a contra Inglateira y Francia. De esa ma­ nera surgió el Pacto Ribbentrop-Molotov. P o l ít ic a y c u l t u r a Como en otras dictaduras, el fundamento último de este régl­ e n descansó en un proceso de creciente politización partidaria ^ s decir, nazificacion- del aparato policial. La base pseudolegal pLbTo^'^ °rF Protección del Pueblo y el Estado, que suspendió todos los derechos y garantías sT d ^ n ^ p T a Hitler de todo control, incluso del p r " sidente. Este simple decreto se convirtió en la ley fundamental de a dictadura, mstitucionalizando una especie de “estado de sitio" (o de excepción ) peimanente. Las estmcturas decisivas fueron concentradas en la figura de Heinrich Himmler y sus SS, las que en jumo de 1934 tomaron el control de todos los campos de con­ centración y la dirección de la Gestapo (Policía Secreta del Estado). A partir de 1939, los efectivos amiados de Himmler (WaffenSS) tuvieron un incremento acelerado, cumpliendo las tareas más sangrientas del régimen, tanto en los campos de concentración y 126 de exterminio como en los frentes de lucha. A fines de 1944 habían llegado a los 900.000 hombres, de los cuales unos 200.000 eran extranjeros reclutados en los países satélites. El tradicional Mi­ nisterio del Interior perdió continuamente importancia ante este crecimiento del poder de facto autónomo de las SS: desde 1936, Himmler era jefe de la PoHcía Alemana, y en 1939 consolidó su control de los organismos represivos con la creación de la RSHA (Oficina Principal de Seguridad del Estado). El nivel de persecu­ ción de los adversarios políticos y los discriminados por motivos racistas alcanzado por el régimen superó largamente todo lo que hasta entonces se había conocido en Alemania. Hasta 1937 habían emigrado 129.000 de los 500.000 judíos alemanes y entre 1938 y 1941 emigraron otros 170.000. En 1933 unos 100.000 opositores fueron llevados a campos de concentración; afianzada la dictadu­ ra, en 1937 el número de detenidos bajó a 7.500, pero en septiem­ bre de 1939 había vuelto a subir, registrando 25.000 personas. También se impuso rápidamente un régimen unitario: la com­ binación de acciones violentas —tomas de edificios públicos por parte de las SA— con la complicidad de la policía forzó la nazificación de los gobiernos provinciales y los municipios. Esta des­ trucción del federalismo fue sellada por dos leyes "para la coordi­ nación de las provincias con el Reich" (marzo y abril de 1933). Luego fueron tomados por asalto los sindicatos y confiscados sus bienes (mayo), disueltos los partidos políticos —por la fuerza el comunista, el socialdemócrata y el DDF (liberal-democrático), "autodisueltos” bajo amenazas los demás— y finalmente promul­ gada la Ley para Asegurar la Unión entre el Partido y el Estado, que declaraba al NSDAP com o partido único y exclusivo "porta­ dor del pensamiento estatal alemán" (diciembre de 1933). De todas maneras, el Tercer Reich conservó una cierta duali­ dad, una tensión constante entre los funcionarios de carrera (civi­ les y militares) y los recientes intrusos del NSDAP, que a menudo demostraron ser aficionados torpes en sus nuevos cargos. En un segundo nivel, por debajo de las coincidencias básicas, también se desarrolló una inacabable sucesión de pleitos y pujas entre los principales jerarcas del partido, tratando de sumar cargos y recur­ sos públicos. Este confuso panorama no era del todo mal visto por 127 el propio Hitler, que desconfiaba de burócratas sin trayectoria en el partido y que favorecía las rivalidades de todos por servirlo "me­ jor" en un clima de socialdarwinismo institucional que reempla­ zó la anterior previsibilidad de los procedimientos y funciones. Al renunciar en 1934 las dos figuras conservadoras —Hugenberg y Papen— que habían tratado de "domesticar" al nazismo, se acele­ ró la expansión constante de unas diez esferas de poder encabeza­ das por aquellos dirigentes nazis que habían logrado reunir en su persona jefaturas partidarias y organismos estatales, además de contar con apreciables grados de llegada directa o al menos rápi­ da al Führer. Algunas de ellas debilitaron a otras de su misma cla­ se, pero por encima de todo su efecto combinado fue reducir la in­ fluencia de las elites tradicionales en las fuerzas armadas, la diplomacia, la administración pública, el mundo empresario y las Iglesias. Se trataba en resumen de lo siguiente: • La esfera de poder de H. Góring, presidente de la banca­ da nazi ya en el Reichstag de Weimar, ministro de Aero­ navegación (1934), comandante en jefe de la Luftwaffe (1935), comisionado para el Plan Cuatrienal (1936) y "su­ cesor” designado por Hitler en caso de su muerte. Eran frecuentes los conflictos de Góring con los funcionarios y "estamentos” del área económica, así com o con el Minis­ terio de Relaciones Exteriores. • La esfera de H. Himmler, jefe de las SS en constante ex­ pansión y con una tropa propia, las Waffen-SS, lo que im­ plicaba tensiones con el ejército, en especial con la Inteli­ gencia Militar y el Ministerio de Justicia. • La esfera de W. Darré, jefe de la Oficina Agraria del parti­ do, ministro de Agricultura y jefe del Estamento Nacional de la Alimentación (un ente corporativo). Darré terminó perdiendo influencia frente a Góring y sus atribuciones en el Plan Cuatrienal. • La esfera de R. Hess (hasta 1941), luego de M. Bormann, configurada por la Secretaría de la Cancillería del NSDAP y su estructura territorial de Gauleiter y un total de 700.000 funcionarios. Especialmente Bormann logró mayor influen­ cia que la mayoría de los ministros. 128 • i La esfera de I. Goebbels, jefe de Propaganda del NSDAP, Gauleiter de Berlín, ministro de Esclarecimiento Popular y Propaganda del Reich (1933) y presidente de la Cámara de Cultura del Reich. Frecuentemente chocaba con la es­ fera de Axmann. • La esfera de M. Axmann, presidente de la Cámara de Pren­ sa del Reich (1933) y jefe del imperio editorial del NSDAP, que llegó a controlar directamente el 70% de la prensa ale­ mana. • La esfera de R. Ley, que absorbió la NSBO y todo el sindi­ calismo en el marco del Frente Alemán del Trabajo (DAF) con 44.500 funcionarios y enormes recursos. Esta orga­ nización a menudo tuvo diferencias con el Ministerio de Economía (a cargo de H. Schacht, luego de Funk), margi­ nó al Ministerio de Trabajo y redujo la importancia de la organización patronal (el Estamento Nacional de la Industria Alemana). • La esfera de B. von Schirach (luego de Axmann), jefe na­ cional de la Juventud Hitleriana (HJ), convertida en orga­ nismo obligatorio en 1936, y en continuas fricciones con el Ministerio de Ciencia, Educación y Cultura Popular • La esfera de F. Todt, inspector general de la Vialidad Ale­ mana (1933) y ministro de Armamento y Munición (19401942), cuya organización chocó con el antiguo Ministerio de Vialidad. • La esfera de A. Speer, activo para el área "imagen estética de los mítines masivos" en la dirección de Propaganda del NSDAP (1933), inspector general de Planeamiento Urba­ no de la Capital (1937) y sucesor de Todt en 1942. Speer solía tener desencuentros con las fuerzas armadas y diver­ sos organismos del ámbito económico. No todos los dirigentes y aparatos partidarios que habían si­ do importantes antes de 1933 pudieron convertirse en jerarcas de la primera línea del régimen. Las SA perdieron protagonismo después de 1934, mientras Himmler no hizo más que crecer has­ ta 1944; Darré y su oficina agraria APA decayeron después de 129 1936, y el ideólogo Rosenberg nunca logró tanto com o sus pom ­ posos títulos podían hacer creer, pero aun así influyó bastante en la formación de la HJ y la Liga de los Maestros.^'^ Frente a la estructura sociocultural alemana los aparatos del régimen desarrollaron dos políticas muy distintas; por un lado, a prédica de la reconciliación de las clases sociales, y por el otro, el ataque sistemático a los aspectos de las diversas subculturas ideologías que representaban obstáculos serios para la preten­ sión totalitaria del nazismo. Ese ataque se realizaba parcialmen­ te disfrazado por el postulado nazi de que tales aspectos consti­ tuían infiltraciones subversivas de algo "no alemán", es decir, del espíritu judío . De esa manera todas las organizaciones y mani­ festaciones culturales que tuviesen relación con las diversas for­ mas de la subcultura laica no nazi (liberalismo, democracia, so­ cialismo y comunismo) fueron perseguidas con una saña sin precedentes, en comparación con la cual las medidas antisocia­ listas de Bismarck habían sido un juego de niños. La subcultura protestante fue objeto de diversas operaciones de penetración y coordinación" por parte de los activistas del partido y se debe reconocer que el régimen tuvo aquí más éxitos que fracasos, fa­ cilitados por el enorme caudal de confianza ingenua en el Esta­ do que era parte importante de la tradición luterana. Con la sub­ cultura católica las relaciones ñaeron más rispidas, alternándose momentos de tregua con otros de alta tensión. En todo esto hay que tener en cuenta que los jerarcas nazis no Ignoraban la capacidad de buena parte de las costumbres y men­ talidades de esas subculturas para sobrevivir en un espacio semisubterráneo, a menudo reducido a solidaridades locales y a la ac­ tividad de pequeños círculos. Periódicamente los informes de los agentes del servicio de seguridad del Estado confirmaban la superw en cia de estos residuos de la era de Weimar y según la "grave­ dad ' del caso se producían detenciones. Sin embargo, más allá de esta tarea represiva, el sistema tenía puestas enormes esperanzas en el Mimsterio de Propaganda en general y especialmente en sus instituciones para adoctrinar y regimentar a la juventud. En 1935 Rosenberg constataba con satisfacción que "finalmente" la nación alemana había encontrado "su estilo de vida", que era "el estilo de é 130 una columna en marcha, no importa dónde y para que propósito se despliegue esa columna”. Y en 1938 Hitler se burlaba de los opo­ sitores subrayando que los nazis "tenían” a la juventud: Esta juventud no aprende otra cosa que pensar como alemán y actuar como alemán. Los muchachos pasan del "Pueblo Jo­ ven" a la "Juventud Hitleriana" y allí los mantenemos otros cuatro años, y después menos que nunca se los vamos a res­ tituir a los viejos productores de clases y estamentos, sino que en seguida los admitimos en el Partido, ó él Frente de Trabajo, o las SA, o las SS, en la NSKK [el cuerpo de auto­ movilistas nacionalsocialistas], etcétera. Y si allí todavía no se convirtieron totalmente en nacionalsocialistas, entonces van al Servicio de Trabajo y allí vuelven a darles un ajuste du­ rante seis o siete meses. [...] Y después, para que no sufran una recaída, los incorporamos otra vez en las SA, SS, etcéte­ ra. Y en toda su vida, nunca más se liberan. El partido mismo se expandió masivamente en los primeros cuatro meses del régimen, período en que se produjo una avalan­ cha de ingresos claramente oportunistas. Entre enero y abril de 1933 pasó de unos 850.000 miembros a 2.450.000 y a comienzos de 1945 alcanzó la cifra de 6.000.000. En ese proceso se acentuó el predominio de las clases medias en su composición: mientras que el NSDAP incorporó al 20% de los servidores públicos del país, así com o al 12% de los empleados y al 15% de los autóno­ mos, sólo logró atraer al 5,1% de los obreros alemanes. Como ins­ trumento de control político de la población su funcionalidad pa­ ra el proyecto totalitario fue innegable, ya que los funcionarios nazis de más bajo nivel —los "jefes de manzana"— llegaron a ser 581.347 en 1943, lo que implicaba que existía por lo menos un supervisor e informante nazi cada 150 habitantes.'^* Los trabajos recientes de demoscopia histórica han permiti­ do conocer algo más sobre la capacidad del sistema para con­ quistar a la población. Combinando datos estadísticos sobre la ff-ecuencia del uso del nombre Adolfo para los niños, la mayor o menor permanencia de las personas en las Iglesias tradicionales, la conducta de los ahorristas (frente a los bonos del Estado), la 131 intensidad de la represión (penas de prisión y muerte) y la men­ ción de la lealtad a Hitler en las necrológicas de soldados caídos en la guerra, se puede coincidir con Gotz Aly en los siguientes puntos: 1) Los más altos niveles de conformidad de la población con el nazismo parecen haberse dado entre 1936 y 1939. Hi­ tler aparecía entonces com o el garante de la recuperación económica y de éxitos internacionales sin costo de sangre. 2) A partir de la segunda mitad de 1941 se inició un declive que iba a acelerarse a medida que pasaba el tiempo. Si bien creció constantemente el escepticismo de la población frente a la jefatura nazi, por lo menos desde 1942 la gente permaneció “con un sentimiento de ausencia de alternati­ vas, en una lealtad apática —de ninguna manera entusias­ ta— hacia el Estado” . 3) Ante esta tendencia, el régimen reaccionó rápidamente con un incremento de la represión. Sumando las conde­ nas de prisión y muerte de ciudadanos alemanes por "de­ litos políticos” , se dictaron cerca de 500 por año entre 1935 y 1939; en 1940 fueron 1.000; en 1942, unas 2.400, y en 1944, más de 3.500. 4) Si bien una buena parte de la historiografía ha hecho su­ posiciones sobre una amplia aprobación de la política hi­ tleriana de agresiones intemacioneiles, éstas "carecen de fundamentos empíricos". En lo que hace a la política an­ tisemita; parece que la mayoría de la población adoptó una actitud de indiferencia.'^^ Los datos cuantitativos son siempre muy incompletos, aun­ que se pueden incorporar diversos elementos de juicio, com o las pautas electorales de 1932 (el ultimo año con elecciones libres) y las encuestas de 1948 y 1949 realizadas por los angloamerica­ nos. Sobre la base de todo eso sólo se puede intentar una estima­ ción aproximada e hipotética, cuyos lineamientos generales agru­ pan a la población del Tercer Reich en tres grandes conjuntos, de los cuales el primero parece haber tenido más homogeneidad que los dos restantes: 132 El núcleo duro de los "entregados” al régimen, en un senti­ do postulado por Goebbels ya en 1933 y reafirmado por Hitler en el discurso citado anteriormente. Parecen haber oscilado entre el 20 y el 25% de la población y quizá tu­ vieron alguna merma a partir de las catastróficas derro­ tas del verano de 1944, pero esa disminución no habría si­ do mucha. Un espectro intermedio, formado por una heterogénea mezcla de personas, cuyo denominador común era la do­ cilidad general ante las órdenes de la autoridad y la adhe­ sión por lo menos a parte de sus postulados. Esta fi-anja, que debe haber comprendido entre el 50% y el 55% de la población, estaba por un lado fuertemente condicionada por su educación predemocrática, llena de lugares comu­ nes, com o "el ciudadano común alcanza la virtud fuera de la política, simplemente cumpliendo con su vocación y profesión particular", y por el otro, atrapada por el nuevo dogma del nazismo (no incompatible con lo anterior), se­ gún el cual "el Führer piensa por ti y asume toda lá res­ ponsabilidad”. Una franja de desafectos al régimen, que puede haber com­ prendido entre el 20% y el 25% de los alemanes. En este grupo predominaba la falta de identificación personal con la doctrina y las prácticas nazis, pero la gama de conduc­ tas concretas iba desde la pasividad total hasta la oposi­ ción activa de alto riesgo. En su variopinto conjunto —tam­ bién aquí se encontraba gente de muy distinta condición socioeconómica y pertenencia subcultural—, este sector aumentó en la etapa final de la guerra, alimentado por per­ sonas desilusionadas provenientes del agrupamiento inter­ medio. Sin embargo, con los escasos datos disponibles, no tiene mucho sentido tratar de estimar la magnitud de ese incremento. Si hubiese que medir el éxito de la pretensión totalitaria por un criterio tan riguroso com o el mítico 99% de muchos propa­ gandistas, el Tercer Reich debería ser considerado com o un fra­ 133 caso. Pero en términos más realistas, lo cierto era que ya en 19331934 la jefatura nazi había logrado insertar la franja de los segui­ dores más duros y entregados a la "causa" en casi todas las posi­ ciones importantes de poder coercitivo, persuasivo-mediático y económico. Quien era catalogado com o "no confiable" abunda­ ba en la vida cotidiana, pero no constituía más que el causante de un ocasional rechinar de los engranajes, problema menor am­ pliamente compensado por la colaboración com o controladores voluntarios que prestaban los nazis “confiables" de la calle a los organismos del Estado y del NSDAP. En lo que respecta a la ideología nazi, no se produjeron trans­ formaciones sustanciales a lo largo de los doce años del régimen, aunque sí cambios en el énfasis dado a cada uno de sus diversos componentes. La dualidad entre dos niveles —el del discurso reser­ vado por HiÜer a los círculos internos y el de los pronunciamien­ tos para públicos masivos y extranjeros— se profundizó, especial­ mente en el lapso 1933-1938, donde se hizo todo lo posible para minimizar la radicalidad antisemita, la hostilidad contra el cristia­ nismo y el belicismo. Lo más característico de esos años fue una acentuación del ya existente "principio de liderazgo", ahora exten­ dido a todo el país y convertido en la piedra angular de ima teoría que pretendía consolidar la legitimidad del nuevo Estado, el Führerstaat. Siguiendo las líneas ya anunciadas por Hitler en Mi lucha, el ministro del Interior, Frick, lo definió en los siguientes términos; La esencia del Führerstaat nacionalsocialista que está sur­ giendo se encuentra en el hecho de que en su cúspide hay un líder cuyo espíritu y voluntad le dan al Estado alma, figura y sello. [...] Con ello, en su mano se encuentra todo el poder. "Una voluntad debe existir, y una voluntad debe conducir" El líder asigna su tarea a cada una de las diversas formas de organización del pueblo, del Partido, del ejército, de la ad­ ministración y de las corporaciones estamentales y económi­ cas. [...] Sólo el líder es portador de la responsabilidad fren­ te a la comunidad popular.’ ® Los valores que reivindicaba el nazismo eran "la sangre contra la razón [...] la totalidad orgánica contra la disolución individua- 134 É i' lista, el espíritu marcial contra el deseo burgués de seguridad", siendo el más fundamental de los derechos "el derecho del más fuerte”. Para Hitler la historia era esencialmente cíclica: las eras democráticas, "destructoras de pueblos y Estados", como supues­ tamente lo habría sido la República de Weimar, sólo constituían "fenómenos breves", siendo sucedidos por el retorno de una “auto­ ridad", capaz de retomar "por siglos el ordenamiento de los asuntos públicos". En ese sentido el dictador consideraba como ejemplar el caso japonés, con la estrecha unión entre el Estado militarista y una religión patriótica. La tarea del NSDAP habría sido reiniciar una de esas eras autoritarias, restaurando la "natural unidad” en­ tre las partes orgánicas de la "comunidad popular": el liderazgo (Führung) y el séquito (Gefolgschaft), ligados por la homogeneidad racial (Artgleichheit). La concepción racista y autoritaria vino a ser —según la única palabra autorizada— la nueva definición de lo que se entendía por "socialismo”. En los manuales de enseñanza me­ dia se citaba el siguiente discurso de Hitler: Al preocuparme yo de buscar en mi pueblo para cada función de la vida al que ha nacido para ella, para transmitirle en ese campo la responsabilidad, sin mirar su procedencia econó­ mica o socialmente condicionada, actúo en el interés de to­ dos. Si la palabra socialismo ha de tener algún sentido, sólo puede ser éste: con férrea justicia [...] encargarle a cada uno aquello que le corresponde gracias a su disposición innata, y con ello, a su valor en la preservación de la totalidad.’ ® Numerosos juristas se encargaron de comentar incansable­ mente esta concepción. Así, el Tercer Reich sería a la vez un Es­ tado popular y un Estado total de liderazgo {Volksstaat y Totaler Führerstaat), en el cual no cabrían debates o votaciones, porque ‘la voluntad del pueblo encuentra su expresión en el Partido", una "verdad" aún no aceptada por muchos al comienzo, pero en la cual serían "educados" en el transcurso del tiernpo. Por otra par­ te, Hitler proclamaba no sólo sentirse parte del Partido, sino que el Partido se sentía com o “una parte de él". Esta "nueva forma de gobierno" surgiría de üna "vivencia", intraducibie al pensamien­ to lógico-formal, ya qué la autoridad del líder "no proviene de un 135 mandato popular" com o en las democracias occidentales, sino de un reconocimiento o "acatamiento” místico. Puesto que el Führer y el Partido expresarían directamente \a "voluntad vital del pueblo” frente a otras etnias capaces de atentar contra su "espa­ cio territorial y espiritual”, ninguna institución intermedia debía pretender limitar la autoridad de esa jefatura, que debía ser "sin condiciones”, mientras que se exigía la obediencia "ciega" del "sé­ quito” y como principEil deber del Partido, "ser intolerante”.®® E c o n o m ía y s o c ie d a d Las prácticas e instituciones que el nazismo trajo a esté ám­ bito implicaron una reestructuración de las tensas relaciones en­ tre el capitalismo organizado oligopólico y el Estado de bienes­ tar, que venían desde la crisis final de la República de Weimar. Los rasgos característicos de ese proceso fueron cuatro: • Una política que pretendía apuntar a la "autarquía” , acompañada de llamados a un "regreso a la tierra” para consolidar "sanas familias campesinas" en "granjas fami­ liares”, sustraídas a los vaivenes del mercado. Pero era evi­ dente que tal cosa resultaba imposible en el marco dado por los recursos que brindaba el territorio alemán, inclu­ so contando sus anexiones de 1938. • La destrucción de la autonomía sindical y las negociacio­ nes colectivas, aunque el sector empresarial conservó con­ siderable influencia a través de sus cámaras y los aseso­ res técnicos, de los que el régimen no podía ni quería prescindir. • La creación de una estructura enorme y centralizada con el objetivo aparente de representar simultáneamente (aunque sin elecciones libres) los intereses de los "traba­ jadores alemanes del puño y de la frente”: el DAR • Una política keynesiana de intervencionismo estatal, que pretendió combinar la recuperación de las inversiones productivas, las exportaciones, el pleno empleo y la vigen­ cia de los mecanismos de seguridad social con una cre­ ciente orientación armamentista, la que pasó a primer 136 plano a partir del Plan Cuatrienal inaugurado en 1936. Pe­ ro era evidente para los entendidos que a mediano plazo una política así resultaría insostenible. En abril de 1937 el ministro de Economía Hjalmar Schacht le hizo notar a Goring, encargado del Plan Cuatrienal, que se estaba pre­ sentando una escasez de materias primas y de divisas. Le parecía preocupante para la salud de la economía el he­ cho de que "la magnitud y urgencia de los pedidos del Ejército y recientemente las demandas del Plan Cuatrie­ nal hayan exigido tanto de la capacidad de las fábricas ale­ manas", cosa que las dejaba sin espacio suficiente para "cumplir con los pedidos para la exportación". Y en ene­ ro de 1939 el directorio del Banco Central señalaba que la solidez de la moneda estaba seriamente amenazada por la "desenfrenada política de gastos públicos", la cual "des­ truía todo intento de ordenar el presupiiestp” y colocaba las finanzas del Estado "al borde del derrumbe". Como respuesta, la jefatura nazi dio a entender que todo eso lo resolvería la guerra victoriosa por el "e^pgcio vital”: ,“en­ tonces Alemania poseerá el mercado mundial, entonces llegará la hora en que Alemania sea rica",®* ^Pero existió realmente una "revolución nacionalsocialista" en economía y sociedad? Y ¿qué sectores fueron los principales be­ neficiarios de los cambios que hubo en esta época? Como siem­ pre en estos casos subsisten algunos debates sobre determinadas estadísticas, pero actualmente es posible presentar información cuantitativa seriamente fundada que permite responder a esos interrogantes agrupando dicha información en tres conjuntos: a) L os índices de la econom ía y el p eso relativo del gasto m ilitar 9 » El PBI de Alemania pasó de 102 en 1932 (el nivel de 1913 es aquí 100) a 138,4 en 1936 y 182,7 en 1939. El crecimiento del PE per cápita entre 1933 y 1938 fue del 10,4%, mientras que en la mejor etapa de Weimar (19251929) fue sólo del 1,6%. 137 • La relación entre los gastos totales del Estado y los del sec­ tor militar: en 1932-1933 fue de 6.700 millones de marcos a 3.000; en 1936-1937, de 18.800 millones a 12.600. • La inversión en el aparato productivo de armamentos fue el 23% de la inversión pública en 1933 y el 74% en 1938. • En suma: el notable crecimiento del producto bruto per cápita es un elemento insoslayable para entender el apo­ yo popular que tuvo el régimen nazi; por otra parte, la orientación desmesurada hacia el gasto bélico planteaba serios problemas para un futuro próximo. b) La distribución del ingreso y la estructura social • El desempleo descendió a un nivel muy bajo: de 13,5% en 1934 a 1,9% en 1938. Según otros cálculos el desempleo comparado de Alemania y Gran Bretaña entre 1933 y 1938 bajó de 14,8% a 1,3% y de 24,7% a 18,8% respecti­ vamente. Aquí se vuelve a manifestar un dato material cla­ ve en que se basó la popularidad del régimen. • Los salarios por hora de los obreros no recuperaron el más alto nivel de la era de Weimar, pero mejoraron en el cálculo mensual, de un índice de 207 en 1929 a 231 en 1939. La relación entre los salarios reales y el número de horas laborales por semana mejoró con respecto al peor año de la crisis, pero apenas si lo hizo en comparación con 1929: era de 100 a 46 horas en 1929 y de 105 a 46 y media horas en 1938. • La distribución del ingreso permite identificar com o prin­ cipales beneficiarios de la recuperación económica a las empresas y a los propietarios. Entre 1932 y 1939 el ingre­ so nacional creció en un 105%, las ganancias empresarias no distribuidas un 533% y los ingresos del capital un 36%. Pero los salarios y sueldos sólo lo hicieron en un 8% y las jubilaciones y pensiones, en un 11%. Entre 1928 y 1936 el 10% de los alemanes con ingresos más altos pasó de un 37% a recibir un 39% del ingreso nacional; el 40% de in­ gresos medios pasó de un 38% a un 43% y el 50% inferior pasó del 25% al 18%. Los mecanismos distributivos del 138 Tercer Reich decididamente no beneficiaron a la mitad menos pudiente del país.®^ c) La m odernización del país en términos globales Utilizando el índice compuesto de Vanhanen (IRPR), con su combinación de datos económicos, sociales y educativos, se cons­ tata que mientras la Alemania de Weimar había subido de 13,1 en la década de 1910 a 15,5 en la de 1920, el Tercer Reich llegó a 17,7 en el decenio siguiente. No hubo una particular aceleración del proceso de modernización. Inglaterra y Francia habían avan­ zado a ritmos muy similares y Checoslovaquia, más rápidamen­ te (saltando de 7,5 a 14,3).®^ 2. La guerra del nazismo y su caída (1939-1945) Uno de los objetivos básicos de Hitler era una expansión terri­ torial que permitiese a Alemania el acceso a la categoría de gran potencia, que hemos denominado I en este trabajo. Pero todos los éxitos conseguidos hasta marzo de 1939 no alcanzaban para eso. Alemania seguía estando en una situación claramente inferior a los Estados Unidos y al Imperio Británico en lo que se refería a la extensión de tierra y recursos humanos disponibles, así como en el vital tema del abastecimiento de muchas materias primas de­ cisivas en una guerra moderna (como caucho, algodón, petróleo, bauxita, platino y mercurio). En un memorándum reservado de agosto de 1936, Hitler afirmó que la “solución definitiva” del pro­ blema alemán era "la ampliación del espacio vital, es decir, de la base de alimentación y materias primas de nuestro pueblo". Para ello, el ejército y la economía debían estar listos para una guerra en 1940. Hasta 1943-1945 creía que Alemania podía aprovechar su ventaja inicial en la carrera armamentista frente al atraso re­ lativo dé la reacción francesa y británica y el aislacionismo de Es­ tados Unidos.®'* Como más adelante dijo en su cíi’culo: "Si he rear­ mado a la Wehrmacht ha sido para utilizarla”. ¿En qué datos se basaba este cálculo? Véanse los siguientes: 139 Castos de defensa % del ingreso nacional Potencias (millones de dólares) en gastos de defensa especialmente relevantes 1930 1938 (1937) Alemania 162 7.415 23,5 URSS 722 5.429 26,4 Gran Bretaña 512 1.863 5,7 EEUU. 699 1.131 1,5 No es que en el seno del régimen no hubiesen existido aseso­ res capaces de realizar estimaciones que se iban a confirmar co­ mo lúcidas, aunque sólo a partir de 1941, cuando ya Hitler se ha­ llaba inmerso en las consecuencias de su apuesta a todo o nada. Emst von Weizsacker, funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, señalaba en un informe interno de junio de 1938: A Francia e Inglaterra, potencias de facto aliadas contra no­ sotros, hay que sumar en un caso crítico a Estados Unidos y la Unión Soviética. [...] A nuestro enemigo más peligroso —Inglaterra— sólo podríamos dañarlo en sus miembros, pe­ ro no acertarle en su corazón. La guerra terminaría con no­ sotros agotados y derrotados. [...] Las fuerzas físicas del gru­ po del Pacto, Anticomintern [Alemania, Italia, Japón] no alcanzan para disuadir de manera absoluta a la Entente [las cuatro potencias adversarias] [...]. En general van a suponer que después que liquidemos la cuestión checa le tocará el tur­ no a Polonia. [...] Pero en este sentido es importante, que por ahora la poh'tica alemana sea continuada bajo la cobertura de máximas conocidas y probadas como "el derecho de autode­ terminación” y la "comunidad del pueblo”. Cualquier otra co­ sa podría sernos reprochada como imperialismo puro, pro­ duciendo la resistencia de la Entente antes y de manera más enérgica de lo que resulta soportable para nuestras fuerzas.®^ Los optimistas —Hitler a la cabeza— creyeron que la solución al dilema era posible: las cuatro potencias peligrosas no obrarían rápido ni de manera concertada y darían oportunidad para de­ moledores golpes alemanes. Ese era el tono general de una aren­ ga reservada dirigida por Hitler a figuras cláve de la regimenta­ 140 da prensa alemana en noviembre de 1938, advirtiéndoles clara­ mente que si bien él no abandonaría de golpe su fingida mode­ ración, en realidad debían preparar a sus lectores para un próxi­ mo conflicto armado. En sintonía con esas señales, Cari Krauch, encargado de cuestiones de la producción química en el Plan Cuatrienal, planteó la situación de esta manera en abril de 1939: Parece que hoy, igual que en 1914, la situación política y eco­ nómica alemana —una fortaleza sitiada por el mundo— pa­ rece exigir una rápida decisión bélica por medio de golpes , aniquiladores desde el comienzo mismo de las hostilidades. [...] En Wilhelmshaven el Führer ha declarado su voluntad de no contemplar pasivamente ese cerco. [...] En el caso de una guerra se da la forzosa necesidad de explotar económi­ camente Ucrania Una posible interpretación de parte de la documentación dis­ ponible podría ser la que era oficial en el bloque soviético hasta su disolución: las aspiraciones ilimitadas del "capital monopolis­ ta alemán" y las "dificultades económicas del Tercer Reich" ha­ brían sido las causas profundas de la aventura bélica hitleriana. De manera atenuada, la segunda de esas tesis también ha sido sostenida por algunos autores fuera de ese ámbito histórico-político. Para ellos, Hitler se habría lanzado a la guerra para "pre­ venir peligros internos". Sin embargo, ninguna de estas afirma­ ciones ha podido resistir la crítica especializada. Los problemas de la economía alemana antes mencionados existieron, pero to­ dos nacían del absurdo ritmo armamentista impuesto por deci­ sión de la jefatura política desde 1936; una reorientación más equilibrada del gasto hubiese sido perfectamente posible, si­ guiendo las recomendaciones de Schacht y del Banco Central. En la abundante documentación existente no se han encontrado se­ ñales de que las grandes empresas del acero y la química hubie­ sen solicitado o realizado presiones a favor de actos de agresión bélica, aunque —al igual que otras elites del país— colaboraron disciplinadamente en la preparación y ejecución de esos actos una vez que el gobierno dio las respectivas directivas. Por otra parte, durante el decisivo bienio 1938-1939, los infor­ 141 mes de situación emanados de la burocracia estatal, el NSDAP el jercito, el Servicio de Inteligencia (SD) de las SS y el empresaiíado no definieron el escenario socioeconómico de Alemania como muy cntico o amenazado por grandes "peligros internos". Cuando se desencadenó la invasión a Polonia no reinaba el entusiasmo béico m siquiera entre los más encumbrados dirigentes, incluyen­ do a Goering y Goebbels. Al respecto resulta muy significativo el hecho de que en su diano personal el general Von Leeb calificase de innecesaria" la guerra, opinión no contradicha por el jefe del ejército general von Brauchitsch. Estos mUitares sabían que “el Fuhrer ha querido esta gueira". La Alemania de esa época no te­ ma fi-enos institucionales capaces de torcer la voluntad de éste Por supuesto que quebrando la “legalidad" nacionalsocialista se podna haber alterado el rumbo; pero para eso habría hecho falta la acción concertada —de hecho una Conspiración golpista— por parte de un considerable número de jerarcas del régimen dispues­ tos a jugarse su fortuna, su posición y aun la vida. Un grupo así no existió, cosa no demasiado sorprendente, teniendo en cuenta la fascinación que se desprendía de los continuos éxitos de Hitler desde la anexión de Austria. Desde una arenga a los altos mandos en agosto de 1939 quedó en claro que el dictador había elegido el camino de la guerra contra Polonia, para la cual dio "razones" Ideo ogicas vagas, no sustentadas en ninguna fiindamentación empírica sólida: Un largo período de paz no nos haría bien; hay que contar con cualquier cosa. [...] Nosotros tenemos el tipo humano cualitativamente superior, [...] en la parte contraria están los mas débiles. [...] Yo voy a dar motivos propagandísticos pa­ ra el desencadenamiento de la guerra, no importando mu­ cho si son creíbles o no. [...] El derecho es del más fuerte [...] La probabilidad de una intervención de las potencias oc­ cidentales en el conflicto no es grande. [...] A este pueblo ale- ’ man, que está amontonado a razón de 140 personas por km^, debemos darle el necesario espacio vital. Pocos días después de este discurso, efectivos de las SS dis­ frazados con uniformes polacos fingieron agresiones en territo­ rio aleman. E Il° de septiembre las tropas alemanas invadían Po­ 142 lonia y el Führer proclamaba que eran la “respuesta" ante los su­ puestos ataques. Ix)s principales acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y su correlación con la trayectoria del régimen se resumen en el si­ guiente cuadro cronológico. Años 1939 La guerra El régimen y el "Nuevo Orden" en Europa Gran Bretaña y Francia declaran la guerra Himmier es nombrado "comisario para el a Alemania. Cae Varsovia. Nuevo tratado fortalecimiento de la etnicidad alemana" germanorruso de amistad y delimitación (octubre), de fronteras (septiembre). Fracasa atentado contra Hitler en Munich (noviembre). 1940 Invasión alemana de Dinamarca Un clima triunfalista se expande en el régimen y Noruega (abril). y la población alemana. Invasión de Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Francia (mayo). Armisticio franco-alemán (junio). Hitler "ofrece la paz" a Inglaterra O'ulio). 1941 Rommel pasa a la ofensiva en Libia Bormann reemplaza a Hess en la Cancillería (marzo). del Partido (mayo). Los alemanes invaden Yugoslavia Hitler da la “Orden de los Comisarios" para la y Grecia (abril). conducta del ejército en Rusia (junio). Alemania invade la URSS (junio). Himmier es nombrado "encargado de la seguridad política de los territorios orientales recientemente ocupados". Heydrich recibe la misión de "preparar la solución total de la cuestión judía en Europa". Primer bosquejo del "Plan General para el B te " (julio). Alemania declara la guerra a los Hitler y Mussolini proclaman un “Nuevo Orden" Estados Unidos (diciembre). en Europa (agosto). - Se introduce la obligatoriedad de usar la "estrella de David" para la población judía en Alemania (septiembre). Se utiliza por primera vez gas letal en acciones genocidas en Polonia (diciembre). 143 1942 Las ofensivas de verano del Eje en Rusia Conferencia de Wannsee sobre la "cuestión y África del Norte logran la máxima judia" (enero). extensión de los territorios ocupados por tropas de Alemania y sus aliados. Decisiva derrota germano-italiana en Himmier aprueba el Plan General para el Este El Alameín. Exitoso desembarco aliado flunio). en el norte de Africa (noviembre). f s Deportaciones masivas de judíos de la Europa ocupada hacia los campos de la muerte en Polonia (primavera-verano). 1943 Capitulación del 6“ Ejército alemán en Goebbeis proclama la "g ü e ra total" (febrero). Stalingrado (febrero). A Desembarco aliado en Sicilia y fracaso Comienza el levantamiento del Cfietto de de la última ofensiva alemana en Rusia Varsovia (abril). (julio). Himmier es nombrado ministro del Interior (agosto). 1944 Desembarco aliado en Normandía Hitler sobrevive a un atentado realizado por el (junio). coronel Stauffenberg (julio). Se desencadena una terrible oleada persecutoria y las SS de Himmier logran su más alto nivel de poder. La ofensiva rusa destruye el grupo de ejércitos alemanes Centro (julio). Fracasa la última ofensiva alemana en el oeste (Batalla de las Ardenas, diciembre). 1945 Los norteamericanos cruzan el Rin Hitler ordena dejar sólo "tierra arrasada” al (marzo). enemigo (marzo). Tropas norteamericanas y rusas se Últimas masacres de prisioneros en los campos encuentran en el rio Elba. En Berlín, de concentración (abril-mayo). Hitler dirige su última "batalla" (abril). Hitler se suicida (30 de abril) y deja a Dónitz como "presidente". Éste disuelve el NSDAP y permite la capitulación del mando militar (7 y 9 de mayo). Si bien esta cronología ya revela algunos datos útiles para la posterior comparación entre los casos italiano y alemán, resulta imprescindible apelar a otra herramienta analítica que permite diferenciar las diversas facetas de la guerra realizada por el Ter- 144 cer Reich. En ese sentido, se puede sostener que Hitler condujo tres guerras simultáneas pero diferenciadas según su motivación política y en diversas formas de combinación según los escena­ rios bélicos. 1. Una guerra convencional entre las grandes potencias Las campañas de la Europa septentrional y occidental de 1940, las del área balcánica de 1941 y la nordafricana de 19411943 se mantuvieron en lo sustancial dentro de una guerra de ejércitos y normas aceptadas por los europeos desde el siglo XIX. El objetivo de Hitler era quebrar la voluntad política y la capa­ cidad militar de Francia e Inglaterra para "reordenar” el mapa del continente. El desarrollo de las operaciones de esa guerra en­ tre septiembre de 1939 y el otoño de 1941 pareció confirmar la apuesta nazi de que el uso inmediato de la ventaja armamentis­ ta y de entrenamiento, acumulada desde mediados de los años treinta, podía anular la superioridad de recursos de los adversa­ rios, sobre todo si los enfrentaba tan rápidamente que no tuvie­ sen tiempo para coordinar sus esfuerzos. En el cénit de sus ilu­ siones, en octubre de 1941, Hitler se atrevió a declarar por radio que la URSS estaba "quebrada" y que "jamás se recuperaría” . Pe­ ro ya antes de la exitosa contraofensiva rusa en Moscú, Stalin y Churchill habían propalado un mensaje muy distinto, que en los años siguientes mostraría ser una apreciación mucho más certe­ ra de la realidad: la acción combinada de Gran Bretaña, Rusia y Estados Unidos no podía ser impedida por el Eje, y los Aliados tenían una aplastante superioridad en la producción de motores, lo cual era un buen índice para saber quién ganaría la guerra.*® 2. Una guerra de rasgos "coloniales" El tratamiento de las poblaciones civiles ("arias")®^ en Polo­ nia (1939-1944), los Balcanes (1941-1944) y la URSS (1941-1944), con sus deportaciones, expropiaciones, trabajos forzados y fusi^ lamientos en masa, alcanzó niveles de violación de los derechos humanos que superaban largamente lo que era la práctica de las autoridades de ocupación en los países del oeste y el norte de Eu­ 145 I ropa. En Europa oriental el régimen nazi se dedicó a construir un imperio colonial haciendo uso intensivo de las peores prácti­ cas que habían tenido lugar durante el auge del imperialismo. Entre 1880 y 1914 (y aun después de 1918) los europeos habían masacrado y deportado a "gente de color" dando el argumento de que eso era imprescindible para que las "razas superiores" pu­ diesen realizar su labor civilizadora. Ahora Hitler entendía que la "misión" de los alemanes también justificaba su tratamiento de los “inferiores" eslavos. 3. Una pseudoguerra, en realidad un asesinato estatal masivo El Tercer Reich dio un paso más allá del antes mencionado racismo colonialista, que buscaba crear siervos com o objeto de explotación. A partir de 1941 se desencadenó una maquinaria ge­ nocida cuyo objetivo era “el aniquilamiento de la judería euro­ pea" en el sentido literal de la palabra y que inteipretaba tal ta­ rea en términos apocalípticos y maniqueos, com o una especie de cruzada liberadora contra "el enemigo de la humanidad". En cierto sentido, esta fue la "guerra nacionalsocialista" propiamen­ te dicha, la Shoa, que dio al régimen su sello imborrable. La primera clase de guerra fue ampliamente publicitada por la propaganda del régimen, la segunda, parcialmente disimula­ da bajo el rótulo de "defensa contra los partisanos comunistas", y para ocultar la tercera se apeló no sólo al anticomunismo, sino a la presunta necesidad de "hacer trabajar para Europa" a los ju ­ díos deportados. Pero la jefatura nazi consideró que las tres gue­ rras eran necesarias para que surgiera el “Nuevo Orden". Hitler tenía más bien una monstruosa visión neocolonial antes que un plan cuidadosamente elaborado. Durante los eufóricos meses ini­ ciales de su invasión de la URSS comunicó esa visión repetidas veces a los miembros de su círculo interno; para el dictador y sus colaboradores inmediatos, com o el mariscal Goering, los linca­ mientos generales debían ser los siguientes: a) El dominio del espacio ruso daría a Alemania la hegemo­ nía de Europa y la mejor base en "la lucha por la hegemo­ 146 nía en el mundo”. Rusia hasta los Urales sería la futura "India” de los alemanes: "el eslavo” sería “una masa de es­ clavos naturales que necesitan y piden a un amo”. b) "Sería un error querer educar a los indígenas, lo único que alcanzarían sería un semiconocimiento que conduce a la revolución." De ninguna manera se resucitaría a los Esta­ dos bálticos o una Ucrania independiente, ni se crearía un campesinado ruso propietario de la tierra. c) Alemania se convertiría en un país exportador de trigo (ucraniano), "además, en Crimea tenemos frutos tropica­ les, plantas que dan caucho, algodón”, y así una larga lis­ ta de materias primas estaría a su disposición. En Rusia no iban a fundarse industrias para la elaboración de pro­ ductos complejos; pero aquellas instalaciones "cuya re­ construcción es deseable serán entregadas a empresas o personalidades que posean el conocimiento técnico y que tengan actividades similares [en Alemania]” . d) El nivel de vida general de la población rusa se manten­ dría "bajo", a fin de obtener altos excedentes productivos para su envío a Alemania. Esto permitiría “en algunas dé­ cadas cubrir una gran parte de las deudas ocasionadas por el financiamiento de la guerra", mientras “el contribuyen­ te alemán” sería tratado “lo más suavemente posible” . Pe­ ro "jamás se le permitirá portar armas a alguien que no sea alemán”' 90 ■: Hitler dejó en la penumbra la definitiva configuración que pensaba darle al mapa político de Europa, porque de esa mane­ ra podía manipular mejor a los diversos partidos colaboracionis­ tas, cuyas aspiraciones a menudo resultaban conflictivas. Pero fue más explícito en formular los trazos fundamentales —de “le­ gitimación” racista— que tendría la estructura social de su impe­ rio. En el estrato superior estarían los alemanes y grupos de ho­ landeses, flamencos y escandinavos asimilados por los servicios prestados durante la guerra. Aun “el más humilde obrero ale­ mán" tendría derechos más importantes que los siguientes estra­ tos. Una especie de estamento medio estaría formado por la ,po­ 147 blación de los países "no germánicos" que estaban combatiendo com o satélites de Alemania, tales com o húngaros, rumanos, es­ lovacos y croatas, los que conservarían sus Estados, mientras una minoría de polacos, checos y parte de los pueblos bálticos serían ubicados como "súbditos leales” pero carentes de un Estado pro­ pio. Una casta inferior, reducida a condiciones serviles, estaría integrada por la mayoría de los polacos, checos y serbios, así co ­ mo la totalidad de los rusos, todos ellos sujetos además a depor­ taciones masivas según los intereses del poder imperial. Para estas poblaciones no habría enseñanza media o superior ni ser­ vicios sanitarios avanzados (para reducir su crecimiento demo­ gráfico). La propaganda nazi, com o es lógico, corría por otros carri­ les. La prensa radial y escrita del Tercer Reich desarrollaba sin cesar la tesis ceiitral del Pacto Tripartito, según la cual el objeti­ vo centrad del Eje era “obtener para cada nación del mundo el es­ pacio que le corresponde". Berlín y Roma en Europa, Tokio en el este de Asia, sólo pretenderían construir sobre esa base un "nue­ vo orden de cosas”, capaz de "promover el desarrollo y bienestar de los pueblos” de esas regiones. Junto a este tema del nuevo or­ denamiento geopolítico, venían otros dos: el antisemitismo y el an­ ticomunismo. Los tres tuvieron un cierto atractivo para diversos sectores de la población europea e hicieron prosélitos incluso en otros continentes. De manera que un torrente de panfletos y car­ teles buscó imponer la noción de que "un complot mundial ju­ dío” habría "provocado” esta guerra, mientras se caracterizaba la invasión de la URSS com o "una acción libertadora" que no se dirigiría contra los pueblos “sino solamente contra sus opresores bolcheviques” . Es una constante de la historia que ningún Estado puede "ex­ portar” con su expansión algo muy diferente de lo que constituye su propia estructura y cultura política. La Alemania de 1939 era im régimen policial de tendencias totalitarias y esto es lo que, más allá de los lemas de una "Europa unida” y "justa”, se fue implan­ tando en el continente a medida que el imperio nazi se extendía. El universo de los campos de concentración en el propio territo­ rio del Tercer Reich no hacía más que crecer: en julio de 1942 ya 148 eran 15, con casi 100.000 detenidos; en abril de 1944, los campos grandes eran 20, a los que se agregaban 165 más pequeños (“de trabajo”), sumando un total de 524.000 prisioneros. Y en enero de 1945 se llegó al máximo: 714.000. Mientras que la guerra empeo­ raba para Alemania y crecía la Resistencia, las medidas represi­ vas, la evidente explotación económica y el reclutamiento forzo­ so de mano de obra se hicieron más frecuentes. El 7 de diciembre de 1941 se dictó el llamado Decreto de la Noche y la Niebla, con vigencia en toda la Europa ocupada, que facultaba al gobierno alemán a detener en un campo de concentración a cualquier per­ sona sospechosa. Esto fue endurecido más adelante con el Decre­ to contra Sabotaje y Terrorismo (30/7/1944). Además, desde 1941 y 1942, el racionamiento alimenticio en los países ocupados se fi­ jó en una cuota más baja que la vigente en el Reich. Además del siniestro Heinrich Himmler, Reichsführer SS, en la vida de las po­ blaciones del continente resultaron especialmente influyentes las decisiones tomadas por otros dos personajes del régimen: Speer, desde febrero de 1942 ministro de Armamentos y Munición, y lue­ go también de Producción Bélica en general, y el Gauleiter Fritz Sauckel, plenipotenciario para la Movilización Laboral, que en marzo de 1944 supervisaba un universo de 5 millones de trabaja­ dores extranjeros reclutados para trabajar en Alemania (de los que sólo unos 200.000 eran voluntarios). Principalmente en el este de Europa el nazismo desarrolló sus políticas de asesinato estatal masivo, de las que primero fueron víctimas seleccionadas las elites políticas y culturales de Polonia y la URSS, pero a partir de 1941 se alcanzaron nuevas cumbres del horror con el aniquilamiento sistemático de judíos y gitanos. Al endurecerse a comienzos de 1939 la oposición anglofrancesa a sus acciones expansionistas, Hitler formuló una amenaza que en ese momento no fue apreciada en toda su monstruosidad: ¡Si los financieros internacionales judíos de Europa y fuera de ella logran arrastrar de nuevo a las naciones a una guerra mundial, entonces el resultado no será la bolchevización de la tierra y con ello la victoria del judaismo, sino el aniquila­ miento de la raza judía en Europa! 149 Entre junio y noviembre de 1941 los infames "grupos de ata­ que organizados por las SS realizaron una gigantesca serie de masacres en el territorio ruso ocupado por los alemanes, cuyas victimas fueron judíos, funcionarios comunistas y gitanos. Desde el verano de 1942 los fusilamientos en masa ya no fueron tan fre­ cuentes, desaiTollándose el genocidio principalmente a través de a asñxia en cámaras de gas y del trabajo y la desnutrición hasta la muerte en seis siniestros complejos conocidos com o “campos de la muerte y situados en Polonia; Auschwitz, Belzec, Chelmno Maidanek, Sobibor y Treblinka. ¿Que sabia la población alemana? A partir de 1939, Hitler hi­ zo referencias ocasionales al "aniquilamiento" de los judíos en sus discursos, pero en 1933 había usado esa misma expresión pa­ ra los marxistas y la gente había visto que eso no significó pri­ sión o muerte para los afiliados comunes a esos partidos o para sus esposas e hijos. De manera que el ciudadano común no ten­ día a interpretar la ñrase en su sentido literal. Entre 1942 y 1945 e régimen se refería públicamente a su política racista con el eu­ femismo de la "expulsión" o “reasentamiento" de los judíos en el este europeo, supuestamente para realizar “servicios de trabajo" en pro del esfuerzo bélico del Reich. Aun así corrían rumores en la poblacion y algunos acertaban con la monstruosa realidad mientras el régimen castigaba con prisión la difusión de “la men­ tirosa propaganda aliada". Una joven judía berlinesa que había logrado pasar a la clandestinidad recordó que al escuchar las no­ ticias que dio la BBC sobre las masacres "no podíamos ni que­ ríamos creerlo". El régimen no estaba plenamente satisfecho con población: en el verano de 1941, Goebbels se quejaba de que "por todas partes" había gen­ te que daba “muestras de simpatía hacia los judíos", por lo que los alemanes le parecían una nación “llena de sentimentalismo Idiota . En suma: resulta imposible indicar con algún grado de precisión cuantos alemanes sabían lo que realmente estaba su­ cediendo, aunque es probable que la mayoría no conociera la ple­ na verdad del genocidio hasta el final de la guerra. Por otro lado, se sabe que existió una pequeña minoría de “arios" que ayudó a los judíos que huyeron de las redadas de la policía dándoles re- 150 fcg io en sus viviendas. En Berlín pudieron salvarse de esta ma;nera unas 3.000 personas. El monstruoso saldo criminal del Tercer Reich superó larga­ mente todo lo que hicieron los Aliados en la guerra. Entre las víc<timas no combatientes a consecuencia de acciones del régimen m z i se contaron entre 5,9 y 6,1 millones de judíos (el 72% de los judíos europeos); unos 3,3 millones de prisioneros de guerra so­ viéticos (la mayoría por ser privados intencionalmente de alimen­ tación); 2,5 millones de polacos cristianos; 100.000 obreros forza­ dos traídos de Rusia; 500.000 yugoslavos; 100.000 checoslovacos; 80.000 deportados y prisioneros no judíos de Europa occidental; unos 219.000 gitanos; unos 100.000 discapacitados alemanes (por eutanasia"); entre 130.000 y 300.000 alemanes no judíos someti­ dos a persecución política y rehgiosa, además de 120.000 civiles ingleses y franceses en bombardeos. En totaíesto implica que el nazismo fue responsable de un número de muertos que oscila en­ tre los 13.040.000 y los 13.450.000 civiles, es decir, más del triple de las víctimas alemanas causadas por los Aliados.®’ Por ultimo hay que referirse a la evolución interna de la Alema­ nia nazi durante la guerra. El dato político fundamental fue la ca­ pacidad del régimen para resistir la desintegración (subterránea) de la coalición que le había dado origen y la profundización del proceso de nazificación del Estado, conducido principalmente por las SS. El máximo nivel de popularidad del régimen estuvo en los años previos al conflicto, especialmente entre 1936 y fines de 1938; a partir de 1941 se inició un descenso continuo.’ ^ Pero aun después de las grandes derrotas de 1943, Hitler y los jerarcas de su entorno creyeron que existían tres factores que podían produ­ cir por lo menos una paz negociada que permitiría la superviven­ cia del Tercer Reich: a) la supuesta "superioridad racial" de sus tropas, sobre to­ do frente a los continuamente subestimados rusos; b) el perfeccionamiento y empleo masivo de las "armas ma­ ravillosas", que permitiría anular cualitativamente la ven­ taja cuantitativa del armamento aliado; c) la "inevitable" ruptura de la "antinatural" alianza entre Es­ tados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética. 151 Parece que la mayoría del pueblo alemán también se aferró con silenciosa desesperación a esas esperanzas, sobre todo a las últimas dos, incesantemente difundidas por el aparato propagan­ dístico de Goebbels. Éste también continuó la empalagosa charla retórica sobre la supuesta "genialidad" del Führer, a quien llamó "el más grande señor de la guerra de todos los tiempos”, pero en ese tema los desastres de Stalingrado y Túnez marcaron un claro punto de inflexión. Por otro lado —y con efectos lamentables pa­ ra la vida de millones de personas— el deterioro del mito hitleria­ no no originó una resistencia poderosa, sino más bien resignación fatalista, y tampoco resultó tan fuerte com o para causar la des­ trucción de la moral combativa de los soldados, la cual sólo mos­ tró señales claras de desintegración en febrero-marzo de 1945. Al fincil de la guerra muchísimos seguían luchando con determina­ ción porque creían que la derrota sería aún peor que lo que ya se estaba soportando. Esta idea perversa fue el último "aporte" que el Ministerio de Propaganda hizo a la estrategia nazi. Por último, hay que observar la trayectoria de la oposición al régimen, mucho menos efectiva y afortunada que la del caso ita­ liano. Antes de que comenzaran las derrotas en la guerra, existía ya una oposición clandestina en Alemania, aunque creció y se en­ dureció a partir del desastre de Stalingrado, Esta resistencia no pudo dirigirse a los sentimientos populares a la manera de las otras agrupaciones europeas, dada la hegemom'a del aparato po­ licial y el masivo adoctrinamiento que tenían muy eficazmente controlada a la población. En su minucioso diario, V. Klemperer registraba que a menudo encontraba a gente sencilla —"obreros y empleados"— que se manifestaban gríticarnente hacia el régimen en privado, pero "nada” podían hacer "contra la enorme organi­ zación, la falta de escrúpulos y la suma de poder del gobierno".®^ El antinazismo sólo pudo actuar dg manera conspirativa, y su única estrgitegia con mínimas chances de éxito consistía en un rápido golpe de Estado para instaurar un gobierno capaz de ha­ cer la paz. En realidad hubo diversas agrupaciones y formas de oposición, antes y al margen de la que podríamos llamar "golpista”, pero su historia revela la general escasez de recursos y alta vulnerabilidad ante la represión. Eso vale tanto para la oposición 152 surgida en el seno de las iglesias católica y protestante, así como para los restos de los partidos de la izquierda. En la Universidad de Munich, un pequeño grupo estudiantil de inspiración cristia­ na y humanista —La Rosa Blanca— pagó con la vida el intento de despertar las conciencias con una campaña de volantes. En el ambiente sindical, células socialdemócratas dispersas lograron formar una red clandestina hacia 1940 dispuesta a apoyar un gol­ pe antinazi, pero sin medios para realizarlo por su cuenta. Por su parte, la resistencia comunista empezó a trabajar intensamen­ te recién después de junio de 1941, siendo su fuerza más impor­ tante una red de espionaje. Al menos en teoría, la resistencia conservadora parecía con­ tar con mejores medios para un intento de derrocar la dictadu­ ra. En su centro se encontraba la figura de Cari Goerdeler, ex in­ tendente de Leipzig. Ya en noviembre de 1939 Goerdeler y el general retirado Beck establecieron contactos con las resisten­ cias sindicales católica (J. Kaiser) y socialdemócrata (W. Leuschner), rompiendo así viejos prejuicios de la derecha alemana, de la cual provenían tanto Goerdeler com o Beck. En el transcurso de los años 1943-1944 todos los integrantes de la red conspirativa acordaron una especie de programa mínimo que consistía en los siguientes pasos: 1) un golpe militar; 2 ) un gobierno militar de transición; 3) un gobierno civil presidido por Goerdeler. A comienzos de 1944 el objetivo de la resistencia se había re­ ducido a lograr con el golpe la apertura del frente occidental a los angloamericanos, frenando así el avance ruso hacia Alema­ nia. Se comenzaría matando a Hitler con una bomba y acto se­ guido el general Fromm, comandante del Ejército de Reserva, tomaría el poder en Berlín con sus tropas, movilizándolas en la Operación Walküre. Una figura clave era el idealista coronel Claus von Stauffenberg, jefe del Estado Mayor de Fromm. El 20 de julio, Stauffenberg detonó una bomba en el cuartel general de Hitler (la "Guarida del Lobo" en Prusia Oriental), pero el dic­ tador sólo sufrió heridas leves. En Berlín los conspiradores fue­ ron detenidos por la rápida reacción de los "leales”, jugando un rol considerable el ministro Goebbels. Von Stauffenberg fue fu­ silado y por toda Alemania la Gestapo desató una oleada de 153 arrestos. La macabra culminación fueron una serie de “juicios” y posteriores ejecuciones que Hitler ordenó filmar para su de­ leite privado. 3. Momento comparativo: las trayectorias de la Italia fascista y la Alemania nazi Las que se presentan a continuación son las coincidencias y divergencias más significativas que surgen del análisis de los re­ gímenes italiano y alemán. C o m p a r a c io n e s e n e c o n o m ía y s o c ie d a d 1. ¿Una “superación" del conflicto social y del capitalismo? Ni el "corporativismo" fascista ni la unión de “los trabajado­ res de la frente con los del puño" que preconizaba el nazismo fue­ ron realmente una expresión autónoma de las organizaciones empresarias y obreras. Tampoco implicaron la “superación” de la sociedad de clases. Ambos sistemas se establecieron —lenta­ mente en un caso y rápidamente en el otro— sobre la base de la destrucción o regimentación autoritaria de las organizaciones anteriores. Y a lo largo de la historia los regímenes siempre im­ plicaron mayores niveles de autonomía para el sector empresa­ rio que para el obrero. En ambos regímenes se superaron, a me­ diados de los años treinta, las peores manifestaciones de la crisis económica mundial, pero Italia y Alemania no dieron a su pobla­ ción asalariada mejoras que fuesen marcadamente superiores a lo que habían podido obtener gobiernos y sindicatos laboristas y socialistas en otros países europeos. En el Tercer Reich lo más destacado fue la espectacular caída del índice de desempleo, te­ ma en el que Italia fue menos exitosa. 2. La modernización En materia de industrialización y modernización de la socie­ dad ambos regímenes registraron avances, aunque en ambos ca­ sos hubo una enorme despropoción entre lo que sostenía la pro­ 154 paganda y la realidad. En el caso italiano resulta llamativo que otros capitalismos relativamente periféricos 5' tardíos pudiesen competir con sus índices (véase el capítulo V); en el caso alemán, cuyo nivel de modernización (IRP) ya era el triple del italiano en los años veinte, el ritmo de desarrollo tampoco resultó muy dife­ rente del de otros Estados que podían usarse com o elemento de comparación. Por otro lado, el antisemitismo y en general el antiintelectualismo de los nazis produjeron una emigración de per­ sonal altamente calificado en matemáticas y física y un claro des­ censo de la calidad de la educación superior. Este fenómeno régresivo no tenía precedentes en la historia contemporánea de Europa. C o m p a r a c io n e s e n p o l ít ic a y c u l t u r a ,3. Los tiempos del poder La “fascistización" de Italia, al menos en lo político, no estu­ vo completada antes de 1928, mientras que sorprende la rapidez del proceso comparable en Alemania, terminado en 1934. Esta diferencia de los “tiempos" de cada dictadura ya era un síntoma .de que las respectivas pretensiones totalitarias también iban a te­ ner resultados diferentes en el campo de los resultados prácticos. 4. Una dualidad latente El dualismo entre el partido y la burocracia tradicional del Estado se mantuvo a lo largo de la vida del régimen fascista y en líneas generales se trató de un fenómeno que también caracteri­ zó al Tercer Reich. Sin embargo, en el caso alemán el desequili­ brio a favor del partido se hizo más marcado, luego, durante la guerra, se aceleró —con el creciente protagonismo de las SS— de una manera que no parece haber tenido un correlato en Italia. 5. Estado e Iglesia(s) , Tanto en Italia com o en Alemania podría caracterizarse la re­ lación entre el régimen y los cultos establecidos com o de "ten­ sión constantemente negociada". Había luego diferencias: esa .tensión, por razones doctrinales, era mucho mayor con el nazis­ 155 íi:- mo que con el fascismo; por otra parte, la división del cristianis­ mo en Alemania y el enorme predominio de italianos en la jerar­ quía del Vaticano eran factores que hacían más fuerte la posición de Hitler en sus relaciones con' el poder eclesiástico que la de Mussolini. En ambos casos el tema de la educación fue el prin­ cipal campo conflictivo. 6 . La legitimidad y el poder de los dictadores Los dos regímenes tenían una fuerte impronta personal, pe­ ro en el caso italiano se mantuvieron dos amenazas latentes pa­ ra el despliegue total del "ducismo” : el Gran Consejo y la posi­ ción constitucional del rnonarca. El propio Hitler se refirió a esta última con cierta preocupación en sus monólogos. El dictador germano no debía enfrentarse a ninguna institución que pudie­ ra recortar sus poderes o destituirlo, fuese dentro del partido o fuera de él. ' 7. La convergencia de los regímenes Ya hemos señalado que Hitler había expresado su simpatía por el fascismo en los años iniciales de su carrera, mientras que Mussolini llegó relativamente tarde a la cooperación con su ad­ mirador. En ambos casos los adversarios comunes fueron el m o­ tor principal de la convergencia, la cual, por otra parte, nunca descansó sobre la base de una identidad total de objetivos o mé­ todos. A partir de 1936 los rasgos similares de todas maneras fa­ cilitaron la creación de un clima propicio para acuerdos vagos, tendientes a concederse recíprocamente "manos libres” en sus respectivos "espacios vitales". 8. La penetración en las respectivas sociedades Ambos regímenes buscaban lograr el entusiasmo masivo y el máximo grado de militarización de la vida civil que fuese posi­ ble. En Italia indudablemente los logros reales en la persecución de estos objetivos estuvieron muy por debajo del caso alemán. Con la información empírica existente resulta difi'cil arriesgar es­ timaciones para el caso italiano, pero podría plantearse com o 156 conjetura no desprovista de fundamentos que, frente a un 20 % a 25% de alemanes intensamente consustanciados con el nazismo, por lo menos hasta 1943-1944, el núcleo duro de los fascistas ita­ lianos ya en 1940-1941 no habría superado el 10% de la pobla­ ción. Hay que matizar este panorama con otra observación im­ portante: en ambas sociedades sobrevivieron —en una especie de "subterráneo" vigilado— buena parte de las subculturas históri­ cas que tanto el fascismo com o el nazismo querían absorber o (destruir. Debajo de una capa pública de estridentes conductas de adhesión persistió un segundo estrato en relaciones familiares y de pequeños pero numerosos grupos que siguieron adheridos a esas subculturas. Sin su presencia hubiesen sido inexplicables tanto la resurrección rápida de la oposición organizada en la Ita­ lia de 1943 com o el regreso del pluralismo político en la Alema­ nia de 1945-1946. L a s p o l ít ic a s e x t e r io r e s a n t e s d e l a g u e r r a 9. Continuidades, rupturas y tiempos Ambas políticas exteriores mostraron muchos elementos de continuidad con las de los gobiernos precedentes, aunque el rit­ mo de las "sorpresas” nazis fue acelerado en comparación con las iniciativas italianas. La revisión del mapa europeo y africano de 1919 ya había figurado en las agendas de quienes Mussolini y Hitler calificaron com o "políticos de la renuncia" y "traidores de noviembre”. Desde las perspectivas dominantes en Inglaterra y Francia, la ruptura clara de Hitler sólo llegó con su destrucción de Checoslovaquia, y la de Mussolini, con su entrada en la gue­ rra al lado de Alemania. 10. D os herramientas Ambos regímenes utilizaron básicamente dos herramientas an­ tes de 1939: la "zanahoria", consistente en seducir a las potencias atlánticas con su autoproclamado rol de "defensores de Occidente ante la barbarie comunista” y el "palo", la amenaza implicada en sus colosales gastos militares. En gran medida reproducían así, es­ ta vez a escala internacional, la política que habían seguido para 157 ^ i/ alcanzar el poder (en aquella oportunidad el palo habían sido los squadristi y las SA). Entre 1935 y 1938 ambos regímenes lograron sus mayores éxitos en la combinación de esos dos instrumentos. 11. Los "logros" En los aspectos sustanciales de la estratificación internacio­ nal del poder, la Italia de 1940 apenas si pesaba algo más que la de 1922. En cambio, el Tercer Reich de fines de 1938 podía re­ clamar un claro ascenso en relación con la Alemania de 1933, al menos en el plano dé los recursos militares y de la extensión teiritorial. Sin embargo, también se puede decir que, medidos se­ gún el criterio de las respectivas ambiciones, la expansión de Hitler se hallaba más lejos de su satisfacción que la alcanzada por Mussolini. La a v e n t u r a b é l ic a 12. Varias guerras en una En el caso del Tercer Reich hemos señaládo la mezcla de tres formas diferentes de guerra, entre 1939-1945. La Italia fascista nunca puso en marcha nada comparable a la radicalidad asesi­ na de la Shoa, pero en las operaciones antiguerrilleras en Libia (1929-1932) y Yugoslavia (1941-1943) sus tropas cometieron crí­ menes de guerra no muy distintos de los del racismo colonialis­ ta de los nazis en Europa oriental. 13. La propaganda La propaganda fascista durante la Guerra Mundial nunca le dio al tema antisemita la importancia central que el nazismo le asignó: aquí la diferencia fue grande. En todo lo demás había mucha coherencia entre los lemas de las dos dictaduras, y al des­ parecer la fortuna militar del Eje ambas se concentraron otra vez en la pretensión de ser las únicas garantías europeas contra Ru­ sia y el peligro comunista. Mussolini también intentó presentar­ se com o regresando a su etapa inicial socializante, matiz en que se mostró original en comparación con Hitlen 158 1 14. La caída Teniendo en cuenta las diferencias observadas en los puntos tercero, cuarto, sexto y octavo, la falta de similitud en la caída de los dos regímenes resulta explicable. El consenso de las elites y la confianza de las masas de la Italia fascista se quebraron al ca­ bo de menos de tres años de guerra, la oposición resurgió con fuerza y una conspiración logró derrocar al dictador sin que hu­ biese una reacción eficaz de sus fieles. Hitler se mantuvo hasta el final y se hundió en un mar de sangre; un factor importante en este proceso fue el extraordinario desarrollo alcanzado por el aparato represivo de las SS a partir de mediados de 1944. Al hacer un balance se comprueba que las coincidencias en­ tre Italia y Alemania son bastante numerosas e importantes, lo cual resulta claro en los puntos 1, 2, 4, 5, 6 , 8 , 9, 10 y 13. Los apa­ ratos de propaganda de ambos regímenes subrayaron estas simi­ litudes a partir de 1936, y aun bajo ese lente deformado se traslu­ cían muchas realidades. No menos ciertas fueron las diferencias, sobre todo visibles en la velocidad, radicalidad y magnitud de los respectivos experimentos totalitarios y su proyección internacio­ nal. Las principales causas estructurales de esas diferencias se ex­ plican por las trayectorias históricas previas de ambas naciones, tal com o se las ha sintetizado y comparado en los tres primeros capítulos de este libro. Pero las divergencias no son tantas como para impedir reconocer que en la década de 1930 estos dos movi­ mientos políticos habían establecido regímenes lo suficientemente afines para autodesignarse (y ser percibidos por otros) como perte­ necientes a un mismo género o familia ideológica, a la que viene bien el rótulo de “fascista". El conjunto de sus rasgos definitorios fue lo suficientemente marcado y novedoso com o para no con­ fundirlos con el liberalismo democrático, la socialdemocracia, el conservadurismo y el comunismo. Pero además de los casos ita­ liano y alemán, ¿hubo otros en esa época? En el siguiente capítu­ lo nos dedicaremos al análisis de esa cuestión. 159