Poemas de Charles Baudelaire Selección de poemas de “Las flores del mal” (1857), de Charles Baudelaire. Ed. Banda Oriental. Montevideo, 1983. Traducción de Edmundo Gómez Mango “Al lector” El error, el pecado, la necedad, la angurria ocupan nuestras almas, trabajan nuestros cuerpos y alimentamos nuestros vanos remordimientos, como los pordioseros nutren a sus gusanos. Nuestros pecados, tercos; nuestro arrepentir débil; con creces nos hacemos pagar las confesiones, y volvemos alegres al camino fangoso, creyendo nuestras manchas lavar con viles lloros. Satanás Trimegisto, en la almohada del mal, acuna largamente nuestro encantado espíritu, y el precioso metal de nuestra voluntad íntegro lo evapora este sabio alquimista. ¡Es el diablo quien tiene los hilos que nos mueven! Atractivo encontramos en cosas repugnantes; cada día al infierno descendemos un paso, sin horror a través de tinieblas que apestan. Cual pobre depravado que besa y que devora el seno flagelado de una antigua ramera, robamos al pasar un placer clandestino que muy fuerte exprimimos como naranja vieja. Apretado, hormigueante, como un millón de helmintos, un pueblo de demonios se harta en nuestros cerebros, y cuando respiramos, la Muerte a los pulmones baja, invisible río, con apagadas quejas. Si el estupro, el veneno, el puñal, el incendio, no bordaron aún con graciosos dibujos el banal cañamazo de nuestro ruin destino ay! es que nuestra alma no es bastante atrevida. Pero entre los chacales, las panteras, las perras, los buitres, las serpientes, los monos y escorpiones, los monstruos gruñidores, aullantes, trepadores, en el infame circo de nuestros propios vicios, hay uno que es más feo, más malo, más inmundo! Aunque no gesticule y ni gritos profiera, haría con placer de la tierra una ruina y en medio de un bostezo se tragaría al mundo; ¡Es el TEDIO! –Los ojos cargados de un llanto involuntario, él sueña con patíbulos, mientras fuma su pipa. Tú conoces, lector, al monstruo delicado, -hipócrita lector,- mi prójimo - mi hermano! Spleen e Ideal “Una carroña” Recuerda aquel objeto que vimos, alma mía, una suave mañana estival: al codo de un sendero, una carroña infame en un lecho sembrado de piedras, con las piernas al aire, como una mujer lúbrica, ardiendo y sudando venenos, abría de una manera despreocupada y cínica su vientre de exhalaciones pleno. El sol resplandecía sobre esa podredumbre, como para cocerla a punto, y devolver por céntuplo a la Naturaleza todo lo que junto reuniera. Y el cielo contemplaba la soberbia osamenta que se abría como una flor. Tan fuerte era el hedor, que allí sobre la hierba te creíste desvanecer. Las moscas bordoneaban sobre ese vientre pútrido, y salían negros ejércitos de larvas que corrían como un espeso líquido por esos vivientes jirones. Todo eso bajaba y subía en una ola, se abalanzaba crepitando; dijérase que el cuerpo, lleno de un soplo vago, vivía multiplicándose. Y ese mundo emitía una música extraña, del agua que corre y el viento, o el grano que un labriego con movimiento rítmico, agita y vuelve en su tamiz. Las formas se borraban y no eran más que un sueño, un esbozo lento en venir a la tela olvidada, y que el artista acaba solamente por el recuerdo. Por detrás de las rocas, una perra intranquila nos miraba con ojo airado, espiando el momento de arrancar del cadáver el trozo que había lamido. -¡Sin embargo serás como ese desperdicio, como esa horrible infección, estrella de mis ojos y sol de mi universo, tú, ángel mío, mi pasión! ¡Sí! Así serás tú, oh reina de las gracias, después del postrer sacramento, cuando vayas, bajo hierba y florescencias fértiles, a enmohecerte entre los huesos. ¡Entonces, mi belleza, diles a los gusanos que con besos te comerán, que he guardado la forma y la esencia divina de mis amores descompuestos! “El albatros” Por divertirse, a veces, la gente marinera, Atrapa los albatros, grandes aves del mar, Que siguen, indolentes compañeros de viaje, Al navío que surca los amargos abismos. Cuando apenas han sido dejados en cubierta, Los reyes del azur, torpes y vergonzosos, Sus grandes alas blancas tristemente abandonan Semejantes a remos, arrastrando a sus lados. ¡Qué torpe y débil es el alado viajero! Él, antes tan hermoso, cuan cómico y cuán feo! Uno el pico le quema acercando una pipa, Otro rengueando imita, al cojo que volaba! El poeta es igual a este rey de las nubes Que habita la tormenta y ríe del arquero; Exilado en el suelo, en medio de abucheos, Sus alas de gigante le impiden caminar. “Correspondencias” Naturaleza es templo donde vivos pilares dejan salir a veces sus confusas palabras; por allí pasa el hombre entre bosques de símbolos que lo observan atentos con familiar mirada Como muy largos ecos de lejos confundidos en una tenebrosa y profunda unidad, vasta como la noche, como la claridad perfumes y colores y sones se responden Hay perfumes tan frescos como carnes de niños, dulces como el oboe, verdes como praderas, y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes. que la expansión poseen de cosas infinitas, como el almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso, que cantan los transportes del alma y los sentidos.