CHARLES BAUDELAIRE - LAS FLORES DEL MAL por allí pasa el hombre entre bosques de símbolos que lo observan atentos con familiar mirada. SELECCIÓN DE TEXTOS Como muy largos ecos de lejos confundidos en una tenebrosa y profunda unidad, vasta como la noche, como la claridad, perfumes y colores y sones se responden. EL ALBATROS Hay perfumes tan frescos como carnes de niños, dulces como el oboe, verdes como praderas, y hay otros corrompidos, ricos y triunfantes, Por divertirse, a veces, la gente marinera, atrapa los albatros, grandes aves del mar, que siguen, indolentes compañeros de viaje, al navío que surca los amargos abismos. Cuando apenas han sido dejados en cubierta, los reyes del azur, torpes y vergonzosos, sus grandes alas blancas tristemente abandonan semejantes a remos, arrastrando a sus lados. que la expansión posee de cosas infinitas, como el almizcle, el ámbar, el benjuí y el incienso, que cantan los transportes del alma y los sentidos. EL ENEMIGO ¡Qué torpe y débil es el alado viajero! Él, antes tan hermoso, cuan cómico y cuán feo! Uno el pico le quema acercando una pipa, otro rengueando imita, al cojo que volaba! Mi juventud fue sólo tenebrosa tormenta, atravesada a veces por soles centelleantes; las lluvias y los rayos hicieron tal estrago, que pocos son los frutos bermejos del jardín. El Poeta es igual a este rey de las nubes que habita la tormenta y ríe del arquero; exilado en el suelo, en medio de abucheos, sus alas de gigante le impiden caminar. Pues bien, ya he tocado el otoño de la idea, y es hora de emplear las palas y rastrillos y agrupar como nuevas las tierras inundadas, donde las aguas cavan sus pozos como tumbas. CORRESPONDENCIAS ¿Quién sabe si las flores nuevas con las que sueño hallarán en el suelo lavado como playa el místico alimento con que harán su vigor? La Natura es un templo donde vivos pilares dejan salir a veces sus confusas palabras; -¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Come la vida el Tiempo, y el oscuro Enemigo que el corazón nos roe con sangre que perdemos crece y se fortifica! HIMNO A LA BELLEZA ¿Vienes del hondo cielo o sales del abismo, Belleza? Tu mirada, infernal y divina, vierte confusamente beneficios y crímenes, por lo que compararte se puede con el vino. Contienes en tus ojos el poniente y la aurora; esparces los perfumes cual noche tormentosa; tus besos son un filtro y un ánfora tu boca que hace cobarde al héroe y al niño hace valiente. ¿Surges del negro abismo, desciendes de los astros? El destino encantado, te sigue como un perro; tú siembras al azar la dicha y los desastres, y lo gobiernas todo sin responder de nada. Marchas sobre los muertos y te burlas, Belleza; el Horror, de tus joyas, es la más atractiva, y el Crimen, entre todos tus más hermosos dijes, en tu vientre orgulloso danza amorosamente. El deslumbrado insecto vuela hacia ti, candela, arde, crepita y dice: "Bendigamos la antorcha!" El amante jadeando sobre su mujer bella parece un moribundo que acaricia su tumba. de un Infinito que amo y jamás conocí? De Satán o de Dios, qué importa? Sirena o Ángel, qué importa, si tú vuelves, –hada de ojos de seda, ritmo, perfume, luz, mi única soberana!– menos horrible el mundo, más ligero el instante? PERFUME EXÓTICO Con los ojos cerrados, en la noche otoñal, respirando el aroma de tu cálido pecho, sucederse contemplo las riberas felices que un monótono sol deslumbra con sus fuegos; da la naturaleza en la isla perezosa árboles singulares y frutos sazonados; los hombres tienen cuerpos delgados, vigorosos, y las mujeres ojos que en su franqueza asombran. Guiado por tu aroma hacia encantados climas, veo un puerto repleto de velas y de mástiles, fatigados aún por las olas del mar, en tanto que el perfume de verdes tamarindos, circulando en el aire distiende mi narina, y en mi alma se confunde con cantos de marinos. UNA CARROÑA Que vengas del infierno, o del cielo, qué importa Belleza! monstruo enorme, inocente y temible! Si tus ojos, tu risa, tu pie, me abren la puerta Recuerda aquel objeto que vimos, alma mía, una suave mañana estival: al codo de un sendero, una carroña infame en un lecho sembrado de piedras, a la tela olvidada, y que el artista acaba solamente por el recuerdo. con las piernas al aire, como una mujer lúbrica, ardiendo y sudando venenos, abría de una manera despreocupada y cínica su vientre de exhalaciones pleno. Por detrás de las rocas, una perra intranquila nos miraba con ojo airado, espiando el momento de arrancar del cadáver el trozo que había lamido. El sol resplandecía sobre esa podredumbre, como para cocerla a punto, y devolver por céntuplo a la Naturaleza todo lo que junto reuniera. -¡Sin embargo serás como ese desperdicio, como esa horrible infección, estrella de mis ojos y sol de mi universo, tú, ángel mío, mi pasión! Y el cielo contemplaba la soberbia osamenta que se abría como una flor. Tan fuerte era el hedor, que allí sobre la hierba te creíste desvanecer. ¡Sí! Así serás tú, oh reina de las gracias, después del postrer sacramento, cuando vayas, bajo hierba y florescencias fértiles, a enmohecerte entre los huesos. Las moscas bordoneaban sobre ese vientre pútrido, y salían negros ejércitos de larvas que corrían como un espeso líquido por esos vivientes jirones. ¡Entonces, mi belleza, diles a los gusanos que con besos te comerán, que he guardado la forma y la esencia divina de mis amores descompuestos! Todo eso bajaba y subía en una ola, se abalanzaba crepitando; dijérase que el cuerpo, lleno de un soplo vago, vivía multiplicándose. SPLEEN Yo tengo más recuerdos que si hubiera mil años. Y ese mundo emitía una música extraña, del agua que corre y el viento, o el grano que un labriego con movimiento rítmico, agita y vuelve en su tamiz. Las formas se borraban y no eran más que un sueño, un esbozo lento en venir Un mueble con cajones repletos de balances, versos, tiernos mensajes, procesos y romanzas, con pesados cabellos envueltos en recibos, menos secretos guarda que mi triste cerebro. Es toda una pirámide, un inmenso sepulcro, que contiene más muertos que la fosa común. —Yo soy un cementerio odiado por la luna, donde grandes gusanos, como remordimientos, reptan y se encarnizan con mis muertos queridos. Yo soy un viejo mueble, lleno de ajadas rosas, donde yace un montón de envejecidas modas, donde tristes pinturas y cuadros de Boucher respiran el perfume de un frasco destapado. Nada pasa tan lento como los cojos días, cuando, bajo los copos de los años nevosos el tedio, fruto pálido del desinterés, toma las proporciones de la inmortalidad. —No eres más, desde ahora, ¡oh materia viviente! que una roca rodeada por un espanto vago, adormecida al fondo de un Sahara brumoso! Vieja esfinge ignorada por el mundo tranquilo, olvidada en el mapa, y cuyo humor huraño sólo canta a los rayos de los soles ponientes. (Traducción de Edmundo Gómez Mango)