Subido por Antony Jose Gutierrez

LA MORAL DE SAN AGUSTÍN

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LA MORAL DE SAN AGUSTÍN
Al igual que en todo el campo de la teología, también en la doctrina moral la influencia de
San Agustín ha sido importante, en especial en la Iglesia de Occidente. En la obra de San
Agustín no se distinguen diferentes facetas ni podemos hablar de una filosofía o moral
propias si no están unidas a su reflexión teológica. Todo su pensamiento confluye en su
percepción de las realidades divinas y humanas. Es necesario saber cómo concibe Agustín la
moral para comprender mejor su obra.
I.
RASGOS CARACTERÍSTICOS DE SU OBRA
La reflexión moral de San Agustín tiene como puntos importantes los que se enuncian a
continuación:
a) S. Agustín no ha elaborado lo que hoy denominamos un Manual de Teología Moral.
Pero sí ha escrito tratados enteros sobre capítulos muy específicos de esta disciplina.
Asimismo, su extensa sección de Cartas contiene una moral casuística, como respuesta a las
más diversas cuestiones que se le proponen.
b) El rigor y, al mismo tiempo, la consideración con que juzga sus experiencias personales
en las Confesiones, sirven de criterio para juzgar la conciencia del hombre pecador. En este
sentido, S. Agustín advierte especialmente acerca del cuidado del interior del hombre,
que es el lugar donde se combaten los grandes conflictos morales. A este propósito, el
Catecismo de la Iglesia afirma: “si el hombre comete el mal, el justo juicio de la conciencia
puede ser en él el testigo de la verdad universal del bien, al mismo tiempo que de la malicia
de su elección concreta”.1
c) San Agustín contiene una doctrina acabada sobre la importancia de la norma y la
obligación de cumplirla. En este sentido, es decisiva su teoría acerca de la ley eterna. La
teología moral agustiniana tiene más en cuenta la ley eterna que la ley natural. En esto se deja
sentir la influencia griega (platónica), por encima de la ley natural del derecho romano. La
ley eterna significa el querer de Dios.
d) A partir de San Agustín, el problema moral se dilucida entre la conciencia personal
y la ley eterna, o sea, el querer de Dios. Aquí enlaza con el núcleo neotestamentario del
"cumplimiento de la voluntad del Padre".
e) Tema central en su doctrina moral es la relación entre "gracia y libertad", que
mereció tanta atención en sus escritos. Agustín vuelve, reiteradamente, sobre este tema, bien
sea suscitado por planteamientos dogmáticos, como motivado por exigencias morales. En
1
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 1781
este punto la síntesis alcanzada por San Agustín se ha considerado como una verdad
permanente para la teología moral. Por eso, la realidad del pecado es un hecho concreto que
se ventila en el actuar del hombre en oposición a la gracia que Dios le concede
f) Referencia especial merece la consideración cristocéntrica de la existencia cristiana en
orden a la vida moral. La conducta del hombre tiene un punto de referencia claro: la
vida de Jesús. El cristiano es un seguidor de Jesucristo.
g) También el tema del fin último del hombre y de su existencia después de la muerte aparece
subrayado en la consideración ética. Aquí se inicia uno de sus temas centrales: el orden, que
le ha preocupado toda su vida. La moralidad de las acciones humanas en la doctrina de
San Agustín se ventila en la orientación finalista de la existencia. Ese fin del que habla
San Agustín no es otro que Dios: “Nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta
que repose en ti”.2
II.
LA CARIDAD, CENTRO DE LA MORAL AGUSTINIANA
No es difícil encontrar en Agustín una idea central de su teología moral. Como es obvio,
no se planteó el tema de modo expreso, tal como se delineará en época posterior; pero
cabe situar su punto focal en el amor. Incluso en el tratado de las virtudes morales, San
Agustín considera las cuatro virtudes cardinales como maneras diferentes en que se
manifiesta la caridad: "La templanza es el amor que se entrega al objeto amado; la fortaleza
es el amor que todo lo soporta por el objeto de sus amores; la justicia es el amor únicamente
esclavo de su amado y ejerce, por lo tanto, señorío conforme a la razón, finalmente, la
prudencia es el amor que con sagacidad y sabiduría elige los medios de defensa contra toda
clase de obstáculos”3.
Ese amor cristiano abarca por igual a Dios y al prójimo. A este respecto, los textos son tan
numerosos como matizados. El amor a Dios representa la cima de las virtudes, lo expresa
así: "como la virtud es el camino de que conduce a la verdadera felicidad, su definición no
otra que un perfecto amor a Dios"4. Y el amor al prójimo parece ser la norma suprema
del actuar: “el amor por el que amamos a Dios y al prójimo, resume en sí toda la grandeza
y profundidad de los demás preceptos divinos”.5
Así como nos hablan san Juan y Santiago sobre la caridad que se concreta en amor al prójimo,
también Agustín toma esa idea porque no hay paso más seguro hacia el amor de Dios que el
amor del hombre por el hombre.
2
San Agustín, Confesiones, Libro Primero, nn.1
San Agustín, Las virtudes morales, Las costumbres de la Iglesia Católica, cap. 15, 19, 24, 25
4
San Agustín, Las virtudes morales, Las costumbres de la Iglesia Católica, cap. 15, 19, 24, 25
5
San Agustín, Elogio de la caridad, Sermón 350, 2-3
3
III.
LA CREACIÓN Y EL PROBLEMA DEL MAL
Para entender la moral agustiniana es preciso también entender la manera en la que él explica
el problema del mal pues la conducta moral del hombre está en estrecha relación con este
concepto.
En el sistema de San Agustín hay un constante recurso a Dios, presente en el interior del
hombre y fin de la historia. La existencia de Dios es la exigencia de todo su pensamiento,
aunque no le interesó mucho comprobar que existe. Sin embargo, fundamenta su existencia
en la necesidad de una base firme para la existencia de un conocimiento verdadero.
Este Dios es el fundamento de lo existente, el creador, no el demiurgo griego. La creación es
producto de las ideas eternas de la mente divina. La creación del mundo es un acto libre de
la voluntad divina. Crea todo lo que existe, lo que existió y lo que existirá. A esta forma de
creación la conoce como ejemplarismo (parecido al estilo platónico). Las cosas no fueron
hechas como son, sino como semillas que se despliegan en el tiempo.
Este mundo es un conjunto de seres que tienen diversos grados de perfección, desde el mero
existir hasta el entender pasando por el vivir, y culminando en el ser humano. Es lo que se
conoce como escala de los seres.
Como creatura de Dios, el mundo tiene que mostrar de algún modo la perfección divina. Sin
embargo, hay en el mundo aspectos que parecen negativos, contrarios a esa perfección, como
pueden ser las enfermedades, la violencia o los defectos en los seres naturales y en los
comportamientos humanos que hacen que las cosas se alejen del plan divino. San Agustín
considera que el mal, tanto físico como moral, no es una creación divina porque denotaría
imperfección, sino que es una carencia, una privación, y en cuanto tal no es algo que exista
realmente. La carencia de realidad del mal, el hecho de que sea una mera afección, un
accidente en terminología aristotélica, la priva de toda existencia real de ser “cosa” y, por
tanto, no es objeto de creación. El mal, es algo que se ha introducido en este mundo por causa
del pecado, es decir, por un acto de la voluntad que nace de la desobediencia de los primeros
padres, por lo tanto, el mal es responsabilidad del ser humano “porque no es malo el cielo, ni
la tierra, ni las aguas, no lo que hay en ellos. Estas cosas son buenas. Al mundo lo hacen
malo los hombres malos”.6
IV.
LA CONDUCTA MORAL
Como el ser humano nace en pecado (que es el mal moral), para Agustín, la moral va unida
a la voluntad, que determina las acciones humanas por su capacidad de deliberar y tomar
decisiones. A consecuencia del pecado original, el ser humano nace con voluntad débil. Está
6
San Agustín, Cómo pedir a Dios, Sermón 80, 7-8
inclinado a obrar mal. San Agustín defiende la necesidad de redención, esto ayuda a que, por
la Gracia, el hombre transforme su libre albedrío en libertad. Y como la felicidad se la
encuentra en Dios, el principio de la moralidad es el amor a Dios. San Agustín no se limita a
dar sentido al ser humano individual, sino que explica su destino como parte de una
colectividad. La búsqueda del amor de Dios es el criterio de clasificación de los seres
humanos: los que siguen el amor a Dios y los que se centran en el amor a sí mismos hasta el
desprecio de Dios. Hay una lucha entre dos tendencias, una positiva y una negativa.
Simboliza esto en dos ciudades: la ciudad terrena, Babilonia y la ciudad celeste, Jerusalén.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA:
Fernández, Aurelio, Teología Moral Fundamental y de la persona, pp. 159-160
Catecismo de la Iglesia Católica
http://pensarelpensamiento.es.tl/14-.--SAN-AGUST%CDN.htm
http://www.philosysofia.com/-/6-la-etica-san-agustin-
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