POLÍTICA S. AGUSTÍN Según S. Agustín, la sociedad, un estado, es “una multitud de criaturas racionales asociadas de común acuerdo en cuanto a las cosas que aman” (De civitate Dei, 19, 24). Pero no necesariamente el estado es amoral o inmoral, a menos que sea pagano (el prototipo de estado pagano es el romano y el asirio), pues un estado pagano no rinde el culto debido a Dios, lo que le convierte en un estado injusto por definición. El estado hace a los hombres buenos ciudadanos, y tiene su origen en el pecado original, pues después de éste, el hombre es expulsado del Paraíso y tiene necesidades que satisfacer y trabajar para ello, y el estado es una organización destinada a ayudarle en esto. El estado, por sí mismo, es informado por el amor a este mundo, pero puede ser informado por principios más elevados. En este último caso, si el estado está inspirado por los fines espirituales de amar a Dios, entonces puede llegar a ser justo. Y puesto que la Iglesia es la única sociedad perfecta, le confiere el derecho de valerse del resto de las instituciones como de instrumentos, incluido el estado, de manera que el estado siga los principios celestiales de conducta. Así pues, en cuanto a las relaciones entre el estado y la Iglesia, es claro que S. Agustín se decanta por poner el estado al servicio de la Iglesia, pues los fines de ésta son superiores a los de aquél. Teoría de las dos ciudades Una parte importante de la teoría política de S. Agustín es su teoría de las dos ciudades. En efecto, dependiendo de cuál sea el fin que se proponga el hombre, Dios o él mismo, se coloca como ciudadano de la Ciudad de Dios (Jerusalén) o de la ciudad terrenal (Babilonia). Esas dos ciudades, evidentemente, son teóricas, invisibles, y están mezcladas. No hay que identificar el Estado con la ciudad terrenal y la Iglesia con la Ciudad de Dios, porque puede suceder que un obispo de la Iglesia persiga intereses temporales, y sea más ciudadano de lo terrenal que un ciudadano cristiano que todo lo hace por amor de Dios. Teología de la historia S. Agustín no sólo nos ofreció una política, sino que fue de los primeros, si no el primero, en ofrecernos una interpretación de la historia, que en su caso es una Teología de la historia, pues la concibe estrechamente vinculada a Dios. En efecto, S. Agustín intenta dar una explicación de todo cuanto acontece a las sociedades humanas, de manera que pueda apreciarse, en su evolución, un sentido. Esto lo lleva a cabo con lo que podemos denominar su Teología de la historia, contenida principalmente en su Ciudad de Dios. En esta obra, S. Agustín afirma que la meta de la historia es la salvación del pecado por parte de Dios, la formación de la Ciudad de Dios, un territorio místico habitado por todos aquéllos que ponen a Dios como fin de sus vidas, donde el orden queda restaurado, tras el desorden introducido por el pecado del hombre. De esta manera, toda la historia del hombre está permeada por ese misterioso plan de Dios de conducir a todos hacia un orden libre de pecado, cuya meta es el amor de Dios. ag_ficha_pol.odt perpersanmat