TEMA 1. ECONOMÍA, TRABAJO Y FUERZA DE TRABAJO PARTE 1. ECONOMÍA Y TRABAJO Cuando se compara la especie humana con cualquier otra especie el primer rasgo que destaca es la capacidad que ha tenido la misma para transformar su entorno natural, variar la forma de satisfacer sus necesidades (incluidas las más elementales, como la de alimentarse) e incluso alterar las pautas de relación entre los individuos de la especie. En un corto lapso de tiempo la humanidad ha cambiado su relación general con el entorno y ha alcanzado, incluso, un crecimiento demográfico colosal, en la base de estas transformaciones está la propia actividad de los humanos, sustentada en las potencialidades mentales de su cerebro (capaz de posibilitar a la especie humana una capacidad inusitada de análisis e imaginación) y un complejo proceso de cooperación e interacción sustentado por las diversas formas de organización social con que se ha dotado la humanidad. A esta intervención humana sobre el medio es a la que genéricamente llamamos trabajo, aunque, como veremos, el concepto requiere mayores precisiones. PRODUCCIÓN, REPRODUCCIÓN Y TRABAJO La vida consiste en gran medida en un continuo proceso de transformación de energía y materia en nuevas formas de materia, cada especie viva realiza este proceso como medio de garantizar su existencia como especie: la nutrición y las diversas actividades de protección (frente a las inclemencias del clima, frente a las otras especies) tienen como objetivo central la supervivencia de cada ser vivo. Los PROCESOS REPRODUCTIVOS tienen como objetivo garantizar la continuidad de la especie más allá de la vida de cada unidad individual, las formas de vida de cada una de estas especies, incluyendo sistemas de relación que pueden dar lugar a complejísimos sistemas sociales, se caracterizan por su adaptación al medio concreto en el que viven con el objetivo final de su supervivencia como especia particular. Buena parte de la actividad de la especie humana puede incluirse en esta caracterización, si bien las formas bajo las que se ha desarrollado han generado una profunda diferenciación respecto al resto del mundo natural. Basándose en la potencialidad de su constitución física la especie humana ha conseguido alterar de forma continuada este proceso de transformación energía- materia, donde, de hecho, ha conseguido transformar tanto los medios a través de los que realiza esta captación de materia y energía para su propio sostenimiento, cómo las mismas formas y variedades de los satisfactores de necesidades. Esto ha supuesto interponer entre la especie humana y la naturaleza originaria un amplio conjunto material inexistente en el mundo natural, el conjunto de realidad “humana”. La intervención humana en este proceso ha sido variada, en las primeras fases de la historia humana la actividad se desarrolló en términos parecidos a otras especies: caza y recolección de productos naturales basada en la habilidad de seleccionar los “hábitats” naturales, en el conocimiento de los hábitos de las especies a cazar, etc. Esta fase se sitúan ya las primeras innovaciones radicales, la creación de las primeras herramientas y utensilios ideados para facilitar las actividades tradicionales, el descubrimiento del fuego, inicialmente para fines de protección, pero con numerosas potencialidades para la obtención de nuevos útiles (por ejemplo, la cerámica) y de preparación y conservación de los alimentos. La revolución neolítica supondrá un paso adelante al constituir la primera fase de control masivo de numerosos procesos de reproducción de especies vivas útiles (plantas y animales) lo que traía aparejada una notable estabilización de las condiciones de vida de la especie y, posiblemente, una de las claves de su expansión posterior. Por tanto, para vivir tenemos la necesidad de transformar materia y energía en otros productos que nos permitan satisfacer nuestras necesidades. A nivel de humanos, para garantizar nuestra SUPERVIVENCIA como especies, debemos hacer un PROCESO PRODUCTIVO (transformar algo en otra cosa que necesitamos) y este proceso productivo lo que obtenemos son los PRODUCTOS. SUPERVIVENCIA PROCESO PRODUCTIVO PRODUCTO EVOLUCIÓN DEL PROCESO PRODUCTIVO: o PRIMERA REVOLUCIÓN → La agricultura y la ganadería no sólo significaron la posibilidad de un salto en la disposición de recursos naturales, sino que incluso permitían sustituir parcialmente el esfuerzo humano por medio de animales que realizaban su labor, con la revolución neolítica la actividad laboral humana pasará a ser compartida con los animales. o SEGUNDA REVOLUCIÓN → La segunda gran revolución, la Revolución Industrial (que como la anterior culminaba un fenomenal proceso de lento, pero continuado aprendizaje), significó una doble novedad: la sustitución masiva de la utilización de energía viva (trabajo de personas y animales) por energía fósil como fuente energética básica del proceso productivo (máquinas) y la continuada interposición de instrumentos entre los hombres y la materia a transformar. En conclusión, el proceso productivo pasa por estas fases: - Inició de los humanos: recolectaban, cazaban, etc. - Neolítico: pasamos a ser agricultores y ganaderos - Revolución Industrial: en la que es menos necesario el trabajo, y una de las partes más importantes del trabajo, se sustituye esa fuerza de trabajo por máquinas. ELEMENTOS DEL PROCESO PRODUCTIVO: Para que sea factible es necesario: o RECURSOS NATURALES → recursos existentes en el medio natural que tienen características diversas: en unos casos se trata de flujos energéticos que fluyen de forma continuada a nuestro planeta, como es el caso de la energía solar, en otros se trata de depósitos minerales dados, como los metales o las energías fósiles, en otros se trata de seres vivos que se reproducen atendiendo a determinados procesos naturales. Esta variedad plantea problemas diversos a la gestión de los recursos naturales en aras a la sustentabilidad de los procesos productivos a través del tiempo, es decir, que según qué recurso natural utilizamos, puede llegar agotarse, llegando a suponer un problema grave. o FUERZA DE TRABAJO → la existencia de personas que están disponibles para realizar las tareas necesarias para la realización de la actividad productiva lo que, como veremos más adelante, no es un simple dato “natural” sino que es un producto de un complejo proceso institucional. Es decir, el trabajo necesario para el proceso productivo será dependiendo de la cantidad de unidades que se produzca, cuanta mayor cantidad, mayor será la cantidad de trabajadores. Por tanto, las entradas y salidas al mercado laboral dependerán de la demografía (de cómo dependerá la población). o MEDIOS DE PRODUCCIÓN → se trata de productos de anteriores procesos productivos que cumplen funciones diversas: en unos casos cómo instrumentos (útiles, máquinas, medios de almacenaje y transporte) del proceso de transformación productiva, y en otros como materias primas o procesos que van siendo transformados en las sucesivas fases del proceso productivo (la harina utilizada para producir pan, la plancha de acero o el cristal que se incorpora a la producción de un automóvil etc.). o TECNOLOGÍA → el cúmulo de conocimientos útiles para el desarrollo del proceso productivo que se han acumulado en períodos anteriores y que permiten llevar a buen término el proceso productivo. En unos casos se trata de conocimientos incorporados a los medios de producción (las máquinas y las herramientas empleadas por cada sociedad indican en parte su grado de desarrollo tecnológico), en otros se trata de conocimientos no incorporados, de hábitos aprendidos sobre cómo realizar las tareas necesarias para el buen éxito de la actividad productiva (desde el conocimiento de los hábitos de los animales utilizados por un cazador prehistórico hasta el saber trabajar con un determinado programa informático se incluyen en este apartado). o BIENES DE CONSUMO → permitan a la fuerza de trabajo subsistir mientras realiza una determinada actividad productiva que toma tiempo, en este sentido también las capacidades de producción de un determinado período dependen del resultado de procesos productivos anteriores. El PRODUCTO es el resultado de los elementos nombrados anteriormente. EL PROCESO PRODUCTIVO El proceso productivo constituye el proceso por medio del cual la combinación de los diferentes elementos en procesos físicos, químicos y sociales dan lugar a nuevos resultados, la actividad que desarrolla la fuerza de trabajo en este proceso es lo que llamamos trabajo, actividad humana orientada a la obtención de bienes. La combinación de estos elementos, específicos de cada proceso productivo particular, da lugar, tras un determinado período de tiempo, a diversos resultados: nuevos bienes de producción y nuevos bienes de consumo que servirán para la subsistencia de la fuerza de trabajo y la realización de nuevos procesos productivos, recursos naturales alterados por el propio proceso (quema de energía fósil, abono de tierras, matanza de animales, tala de bosques etc.) con la excepción del flujo de energía solar que llega a la tierra de forma continuada. En el caso de los minerales y de otros recursos que están dados en cantidades fijas, especialmente la energía fósil como los depósitos de carbón, petróleo y uranio, es claro que tras cada proceso productivo se reduce su disponibilidad futura mientras que en el caso de los seres vivos ellos dependerán de cómo se respeten sus procesos de reproducción, siendo factible mantener constante o creciente la producción durante un largo período de tiempo. Del proceso productivo también salen, al menos en las sociedades modernas que han desarrollado sofisticadas tecnologías, un nuevo tipo de productos: los RESIDUOS, productos inexistentes en el medio natural, o generados en cantidades muy superiores a las que producen los procesos naturales (cómo la generación de CO2 por la combustión de carbón y derivados del petróleo causante del “efecto invernadero”) y que no son útiles para el consumo y la producción (basuras de diverso tipo cuyos efectos ambientales y económicos empiezan a ser vislumbrados). ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Cabe también considerar el efecto del proceso productivo sobre la fuerza de trabajo, si sólo consideramos el número de personas que entran y salen de cada proceso productivo es posible que podamos considerar que el proceso no los altera (lo cual no se corresponde necesariamente con la realidad en la que se producen numerosos accidentes laborales que provocan la pérdida total o parcial de la capacidad productiva de una parte de esta fuerza de trabajo). Pero esta visión nos impide ver dos cosas interesantes, por una parte, el proceso de trabajo es en muchos casos al mismo tiempo una experiencia en la que es posible el aprendizaje y la experimentación por lo que es posible que tras cada proceso productivo haya cambiado el conocimiento tecnológico de esta fuerza de trabajo. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------------En segundo lugar, cabe considerar que las personas que participan en la actividad productiva no son estables, no sólo a causa de los accidentes, sino también por los procesos naturales de envejecimiento y enfermedad que provocan salidas de la fuerza de trabajo y requieren la entrada de nuevas personas. De esta forma puede observarse que la viabilidad de una sociedad no sólo depende de la cantidad de individuos disponibles para el trabajo durante un período dado, sino también de su capacidad de ser reemplazados en el futuro. Por esto una sociedad económicamente factible debe estar en condiciones de producir la cantidad de bienes necesarios para la subsistencia y reproducción de la fuerza de trabajo presente. BIENES Y SERVICIOS A la hora de analizar los productos de la actividad laboral se distingue entre bienes y servicios. Los primeros estarían formados por productos materiales y los segundos se presenten como bienes sin contenido físico claro. Ejemplo: un libro se clasifica cómo un bien y una clase como un servicio. Por tanto, para que haya un servicio en el fondo lleva incorporado un bien. Sin embargo, la distinción es bastante convencional y los servicios pueden considerarse a lo sumo un tipo de bienes específicos, de hecho, en la producción de la mayoría de lo que consideramos servicios entran tanto recursos naturales como fuerza de trabajo y medios de producción (por ejemplo, para la realización de una clase se utilizan medios físicos para facilitar la difusión: pizarras, megáfonos, etc.). Incluso en muchos casos los servicios puros se consumen a la vez que los bienes: cualquier clase dada en el período invernal suele combinar consumo de un servicio, la propia clase, con consumo de bienes (luz, calefacción y posiblemente bolígrafos). Por tanto, la diferenciación no parece muy relevante y los servicios pueden considerarse un tipo particular de bienes. TRABAJO, EXCEDENTE Y SUBSISTENCIA En el apartado anterior hemos caracterizado el proceso productivo como la base de la existencia de sociedades humanas y situado el papel del trabajo en dicho proceso, en términos generales puede considerarse que el trabajo ha constituido la actividad humana orientada a garantizar la pervivencia de la especie humana en general y de las diversas sociedades humanas en particular. Sin embargo, lejos de tratarse de una actividad estática ha experimentado notables variaciones a lo largo del tiempo, que en parte dependen de dos factores claves: el nivel de necesidades considerado satisfactorio y el grado de desarrollo tecnológico alcanzado. Ambos dependen en gran medida del proceso histórico seguido por una determinada sociedad y del tipo de relaciones sociales imperantes. El nivel de necesidades es en parte una variable “técnica”, en el sentido que las personas necesitan ingerir una determinada cantidad de calorías, protegerse del clima y de otras especies, etc. y una variable social: cada sociedad tiende a considerar aceptable un determinado nivel de satisfacción de las necesidades. La tecnología refleja en parte el grado de conocimientos alcanzado por cada sociedad y en general se traduce en una ampliación de la gama de posibilidades de la misma, el desarrollo tecnológico por una parte ha tendido a facilitar la satisfacción de necesidades básicas, pero al mismo tiempo ha posibilitado la aparición de nuevas necesidades con lo que sus efectos sobre el trabajo humano han sido complejos. Con estas variables podemos definir distintos tipos de sociedades, cualquier sociedad viable debe ser capaz de permitir su reproducción continuada, el mantenimiento de un volumen de población estable que satisface sus necesidades de subsistencia. Llamaremos economías de subsistencia a aquellas sociedades que cumplen exclusivamente esta condición, se trataría de sociedades con posibilidad de mantener indefinidamente un volumen estable de población consumiendo una cantidad de bienes próximo al nivel de subsistencia física, pero que no permitiría mayores alegrías consumistas. Cualquier sociedad que no cumpla esta condición será inviable a medio plazo, tal como ilustra la fábula del burro que se murió justo cuando su amo había conseguido que aprendiera a vivir sin comer. La primera condición para que una sociedad sitúe su volumen de producción por encima de su nivel de subsistencia depende en primer lugar de que haya alcanzado un determinado grado de desarrollo tecnológico, en este caso consideramos la existencia de economías de excedente, definiendo como excedente la diferencia entre el producto total y aquel que es necesario para reponer los bienes empleados en un proceso productivo incluyendo en consumo de subsistencia. El supuesto de que el nivel del excedente es un mero resultado del avance tecnológico debe matizarse con la toma en consideración de los recursos naturales agotables: es posible que determinadas sociedades alcancen durante un cierto período de tiempo niveles espectaculares de producción basándose en la expoliación de uno o varios de estos recursos, cuando estos se agotan puede producirse un colapso productivo tal como atestiguan la experiencia de algunas sociedades precolombinas que esquilmaron su “hábitat” natural y sugieren muchos críticos de las sociedades modernas, dependientes de las energías fósiles. Bueno es recordar que nuestro mundo tiene dimensiones limitadas y depende de procesos fisicoquímicobiológicos que ponen en duda la posibilidad de un crecimiento perpetuo, pero sin perder de vista esta puntualización puede aceptarse como un punto de partida la diferencia conceptual entre economías de subsistencia y excedente. Una economía de excedente es una economía con mayores grados de libertad, puesto que puede permitirse emplear el producto excedente para diversos fines sin que ello ponga en peligro la subsistencia de sus miembros. Los usos posibles de este excedente son varios: aumento del nivel de consumo igualitario permitiendo que todos sus habitantes tengan un nivel de vida superior al de subsistencia, crecimiento demográfico, puesto que la producción permite mantener más “bocas”, acumulación de más medios de producción con el objetivo de promover una expansión futura del proceso productivo, reducción del tiempo dedicado al trabajo, o aparición de un grupo social que obtiene un nivel de vida superior al del resto de la sociedad porque es capaz de apropiarse del excedente social o de una parte sustancial del mismo, un grupo social que puede incluso no tener que aportar ninguna actividad laboral a la sociedad. En cuál de estos fines se emplee el excedente no depende de la tecnología sino de las relaciones sociales, de las reglas formales e informales que se hayan establecido en esta sociedad y que determinen como se reparte el producto obtenido. Cabe subrayar que en una sociedad sin excedente todo el mundo deberá trabajar para conseguir la parte de producto necesaria para su subsistencia y la de las personas que los reemplazaran (niños y niñas no aptos para el trabajo). Por el contrario, en sociedades con excedente es posible que la existencia de este propicie la aparición de parásitos, de individuos que no dependen del trabajo para obtener sus medios de vida, sino que los obtienen mediante una serie de mecanismos sociales que nos les exigen una contrapartida laboral. La figura de los individuos ociosos a tiempo completo sólo es posible en economías de excedente, en muchas sociedades de este tipo las normas sociales han permitido la existencia permanente de grupos sociales que o no trabajan u obtienen una parte proporcionalmente muy superior del producto social de la que obtendrían de su trabajo. Cuando existan instituciones sociales que permitan la reproducción estable de dichos grupos podremos considerar que estamos en sociedades de clases, en las que distintos grupos de individuos tienen derechos desiguales y en las que las condiciones sociales inferiores tienden a asociarse a la mera realización de actividades laborales. ACTIVIDAD ECONÓMICA La actividad económica tiene por tanto distintos espacios, de una parte, la producción, la realización de actividades orientadas a producir bienes y servicios útiles a la especie humana, de otra la distribución, el reparto del producto obtenido entre los diferentes integrantes de la sociedad atendiendo a pautas específicas de cada una. CONSUMO A estas actividades debe sumarse el consumo, entendido como la satisfacción efectiva de necesidades por el uso de los bienes obtenidos de los procesos de producción y distribución. En gran medida la historia de las sociedades humanas es la historia de las distintas formas de organización de la actividad productiva y de distintos sistemas de distribución del producto, cuando en una sociedad se han estabilizado unas determinadas normas la reproducción económica engloba tanto los aspectos materiales (producción orientada a hacer viable a lo largo del tiempo un determinado nivel de vida, como los aspectos sociales) mantenimiento de la estructura social existente. COOPERACIÓN, DIVISIÓN DEL TRABAJO Y CONTROL En ninguna sociedad humana existe el individuo autosuficiente que produce por sí mismo. En todas las sociedades humanas conocidas la reproducción se garantiza mediante la cooperación de diversas personas. Esta se desarrolla a distintos niveles: o o o Cooperación para mantener a los individuos que no están en condiciones físicas para garantizar la subsistencia (especialmente los individuos en edad infantil que constituirán la población laboral del futuro). Cooperación en la transmisión de los conocimientos tecnológicos que permiten a los diversos individuos alcanzar un cierto grado de desempeño productivo. Cooperación de diversas personas para obtener un determinado resultado productivo. Esta última situación puede ser muy variada. En algunos casos se trata de cooperación simple, de diversas personas que realizan a la vez la misma actividad con resultados completamente diferentes de los que obtendrían de hacerlo individualmente (el ejemplo clásico es el de la cosecha que debe ser realizada en un plazo de tiempo concreto lo que requiere, dada la tecnología imperante, una determinada cantidad de trabajo en unos días y horas específicos; de hacerse individualmente la cosecha se prolongaría en el tiempo y posiblemente una parte se perdería). En otros muchos casos la depende de la división del trabajo, del hecho de que cada persona realiza una labor especializada que por sí sola no garantiza la obtención de los bienes que permiten su subsistencia. Debemos indicar que el término división del trabajo engloba una gran variedad de situaciones diferentes que guardan relación con diversos modelos de división del trabajo existentes en diversas sociedades. En unos casos la división del trabajo se asocia a la especialización profesional en actividades que requieren un largo aprendizaje y un conocimiento especializado de cuestiones relativamente complejas (Ejemplo: el caso de los artesanos tradicionales o de muchas actividades profesionales modernas). En otros casos se asocia a la parcelación de la actividad productiva en tareas elementales, desempeñadas cada una de ellas por una persona cuya actividad se coordina con la de otras que realizan tareas de un nivel semejante de complejidad (Ejemplo: es el caso típico de las cadenas de montaje). En otros casos se refiere a la división sexual del trabajo (Ejemplo: la asignación de tareas diferentes según el género de cada persona). En todo caso la división del trabajo tiene efectos generales que son los que queremos subrayar. Los individuos no son capaces de producir por sí mismos más que una parte de los bienes que necesitan y deben entrar necesariamente en relación con otros individuos que realizan otras actividades. En cualquier sociedad es necesario desarrollar mecanismos que favorezcan la cooperación, cuanto mayor sea el volumen de una sociedad y más amplia la división del trabajo más complejos serán los problemas de coordinación de las actividades desarrolladas por los diversos individuos y las actividades de coordinación requerirán mayor importancia. Ésta puede desarrollarse de forma variada, puede partir de un proceso de coordinación central realizada por un ente especializado (como la dirección de una empresa o los antiguos organismos de planificación soviética). Puede realizarse mediante acuerdos descentralizados entre individuos particulares que intercambian la producción realizada (sea mediante mecanismos de mercado, de compra y venta, o mediante los tradicionales procesos de distribución basadas en pautas de reciprocidad que se dan en el seno de redes familiares, según el estatus de cada miembro, siguiendo pautas de donativo preestablecidas). En la práctica podemos encontrar muchas fórmulas intermedias que combinan procesos de coordinación centralizada y de "intercambio", específicas de diversos procesos sociales. Un segundo efecto de la división del trabajo es el hecho de limitar el nivel de control que cada individuo tiene sobre las decisiones y objetivos del proceso productivo. Si produjéramos para nuestra simple subsistencia es evidente que la cantidad, tipo y forma de producción dependería exclusivamente de nuestras propias necesidades. Cuando dependemos de otros el grado de control dependerá de cómo se organice esta división del trabajo, de que existan mecanismos sociales que den más poder a unos individuos que a otros o que por el contrario procuren una igualdad de poder a todos ellos. Desde este punto de vista podemos observar que las normas sociales imperantes en cada sociedad tienden a promover diferentes grados de influencia sobre las decisiones económicas básicas, lo que se traduce en diferentes grados reales de control de los individuos sobre el proceso productivo. En unas sociedades tienen mayor importancia los mecanismos de jerarquía que establecen una completa gradación del poder (Ejemplo: el ejercito constituye un caso bastante extremo de estructura jerárquica en las sociedades modernas). Mientras que en otras se establecen canales de participación democrática, entendida como mecanismos que promueve la participación en plano de igualdad de todos sus miembros en la adopción de decisiones que los afectan. De hecho, podemos encontrar muchas variedades de participación democrática, desde la simple elección de unos representantes políticos cada x años hasta procesos más intensos de participación real de la sociedad en la formulación de las decisiones políticas. La división del trabajo no supone por tanto un mero aspecto técnico, sino que lleva aparejado una importante variable política en el sentido que los diversos grados de especialización en la producción tienden a asociarse a niveles diferentes de control sobre el mismo, sobre la capacidad de influir en cómo y qué se va a producir, lo que a su vez tiene relación sobre la distribución del producto social a que hemos hecho referencia anteriormente. TRABAJO Y SOCIEDAD La actividad laboral constituye una actividad esencial de la especie humana. Es la actividad que posibilita a esta reproducirse a un determinado nivel de satisfacción de las necesidades. Pero si bien se trata de una actividad común a todas las sociedades adopta formas diversas en cada una de ellas, formas que afectan directamente a las vivencias personales de hombres y mujeres. Ello depende en gran medida no sólo del grado de desarrollo tecnológico sino también de las instituciones sociales imperantes en cada sociedad las cuales determinan pautas de distribución del producto social, tipos de división del trabajo, formas de coordinación y de control de la actividad productiva. La mayor parte de individuos de una sociedad, con excepción de las minorías parasitarias, desarrollan una actividad laboral, pero su experiencia vital tiende a diferenciarse en la medida que los factores que acabamos de destacar dan lugar a configuraciones muy diversas de la actividad laboral que afectan tanto al contenido de la misma como a sus efectos sociales. ESTUDIO DE LA ECONOMÍA DE MERCADO Por esto es el estudio de la economía del trabajo es fundamentalmente el estudio de un complejo proceso social. Una parte importante de economistas intenta analizar la actividad económica general y el trabajo en particular, como un proceso asocial e inmutable, y con ello consideran que sus resultados teóricos son aplicables sin más a todo tipo de sociedades. La presente exposición se sitúa en cambio en la tradición de los que consideran que las variadas instituciones sociales influyen de forma poderosa en la actuación de las personas y modelan la vida económica. Este punto de partida no supone despreciar ni la posibilidad de que existan comportamientos y problemas comunes a muchas sociedades ni rechazar todo el trabajo analítico desarrollado por las demás corrientes de pensamiento, por lo que a lo largo del curso se tratará de establecer un diálogo con las mismas y una presentación de diferencias y puntos de contacto. PARTE 2. TRABAJO Y FUERZA DE TRABAJO TRABAJO COMO ACTIVIDAD MATERIAL En el primer capítulo hemos analizado el papel general del trabajo en el conjunto de las sociedades humanas. En todas ellas la satisfacción de las necesidades depende de las muy variadas actividades orientadas a la producción, desde la más simple aportación de fuerza física hasta la más sofisticada aportación intelectual. El trabajo es en parte una actividad material en la que se ponen en funcionamiento las distintas potencialidades del genoma humano, pero es también un hecho fundamentalmente social que tiene lugar en el interior de variadas gamas de interrelaciones humanas. En nuestra infancia el trabajo se nos presenta desde una óptica naturalista. Nuestra primera aproximación al trabajo suele ser, al margen de la información específica recibida de nuestros familiares y conocidos, la que plantean los cuentos y los modernos libros de oficios habituales en cualquier biblioteca infantil. En ellos aparecen los trabajos como profesiones, como especializaciones dentro de la inmensa gama de posibilidades existentes en la moderna división del trabajo (aunque cualquier observador atento advertirá que, a menudo, las ocupaciones se presentan en clave sexista- por ejemplo médicos y enfermeras- y, no suelen aparece algunos de los empleos más comunes, como los industriales o los de servicios de baja cualificación que cuadran difícilmente con la idea de profesión; ausencias y presencias que denotan el carácter social del trabajo) pero no se nos dice nada de los diferentes tipos de relaciones sociales en los que se ha desarrollado la actividad laboral, por esto nuestro objetivo en este capítulo será situar las distintas formas sociales del trabajo. TRABAJO AUTÓNOMO, TRABAJO FORZADO, TRABAJO MERCANTIL Si procediéramos a clasificar las diversas formas sociales bajo las que se ha desarrollado la actividad laboral a lo largo de su historia y contabilizáramos la cantidad de tiempo que ha ocupado cada una de ellas, inmediatamente advertiríamos que el empleo asalariado que hoy se presenta como una forma normal de la actividad laboral constituye un fenómeno relativamente minoritario. La mayor parte de la actividad laboral ha tenido lugar mayoritariamente en el interior de pequeños grupos (hordas, diversos tipos de colectividades parentales, familias campesinas...) que han orientado su acción en común a la obtención del conjunto de bienes que satisfacían sus necesidades de subsistencia o, de forma más precisa, su nivel de vida tradicional. Es posible que en el interior de estos grupos haya existido una cierta división del trabajo (en su mayor parte relacionada con el género y la edad) pero su actividad ha estado integrada dentro de un contexto global orientado a garantizar la supervivencia y reproducción del propio grupo. La cantidad y naturaleza de la actividad a desarrollar ha estado dominada por el objetivo de alcanzar un nivel de vida capaz de perpetuarse en el tiempo, sin que existiera una clara línea de demarcación, más allá de las ya reseñadas de edad y sexo, entre distintos tipos de tareas del tipo que hoy estamos acostumbrados a diferenciar (trabajo retribuido y no retribuido). Globalmente llamaremos a este tipo de actividades trabajo de autosubsistencia, aunque el nivel de vida efectivamente obtenido sea superior al de simple subsistencia física. En este contexto la cantidad de trabajo realizada por estas unidades depende del nivel de vida considerado normal, de la disponibilidad de fuerza de trabajo del grupo, de la disponibilidad de otros medios de producción (tierras, animales...) y del grado de desarrollo tecnológico. En general este tipo de trabajo ha sido dominante allí donde estas pequeñas unidades han tenido acceso directo al resto de elementos básicos del proceso productivo, elementos complementarios de la fuerza de trabajo. En especial ha sido necesario el acceso a los recursos naturales que han jugado un papel esencial en los sistemas productivos tradicionales. A menudo las limitaciones de estos recursos se han traducido en adaptaciones al nivel de vida, de lo que son muestra los diversos regímenes alimentarios, la intensidad del trabajo realizado (compárese, por ejemplo, las laboriosas construcciones de terrazas típicas de la agricultura de alta montaña con la reducida jornada laboral de algunos pueblos nómadas africanos) Desde, al menos, el mundo antiguo nacido con la revolución neolítica, esta forma general de actividad laboral se ha combinado con otros tipos de relaciones sociales. Básicamente el trabajo forzado y el trabajo mercantil. En la categoría de trabajo forzado se pueden incluir todas aquellas actividades laborales desarrolladas por medio de una coacción de tipo político que obliga a la persona que lo realiza a trabajar para otra (individual o colectivamente) que será la beneficiaria principal de su labor. El trabajo forzado está en gran medida asociado al desarrollo de sociedades de clases y de estructuras políticas complejas que extienden su poder sobre un conjunto de súbditos. La forma más brutal del trabajo forzado la constituye la esclavitud, una situación en la cual las personas que la padecen han sido reducidas a mero ganado humano, a objetos de propiedad de otras personas, sin derechos reconocidos. Pero no se trata de la única forma de trabajo forzado. En otras muchas sociedades han existido mecanismos que han obligado a una persona a trabajar para otras, bien de forma permanente o temporal, bien para individuos o familias concretas bien para los diversos tipos de estados, en base a la simple fuerza (como la obligación de los nativos africanos de trabajar en la construcción de infraestructuras - carreteras, puentes, etc.- que favorecían la colonización) bien atendiendo a complejos procesos de legitimación (como la pretendida protección aportada por los señores feudales o sus continuadores modernos, los diversos tipos de mafias que en el mundo existen). En todos los casos se trata de situaciones en las que el trabajo se realiza a partir de la existencia de un diferente estatus político entre el que lo realiza y el que lo controla, por más que los efectos personales y sociales de estos tipos de trabajo sean a veces diferentes, cómo lo muestra el caso de la esclavitud moderna frente a la pequeña unidad campesina que debía hacer frente a las cargas feudales. Cabe observar especialmente que el trabajo forzado se ha desarrollado tanto bajo el control directo de los propios productores (el caso de las familias de siervos feudales que trabajaban la propia tierra y debían aportar unas rentas en dinero o productos a los señores feudales) o bajo el control directo del explotador (cómo el caso tradicional de la esclavitud o de los siervos feudales obligados a trabajar en las tierras del señor), un aspecto que permite una mayor o menor grado de libertad al trabajador directo, como lo ejemplifica el hecho de la sustitución de la obligación de trabajar las tierras del señor por la de pagar una cantidad al mismo allí donde tuvieron lugar movimientos campesinos con éxito. Un tercer tipo de trabajo lo constituye el trabajo mercantil. Aquí el objetivo del trabajo ya no es la producción directa de los medios de subsistencia para los productores directos o sus amos o señores sino la obtención de rentas monetarias a cambio de la actividad realizada. La existencia de trabajo mercantil sólo puede darse cuando se han desarrollado algunas instituciones: de una parte, la existencia de mercados en los que se intercambian productos, y, paralelamente, la existencia de dinero (alguna mercancía o símbolo aceptado como medio de cambio) lo que usualmente requiere la existencia de algún tipo de institución estatal que avale la validez del dinero en circulación. Las personas que realizan trabajo mercantil esperan obtener algunos de los productos que necesitan por medio del poder de compra que obtendrán de la venta de su actividad mercantil. Deben sin embargo distinguirse diversas modalidades de trabajo mercantil. En unos casos este consiste en una variación de la actividad tradicional de autoconsumo: el de los trabajadores autónomos que realizan un producto o servicio que venden en el mercado a cambio de dinero. En este caso se trata de personas que controlan el proceso laboral que realizan, que poseen los medios de producción que utilizan y que simplemente han pasado de realizar una variada gama de actividades orientadas a cubrir sus diversas necesidades a especializarse en la producción de un número limitado (o uno solo) de bienes. Este tipo de trabajo mercantil parece haber surgido inicialmente en actividades que requerían cierto aprendizaje especializado. Una forma diferente de trabajo mercantil lo constituye el trabajo asalariado, aquel en el que se trabaja a las órdenes de otro y en el que la persona implicada aporta exclusivamente su actividad laboral a cambio de dinero. Como analizaremos posteriormente, se trata de una situación peculiar, aunque a lo largo de la historia ha aparecido bajo formas diversas. Hasta la revolución industrial el trabajo asalariado constituyó una experiencia secundaria; a menudo limitada a situaciones particulares, como la cosecha, en las que se requería una fuerte concentración de mano de obra. En este caso el trabajo mercantil constituía para muchas familias una forma de obtención de ingresos complementarios a la producción de subsistencia (o servía para hacer frente a las obligaciones forzadas, como el pago de determinados impuestos). El paso a un sistema generalizado de trabajo asalariado, como hoy conocemos, constituyó un largo proceso histórico que merece una atención particular y estuvo asociado a un cambio en las condiciones de acceso de la mayoría de la población al resto de recursos productivos. La generalización del trabajo asalariado tiene dos implicaciones: por un lado, el hecho de que una parte sustancial de los medios de vida se obtiene por medio de la venta de la capacidad de trabajo a cambio de dinero y por otro la pérdida del acceso directo a unos medios de producción que permitan a las diversas unidades familiares procurarse por sí mismas lo esencial para subsistir. Pero este doble cambio no implicará que de golpe todas las necesidades vayan a ser suministradas a través del mercado. En el mercado se pueden adquirir muchos bienes (y de forma creciente servicios) pero a menudo estos bienes necesitan ser posteriormente elaborados (el caso más claro es el de los alimentos que deben cocinarse o la ropa que debe ser lavada), en otros muchos casos se trata de cuidados personales (especialmente los relacionados con la reproducción humana y la socialización de la infancia, o el cuidado de los enfermos) para los que el mercado no suministrará de forma eficiente soluciones de alcance universal. Para la mayor parte de la población estas actividades deberán seguir realizándose en el interior de la propia unidad familiar, fuera del mundo del intercambio mercantil, y son caracterizados cómo un trabajo aparte, el trabajo reproductivo, diferenciado del trabajo mercantil (al que la teoría económica convencional caracteriza como trabajo productivo). El trabajo reproductivo aparece por tanto como una actividad diferenciada desde el momento en el que el trabajo mercantil se constituye en parte central de la actividad económica. El que actualmente las actividades no mercantiles no sean consideradas como trabajo por las estadísticas económicas no puede hacernos olvidar que se trata de una actividad cuantitativamente importante y cualitativamente básica para garantizar el nivel de vida de la mayoría de las personas. En cada tipo de sociedad unas formas de trabajo han constituido la forma habitual de realizar la actividad laboral, por más que otras formas de trabajo han coexistido con ellas. (Ejemplo: el trabajo esclavo constituyó la forma dominante de la economía romana, aunque en la Roma clásica era posible encontrar unidades de autosubsistencia y trabajo mercantil, al igual que en la edad media, cuando la forma predominante lo constituía el trabajo servil era posible encontrar tanto artesanos mercantiles como esclavos. A la hora de estudiar una sociedad la especificidad de sus formas de trabajo constituye un elemento característico básico). LA SOCIEDAD DEL TRABAJO ASALARIADO Las modernas economías capitalistas se caracterizan por el predominio del trabajo asalariado. Una situación que no tiene más de doscientos años de antigüedad y que no constituye en absoluto un mundo natural, sino que depende de unas condiciones sociales particulares. Una economía de trabajo asalariado depende de una distribución particular de los recursos productivos y de unas determinadas instituciones sociales. Una economía de trabajo asalariado es aquella en la que la mayoría de la población obtiene una parte esencial de sus medios de subsistencia del alquiler de su capacidad laboral a cambio de dinero (aunque en algunos casos este puede ser sustituido por pagos en especie, tales como comida o alojamiento, estos no constituyen la norma habitual), aunque en general debe complementar estos ingresos con trabajo reproductivo autónomo. Su generalización llega a ser tal que a menudo se confunde trabajo con trabajo asalariado, como lo prueba el hecho de que las actividades no mercantiles se conceptúen como no trabajo. La existencia de trabajo asalariado implica dos condiciones. Una de libertad política, las personas alquilan su capacidad de trabajo libremente, sin obligaciones políticas, en función exclusiva de sus necesidades. Es más, la relación de dependencia que establece el contrato laboral se limita al tiempo de alquiler de la capacidad de trabajo; fuera de la jornada laboral contratada las personas tienen una vida completamente independiente de sus empleadores. Al menos como pauta general, por más que la historia del capitalismo esta moteada de experimentos en los que los patronos han tratado de conformar el conjunto de la vida social de sus empleados, tal como se puede ver en algunas colonias fabriles o ciudades-empresa. La segunda de dependencia económica: El trabajo asalariado predomina allí donde la mayoría de la población no tiene acceso a los recursos productivos que le permiten obtener sus medios de vida. La condición salarial se generaliza cuando una parte de la población ha perdido derechos sobre los recursos naturales y los medios de producción. Desde este punto de vista el empleo asalariado se plantea como resultado de la ausencia de otras alternativas vitales. A menudo se alega que las familias asalariadas tienen propiedades, pero en la mayor parte de casos esas se limitan a los medios de consumo los cuales no garantizan un flujo continuado de ingresos que permitan subsistir de forma continuada. La existencia de una masa de población sin recursos productivos tiene una contraparte: la existencia de un grupo social que detenta estos recursos naturales y medios de producción y que está en condiciones de alquilar la actividad laboral de los no propietarios. Su existencia es el resultado de un largo proceso social que ha dado lugar al establecimiento de unas determinadas reglas de propiedad sobre los recursos productivos y ha generado la concentración de estos derechos de propiedad en un grupo social minoritario. Esta diferenciación tiene importantes repercusiones para el funcionamiento social y la vida de las personas. A menudo las sociedades capitalistas se representan como estructuras igualitarias que impide ver la naturaleza de las relaciones sociales: se alega que vivimos en sociedades en las que todo el mundo es propietario de algún activo productivo, unos de fuerza de trabajo y otros de recursos naturales y medios de producción (a menudo englobados bajo el nombre común de capital). Ambos se necesitan unos a otros puesto que ni es posible producir sólo con trabajo ni sólo con medios de producción. Esta necesidad mutua conduce a la aparición de mercados de factores en los que se alquilan trabajo y capital para hacer posible el proceso productivo y el posterior reparto del producto obtenido por la combinación de ambos "factores". Esta presentación ignora algunos hechos elementales. El primer elemento lo constituye la propia naturaleza diferenciada de "trabajo" y "capital". La capacidad de desarrollar algún trabajo es una propiedad común a la especie humana de la que sólo están impedidas algunas personas por razones de edad o de minusvalías de algún tipo. En el primer caso (impedimentos por edad), es claro que se trata de una característica general de la especie y por tanto no introduce ninguna variación respecto a la idea de que el trabajo constituye una capacidad humana genérica. Las minusvalías personales se tratan a menudo de problemas que se presentan de forma aleatoria entre el conjunto de la población y que por tanto no pueden ser consideradas por si mismas como una objeción a nuestra idea de la capacidad de trabajo como una característica general de la especie humana. (Los juegos Paralímpicos celebrados en Barcelona en 1992 permitieron además mostrar la enorme capacidad de adaptación que son capaces de desarrollar numerosos tipos de personas discapacitadas). Por el contrario, la propiedad de los recursos naturales y los medios de producción constituye un derecho específico de algunas sociedades, un producto específico de un determinado proceso histórico, por tanto, alterable y no universal. De la constatación de este hecho pueden deducirse dos consecuencias: primera, igualar trabajo a propiedad supone escamotear la enorme diferencia que existe entre una potencialidad universal de la especie humana y unos derechos específicos de un determinado tipo de sociedad, nacidos de una evolución particular. Segunda, presentar la sociedad formada por dos grupos poseedores cada uno de ellos de un "factor de producción", obligado cada uno de ellos a colaborar forzosamente con el otro, supone ignorar que mientras es cierto que existe millones de personas con capacidad de trabajo pero sin recursos productivos complementarios, no es cierto que existan "propietarios puros": todos los propietarios tienen además la misma capacidad de trabajo que los no propietarios y por tanto no está claro que ambos se necesiten por igual para desarrollar el proceso productivo. El segundo corolario conduce a una consideración referente a la "urgencia" o necesidad que tienen ambas partes para llevar a cambio un intercambio de factores de producción. En el caso de los individuos sin recursos productivos propios es cierto que su única posibilidad de subsistencia (siempre que no existan subsidios públicos) dependerá de que sean contratados para trabajar y obtengan un salario con el que adquirir los bienes que necesitan para su subsistencia. Pero la situación no es simétrica en el caso de personas que tengan a la vez capacidad de trabajo y propiedades sobre medios de producción. Un ejemplo simple permitirá aclarar esta cuestión. Imaginemos una sociedad de capitalismo agrario donde existen unas familias que controlan toda las tierras y una gran masa de asalariados sin tierras. Es evidente que estos sólo podrán subsistir si son contratados por los terratenientes para trabajar en sus tierras. Por el contrario, las familias de estos últimos están en condiciones de producir para su propia subsistencia recurriendo a la propia capacidad de trabajo familiar aplicada a una parte de sus posesiones. En su caso la contratación de asalariados no estará condicionada por las necesidades de procurarse la subsistencia sino la de obtener rentas adicionales con las que aumentar su riqueza. Pueden, por ejemplo, resistir una huelga de braceros sin peligro para sus vidas recurriendo a su propio trabajo. Para unos el intercambio, el alquiler de su fuerza de trabajo, constituye un mero requisito de supervivencia mientras que, para los otros, los terratenientes, la decisión de alquilar más trabajadores está asociada a su voluntad de enriquecimiento. Aunque la situación de capitalismo agrario es cada vez menos común, puede observarse que esta misma configuración de motivaciones puede ser desarrollada por otros tipos de familias capitalistas que cuentan con diversos medios para vivir de sus propiedades. Es obvio también que el cuadro de urgencias puede ser alterado cuando se introducen sistemas de ayuda pública y redes de apoyo comunitarias o familiares, pero el caso límite que presento es suficiente claro a la hora de detectar las diferentes condiciones con los que unos y otros acuden al mercado laboral. La existencia de un mercado donde se alquilan personas para trabajar a cuenta de otras es no sólo una institución particular de una determinada fase histórica, sino un mercado en el que las partes entran en una situación de desigualdad manifiesta, en gran medida fruto del desigual reparto de la propiedad sobre recursos naturales y medios de producción. Un mercado en el que de una parte se encuentran millones de personas en búsqueda de puestos de trabajo que les permitan conseguir recursos para subsistir y en el que otra se encuentra un grupo más reducido de propietarios de medios de producción para quienes la decisión de emplear depende de las posibilidades de aumentar su riqueza. CAPITAL Y MERCADOS Para comprender mejor el contexto global en el que se realiza la compra y venta de fuerza de trabajo, conviene situar otras características específicas de las economías capitalistas. Ya hemos indicado que una de sus características cruciales es la existencia de dos grupos sociales básicos cuya línea de diferenciación es la propiedad o no de los medios de producción. En estas sociedades la propiedad de dichos bienes legitima el acceso a dos derechos adicionales. De una parte, el derecho a participar de una parte del producto social proporcionalmente a la cantidad de "capital" (recursos naturales y medios de producción) aportado. La obtención de beneficios se considera un derecho legítimo y en general se evalúan dichos beneficios en relación al capital aportado. La tasa de ganancia (la proporción entre beneficios y capital aportado) o en versión más vulgar la rentabilidad, constituye no sólo un derecho de percepción de una renta sino un justificante de las opciones a emprender: es la rentabilidad la que rige la adopción de inversiones, el cierre de empresas, su localización. Este derecho no debe entenderse en el sentido de que cualquier acción que emprenda un capitalista tenga garantizada la obtención de beneficios por parte de alguna autoridad pública, sino en el sentido de que no sólo su percepción se considera legítima, sino que está justificado que las decisiones de producción se realicen atendiendo en primer lugar al criterio de rentabilidad, a la posibilidad de obtención de rentas del capital. El segundo derecho lo constituye el de dirección del proceso productivo. Los capitalistas no tienen tan sólo la prerrogativa de percibir una parte del producto obtenido, sino que tienen también el derecho, avalado incluso por las leyes de muchos países, de dirigir el proceso productivo, de imponer que inversiones se realizarán y cuáles no, donde tendrá lugar la actividad productiva, que organización se adoptará, que tecnología, etc. Si se consideran conjuntamente los dos derechos, el de percibir una parte del producto y el de comandar el proceso productivo, se percibe claramente un hecho específico de las economías capitalistas: el hecho que en ellas la actividad productiva se desarrolla no sobre el criterio de la satisfacción de las necesidades generales de la sociedad, sino según que satisfaga o no los objetivos de rentabilidad de los capitalistas privados. Puede señalarse que estos son también hechos específicos de este tipo de sociedades. La existencia de desigualdades sociales es común a muchas otras sociedades, pero en ellas las cosas operan de otra forma. (Ejemplo: en las economías feudales (y en otras muchas economías de prestaciones) el control del proceso productivo pertenece a los productores directos que en muchos casos tienen derechos sobre los recursos productivos que utilizan). Los señores feudales o las burocracias estatales tienen derechos de rebañar una parte del producto social una vez este ha sido producido, pero no tienen un papel tan directo de control sobre el conjunto del proceso. Las sociedades capitalistas son sociedades descentralizadas. Cada capitalista o grupo de capitalistas es propietario de una parte de los recursos productivos globales, realiza la producción siguiendo sus intereses particulares y compitiendo frente al resto de empresas. La búsqueda de rentabilidad surge en este contexto tanto como un incentivo como una obligación. Quien obtenga más beneficios y riqueza tendrá más poder social, puesto que estará en condiciones de influir sobre una mayor proporción de la vida económica. La obtención de beneficios se convierte en el principal elemento de éxito social, al igual que en las sociedades feudales este elemento estaba relacionado con la obtención de títulos nobiliarios de mayor valor (o entre los deportistas profesionales la obtención de medallas olímpicas). Pero también constituye una necesidad, por cuanto en una economía en la que todos compiten con todos aquel que no tenga éxito será eliminado de la competición y perderá su posición social. La acumulación de capital, la búsqueda del crecimiento de la cantidad de recursos controlados por cada capitalista individual se convierte de esta forma en el motor que domina el funcionamiento de estas economías e impregna al conjunto de la vida social, y especialmente de la vida laboral. Las economías capitalistas se configuran por tanto como economías dominadas por la existencia de un número relativamente grande de unidades de capital (empresas) que producen cada una siguiendo sus propios objetivos de rentabilidad y compitiendo frente al resto de unidades. La coordinación entre estas distintas empresas se realiza fundamentalmente a través de mercados, de procesos de intercambio de los productos realizados por cada una de estas unidades (aunque no puede descartarse que en algunos casos existen formas más estrechas de cooperación entre empresas). La actividad laboral que generan estas empresas es llevada a cabo por otro grupo de individuos sin propiedades que alquilan su capacidad de trabajo a cambio de un salario. Junto a los mercados de productos existen por tanto mercados laborales en los que se contratan personas para realizar esta labor. Ello permite presentar a las economías capitalistas como un conjunto de mercados interrelacionados entre sí por las múltiples compras y ventas que deben llevar a cabo los participantes en esta sociedad para alcanzar sus objetivos de supervivencia y de acumulación. Debe subrayarse no obstante que esta presentación olvida la existencia de otras instituciones que a la postre resultan cruciales para el funcionamiento conjunto de estas economías. De una parte, está el Estado y un conjunto de instituciones colectivas cuya existencia es fundamental para el buen funcionamiento global del conjunto. Aún el economista más liberal reconocerá que para el funcionamiento de los diferentes mercados se requerirán como mínimo la existencia de un sistema de leyes e instituciones que las hagan cumplir (para evitar que la competencia derive en guerra sin cuartel) y de una moneda que facilite el intercambio. Y ambos elementos solo pueden garantizarse si existe una institución general que avala su existencia. De hecho, la historia del capitalismo ha permitido observar muchas más carencias que justifican la presencia estatal en muchos otros campos además de los de ley y moneda. Por otra parte, ya se ha indicado que, al menos hasta el momento, el sistema mercantil no ha sido capaz de producir por sí mismo todas las actividades que garantizan la reproducción humana. Estas siguen descansando principalmente en la institución familiar y en la existencia de trabajo reproductivo, realizado mayoritariamente por mujeres. EL CONTRATO LABORAL En una economía de intercambio todos los contratos presentan características comunes: se compran productos a cambio de dinero, suponiéndose que existe una relación de equivalencia entre lo que se da y se recibe. En una economía en la que se han desarrollado mercados para cosas muy diferentes es lógico esperar que existan contratos específicos para diversos aspectos. La especificidad de la relación laboral confiere características particulares al contrato laboral. Ya hemos indicado que el intercambio laboral se parece más a un alquiler que a una venta, puesto que la relación laboral se limita a las horas que se contratan, quedando el trabajador libre el resto de horas no contratadas. (Ello lo diferencia de un intercambio de esclavos en el que se venden derechos de disposición permanente sobre los afectados). Pero se trata de un alquiler muy especial. Los diversos intentos de analizar la naturaleza del contrato laboral (Marx, Coase, Simon, Gintis, Vegara, Williamson) coinciden en unos aspectos comunes. El contrato laboral constituye ante todo un contrato en el que se intercambia dinero por autoridad. Las personas que se comprometen con un contrato de trabajo se ponen a las órdenes, a disposición, del empleador el cual durante las horas contratadas tendrá el derecho de encargarle la realización de aquellas actividades que estime oportunas. Esta disponibilidad no es total. De hecho los contratos laborales fijan una serie de limitaciones al uso de la fuerza de trabajo, las cuales derivan de la legislación específica de cada país y del propio proceso de negociación (especialmente de la negociación colectiva),por ejemplo el empleador no tiene derecho a mantener relaciones sexuales con sus empleados o a exigirles la realización de otras cuestiones que resulten vejatorias para los mismos (por ejemplo determinadas prácticas religiosas que atenten a sus convicciones). También se establecen obligaciones que los empleados deben cumplir y cuya violación justifica la adopción de sanciones (por ejemplo, cláusulas de puntualidad, presencia en el puesto de trabajo, etc.). Es evidente que las limitaciones por ambas partes no constituyen un conjunto de requisitos fijos, sino que son el resultado de un complejo proceso social en el que intervienen las acciones individuales y colectivas de empleados y empleadores, así como el sector público (Ejemplo: el derecho a no usar corbata en empleos administrativos, o el más esencial de que los sindicatos puedan informar en el interior de las empresas, han constituido logros relativamente recientes en muchos países desarrollados). Estas limitaciones no especifican sin embargo cual será el comportamiento completo de los trabajadores. En un contrato de obra (Ejemplo: cuando contratamos a una persona para que nos pinte un piso, especificamos las condiciones que debe tener el producto final (tipo de pintura, plazo de realización, habitaciones a pintar...) y nos desentendemos de la forma como se realiza el trabajo). Por el contrario, un contrato laboral no especifica las tareas concretas a desarrollar y se limita a determinar que la persona contratada se pone a las órdenes de la que la contrata. Esta indefinición ha sido explicada por razones variadas, pudiéndose distinguir dos grandes corrientes de pensamiento, la corriente neoclásica que explica este hecho en base a que la indefinición del contrato en cuanto las tareas a desarrollar (no en cuanto al plazo de duración que puede estar o no definido en las condiciones de partida) en base a que resulta más eficiente, y la corriente clásico-marxista que lo explica en base al conflicto social que subyace a las relaciones laborales. Los partidarios de la teoría de la eficiencia han planteado justificaciones diversas. En unos casos (COASE) se considera que negociar tiene costes (cómo mínimo el tiempo que se pierde haciéndolo) que pueden reducirse con un sólo contrato que da al empleador derecho a utilizar los servicios del empleado en lo que considere más conveniente sin tener que estar negociando día a día cada cambio de actividad. En otros casos (SIMON) se resalta la enorme variabilidad de la vida de la empresa, lo que justifica que se prefiera adoptar está indefinición para que el empleador puede adaptarse a las continuas incidencias de la vida laboral. Por su parte O. WILLIAMSON considera que el contrato de autoridad tiene el efecto de impedir un comportamiento oportunista por parte de los trabajadores, los cuales de otro modo podrían tratar de explotar los conocimientos específicos que han adquirido en su trabajo para obtener unos términos salariales totalmente inapropiados. En todos los casos se justifican este tipo de contratos por el hecho que se muestran más eficientes socialmente que la negociación continuada ante cada cambio en las condiciones de trabajo. Para la corriente clásico-marxista la indefinición está relacionada con un hecho más estructural: la obtención de beneficios para el capitalista descansa en obtener de los trabajadores el máximo producto posible, con el objeto de que la diferencia entre el salario pagado y el producto que se obtiene de la actividad laboral sea lo mayor posible. Pero el "hacer trabajar al máximo" es difícilmente objetivable y por tanto imposible de llevar a una cláusula contractual. Resulta preferible, desde el punto de vista empresarial, introducir un derecho genérico a la dirección del proceso productivo que deje al empresario las manos libres para introducir posteriormente los cambios organizativos y los sistemas de supervisión que permitan sacar el máximo rendimiento posible durante las horas contratadas. La indefinición en las tareas a realizar asociada al reconocimiento de la autoridad patronal constituiría al respecto la forma de tratar de resolver la existencia de una situación estructuralmente conflictiva: la que enfrentaría a unos empleadores interesados en sacar el máximo de productos de sus asalariados y el de unos empleados interesados en limitar el esfuerzo que realizan a cambio de un salario. Esta contradicción tiene además otro origen. La relación laboral es posiblemente la única en la que el vendedor está presente y es parte activa del uso que el comprador hace del producto adquirido. Si, por ejemplo, alquilo un piso a un inquilino, habitualmente no voy a vivir en él, me limitaré a establecer unas condiciones generales y a controlar el estado del piso cuando acabe el contrato. Si el inquilino gusta por ejemplo de conectar todo el día una radio que emite "sevillanas", o recibe a personas con opiniones racistas, posiblemente yo seré indiferente a la utilización que él hace del piso (a menos que las visitas o el alto volumen de la música genere problemas con el vecindario, lo que posiblemente ya esté previsto en el contrato). En cambio, una persona que trabaja para otra no es indiferente al trato que esta le dé, si trabajar al máximo quiere decir ritmos muy altos, o trabajo muy monótono, o prohibición de hablar con los vecinos, o prohibición de usar el teléfono es posible que considere que ello atenta directamente a su calidad de vida, lo que dará lugar a la aparición de resistencias de diverso tipo que generarán algún tipo de tensión. De esta forma puede verse que el contrato laboral es también incompleto en cuanto no resuelve de una vez por todas la continuada gama de incidencias que surgirán en el desarrollo de la actividad laboral como resultado de los intereses divergentes de las partes. Las prerrogativas empresariales en materia de dirección y organización del trabajo permiten a las empresas una capacidad de iniciativa en la búsqueda de soluciones satisfactorias a sus intereses, pero, a menos que consideremos que las personas son meros autómatas que cumplen órdenes sin rechistar, cabe esperar una cierta dosis de conflictividad, individual y colectiva en el desarrollo de la vida laboral. La cantidad de producción que finalmente realizará un trabajador dependerá por tanto de un complejo proceso social en el que la empresa hará valer su autoridad, sus propuestas organizativas y en la que los trabajadores desplegarán determinadas resistencias orientadas a limitar el uso que hacen los empleadores de sus horas laborales. El contrato laboral no es por tanto un mero contrato de compraventa, sino que es la vía de entrada a un complejo sistema de relaciones sociales en los que aparecen sistemas jerárquicos, políticas de legitimación, incentivos particulares (Ejemplo: todo el mundo es consciente de la capacidad que tienen los mecanismos de promoción individual a la hora de favorecer determinados comportamientos) así como resistencias y acciones colectivas por parte de los trabajadores). Este complejo proceso social se desarrolla sin embargo en un plano de desigualdad que no sólo se deriva de las urgencias con que empleados y empleadores entran a la relación laboral, sino que se mantiene en la propia estructura del contrato. La eficacia de cualquier contrato se deriva no sólo de sus cláusulas, sino también de cómo se consiguen que estas se cumplan cuando una de las partes deja de hacerlo. En el contrato laboral esto vale para las cláusulas que están bien especificadas. En la medida que el contrato concede una prerrogativa de autoridad al empleador, en la mayor parte de casos este puede ejecutar directamente sanciones contra los empleados que incumplen normas. La legislación y los convenios laborales están llenos de sanciones de aplicación automática (por ejemplo, al que no es puntual). Es posible que la decisión sea apelable por vía judicial, pero en el mejor de los casos el juez podrá como sumo decidir que se compense al inculpado (por ejemplo, en España un despido declarado improcedente no da derecho a recuperar el puesto de trabajo perdido, sólo a recibir una indemnización más alta). Por el contrario, si el incumplidor es el empresario la parte laboral no tiene igual derecho de imponer sanciones, sino que debe apelar a la vía judicial y conseguir que su demanda no sólo sea considerada favorablemente, sino que el juez consiga la ejecución de la demanda. (Ejemplo: una denuncia por insalubridad o inseguridad puede resolverse cuando ya se hayan producido daños irreversibles para la salud del empleado. Un caso en el que el orden de los factores si altera el producto y que pone en evidencia una más de las asimetrías que predominan en el mundo laboral). LA CREACIÓN DEL MERCADO LABORAL Ya se ha indicado que la generalización del trabajo asalariado constituye un hecho histórico reciente (unos doscientos años). El análisis de este proceso permite detectar como el mismo estuvo en gran medida determinado por cambios sociales e institucionales específicos que dieron lugar a la acumulación de derechos de propiedad en unas manos y a masas de personas sin recursos productivos propios. La consideración de estos cambios institucionales indica que el trabajo asalariado no constituye una situación natural, ahistórica, sino que se trata del resultado de un específico proceso social. También indica que su generalización lejos de producirse como resultado de una búsqueda de eficiencia social en la que todos los individuos participaron en pie de igualdad fue el producto de turbulentos cambios sociales en los que algunos grupos consiguieron imponer sus intereses al conjunto de la sociedad y consolidar las instituciones que mejor se adaptaban a los mismos. En todo el proceso de formación de las actuales economías capitalistas se observa la acumulación de fenómenos confluyentes a la creación de una inmensa masa de personas obligada a participar en el mercado laboral. Evidencias que indican que la asalarización lejos de tratarse de un proceso voluntario estuvo determinada por fuerzas externas a la voluntad de las personas afectadas. Hechos que han sido analizados por numerosos estudiosos y entre los que destacan: o Cambios en las normas de propiedad de la tierra con el resultado de concentrar la propiedad y reducir su acceso a los sectores más deprimidos de la sociedad por medio de : cercamiento de tierras de libre acceso, conversión de antiguas formas de propiedad comunal de la tierra en propiedad privada, acortamiento de los períodos de arrendamiento con objeto de presionar a los arrendatarios, expropiación y comercialización de tierras comunales y eclesiásticas, invasión colonial de tierras en las "Nuevas Europas" o Liquidación de los sistemas de protección tradicionales contra la pobreza e introducción de numerosas medidas represivas contra los parados y los pobres (el ejemplo límite lo constituyen las "Workhouses" británicas introducidas por la ley de Pobres de 1834 que obligaba al internamiento en centros de trabajo de las personas consideradas aptas que requerían alguna ayuda por estar sin empleo), represión de la mendicidad, ... o Uso intensivo de trabajo forzado allí donde era imposible encontrar mano de obra voluntaria. En los principios del capitalismo no sólo el esclavismo alcanzó un notable renacimiento y constituyó el centro de la producción de alguno de los productos clave del nuevo mundo industrial, como el algodón, sino que estuvo acompañado de otras muchas formas de trabajo no libre: el recrudecimiento del feudalismo (segunda enfeudación) en los países del Este de Europa productores de alimentos para el mercado mundial, los "indetured servant" obligados a trabajar por un período de tiempo como siervos de la compañía que los había trasladado a América (así se construyeron gran parte de los ferrocarriles americanos, con inmigrados chinos), la fijación de obligaciones de trabajo obligatorio (por vía directa o por medio de impuestos que forzaban a buscar dinero en comunidades donde este era inexistente) en la construcción de infraestructuras coloniales... Procesos en los que es patente la importancia de las instituciones políticas en la construcción de un sistema de instituciones que ni era natural ni a menudo deseado por la mayoría de población (muestra de lo cual son la gran variedad de revueltas populares que estallaron para frenar precisamente la expansión del mercado). Se trata además de un proceso que no se limita a un corto período de tiempo, sino que ha ido desarrollándose con ritmos desiguales hasta llegar, en algunos países a los tiempos actuales. Sólo en los países capitalistas centrales el proceso está prácticamente culminado. EL MERCADO LABORAL, INSTITUCIÓN SOCIAL El trabajo es una actividad común de la especie humana, pero se realiza en contextos muy diferentes. El empleo asalariado y su marco operativo, el mercado laboral, constituye una forma institucional específica de empleo. De hecho, coexiste en las sociedades modernas con otras formas de trabajo, especialmente el trabajo reproductivo, otras formas menores de trabajo no retribuido y el trabajo mercantil autónomo (a nadie se le ocurre hablar de un mercado de por ejemplo, pintores autónomos puesto que lo que se intercambia en este mercado son productos), aunque lo que ocurre en el trabajo asalariado condiciona. directa o indirectamente la vida de millones de personas. Hemos visto también como su misma creación fue el producto de un complejo proceso de cambios institucionales que terminaron por producir la actual estructura social. Sin la intervención de elementos políticos es difícil que se hubiera llegado a estructurar estos mercados de forma independiente. Es más, como veremos en capítulos posteriores, aun allí donde existe un mercado laboral desarrollado este necesita del funcionamiento de diversas instituciones, puesto que para que exista un mercado laboral es necesario que existan personas en condiciones de trabajar y estas condiciones no son producidas directamente por las instituciones mercantiles. Ni existen fábricas de personas humanas ni mecanismos mercantiles que garanticen por si solos los niveles de salud, educación, socialización necesarios para el buen desempeño de la actividad laboral. Ello se consigue en gran parte recurriendo a instituciones no mercantiles como la familia, las redes comunitarias informales y las instituciones públicas. En otras palabras, el mercado laboral no es autosuficiente en la producción de la fuerza de trabajo, sino que esta depende de otro conjunto de instituciones paralelas con las que existe una continua interrelación. Por otra parte, las propias asimetrías existentes en el mercado laboral y la propia indefinición del contrato laboral se traducen en la aparición de numerosos conflictos. Las asimetrías de poder, de información existente entre los integrantes en el mercado laboral son causa de enormes desigualdades e inseguridad para los más desfavorecidos. Las propias normas que limitan la actuación de las partes lejos de constituir un conjunto inalterable de precondiciones constituyen un terreno donde los intereses están confrontados: qué grados de salud laboral deberán garantizarse, de horario de trabajo, de categorías laborales... constituyen terrenos abiertos a la discusión y la confrontación de intereses. Es más: las normas de propiedad que establecen la estructura social de las sociedades capitalistas nunca están completamente legitimadas a ojos de los que resultan sistemáticamente perdedores. Por ello los diferentes integrantes del mercado laboral, empleados y empleadores, tratan continuamente de alterar las reglas del juego, lo que se hace apelando a la intervención estatal en uno u otro sentido o dando lugar a la aparición de instituciones específicas del mundo laboral como los sindicatos o las asociaciones patronales. En suma, no sólo el mercado laboral es una institución específica que supone un determinado tipo de distribución de derechos de propiedad y una determinada articulación de la actividad laboral, sino que su funcionamiento cotidiano está en continua interrelación con el de otras instituciones extra- mercantiles que configuran su funcionamiento. Por ello el estudio del funcionamiento de los modernos mercados laborales incorpora necesariamente el estudio de un complejo proceso social.