Mi época, mi tiempo, pareciera que avanzará a pasos vertiginosos, las tradiciones, las costumbres, los pensamientos, las tendencias, mi época, cambia con tanta rapidez que se diluyen en la historia sin dejar rastro perdurable. Es una época, donde lo que hoy es vanguardia, rápidamente se convierte en obsoleto al compás del recorrer de pocos meses, convirtiéndose en presa del olvido. Las épocas, llevaban consigo un estilo de vida, donde lo constante era su esencia, las tradiciones, las costumbres y las fronteras, tenían identidad, y creaban una abstracción de una época en el imaginario colectivo. En mi tiempo, el cambio es la constante, aunque suene contradictorio, el cambio es la nueva esencia de los estilos de vida, es lo que caracteriza la época actual, aunque siga sonando contradictorio, las fronteras ahora tienen una identidad de globalización, cada vez son más borrosos los patrones de la identidad de una época. Tiempos, donde el desarrollo personal surge en un contexto de libertad, donde podemos decidir nuestro futuro y ser protagonistas de nuestra historia, este es el realismo que lo sociedad en teoría nos ofrece, pero es muy distante de su verdadero significado, y en algunos casos se podría decir que raya con ser inverosímil. Se promulga la libertad como derecho, y como individuos que se lanzan a la aventura de la vida, desarrollamos un pensamiento de futuro sobre la base utópica de la libertad y derechos, grandes anhelos y sueños se cimientan en la mente del individuo, quien comienza su andar por los caminos de la vida, con hambre de progreso y de éxito, y los caminos que parecían anchos, son estrechos y atiborrados, las oportunidades de aprender una ciencia son escasas, el camino al acceso a la educación tiene anatomía de embudo, donde muchos aspiran pero pocos ingresan, parece que la libertad tiene varias puertas cerradas para muchos. A pesar de ello, en nuestra época la libertad sigue vigente, la economía, el capitalismo aparece como el consuelo en medio de la desolación, es el camino a seguir, trabajando fuerte podemos lograr lo que nos proponemos, todo depende de nuestro esfuerzo y dedicación, es la consigna que se intrinca en nuestra identidad. Todo lo que queramos, va depender de la benevolencia del mundo globalizado, solo tienes que entregarte en cuerpo y alma, y el sistema se encargará de recompensarte. La felicidad, es el premio mayor, la libertad es el camino, la felicidad y la superación dejan de ser abstractas, y se materializan a la voluntad de la industrialización y tecnología, el mercado es el promotor de la felicidad material, es la luz que nos descubre lo que debemos alcanzar con el fruto de nuestro trabajo. Tu identidad comienza a desarrollar su resplandor, su verdadero potencial, el dinero que la clemente economía te provea, es la altura que tu identidad puede alcanzar, es el poder de adquisición de la materialización de los sueños, según nuestra época, nuestro tiempo, entre más obtengas de este sistema, estarás ad portas de la felicidad y la libertad. En esta atmósfera de libertad, nunca estamos desprotegidos, el estado nos acompaña paso a paso por el trajinar de la vida, nos garantiza nuestros derechos fundamentales, claro está, antes que todo, así como el individuo, tiene que entregarse en cuerpo y alma a los promotores de la economía, la fuente de nuestros sueños, las empresas y sus capitalistas. Seguido, el estado tiene el fin de alcanzar el bienestar de los representantes elegidos de manera libre por pueblo, la llamada democracia, finalmente, el estado cumplirá su papel de promover el bienestar de los individuos que conforman su sociedad. Esta breve descripción de nuestra época y tiempos, nos confronta en la autenticidad de nuestra identidad, en el significado de la libertad que como derecho tenemos y en el papel que como individuos desempeñamos en la sociedad. Somos parte del andamiaje productivo de la globalización económica, o somos protagonistas de la construcción de una Identidad individual y colectiva humanizada.