HUGO ALVAR HENRIK AALTO DISCURSO DEL ARQUITECTO FINLANDÉS GALARDONADO CON LA MEDALLA DE ORO DEL RIBA EN 1957. Nuestro tiempo está lleno de entusiasmo -y de interés- por la arquitectura debido a la revolución que está experimentando este arte en las últimas décadas. Hoy, en el mundo, hay un porcentaje pequeño, muy pequeño, de construcción realmente buena y humana. Las creaciones culturales verdaderamente civilizadas son demasiado escasas en cada país, y no solo en el mío. Creo que el porcentaje es el mismo en todas las naciones de Europa. Algo más de un 2 o un 3 % por país. Hay que observar la historia para entender que la actividad de los arquitectos debería procurar un incremento razonable de ese mínimo volumen de buena construcción y planificación urbana al servicio de la humanidad. La revolución arquitectónica que está teniendo lugar es como todas las revoluciones: empieza con entusiasmo y acaba con alguna forma de dictadura. Se sale de sus carriles y se separa de los objetivos. Hay una cosa buena en todo esto que hoy está ocurriendo: hay grupos de gente creativa y organizada que se consideran arquitectos en muchos lugares del mundo -quizás en Uruguay, quizás en Escandinavia, quizás en Inglaterra, quizás en Sudáfrica- que plantean nuevas formas para trabajar por sus países, Despacio, como artistas formales, se han ido esforzando para ocupar un nuevo campo; hoy son la garde d’honneur, el escuadrón de caballería que pelea duramente para humanizar la técnica en nuestro tiempo. Hace poco tuve una conversación con un cliente en París sobre una cosa tan simple como la ventilación. Decía: technique sans esprit es la peor cosa del mundo –lo que es cierto. Solo hay dos cosas en el arte: humanidad o su ausencia. La forma desnuda, algunos detalles concretos, no crean un buen humanismo. Tenemos un exceso de arquitectura superficial – y en el fondo, mala – que se considera moderna. Tomemos el ejemplo de una ciudad del entretenimiento, como Hollywood. Desde luego, todos los edificios son modernos. Sin embargo, solo puedes encontrar poquísimos que ofrezcan un sentido adecuado a las vidas reales de las personas que los usan y habitan. Vayamos al otro extremo. Hace unos meses un arquitecto indio visitó la nevada Finlandia–creo que era de Bombay o Nueva Delhi- llevaba una libreta donde había apuntado todas las preguntas que consideraba importantes en relación al arte de la construcción. Sentadoallí, lo primero que me preguntó después de saludarme fue: ¿Cuál es el modulo de esta oficina? No supe que responderle porque realmente no lo sabía. Uno de mis ayudantes le respondió diciendo: Quizás un milímetro o menos. Hoy en día, lo anterior es una muestra de los extremos en que discurre cualquier discusión habitual y, en segundo lugar, el sinsentido de todo esto: la búsqueda de un módulo, de una receta que sirva por igual para todo el mundo. Representa al mismo tiempo, la dictadura en que acaba la revolución y la creciente esclavitud relacionada con futilidades técnicas a la que se someten las personas y que, en si mismas, no contienen ni un ápice de humanidad. Las razones por las que la verdadera cultura se limita a un 2, un 4 o, incluso un 5 por ciento de la totalidad de la producción humana, son muy profundas y difíciles de analizar. Es la gran pregunta de nuestro tiempo; es la cuestión de mayor significado para la civilización y la cultura que se remonta al siglo XVIII cuando surgela industrialización. Hay, desde luego, enormes obstáculos para que podamos vivir mejor. Todo esto, desde luego, nos duele y no puede afrontarse pacíficamente. Hay cosas que pueden y deben eliminarse solo mediante la buena voluntad. Y si estudiamos esas cosas, creo que podríamos conseguir una mayor cantidad de cosas buenas para nuestros semejantes en la democracia de hoy. Deberíamos recordar las grandes épocas de la literatura, el tiempo de Voltaire, Rousseau, o incluso después. Tenemos a Bernard Shaw, Strindberg o Anatole France. ¿Por qué estos hombres son grandes? Por que ejercían la crítica, también el arte en su más alta expresión; y al mismo tiempo, peleaban por cambiar las cosas. No puedes pensar en Bernard Shaw sin que lo percibas siempre como un luchador. En su más profundo significado, creo que la lucha y el arte en su suprema expresión se relacionan mutuamente. Puede ser que no exista un arte de excelencia sin que contenga esa misteriosa combinación. Me parece que la institución arquitectónica, la discusión y contacto, así como nuestros discursos en público deberían ser similares a los de aquellos que ejercenla literatura. Desde luego, arquitectura y literatura son muy, muy diferentes, muy lejos la una de la otra, a veces fuera del alcance de la vista. ¿Cuáles son los principales obstáculos para conseguir una producción absoluta que se pueda calificar como buena arquitectura? No puedo conocerlos todos, pero puedo escoger unos pocos inconvenientes que bien podrían eliminarse. En primer lugar, hay una enorme dificultad para educar a la gente en lo que respecta ala arquitectura. Esta forma artística requiere el acceso a numerosos campos del conocimiento, y una inusual cultura antes de que podamos responder y que la gente pueda entender. En una ocasión estando aquí en Inglaterra me sentí muy reconfortado cuando vi un pequeño libro escolar que ofrecía conocimientos básicos sobre arquitectura. Se dirigía a los niños más pequeños de la escuela elemental. Creo que es bueno hacer eso, pero me asusta reconocer que la arquitectura que abarca todo el mundo de las estructuras y las formas que existen a nuestro alrededor es una materia demasiado complicada para enseñar a los niños en esa parte de sus vidas que esla infancia. Probablemente, enseñar arquitectura a niños de siete u ocho años es como enseñar la sexualidad a los que están en el inicio de la educación primaria. Pero pienso también que en niveles superiores podemos dar una mejor educación, que no debería seguir el mismo camino que la crítica artística ordinaria. La crítica de arte tiene ya más de un siglo. El uso de escribir artículos sobre la obra de artistas concretos no debe ser mucho más antiguo. Debería analizarse el caso de arquitectos individuales. Explicar que el camino correcto en este campo es la planificación y construcción orientada al servicio del hombre democrático, para su beneficio. Podemos entender que el mejor método es enseñar ejemplos reales y concretos. Digamos, un pequeño grupo de casas y otros espacios arquitectónicos, y permitir a la gente verlos y experimentarlos. Trabajamos en un campo poco afortunado ya que no tenemos una experiencia previa de laboratorio. Somos los únicos profesionales en el mundo industrial moderno que tenemos que diseñar y fabricar directamente. Debería haber un período de prueba entre medio de estos dos momentos. Puede hacerse individualmente, pero toda verdadera nación civilizada debería tener un programa de barrios y construcciones experimentales. Inglaterra tiene esto desde hace ya bastante tiempo. Viendo lo hecho podríamos hablar de las urbanizaciones de Raymond Unwin, o de la colonia Weissenhof en Alemania, donde se ha hecho arte de vanguardia, arte individual, pero que realmente no son esos laboratorios de los que hablo. Pienso que no es posible educar a la gente sobre como deberían vivir sin contar con esta clase de iniciativas. Tomemos la mecanización, la estandarización de nuestro tiempo como segunda cuestión. Todos conocemos lo que significa la mecanización de nuestras vidas; es una parte dela democracia. Es la única manera de dar más cosas a más gente. Al mismo tiempo, comprendemos que la mecanización y la estandarización siempre reducen la calidad de eso que recibimos. Lo que significa que la democracia biológica es un proceso muy difícil. No podemos dar a todo el mundo la misma calidad que conseguían unas pocas personas en el pasado. Es una locura, que expresa las enormes dificultades que tenemos para ofrecer el mismo nivel de calidad y darlo en condiciones de igualdad. Es incluso más difícil cuando consideramos pasar de las calidades materiales a las cualidades del espíritu. Entonces nuestro mundo de hoy se nos presenta como bastante malo. Pero hay posibilidades para usar la mecanización y la estandarización en beneficio del ser humano. La pregunta es ¿qué deberíamos racionalizar y que deberíamos estandarizar? Podemos hacer estándares que mejoren el nivel no solo de la vida sino del espíritu también. Una cosa muy importante debería ser la promoción de una estandarización elástica, una estandarización que no nos obligue, sino a la que nosotros podamos controlar. Poco a poco, una dictadura de las maquinas actúa sobre nosotros, cada vez más y más. Debemos emplear métodos intelectuales más profundos: Y en este caso, si mandáramos sobre los materiales, el nombre de esos métodos sería la propia arquitectura y nada más, y así crear una estandarización que tuviera cualidades humanas. Podríamos buscar cosas que tuvieran cualidades humanas. Viviendas que dieran más a las personas. No se trata de cuantos cables eléctricos o cuantas piezas motorizadas deben estandarizarse; sino que cuando nos acercamos a la casa del hombre, a aquellas cosas que están próximas a nosotros, comprendamos que el problema es diferente: se convierte en una cuestión espiritual, se transforma en un capítulo intelectual superior a ese discurso de la estandarización. Una vez intenté hacer una escalera que fuera posible estandarizar. Diseñamos los peldaños de aquella nueva escalera en conexión con las casas que solíamos hacer, pero un peldaño estandarizado depende de la altura del edificio y muchos otros requisitos diferentes. No puedes usar el mismo peldaño siempre, porque no tiene la elasticidad suficiente para que pueda ponerse en cualquier lugar. Tratamos de resolver el problema con una especie de sistema versátil por el cual los peldaños pudieran adaptarse, de tal manera que la proporción del plano vertical y el horizontal mantuvieran esa proporción que es una fórmula que conocen todos los arquitectos desde los tiempos del Renacimiento –creo que desde Giotto, o incluso antes, desde la época de Pericles. Porque el movimiento del ser humano responde a una especie de forma rítmica concreta. No puedes hacer un peldaño como se te ocurra, debe responder a una proporción muy específica. Una vez hablé sobre esto en la Universidad de Gotemburgo. El Rector me dijo: Deténgase un momento, quiero consultar algo en la biblioteca. Salió del auditorio escaleras abajo y volvió con un libro, la Divina Comedia de Dante. Lo abrió por una página específica, aquella que decía que la peor cosa que se podría sufrir en el Inferno es tener que subir una escalera que no tiene las debidas proporciones. Es teniendo en cuenta estas pequeñas cosas que podremos construir un mundo armonioso para las personas. Es posible para cualquiera que trata de abordar estos problemas y se concreta en que acaben entendiéndolo aquellos que tienen la responsabilidad de administrar lo común. Voy a hablarles de una cosa más; se refiere a lo que significa que los arquitectos tengamos que trabajar con inmensas sumas de dinero. Cualquier obra que hacemos significa una gran inversión. La planificación urbanística sea quizás la más grande de estas aplicaciones de gasto. Simplemente cambiar el tráfico es hoy una cosa tan cara que la gente no puede asumir ese cambio en el plano político y práctico. Hoy sabemos que el hombre de la calle vive rodeado de coches. Cada minuto, incluso en la ciudad más pequeña, cientos de maquinas a motor están arrollando a los peatones, esos pequeños hombres democráticos. Por esto todos estamos en una situación muchísimo peor que los ingenieros que están en una fábrica de papel ocho horas al día. En este tipo de fábricas no hay motores, solo electro transmisores, y si hay motores son muy pocos. Pero en las calles hay cientos de motores circulando todo el tiempo. Nuestras calles y ciudades se diseñaron con objetivos completamente diferentes – como el magnífico Boulevard des Italiens - para el tráfico de caballos, unos pocos caballos aquí y allá. Ahora está repleto de automóviles –y sabemos que ese hecho no es neutral. Emiten gases venenosos que permanecen en las calles. Quizás mis amigos que cuentan con un alto nivel de cuidado médico estén pagando un precio altísimo debido a nuestra incapacidad para construir un sistema distinto de tráfico en el cual los peatones y los automóviles estén bien alejados unos de otros. Por no hablar de las viviendas, que deberían estar aun más alejadas. La respuesta que surge a ese precio es cáncer. Luego está nuestro viejo enemigo, el especulador inmobiliario. Ese es el enemigo número uno del arquitecto. Pero también hay otros enemigos, demasiados, que son incluso más difíciles de abatir. Por ejemplo, en mi país tenemos – y la hay de manera parecida en otros lugares ya que en lo que respecta a esta cuestión todos estamos al mismo nivel – la teórica economía aplicable a la construcción de edificios que popularmente se presenta diciendo: ¿Qué forma de casa es más económica? Si tenemos, digamos por ejemplo, un edificio de cinco pisos, seis o incluso ocho de apartamentos entonces surge la pregunta: ¿Cuál debe ser la anchura? ¿Qué largo? ¿Cuál es la forma más barata que podemos considerar para albergar a la gente que lo necesita con premura? Desde luego esto podemos llamarlo ciencia. Pero no lo es. La respuesta es simple, muy simple. La casa más compacta es la más barata. Eso está claro. Uno puede ir más allá y decir que la casa más inhumana es la más barata., que la iluminación más cara que tenemos es la luz del día –mantengámosla fuera, y entonces tendremos las viviendas más baratas. El bien más cara es el aire fresco, porque no es una cuestión de ventilación, sino una cuestión de planificación urbanística. El aire libre cuesta hectáreas de suelo, buenos jardines y bosques y prados. La verdadera economía de los edificios no se puede abordar de esta manera ridícula. La economía real de la edificación se debería referir a cuantas buenas cosas podemos conseguir a un coste razonable. Y no se debe olvidar que construimos para personas. Es lo mismo en cualquier tipo de economía – la correcta relación entre la calidad y el precio de un producto. Pero si abandonas la cálida del producto en aras del menor coste, la totalidad de esa supuesta economía se transforma en un sinsentido en cualquier campo, lo que es aplicable a la arquitectura también. Esa manera de ver las cosas es muy adecuada para hacer propaganda: una forma de publicidad que usa la palabra “economía” de una manera inapropiada, es anti-humana. Algunas veces se va tan allá que es lo mismo en sentido contrario. Conozco escuelas que están aplicando esta forma de propaganda y, probablemente, logren abaratar los costes en sus cuadros numéricos pero seguro que los niños lo pagan muy caro. Permítanme reflexionar algo más sobre estas cuestiones. Y saltaré de las consideraciones económicas al mundo dela decoración. Sabemos que en el mundo hay una vida decorativa independiente. Hay arte industrial que no tiene ninguna relación con la base dela arquitectura. Es decoración que puedes poner en cualquier lugar. Esto es un asunto muy cómico, que significa que la racionalización desacertada, esa racionalización que lleva al anti-humanismo, junto al uso equivocado de la palabra economía y la decoración son los trois cochons que trabajan juntos. Hace una semana, en Suiza vi largas líneas de edificios hechos de una manera mecánica estándar sin ninguna intención pero con una buena combinación decorativa. La decoración servía para cubrir aquellas monstruosidades que de otra manera parecerían duras e inhumanas. Pero esta actividad triangular nos conduce a una sociedad inculta y a edificios sin alma – fruto de la combinación de esas tres cosas que no se corresponden. Tenemos una sociedad inorgánica. Deberíamos trabajar para lograr cosas simples, buenas y sin decoración, cosas que estén en armonía con el ser humano y ajustadas orgánicamente a las necesidades reales de las personas que encontramos en las calles.