El comercio de drogas tóxicas a gran escala, como es definido el narcotráfico por la RAE, ha aumentado a nivel mundial un 30% desde 2009, se calcula que el 5,5% de la población entre 15 y 64 años consumieron drogas en 2016, es decir, 210 millones de personas. En este crecimiento del consumo de sustancias ilícitas, se encuentra el mercado de la cocaína en el cual se ha visto una expansión a 44 países en los últimos años, al pasar de 99 países consumidores en los años 1983-1987 a 143 países consumidores entre 2013-2017. También se ha visto un incremento en la producción mundial de cocaína, con 1.976 toneladas en 2017, aumento del 30% con respecto al año anterior, esto se debe a la mayor producción de este narcótico en Colombia el fabricante del 70% de la cocaína a nivel global desde 1997. (Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito UNODC, 2019). Colombia, un país que tiene tantos recursos y lugares increíbles, paisajes maravillosos, diversidad inmensa y vasta cultura ha sido permeado por el narcotráfico, un problema que empezó en la década de los setenta y persiste en la actualidad. Esta tragedia que la nación ha enfrentado por cuarenta años no se podría entender completamente si no se analizan sus orígenes y las causas por las que esta mafia es tomó más fuerza en Colombia y no en otros países de la región. Se han dado muchas razones por las que la producción de drogas, en especial la cocaína, ha tenido tanto éxito en Colombia, algunas de ellas son, la geografía, la debilidad del estado o los movimientos guerrilleros. Sin embargo, en su libro Colombia: violencia, democracia y derechos humanos Estanislao Zuleta (1991) afirma que no solo un factor es el principal, sino que todos son parte importante del desarrollo de esta industria en el territorio. Por una parte, aunque la geografía y las condiciones propias del territorio permiten el cultivo y la venta de este narcótico, se puede decir que otros países que se encuentran en Centroamérica están mejor ubicados, pues la distribución les queda mucho más fácil con el principal consumidor más cerca: Estados Unidos, por esto, no puede darse crédito solo a este argumento. Ahora, si se mira la debilidad del estado desde su abandono y negligencia con la población campesina, en departamentos como Cauca, Huila, Putumayo, Guaviare, Vaupés, Vichada y Guainía, entre otros lugares en donde se incrementa la coca en los años ochenta, se entiende mejor la fuerza que toman los movimientos armados en el control de los pueblos alejados del resto del país, a los que no llega la ley del estado. Un ejemplo de esto se puede encontrar en la situación del Guaviare: “Las guerrillas de esta región constituyen el poder real local, efectivo y cotidiano. El vacío que deja el Estado lo suplen inmediatamente los irregulares (que ya no lo son tanto)” (Molano, Selva adentro, 1987), también se encuentran comentarios de habitantes del Putumayo, en el libro del centro de memoria histórica El Placer mujeres, coca y guerra en el bajo Putumayo Después llegó la guerrilla y ya ellos empezaron que a hacer orden. Ya iban acabando con los que tenían vicios, con los que robaban, con la gente mala. Y pues la gente cualquier cosa iba y se quejaba con ellos, como más ley no había aquí. Estos grupos armados como las FARC se convierten en la ley y se aprovechan de ello para manejar un negocio que les permite costear sus actos de rebeldía en contra el estado. El comercio ilegal de sustancias alucinógenas se convierte en su punto principal de financiación, y les entregan a los campesinos las semillas, el conocimiento del cultivo y las herramientas para plantarlo, además de pagar muy bien esta siembra, los campesinos que no han tenido protección y no cuentan con otros mecanismos de subsistencia, terminan entrando en esta red ilícita (Molano, Selva adentro, 1987). De lo anterior se asevera que los grupos armados ya formados y la desidia del Estado colombiano por el bienestar de los campesinos de los municipios más apartados de la capital, esto sumado a las condiciones geográficas y naturales del territorio han generado un auge en el narcotráfico. El problema que la nación ha enfrentado por tanto tiempo, ha sido una de las más graves tragedias, ya que tiene un vasto impacto tanto en lo político, como en lo económico y en lo social; y ha agudizado aún más los problemas que ya presentaba el país antes de su aparición y apogeo. Uno de los grandes efectos que ha tenido el narcotráfico es el agravante de la violencia. Colombia tuvo múltiples guerras civiles durante el siglo XIX, y el siguiente siglo no estuvo exento de conflictos, en el año 1948, con la muerte de Gaitán se desencadenó una época de fuertes luchas entre liberales y conservadores, además de esto, el surgimiento de grupos armados al margen de la ley en los años sesenta hicieron perdurar la violencia y los más afectados fueron y siguen siendo los campesinos. Es cierto que la historia del país ha estado llena de conflictos, pero el tráfico de estupefacientes llegó para encrudecer la guerra, Carlos Medina Gallego (1998) asegura que los narcos se aliaron con las guerrillas, con los paramilitares e incluso con las fuerzas armadas colombianas, no tenían ninguna ideología, usaban a los diferentes grupos dependiendo de sus intereses. Con el surgimiento del narco-paramilitarismo se ha demostrado que este grupo no mide sus víctimas, que está preparado para asesinar a quién se interponga en su camino, sea de derecha, de izquierda, periodistas, políticos, policía nacional o ciudadanos inocentes. Esta mafia ha demostrado que no tiene escrúpulos, ha creado una infraestructura especializada en asesinar, con las escuelas de sicarios ha generado un nuevo nivel de violencia en el país que ha afectado a ciudades como Medellín y a los municipios más alejados del territorio. Además de la ola de violencia brutal que se ha generado, la corrupción por parte del gobierno quedó al descubierto con la revelación de la parapolítica, la cual, según el libro ¡BASTA YA! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, puede ser entendida como “el fenómeno sistemático de alianzas entre políticos, grupos armados ilegales y narcotraficantes más vergonzoso y de mayores proporciones en toda la historia del país” (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013). En este mismo escrito, se encuentran cifras alarmantes acerca de los implicados en este fenómeno, allí se afirma que la Unidad Nacional de Fiscalías para la Justicia y la Paz presentó en el año 2012, que la justicia ordinaria investigara posibles vínculos paramilitares con 1.124 políticos, 1.023 miembros de las fuerzas armadas, 393 servidores públicos y a 10.392 personas entre desmovilizados y terceros, entre los que se incluían empresarios de la región. Esto solo indica el grado de corrupción al que hemos llegado como sociedad. Este malestar de Colombia empezó con la introducción de los llamados narcos a las clases dominantes del país, aunque esta se demoró un poco mientras los susodichos eran aceptados en la élite colombiana, según Alfredo Molano (2008) al principio se ridiculizó a esta nueva burguesía, pero al cabo de un tiempo ellos se dieron cuenta que es mejor asociarse a esta mafia que luchar en su contra, llegaron a la conclusión de que “plata es plata”, y el fin justifica los medios. Así, se fueron acoplando los comerciantes, hacendados, industriales y políticos, y poco a poco a los ciudadanos de a pie, llevándonos a esta cultura mafiosa que tenemos en la actualidad, el mismo Molano asegura La mafia… ha impregnado de su cultura —la del “no me dejo”, la del “soy el más vivo”, la del “todo vale huevo”— al resto el país, o para ser exactos al 84%. Es la cultura de la fuerza a la fuerza, de la justicia por mano propia, de las recompensas por huellas digitales y memorias digitales, del “véndame o le compro a la viuda”, del “le corto la cara marica”, del “quite o lo quito” Óscar Mejía Quintana (2011) también afirma que la debilidad por parte del estado para cumplir las leyes ha llevado a la sociedad a este nivel de desconfianza, en el que el décimo mandamiento para los colombianos es “no dar papaya”, y tan poco preocupados por los demás que nos aprovechamos de los problemas de otros, del “vivo vive del bobo” que el undécimo sería “a papaya dada, papaya partida”. Las secuelas de esta violencia que agudizó el narcotráfico son las expuestas anteriormente, Referencias Centro Nacional de Memoria Histórica. (2012). El placer mujeres, coca y guerra en el bajo Putumayo. Obtenido de http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/informes/publicaciones-porano/2012/el-placer-mujeres-coca-y-guerra-en-el-bajo-putumayo Centro Nacional de Memoria Histórica. (2013). ¡BASTA YA! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Mejía, O. (2011). Estado y cultura mafiosa en Colombia. Bucaramanga. Universidad Industrial de Santander. Molano, A. (1987). Selva adentro. Bogotá: Áncora. Recuperado el Noviembre de 2019 Molano, A. (28 de Marzo de 2008). Cultura mafiosa. El Espectador. Obtenido de https://www.elespectador.com/opinion/cultura-mafiosa-columna-8049 Oficina para las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. (2019). Informe mundial sobre las drogas 2019. Zuleta, E. (1991). Colombia: violencia, democracia y derechos humanos. Altamir.