Raúl Roa García Nació el 18 de abril de 1907, personalidad inolvidable de la cultura y la política cubana, por su pensamiento progresista y revolucionario, chispeante, mordaz, conversador, tocado por la varita del talento literario y sencillo, martiano en toda la línea. Estudió Derecho en la Universidad de La Habana y se incorporó al movimiento revolucionario estudiantil . Fue fundador del Directorio Estudiantil Universitario en 1930 y participó en la jornada de protesta del 30 de septiembre del mismo año (en que murió Rafael Trejo). En 1931 estuvo entre los fundadores del Ala Izquierda Estudiantil, desmembramiento radical del anterior Directorio. Durante el régimen dictatorial y represivo de Gerardo Machado opuso su palabra sin ambigüedades, lo que motivó su encierro en las prisiones del Príncipe, La Cabaña y el Presidio Modelo de Isla de Pinos. Se doctoró en Derecho Civil y Público y prosiguió su intensa vida pública. En 1935 olfateó en Fulgencio Batista los propósitos dictatoriales; participó en el movimiento huelguístico de ese año y terminó por no hallar otro camino que el exilio. Al regreso ejerció de profesor universitario; fue Director de Cultura del Ministerio de Educación y delegado de la Universidad habanera en congresos celebrados en Amsterdam, Santiago de Chile y México, además de delegado cubano a la Asamblea General de la UNESCO en París, 1951. La ensayística, el periodismo y la docencia; así como el accionar político y su carisma personal, hicieron de él una figura de relieve público nacional. Sin pretensiones de escritor, tuvo las dotes del narrador ameno y practicó su natural coloquialismo con el lector. Exiliado a partir del golpe de Estado de Batista, ejerció como profesor extraordinario en la Universidad de Nuevo León, en México, donde dirigió la revista Humanismo. Volvió en 1959, con el triunfo de la Revolución, designándosele ministro de Relaciones Exteriores. Fogoso en la oratoria, rápido y mordaz en la réplica, convincente en la argumentación, Raúl Roa dejó su impronta en las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se le conoció como Canciller de la Dignidad, una cualidad que lo identificó en los foros internacionales del más alto nivel e hizo de él portaestandarte de la política exterior cubana. Entre sus títulos más conocidos citamos: La jornada revolucionaria del 30 de septiembre, Pablo de la Torriente Brau y la revolución española, Ser y devenir de Antonio Maceo, Retorno a la alborada (crónicas y ensayos), La Revolución del 30 se fue a bolina, Aventuras, venturas y desventuras de un mambí, Evocación de Pablo Lafargue, y también preparó la edición de Con la pluma y el machete, de Ramón Roa, publicado en 1950