ALGUNAS CONSIDERACIONES EN TIEMPOS DE LA PANDEMIA II Desde que inició la pandemia en México, y con más razón conforme esta se expandió y profundizó, fue evidente, para quienes tuvieran una idea así fuera mínima de la salud pública de los mexicanos y de la forma en que esta se fue construyendo en los últimos cuarenta años que son precisamente los años del neoliberalismo puro y duro, que la politización del tema era inevitable. Hablar sobre la salud pública de los mexicanos significa analizar a las enfermedades que han agravado los efectos del COVID19, y significa también analizar las políticas planeadas que hicieron que los mexicanos consumiéramos de una forma u otra los productos que se han calificado, entre otras cosas, de “veneno embotellado” y de “comida chatarra” y que nos llevaron a aquellas enfermedades: que estas políticas sean consideradas como parte de una planificación que llevó a que los mexicanos en general no tuviéramos más opciones que consumir toda la basura industrializada mientras se nos dificultaba en extremo cuando no se impedía el consumo de la comida sana, o que se considere que los mexicanos nos encontramos enfermos simple y sencillamente porque somos unos individuos irresponsables al consumir en forma excesiva productos que nos acabaron afectando gravemente y que de esto las grandes empresas que venden los productos no son responsables (ni el Estado que las apoyó), nos da una idea de las dos principales visiones contrapuestas: la de una cierta responsabilidad social en un 1 lado, y la de un individualismo extremo en el otro, que, en la salud pública, así como en la educación, la alimentación, la seguridad, la administración de la hacienda pública y cualquier otra cosa que indican la dirección en la que se desea llevar este país, visiones de elites que son de la clase dominante o que gravitan en torno a esta y que, por lo demás, actualmente se encuentran confrontadas ideológicamente. Estas propuestas (individualista, y de cierto compromiso social, respectivamente) necesariamente son políticas: representan las visiones que al parecer dos elites más o menos antagónicas de la burguesía mexicana tienen con respecto al futuro que la nueva composición capitalista mundial les presenta. Enfrentadas al hecho de que la globalización y el libre mercado tal y como lo conocimos en los últimos años parece estar en su fin y que esta situación obliga a los Dueños del país a echar mano, nuevamente, del trabajo de la población mexicana como medida de recuperación capitalista local, las elites políticas e intelectuales así como la burguesía se encuentran que la clase sometida, simple y llanamente, ha enfermado a tal nivel que la pandemia está matando a gente de entre 45 y 60 años de edad debido a las enfermedades que tienen: gente que teóricamente se encuentra en plena edad productiva y que constituye entre la tercera parte y la mitad de la población fallecida. Si a todo lo anterior se le agrega que, salvo islas perfectamente bien localizadas, el país se encuentra sumergido en una violencia frenética sin precedentes que supera a cualquiera anterior a 2006 y posterior a la guerra civil de 1910, nos daremos cuenta que las elites se enfrentan al hecho de que en términos absolutos no tienen forma de sacar provecho de la población acorde a lo que se pide de ellas por haberla llevado, esas misma elites, al punto en donde la necesitaban por más de cuarenta años: una población gravemente enferma y subnutrida, sobreviviendo una amplia 2 espiral de violencia generalizada, en el mejor de los casos al parecer con una muy baja capacidad de comprensión, abstracción y carente de cualquier iniciativa teórico conceptual, lo que no se acerca a las necesidades que el capitalismo dependiente mexicano tiene que cubrir. Así que, siguiendo el punto de vista de las elites (el único que verdaderamente cuenta porque la izquierda en general o se unió a una parte de esa burguesía, o simplemente es intrascendente salvo comunidades localizadas1), al parecer solamente quedan dos opciones: la una, reproducir hasta el final y buscando eludir por cualquier medio todas las consecuencias derivadas, el modelo de saqueo desaforado de los recursos y la población mexicana que ha estado vigente los últimos 40 años, o la otra, buscar, por la vía de ciertas modificaciones, un modelo que sin tocar los principales intereses ya construidos y la lógica de la explotación del sistema capitalista, involucrara a la mayor cantidad posible de la población buscando reducir los nefastos efectos del modelo anterior sin, insistimos, alterar en lo posible los intereses económicos, políticos y sociales que vienen desde el fin de la guerra civil de 1910, y los que se generaron en la época del saqueo neoliberal. Y la pandemia vino a poner en claro, por si hubo quien no quisiera verlo, las posiciones de ambas elites contendientes: el pleito que los empresarios y políticos vinculados y pertenecientes al gran capital, dirigen directamente contra el sector salud en la figura del Dr. López Gatell que es apoyado por 1 Las Comunidades zapatistas, denunciando al gobierno de la 4T en particular y al sistema capitalista en general, decidió, muy acertadamente desde nuestra percepción, cerrar los accesos a sus zonas de control y llamar a la población a cuidarse de los problemas generados por la pandemia. Esta actitud contrasta totalmente con las posiciones de la izquierda esotérica que niega en formas estrambóticas hasta la existencia del virus y alega la represión de cierto obtuso nuevo orden mundial. Esto último también contrasta con las actitudes de las comunidades indígenas y campesinas de La Montaña en el estado de Guerrero, y de la Sierra Norte de Puebla: parece ser que cerraron comunidades y accesos cuando se decretó la existencia de la pandemia en México porque, al tener parientes en las ciudades de Chicago y Nueva York, estos les avisaron de la grave situación que se presentaba para ellos sobre todo en la última ciudad. Los habitantes de esas zonas de México entendieron que no era conspiración alguna, sino una grave situación real. En general, la izquierda mexicana ha tenido una actitud patética, como veremos. 3 otra parte del gran capital así como de la pequeña burguesía, es el más estridente ejemplo de este enfrentamiento, el COVID19 ha obligado a declarar sus posiciones políticas y a exhibir sus decisiones morales. Porque es cierto que estas posiciones confrontadas no lo son de tiempos recientes. Lo que la derecha fascista mexicana ha llamado “la polarización de México” no es más que la oportunidad que el Obradorismo­zen abrió a la visión social de una parte de la elite que se encuentra secundada por otra parte nada desdeñable de la pequeña burguesía y del pueblo, y que le ha permitido expresarse abiertamente en posiciones que, simpáticamente, la primera siente como un agravio 2. Pero estas 2 Es interesante que los sectores que se oponen al gobierno de la 4T usen el concepto de “polarización” para acusar a El Líder y su proyecto de que están llevando al país a la división. Dejando de lado que la división del país es una herencia no reconocida de la supuesta democracia liberal mexicana que desde el inicio de la independencia no ha encontrado el punto de funcionamiento (y que carece de cualquier indicio de autocrítica), hay que comentar algunas cosas con respecto a esto. Al no ser el proyecto de la 4T un asunto de confrontación entre clases sociales (la acusación de que este gobierno lleva al comunismo es totalmente absurda) sino una confrontación política e ideológica entre sectores de la clase dominante y sus sicofantes y que pueden pelearse sin problemas porque no sienten que tengan que preocuparse de cualquier protesta de la plebe, un concepto como el de polarización podría ayudar a explicar el momento actual. Sin embargo, la forma en que los opositores a El Líder presentan el asunto de la pretendida polarización tiene muchos bemoles. Para empezar, de acuerdo a la literatura disponible, el concepto de la polarización es consecuencia de un proceso de politización social: una sociedad puede estar politizada pero no polarizada, y es curioso que la idea de polarización, cuando aparece, viene de la clase dominante que por alguna razón siente sus intereses amenazados, tal como sucede actualmente y como sucedió antes de la dictadura chlena de 1973-1990 (Lucía Miranda L. Renata Retamal I. Opinión pública durante la Unidad Popular: una revisión a “la tesis de la polarización”. Revista Izquierdas No. 47, agosto de 2018). Ahora bien, ¿la sociedad mexicana es posible considerarla actualmente como politizada? Esta idea por sí misma genera muchas controversias. También es necesario que exista la posibilidad de identificar a los extremos del discurso social o político de liberal-conservador o izquierda-derecha para que la propuesta de polarización funcione, algo que simplemente parece que no existe en el encono mexicano actual, como tampoco lo existió en el momento anterior al golpe de Estado de 1973 que atacó a la democracia burguesa chilena representada por la Unidad Popular. Y además, se buscó que la polarización de las elites representara la supuesta polarización de la ciudadanía chilena, tal como ahora los opositores de la 4T de la clase dominante y sus satélites buscan que su supuesta polarización es la de toda la sociedad (“Es importante hacer hincapié en que todas las definiciones originarias de polarización, operacionalizaron (sic) dicho concepto a partir de su observación a nivel de las élites políticas, es decir, a partir de observar cómo se posicionaban los partidos políticos (y sus líderes) a lo largo de los ejes programáticos. De esta forma, por medio de la falacia ecológica, se tendió a inferir que la ciudadanía estaba polarizada a partir de observar, a nivel macro de los partidos políticos, dicha polarización. Esta estrategia se considera que tendió a sacar conclusiones poco acertadas respecto del posicionamiento ideológico del electorado”). En México la pretendida existencia multipartidista esconde que la verdadera división política es un bipartidismo (MORENA y los demás), lo que es peor (para el discurso de la democracia burguesa) que la existencia de “los tres tercios” chilena anterior al golpe de Estado: la división que dejó el neoliberalismo en México es más profunda si se considera que todos los partidos arrastran un gran desprestigio social, salvo MORENA y esto de manera relativa por la imagen del presidente. Ahora bien, la idea de que los mexicanos debemos unirnos más allá de nuestras diferencias o los adjetivos de “fifí” o chairo“ no parece ir más allá de ciertos sectores conservadores de la clase media. 4 posiciones enfrentadas en la clase dominante y sus sicofantes son posiciones que han recorrido desde el México posterior a 1910 cuando una parte de ella se dio cuenta que la exclusión absoluta de la plebe fue la que empujó a esta a la rebelión. Y lo cierto es que, también, la plebe y no poca de la pequeña burguesía, estuvo sometida a una agresión constante de una ideología que privilegiaba el individualismo extremo por encima de cualquier consideración social. A pesar de lo que los opositores del Obradorismo-zen y varios de los seguidores de El Líder creen, la polarización de las elites crece conforme las diferencias económicas van aumentando, como parece que sucede en los Estados Unidos: “Más importante que los políticos de los Estados Unidos se estén dividiendo, es que la riqueza económica diverge. Los sectores medios y altos han seguido siendo beneficiados por el crecimiento económico experimentado desde la segunda guerra mundial. Pero el bienestar material de las clases bajas se ha estancado. Por cada historia acerca de los triunfos de un Bill Gates o de un Sam Walton, existen historias contrastantes de trabajadores que no reciben beneficio alguno”. “Wal-Mart es el centro de las buenas noticias y de los malos registros que reflejan como es desigual el crecimiento económico de Estados Unidos. Para poner números duros sobre las disparidades, en 1967 el percentil 25 (P25)de la población tenía ingresos familiares seis (6) veces superiores al percentil 75 (P75). Para 2003 la disparidad se había incrementado en 8.6 veces” (N. Mc Carty, K. T. Poole, H. Roshental. Polarized America. The Dance of Ideology and Unequal Riches. The MIT Press, 2006, páginas 1 y 2. Traducción propia). ¿Por qué sorprenderse de la polarización de las elites y de la violencia de las calles en México? “La desigualdad de ingresos en México es una de las más altas en los países de la OCDE y ha aumentado de nuevo en años recientes. Si bien la desigualdad bajó en la década previa a 2005, en la reciente recesión económica aumentó de nuevo. En 2012 el ingreso promedio de la población en el 10% superior de la escala de ingresos fue 30.5 veces más alto que el del 10% inferior, arriba de una proporción de 22 a 1 a mediados de la década de 1980, pero menor que la de 33.5 a 1 a mediados de los años 1990. En comparación, el promedio de la OCDE fue de 9.6 a 1 en 2013”. “El ingreso familiar real disponible bajó vigorosamente en el periodo posterior a la crisis financiera global. En 2010, el ingreso familiar promedio fue 11% más bajo que en 2008. Entre 2010 y 2012, el ingreso familiar total creció ligeramente; sin embargo, sólo los ubicados en el extremo superior se beneficiaron (+7%), en tanto que los ingresos entre el 40% en el extremo inferior se redujeron en un 3%.De forma preocupante, este fenómeno no ocurrió sólo durante la crisis, sino que se trata de una tendencia de largo plazo. Durante las últimas tres décadas, el crecimiento de los ingresos medios de los más ricos fue mucho más alto que el de la media y el de los pobres. De hecho, en términos reales, el ingreso promedio del 10% en el extremo inferior en 2012 es menor que el de 1984” (https://www.oecd.org/centrodemexico/medios/Nota%20pais%20Mexico %20FINAL.pdf). Si no hay un asunto de lucha de clases en México, es por cierta responsabilidad de la izquierda, como veremos posteriormente. Y la supuesta polarización, al menos como la hemos podido conocer con base en la literatura a la que hemos tenido acceso, simplemente no es cierta: en México tenemos una clase dominante autista y violenta acompañada por una elite de parásitos políticos e intelectuales, confrontada por otra parte de esa clase dominante que a su vez se acompaña de una parte no menor de la clase dominada y que busca cómo recuperar un cierto proyecto de nación (es 1R, Primera Restauración, no 4T. Beatriz Urías H. Historias secretas del racismo en México (1920-1950) sin poner en jaque sus privilegios de clase, ni la estructura hiper-conservadora política y moral de la sociedad en su conjunto. 5 Tal parece que todo esto se le atraviesa a la izquierda en general porque pretende, por ejemplo, en la actual pandemia, que los mexicanos tengan una solidaridad que les ha sido negada ideológica y materialmente desde los años ochenta del siglo pasado todos los días y que encima, entienda exactamente a qué se está enfrentando: el analfabetismo funcional opera solamente sobre cosas tangibles y concretas, no sobre abstracciones3, 3 En términos generales, se define como analfabetismo funcional a aquel proceso en el cual quienes se encuentren sometidos son incapaces de ir más allá de la interpretación literal de los signos que corresponden al lenguaje que manejan. Parece que saben leer y escribir, pero quienes padecen este proceso son totalmente incapaces de desarrollarse personal y profesionalmente (http://archivo.siteal.iipe.unesco.org/sites/default/files/analfabetismo_funcional.pdf). Ahora bien, desde 1990 la UNESCO considera que un analfabeto funcional es aquel individuo con cuatro o menos años de escolaridad con mínima capacidad de lectura y escritura. La población mexicana tiene, según estudios, un promedio de escolaridad de 7.3 años. Sin embargo, en términos generales al parecer es incapaz de evaluar correctamente el concepto de virus y sus consecuencias, y su incredulidad ante la actual pandemia, manifestada por medio de una no-creencia absoluta que se deriva del hecho de que no ve en su entorno inmediato secuelas de la enfermedad hasta que las tienen encima, nos da la pauta para especular acerca de una incapacidad general para una idea abstracta como la de “virus”. Si esto es cierto, consideramos que se puede adjudicar sin muchos problemas a los años de la educación neoliberal y su necesidad de crear la diferencia entre consumidores y ciudadanos y dar privilegios a la educación que lleve a la productividad (M. Friedman. Capitalismo y libertad) y que dejó, al menos en México, una población incapaz de entender no solo las abstracciones humanistas y sociales, en realidad ninguna: la alienación total de la población sometida a una propaganda ideológica, tal como refiere Marx, se visualiza operativamente en las actitudes de la población. El “aprender para emprender” (J. Rancière. Escuela, producción, igualdad) y la idea del “mínimo acuerdo” de Friedman parecen terminar en un mínimo conocimiento para la población, y al parecer inservible al menos en las condiciones actuales en que muchas de las certezas que generó ese conocimiento derivado del proceso de la educación privatizadora del neoliberalismo que convertía a los educandos en consumidores hiper-individualistas, han desaparecido, dando la impresión de que ha generado la clase dominante un lumpenproletariado a números grandes (Paul Mattick. El lumpenproletariado). Si lo anterior es cierto, esto también podría ayudar a explicar la fiereza con el que varios sectores la población atacan al personal médico y sanitario en general, en contra de las disposiciones del Estado y la burguesía, lo que por cierto pone en duda los discursos que pretenden ver una discriminación o peor aún, un racismo manejado por alguna elite: la búsqueda del chivo expiatorio es la desesperación de una situación que muy difícilmente se entiende en la incredulidad manifiesta, confirmada por una evidente indiferencia de las razones científicas y en general de cualquier racionalidad, y una moral que pretende seguir operando como si nada hubiera cambiado (se siguen las mismas costumbres, en la fiesta y en la muerte, y en la vida cotidiana misma, como si la amenaza no existiera). Todas estas actitudes y visiones acaban por ser derivadas en una violencia que bien podrían estar dirigida contra sacerdotes o cocineras si por ventura estos fueran encargados de los enfermos, y no es muy precipitado generalizar todo esto en cosas como los linchamientos. Y, finalmente, la pobreza absoluta y relativa de nuestra población, aunada a la educación neoliberal que ha generado una identificación entre opresores y oprimidos, hace pensar que lo increíble no es, entonces, que la gente se encuentre en las calles a pesar de los llamamientos del gobiernos federal y las medidas punitivas de varios gobiernos estatales y municipales, sino que no esté mucho más gente (“El opresor más eficaz es el que convence a sus subordinados a que amen, deseen y se identifiquen con su poder; cualquier práctica de emancipación política implica así la forma de liberación más difícil de todas, liberarnos de nosotros mismos”. Terry Eagleton. Ideología. Una introducción) . La burguesía y sus satélites saben todo esto. No se hacen cábalas acerca de la gente que educaron, o mejor escrito, indoctrinaron todos estos años sobre todo a partir de la supuesta reforma educativa del peñismo y, como saben que un consumidor no tiene conciencia social ni mucho menos solidaridad, sino solo intereses, no tienen empacho 6 además de que, entre otras cosas, la violencia y la pobreza extrema en que se encuentra la mayoría de la población, y las políticas del individualismo extremo hubieran mantenido, de alguna forma mágica, intacta, la moral de la población que no pertenece a la clase dominante ni a sus elites. En las consecuencias sociales de la actual pandemia, se ve, una vez más, que el neoliberalismo no es (fue) solamente una reconversión económica: es (fue) una reconversión ideológica. Empezando por el proceso del golpe de Estado de 1973 en Chile, la construcción ideológica se fue cimentando conforme pasaron los años. En una entrevista realizada por el periódico británico Sunday Times en 1981 a la entonces Primer Ministro Margaret Thatcher, esta dijo a las claras que con la herramienta de “la nueva visión de la economía”, la nueva ideología de lo que conocemos como neoliberalismo (junto a su primo vergonzoso, el posmodernismo, aunque de esto ella no habló) se proponía antes que nada “cambiar el alma y el corazón de las personas” para que aceptaran y defendieran el egoísmo económico alguno en lanzar la maquinaria represiva para obligar a los consumidores a acatar por la fuerza lo que la razón no entiende porque todo se resuelve con la base del poder económico, como lo han demostrado las múltiples denuncias en las que se evidencian los comportamientos de las elites que niegan y reprimen en la plebe. Para la izquierda tanto la oportunista como la radical, lo anterior les es o transparente y se molestan por lo que consideran persecuciones contra un pueblo indefenso, alegando cosas tan absurdas como que existe una rpresión al derecho de elección, o, conociendo y aceptando lo anterior, callan y aceptan incluso los asesinatos que las fuerzas represivas al mando de la derecha llevan a cabo. Para El Líder del Obradorismo-zen y sus convencidos, en general saben que lo que la burguesía hizo es real, que la moral y la ideología de los últimos años fue modificada profundamente por las necesidades neoliberales del gran capital (no en vano su idea de una “constitución moral” y “moralizar la sociedad”), pero necesitan, también ideológicamente, El Líder y sus seguidores, para los propósitos políticos de su Cuarta Transformación que nosotros consideramos una Primera Restauración, mantener la idea de un “pueblo bueno”. Y, finalmente, no debemos olvidar que el comportamiento de varios sectores de la elite y sus cipayos es semejante al de la plebe que dicen detestar,.¿Son analfabetas funcionales, también? No hay que dejar de lado que muchos de estas elites que el día de hoy aplauden el sacrificio del personal sanitario no hace ni un un año eran fieros críticos y opositores del sistema público de salud cuando no francos creyentes de las múltiples insensateces supersticiosas absurdas y peligrosas (editorial de La Jornada, 17 de agosto de 2020, lo que vale para España empieza a ser cierto en México). Tampoco debemos dejar de lado que los primeros contagios importados fueron hechos por gente de las elites que regresó de países en los cuales la pandemia ya era un grave problema de salud, como Italia y los Estados Unidos, y que les costó incluso la vida a algunos de sus integrantes, todo esto antes de que empezaran los contagios comunitarios. Con todo lo anterior podemos suponer que hay ejemplos de sobra para pensar que varios elementos de las elites parecen analfabetas funcionales, pero consideramos que el verdadero problema es otro, como expondremos más adelante. 7 individualista que negaba la existencia de cualquier relación social que fuera más allá de la existencia del individuo salvo, quizás, la familia4. Lo sucedido en México siguiendo esta visión en los siguientes cuarenta años fue, entonces, y antes que otra cosa, una reconfiguración económica y a la par, una reestructuración ideológica con los que las clases dominantes y sus elites políticas e intelectuales buscaron evitar que la plebe se rebelara permitiendo, también, una reconfiguración laboral que buscaba extraer más plusvalía del trabajador y reforzar los métodos de explotación. La aceptación de todo esto por parte de la clase dominante mexicana, apoyada gustosamente por las elites políticas con muchos elementos venidos de la izquierda que están vinculadas al oportunismo, terminó por apoyar a una visión neoporfirista que en general nunca desapareció de la clase dominante después de la Revolución de 19105. Y conforme el neoliberalismo se fue consolidando en México también fue lenta y paulatinamente cambiando la idea de Estado y de los servicio que ese cubría. Así, si bien los servicios de la sanidad pública como todos los demás servicios que caracterizan lo que por general se considera la responsabilidad social del Estado nunca han sido, para el grueso de la población de este 4 Alejandro Nadal. Reconstruir el Estado. http://www.elcorreodeoaxaca.com/reconstruir-el-estado/. 5 Si en los primeros cien años de la existencia de la República Mexicana las clases dominantes y sus satélites despreciaban a la plebe, ya que, entre otras cosas, no lograron resolver el problema de que hacer, por ejemplo, con la grandeza del pasado indígena y los herederos de esa gloria, o el lugar de iglesia y sus símbolos (Gerardo Torres S. Bifurcación nacional y ciudadanía. Los orígenes del concepto y sus perspectivas en la visión de las elites mexicanas. En Alejandra Salas-Porras, Karla Valverde V. Elites y desarrollo) al grado que esas elites nunca consideraron a los mexicanos que no pertenecían a su estrecho círculo como ciudadanos sino, en el mejor de los casos, como individuos a orientar, a moralizar, cuando no pura mano de obra explotable. Durante y después de la guerra civil de 1910-1920, la clase dominante vencedora pretendió, mientras se volvían a poner de acuerdo, integrar de alguna forma a esa gran población antes despreciada (“La Revolución es en gran parte el resultado de la ruptura de los acuerdos elaborados en el Porfiriato. Durante los diez años de guerra que siguieron a la caída de Díaz, hombres de negocios, políticos y militares lucharon por construir nuevos acuerdos. La Constitución de 1917 reestructuró las relaciones gubernamentales entre latifundistas y propietarios de minas e introdujo nuevas reglas en el tratamiento con los empleados” (Mark Wasserman. Pesos and politics. Bussiness, Elites, Foreigners, and Goverment in Mexico, 1854-1940). La integración de los de abajo, por fuerza o por grado, pasó por lo que en esa época estaba en boga: la eugenesia. Por razones que no son del todo claras, la integración empezó a ser abandonada a principios de la década de los sesenta del siglo pasado, lo que dio paso a aquel sector de la clase dominante que era mas racista y clasista y que se apoderó del proceso neoliberal. 8 país, modelo de servicio y eficiencia, bajo cualquier circunstancia, lo cierto es que a partir de la llegada de las medidas neoliberales desde los años 80 del siglo pasado, y sobre todo a partir de la puesta en marcha de las leyes que cambiaron (para daño de la población) las estructuras y funcionamiento del IMSS y el ISSSTE en particular y que dieron paso al fraude conocido como el Seguro Popular, entre otras cosas, se puede plantear que existe un antes y un después de la salud pública de esta nación, como también existió un antes y un después en todos los demás servicios como la seguridad pública, la educación, los medios de comunicación y todo lo que la población de esta expoliada nación necesita en el día a día. Estas modificaciones a las que hacemos referencia fueron tan abrumadoras, que hasta la fecha la mayor parte de los mexicanos siguen siendo incapaces de darse cuenta que la des­regulación sanitaria era necesaria para sostener la de la alimentación, la de la educación y otras varias, y que la inseguridad que ahora asola la nación y se profundiza, tenía que acompañar lo anterior para evitar que la gente protestara y que pudiera darse cuenta del proceso de transformación de su vida y de como la riqueza social fue concentrada cada vez más en muy pocas personas. Todo lo explicado hasta ahora impactó, permítase la redundancia, en la mayor parte de la población. Pero creemos que existe una situación diferente en las elites que rodean a la clase dominante. Las discusiones que se han dado en las elites tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político en torno a las medidas que el gobierno lleva a cabo para hacer frente a la pandemia, la casi rebelión de las elites económicas y políticas contra El Líder, su gobierno y su proyecto, y el papel de los intelectuales en general tienen comportándose más como ideólogos, ponen en evidencia que en general los integrantes de la clase dominante y sus líderes así como sus satélites políticos e 9 intelectuales de esa oposición tienen en consideración todo menos la salud de la mayor parte de la población a la que de por sí detestan y temen, y la ciencia real tampoco está en sus consideraciones porque, finalmente, ¿por qué tendrían que preocuparse de algo que ni conocen ni les importa conocer aunque son conscientes de los beneficios que la ciencia les da más no quieren saber algo ni de su esfuerzo ni de los dilemas que genera? Porque una de las primeras cosas que salta en la discusión acerca de la pandemia, su daño y su control es que en la mayor parte de los participantes simple y llanamente no existe una discusión de carácter científico sobre la la enfermedad y sus métodos de control, sobre todo en la epidemiología6. Tanto los que se oponen al gobierno como la mayoría de los que dicen apoyarlo, evidencian un día sí y otro también, y ya sea por conveniencia o por simple pereza mental, un desconocimiento pasmoso de las más elementales reglas del asunto epidemiológico. Y esto no es gratuito, como veremos a continuación7. Aunque a veces parece 6 Esto por lo demás ha sido frecuentemente en los últimas décadas del siglo anterior y lo que va de este a raíz de las discusiones , por ejemplo, de si existe o no el problema del cambio climático generado por el hombre. Si la discusión estrictamente científica pasaba por cosas como la termodinámica de los sistemas abiertos, la física del clima y la estadística, entre otras cosas, para los negacionistas el asunto fue de cuestionar la validez de los resultados de los estudios y experimentos que indicaban los cambios climáticos a negar las bases de la ciencia termodinámica cuando no de la ciencia en general, pasando por cuestionar la validez del consenso científico en una especie de sociología barata de la ciencia hasta llegar, actualmente, a un fatalismo que dice que sí existe el cambio climático generado por el hombres pero ya no se puede hacer algo para cambiar ese curso (https://www.harpersbazaar.com/culture/politics/a30086064/climate-change-eco-fascists/). No es muy difícil ver característica semejantes entre aquellos que por razones místicas o políticas no solo cuestionan, en México, al gobierno actual y sus políticas de control de la pandemia, sino a la misma ciencia de la epidemiología, como en su momento sucedió con el negacionismo del SIDA. Ahora bien, a diferencia de lo que se cree, no es cierto que en general los negacionistas detesten la ciencia. Gente como los empresarios opositores, por poner un ejemplo fácilmente detectable, les gustan los beneficios que traen los descubrimientos científicos para apoyar la plusvalía del capitalismo, pero no quieren saber algo ni de sus esfuerzos ni mucho menos de sus problemas éticos. Y finalmente, hasta el más desaforado charlatán no dudará en hacer uso de los conocimientos de la ciencia que llaman “occidental”, sobre todo si su vida está en peligro, sabemos de casos locales parecidos a lo que demostró recientemente un gran vendedor de humo español al enfermar de COVID19: se hospitalizó en uno de esos sitios llamados hospitales que no tiene empacho en denostar un día sí y otro también como “medicina occidental”, dejando de lado sus propuestas curativas “alternativas”. Incluso en el caso del de la crítica a lo que se ha llamado cientifismo a la hora de la necesidad de sus resultados, parece que no hay quien puede prescindir de ellos, si puede obtenerlos https://rebelion.org/de-como-el-cientificismo-genera-pseudociencia-y-negacionismo-cientifico/. 7 Aunque desde la Revolución francesa el romanticismo siempre se opuso a la racionalidad dentro de la cual la ciencia como la conocemos actualmente formaba parte, pasando por el vitalismo nietszchano hasta las múltiples expresiones del posmodernismo que caracterizaron el siglo XX, lo cierto es que el negacionismo científico fundado en una interpretación convenenciera de los principios de la ciencia y la negación absoluta cuando era necesario, 10 ser difícil establecer una diferencia, por ejemplo, entre elementos de la derecha y la izquierda política cuando demuestran ocasionalmente y sin problemas apoyar cosas tan absurdas como el dióxido de cloro como método de curación alternativo de la enfermedad conocida como COVID19: lo cierto es que las razones y sus intereses sí son diferentes. posiblemente fue fundado por la industria del tabaco a mediados del siglo pasado, al cual los intelectuales parisinos de la mitad del siglo se encargaron de darle cierto sustento teórico, aunque posiblemente no de forma intensionada. Como sea, el negacionismo del SIDA, el del cambio climático y ahora el del COVID19 y la epidemiología siempre parece presentado como un privilegio de ciertas elites con acceso a educación universitaria, sobre todo la que tiene acceso a ciertas interpretaciones derivadas del fracaso revolucionario europeo y estadounidense de los años sesenta y setenta del siglo pasado. Incapaces de aceptar la derrota de sus sueños de transformación, los intelectuales y los líderes políticos de la izquierda en general prefirieron adecuar esa derrota sobre la base de que nadie tuviera más esos sueños, así creyeron que no existiría quien les cuestionara su fracaso, y para que no se viera que le dan la vuelta a la explotación capitalista, se enfocan sobre cosas como la ciencia, de la cual parece que no saben gran cosa y peor aún, no les interesa saber, para acabar confundiendo al tirador con el arma. Es decir, el negacionismo cultural es una característica típica de cierta izquierda que ha decidido no hacer frente a la explotación de clase política, sin que esto signifique que el negacionismo no existe en la derecha, solo que parece que esta lo hace por razones diferentes, casi siempre económicas y ocasionalmente, políticas. Esto no impide que las derechas negacionistas ocasionalmente coincidan con las izquierdas esotéricas, tal y como se vio recientemente en Alemania, España y Bélgica (La Jornada, 17 de agosto de 2020, página 2 y Editorial). 11