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Bioarqueologia Clark Spencer Larsen capítulo 5 en español

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EVOLUCIÓN
Bioarqueología
Interpretando el comportamiento a
partir del esqueleto humano.
Clark Spencer Larsen
La siguiente traducción fue realizada por estudiantes, para estudiantes y sin fines de lucro. Año 2020
Bioarqueología
Interpretando el comportamiento a
partir del esqueleto humano
CLARK SPENCER LARSEN
Departamento de Antropología y Laboratorios de Investigación en Antropología.
Universidad de Carolina del Nortel, Chapel Hill
Cita texto original
Larsen, C. (1997). Bioarchaeology: Interpreting behavior from the human
skeleton. Cambridge: Cambridge University Press. Capítulo 5 - Pp.161-194
5
Patrones de actividad:
1. Modificaciones articulares y musculares
5.1 Introducción
La actividad física es una característica definitoria de los regímenes adaptativos
humanos. Los cazadores-recolectores, por ejemplo, son caracterizados a
menudo por tener una gran movilidad, una gran capacidad de trabajo, y que
sobreviven a duras penas. En cambio, los agricultores son vistos como si
tuvieran todo resuelto: están asentados en un lugar, tienen mucho que comer y
sus cargas de trabajo son ligeras. En su popular e influyente libro de texto de
arqueología, Braidwood (1967:113) distinguió a los cazadores-recolectores
como los que llevan "una existencia salvaje y muy dura... siguiendo a los
animales sólo para matarlos para comer, o moviéndose de una parcela de
bayas a otra (y) viviendo como un animal". Las investigaciones etnográficas y
de otro tipo cuestionan estas descripciones simplistas de los sistemas
económicos. Tras la publicación del volumen de la conferencia Man the Hunter
de Lee y DeVore (1968), y especialmente los provocativos hallazgos de Lee
(1979) sobre el comportamiento laboral y la adquisición de recursos entre los
!Kung del norte de Botswana, se llegó al consenso de que, contrariamente a la
descripción tradicional Hobbesiana de las formas de vida de los cazadoresrecolectores como "desagradables, brutales y cortas", los recolectores
prehistóricos no estaban sujetos a cantidades excesivas de trabajo y la vida en
general para ellos era tranquila, abundante y segura (véase Sahlins, 1972).
Más importante aún, estos desarrollos fomentaron una discusión más amplia
de la actividad y el comportamiento físico en los humanos, presente y pasado,
llevando a la conclusión de que los sistemas adaptativos humanos son
altamente variables. Como resultado de ello, ahora está claro que no es posible
hacer afirmaciones generales sobre la naturaleza de las cargas de trabajo u
otros aspectos del estilo de vida de los recolectores y agricultores (Kelly, 1992,
1995; Larsen, 1995).
La carga de trabajo y la actividad tienen enormes implicaciones para la historia
demográfica de una población. El estudio de seres humanos vivos indica, por
ejemplo, que la actividad física exigente en las mujeres maduras desde el
punto de vista reproductivo da lugar a una reducción de la función ovárica y de
la fecundidad (por ejemplo, Ellison, 1994; Ellison y otros, 1993; Jasienska y
Ellison, 1993). Por lo tanto, la identificación de las pautas de carga de trabajo y
de actividad física a partir del estudio de los restos humanos puede
proporcionar indicios para comprender las menores tasas de natalidad y la
reducción de la fecundidad en algunas poblaciones del pasado (véase Larsen,
1995).
El estudio de los cambios patológicos y no patológicos de las articulaciones
articulares y las modificaciones relacionadas con el comportamiento de las
regiones no articulares ofrece una gran cantidad de información sobre la
actividad y la carga de trabajo en las poblaciones pasadas.
5.2 Articulaciones articulares y su función
Dos tipos de articulaciones, las anfiartrosis 1y las diartrodiales2 (sinovial) son
importantes para interpretar las modificaciones patológicas y de otro tipo en un
contexto de comportamiento. Las articulaciones anfiartrosis son algo móviles
pero sirven principalmente para estabilizar regiones específicas del esqueleto
(por ejemplo, la sínfisis púbica para la pelvis anterior, los discos intervertebrales
para la columna). Los extremos de los huesos que constituyen las
articulaciones diartrósicas (por ejemplo, la rodilla, la interfalángica) se articulan
entre sí dentro de una cápsula fibrosa, y las superficies articulares están
cubiertas de cartílago hialino altamente lubricado. Dependiendo de la forma de
las superficies articulares, la anatomía de la cápsula y las conexiones
ligamentosas a través de la articulación, la libertad de movimiento es amplia.
Así, además de proporcionar cierta estabilidad (Norkin y Levangie, 1983), las
articulaciones diartrósicas permiten movimientos amplios, como la extensión y
la flexión de las articulaciones interfalángicas para agarrar, y la extensión y la
flexión de las rodillas para caminar y correr.
1
2
Anfiartrosis: tipo de articulación con movimientos limitados
Diatrtrodiales o diartrosis: refiere a las articulaciones con mayor rango de movimiento
5.3 Patología articular
La osteofitosis y la osteoartritis son trastornos degenerativos que afectan a las
articulaciones anfiartrosis y diartrósicas, respectivamente. Estos términos son
equívocos en el sentido de que implican una respuesta inflamatoria, lo que no
siempre es el caso (Bridges, 1992; Hough & Sokoloff, 1989; Moskowitz, 1989;
aunque véase DeRousseau, 1988). Un sinónimo comúnmente utilizado para
estos trastornos es la enfermedad degenerativa de las articulaciones. Los
cambios degenerativos que afectan a las superficies y los márgenes de los
discos intervertebrales se denominan osteoartritis, porque las articulaciones de
los discos intervertebrales no son articulaciones diartrósicas. Las respuestas
patológicas asociadas a la osteoartrosis son prácticamente idénticas a las de la
osteoartritis, y comparten la misma etiología3 y patogénesis4 (por ejemplo,
véase Jurmain, 1990). A los efectos del presente análisis, he subsumido los
dos términos bajo osteoartritis.
5.3.1 Osteoartritis
La osteoartritis es un trastorno multifactorial que representa un patrón de
respuestas a diversos factores predisponentes (Hoffman, 1993; Hough &
Sokoloff, 1989; Rogers & Waldron, 1995). Los epidemiólogos5 y antropólogos
observan una gran variación mundial en la osteoartritis en relación con la edad.
Por ejemplo, los adultos jóvenes y los jóvenes mayores de algunas poblaciones
humanas expresan una frecuencia relativamente alta de la afección (por
ejemplo, Chapman, 1972; Chesterman, 1983; Larsen, Ruff y otros, 1995). En
las sociedades industriales urbanizadas, la artrosis rara vez se produce antes
de los 30 años (Dekker y otros, 1992).
Existe cierta variación en la prevalencia y gravedad de la osteoartritis con el
clima (véase Moskowitz, 1989); los síntomas parecen ser algo menos graves
en los climas cálidos, y esto puede estar relacionado con la temperatura, la
exposición al sol y la cantidad de ropa que se usa (Moskowitz, 1989). El peso
corporal también puede ser un factor importante. Los estudios clínicos y
3
Etiología: estudia el origen o las causas de las enfermedades
Patogénesis: describe el origen y evolución de una enfermedad
5
Epidemiólogos: estudian la distribución, frecuencia y factores determinantes de una enfermedad
4
epidemiológicos indican una mayor incidencia de la artrosis en individuos
obesos, especialmente en las articulaciones que soportan el peso (por ejemplo,
Kellgren, 1961; Kellgren y Lawrence, 1958; Leach y otros, 1973; Moskowitz,
1989). Las mujeres obesas tienen una incidencia especialmente alta de
osteoartritis de rodilla, lo que está relacionado con el estrés mecánico añadido
en esta importante articulación que soporta el peso (Cooper y otros, 1994;
Moskowitz, 1989; Spector y otros, 1994).
Jurmain (1977a) documenta un aumento de la artrosis femenina en la edad
media tardía, más que en los hombres adultos de la misma edad. En los grupos
de los Estados Unidos del siglo XX, más mujeres que hombres tienen
osteoartritis después de los 55 años (Roberts & Burch, 1966). Análogamente6,
el trastorno es más grave y está más generalizado en las mujeres que en los
hombres en Gran Bretaña (Kellgren y otros, 1963). Estos estudios sugieren que
puede haber una influencia hormonal en la osteoartritis. Otros factores como el
metabolismo, la nutrición, la densidad ósea, las deficiencias vasculares, la
infección, los traumatismos y la herencia pueden influir en el trastorno (véase
Duncan, 1979; Engel, 1968; Jurmain, 1977a; McCarty & Koopman, 1993;
Moskowitz, 1989; Ortner & Putschar, 1985; Rogers & Waldron, 1995).
El principal factor que contribuye a la artrosis es la actividad física y el estrés
mecánico (Duncan, 1979; Hough & Sokoloff, 1989; Jurmain, 1977a, 1977b;
McKeag, 1992; Nuki, 1980; Peyron, 1986; Radin, 1982, 1983; Radin et al.,
1972). A medida que un individuo envejece, es probable que una o varias
articulaciones sometidas a estrés presenten los concomitantes7 biológicos de la
osteoartritis. Radin (1982:20) definió la artrosis como "el resultado de un
desequilibrio fisiológico entre el estrés mecánico en el tejido de la articulación y
la capacidad de estos tejidos para soportar... el estrés".
El argumento del estrés mecánico se apoya en varios hallazgos. Por ejemplo,
los trabajadores industriales muestran patrones de degeneración articular en la
relación con actividades físicas particulares en el lugar de trabajo. El
levantamiento agotador de los mineros causa cambios articulares en las
caderas, rodillas y vértebras (Anderson et al., 1962; Kellgren & Lawrence,
1958; Lawrence, 1977); el uso de herramientas neumáticas por los
6
7
Análogamente: refiere a una relación de semejanza entre cosas distintas
Concomitante: que acompaña a una cosa o actúa junto a ella
constructores de barcos y otros resulta en modificaciones similares (por
ejemplo, Lawrence, 1955, 1961); el levantamiento de largas pinzas para mover
metales calientes por parte de los trabajadores de la fundición da lugar a
cambios degenerativos en el codo (Hough & Sokoloff, 1989); y la actividad
repetitiva con las manos en los trabajadores de la fábrica de algodón da lugar a
diferentes patrones de osteoartritis (Hadler, 1977; Hadler et al., 1978; y véase
Merbs, 1983). Otros hallazgos para los trabajadores manuales, agricultores,
bailarines de ballet, diversos tipos de atletas y los que realizan ejercicios
rigurosos apoyan en general estas observaciones (véase Cooper y otros, 1994;
Croft, Coggon y otros, 1992; Croft, Cooper y otros, 1992; Forsberg y Nilsson,
1992; Jurmain, 1977a; Lawrence, 1977; McKeag, 1992; Nakamura y otros,
1993; Stenlund, 1993). Los nuevos hallazgos epidemiológicos están
proporcionando una importante corroboración de estas conclusiones que
vinculan la demanda mecánica con la artrosis. Las comparaciones revelan una
prevalencia notablemente mayor de la osteoartritis de rodilla y cadera en las
poblaciones rurales de Carolina del Norte que en la población estadounidense
(principalmente urbana) en su conjunto (cadera: 25,1% frente a 2,7% en la
cohorte8 de 55 a 64 años; Jordan y otros, 1995). Estas diferencias reflejan las
mayores exigencias físicas del estilo de vida rural en los Estados Unidos.
Los vínculos entre la actividad física y la artrosis no son sencillos. Los huesos
de la mano de los tejedores de las series esqueléticas de Spitalfields, Londres,
no tienen más osteoartritis que los huesos de la mano de la muestra general
(Waldron, 1994). Los trabajadores manuales de esta serie no tienen ni más ni
menos osteoartritis que la población en su conjunto. Estos hallazgos y un
estudio de las inconsistencias encontradas en la literatura epidemiológica
llevaron a Waldron a concluir "que no hay evidencia convincente de una
relación consistente entre una ocupación particular y una forma particular de
osteoartritis" (1994:94). Por lo tanto, aunque la patología articular relacionada
con la actividad ofrece una importante comprensión de las características de
comportamiento de las poblaciones humanas en un sentido general, la
identificación de actividades u ocupaciones específicas a partir de restos
individuales puede no ser siempre posible.
8
Cohorte: en medicina refiere a conjunto personas que forman parte de un estudio o ensayo clínico
Los estudios epidemiológicos proporcionan una base importante para
interpretar la osteoartritis en las poblaciones humanas del pasado. Los estudios
bioarqueológicos y epidemiológicos no son estrictamente comparables, ya que
estos últimos se basan casi siempre en contextos clínicos, ya sea en exámenes
radiológicos o en entrevistas con pacientes, que no identifican los sutiles
cambios degenerativos observados en las muestras esqueléticas reales que
estudian los bioarqueólogos. Los cambios en los tejidos duros observados en el
contexto clínico no son estrictamente comparables a los observados en las
colecciones arqueológicas o de otro tipo de esqueletos. La patofisiología 9 de la
artritis no se comprende bien en lo que respecta a la relación entre el cartílago
hialino y los cambios óseos. Algunos han sostenido que los cambios en el
cartílago -incluyendo la fibrilación10 o el desgarro- preceden a las respuestas
óseas; otros sostienen que los cambios diminutos en el hueso subcondral
preceden a los cambios cartilaginosos (por ejemplo, Radin, 1982).
Figura 5.1. Vértebra lumbar con “lipping” un
labio que sobresale de manera irregular en
los bordes del cuerpo vertebral (osteoartritis);
muestra anatómica. (De Larsen, 1987;
fotografía de Barry Stark; reproducido con
permiso de Academic Press, Inc.)
En el caso de los restos arqueológicos, el orden exacto de la respuesta de los
tejidos al estrés mecánico es irrelevante, porque, independientemente del
orden de los acontecimientos, los cambios esqueléticos derivados de la artrosis
son universales, incluidos los crecimientos exofíticos proliferativos de hueso
nuevo en los márgenes de las articulaciones ("osteofitos11" o "lipping12") y/o la
erosión del hueso en las superficies de las articulaciones (figura 5.1). En
algunas articulaciones, el tejido cartilaginoso que cubre la superficie articular ha
9
Patofisiología: trastorno de la fisiología que se produce en una enfermedad
Fibrilación: proceso mediante el cual las fibras superficiales del cartílago comienzan a deshilacharse
11
Osteofitos: protuberancias óseas anormales que provocan osteoartrosis
12
Lipping (está en inglés): crecimiento del hueso en forma de labio en un margen articular
10
fallado, resultando en la picadura o la rarefacción13 de la superficie. En los
casos en que el cartílago se ha desintegrado por completo, la superficie
articular se pule debido al contacto directo hueso con hueso (figura 5.2).
Debido a que la superficie tiene un aspecto brillante como marfil, la zona pulida
se denomina eburnación14 (Hough & Sokoloff, 1989; Merbs, 1983; Rogers et
al., 1987). En la rodilla y el codo, puede haber surcos profundos y paralelos en
la superficie eburneada (Ortner & Putschar, 1985). La presencia de eburnación
indica que, aunque el cartílago articular no está presente, la articulación seguía
activa en el momento de la muerte (véase Rogers y Waldron, 1987, 1995).
Figura 5.2. Húmero distal derecho
que muestra la eburnación
(osteoartritis); muestra anatómica.
(De Larsen, 1987; fotograma de
Barry Stark; reproducido con
permiso de Academic Press, Inc.)
Los osteofitos varían desde finos mechones, con protuberancias apenas
perceptibles, hasta grandes proyecciones de hueso espiculado. Incluso en el
extremo, las articulaciones diartrósicas no suelen fusionarse. En la artrosis
espinal, los osteofitos marginales de dos vértebras adyacentes pueden unirse,
formando así un puente de hueso continuo. Este cambio (anquilosis) también
se acompaña de una reducción del espacio de disco que separa las dos
vértebras y, por lo tanto, de una marcada reducción de la movilidad de la
columna vertebral.
La compresión o fractura por aplastamiento de las vértebras anteriores - un
concomitante ocasional de la osteoartritis espinal - les da un aspecto en forma
de cuña (figura 5.3). Además, la hernia del disco intervertebral da lugar a
13
14
Rarefacción: reducción de la densidad en un área concreta
Eburnación: densidad excesiva de un hueso o cartílago que le da un aspecto similar al marfil
depresiones irregulares en las superficies de los discos intervertebrales
llamadas nódulos de Schmorl (Hough & Sokoloff, 1989; Merbs, 1989a; Rogers
& Waldron, 1995; Saluja y otros, 1986; Schmorl & Junghanns, 1971).
Los antropólogos biológicos, anatomistas y otros han reunido sistemáticamente
datos sobre la osteoartritis durante más de un siglo. Wells se refirió a la
osteoartritis como "la más útil de todas las enfermedades para reconstruir el
estilo de vida de las primeras poblaciones" (Wells, 1982:152). La osteoartritis
está presente en todas las poblaciones humanas y, con independencia de su
etiología, los patrones documentados e interpretados por los bioarqueólogos
proporcionan una imagen de los efectos acumulativos del estrés mecánico y la
edad en el cuerpo en los diferentes grupos humanos.
Figura 5.3. Fractura por compresión de vértebras
torácicas adultas; Stillwater Marsh. Nevada. (De
Larsen. RufT el al., 1995; reproducido con
permiso del Museo Americano de Historia
Natural).
Debido a la larga historia del estudio, así como a la ubicuidad 15de la artrosis en
las muestras de esqueletos, existe una voluminosa literatura sobre las
frecuencias y prevalencias tanto en los grupos humanos vivos como en los
pasados (por ejemplo, véase Bridges, 1992).
5.3.2 Patrones de osteoartritis específicos de la población
Los primeros homínidos
La osteoartritis está presente en los primeros homínidos, lo que proporciona
una importante perspectiva de los patrones de actividad en el pasado remoto.
El Austrolopithecus afarensis, A.L. 288-1 ('Lucy'), de tres millones de años de
15
Ubicuidad: capacidad de estar presente en todas partes al mismo tiempo
antigüedad, muestra una distintiva elongación anteroposterior de los cuerpos
vertebrales torácicos, un reborde marginal, una reducción del espacio de disco
y un colapso del disco intervertebral (Cook et al., 1983). Estas modificaciones
reflejan un repertorio de actividades extraordinariamente exigente, incluyendo
el levantamiento y el transporte. El evidente alargamiento de los cuerpos
vertebrales anteroposteriores puede deberse a diversas actividades que
implican una flexión ventral extrema del tronco del cuerpo.
Varios esqueletos neandertales tienen patrones distintivos de osteoartritis que
son útiles para reconstruir la postura y la actividad en el Pleistoceno tardío,
proporcionando un contexto para interpretar el comportamiento de los
antepasados de los seres humanos modernos. Basándose en su estudio del
esqueleto de La Chapelle-aux-Saints, Boule reconstruyó al individuo "como una
criatura casi jorobada con la cabeza hacia adelante, las rodillas habitualmente
dobladas, y los pies planos e invertidos, moviéndose con un andar arrastrado e
incierto" (Straus & Cave, 1957:348). Esta imagen de la locomoción neandertal
sirvió como modelo para la reconstrucción del comportamiento, y reforzó la
imagen popular de los neandertales como menos que humanos. Straus & Cave
(1957) sugirió que Boule malinterpretó aspectos clave de la anatomía del
esqueleto y pasó por alto la posibilidad de que la artrosis severa pudiera haber
impedido al individuo deambular normalmente. El análisis reciente del
esqueleto de La Chapelle revela la presencia de una patología degenerativa
generalizada (especialmente marginal “lipping”) que afecta a la articulación
temporomandibular, los cóndilos occipitales, las vértebras cervicales inferiores
y las vértebras torácicas (la T1-T2 presenta eburnaciones y las T6, T10 y T i l
tienen posible efervescencia) (Trinkaus, 1985). El acetábulo izquierdo muestra
rebordes extremos y eburnación. Aunque falta el acetábulo derecho, la cabeza
del fémur derecho es normal, lo que sugiere que la artrosis de la cadera es
unilateral. La osteoartritis severa en la cadera izquierda sugiere que habría sido
doloroso para el individuo caminar o correr. La pauta general de la patología
degenerativa indica que las capacidades locomotoras pueden haber sido algo
limitadas, pero ciertamente no en la manera descripta por Boule (Trinkaus,
1985).
La osteoartritis también está muy extendida en los adultos neandertales (n= 6)
de Shanidar, Iraq (Trinkaus, 1983). La naturaleza generalizada de la patología
articular en estos individuos refleja un modo de vida muy exigente físicamente
para estos arcaicos Homo sapiens. Esta conclusión se ve confirmada por otras
líneas de evidencia, como la alta robustez general y la resistencia ósea de
estos homínidos (por ejemplo, Lovejoy & Trinkaus, 1980; Ruff et al., 1993;
Trinkaus, 1984; véase el capítulo 6).
Los esquimales de Sadlermiut
El estudio bioarqueológico más completo sobre la artrosis es la investigación
de los esqueletos esquimales de Sadlermiut (Isla de Southhampton, Territorios
del Noroeste) realizada por Merbs (1983). Los esqueletos de esta serie
muestran un patrón distintivo de patología articular degenerativa, que
generalmente coincide con las actividades observadas etnográficamente. Los
varones adultos presentan una artrosis bilateral de la articulación
acromioclavicular, una articulación implicada principalmente en la elevación del
brazo, e hipertrofia de la tuberosidad deltoides del húmero proximal. Varias
actividades potenciales podrían causar este patrón distintivo de patología
articular y morfología esquelética, pero lo más probable es que sea por remar
en kayak. La carga extrema del hombro y la parte superior del brazo durante la
práctica del kayak probablemente contribuyó a este patrón altamente específico
de la osteoartritis (Merbs, 1983).
Las mujeres adultas de Sadlermiut tienen niveles extremos de cambios
degenerativos en la articulación temporomandibular - el doble de la prevalencia
de los hombres. Este patrón sugiere una carga pesada de la mandíbula,
especialmente en las mujeres. Como se ha documentado etnográficamente, las
mujeres adultas acostumbran a ablandar los cueros de los animales con sus
dentaduras, lo que puede contribuir al deterioro de esta articulación (Merbs,
1983). Tanto las mujeres como los hombres adultos tienen una alta prevalencia
de artrosis postcraneal, lo que refleja sus estilos de vida físicamente exigentes.
Por ejemplo, la artrosis vertebral generalizada y grave indica que las espaldas
de ambos sexos fueron sometidas a marcadas fuerzas de compresión, como
las que se producen durante el desplazamiento en trineos.
Comparaciones de la población
Los estudios sobre homínidos arcaicos y esquimales modernos subrayan la
naturaleza altamente variable de la osteoartritis. A fin de evaluar los patrones
generales de variación en los seres humanos, las comparaciones de muchas
muestras esqueléticas diferentes deberían proporcionar un medio de identificar
los patrones y niveles de actividad física sobre una base amplia. Bridges (1992)
lo intentó revisando los estudios publicados sobre la osteoartritis apendicular
(hombro, codo, cadera, rodilla) y axilar (vértebras) en poblaciones nativas de
América del Norte. En las 25 muestras esqueléticas incluidas en su examen, la
osteoartritis muestra la mayor prevalencia en la rodilla para 17 muestras; la
osteoartritis del codo está en primer o segundo lugar para 15 muestras. No se
observa una asociación clara entre la artrosis y el modo de subsistencia en
comparación con los cazadores-recolectores y los agricultores. Sin embargo,
los agricultores tienden a tener una baja prevalencia en las muñecas y las
manos, pero no todos los grupos que se dedican a la búsqueda de alimentos
tienen niveles altos en estas articulaciones. En casi todas las poblaciones
examinadas, la artritis de tobillo o de pie es menos común que la osteoartritis
de la mano.
La comparación de diferentes poblaciones con los resultados publicados (por
ejemplo, Bridges, 1992) contribuye a la comprensión de la variación de las
cargas de trabajo y la actividad. Estas comparaciones se ven limitadas por la
naturaleza variable de los métodos de recopilación de datos utilizados por los
diferentes investigadores (véanse los debates de Bridges, 1993; Lovell, 1994;
Waldron & Rogers, 1991). Este factor por sí solo puede impedir que los
investigadores presenten tendencias diacrónicas16 claras o diferencias
poblacionales en la prevalencia de la osteoartritis al comparar los resultados
comunicados por diferentes investigadores (por ejemplo, Cohen, 1989). La
recopilación de datos y las comparaciones de población por el mismo
investigador evitan este problema. Aunque la identificación de actividades
específicas de la osteoartritis sigue siendo un problema intratable, estos tipos
de comparaciones proporcionan una importante perspectiva de las
características generales de los diferentes estilos de vida, especialmente en lo
16
Diacrónico: Que se ocupa de un hecho desde el punto de vista de su evolución en el tiempo
que respecta a la carga de trabajo y el nivel de la demanda mecánica (véase
también Jurmain, 1990).
Tabla 5.1. Frecuencia de la osteoartritis en las articulaciones derechas expresada por
la severidad. (Adaptado de Jurmain, 1980: Tabla 5.)
Blancos
Negros
Pecos
Esquimales
Articulación
Moderado
Severo
Moderado
Severo
Moderado
Severo
Moderado
Severo
Hombres
Rodilla
Cadera
Hombro
Codo
27.0
51.0
47.3
12.5
3.0
2.9
1.1
5.8
38.2
47.3
50.9
19.8
4.5
1.8
3.8
5.2
29.3
20.7
33.3
11.4
1.7
2.3
1.5
3.8
32.4
35.2
53.6
31.1
13.5
2.8
0.0
18.0
Mujeres
Rodilla
Cadera
Hombro
Codo
35.6
37.4
44.3
12.7
10.9
13.1
8.2
1.0
31.9
47.8
53.6
21.7
18.6
7.8
8.9
0.9
16.1
20.7
22.2
10.4
0.0
0.0
0.0
3.0
32.0
22.4
23.1
22.0
4.0
1.7
2.6
7.3
Jurmain (1977a, 1977b, 1978, 1980) evaluó las pautas de la artrosis en el
esqueleto apendicular (hombro, codo, cadera, rodilla) en una serie de
poblaciones, entre las que se encontraban los blancos y negros americanos
(Terry Collection), los esquimales (Alaska) y los amerindios (del pueblo Pecos,
Nuevo México). Los esquimales varones tienen una mayor prevalencia y
gravedad de la osteoartritis de rodilla y hombro que los blancos y negros
americanos o los nativos americanos de Pecos; los adultos de Pecos tienen la
menor prevalencia y gravedad de la osteoartritis entre los cuatro grupos
(cuadro 5.1). Estas diferencias en la población reflejan las demandas
mecánicas altamente variables asociadas a los estilos de vida y al contraste de
las estrategias de subsistencia. Por ejemplo, las exigencias mecánicas para los
agricultores de Pecos pueden limitarse principalmente a la temporada de
cultivo, mientras que los esquimales están sujetos a altos niveles de actividad
durante todo el año (Jurmain, 1977a; véase también Merbs, 1983).
La evaluación de la prevalencia de la osteoartritis en hombres y mujeres
adultos prehistóricos de la Gran Cuenca Americana contribuye a un debate
permanente sobre la carga de trabajo en entornos ambientales hostiles
(Larsen, Ruff y otros, 1995). Los arqueólogos sugieren dos modelos
alternativos para caracterizar las estrategias de subsistencia de los nativos de
la Gran Cuenca (Thomas, 1985). Uno de ellos afirma que las poblaciones
nativas prehistóricas aplicaron una estrategia de explotación limnosedentaria
en la que los alimentos y otros recursos se obtenían principalmente en zonas
de humedales circunscritos de gran riqueza ecológica que salpicaban el paisaje
desértico, lo que daba lugar a una vía de vida sedentaria. Por otra parte, el
modelo limnomóvil sostiene que estos humedales no proporcionan recursos
suficientes para el sustento de las poblaciones nativas, al menos a tiempo
completo. Estos humedales están sujetos a ocasionales disminución de
recursos derivados de sequías e inundaciones. Desde este punto de vista, las
poblaciones nativas dependían en parte de los recursos de los pantanos, pero
dedicaban cantidades importantes de tiempo a la recolección y el transporte de
alimentos recuperados en las tierras altas de las montañas cercanas y en otros
lugares. Las implicaciones del primer modelo es que la adaptación más
sedentaria centrada en los humedales implicaba menos estrés mecánico que el
estilo de vida no sedentario; el modelo limnomóvil se basa en la premisa de
que el transporte de suministros y los viajes de larga distancia eran físicamente
exigentes y requerían fuerza y resistencia (Larsen, Ruff et al., 1995).
A fin de determinar cuál de los dos modelos caracteriza mejor las estrategias
de adaptación de las poblaciones nativas de la Gran Cuenca, Larsen y sus
colaboradores (1995) evaluaron la pauta y la prevalencia de la osteoartritis en
los restos humanos prehistóricos recuperados de la región de Stillwater Marsh,
una gran zona de humedales en el oeste de Nevada. El análisis de estos restos
reveló una abundancia de osteoartritis. La mayoría de los adultos, incluidos
todos los individuos mayores de 30 años, tienen osteoartritis en al menos una,
y generalmente múltiples, articulaciones. La patología articular de los adultos
mayores implica severos deslizamientos proliferativos en los márgenes de las
articulaciones, eburnación, fracturas por compresión vertebral y nódulos de
Schmorl. Contrariamente a lo que se esperaba del modelo limnosedentario,
estos hallazgos sugieren que los cazadores-recolectores de este entorno
llevaban vidas extremadamente exigentes. La alta prevalencia de la
osteoartritis sugiere una elevada demanda mecánica, como en el levantamiento
y transporte de cargas pesadas. Estos hallazgos también implican que los
grupos prehistóricos pueden no haber estado atados al pantano, y que
explotaron una amplia gama de recursos tanto del pantano como de las tierras
altas circundantes. Sin embargo, más allá de concluir que la vía de vida de la
Gran Cuenca era físicamente exigente, no es posible afirmar si estas
poblaciones eran sedentarias o móviles sólo por la evidencia de la osteoartritis.
El análisis de la morfología estructural de los huesos largos es más informativo
en este punto (Larsen, RufT y otros, 1995; véase el capítulo 6).
El impacto de determinados estilos de vida y ocupaciones en los patrones de
patología articular degenerativa en las poblaciones de los Estados Unidos del
siglo XIX ha sido objeto de una atención cada vez mayor por parte de los
antropólogos biológicos (véase Owsley, 1990). Estos estudios revelan que para
muchos estadounidenses las actividades físicas eran muy exigentes. Los
afroamericanos del cementerio de la Primera Iglesia Bautista Africana
(Filadelfia urbana) tienen una extensa patología degenerativa de la columna
vertebral, incluida la osteoartritis (hombres, 69%; mujeres, 39%) y los nódulos
de Schmorl (hombres, 31%; mujeres, 13%) (Parrington & Roberts, 1990; véase
también Angel et al., 1987). Estas prevalencias son superiores a las de una
población afroamericana contemporánea de un entorno rural en Cedar Grove,
Arkansas (véase Rose, 1985). Estas diferencias sugieren que el estilo de vida
urbano era mucho más exigente mecánicamente que el estilo de vida rural. Las
diferencias en la patología degenerativa de las articulaciones entre los dos
entornos pueden deberse a diferencias específicas en las actividades
habituales. Los registros históricos indican que las personas enterradas en el
cementerio de Filadelfia tenían trabajos no cualificados y físicamente exigentes
(véase también otros entornos de los afroamericanos en relación con el entorno
mecánico: Kelley & Angel, 1987; Owsley y otros, 1987; Rathbun, 1987; Thomas
y otros, 1977).
También se infieren circunstancias muy exigentes a partir del estudio de la
osteoartritis en los pioneros euroamericanos que viven en la frontera del medio
oeste americano y las Grandes Llanuras. Los adultos euroamericanos de
Illinois y Texas tienen una elevada prevalencia de osteoartritis y sitios de
inserción muscular muy desarrollados en los huesos de las extremidades
(Larsen, Craig et al., 1995; Winchell y otros, 1995). La patología degenerativa
articular incluye extensos deslizamientos marginales en las articulaciones que
soportan o no el peso del cuerpo, eburnación y extensiones de las superficies
articulares (por ejemplo, la cabeza y el cuello del fémur anterior). La alta
prevalencia de indicadores de estrés fisiológico no específicos (por ejemplo,
defectos de esmalte) y las pruebas históricas indican que la vida en los
primeros tiempos de la frontera estadounidense era en general insalubre y
físicamente exigente. Numerosos relatos históricos de principios a mediados
del siglo XIX hablan del trabajo físico extremadamente duro que soportaban las
familias pioneras, especialmente en la preparación de los campos y el cuidado
y la cosecha de los cultivos (véase el análisis en Larsen, Craig et al., 1995).
La patología degenerativa de las articulaciones en las bajas de batalla es
especialmente reveladora sobre la actividad física en los soldados
euroamericanos (Owsley et al., 1991). Casi la mitad de los restos óseos
euroamericanos de la guerra de 1812 en el cementerio de Snake Hill, cerca de
Fort Erie, Nueva York, presentan nódulos de Schmorl en las vértebras; se trata
de una prevalencia inusualmente alta. Algunos individuos tienen múltiples
nodos de Schmorl: seis individuos tienen cinco o más vértebras con nodos, y
un soldado tiene nodos pronunciados en 11 vértebras. Además, varios
individuos tienen fracturas por compresión vertebral como resultado de una
carga mecánica excesiva en la espalda. Estos hallazgos indican que los
reclutas militares de principios del siglo XIX fueron sometidos a una carga
excesiva de sus espinas dorsales, por ejemplo, al levantar pesados equipos
militares, al transportar paquetes pesados a través de largas distancias, al
construir fortificaciones y al participar en regímenes de actividad rigurosos.
Estas comparaciones de población revelan algunas tendencias que vinculan la
patología articular degenerativa con los estilos de vida. Un hallazgo importante
que surge de estos análisis es el impacto del estilo de vida en la patología
articular. La atención prestada a articulaciones específicas en muestras
arqueológicas indica que los patrones de la artrosis pueden estar relacionados
con tareas concretas, como en relación con la tecnología utilizada para adquirir
o procesar alimentos, el uso del caballo en actividades de subsistencia y la
actividad que implica el uso de la espalda y la patología articular asociada.
El armamento, la adquisición de alimentos y el procesamiento de
alimentos
El estudio clásico de Ortner (1968) sobre la osteoartritis del codo (húmero
distal) en esquimales e indios peruanos (Chicama) revela patrones muy
contrastados que reflejan los diferentes usos del miembro superior en la
adquisición de alimentos. Los esquimales muestran una mayor prevalencia de
cambios degenerativos -proliferación marginal y destrucción de la superficie
articular- que los indios peruanos (18% frente a 5%). Los esquimales también
muestran una asimetría bilateral distintiva en la patología degenerativa; los
codos derechos son mucho más artríticos que los izquierdos. El predominio del
lado derecho en la artrosis se debe al mayor uso del brazo derecho que del
izquierdo, como en el caso del lanzamiento de lanzas con propulsores (atlatls)
por parte de cazadores predominantemente diestros (véase también Kricun,
1994; Merbs, 1983; Webb, 1989, 1995).
A lo largo de la vida de un individuo, el uso prolongado de armas, como el arco
y la flecha o el átlatl, también puede contribuir a la degeneración de la
articulación del codo. Angel (1966b) describió por primera vez el "codo del
átlatl" en una serie de esqueletos del sitio Tranquillity, California. Especuló que
el átlatl facilita un lanzamiento de lanza más rápido sin involucrar la extensión y
abducción del hombro; la extensión se limita principalmente al codo. De
acuerdo con su hipótesis, las articulaciones del hombro de Tranquillity
muestran muy poca patología degenerativa, pero la artrosis del codo es grave
(Angel, 1966b).
Para documentar el cambio en la tecnología de las armas del átlatl al arco y
flecha. Bridges (1990) evaluó los patrones de la osteoartritis de las
extremidades superiores en las poblaciones prehistóricas tempranas (arcaicas)
y tardías (Mississippi) de la cuenca de Pickwick, Alabama. Sugirió que sólo un
brazo y sólo la articulación del codo están involucrados en el uso del átlatl
(sensu Angel, 1966b), mientras que tanto el brazo izquierdo como el derecho y
las articulaciones del codo y del hombro de cada uno están involucrados en el
uso del arco y la flecha. Por lo tanto, las articulaciones de la extremidad
superior deben mostrar diferentes distribuciones de la artritis que reflejen un
patrón atlatl (unilateral, codo) o un patrón de arco y flecha (bilateral, codo y
hombro). Dado que en la mayoría de las sociedades humanas los hombres son
responsables de la caza, deberían mostrar una mayor prevalencia de la
osteoartritis que las mujeres. Además, como es de esperar, los hombres
prehistóricos tempranos tienen una mayor prevalencia de la osteoartritis del
codo que los hombres prehistóricos tardíos, una pauta que probablemente
refleje el uso del átlatl en el grupo anterior y del arco y la flecha en el grupo
posterior. Contrariamente a lo que se esperaba, ambos grupos temporales
muestran un ligero predominio de la osteoartritis derecha. Las mujeres
prehistóricas tempranas tienen la mayor frecuencia de la osteoartritis del codo
derecho dominante. Estos hallazgos proporcionan un apoyo mixto en este
escenario para el vínculo entre el uso de armas y la patología articular
degenerativa.
Los estudios de Angel y Bridges indican que algunos grupos que utilizan el
átlatl tienen un patrón distintivo de osteoartritis del codo (por ejemplo, los
esquimales), mientras que otros no (por ejemplo, la cuenca de Pickwick). Estas
diferencias pueden reflejar la importancia relativa o la intensidad de actividades
específicas (Bridges, 1990). Por ejemplo, las dietas tradicionales de los
esquimales están muy dominadas por la carne, y se basan exclusivamente (o
casi) en la caza durante todo el año. Por lo tanto, su uso del átlatl era muy
intensivo. Los primeros indios prehistóricos que vivían en la cuenca de Pickwick
tenían una dieta mucho más diversa, que se adquiría sólo parcialmente por la
caza. Durante gran parte del verano y la primavera, las poblaciones nativas
utilizaban los recursos fluviales (por ejemplo, los peces) y diversas plantas de
la llanura de inundación (por ejemplo, las semillas comestibles); la caza se
practicaba principalmente durante el invierno. Por lo tanto, el patrón muy
diferente de la artrosis del codo en los indios de Tennessee no puede atribuirse
únicamente al uso del átlatl o del arco y flecha. Más bien, una serie de
actividades probablemente contribuyó a las pautas de la osteoartritis de los
miembros superiores (Bridges, 1990).
En contraste con la pauta de predominio del lado derecho de la osteoartritis en
los miembros superiores (por ejemplo, Merbs, 1983; Webb, 1995), algunos
grupos presentan una simetría bilateral. La osteoartritis del codo en las
poblaciones nativas de Chavez Pass, Arizona, tiene una gran prevalencia y es
simétrica bilateralmente (Miller, 1985; Nagy & Hawkey, 1993). En este contexto,
la carga mecánica de ambos codos mientras se procesa el maíz con los
instrumentos de molienda - empujando las manos contra los metates con las
manos - implica un uso igual de los brazos izquierdo y derecho (Miller, 1985; y
véase Merbs, 1980). En las sociedades nativas tradicionales del suroeste, las
mujeres son las responsables de esta actividad. Así pues, la frecuencia
relativamente mayor de mujeres adultas en la serie del Paso de Chávez refleja
el papel de la mujer en la preparación de alimentos.
Montar a caballo
El caballo fue un importante medio de transporte para muchas sociedades del
Holoceno, en el Viejo Mundo y más tarde en el Nuevo Mundo tras el contacto
con Europa. Las poblaciones muestran concomitantes 17 articulares
degenerativas de una vía de vida ecuestre en el número limitado de escenarios
estudiados por los bioarqueólogos (Bradtmiller, 1983; Edynak, 1976; Palfi,
1992; Reinhard etal., 1994).
Tras la introducción del caballo en las Grandes Llanuras de América por los
europeos, las poblaciones autóctonas dependían de este animal como "una
cuestión de rutina diaria" (Bradtmiller, 1983:3), especialmente para la caza y la
guerra. Los patrones de osteoartritis atribuidos a la equitación incluyen una alta
frecuencia de cambios degenerativos en las vértebras y las pelvis de los
machos adultos a principios del siglo XIX (1803-1832) Arikara del sitio de
Leavenworth, Dakota del Sur (Bradtmiller, 1983). Análogamente, las antiguas
Omaha y Ponca del noreste de Nebraska presentan una patología
degenerativa de las vértebras y la cadera, junto con otras características
esqueléticas que se explican mejor por la carga mecánica de determinadas
articulaciones durante la equitación (Reinha. d et id., 1994). Estas
características incluyen la elongación superior del acetábulo, la extensión de la
superficie articular de la cabeza del fémur al cuello femoral anterior y la
hipertrofia de los sitios de unión muscular para el glúteo medio y el glúteo
mínimo, el aductor mayor, el aductor menor, el vasto lateral y el gastrocnemio
(cabeza media) (Reinhard et al., 1994). La artrosis extensa de los primeros
metatarsianos sugiere la existencia de estrés mecánico asociado a la
colocación del primer dedo del pie en un estribo de cuero (Reinhard et al.,
17
Concomitantes: que acompaña una cosa o actúa junto a ella
1994). Más hombres que mujeres tienen cambios osteoartríticos asociados con
la equitación, lo que indica que los hombres se dedicaban habitualmente más
que las mujeres, a tareas relacionados con el uso del caballo.
Osteoartritis vertebral
La columna vertebral ha sido estudiada en un gran número de escenarios en
América (resumido por Bridges, 1992) y en otros lugares. En el caso de
América del Norte prehistórica, estas comparaciones revelan una serie de
tendencias. En primer lugar, la prevalencia es siempre mayor en la región
articular entre la quinta y la sexta vértebra cervical; en segundo lugar, hay una
tendencia a que la parte inferior del tórax se vea más afectada que la parte
superior de las vértebras torácicas; en tercer lugar, las vértebras lumbares
segunda a cuarta suelen mostrar el mayor grado de lipping marginal en
comparación con las demás vértebras; y por último, la región que abarca desde
la séptima vértebra cervical hasta las vértebras torácicas superiores (hasta
aproximadamente la tercera torácica) es siempre la menos afectada por el
trastorno (Bridges, 1992). La cantidad relativamente mínima de artritis en las
vértebras torácicas se debe al menor grado de movimiento de esta región de la
espalda (Waldron, 1993).
Para el mundo en su conjunto, la mayor prevalencia de la artrosis se da en la
columna lumbar, seguida de la columna cervical, en una amplia gama de
poblaciones (por ejemplo, Bennike, 1985; Bridges, 1994; Gunness-Hey, 1980;
Jurmain, 1990; Merbs, 1983; Snow, 1974; y véase el examen de Bridges,
1992). Algunas poblaciones humanas muestran niveles relativamente más altos
de osteoartritis en las vértebras cervicales. Por ejemplo, la osteoartritis de las
vértebras cervicales es relativamente alta en el grupo urbano industrial de
Spitalfields, Londres (Waldron, 1993). Análogamente, las poblaciones de
Harappan del valle Indus presentan mayores frecuencias de osteofitos y
picaduras en la superficie articular de las vértebras cervicales que en la
columna lumbar o torácica (Lovell, 1994). Este patrón sugiere una causa
relacionada con la actividad, como el transporte de cargas pesadas en la
cabeza. Las personas de las comunidades agrícolas tradicionales y de los
grupos socioeconómicos más bajos de los entornos urbanos del Asia
meridional suelen llevar cargas sobre la cabeza (Lovell, 1994). Estas cargas
incluyen fardos de ropa, jarras de agua, leña y contenedores llenos de
suciedad en las obras de construcción. Los estudios clínicos y de observación
confirman que la parte superior (cervical) de la columna vertebral es
susceptible de sufrir lesiones y cambios degenerativos acumulativos por parte
de las personas que llevan cargas pesadas sobre la cabeza (por ejemplo,
Allison, 1984; Levy, 1968; Lovell, 1994). La mayor gravedad de la osteoartritis
en la columna cervical en las mujeres que en los hombres sugiere que la
práctica de llevar cargas con el uso de la cabeza es específica del género. Por
ejemplo, la gravedad de la osteoartritis cervical es mayor en las mujeres
adultas que en los hombres adultos en las poblaciones de la Puerta de Baño
Romano-Británica de Cirencester (Inglaterra) (Wells, 1982; y véase Lovell,
1994).
5.3.3 Dimorfismo sexual en la osteoartritis
Los hombres y mujeres adultos muestran una amplia gama de variaciones en
la prevalencia de la osteoartritis en el Nuevo Mundo prehistórico y en otros
entornos (por ejemplo, Bridges, 1992). En general, los hombres tienen una
mayor prevalencia de la osteoartritis que las mujeres, independientemente de
la estrategia de subsistencia o la complejidad sociopolítica. Las comparaciones
de los sexos de los forrajeros prehistóricos de la costa de Georgia revelan
diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres para las
articulaciones lumbares (69,2% frente a 32,1%) y de los hombros (10,5% frente
a 2,4%) (Larsen, 1982). En los agricultores prehistóricos posteriores, más
articulaciones muestran diferencias significativas, incluyendo las articulaciones
cervicales, torácicas, lumbares, del codo y de la rodilla. Se ha documentado un
patrón similar de aumento del dimorfismo sexual en el noroeste prehistórico de
Alabama (Bridges, 1991a). En este contexto, las diferencias en la prevalencia
de la osteoartritis entre hombres y mujeres del período arcaico no son
estadísticamente significativas, mientras que los hombres del período posterior
al Mississippi tienen una osteoartritis más grave que las mujeres (Bridges,
1991a). Estos patrones en Georgia y Alabama no definen específicamente los
comportamientos asociados a ninguno de los dos sexos, pero sugieren
patrones contrastantes de actividad física (véase también más adelante).
La presencia de diferencias más significativas entre los hombres y las mujeres
agricultores en ambos entornos sugiere la posibilidad de que las diferencias
entre los sexos en cuanto a la demanda de mano de obra fueran mayores en la
prehistoria posterior que en la anterior. De manera similar, las comparaciones
de los recolectores del sitio arqueológico Indian Knoll, Kentucky, con los
agricultores de maíz de Averbuch, Tennessee, indican una prevalencia
diferente de la osteoartritis entre hombres y mujeres adultos (Pierce, 1987). Por
ejemplo, los hombres de Indian Knoll tienen una frecuencia significativamente
mayor de osteoartritis de hombro, cadera y rodilla que las mujeres; los hombres
de Averbuch tienen una osteoartritis significativamente mayor en el hombro y la
cadera, pero no en la rodilla. Estas diferencias sugieren un cambio en la carga
de trabajo y la actividad con la adopción de la agricultura.
A diferencia de los hombres, las mujeres agricultoras del valle inferior del río
Illinois tienen una mayor prevalencia de la osteoartritis vertebral que las
mujeres recolectoras de la misma región (Pickering, 1984). Estas diferencias
son especialmente pronunciadas en las vértebras cervicales; esto puede estar
relacionado con un aumento de la demanda mecánica en esta región del
esqueleto con la transición a la agricultura (Pickering, 1984).
Fahlstrom (1981) identificó una prevalencia y gravedad inusualmente altas de
osteoartritis del hombro en varones adultos en la serie de esqueletos
medievales de Westerhus (Suecia). El análisis histórico de esta población
sugiere que la alta frecuencia en los varones refleja prácticas de trabajo y
actividad exclusivas de los hombres, como la parada en peleas de espada, el
lanzamiento de lanzas, el corte de extremidades y otras actividades asociadas
con la carga pesada y repetitiva de la articulación del hombro (Fahlstrom,
1981).
Algunos análisis no revelan diferencias apreciables entre los hombres y las
mujeres en los entornos arqueológicos. Por ejemplo, los hombres y las mujeres
de la serie de Dickson Mounds, Illinois, no muestran diferencias en la
prevalencia de la artrosis apendicular (Goodman et al., 1984; Lallo, 1973). La
similitud entre los sexos infiere que la carga mecánica de la mayoría de las
articulaciones en este entorno era en general la misma en los adultos,
independientemente del sexo, en contraste con la mayoría de las demás
poblaciones prehistóricas de los bosques orientales (véase Bridges, 1992).
Cuando se examinan las diferencias entre los sexos surgen dos tendencias
claras (por ejemplo, Bridges, 1992). En primer lugar, cuando hay diferencias
estadísticamente significativas entre hombres y mujeres, los hombres muestran
una mayor prevalencia de osteoartritis que las mujeres. En segundo lugar, en
regiones específicas del Nuevo Mundo, los agricultores de maíz tienden a
mostrar más dimorfismo sexual en la patología degenerativa que los
recolectores. Esto sugiere una diferencia en el comportamiento que conduce a
la degeneración de las articulaciones articulares en los agricultores, pero no en
los recolectores anteriores. El cambio en el patrón de dimorfismo sexual
sugiere que hubo un cambio fundamental en la división del trabajo una vez que
se adoptó la agricultura (Y ver Bridges, 1992).
5.3.4 Variación de edad
La documentación de la edad de inicio de la osteoartritis debe proporcionar una
indicación de cuándo los individuos entran en la fuerza de trabajo. En la última
serie prehistórica de Ledders del valle inferior del río Illinois, la osteoartritis de
codo y muñeca comienza antes en las mujeres que en los hombres, lo que
puede indicar que las mujeres fueron sometidas a las exigencias mecánicas de
la edad adulta antes que los hombres (Pickering, 1984). Los esquimales tienen
la edad más temprana de inicio en comparación con los agricultores del
sudoeste (Pecos Pueblo) y los blancos y negros americanos urbanizados
(Jurmain, 1977a). Estas diferencias reflejan las exigencias mecánicas
relativamente mayores que se imponen a los esquimales en comparación con
otras poblaciones humanas.
La interpretación de las diferencias intra e interpoblacionales en la prevalencia
de la osteoartritis debe tener en cuenta la estructura de edad, ya que es un
factor predisponente muy importante. Por ejemplo, las mujeres tienen una
mayor prevalencia de la osteoartritis que los hombres en todas las
articulaciones, salvo tres de las 16 de una serie de restos humanos de la costa
de Columbia Británica (Cybulski, 1992). Las mujeres adultas son mayores que
los varones adultos de la muestra. Por lo tanto, la prevalencia inusualmente
alta en las mujeres en relación con los varones puede deberse a la diferencia
en la composición de la edad más que a la variación del entorno mecánico.
5.3.5 Rango social y patrones de trabajo
La comparación de la prevalencia y la gravedad de la osteoartritis entre los
rangos sociales en las sociedades prehistóricas estratificadas sugiere que las
personas de mayor categoría estaban expuestas a actividades menos
exigentes que las de menor categoría. Las pruebas arqueológicas indican que
las poblaciones del Bosque Medio en el valle inferior del río Illinois eran
jerárquicas y estaban organizadas sobre la base de estatutos (hereditarios)
atribuidos (Tainter, 1980). La jerarquía de los diferentes rangos sociales se
muestra claramente en los niveles contrastados de gasto energético en la
construcción de tumbas: se dedicó una gran cantidad de energía y recursos a
la construcción de elaboradas tumbas para individuos de alto estatus. Las
tumbas de mayor rango incluyen individuos que fueron enterrados o
procesados a través de grandes tumbas con techo de troncos localizadas en
los centros de los montículos individuales. Se gastó poca energía en la
construcción de tumbas para individuos de bajo estatus; las tumbas son
simples y sin adornos. El análisis de la osteoartritis de hombro, codo y rodilla
en los esqueletos de los grupos de los montículos de Pete Tontón y Gibson
revela que los adultos de más de 35 años de edad de mayor rango muestran
una osteoartritis de codo menos severa que los individuos de menor rango, y
las mujeres de mayor rango tienen una osteoartritis de rodilla menos severa
que las mujeres de los otros rangos (Tainter. 1980).
5.3.6 Tendencias temporales y cambios de adaptación
El análisis anterior destaca la enorme gama de variaciones en la prevalencia y
el patrón de la osteoartritis, vinculando la afección al estilo de vida, la
adquisición de alimentos, la preparación de alimentos, la edad, el rango social y
otras circunstancias. Las comparaciones de los recolectores y agricultores
prehistóricos de distintos entornos (por ejemplo, Jurmain, 1977a, 1977b, 1978,
1980) indican diferencias en la osteoartritis -y presumiblemente en la carga de
trabajo y la actividad- en relación con la subsistencia. Los estudios temporales
de base regional sobre la osteoartritis ofrecen una perspectiva adicional sobre
el cambio en la demanda funcional a medida que las poblaciones
experimentaban cambios de adaptación en el pasado. Basándose en
comparaciones de sociedades anteriores y posteriores de la misma región, ha
sido posible evaluar los costos laborales relativos del cambio de orientación
económica, al menos en la medida en que esos costos se miden por el estrés
mecánico. Los resultados de los análisis de las series esqueléticas que
representan a las poblaciones que cambiaron el enfoque económico de la
búsqueda de alimento a la agricultura están disponibles para un número
limitado de regiones del Viejo Mundo (por ejemplo, Europa: Meiklejohn y otros,
1984; Asia meridional: Kennedy, 1984). Esos estudios indican una reducción de
la prevalencia de la osteoartritis y sugieren una disminución de la carga
mecánica con la adopción de la agricultura.
Los estudios temporales más amplios sobre la osteoartritis se han realizado en
varios lugares de América del Norte. El estudio de la prevalencia de la
osteoartritis en los cazadores-recolectores del período arcaico y los agricultores
de maíz del período posterior al Mississippi de la región noroccidental de
Alabama sugiere cambios en la actividad y la carga de trabajo, especialmente
cuando se considera en el contexto de la dieta y el modo de vida (Bridges,
1991a). Las poblaciones del período arcaico explotaron una gama de animales
y plantas terrestres y ribereñas, incluyendo ciervos, mapaches, castores, peces
y mariscos, plantas silvestres, y un cultivo limitado de girasol, sumpweed (Iva
annua), chenopod, calabaza y calabaza de botella (Dye, 1977). Las
poblaciones se desplazaron estacionalmente desde los valles de los ríos a las
tierras altas cercanas. Los grupos prehistóricos posteriores se dedicaron a la
agricultura intensiva del maíz, pero también explotaron un número limitado de
especies de plantas y animales no domesticados (Smith, 1986).
Tabla 5.2. Porcentaje de individuos con osteoartritis moderada a severa, de 30
a 49 años. (Adaptado de Bridges, 1991a: Tabla 2.)
Hombres
Articulación
Arcaicos
Hombro
(n)
Izquierda
36.8
(19)
27.3
(22)
9.5
(21)
5.0
(20)
27.3
(22)
Codo
(n)
Muñeca
(n)
Cadera
(n)
Rodilla
(n)
Tobillo
(n)
23.8
(21)
ac
Mujeres
Mississippiano
Arcaicos
Derecha
42.1
(19)
Izquierda
b
30.0
(20)
Derecha
30.4
(23)
Izquierda
7.7
(13)
Derecha
28.6
(14)
Izquierda
10.0
(20)
Derecha
17.6
(17)
40.9
(22)
15.8
(19)
5.0
(20)
31.8
(22)
0.0
(22)
28.0
(25)
0.0
(23)
0.0
(23)
21.7
(23)
24.0
(25)
17.4
(23)
0.0
(21)
8.6
(23)
26.4
(19)
0.0
(13)
0.0
(13)
15.8
(19)
37.6
(16)
6.7
(15)
0.0
(10)
22.3
(18)
5.9
(17)
15.8
(19)
5.6
(18)
7.1
(14)
21.1
(19)
0.0
(16)
20.0
(20)
0.0
(14)
0.0
(17)
23.5
(17)
0.0
(19)
b
b
0.0
(24)
b
4.8
(21)
d
0.0
(18)
Mississippiano
a
La frecuencia es significativamente mayor en los hombres que en las mujeres (chi-cuadrado:
p<0.05).
b
Gravedad significativamente mayor en hombres que en mujeres (suma del rango de Mann-
NVhitney: p< 0.05).
c
La demanda de F es significativamente mayor en el grupo Arcaico que en el grupo
Mississippiano (chi-cuadrado: p< 0.05).
d
Gravedad significativamente mayor en el grupo Arcaico que en el grupo Mississipiano (suma
del rango de Mann Whitney: p< 0.05).
Estos grupos posteriores eran en gran parte sedentarios y vivían
principalmente en aldeas en las llanuras de inundación de los ríos, aunque se
utilizaban viviendas temporales más pequeñas de las tierras altas para cazar
ciervos y otros animales (por ejemplo, pequeños mamíferos, pavos, aves
acuáticas) en forma estacional. En resumen, aunque compartían algunas
características, las estrategias de subsistencia y las pautas de asentamiento en
los períodos anteriores y posteriores eran muy diferentes. Dado que la
búsqueda de alimento y la cría de animales implican tipos muy diferentes de
actividad física, las poblaciones respectivas deberían mostrar una prevalencia y
unas pautas de osteoartritis diferentes. Las comparaciones de la osteoartritis
de hombro, codo, muñeca, cadera, rodilla y tobillo muestran varias tendencias
temporales importantes en la serie de Alabama (Bridges, 1991a). En el caso de
las personas de 30 a 49 años de edad en el momento de la muerte, el grupo
arcaico suele tener más osteoartritis que el grupo de Mississippi, y los
aumentos son especialmente consistentes en el caso de los varones (cuadro
5.2). Las diferencias estadísticamente significativas entre períodos están
presentes sólo en algunas de las articulaciones. Sin embargo, la mayor
prevalencia general en el grupo arcaico simple es evidente. La gravedad de la
osteoartritis cuenta la misma historia: Las poblaciones arcaicas tienen en
general una mayor gravedad del trastorno que las poblaciones de Mississippi.
El patrón de patología degenerativa es notablemente similar en los recolectores
y agricultores prehistóricos y en los hombres y mujeres de cada grupo - para
todas las muestras, la osteoartritis es más común en el codo, hombro y rodilla,
y es menos común en la cadera, tobillo y muñeca.
Los restos humanos prehistóricos y del período de contacto, que representan
una sucesión temporal de las poblaciones nativas americanas que viven en la
cuenca de Georgia, han sido el centro de las investigaciones sobre la actividad
física y los cambios de comportamiento de Larsen y sus colaboradores (Fresia
e/≪/., 1990; Larsen, 1981,1982, 1984; Larsen -Sc RufT, 1991, 1994; Larsen,
Ru ffe/ al., 1996; Ruff& Larsen, 1990; Ruffe/ al., 1984). La comparación
temporal de la prevalencia de la osteoartritis muestra una disminución distintiva
de los agricultores prehistóricos en relación con los anteriores que eran
cazadores-recolectores (Larsen, 1982). En el conjunto de la serie (sexos
combinados), se producen reducciones estadísticamente significativas en las
articulaciones de las vértebras lumbares (26,2%), el codo (6,8%), la muñeca
(4,5%), la cadera (3,8%), la rodilla (7,2%) y el tobillo (4,0%). La frecuencia de la
artrosis disminuye o no cambia en todas las demás articulaciones. Tanto las
mujeres adultas como los hombres adultos muestran la misma tendencia de
reducción; se producen reducciones más significativas en las mujeres que en
los hombres (seis articulaciones frente a tres articulaciones; y véase más
arriba). El patrón de prevalencia de la osteoartritis en el esqueleto es similar
tanto en el grupo preagrícola como en el agrícola. En ambas series, las
articulaciones lumbares, cervicales, del codo y de la rodilla muestran las
mayores prevalencias. La comparación del grupo de postcontacto (siglo XVII)
con los agricultores de la prehistoria tardía revela un sorprendente aumento de
la prevalencia de la osteoartritis en la mayoría de las articulaciones. Parte de
este aumento es extraordinario: por ejemplo, del 16,3% al 52,9% para las
vértebras lumbares masculinas y del 1,1% al 41,6% para el pie masculino. En
general, estos resultados sugieren dos tendencias significativas: una
disminución de la demanda mecánica con la introducción de la agricultura del
maíz, seguida de un marcado aumento de la demanda mecánica tras la llegada
de los europeos. La artrosis del pie muestra el aumento más pronunciado en
comparación con las otras articulaciones, especialmente en los hombres. El
aumento de la patología degenerativa en una comparación de los diferentes
tipos de articulaciones sugiere un aumento general y pronunciado del contacto
con el elevador de la carga de trabajo. El aumento muy elevado en el caso del
pie sugiere que estas poblaciones, especialmente los varones, se dedicaban a
un tipo o gama de actividades que implicaban demandas mecánicas
pronunciadas en el miembro inferior. Dado que el miembro inferior y el pie
funcionan principalmente en actividades ambulatorias (es decir, caminar y
correr), el aumento de la artrosis del pie en la era de contacto sugiere que los
varones adultos se dedicaban en gran medida a caminar.
Los cambios en la osteoartritis en las poblaciones de la era de contacto son
consistentes con las características de comportamiento documentadas
históricamente para el período de la misión en la Florida española, a saber, los
varones nativos eran reclutados para el servicio laboral bajo el sistema de
trabajo de repartimiento18 y obligados a hacer viajes de larga distancia a varias
localidades de la provincia (Hann, 1988; Lyon, manuscrito inédito; Worth,
1995). Estos viajes implicaban llevar cargas pesadas a lo largo de grandes
distancias (Hann, 1988), lo que imponía exigencias a los miembros inferiores al
caminar y a los miembros superiores y troncos. El aumento general de las
exigencias mecánicas a las poblaciones nativas en el siglo XVII también está
bien documentado en la literatura histórica. Los españoles consideraban a las
poblaciones nativas como una fuente de mano de obra barata. La mano de
obra nativa fue un elemento central en su éxito económico y político en la zona.
Los trabajadores indios eran utilizados para el transporte de carga, la
producción agrícola, los proyectos de construcción, el corte de madera y una
18
Repartimiento: sistema de repoblación utilizado en la Península Ibérica en la edad media, por el que
se distribuían las casas y heredades de las poblaciones reconquistadas entre quienes habían tomado
parte en la conquista.
variedad de otras actividades físicamente exigentes (Hann, 1988; y ver Larsen,
1990a; Worth, 1995). Por ejemplo, el gobernador Canzo señaló en su informe a
la Corona en 1602-1603 que
pero con todo esto y el grano de maíz, la labor que soportan en los
muchos cultivos que se dan es grande, y, si no fuera por la ayuda de
los indios que les hago dar, y vienen de la provincia de
Guale, Antonico, y de otros caciques, no sería posible poder
sembrar ningún grano...
(traducción inédita proporcionada por
J.H. Hann; citada en Larsen, 1990a: 16).
Estos relatos históricos, por lo tanto, sugieren firmemente que el aumento de la
prevalencia de la osteoartritis durante el período de la misión se debió, al
menos en parte, a las crecientes demandas de mano de obra de los grupos
nativos durante el período de la misión (y véase el capítulo 6).
En resumen, a partir de la evidencia de la osteoartritis, hubo una aparente
disminución de las demandas físicas con la transición a la agricultura en el
noroeste de Alabama y en la costa de Georgia. Es importante señalar que las
poblaciones de Alabama y Georgia pueden no ser directamente comparables.
Existe una gran brecha temporal entre los grupos prehistóricos tempranos
(recolectores) y los tardíos (agricultores) en el noroeste de Alabama. Las series
esqueléticas utilizadas para hacer las comparaciones están separadas en el
tiempo por unos 2200 años (1000 BC - AD 1200). Se desconoce el perfil de la
osteoartritis durante el período de tiempo inmediatamente anterior a los
agricultores de Mississippi. Es posible que un período de agricultura de maíz
menos intensiva antes de AD 1200 produjera niveles de osteoartritis similares a
los de los recolectores o los agricultores. El estudio de Larsen (1982) sobre la
osteoartritis en la prehistórica Georgia Bight también incluyó el análisis de
restos óseos de poblaciones que abarcaban un período prolongado; el grupo
preagrícola de precontacto comprende todos los restos humanos anteriores a
un d 1150. Sin embargo, la mayoría de los restos de forraje prehistórico se
extraen del período de 450 años inmediatamente anterior a la adopción de la
agricultura del maíz (ca. AD 700-1150). A diferencia de la serie de Alabama,
existe un continuo cultural y biológico con poca o ninguna brecha temporal que
separe los grupos de población. Las diferencias temporales entre los conjuntos
esqueléticos de Alabama y Georgia pueden no ser significativas, porque la
reconstrucción de subsistencia basada en isótopos estables de carbono para
los bosques orientales indica que el cambio a la agricultura del maíz se
generalizó en la región después de aproximadamente AD 900 (por ejemplo,
Ambrose, 1987; Smith, 1989). Por lo tanto, las dos regiones son comparables a
grandes rasgos, al menos en lo que respecta al momento de la introducción de
la agricultura del maíz y los factores socioeconómicos subyacentes.
Los sistemas adaptativos que representan las poblaciones de Alabama y
Georgia son diferentes en algunos otros aspectos importantes. La serie
esquelética de Alabama representa a las poblaciones de agricultores intensivos
de maíz, mientras que la serie de Georgia representa a las poblaciones de
agricultores de maíz, pero que también se dedican a la pesca y a la recolección
de recursos marinos estuarios locales y contextos oceánicos. Las diferencias
de actividad que reflejan estos contrastes adaptativos son sugeridas por el
análisis estructural de los huesos largos (véase el Capítulo 6).
Sería demasiado simplista decir que el cambio o la intensificación de la
agricultura en la América del Norte prehistórica implicó una reducción de la
carga de trabajo de las poblaciones nativas. Por ejemplo, las comparaciones de
los agricultores menos intensivos con los más intensivos del sitio de Dickson
Mounds, Illinois, muestran un aumento general de la prevalencia y la gravedad
de la osteoartritis vertebral en los agricultores más intensivos (Lallo, 1973). En
los adultos (ambos sexos), la frecuencia aumenta del 39,7% en el período de
bosques tardíos al 65,8% en el período del Mississippi medio. De manera
similar, hay una frecuencia mucho mayor de osteoartritis en los agricultores del
período Mississippiano del sitio Averbuch en comparación con los recolectores
del sitio Indian Knoll (Pierce, 1987; y véase Hodges, 1989).
Gran parte de la atención que se presta a las comparaciones temporales de la
osteoartritis se centra en el paso de la búsqueda de alimentos a la agricultura.
El estudio de la artrosis en relación con otros cambios en los sistemas
económicos también ha resultado muy informativo. En las islas del Canal de
Santa Bárbara y en la costa continental del Pacífico, el enfoque en la caza y la
recolección de recursos terrestres fue reemplazado por la pesca intensiva en la
prehistoria posterior (Walker & Hollimon, 1989). Esta última adaptación está
especialmente bien documentada por los primeros exploradores y otros que
llegaron a la región. Estas observaciones proporcionan una importante
perspectiva sobre los tipos de actividades emprendidas por las poblaciones
nativas que pueden tener una influencia potencial en la patología articular. Los
primeros relatos de los grupos nativos señalan la presencia de una elaborada
tecnología de pesca y cultura material, que incluye elementos como arpones,
trampas para peces, redes y anzuelos. Además de la pesca, se recogían
mariscos de las rocas mediante el uso de palancas construidas con madera o
hueso. Las embarcaciones hechas con tablones tallados se utilizaban para
viajar entre las islas y, entre éstas y el continente. Los alimentos vegetales (por
ejemplo, bellotas, chía y otras semillas) se recolectaban en grandes
cantidades, especialmente en el continente. Diversas raíces y bulbos se
extraían del suelo con palos de excavación. Las tareas económicas seguían
una estricta división del trabajo por sexo: los hombres cazaban y pescaban, y
las mujeres recogían alimentos vegetales y mariscos. Estas diferencias en las
actividades laborales se reflejan en las diferencias dietéticas entre las mujeres
y los hombres adultos (Walker & Erlandson, 1986). Por ejemplo, las mujeres
prehistóricas tempranas tienen tasas de caries más altas que los hombres
prehistóricos tempranos, lo que refleja el mayor consumo de carbohidratos
vegetales cariogénicos por parte de las mujeres (y véase el capítulo 3).
La comparación de la osteoartritis en los indios prehistóricos tempranos y
tardíos de este entorno revela cambios temporales que sugieren alteraciones
en la actividad y la carga de trabajo con la transición a una economía centrada
en el mar (Walker y Hollimon, 1989). La gravedad de la artrosis, que va desde
una ligera porosidad de la superficie articular hasta un extenso reborde
marginal y eburnación, aumenta en el período prehistórico tardío,
especialmente en el miembro inferior (Walker y Hollimon, 1989). Sobre la base
de las pruebas arqueológicas, Walker & Hollimon (1989) especulan que el
aumento de la artrosis puede deberse a un aumento del trabajo que implicaba
comercio, intercambio y viajes pedestres.
La gravedad de la osteoartritis del codo y la muñeca aumentó en los hombres
adultos del período tardío, pero no en las mujeres adultas de la región de las
Islas del Canal de Santa Bárbara. La gravedad de la osteoartritis disminuyó en
el hombro y la mano. Estos cambios pueden estar relacionados con una
alteración en el armamento (sustitución del átlatl por el arco y la flecha) y el
equipo de pesca (cambio de arpones a redes). El aumento temporal de la
artrosis de los miembros delanteros está quizá relacionado con el mayor uso de
canoas y redes de pesca en el período tardío (Walker y Hollimon, 1989). En
general, el aumento de la osteoartritis fue mayor en los hombres que en las
mujeres. Aunque hay varias explicaciones posibles para esta tendencia, el
mayor papel de los hombres en la pesca sugiere que el aumento de la carga de
trabajo fue mayor para los hombres que para las mujeres. El resultado neto fue
una disminución de la diferencia de la prevalencia de la osteoartritis entre
hombres y mujeres en el período tardío (Hollimon, 1991).
Considerados desde una perspectiva regional, estos estudios norteamericanos
muestran un tremendo rango de variación en las cargas de estrés mecánico.
Este alto grado de variabilidad de un entorno a otro sugiere que al menos
algunos factores que influyen en la osteoartritis dependen de las circunstancias
locales. El estudio de Webb (1989, 1995) sobre las poblaciones nativas de
Australia sirve para subrayar el hecho de que lo que a menudo se perciben
como adaptaciones uniformes -incluso en zonas muy extensas- son en realidad
muy variables. Su análisis comparativo de la prevalencia de la osteoartritis
revela patrones y niveles de estrés mecánico muy diferentes en las series
esqueléticas de las regiones de Australia. Por ejemplo, la artrosis del codo es
prácticamente inexistente en las poblaciones de la costa este, mientras que es
común en el valle del río Murray. Esta variabilidad refleja un grado notable de
diversidad en el uso del miembro superior.
5.4 Modificaciones articulares no patológicas
Las modificaciones esqueléticas no patológicas que reflejan las posturas
habituales proporcionan una imagen de comportamientos como ponerse en
cuclillas y de rodillas (véase K. Kennedy, 1989; Trinkaus, 1975). Por ejemplo, la
postura en cuclillas implica una flexión extrema de las articulaciones de la
cadera, la rodilla, el tobillo y el pie. Como resultado, las demandas mecánicas
sobre las articulaciones de los miembros inferiores pueden producir
modificaciones articulares distintivas. Charles (1893) describió una extensión
de la superficie articular desde la cabeza del fémur hasta el cuello
anterosuperior -llamada la faceta de Poirier- que supuso que estaba
relacionada con la abducción e hiperflexión del muslo durante la postura en
cuclillas. La mayoría de los estudios posteriores no muestran ninguna relación
entre la extensión articular y la postura en cuclillas (véase Angel, 1964;
Trinkaus, 1975). Otras modificaciones esqueléticas que supuestamente están
relacionadas con la postura en cuclillas son las facetas de los márgenes
superiores-posteriores de los cóndilos femorales, el redondeo de la cara
posterior del cóndilo tibial lateral y la retroversión de la meseta tibial, formación
de un surco para el ligamento cruzado posterior (en la línea intercondilea del
fémur), facetas anguladas en la cara anterior de la tibia distal, superficies de las
facetas del cuello del astrágalo y otras alteraciones en el astrágalo y el
calcáneo (revisado por Trinkaus, 1975). Trinkaus (1975) llegó a la conclusión
de que ninguno de estos rasgos guarda una asociación inequívoca con la
postura en cuclillas. Por ejemplo, la presencia de facetas articulares en los
cóndilos femorales superior-posterior y el surco creado por el ligamento
cruzado posterior en la línea intercondilea del fémur no están necesariamente
asociados con la postura en cuclillas. La presencia de una frecuencia
relativamente alta de facetas condilares femorales y de extensiones en las
articulaciones de la rodilla, el tobillo y la articulación subastragalina en los
neandertales de Europa occidental sugiere una postura en cuclillas habitual. El
grado extremo de robustez esquelética en estos Homo sapiens arcaicos tardíos
indica niveles muy altos de actividad en general, lo que también promovería el
desarrollo de estas modificaciones articulares. Por lo tanto, la combinación de
la postura en cuclillas y la gran actividad física es lo que mejor explica estas
características esqueléticas, al menos en estos homínidos del Pleistoceno
tardío (Trinkaus, 1975).
El estudio de Trinkaus (1975) nos recuerda que es difícil clasificar los niveles
de actividad general y las modificaciones específicas de las articulaciones
articulares en la interpretación de la morfología esquelética.
El estudio de las modificaciones articulares distintivas de la articulación
metatarsofalangica en varios contenidos diferentes revela que se pueden
identificar los arrodillamientos habituales - en tareas de preparación de
alimentos u otras actividades ocupacionales -.
Figura 5.4. Alteraciones no patológicas de los metatarsos
distales producidas por hiperdorsiflexión de los dedos de
los pies; Ayalan, Ecuador. (Adaptado de Ubelaker, 1979;
reproducido con el permiso de la autora y de John Wiley &
Sons, Inc.)
Cuando se camina o se corre, el alto grado de dorsiflexión en la articulación
metatarsofalangica de los dedos del pie se mantiene sólo momentáneamente.
En las posturas de rodillas, donde la posición hiperdorsiflexionada de los dedos
del pie se mantiene durante largos períodos, las articulaciones desarrollan
modificaciones articulares que reflejan estos comportamientos. Se han
identificado alteraciones metatarsofalangica en restos humanos de la
prehistoria tardía (AD 700-1550) del sitio de Ayalan, Ecuador (Ubelaker, 1979).
Las articulaciones se caracterizan como pequeñas extensiones o facetas o
ambas en los extremos distales de los metatarsos (Figura 5.4). Las facetas son
planas con bordes proximales claramente demarcados y una extensión ósea
acompañante de la superficie superior que se extiende distalmente de la
superficie articular proximal. Estas alteraciones están presentes en alrededor
del 20% de los huesos del pie de Ayalan; están distribuidas bilateralmente
entre los tres primeros metatarsianos y la primera falange, y son mucho menos
comunes en el cuarto y quinto metatarsianos.
Las comparaciones de la serie Ayalan con otras series arqueológicas
(esquimales, el sitio Hawikku Zuni, el sitio Mobridge Arikara, el bosque tardío
de Nanjemoy, y la colección Terry de negros y blancos) muestran una gran
variación en las facetas articulares metatarso-falángicas (Ubelaker, 1979). Las
alteraciones se producen en todas estas muestras, pero son más comunes en
el grupo de Ayalan. La prevalencia en las muestras de Hawikku y Nanjemoy es
del 5%; los demás grupos tienen prevalencias del 2% o menos. La distribución
entre los dedos del pie también varía entre las muestras. En la serie de Ayalan,
las alteraciones están presentes en los primeros a cuartos metatarsianos y en
las primeras falanges proximales, mientras que en las series de Hawikku y
esquimales están en los segundos a cuartos metatarsianos.
Aunque se han realizado pocas investigaciones sobre estas modificaciones
articulares, se encuentran en una amplia diversidad de poblaciones humanas.
Además de las analizadas por Ubelaker (1979), las series esqueléticas
mesolíticas y neolíticas del primer asentamiento agrícola de Tell Abu Hureyra
(Siria) muestran alteraciones metatarsofalangicas en los primeros
metatarsianos (Molleson, 1989, 1994). En los adultos mayores, los márgenes
de estas facetas se asocian con cambios degenerativos (osteoartritis). Las
extensiones proximales de las superficies articulares distales en muchos de los
metatarsianos también se identifican en muestras prehistóricas de la costa
norte de Rota, Islas Marianas (Hanson, 1988). La asociación con tensiones
mecánicas significativas del pie también se indica por la coocurrencia de la
osteoartritis en este escenario. Modificaciones similares de la unión de los
primeros metatarsianos están presentes en los cazadores de pieles del siglo
XIX de Alberta, que pasaban largas horas navegando en canoa de un lugar a
otro, principalmente en posturas arrodilladas con los dedos de los pies en
dorsiflexión (Lai y Lovell, 1992; Lovell y Lai, 1994). Asimismo, en Siria y el
Ecuador, la morfología característica, la ubicación y la asociación con la
osteoartritis en los adultos mayores indican que las alteraciones de la
articulación metatarsofalangica se produjeron probablemente por una
hiperdorsiflexión prolongada de los dedos de los pies mientras estaban
arrodillados (Molleson, 1989, 1994; Ubelaker, 1979). En lo que respecta a la
serie Ecuador especialmente, Ubelaker (1979) especula que el arrodillamiento
durante la molienda de maíz con metates de piedra fue la causa más probable.
Molleson (1989) confirma una postura similar con respecto a la molienda de
cereales representada en el arte funerario de las dinastías asiria y egipcia.
5.5 Condiciones patológicas no articulares relacionadas con la
actividad
5.5.1 Defectos corticales
Los defectos corticales son depresiones lineales localizadas en los lugares de
inserción muscular en diversos elementos del esqueleto, especialmente el
húmero, el radio, la tibia, el fémur, los metacarpos, los metatarsianos y las
falanges distales (Bufkin, 1971; Owsley y otros, 1991). Los sitios de inserción
para el pectoral mayor y el redondo mayor (húmero proximal) y para la cabeza
media del gastrocnemio (fémur distal) son dos lugares comunes de defectos
corticales. Aunque son variables en tamaño y morfología, suelen tener pisos
irregulares y márgenes lisos. Los defectos son causados por un estrés
mecánico crónico (véase Brower, 1977; Bufkin, 1971; Owsley y otros, 1991;
Resnick y Greenway, 1982; Ridgway y otros, 1995). Los defectos corticales son
poco frecuentes en los restos humanos arqueológicos. Las víctimas de la
guerra de 1812 de Snake Hill, Ontario, exhiben una frecuencia inusualmente
alta (40%) de defectos en el húmero proximal en comparación con los militares
de la guerra civil, los cazadores-recolectores nativos americanos y los
agricultores nativos americanos (Owsley et al., 1991). Dos tercios (62,5%) de
los defectos de la serie Snake Hill están en el lado derecho; si están presentes
bilateralmente, el defecto del lado izquierdo es pequeño y poco profundo en
comparación con el defecto mucho más grande del lado derecho. La asimetría
bilateral de los defectos refleja el predominio de la mano derecha u otras
actividades asociadas con los roles militares. Los altos niveles de demanda
física que se infieren de esta evidencia son consistentes con la alta frecuencia
de los nódulos de Schmorl en la misma serie (ver arriba).
5.5.2 Las entesopatías y los sitios de fijación muscular hipertrofiados
Las lesiones entesopáticas (entesofitos) son irregularidades, manchas ásperas
y proyecciones óseas u osteofitos en las inserciones de tendones y ligamentos,
especialmente en las inserciones plantares, aquilianas y rotulianas (K.
Kennedy, 1989; Resnick & Niwayama, 1983; Shaibani y otros, 1993).
Las entesopatías se desarrollan como resultado de una actividad muscular
prolongada y excesiva. Su ubicación y tamaño en el esqueleto dan una
indicación de las actividades habituales en las que participan músculos
específicos o grupos de músculos (Dutour, 1986; Hawkey & Street, 1992; K.
Kennedy, 1989; Palfi, 1992). Dos series de restos saharianos neolíticos -de
Mali Hassi el Abiod y Chin-Tafidet poseen entesopatías que involucran los
codos y los pies de varones adultos solamente (Dutour, 1986). En el caso de la
articulación del codo, las lesiones se representan como exostosis19 óseas en el
epicóndilo medial derecho, lo que sugiere una hiperactividad de los pronadores
redondos, músculo flexor radial del carpo, músculo palmar largo, músculo flexor
común superficial de los dedos de la mano y flexor cubital del carpo. Las
grandes exostosis localizadas en las caras posterior-superior de las apófisis del
olécranon cubital reflejan el uso intensivo de la inserción inferior del tendón
para el tríceps braquial, el extensor primario del codo. Varios individuos
exhiben lesiones principalmente en la tuberosidad radial derecha, el sitio de
inserción del bíceps braquial, el flexor primario del codo. Esta entesopatía
puede deberse al transporte de cargas pesadas mientras los codos están
fuertemente flexionados (Dutour, 1986). Hay proyecciones óseas distintivas,
orientadas verticalmente, en el calcáneo posterior (asociado al tendón de
Aquiles) y en la proyección posterior-interior del aspecto plantar del calcáneo
(para la inserción del músculo aductor del dedo gordo) (Dutour, 1986). Ambos
tipos de entesopatías están relacionadas con el exceso de marcha y de
carrera.
Los cúbitos proximales derechos de los varones adultos de los sitios del
Pleistoceno terminal en la India central muestran una alta frecuencia de crestas
supinadoras bien desarrolladas (Kennedy, 1983). Las zonas de inserción del
músculo anconeus en el cúbito también son inusualmente pronunciadas. Estas
características también se dan en frecuencias relativamente altas en las
poblaciones mesolíticas de Gujarat y Rajastán, la llanura del Ganges de Uttar
Pradesh y Sri Lanka (Kennedy, 1983). Kennedy (1983) sostiene que las crestas
de supinadores bien desarrolladas reflejan el uso intensivo de armas de misiles
(por ejemplo, lanzas, bolas, hondas, bumerán) por parte de los recolectores de
19
Exostosis: crecimiento anómalo de un hueso
Asia meridional. Este tipo de lanzamiento implica varios movimientos que
involucran directamente al músculo supinador, incluyendo cambios abruptos de
supinación a pronación del antebrazo. La fuerza muscular es el factor crítico en
la capacidad de lanzamiento y, en última instancia, en la formación de crestas
supinadoras hipertróficas (Kennedy, 1983).
En algunas poblaciones del Ártico, la alta prevalencia de entesopatías
poscraneales y otros indicadores de estrés mecánico (por ejemplo, el tamaño
de los sitios de fijación de los músculos) refleja las muy altas frecuencias de la
osteoartritis. Los restos humanos de las islas Aleutianas orientales (islas Akun
y Akutan) tienen una alta prevalencia de entesopatías musculares, ligamentos y
tendones (Hawkey & Street, 1992). Las mujeres aleutianas muestran pruebas
de un marcado estrés en la mano y la muñeca derechas, mientras que el uso
del brazo izquierdo parece estar asociado con la aducción y abducción
habitual. En los hombres, los miembros superiores muestran cambios
esqueléticos bilaterales que involucran tanto el húmero, como resultado del uso
extremadamente intenso de los brazos izquierdo y derecho. Estas
modificaciones esqueléticas pueden representar la resistencia de utilizar un
kayak con palas de doble hoja. Los grupos esquimales de Thule del noroeste
de la Bahía de Hudson tienen patrones similares de modificaciones
esqueléticas bilaterales de las extremidades superiores, lo que indica el uso
generalizado de los kayaks y las exigencias generales de vivir en el duro
entorno del Ártico (Hawkey & Merbs, 1997).
Figure 5.5. Espondilolisis de la
vértebra lumbar; Avery, Georgia.
(Fotografía de
Mark C. Griffin.)
5.5.3 Fracturas por estrés: espondilolisis y otras lesiones vertebrales
La espondilolisis es una patología degenerativa que consiste en una
separación del arco neural vertebral en la zona comprendida entre los procesos
articulares superiores e inferiores (denominada istmo de la vértebra) (figura
5.5). Esta condición es exclusiva de los homínidos, lo que sugiere que la
bipedestación probablemente desempeña un rol importante (Bridges, 1989a;
Merbs, 1989b; Nachemson & Wiltse, 1976; Stewart, 1956). El defecto suele ser
bilateral (Waldron, 1992) y, cuando está presente, casi siempre afecta sólo a la
quinta vértebra lumbar, aunque también se produce con una frecuencia
decreciente desde la columna lumbar inferior a la superior en la clínica (por
ejemplo, Moreton, 1966; Roche y Rowe, 1951) y en el entorno arqueológico
(por ejemplo, Bridges, 1989a; Gunness-Hey, 1980; Lester y Shapiro, 1968;
Lundy, 1981; Merbs, 1983; Palfi, 1992; Snow, 1948; Stewart, 1979; Waldron,
1993). El defecto también se ha encontrado en las vértebras cervicales y
torácicas, pero se trata de casos poco frecuentes.
Stewart (1953b) informó de una prevalencia inusualmente alta en las
poblaciones aleutianas-esquimales. En su muestra del norte del río Yukón
(Alaska), más del 40% de los individuos exhiben arcos neurales separados,
que originalmente atribuyó a la endogamia de grupos aislados (pero véase
Stewart, 1979). Algunos investigadores suponen que la afección es hereditaria
(por ejemplo, Shahriaree y otros, 1979; Snow, 1974; Wiltse, 1957; WynneDavies y Scott, 1979). Una explicación más convincente es que la
espondilolisis es un tipo de fractura: está ausente al nacer, hay un aumento
progresivo de la frecuencia de los defectos desde la infancia hasta la edad
adulta (por ejemplo, Bridges, 1989a; Lester & Shapiro, 1968; Merbs, 1989b,
1995; Stewart, 1953b, 1956,1979), seguida de la curación en la edad adulta
tardía (Merbs, 1995), la separación afecta sólo al hueso intacto (por ejemplo,
Wiltse y otros, 1975), y se desarrolla gradualmente en respuesta a cargas
mecánicas excesivas a lo largo de un período de tiempo (por ejemplo,
Eisenstein, 1978; Roberts, 1947; Wiltse, 1962; Wiltse y otros, 1975; y véase
Merbs, 1983, 1989b).
Las altas frecuencias en los trabajadores (por ejemplo, Lane, 1893) y en otros
individuos involucrados en actividades mecánicamente exigentes, como el
fútbol universitario y otros deportes atléticos (Hoshina, 1980; Jackson etal.,
1976; McCarroll et al., 1986), apoyan el modelo de estrés mecánico. La baja
frecuencia de la espondilolisis en las poblaciones industriales que realizan
actividades que implican un esfuerzo físico mínimo también respalda esta
interpretación. Por ejemplo, una muestra de estadounidenses del siglo XX tiene
una prevalencia de sólo el 7% (Moreton, 1966), y los hombres y mujeres
blancos de Terry Collection tienen una prevalencia del 6,4% y el 2,3%,
respectivamente (Roche y Rowe, 1951; véase también Fredrickson y otros,
1984). Los londinenses de los siglos XVIII y XIX de Spitalfields también tienen
frecuencias bajas que son ligeramente mayores en los hombres que en las
mujeres (2,2% frente a 0,6%; Waldron, 1993). Estos valores son inferiores a los
de poblaciones anteriores, lo que sugiere una disminución de la demanda
física, ya que afecta a la parte baja de la espalda en Gran Bretaña (T. Waldron,
1991; H. Waldron, 1991; véase Stirland, 1996).
Las características estructurales heredadas de las vértebras pueden
predisponer al individuo al defecto en condiciones de estrés mecánico. Por
ejemplo, Stewart (1956) observó que la espondilolisis se asocia más
frecuentemente con: 1) una columna vertebral larga "pre arqueada"; 2) una
superficie sacra superior muy inclinada; 3) una lordosis lumbar pronunciada; y
4) una curvatura y profundidad mínimas de las facetas articulares del sacro
superior. Stewart señaló que ".... el valor predictivo de estas anomalías es bajo,
si no nulo, en lo que se refiere a su uso para predecir el desarrollo de los
defectos del arco neural" (1956:58). Otros factores predisponentes sugeridos
incluyen el tamaño de los procesos articulares (Nathan, 1959), la estenosis
foraminal vascular del istmo vertebral (Miles, 1975), la escoliosis (McPhee & O
'Brien, 1980), la presencia de vértebras de transición lumbosacra (Merbs, 1983)
y la espina bífida (Merbs, 1989b). Es muy posible que haya factores
predisponentes de base genética para la espondilolisis, pero se requiere el
entorno mecánico que impulsa su aparición.
Una serie de actividades que implican la hiperextensión e hiperflexión de la
parte inferior de la espalda, tal vez acompañadas de sacudidas y torsiones,
están vinculadas con la espondilolisis (Merbs, 1989b). Dada la amplia gama de
comportamientos que se asocian a estos defectos, no parece que ningún
estrés específico conduzca a la espondilolisis (Bridges, 1989a; Merbs, 1989b).
Merbs (1989b) especula que la espondilolisis puede tener un valor adaptativo
en el sentido de que puede engendrar flexibilidad en la parte baja de la espalda
(véase también Snow, 1974). Bird y sus compañeros de trabajo (1980), por
ejemplo, informaron de que los adultos con el defecto se consideraban "más
flexibles en la juventud" que los adultos que carecían del defecto. El defecto
parece tener una influencia negativa mínima en el rendimiento físico. Por
ejemplo, los jugadores de fútbol universitarios con el defecto parecen no perder
ni la práctica ni el tiempo de juego, y continúan jugando profesionalmente en
años posteriores (véase el análisis en Merbs, 1989b).
La estrecha asociación entre la carga mecánica de la parte baja de la espalda y
la espondilolisis indica que el defecto debería documentarse en series de
esqueletos arqueológicos. En el noroeste de Alabama, los cazadoresrecolectores prehistóricos tempranos tienen una mayor prevalencia de
espondilolisis que los agricultores prehistóricos tardíos (Bridges, 1989a). Este
hallazgo es coherente con los aumentos moderados de la osteoartritis (véase
más arriba) en esta serie. El análisis estadístico de la coocurrencia de la
espondilolisis y la osteoartritis revela sólo una relación débil entre ambas
afecciones. La prevalencia de la osteoartritis es muy similar entre los individuos
con y sin espondilolisis. El análisis estructural de los huesos largos revela un
aumento general de la demanda mecánica en los grupos agrícolas, lo que
parece contradecir las conclusiones basadas en la prevalencia de la
espondilolisis (véase el capítulo 6). Bridges (1989a) especula que la
espondilolisis puede estar asociada a posturas inusuales o actividades
específicas que afectan a la parte baja de la columna vertebral, más que a los
niveles de actividad general (véase Hoshina, 1980).
Los varones adultos de las poblaciones con frecuencias apreciables de
espondilolisis tienen una mayor prevalencia que las mujeres adultas (por
ejemplo, Arriaza, 1995; Gunness- Hey, 1980, 1981; Merbs, 1983, 1995;
Stewart, 1979; Trembly, 1995; Waldron, 1993). Presumiblemente, las
demandas mecánicas que causaron el defecto fueron mayores para los
hombres que para las mujeres en estas sociedades. Hay algunas excepciones
notables a este patrón, que pone de relieve el papel de la demanda mecánica y
la influencia de las líneas de género transversales de la cultura. Las mujeres de
la era de contacto de Omaha y Ponca del noreste de Nebraska, por ejemplo,
tienen una mayor prevalencia de espondilolisis y artritis espinal que los
hombres (Reinhard et al., 1994). Las actividades altamente exigentes que
afectan a la columna vertebral femenina están bien documentadas desde el
punto de vista etnohistórico; entre ellas figura el raspado de la piel realizado en
postura encorvada (Reinhard et al., 1994). Además, las mujeres eran
responsables de una serie de otras actividades físicamente exigentes no
compartidas por los hombres, entre ellas la construcción de casas y la recogida
de leña.
Los datos arqueológicos y de otro tipo proporcionan buena información
contextual sobre las razones por las que la prevalencia de la espondilolisis es
elevada en otros entornos. En el archipiélago de las Marianas, los varones
adultos tienen niveles muy elevados de espondilolisis (38% de las quintas
vértebras lumbares) (Trembly, 1995). Estos elevados niveles de espondilolisis
pueden estar relacionados con el levantamiento y la carga pesada asociados a
la construcción de grandes estructuras megalíticas llamadas "latte". Algunas de
las piedras de latte pesaban cientos de libras, y sin duda requerían un gran
esfuerzo físico para moverlas. Trembly (1995) especula que la construcción de
estos edificios por hombres explica la sorprendente frecuencia de la
espondilolisis en los esqueletos masculinos adultos.
El deslizamiento anterior de una vértebra en relación con otra inmediatamente
inferior ocurre a veces después de una fractura espondilolítica (Wiltse et al.,
1975). La dislocación, llamada espondilolistesis, se previene normalmente por
los efectos de contención de los músculos, ligamentos, discos intervertebrales
y, especialmente, por el refuerzo que proporcionan los procesos articulares
vertebrales intactos. En ausencia de este apoyo, la vértebra se desplaza hacia
adelante, debido a la gravedad (Merbs, 1989b). El grado de deslizamiento va
desde el apenas perceptible hasta el desplazamiento anterior completo del
cuerpo superior en relación con el cuerpo inferior (Merbs y Euler, 1985). En los
entornos arqueológicos, la espondilolistesis es difícil de distinguir de los
desplazamientos posteriores al desplazamiento por otras causas (por ejemplo,
la actividad de los roedores), pero el cotejo de los cambios degenerativos (por
ejemplo, los osteofitos) en dos vértebras adyacentes puede utilizarse para
identificar la afección (por ejemplo, Manchester, 1982; Merbs y Euler, 1985).
También se ha observado la vulnerabilidad de la espalda a otros tipos de
fractura en las vértebras cervicales inferiores y torácicas superiores. En
diversas poblaciones, la punta de la apófisis espinosa está fracturada y
asociada con una pseudoartrosis (Kniisel et al., 1996). Las pruebas clínicas
sugieren que la fractura se debe a una contracción muscular muy fuerte que
implica una hiperextensión o hiperflexión del cuello o actividades que implican
una retracción escapular hacia la columna vertebral durante la elevación de las
costillas (Kniisel y otros, 1996). En las poblaciones del siglo XX, los individuos
que participan en diversos tipos de proyectos que implican la excavación de
suelos pesados y arcilla tienen una frecuencia relativamente alta de este tipo
de lesiones. Prácticamente todos los individuos afectados, tanto arqueológicos
como contemporáneos, son varones.
5.6 Resumen y conclusiones
El estudio de las modificaciones de las articulaciones relacionadas con la
demanda mecánica, especialmente la osteoartritis, ofrece una visión de las
tensiones de los diferentes patrones de actividad y estilos de vida de las
poblaciones pasadas. Por lo general, cuanto mayor sea la demanda mecánica
de la vida, mayor será la prevalencia de la artrosis y otras condiciones
patológicas degenerativas relacionadas con la actividad (por ejemplo, la
espondilolisis). Por el contrario, los repertorios de trabajo menos exigentes dan
lugar a una prevalencia relativamente menor de esas condiciones. Las
comparaciones temporales de estrategias de subsistencia contrastadas dentro
de las regiones indican algunas tendencias sugerentes. Por ejemplo, aunque
hay algunas excepciones, los agricultores prehistóricos posteriores tienden a
mostrar una reducción de la artrosis y la patología degenerativa que los
agricultores anteriores. Esto respalda en cierta medida el punto de vista
tradicional de que los recolectores trabajan más que los agricultores. Lo que es
más importante, las circunstancias y condiciones locales influyen en la
prevalencia y el patrón de la osteoartritis de una manera mucho más profunda.
Los varones adultos suelen mostrar una tendencia a una mayor patología
degenerativa que las mujeres adultas en los entornos arqueológicos. Aunque la
artrosis está relacionada con la carga mecánica, la relación con el nivel o el tipo
de actividad no es directa. Los altos niveles de artrosis en el esqueleto sugieren
estilos de vida exigentes, pero no indican si esas exigencias incluyen también
como causa los viajes de larga distancia o frecuentes, excepto posiblemente en
lo que respecta a la alta prevalencia de la artrosis del pie. En el capítulo
siguiente se examinan otros indicadores esqueléticos de la movilidad.
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