A) LA POESÍA ANTERIOR A 1939. 1. El Modernismo. Hoy ya no se acepta la distinción entre 98 y Modernismo, sino que se habla de literatura de fin de siglo, en el período de 1.890 a 1.910. Coinciden en el rechazo al positivismo y al naturalismo narrativo en favor del subjetivismo. El Modernismo supone una actitud de absoluta rebeldía en un contexto histórico marcado por el desastre del 98 y el materialismo económico reinante. A este materialismo utilitarista oponen una espiritualidad y la busca del ideal de Belleza.Se inicia en Hispanoamérica, alentado por la figura fundamental de Rubén Darío y se considera la variante hispánica del Simbolismo y el Parnasianismo franceses. Sus miembros emplean preferentemente el verso con libertad estrófica y un lenguaje retórico y artificioso; muestran prioridad por lo esotérico, el sensualismo, la recreación de mundos paganos, la antigüedad clásica y, en definitiva, la evasión,... Rubén Darío (1.867-1.916), tras unos primeros balbuceos de corte romántico, escribe su primer libro modernista en 1.888: Azul, mezcla de prosa y verso. En Cantos de vida y esperanza (1.905) se atenúan los rasgos modernistas, dirigiéndose hacia una mayor reflexión existencial, cívica y patriótica en el ámbito hispánico, afirmando lo hispánico sobre lo anglosajón proveniente de los EE.UU. Hasta su muerte en 1916, la poesía en lengua española está dominada por Rubén Darío. Lo acompañan otras figuras de diferente interés, además de Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado: Manuel Machado (1874-1947). De espaldas a las cuestiones políticas de los problemas de España del 98, refleja en su poesía el gusto decadente o las evocaciones históricas propias del Modernismo, o la asimilación de los cantares populares andaluces en obras como Cante jondo (1912). Por su parte, Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936). se sitúa en la línea modernista con Aromas de leyenda (1907) y va evolucionando hacia temas más diversos y cercanos a lo social. En La pipa de Kif (1919), presenta temas suburbiales y tabernarios con un enfoque cercano al esperpento. 2.- Los movimientos de vanguardia y la Generación del 27. La aparición de los movimientos de vanguardia es un hecho típico del periodo de entreguerras europeo, es decir, del tiempo localizado entre las dos Guerras Mundiales. Los artistas acusan a Europa y a su civilización paradigmática de haber creado la barbarie: no confían en la sociedad establecida, que está putrefacta. El arte anterior a estos movimientos se considera nacido de su propio error burgués y, por tanto, reflejo de todo aquello que odian. El proyecto de Occidente ha fracasado y merece ser destruido: solamente desde las cenizas puede surgir algo nuevo. Por eso proponen extirpar todo lo anterior y volver, o bien a lo más primigenio del hombre, o bien a su deshumanización. El Futurismo nace con el Manifiesto Futurista (1909) del escritor italiano Marinetti. Proclama lo vacuo del arte tradicional y abomina de todo síntoma de sentimientos. A ello opone la exaltación de todo lo mecánico y deportivo actual, llegando a ejemplificar su postura con esta frase: Un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia. Artísticamente propone la velocidad en el estilo y la simultaneidad de planos: decir cosas rápidamente y casi de modo simultáneo sin más ética que la estética. En España, Ramón Gómez de la Sena publicó el Manifiesto en la revista Prometeo. No creó escuela pero sí fue tomado en cuenta en la primera etapa del 27 con poemas dedicados a asuntos modernos: poemas a bombillas, máquinas de escribir, porteros de fútbol,...El Cubismo fue un movimiento pictórico nacido en 1907, pero Guillaume Apollinaire trasladó su técnica a la literatura, asemejándose al Futurismo: descompone la realidad para luego reconstruirla con conceptos, imágenes y oraciones libre e intencionadamente dispuestas. Incluso propuso una nueva disposición de tipográfica del poema, creando poemas visuales como los caligramas. El Ultraísmo fue un movimiento español impulsado en 1919 con el Manifiesto Ultra –Ultra en el sentido etimológico de más allá: ir aún más lejos que el Novecentismo imperante-. Su principal representante fue Guillermo de Torre, quien publicó un libro de caligramas en 1923, Hélices. Recibió igualmente influencias del Futurismo: deshumanización, deporte, máquinas,... El Creacionismo es un movimiento hispanofrancés creado en París por el chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy. Lo trae aquél a España en 1919: el artista debe olvidar la realidad, es decir, el artista no debe imitar lo real, sino crear –de ahí su nombre- objetos autónomos: juegos de palabras, asociación insólita y arbitraria de elementos lingüísticos,... Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol, proclama Huidobro, que influirá a la Generación del 27. Por su parte, el Dadaísmo surge de la mano del rumano Tristan Tzara en 1916. El nombre fue elegido al azar abriendo un diccionario con un cuchillo y resultando: dadá: balbuceo del bebé. Es uno de los más radicales de los movimientos que nos ocupan: odia la lógica, las convenciones sociales y estéticas y el sentido común; de ahí que propongan la liberación psíquica y social del hombre. Tzara cautivó a los futuros fundadores del Surrealismo francés, por lo que se considera antecedente de éste. El Surrealismo es, sin lugar a dudas, el movimiento más importante de todos por su influencia, aún vigente. Es como una aglutinación del futurismo, el cubismo y, especialmente, el dadaísmo. El pistoletazo de salida lo da André Breton con el Manifiesto Surrealista de 1924. No es un movimiento que se limite al arte, es una revolución integral: la liberación absoluta del hombre. Para ello toma a su manera las ideas de Sigmund Freud y Karl Marx. El hombre, vienen a decir, tiene reprimidos todos los impulsos de su subconsciente por culpa de todas las convenciones morales y sociales de la sociedad burguesa y materialista: por tanto, hay que destruir esa sociedad y dejar que el hombre auténtico se desarrolle libremente quitándose la mordaza de sus tabúes sociales. Como la razón no es más que una atadura proveniente de la ley social, el poeta deberá escribir según el dictado de su subconsciente y al margen de la vigilancia racional. Sólo mediante esta escritura automática mostrará su verdadera cara, que es la que tiene latente. Por eso toman importancia las nuevas técnicas literarias: además de la escritura automática, asociaciones libres de ideas, imágenes oníricas –es decir, provenientes de los sueños, donde el subconsciente está liberado-, collages que suponen, por ejemplo, recortar y unir sin pensar con la razón fragmentos extraídos de diarios,... No obstante, no se trata de escribir sinsentidos; lo que recibe el lector no es comprendido por su razón: es un lenguaje que no se dirige a la razón sino a su subconsciente. Sin embargo, por su alto poder connotativo, el lector ve como se modifican sus estados de ánimo y surgen de él oscuras emociones que la razón tenía atadas. Se pasa de la deshumanización a reivindicar lo más oscuro y escondido de lo humano: por eso se dice que el Surrealismo supone una rehumanización de las vanguardias. En España el Surrealismo se conoció pronto: Breton contactó con poetas españoles en Barcelona y su Manifiesto se tradujo en 1925; Louis Aragon, otro importante surrealista, visitó la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde estaban, entre otros, Lorca, Buñuel y Dalí. Sin embargo, el Surrealismo español es un movimiento heterodoxo: no fue tan extremo como el francés en su automatismo psíquico, pero sí supuso una liberación de la imagen poética liberada de toda lógica denotativa: tiene una enorme coherencia connotativa, como lo demuestran obras como Sobre los ángeles, de Rafael Alberti, o Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca. Mención aparte merece Ramón Gómez de la Serna, pues es el enlace entre el Novecentismo y las Vanguardias. Su obra es una continua ruptura con todas las reglas. La vida, viene a decir, es un circo que sólo se puede describir con un humor un poco amargo. Su obra está llena de greguerías, en la que, brevemente se hacen asociaciones insólitas. Él las definía como humor + metáfora = greguería -por ejemplo, la morcilla es un chorizo lúgubre-. En cuanto al grupo poético de 1927, si algún grupo de autores merece el nombre de Generación, sin duda es éste. El grupo lo forman Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Luis Cernuda y Rafael Alberti. Estos diez son los que se citan con mayor frecuencia, si bien ello deja fuera de lugar a muchos otros (Hinojosa, Garfias, Chabás, Altolaguirre, Prados...) Según Salinas, sus miembros tienen una serie de rasgos comunes para ser considerados como miembros de una generación: tienen una formación intelectual semejante: la mayoría son universitarios, algunos llegan a ser profesores (Salinas, Guillén, Alonso...) y casi todos pasaron por la Residencia de Estudiantes. El acontecimiento generacional que les une (aunque muchos ya estaban unidos) fue la celebración del tricentenario de la muerte de Góngora con unos actos de reivindicación del poeta cordobés -le celebran un homenaje en el Ateneo sevillano, invitados por el torero Ignacio Sánchez Mejías-. Colaboran en las mismas revistas (Revista de Occidente, Litoral). De 1920 a 1936 sus vidas están muy unidas. La Guerra Civil los separó. También comparten que su postura, más que de rechazo a lo anterior, es entusiasta por todo: son muy respetuosos con la tradición literaria española, tanto la culta de los Siglos de Oro y Bécquer como la tradicional que parte de los Cancioneros y Romanceros, pero también abrazan de lleno las vanguardias. Ese eclecticismo da que no exista un único estilo; eso sí, en todos se ve el deseo de renovar el lenguaje poético y a veces coinciden en su trayectoria, aunque cada uno mantiene un estilo muy personal. Hasta finales de los años veinte para todos ellos la poesía es la búsqueda de la perfección formal y conceptual -por eso Góngora es el modelo común-. Igualmente, están influidos por la deshumanización de José Ortega y Gasset y la poesía pura y la asepsia de Juan Ramón Jiménez y Paul Valéry, muestran un gran desdén por el sentimentalismo y la retórica: buscan un sentimiento refrenado por la inteligencia. Todos ellos, en esta línea muestran un equilibrio entre la concepción romántica de la poesía como misterio y la claridad clásica. En esta etapa se localizan influencias notables de las vanguardias –como se indicó arriba- y es curioso cómo logran casar las técnicas vanguardistas con las clásicas, como Góngora, a través de la metáfora, el símbolo y la imagen poética. No obstante, de 1927 a la Guerra Civil comienza a notarse cierto cansancio del puro formalismo. Se inicia un proceso de rehumanización: un paso del yo al nosotros, es decir, a una honda preocupación por los problemas del hombre. Se dan las primeras obras surrealistas (radicalmente opuesto a la poesía pura) y pasan a primer término nuevos temas, más humanos, a causa de la situación social y de la influencia del Surrealismo: el amor, el deseo de plenitud, las frustraciones, las inquietudes sociales o existenciales... Algunos poetas, debido a sus inquietudes sociales, se interesan en política (en el favor de la República, fundamentalmente). Después de la guerra el grupo se dispersa, unos han sido asesinados, como Lorca, otros se exilian, como Guillén o Alberti y otros se quedan en una especie de exilio anterior, como Aleixandre. B) LA POESÍA ESPAÑOLA POSTERIOR A 1939 1.- La poesía española de postguerra. El proceso de rehumanización que se vino dando desde el 27 se seguirá tras la guerra: preocupación por el hombre como tema existencial y social. Ahora bien, mientras que los poetas afines al régimen de Franco veían en él sus legítimas raíces, los poetas que no estaban de acuerdo con él se sienten carentes de tal raigambre. Por eso el panorama poético español se divide en poesía arraigada y desarraigada. La poesía arraigada la cultiva un grupo de autores que tiene una visión luminosa, coherente y ordenada del mundo. También son llamados garcilasistas, por la revista Garcilaso y porque vuelven sus ojos a Garcilaso y otros poetas del Imperio. Técnicamente, sus formas son clásicas: sonetos, tercetos,... Sus temas abordan y se apoyan en un firme sentimiento religioso, en el amor, el paisaje, las cosas bellas... Destacan autores que luego sufrirán un desengaño de ese mundo, como Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero o Luis Rosales. Éste último será muy influyente, con su giro hacia una poética más existencialista. Contrariamente a los anteriores, para los autores de la poesía desarraigada el mundo es un caos y una angustia, lejos de toda armonía y serenidad. Dámaso Alonso, con Hijos de la ira será quien marque la línea de esta escuela. Todos ellos se agruparán bajo la revista Espadaña. Desde el punto de vista de los temas, la de los desarraigados es una poesía arrebatada, con un agrio tono trágico: incluso fue calificada a veces de tremendista. Se enfrenta al mundo deshecho, caótico. Sin embargo, lo hacen con una religiosidad muy presente que adopta el tono de la desesperanza, de la duda: las invocaciones a Dios residen sobre el misterio del dolor humano más que en la celebración de la fe. De ahí que entronque con una línea existencialista. Por lo demás, su estilo es directo, sencillo: existe la necesidad de decir muchas cosas, al margen de su forma estética, que pasa a un plano secundario. Destacan autores como: Carlos Bousoño, Gabriel Celaya o Blas de Otero. 2.- La poesía social de los 50. Durante la década de los 50 y primeros años de los 60 se consolida, como en el teatro y en la novela, la poesía social. Especialmente a raíz de dos libros muy importantes: Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero y Cantos iberos, de Gabriel Celaya. Ambos, que provienen de la poesía desarraigada, superan la angustia existencial de ésta y afrontan ahora los problemas humanos desde una perspectiva político-social. Un poeta del 27, Vicente Aleixandre, da un giro profundo hacia la poesía social con Historia del corazón., y, con él, muchos de los de la anterior poesía desarraigada. Con estos autores se crea un nuevo concepto de la función de la poesía: debe tomar partido ante los problemas del mundo, mostrar solidaridad ante los demás hombres y anteponer los problemas de la sociedad a los íntimos o existenciales. En cuanto a los temas, España es muy importante desde un enfoque político (sirvan de ejemplo los títulos siguientes: Que trata de España, de Otero, o Dios sobre España, de Carlos Bousoño) dentro de esta preocupación, se sitúan temas como la injusticia social, la alienación o el anhelo de libertad. El estilo se explica por la temática, los poetas se dirigen a la mayoría por voluntad de llegar al pueblo: por eso se da un lenguaje claro y un tono coloquial. No obstante, se fue cayendo en el peligro de una poesía prosaica. Mientras que los grandes poetas descubrirán valores poéticos nuevos con los que ir evolucionando, a otros se les irán apagando las voces poéticas, y, con ellas, las de la poesía social. 3.- La Generación de los cincuenta. Los años 60. Ya en los 50 comienzan a aparecer poetas jóvenes que superan el riesgo de prosaísmo del realismo social, como Jaime Gil de Biedma, Ángel González o Francisco Brines. Estos y otros han sido recogidos bajo el nombre de Promoción o Generación de los 50, esto es poco acertado: será en los años 60 cuando realmente destaquen con voz propia: a pesar de no seguir un programa poético común, sí tienen rasgos comunes: muestran una preocupación fundamental por el hombre; huyen de todo tratamiento patético: sus sentimientos son apasionados, pero siempre serenos. Muestran, como en la Poesía social un inconformismo ante el mundo pero con un escepticismo que los distingue: aunque muchos de ellos mantienen un compromiso social, creen más en las biografías personales y en las éticas intransferibles que en proyectos políticos colectivos, tan apreciados en la etapa anterior. Por eso hay consolidación de una poesía de la experiencia personal: los temas abordan reflexiones generales sobre el hombre a través de experiencias vividas: retorno a lo íntimo, evocación nostálgica de la infancia, experiencias amorosas, la amistad, los enfoques morales de lo cotidiano y, especialmente, la conciencia de soledad. Técnicamente, buscan una exigente labor de depuración de la palabra y de un lenguaje personal: renace el interés por los valores estéticos. 4.-Los novísimos en los 70. En 1970 José Mª Castellet publica una antología titulada Nueve novísimos poetas españoles: donde aparecen Leopoldo María Panero, Luis Antonio de Villena, Luis Martínez Sarrión, Antonio Colinas o Luis Alberto de Cuenca. Como referencias significativas toman a poetas hispanoamericanos con tradición de renovadores: Vallejo, Octavio Paz, a poetas del 27: Cernuda, Aleixandre, el Lorca más surrealista, y a grupos poéticos españoles de posguerra minoritarios, como a los postistas –que practicaban un Surrealismo epigonal- o al cordobés Grupo Cántico –grupo coetáneo y afín a la Generación de los cincuenta-. Sus postulados se siguieron hasta bien entrados los ochenta y aun hoy se retoma su estilo y sus temas de manera esporádica. Sus temas están nutridos de culturalismo, es decir, expresar un sentimiento o experiencia personal proyectándolo en algún motivo cultural y erudito (de ahí títulos como Giacomo Casanova acepta el cargo de biblitecario que le ofrece, en Bohemia, el conde de Waldstein, donde Antonio Colinas proyecta la reivindicación de un mundo libre de prejuicios bajo el pretexto de los últimos días del célebre conquistador). Sin embargo, no ocultan su admiración por la cultura pop: influenciados por cómics, discos, televisión, libros de culto, el cosmopolitismo... Además, rechazan la idea de que el mundo cambie por la poesía, al contrario, suelen ser sarcásticos y corrosivos, lo que los aleja de la tradición de compromiso anterior. Su estilo es coloquial, pero de una impecable seriedad formal: predominan los endecasílabos y alejandrinos acentuados en la sexta sílaba Este cuidado por la forma se llama refinamiento veneciano: decadentismo esteticista que se relaciona con el Modernismo. 5.- La poesía en los últimos años. Hay que ver tres factores sociológicos que inciden en la lírica a partir de mediados de los ochenta: por un lado Barcelona y Madrid dejan de ser las ciudades de referencia: muchos de los poetas se agruparon bajo la librería-revista-editorial Renacimiento, de Sevilla, Llibros del Peixe, de Oviedo o Pre-textos, de Valencia o Maillot amarillo, de Granada. Por otro, cada vez más las instituciones públicas comienzan a convertirse en mecenas a través de las publicaciones de ayuntamientos, diputaciones provinciales; y, por último, se multiplican los concursos literarios y la industria editora española vive momentos de auge. En lo meramente literario, siguen apareciendo importantes libros de poetas consagrados de las generaciones anteriores, especialmente de los de la Generación de los 50: José Hierro, Francisco Brines, Jaime Gil de Biedma, Ángel González,... pero también de otros anteriores, como Luis Rosales, Rafael Alberti,... Por otro lado, se fue percibiendo en los 80 un alejamiento del estridente vanguardismo, y de la estética novísima. Aparecen tres corrientes diferenciadas: el Neosurrealismo, que parte del 27 y enlaza con autores posteriores como Carlos Edmundo de Ory, Juan Eduardo Cirlot o novísimos como Antonio Martínez Sarrión; esta corriente, representada por autores como Blanca Andreu, pronto se vio agotada en sí misma. Por su parte, la Poesía del silencio se basa en abstracciones para expresar sentimientos abstractos y metafísicos de la vida: partiendo de María Zambrano y Paul Celán, afirman que la experiencia poética, como la mística, es inefable y la palabra no es más que un torpe instrumento que da pistas al lector sobre tal experiencia incomunicable. Tienden a una poesía pura cuyo máximo representante fue José Ángel Valente junto a Jaime Siles o Andrés Sánchez Robayna. La Poesía de la experiencia, que será la que se imponga a las dos anteriores, recoge buena parte de los postulados de la Generación de los cincuenta y Luis Cernuda: uso de una expresión cuidada, serena y clara, preferentemente en un registro coloquial; el poema aparece con frecuencia con estructura de relato corto; la experiencia del poeta se expresa reflejo de su vida, de la cotidianidad urbana y de la Historia, frecuentemente mediante el distanciamiento irónico frente a los sentimientos –a veces con el uso de la segunda y tercera persona-. Esta misma línea, con una mayor atención a los sentimientos, la cultivaron poetas como Luis García Montero o Javier Egea, ambos granadinos. También se valen del uso del monólogo dramático cernudiano –donde el poeta aparece reflejado en un personaje que es su alter ego, que reflexiona en voz alta sobre sí mismo- y de la proyección de sus sentimientos sobre personajes históricos o pertenecientes a la tradición cultural, que son evocados por el poeta, como hicieran Cavafis, Cernuda,... En esta línea aparecen poemas sensuales, relacionados con el verano, la juventud y el Sur, que arrancan del Grupo Cántico y de autores de los cincuenta como Francisco Brines y que se reflejan en autores como Francisco Bejarano o Ana Rosetti. Igualmente, existe una reivindicación de la métrica clásica o la que está basada en ella –endecasílabos, alejandrinos, heptasílabos,...- y de la tradición literaria universal, no sólo hispánica: el haiku japonés, los poemas sufíes, los románticos nórdicos, la contemporaneidad anglosajona, los clásicos grecolatinos y medievales,... Esta poesía irá evolucionando desde 1995. Desde 1996 hasta hoy autores como Vicente Gallego, Lorenzo Oliván, Carlos Marzal o Luis Muñoz, que partieron de la Poesía de la experiencia, pero depurándola de muchos aspectos: se han quedado con rasgos como la referencia a lo real y cotidiano -aunque con un trasfondo ético, reflexivo más acentuado-, la sobriedad expresiva y el cuidado formal, el humor o lo narrativo como técnica lírica. No obstante, a raíz de una antología realizada por Luis Antonio de Villena -La lógica de Orfeo (2003)-, va quedando claro que estos mismos autores -y otros nacidos entre 1965 y 1985-, además de tomar lo mencionado en el párrafo anterior, intensifican una voz que Villena llama órfica -en referencia a Orfeo-, es decir, la que alude a aquello que se adentra en el subconsciente del ser humano y en la misteriosa esencia oculta de lo que nos rodea. Se trata, en definitiva de conocer lo que late por debajo de lo real, de lo perceptible por los sentidos -de ahí que a este rasgo se le llame también irracionalismo cognoscitivo-. Actualmente predomina, por tanto, una poesía que aúna un estilo y un contenido lógico y realista con otro irracionalista y metafísico. Así lo demuestran autores que aún no han cumplido los 30 años, como Andrés Neuman, Fruela Fernández o Elena Medel y otros que andan por la treintena, como Ana Merino o Alberto Tesán.