TENTACIONES DEL CONSAGRADO El consagrado, de manera particular, ha hecho una elección por Dios y por sus cosas y un compromiso en el servicio de los demás. Ha entregado su corazón totalmente a Dios y ha abandonado su antigua manera de vivir para hacerlo ahora respondiendo al llamado de Dios. Por esta entrega total al servicio de Dios, experimentamos en nuestras vidas tentaciones que nos tienden a llevar al desánimo y cansancio. La compensación: Gran tentación que puede venir al corazón, sin darnos cuenta. Para nosotros los seres humanos es muy difícil dejar las cosas tangibles por el Dios invisible. Nos cuesta experimentar “vacío” de lo humano para llenarnos sólo de Dios. Y cuando sentimos vacío inmediatamente queremos “llenarlo” y podemos dejarnos absorber por el trabajo, o por el ministerio convirtiéndose este en lo más importante.... El cansancio: pensar que se trabaja en vano; que los esfuerzos no dan fruto; que es inútil todo lo que hacemos... Nos lleva al desánimo. Los juicios: dejándonos seducir por nuestro orgullo y juzgamos a los demás en todas sus acciones. Podemos pensar que nosotros lo hacemos mejor.... Vernos como víctimas de los demás: dejándonos llevar de nuestro amor propio, apartando los ojos de Cristo y poniéndolos en nosotros mismos con cuidado excesivo.... Trabajar y descuidar la oración: poniendo el trabajo en el lugar más importante, descuidando nuestra relación con el Señor quien es la fuente de nuestro apostolado. De nuestra oración sacamos las fuerzas necesarias para nuestro ministerio. El ser intolerante con los demás: cuando se trabaja con las personas podemos tomar la posición de intolerancia, no sobrellevando las debilidades de nuestros hermanos sino, por el contrario, convirtiéndonos nosotros en grandes pesos para sus corazones.