Las relaciones historia regional/historia nacional en la historiografía del Nordeste argentino del siglo XX. María Silvia Leoni1 La definición regional de lo que hoy se denomina “Nordeste argentino”, integrado por las provincias de Chaco, Formosa, Misiones y Corrientes, ha estado sometida a miradas contrapuestas a lo largo del siglo XX. En una primera instancia, nos proponemos identificar las distintas definiciones de la región presentadas, así como los elementos constitutivos que intervinieron en estas definiciones. A partir de allí, se determinarán las variaciones que han ido sufriendo las mismas por parte de la historiografía y las polémicas que suscitaron. En una segunda instancia, esta ponencia se propone analizar cómo abordaron los historiadores del nordeste argentino la problemática relativa a las relaciones entre la historia nacional y la historia regional/provincial, preguntándonos por los alcances que tuvo esta dicotomía en los distintos espacios subregionales y por las formas de articulación entre estas historias que se propusieron. La definición de la región Nordeste Para adentrarnos en el proceso de definición regional, atenderemos a dos cuestiones básicas con respecto al Nordeste: la denominación y la delimitación de la región. Para ello, haremos un breve repaso por las diversas acepciones utilizadas históricamente para definir el espacio conocido hoy como Nordeste, junto con las transformaciones en el recorte espacial realizado en cada caso. Seguimos aquí la perspectiva adoptada por Chiaramonte, Marichal y Granados en su obra “Crear la Nación”; parafraseando, nos referiremos al proceso de crear la región2. El análisis parte de considerar el acto de nombrar como la acción primaria del proceso de invención de la identidad. El nombre provee una conciencia al sujeto de sí mismo, de la diferencia frente al otro y de un sentido de pertenencia. En el caso de las regiones, la nomenclatura es una construcción social, que se articula sobre la existencia de una diferencia regional respecto de otras donde se valoriza lo particular, lo propio de la región, su cultura, sus tradiciones, sus pobladores y los elementos geográficos. La región deja de ser un hecho físico para constituirse en una conciencia colectiva, en una identidad regional3. 1 Dra. en Historia. Docente-investigadora dedicación exclusiva en la cátedra Historia de la Historiografía. Autora de publicaciones sobre historia de la historiografía argentina e historia política de los territorios nacionales. Lugar de trabajo: Universidad Nacional del Nordeste, Av. Las Heras 727, Resistencia, CP 3500, TE 51-03722-420880. msleoni@hum.unne.edu.ar 2 Véanse los distintos trabajos compilados por José Carlos CHIARAMONTE, Carlos Marichal y Aimar Granados. Crear la nación. Los nombres de los países de América Latina. Buenos Aires: Sudamericana, 2008. 378 p. 3 Ibid. 2 Por otro lado, advertimos que así como se han producido debates en torno a la construcción de las naciones, los hay con respecto a las regiones, en los cuales se han enfrentado posiciones constructivistas frente a otras esencialistas. Desde una perspectiva política, la región es construida de manera similar a la nación, lo que lleva a discutir el nivel de invención frente al de fundación histórica. Indudablemente estas unidades territoriales han sido construidas por los modernos procesos políticos de regionalización4. Partimos de la consideración de que la región es el resultado de la espacialización de relaciones económicas, sociales y culturales, ya que dichas relaciones son las que definirán el espacio geográfico. El proceso de exploración de los territorios del área en estudio puede considerarse como punto de partida en la conformación de la percepción física de dicho espacio geográfico. En el caso del Nordeste, observamos que no solo no constituye una región geográfica, sino que tampoco se identifica en ella a una única región histórica. Si se examina su pasado se advierten procesos diferentes que tuvieron asiento en las distintas provincias/regiones que hoy lo componen. La peculiaridad regional del Chaco es la más característica. La denominación de Gran Chaco aplicada a un extenso territorio presentó desde sus orígenes dos características particulares: una generalizada homogeneidad en sus aspectos físicos y biológicos y una población aborigen que impidió asentamientos perdurables de los “blancos” hasta muy entrado el siglo XIX. La percepción de estas características fue alimentando las leyendas de misterio e inhabitabilidad que el territorio conservó hasta el siglo XX, al tiempo que reforzaba su consideración regional5. Ello se vio acentuado por la situación política: incorporado al estado argentino como territorio nacional en 1872 -aunque ocupado efectivamente por aquél a mediados de la década de 1880-, dividido en 1884 en los territorios nacionales de Chaco y de Formosa, mantendría ese status hasta la década de 1950, cuando se iniciaron los procesos de provincialización. En el caso de Corrientes, gran parte de su pasado está vinculado a la región histórica del Litoral –constituida también por Santa Fe y Entre Ríos-, al Paraguay y, en menor medida, a las otras provincias que actualmente integran el Nordeste. Las localidades ubicadas sobre el margen izquierdo del Río Uruguay así como la mayoría de las poblaciones del triángulo sur en que se divide la provincia (marcado por el río Corriente) estuvieron más vinculadas comercial y socialmente con Misiones y Entre Ríos respectivamente que con el triángulo norte de la provincia, cuyo centro era la ciudad de Corrientes, fundada en 1588. Misiones se presenta como parte de una región más vasta (que incluye parte del Paraguay, sur de Brasil y la costa del río Uruguay de Corrientes), identificada con la región histórica de las Misiones jesuíticas de guaraníes, que se fragmentó a principios del siglo XIX. La denominación de la región Nordeste aparece en la década de 1940, cuando se comienza a plantear la necesidad de una planificación regional para la reconstrucción social y económica de las regiones argentinas. Esta irrupción se observa en la obra del historiador correntino Hernán Gómez, quien en 1928, se había propuesto constituir a Corrientes en centro de la Mesopotamia, integrada también por Misiones y Entre Ríos; sin embargo, ya 4 Einar NIEMI. “Region and Regionalisation. Introduction”. 19º International Congress of Historical Sciences. Oslo: 2000. http://www.oslo2000.uio.no/program/papers/s9/s9-niemi.pdf 5 Héctor Rubén BORRINI. La geografía humana y su desarrollo en la región centro-oriental del Chaco, Resistencia: IIGHI-CONICET, 1994, p. 41. 3 en 1944, abogaba por la unidad de la región Nordeste, siempre en torno a Corrientes, para encontrar una solución a los comunes problemas económicos de esos espacios6. La región nordeste como región subnacional aparece entonces con el carácter de región administrativa y funcional, antes que histórica -a diferencia de como se definía a la región chaqueña-, con un pasado breve, cuyas fronteras traspasan los límites de las regiones históricas7. La creación de la Universidad Nacional del Nordeste en 1957, que debía extender su influencia sobre las cuatro provincias, contribuyó significativamente a la definición del ámbito regional y, como se verá, surgieron en ella los primeros trabajos que plantearon el abordaje de la historia regional del NEA. Las teorías regionalistas que predominaron durante las décadas de 1960 y 1970, de corte económico, propiciaban la región homogénea, la región polarizada, la región plan. En 1967, según el esquema del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE), se definía a la región Nordeste como integrada por las provincias de Misiones, Corrientes, Formosa, Chaco y norte de Santa Fe. Una revisión realizada a la organización de las estructuras administrativas, a los periódicos zonales, a las denominaciones de establecimientos e instituciones permite demostrar el arraigo que iría adquiriendo a nivel políticoadministrativo esta perspectiva8. No obstante, esta definición de la región Nordeste fue discutida por quienes proponían una región chaqueña, basados en criterios geográficos e históricos, constituida por las actuales provincias del Chaco, Formosa, norte de Santa Fe, este de Salta y NE de Santiago del Estero, unidas por la continuidad geográfica y por comunes problemáticas económicas y de ocupación del espacio, como se manifestó en 1975, cuando el gobierno chaqueño organizó el “1º Congreso Económico Regional del Chaco Gualamba”. Esta perspectiva sería defendida por el político, periodista e historiador chaqueño Ramón de las Mercedes Tissera, quien señalaba entonces que el Chaco, “región caracterizada como pocas, ha sido llevado a la distorsión precisamente por factores que pudiendo ser coadyuvantes actuaron como agentes disociadores hasta colocarnos al borde de la disolución o, por lo menos, de la deformación”. Y advertía que “Sería preciso escribir una historia de cuatro siglos para descubrir las causas hondas que obraron en este proceso, cuyas consecuencias soportamos actualmente”. Sin embargo, no se detuvo a establecer cuáles serían tales factores, aunque pareciera referirse al enfrentamiento entre las dos capitales provinciales, Resistencia y Corrientes, por convertirse en centro regional. Así, se planteaba a qué región pertenecía Resistencia, si al Chaco o al Nordeste, para luego advertir sobre el peligro de adherir a la segunda postura: "Ahora, la regionalización nordestina amenaza desviar las mejores posibilidades hacia otro ámbito geográfico, con el divorcio consiguiente al Chaco profundo, vital, base de sustentación de la estructura capitalina". Para revertir la situación existente, propuso que Resistencia se convirtiera en el 6 Hernán F. GÓMEZ. Nuestra Señora de Itatí. Buenos Aires: ed. Corrientes, 1944. 7 Tomamos aquí la clasificación de O. Fure citada por Einar NIEMI., op, cit .p.4 8 CENTRO De Estudios Regionales Del Nordeste Argentino. Sobre región y regionalismo. Con especial referencia al Nordeste argentino. Corrientes: CERNEA, 1978. p. 10-11. 4 centro neurálgico, pues "ha acumulado un potencial suficientemente vigoroso para decidir en gran medida el destino de la región que representa"9. La dicotomía así planteada región chaqueña/región nordeste está presente, por ejemplo, en la obra del historiador chaqueño Guido Miranda, reveladora de los problemas que implica tratar de acercar ambas posturas. En El paisaje chaqueño (1954 y 1961) sostiene que “existe una notoria compenetración regional de nuestra provincia con el Gran Chaco, del cual está llamada a ser la cabecera económica”. La Editorial que fundara entonces se denominó Norte Argentino, acepción que comprendía parte de las provincias de Santa Fe, Santiago del Estero y Salta, así como Chaco, Formosa, pero también Corrientes y Misiones, en un intento por fundir la región chaqueña con el Nordeste10. Otro tanto ocurriría en Misiones, donde un sector de sus historiadores buscarían las raíces de la identidad misionera en el pasado hispano-guaraní de las misiones jesuíticas y hablaría entonces de la región histórica de las Misiones. Así, las construcciones del pasado oscilarían entre un Chaco, una Corrientes y una Misiones que aparecen con espesura histórica y raíz geográfica, y un Nordeste que se buscó fundamentar con vistas a la planificación para el desarrollo regional y que se manifestaba como homogéneo en la segunda mitad del siglo XX por su ubicación periférica y su crisis socio-económica, que lo obligaba a unirse en la búsqueda de soluciones comunes. Por otra parte, esta visión regional no ha sido asumida plenamente por los habitantes del NEA, quienes se definen a sí mismos en función de sus identidades provinciales particulares y no del área como un todo. Esto debe atribuirse al tardío proceso de conformación de lo que Van Young denomina regionalismo (identificación consciente, cultural, política y sentimental que grandes grupos de personas desarrollan con el espacio regional). Los procesos de regionalización, como el Mercosur, han mantenido vigente esta problemática al plantear la cuestión identitaria. Las historiografías regionales en Argentina Abordaremos brevemente los procesos de conformación de las historiografías regionales en el contexto de la historiografía argentina, para situar el caso del Nordeste. Desde que se inicia el desarrollo historiográfico en la Argentina, durante la segunda mitad del siglo XIX, advertimos la contraposición, por una parte, de la historia nacional, que pretendía explicar el pasado dentro de los marcos del estado nacional que comenzaba a consolidarse, y por otra, la crónica regional, referida a las historias provinciales o locales, cuyas explicaciones quedaban circunscriptas al espacio correspondiente a cada provincia. Las obras elaboradas en Buenos Aires, muchas de ellas referidas exclusivamente al espacio rioplatense, se presentaban como “historias nacionales”, aunque existía en las provincias un consenso generalizado acerca de las limitaciones de esta historia nacional. Este es un fenómeno que se observa en los distintos países latinoamericanos, donde los procesos de construcción de los estados nacionales y de consecuente centralización, irían acompañados 9 Ramón de las Mercedes TISSERA. “La región es el Gran Chaco”. Región, 1973, año V, Nº 42. Resistencia, p. 22-23. 10 Véase nuestro “La construcción de la región en la historiografía chaqueña del siglo XX. La perspectiva de Guido Miranda”. Folia Histórica del Nordeste. 2008, Nº 17, p. 27-41. 5 por la aparición de estas historias nacionales, homogeneizadoras, escritas desde la perspectiva del “centro” y que constituían relatos fundadores de la identidad nacional11. Por su parte, las historiografías provinciales fueron evaluadas negativamente por quienes hacían “historia nacional”, ya que las consideraban simples crónicas, alejadas de la cientificidad requerida y cargadas de una impronta localista, lo que generalmente fue así. Como ha señalado Pablo Buchbinder, una característica que presentan estas reconstrucciones del pasado realizadas desde los ámbitos provinciales hasta mediados del siglo XX, es la diversidad de enfoques, que puede advertirse en el tratamiento de temáticas centrales de la historiografía argentina. Pero al mismo tiempo, revelan elementos comunes. En primer lugar, estas imágenes, en la gran mayoría de los casos, se fundamentan rigurosamente en el estudio de los documentos, efecto del impacto de los procesos de profesionalización de la historia. En segundo lugar, en todos los casos está presente la reivindicación del aporte provincial a la construcción de la nación, así como una voluntad explícita de “polémica” con aquellas interpretaciones generales del pasado argentino de tono más decididamente “porteñocéntrico”12. La organización institucional del campo historiográfico en las provincias argentinas comenzó a partir de la década de 1930, con la creación de Juntas de Estudios Históricos, las que, en algunos casos, llegaron a publicar boletines o revistas y a organizar congresos cuya temática estuvo centrada en los acontecimientos y los héroes locales del siglo XIX. Este proceso fue acompañado también por la edición de documentos existentes en los archivos provinciales. Por otro lado, la progresiva formación de los historiadores provinciales a través de una carrera universitaria, permitiría la definición de un campo profesional en el ámbito de las provincias. De esta manera, los estudios regionales comenzaron a extenderse a raíz de la expansión de las universidades y centros de investigación. La utilización del término historia regional, obedece en nuestro país en gran medida a la fructífera discusión provocada por el artículo de Eric van Young “Haciendo historia regional. Consideraciones metodológicas y teóricas” traducido y publicado en 1987. Recientemente se ha producido un avance importante de los estudios regionales en la historiografía argentina, tanto desde el punto de vista cuantitativo como cualitativo. Con el aporte de los historiadores de las diversas regiones del país, comenzaron a revisarse las explicaciones que se construían desde los espacios centrales. Esta historia regional buscó superar la idea tradicional de la historia regional reducida a las historias provinciales de carácter casi siempre político- institucional. En esta producción es posible hacer algunas diferenciaciones, pues hay quienes mantienen el esquema de la historia regional como mera historia provincial; quienes defienden una historia regional apoyada exclusivamente en la historia económica; y también quienes consideran necesario el enriquecimiento de estos estudios incorporando variables sociales y culturales. Desde estas diferentes perspectivas se 11 Véase, por ejemplo, este desarrollo en México en Pablo Serrano ALVAREZ. “Historiografía regional y local mexicana 1968-2000. Diversidad y pluralidad de tendencias”. Diálogos latinoamericanos. 2000, Nº 5, p. 99-108. ISSN 1600-0110. 12 Pablo BUCHBINDER. “La nación desde las provincias: Las historiografías regionales argentinas entre dos centenarios”. IX Jornadas Interescuelas y Departamentos de Historia. Córdoba, 2003. En CD. 6 está trabajando a través de programas y equipos de investigación en las distintas universidades nacionales. No solo se ha avanzado en el conocimiento de los procesos políticos, económicos y sociales, sino también se ha reflexionado acerca de la relación entre la historia nacional y la historia regional o provincial, así como sobre la pertinencia de estos estudios y el carácter que debe asumir la historia regional13, cuestiones sobre las que no avanzaremos en este trabajo. ¿Una historia de la región Nordeste? Se ha advertido que la región nordeste precisaba de una historia que la fundara y fundiera en rasgos específicos. Así surgiría una historiografía de construcción nordestina que, como señala Hector Jacquet “debió hilvanar los retazos de las historias de cada provincia para sustentar la existencia de una región Nordeste que resultaba ser bastante inédita y reciente”14. Claro ejemplo de estas afirmaciones se observan en la producción del ya citado G. Miranda, quien reconocería esta unidad regional como un enfoque contemporáneo a la creación de la UNNE y sin unidad geográfica, aunque con una unidad cultural en cuanto a la ocupación humana, homogeneizada por la cultura guaraní. No significaba esto la recuperación de un legado indígena, sino el aporte manifiesto en el folklore, las leyendas y la música. En este esfuerzo por definir el “perfil del Nordeste” no puede evitar mostrar imágenes fragmentadas para describir cada una de las realidades provinciales, sin alcanzar una visión de conjunto, como sí lo lograra al trabajar sobre la región chaqueña15. La creación del Instituto de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste, asentado en Resistencia en 1967 y luego, del Instituto de Investigaciones Geohistóricas (IIGHI), dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), con sede primero en Corrientes y después en Resistencia, ambos dirigidos por Ernesto Maeder, estableció el contexto institucional para el desarrollo de una historiografía nordestina, caracterizada por su perfil universitario y especializado, los estudios económicos, una metodología rigurosa y la aplicación de técnicas cuantitativas. Estas instituciones se convertirían en hegemónicas en el Nordeste y marcarían el ritmo de los trabajos que buscaban ser considerados científicos16. Maeder aportó algunas reflexiones sobre la importancia de los estudios de carácter regional. A comienzos de la década de 1980 señalaba la necesidad de diseñar las áreas de estudio en función del interés desde el cual se pretendía abordar el espacio, lo que implicaba formular “regiones históricas”. Lo hacía como resultado de sus estudios realizados desde fines de los años 70 sobre las misiones jesuíticas y la economía correntina en la época colonial. Estos se insertaban en el marco del Programa de Estudios Regionales que se proponía “dar 13 Véanse los trabajos compilados en FERNÁNDEZ, Sandra y Gabriela Dalla Corte (Comps). Lugares para la historia. Espacio, historia regional e historia local en los estudios contemporáneos. Rosario: UNR Editora, 2001 y en FERNÁNDEZ, Sandra (comp.) Más allá del territorio. La historia regional y local como problema. Discusiones, balances y proyecciones. Rosario: Prohistoria, 2007. 14 Héctor Eduardo JACQUET. Haciendo Historia en la aldea. Posadas: s/e, 2002. p.52. 15 LEONI, M.S. “La construcción…”; op. cit., p. 37-38 16 JACQUET, op. cit.; p. 53-64. 7 inicio a los estudios regionales en la Argentina desde una perspectiva interdisciplinaria”, auspiciado por organismos nacionales de Argentina y Paraguay -el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina y el Consejo Nacional de Progreso Social de Paraguay, siendo los organismos ejecutores el PER (Programa de Estudios Regionales) y la ONPS (Oficina Nacional de Progreso Social)- en respuesta a las demandas que generaban los proyectos de realización de grandes obras públicas y su posible impacto. El artículo “Breve historia del Nordeste Argentino en su relación con Paraguay y Río Grande do Sul”, constituye una de las primeras formulaciones de la “región histórica del Nordeste” que, además de las provincias argentinas, debía incluir necesariamente a Paraguay y al sur de Brasil, espacio geográfico amplio que fuera escenario de las misiones de guaraníes17. El aporte de la Universidad en el campo historiográfico se reflejó a partir de 1975 en la publicación de la revista Folia Histórica del Nordeste, que tiene continuidad hasta hoy. Desde 1979, el IIGHI publica la Serie Cuadernos de Geohistoria Regional, integrada por monografías, tesis, e informes de investigaciones realizadas en el ámbito del Instituto, en la que predominan los temas vinculados con el proceso de ocupación, poblamiento y colonización de las provincias del Nordeste Argentino, así como la evolución de sus principales actividades económicas. En los trabajos publicados, no obstante, también se advierte en general un estudio diferenciado por provincias. En 1980 comenzaron a realizarse los Encuentros de Geohistoria Regional, que reúnen a investigadores locales, del país y del extranjero interesados en la temática del Nordeste. Estas reuniones anuales buscan favorecer el acercamiento, la colaboración mutua y el intercambio de experiencias y conocimientos entre cientistas sociales que se dedican a la temática regional teniendo en cuenta un escenario que ha sido definido como Nordeste en sentido amplio al comprender “las actuales provincias de Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones, así como la proyección histórica de las antiguas Misiones de Guaraníes sobre el nordeste entrerriano y las áreas limítrofes del río Uruguay, por su parte, y el ámbito histórico y geográfico del Gran Chaco por otra”. Una lectura general de las actas de dichos Encuentros refleja la disparidad de enfoques que orientan los trabajos presentados, observándose variados modos de analizar la historia regional. En muchos de ellos aparece un marcado “provincialismo” no sólo por no poder sortear los límites jurisdiccionales de las provincias o las localidades a las que se refieren, sino también por la ausencia de una visión globalizadora del pasado; sin embargo también hemos identificado algunos, casi siempre productos de proyectos de investigación de mayor alcance, que plantean una visión más amplia y global. Un esfuerzo por delinear estas sucesivas y a veces superpuestas regiones históricas se manifiesta en el Atlas histórico del Nordeste Argentino (1995), publicación dirigida por Maeder, que evidencia también las dificultades de partir de esta consideración regional. Allí se define a la región con las cuatro provincias aunque en vinculación con Paraguay y sur de Brasil. Se distinguen tres momentos: la época española (1500-1810); el poblamiento y ocupación por la Nación (1810-1884) y la formación de territorios y provincias y su desenvolvimiento en el moderno panorama del nordeste (1884-1990) 17 Ernesto J. A. MAEDER. “La investigación y la enseñanza de la historia regional”. Res Gesta. 1982, Nº 12. 8 Advertimos que, más allá de estos intentos, no se ha desarrollado una historiografía de la región Nordeste como tal. Los estudios históricos, hasta recientemente, se han ceñido a los marcos político-administrativos provinciales y se advierte la ausencia de visiones globales. Ello se debe a los problemas de definición del Nordeste como región, pues cada una de las provincias que la conforman siguió un proceso particular no siempre conectado con las demás, que dificulta el estudio de su pasado en forma generalizada, como ya hemos señalado. II. Las relaciones historia regional, provincial/historia nacional Como se ha señalado, la inserción de las historias provinciales y regionales en la historia nacional no se efectuó sin conflictos, por la manera insatisfactoria en que se escribió esta última, según la visión de las elites provinciales. Sin embargo, dentro del Nordeste encontramos básicamente dos modalidades de vinculación, que se analizan en torno al caso de Corrientes y al del Chaco. 1. Corrientes frente a la Nación Cuando comenzó el desarrollo de la historiografía nacional a mediados del siglo XIX, surgió también cierto interés por el estudio del pasado correntino. En 1878, Bartolomé Mitre –considerado uno de los padres fundadores de la historiografía nacional argentinapublicó Una provincia guaraní, que rescataba el papel jugado por Corrientes en las luchas contra “la más bárbara y la más poderosa de las tiranías” (refiriéndose a Juan Manuel de Rosas); iniciaba así una interpretación del pasado que sería continuada por los distintos historiadores correntinos. En las primeras historias argentinas se incluyó la participación de Corrientes en las luchas por la Independencia y la organización nacional, pero desde una perspectiva centrada en Buenos Aires. Los historiadores correntinos, entonces, se propusieron brindar estudios desde la perspectiva de su provincia, fundamentalmente, desde la elite de la ciudad capital. Corrientes sería constantemente presentada por ellos como la defensora de la soberanía nacional y, por sus características geográficas, muralla contra la que chocaban las ansias expansionistas del extranjero. De esta manera, la historia de Corrientes presenta hitos fundamentales relacionados con momentos de lucha: en los tiempos coloniales, se trataba de la lucha por la subsistencia frente a los avances de aborígenes y lusitanos; en el período independiente, de la defensa ante el expansionismo de brasileños y paraguayos sobre su territorio. En todos estos casos, los historiadores coincidían en destacar la importancia estratégica de su territorio, poco tenida en cuenta tanto por las autoridades coloniales como por los sucesivos gobiernos patrios. Para fines del siglo XIX, Corrientes contaba ya con una larga y activa participación en la historia argentina, un campo intelectual dinámico y una memoria colectiva fortalecida por los gobiernos provinciales. En este contexto aparecieron los primeros trabajos que buscaban insertar la contribución de la provincia en la historia nacional. Dichos relatos sobre el pasado correntino respondían a una elite dividida en dos tradiciones políticas (autonomistas y liberales) que observaba su alejamiento de los primeros planos de la política nacional y el derrumbe de sus expectativas en el terreno económico18. 18 Para un detenido desarrollo de estas cuestiones, véase nuestro “La historiografía correntina en la primera mitad del siglo XX”. En: MAEDER, Ernesto J. A., María Silvia Leoni, María Gabriela Quiñónez y María del 9 Con una acentuada influencia de la tradición oral, se proponía destacar los rasgos heroicos del pueblo correntino; la entrega permanente de hombres y de recursos en las luchas por la Independencia y la organización constitucional; y la inconmovible defensa de sus derechos frente a las imposiciones centralizadoras de Buenos Aires. Se formó así una imagen del pasado local que exaltaba las contribuciones de la provincia a la consolidación del orden institucional argentino. El clima intelectual del nacionalismo cultural de entre siglos reinante en Buenos Aires, también se manifestó en Corrientes, donde se le asignó un papel fundamental a la historia en la formación no sólo de la conciencia nacional, sino también de la provincial. Se consideraba que su enseñanza debía ser algo más que impartir una crónica regional, de por sí necesaria para afirmar el vínculo del niño con su medio, pero insuficiente para cumplir con los altos fines reservados al conocimiento histórico. Los propósitos eran el rescate de la tradición; el respeto a las instituciones establecidas y a los grupos dirigentes; el fortalecimiento de la personalidad provincial y el desarrollo económico regional; cuestiones centrales en el pensamiento de la elite correntina de las primeras décadas del siglo XX. Acordes con la historiografía liberal de Buenos Aires en la valoración de la línea MayoCaseros, las principales diferencias de los historiadores correntinos con aquella se manifestaron a la hora de evaluar el papel jugado por Corrientes en dicho proceso, al otorgarle centralidad en la defensa de la libertad, el federalismo y la organización nacional. De allí sus constantes reclamos ante lo que denunciaban como el injusto silencio sobre su contribución19. Es por ello que se enfrentaron con el revisionismo rosista. En coincidencia con la historiografía liberal, juzgaron a Rosas como un tirano que cercenó la autonomía provincial e impidió la definitiva organización del país. Los historiadores correntinos rechazaron cualquier evaluación positiva de la acción de Rosas y se propusieron demostrar el papel central, prácticamente exclusivo, jugado por Corrientes en la lucha contra la tiranía y en favor de la instauración de un orden constitucional. En esta epopeya, destacaron el espíritu de abnegación y sacrificio de los correntinos que no sólo tuvo su triunfo en Caseros, sino que también se proyectó en la definitiva organización del país. La única excepción la constituyó Justo Díaz de Vivar, que en su libro Las Luchas por el Federalismo (1936), mostraba una lectura del pasado que contrariaba en gran medida la tradición historiográfica local al defender el papel desempeñado por Rosas en la implementación de una práctica federal previa a la Constitución de 1853. Las obras publicadas durante los años treinta estuvieron dedicadas con preferencia al estudio de la lucha contra Rosas, tarea que reflejaba la necesidad surgida del seno de la elite intelectual de afrontar las manifestaciones del revisionismo. Ante el calendario cívico propuesto por el revisionismo rosista, los historiadores correntinos plantearon rescatar los acontecimientos que marcaron el camino hacia la organización definitiva del país. Estos hitos están constituidos por las batallas de Pago Largo, Caá Guazú, Arroyo Grande, Laguna Mar Solís Carnicer. Visiones del pasado. Estudios de historiografía de Corrientes. Corrientes: Moglia Ediciones, 2004. 19 María Silvia LEONI y María Gabriela QUIÑONEZ. “Historiografía y política en el nordeste argentino. Los intelectuales correntinos en el contexto nacional y regional”. En: VIEL MOREIRA, Luiz Felipe (coord.) Instituicoes, fronteiras e política na Historia Sul-Americana. Curitiba: Juruá Editora, 2007. p. 221. 10 Brava, Vences y Caseros, que integran la “Cruzada Libertadora”20. La conmemoración de los centenarios de estos enfrentamientos motivó la publicación de numerosos trabajos de investigación, ediciones documentales y polémicas periodísticas entre los historiadores correntinos y los revisionistas rosistas. Una de las cuestiones centrales presente en toda la historiografía correntina, es el supuesto de que un enorme espacio, “la provincia guaraní”, organizado en torno al predominio de la ciudad capital, estaba llamado a ocupar un lugar hegemónico en la historia nacional, pero que, tanto los avances extranjeros (paraguayos y portugueses primero y brasileños después) como la despreocupación de los gobiernos españoles y porteños, fueron reduciendo y marginando. Uno de los principales representantes de la historiografía correntina, Manuel F. Mantilla, lamentaba que, con el tiempo, estos límites originales fueran sucesivamente restringidos por desmembraciones territoriales abusivas, hasta quedar reducidos a los de la contemporánea provincia de Corrientes. El corolario de este proceso de desmembración habría sido la separación de Misiones, convertida en territorio nacional en 1881, bajo directa administración de las autoridades centrales21. Esta situación habría condenado a los correntinos al aislamiento que, junto con el permanente estado de lucha, derivaron en el carácter indómito del pueblo correntino, siempre dispuesto a abandonar el trabajo para tomar las armas en defensa de la libertad y del suelo patrio. El localismo no habría afectado la vocación nacional demostrada por los correntinos desde el momento en que adhirieron a la revolución de mayo. Como prueba de ello, se esgrimía la actuación de sus milicias en la campaña de Manuel Belgrano al Paraguay, en el ejército del Norte, en el sitio de Montevideo, en la campaña libertadora de San Martín y en la guerra con el Brasil. El símbolo más claro de esa entrega incondicional era el sacrificio del Sargento Cabral en la batalla de San Lorenzo, donde salvara la vida al héroe máximo de los argentinos, José de San Martín –también reivindicado como correntino-, acto que lo elevó a la condición de héroe nacional. Un problema que debió afrontar la historiografía correntina fue el de explicar las distintas alianzas que Corrientes tejió con los países limítrofes en su enfrentamiento con Buenos Aires. Se fundamentaría entonces, frente a las acusaciones de comportamientos “antiargentinos” que harían historiadores porteños, que en realidad se buscaba defender los intereses del país ante un centralismo que no dejaba otras alternativas en la lucha por la autonomía. El establecimiento de los estudios históricos universitarios en la década de 1960 puso de manifiesto la tensión entre dos sectores; por un lado, quienes proponían una historia superadora de esta dicotomía y una mirada integradora del pasado de Corrientes con el de los países vecinos; esta historiografía universitaria tendría, por otro lado, la activa resistencia de quienes continuaron haciendo una historia localista, cerrada en sí misma, epopéyica y exaltadora de los héroes provinciales. 20 María Gabriela QUIÑONEZ. “Entre el pasado y el presente: Historia y política en Corrientes en torno de la lucha contra la “tiranía rosista”. Revista de Historia de América.2000, Nº 126. México: IPGH, p.19-52. 21 E. MAEDER “La historiografía correntina. Algunas observaciones sobre su visión de la época colonial en esa provincia”. En: MAEDER, Ernesto J. A., María Silvia Leoni, María Gabriela Quiñónez y María del Mar Solís Carnicer. Visiones del pasado. Estudios de historiografía de Corrientes. Corrientes: Moglia Ediciones, 2004 11 2. La integración de la historia chaqueña en la historia nacional Un caso distinto lo presenta la subregión chaqueña. La preocupación por la historia chaqueña fue siempre escasa en el ámbito nacional, ya que ha sido –y es- una región periférica. Los primeros aportes al conocimiento geohistórico de la región provinieron de los religiosos que se introdujeron para evangelizar y de los conquistadores que cruzaron el territorio en busca de rutas alternativas para conectar el noroeste con el litoral fluvial. Las visiones referentes al Chaco elaboradas ya en la segunda mitad del siglo XIX se deben a los discursos de los representantes del gobierno nacional y de integrantes de instituciones vinculadas con el mismo, como el Instituto Geográfico Argentino y la Sociedad Geográfica Argentina, constituidas por funcionarios, militares y aficionados involucrados en las prácticas de apropiación material del Chaco. Los relatos de expediciones y campañas al Chaco fueron uno de los tópicos recurrentes y más extensamente abordados22. Los trabajos sostenían la imagen del Chaco como un “desierto verde”, un vasto espacio sin historia. Esta tenía su punto de arranque en el reciente proceso de ocupación por parte del estado nacional. El Chaco parecía no tener un pasado; sólo un presente y un futuro. Al ser un área “vacía”, le correspondió a la geografía volverla objeto de conocimiento y ocupar así un lugar privilegiado en la formación de una conciencia territorial nacional23. Finalizada la conquista, se inició exitosamente el proceso de incorporación al sistema nacional dentro del modelo de economía primaria exportadora, a través de la explotación del quebracho primero y del cultivo del algodón después. Por un lado, surgió la necesidad de brindar una imagen del Chaco basada en los relatos de la ocupación inicial y que al mismo tiempo demostrara los avances logrados en tan poco tiempo. Por otro, se comenzó a sentir la necesidad de disponer de alguna forma de saber organizado en torno a los orígenes, las características y el sentido de su desarrollo. Ese comienzo de reflexión histórica se produce cuando entra en debate el modelo político y social por construir y los modos de resolver las cuestiones que hacen a una sociedad organizada24. Recordemos que el Chaco y luego Formosa se incorporaron al estado argentino como territorios nacionales. En el período territoriano no podemos hablar en el Chaco de la constitución de un campo historiográfico, sino de la existencia de un protoespacio historiográfico25. No existía el historiador profesional ni instituciones que favorecieran este desarrollo, y quienes se volcaron a la historia, en muchos casos ocasionalmente (periodistas, docentes, naturalistas, sacerdotes), la consideraron una tarea complementaria de sus otras actividades. Por otro 22 Carla Mariana LOIS y Claudia Alejandra Troncoso. “Integración y desintegración indígena en el Chaco: los debates en la Sociedad Geográfica Argentina (1881-1890)”. 1º Congreso Virtual de Antropología y Arqueología, octubre de 1998. URL: www.naya.org.ar. 23 Beatriz DÁVILO y Claudia Gotta (comp) Narrativas del desierto, geografías de la alteridad”. Rosario: UNR, 2000, pp. 61-74. 24 Néstor Tomás AUZA. “La cultura histórica”. En: Academia Nacional de la Historia. La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina. Buenos Aires, ANH, 1996. t.II, p. 404. 25 Tomamos la noción de Gustavo PRADO “Las condiciones de existencia de la historiografía decimonónica argentina”. En: Fernando Devoto y otros. Estudios de Historiografía argentina (II). Buenos Aires: Biblos, 1999. 12 lado, los principales historiadores correntinos, Manuel F. Mantilla y Hernán F. Gómez, abordaron el pasado chaqueño en tanto se vinculaba con la historia de su propia provincia. En la primera mitad del siglo XX, ya encontramos esfuerzos en pugna para dotar de una memoria histórica a los habitantes del “desierto verde”. La cuestión central era determinar dónde se encontraban los orígenes de la historia del territorio, para filiar y legitimar a distintos grupos y actores inmersos en la construcción de un Chaco que presentaba una sociedad heterogénea, producto de las migraciones, y de gran movilidad. Podemos identificar tres grandes perspectivas que se delinearon para el abordaje de la historia26. En primer lugar, la que buscó imponer una imagen del Chaco como producto de un esfuerzo netamente argentino. Estas visiones del pasado buscaron reforzar una historia nacional que apuntaba a la argentinización de los habitantes. Se resaltaba fundamentalmente la gesta del ejército nacional, que había permitido la incorporación efectiva del territorio a la nación, tras terminar con la oposición indígena, abriéndolo para la inmigración y el consecuente progreso material que entonces se avizoraba como ininterrumpido. Dentro de esta perspectiva, desde Corrientes se buscó resaltar el empuje de correntinos que habían contribuido en esta gesta, atribuyéndoles un papel destacado como constructores del Chaco -ya fuera a través de las acciones emprendidas por sus gobernantes o del trabajo de sus obrajeros-. Hernán Gómez en su Historia de la Gobernación del Chaco (1939) destacaba una historia de siglos, en la cual “es siempre mayoría la estirpe de la provincia limítrofe de Corrientes, cuya emigración forma el protoplasma fecundo de tanta maravilla”27. Como lo indica este párrafo, la obra está orientada a remarcar el papel de Corrientes en el desarrollo del Chaco, en un proceso en el cual el arribo de los inmigrantes cumple un papel secundario. Otra perspectiva tomó como hito inicial del proceso histórico la colonización de Resistencia, producto de la inmigración. A partir del 2 de febrero de 1878, fecha atribuida al arribo de los primeros inmigrantes italianos, el Chaco había progresado gracias al tesón y el sacrificio del inmigrante. En la construcción de toda identidad colectiva es fundamental la representación que el grupo tiene del “otro”; el “otro”, para esta perspectiva, estaba constituido por Corrientes, percibida, en contraposición con el Chaco, como una sociedad tradicionalista, atrapada por su pasado, ajena al espíritu del inmigrante, y que había extendido una nociva tutela política y cultural sobre el territorio chaqueño. La comparación con Corrientes servía de parámetro para definir lo propio de “ser chaqueño”. Esta interpretación del pasado buscaba demostrar el carácter original del desarrollo chaqueño y marcar las posibilidades de autonomía con respecto a esa tutela correntina. Esta memoria se nutría de la tradición liberal sustentada por el socialismo. En la década de 1940, en el marco de un nacionalismo hispanófilo y católico, se propuso una memoria alternativa a la de la inmigración, con el rescate de las raíces católicas e 26 Este tema lo hemos abordado en nuestro “Los usos del pasado en el “desierto verde”. Historia y construcción de identidades en el territorio Nacional del Chaco”. X Jornadas Interescuelas-Departamentos de Historia, Rosario: Universidad Nacional de Rosario, 2005. En CD 27 Hernán F. GÓMEZ Historia de la Gobernación Nacional del Chaco. Buenos Aires, s/e, 1939; p. 8. 13 hispánicas de la historia chaqueña. Se impulsó la revalorización del período colonial, que se denunciaba sumido en un olvido que impedía visualizar la existencia de un continuum temporal dado por la acción de la Iglesia en el Chaco. Y que también le otorgaba al Chaco una larga proyección histórica, similar a la de las provincias tradicionales. Las disputas entre estas memorias se verían por ejemplo, en los debates en torno a la Constitución provincial de 1957 y sus fundamentos históricos, que giraban en torno al interrogante de si era el Chaco una provincia de raíces católicas o de arraigada tradición laica28. A mediados de la década de 1940, también asistimos a un movimiento de revalorización de lo indígena, hasta entonces prácticamente ignorado o despreciado. En estas interpretaciones el indio pasará lentamente de ser el enemigo feroz por derrotar, un obstáculo por vencer para lograr el progreso, a convertirse en una figura legendaria, digna de imitar en cuanto al amor profesado hacia su tierra, sentimiento que buscaba despertarse en los chaqueños. A semejanza de lo ocurrido con el gaucho a principios del siglo XX, la reivindicación del indígena se produjo cuando se lo consideraba como parte de un mundo en extinción. Como ha sido señalado, los pueblos indígenas eran presentados en una doble perspectiva que articulaba la imagen de pueblos que representaban un obstáculo para el desarrollo de la Nación y como piezas de museo. Una excepción la constituirá el ya citado Ramón Tissera, quien plantea la problemática de la “invertebrada historia del Chaco”, y propone la recuperación del pasado prehispánico desde la perspectiva del rescate de culturas cuya aniquilación contribuyó a la dislocación de la conciencia regional y al desconocimiento de su aporte a la construcción del “Chaco profundo”. Pero el análisis de las sociedades indígenas quedó en manos de los antropólogos hasta las últimas décadas, en que la historia se ha ocupado de las relaciones interétnicas y los estudios de fronteras, buscando entender mejor la complejidad de estas cuestiones. La obra que se transformaría en un clásico de la historiografía provincial, Tres ciclos chaqueños (Crónica histórica regional), de G. Miranda, publicada en 1955, presenta una mirada ampliamente favorable de la labor de la generación del 80 y del proceso de modernización que incluyó al Chaco, lo que constituye un rasgo distintivo con respecto a las posturas de reivindicación regional surgidas en otros espacios, como Corrientes o Santiago del Estero con Bernardo Canal Feijoo. Así, no adhiere a la visión desencantada con respecto a los procesos de modernización del país ni a la oposición centro/periferia, sino que reconoce un proceso de integración de la región en la nación a través de la ocupación del “desierto” y de la llegada de la inmigración, proceso cuyos conflictos no son centrales y que adquiere una dinámica propia, producto de las peculiaridades del medio geográfico. Se ha señalado que la obra de Miranda toma la historia del Chaco como epicentro (y no como periferia) de la constitución orgánica del país, al norte del paralelo 28º y que su originalidad consiste en invertir los términos de la historia de la Nación, vista 28 Véase nuestro “Peronismo y transformaciones políticas en el Chaco (1946-1955)”. Res gesta, Nº 43, 2005. Rosario: UCA. p. 153-176. 14 ahora desde una aparente periferia que deja de ser dependiente en cuanto se convierte en centro diseminador de una nueva colonización29. La periodización brindada por Miranda no responde a la de la historia nacional sino a la de la propia historia chaqueña; abandona los acontecimientos políticos para concentrarse en las transformaciones socio-económicas que condujeron a la conformación de una identidad propia. La memoria de la inmigración sería hegemónica en las visiones del pasado chaqueño. Cabe destacar que, a pesar de su importancia, tanto la migración interna como la inmigración paraguaya hasta recientemente no merecieran mayor atención al abordar estas temáticas, pues los trabajos se han centrado en la inmigración europea. Si bien las resistencias a abordar la Historia reciente constituye un fenómeno generalizado, en el caso del Chaco, Misiones y Formosa la mirada predominante ha mostrado el desarrollo socio-económico del período territoriano con una valoración positiva, que ha sido presentado en un tono épico, frente a la crisis de la segunda mitad del siglo XX, que puso fin a los sueños de desarrollo ininterrumpido y que sería atribuida por algunos a las provincializaciones realizadas en la década de 1950, en el contexto del primer peronismo, una etapa a la que hasta recientemente se ha preferido no abordar. Reflexiones finales El tratar de dotar de una historia común al Nordeste argentino fue una necesidad surgida a partir de la segunda mitad del siglo XX como producto de los procesos de regionalización encarados entonces. Esta determinación planteó una serie de problemas vinculados con la heterogeneidad de los desarrollos históricos de las subregiones con las que se lo integró (pertenecientes antes al Litoral, las Misiones jesuíticas y el Chaco argentino); esta situación impedía básicamente encontrar una línea de desarrollo común. Esto se manifestó en la producción historiográfica que, pese a los esfuerzos realizados, quedó atomizada en historias provinciales o, mas recientemente, se ha manifestado en estudios sobre las distintas subregiones en relación con espacios que escapan a los límites nacionales, pero a las que les resulta imposible articular el desarrollo histórico del Nordeste como un todo. Estos desarrollos diferenciados en lo político, económico, social y cultural produjeron también dos perspectivas distintas sobre la integración de la historia regional en la historia nacional. Por un lado, Corrientes, provincia preconstitucional, presentó una historiografía reivindicatoria de su contribución a la organización de la Argentina, fruto del desplazamiento que sus elites dirigentes sufrían con respecto al lugar central que consideraban les correspondía en el concierto nacional. Los esfuerzos de la historiografía correntina por cohesionar las imágenes del pasado regional en torno a su propia historia resultaron insatisfactorios para los historiadores de las otras provincias. 29 Alfredo VEIRAVÉ. “Chaco en el territorio de la imaginación”. En: Universidad Nacional del Nordeste. Facultad de Humanidades. Testimonios. Resistencia: Universidad Nacional Del Nordeste, 1983, p.p. 552553. 15 Por su parte, la historiografía de los espacios incorporados más tardíamente a la nación, o provincias postconstitucionales, como se las ha denominado, revela una mirada positiva de los procesos de construcción de la nación y busca demostrar su aporte al progreso del país. No obstante, la producción universitaria, la pérdida de la visión optimista de los ex territorios nacionales y el proceso de integración regional en el Mercosur, han acercado las miradas sobre el pasado de los historiadores de las provincias del NEA, aunque esto no haya implicado la superación de los problemas expuestos. Determinados el contexto histórico en que surgió y los supuestos sobre los que se asienta la historiografía nordestina, consideramos que ésta debe replantearse la viabilidad de los esfuerzos por encarar una historia del Nordeste como región. Parafraseando a Sarmiento, conviene en este caso hacerse la pregunta: Nordestinos, ¿hasta donde y desde cuando? BIBLIOGRAFIA AUZA, Néstor Tomás “La cultura histórica”. En: Academia Nacional de la Historia. La Junta de Historia y Numismática Americana y el movimiento historiográfico en la Argentina. Buenos Aires: ANH, 1996. t.II, p. 403-428. ISBN 950-9843-27-X BORRINI, Héctor Rubén. La geografía humana y su desarrollo en la región centrooriental del Chaco. Resistencia: IIGHI-CONICET, 1994. 59 p. ISSN 0326-2766. BUCHBINDER, Pablo. “La nación desde las provincias: Las historiografías regionales argentinas entre dos centenarios”. IX Jornadas Interescuelas y Departamentos de Historia, Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, 2003. ISBN 950-33-0400-8. En CD. CENTRO De Estudios Regionales Del Nordeste Argentino. Sobre región y regionalismo. Con especial referencia al Nordeste argentino. Corrientes: CERNEA, 1978. 27 p. CHIARAMONTE, José Carlos, Carlos Marichal y Aimar Granados. 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