Subido por Marisbleydy Balaguera Navarro

Coaching integrado con el servicio al cliente

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3 pautas para mejorar la atención de tus clientes como coach
PORSORAYA / MARTES, 22 MAYO 2012 / PUBLICADO ENDESARROLLO COACHES, NEGOCIO
COACHING, VENDE TU COACHING
Si crees que la atención de clientes es muy importante en los negocios, porque el vínculo
emocional entre las partes incide en que se realicen o no las ventas, “la amabilidad y cortesía” son
atributos muy apreciados por el cliente, “el respeto y credibilidad” transmite confianza al cliente y
facilita la toma de decisiones sobre la compra, entonces entenderás lo decisivo que representa el
servicio al cliente en la labor del coaching.
Al fin y al cabo, el coaching consiste en entablar una relación profesional con cada empleado de la
empresa, y las relaciones se establecen y se desarrollan con “actitud de servicio“, el deseo de
entender la necesidad del cliente, la empatía suficiente para ponerse en sus zapatos, la fluidez de
la comunicación para entender y darse a entender, todo dentro de un ambiente de confianza,
cordialidad, y cercanía.
*** La primera pauta para mejorar la atención de tus clientes se refiere precisamente a tu actitud,
o disposición para relacionarte con el cliente, en este caso con los empleados de la empresa a los
cuales les vas a realizar coaching, o mejoramiento en su desempeño.
Las personas sienten si eres transparente o no a través de la conversación y postura corporal, si
eres confiable o no a través de la energía que transmites con tu mensaje no verbal, si estás
dispuesto a dar lo mejor de ti para ayudarle en su trabajo.
La actitud se mejora desde el momento en que eres conciente que tu labor como coach se
relaciona con el servicio a los demás, con desearlo desde el fondo de tu corazón, y la búsqueda por
todos los medios de dar tu mejor esfuerzo para que las otras personas logren dar el suyo propio.
La actitud crece con el optimismo, la alegría, la pasión por tu trabajo como coach que más que una
labor aburrida es una afición apasionante y atractiva.
*** La segunda pauta que te podrá ser muy útil como coach en el servicio a los clientes, o
personas a quienes vas a coachear para que sus funciones mejoren el desempeño del puesto de
trabajo, se relaciona con tu comunicación y forma de expresarte, sea verbal o no verbal, hablada o
con gestos.
El sondeo de las necesidades se realiza con la comunicación, las preguntas y las respuestas.
El apoyo a los clientes también se sirve de la comunicación, y el lograr que la otra parte encuentre
las soluciones a las inquietudes que le rodean o limitan su desempeño.
Una comunicación fluida, directa, amable, en el lenguaje del cliente y del negocio al cual se está
sirviendo, podrá serte muy útil como coach. Una comunicación que permita que la otra persona se
exprese e invite a que la confianza y libertad fluya, sea cordial y por turnos, se diga y se escuche,
se agregue valor y se pueda cuestionar en armonía.
Esta tercera pauta, es para todo profesional, aunque especialmente para aquellos que además de
coaching, ofrecen servicios de consultoría, asesoría y/o formación:
*** La tercera pauta en el servicio al cliente, consiste en aprender a dar antes que recibir.
Lo cual es válido para que el profesional utilice todos sus conocimientos y experiencia ganada
durante años, para traspasarla en unos cuantos días a la persona que está asistiendo, sin
remordimientos ni egoísmos, concientes de que ésta es precisamente la labor del profesional, dar
todo de si mismo para que los demás mejoren y crezcan como profesionales, sean más útiles a su
empresa, hagan las actividades en forma más fácil y logren siempre superar sus objetivos
propuestos
Servicio al cliente con coaching
Carlos Herreros de las Cuevas
Marketing
14.02.2013
5 minutos de lectura
coaching
servicio al cliente
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Entra en un hotel en cualquier parte del mundo y lo primero que encuentras es el personal en el
mostrador de conserjería, de recepción, maleteros, etc. que te darán mucha información sobre
cómo funciona el hotel.
Hace muchos años, antes de que Hong-Kong volviera a China, el Hotel Mandarín Oriental era un
paraíso del lujo; puede que siga siéndolo. En la época a la que se refiere este relato, la del
Mandarín más moderno, el viejo y colonial Península hotel era su competidor al otro lado del agua
que separa la isla del continente, ambos unidos por el ferry Star.
Los dos eran grandiosos y decididos a ser ejemplares en todo lo que hacían. En el Península el
personal vestía uniformes abotonados hasta el cuello y guantes blancos. Los techos eran altos, la
decoración brillante sin macula y con una atmósfera de ocupación. Pero no era relajante. Los
abotonados uniformes explicaban todo; parecía que todo el personal estaba en un desfile y con el
riesgo de una inspección inmediata. Las formas del personal eran maravillosas, todos
extremadamente corteses, cualquier petición inmediatamente atendida; y sin embargo… No vivía
el sentimiento de estar relajado a pesar de un entorno de servicio de alto nivel e instantáneo.
En el hotel Mandarín los techos no eran tan altos, aunque la decoración era igual de inmaculada.
Los uniformes eran más sueltos en lugar de estar abotonados, y las peticiones atendidas con
suaves inclinaciones de cabeza antes de ser satisfechas, parecían tener más fluidez que en el
Península. No parecía que fuera a haber una inspección inminente ni se veía el ojo crítico que la
realizaría. Lo que transmitía el Mandarín era una sensación de bienvenida no de estar en un
espectáculo. El centro o foco era la comodidad del cliente, no la presentación del personal.
Confianza
En este relato de dos grandes hoteles en un momento dado, podemos ver la evidencia de dos
recorridos diferentes dentro del sistema límbico. En el Península se respiraba un ambiente de
miedo. La crítica, o la posibilidad de que se produzca, es una gran generadora de miedo o de las
defensas preparatorias para desbaratarle. Eso producía la rigidez del personal del Península y la
rigidez, incluso cuando se practica con inteligencia, no es bienvenida por el cerebro.
En el Mandarín no existía ninguna señal obvia que indicara la posibilidad de miedo. El personal de
este hotel con su estilo, vestimenta y actitud general, creaba una sensación cálida sin las
expectativas de ser inspeccionada en cualquier momento. Sin duda que ocasionalmente algunos
clientes con causa manifestaban sus críticas, merecidas o no quejándose en público.
Pero no era esa la expectativa del personal. Transmitía lo contrario, que la experiencia del cliente
debería ser totalmente placentera y que el personal era el experto facilitador de la misma. En el
Mandarín existía un nivel de auto-confianza regulada que no existía en el Península.
Por supuesto, las diferencias las genera el estilo directivo. Si los directivos han hecho muy bien su
trabajo, se incrusta en la cultura de la organización y se transmite al personal que se va
incorporando y se integra en un equipo creador continuo de un estilo y de una tradición. Los
directivos de más nivel crean la cultura organizativa.
Pero, ¿de dónde, en el conjunto de la gestión empresarial, proceden la cultura y el estilo?
La respuesta es: en el sistema límbico. Y en las partes del mismo que operan tanto por el lado de la
entrada o recepción (personal) y por el de la transmisión (equipo directivo). En este ejemplo los
directivos del Mandarín inculcaban a sus empleados era que confiaban en ellos y que, en
consecuencia, estos últimos confiaban en sí mismos. Confianza era la emoción que transmitía la
amígdala.
Confianza era también lo que las amígdalas de los empleados transmitían a los clientes que
llegaban al hotel: confianza en sí mismos y en su capacidad para servir y atender simultáneamente
todos los sistemas de apoyo al huésped. Y también, y a la vez, confianza en que los colegas
actuarían de forma coherente basada en esa confianza. La confianza provenía, y también
generaba, el sentido de cómo ser y estar. En el Península, se ponía el énfasis en el desempeño, lo
cual no es un generador de desempeño.
En “The inner game of tennis” (1975) Tim Gallwey comparte algunos de los principios que
acabamos de describir y su enfoque es conocido por muchos coaches.
Partiendo de un contexto deportivo, Gallwey sugiere que “todo juego se compone de dos partes,
una exterior y otra interior. Ni la satisfacción ni el dominio del deporte pueden encontrarse sin
prestar alguna atención a la habilidades relativamente olvidadas del juego interior”.
Sigue el autor diciendo que todos tenemos dos “yoes” evidentes en las conversaciones que
tenemos con nosotros mismos. El “ yo 1” se presenta como el “ordenante” que emite
instrucciones y manda, juzga el desempeño y castiga, mientras que el “yo 2” es el “hacedor” e
incluye la mente no consciente y el sistema nervioso. El “yo 1” no consigue confiar en el “yo 2”
aunque éste es muy competente; y así puede nacer un ciclo de acontecimientos en los que el “yo
1” no permite que el “yo 2” desempeñe todo lo que es capaz.
Con palabras sencillas, el “yo 1” puede crear un conjunto de interferencias que en sí mismas
pueden convertirse en el foco de atención ante esfuerzos para mejorar el desempeño pero que,
en realidad, si se eliminaran de la ecuación, liberarían al “yo 2” para que operara sin límites.
Ingredientes esenciales del coaching
Un cliente está reunido con un coach, y vice versa, sin que ninguno sepa mucho del otro. Se parece
a la primera visita que hacemos a un hotel desconocido. En ambos casos quizá existían
recomendaciones previas e informaciones disponibles, pero el primer encuentro real es decisorio
para lo que ocurra a continuación.
El coach puede adoptar la solución Península. Por muy educado que sea, en alguna parte remota
de su cabeza, rondará la ansiedad sobre si, finalmente, hará o no el coaching; sobre si será lo
suficientemente bueno y satisfará las expectativas del cliente, sobre si el resultado será
satisfactorio.
En la reunión se percibe una nota auto-crítica y el encuentro se basa en reglas no escritas- incluso
puede que escritas- sobre criterios de desempeño. El coach puede hacer un excelente trabajo en
las sesiones siguientes y el cliente puede informar de su satisfacción. Pero como ambos proceden
de una cultura crítica, basada en el desempeño, en las reuniones no aparecieron otras
expectativas. Las de desempeño y culturales se satisficieron con el nivel del Península, es decir, a
muy alto nivel.
Pero el coach podría escoger la solución del Mandarín y confiar totalmente en sus capacidades y
experiencia profesional, consciente de que no lo sabe todo y también de que sabe cuándo no
sabe, y de lo que hay que hacer si surge una situación así (por ejemplo utilizar al cliente para
saber). En estas circunstancias ambos, coach y cliente, pueden enfocar el encuentro de coaching
sin el trasfondo de la ansiedad del desempeño sino con un espíritu de indagación y
descubrimiento compartidos. Este enfoque genera confianza.
Entonces ocurre algo extraordinario. A medida que la confianza empieza a fluir entre los dos, el
sistema límbico del cliente empieza a abrirse a opciones nuevas y posibilidades porque se
tranquiliza la amígdala cuya función primaria es buscar el peligro.
Es en este momento cuando el coach puede empezar a hacer lo que un buen profesional sabe
hacer, que el cerebro del cliente empiece a explorar posibilidades hasta entonces no descubiertas
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