CONFLICTO DEL ALGODÓN EN MÉXICO El conflicto del algodón de 1992 fue una importante huelga de los trabajadores de la industria del algodón en México, que es uno de los sectores productivos más importantes del país, económica y socialmente. Antecedentes del conflicto En los años 80 se mostró un crecimiento en la industria de la confección mexicana. Tuvo su apogeo en el año 1987 debido a que no existía competencia nacional e internacionalmente. La confección mexicana con respecto a otros países carecía de calidad, buen precio y modernidad. En 1988 empezaron a aumentar las importaciones en el mercado nacional. De hecho, entre 1987 y 1994 las importaciones aumentaron en un 15.98%, lo que contrajo una modernización en las fábricas mexicanas, así como compra de maquinaria y mejoras en sus procesos. En 1995 disminuyó la compra y venta de prendas tanto a nivel nacional como internacional, todo esto debido a la crisis económica que se presentó en ese año. En los años 90 se dejó notar un importante crecimiento en el sector textil. En 1997 este sectorestaba formado por un 92% de micros y medianas empresas, las cuales producían para satisfacer las necesidades del mercado interno. Las empresas medianas y grandes tenían la capacidad de competir a nivel internacional con otros países. La industria textil creció un 16.6% durante 1997. El Conflicto del algodón de 1992 Durante los gobiernos de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo se empezaron a formular cambios con el fin de flexibilizar las relaciones laborales. Los organismos empresariales han insistido en la obtención de una nueva cultura laboral. Estas políticas se instrumentaron en la práctica a partir de 1992, fecha en que fue detonada una huelga nacional en el ramo textil del algodón. Este concluyó con que el Contrato Ley de la industria textil fuera derogado, con el fin de mejorar las relaciones laborales. El vencimiento del contrato afectaba a veinte mil trabajadores aproximadamente, y 240 fábricas. Tenía como fecha de derogación o vencimiento el 25 de junio de 1992 a las 0.00. Por la parte patronal, se proponía la modificación del contrato, suprimiendo diversas cláusulas que representaban casi el 43% del salario y un 10% de incremento salarial, supresión del fideicomiso constituido como fondo de retiro, fondo de ayuda de defunción para jubilados y flexibilizar en términos generales la relación obrero patronal. Tal propuesta patronal no era nueva si no que se venía previendo desde la revisión de 1990, en la que los empresarios propusieron, hasta esas fechas, de manera tímida, la modificación del aspecto normativo de la mutualidad (es decir los fideicomisos), modalidades que según ellos, permitirían descargarle una serie de obligaciones a las empresas, en virtud de que estas tendrían falta de liquidez. Sin embargo, por prorrogar el periodote pre huelga, la huelga estalló el 8 de julio de 1992 en 240 fábricas del ramo de la industria algodonera, con dos objetivos: Obtener la revisión integral del contrato ley e impedir que terminaran por completo los efectos del contrato ley, de conformidad con el artículo 421 de la ley federal del Trabajo. El día 5 de septiembre del mismo año (1992), después de 59 días en huelga, esta se levanta mediante un convenio que celebraron representantes de 26 grupos de trabajadores que laboraban en 26 fábricas del ramo, pero tramposamente en el convenio no se consideró dar por terminado el conflicto de la huelga, si no únicamente se hizo referencia a la entrega de las instalaciones. LA HUELGA DE CANANEA La Huelga de Cananea estalló el 1 de junio de 1906: ejemplo de la intransigencia patronal y el uso de cuerpos represivos provenientes de los Estados Unidos para poder liquidar las aspiraciones proletarias, dejó huella imborrable en la memoria histórica nacional. La ciudad de Cananea se encuentra en la parte septentrional del distrito de Arizpe, Sonora, a poco más de setenta kilómetros de los Estados Unidos (EUA). A inicios del siglo XX era ésta una pequeña población cuyos habitantes giraban en torno a la mina local, propiedad de “coronel” William Cornell Green, un astuto personaje sin capital propio que había aprendido a moverse en los ambientes bursátiles de Wall Street y había conseguido el apoyo de Porfirio Díaz para apoderarse de la mina y todo su alrededor. Así, había fundado la Cananea Central Copper Company (CCCC), haciéndose llamar “barón del cobre”. No era para menos: dominaba el lugar como si se tratara de un feudo donde los trabajadores eran sus siervos. Controlaba el comercio local a través de una tienda de raya cuyos productos se vendían en dólares, pues eran despensas importadas desde Arizona, EUA. Además, tenía una planta de contratación y líneas ferroviarias: el Ferrocarril Cananea-Río Yaqui y Pacífico, subsidiario de la Southern Pacific Railroad Company, mantenía comunicada la población. En ese entonces Cananea comenzó a vivir un intenso proceso de poblamiento, volviéndose espacio de atracción para inmigrantes de diverso origen social y geográfico, mineros originarios de, sobre todo, los estados de Chihuahua, Sinaloa y Baja California, pero también los había estadounidenses e inmigrantes negros y chinos, víctimas de discriminación y persecución. La discriminación, sin embargo, de igual forma se daba hacia los mineros mexicanos. No se les dejaba acceder a puestos especializados y se les pagaba en pesos, cuando a los trabajadores estadounidenses se les daba el jornal en dólares y eran ellos quienes ocupaban las posiciones privilegiadas. Esto ha sido considerado por muchos historiadores como una división interna dentro del gremio laboral de la mina, pero en realidad el colectivo se apoyaba sin importar si se era mexicano o estadounidenses. El movimiento obrero original de Cananea tenía vínculos con el proletariado del vecino país del norte. Compartían un enemigo, el capitalismo, y contra él unificaban fuerzas en la toda región fronteriza. Los colectivos de socialistas, anarquistas y sindicalistas revolucionarios de los Industrial Workers of the World (IWW- Obreros Industriales del Mundo) jugaron un gran papel en la formación del Partido Liberal Mexicano (PLM), y varios trabajadores de la mina de Cananea eran simpatizantes de los IWW. Los hermanos Magón y los IWW enviaron delegados a la mina para promover la movilización. Había en el lugar un grupo liberal, la Unión Liberal Humanidad, cuya lucha iba por la vía de la paz y la negociación. La mayoría de sus miembros no eran obreros, eran personal administrativo, comerciantes e intelectuales. Juan José Ríos, Manuel M. Diéguez y Esteban Baca Calderón eran sus representantes. La contraparte la formaban los miembros del Club Liberal de Cananea, anarcosindicalista, a cuya cabeza estaban Lázaro Gutiérrez de Lara, abogado, y Esteban Bermúdez, quien había llegado al pueblo en 1905 como delegado del periódico Regeneración. Su línea de lucha era la acción directa. Bermúdez, además, era el enlace con la dirección del PLM en San Louis Missouri y con la Western Federation of Miners (WFM) en Douglas, Arizona, el sindicalismo minero estadounidense más revolucionario. Todo este movimiento no era ajeno al espionaje policial. Los protagonistas fueron espiados. Se supo de sus reuniones para preparar la huelga, y de sus volantes y propaganda de educación política y concientización. A William C. Green se le avisó a tiempo del llamado a huelga para el 1 de junio de 1906, por ello pudo tender los hilos de la represión. Primero mandó un telegrama al gobernador del estado, Rafael Izábal, pidiendo su presencia y el envío de tropas. Solicitó a la par el apoyo estadounidense: directo al presidente Theodore Roosevelt, y al gobernador de Arizona, Joseph H. Kibbey. Éste autorizó la salida, desde el centro minero de Bisbee, de 275 policías rurales paramilitares (Arizona Rangers), quienes en la madrugada del 2 de junio cruzaron la frontera en Naco. Izábal los recibió: ante él presentaron juramento como “voluntarios”, y a su capitán, Thomas H. Rynning, se le reconoció cargo similar como miembro del ejército oficial mexicano. El 3 de junio, tanto el empresario como el gobernador negaron las demandas de los huelguistas. Ante las amenazas, los obreros protestaron aún más, y fueron violentamente reprimidos desde esa jornada hasta la del día 4. Los rangers se habían ido con la llegada de los rurales mexicanos, a los cuales se sumaron cerca de cien soldados para colocar al pueblo bajo ocupación militar. Hubo aprehensiones de todo tipo, y cerca de cien mineros murieron en la prisión. Los cabecillas de la Unión Liberal se habían deslindado. Gutiérrez de Lara y Bermúdez lograron escapar a los Estados Unidos. El resto de los líderes fue juzgado: se les dieron quince años de cárcel en San Juan de Ulúa, la pena terminó en 1911 con el triunfo de la revolución. La Huelga de Cananea fue una lección de valentía y defensa de derechos, de lucha por la libertad, la justicia y la igualdad. Sirvió de inspiración a la causa revolucionaria y a los movimientos unionistas de ambos lados de la frontera. Como modelo de insurrección contra el capitalismo, fue precursora de otras huelgas mineras y laborales. Cien años después, el 1 de junio de 2006, los mineros de Cananea mantuvieron en alto su lucha anticapitalista. A lo largo de su historia, la mina había pasado por varias manos: la empresa Anaconda Copper Company, a quien Green vendió sus derechos; el Estado mexicano (como paraestatal, tras la adquisición de la mayoría de sus acciones en 1971 y su nacionalización en 1982); fragmentada tras la privatización del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, y bajo el Grupo México. En el centenario, el Grupo México intentó impedir la conmemoración de los Mártires de Cananea, pero los mineros no se dejaron: se lanzaron a una huelga de cincuenta días con sus compañeros de las minas “La Caridad”, en Nacozari, y “La Calera”, en Agua Prieta. Siendo la mayor cuprífera de América Latina, a su batalla se unieron otros colectivos, como los acereros de la siderúrgica SICARSTA-Las Truchas en Lázaro Cárdenas, Michoacán. Entonces, como cien años antes, las fuerzas militares y policiacas intentaron acabar con el movimiento, pero no lograron. Tan sólo un recurso ilegítimo, la rescisión del contrato colectivo, pudo terminar con el levantamiento. Cuando en 2010 la Suprema Corte de Justicia de la Nación falló a favor del Grupo México, la mina fue tomada y se reprimió a los huelguistas. HUELGA FERROCARRILERA DE 1959 En 1948 inició un proceso de represión en contra del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM) que buscaba eliminar su democracia y acabar con su cultura de protesta, pero sobre todo fulminar su independencia política, vigente por años en el siglo XX. El ferrocarrilero fue el más combativo e independiente de los sindicatos de industria, por lo cual resultó el primero en ser reprimido en ese año, en un acto conocido como “el charrazo”. Con ello inició una tradición vigente que consiste en imponer en los sindicatos a líderes corruptos bajo un esquema corporativista para manipular los incrementos salariales, controlar e impedir los emplazamientos a huelga, así como defender los intereses de la empresa y del gobierno en turno. Entre 1948 y 1958, los ferrocarrileros de base, de forma silenciosa y clandestina, organizaron lo que hoy se conoce como el movimiento ferrocarrilero que tuvo su auge entre 1958 y 1959, y tenía como fin combatir el charrismo sindical, expulsar a los líderes impuestos, demandar incremento salarial, recuperar su independencia política y reconquistar el espíritu de lucha obrera perdido en la década pasada. 1947: depuración y moralización Al iniciar el año de 1947, los ferrocarrileros comenzaron un proceso de denuncia y crítica hacia el STFRM y la empresa Ferrocarriles Nacionales de México (FNM), razón por la cual surgieron varios líderes con la intención de hacer cambios fundamentales e impulsar dos estrategias: la depuración y la moralización de dicha compañía, con el fin de mejorar la situación laboral y económica de los trabajadores. Esta política fue promovida por el Comité Ferrocarrilero de Depuración Sindical, que era una continuación de la política obrera del presidente de México, Miguel Alemán (1946-1952); su objetivo fue denunciar la corrupción y la anarquía que gobernaba en el sindicato, producto del “mal manejo de las cuotas sindicales y la pésima administración realizada por los líderes ferrocarrileros Luis Gómez Z. y Valentín Campa”. Los ferrocarrileros en general apoyaron la idea de depuración y moralización de su sindicato y de la empresa; sin embargo, las secciones sindicales 15, 16, 17 y 18 se opusieron a tales medidas al interpretarlas como un engaño y una solución relativa y manipuladora. Fidel Velázquez, líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), coincidió con la estrategia del Comité de Depuración e hizo diferentes declaraciones para acusar a los dirigentes ferrocarrileros, Gómez y Campa, así como a los líderes y delegados de las mencionadas secciones sindicales, por haber cometido actos de corrupción dentro del sindicato. La oposición ferrocarrilera argumentó que la estrategia de depuración del STFRM fue elaborada durante el congreso de la CTM en 1947; por lo tanto, era una definición política e ideológica ajena a su naturaleza y a las necesidades de los trabajadores del riel. De esta forma, inició el incremento de control sobre el sindicato por parte del gobierno de Miguel Alemán. Por el aumento salarial El periodo de 1947-1952 se encuentra marcado por una intensa lucha ferrocarrilera por lograr un aumento salarial e implícitamente cambiar la política interna del STFRM. Múltiples telegramas fueron enviados a la presidencia de la República, provenientes de diferentes secciones sindicales de todo el país, con la finalidad de que fuera atendida su demanda y obtener un salario digno. Por ejemplo, la sección sindical 36, de Tamaulipas, argumentó que al hacer una “comparación del sueldo que recibían cuando las líneas nacionales estaban administradas por norteamericanos, resulta que actualmente dado el valor de nuestra moneda ni siquiera a esos sueldos llegaron”. La solicitud de aumento salarial revivió la tradición de lucha política del gremio ferrocarrilero y generó el despertar de los líderes locales y nacionales que, al pasar el tiempo, enfrentaron los acontecimientos de 1948 y atravesaron la década histórica que analizamos. Tal fue el caso de Demetrio Vallejo, quien en 1947 manifestó públicamente su inconformidad por los bajos salarios obtenidos y las agresiones que recibían sus compañeros por parte de las autoridades. Como representante de la “Delegación Uno” del sindicato de ferrocarrileros, envió un telegrama a la presidencia de la República en el que “pide su intervención” en Matías Romero, Oaxaca, para que “suspenda atropellos que vienen cometiendo contra dirigentes y trabajadores por haberse sindicalizado”. El contenido del documento fue un acuerdo tomado en una asamblea efectuada en las instalaciones de Ferrocarriles Nacionales de esa entidad. 1948: el charrazo El año de 1948 fue usado por la administración de Miguel Alemán para incrementar el control y la represión, disminuir la influencia de la izquierda y combatir la independencia sindical. El STFRM fue el primero sobre el que cayó la fuerza del Estado y posteriormente siguieron el sindicato petrolero en 1949 y el minero en 1951. En septiembre de 1947, Luis Gómez, secretario general del STFRM, eligió a Jesús Díaz de León, apodado “el Charro” por su afición a la charrería, como candidato para ocupar el cargo de secretario general. En un error de cálculo político, la izquierda mexicana también lo apoyó a través de Hernán Laborde y Valentín Campa. El historiador inglés Barry Carr ha explicado que con dicha decisión se abrió el camino a los líderes sindicales corruptos. El 31 de enero de 1948 finalizaron las funciones de Luis Gómez como secretario general STFRM. En febrero, Díaz de León ocupó el cargo y anunció la integración de una comisión integrada por el gobierno, la empresa (Ferrocarriles Nacionales) y el sindicato. Dicha medida no fue aceptada por todos los trabajadores (los inconformes fueron encabezados por Campa) por considerar que tenía como “objetivo crear una ofensiva de reajustes contra los ferrocarrileros, que era en lo que a final de cuentas se concentraría la labor de reorganización financiera”. El presidente Alemán marcó los nuevos tiempos políticos del STFRM, específicamente entre agosto y octubre de 1948, cuando hizo actuar a su nuevo líder Díaz de León contra la izquierda ferrocarrilera y sus cabezas Campa y Gómez. El 28 de septiembre, el nuevo dirigente los acusó de “fraude y apropiación indebida de fondos sindicales” por la cantidad de 226 000 pesos cuando estaban al frente del sindicato y de manera inusual llevó el caso directamente ante la Procuraduría General, sin pasar antes por los procedimientos internos de la agrupación. A partir del 8 de octubre, la policía del Distrito Federal inició la persecución de Gómez y Campa. Fue hasta ese momento cuando los ferrocarrileros comprendieron que las acciones asumidas por Díaz de León no eran solo acusar a dichos líderes, sino que en realidad lo que se pretendía era acabar con la línea comunista y la oposición en el sindicato y aumentar el control de este por parte del Estado. El 13 de octubre de 1948, los comités Ejecutivo General y de Vigilancia del STFRM decretaron la suspensión temporal de Díaz de León en el cargo de secretario general, por haber violado el contrato colectivo de trabajo y traicionado la integridad del sindicato. En medio de la “confusión y desmoralización” que existía en el sector ferrocarrilero, la respuesta del gobierno alemanista no tardó en llegar y el 14 de octubre se atacaron de forma violenta las instalaciones del STFRM Díaz de León violentó la vida interna del sector ferrocarrilero y convirtió su gestión en sinónimo de corrupción. Ello abrió un abismo entre los ferrocarrileros de base y los líderes sindicales charros; estos últimos estuvieron amparados por el gobierno durante la década analizada. A partir de dichos actos, en el medio ferrocarrilero se generó descontrol, desmoralización e inmovilización política. 1958: por un salario digno y contra el charrismo Entre 1957 y 1958, en la coyuntura de la sucesión presidencial, el mandatario Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) se vio obligado a flexibilizar la relación entre el poder y la sociedad; entonces abrió un espacio para la libre protesta y la acción sindical independiente. Los ferrocarrileros aprovecharon los tiempos políticos para reorganizar su movimiento a nivel nacional y romper las cadenas impuestas por el charrismo. Por acuerdo colectivo de la base ferrocarrilera surgió la Gran Comisión ProAumento de Salarios el 2 de mayo de 1958. Estuvo encabezada por la Comisión Ejecutiva Ferrocarrilera, representada por líderes de distintas secciones con Demetrio Vallejo al frente, además de Jesús Velázquez, Pedro González, Francisco Sánchez, J. Antonio Meza, Jorge Murillo, Agustín Hinostroza y Servando Haaz. Tuvo como objetivos demandar un aumento salarial de 350 pesos, con retroactividad al 1 de enero de 1958, y destituir a los dirigentes charros de los comités ejecutivos locales y nacionales del STFRM. Para entonces el líder charro Samuel Ortega ejercía el cargo de secretario general del STFRM, mientras que Roberto Amorós era el gerente general de Ferrocarriles Nacionales de México. Ambos se negaron a atender las demandas de la Gran Comisión. Por ello, el 11 de junio de 1958 Vallejo planteó radicalizar el movimiento para presionar aún más a la empresa a través de paros escalonados, aunque estaba consciente de que se podría perder todo, pues no existía la garantía de contar con el apoyo de todas las secciones sindicales del país. Los plazos que se dieron fueron los siguientes: el 25 de junio debía existir una respuesta favorable a la solicitud de aumento salarial retroactivo. Se acordó que iniciarían el primer paro escalonado el día 26 a las 10:00 am, con una duración de dos horas e incremento de dos por día, hasta llegar al paro indefinido. La estrategia tuvo resultados positivos. El 1 de julio, Ruiz Cortines recibió a una comisión de ferrocarrileros para concederles un aumento salarial de 215 pesos sin perjuicio de lo que pudiera conseguir el sindicato en la revisión que se llevaría a cabo en noviembre siguiente. Con dicha decisión, implícitamente el primer mandatario de la nación les daba la razón a los paristas y desconocía a Samuel Ortega. Lo que siguió fue convocar a una elección democrática interna del STFRM, en la cual resultó ganador Vallejo, permitiendo con ello la eliminación temporal del charrismo sindical. De esta forma, la década histórica de 1948 a 1958 representó la recuperación de la esperanza y la cultura combativa presente en los ferrocarrileros para reorganizar su movimiento y actuar contra la cultura de la imposición, del corporativismo y del charrismo. El sindicato ferrocarrilero se transformó de forma significativa en los aspectos económico y político entre mayo y agosto de 1958, situación que incrementó su fuerza e independencia política. Sin embargo, esto generó un enfrentamiento y finalmente la represión por parte del gobierno de Adolfo López Mateos durante los primeros meses de 1959. La brutal represión del Estado dio fin al movimiento sindical independiente más importante de la segunda mitad del siglo XX. Pese a ello, su aportación cultural triunfó desde el momento en que logró la reorganización obrera, los paros escalonados, el incremento salarial y la elección de líderes representantes de la base trabajadora.