El rechazo de Esaú. Leamos otra vez, en los versículos 2934, lo que sucedió con Esaú. 29 Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, 30 dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. 31 Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. 32 Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? 33 Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. 34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura. Para entender lo que pasa aquí, debemos de saber lo que es la primogenitura. En el mundo cultural de esos días, el primer hijo de la familia recibía ciertas ventajas simplemente en virtud de ser el primero en nacer. Por un lado, había ventajas económicas. A él se le daba una porción más grande de la herencia que dejaba su padre. Por el otro lado, había ventajas espirituales. El primer hijo recibía bendición espiritual de su padre, y además la promesa a Abraham pasaría al primogénito. Sin embargo, vemos que Esaú no valoró estos privilegios y Jacob, muy astuto, se aprovechó de la oportunidad para exigirle a su hermano el derecho de la primogenitura. De ninguna manera podemos recomendar lo que hizo Jacob. Él se aprovechó de su hermano en un momento de debilidad. Es interesante que más adelante, Jacob sufra de lo mismo. Su tío también se aprovecha de él. Así que, no crean que Jacob se salió completamente con la suya. Sin embargo, aquí queremos enfocar la mala decisión de Esaú. Esaú prefirió satisfacer un deseo físico en ese mismo momento, y lo deseó más de lo que valoraba la bendición de la primogenitura. Decidió hacer un trato muy inconveniente para él - sacrificar sus derechos por una satisfacción momentánea. Y me pregunto: ¿cuántas veces podremos hacer nosotros lo mismo que Esaú? En vez de apreciar las bendiciones que Dios nos ofrece, en vez de valorar la familia, la iglesia, el perdón, y tantas otras bendiciones que Dios libremente nos da, lo cambiamos todo por alguna cosita que el mundo pone ante nosotros. Olemos el olor del deseo, y decimos, Voy a morir si no tengo eso. Pero ¿sabes qué? ¡No es cierto! Esaú no se hubiera muerto si Jacob le hubiera negado el guiso, y nosotros no nos moriremos si le decimos que no a esa cosa. ¿A qué tipo de cosa me refiero? Hay tantos ejemplos que se podrían dar. Quizás preferimos esa rica sensación de guardar rencor, y entonces nos alejamos de algún hermano - y quizás de la iglesia - porque preferimos el resentimiento al perdón. O quizás tenemos amigos o actividades que nos alejan de la iglesia - y poco a poco dejamos de asistir, nos vamos olvidando de Dios, y cambiamos una vida de devoción a Dios por algunas actividades de diversión. Quizás nos llama la atención el dinero, y decidimos que tenemos que trabajar en vez de buscar las cosas de Dios, en vez de pasar tiempo con nuestra familia, en vez de ayudar a otros. Cambiamos la bendición de Dios por algo que no vale la pena. En conclusión: De muchas maneras, verás que Satanás intenta distraerte, invitándote a cambiar la bendición de conocer a Dios por un plato de sopa. No creas esas mentiras. No te dejes llevar por el olor. No desprecies la bendición; valora lo que Dios te ha dado. DIOS TE BENDIGA.