1 RAZÓN Y PASIONES En primer lugar, descompondremos cuál es la teoría sustancialista de Aristóteles acerca del alma, qué tipos hay y cuál es la que comprenden los seres humanos, lo que nos conducirá a saber cómo se debe actuar: ¿conforme a la razón o a las pasiones? Según Aristóteles, “el alma es la entelequia primera de un cuerpo natural que en potencia tiene vida”1. Entendemos por entelequia, tener el fin en sí misma, es decir, hace referencia a cierto estado donde una entidad está trabajando continuamente en sí misma hacia la consecución de un fin intrínseco en el mismo ente; en contraposición con la potencialidad, que se refiere a la posibilidad de ser algo, impulsado por el acto (energeia). Luego, la entelequia o alma se produce en un cuerpo que está en potencia, y por tanto, en la materia adecuada ya que es lo que determina convertirse en un determinado ser, según sus posibilidades. Por lo tanto, los seres vivos se conforman de materia (cuerpo) y forma (alma), por lo que ni el alma se reduce al cuerpo (presocráticos), ni se opone a él (Platón). Después en Acerca del alma II, Aristóteles divide tres facultades, que contienen en sí actos y actividades. En las plantas se da solamente la facultad nutritiva, mientras que en el resto de los vivientes se da no sólo ésta, sino también la sensitiva (...). A otros, en fin, les corresponde además la facultad discursiva y el intelecto: tal es el caso de los hombres y de cualquier otro ser semejante o más excelso, suponiendo que lo haya.2 1. La facultad vegetativa, se caracteriza por la autoalimentación, el crecimiento y la reproducción. Se trata de la única facultad que tienen las plantas. 2. La sensitiva/perceptiva, corresponde a los seres que pueden percibir, desear (tener apetitos), moverse, imaginar y recordar. Así pues, el alma percibe porque tiene en potencia las formas sensibles de los objetos externos. Aristóteles explica que: Incluso cuando no vemos , distinguimos con la vista la oscuridad y la luz, aunque no de la misma manera. Pero es que, además, aquello que no ve está en cierto modo coloredao, ya que cada órgano sensorial es capaz de recibir la cualidad sensible sin la 1 2 Aristóteles, Acerca del alma (412 a 25). Madrid, Editorial Gredos S.A. (2000). Aristóteles, Acerca del alma (414 b 15). Madrid, Editorial Gredos S.A. (2000). 2 materia. De ahí que queden las sensaciones e imágenes en los órganos sensoriales aun en ausencia de las cualidades sensoriales.3 En cuanto al deseo (órexis), se trata de la búsqueda afectiva de un objeto, que al percibirlo va acompañado de placer o dolor. Según Aristóteles encontramos distintos tipos de deseos, diferenciados por su fin: El apetito (epithymia), el impulso o thymós y la voluntad (boulesis). También, el movimiento (kínesis) como alteración, generación y corrupción, aumento o disminución y desplazamiento. 3. Y por último, encontramos la facultad discursiva/intelectiva, exclusiva del ser humano. El intelecto consiste en asumir en el alma formas inteligibles, es decir, la esencia de los objetos sin su materia. De modo que destaca en su función teórica, la intelección de lo compuesto y divisible, donde a partir del conocimiento de las esencias y de los conceptos que tenemos en el alma, elaboramos juicios gracias a la capacidad de razonar. Mientras que las funciones prácticas consisten en razonar con aras a un fin, es decir, tiene que ver con la acción humana en relación con la virtud y la prudencia. Pues, las acciones son y lo que podemos decir de ellas es que pueden ser verdaderas o falsas (al contrario que Hume), pues si queremos alcanzar un fin a largo plazo (búsqueda de la vida buena/favorable) es necesaria la acción racional, guiada por el intelecto. De modo que para concluir con la reflexión de Aristóteles sobre el lugar que ocupan las pasiones y la razón dentro de la acción humana, en relación con la moralidad, me dispongo a finalizar con una cita de Descartes de su obra Las pasiones del alma, influenciado por el pensamiento aristotélico: Por lo demás, el alma puede tener sus placeres aparte; pero los que le son comunes con el cuerpo dependen completamente de las pasiones, de suerte que los hombres a los que más pueden conmover son los más capaces de gozar de esta vida. Es cierto que pueden también hallar más amargura, cuando no las saben emplear bien y la fortuna les da la espalda. Pero la sabiduría resulta útil especialmente en ese caso, porque enseña a hacerse tan dueño de ellas y manejarlas con tanta destreza que los males que causan se soportan muy bien, e incluso se saca gozo de todos.4 3 4 Aristóteles, Acerca del alma (425 b 20-25). Madrid, Editorial Gredos S.A. (2000). Descartes, R. Las pasiones del alma (p.278-279). España, Editorial Tecnos S.A. (1997). 3 Con esta cita, podemos establecer una relación con la vida contemplativa a la que Aristóteles apelaba para ser feliz, fin perfecto y supremo que todos los seres humanos aspiramos porque somos los únicos que pueden subordinar sus apetitos a la razón. Pues, la vida contemplativa consiste en cultivar los saberes dianoéticos, es decir, se trata de una vida dedicada a la sabiduría, lo cual conlleva tener una vida divina, al ser Dios que posee el saber en grado sumo. Sin embargo, el hombre nunca podrá alcanzar la sabiduría plena, pues solo la puede poseer Dios, por lo que la vida feliz ha de entenderse como un ideal regulativo. Hume en su obra Tratado de la naturaleza humana (1738-40) lleva a cabo una de las teorías filosóficas más interesantes y discutidas. Así pues, presentaremos cómo el filósofo de origen escocés, a través del análisis de la naturaleza humana realiza la dicotomía hecho/valor, que supone un giro ontológico influenciado por la utilización de las matemáticas como fuente de conocimiento del mundo. Tal y como muestra al principio de su obra, el análisis de la naturaleza humana es el inicio de cualquier investigación, pues todas en mayor o menor medida apuntan hacia esta dirección. Es evidente que todas las ciencias mantienen una relación más o menos estrecha con la naturaleza humana y que, por muy lejos que algunas de ellas parecen separarse, vuelven siempre a ella por uno u otro camino.5 Entonces, para poder comprender la dicotomía hecho/valor, comenzaremos analizando sobre qué objetos puede aplicarse la razón humana. Hume distingue una división en la obra Investigación sobre el conocimiento humano6 dentro de los objetos de la razón humana: relaciones de ideas o cuestiones de hecho. Las relaciones de ideas son enunciados cuya verdad requiere el uso de la razón para ser demostrables, puesto que son juicios al margen de la experiencia y no necesitan de la comprobación empírica. No obstante, no todo este tipo de enunciados son intuitivamente 5 Hume, D. Tratado de la naturaleza humana (p.17). Argentina, El Cid Editor S.A. Hume, D. Investigación sobre el conocimiento humano (Sección 4: Dudas escépticas acerca de las operaciones del entendimiento). Traducción, prólogo y notas de Jaime de Salas Ortueta. Alianza Editorial. 6 4 ciertos, ya que algunos parten de axiomas que han de ser verdaderos. Aclara Hume que “a esta primera clase pertenecen las ciencias de la geometría, álgebra y aritmética”.7 También encontramos las cuestiones de hecho, que podemos comprender bajo el siguiente ejemplo: a todos desde pequeños nos enseñan que las cosas de cristal son peligrosas porque nos podemos cortar con ellas si se rompieran. Este es otro tipo de conocimiento basado en la experiencia que trata sobre cosas existentes. Hume señala que este tipo de conocimiento no se obtiene atendiendo a las propiedades de los objetos, ya que si supiéramos que el cristal es transparente y liso, de ello no se derivaría que puede cortarnos; pero tampoco, el conocimiento de la causa y efecto se alcanza por razonamientos a priori, pues resulta imposible que la razón sin la experiencia llegue a elaborar ningún juicio verdadero sobre las cuestiones de hecho. Entonces, todos estos juicios basados en la experiencia se fundan en la relación de causa y efecto, pues permite ir más allá de la memoria y los sentidos. Además, cabe señalar que lo contrario a una cuestión de hecho no implica contradicción ni absurdo, puesto que “lo contrario de cualquier cuestión de hecho es, en cualquier caso, posible, porque jamás puede implicar una contradicción, y es concebido por la mente con la misma facilidad y distinción que si fuera totalmente ajustado a la realidad”. 8 Con esta diferenciación entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho, Hume deja claro que su pretensión es establecer los límites de la razón dentro de ciertos ámbitos para que deje de ir más allá de sus posibilidades cognitivas. Pues, sugiere que disciplinas como la teología o la metafísica, no son más que especulaciones que nunca podrán alcanzar conocimiento verdadero. Una vez aclarado el papel de la razón dentro del conocer, pasamos ahora a la cuestión de las pasiones, donde intentará probar: Primero que la razón nunca puede ser motivo de una acción de la voluntad; segundo que la razón no puede oponerse nunca a la pasión en lo que concierne a la dirección de la voluntad.9 En el Tratado 2º de la naturaleza humana, Hume expone que es imposible explicar la conducta humana sin tener en cuenta las pasiones (emociones, deseos, aversión, etc.), pues lo que motiva y mueve a la acción son las pasiones y no la razón. La razón no tiene una relación Hume, D. Investigación sobre el conocimiento humano (p. 57). Traducción, prólogo y notas de Jaime de Salas Ortueta. Alianza Editorial. 8 Hume, D. Investigación sobre el conocimiento humano (p.58 ). Traducción, prólogo y notas de Jaime de Salas Ortueta. Alianza Editorial. 9 Hume, D. Tratado de la naturaleza humana (p.614). España, Editorial Nacional (1981). 7 5 directa en la explicación de la conducta humana. Por consiguiente, el individuo por determinadas circunstancias tiene ciertos deseos o aversiones, que lo mueven por medio de una conducta hasta el objeto de deseo localizado. Las pasiones han de tomarse como hechos brutos que acontecen puros en nuestra mente. Muchos de estos objetos de deseo se albergan en nosotros debido a las distintas creencias que se tienen sobre cómo está hecho el mundo social y natural, sin embargo, estas creencias no interfieren en el fin de la conducta. Entonces, ¿qué lugar ocupa la razón dentro de la explicación sobre la conducta humana? La razón es, y sólo debe ser, esclava de las pasiones, y no puede pretender otro oficio que el de servirlas y obedecerlas.10 De este modo, Hume contradice a Platón, quien en la alegoría del carro alado atribuye un importante papel a la razón con el fin de de controlar las pasiones del cuerpo, pero para Hume la razón no se impone sobre las pasiones, ya que “ es imposible que la razón y la pasión puedan nunca oponerse entre sí”11, pues las pasiones no tienen capacidad representativa (no son verdaderas o falsas), sino que son “existencias originales” independientes unas de otras. Y además, la razón no se impone sobre las pasiones, sólo una pasión o deseo puede cambiar aquella que antes se tenía. Así pues, lo que hará la razón es ver cuáles son los mejores medios para lograr el fin deseado, se basa en otorgar a la razón un papel meramente instrumental. La principal diferencia con Aristóteles es que este habla de un fin racional, motivado por deseos racionales que asienta la razón mediante la práctica. Pero, para Hume no hay pasiones racionales o irracionales, sólo hay pasiones irracionales en la medida en la que está basada en una suposición falsa y cuando hay una insuficiencia de medios para alcanzar el fin previsto. Tras haber explicado la dicotomía hecho/valor, Hume deberá encargarse de aclarar donde se funda la moralidad, si en la razón o las pasiones, porque ésta tiene efectos en la conducta humana. No sólo prueba este razonamiento que la moralidad no consiste en relaciones-objeto de la ciencia-, sino que, si se examina con cuidado, probará con igual certeza que 10 11 Hume, D. Tratado de la naturaleza humana (p.617). España, Editorial Nacional (1981). Hume, D. Tratado de la naturaleza humana (p.619). España, Editorial Nacional (1981). 6 tampoco consiste la moralidad en ninguna cuestión de hecho que pueda ser descubierta por el entendimiento.12 De modo que Hume desaprueba que la moralidad sea objeto de la razón, y que ser individuos racionales no puede justificar la maldad o la bondad. Pues explica que cuando un hecho produce en mí aprobación o desaprobación , no es que sea por el hecho en sí, sino que es causa de mis emociones, porque soy yo mismo quien interpreta los hechos. Entonces, Hume lleva a cabo una dicotomía ontológica radical, donde cualquier valoración de aprobación o desaprobación sobre un hecho, no es un reflejo del hecho, sino de la interpretación humana. Pero sugiere que los humanos necesitamos de la racionalidad para imponer normas y leyes morales que nos permitan regular la vida social y poder alcanzar los objetos de deseo. Con todo, los predecesores de Hume se toparon con la pregunta sobre si verdaderamente hay una dicotomía radical entre los hechos y las pasiones. 12 Hume, D. Tratado de la naturaleza humana (p.688). España, Editorial Nacional (1981).