CARTAS MARRUECAS, CADALSO Simplificando mucho, podría decirse que la Ilustración, como movimiento literario, presenta dos aspectos fundamentales: la didáctica y la crítica, los cuales a veces aparecen bien diferenciados, pero en ocasiones se complementan, bajo el manto de la utilidad, que todo lo cubre en esta época. En el caso de las Cartas marruecas (1789), obra ensayística del escritor José Cadalso, predomina el segundo aspecto, pues constituye un recorrido satírico por las costumbres de la sociedad de la época. En efecto, la lectura de esta obra nos permite comprender mejor la España del siglo XVIII, analizándola, con un estilo ameno, desde la perspectiva “ingenua” de un joven marroquí, que contempla extrañado las costumbres de este país. Formalmente, se trata de la correspondencia (ficticia) que Gazel, un joven marroquí que llega a España junto con la comitiva de un embajador de Marruecos, mantiene con Ben Beley, su maestro y guía espiritual, describiéndole las condiciones de vida y las costumbres españolas, especialmente aquellas que más contrastan con las propias. Estas cartas se alternan con algunas que cruzan Gazel y Nuño, su amigo español, y este con Ben Beley. Entre los tres personajes se producirá, como veremos, un interesante juego de perspectivas sobre la situación española del momento. Con el arranque del siglo XVIII, promovido desde la monarquía y el estamento burgués, se produce un importante cambio en el pensamiento, conocido como Ilustración. Este cambio supone una ruptura con la tradición y con la fe como medios de conocimiento, en favor del método científico: la utilización de procedimientos racionales y críticos, y sobre todo la experiencia, serán ahora los únicos válidos para explicar la realidad y llegar así a la verdad. Este período es también denominado “Siglo de las Luces”, y es que suele decirse que el conocimiento es la luz para acabar con la oscuridad de la ignorancia. Para los ilustrados, esta se encuentra instalada en las creencias religiosas y en las tradiciones más ancestrales, muchas veces supersticiosas, y el respeto ciego a estas creencias y tradiciones no hace sino fomentar el atraso de la sociedad. Este movimiento tiene su máxima expresión en Inglaterra, donde aparecen figuras de la talla de Newton, Hobbes o Locke, y en Francia, donde se genera una corriente intelectual encabezada por Voltaire, Rousseau y Montesquieu, que culmina con la redacción de la Enciclopedia, y que será el germen de la Revolución Francesa de 1789. A partir de estos dos focos principales, el pensamiento innovador se empieza a difundir por el resto de Europa. En España, tras la muerte de Carlos II sin descendencia, se produce la guerra de Sucesión, resultando vencedor el Borbón Felipe de Anjou, que asciende al trono como Felipe V. Los orígenes franceses de la nueva casa real favorecerán, especialmente durante el reinado de Carlos III (1759-1788), la penetración del pensamiento ilustrado en la anquilosada cultura española. Un grupo de intelectuales, entre los que se encuentran Feijoo, Jovellanos, Moratín y Cadalso, asumen la empresa de incorporar a España a la corriente ilustrada que recorre el resto de Europa. Pero el tránsito renovador no será tan sencillo, pues la tradición y la fe pesaba todavía mucho sobre el carácter nacional, y esa postura crítica frente a ciertas ideas que fomentaban el anquilosamiento cultural les supondrá el rechazo popular, bajo la acusación de “afrancesados”, o lo que es lo mismo, de antipatriotas. También se resisten al cambio la nobleza y el clero, que ven cómo los intelectuales burgueses pretenden acabar con los principios ideológicos sobre los que se sustenta la sociedad del Antiguo Régimen, en que ellos se encuentran confortablemente asentados, gozando de no pocos privilegios. Así pues, los ilustrados no contarán con el apoyo de ningún sector de aquella misma sociedad que no pretenden más que mejorar. Tan sólo el monarca parece estar interesado en fomentar la reforma progresista, y de su mano se publican libros de contenido científico y filosófico, se traducen obras extranjeras, se promueven viajes de estudios por Europa y se crean instituciones para el desarrollo de la cultura, tales como la Real Academia de la Lengua, que impulsa la elaboración de un diccionario y una gramática. Pero aquella crítica contra lo tradicional, tan mal entendida por los españoles en general, tenía una finalidad positiva: hacer avanzar a la sociedad. Para alcanzar la felicidad colectiva es preciso salir de la incultura, reforzar la economía y mejorar las condiciones sociales. Los ilustrados proponen, como primera medida, la educación de los ciudadanos, y la literatura ya no puede ser un mero artificio estético, como sucedía en el Barroco, sino que ha de ser un instrumento útil, didáctico, puesto al servicio de la educación. Se produce así una reacción contra la literatura barroca, caracterizada fundamentalmente por la dificultad, ya fuera formal o conceptual (como muestra del culteranismo y del conceptismo, ya analizamos aquí, en posts anteriores, a Góngora y a Quevedo, respectivamente). Los ilustrados consideran que un lenguaje literario que no se entiende carece de sentido y sobre todo de utilidad, y proponen una vuelta a la claridad, a la sencillez, de manera que cualquier composición literaria pueda ser transmisora de contenidos y, en definitiva, contribuya a la formación intelectual, moral y social de quien la lee. Pero su intención va más allá de lo meramente estético: su propósito de instruir a la sociedad obedece a un plan para mejorarla. La España de finales del siglo XVII era un país empobrecido, heredero de la crisis económica y espiritual en que había terminado degenerando el agotado esplendor del Barroco. Las clases trabajadoras vivían en la miseria, carentes de derechos y, lo que es peor, sumidos en la ignorancia. Instruyendo a las clases populares, los ilustrados pretenden modernizar la cultura, generar progreso económico y conseguir un mayor bienestar social. En el plano artístico, se produce una reinterpretación del clasicismo: no se trata ya de una recuperación de sus principios estéticos (como ocurría en el Renacimiento), sino de una nueva visión de los mismos, y de ahí la denominación de Neoclasicismo. En general, frente a la exageración y la complicación barrocas, ahora se busca la moderación y la simplicidad; frente al retorcimiento, la armonía; frente al pesimismo, el optimismo, la alegría, la diversión; frente al lenguaje complejo y artificioso, la claridad expresiva… El tema de las Cartas marruecas Cadalso, desde la perspectiva crítica de un extranjero que estuviera de paso por España, reflexiona sobre el atraso cultural, la pobreza económica y el anquilosamiento social que encuentra en este país, apostando por el espíritu reformador de la Ilustración que se aprecia en el resto de Europa. Estructura La obra es un ensayo desarrollado bajo una estructura epistolar, siguiendo el modelo de las Cartas persas, de Montesquieu (1721). Consta de noventa cartas, la mayoría de las cuales son enviadas por el joven Gazel a su maestro Ben Beley, recogiendo sus reflexiones sobre la España que va descubriendo. A estas se añaden las respuestas del maestro y las cartas que ambos se intercambian con Nuño, un cristiano amigo de Gazel. La intervención de estos tres interlocutores permite al autor, como veremos, la posibilidad de contrastar (y complementar) diferentes puntos de vista. Hay que señalar, por último, que, a la ficción de la correspondencia que constituye el contenido de la obra, Cadalso añade el detalle de afirmar que el conjunto de las cartas ha llegado a sus manos casualmente, como un manuscrito, que él simplemente se limita a publicar. Tres perspectivas en una Suele decirse que los tres personajes que se intercambian las cartas encarnan tres diferentes modos de contemplar (y analizar) la realidad social y cultural de la España del siglo XVIII. Esto es cierto, pero no es del todo exacto: Gazel representa la visión del joven extranjero, perteneciente a una cultura muy diferente a la europea, la marroquí, y que por tanto contempla como una novedad, de forma objetiva, sin juicios patrióticos o antipatriotas preconcebidos, cuanto va conociendo de la forma de vida en España. Pero su mirada no es totalmente objetiva, pues no puede evitar la comparación de esta cultura, extrañamente artificiosa, con la sencillez de aquella de la que él proviene. Así, a menudo se percibe cierto tono de ironía, que raya el menosprecio, al tocar determinados aspectos del carácter español, especialmente aquellos más anquilosados. Se trata, obviamente, de la voz del propio Cadalso. Nuño es un español, de mediana edad, honesto, que se guía sobre todo por el sentido común. Se muestra ideológicamente progresista, partidario de los avances, pero por desgracia escéptico con la capacidad de sus contemporáneos para hacer avanzar al país. Es, desde el punto de vista religioso, cristiano, pero también es contrario a las supersticiones y al inmovilismo en las tradiciones. A pesar de su aparente rechazo hacia la España del momento, en el fondo ama a su patria y le preocupa la situación en que se encuentra. Cuando mira el pasado y considera el proceso que la ha llevado al estado actual, no puede dejar de mostrarse un tanto pesimista. También el espíritu de Cadalso subyace en sus reflexiones. Ben Beley es el maestro y guía espiritual de Gazel. Es un anciano respetable, que ha alcanzado el equilibrio personal y cuyas opiniones, de carácter sentencioso, se rigen más por criterios universales, que por valoraciones parciales. Con su visión generalizadora a partir de la descripción de la situación española que le hace Gazel, proyecta un rayo de esperanza sobre esta. Es, pues, también Cadalso quien, a través de la voz del sabio Ben Beley, manifiesta su confianza en la recuperación. Suele decirse que es la postura de Nuño la que parece coincidir más con la de Cadalso. Sin embargo, estas tres perspectivas no se contraponen en la obra, sino que se complementan, configurando la auténtica visión del autor sobre la España del momento: contempla la realidad sin prejuicios falsamente patrióticos, sin apasionamiento, tomando distancia, y lo que ve le hace no ser muy optimista; sin embargo, en el fondo alberga la esperanza en la recuperación del país. El género de las Cartas: ensayo en forma de epístola. Los ilustrados se proponen llevar a cabo la instrucción de la ciudadanía, fundamentalmente a través de la literatura, y por tanto esta, según hemos indicado, ya no puede responder a los artificiosos criterios estéticos del Barroco; por el contrario, ha de regirse por los principios de claridad, precisión y utilidad, orientados a una finalidad didáctica, educativa. En este sentido, resulta sumamente adecuado el género ensayístico, ya que permite tratar temas políticos, históricos, filosóficos, etc. de una forma amena, fácilmente transmisible al público en general. Cartas marruecas sigue el modelo de la obra de Montesquieu Cartas persas, en la que también se plantea, a través de una estructura epistolar ficticia, la reflexión crítica sobre la situación política, social, económica y cultural de la civilización occidental. En el siglo XVIII, el género del ensayo responde a las siguientes convenciones: Texto breve. No consiste en un análisis exhaustivo de un tema. Escrito con fines divulgativos. No obstante, no es un tratado, sino que el autor proyecta su visión personal. Trata temas muy variados, de interés para el público, desde una perspectiva crítica. Son textos de lectura fácil y amena, pero en los que no faltan recursos literarios. Se dirigen a un lector de nivel cultural medio. Así, las Cartas marruecas se nos muestran como un conjunto de textos más o menos breves, en los que Cadalso, sin un orden concreto, trata distintos aspectos de la España del momento, desde una perspectiva personal, crítica, con el fin de hacer reflexionar al lector sobre la necesidad de reforma que tiene el país. Un tono expositivo no demasiado riguroso, alternado con no pocos pasajes descriptivos y narrativos, confiere a la obra una amenidad que la hace fácil de leer y, lo que era más importante para la época, la convierte en un magnífico soporte ideológico, respondiendo al principio clásico de instruir deleitando. La crítica constructiva Las Cartas marruecas son, obviamente, mucho más que la correspondencia mantenida entre el joven marroquí Gazel, su maestro Ben Beley y el español Nuño. En ellas Cadalso trata de hacer una radiografía del problema de España: analizar la situación del país, considerar sus causas y apuntar posibles soluciones. Compara, así, España con una casa grande, que en otro tiempo fue magnífica, pero que ahora se desmorona. Las causas de esta ruina son diversas: Las largas y costosas guerras europeas, en las que España estuvo inmersa durante años. La Guerra de Sucesión, que, a principios del siglo XVIII, produce una importante fractura interna en el país. La emigración de parte de la población española al continente americano. En buena medida, se trataba de personas procedentes de las clases trabajadoras, con lo que España ve mermada su capacidad productiva. Las clases nobles, llevadas de un trasnochado concepto de la honra, se resisten a desarrollar trabajos manuales. Los avances en medicina, matemáticas y demás disciplinas científicas son mirados con menosprecio, como una intrusión en la cultura tradicional española del pensamiento moderno que recorre Europa. Así, Cadalso, desde un profundo amor por la patria, lucha contra ese patriotismo mal entendido: hay que preservar lo que es útil de nuestras tradiciones, y rechazar aquello que nos impide avanzar. Esta postura hace que los elementos más conservadores de la sociedad le tachen de “afrancesado”, lo que en aquellos momentos equivalía a decir traidor. Esto hizo que la obra no fuera bien acogida entre sus contemporáneos. En cambio, tras su publicación, durante el siglo XIX, las Cartas marruecas fueron consideradas una honda reflexión sobre el problema de España, y su testigo fue recogido por los intelectuales de la Generación del 98 y, ya en el siglo XX, de la del 27. Temática y estructura marruecas de José Cadalso de Cartas 1.- La obra, como su nombre indica, está escrita en prosa en forma de cartas. Son noventa en total. No hay muchos personajes, ya que la correspondencia se cruza entre tan solo tres protagonistas: Gazel (embajador de Marruecos) y Ben-Beley (su maestro en tierras africanas), ambos de origen marroquí, y el español Nuño. 2.- Son los dos primeros los que escriben de forma extrañada sobre las costumbres occidentales (españolas) mientras que Nuño intenta dar una explicación acerca de las mismas cuando encuentra ocasión para ello. 3.- La obra responde no solo a las características de la literatura neoclásica sino también a la cultura del Siglo de las Luces y su afán por explicarlo todo bajo los parámetros de la razón. 4.- No hace falta rebuscar en los textos de la crítica para encontrar el precedente de las mismas, ya que fue reconocido por el mismo Cadalso: Cartas persas de Montesquieu. 5.- El hilo conductor de toda la obra gira alrededor de la sátira hacia ciertas costumbres y vicios de la época sin ningún orden ni clasificación. Tanto es así que se acepta que Cadalso las escribió en distintos años de su vida sin un plan preconcebido y simplemente por el gusto de poner por escrito (de una manera irónica) la hipocresía, la desigualdad, la brutalidad o las supersticiones que hacían inviable una sociedad basada en un espíritu científico, racional o comedido. Se acepta que fueron compuestas entre 1768 y 1774, aunque ninguna de ellas están fechadas. 6.- A pesar de la gravedad de los temas que trata, Cadalso (hombre instruido y cosmopolita) siempre aporta una nota compasiva hacia lo que él entiende como la verdadera esencia del pueblo español. 7.- Los personajes no adquieren la condición novelesca en ningún momento, ya que apenas están caracterizados. No le interesa ni su descripción física ni ahondar en los recovecos espirituales. Tampoco se incide sobre la ficción, la narración o la aventura. Cartas marruecas, en definitiva, se convierte en una excusa para retratar las costumbres de una época y de una nación que se resiste a abrazar los parámetros ilustrados de la cultura del Neoclasicismo. Y todo el estilo está puesto al servicio de este objetivo. Los temas de Cartas marruecas de José Cadalso 1.- Como buen ilustrado, el escritor cree fervientemente que el carácter de un pueblo viene determinado por circunstancias externas o por condiciones naturales. En ellas, se refleja la visión del autor que ve los problemas del presente como una consecuencia de los errores políticos pasados. Y achaca el atraso educativo y la pobreza enquistada a la política expansiva y guerrera de los Austrias. Su condición de militar no interfiere en ese pensamiento. 2.- Cartas marruecas, a pesar de su sobriedad, también deja traslucir una crítica a un modelo religioso que coloniza cualquier esfera social, política y económica. 3.- Considera José Cadalso que las antiguas guerras desarrolladas por los Austrias para mantener un imperio basado en la fe consumió recursos económicos que no se invirtieron en el desarrollo de la industria y la educación. Paralelamente, carga contra una nobleza indolente incapaz de tirar del carro del progreso y dedicada únicamente al ocio y al disfrute. 4.- En Cartas marruecas se tratan temas que, posteriormente, retomarían los miembros dolidos y pesimistas de la Generación del 98 como el abandono de la agricultura intensiva, la falta de instrucción del pueblo, los estudios académicos con programas anticuados basados en la escolástica, la corrupción de las élites, la falta de cultura de la nobleza, el tradicionalismo defendido a ultranza… En definitiva, desgrana todos los vicios (e, incluso, delitos) que impiden el progreso y el bien común. 5.- En la obra se tratan temas que aún hoy día siguen siendo objeto de polémica, como las fiestas de los toros y su crueldad, el uso de palabras extranjeras en detrimento del español, la pedantería, la hipocresía, la preocupación por las apariencias, la frivolidad de las élites y la falta de consistencia intelectual de quienes se autoproclaman intelectuales… Al hilo con el tema desarrollado en Los eruditos a la violeta, critica la pedantería, los viajes sin ningún propósito educativo o formativo o el patriotismo sin espíritu crítico. 6.- Y, por último, a pesar de su ironía y crítica hacia la sociedad de la época, en la obra se transparenta el espíritu equilibrado y mesurado de su autor. Cartas marruecas de José Cadalso luce una prosa sencilla, equilibrada, sobria y libre de afectaciones. No vamos a encontrar ni figuras retóricas ni florituras en el lenguaje. Todo ello quedaba fuera de los intereses de un autor que representa el Neoclasicismo español en toda su esencia. Un sentir que puede resumirse (con el riesgo de reducir) a un choque entre las fuerzas poderosas de la tradición y los nuevos modelos que surgen a partir del empirisimo, el afán científico y la necesidad de poner todos los parámetros vitales bajo los focos de la razón y la inteligencia. Características de las Cartas marruecas de José Cadalso Las Cartas marruecas son una obra epistolar – es decir, escrita mediante cartas – que consiste en 90 cartas entre tres personajes ficticios: Gazel, un joven marroquí que visita España por primera vez, observa y comenta sus costumbres y su cultura; Ben-Beley, amigo y maestro sabio de Gazel, que vive en Marruecos; y Nuño Núñez, un español cristiano de quien Gazel se hace amigo. La obra fue publicada en 1789 póstumamente, y es un perfecto ejemplo de las características que dominaron la literatura ilustrada del siglo XVIII. Entre estas destacamos: Escritura epistolar (por cartas): durante el siglo XVIII en toda Europa, la ficción en prosa tomaba a menudo la forma epistolar, puesto que el género de la novela no era muy bien considerado. Como escribe el mismo Cadalso en la introducción del libro, el método epistolar “hace su lectura más cómoda, su distribución más fácil, y su estilo más ameno”. Las cartas también permiten a Cadalso de presentar distintos puntos de vista sobre los mismos temas. El escritor (Cadalso en este caso) se presenta como mero editor de la obra, y no como su autor. Esto era un recurso muy utilizado en la época para dar más verosimilitud a la obra y demostrar que las temáticas que aborda y críticas que presenta eran pertinentes a la vida real. Reflejo de las ideas de la Ilustración. La literatura ilustrada tenía que servir para divulgar las ideas propias a los intelectuales ilustrados. Estas eran: dominio de la razón, pensamiento crítico, empirismo, avances e importancia de las ciencias, cuestionamiento de los dogmas (incluida la religión) y de las viejas costumbres, libertad crítica, tolerancia, difusión del conocimiento, demanda de progreso y reformas, etc. Uso del recurso de un personaje extranjero o viajero comentando las costumbres de los europeos, o viceversa, para retratar así la sociedad europea de forma crítica. Este era un recurso recurrente en la literatura de la época, usado en obras como las Cartas persas de Montesquieu (máxima inspiración de Cadalso), Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, El ingenuo de Voltaire, o Suplemento al viaje de Bougainville de Diderot, entre otros. Función didáctica: Aunque las cartas no son una correspondencia real, la intención de Cadalso al escribirlas no era la de contar una historia entretenida. El recurso de las cartas ficticias es solamente una “excusa” para describir las absurdidades y los fallos de la cultura y la sociedad española desde un punto de vista externo, y hacer reflexionar sobre por qué y cómo debemos mejorarlos. Resumen de las Cartas marruecas Empezamos este Resumen de las Cartas marruecas presentando al marroquí Gazel que escribe a su amigo, el anciano Ben-Beley, desde España, donde ha llegado junto al embajador de su país. Su intención es quedarse allí para “viajar con utilidad”, es decir, introducirse en la sociedad y la cultura españolas y observar desde dentro sus costumbres y curiosidades. Para ello también ha entablado una relación de amistad con el español cristiano Nuño Núñez, con quien pretende dialogar sobre sus observaciones (Carta I). A partir de aquí, Gazel, Nuño y Ben-Beley compartirán sus opiniones sobre distintos temas, escribiéndose entre ellos (mayoritariamente Gazel a Ben-Beley). Las temáticas tratadas en las cartas son variadas y pertinentes al contexto de la España del siglo XVIII y a las preocupaciones ilustradas. La voluntad de Cadalso, como expresa en su Introducción, es la de reflejar el “carácter nacional” del país. Temas de las Cartas Marruecas Para ello, las Cartas Marruecas de Cadalso incluyen temáticas como la historia de España, sobre la cual Gazel se informa a través de su amigo Nuño (cartas II, V, XVI, LVII, LIX…), incluyendo una reflexión sobre la necesidad de objetividad e imparcialidad en el estudio de esta (carta V), en el caso de momentos históricos como la conquista de Méjico. Otros temas incluyen la educación (carta VII, XLII…), las problemáticas de clase, y críticas a la nobleza (XII, XIII…). Cadalso critica la nobleza hereditaria a través de la confusión de Gazel, y de las mofas de Nuño: “Nobleza hereditaria es la vanidad que yo fundo en que, ochocientos años antes de mi nacimiento, muriese uno que se llamó como yo me llamo, y fue hombre de provecho, aunque yo sea inútil para todo” (carta XIII). El patriotismo conforma también uno de los temas principales tratados en las Cartas . La variedad de perspectivas de los personajes permite a Cadalso de describir tanto lo que llama un “patriotismo mal entendido” (carta XXI), como el buen patriotismo encarnado principalmente por la figura de Nuño (“noble entusiasmo del patriotismo” (LXII), según el punto de vista ilustrado, y lo que Cadalso como intelectual de la Ilustración consideraba virtud o vicio. Otros temas incluyen la diversidad en las distintas regiones de España, pero también las diferencias entre españoles y europeos, la crítica tanto a la época anterior del barroco como a su época contemporánea del siglo XVIII, comentarios sobre los escritores españoles, las mujeres (LXXV, LXXVI…), la religión, y la decadencia. El personaje de Nuño, patriótico pero muy crítico con la situación del país y la necesidad de un progreso que ve difícil, escribe un diccionario (carta VIII), lo que permite a Cadalso de incorporar también reflexiones sobre la lengua española (carta XXXVII, LI, LIV, LXIII…), su evolución y la influencia de otras lenguas sobre ella, así como comentarios sobre el trabajo de traducción de textos, de gran importancia para la difusión de ideas ilustradas de todo Europa (carta XLIX, L). En la última carta, Gazel anuncia su partida de España, y su deseo de “iluminar [a BenBeley], si aún está ciego”, o de que “su corazón, si ya ha recibido esta luz, la comunique al mío, y unidas ambas, formen mayor claridad.” El Siglo de las Luces ilumina así con la luz del conocimiento y del pensamiento crítico todo quien esté dispuesto a escucharlo. Final de Cartas Marruecas Finalmente, Cadalso concluye sus Cartas Marruecas con una nota y una “Protesta literaria del editor de las Cartas Marruecas”. En la primera, Cadalso alude a una continuación de la correspondencia entre los tres personajes, dando así una sensación de más realismo a la obra. En la segunda, Cadalso imagina las críticas que el lector puede hacer de su obra y pide la “consideración caritativa de mi piadoso, benévolo y amigo lector”. Estas palabras no se deben leer solo como inseguridades del autor, sino como una crítica velada de la censura literaria presente en el siglo, y de la sociedad misma que recibiría una tal correspondencia e las ideas expresadas en ella con indignación y ofensa.