EL RESURGIR INSTITUCIONAL ¿Qué papel juega actualmente la experiencia ganada por nuestro potencial humano docente, en relación con los contenidos de los programas que hoy se desarrollan, o mejor se continúan desarrollando en las aulas de clase, en función de construir nuestra identidad científica y tecnológica? ¿Será correcto pensar que si continuamos aferrados a los mismos esquemas anacrónicos del pasado, se tenga alguna posibilidad de que nuestros estudiantes puedan algún día acercarse a las fronteras del conocimiento, o acompañar por lo menos a prudente distancia los avances de la ciencia y la tecnología? ¿Es razonable y coherente que la Alma Máter, frente a la misión que le encomendó la sociedad de que fuera generadora de nuevo conocimiento, como resultado de su investigación y trabajo diario, se encuentre todavía inmersa en las tranquilas y cristalinas aguas del riachuelo del pasado, mientras la ciencia y la tecnología moderna navegan hacia lo más profundo del mar del conocimiento? Sí se le ha dado una autonomía para trazar y orientar su futuro, en consonancia con ella, tiene la competencia para establecer una dinámica curricular que incorpore las estrategias apropiadas, que le permitan avanzar con el dinamismo que la ciencia y la tecnología de cada momento exigen. La universidad por la misión que se la ha encomendado no puede ser estática en su manera de pensar y proceder. Como su cerebro orientador siempre podrá encontrar mecanismos para reformular procesos y estrategias que conduzcan a estar más en sintonía con las necesidades de la sociedad. Si partimos del hecho, que el futuro es el pasado modificado, ¿en qué parte de nuestro proceder actual se está realmente actuando en consecuencia con ese hecho? Sí nos centramos en lo que tradicionalmente se ha venido haciendo en los cursos que se ofrecen normalmente, ¿qué cambios se han dado, por ejemplo, en los contenidos de hoy a los contenidos del pasado? Si los contenidos fundamentales no se deben cambiar, por lo que en esencia representan, su enfoque, presentación, asimilación, acorde con los adelantos de ciencia, motivación, estrategias de evaluación, profundización, aplicación a los planes de acción de cada programa, etc, sí pueden cambiar, para que por lo menos en ese cambio se sustente el futuro, y de alguna manera su dinámica. Ahora, cualquier innovación que se quiera hacer implica más trabajo y esfuerzo de las partes, que sin duda a futuro se verá plenamente justificado. Para el estudiante, el esfuerzo y cambio de aptitud que le implique lo puede ver justificado fácilmente. ¿Ocurrirá lo mismo con el profesor? En las condiciones en que realizamos actualmente nuestro trabajo, el ambiente que se percibe para el cambio no es el mejor, hay mucha dispersión, cada uno por su lado busca opciones para direccionar su rumbo, generando una apatía casi que generalizada, y así será muy difícil alcanzar algún resultado significativo. La apatía, el desconcierto y hasta desilusión de buena parte de la comunidad U I S actual, se asocia a la impotencia para el cumplimiento de las tareas misionales y generar así un futuro prometedor para la comunidad, sobre todo, teniendo en cuenta el inmenso potencial que tenemos en nuestras manos para lograrlo. La deserción que se viene acentuando actualmente, puede servir de indicador de lo que está y ha estado sucediendo al interior de la U I S. La de los estudiantes puede ser entendible por múltiples razones; pero la de los docentes, tiene connotaciones que nos deben preocupar como familia. No es razonable buscarle justificaciones al erróneo proceder en el que por tantas razones estamos sumergidos, pidiéndole a los estudiantes, responsabilidad, esfuerzo, interés, consagración, y hasta culparlos de la mala preparación que traen, cuando no se les está dando lo que ellos aspiraron encontrar en su Alma Máter cuando fueron admitidos para llenar plenamente sus expectativas e ilusiones. Una institución que se precie de cumplir realmente su misión disponiendo de tanta tecnología, potencial y talento humano, al igual que medios de información, no puede estarle entregando progresivamente a la sociedad cada semestre, un puñado de profesionales cada vez con menores recursos para afrontar la competencia en el competido y exigente campo laboral, o continuar con suceso su proyecto de vida. El verdadero cumplimiento de las tareas misionales entraña una conceptualización que propugne por el principio, de que cada promoción de profesionales, tiene que salir mejor preparada que la inmediatamente anterior; pues aquella, tuvo más tiempo en la Alma Máter para aprovechar, entre otros, lo último en ciencia y tecnología que ésta tiene el deber de proporcionar. Cuando se busca alcanzar grandes metas, y para lograrlo, se utiliza como estrategia la unión entre todos los estamentos que integran la comunidad, los mecanismos de cohesión tienen que responder a los principios que enmarcan las actividades que realizan sus miembros. El monitoreo (las evaluaciones docentes) de tales actividades, por ser éstas producto de la interacción entre las partes, concreta y particularmente, docentes y estudiantes; hasta hora éste no ha sido consistente, pues se ha tratado de dirigir los resultados en dirección contraria a lo que en esencia tiene que ser ese acompañamiento, ya que ha buscado efectos que en lugar de favorecer la interacción, lo que hace es lesionarla, pues no busca estimular y fortalecer la calidad y la excelencia, que es lo que en realidad se tiene que lograr. En el mismo sentido y para hacer más incoherente el monitoreo, éste se ha venido aplicando en los momentos menos oportunos. Interpretando el sentimiento de la sociedad, la U I S, tiene que ser una institución con protagonismo de gran impacto, no sólo regional, también nacional e internacional. En una comunidad como ésta, con las calidades y potencial que representa tienen que ser actores para tener en cuenta en todos los sectores de la sociedad. La región y su área de influencia, por su situación: geográfica, geológica, agrícola, ganadera, minera, petrolera, etc requieren tener la prioridad. Hay muchos asuntos fundamentales para encausar y comprometer a sus integrantes, pero para que la posibilidad de suceso sea una realidad, tiene que estar fundamentada en calidad y excelencia reales. El potencial, la capacidad, el talento y el interés institucional intrínsecamente existen, pero para el cabal cumplimiento de su misión, es necesario tener un norte definido que constituya una política institucional. En él, todos tenemos que estar comprometidos, de suerte que, los directivos de turno simplemente lo afinen para que esté acorde con la realidad de cada momento. La Alma Máter tiene que representar para la sociedad la fuerza edificadora con la que se enfrente y supere el escollo del subdesarrollo, y de esa manera, desterrar la problemática social que tanto agobia nuestra sociedad. Como universidad hay que pensar por ejemplo, que las zonas improductivas, erosionadas, altamente sísmicas, desérticas, etc, son simplemente retos que la naturaleza le plantea a la inteligencia humana, los que tenemos que enfrentar, y más aún, salir airosos. Con el potencial humano congregado en la universidad, formado, pero no totalmente desarrollado, y en formación, en sus diferentes niveles debe generar las condiciones que permitan superar todos los retos por difíciles que estos puedan parecer.