13. Las “propiedades esenciales” o “notas” de la Iglesia TEMA 13. LAS “PROPIEDADES ESENCIALES” O “NOTAS” DE LA IGLESIA dral). Por otra parte, las “notas” se entienden bien solamente en el conjunto de la vida de la Iglesia y de los cristianos. Textos extraídos del manual “Eclesiología”, de Ramiro Pellitero. Estas notas son inseparables entre sí. Cada una es don (de Cristo y del Espíritu Santo) y tarea (de la Iglesia y de los cristianos). Las denominadas notas de la Iglesia (una, santa, católica y apostólica) fueron formuladas en el Credo niceno-constantinopolitano (a. 381). Junto a su dimensión esencial, tienen otra dimensión existencial, dinámica o histórica. Por parte de la apologética y la Teología fundamental, las notas se han considerado como signos de credibilidad de la verdadera Iglesia de Cristo. Introducción Las notas que caracterizan a la Iglesia son, ante todo, propiedades esenciales de la Iglesia, dimanan de su naturaleza: se dan en todos los estados de la Iglesia, también en la Iglesia peregrina. Como “signos” del Misterio de la Iglesia, solo pueden percibirse plenamente desde dentro de la fe (como las vidrieras de una cate- En ellas se distinguen dos niveles: el esencial, constitutivo, correspondiente al don, y el existencial, histórico-dinámico, correspondiente a la tarea con la que colaboran los hombres. Como consecuencia, cada propiedad de la Iglesia lo es “ya” pero “todavía no”, lo será plena y definitivamente en el Reino consumado. 1. Unidad 1.1. Unidad constitutiva u ontológica de la Iglesia La Iglesia es una porque procede de la Trinidad una y única, a través de Cristo, su fundador, y el Espíritu Santo, su principio de vida (cf. Ef 4, 4-6). 1 13. Las “propiedades esenciales” o “notas” de la Iglesia La Iglesia es una porque hay “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos” (cf. Ef 4, 4-6). “¡Qué sorprendente misterio! Hay un solo Padre del universo, un solo Logos del universo y también un solo Espíritu Santo, idéntico en todas partes; hay también una sola virgen hecha madre, y me gusta llamarla Iglesia” (Clemente Alejandrino, Paedagogus, 1, 6, 42). La unidad de la Iglesia es imagen, prolongación y participación de la unidad intratrinitaria (cf. Jn 17, 21). Hay diversas imágenes de la unidad de la Iglesia: única grey o rebaño, único Pueblo, único Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu; una luz con muchos rayos, un solo árbol con muchas ramas… (S. Cipriano). La unidad de la Iglesia implica dos aspectos inseparables: unicidad (cualidad de ser único, irrepetible, solo, singular) e indivisibilidad. Esta unidad debe manifestarse visiblemente por dos motivos: por ser comunión también de personas humanas, y por ser la finalidad de la misión, que exige el testimonio visible de la unidad (cf. Jn 17, 21). La unidad visible tiene tres elementos interconectados: la fe, los sacramentos y el amor o caridad, a cuyo servicio está el gobierno de la jerarquía (cf. Hch 2, 42 y 44). Y es aquí donde tiene su raíz el triple vínculo (vínculos visibles de comunión), que el concilio Vaticano II apunta como condición de pertenencia plena a la Iglesia (cf. LG 14). La unidad, en contra de lo que pudiera parecer a primera vista, no significa uniformidad, sino que implica diversidad de tradiciones en la teología, en la liturgia, en la piedad y en la disciplina de la vida cristiana. Por último, rompe la unidad con la Iglesia tanto quien niega de forma pública y obstinada un contenido esencial de la fe común (herejía) como quien se vuelve contra la comunión litúrgica y social de los creyentes (cisma), lo que suele concretarse en la ruptura de unidad con el Papa, Obispo de Roma. La unidad profunda de la Iglesia nadie puede destruirla, porque está garantizada por Dios. San Cipriano compara esa unidad con la túnica “interna” de Cristo, que era entera, de una pieza, y que los soldados no rompieron, sino que la sortearon. 1.2. La unidad en sentido histórico: las “heridas de la unidad” y la tarea ecuménica Desde el punto de vista histórico, los cristianos no hemos sabido mantener y expresar la unidad de la Iglesia. Desde los tiempos apostólicos se han dado divisiones y “heridas” entre nosotros. Estas divisiones han sido especialmente graves en el s. XI (con la división entre católicos y ortodoxos, entre Oriente y Occidente) y en el s. XVI (por la división entre católicos y protestantes). “Tales rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo de Cristo (se distingue la herejía, la apostasía y el cisma (cf CIC can. 751) no se producen sin el pecado de los hombres” (CEC 817) Aquí se origina la denominada “cuestión ecuménica” y la tarea de restaurar la unidad visible e histórica entre los cristianos, a la que se denomina tarea ecuménica o ecumenismo. El ecumenismo doctrinal o teológico se ejercita entre expertos, por medio de los diálogos ecuménicos. El ecumenismo más importante es el llamado “ecumenismo espiritual”, que se refiere a la santidad de vida y a la oración por la unidad de los cristianos, que es un deber de todos nosotros. 2 13. Las “propiedades esenciales” o “notas” de la Iglesia 2. Santidad 2.1. La santidad ontológica de la Iglesia y la llamada universal a la santidad Ontológicamente la Iglesia es “indefectiblemente santa” (LG 39) por su relación con la Trinidad: elegida por el Padre, redimida por el Hijo, santificada por el Espíritu Santo y santificadora por medio de las “cosas santas” (la fe y los sacramentos, principalmente). En este sentido, los cristianos pueden llamarse “santos” o santificados; no porque lo sean de modo perfecto, sino porque están llamados a serlo por el bautismo, en virtud de los méritos de Cristo (cf. LG 40). La llamada universal a la santidad es personal y eclesial: es única y universal, no es propia solo de una élite, sino que también es para todos los cristianos que se santifican en la vida ordinaria. 2.2. La santidad en la historia: santidad y pecado en la Iglesia Desde una perspectiva existencial, la santidad de la Iglesia es sólo incoada (“Santa y siempre necesitada de purificación”, según LG 8). La Iglesia no es “de los puros”, sino que tiene en “donde hay más fe, caridad y esperanza, más desprendimiento de sí y sostenimiento de los demás, es donde hay más Iglesia” (U. von Balthasar). 3. La contribución de los fieles laicos a la vida y la misión de la Iglesia: la santidad tiene continuas y positivas exigencias de sentido eclesial y de compromiso social. 3. Catolicidad 3.1. La catolicidad ontológica de la Iglesia Ontológicamente, que la Iglesia es católica quiere decir que está dotada con la plenitud de los medios de salvación. Hay dos sentidos complementarios de catolicidad: • Pueblo de Dios. • 1. La necesidad de una continua “purificación de la memoria histórica”. Pedir perdón por los pecados realmente cometidos por los cristianos –también en el presente– es un signo lleno de contenido (como hizo muchas veces san Juan Pablo II). 2. La edificación de la Iglesia por la santidad: los santos son los que más o propiamente “hacen” la Iglesia por la fe, los sacramentos y la caridad. y cualitativo, expresa que la Iglesia tiene la plenitud de los medios de salvación: fe y sacramentos. La catolicidad tiene una doble fuente: • “desde arriba”: la Trinidad, a partir de la Alianza, la mediación universal de Cristo y la acción del Espíritu Santo. • “desde abajo”: la naturaleza humana. La catolicidad se va dando en un espacio, el cosmos que el hombre va transformando, y en un tiempo, la historia que Cristo va llenando. su seno pecadores. Pueden señalarse tres manifestaciones de esta realidad: cuantitativo, geográfico (extensión de la Iglesia). Todos los hombres están invitados al 3.2. La catolicidad dinámica de la Iglesia • la catolicidad, entendida en sentido dinámico o histórico, equivale a decir que la Iglesia es católica por ser enviada a todo el género humano. Se trata de un don y una tarea que tiene siempre la presencia y el horizonte de “lo universal” (la 3 13. Las “propiedades esenciales” o “notas” de la Iglesia santificación del mundo entero) incluso en “lo local o particular” • La catolicidad tiene como exigencia la misión de la Iglesia. Su fundamento principal es el mandato misionero recibido por los apóstoles de Jesús (cf. Mt 28, 19-20). Y, como ya vimos, dentro de la misión de la Iglesia hay tres tareas: la tarea misionera ad gentes o ad extra, la autoevangelización ad intra y la tarea ecuménica. En esas tareas, los cristianos participan según la condición, dones y vocación de cada uno. “Toda la actividad del Cuerpo místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado” (AA 2). 5. Otras propiedades de la Iglesia: la indefectibilidad • Esta propiedad debe entenderse de la Iglesia universal, pues no está garantizada la permanencia de la Iglesia a nivel local. 4. Apostolicidad 4.1. La apostolicidad ontológica de la Iglesia Ontológicamente, la Iglesia es apostólica por estar edificada sobre el fundamento de los apóstoles, porque guarda el “depósito” de la revelación y pervive por la sucesión apostólica. De ahí cabe distinguir tres niveles inseparables de la apostolicidad: • La Iglesia es apostólica desde su fundación por Cristo. • El anuncio del Evangelio permanece íntegro a través de la Tradición. • El oficio apostólico permanece por la “sucesión apostólica”, que nos vincula al hecho único de la encarnación y de la redención. La indefectibilidad de la Iglesia significa que no faltará en el mundo hasta el final de la historia. • La indefectibilidad de la Iglesia no debe confundirse con su infalibilidad, cuyo estudio pormenorizado puede reservarse a la teología de la misión de la Iglesia. ■ 4.2. La apostolicidad dinámica o histórica • Dinámica o históricamente, la misión de los Obispos sucede a la de los apóstoles. • De un modo más general, pero no menos real, la vocación cristiana es esencialmente vocación al apostolado. 4