Conflicto ético Como antecedentes expondré el caso: Un compañero de trabajo, al enterarse que voy a tener acceso a unos servidores, me pide clonar cierta información alojada en los mismo. Por supuesto, él no me ha dicho nada y nadie debe enterarse. La orden viene de arriba. Ante esta petición se abren varios escenarios: • • • Puedo decirle que no. Puedo decirle que sí. Puedo decirle que sí pero que no pude, que siempre estuve acompañado de personal de seguridad. Puedo decirle que no Esta sería la opción más limpia. Mi ética queda intacta, mi moral queda fortalecida, no infrinjo la ley y acabo en el paro. Podría decirse que, al elegir esta opción, socialmente sería aceptado y comprendido, incluso elogiado en mi círculo más cercano, pero con consecuencias desastrosas. Siempre tendría que explicar el porqué del despido de una empresa tan prestigiosa. Puedo decirle que sí La opción más fácil… o no. Tendría que lidiar con mi conciencia el resto de mi vida. Incluso sacando de la ecuación la condena penal, por veinte monedas de plata habría vendido mi ética, mi moral y mi integridad como persona. También es cierto que, mi vida proseguiría tal cual, sin sobresaltos. Hasta la próxima, claro. Puedo decirle que sí pero A primera vista, se antoja la opción más razonable. No contravengo a nadie, mantengo mi puesto de trabajo y mi vida no se resiente pero, ¿qué pasará la próxima vez que necesiten algo? Al final podemos concluir que, simplemente, estamos posponiendo una decisión que terminará marcando el resto de mi vida. Conclusión Sabemos que el espionaje industrial es un delito, ¿y si no me cogen? ¿Y si nadie se entera? Con no contarlo, evito el reproche social. Al no confrontar con la empresa, evito el reproche laboral. Al no ser “cogido”, evito el reproche penal. Al final, la ética y la moral se mezclan siempre con la legalidad. Se convierten en un sistema de contrapesos donde se valora todo en conjunto siendo incapaces de regirnos por una sola de las variables. Ni mejor ni peor, es lo que nos hace humanos.