PODA O LIMPIEZA DE LAS PALMERAS: En las palmeras el concepto de poda no puede ser entendido como lo es en las plantas leñosas -donde está asociado a la ramificación-, sino que tan sólo abarca la eliminación de hijuelos si es que no nos interesa su desarrollo o, si también lo preferimos, la eliminación de racimos de frutos y de hojas muertas o enfermas. Las palmeras suelen tener fructificaciones muy llamativas tanto por los vivos colores de sus frutos como por el tamaño y cantidad en que son producidos por cada planta. Sin embargo, cuando algunas especies, como Syagrus romanzoffiana, se encuentran en zonas peatonales, es precisamente cuando maduran los frutos y caen al suelo cuando se convierten en una molestia, justificando entonces su eliminación en la misma planta. La longevidad de las hojas depende de cada especie y de las condiciones en que estén viviendo, de forma que sólo será justificable la eliminación de las que todavía están verdes y, por tanto, funcionales y capaces de realizar la fotosíntesis, cuando acaban de transplantarse -para así reducir la transpiración-, cuando ha sido suprimida una parte importante de su sistema radicular -apertura de zanjas, etc.- o cuando están sometidas a un inusual período de sequía que no puede ser corregido. Por el contrario, suprimir las hojas enfermas puede ser un buen sistema de evitar que se propague una enfermedad, pero hay que tener en cuenta que si el mal aspecto de las hojas es debido a una carencia mineral, su eliminación puede incluso suponer una mayor pérdida del vigor de la planta. También es variable el tiempo que permanecen las hojas muertas sujetas al tronco. En algunos casos se desprenden tan pronto como se seca la vaina de la hoja (Archontophoenix cunninghamiana, por ejemplo) o, por el contrario, pueden permanecer durante varios años e incluso casi indefinidamente si las plantas se encuentran en situaciones protegidas de los fuertes vientos y lluvias (Phoenix dactylifera, etc.), y su eliminación será una cuestión puramente personal o de seguridad. Desgraciadamente, existe una tendencia casi general a eliminar no sólo aquellas hojas que están muertas sino también otras perfectamente sanas, con el convencimiento de que de esa forma crecen las palmeras más rápidamente, o bien, con el objetivo de alargar el tiempo necesario para repetir esta tarea, sin darse cuenta de que una eliminación importante de hojas verdes afectará, por el contrario, al crecimiento en general y dará lugar a estrangulamientos en el tronco: nunca se deberían eliminar más hojas que las que una palmera forma entre cada poda a la que le sometemos. Otro error muy corriente es el no emplear las herramientas apropiadas, ¡una motosierra no lo es!, o que estén mal afiladas o sin desinfectar. Los cortes han de ser siempre limpios, sin provocar desgarros. De igual forma, no deberán emplearse espuelas ni producir heridas en el tronco para acceder a la copa, ya que no cicatrizan y constituyen un medio ideal para la entrada de patógenos. Por último, es importante si se decide cortar las hojas, el hacerlo a una distancia constante del tronco porque no debemos olvidar que las vainas y restos foliares que permanecen adheridos al tronco representan uno de los atractivos y características que diferencian a las palmeras entre sí.