Fortunata y Jacinta - IES "La Azucarera"

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LA LITERATURA DEL REALISMO
BENITO PÉREZ GALDÓS y su novela FORTUNATA Y JACINTA
A. Acercamiento al autor ¿Quién fue Benito Pérez
Galdós?
Selecciona los datos relacionados con su educación y
formación intelectual.
Busca datos que muestren su personalidad.
Añade los relacionados con sus ideas y actividades políticas
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/perez_galdos.htm
http://www.slideshare.net/jaimegilv04/benito-perezgaldos?src=related_normal&rel=10253
B. Acercamiento a su obra ¿qué escribió?
Esquema de su trayectoria novelística
http://www.rinconcastellano.com/sigloxix/galdos.html
Presentación breve de sus diferentes obras: selecciona el argumento de tres novelas de
diferentes épocas
http://www.spanisharts.com/books/literature/galdos.htm
C. Su obra maestra Fortunata y Jacinta
1. Resume el argumento de la novela más famosa de
Galdós: Fortunata y Jacinta
http://es.wikipedia.org/wiki/Fortunata_y_Jacinta
2. Sitúa en el grupo de novelas al que se adscribe esta
obra. Justifica tu respuesta
http://www.rinconcastellano.com/sigloxix/galdos.html
3. Versión cinematográfica de RTVE: Selecciona
alguna secuencia y atiende sobre todo a la
ambientación para ver espacios exteriores e
interiores, caracterización de los personajes
(vestuario, peinados, costumbres, aficiones, ocupaciones…)
¿Qué aspectos de los anteriores nos sitúan en la vida madrileña de la segunda mitad
del XIX?
http://www.rtve.es/television/fortunata-jacinta/
4. Esta es la edición digital de la obra de la que se han seleccionado los fragmentos
siguientes:http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/1293706755907828
8532624/index.htm Contesta a las cuestiones propuestas para cada texto:
TEXTO 1
Aquella gran mujer, Isabel Cordero de Arnaiz, dotada de todas las agudezas del traficante
y de todas las triquiñuelas económicas del ama de gobierno, fue agraciada además por el Cielo
con una fecundidad prodigiosa. En 1845, cuando nació Juanito, ya había tenido ella cinco, y
siguió pariendo con la puntualidad de los vegetales que dan fruto cada año. Sobre aquellos
cinco hay que apuntar doce más en la cuenta; total, diez y siete partos, que recordaba
asociándolos a fechas célebres del reinado de Isabel II. «Mi primer hijo -decía- nació cuando
vino la tropa carlista hasta las tapias de Madrid. Mi Jacinta nació cuando se casó la Reina, con
pocos días de diferencia. Mi Isabelita vino al mundo el día mismo en que el cura Merino le
pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que
se inauguró la traída de aguas».
Al ver la estrecha casa, se daba uno a pensar que la ley de impenetrabilidad de los
cuerpos fue el pretexto que tomó la muerte para mermar aquel bíblico rebaño. Si los diez y
siete chiquillos hubieran vivido, habría sido preciso ponerlos en los balcones como los tiestos,
o colgados en jaulas de machos de perdiz. El garrotillo y la escarlatina fueron entresacando
aquella mies apretada, y en 1870 no quedaban ya más que nueve. Los dos primeros volaron a
poco de nacidos. De tiempo en tiempo se moría uno, ya crecidito, y se aclaraban las filas. En no
sé qué año, se murieron tres con intervalo de cuatro meses. Los que rebasaron de los diez
años, se iban criando regularmente.
He dicho que eran nueve. Falta consignar que de estas nueve cifras, siete correspondían
al sexo femenino. ¡Vaya una plaga que le había caído al bueno de Gumersindo! ¿Qué hacer con
siete chiquillas? Para guardarlas cuando fueran mujeres, se necesitaba un cuerpo de ejército.
¿Y cómo casarlas bien a todas? ¿De dónde iban a salir siete maridos buenos? Gumersindo,
siempre que de esto se le hablaba, echábalo a broma, confiando en la buena mano que tenía
su mujer para todo. «Verán -decía-, cómo saca ella de debajo de las piedras siete yernos de
primera». Pero la fecunda esposa no las tenía todas consigo. Siempre que pensaba en el
porvenir de sus hijas se ponía triste; y sentía como remordimientos de haber dado a su marido
una familia que era un problema económico. (…)
Isabel Cordero era, veinte años ha, una mujer desmejorada, pálida, deforme de talle,
como esas personas que parece se están desbaratando y que no tienen las partes del cuerpo
en su verdadero sitio. Apenas se conocía que había sido bonita. Los que la trataban no podían
imaginársela en estado distinto del que se llama interesante, porque el barrigón parecía en ella
cosa normal, como el color de la tez o la forma de la nariz. En tal situación y en los breves
periodos que tenía libres, su actividad era siempre la misma, pues hasta el día de caer en la
cama estaba sobre un pie, atendiendo incansable al complicado gobierno de aquella casa.
4.1.
¿Qué aspectos de la vida cotidiana se reflejan en este texto?
TEXTO 2
El llamado Estupiñá debía de ser indispensable en todas las tertulias de tiendas, porque
cuando no iba a la de Arnaiz, todo se volvía preguntar: «Y Plácido, ¿qué es de él?». Cuando
entraba le recibían con exclamaciones de alegría, pues con su sola presencia animaba la
conversación (…)
La biografía mercantil de este hombre es tan curiosa como sencilla. Era muy joven cuando
entró de hortera en casa de Arnaiz, y allí sirvió muchos años, siempre bien quisto del principal
por su honradez acrisolada y el grandísimo interés con que miraba todo lo concerniente al
establecimiento. Y a pesar de tales prendas, Estupiñá no era un buen dependiente. Al
despachar, entretenía demasiado a los parroquianos, y si le mandaban con un recado o
comisión a la Aduana, tardaba tanto en volver, que muchas veces creyó D. Bonifacio que le
habían llevado preso. (…)
Estupiñá tenía un vicio hereditario y crónico, contra el cual eran impotentes todas las
demás energías de su alma; vicio tanto más avasallador y terrible cuanto más inofensivo
parecía. No era la bebida, no era el amor, ni el juego ni el lujo; era la conversación. Por un rato
de palique era Estupiñá capaz de dejar que se llevaran los demonios el mejor negocio del
mundo. Como él pegase la hebra con gana, ya podía venirse el cielo abajo, y antes le cortaran
la lengua que la hebra. A su tienda iban los habladores más frenéticos, porque el vicio llama al
vicio. Si en lo más sabroso de su charla entraba alguien a comprar, Estupiñá le ponía la cara
que se pone a los que van a dar sablazos. (…)
4.2.
Aquí se presenta un personaje secundario típico de la época ¿cuál es
ese tipo de personaje? ¿qué rasgos presenta? ¿qué tipo de descripción nos
presenta el narrador?
TEXTO 3
Porque Jacinta era una chica de prendas excelentes, modestita, delicada, cariñosa y
además muy bonita. Sus lindos ojos estaban ya declarando la sazón de su alma o el punto en
que tocan a enamorarse y enamorar. Barbarita quería mucho a todas sus sobrinas; pero a
Jacinta la adoraba; teníala casi siempre consigo y derramaba sobre ella mil atenciones y
miramientos, (…)
Jacinta era de estatura mediana, con más gracia que belleza, lo que se llama en lenguaje
corriente una mujer mona. Su tez finísima y sus ojos que despedían alegría y sentimiento
componían un rostro sumamente agradable. Y hablando, sus atractivos eran mayores que
cuando estaba callada, a causa de la movilidad de su rostro y de la expresión variadísima que
sabía poner en él. La estrechez relativa en que vivía la numerosa familia de Arnaiz, no le
permitía variar sus galas; pero sabía triunfar del amaneramiento con el arte, y cualquier
perifollo anunciaba en ella una mujer que, si lo quería, estaba llamada a ser elegantísima.
Luego veremos. Por su talle delicado y su figura y cara porcelanescas, revelaba ser una de
esas hermosuras a quienes la Naturaleza concede poco tiempo de esplendor, y que se ajan
pronto, en cuanto les toca la primera pena de la vida o la maternidad.
4.3.
Estamos ante una de las protagonistas femeninas. ¿Qué aspectos de la
NOVELA REALISTA se manifiestan en este texto? Ejemplos
Texto 4
Iba Jacinta tan pensativa, que la bulla de la calle de Toledo no la distrajo de la atención
que a su propio interior prestaba. Los puestos a medio armar en toda la acera desde los
portales a San Isidro, las baratijas, las panderetas, la loza ordinaria, las puntillas, el cobre de
Alcaraz y los veinte mil cachivaches que aparecían dentro de aquellos nichos de mal clavadas
tablas y de lienzos peor dispuestos, pasaban ante su vista sin determinar una apreciación
exacta de lo que eran. Recibía tan sólo la imagen borrosa de los objetivos diversos que iban
pasando, y lo digo así, porque era como si ella estuviese parada y la pintoresca vía se corriese
delante de ella como un telón.(…)El suelo intransitable ponía obstáculos sin fin, pilas de
cántaros y vasijas, ante los pies del gentío presuroso, y la vibración de los adoquines al paso de
los carros parecía hacer bailar a personas y cacharros. Hombres con sartas de pañuelos de
diferentes colores se ponían delante del transeúnte como si fueran a capearlo. Mujeres
chillonas taladraban el oído con pregones enfáticos, acosando al público y poniéndole en la
alternativa de comprar o morir. (…)
«Aquí es» dijo Guillermina, después de andar un trecho por la calle del Bastero y de
doblar una esquina. No tardaron en encontrarse dentro de un patio cuadrilongo. Jacinta miró
hacia arriba y vio dos filas de corredores con antepechos de fábrica y pilastrones de madera
pintada de ocre, mucha ropa tendida, mucho refajo amarillo, mucha zalea puesta a secar, y
oyó un zumbido como de enjambre. En el patio, que era casi todo de tierra, empedrado sólo a
trechos, había chiquillos de ambos sexos y de diferentes edades. (…)
Todos los chicos, varones y hembras, se pusieron a mirar a las dos señoras, y callaban
entre burlones y respetuosos, sin atreverse a acercarse (…).
«¡Eh!, chiquillos, venid acá» repitió Guillermina; y se fueron acercando escalonados por
secciones, como cuando se va a dar un ataque. Algunos, más resueltos, las manos a la espalda,
miraron a las dos damas del modo más insolente. Pero uno de ellos, que sin duda tenía
instintos de caballero, se quitó de la cabeza un andrajo que hacía el papel de gorra y les
preguntó que a quién buscaban. «¿Eres tú del señor de Ido?». El rapaz respondió que no, y al
punto destacose del grupo la niña de las zancas largas, de las greñas sueltas y de los zapatos de
orillo, apartando a manotadas a todos los demás muchachos que se enracimaban ya en
derredor de las señoras.
4.4.
Señala los espacios narrativos del fragmento anterior. ¿Qué mundo
social pretenden reflejar?
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